RECUERDA
Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6
PREPAREMOS NUESTRO ESTUDIO PARA ENSEÑAR EN LA CONGREGACIÓN
Llamamiento y misión de Moisés
Éxodo 8:1-15
1 Apacentaba Moisés el rebaño de su suegro Jetro, sacerdote de Madián, y condujo el rebaño al fondo del desierto y llegó a Horeb, monte de ’Elohim.
2 Entonces el Ángel de YHVH se le apareció en una llama de fuego en medio de la zarza. Y él miró, y vio que la zarza ardía en el fuego, pero la zarza no se consumía.
3 Y dijo Moisés: Me desviaré para observar esta gran aparición de por qué no se consume la zarza.
4 Vio YHVH que se desviaba para observar, y ’Elohim lo llamó de en medio de la zarza, y le dijo: ¡Moisés! ¡Moisés! Y él respondió: ¡Heme aquí!
5 Entonces dijo: No te acerques aquí, quita las sandalias de tus pies, porque el lugar donde estás es suelo santo.
6 Y añadió: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob. Entonces Moisés ocultó su rostro, porque tuvo temor de contemplar a Ha-’Elohim.
7 Luego dijo YHVH: Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he escuchado su clamor por causa de sus opresores, porque conozco sus padecimientos.
8 Descenderé, pues, para librarlo de mano de los egipcios y para hacerlo subir de ese país a una tierra buena y ancha, a una tierra que fluye leche y miel, al lugar del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo.
9 Y ahora, he aquí el clamor de los hijos de Israel ha llegado hasta mí, y también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen.
10 Ahora, pues, ¡anda! Te envío a Faraón: ¡saca de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel!
11 Respondió Moisés a Ha-’Elohim: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?
12 Él dijo: Porque Yo estaré contigo, y ésta será la señal de que te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Ha-’Elohim sobre este monte.
13 Dijo Moisés a Ha-’Elohim: Cuando vaya a los hijos de Israel, y les diga: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros, y me digan: ¿Cuál es su nombre? ¿Qué les diré?
14 Respondió ’Elohim a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y añadió: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me ha enviado a vosotros.
15 Dijo además ’Elohim a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: YHVH, el Dios de vuestros padres, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Éste es mi Nombre para siempre jamás, y éste es mi memorial de generación en generación.
EL LLAMADO DE MOISÉS
La aparición divina, Éxodo 3:1–10.
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La tarea pastoril, Éxodo 3:1 .
De acuerdo con el relato de Esteban (Hech. 7:30), habían pasado 40 años, y Moisés seguía apacentando las ovejas de Jetro, su suegro, cuyo nombre significa “excelencia”; sin embargo, anteriormente se le había llamado Reuel, que quiere decir “amigo de Dios” (Exo. 2:18).
¿Cómo se explican los dos nombres?
Algunos han sugerido que se trata de dos documentos que usaban nombres diferentes.
Otros piensan que es la misma persona que llevaba dos nombres.
Una tercera opinión lo explica a través de los significados de los nombres: Reuel, “amigo de Dios,” era el nombre personal, y Jetro, o “excelencia,” era un título honorífico.
Aunque la última es muy atractiva, y puede ser la explicación correcta, hay una cuarta sugerencia que parece ser la preferida:
Reuel era el patriarca, el jefe del clan al cual las mujeres dieron los informes de la ayuda prestada por Moisés. Mientras él vivía era considerado el “padre” de toda la familia.
Al transcurrir 40 años, y habiendo fallecido el sacerdote anciano, su hijo Jetro, el padre biológico de las siete mujeres e hijo de Reuel, lo había reemplazado como jefe y sacerdote en ejercicio.
Así pues, el texto simplemente trata de la vida del clan. ¡No es problema de documentos, ni de una transmisión del texto!
Gramaticalmente, el cap. 3 comienza acentuando el nombre de Moisés.
Había algo muy importante en el futuro, aunque él continuaba su labor normal de cuidar las ovejas de su suegro.
Las llevó más allá del desierto, o literalmente al lado occidental de Horeb (v. 1), el nombre dado a aquel sector de un monte imponente de la zona. El lado austral era llamado Sinaí (ver Exo. 19:11, 18–20; 33:6; 34:2).
Llegó hasta el monte de Dios (v. 1b).
No se lo llamaba así por ser lugar de veneración de alguna divinidad pagana o de algún dios madianita, sino por lo que llegaría a ser para Israel (ver la prolepsis).
En la época en que se escribió la historia, ya era el lugar donde Dios se había aparecido a Moisés (v. 5), y donde se había promulgado la Ley (Exo. 19).
