Sólo guerreros espirituales
Preparándonos para enseñar en la congregación
Cómo identificar a Satanás
Ustedes son de su padre, el diablo, cuyos deseos quieren cumplir. Desde el principio éste ha sido un asesino, y no se mantiene en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando miente, expresa su propia naturaleza, porque es mentiroso. ¡Es el padre de la mentira!
(Juan 8:44)
En la Biblia el nombre de un individuo era de suma importancia. Hablaba del carácter y algunas veces de los sueños de sus padres. Los apóstoles cambiaron el nombre de José de Chipre a Bernabé (hijo de consolación), para así reflejar el carácter y ministerio de este siervo de Dios (Hch. 4:36).
El nombre Jesucristo revela mucho acerca del hombre que murió en la cruz. Jesús significa Salvador, y es el nombre personal o humano del Señor. Cristo es su nombre oficial, traducción griega de la palabra hebraica Mesías, que significa ungido. Lo mismo sucede con el enemigo.
La Biblia emplea varios nombres que revelan no solamente el carácter del diablo sino también sus propósitos y obras. Estudiaremos sus nombres uno por uno.
El diablo
Diablo significa acusador o calumniador (Mt. 4:1; 13:39; 25:41). Este nombre señala algo importante acerca de su estrategia. Las acusaciones son su primera estrategia para mantener al creyente lejos de Dios.
1) Acusa al hombre frente a Dios (Ap. 12:10) .
Para investigar esta parte de su estrategia es vital leer Job 1:6–12 y 2:1–6, donde encontramos al diablo rodeando la tierra buscando a quién devorar (1 P. 5:8).
El argumento satánico es sencillo; hablando a Dios dijo: «Por supuesto que una persona como Job te sirve porque le has dado todo en abundancia, pero si quitaras la mayoría de lo que tiene, dejaría de servirte». Satanás acusó a Job ante Dios, y así consiguió autoridad sobre sus bienes materiales y su familia. La estrategia de Satanás es explorar hasta encontrar debilidades en los seres humanos, y entonces aprovecharse de ellas.
En el caso de Job, Satanás llegó a la conclusión de que el punto vulnerable era sus vastas posesiones y su querida familia, por quien siempre oraba (Job 1:5). Sin embargo, Satanás estaba equivocado, pues a pesar del consejo de sus amigos y la áspera reacción de su esposa, Job siguió fiel a Dios.
No sabemos cuántas veces nuestros nombres han aparecido ante Dios como personas que se volverían contra Él si tan sólo.... Tenemos un adversario que tiene buena idea de nuestras debilidades y sabe cuándo pedir permiso para incursionar allí. Sin embargo, Dios insiste en que el que está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo (1 Jn. 4:4), y no dará permiso para que Satanás nos tiente más de lo que podemos resistir (1 Co. 10:13).
En Zacarías 3:1–4 encontramos al diablo acusando al sumo sacerdote Josué de ser un pecador indigno para ministrar. El adversario sabe que si el sumo sacerdote es indigno, entonces no existe esperanza para el pueblo.
En lenguaje simbólico pero sumamente significativo, Jehová mismo reprende a Satanás y le asegura que los pecados de este hombre de Dios le fueron perdonados. Dios mismo, con la sangre de su Hijo (1 Jn. 1:7), reprende al diablo cuando éste acusa al hombre por su estado pecaminoso. En efecto, lo que Dios le dice al acusador es que no hay ninguna condenación para los que están en Cristo Jesús (Ro. 8:1 RV).
Recordemos cuando el diablo se presentó ante Dios pidiendo permiso para poner a prueba la fidelidad de Simón Pedro (Lc. 22:31). No debemos esperar menos para nosotros. Todo cristiano es representante del reino de Dios y debe esperar que Satanás lo acuse ante Dios.
2) Acusa a Dios ante los hombres.
Satanás es hábil para tergiversar los dichos, los hechos y la persona de Dios frente al hombre. El primer ejemplo lo hallamos en el jardín del Edén: ¡No es cierto, no van a morir! Dios sabe muy bien que, cuando coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y llegarán a ser como Dios, conocedores del bien y del mal (Gn. 3:4–5).
Solamente Satanás con toda su astucia puede tomar los atributos divinos (la justicia, la fidelidad, la bondad, su inmenso amor, etc.) y presentarlos fraudulentamente ante los seres humanos. Los modifica lo suficiente para que el incauto quede embaucado de tal forma que ya no sabe si puede confiar en Dios enteramente. Es tan sutil el cambio, que muy pocos lo notarán.
