miércoles, 2 de septiembre de 2015

El hombre de doble ánimo es inestable en todos sus caminos... es arrastrado y seducido por su propia pasión

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información 


Estudiemos para confeccionar un Sermón
Base Bíblica
Santiago 1:2-18

Fe y sabiduría
2 Hermanos míos, tenedlo por sumo gozo cuando os encontréis en diversas pruebas, 3 sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.  
4 Pero que la paciencia  tenga su obra completa para que seáis completos y cabales, no quedando atrás en nada. 
5 Y si a alguno de vosotros le falta sabiduría, pídala a Dios, quien da a todos con liberalidad y sin reprochar; y le será dada. 
6 Pero pida con fe, no dudando nada. Porque el que duda es semejante a una ola del mar movida por el viento y echada de un lado a otro. 
7 No piense tal hombre que recibirá cosa alguna del Señor. 
8 El hombre de doble ánimo es inestable en todos sus caminos. 

Pobreza y riqueza
9 El hermano de humilde condición, gloríese en su exaltación; 10 pero el rico, en su humillación, porque él pasará como la flor de la hierba. 
11 Pues se levanta el sol con su calor y seca la hierba, cuya flor se cae, y su bella apariencia se desvanece. De igual manera también se marchitará el rico en todos sus negocios. 

Tentaciones y dones
12 Bienaventurado el hombre que persevera bajo la prueba; porque, cuando haya sido probado, recibirá la corona de vida que Dios  ha prometido a los que le aman. 
13 Nadie diga cuando sea tentado: "Soy tentado por Dios"; porque Dios no es tentado por el mal, y él no tienta a nadie. 
14 Pero cada uno es tentado cuando es arrastrado y seducido por su propia pasión. 
15 Luego la baja pasión, después de haber concebido, da a luz el pecado; y el pecado, una vez llevado a cabo, engendra la muerte. 
16 Mis amados hermanos, no os engañéis: 
17 Toda buena dádiva y todo don perfecto proviene de lo alto y desciende del Padre de las luces, en quien no hay cambio ni sombra de variación.  
18 Por su propia voluntad, él nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que fuéramos como primicias de sus criaturas. 

EL DOBLE ÁNIMO PUEDE VENIR CON LAS PRUEBAS-TENTACIONES
Santiago 1:2–18

Como todo buen pastor, Santiago comienza identificándose con su rebaño. Ellos están esparcidos, perseguidos, pasando por diversas pruebas. 

La palabra griega pruebas, peirasmos 3986, puede significar varias cosas: 
(1) Un experimento, un intento, una prueba para ver si algo funciona, como en Juan 6:6. 
(2) Una prueba de la fidelidad o del amor de alguien, como en Gálatas 4:14. 
(3) Una tentación, una invitación al pecado, como en Mateo 4:1. 
(4) Una adversidad, una aflicción, un problema enviado por Dios para probar el carácter, la fe o la santidad de alguien, como en 1 Corintios 10:13. 
(5) Una tentación hecha a Dios por parte de los hombres, como en Salmo 78:41 y Hebreos 3:8.
De un modo u otro, Santiago parece incluirlas a todas en este pasaje de apertura de su epístola.


  1. Las pruebas-tentaciones, 1:2–4


Las dos traducciones posibles de peirasmos 3986 en español son “prueba” y “tentación”. Cuándo traducir cual es algo que los traductores debaten. Para evitar el debate, y darle a la palabra el sentido inclusivo en que Santiago parece usarla, propongo traducirla prueba-tentación. 

Prueba 
destaca el sentido positivo de la palabra, y 
Tentación 
el sentido negativo. 

Prueba-tentación intenta rescatar la ambigüedad intrínseca del término peirasmos, que le permite a Santiago jugar con sus múltiples significados y enriquecer su texto. El argumento de Santiago es muy sencillo, pero de algún modo difícil de explicar: 

Las pruebas-tentaciones enfrentadas correctamente son enriquecedoras, pero enfrentadas incorrectamente pueden ser muy dañinas.

Las pruebas-tentaciones son algo en lo cual, según Santiago, caemos. Las pruebas-tentaciones nos acometen sin que podamos hacer nada por evitarlas. La traducción os encontréis (voz pasiva) intenta rescatar este aspecto imprevisto de las pruebas-tentaciones. La palabra griega peripesete 4045 (comparar con el español peripecia, pirata, experiencia, empírico) significa caer en algo como por ejemplo en Lucas 10:30, en que el hombre a quien el samaritano ayudó “cayó en manos de ladrones”. 

Las pruebas-tentaciones nos atacan, caemos en manos de ellas, según Santiago, como piratas que en el medio del mar atacan nuestras naves. No podemos evitarlas, debemos aprender a tratar con ellas. Santiago, al igual que Pedro (1 Ped. 1:6), las califica como diversas: es decir nos atacan de todos los lados, en todos los tiempos y de todas las maneras. El carácter humano está siempre siendo probado, muy particularmente en aquellos momentos en que no estamos conscientes de ello.
Frente a las diversas e inevitables pruebas-tentaciones, Santiago tiene tres apreciaciones.

Las doce tribus de la dispersión
(1:1–4)
La referencia está dada por Santiago a los cristianos judíos que se encontraban fuera del área de Palestina y que estaban atravesando serias dificultades por seguir a Jesucristo. Este tipo de comunicación posiblemente les haría recordar la historia de su pasado y las pruebas que tuvieron cuando la nación judía fue dispersada, pero que salieron triunfantes de las pruebas y conflictos.


(1) Sumo gozo, 1:2. La primera es que debemos considerarlas con sumo gozo. Es cierto que la prueba-tentación en sí, como la buena educación, no produce gozo en el momento de sufrirla (1 Ped. 1:6, Heb. 12:11). Más tarde, sin embargo, cuando el pleno fruto de la prueba-tentación ha sido obtenido, el gozo es la marca predominante de la experiencia. Santiago no dice que debemos considerarlas con gozo, ni con algo de gozo, sino con “sumo” gozo, es decir, con gozo pleno, completo, entero (Fil. 2:29). La marca primordial de la experiencia cristiana es el gozo. 

Hay múltiples incidencias del gozo cristiano en el NT, que el lector debiera estudiar con ayuda de una buena concordancia. Gozo no es deleite, ni felicidad, ni placer, ni entusiasmo, ni júbilo, ni risa. Gozo es un profundo sentimiento de la aprobación de nuestro actuar por parte de Dios, una seguridad de saberse en los caminos y en la voluntad de Dios más allá de todo dolor humano que se pueda estar experimentando. Por eso, en medio de diversas pruebas-tentaciones, el cristiano fiel todavía puede tenerlo por sumo gozo.