Cronológicamente en el texto, era el lugar donde Dios se aparecería. Además, era un lugar impresionante con cordilleras y cuya cumbre frecuentemente estaba oscurecida por espesas nubes.
Cuando había tormentas, los valles retumbaban y se estremecían con los truenos (ver Exo. 19:16). Para Israel, ¡era el monte de Dios! En el llamamiento, el Señor se reveló de un modo especial y en un lugar delimitado (vv. 2, 3).
La revelación de Dios vino con un acento histórico y no fue una experiencia mística para el gozo personal de Moisés. Aunque el Omnipotente se apareció en una llama de fuego, lo importante del evento no fue lo que Moisés vio y sintió, sino lo que escuchó. El encuentro fue de diálogo y el problema era la preocupación divina por la situación social y espiritual del pueblo.
Era un día como los muchos que Moisés había conocido. Llevaba el rebaño a un lugar conocido. Con Jetro había encontrado una vida segura y una vocación bajo la tutela de su suegro. Sin duda el sacerdote de Madián le había instruido en el camino de Dios revelado a Abram, aclarando enseñanzas recibidas de su madre: Su preparación teológica se había completado.
Los planes de Dios
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Una joven, empleada en una de las oficinas de la asociación evangelística de Billy Graham, leía una noche en su casa cuando se sintió atraída inexplicablemente por una oferta de empleo en la sección de avisos clasificados.
No necesitaba un empleo y estaba muy satisfecha con el que tenía. Sin embargo, al día siguiente, al persistir su inquietud, decidió acudir al lugar de la solicitud. Al entrevistarse con la encargada, le expresó su propia extrañeza de haber acudido, pues no deseaba cambiar de empleo.
Cuando la joven le informó que era empleada de la asociación evangelística de Billy Graham, la encargada le confió que últimamente había sentido el deseo de ir a alguno de los cultos, pues se sentía vacía espiritualmente.
La joven visitante le presentó a Jesucristo como su Salvador. La encargada aceptó al Señor, y prometió ir al culto con ella. Después de orar juntas, la visitante reconoció que el Señor tenía un propósito al estar dirigiéndola a que fuera a esa oficina. ¡Dios tiene sus planes!
La vocación de pastor le había enseñado la paciencia para trabajar con las ovejas, que son criaturas tontas, olvidadizas y dispuestas a extraviarse. Además, la vida solitaria de un pastor le había dado tiempo amplio para meditar y reflexionar; no se había olvidado del sufrimiento de sus hermanos en Egipto. La paciencia le vendría bien dentro de poco; Israel sería un rebaño difícil de guiar.
Además, en la preparación Moisés había llegado a conocer íntimamente el desierto de Sinaí. Sin darse cuenta, su preparación teórica se había terminado. Ahora Dios tomaba la iniciativa, y aunque Moisés no buscaba a Dios, Dios sí lo buscaba a él.
La zarza ardiente (vv. 2–6) .
Entonces se le apareció el ángel de Jehovah en una llama de fuego en medio de una zarza (v. 2). El v. 4 dice que el Señor mismo lo llamó desde en medio de la zarza… La palabra ángel significa “mensajero”, y puede referirse a un ser humano o a uno celestial.
Antes de la época de Moisés, la revelación divina venía principalmente por medio de ángeles. Después de él, con la ley y las instituciones establecidas, no eran tan necesarios. Un análisis de Génesis indica que el ángel de Jehovah a veces era un enviado de Dios y en otros contextos se aplica a Dios mismo (ver Gén. 16:7–13 [Dios]; 18 [3 hombres, uno Dios]; 22:11 [ángel], 16–18 [Dios]; 24:40 [ángel]; 48:15, 16 [ambos]; Exo. 13:21 y 14:19; 33:14 [Dios]; Jos. 5:14 y 6:2).
Cuando aparece el ángel de Jehovah como una manifestación de Dios mismo, ¿es posible que sea una señal de la presencia de Jesús como Aquel que revela a Dios (Calvino), la segunda persona de la Trinidad? Lo cierto de todo es que al aparecer el ángel de Jehovah, siempre es Dios quien habla. De alguna manera el ángel es una extensión de Dios mismo. Es una teofanía.
Apareció el ángel en una llama de fuego (v. 2), un símbolo de la presencia de Dios. Para los hebreos el fuego no era objeto de adoración, sino que simbolizaba luz y poder. Como el fuego purificaba y consumía las impurezas, así era la santidad y pureza del Señor. Con frecuencia se emplea el fuego en la Biblia como ilustración de la presencia y el poder de Dios (ver Gén. 15:17; Exo. 13:21; 14:20, 19:18; Deut. 4:24; 9:3; Hech. 2:3; Heb. 12:29; etc.).
