miércoles, 29 de julio de 2015

Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


















 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
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Preparación de Sermones expositivos
MATEO 4: 1-11

Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el       diablo.
2    Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre.
3    Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se      conviertan en pan.
4   El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda    palabra que sale de la boca de Dios.
5   Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del        templo,
y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está:
    A sus ángeles mandará acerca de ti, y,
    En sus manos te sostendrán,
    Para que no tropieces con tu pie en piedra. 
7   Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios.
8   Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos        del mundo y la gloria de ellos,
9   y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares.
10 Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios        adorarás, y a él sólo servirás.
11 El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían.
Estudio exhaustivo - expositivo
De su elevada y santa experiencia de bendición en el Jordán, Jesús fue llevado al desierto para ser probado. Jesús no fue tentado para que el Padre pudiera descubrir algo respecto al Hijo, porque ya había expresado su aprobación divina. Jesús fue tentado para que toda criatura en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra supiera que Jesucristo es el Conquistador. Jesús desenmascaró a Satanás y sus tácticas, y lo derrotó. Debido a su victoria, nosotros podemos vencer al tentador.
Así como el primer Adán se enfrentó con Satanás, el postrer Adán también le hizo frente al enemigo (1 Corintios 15:45). Adán encontró a Satanás en un hermoso huerto, pero Jesús le hizo frente en un terrible desierto. Adán tenía todo lo que necesitaba, pero Jesús tenía hambre después de haber ayunado por 40 días. Adán perdió la batalla y hundió a la humanidad en el pecado y la muerte. Jesús ganó la batalla y derrotó a Satanás en otras batallas, culminando con su victoria final en la cruz (Juan 12:31; Colosenses 2:15).
La experiencia de tentación de nuestro Señor le preparó para ser nuestro sumo sacerdote, lleno de compasión (Hebreos 2:16–18; 4:15–16). Es importante observar que Jesús enfrentó al enemigo como hombre, no como el Hijo de Dios. Sus primeras palabras fueron: “No sólo de pan vivirá el hombre”. No debemos pensar que Jesús usó sus poderes divinos para vencer al enemigo, porque eso fue precisamente lo que el enemigo quería que él hiciera. Jesús usó los recursos espirituales que nosotros tenemos disponibles hoy: el poder del Espíritu Santo de Dios (Mateo 4:1) y el poder de la Palabra de Dios (“Escrito está”). Jesús no tenía en su naturaleza nada que le pudiera haber dado cabida a Satanás (Juan 14:30), sin embargo sus tentaciones fueron genuinas. La tentación incluye la voluntad y Jesús vino para hacer la voluntad del Padre (Hebreos 10:1–9).
La primera tentación (4:1–4) tenía que ver con el amor y la voluntad de Dios. “Ya que eres el amado Hijo de Dios, ¿por qué tu Padre no te alimenta? ¿Por qué te puso en este terrible desierto?” Esta tentación suena como las palabras de Satanás a Eva en Génesis 3. Es una sugerencia artera de que el Padre no nos ama.
Pero había otra sugerencia: “Usa tu poder divino para suplir tus propias necesidades”. Cuando ponemos nuestras necesidades físicas por encima de nuestras necesidades espirituales, pecamos. Cuando permitimos que las circunstancias dicten nuestras acciones, en lugar de seguir la voluntad de Dios, pecamos. Jesús pudo haber convertido las piedras en pan, pero al hacerlo, hubiera estado ejerciendo sus poderes independientemente del Padre; y había venido para obedecer al Padre (Juan 5:30; 6:38).
Para derrotar a Satanás el Señor citó Deuteronomio 8:3. Alimentarse con la Palabra de Dios y obedecerla es más importante que consumir alimento físico. De hecho, es nuestra comida (Juan 4:32–34).
La segunda tentación (4:5–7) fue incluso más sutil. Esta vez Satanás también usó la Palabra de Dios. “Asi que tratas de vivir según las Escrituras”, implicó, “entonces déjame mencionarte un versículo bíblico y veamos si lo obedeces”. Satanás llevó al Señor Jesús al pináculo del templo, probablemente como a unos 150 metros de altura sobre el valle del Cedrón. Satanás entonces citó parte del Salmo 91:11–12, en donde Dios promete cuidar a los suyos. “Si realmente crees en las Escrituras, entonces, ¡salta! ¡Veamos si el Padre te cuida!”
Ahora, observa con cuidado la respuesta de nuestro Señor: “Escrito está TAMBIÉN …” (Mateo 4:7, énfasis mío). Nunca debemos divorciar una porción de la Escritura del resto, sino que siempre debemos comparar lo espiritual con lo espiritual (1 Corintios 2:13). Por medio de la Biblia podemos probar casi cualquier cosa si aislamos textos del contexto y los convertimos en pretextos. Al citar el Salmo 91 Satanás había omitido astutamente la frase “en todos tus caminos”. Cuando el hijo de Dios está siguiendo la voluntad de Dios, el Padre le protegerá. Dios cuida a los que andan en sus caminos.
Jesús replicó usando Deuteronomio 6:16: “No tentarás al Señor tu Dios”. Tentamos a Dios cuando nos colocamos en circunstancias que le obligan a efectuar milagros a nuestro favor. El diabético que rehusa tomar insulina y aduce “Jesús me cuidará” puede estar tentando al Señor. Tentamos al Señor cuando tratamos de obligarle a contradecir su propia Palabra. Es importante que nosotros, los creyentes, leamos toda la Biblia y estudiemos todo lo que Dios tiene que decir, porque toda ella es útil para la vida diaria (2 Timoteo 3:16–17).