(2) Paciencia, 1:3. La segunda apreciación de Santiago es que las pruebas-tentaciones producen en nosotros paciencia. En esto Santiago está de acuerdo con Pablo (Rom. 5:3, 4) y con Pedro (1 Ped. 1:6, 7). Evidentemente, esta sucesión de conceptos: 

prueba → paciencia → carácter → esperanza 

era común entre los primeros cristianos. 

La frase la prueba de vuestra fe no se refiere al proceso en el cual la fe es probada, sino al resultado, a la “parte probada”, al “residuo probado” de vuestra fe. Así como el oro se “prueba” en el fuego, y la “parte probada” es el oro purificado que queda, así también la fe, cuando es “probada” por las pruebas-tentaciones, produce un residuo, una parte probada, que es lo que produce paciencia. 

Al igual que Pablo (2 Cor. 4:17) y Pedro (1 Ped. 1:7), Santiago reconoce el elemento genuino de la fe que queda purificado por las pruebas-tentaciones.

La palabra produce está expresada en el griego de tal manera que debiera entenderse como “produce completamente” o “lleva hacia la producción total” de la paciencia. Las pruebas-tentaciones ponen a prueba la fe de muchos. Aquella persona que pueda mantenerse firme en medio de ellas, tendrá en sí misma una parte probada, un “eterno peso de gloria” (2 Cor. 4:17) que producirá en ella un segundo beneficio: el carácter cristiano.

La tercera apreciación de Santiago en cuanto a las pruebas-tentaciones es que conducen a la perfección cristiana. Cuando la paciencia tiene su “obra completa”, el cristiano llega a ser completo y cabal, no quedando atrás en nada. 

La palabra completos, teleios 5046, puede traducirse al menos de tres modos: 

(1) perfecto, como en Mateo 5:48 y 19:21; 
(2) completo, terminado, como en Juan 17:4; y 
(3) maduro, completo en el sentido humano, lleno de virtudes, adulto, como en 1 Corintios 2:6. 

Nuevamente, el sentido que Santiago da a esta palabra es inclusivo y no debe ser reducido a ninguno de sus equivalentes castellanos, que cortan su inclusividad.

Como para dar más énfasis a este estado de completo, Santiago agrega y cabales
La palabra cabales, jolokleros 3648, significa entero, completo en todas sus partes, algo a lo que no le falta nada, algo consumado, que no tiene falta ni defecto, así como se requería de las víctimas sacrificiales en la teología hebrea (Lev. 3:1 y paralelos). 

Algunos comentaristas han sugerido que estas imágenes de completos y cabales surgen de los juegos olímpicos, en los cuales el hombre que se hubiese perfeccionado en el pentatlón y hubiese obtenido la victoria, era llamado “completo” o “perfecto”. Sin embargo, parece correcto pensar que Santiago estaba pensando en la perfección requerida por la ley de Moisés (Deut. 6:1–9), la de los patriarcas (Gén. 6:9; 17:1; Núm. 32:11, 12; 1 Rey. 8:61; Job 1:1; Sal. 119:1 y paralelos), la que nuestro propio Señor reclamó de sus discípulos (Mat. 5:48; 19:21), y que los demás apóstoles también reclamaron (Ef. 4:13; Fil. 3:15; Col. 1:28; 2 Tim. 3:17; Heb. 10:1, 14). 

Todo creyente maduro debe anhelar la perfección cristiana. Debemos desear ser completos en la doctrina, adornados con el múltiple fruto del Espíritu Santo, ser poseedores de toda virtud y de toda la excelencia de la mente de Cristo, y practicar el amor con todos sin distinción de personas. Santiago se referirá más a la perfección cristiana durante el desarrollo de su epístola.


  2. La verdadera sabiduría de la vida, 1:5–8
Habiendo establecido la necesidad de la perfección cristiana, Santiago introduce el tema principal de la epístola, si bien esperará hasta bien entrado su argumento para exponerlo claramente: la sabiduría que procede de lo alto (3:13–18). Aquí, al comienzo de la epístola, sólo quiere aclarar quién es la fuente de esa sabiduría, y qué relación guarda esa sabiduría con la fe y con el carácter cristiano.

La frase Si a alguno de vosotros le falta sabiduría en el griego es una condición que presupone la realidad de la premisa. Santiago no está dudando que a alguien le falte sabiduría, por el contrario, con esta frase aparentemente condicional está afirmando que a todos, indudablemente, nos hace falta sabiduría. 

Una traducción posible sería: “Siendo que a alguno de vosotros le falta sabiduría…”, o “Ya que a alguno de vosotros le falta la sabiduría…”. Inmediatamente dice qué hacer cuando hace falta sabiduría: pídala a Dios. 

Una traducción más acertada sería “pídala de Dios”, o “de parte de Dios”. Hay dos tipos de sabiduría para Santiago, una que no desciende de lo alto, que es terrenal, animal y diabólica (3:15) y otra que sí procede de lo alto, que viene de Dios, que es de lo alto (3:17). 

Para tener la verdadera sabiduría hay que pedirla de Dios, Dios es su fuente y quien la da. Sólo Dios la puede dar porque sólo él la tiene. Él mismo es la sabiduría, ella es parte de su ser.

La verdadera sabiduría de la vida no se alcanza por méritos o esfuerzos humanos. Lo único que se requiere para obtenerla es la humildad de pedirla, y el reconocimiento de la soberanía y majestuosidad de Dios. Lo interesante del caso, dice Santiago, es que Dios le da a todos con liberalidad y sin reprochar. 

La palabra liberalidad, japlos 574, significa “sencillamente, abiertamente, francamente, sinceramente”. Así es como Dios la da. El dador de todo bien, el perfecto dador de toda buena dádiva y todo don perfecto (1:17), da a todos con generosidad, incondicionalmente, con liberalidad, especialmente cuando se le pide sabiduría. 

Así fue el caso de Salomón: Dios se le apareció en un sueño ofreciéndole cualquier cosa que él quisiera. Salomón pidió sabiduría, y tanto le agradó esto a Dios que junto con la sabiduría le dio las otras cosas que él no había pedido: riqueza y gloria (1 Rey. 3:4–15). Todos los libros de sabiduría en el AT enfatizan esta necesidad humana de sabiduría y su proveniencia divina. Las numerosas exhortaciones a procurar esa sabiduría proveniente de Dios se encuentra en el libro de los Proverbios.

La afirmación de Santiago se basa en esa tradición: Dios la da “con liberalidad y sin reprochar”. No hay nada reprochable en pedir sabiduría de parte de Dios. La única bendición que no añade tristeza es la que proviene de Dios (Prov. 10:22). Dios no reprocha a nadie, no echa en cara sus bendiciones, no cobra por lo que da, no busca lo suyo. Dios da generosamente, por amor.

