Una gran sorpresa
La venida del Espíritu Santo
HECHOS 2.1-13
1 Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban
todos unánimes juntos. 2 Y de repente vino del cielo un estruendo
como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban
sentados; 3 y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego,
asentándose sobre cada uno de ellos. 4 Y fueron todos llenos del
Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les
daba que hablasen.
5 Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones
piadosos, de todas las naciones bajo el cielo.
6 Y hecho este estruendo, se juntó la multitud;
y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. 7 Y
estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos
que hablan? 8 ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en
nuestra lengua en la que hemos nacido? 9 Partos, medos, elamitas, y
los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en
Asia, 10 en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de Africa
más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, 11 cretenses
y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.
12 Y estaban todos atónitos y perplejos,
diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto? 13 Mas otros,
burlándose, decían: Están llenos de mosto.
Pentecostés y el
discurso de Pedro, 2:1-41
Según el relato, el acontecimiento que
se narra no tiene sentido más que cuando se lo sitúa en el contexto de
pensamiento de quienes lo viven. Está claro en lo que se refiere a las citas de
Joel (2:17–21), del Salmo 16 (2:25–28), del Salmo 110 (2:34, 35) y de Isaías
57:19 (2:39); pero también, de manera menos palpable, en la alusión a la fiesta
judía de Pentecostés (2:1) y a las tradiciones judías sobre el significado de
esa ocasión.
(1)
Pentecostés, 2:1–13 .
Puede ser útil precisar el significado de Pentecostés en
el primer siglo. Había tres grandes festivales judíos a los cuales todo varón
judío que viviera dentro de un radio de 30 km. de Jerusalén estaba obligado
legalmente a asistir: la Pascua, Pentecostés y la fiesta de los Tabernáculos.
El término griego pentekosté 4005
significa “cincuenta”. En el calendario judío designa la fiesta que se
celebraba cincuenta días después de la Pascua (otro nombre para Pentecostés era
Fiesta de las Semanas; se llamaba así porque eran cincuenta días, que equivale
a una semana de semanas). En su origen fue una fiesta agrícola para celebrar la
recolección de trigo, y en ella se ofrecían los primeros panes de la nueva
cosecha (ver Exo. 23:16). Pero, a principios del cautiverio en Babilonia, en el
siglo V. a. de J.C., cambió la celebración de un acontecimiento agrícola que
tenía lugar todos los años y pasó a ser la celebración de un acontecimiento
único y central, es decir, el pacto del Sinaí. Una tradición rabínica añadió al
significado de Pentecostés la conmemoración de la promulgación de la ley en
Sinaí. En el siglo III a. de J.C., parece ser que a esta fiesta de Pentecostés
correspondía la celebración de una renovación del pacto (2 Crón. 15:10–15). En
todo caso, parece cierto que en la época de Cristo esta fiesta conmemoraba la
entrega de la ley de Dios por medio de Moisés. La celebración de esta alianza
permitía renovarla.
En este acontecimiento se encuentra la misma relación
entre Pascua y Pentecostés que se ve en el pensamiento judío durante su
historia. Israel ha sido salvado de Egipto y del mar (Exo. 14–15; comp. 1 Cor.
10:1–4) para entrar en pacto con Dios en el Sinaí (Exo. 19). Debido a estos dos
eventos, Israel se sentía constituido como pueblo, por haber sido salvado de
las fuerzas de la destrucción y de la muerte y establecido en la existencia de
las naciones por medio del encuentro con Dios y su palabra. La salvación y el
establecimiento son elementos básicos en la creación del pueblo de Dios en el
AT. Israel contemplaba su liberación como el principio de su creación. En el
libro de Exodo el nacimiento de un pueblo coincide con su liberación de la
esclavitud de Egipto. Y luego la liberación de Babilonia fue contada en un
nuevo éxodo (o un éxodo renovado).