La tercera tentación (4:8–11) le ofreció a Jesús un atajo a su reino. Jesús sabía que sufriría y moriría antes de entrar a su gloria (Lucas 24:26; 1 Pedro 1:11; 5:1). Si se postrara y adorara a Satanás sólo una vez (ésta es la fuerza del verbo en griego), podría disfrutar de toda la gloria sin tener que atravesar los sufrimientos. Satanás siempre ha querido adoración, porque siempre ha querido ser Dios (Isaías 14:12–14). Adorar a la criatura antes que al Creador es la mentira que rige hoy en nuestro mundo (Romanos 1:24–25).
No hay atajos a la voluntad de Dios. Si queremos participar de su gloria, debemos compartir también de su sufrimiento (1 Pedro 5:10). Como príncipe de este mundo, Satanás podría ofrecerle a Cristo estos reinos (Juan 12:31; 14:30), pero Jesús no necesitaba lo que Satanás le ofrecía. El Padre ya le había prometido el reino. “Pídeme, y te daré por herencia las naciones” (Salmo 2:8). Hallarás la misma promesa en el Salmo 22:22–31 y ése es el salmo de la cruz.
Nuestro Señor replicó citando Deuteronomio 6:13: “Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás”. Satanás no había dicho nada acerca de servicio, pero Jesús sabía que serviríamos el objeto de nuestra adoración, cualquiera que fuera. La adoración y el servicio van juntos.
Satanás se alejó, como enemigo derrotado; pero no cesó de tentar a Jesús. Podríamos traducir Lucas 4:13: “Y cuando el diablo hubo acabado toda posible clase de tentación, se alejó de él hasta un momento más propicio”. Por medio de Pedro, Satanás tentaría de nuevo a Jesús a que abandonara la cruz (Mateo 16:21–23); y por medio de la multitud a la que había alimentado, le tentaría a un reino fácil (Juan 6:15). Una victoria jamás garantiza libertad de otras tentaciones. Más bien, toda victoria que experimentamos sólo hace que Satanás lo intente con más fuerza.
Observa que el relato de Lucas invierte el orden de la segunda y tercera tentación, en comparación con el relato de Mateo. La palabra “entonces” en Mateo 4:5 parece indicar secuencia. Lucas usa solamente la conjunción sencilla “y”, y no implica secuencia alguna. El mandamiento de nuestro Señor al final de la tercera tentación (“Vete, Satanás”) es prueba de que Mateo siguió el orden cronológico. No hay contradicción alguna, puesto que Lucas no aduce seguir la secuencia.
Después de que Jesucristo hubo derrotado a Satanás, estaba listo para empezar su ministerio. Ningún hombre tiene derecho de exigir obediencia a otro si él mismo no ha sido obediente. Nuestro Señor demostró ser el Rey perfecto cuya soberanía merece nuestro respeto y obediencia. Pero, fiel a su propósito, Mateo tenía aún otro testigo al cual llamar para probar la realeza de Jesucristo.

Para entender mejor las tentaciones de Jesús, nos conviene repasar varios temas introductorios: ¿Cuándo sucedió el evento? ¿Qué relación hay entre el bautismo y las tentaciones? ¿Dónde sucedió? ¿Cuál es el significado de los 40 días de ayuno? ¿Quién es el tentador? ¿Fue una experiencia objetiva o subjetiva? ¿Pudo haber pecado Jesús? ¿Qué significa el término “tentar”?
Consideraciones introductorias. 
Los tres Evangelios sinópticos concuerdan en fijar las tentaciones después del bautismo. 
Mateo emplea un adverbio temporal tóte (Strong 5119) traducido ”entonces”, para iniciar esta sección, el cual meramente indica secuencia de tiempo, sin especificar el lapso de tiempo. 
Lucas usa una conjunción que normalmente se traduce “y”, o “pero”. Lucas dice: Entonces [y] Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu al desierto… (Luc. 4:1). Más que la conjunción ilativa “y”, al decir volvió del Jordán y fue llevado…, Lucas une los dos eventos en forma inseparable. 
Pero Marcos es más explícito aun al decir: En seguida, el Espíritu le impulsó al desierto… (Mar. 1:12). Todas las evidencias indican que fue bautizado en el Jordán y fue llevado directamente de allí al lugar de las tentaciones.
Mateo y Lucas informan que Satanás se presentó a Jesús después de finalizar los cuarenta días, pero Marcos dice que estuvo en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás (Mar. 1:13), implicando que era tentado durante los cuarenta días. Lucas insinúa que Jesús fue tentado durante los cuarenta días, pero que tuvo hambre y que el diablo le tentó a convertir piedras en pan después de los cuarenta días. Concluimos que Jesús fue tentado a lo largo de los cuarenta días, pero que las tres tentaciones fueron la culminación del proceso.
La relación inmediata de las tentaciones con el bautismo es importante. Las tentaciones son claramente mesiánicas, es decir, tienen que ver con su misión como el Mesías. Cuando fue bautizado, fue ungido con el Espíritu Santo y oyó la voz divina reconociéndolo como el Hijo de Dios, o sea, el Rey ungido (Sal. 2) y el Siervo Sufriente (Isa. 42:1), que establecería el reino de Dios entre los hombres. Faltaba definir la naturaleza de ese reino y los métodos que usaría para establecerlo. Las tentaciones cumplen esa función. Jesús tiene que decidir entre la expectativa popular de un Mesías que establecería un reino terrenal, basado en poder militar, para alcanzar de nuevo la gloria del reinado davídico, o por otro lado, establecer un reino espiritual por medio del sufrimiento y muerte. Aunque Jesús en las tentaciones optó por el reino espiritual, los discípulos tardaron hasta después de la cruz para entenderlo y aceptarlo (ver 16:21–28; Hech. 1:6). Mucho del cristianismo, hasta el día de hoy, sigue ignorando la verdadera naturaleza del reino de Dios y los métodos adecuados para establecerlo.
