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miércoles, 25 de noviembre de 2015

Sus aros eran altos y espantosos, y llenos de ojos alrededor en las cuatro. Y cuando los seres vivientes andaban, las ruedas andaban junto a ellos; y cuando los seres vivientes se levantaban de la tierra, las ruedas se levantaban.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6







¿OVNIS TRAEN SERES DE OTROS MUNDOS?

ARCÁNGELES, BESTIAS Y OVNIS
Y sus aros eran altos y espantosos, y llenos de ojos alrededor en las cuatro. Y cuando los seres vivientes andaban, las ruedas andaban junto a ellos; y cuando los seres vivientes se levantaban de la tierra, las ruedas se levantaban.
Ezequiel 1:18–19
Ángeles extraños e insólitos. La Biblia está llena de ellos. Es más, la Biblia describe a los ángeles de manera muy diferente a la que típicamente imaginamos. En el Antiguo Testamento, por ejemplo, una buena cantidad de los pasajes sobre los ángeles hablan acerca del «ángel de Jehová».
EL ÁNGEL DEL SEÑOR

¿Quién es este misterioso visitante que aparece con tanta frecuencia a mujeres y hombres en el antiguo Israel? Una de las narraciones más sobresalientes la encontramos en Éxodo 3 en la historia de la zarza ardiente.
Moisés apacentaba las ovejas de su suegro, Jetro. También atendía sus negocios. Sin duda, no andaba en busca de ángeles mientras conducía las ovejas a la parte más retirada del desierto, Horeb, la montaña de Dios.
De repente, en un hecho bastante curioso, «se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía» (Éxodo 3:2, cursivas añadidas). Entonces hizo lo que la mayoría habríamos hecho. Se dijo: «¡Qué cosa tan extraña! Voy a ver por qué este arbusto no se quema» (Éxodo 3:3, parafraseado).
El relato, por supuesto, es acerca de cómo Dios llama a Moisés para ser el gran libertador del pueblo judío, el que lo sacaría de la opresión de la esclavitud de Egipto. También es, en segundo lugar, acerca de cómo Dios nos habla de maneras insólitas. En este caso, Dios se revela a través de «el Ángel de Jehová», su mensajero, el mal’akh Yahweh en hebreo.
¿Quién era este ser? ¿Acaso era Dios mismo? Si así fuera, ¿por qué la Biblia lo llama ángel? Pero si no era sólo un ángel, ¿por qué tal parece que presenta al «Ángel de Jehová» como Dios mismo? En Éxodo 3:4, por ejemplo: «Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés!»
Supongo que esto puede explicarse por el simple hecho de que los ángeles están tan cerca de Dios, y lo representan de manera tan directa y precisa, que es fácil confundir al ángel de Jehová con Dios mismo. En otras palabras, el ángel de Jehová realmente era un ángel. Así opinaban los judíos antiguos, quienes se referían al ángel de Jehová como «el ángel de su faz» y «la imagen del Dios invisible». Una afirmación del Talmud, el libro judío de religión más antiguo, declara: «El Ángel de Jehová está unido con el supremo Dios por la naturaleza de unidad».
Siguiendo esta tradición judía, los católicos en su mayoría ven al ángel de Jehová como un representante de Dios, un ángel real. Los protestantes, por su parte, generalmente creen que el ángel de Jehová fue una manifestación de Dios mismo o el Mesías haciendo apariciones visibles siglos antes de su encarnación, de ahí que se hable de la «preencarnación de Cristo». Juan Calvino escribió: «Me inclino a afirmar con los antiguos escritores [los autores bíblicos], que en aquellos pasajes en los que se establece que el ángel de Jehová apareció a Abraham, Jacob y a Moisés, Cristo era ese ángel».
Estoy de acuerdo con Calvino. Creo que el ángel del Señor era Jesús en su forma preencarnada. No obstante, el Antiguo Testamento no nos dice esto directamente, pero Zacarías 3 se acerca bastante. En una visión, el profeta Zacarías ve al sumo sacerdote Josué (no al primer Josué de Jericó) delante del ángel de Jehová, quizás en el cielo. Josué estaba vestido con ropas viles, simbolizando el pasado pecaminoso de Israel.
Zacarías se escribió después del exilio judío en Babilonia, que como todo el mundo sabe, fue la terrible consecuencia de la idolatría de Israel y el pecado contra Jehová. Así que las ropas de Josué representaban todo lo malo del pasado de Israel. Los hijos pródigos de Dios realmente no tenían derecho a estar ante su santa presencia. Y Satanás lo sabía. Estaba ahí mismo acusando a Josué y a todo el pueblo judío que este representaba. Pero el ángel de Jehová les dijo a los que estaban delante de él: «Quitadle esas vestiduras viles». Luego, volviéndose a Josué, le dijo: «Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala» (Zacarías 3:4).
Este pasaje describe a la perfección el trabajo de Cristo, quien tomó nuestra degradación y vergüenza y, en un intercambio inconcebible, nos cubrió con las túnicas de su rectitud. Jesús es nuestro mediador, nuestro abogado, nuestro abogado defensor que se interpone entre las acusaciones de Satanás y el juicio del Padre. El apóstol Juan escribe: «Si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo» (1 Juan 2:1).
De esta manera, basándonos en todo lo que sabemos del Nuevo Testamento acerca del trabajo y ministerio del ángel de Jehová, es bastante fácil hacer la conexión entre el ángel de Zacarías 3 y el Mesías, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. El ángel de Jehová en el Antiguo Testamento es, creo yo, el mismo Señor Jesucristo apareciendo en forma preencarnada.
CARACTERÍSTICAS DE LAS HUESTES CELESTIALES
Si en verdad el ángel de Jehová es Dios mismo, está simplemente en la cumbre de la jerarquía celestial. Es el Supremo. En algún punto más abajo de la escala, un segundo distante, están los arcángeles.
Si el arcángel ahora, peligrosamente, desde atrás de las
estrellas diera siquiera un paso hacia nosotros, nuestros
corazones, palpitando cada vez más alto,
latirían hasta matarnos.
Rainer Marie Rilke
Arcángeles. «Arcángeles» viene de un término compuesto, en griego archangelos (muy parecido en castellano), y significa «ángel rector». Esta en realidad es una palabra bastante extraña en la Biblia: sólo aparece dos veces en el Nuevo Testamento. En la primera de estas dos referencias, la voz de un arcángel es la señal de la resurrección de los justos que han muerto: «Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero» (1 Tesalonicenses 4:16, cursivas añadidas).
En algunas versiones viene «el arcángel», que da la impresión de que hubiera sólo uno, pero eso no está tan claro en el original griego del Nuevo Testamento. Si hay jerarquías celestiales, si hay rangos de autoridad ante los ángeles, nos resulta razonable creer que hay muchos arcángeles, muchos «ángeles rectores».
Dos son los arcángeles mencionados en la Biblia. Uno es Miguel, cuyo nombre significa «¿quien es como Dios?» Judas nos dice que «el arcángel Miguel» disputó con el diablo por el cuerpo de Moisés (Judas 9). Este es el único otro lugar en el que la palabra «arcángel» aparece en las Escrituras, pero Miguel se menciona al menos diez veces más. Como ya hemos visto, Miguel servía como príncipe o guardián en el destino del pueblo judío (véase Daniel 10:13, 21), y el libro de Apocalipsis nos dice que «Miguel y sus ángeles» lucharon contra Satanás cuando este se rebeló en contra de Dios en medio del pretiempo (Apocalipsis 12:7).
El otro ángel en la Biblia que tiene nombre es Gabriel, que en hebreo significa «quien es como Dios» o quizás «Dios es grande» o también «hombre de Dios». Los eruditos están en desacuerdo acerca del significado exacto de su nombre. Lo que sí sabemos, sin embargo, es que Gabriel aparece a Daniel dos veces (Daniel 8:16; 9:21), en ambas ocasiones para interpretar visiones proféticas, y más tarde en el Nuevo Testamento a Zacarías, anunciándole el nacimiento de Juan el Bautista (Lucas 1:19).
La Biblia nunca llama arcángel a Gabriel, pero podríamos afirmar que es un «ángel rector» debido a sus cruciales tareas de revelar los planes redentores de Dios. Todas sus apariciones en la Biblia están ligadas con promesas acerca de la venida de el Mesías, siendo su más alta intervención la visita hecha a la virgen María al anunciarle que daría a luz al Salvador (Lucas 1:26–28). ¡Ah, qué mensaje! Si los ángeles lloran, ¡Gabriel debe haberlo hecho con esa tarea!
Querubines y serafines postrados ante ti,
quien fuiste, eres y serás por siempre jamás.
Reginald Heber
Serafines. Poco es lo que se sabe acerca de estas criaturas, pues sólo aparecen una vez en la Biblia, en Isaías 6:
Vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces, diciendo:
Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos;
toda la tierra está llena de su gloria.
Isaías 6:1–3
Un poco más tarde, uno de los serafines vuela hacia Isaías. Toma un carbón ardiente del altar celestial y toca con él la boca de Isaías (¡ay!), el ángel declara: «He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado» (Isaías 6:7).