Es probable que el hecho de Pentecostés en Los Hechos
haya sido coloreado en su presentación literaria con el trasfondo de las
teofanías del Sinaí y quizá también con la confusión de lenguas en Babel. Eso
fue así a fin de hacer resaltar más claramente dos ideas fundamentales que
dirigirán la trama de todo el libro de Los Hechos, a saber: la presencia divina
en la iglesia, representada por el Espíritu Santo (2:1–4) y la universalidad de
esta iglesia, representada ya en germen en esa larga lista de pueblos
enumerados (2:5–11). El trasfondo del AT se dejaría traslucir sobre todo en las
expresiones que se encuentran en este pasaje. En el relato de la escena del
Sinaí el libro de Exodo dice: Todo el
pueblo percibía los truenos, los relámpagos, el sonido de la corneta y el monte
que humeaba. Al ver esto, ellos temblaron y se mantuvieron a distancia
(Exo. 20:18). Los rabinos decían que la voz de Dios, al promulgar la ley en el
Sinaí en medio de truenos y relámpagos (ruido y fuego), se dividió en 70
lenguas, número de pueblos que según la creencia judía existían entonces a raíz
de la dispersión de Babel, y resonó hasta comprender a todas las naciones. Es
sabido que los judíos pensaban, según Génesis 10, que había 70 naciones en el
mundo.
En este sentido, concluyen algunos que así como la ley
mosaica fue dada el día de Pentecostés, así la ley nueva, que consiste
primariamente en la gracia del Espíritu Santo y que ha de substituir la ley
antigua, debía ser proclamada en ese mismo día. Algunos comentaristas opinan
que el milagro de las lenguas (2:4) era como un dar la vuelta al influjo
destructivo de Babel, que separó a los pueblos por la diversidad de lenguas. A
la fiesta de Pentecostés acudía tal vez tanta o más gente que a la Pascua. Esto
explica la cantidad de países mencionados en este capítulo, porque nunca había
en Jerusalén una multitud más internacional que en ese momento.
Es posible que
Lucas, ahora escribiendo después de una reflexión sobre los primeros treinta años
de vida del movimiento cristiano primitivo (e inspirado por el Espíritu Santo),
comenzó con la fiesta de Pentecostés y de esta manera trató de hacer resaltar
algunas de las mismas ideas judías. Pero ya Lucas está interpretando la
revelación del AT a la luz de la revelación superior, la de la encarnación de
Dios en Jesucristo (Mat. 5:21–37; Hech. 6:8–14; 7:51–53; Heb. 1:1–4). ¿No dijo
Jesús: No penséis que he venido para
abrogar la Ley o los Profetas. No he venido para abrogar, sino para cumplir
(Mat. 5:17)? ¿Y no escribió Pablo: En
otras generaciones, no se dio a conocer este misterio a los hijos de los
hombres, como ha sido revelado ahora a sus santos apóstoles y profetas por el
Espíritu, a saber: que en Cristo Jesús los gentiles son coherederos, incorporados
en el mismo cuerpo y copartícipes de la promesa por medio del evangelio
(Ef. 3:5, 6)?
Pero haya o no trasfondo de narraciones del AT en su
presentación literaria, no hay motivo alguno para dudar la historicidad del
hecho. Vamos a ver cuales son las afirmaciones fundamentales de Lucas.
Importancia
de Pentecostés en la historia del pueblo de Dios .
Pentecostés como es narrado aquí por Lucas forma un escenario de enorme
trascendencia en la historia de la iglesia. A ello, como a algo extraordinario,
se refería Jesucristo cuando, poco antes de la ascensión, avisaba a los
discípulos de que no se ausentasen de Jerusalén hasta que llegara este día. Es
ahora precisamente cuando puede decirse que se renueva el pueblo de Dios y va a
comenzar la historia del establecimiento del movimiento cristiano. Pues es
ahora cuando el Espíritu Santo desciende visiblemente sobre él para darle la
vida y ponerlo en movimiento. Los discípulos, antes tímidos (Mat. 26:56; Juan
20:19), se transforman en valientes difusores de la doctrina de Cristo (2:14;
4:13, 19; 5:29). Para Lucas esta presencia de Dios en poder (Luc. 24:49) en la
comunidad cristiana es un momento crucial en la vida de la comunidad, porque
refleja su lugar de importancia entre los eventos más importantes en la historia
sagrada.