Moisés vio que la zarza ardía en el fuego, pero la zarza no se consumía (v. 2). Dios puede tomar posesión de algo, o alguien, sin destruirlo. Como lo implica su nombre (v. 14), es el ser eterno quien tiene su propia fuente de poder y energía en sí mismo y que nunca tendrá fin. Su existencia no depende de la materia física. En este sentido, el fuego no estaba en la zarza sino en Dios mismo.
La palabra hebrea para la zarza (seneh 5572) es similar en sonido al nombre Sinaí. Sin duda la palabra fue elegida por esa razón, y aparece únicamente una vez más en Deuteronomio 33:16 donde se refiere al Señor como aquel que moraba en la zarza. Generalmente se la identifica como la zarzamora, una zarza espinosa. Sin embargo, no se puede hacer una identificación segura. ¡Ni es necesario!
Moisés no era un novicio en el drama del desierto, y la vista de algo extraordinario le llamó la atención. Se desvió para echar un vistazo de más cerca a la gran visión (v. 3b). La zarza ardía; sin embargo, no se consumía. Y son muchos los que se han desviado con Moisés en un esfuerzo por explicar el milagro.
Algunos lo explican en una forma racional como el reflejo del sol sobre la zarza, que daba el efecto de arder; los colores brillantes del otoño le llamaron la atención a Moisés para que el Señor le hablara. Otros lo explican como una visión interior, la cual fue relatada usando los símbolos físicos para que la gente entendiera.
Sin embargo, fue simplemente un milagro: un encuentro directo, personal y transformador con Dios. La prueba de ello se ve en los resultados en la vida de Moisés. Lo básico del milagro no estaba en la zarza. La zarza fue simplemente el medio usado por Dios para conseguir la atención del pastor. Al acercarse Moisés a la zarza, Dios puso fin a su vida pastoral y lo inició en una vida nueva como libertador.
Verdades prácticas
1. Enfrente de la zarza que ardía, Moisés tuvo dos reacciones al encontrarse con la santidad de Dios: fue atraído por lo misterioso y se asustó a la vez. Era un deseo doble de atracción hacia la santidad y a la vez de huir de ella. Dios siempre viene como demanda absoluta y socorro infinito, como ira y gracia, como terror y amor. La santidad de Dios siempre infundirá dos reacciones. Posiblemente, una de las pérdidas más grandes del mundo moderno es la falta de respeto para la santidad por haber llegado a estar familiarizado con Dios.
2. La santidad de Dios es la diferencia absoluta entre Dios y los seres humanos. La santidad pertenece a Dios exclusivamente. El designar cualquier elemento “santo” únicamente por su relación o asociación con Dios no es correcto.
3. Siempre se deben quitar las sandalias al acercarse al Santísimo. No tenemos ningún reclamo que hacer: Somos pecadores sin mérito que acudimos al trono de la gracia para recibir el perdón gratuitamente ofrecido.
4. Al librar a Israel de la esclavitud egipcia, el Señor mantuvo su propósito de salvación mundial iniciada anteriormente. Mantuvo la continuidad con el pasado, el control sobre el presente y el señorío sobre el futuro.
Dios lo llamó desde en medio de la zarza diciéndole: ¡Moisés, Moisés! (v. 4).
Fue un llamado doble, con el nombre repetido, que era una fórmula usada a veces para una revelación especial (ver Gén. 22:11; 46:2; 1 Sam. 3:10). Con asombro, Moisés escuchó una voz desde la zarza que lo llamaba y lo conocía por nombre. En Israel el nombre representaba la persona. El conocer el nombre de alguien significaba tener un poder sobre él.
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Verdades prácticas
1. La santidad de Dios compromete a su pueblo a la santidad. Cuando Dios llama a servirlo el carácter del hombre será dirigido a la santidad.
2. A muchos puede atraer la omnipotencia de Dios, pero no su santidad, porque evidencia la pecaminosidad del hombre.
3. Dios nos conoce y nos llama por nombre. Nadie puede confundir el llamado a otro con el suyo.
4. Dios nos llama a servirlo como un privilegio para nosotros, pues suyo es el poder para lograr la victoria en la encomienda.
5. Dios conoce de antemano el curso de los acontecimientos de la tarea que nos encomienda, pero nos revela sólo lo indispensable. Nos deja ir por fe, que nunca es defraudada.
Moisés respondió sencillamente: Heme aquí (v. 4b) .
La traducción de los LXX interpreta: ¿Qué hay? En hebreo la respuesta es una palabra compuesta, como si el asustado Moisés emitiera un sonido entrecortado: hinni 2009, ¡aquí yo!