Lo que acaban de leer es casi todo lo que sabemos sobre el serafín o los serafines. Algunos piensan que este término viene de la palabra hebrea que significa «fuego» o «ardiente», pero los eruditos de Antiguo Testamento no están por completo seguros.
Gesenius, uno de los especialistas en hebreo más ampliamente respetado, piensa que debe estar relacionado con algún término árabe, sarupha, príncipes o nobles de la corte celestial. Los serafines son tal vez similares a los querubines, porque «las criaturas vivientes», las «bestias» de Apocalipsis 4, parecen ser una combinación de los querubines de Ezequiel 1 y los serafines de Isaías 6. Podría ser que los querubines y los serafines fueran los mismos. En Apocalipsis 4, cada uno de los querubines tiene también seis alas y, al igual que los serafines de Isaías 6, jamás dejan de decir: «Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso» (Apocalipsis 4:8).
Los veinticuatro ancianos. Apocalipsis 4:4 dice: «Y alrededor del trono había veinticuatro tronos; y vi sentados en los tronos a veinticuatro ancianos, vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas».
¿Quiénes son estos ancianos? Algunos maestros de Biblia piensan que el número veinticuatro, junto con el uso de la palabra «ancianos», simboliza a los patriarcas de las doce tribus de Israel, representando a todos los santos del Antiguo Testamento, más los doce apóstoles, representando a todos los santos del Nuevo Testamento. Y en una primera lectura sin duda parecen santos, porque llevan puestas túnicas blancas y coronas de oro.
Sin embargo, estoy de acuerdo con otros comentaristas de la Biblia que creen que los veinticuatro ancianos no simbolizan al pueblo cristiano, sino a otra clase de ángeles. No veo en qué forma pueden representar el pueblo del pacto de Dios, porque en varios pasajes (Apocalipsis 7:11–13; 14:1–3; 19:4–9) parecen seres muy distintos a los santos y si el número incluye a los doce apóstoles, ¿por qué el apóstol Juan, quien escribe el libro, no se ve entre ellos?
El erudito Robert Mounce escribe: «Parece mejor tomar a los veinticuatro ancianos como una orden angélica superior que sirve y adora a Dios como la contrapartida celestial de los veinticuatro sacerdotes y las veinticuatro órdenes levíticas».
En todo caso, el uso bíblico del número doce, duplicado al número veinticuatro, es un símbolo de gobierno y juicio, y esto es precisamente a lo que los veinticuatro ancianos parecen estar asociados en cada uno de los pasajes que se mencionan. Llamarlos «ancianos» también sugiere que se trata de ángeles gobernantes. Quizás podemos pensar de los veinticuatro ancianos como senadores celestiales, ángeles encargados de regular el orden de Dios.
Los bene haʾelohim. La lengua hebrea tiene un sorprendente número de términos que se refieren de forma directa o indirecta a los ángeles. Ya les he presentado las palabras comunes más usadas, malak, que significa simplemente «mensajero». Pero los ángeles también se les llama mediadores, ministros, veladores, ejércitos, enviados, santos y «los hijos de Dios», los misteriosos bene haʾelohim. Esto nos lleva a lo que es tal vez el pasaje más difícil sobre los ángeles en la Biblia: Génesis 6. Por cierto, este es uno de los relatos más sorprendentes en la Biblia, punto. Antes del diluvio de Noé:
Aconteció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas, que viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres [hebreo: las tomaron como esposas], escogiendo entre todas[…] Había gigantes [nefilim, una palabra de significado incierto traducida «gigantes» en la RV] en la tierra en aquellos días, y también después que se llegaron los hijos de Dios a las hijas de los hombres, y les engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre.
¿Qué se supone que esto significa? Como bien pueden imaginar, los eruditos de la Biblia han analizado y discutido de este texto interminablemente. Lo que nos hace pensar que quizás esta sea una referencia a los ángeles es el libro de Job, que usa varias veces la frase «los hijos de Dios», siempre respecto a seres angélicos o no humanos. Es más, la Nueva Versión Internacional de la Biblia, la cual uso mucho, traduce la frase bene haʾelohim «ángeles»: «Llegó el día en que los ángeles debían hacer apto de presencia ante el Señor, y con ellos se presentó también el Adversario Satán» (Job 1:6, cursivas añadidas. Véase también Job 2:1).
¿Qué se supone que hagamos con «los hijos de Dios» en Génesis 6? Hay en realidad dos interpretaciones básicas. La primera: son seres humanos, quizás reyes antiguos y aristócratas. Esta sería probablemente la explicación más cómoda, porque echaría a un lado todas las implicaciones peculiares y sobrenaturales de este pasaje.
Pero si aquí dejamos hablar a la Biblia (la segunda interpretación), parece que en realidad se refiere a seres celestiales, sobrenaturales. Ángeles caídos. Algunas personas simplemente descartarían esta explicación como extraña, mientras que otras argumentan que Génesis 6 es imposible que se refiera a seres angélicos porque Jesús dijo que los ángeles en el cielo nunca se casan (véanse Mateo 22:29–30; Marcos 12:24–25; Lucas 20:34–36). El asunto aquí, sin embargo, no es el matrimonio, sino las relaciones sexuales. ¿Pueden los ángeles de las tinieblas en realidad tener relaciones sexuales con los seres humanos? A lo mejor.
Me inclino a pensar que los bene haʾelohim de Génesis 6 eran seres celestiales y que algo extraordinario ocurrió en sus relaciones con «las hijas de los hombres». Ya vimos cómo los ángeles aparecen con «corporalidad», tan humanos que hasta comen y beben con sus huéspedes. Tal parece que en Génesis 6 hubiera descendientes.
QUERUBINES, BESTIAS
La colección más extraña de seres celestiales se encuentra en Ezequiel y Apocalipsis, ambos parecen describir las mismas criaturas celestiales en diferentes términos. Entre los miles de seres insólitos descritos en estos libros, los querubines sobresalen como los más gloriosos y poderosos. En un capítulo anterior, ya hemos analizado brevemente a los querubines como guardianes de la entrada del huerto de Edén. Son, por cierto, los primeros ángeles en aparecer en la Biblia y se mencionan con más frecuencia en los ornamentos del arca del pacto. También hay muchas referencias a los querubines que adornaban el tabernáculo de Moisés y el templo de Salomón.
Ezequiel 1, uno de los capítulos más sobresalientes en la Biblia, describe a los querubines con minuciosos detalles. Ezequiel, un profeta a quien un comentador de la Biblia ha caracterizado como «raro y maravilloso», estaba parado «en la tierra de los caldeos, junto al río Quebar». Hacia el norte se levanta una tormenta poderosa, «una gran nube, con un fuego envolvente, y alrededor de él un resplandor, y en medio del fuego algo que parecía como bronce refulgente, y en medio de ella la figura de cuatro seres vivientes» (Ezequiel 1:4–5). ¡Los querubines! Sabemos que son ellos porque Ezequiel lo dijo en un capítulo más adelante: «Y se levantaron los querubines; este es el ser viviente que vi en el río Quebar» (Ezequiel 10:15).
Ezequiel procede a darnos la más larga y detallada descripción de seres angélicos en la Biblia:
Y esta era su apariencia: había en ellos semejanza de hombre. Cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas. Y los pies de ellos eran derechos, y la planta de sus pies como planta de pie de becerro; y centelleaban a manera de bronce muy bruñido. Debajo de sus alas, a sus cuatro lados, tenían manos de hombre; y sus caras y sus alas por los cuatro lados. Con las alas se juntaban el uno al otro[…]
Y el aspecto de sus caras era cara de hombre, y cara de león al lado derecho de los cuatro, y cara de buey a la izquierda en los cuatro; asimismo había en los cuatro cara de águila. Así eran sus caras. Y tenían sus alas extendidas por encima, cada uno dos, las cuales se juntaban; y las otras dos cubrían sus cuerpos[…] Cuanto a la semejanza de los seres vivientes, su aspecto era como de carbones de fuego encendidos, como visión de hachones encendidos que andaban entre los seres vivientes; y el fuego resplandecía, y del fuego salían relámpagos.
Ezequiel 1:5–14
Un retrato paralelo, pero menos exacto, aparece en Apocalipsis:
Y delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal; y junto al trono, y alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos delante y detrás. El primer ser viviente era semejante a un león; el segundo era semejante a un becerro; el tercero tenía rostro como de hombre; y el cuarto era semejante a un águila volando. Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de ojos.
Apocalipsis 4:6–8