Usted quizá pregunte: ¿cómo lo hace Satanás? La Biblia no contesta directamente la pregunta. Sabemos que el enemigo indujo a David a desobedecer a Dios haciendo un censo del pueblo de Israel (1 Cr. 21:1). No explica cómo lo hizo, pero en otros pasajes de la Biblia resulta evidente que era posible vencer la tentación y no pecar contra Dios.
En Mateo 4:3 Satanás se acercó a Jesús para tentarlo. Eva fue engañada por la astucia de la serpiente (Gn. 3:1–6). Pablo temía que los tesalonicenses fueran inducidos al pecado por el tentador (1 Ts. 3:5). Queda claro que Satanás es astuto y puede inducir, atacar y tentar, pero al margen de ciertos ejemplos ya dados la Biblia, nuestra autoridad, no indica cómo lo hace.
Si la Biblia no especifica cómo es porque no es necesario saberlo. A mi criterio, en vez de hacer una pesquisa que nos lleve a especulaciones y medios no bíblicos, es preferible centrarnos en cómo no caer en las trampas del diablo y cómo no darle cabida en nuestras vidas.
Otra pregunta que surge es: ¿tiene Satanás la habilidad de implantar pensamientos que son contrarios a la Palabra de Dios, incluso en la mente de los creyentes? Entre los teólogos las opiniones están divididas. Quienes creen que el diablo no posee acceso a la mente humana, opinan que Satanás y sus demonios nos oprimen externamente a fin de cambiar nuestros pensamientos, pero que no introduce los pensamientos.
Admito que una conclusión definitiva es difícil, pero doy mi perspectiva tomando en cuenta una de las finalidades de este libro: no exagerar ni subestimar el rol del diablo en nuestras vidas. Es mi opinión —basada en la Escritura— de alguna manera Satanás sí tiene entrada a nuestras mentes. Es más fácil sostener que tiene entrada a las mentes de los inconversos.
Por ejemplo en Job 1:12–17 el enemigo estuvo detrás de las acciones de los sabeanos y los caldeos. En 1 Reyes 22:19–23 hallamos a un espíritu, es decir un agente de Satanás enviado por Dios a fin de seducir (v. 20) a Acab y a los falsos profetas. Sin embargo, es más problemático en el caso de los creyentes. No obstante, podríamos estudiar pasajes como 1 Crónicas 21:1 donde la Biblia insiste en que Satanás incitó a David a pecar. Los dardos encendidos de Efesios 6:16 parecen ser dudas sembradas por el diablo.
Sin embargo la Biblia no dice cuál es la frecuencia de tales pensamientos y nos advierte en contra de atribuir al diablo todos los pensamientos que contradicen a las Escrituras (Stg. 1:13–15). Tampoco es nuestra intención descartar la innegable posibilidad de que Satanás también emplee circunstancias externas para seducir al creyente a cambiar su manera de pensar.
En los siguientes ejemplos (todos verídicos), note cómo el acusador tuerce la obra de Dios, la Palabra de Dios o tergiversa la imagen que una persona tiene de Dios.
El diablo emplea el trasfondo de la persona y le dice: «No existe perdón para ese pecado». «Dios está enojado contigo». «Después de todo lo que hiciste, tú no eres digno». «Dios no tiene interés en ti; eres insignificante».
También utiliza falsa enseñanza y da preponderancia al razonamiento humano: «Tienes que ser digno de acercarte a Dios». «Dios no te dejaría sufrir; tiene que haber un pecado escondido en tu vida». «Tú tienes derecho a mucho más de lo que Dios te ha dado». Refiriéndose a una relación adúltera: «Dios es un Dios de amor; no te privará de este hombre». Quizá el peor de todos: «No puedes confiar en Dios. Él no te escucha».
De una u otra manera, Satanás tuerce la Palabra, la persona de Dios o el proceder de Dios para acusarlo frente al hombre. Su meta es que el cristiano pierda su confianza en Dios y llegue a conclusiones equivocadas acerca del cuidado, perdón o salvación de Dios. De esa manera el ser humano vivirá confundido, frustrado, justificando su pecado o intentando purgar su propio pecado.