Si alguno pide de Dios esta sabiduría, dice Santiago, le será dada. La afirmación es tajante y positiva. No tiene visos de duda. No hay un “quizá” o un “tal vez”. El futuro pasivo en que la frase está enmarcada indica nuevamente que la proveniencia es de Dios, y que seguramente llegará. Santiago afirma con certeza, en el mismo tono y con la misma fuerza que aprendió de nuestro Señor: “Pedid, y se os dará. Buscad y hallaréis. Llamad, y se os abrirá” (Mat. 7:7); una de las tantas reminiscencias que esta epístola guarda con las palabras del Sermón del monte.

Dios da su sabiduría a todos, es decir, a todo aquel que se la pida y la requiera. Dios no la da a quien no la pide, a quien vive engreídamente en sus propios caminos sin tomar en cuenta a Dios. Dios la da al que la pide con fe, no dudando nada. La fe, como decía el autor de Hebreos (11:6), es la actitud fundamental sin la cual no se puede agradar a Dios. 

La fe en este caso representa la seguridad del que pide que Dios le conceda el tan ansiado bien de la sabiduría. La expresión no dudando nada, diacrino 1252, no tiene tanto que ver con la anulación de un aspecto natural del juicio humano como es la duda, sino que tiene que ver más con los aspectos naturales del análisis discriminado que intenta decidir algo por sí mismo, pero sin tomar en cuenta a Dios. Santiago exhorta a sus lectores a pedir sabiduría de Dios sin la maquinación de hacer calculos estratégicos. No dudando nada no goza del doble negativo del castellano en el griego, si bien la expresión griega meden 3367, es un compuesto de “no” y “algo”, resultando en “nada”, de ahí la traducción de RVA.

La duda, sin embargo, como la fe, no puede ser vista en grados. Si alguien duda “algo”, ya está dudando lo suficiente. Por eso también los dichos de Jesús sobre la fe y el grano de mostaza (Mat. 17:20; Luc. 17:6) acentúan la independencia del tamaño sobre la efectividad de la fe. Santiago no reclama la anulación de la duda radical, sino de la duda en sí. Toda fe verdadera se sustenta sobre la duda, y todo aquel que camina sobre el mar, como Pedro, lo hace sobre las olas de la duda y la desesperación (Mat. 14:23–32). Como humanos dudamos, pero mientras nos sustentemos mirando a Jesús podemos caminar sobre el mar de la duda en el sustento que la fe nos otorga. La fe es el ancla de la duda.

El ejemplo de Santiago de la ola del mar, es un ejemplo de inestabilidad. Quien haya estado en el mar sabe lo que es: las olas son inestables. No hay quietud, siempre movimiento, un vaivén interminable que no para. Las olas son “movidas por el viento y echadas de un lado a otro”, dice Santiago. También en Efesios 4:14 el apóstol Pablo utiliza los mismos conceptos. Para los discípulos, criados y acostumbrados a los fuertes vientos en el mar de Galilea, algunos de ellos pescadores y hombres de mar, estas imágenes eran muy reales. El carácter cristiano debe afirmarse en la fe para que la duda no lo haga trastabillar.

Tal hombre, uso enfático del pronombre “tal”, indica un hombre que se deja dominar por la incertidumbre de no saber si Dios nos dará lo mejor, o qué; un hombre dividido en su mente, que no sabe qué pensar ni en qué afirmarse, un hombre que no está persuadido de la eficacia de la fe. Esa persona tiene una mente doble, como indicará inmediatamente Santiago en 1:8. No piense tal persona, negación también enfática, significando “de ninguna manera”, “bajo ninguna circunstancia”, que recibirá “cosa alguna” del Señor. No es sólo la sabiduría que se le niega a quien no puede afirmarse en la fe, sino también todas las cosas.

Del mismo modo que Salomón sólo pidió sabiduría, y recibió con ella todas las demás cosas, así también todas las cosas le son negadas a quien no tiene fe para pedir sabiduría de parte de Dios. Con la sabiduría vienen todas las cosas, sin la sabiduría las demás cosas también se retiran. Una nueva reminiscencia de Santiago al Sermón del monte de nuestro Señor, cuando dijo: “Más bien, buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mat. 6:33).

La persona que no puede afirmarse sobre la fe y la sabiduría que de ella se desprende es un hombre de doble ánimo. La palabra que Santiago usa para “hombre” en 1:8 es aner 435, que es el equivalente a “varón” en castellano, es decir, persona del sexo masculino. Por su parte, el término usado en 1:7 es anthropos 444, que significa “hombre” en sentido general, inclusivo, sin indicación ni referencia a sexo. Como se puede ver también en 1:12, 23; 2:2; 3:2; Santiago utiliza estos términos indistintamente, no así en el resto del NT en el que aner tiene un claro sentido de oposición genérica con gune 1135, término griego que significa “mujer”.

La expresión que se traduce como doble ánimo, dipsujos 1374, es una expresión peculiar y característica de Santiago, quizá acuñada por él. Aparece sólo aquí y en 4:8 en todo el NT. Compuesto de dis 1364, doble, doblado, y psuje 5590, alma, mente, corazón, por lo que podría traducirse: “mente doble”, “alma dividida”, “corazón doblado”. ¿A quién se refiere Santiago? Evidentemente a los hipócritas de su tiempo. Jesús había atacado fuertemente a la hipocresía, especialmente en el Sermón del monte (Mat. 6:2, 5, 16; 7:5, Luc. 6:42; 12:1; 13:15). 

La palabra “hipócrita” es una palabra importada por Jesús desde la prevalente cultura griega de su tiempo. Se refería al actor que, cubriéndose la cara con una máscara, representaba en el teatro griego más de un personaje a la vez. Santiago, siendo un purista de la lengua hebrea y escribiendo fundamentalmente para judíos, quiere evitar la palabra, por eso acuña la palabra dipsujos.

Para Santiago el hipócrita es una persona “de doble ánimo”, alguien que tiene dos almas; la una extendida hacia lo malo y la otra extendida hacia lo bueno, algo imposible de coexistir en una sola persona (Stg. 3:11). Así es el hombre de doble ánimo, alguien que tiene dos caras, que quiere asegurarse lo mejor de los dos mundos, que no quiere abandonar las cosas terrenales, pero tampoco puede asegurarse las celestiales.