No es de admirarse que algunas versiones llamen a estas criaturas «bestias». Lo inadecuado del lenguaje humano para describir las exquisitas glorias del cielo explica las leves diferencias en los dos relatos. No hablamos de algo que uno podría fotografiar.
¿Por qué tenían tantas alas? Porque son rápidos en volar para cumplir la voluntad de Dios. ¿Por qué los cubren tantos ojos? Porque son seres altamente inteligentes y que están alertas. Nada escapa a su atención. ¿Por qué las cuatro caras y sus formas de león, buey, hombre y águila? Un comentario bíblico sugiere que estos seres tienen la fuerza y la nobleza de un león (véase Salmo 103:20), la habilidad de servir fielmente como un buey (Hebreos 1:14), la inteligencia de un hombre (véase Lucas 15:10) y la capacidad de disposición y velocidad de un águila.
Es posible que los querubines sean de un rango superior al de los ángeles. O al menos parecen ser los más cercanos a Dios. Adornando el tabernáculo, el templo y el arca sagrada, los querubines tienen una relación inmediata y especial con la gloria shekinah de Dios. En el cuarto del trono de Apocalipsis 4, de día y de noche nunca cesan de decir: «Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir» (Apocalipsis 4:8).
En Ezequiel 1 descubrimos la misma relación entre los querubines y Dios. Los querubines vuelan raudos por los cielos semejantes a relámpagos, guiando a Ezequiel directamente al lugar más brillante del universo: la gloriosa presencia de Dios Todopoderoso. «Y cuando se paraban y bajaban sus alas, se oía una voz de arriba de la expansión que había sobre sus cabezas. Y sobre la expansión que había sobre sus cabezas se veía la figura de un trono que parecía de piedra de zafiro; y sobre la figura del trono había una semejanza que parecía de hombre sentado sobre él» (Ezequiel 1:25–26). Pero era Dios.
En el trono estaba la apariencia de la semejanza de la gloria de Dios. Postrándose sobre su rostro, Ezequiel escucha a Dios: «Yo te envío a los hijos de Israel». La angélica visión llevó a Ezequiel hasta la gloriosa presencia de Dios. Y hacia la voluntad de Dios para su vida. Los seres angélicos guiaron a Ezequiel a la presencia de Dios … y después a servirlo.
¿OVNIS?
Querubines. Extraños y asombrosos seres. También son extrañas sus «ruedas». Ezequiel informa:
Mientras yo miraba los seres vivientes, he aquí una rueda sobre la tierra junto a los seres vivientes, a los cuatro lados. El aspecto de las ruedas y su obra era semejante al color del crisólito. Y las cuatro tenían una misma semejanza; su apariencia y su obra eran como rueda en medio de rueda. Cuando andaban, se movían hacia sus cuatro costados; no se volvían cuando andaban. Y sus aros eran altos y espantosos, y llenos de ojos alrededor en las cuatro.
Y cuando los seres vivientes andaban, las ruedas andaban junto a ellos; y cuando los seres vivientes se levantaban de la tierra, las ruedas se levantaban. Hacia donde el espíritu les movía que anduviesen, andaban; hacia donde les movía el espíritu que anduviesen, las ruedas también se levantaban tras ellos; porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas.
Ezequiel 1:15–21
¿Qué vio Ezequiel? Sabemos que estaba viendo la gloria de Dios, pero es muy posible que, como parte de su visión, Ezequiel era testigo presencial de lo que la gente hoy en día llama un objeto volador no identificado, un OVNI. Aun Billy Graham admite que «los OVNIS [tienen] un sorprendente aspecto de ángeles en algunas de las apariciones que han sido reportadas».
En su libro sobre ángeles, Billy Graham nota lo siguiente: «Algunos cristianos sinceros, cuyos puntos de vista se basan en un fuerte apego a las Escrituras, sostienen que los OVNIS son ángeles[…] Los que lo afirman señalan ciertos pasajes en Isaías, Ezequiel, Zacarías y Apocalipsis, y hacen paralelos con los informes de los testigos de las supuestas apariciones de OVNIS».
Personalmente, estoy muy convencido de que los OVNIS son en verdad la manifestación de seres espirituales, y la mayoría de las veces, no del buen tipo. En un artículo bien documentado en Spiritual Counterfeits Journal [Revista de Engaños Espirituales], Mark Albrecht y Brooks Alexander informan que los OVNIS son «por lo general luminosos, brillantes y etéreos; con frecuencia despliegan luces parpadeantes y poderosas, reflectores de búsqueda». (¿Cubiertos con ojos? ¿Como las ruedas de los querubines?) «Casi siempre son silenciosos, pero a veces zumban o hasta rugen».
Además, los OVNIS parecen desafiar las leyes de gravedad y física. Albrecht y Alexander nos dicen que «sus movimientos y maniobras son[…] enigmáticas: se les ha visto cambiar de forma repentina; a veces se “materializan” como si surgieran de la nada, pero con más frecuencia se “evaporan” en una suave brisa en medio de una observación. Mientras que en la opinión de ambos, los seres humanos observadores y los instrumentos de radar, han desarrollado increíbles malavarismos aéreos, tales como giros de noventa grados a velocidades de varios miles de millas por hora». Ezequiel lo describe de esta forma: «Cuando andaban, hacia los cuatro frentes andaban; no se volvían cuando andaban, sino que al lugar adonde se volvía la primera, en pos de ella iban; ni se volvían cuando andaban» (Ezequiel 10:11).
El físico J. Lemairte, escribe en la más reconocida publicación sobre OVNIS Flying Saucer Review [Revista de Platillos Voladores], resume todo esto: «Podemos concluir que es imposible interpretar los fenómenos de OVNIS en términos de naves materiales como las concebimos, es decir, en términos de manufacturación y máquinas autopropulsoras». Y John Keel, a quien se le conoce por ser uno de los investigadores más respetados en este campo, hace notar que «una y otra vez, testigos me han dicho en tono bajo: “Sabe, no creo que el cuerpo que vi era mecánico. Tuve la impresión de que estaba viva». Cuán cerca está a lo que Ezequiel observó: «Porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas» (Ezequiel 1:15–21).
Otro físico cree que los OVNIS únicamente aparecen como materia, pero son en realidad una concentración de energía. Todo esto apunta hacia una base espiritual de la visión de OVNIS, donde algunos pueden ser los ángeles buenos de Dios, como los que Ezequiel vio cerca del río de Quebar en Babilonia.
Pero la mayor parte del tiempo, creo yo, las observaciones de OVNIS son las manifestaciones de ángeles de las tinieblas. Mi razón principal para pensarlo es que cuando se ven OVNIS, nunca, al menos que yo sepa, ha guiado a una persona a acercarse a Dios. Es más, la mayoría de las experiencias con OVNIS tiene el efecto opuesto.
Tal vez la más extraña visión de OVNIS son las que involucran el presunto «rapto». Ver un OVNI es una cosa. Visitar uno o conocer a su tripulación de vuelo es lo que sus observadores llaman «encuentros del tercer tipo».
El caso de Brian Scott quizás fue el más famoso. Dice haber conocido a los tripulantes de un OVNI en al menos cinco ocasiones diferentes, en las Superstition Montains [montañas superstición] de Arizona. Después de un extraño examen físico, los alargados y extraños seres dentro de la nave se comunicaron con Scott telepáticamente, sin mover sus bocas ni hablar. El mensaje fue una combinación de información general acerca del origen de los extraterrestres y sus propósitos, filosofía vaga y una promesa de que regresarían. Lo cual hicieron.
En encuentros subsiguientes, Scott se encontró que lo usaban como canal para revelar secretos de ciencia y metafísica, además de un notable diseño para una «máquina de energía física gratis» que podría capacitar a toda la humanidad para tener el mismo pensamiento al mismo momento. Todo esto, por supuesto, ofensivamente ocultista. Encuentros con OVNIS similares a este parece tener tonos religiosos bien sólidos, pero a diferencia de las «ruedas» de Ezequiel, los seres de los OVNIS nunca guían a las personas a la gloriosa presencia del Dios viviente.
Creo que los OVNIS son encuentros del tipo equivocado. El prominente físico francés Jacques Vallee expresó: «Creo que cuando hablamos de la aparición de OVNIS como ejemplos de visitas espaciales, vemos el fenómeno en el nivel incorrecto. No lidiamos con ondas sucesivas de visitas del espacio. Lidiamos con un sistema de control[…] Los OVNIS son los medios para reordenar los conceptos de los seres humanos».
Lo desconocido puede dañarnos. El estudio de los OVNIS es otro recordatorio sobrio de que todo lo que entendemos en la vida debe fundamentarse sólidamente en las enseñanzas de la Biblia.
Ángeles extraños e isólitos. El ángel de Jehová. Arcángeles. Miguel y Gabriel. Los bene haʾelohim. Querubines y OVNIS. Los serafines. Los veinticuatro ancianos. En el siguiente capítulo echaremos un vistazo en lo más extraño de lo extraño, una paradoja cósmica: los ángeles del infierno.
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domingo, 10 de mayo de 2015

Tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina. Que Los ancianos [de la Iglesia] deben ser sobrios, dignos, prudentes, sanos en la fe, en amor, en perseverancia.

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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LOS CREYENTES VETERANOS: TITO 2:1–2

  Pero en cuanto a ti, enseña lo que está de acuerdo con la sana doctrina. Los ancianos deben ser sobrios, dignos, prudentes, sanos en la fe, en amor, en perseverancia.

Las ideas que suscribimos con nuestra mente influyen poderosamente en nuestro comportamiento y nuestro estilo de vida. La doctrina y la ética suelen ir cogidas de la mano.

Por supuesto, es posible profesar fe en ciertas creencias y luego comportarnos de tal manera que nuestra vivencia pone en entredicho la fe que profesamos. Pero, en general, nuestro estilo de vida es un reflejo de lo que auténticamente creemos, y las doctrinas que abrazamos determinan en gran medida nuestras actitudes y acciones ante la vida.

No debe extrañarnos, por tanto, que las epístolas del Nuevo Testamento combinen a menudo enseñanzas doctrinales con exhortaciones éticas. Para los apóstoles, ambas cosas eran inseparables.

Tal es el caso del escrito que servirá de base para las reflexiones de este libro: los capítulos 2 y 3 de la Epístola a Tito. En ellos, el apóstol Pablo irá alternando textos de notable contenido ético (2:2–10; 3:1–3) con otros de profunda enseñanza doctrinal (2:11–14; 3:4–7). Lo hace porque tiene la convicción de que los cristianos sólo aprenderán a vivir correctamente si antes se les ha enseñado a pensar correctamente. Una adecuada comprensión de los propósitos de Dios revelados en el evangelio es el fundamento para una vida moralmente sana.

En el capítulo 1, el apóstol ha denunciado el serio daño que ciertos maestros judaizantes estaban causando en las iglesias de Creta, desviando la atención de los fieles hacia asuntos necios que no contribuían para nada a su verdadera edificación moral y espiritual. Para combatir esta influencia nociva, el apóstol ha propuesto un ataque en dos frentes. Ve la necesidad, por un lado, de reprender duramente a aquellos creyentes que se dejan influir por esas enseñanzas (vs. 13–14); y, por otro, de taparles la boca a los falsos maestros (vs. 10–11). Para llevar a cabo esta estrategia doble, entiende la importancia de nombrar en cada congregación a un buen equipo de ancianos (v. 5), hombres de Dios fieles y maduros que pueden servir como pastores proporcionando sana comida al rebaño y protegiéndolo de los estragos causados por los judaizantes.