La
venida del Espíritu Santo en Pentecostés .
La afirmación fundamental del pasaje está en las palabras del v. 4: Todos fueron llenos del Espíritu Santo .
Todo lo demás, de que se habla antes o después, no son sino manifestaciones
exteriores para hacer visible esa gran verdad. A eso tiende el ruido como de un viento violento que se oye en toda la casa (v. 2). Era como un primer
toque de atención. A ese fenómeno acústico sigue otro fenómeno de naturaleza
física: unas llamitas en forma de lenguas
como de fuego que se reparten y van posándose sobre los reunidos (v. 3).
Los dos fenómenos pretenden lo mismo: llamar la atención de los reunidos de que
algo extraordinario está sucediendo. Y notamos que tanto el viento como el fuego eran los elementos que solían acompañar las manifestaciones
de Dios en el AT (Exo. 3:2; 24:17; 2 Sam. 5:24; Eze. 1:13) y por eso es que los
discípulos pensaron que se hallaban ante una epifanía, la prometida por Jesús
pocos días antes, al anunciarles que serían bautizados en el Espíritu Santo.
Esta venida del Espíritu Santo sobre la comunidad
cristiana en el día de Pentecostés es comparable con la venida del Espíritu
Santo sobre Jesús en su bautismo (Luc. 3:22). La guía divina en términos del
Espíritu Santo es un énfasis que ocurre una y otra vez en Los Hechos (2:4, 17,
33, 38; 4:8, 31; 5:3; 6:3, 5; 7:55 s.; 8:17, 29; 10:19; 11:12, 15 s.; 13:2, 4;
15:8, 28; 16:6; 19:2, 6; 20:23; 21:11; 28:25).
Esta presencia divina no se presenta siempre como la
intervención del Espíritu Santo. Por ejemplo, en la historia de Felipe y el
eunuco hay un intercambio entre Un ángel
del Señor (8:26) que envió a Felipe por el camino de Jerusalén a Gaza y el
Espíritu que dijo a Felipe: “Acércate y
júntate a ese carro” (8:29). Aparentemente fue el mismo Espíritu (el
Espíritu del Señor) que arrebató a Felipe
después del bautismo del eunuco (8:39). En la conversión de Pablo fue Jesús
quien habló directamente a Pablo (9:4, 5), y el Señor Jesús quien habló a
Ananías (9:10, 15, 17); se menciona sólo indirectamente al Espíritu Santo
(9:17).
La importancia mayor del Espíritu Santo (especialmente en
la primera mitad de Los Hechos) es comparable con el mismo énfasis en el
Evangelio de Lucas. En el Evangelio se muestra que Juan el Bautista había de
ser lleno del Espíritu Santo aun desde el
vientre de su madre (Luc. 1:15). El Espíritu Santo había de venir sobre
María y el poder del Altísimo la cubriría con su sombra (Luc. 1:35). Elisabet y
Zacarías fueron llenos del Espíritu Santo (Luc. 1:41, 67). El Espíritu estaba
sobre Simeón, quien vio en Jesús la salvación de Dios para todos los pueblos
(Luc. 2:51 s.). El Espíritu Santo vino con gran poder sobre los discípulos
quienes lo estaban esperando el día de Pentecostés, pero esto no se debe
entender como la primera venida del Espíritu Santo. Ni tampoco fue la primera
vez que los discípulos (como personas individuales) fueron llenos del Espíritu
Santo. El AT da testimonio a la actividad del Espíritu en toda la historia del
hombre; y en el NT la actividad del Espíritu se presenta como estando
relacionada con los eventos del AT en la vida y el ministerio de Jesucristo
(como se ve en los Evangelios). Dios nunca ha dejado al mundo que él creó sin
su presencia santa (el Espíritu Santo).