Dios desde la eternidad tuvo en mente establecer su reino. Quiso hacerlo por medio de Abraham y su descendencia, con los cuales hizo el pacto (Gén. 12:1–3). Ese plan no fue realizado por causa de la desobediencia de Israel, su “Hijo Escogido”. Por más glorioso que haya sido el reino de David, no cumplió con el reino de Dios. El reino que Dios no pudo establecer con Israel, por causa de su desobediencia, lo cumple ahora por medio de su propio Hijo, obediente en todo detalle hasta la muerte. Debemos, pues, considerar las tentaciones como ocasión para demostrar la confianza absoluta del Hijo en el Padre y la obediencia fiel hasta la muerte.
En esta relación estrecha entre el bautismo y las tentaciones encontramos otra verdad que merece atención. A menudo, después de un evento espiritual glorioso, sublime, inspirador, Dios nos pone a prueba. Así fue la experiencia de Elías después de una muestra notable de fe y coraje cuando venció a los profetas de Baal y en seguida, fue amenazado por Jezabel (1 Rey. 18, 19). Abraham, el que fue llamado de su patria para formar el pueblo de Dios, el que creyó en la promesa de Dios de darle un hijo, siendo Sara estéril y ambos muy avanzados en edad, y habiendo recibido ese hijo de promesa por una demostración del poder milagroso de Dios, fue severamente probado cuando Dios demandó a su único hijo en sacrificio (Gén. 22). Jesús acababa de haber experimentado tres fenómenos sobrenatuales en su bautismo, una experiencia realmente celestial; e inmediatamente vienen las tentaciones.
Existen muchas conjeturas en cuanto al lugar del ayuno y las tentaciones. El texto dice solamente que fue llevado al desierto (v. 1), al templo (v. 5) y luego a un monte alto (v. 8). Marcos agrega que estaba con las fieras (Mar. 1:13), indicando un lugar alejado de las poblaciones. Si aceptamos que fue bautizado en el Jordán frente a Jericó, según las tradiciones, es lógico pensar que las tentaciones tuvieran lugar no muy lejos de allí. Algunos como Broadus mencionan, como escenario de las tentaciones, un lugar llamado “Cuarentenia” (= cuarenta días), ubicado a unos doce kms. del lugar tradicional de su bautismo y otros Betarabá, ubicado cerca de Jericó.
La mención de cuarenta días y cuarenta noches llama la atención. Recordamos que Moisés estuvo ayunando cuarenta días y cuarenta noches en el monte de Sinaí, en presencia de Dios, cuando recibió las tablas de la ley, a mediados de su ministerio. Elías estuvo huyendo cuarenta días y cuarenta noches, aparentemente sin comer, cuando Jezabel lo amenazó, al fin de su ministerio. También, Israel estuvo cuarenta años en el desierto. Pero Jesús inició su ministerio con el ayuno. En el caso de Jesús, parece que el único significado de los cuarenta días es que representa un ayuno muy prolongado que serviría para debilitarlo físicamente, como es natural para todo ser humano, de modo que sentiría agudamente el hambre en el momento de la tentación. Por supuesto, Jesús utilizó este tiempo en comunión íntima con su Padre, orando y meditando.
Mateo, en este pasaje, introduce por primera vez a uno de los personajes más destacados y más activos en su Evangelio, y lo hace con tres nombres o términos descriptivos: el diablo (v. 1), el tentador (v. 3) y Satanás (v. 10). Estos tres términos se usan indistintamente en referencia a la misma persona. A través de la Biblia Satanás se presenta como alguien que tiene facultades personales: piensa, tiene propósito y planifica, tiene poder, lleva a cabo sus propósitos. El que cree que el diablo es meramente una influencia impersonal tendrá mucha dificultad para explicar su acción en la Biblia y en nuestro mundo hoy en día.
Otros nombres que se le dan en el NT son: Beelzebub (12:24), el malo (13:19), el enemigo (13:39), homicida y padre de mentira (Juan 8:44), Belial (2 Cor. 6:15), vuestro adversario (1 Ped. 5:8), pecador (1 Jn. 3:8), Abadón y Apolión (destructor o exterminador; Apoc. 9:11), el dragón (Apoc. 12:3), y la serpiente antigua que engaña (Apoc. 12:9). Los nombres que se usan más frecuentemente son diablo y Satanás. El término “diablo”1228 es una transliteración del término griego que significa “calumniador”, o “acusador falso”. “Diablo” es un vocablo compuesto derivado de un verbo bállo 906 y una preposición (diá) y significa literalmente “lanzar a través, o por medio de”. De allí se deriva el significado “calumniador”, uno que lanza dardos verbales contra otro para destruirlo. El nombre “Satanás” significa “adversario”, o “antagonista”.
La Biblia no procura explicar el origen del diablo, pero da por sentado su existencia. El diablo es probablemente un ángel caído que se rebeló contra Dios. Se presenta siempre obrando contra Dios y todos los que se someten a él. Los nombres citados arriba dan una idea clara de su naturaleza malvada, pero Satanás nunca se presenta en su verdadera naturaleza. Es muy sutil y es capaz de engañar hasta a los más fieles. Pablo dice que se disfraza como ángel de luz (2 Cor. 11:14). Los fariseos pensaban que era el príncipe de los demonios (9:34; 12:24), siendo estos sus siervos y mensajeros.