Por lo tanto, una de las notas dominantes del capítulo 1 ha recaído sobre el contraste entre la enseñanza enfermiza de los falsos maestros (vs. 10–11, 15–16) y lo que Pablo denomina la sana doctrina (v. 9), aquella doctrina saludable que procede de la revelación divina y que sirve para la curación de los males morales y espirituales de la congregación. Sólo la sana doctrina debe ser enseñada por los líderes de la iglesia.

Ahora, en el capítulo 2, dejamos atrás el tema de los pastores a fin de concentrar nuestra atención en diferentes grupos sociales dentro de la iglesia —cinco en total— y en los deberes morales de cada uno de ellos (vs. 2–10). En cada caso, Pablo enseña la ética que debe caracterizar al grupo en cuestión. La implicación es que el evangelio, cuando es fielmente enseñado, debe producir cierto estilo de vida en los que lo abrazan. Quien nace de nuevo, como consecuencia de haberse arrepentido de sus pecados y de haber creído el evangelio, no puede vivir igual que antes.

Esta idea, fundamental en la enseñanza de esta epístola, será ampliamente expuesta en los capítulos 2 y 3, pero ya estaba implícita en el capítulo 1, en el contraste entre los falsos maestros y los ancianos fieles: los falsos maestros ni comen ni dejan comer; ni son santos ellos mismos, ni cultivan la santidad en sus seguidores; son inútiles para cualquier obra buena (v. 16). Tito y los ancianos, en cambio, por medio de su ejemplo y su predicación fiel (1:9; 2:7), deben inculcar en los miembros de la congregación aquellas buenas obras que son apropiadas para su situación social y que hacen honor al evangelio que profesan (2:10).

LA EXHORTACIÓN A TITO (v. 1)

El contenido de esta nueva sección, por lo tanto, versa sobre las distintas exhortaciones que Tito debe dirigir a las congregaciones. Sin embargo, Pablo empieza con una exhortación al propio Tito: Pero en cuanto a ti, enseña lo que está de acuerdo con la sana doctrina. Es una de aquellas frases de exhortación personal que —como ya dijimos en nuestra introducción a la Epístola— se encuentran esparcidas a lo largo del texto. Y, como también hemos indicado, no queda claro si estas exhortaciones son la culminación de lo que el apóstol acaba de decir o si constituyen la introducción a lo que está a punto de exponer.

En este caso (2:1), la exhortación podría mirar atrás, al capítulo 1, en cuyo caso la fiel predicación de Tito es contemplada como el antídoto de las enseñanzas enfermizas de los falsos maestros. Esta interpretación viene reforzada por el carácter enfático del pero en cuanto a ti que abre la exhortación: los falsos maestros enseñan necedades que no convienen a los oyentes (1:11) y que no les conducen a buenas obras; pero tú, por tu parte, Tito, debes predicar las verdades de Dios que pueden hacer que sean sanos en la fe (1:13).

Con mucha facilidad, los predicadores podemos dejarnos arrastrar por temas y debates que están de moda, descuidando así nuestra responsabilidad de alimentar al rebaño del Señor con la comida que él ha prescrito. En el caso de Tito, puede que sufriera la tentación de utilizar el púlpito para debatir los argumentos necios de los judaizantes y dar su opinión sobre las genealogías y mitos que tenían fascinados a muchos de sus oyentes. Pero si lo hubiera hecho, habría sido a expensas de malgastar oportunidades para conducirlos hacia la madurez y la santidad, porque éstas sólo son el fruto de la proclamación de la doctrina sanadora de Dios. Igualmente, el predicador de hoy, si quiere ser fiel al Señor, tendrá que negarse a ser distraído por polémicas o cuestiones que quizás apasionen a la congregación, pero que no contribuyen nada a su verdadera edificación.

Pero, por otro lado, la exhortación también podría mirar hacia adelante, al contenido ético del capítulo 2. Aquella enseñanza que está de acuerdo con la sana doctrina se centra en la clase de comportamiento que el apóstol exige a continuación. Es decir, después de la acción negativa de reprender duramente a la congregación por prestar atención a lo que no conviene (1:13), Tito debe dedicarse a la acción positiva de enseñar aquello que concuerda con la sana doctrina.

Un pequeño detalle que apoya esta segunda interpretación es que ahora Pablo no dice que Tito debe predicar la sana doctrina, sino aquello que está de acuerdo con ella. Aunque quizás sea buscarle tres pies al gato, parece que el énfasis de Pablo ya no recae tanto sobre la doctrina sanadora del evangelio en sí, como sobre la enseñanza ética que está en consonancia con el evangelio. O sea, además de nombrar ancianos para que enseñen las grandes verdades de la revelación divina, Tito debe mandar a las congregaciones que practiquen una manera de vivir que honre al Señor. Las necedades de los falsos maestros conducen a una mala ética; el evangelio verá recortado su efecto si no conduce a una buena ética.

En realidad, no es cuestión de escoger entre estas dos interpretaciones, porque las exhortaciones a Tito sirven como mortero para unir las diferentes secciones de la Epístola. Más bien, debemos tomar en consideración las dos: Pablo mira atrás para decir que la enseñanza de Tito debe distinguirse de la de los judaizantes; y mira adelante para decir que debe inculcar los frutos de una vida santa.

Tito —dice el apóstol— debe enseñar, o más exactamente hablar, estas cosas. Este verbo es muy amplio en su significado y cubre cualquier clase de comunicación verbal. Incluye la predicación y la docencia formal, pero también todo tipo de debate y conversación. No debe haber asomo de contradicción entre las declaraciones públicas y privadas del siervo de Cristo. Toda palabra suya debe ser la expresión de una fe consecuente. Debe ser como Apolos, quien, siendo ferviente de espíritu, hablaba y enseñaba con exactitud las cosas referentes a Jesús (Hechos 18:25).

Calvino sugiere que esta tarea de Tito no es sólo una respuesta puntual a la enseñanza de los falsos maestros, sino un aspecto esencial de todo ministerio pastoral. No basta con que proclamemos el evangelio; también hemos de enseñar aquella vivencia que debe acompañarlo. De hecho, algo de esto ya lo hemos visto en el 1:9: la enseñanza de la iglesia siempre debe ser sanadora; o sea, debe efectuar cambios morales y espirituales en los oyentes y conducirles a una vivencia santa.

Así pues, la enseñanza ética que Tito tiene que «hablar» debe estar de acuerdo con la sana doctrina, es decir, con la revelación de Dios en el evangelio. Además de proclamar la sana doctrina del evangelio en sí, debe enseñar aquel comportamiento ético que le corresponde a ésta. Lo primero corrige la mente; lo segundo, la vivencia. No basta con ser ortodoxos en nuestra doctrina; también debemos ser sanos en nuestra vivencia. Los que siguen doctrinas erróneas son corrompidos en su mente y conciencia y, como consecuencia, en toda su manera de vivir (1:15). En cambio, la sana doctrina debe extenderse a todas las áreas de nuestro ser y producir vidas puras y santas.