El Señor le respondió: No te acerques aquí. Quita las sandalias de tus pies, porque el lugar donde tú estás tierra santa es (v. 5). Estaba en la presencia de Jehovah. El lugar era santo. Uno llega a ser semejante a lo que toca. Al tocar lo sucio, uno llegará a ensuciarse. Al tocar lo santo, uno será santo. Dios dijo a Moisés que él era Santo, y en efecto le dijo: “Quita tus sandalias. Toca lo Santo para que seas santo.” Las sandalias eran una capa aislante entre la tierra santa y Moisés. Tenía que quitar todo lo que impidiera la entrada de la pureza. No hay una separación entre lo físico y lo espiritual.
Moisés e Israel se habían preocupado por lo material. Ahora era tiempo de incluir lo espiritual. Toda santidad implica pureza y separación de lo profano. Moisés tendría que vaciarse y humillarse para que el Señor lo llenara. El descalzarse era símbolo de humildad y respeto por la Majestad divina. Actualmente los musulmanes entran en las mezquitas con los pies descalzos. Los samaritanos suben al Gerizim descalzos cuando van a celebrar la Pascua, y también algunas sectas cristianas mantienen tal costumbre en algunas de sus liturgias. Simbólicamente significa reverencia y humildad de parte de los adoradores.
Dios no se identificó con Moisés como un Dios nuevo, sino como el Dios del Pacto. Dijo que era el Dios de su padre (singular en el texto hebreo) y de sus antepasados. Era el mismo Dios venerado por ellos: era el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob (v. 6). No había olvidado las promesas hechas a los patriarcas. Ahora serían cumplidas por medio del éxodo. A la vez, su identificación como el Dios del Pacto era una llamada a la responsabilidad: las promesas eran bendiciones o medios para alcanzar el propósito redentor mundial del Señor (ver Gén. 12:1–3, etc.). Israel se había olvidado del Pacto; sin embargo, Dios se lo recordaba.
Temiendo por su vida, Moisés cubrió su cara, porque tuvo miedo de mirar a Dios (v. 6b, ver Exo. 33:20; Deut. 5:24, 25). Parece que se cubría su cabeza con el manto y se postraba ante al Señor.
Dios había logrado el primer paso al humillar a Moisés. En la presencia del Santísimo, Moisés confesó su humanidad. Sin embargo, quedaban tres obstáculos más: (1) Moisés tendría que ser convencido de que fuera él el libertador del pueblo, (2) Israel tendría que ser convencido de que Moisés fuera el instrumento para librarlos, y (3) el faraón tendría que ser convencido para que dejara ir al pueblo.
Bosquejo homilético
El líder que Dios utiliza
Éxodo
2:1–4; 3:1–5
Introducción:
Necesitamos entender, a la luz de la experiencia de Moisés, cómo deben ser los líderes que Dios utiliza.
I. Alguien llamado por Dios.
II. Alguien obediente a la voz de Dios.
III. Alguien fuerte para asumir la dirección de su pueblo.
Conclusión:
¿Quiénes están dispuestos a ser los líderes que Dios utiliza en este tiempo?
El propósito divino, 3:7–10. Ahora llega el momento cuando el Señor le indicará a Moisés la naturaleza de su llamamiento o vocación. Se encuentran tres elementos centrales en la conversación entre Dios y Moisés. El primero es la decisión firme de Dios de librar a su pueblo oprimido (v. 8). El segundo es la elección de Moisés para ser el instrumento humano para librar al pueblo (v. 10). El tercero es la reticencia de Moisés a asumir una responsabilidad tan grande y difícil (v. 11).
Había llegado el tiempo en que Dios iba a librar al pueblo. Con la aflicción, Israel pensaba que Dios lo había abandonado. No obstante, Dios había estado todo el tiempo con su pueblo; sin embargo, haría milagros en la presencia de los egipcios antes de que Israel tuviera algunos solamente para sí mismo. Los verbos empleados en el texto indican que ya era el momento decisivo: Ciertamente he visto…, he oído…, he conocido…, he descendido…; ahora, ve, pues yo te envío… (vv. 7–10).
Por primera vez Canaán es llamada una tierra que fluye leche y miel (v. 8, ver Núm. 13:27, etc.).
También se indica que era una tierra buena y amplia (v. 8). En realidad no es tan grande; sin embargo, al compararla con Gosén es muy amplia. Además, no es tan fértil como algunas de las tierras que la rodean; sin embargo, para una gente peregrinante que vivía en el desierto arábigo, la tierra parecería un paraíso. Siglos antes los patriarcas, como una gente extranjera, habían echado sus tiendas allí como huéspedes y transeúntes. Pronto sería tierra propia de Israel como el Señor había prometido.