Al leer el relato de las tentaciones de Jesús, surge la pregunta natural: ¿Fue una experiencia real, objetiva, cara a cara con Satanás en forma visible, o fue una visión o una lucha espiritual interior? Los comentaristas están divididos sobre el tema. No hay nada explícito en el relato que insinúa algo menos que una experiencia literal y objetiva. Por lo contrario, el hecho de que Jesús mismo haya relatado esta experiencia a los discípulos, sin aclarar aparentemente que no fue una experiencia objetiva, es un dato que se debe considerar seriamente. Tampoco hay evidencia de que Jesús haya tenido visiones o experiencias de éxtasis durante su vida terrenal. Sin embargo, si aceptamos esta posición, debemos hacerlo conscientes de algunos problemas inherentes: ¿Cómo pudo estar en el pináculo del templo sin que otros lo hubiesen visto? Por otro lado, no hay montaña suficientemente alta como para ver todos los reinos del mundo y su gloria (v. 8), y tampoco se menciona la forma corporal en que se presentó el diablo.
Algunos comentaristas como Stagg argumentan que una experiencia interior, no objetiva, no resta importancia o realidad a las tentaciones. ¿Es más real la tentación cuando Satanás llega en forma corporal? Todo lo contrario, normalmente Satanás nos ataca en forma invisible. La tentación está muy adentro en el corazón humano, y es allí donde está el campo de batalla, aun cuando primeramente nos enfrentamos con una tentación en forma objetiva. Es allí donde uno se confronta con Satanás y vence, o es vencido. Una de las anécdotas más citadas de la vida de Martín Lutero es acerca de un encuentro tan real que tuvo con Satanás que lanzó el tintero hacia el lugar donde sentía su presencia. No lo vio en forma corporal, pero sentía su presencia.
Quizás la pregunta más difícil en relación con las tentaciones de Jesús es ésta: ¿Pudo haber cedido a las tentaciones? Nuestra primera reacción, casi por instinto, es: ¡NO! No podemos admitir ni la posibilidad de que el Hijo de Dios pudiera pecar. Pero al meditar la pregunta y estudiar el texto, llegamos a la conclusión que sí. Procuramos explicar esta conclusión, pero reconocemos que es un misterio que desafía toda explicación cabal. Es obvio que este evento no tendría sentido si las tentaciones no fuesen reales. Para ser reales, Jesús tenía que haber tenido la posibilidad y la libertad de escoger entre las dos opciones. Si no fuera así, Jesús mismo sería un hipócrita, y ésta fue la actitud que él condenó más severamente en otros.
No debemos olvidar que Jesús tenía una naturaleza tanto humana como divina. Algunos creen que Jesús fue tentado en su naturaleza humana, no en la divina. Otros opinan que Jesús tenía la misma naturaleza humana de Adán, antes de su pecado, una naturaleza sin pecado, pero capaz de pecar; una naturaleza capaz de no pecar, pero no incapaz de pecar. El comentarista Edersheim dice que tenía una naturaleza humana capaz de pecar, pero era una persona impecable, según Hebreos 4:15.
Sería un grave error negar la humanidad de Jesús. La libertad de decidir a favor o en contra de la voluntad de Dios es parte esencial de la humanidad. El fue tentado en todo igual que nosotros, pero sin pecado (Heb. 4:15). Esto no significa que haya enfrentado toda tentación posible, pero sí, significa que enfrentó toda clase de tentación. Lo hizo con los mismos recursos que están a nuestro alcance, y de allí el gran valor y desafío de este evento para los creyentes en toda época.
La última cuestión que es necesario considerar antes de entrar en el texto es: ¿Qué significa el término “tentar”? Este término, en todo el mundo hispano, comunica la idea de una intención mala, de inducir a otro a obrar mal. La palabra griega es peirázo 1598. Es una palabra que ha creado gran confusión en las distintas traducciones. A veces se traduce “probar” y a veces “tentar”. Por ejemplo, BJ traduce el término equivalente en Génesis 22:1 como “tentar” mientras la RVA lo traduce “probar”. Por otro lado, Santiago afirma que Dios no es tentado por el mal, y él no tienta a nadie (Stg. 1:13). 
El término significa básicamente “probar” o “examinar”, y el contexto determina si la intención es de probar para hacer caer en el pecado, o probar para demostrar o comprobar el carácter de uno. Satanás siempre prueba (tienta) con la intención de hacer caer, de destruir. Dios siempre prueba con el fin de fortalecer y comprobar nuestra fe. En relación con el caso de Job, la intención de Dios fue de demostrar la fe de Job, pero la de Satanás fue la de hacerlo caer.
Eva fue probada por Satanás en tres áreas: apetito físico (bueno para comer ), sentido de lo hermoso (atractivo a la vista), y deseo espiritual (codiciable para alcanzar sabiduría ) (Gen. 3:6). En todas estas áreas, se trataba de cosas buenas y necesarias para la vida. Se ha observado que Satanás atacó a Jesús precisamente en estas tres áreas según el relato en Mateo 4. Normalmente Satanás procura inducirnos a obrar en áreas buenas, aun nobles y espirituales, pero con motivos y métodos ilegítimos. Como alguien ha dicho: “El pecado es la expresión ilegítima de un deseo legítimo.”
Es evidente que Jesús fue llevado, o impulsado, por el Espíritu al desierto para ser probado, del punto de vista de Dios, pero tentado, del punto de vista de Satanás. Esta experiencia fue la voluntad de Dios; fue parte de su plan para establecer su reino. El agente activo fue el Espíritu Santo —llevado por el Espíritu—, pero no hubo resistencia de parte de Jesús. Humildemente se sometió al propósito de Dios como Hijo obediente. Para ser tentado es un infinitivo de propósito, corroborando la evidencia mencionada arriba de que era el propósito de Dios que Jesús fuese probado.