Pero no debemos pensar que las vidas de nuestros oyentes serán transformadas en santas y sanas por la sola proclamación del evangelio. Si fuera así, Pablo no habría tenido que exhortar a Tito ni que enseñarle a exhortar a los demás:

  Algunos creen y enseñan que el hecho de hacer hincapié en la «sana doctrina» automáticamente dará como resultado un modo piadoso de vida. Si esto fuera cierto, Pablo no hubiera empleado la mayor parte de su carta explicando qué debe acompañar a la sana doctrina: cuál debe ser ese nuevo modo de vida.

LOS HOMBRES MADUROS (v. 2)

El primer grupo social mencionado por Pablo lo constituyen los varones maduros. Ya no se trata de los ancianos-presbíteros que ostentan el cargo pastoral, sino de los ancianos-viejos de la congregación. Al hablar de ellos en primer lugar, Pablo sigue la jerarquía reconocida en el mundo antiguo y asumida por la Biblia: los varones maduros toman precedencia porque ellos deben marcar el tono para toda la congregación, lo cual implica que ésta debe tratarlos siempre con respeto. Vale la pena tomar nota de que la palabra asimismo, que introduce la exhortación a las mujeres maduras en el versículo 3, indica que todo lo que el apóstol dice acerca de los varones ancianos se aplica también a las mujeres ancianas.

Antes de considerar las diferentes cualidades morales que deben caracterizar a los ancianos, necesitamos aclarar quiénes constituyen este grupo. Es de notar que, tanto en este texto como habitualmente, el Nuevo Testamento sólo conoce dos grupos sociales en la iglesia en cuanto a divisiones por edad: los ancianos y los jóvenes (los niños son caso aparte). ¿Será porque los de mediana edad no necesitan ninguna clase de exhortación espiritual? Por supuesto que no. Se debe a que, mientras nosotros solemos emplear tres categorías —jóvenes, personas de mediana edad y ancianos—, los antiguos sólo empleaban dos. En nuestros días, dos factores sociales vienen a complicar esta cuestión. En primer lugar, vivimos en una época que rinde homenaje a la juventud (en cambio, los antiguos lo rendían a la vejez). Por lo tanto, todo el mundo quiere ser joven. Hoy en día ¡hay jovencitos —y jovencitas— de cuarenta años o más!

En segundo lugar, puesto que a nadie le gusta ser asociado con la pérdida de facultades de la vejez, no llamamos anciano a nadie mientras pueda caminar sin bastón. Como consecuencia, para nosotros, los dos primeros grupos son mayoritarios: los jóvenes forman un gran bloque compuesto por todos los que tienen de 15 a 40 años, y los de mediana edad otro que va desde los 40 a los 70 (aproximadamente). En nuestra sociedad, ¡tanto los jóvenes como los ancianos son cada vez más viejos!

Ahora bien, para aplicar con acierto las exhortaciones a «ancianos y jóvenes» que encontramos en el Nuevo Testamento, tendremos que renunciar a nuestras categorías actuales y volver a las que se empleaban en tiempos apostólicos. Tendremos que entender que, para Pablo, todos los miembros de la congregación están incluidos en estos dos conceptos y tendremos que decidir en cuál de ellos nos clasificamos a nosotros mismos.
Para el pensamiento bíblico, la juventud se caracteriza por el vigor físico, la hermosura, la energía y la fuerza:

  La gloria de los jóvenes es su fuerza; la belleza de los ancianos, su vejez (Proverbios 20:29).

Pero, aunque la juventud se reconoce como una etapa hermosa de la vida, también se caracteriza por la inmadurez y por la falta de sensatez y de experiencia. Así, el rey David, aun a sabiendas de que él mismo no había de construir el templo, empezó a almacenar materiales para su eventual construcción por pensar que su hijo Salomón, al ser joven, no tomaría las necesarias medidas de previsión (1 Crónicas 22:5).

El joven se apasiona con facilidad y siente emociones con una especial intensidad. Por esto, suele ser capaz de entregarse a diferentes «causas» con celo y sacrificio y de ofrecerse en generosa devoción. Pero, al no saber controlar bien su entusiasmo o sujetarlo a una prudencia de miras amplias, éste tiende a traicionarle conduciéndole a acciones impetuosas, haciendo que le ciegue la demagogia de otros o, por el contrario, llevándole a inhibirse ante compromisos difíciles (cf. Jueces 8:20). Por esto, los jóvenes suelen ser magníficos soldados pero malos consejeros. Como ejemplo de eso, tenemos el caso de los jóvenes consejeros de Roboam: le indujeron a tomar unas medidas políticas que le costaron la mitad de su reino e involucraron al país en una terrible guerra civil (1 Reyes 12:8–16).

Asimismo, la juventud se caracteriza por una relativa torpeza social, a la luz de la cual la reacción de Jeremías ante el llamamiento de Dios es comprensible: ¡Ah, Señor Dios! He aquí, no sé hablar, porque soy joven (Jeremías 1:6). El joven conoce, con especial fuerza, las demandas de los apetitos sensuales y las pasiones juveniles (2 Timoteo 2:22): Alégrate, joven, en tu mocedad, y tome placer tu corazón en los días de tu juventud. Sigue los impulsos de tu corazón y el gusto de tus ojos; mas sabe que por todas estas cosas, Dios te traerá a juicio (Eclesiastés 11:9). Es la edad en la cual la sensatez no está tan desarrollada como la energía, lo cual hace que el joven cometa acciones impetuosas, irresponsables y necias: La necedad está ligada al corazón del niño (Proverbios 22:15; cf. 7:7).

En resumidas cuentas, pues, la Biblia, lejos de practicar aquella adulación a la juventud que vemos en los medios de comunicación de hoy, la trata con realismo y con cierta ambivalencia: por un lado reconoce que es una etapa hermosa de la vida llena de actividad, ilusión y entusiasmo; por otra, ve en ella una fase de inmadurez que necesita ser gobernada por el consejo de los prudentes. Mientras hoy parece ser que los jóvenes sientan cátedra, establecen modas y dictan formas de vivir, en la antigüedad se daba por sentado que el joven necesitaba el consejo de sus mayores.

En contraste con la juventud, la vejez —nosotros, hoy en día, hablaríamos más bien de la madurez— se caracteriza por la sabiduría y la sensatez adquiridas por medio de los golpes de la vida y por largos años de reflexión y experiencia. Al menos, debería ser así. Desafortunadamente, hay excepciones. Nos encontramos con ancianos necios, así como con jóvenes sensatos. Pero, en general, la prudencia se adquiere por medio de la experiencia y los ancianos son más experimentados que los jóvenes.

Al ir creciendo en prudencia y sensatez, la persona madura llega a estar mejor capacitada para aconsejar y para gobernar. Por eso, los líderes de la iglesia son llamados ancianos. Deben ser personas maduras en la fe y en la sabiduría, y la madurez suele adquirirse con la edad (aunque no sólo con ella), por lo cual los pastores deben ser normalmente hombres maduros, y sólo excepcionalmente hombres jóvenes.