La gran liberación del poder en el día de Pentecostés en
ninguna manera debe ser minimizada, pero es evidente que ello no sobresalió tan
distintivamente durante el primer siglo como para algunos grupos cristianos de
hoy día. Este día no se menciona en ningún escrito de los existentes del primer
siglo fuera del cap. 2 de Los Hechos. Era el día de la resurrección y no el de
Pentecostés el que sobresalía. Sin la resurrección de Jesús no hubiera habido
un Pentecostés cristiano. Y además se encuentran en Los Hechos otros
acontecimientos comparables a aquello del Pentecostés. Cuando el evangelio
alcanzó a Cornelio (cap. 10) y algunos seguidores de Juan el Bautista (cap.
19), también había efusiones semejantes a aquella en Jerusalén. Estas etapas
mayores del progreso en la expansión del evangelio entre grupos nuevos fueron
autenticados por el Espíritu Santo con manifestaciones vigorosas.
Resumen
de los pensamientos sobre la importancia de Pentecostés . Básicamente el AT es la historia del llamamiento y la creación de Israel.
Hablando precisamente, Dios no llamó a Israel; llamó a personas para que
conformaran Israel. Una nación no tiene oídos y no puede ser llamada. Dios
habla a individuos; sus llamados son de persona a persona y no de central a
central. Llama a individuos para que lleguen a ser personas relacionadas con
otras personas en la comunidad.
Cuando Adán perdió el rumbo de su verdadero destino,
dándose a la falacia de la autosuficiencia, Dios se dio a la creación de un
pueblo verdadero para sí. El llamado de Abraham, Isaac y Jacob tenía en vista
la creación de un pueblo que fuera su posesión. Cuando el Israel nacional se
mostró como carnal, al buscar como Adán el ser suficiente en sí mismo, Dios se
volvió a la creación de un remanente. El mismo remanente se mostró como carente
de fijeza y finalmente llegó a la concreción de una persona, el verdadero Hijo
del Hombre, el verdadero siervo de Dios, Cristo Jesús. Pero, paradójicamente,
él vino como una persona individual y como un cuerpo. En él fue creado un nuevo
hombre (Ef. 2:15); el verdadero Israel de Dios (Gál. 6:16; Rom. 9:6), la
simiente de Abraham (Gál. 3:29); una raza elegida, real sacerdocio, nación
santa, pueblo adquirido por Dios (1 Ped. 2:9).
El propósito de Dios al crear en Israel a su pueblo,
expuesto a lo largo del AT, es una historia continuada en el NT. En Cristo,
Dios ha venido a llamar y crear a su pueblo. La comunidad de personas en Cristo
es Israel limpiado y constituido. La iglesia en el NT es una nueva creación,
pero en cierto sentido es el Israel reconstituido. Abraham, Isaac y Jacob se
sentarán junto con Pedro, Santiago y Juan, así como las gentes del oriente y
del occidente (Mat. 8:11). Este verdadero Israel es la iglesia, la ekklesía 1577 de Dios.
Llenos
del Espíritu Santo . Ya que el significado de lo que
quiere decir ser “lleno del Espíritu Santo” o “la plenitud del Espíritu Santo”
es un problema candente entre los cristianos interesados en la vida espiritual,
vamos a examinarlo un poco más a fondo. Vale la pena mencionar que no hay que
confundir la presencia del Espíritu Santo con las señales exteriores. La venida
del Espíritu fue acompañada por un sonido semejante al de un movimiento
violento de viento. Los exégetas tempranos reconocían que Lucas no estaba
describiendo el sonido del viento sino algo semejante a una ráfaga de un viento
poderoso. Ni tampoco dice Lucas que lenguas de fuego aparecieron a los
discípulos sino que les aparecieron lenguas como o similares al fuego. Estas
señas perceptibles y visibles fueron solamente un fenómeno pasajero; la
presencia y el poder del Espíritu Santo eran la realidad permanente e
importante.