La primera tentación (vv. 3, 4). Satanás toma la iniciativa. Sería mejor traducir la partícula condicional “si” más bien como un reconocimiento por parte de Satanás: Puesto que eres Hijo de Dios (v. 3). Satanás no procura sembrar una duda en cuanto a la divinidad de Jesús; la acepta, pero procura inducirlo a utilizar su poder en una forma ilegítima, para satisfacer sus necesidades físicas. Ese fue el primer ataque también lanzado a Eva en el Edén: algo bueno para comer (Gén. 3:6). En efecto le dice: “Puesto que tú eres el Hijo de Dios, tienes poder para aliviar tu hambre con un milagro. Tienes derecho, pues el Hijo del Dueño del universo no debe sufrir; merece lo mejor y además, si mueres de hambre no habrá reino."
De entrada, Satanás intenta apelar a lo que fue una verdadera necesidad: hambre física, real y agudizante. La tentación parece ser, de un punto de vista, el camino más lógico, necesario y bueno. Sin embargo, Satanás intentaba dos cosas malvadas que tenían una relación directa con el reino que Jesús vino a establecer: llevar a Jesús a 
(1) desconfiar de la bondad y provisión de su Padre para sus necesidades y 
(2) comenzar un reino en base a comida milagrosa. 
En el comienzo, y a través de su ministerio terrenal, Jesús afirmó una y otra vez su confianza absoluta en la bondad de su Padre. Se negó a establecer su reino en base a pan milagroso, aunque tal reino fuera muy popular (ver Juan 6:26).
Jesús responde a la iniciativa de Satanás con una cita bíblica (Deut. 8:3), utilizando la espada del Espíritu (Ef. 6:17). Es un pasaje que él, probablemente, había atesorado en su corazón desde la niñez. ¡Cuán importante es aprender de memoria pasajes bíblicos para usar en situaciones de apremio ante Satanás! (Comp. Sal. 119:11.) Jesús era consciente de la necesidad de comida para sustentar el cuerpo físico. En varias ocasiones alimentó a los discípulos y las multitudes (14:13–21; 25:35; Juan 21:5–9).
Era también consciente que el hombre necesita más que el pan material. Hay otra necesidad real, imprescindible, urgente y espiritual en el corazón del hombre: toda palabra que sale de la boca de Dios. La satisfacción de esa necesidad espiritual sería de primera prioridad en su reino. Jesús decidió edificar su reino no sobre los que lo buscaban por los panes y peces, sino sobre los que encontraban en él el verdadero pan de vida (Juan 6:33).
La segunda tentación (vv. 5–7). La segunda tentación se relacionaba con la expectativa de una venida dramática del Mesías al templo (comp. Mal. 3:1, 2). Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto (v. 1), pero en la segunda tentación el diablo le llevó a la santa ciudad (v. 5), a Jerusalén, y le puso de pie sobre el pináculo del templo. El término “pináculo” significa “pequeña ala, punto extremo, o punto más alto de un edificio”. Se describe el lugar más probable como el punto más alto de la torre, o pequeño patio, ubicado en el ángulo sudeste del templo, donde un sacerdote se paraba cada mañana para esperar el comienzo del nuevo día y anunciarlo como señal del momento para realizar el primer sacrificio de la mañana.
Otra vez Satanás tienta a Jesús apelando a su relación con Dios: Si [puesto que] eres Hijo de Dios… (v. 6). Le tienta a probar la promesa de Dios, para ver si Dios sería fiel en protegerlo. Si alguien tiene derecho a esperar una intervención milagrosa de parte de Dios, sería su propio Hijo. Satanás pretende también mandar al Hijo de Dios: … échate abajo… La insinuación es que esta demostración de su confianza en Dios, por un lado, y la intervención milagrosa y espectacular de parte de Dios, por otro lado, recibiría el aplauso y aceptación del pueblo. Jesús necesitaba obtener atención y aceptación de parte del pueblo para iniciar su reino. Ya de niño, a los doce años de edad, había preguntado: ¿No sabíais que en los asuntos de mi Padre me es necesario estar? (Luc. 2:49). Los asuntos de [su] Padre incluían establecer el reino de Dios. Parecía que este método lo lograría con creces. Sería fácil, dramático, instantáneo, bueno y “bíblico” (comp. Sal. 91:11, 12).
Una táctica de Satanás es citar las Escrituras fuera de contexto, o quizá omitir una parte esencial del texto. Al citar el Salmo 91, omite las palabras para que te guarden en todos tus caminos (v. 12b). Esta porción del texto significa que Dios se hace responsable de protegernos de peligros cuando estamos en “todos los caminos” de obediencia, cumpliendo su voluntad, y cuando de repente surgen sorpresivamente peligros y amenazas. No es una garantía absoluta e incondicional de su protección cuando uno necia y deliberadamente se expone al peligro y muerte.
Jesús entendió la sutileza de Satanás, y contestó citando de memoria otro pasaje: No pondrás a prueba al Señor tu Dios (v. 7; cita de Deut. 6:16). Satanás presentó la tentación como una oportunidad de que Jesús mostrara su confianza en Dios, pero él lo vio como presunción y provocación. El Padre había prometido proteger y proveer para el Hijo. El Hijo que ama y confía en su Padre no necesita poner a prueba la promesa de provisión y de protección de parte del Padre. El amor y confianza de parte del Hijo se demuestra por medio del sometimiento, la obediencia y la fidelidad, no por demandas ni por ponerse deliberadamente en una situación peligrosa que obligue al Padre a intervenir. Jesús por otro lado, se negó a iniciar su reino con métodos ilegítimos y espectaculares. Los que negocian con tales métodos logran juntar multitudes de curiosos, pero pronto tales seguidores abandonan las filas cuando entienden la verdadera naturaleza del reino (comp. Juan 6:66).