Esa persona de ánimo dividido, de dos caras, es inestable en todos sus caminos. La palabra que se traduce inestable, acatastatos 142, o inconstante, aparece otras dos veces en Santiago (3:8, 16), una vez en los Evangelios (Luc. 21:9), donde se traduce “insurrecciones” o “revoluciones”; y dos veces en Pablo (1 Cor. 14:33; 2 Cor. 6:5,;12:20) donde se la traduce desorden, tumultos. Sólo una vez aparece en el AT, en Isaías 54:11, donde se la traduce fatigada. Así está el alma dividida: inestable, inconstante, en desorden constante, en tumulto continuo, fatigada, dividida contra sí misma. Como dijo Jesús: “Todo reino dividido contra sí mismo está arruinado” (Mat. 12:25; Luc. 11:17).


  3. El destino del ser humano, 1:9–11
Del mismo modo que la hipocresía lleva a la división de la persona, así también las riquezas. Las posesiones son engañosas porque nos hacen creer que por poseerlas somos más importantes, o que por carecerlas somos más humildes. Ni lo uno ni lo otro. Ni la pobreza puede equipararse con la humildad, ni la riqueza con la importancia. No somos más por lo que tengamos, ni menos por lo que carezcamos. Somos lo que somos solamente por la gracia de Dios (1 Cor. 15:10).

Esta es la primera vez en la carta de Santiago que puede percibirse la horrenda división de clases que existía en el primer siglo. La clase media, así como muchos la conocemos hoy, de gente que no es rica, pero tampoco pobre, no existía en el primer siglo. Es cierto que existía una clase trabajadora, artesanal, sin embargo, las clases estaban muy divididas: o se era muy rico, o se era muy pobre, no existía nada en el medio. 

Desgraciadamente, esta división podía verse también en el interior de la iglesia cristiana. Pablo hace referencia a ella en relación a la supuesta celebración de la cena del Señor que hacían los corintios (1 Cor. 11:20–22), en la cual unos se hartaban y se emborrachaban, mientras otros los miraban comer sin poder acercarse a los alimentos. Santiago reprocha esa división, como puede verse más adelante en 2:1–13 y 5:1–6.

Santiago, al igual que Pablo (Rom. 12:3), enseña que cada persona debe pensar de sí mismo con cordura. El humilde debe gloriarse porque será exaltado por Dios, y el rico debe gloriarse en que Cristo le ha enseñado la verdadera humildad. Cada uno, en su justa medida y en su estado correcto, deben depender de Dios, quien es el que humilla y exalta porque, como enseñó nuestro Señor “el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido” (Mat. 23:12; Luc. 14:11; 18:14).

La palabra que Santiago usa para describir a este hermano de humilde condición es tapeinos 5011, palabra que indica una persona pobre, de condición baja, destituida, falta de medios económicos, humilde, sencilla, modesta, gente sin importancia (Prov. 30:14; Luc. 1:52). 

Según Levítico 27:8, tapeinos era una persona tan falta de valor que, llegada la circunstancia, el propio sacerdote tendría que fijarle algún precio. Según la ley, valía menos que un recién nacido. También la palabra podía significar una persona de actitud humilde, deprimida, pobre de espíritu (2 Cor. 7:6) y alguien de carácter amable y gentil (Mat. 11:29; 2 Cor. 10:1). Seguramente, con su espíritu inclusivo, Santiago se refería a ambos sentidos de pobreza.

Por otro lado, está también el rico. La palabra rico, plusios 4145, indica tanto una persona rica en el sentido material (Mat. 27:57; Luc. 6:24), como figurativamente una persona rica llena de virtudes y posesiones eternas (Luc. 12:21; 1 Cor. 4:8; 2 Cor. 8:9; 1 Tim. 6:18). Al hablar del rico, sin embargo, Santiago se refiere sólo a la riqueza material, porque los que son verdaderamente ricos en fe y herederos del reino de Dios, los ricos en espíritu, según Santiago, son los pobres (Stg. 2:5).

Lo que se destaca en el texto de Santiago es la igualdad de pobres y ricos. Todos dependemos del Señor. La vida es de Dios. Él da la vida y él la quita (Job 1:21). El destino de la vida nos iguala. El pobre será exaltado, y el rico será humillado. Por eso el hermano de humilde condición debe gloriarse en su exaltación mientras que el rico debe gloriarse en su humillación. Dios es el que exalta a los humildes y humilla a quienes se exaltan a sí mismos (Sal. 147:6; Prov. 3:34; Luc. 1:52; 2 Cor. 7:6; Stg. 4:6; 1 Ped. 5:5). El pobre debe gloriarse en su exaltación porque Dios le levantará. El rico debe gloriarse en su humillación porque Dios le humillará. El rico “pasará como la flor de la hierba”. Esto es cierto de todos, ricos y pobres. Todos pasaremos como la flor de la hierba.

Bosquejo homilético
La victoria en medio de las pruebas
Santiago 1:1–12
Introducción: 
Una característica de los auténticos cristianos, es el de ser victoriosos en medio de las pruebas y dificultades. Ellos ven las bendiciones de Dios a pesar de las pruebas, porque se encuentran revestidos del poder del Espíritu Santo y tienen plena confianza en su Señor.
  I.      La victoria se da en el siervo de Dios, 1:1–3.
    1.      La prueba al siervo produce gozo (v. 2).
    2.      La prueba al siervo refuerza la fe (v. 3).
    3.      La prueba al siervo genera paciencia (v. 3).

  II.      La victoria se da a los cabales, 1:4–6.
    1.      Debido a la calidad de vida (v. 4).
    2.      Debido a la sabiduría perdida (v. 5).
    3.      Debido a la seguridad de la respuesta (v. 6).

  III.      La victoria se da con la corona de vida, 1:7–11.
    1.      Por la firmeza de su ánimo (v. 8).
    2.      Porque tendrá su exaltación (v. 9).
    3.      Porque su existencialismo descansa en Dios (v. 11).

        Conclusión: La victoria está dada por el Señor, para quien haya soportado las dificultades y aceptado el reto en medio de las pruebas y llegado a ser auténtico en él (v. 12).


El apóstol Pablo afirmó: “Pero lejos esté de mí el gloriarme sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por medio de quien el mundo me ha sido crucificado a mí y yo al mundo” (Gál. 6:14). En la misma época y desde otra perspectiva, Santiago afirma lo mismo. En la cruz de Cristo nos igualamos ricos y pobres. La cruz es exaltación para el pobre y humillación para el rico, el instrumento de tortura se ha convertido en trono desde el cual reina el Rey de reyes y Señor de señores.

Santiago, al igual que Pedro (1 Ped. 1:24), cita a Isaías 40:6 y Salmo 90:5, 6, que hablan de la transitoriedad de la vida. También nuestro Señor se refirió a ella en el Sermón del monte cuando dijo: “Si Dios viste así la hierba del campo, que hoy está y mañana es echada en el horno, ¿no hará mucho más por vosotros, hombres de poca fe?” (Mat. 6:30; Luc. 12:28).