Por esas mismas razones, la Biblia nos enseña que los ancianos deben ser personas dignas de respeto y que, aun cuando no muestren la debida sensatez, en todo caso deben ser respetados:

  Delante de las canas te pondrás en pie; honrarás al anciano, y a tu Dios temerás; yo soy el Señor (Levítico 19:32).

En el concepto bíblico, pues, la vejez no es una cosa temible que deba ser rehuida o disfrazada, sino una señal de la bendición divina. Esto lo vemos en las cláusulas del pacto de Dios con Abraham, pues una de ellas dice: Tú irás a tus padres en paz; y serás sepultado en buena vejez (Génesis 15:15).

Es con este trasfondo como cada uno de nosotros debe decidir si es joven o anciano. No podemos eludir la cuestión; debemos entrar en una de esas categorías. Y si no podemos decidirnos, ¡tendremos que aplicar a nuestras vidas todo lo que el apóstol dice, tanto a los ancianos como a los jóvenes!

LAS CARACTERÍSTICAS DE LOS HOMBRES MADUROS

En cuanto a las virtudes que Tito debe inculcar en los hombres maduros de las congregaciones, Pablo menciona seis, que en realidad constituyen dos grupos de tres: es obvio que la sobriedad, la dignidad y la prudencia se parecen entre sí; y Pablo mismo agrupa las tres restantes al decir sanos en la fe, en amor y en perseverancia.

  Sobrios
En su origen etimológico, la sobriedad se refiere a la ausencia de vino o de embriaguez. No podemos rehuir este sentido literal de la palabra, puesto que el mismo Pablo es aun más explícito a este respecto en sus enseñanzas sobre las ancianas, quienes no deben ser esclavas de mucho vino (2:3), y sobre los pastores, que no deben ser dados a la bebida (1:7). ¡Parece ser que el abuso del alcohol era un problema serio en Creta!

Sin embargo, en tiempos de Pablo, la palabra traducida como sobrio se empleaba habitualmente con un sentido más amplio, indicando seriedad, prudencia y sensatez. Los comentaristas debaten acerca de cuál de estos matices tenía en mente el apóstol. Quizás hagamos mejor en dar cabida a todos: por una parte, los ancianos no deben ser esclavos del alcohol, ni de ningún otro vicio o atadura, sino que deben practicar la moderación y rehuir todo tipo de exceso; pero, por otra parte, deben ser personas racionales y prudentes, con un pleno uso de sus facultades morales y espirituales y con un amplio dominio sobre sí mismos. La embriaguez conduce a la desagradable escena de personas fuera de sí que han perdido el control de sus facultades. No así el hombre maduro en Cristo. Por la obra de gracia del Espíritu de Dios, ha ido creciendo en santidad, sabiduría y madurez, y ahora ejerce un equilibrado dominio sobre sus apetitos, ambiciones, pasiones y humores. No es zarandeado por las embriagantes influencias de sus estados anímicos ni por las desconcertantes presiones de los vientos de doctrina que soplan a su alrededor, sino que camina rectamente en el temor de Dios.

  Dignos
La dignidad (o seriedad), naturalmente, guarda una estrecha afinidad con la sobriedad. No está reñida con un buen sentido del humor ni se manifiesta mediante caras largas; tampoco debe confundirse con la melancolía. Más bien representa un repudio de actitudes frívolas y superficiales ante la vida. En aquel entonces se asociaba con la honorabilidad y el respeto.

  La palabra sugiere la gravedad y dignidad de porte que invita al respeto y a la reverencia.

El hombre maduro debe ser digno de respeto y hacerse respetar por su recta manera de vivir y por la sensatez de sus acciones y palabras.

  Nada es tan vergonzoso para un viejo como entregarse a los desenfrenos juveniles.

Cae por su propio peso el hecho de que el creyente maduro, que ha caminado desde hace años en comunión con Dios y ha adquirido con ello cierto grado de comprensión de la vida según la perspectiva celestial, forzosamente será una persona caracterizada por la dignidad. Puede ser una persona amable y sonriente, con mucha alegría y que resulta una buena compañía; pero, en el fondo, sus actitudes ante la vida serán sobrias, porque convivir con Dios es profundizar en el conocimiento de la santidad divina y de la miseria humana, de la vida abundante y de la perdición eterna, del juicio venidero y del Dios omnisciente que todo lo ve. Convivir con Dios es comprender lo que realmente está en juego en esta vida. Es tomarse la vida en serio.

  Prudentes

En tercer lugar, los hombres maduros deben ser sensatos, considerados y equilibrados. Deben ejercer templanza y dominio propio. Deben saber controlar sus apetitos carnales, instintos primarios y pasiones turbulentas a fin de reaccionar ante las circunstancias de la vida con sabiduría y discreción. Deben saber guardar confidencias y no ser dados al chismorreo, a la calumnia o a la murmuración.

La palabra traducida como prudentes —que ya hemos tenido ocasión de estudiar en el contexto del nombramiento de ancianos (v. 8)— es una de las palabras clave de esta sección de la Epístola. Aparece nada menos que cinco veces: en el caso de los hombres maduros, de las ancianas, de las mujeres jóvenes (v. 5), de los hombres jóvenes (v. 6) y de todos (v. 12). Constituye, pues, la característica dominante de la enseñanza ética de este capítulo19, lo cual quizás nos sorprenda, porque no solemos considerar la prudencia como una de las principales virtudes cristianas. Sin embargo, bien pensado, la persona que, por medio de la capacitación del Espíritu Santo, ejerce dominio propio, se libera de las diversas motivaciones carnales que la esclavizan y está en condiciones de poder ejercer aquellas virtudes que consideramos más importantes: el amor, la rectitud, la veracidad, la justicia… Quien no es prudente y no sabe controlar sus motivaciones egocéntricas, no será capaz de manifestar las demás características de Cristo. La prudencia trae consigo toda clase de virtud y bien.
Por tanto, todo creyente que vive conforme al evangelio ha de crecer forzosamente en prudencia; pues ésta, en esencia, es la capacidad de entender la vida con los criterios, pensamientos y sentimientos de Dios. Quien no crece en prudencia manifiesta la pobreza de su comunión con el Señor. Todos los cristianos deben ser prudentes en cierto grado por haber empezado a enfocar la vida en el temor de Dios, que es el principio de la sabiduría (Proverbios 1:7). Pero el hombre maduro debe serlo también por su larga experiencia de comunión con Dios y por haber aprendido a ver las cosas con los ojos de Dios.

Este primer grupo de virtudes —sobrios, dignos, prudentes— corresponde a las que el mundo antiguo solía considerar propias del anciano. En cambio, el segundo grupo —sanos en la fe, en amor, en perseverancia— consiste en virtudes propias del evangelio cristiano. Si la doctrina del evangelio es sana, producirá efectos sanadores en los que la abrazan. El anciano, pues, debe ser sano en sus relaciones con Dios y con su prójimo. Debe haber aprendido a comportarse de una manera que sea digna del Señor (Colosenses 1:10), de su vocación (Efesios 4:1) y de su edad.