La tercera tentación (vv. 8–10). Satanás toma la iniciativa otra vez. Habiendo fracasado dos veces, se anima a intentar con otra táctica. Las tentaciones anteriores se relacionaban con el reino que Jesús vino a establecer, pero no tan directamente como ésta. Mateo arregla las tentaciones en orden de menor a mayor implicancia en cuanto al reino de Dios. Lucas invierte el orden de las últimas dos. Le llevó a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y su gloria (v. 8). Desde uno de los picos más altos cerca de Jericó, uno puede ver los caminos que conducen a todos los reinos del mundo. En alguna forma Satanás se arregló para que Jesús pudiera contemplar el mundo entero, el mundo que el Padre amaba de tal manera que dio a su Hijo (como dice Juan 3:16). Este es el mundo que el Hijo vino a salvar.
La oferta de Satanás revela su astucia en el máximo grado: Todo esto te daré, si postrado me adoras (v. 9). Sabe que Jesús vino para hacer de los reinos de este mundo el reino de su Padre (ver Apoc. 11:15). En un sentido, Satanás tenía el derecho de ofrecerle a Jesús los reinos del mundo, porque Dios le había cedido un poder limitado sobre el mundo, de modo que era conocido como el príncipe de este mundo (Juan 12:31; 14:30; 16:11; Ef. 2:2). Jesús, con un solo acto de adoración a Satanás, podría recibir el poder limitado que Satanás tenía sobre el mundo. Sería el camino fácil, rápido, y en parte cumpliría su misión. Evitaría la humillación y el sufrimiento de parte del Hijo.
Con firmeza Jesús rechaza la tentación; lo manda “a mudar” con un mandato terminante: Vete, Satanás (v. 10). Aplica la medida bíblica: Someteos, pues, a Dios. Resistid al diablo, y él huirá de vosotros (Stg. 4:7). Además, emplea otra vez la “espada del Espíritu”, citando la Palabra de Dios: Al Señor tu Dios adorarás y a él solo servirás (v. 10; cita de Deut. 6:13). Jesús mismo así demostró la gran verdad de que nadie puede servir a dos señores (6:24). Vemos el uso de una excelente combinación de recursos que también están a nuestro alcance para vencer al enemigo de nuestras almas.
Las tres tentaciones, una tras otra, con ritmo acelerado, hacen recordar la parábola que Jesús contó al terminar el Sermón del monte acerca de las tres pruebas que vinieron contra las dos casas: Cayó la lluvia, vinieron torrentes, soplaron vientos y golpearon contra aquella casa (7:25). Vemos que Jesús estaba fundado sobre la peña y pudo soportar las pruebas, porque él oía las palabras de su Padre y las hacía (7:24).
Dios quiso establecer su reino de justicia en el mundo por medio de Abraham y sus descendientes. Ese propósito no se logró por causa de la rebeldía y desobediencia de Israel, nación que Dios consideró como su propio hijo. Pero ahora, por medio de su Hijo Jesucristo, sometido y obediente a su propósito eterno, Dios establecerá su reino en el corazón de los hombres que se someten a él y le obedecen. Jesús ha escogido el camino largo, duro, de sufrimiento, según las profecías del Siervo Sufriente. En un sentido real, desde el comienzo de su ministerio, Jesús afirmó su rostro para ir a Jerusalén (Luc. 9:51) y allí ser crucificado. Este es el significado de las tentaciones para el Hijo de Dios.
Mateo termina este episodio indicando que Satanás, vencido, se retiró. Lucas agrega: … se apartó de él por algún tiempo (Luc. 4:13). Una victoria sobre Satanás, por más contundente que sea, da poco respiro, pues él se retira solamente para agrupar sus ejércitos y atacar desde otro ángulo (ver 16:23).
 Dios ahora manifiesta su bondad proveyendo para las necesidades físicas que Jesús se negó a satisfacer en forma egoísta. Los ángeles vinieron y le servían como diákonos (Strong 1247), término que frecuentemente se refiere a servir comida en la mesa (comp. Hech. 6:1–7).
Los tres sinópticos omiten el largo (aproximadamente un año) e importante ministerio de Jesús en Judea, que sucedió después de las tentaciones de Jesús y antes del comienzo oficial del ministerio en Galilea. Hemos observado que los evangelistas seleccionaban solamente los eventos y enseñanzas de Jesús que tenían que ver con su propósito particular. Solamente Juan relata los sucesos que tuvieron lugar durante este ínterin, mayormente en Jerusalén y Judea.

COMENTARIO
El bautismo fue un glorioso acontecimiento público. 
Pero, inmediatamente después llegó una agonizante experiencia privada. “Las grandes bendiciones generalmente son seguidas por grandes tentaciones.” Y este concepto todavía está en vigencia: “Es menester una gran tentación tanto como gran gracia para hacer un gran predicador.”
¿Por qué fue Jesús tentado? La Epístola a los Hebreos va más lejos que cualquier otra parte de las Escrituras para responder esta pregunta. 
Leemos acerca de Cristo: “Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados” (He. 2:17–18).
La última parte declara una verdad reveladora: “Padeció siendo tentado.” No se trataba de una comedia. Era una guerra dura y áspera. 
Las tentaciones de Jesús eran tan reales para El como los son las nuestras para nosotros y exactamente tan agonizantes. 
Algunos dicen que, puesto que Cristo era el Hijo de Dios, El sabía que no podía fracasar, que no podía rendirse. Pero tal consideración transformaría a la tentación en una inútil farsa y negaría la clara declaración de Hebreos. 