La creencia en la presencia del Espíritu se basaba sobre
una experiencia. No era una mera doctrina que los discípulos buscaban
perpetuar; más bien era una experiencia personal que no podían dejar de
proclamar. Se encontraron a sí mismos conscientes de una Presencia, diciendo y
haciendo cosas que les ocurrían a ellos y a otros debido a un poder
irresistible que les mandó hacer o decir cosas que nunca habían contemplado previamente.
La frase “plenitud del Espíritu” es una forma de expresar
una verdad que, a través del NT, se expresa también de otras maneras.
Describimos el mismo fenómeno cuando hablamos de ser bautizados en o con el
Espíritu Santo, la venida del Espíritu Santo en o sobre alguien, la vida
cristiana victoriosa, el señorío de Cristo y el ser crucificado con Cristo y
resucitado con él. La frase que utilizamos para expresar la vida ideal depende
de nuestro punto de vista. Vista en su relación con el pecado, la tentación y
la preocupación, la vida cristiana es la vida cristiana victoriosa. Vista en su
relación con Cristo, es el señorío de Cristo. Vista en su relación con el
Espíritu Santo, es la plenitud del Espíritu. Un autor opina que el ser lleno
del Espíritu es o debe ser “la vida cristiana normal”.
En el día de Pentecostés todos los discípulos que estaban
presentes fueron llenos del Espíritu
Santo (v. 4). Pero esta misma expresión describe también a Juan el
Bautista, Elisabet, Zacarías, Esteban y Bernabé. Antes y después de
Pentecostés, el pueblo de Dios fue lleno del Espíritu Santo. Esta plenitud sí
era pentecostal, pero también prepentecostal y postpentecostal. En el NT se nos
dice específicamente cómo esta plenitud del Espíritu Santo afectaba las vidas y
el ministerio de aquellos que fueron así llenados.
Juan el Bautista fue lleno con el Espíritu Santo y
predicó. No predicó en sonidos extáticos consistiendo en pronunciaciones
ininteligibles, sino en lenguaje tan sencillo que todo el mundo podía entender.
Zacarías fue lleno del Espíritu Santo y
profetizó… (Luc. 1:67). Lucas nos presenta el contenido de su profecía. Era
proclamación inspirada, predicación inteligible. Zacarías no estuvo presente el
día de Pentecostés. Era un sacerdote judío que oficiaba en el templo judío. Fue
lleno con el Espíritu Santo antes de Pentecostés, antes del nacimiento de Jesús
y antes del nacimiento de Juan el Bautista. Fue lleno del Espíritu Santo y así
fue habilitado para adorar a Dios, vivir en santidad y rectitud y predicar las buenas
nuevas de redención. Esteban fue un hombre lleno…
del Espíritu Santo (Hech. 6:5). La primera cosa que aprendemos de Esteban
es que era uno de los siete escogidos para atender las necesidades materiales
de los pobres. Más tarde notamos que él predicó, no en expresiones
ininteligibles de lenguas extrañas, sino en palabras simples y comprensibles.
Bernabé es otro hombre de quien leemos que era
lleno del Espíritu Santo (Hech. 11:24). La primera cosa que conocemos de
Bernabé es que vendió un campo y entregó la cantidad total a la iglesia para el
bienestar de los pobres (Hech. 4:37). Esto es la espiritualidad verdadera. Esto
es un fruto de un hombre lleno del Espíritu. Ser lleno del Espíritu Santo no
significa que Bernabé era sin pecado o que era un hombre perfecto. El falló en
Antioquía, junto con Pedro, cuando se retraía de comer en la misma mesa con los
hermanos incircuncisos (Gál. 2:11–14). Ser lleno del Espíritu Santo no hizo a
Bernabé un hombre perfecto y sin pecado. Ni, que sepamos, habló en lenguas; pero
sí el Espíritu Santo lo hizo un hombre bueno en hecho y en palabra.