El rico, dice Santiago, pasará, pareleusetai 3928, el original está en una forma tal que indica que desaparecerá, se desvanecerá, perecerá completamente. La hierba del rico “se seca”, su flor se cae, sus negocios “se marchitarán”. Todas estas acciones están dadas en la voz pasiva. Estas acciones sucederán aunque el ser humano no las quiera. Sucederán porque es Dios el que realiza este acto. Es Dios quien trae justicia sobre la tierra. De su parte vienen el bien y el mal. Dios hace prosperar y Dios hace marchitar. Tanto el rico como el pobre deben siempre recordarlo.

La justicia de Dios es equitativa y pareja. La figura de Santiago es muy clara: el mismo sol que produce la hierba es el que la seca. La figura intenta mostrar la inevitabilidad y la transitoriedad de la vida. Santiago recuerda a sus lectores la fragilidad de todos sus negocios. Negocios, poreia 4197, no significa aquí sólo aquellas actividades que puedan reportar alguna ganancia económica. La palabra también puede traducirse “viajes”, “actividades”, “emprendimientos”. Todo lo humano pasará. Como dice Isaías 15:6 (RVR-1960).

El amor y la justicia de Dios van de la mano y se necesitan. Dios es todo amor, pero es también todo justicia. Su amor se asienta en su justicia y su justicia se asienta en su amor. Uno trae beneficios y otro trae castigo, pero los dos vienen del mismo Dios y de su misma actitud hacia el ser humano, sea rico o pobre. La vanidad y la prepotencia humana pasarán. No serán los fuertes ni los ricos los que heredarán la tierra. Sólo aquellos que, siendo mansos y humildes de corazón, y se aferran a las promesas divinas, verán la salvación de Dios (Mat. 5:5).

  4. La bienaventuranza de la integridad, 1:12–15
Siendo que el amor y la justicia de Dios van de la mano, la virtud más grande del cristiano es la integridad. Nuevamente recuerda Santiago las enseñanzas de nuestro Señor en el Sermón del monte. 

Todo el Sermón del monte es un llamado a la integridad. Del mismo modo, Santiago insistirá en la integridad de la personalidad cristiana como una señal clara de la presencia de Dios en la persona, y como reconocimiento del carácter santo y eterno de Dios contrastado con la fragilidad y la transitoriedad humanas. La única manera de ambicionar la integridad cristiana es teniendo a raya al doble ánimo, denominación que Santiago usa para denotar la hipocresía tan denunciada por Jesús en sus enseñanzas.

El cristiano está llamado a resistir en las pruebas-tentaciones. Resistir en ellas no significa evitarlas, porque éstas no pueden ser evitadas. Santiago ya ha dicho que las pruebas-tentaciones nos atacan, se nos presentan en forma inevitable. El verbo que Santiago utiliza para describir la actitud del cristiano frente a las pruebas-tentaciones es jupomeno 5278. Este término, compuesto de jupo 5259, que significa “estar a merced de”, o “debajo”, y meno 3306, que significa “permanecer”, “continuar existiendo”, y en relación con personas, “seguir siendo uno mismo”, “esperar”, “tener paciencia”. 

El término jupomeno 5278, se traduce generalmente de tres maneras íntimamente relacionadas: 
(1) quedarse (Luc. 2:43; Hech. 17:14), 
(2) pacientes, soportar, sufrir a merced de alguien, perseverar ( Rom. 12:12; 1 Cor. 13:7; 2 Tim. 2:10, 12; Heb 12:7; 1 Ped. 2:20), y 
(3) perseverar (Mat. 10:22; Stg. 5:11). 

El llamado de Santiago a resistir en las pruebas-tentaciones se enmarca entre el segundo y tercer sentido. Santiago llama a sus lectores a mantenerse firme, a perseverar mientras uno sufre a merced de una experiencia que uno mismo no puede controlar. La traducción de RVA perseverar bajo la prueba es muy acertada.

Quien resista en las pruebas-tentaciones, dice Santiago, perfeccionará su carácter, y por eso será dichoso, bienaventurado. La felicidad bienaventurada no es sufrir las pruebas-tentaciones. El cristiano no es un masoquista que se deleita en el sufrimiento. El cristiano, sin embargo, puede sentirse bienaventurado al tener que sufrir múltiples pruebas-tentaciones, porque sabe que ellas educan su carácter y lo preparan para una vida con propósito, y para la vida eterna.

Quien resista en las pruebas-tentaciones, además, recibirá la corona de vida. Esa corona de vida se recibirá “cuando haya sido probado”. Santiago está repitiendo aquí la progresión:

 prueba → paciencia → carácter → esperanza 

que anteriormente había citado en 1:3. Probado, nuevamente, no se refiere al proceso en el cual la fe es probada, sino al resultado, a la “parte probada”, al “residuo probado” de la fe. La fe que es “probada” por las pruebas-tentaciones produce un residuo, una parte probada, que es lo que produce paciencia, la cual produce carácter, y ese carácter probado (Rom. 5:4; 1 Tim. 6:19) es la base de la esperanza bienaventurada de la salvación eterna.

Tesoro bíblico
Bienaventurado el hombre que persevera bajo la prueba; porque, cuando haya sido probado, recibirá la corona de vida que Dios ha prometido a los que le aman (Santiago 1:12).

La frase corona de vida está construida en el original de tal manera que expresa que la vida misma es la esencia de la corona. La corona que el cristiano espera recibir de Dios no es una corona “de oro” que simboliza la vida, es una corona de vida. En esto Santiago concuerda con los apóstoles Pedro (1 Ped. 5:4) y Juan (Apoc. 2:10). 

La corona que nuestro Señor recibió de parte nuestra fue una corona de espinas (Mat. 27:29; Mar. 15:17; Juan 19:2), pero de parte de Dios recibió su verdadera corona (Hech. 2:36; Fil. 2:9–11). Así también los cristianos, muchas veces sólo recibimos pruebas y tentaciones, pero si somos fieles al Señor, recibiremos la corona de vida que Dios ha prometido a los que le aman (1 Cor. 9:25; 2 Tim. 4:8).

Lo que sostiene al cristiano a través de las pruebas-tentaciones es el amor de Dios y el amor a Dios. Dios ha prometido su corona “a los que le aman”. El amor a Dios es el primer mandamiento, dijo Jesús, y el amor al prójimo es el segundo (Mat. 22:36–39; Mar. 12:28–31; Juan 15:12). 