Si El “fue tentado en todo conforme a nuestra semejanza”, debe haber experimentado el tormento y la tortura en su propio consciente que nosotros sentimos cuando somos severamente tentados. Es verdad que como Hijo de Dios era omnisciente. Pero hay muchas indicaciones en los evangelios de que Jesús limitaba ese conocimiento a su consciente efectivo. Eso fue una parte de la Encarnación, llegar a ser como nosotros. Tuvo que pagar ese precio para poder ser a la vez nuestro sumo Sacerdote y nuestro Sacrificio por el pecado.
Jesús fue llevado (1) desde el valle del Jordán, lugar ubicado a unos 300 metros bajo nivel del mar, hasta las escabrosas colinas del solitario desierto de Judea. Los tres evangelios sinópticos dicen que fue llevado por el Espíritu al desierto. Fue bajo la divina dirección. 
Cuando las cosas van mal o somos duramente tentados, es fácil pensar que estamos fuera de la voluntad de Dios. Pero cuando Jesús fue tentado estaba en el mismo centro de la voluntad del Padre para El.
Fue llevado al… desierto. Es sorprendente el contraste entre éste y el ambiente de la tentación de Adán y Eva. Ellos estaban en un hermoso paraíso, el huerto del Edén. El estaba en el yermo desolado. Ellos tenían abundancia para comer, todo lo que pudieran desear. El estaba hambriento. Ellos se hacían mutua compañía. El estaba solo. Sin embargo, ellos fracasaron, mientras El venció.
Una de las más gráficas descripciones de la tentación está en el Paraíso reconquistado de Milton. Allí el autor presenta a Satanás llegando a Cristo en forma de un anciano. 
Parecería como si las tentaciones más específicas dibujadas aquí, llegaran como sugestiones mentales tal como nos ocurre generalmente en nuestros días. Broadus, sin embargo, piensa diferente. Dice: “Durante los 40 días (Lc. 4:2) y en otras ocasiones, nuestro Señor, sin duda fue tentado con sugestiones mentales, como nosotros; pero en las aquí descritas parece que claramente Satanás apareció en forma corporal y con palabras audibles y esto fue adecuado a la escena en cuanto a una descripción clara e impresionante.” 
Pero, ¿es posible que Satanás haya podido tomar a Jesús corporalmente y llevarlo hasta el pináculo del templo? El argumento conclusivo en contra de esta noción es que no hay en la tierra montaña tan elevada desde la cual puedan verse todos los reinos del mundo.
El propósito divino por el cual Jesús fue llevado al desierto fue para que pudiera ser tentado. El término griego es peirazo. En la primitiva literatura helénica (Homero), se emplea con el sentido de “hacer la prueba de”. Su principal acepción es “probar, experimentar, mostrar”. 
Arndt y Gingrich dicen que significa: “probar, hacer prueba de, poner a prueba para descubrir qué clase de persona es uno.” El Padre permitía que su Hijo fuera probado antes de comenzar su obra pública, como tiene que serlo el metal antes de que pueda ser usado en un lugar crucial. 
Pero, desde el punto de vista de Satanás, Jesús era tentado, seducido a pecar, porque abrigaba la esperanza de hacerle caer. Tal cosa está sugerida con mayor amplitud por la palabra “tentador” (peirazon) en el versículo 3.
Cristo fue tentado por el diablo. Marcos nunca usa ese término; en su lugar emplea “Satanás” (Mr. 1:13). El último, cuyo significado es “adversario”, va directamente del hebreo al griego, y a casi todas las lenguas vernáculas. 
La palabra griega diabolos quiere decir “impostor” o “falso acusador”. Se volvió, en francés diable; en inglés, devil; en español, diablo. Ambos términos son empleados como equivalentes en el Nuevo Testamento.
Negar la existencia de un diablo personal es adormecernos en un falso sentimiento de seguridad. Más y más nos hemos dado cuenta en años recientes que uno no puede explicar la insidiosa influencia del mal en este mundo sin admitir que detrás de éste hay un agente personal.
Jesús ayunó cuarenta días y cuarenta noches como ya lo habían hecho Moisés en el monte Sinaí (Ex. 34:28), y Elías en el desierto (1 R. 19:8). Por lo general se ha pensado que 40 se refiere a un período de prueba. Es lo que fue para Jesús. Y El no fracasó ante la prueba.
Después de los 40 días, tuvo hambre, (es decir, estaba “hambriento”). Aparentemente estaba tan absorto en su conflicto espiritual y en la contemplación que no experimentó hambre hasta que terminó ese lapso. Entonces surgió en El un intenso deseo de alimento.
Marcos nos da una breve declaración sumaria, sin entrar en detalles sobre los tres ataques específicos de Satanás. 
Mateo y Lucas nos dan los tres, pero en distinto orden. M’Neile sugiere que Lucas adopta un orden de sucesión geográfico con el cambio del desierto a la ciudad final, mientras que “Mateo presenta un clímax psicológico: la primera tentación era para que dudara la verdad de la revelación que hacía poco había recibido; la segunda, para probarla y la tercera, para precipitarse sobre su reinado mesiánico que estaba implicado”.
Una de las armas favoritas del diablo es la duda. Lo primero que le dijo a Jesús fue: Si eres Hijo de Dios. 
En forma similar comenzó su ataque a Eva: “¿Con que Dios os ha dicho…?” (Gn. 3:1). Entonces el diablo apeló a la necesidad física de Jesús: dí que estas piedras se conviertan en pan. 
Como dice Maclaren, “Satanás probó la misma treta con el primer Adán. Entonces le había resultado tan bien que creyó que era sabio volver a emplearla otra vez”. 