Ser lleno del Espíritu Santo no es un privilegio
restringido o exclusivo de unos cuantos favorecidos. No era una segunda
bendición, reservada para el Pentecostés o para algunos selectos en cualquier
época o para quienes se consideran pertenecientes a una genealogía pentecostal.
El ser llenos del Espíritu Santo no produjo una vida sin pecado. El ser llenos
del Espíritu Santo no produjo necesariamente lenguas ininteligibles y un
orgullo personal sobre una excelencia o superioridad espiritual asumida.
¿Cuáles, pues, son las señales verdaderas de la plenitud
del Espíritu Santo? Un estudio del libro de Los Hechos sugiere, por lo menos,
algunas de las siguientes indicaciones de que uno está lleno del Espíritu:
manifestar el carácter de Cristo, llevar una vida de testimonio, estar bajo la
dirección del Señor, ejercer eficientemente los dones del Espíritu,
espontaneidad en la vida y una conciencia de la presencia de lo divino. Los que
estaban llenos del Espíritu Santo se dieron a sí mismos en servicio humilde y
en sacrificio: el evangelio para los perdidos, comida para los hambrientos,
apoyo para los oprimidos (Luc. 4:18, 19).
Hablar
en lenguas . El hablar en lenguas es un asunto mencionado en el NT
solamente en el libro de Los Hechos y 1 Corintios. En cuanto a Marcos 16:17, no
se encuentra en los manuscritos más viejos y dignos de confianza y se cree que
fue añadido más tarde durante la transmisión del texto. Leemos distintas lenguas y lenguas en Hechos 2:4; 10:46 y 19:6. Los caps. 12–14 de 1 Corintios
tratan principalmente con una forma de lenguas en Corinto que no es semejante
al fenómeno en Pentecostés (Hech. 2). No hay un término griego en el NT para
lenguas desconocidas.
Lucas nos informa de un acontecimiento asombroso en
Jerusalén durante la fiesta de Pentecostés después de la muerte y resurrección
de Jesús. No sabemos realmente qué sucedió en Pentecostés. Lo cierto es que los
discípulos tuvieron la experiencia de que el poder del Espíritu Santo inundaba
sus vidas como nunca antes. Debemos recordar que Lucas no fue testigo ocular de
esta parte de Hechos y que probablemente estaba transmitiendo una historia que
había escuchado en su investigación (Luc. 1:1–4). Si fuera que Lucas empleara
fuentes extrabíblicas o no, el cap. 2 pertenece a Los Hechos como nos ha
llegado y es apropiado procurar comprenderlo como está en el texto. En Hechos 2
el don de lenguas se ve como un milagro de cierta clase, fuera del hablar, o
del oír o de ambos. En Jerusalén estaban reunidos peregrinos judíos, habiendo
llegado de muchos países con sus diferentes fondos lingüísticos. Lo que los
asombró era que cada uno podía entender en el lenguaje o dialecto de su
nacimiento (v. 8). Lucas da énfasis al hecho del entendimiento sin explicar
cómo fue posible. Explicarlo sobre bases de acuerdo con la historia natural,
por ejemplo, que se hablaban varios lenguajes conocidos (como si no fuera un
milagro), no parece ser el propósito de Lucas. La sorpresa de la gente no
ocurrió porque encontró en uso varios lenguajes, en vista que era una
experiencia común en aquel entonces como hoy en día en el Medio Oriente. Lucas
indica que era el don del Espíritu Santo y no la competencia lingüística de la
gente la que hizo posible la comprensión en esta ocasión.
Lucas intenta presentar un milagro. Era el Espíritu Santo
quien, al comenzar ellos a hablar en
distintas lenguas… les daba que hablasen (v. 4). Pedro rechazó la acusación
infundada de embriaguez e identificó la experiencia como el cumplimiento de la
promesa que se encuentra en el profeta Joel, quien predijo la efusión del
Espíritu en los últimos días, llevada a cabo por profecía, que quiere decir
predicación inspirada (2:15 ss.). Pedro interpretó esto en términos de la predicación
inspirada y evangelística que fue diseñada para que todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo (vv. 17–21).