Por supuesto el antídoto para las representaciones falsas de Satanás es la irrebatible verdad. Hay perdón en la sangre de Cristo (Sal. 32; 51; 103; 1 Jn. 1:7, 9). El enojo justo de Dios cayó sobre su Hijo Jesucristo en la cruz del Calvario, donde se efectuó la reconciliación entre el hombre y Dios (2 Co. 5:17–20). Es cierto que no soy digno, pero también es cierto que Cristo es digno y Dios me ve a través de su Hijo (Ro. 5:1; 8:1). Un sabio maestro de la Palabra de Dios expresó: «Cada vez que Satanás me recuerda mi pasado, yo le recuerdo su futuro».
El tentador
La Biblia también presenta a Satanás como el tentador. Por eso, cuando ya no pude soportarlo más, mandé a Timoteo a indagar acerca de su fe, no fuera que el tentador los hubiera inducido a hacer lo malo y que nuestro trabajo hubiera sido en vano (1 Ts. 3:5). El propósito de la tentación es seducir a la persona al pecado.
Para poder hacerlo, el diablo tiene que presentar el pecado como un deleite. No nos engañemos; el pecado bien puede tener sus partes deseables. Moisés prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado (He. 11:25). Sin embargo, Satanás nunca muestra las consecuencias del pecado. La Biblia, en cambio, claramente enseña: No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra (Gá. 6:7).
Sino que cada uno es tentado cuando es llevado y seducido por su propia pasión.
Santiago 1:14
A estas alturas, es propio preguntar si el diablo está directamente detrás de todas las tentaciones. La respuesta es un rotundo no. Como hemos indicado, el cristiano tiene tres enemigos, los tres igualmente peligrosos: el diablo, el mundo y la carne. En el jardín del Edén el ser humano no había pecado todavía, es decir que no sufría las tentaciones de la naturaleza pecaminosa (la carne), pero no obstante sí estuvo presente el tentador.
La Biblia indica que durante el milenio el diablo estará atado, totalmente fuera de circulación (Ap. 20:2). Sin la presencia del diablo, con Cristo reinando corporalmente y con la influencia del mundo disminuida, el milenio será un tiempo de paz y tranquilidad. Sin embargo, el ser humano todavía tendrá su naturaleza pecaminosa en estado latente.
Tan peligrosa y dañina es la carne (aun sin los otros dos enemigos, el mundo y Satanás) que al terminar los mil años de paz sobre la tierra el diablo, suelto otra vez, podrá reunir a gran número de rebeldes para la batalla final (Ap. 20:7–8). David Powlison bien dice: «La Biblia habla muchas veces acerca de nuestra responsabilidad sin mencionar al diablo, pero nunca habla del diablo sin mencionar nuestra responsabilidad».
Uno llega a una clara conclusión: aun sin el diablo, el ser humano luchará con la tentación. Santiago lo resume bien: Que nadie, al ser tentado, diga: «Es Dios quien me tienta.» Porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni tampoco tienta él a nadie. Todo lo contrario, cada uno es tentado cuando sus propios malos deseos lo arrastran y seducen (Stg. 1:13–14). Conviene citar las palabras de Carolyn Baker y Frank Macchia: «Aquellos que convierten toda tentación o prueba en una batalla directa con el diablo, necesitan mirarse en el espejo para descubrir quién es en realidad su peor enemigo».
Es preciso señalar que a pesar de la fuente de tentación, siempre existe la posibilidad de victoria para el creyente: Ustedes no han sufrido ninguna tentación que no sea común al género humano. Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, él les dará también una salida a fin de que puedan resistir (1 Co. 10:13; véase 2 P. 2:9).
En América Latina existe la creencia (que no encontraremos en ninguna declaración doctrinal ni libro de teología) de que las tentaciones de Satanás son irresistibles. Abundan frases como «Satanás se apoderó de mí y caí en pecado». La idea y actitud equivocada que resulta de tal argumento es: «Si puedo culpar al diablo, el pecado resultante no es responsabilidad mía». ¡No, mil veces no! Es factible que Satanás sea la fuente de la tentación pero no del pecado. ¡Siempre es posible resistir al diablo, siempre es posible vencer la tentación! Pero, como veremos más abajo, el diablo busca los momentos exactos para tentar a una persona, aprovechando el poder de la carne y la atracción del mundo.
Cuando salió a la luz el pecado secreto de uno de los más conocidos predicadores cuyos programas de televisión se difundían por todo el continente latinoamericano, muchos quedamos atónitos.
Los periodistas lo acusaron de engaño, y posiblemente miles de personas retrocedieron en su vida cristiana. Años más tarde, es interesante analizar cómo el mundo, la carne, y probablemente el diablo obraron en conjunto para tumbar a uno de los líderes del movimiento evangélico a nivel mundial.