Intrínsecamente, no había nada de malo en que Jesús realizara un milagro para proveerse de la comida necesaria. Pero obedecer a Satanás sí es pecado. Además, Cristo había venido para compartir nuestra humanidad. El rehusó emplear un poder que no estuviera a nuestro alcance. No iba a hacer nada que negara su Encarnación. 
G. Campbell Morgan lo explica de la manera siguiente: “El enemigo le pidió que hiciera algo bueno de manera equivocada, satisfacer una necesidad legítima con un método ilegal, hacer uso de los privilegios de su filiación divina para violar sus responsabilidades.”
Lo primero que Jesús le replicó fue: Escrito está. En el idioma griego, este verbo está en tiempo perfecto, que indica acción completa y también el estado resultante como continuando todavía. El significado total es el siguiente: “Ya ha sido escrito y todavía sigue escrito.” Esto hace hincapié en la eterna inmutabilidad de la Palabra de Dios.
Jesús se enfrentó a Satanás y lo venció con las mismas armas que están a nuestra disposición: “la espada del Espíritu que es la palabra de Dios” (Ef. 6:17). 
En las tres ocasiones, El citó el libro de Deuteronomio. La primera de las citas fue: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (4, cf. Dt. 8:3). Jesús vivía por la Palabra de Dios, no por los antojos de su propio apetito. El ha establecido un ejemplo para sus seguidores.
En la segunda tentación, el diablo llevó a Jesús a la santa ciudad. Es el nombre dado sólo por Mateo en el Nuevo Testamento a Jerusalén. También ocurre en Apocalipsis. Se encuentra cinco veces en el Antiguo Testamento. 
El diablo puso a Jesús sobre el pináculo del templo, el lugar más alto de la ciudad santa. Morgan recalca: “La elección del lugar es la primera evidencia de la astucia del enemigo.”
Con tal ambiente, santificado por las asociaciones sagradas, probablemente con una multitud en expectación allá abajo, el diablo efectuó una aproximación distinta. En esta ocasión apeló a la absoluta confianza de Jesús en Dios. Primero la tentación ocurrió en el nivel físico. Esta vez sucedía en un elevado plano espiritual: Si eres Hijo de Dios (o, “Ya que eres Hijo de Dios), échate abajo (6).
Era tan sagrado el lugar donde estaban que el diablo llegó a envalentonarse para citar él mismo las Escrituras. Procuró tomar Salmos 91:11–12. Pero dejó a un lado una frase muy importante: “en todos tus caminos”. Los caminos de Cristo eran los caminos de Dios. Si El se desviaba de la voluntad divina no podía aspirar al cuidado de su Padre. Eso es verdad con nosotros en la actualidad
Los judíos de entonces esperaban que su Mesías habría de llegar repentinamente con una aparición espectacular en el templo. Aquí se presentaba la oportunidad de Jesús para ganar la aclamación nacional como el Mesías. Pero El resistió la tentación al sensacionalismo. En vez de eso, seguiría el sencillo sendero de humilde obediencia a su Padre.
Jesús volvió a blandir su espada—la Palabra de Dios. Esta vez fue: No tentarás al Señor tu Dios (7). La conducta imprudente no es evidencia de fe sino de presunción.
El panorama para la tercera tentación fue todavía distinto. Un monte muy alto (8). Aquí el diablo hizo su intento más elevado. Después de presentar a Cristo una visión de todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, le lanzó esta sorprendente proposición: Todo esto te daré, si postrado me adorares (9). 
¡Qué tentación era esta, ganar todo el mundo sin ir a la cruz! La esencia de la tentación era alcanzar los objetivos aprobados por Dios, pero empleando la estrategia de Satanás. Jesús rechazó aun este plausible recurso.
Le ordenó a Satanás que se fuese. Una vez más citó la Palabra: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás (10, cf. Dt. 6:13). He aquí el primero y más elevado deber del hombre.
Satanás tentó al Señor sobre tres niveles: 
(1) El físico—comida; 
(2) El intelectual—a hacer algo que causara sensación; 
(3) El espiritual—si postrado me adorares. 
El diablo todavía sigue tentando a los hombres en estas tres maneras.
En obediencia al mandato de Cristo, el diablo le dejó. Entonces, vinieron ángeles y le servían (11). Ellos probablemente le proveyeron alimento (cf. 1 R. 19:5–7) y también le socorrieron espiritualmente, regocijándose con El por la victoria ganada.
Verdades prácticas
  1.      La prueba o tentación que soportan los cristianos es la dificultad o riesgo propio del evangelio. Es una lucha permanente por tratar de responder a las exigencias del Señor.
  2.      Por medio de la prueba es posible llegar a conocernos mejor, saber cuál es la medida de nuestra fortaleza espiritual y hasta dónde llega nuestra confianza en Dios.
  3.      Cada prueba hace que nuestra fe se muestre en acción. Es el llamado a poner en funcionamiento todos los recursos espirituales que Dios nos ha otorgado para enfrentar el desafío de esa hora. 
  4.      Toda persona llamada para un servicio especial ha de rendir primeramente un examen. Hay que ser fiel al Señor. Recordemos el dicho de Jesús: "El que es fiel en lo poco, también en lo más es fiel." El Señor prueba nuestra fidelidad a cosas "menores" para luego obligarnos las tareas "mayores."
  5.      El que persevera aun siendo probado es felicitado por el Señor y tiene como recompensa la corona de vida (Stg. 1:12).
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No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (4:4). 
La palabra de Dios es dos veces divina por: 
(1) los hechos que produce y 
(2) porque contiene la inspiración necesaria para que los hijos de Dios comprendamos lo que Dios hizo, lo que hace y lo que hará.
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El pueblo que moraba en tinieblas vio una gran luz. A los que moraban en región y sombra de muerte, la luz les amaneció (4:16).
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