Por supuesto, todo creyente debe ser sano. Ésta es la finalidad que Tito (1:13; 2:1) y los ancianos (1:9) deben perseguir en su ministerio. Pero la sanidad debería destacar especialmente como marca de los hombres maduros. La vejez cristiana debe significar un proceso de creciente victoria sobre los diversos males, tentaciones y defectos carnales que nos acechan. El envejecimiento siempre se caracteriza por el aumento de enfermedades físicas y la progresiva pérdida de facultades; pero en lo espiritual el proceso puede, y debe, ser al revés; la adquisición de una salud cada vez más robusta y el pleno ejercicio de facultades:

  No desfallecemos, antes bien, aunque nuestro hombre exterior va decayendo, sin embargo nuestro hombre interior se renueva de día en día (2 Corintios 4:16).

El creyente maduro debe rebosar de salud espiritual. Debe ser una persona sumamente sana en sus actitudes, palabras, acciones, aspiraciones y relaciones. Y su salud debe manifestarse especialmente en tres cosas, las cuales podrían ser consideradas las tres dimensiones fundamentales de la conducta cristiana: la fe, el amor y la paciencia.

  Sanos en la fe
Ya hemos visto que la palabra fe admite dos acepciones. Por un lado, casi puede ser un sinónimo de doctrina, en cuyo caso el apóstol está diciendo que los ancianos deben haber meditado larga y profundamente sobre la revelación de Dios y la enseñanza apostólica hasta haber adquirido una fe bien fundamentada y estable. Deben saber lo que creen y por qué lo creen.

Por otro lado, la fe nos habla de una confiada dependencia del Señor Jesucristo. Los ancianos deben ser como Abraham, que en la vejez se fortaleció en la fe, en esperanza contra esperanza (Romanos 4:19–20). Su confianza en el Señor y su comunión diaria con él deben ser mucho más grandes y firmes que al principio.

Es difícil saber cuál de estos matices tendría en mente el apóstol. Pero, en todo caso, los ancianos deben ser ejemplares, tanto en su entendimiento de la doctrina como en su vida de comunión con el Señor Jesucristo, tanto en su meditación de la Palabra como en su caminar con Dios.

  Sanos en amor
Si la fe contempla a Dios como su objeto, el amor —al menos, en sus manifestaciones prácticas— se dirige principalmente al prójimo. La fe resume las exigencias de la primera tabla de los diez mandamientos; el amor la segunda. El que es sano en la fe y en el amor, guarda los mandamientos de Dios.

A veces, los viejos se vuelven ariscos, intolerantes, gruñones, egoístas, quejumbrosos y críticos con los demás. Su conversación se centra en sus propios achaques físicos y ansiedades económicas. Se caracterizan por el malhumor y la impaciencia. Pero los hombres maduros en Cristo no deben ser así. Antes bien, deben ser ejemplos de amabilidad y ternura; deben ser afables en el trato, mostrando consideración y paciencia, y preocupándose no por sus intereses egoístas, sino por el bien de los demás.

  Sanos en perseverancia
Si la fe contempla a Dios, y el amor al prójimo, la perseverancia contempla la reacción fiel del creyente ante las adversidades y pruebas de la vida.

En 1 Corintios 13:13, Pablo establece su famosa trilogía de la fe, el amor y la esperanza. Aquí, en vez de nombrar la esperanza, habla de la perseverancia. Pero la esperanza y la perseverancia (o la paciencia), en su uso bíblico, están íntimamente relacionadas entre sí. 1 Tesalonicenses 1:3, que habla de la perseverancia de vuestra esperanza en el Señor Jesucristo, indica que estaban estrechamente asociadas en la mente del apóstol. La perseverancia es la fe ejercida a lo largo de la vida vivida con esperanza.

La vejez comporta muchas bendiciones, pero también muchos motivos de ansiedad y dolor. Es la edad de muchas enfermedades, porque el cuerpo se va desgastando. Es la edad de una soledad creciente, pues los amigos y parientes de la juventud sucumben ante la muerte. Es la edad de la frustración de aspiraciones incumplidas, de la triste nostalgia de ambiciones que ahora nunca podrán ser realizadas, de la comprensión de que la vida ha servido para bien poco. Estos sentimientos pueden conducir fácilmente a intensas experiencias de desánimo y desengaño. En cambio, el anciano maduro en Cristo, que mantiene vivos su fe y su amor, mantendrá viva también su esperanza y soportará las pruebas y tribulaciones de la vida sin perder el ánimo ni el valor.

Así pues, el evangelio tiene que ver con la sanidad, en el sentido más profundo de la palabra. Además de proclamar las doctrinas del evangelio, Tito debe enseñar a los creyentes a permitir que los efectos sanadores del evangelio se manifiesten en ellos. En el caso de los ancianos, la sana doctrina debe producir el fruto de la fe, el amor y la perseverancia. Todos ellos deben ser sanos y robustos. Así serán ejemplares para las generaciones que les siguen.

 
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lunes, 27 de agosto de 2012

¿Cómo gobiernan los ancianos la iglesia?

biblias y miles de comentarios
 
 
He conocido varias iglesias durante mi vida y por eso he conocido a varios ancianos también. Algunos gobiernan la iglesia con rigor y capricho como si fuera “su iglesia”. De hecho son dictadores de la grey haciendo lo que ellos quieren, sin ni siquiera pensar en la iglesia. Otros gobiernan la iglesia con cariño, corrigiendo a los que lo necesitan pero con el propósito de ayudarles, no condenarles. ¿Cuál manera es mejor? ¿Cuál mandan las Escrituras?


1 Ped. 5:3 se trata de este asunto, “no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey.” Claramente dice “no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado”—o sea no como dictadores sobre la iglesia. ¿Por qué? En primer lugar dice que “están a vuestro cuidado”—la iglesia no pertenece a los ancianos, sino a Dios. Los ancianos, como conserjes, tienen el trabajo de cuidar la iglesia por su dueño, Dios. Son pastores del rebaño de otro—ellos recibirán su pago, pero las ovejas no son suyos. Entonces ¿Cómo mandan los ancianos en la iglesia? Volviendo al texto nos dice, “sino siendo ejemplos de la grey”. Ellos gobiernan por su buen ejemplo y su influencia buena entre los hermanos. Es decir los ancianos son hermanos reconocidos por todos como maduros, sabios, y no solamente su propia vida, sino de su familia también es ejemplar. Cuando dicen algo la iglesia lo acepta porque reconocen que viene de uno con experiencia y sabiduría.
Tenemos un ejemplo en nuestro Salvador Jesucristo. ¿Recuerda en Juan 13, cuando lavo los pies de los apóstoles? ¿Qué dijo? “Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado:” (Juan 13:14-15) Sin duda alguna, Cristo fue el Señor, pero él se humilló para lavar los pies de los apóstoles. Su vida entera fue servir a los hombres, no a si mismo. Si el Príncipe de los pastores pensaba en el bienestar de los demás ¿Cuánto mas nosotros que somos hombres? Entonces los ancianos no son dictadores. Tampoco son “los encargados” en el sentido de que hacen todas las decisiones sin pensar o discutir con la iglesia. No hay duda que los ancianos gobiernan a la iglesia donde son miembros (1 Tim. 5:17, Heb. 13:17). Pero su actitud y su punto de vista nunca puede ser pensando en ellos mismos, sino en lo mejor para la iglesia.
Buenos ancianos son un beneficio tremendo para una iglesia, pero ancianos malos, que no llenan los requisitos, pueden causar mucho daño y eso por largos años. En los artículos que siguen examinaremos los requisitos para un anciano.







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