Esto no implica lo que algunos carismáticos han concluido: un éxtasis en masa
de parte de los discípulos que incluye erupciones de hablar en lenguas.
El énfasis real de Lucas en Hechos 2 es sobre el don del
Espíritu Santo, y sólo secundariamente sobre las lenguas. Los fenómenos del
ruido como de viento violento, las lenguas como de fuego y el hablar en
lenguas, pretenden lo mismo: llamar la atención de los reunidos a que algo
extraordinario está sucediendo. Su finalidad era servir de consuelo a los
fieles al verse así favorecidos con la presencia del Espíritu Santo, y al mismo
tiempo llamar la atención y provocar el asombro de los infieles, disponiéndoles
a la conversión (8:18, 19; 1 Cor. 14:22). Lo que sí emerge con fuerza es que el
énfasis de Lucas es sobre el Espíritu Santo, y no primariamente en el medio que
fue dado en ese momento. Las lenguas, en el patrón y sentido de Pentecostés,
cesaron; el Espíritu permanece.
Solamente dos veces fuera del cap. 2 se mencionan las
lenguas en el libro de Los Hechos: en Cesarea (10:46) y en Efeso (19:6). En
cada caso el enfoque principal es sobre el Espíritu Santo: el don de lenguas
representa sólo una manifestación de la presencia del Espíritu. Puede ser
importante que cada una de las tres citas del don de lenguas cae en una ligazón
importante en el progreso del evangelio: (1) De los judíos de Jerusalén en
Pentecostés (cap. 2) a (2) la casa de Cornelio en Cesarea (cap. 10) y (3) a los
seguidores de Juan el Bautista (cap. 19) quienes debieran haber seguido a
Jesucristo. No hay certidumbre tocante a la naturaleza precisa de las lenguas
en Cesarea y Efeso, si fueron semejantes a las lenguas comprensibles en
Pentecostés o fueron como las lenguas ininteligibles en Corinto. Aparentemente
no hubo una barrera lingüística en Cesarea y Efeso como fue el caso en
Jerusalén, y por eso no había necesidad de un milagro de comunicación como en
Jerusalén. Esto favorece un paralelo con Corinto más bien que con Jerusalén,
pero no es demostrable. Lucas dice que los de Cesarea les oían hablar en lenguas y glorificar a Dios (10:46), y los de
Efeso hablaban en lenguas y profetizaban
(19:6). Por lo menos glorificar a Dios
parece implicar hablar en forma inteligible; y en 1 Corintios profecía se
distingue de lenguas; esto siendo ininteligible y aquello inteligible. El
fenómeno en Cesarea y Efeso podía corresponder al de Corinto y representar un
punto medio entre las lenguas de Jerusalén y las de Corinto. Lo que sí es claro
es la distinción aguda entre las lenguas en Pentecostés y en Corinto.
Aparte de Hechos, el fenómeno de las lenguas se conoce en
el NT sólo en 1 Corintios 12–14. Si las lenguas representan el don supremo del
Espíritu, como opinan algunos carismáticos, parece extraño que Jesús mismo, el
portador del Espíritu, no utilizaba este don. Al contrario, Jesús despreciaba
las vanas repeticiones y la palabrería como algo pagano y no apropiado para la
oración del pueblo de Dios (Mat. 6:7). Algunas veces se guardaba silencio (Mat.
27:14; Mar. 15:4 s.; Luc. 23:9; Juan 19:9 s.), pero nunca se declaraba en
sonidos extáticos e ininteligibles. El se
conmovió en espíritu y se turbó (Juan 11:33), pero esto no es lenguas. Fue
una expresión inarticulada de profunda emoción, una experiencia humana
universal bajo presión. Cuando Jesús hablaba era en el lenguaje de la gente que
estaba frente a él, directo, sencillo y profundo en significado como se nota en
las bienaventuranzas y las parábolas.