Nosotros amamos a Dios, sin embargo, porque Dios nos amó primero (1 Jn. 4:19). La base de nuestro amor es un amor correspondido. Es también un amor que se sostiene en el amor al prójimo (1 Jn. 4:20, 21). Si queremos sostenernos en nuestra propia fuerza no podremos hacerlo. Las pruebas-tentaciones son más fuertes que nuestra propia voluntad, pero no son más fuertes que el amor de Dios. Dios, que nos ama a pesar de todo, que nos ama más allá de nuestros errores y fracasos, nos da la fuerza necesaria para poder atravesar con éxito las más duras pruebas-tentaciones. “El amor de Cristo nos impulsa” dijo Pablo (2 Cor. 5:14). Santiago nos recuerda que es la única fuerza que nos podrá sostener en medio de las tormentas de la vida.

Quizá el problema humano más grande frente a las pruebas-tentaciones sea su fuente. ¿De dónde vienen? ¿Quién es el autor de ellas? Hasta el día de hoy los humanos nos justificamos frente al pecado en relación al supuesto origen de las pruebas-tentaciones: Dios. Se dice: Si Dios nos creó así, ¿qué podemos hacer? Creemos que hay algo en nuestros genes que nos empuja hacia el pecado de modo que no podemos evitarlo. Santiago se apresura a negarlo. Las pruebas-tentaciones no vienen de Dios. Para hacerlo apela al propio carácter de Dios. Dios es “intentable” dice Santiago, apeirastos 551, su carácter es tal que está más allá del bien y del mal, él es completamente diferente de nuestra naturaleza “tentable”.

Porque Dios no puede ser probado-tentado por el mal, por lo tanto él mismo tampoco prueba-tienta a nadie. El AT está lleno de advertencias sobre tratar de tentar a Dios. Éxodo 17:2–7 quizá sea el pasaje más ejemplar, recordado por los salmistas (Sal. 81:7; 95:8; 106:32). Dios no puede ser probado-tentado por los humanos, ni tampoco por el mal. La palabra que se traduce de modo neutro como mal, cacon 2556, podría también ser masculino, en cuyo caso habría que traducirla “maligno”. 

La distinción es importante porque se despersonaliza el mal, de modo que pierde algo de su fuerza maligna. Siendo que todo en el versículo 13 apunta a agentes humanos, creo que sería mejor traducirla “maligno”, de modo que se leería: “Dios no es tentado por el maligno”. Ahora, si debiéramos entender ese “maligno” como un agente humano, o personificado en Satanás, es algo que cada intérprete debe decidir por sí mismo. De cualquier modo, Santiago afirma una total independencia de Dios como la fuente de las pruebas-tentaciones, y como objeto de cualquier maligna intención sea humana o satánica.

Las pruebas-tentaciones no provienen de Dios. Nadie puede decir “Soy tentado por Dios”. Las pruebas-tentaciones son posibles porque es el medio ambiente en el que se desarrolla la vida humana. De la cuna hasta la tumba, todo en la vida puede ser equiparado a una prueba o a una tentación. Al enfrentarla, los humanos no podemos distinguir entre prueba y tentación. Sólo creemos saberlo cuando hemos pasado por la prueba o tentación. Si salimos airosos, decimos que fue una “prueba” y que fue enviada por Dios para purificar nuestra vida. 

Si voluntariamente caemos en ella, decimos que fue una “tentación” y que fue enviada por el maligno para destruir nuestra vida. Desde el punto de vista humano es imposible distinguir entre una y otra. Por eso no debemos culpar a Dios, como tampoco al diablo, por nuestras pruebas o tentaciones. La responsabilidad de la vida es nuestra, nos la fue dada por Dios, quien nos hizo personas únicas y responsables. No somos títeres de Dios sino individuos responsables. La responsabilidad de las pruebas-tentaciones es nuestra, no debemos culpar a nadie por ellas.

En los versículos 14 y 15 Santiago realiza una nueva progresión. Así como la progresión 

prueba → paciencia → carácter → esperanz

tenía como fin la corona de vida, esta nueva progresión tendrá como fin la muerte (Rom. 6:23). Se trata de la progresión 

pasión → concepción → pecado → muerte. 

La propia pasión, cuando nos arrastra y nos seduce, concibe. Cuando esta concepción se realiza, el pecado es dado a luz. El pecado tiene como consecuencia la muerte.

La verdadera fuente de las pruebas-tentaciones no está en Dios, está en nosotros mismos, es nuestra “pasión”. La palabra, epizumia 1939, significa textualmente “calentura superficial”, o “deseo ardiente frívolo”. 

En el NT se lo traduce de tres maneras: 
(1) en un sentido neutral, como un impulso o deseo (Mar. 4:19), 
(2) en un buen sentido, una aspiración, un anhelo verdadero (Fil. 1:23; 1 Tes. 2:17), y 
(3) en un sentido malo, un deseo incontrolado por algo prohibido, concupiscencia, deseo sexual, propensión a lo malo, bajo instinto (Rom. 7:7; 1 Tim. 6:9). 

Siguiendo la pauta hermenéutica trazada desde el comienzo, no podemos decir que Santiago no estaba incluyendo estas acepciones del término en este texto, si bien la mayoría de los intérpretes parece inclinarse hacia la tercera acepción.

El origen de las pruebas-tentaciones, dice Santiago, está en cada uno de nosotros. Cada uno, de su propia pasión, se prueba-tienta a sí mismo. Esa pasión, ese deseo, no es incontrolable, pero muchas veces es incontrolado. 

Dos imágenes superpuestas usa Santiago para describir esta progresión mortal. La imagen de la concepción y el parto, y la imagen de la pesca. Ambas están entrelazadas. Así como un pez es seducido por la carnada o el señuelo hasta que muerde el señuelo y el anzuelo se clava en su boca, así el deseo incontrolado, nos seduce y nos clava el anzuelo. 

Es notable que la palabra que se traduce “seducido”, deleazomenos 1185, tenga en sí la palabra delear, no usada en el NT, que significa “carnada”. La propia pasión nos seduce, se nos presenta de carnada, nos atrapa y nos arrastra. También el apóstol Pedro utiliza la misma figura en 2 Pedro 2:14–18.

Nadie diga soy tentado por Dios
(1:12–15)
Santiago rechaza el concepto griego de que Dios es quien tienta a las personas. Los griegos creían que sus dioses eran los causantes de las desgracias y tentaciones de los seres humanos. Un ejemplo es el caso de Zeus y Pandora cuando éste le dio a ella una caja llena de desgracias para la humanidad y cuando ésta fue abierta, vinieron múltiples calamidades a la tierra.