La frase fluye leche y miel es proverbial y aparece frecuentemente en la Escritura. Aún hoy en día, la leche se considera un alimento necesario para un ciclo ganadero e indica un suelo bueno para el pasto. La miel simboliza una agricultura productiva, no únicamente la de las abejas, sino también la del jugo del fruto de la tierra (ver LSE, 325–326). Además de una tierra productiva, para Israel, la mejor riqueza sería la libertad de profesar su fe salvadora y, con la ubicación céntrica en el mundo de su día, compartirla con todas las familias de la tierra (ver Gén. 12:3).
En la época de Abram, se habla de 10 pueblos moradores de Canaán (Gén. 15:19–21). El Señor indica a Moisés que una nación reemplazará a seis (v. 8; ver siete indicados en Deut 7:1; Jos. 3:10; 24:11; también Exo. 13:5). Aparentemente, se toma el texto aquí en un sentido restringido, y se trata principalmente de los habitantes de la costa mediterránea y del valle del Jordán.
Los cananeos eran una gente emparentada con Israel (ver Gén. 9:18), y ocupaban las llanuras marítimas y el valle del Jordán (Núm. 13:29). El nombre de la tierra se derivaba de la tintura púrpura que producían y que se utilizaba en la fabricación de telas costosas.
Los heteos eran una gente indoeuropea. Establecieron un imperio grande en Asia Menor con su centro en lo que ahora es Turquía. Paulatinamente conquistaron Siria e invadieron Canaán hasta llegar al sur del país (ver Gén. 23:10; 26:34; Núm. 13:29; 2 Sam. 11:3). El imperio heteo floreció hasta 1200 a. de J.C. aproximadamente, y después quedaron centros aislados del pueblo en Canaán. Nunca fueron plenamente conquistados por Israel.
Técnicamente los amorreos eran los habitantes de Siria y la parte norte de Palestina. El nombre vino de la cultura mesopotámica donde las llamaban los amurru u occidentales. Ocupaban la zona montañosa de Canaán (Núm. 13:29). También estaban emparentados con Israel y a veces se alternaban los términos cananeos y amorreos al hablar en general de los habitantes de Palestina. Al hacer una distinción, los cananeos eran los habitantes de las llanuras marítimas y el valle del Jordán, mientras los amorreos ocupaban las zonas más elevadas o montañosas.
No se ha podido identificar el carácter étnico de los ferezeos. Algunos estudiosos piensan que el nombre se refiere a una clase de paisanos que vivían en villas sin muro o barrios abiertos (ver Est. 9:19; Deut. 3:5). Por lo menos, algunos vivían en los bosques de Palestina central en la cordillera de Efraím (Jos. 17:15).
Los heveos se encontraban en Palestina central (Jos 9:7; 11:19) y alrededor de Siquem (Gén. 34:2). Se los identifica generalmente con los antiguos horeos, o hurrianos (ver Gén. 36:2 y 20: el padre del heveo Zibeón era un horeo), un grupo étnico importante en el Medio Oriente durante el segundo milenio antes de Cristo.
Los jebuseos eran los habitantes del monte Sion (lo que más tarde fue Jerusalén) antes de que David la capturase (2 Sam. 5:6–8; ver Jos. 15:8, 63; 18:28; Jue. 19:10, 11, etc.)
La culminación de la experiencia de Moisés ante la zarza ardiente se encuentra en los vv. 9 y 10. El clamor de los hijos de Israel había llegado hasta Jehovah, y él había visto la opresión de los egipcios (v. 9). Entonces, dijo el Señor a Moisés: Vé, pues yo te envío al faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los hijos de Israel (v. 10). Moisés recibió su misión oficialmente, y aunque tendría sus objeciones, nunca pudo escaparse de la realidad de su experiencia con Dios aquel día especial.
Verdades prácticas
1. Los hombres que más y mejor sirven al Señor no son los que tienen muchos talentos que ofrecer, sino los que están dispuestos, en humildad, a dejar que el Señor los use.
2. Cuando el Señor llama a su servicio, su poder está disponible para cumplir nuestra tarea.
3. No hay hombre de Dios, por inútil que crea ser, que no pueda ser utilizado por el Señor, si se somete a él.
4. El que reconoce su debilidad delante de Dios es más apto que el que es autosuficiente.
5. Una declaración de inutilidad para servir a Dios puede ser una excusa para no comprometerse en la obra de Dios y sus trabajos consecuentes.
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