El mundo, con su énfasis en todo lo externo, se identifica claramente en el campo de la televisión. Siempre tiene que ser más grandioso, más moderno, extenderse a más lugares, requerir más equipo, etc. Todo eso precisa más dinero, lo cual lleva a la tentación de emplear ciertos métodos no totalmente éticos para levantar el dinero necesario a fin de sostener el ministerio. Es una tentación real para todos los que tienen un ministerio público.
Rogelio Nonini cita un solo ejemplo de un ministerio que falsea los datos para conseguir recursos. «Mi hermana contestaba las cartas que recibían en un programa [de radio]... Un día leyó en una publicación en la cual promocionaban el programa, que se recibían miles de cartas de toda Latinoamérica solicitando consejos y felicitándolos por el programa.
La realidad era que sólo llegaban seis o siete cartas por mes. Cuando mi hermana les preguntó por qué publicaban esa mentira, le contestaron que si decían la verdad no les darían más dinero.»
Podemos advertir también el lugar de la carne. Desde su juventud el predicador a quien hicimos referencia había tenido una debilidad, un deseo no controlado por el Espíritu Santo: la pornografía. El mundo con la fama que ofrece, la carne con su debilidad, y el diablo aprovechándose de los dos, creó una situación peligrosa y explosiva.
Es notable que este predicador le echó la culpa al diablo, como si no hubiera sido su propia culpa. ¿Cuál hubiera sido la solución? ¿No entrar nunca en los medios masivos? No necesariamente. Él mismo comprobó la eficacia de los medios de comunicación con sus impactantes programas que fueron de bendición para miles en todo el continente.
El consejo práctico del pastor Eros Pasquini es muy apropiado para todo cristiano a fin de no doblegarse ante la presión del mundo y frente a la tentación sexual:
(a) Nunca subestime la importancia de la relación física con su esposa.
Tenga usted 20 años ó 50, recuerde que la Biblia nos dice textualmente: «Alégrate con la mujer de tu juventud» (Pr. 5:18 RV). En el siguiente versículo, el texto dice claramente «... sus caricias te satisfagan en todo tiempo, y en su amor recréate siempre». Me he encontrado con muchos colegas que creen en el engaño de Satanás de que es posible mantener una relación sana con Dios y no estar bien con su esposa.
(b) No trabaje hasta el punto de estar exhausto .
Si el fútbol fuese nuestra ilustración, seríamos el jugador que juega en todas las posiciones: de golero a centro-delantero. Hay cierto sentimiento de «imprescindibilidad» que nos mueve, quizá por causa del sentido de urgencia ministerial. Sea cual fuere el motivo, el cansancio físico nos deja emocionalmente carentes.
(c) Tenga sumo cuidado con el tipo de cosas que permite entrar en su mente . Lo que entra en su mente, va a acabar saliendo: ¿Cuántas horas por día usted pasa frente al televisor? ¿Y los videos, ya tan comunes en los hogares de casi toda América Latina? ¿Se deja atraer por literatura sexual explícita?
Debemos ser sinceros y reconocer que nuestro viejo hombre está pronto a «resucitar» al menor incentivo que haya. Trate de terminar su día con la Palabra, en oración. Comience su día con la Palabra, en oración. Es maravilloso el resultado que eso produce en nuestra mente: ella queda más alerta ante los peligros, el Espíritu de Dios consigue nuestra atención con mayor facilidad, y pasamos nuestros días en el verdadero regocijo del Señor. No olvide la advertencia de Proverbios 4:23: Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida (RV).
(d) Asuma una posición de compromiso con Dios.
Es increíble que Daniel haya tenido entre 14 y 16 años cuando «propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía» (Dn. 1:8 RV). Todos conocemos el ejemplo de vida que fue Daniel. En Esd. 7:10 leemos que Esdras había preparado su corazón para inquirir la ley de JEHOVÁ y para cumplirla, y para enseñar en Israel sus estatutos y decretos (RV). Fue otro ejemplo de un hombre íntegro.
(e) Asóciese a un grupo donde pueda «rendir cuentas» .
No nos gusta contar nuestras cosas íntimas, pero si cada uno de nosotros tuviera 2 ó 3 hermanos comprometidos con el Señor que quisieran incentivarse mutuamente, eso puede ser de ayuda inestimable para mantenerse puro. Mi consejo es reunirse periódicamente (semanal o quincenalmente). Adopten preguntas francas y honestas, como por ejemplo: ¿Has pasado tiempo en la Palabra y en oración? ¿Tuviste alguna actitud de codicia o de flirteo? ¿Estuviste expuesto a material sexualmente explícito, que no glorifica a Dios? ¿Te mantuviste irreprensible en asuntos financieros? ¿Permitiste que alguna circunstancia en tu vida te robara la alegría del Señor?