Eso no es pecado todavía
El deseo, aunque sea una “baja pasión”, no es pecado. Para que el deseo se convierta en pecado tiene que “concebir”. Aquí es donde Santiago mezcla la metáfora pesquera con la metáfora de la concepción de una mujer. Para que una mujer dé a luz, primero tiene que concebir. Así es el pecado, para dar a luz, primero tiene que “concebir”. Para poder concebir, necesita del auxilio de la voluntad. No hay pecado si no hay voluntad. Todo pecado humano es voluntario, sullambano 4815 significa tomar prisioneros, arrestar (Mat. 26:55; Hech. 26:21), cazar o pescar (Luc. 5:9), concebir o quedar embarazada una mujer (Luc. 1:24) y, metafóricamente, la unión del deseo sexual con la voluntad o la intención que resultará en un acto pecaminoso. 

Nuevamente, todos estos sentidos están entremezclados en la frase de Santiago. El deseo incontrolado, cuando se une con la voluntad o la intención de cometer aquel deseo incontrolado, “concibe”. Esa concepción, una vez hecha, dará a luz el pecado. Así como una mujer que ha quedado embarazada dará a luz a no ser que algún acto de fuerza mayor se lo impida, así también el pecado. Una vez que el deseo incontrolado se ha unido con la voluntad de cometer el acto concebido, el pecado es el único resultado predecible.

El pecado, “una vez llevado a cabo”, engendra muerte. Esta frase puede ser traducida de mejor manera y expresar lo que el original dice al expresarse “siendo plenamente formado”, porque sigue la figura de la concepción y el dar a luz. El verbo ticto 5088, significa fruto de la tierra, o el dar a luz la mujer. 

El pecado es la unión de la voluntad con el deseo incontrolado. 

La misma metáfora se usa en Salmo 7:14. Hay algo de inevitable una vez que el deseo incontrolado “concibe” en unión con la voluntad humana. Se forma el pecado, que cuando queda “plenamente formado” da nacimiento, produce la muerte.


  5. La naturaleza de Dios y la naturaleza del hombre, 1:16–18
Para concluir su primera advertencia, Santiago compara la naturaleza de Dios y la naturaleza humana. Dios no puede ser el autor de las pruebas-tentaciones porque Dios sólo da lo mejor. Dios creó las condiciones en las cuales se dan las pruebas-tentaciones, pero viviendo bajo esas mismas condiciones Jesucristo triunfó sobre el pecado y la muerte.

El ser humano no puede achacar a Dios su condición pecaminosa, sólo a sí mismo. Dios no nos induce al pecado, sino nuestra propia pasión incontrolada en conjunción con nuestra voluntad. Dios no puede ser probado-tentado y él tampoco prueba-tienta a nadie.

Santiago, como pastor de su grey, exhorta a sus amados hermanos a no dejarse engañar. La advertencia a no dejarse engañar no es dirigida sólo al varón, también a la mujer. El verbo no os engañéis sería mejor traducirlo “no seáis engañados” porque planao 4105, ser engañado, embaucado, engatusado, lo expresa así. También Pablo utiliza esta fórmula en sus cartas (1 Cor. 6:9; 15:33; Gál. 6:7).

El diablo es mentiroso y engañador, presentándose ante el ser humano como ángel de luz pero cegando sus ojos al peligro del pecado (2 Cor. 4:4; Ef. 4:14; 1 Ped. 5:8, 9). Suyo es el camino del hurtar, matar y destruir (Juan 10:10; Rom 7:7–14). Por eso no hay que dejarse engañar. 

El camino de Dios no es el camino del engaño sino el de la verdad. Dios es dador de todo lo bueno, no de lo malo. Toda buena dádiva y todo don perfecto provienen de él. Es curioso que esta frase, tan rítmica en el español, también lo sea en el griego. 

Algunos comentaristas piensan que puede haber aquí alguna cita a algún poema o a la letra de algún himno que los primeros cristianos conocerían de su tiempo de adoración en la sinagoga. No podemos saberlo a ciencia cierta. Lo interesante es que tanto Toda buena dádiva y todo don perfecto proviene de lo alto como “Las malas compañías corrompen las buenas costumbres” (1 Cor. 15:33) son hexámeros, es decir frases de seis sílabas, y ambas siguen a la frase No os engañéis. Pablo y Santiago evidentemente responden a un modo común del dicho sapiencial de la época.

Resultado de las pruebas
(1:12–18)
Para el creyente en Jesucristo, las pruebas producen:
  1.      Dirección a la persona para evaluar su capacidad de resistencia.
  2.      Reafirmación de la fe en el Señor, cuando sale de ellas.
  3.      Perfeccionamiento de la paciencia para madurar.

Lo que Dios nos da son “dádivas”, “dones”, es decir regalos. Dios no nos paga conforme a nuestros bajos deseos. Los dones de Dios, especialmente la vida eterna, son siempre inmerecidos. La muerte, sin embargo, es completamente merecida. La muerte y el castigo eterno no parten de un capricho siniestro de Dios. Son el resultado directo de nuestros propios bajos deseos concebidos por nuestra voluntad. También el apóstol Pablo aseguraba que “la paga del pecado es muerte; pero el don de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Rom. 6:23).

La frase “de lo alto” o “de arriba”, en sintonía con otros textos neotestamentarios (Juan 3:3, ver nota RVA, 31; 19:11), significa “de Dios”. Dios es de lo alto, el hombre es de abajo (Ecl. 5:2; Mat. 5:34). Toda buena dádiva y todo don perfecto provienen de Dios, no sólo algunos. Dios es generador y dador de todo bien. Santiago continúa explicando su idea de que Dios no tienta a nadie. 

No parece probable que Santiago esté discutiendo la famosa frase de Job: “Recibimos el bien de parte de Dios, ¿y no recibiremos también el mal?” (Job 2:10), aunque no deja de venir a la mente cuando afirmamos tan tajantemente con Santiago que Dios es dador sólo de “buenas dádivas” y “dones perfectos”. 

Para clarificarlo, quizá sea necesario meditar en la naturaleza del bien y del mal. Muchas cosas que pensamos son nuestros bienes, terminan siendo nuestros males más grandes y, viceversa, muchas cosas que pensamos son nuestros males, terminan siendo nuestros grandes bienes. Nuevamente, como con la prueba y la tentación, se nos hace difícil a los seres humanos entender la naturaleza absoluta del bien y del mal. Pero para Dios es distinto. Dios ve las cosas desde otra óptica, su visión es total y absoluta. 

También Pablo afirmó que “Dios hace que todas las cosas ayuden para bien a los que le aman” (Rom. 8:28). Nosotros no podemos entender cómo una enfermedad pueda resultar en nuestro bien, pero Dios hace que todo resulte para nuestro bien, si es que le amamos. En todo, Santiago quiere que sus oyentes dependan de Dios.