(f) No se contente con nada menos que una vida llena del Espíritu .
Cuanto más tiempo pasemos con el Señor, más habremos de querer agradarle. Y cuanto más tratemos y no lo logremos por nuestras propias fuerzas, más seremos incentivados –por Él mismo– a buscar el control completo del Espíritu Santo.
Si el predicador del ejemplo hubiera seguido esta disciplina bíblica desde el principio de su ministerio, el pecado de la codicia no se habría arraigado en su vida. Sin embargo, este hombre no estaba bajo la autoridad de nadie, y aun cuando la denominación intentó ayudarlo, no quiso sujetarse a esa disciplina. Quizá lo más triste son algunas de sus explicaciones de por qué no se sujetó a la disciplina prescrita por su grupo: «Dios me está usando». «Se suspendería un gran movimiento de Dios». «Dios me dijo que debo seguir adelante». Cuando hay mucho dinero, fama y poder de por medio existe la tentación de menospreciar los claros principios bíblicos.
Padre de mentiras
Después de estudiar todos los pasajes que tienen que ver con el diablo, llegué a la conclusión de que Satanás pasa gran parte de su tiempo fabricando engaños y mentiras. Él [diablo] fue un homicida desde el principio, y no se ha mantenido en la verdad porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, habla de su propia naturaleza, porque es mentiroso y el padre de la mentira (Jn. 8:44 BLA). Apocalipsis 12:9 explica que él engaña al mundo entero. Satanás será atado por mil años para que no engañe más a las naciones (Ap. 20:3); y al terminar los mil años como primera actividad saldrá para engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra (Ap. 20:8).
Quizá la manera principal de engañar a la gente sea con falsa doctrina y falsas religiones. El Espíritu dice claramente que, en los últimos tiempos, algunos abandonarán la fe para seguir a inspiraciones engañosas y doctrinas diabólicas (1 Ti. 4:1). Según el sociólogo Alberto Barrientos, los dos peligros más grandes para la creciente iglesia en América Latina son nominalismo y falsa doctrina. La falsa doctrina más peligrosa no es importada de Norteamérica sino nacida dentro de la iglesia evangélica latinoamericana.
El crecimiento de sectas falsas y doctrina falsa es asombroso. Pablo bien pudiera haber escrito desde el contexto de América Latina: Tales individuos son falsos apóstoles, obreros estafadores, que se disfrazan de apóstoles de Cristo. Y no es de extrañar, ya que Satanás mismo se disfraza de ángel de luz (2 Co. 11:13–14).
Es por ese motivo que Pedro insiste que estemos alerta (1 P. 5:8).
León rugiente
Es fascinante estudiar los hábitos de los leones en Africa. Los animales viejos con sus voces profundas rugen mientras las hembras jóvenes se esconden cerca de sus víctimas. Al potente rugido, los antílopes, ya atemorizados, empiezan a correr y son fácilmente atrapados por los leones escondidos en el forraje.
Un amigo mío preguntó a un africano qué debería hacer si llegara a enfrentarse a un león rugiente. Su respuesta bien puede ser de la Biblia: Mantenerse firme, mirarlo directamente a los ojos, no exhibir ningún temor. Generalmente, frente a una persona inconmovible, el león retrocederá por cuenta propia. Aun si el animal asalta, el consejo es mantenerse firme con el cuchillo preparado. Cuando el león ataca, brinca exponiendo sus partes más vulnerables y uno puede matarlo clavando el cuchillo en el estómago. Según este africano, lo peor, es huir porque así uno firma su propia orden de ejecución.
Es algo que está aconteciendo con mucha frecuencia en nuestras iglesias. El diablo ruge y nosotros corremos tras cada doctrina o viento que sopla, provocando confusión, desorden y divisiones. Frente al enemigo, el mandato de Pablo es mantenerse firmes (Ef. 6:14) con la espada del Espíritu preparada.
Mientras por un lado la Biblia nos instruye a mantenernos firmes (Ef. 6:14), muchos se asustan al contemplar un enfrentamiento con el león rugiente (1 P. 5:8). Podemos ver cómo los animistas y los budistas temen a los espíritus malos. Esta creencia ha entrado en muchas formas en la iglesia evangélica en América Latina.