Sorpresivamente, Dios es llamado por Santiago el Padre de las luces, en quien no hay cambio ni sombra de variación. Esta expresión, de esencia netamente griega, ha llevado a muchos comentaristas a dudar de la paternidad literaria de Santiago, el medio hermano del Señor. 

Ya se explicó en la Introducción la razón de las expresiones griegas en esta epístola. Juan dice que “Dios es luz” (1 Jn. 1:5), y Jesús dijo: “Yo soy la luz del mundo” (Juan 8:12). En este contexto, sin embargo, “luces” debe entenderse así como en Jeremías 4:23 y Salmo 148:3, las “luminarias”, es decir, las estrellas. Similarmente, Job llamó a Dios “padre de la lluvia” (Job 38:28), y Pablo “padre de consolación” (2 Cor. 1:3) y “padre de gloria” (Ef. 1:17). Santiago está diciendo no sólo que Dios es luz, sino más, que Dios es el padre de la luz y el padre de las luces. Todo lo bueno, simbolizado por la luz, proviene de Dios.

Como Dios es quien está en “lo alto” y de él “desciende” toda buena dádiva y todo don perfecto, en Dios no hay cambio ni sombra de variación, afirma Santiago. El interés de Santiago por afirmar la inmutabilidad de Dios no es tanto el interés griego de buscar un punto fijo en el cual y desde el cual afirmar todo el universo. Su interés no es filosófico, es pastoral. 

En Dios no hay cambio, Dios siempre busca el bien de aquellos que le aman. Dios no es un loco caprichoso a merced del cual los seres humanos nos sacudimos como hojas secas levantadas por el viento. Dios es constante, permanente, estable, duradero. Se puede confiar en él.

Para probarlo, Santiago apela a dos metáforas estelares: en Dios no hay “cambio” ni “sombra de variación”. Las dos metáforas están relacionadas con términos técnicos de la astronomía, por lo cual se hace difícil su interpretación. “Cambio” traduce la palabra griega paralage 3883, que indica una variación en la visión debida a factores atmosféricos o astronómicos. La palabra es también traducida técnicamente como “paralaje”. 

El diccionario de la Real Academia de la lengua Española define esta palabra así: Diferencia entre las posiciones aparentes que en la bóveda celeste tiene un astro, según el punto desde donde se supone observado. Es muy difícil pensar que Santiago tenía esta definición en mente cuando utilizó la palabra, sin embargo, su expresión no está totalmente desligada de este entendimiento. 

El paralaje de un astro es visible para quien estudie las estrellas, y también para quien, viendo una puesta de sol, compruebe que el tamaño del astro rey se ha aumentado. El sol siempre tiene el mismo tamaño, somos nosotros, los observadores, quienes lo vemos aumentado por causa del paralaje. En Dios no hay paralaje, dice Santiago. Dios ve las cosas como son, nosotros las vemos aumentadas o disminuidas, cambiadas, transformadas, alteradas por nuestras propias visiones humanas que son siempre pequeñas, parciales, fragmentarias.

No sólo que en Dios no hay cambio, ni siquiera hay en Dios sombra de variación. Una nueva metáfora astronómica que se refiere a las sombras que los astros proyectan sobre otros. Lo que nosotros llamamos “eclipse” no es en realidad un oscurecimiento del astro en sí, sino la sombra que otro astro proyecta sobre el que se ve. En Dios no hay eclipses, dice Santiago. 

Dios es un sol que siempre brilla al máximo de su potencia y de su luz. Nuestras visiones de Dios pueden ser parciales o fragmentarias, pero Dios está más allá de todas ellas, Dios es bueno y perfecto, dador de toda buena dádiva y todo don perfecto. Dios, como un “sol de justicia” (Mal. 4:2), puede ser abrasador para el malo, pero “en sus alas traerá sanidad” para quienes confían en él. La voluntad del Dios eterno e inmutable es traer buenas dádivas, dones perfectos y por sobre todo, la salvación.

La dádiva más grande de Dios para nosotros, afirma Santiago, no se traduce en cosas. Lo más importante que Dios nos da es ser hechos criaturas de él. Dios es el autor de nuestra vida material, pero más importante el autor de nuestra vida espiritual. Dios “nos hizo nacer” desde el vientre de nuestra madre (Sal. 22:9, 10; 71:6; 139:13), pero más que nada nos hizo nacer como “primicias de sus criaturas”. 

Como dijo Jesús a Nicodemo, todo ser humano tiene que “nacer de nuevo” (Juan 3:3), nacer “no de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad de varón, sino de Dios” (Juan 1:12, 13). La dádiva más grande, el don más perfecto de Dios para toda criatura, no es sólo la vida en la cual a tientas nos afirmamos, es la vida eterna que proviene de Dios.

Santiago afirma este nuevo nacimiento como un nacimiento que se ha realizado por medio de la palabra de verdad, logo 3056 alezeias 225. La expresión no sólo denota la verdad del mensaje del evangelio (2 Cor. 6:7; Ef. 1:13; Col. 1:5; 2 Tim. 2:15), sino esa misma palabra logos que, según Juan, “se hizo carne” entre nosotros (Juan 1:1, 2, 14), por la que Dios nos hizo nacer a una nueva vida abundante, y a la vida eterna. 

Dos cosas son claras en este pasaje: Que el nuevo nacimiento se produce como una manifestación de la voluntad de Dios, y que se realiza a través de la palabra de verdad, o la verdadera palabra. Cuando el padre de las luces dijo: “Sea la luz” (Gén 1:3) fue el comienzo cósmico del mundo así como lo conocemos. Cuando el padre de las luces se manifestó a la humanidad perdida por medio de su verdadera Palabra, su logos hecho carne, nos hizo nacer “como primicias de sus criaturas” (Rom. 8:23; 1 Cor. 15:20–24). 

El paralelismo de una nueva creación que comienza a partir de la manifestación del único Hijo del único Padre es evidente. Así como la palabra de Dios fue la génesis de todo lo creado, así el logos inmanente y hecho carne entre nosotros es el nuevo nacimiento de todo aquel que cree y confía en él y le recibe como Señor y Salvador.

La primera advertencia de Santiago está completa: Cuidado con el doble ánimo; cuidado con el fariseísmo de quien se deja vencer por las pruebas-tentaciones; cuidado con no comprender que la integridad no sólo es la cosa más importante del cristianismo sino la única: cuidado con no afirmarse en Dios, quien es la única razón y sustento de toda nuestra existencia, la material y la espiritual. La segunda advertencia, como veremos, está íntimamente relacionada.

Tesoro bíblico
Toda buena dádiva y todo don perfecto proviene de lo alto y desciende del Padre de las luces, en quien no hay cambio ni sombra de variación (1:17).

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