Todo tipo de ritos que antes pertenecían sólo a los animistas ya forman parte de cultos evangélicos. Me refiero, por ejemplo, a echar el jugo o vino de la cena del Señor en los ríos para quitar maldiciones de generaciones pasadas o de ritos paganos; tirar desde avionetas pañuelos «ungidos» para correr los demonios de una ciudad; ungir teléfonos con aceite para sacar las maldiciones de las conversaciones de gente inconversa; ungir las ventanas de las casas a fin de que no entren las maldiciones (o los demonios); enseñar que los demonios emplean grafito escrito (inscripciones en paredes u otros lugares) en las paredes de una vecindad para controlar ese sector de la ciudad; advertir que los demonios entran en una casa donde hay objetos religiosos paganos. Todo esto es animismo, no cristianismo, y nos desvía de la batalla verdadera contra el león rugiente.
Otras designaciones
1. El ángel del abismo (Ap. 9:11) cuyo nombre en hebreo es Abadón y en griego es Apolión y significa «destructor».
2. Beelzebú, príncipe de los demonios (Mt. 10:25; 12:24; Mr. 3:22; Lc. 11:15, 18, 19). Príncipe de los demonios explica que Satanás encabeza un ejército de soldados malignos que cumplen sus deseos. Beelzebú es una transliteración de un nombre hebreo o arameo que quiere decir «señor de las moscas» o más probable «señor del cielo».
3. El maligno o El malo (RV) (Mt. 13:19, 38; 1 Jn. 5:18–19).
4. El enemigo (Mt. 13:39).
5. Asesino (Jn. 8:44). Es notable que en este versículo Satanás es llamado tanto mentiroso como asesino. En contraste Jesús es la verdad y la vida (Jn. 14:6).
6. Príncipe de este mundo. Príncipe de la potestad del aire. Dios de este mundo (Jn. 12:31; 14:30; 16:11; 2 Co. 4:4; Ef. 2:2 RV; 1 Jn. 4:4; 5:19). Jesús no niega que Satanás tenga poder sobre el mundo actual, pero indica que nosotros, los seguidores de Jesús, no somos de este mundo (Jn. 15:19; 17:14).
7. Belial (2 Co. 6:15 RV). Belial es un nombre derivado de un vocablo hebreo que significa maldad (1 S. 25:25). En el Antiguo Testamento fue una palabra aplicada a personas tan viles, tan depravadas y disolutas que no temían ni a Dios ni a los hombres (Dt. 13:13; Jue. 19:22; 1 S. 2:12). Es un nombre apropiado para Satanás.
8. Nuestro adversario (1 P. 5:8 RV).
9. El dragón (Ap. 12:3, 7, 9; 20:2). El dragón (un animal mitológico) poseía dos características que lo hacían eficaz en la lucha: un poder monstruoso y espantoso, y una excelente vista. Estas características hacen hincapié en dos designios de nuestro enemigo: atemorizarnos y buscar oportunidades (1 P. 5:8).
10. Satanás El nombre Satanás significa adversario, oponente de Dios y de su pueblo. (Algunos de los versículos que mencionan a Satanás son: 1 Cr. 21:1; Job 1–2; Zac. 3:1–2; Mt. 4:10; 12:26; 16:23; Lc. 10:18; 22:3; Hch. 5:3; 26:18; 1 Co. 5:5; 7:5; 2 Co. 2:11; 11:14; 12:7; 1 Ts. 2:18; 1 Ti. 1:20; 5:15; Ap. 12:9; 20:7.)
11. Serpiente (Gn. 3:1–4; 2 Co. 11:3; Ap. 12:9; 20:2). La serpiente ha sido y es todavía símbolo de la maldad. Los comentarios de Oswald Sandars nos ayudan a entender este aspecto de Satanás:
«Aquel a quien posteriormente se identificó como diablo apareció en primer lugar en las páginas de la Biblia con el siguiente nombre, en Génesis 3:1: “Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo.”
La palabra hebrea utilizada para serpiente, nachash, podría significar “sisear o brillar”, por lo que podría presentar a Satanás como “el resplandeciente, el brillante”. Esto podría explicar el hecho de que a Eva no le repugnase su aproximación. En el mundo de la antigüedad, así como en nuestro moderno y sofisticado mundo, se consideraba la serpiente como un objeto de culto. Fuera cual fuere la naturaleza de la criatura poseída por el diablo, era tan atractiva, y su aproximación tan natural, que no produjo ni temor ni sospecha en Eva; y así logró su caída de una manera más sencilla.»