Es notable que de todas las cartas de Pablo, solamente en
1 Corintios se encuentra algún rastro de las lenguas. Pablo hablaba mucho del
Espíritu Santo y poco de las lenguas. En Romanos, por ejemplo, se encuentra
mucha atención en cuanto al Espíritu Santo (Rom. 5:5; 7:6; 8:2, 6–14, 26, 27;
14:17), pero Pablo nunca menciona las lenguas. Gálatas nos presenta
instrucciones para aquellos que son espirituales (Gál. 6:1) y describe el fruto
del Espíritu (Gál. 5:22), pero no dice nada de las lenguas.
En 1 Corintios 12–14 el hablar en lenguas se trata como
un problema y no como una señal de excelencia. Pablo no escribió para animar a
la iglesia a que pusiera más énfasis en las lenguas, sino para alcanzar el
control del problema (1 Cor. 14:27). Pablo no anima el hablar en lenguas, sino
que avisa contra varios peligros relacionados con las lenguas y establece
varios controles para que la práctica no pudiera exagerarse demasiado. Se
abstuvo de abolir la experiencia de hablar en lenguas, pero la clasificó como
el menor de los dones del Espíritu y predijo: … cesarán las lenguas (1 Cor. 13:8).
Pablo contempló las lenguas como una amenaza triple para
el movimiento cristiano: (1) A la fraternidad de la iglesia; (2) a las personas
que hablaban en lenguas; (3) a la influencia de la iglesia en el mundo. En 1
Corintios 12 se describe a la iglesia como el cuerpo de Cristo, haciendo
hincapié en la diversidad de dones espirituales y en la provisión del Espíritu
para ambos, la unidad y la variedad en la iglesia. Sin embargo, una lectura
rápida de 1 Corintios expone la amplitud del problema en Corinto. Había orgullo
espiritual, celos y rivalidad sobre los dones espirituales. El cap. 14 indica
que mucho del problema se debió al hablar en lenguas.
El cap. 13 de 1 Corintios, el gran capítulo del amor, fue
compuesto precisamente para confrontar el problema de las lenguas. El amor es
el camino más excelente (1 Cor. 12:31); y sin amor, hablar en lenguas de hombres y de ángeles es nada
más que un sonido vacío (1 Cor. 13:1). El amor es el camino excelente y supremo
de Dios. Al contrario, cesarán las
lenguas (1 Cor. 13:8). El amor de Dios es la carretera sin fin; las lenguas
son un callejón sin salida. Algunos dones, como el de conocimiento, cederán a
algo más maduro, como el habla de un niño cede al habla de un hombre, o como la
reflexión en un espejo cede a un encuentro cara a cara; pero no hay tal promesa
en cuanto a las lenguas. Simplemente cesan.
El cap. 14 aclara las limitaciones para lo bueno del
hablar en lenguas y también su potencial hacia el abuso y el daño. A lo mejor,
uno que hable en lenguas habla a Dios pero no a los hombres, porque nadie le entiende (1 Cor. 14:2). Se
compara las lenguas con la profecía, que es el hablar inspirado que edifica,
exhorta y consuela (14:3). Las lenguas son concentradas en sí mismas, el que
habla está interesado en su propio bien; al contrario, la profecía se usa para
la edificación de la iglesia (14:4). El énfasis principal de Pablo en 14:1–19 y
en cualquiera otra parte es que el cristiano debe buscar el don de profecía
antes que el don de lenguas. El sonido extático e ininteligible con su egoísmo
es un pobre substituto para la preocupación de amor en hablar en palabras que
fortalezcan y unifiquen a la iglesia.
Otro peligro que encontramos en el uso de las lenguas es
el testimonio de la iglesia para los que están fuera de ella. Para ellos el
hablar en lenguas es locura (1 Cor. 14:23). Son sin sentido para los visitantes
no acostumbrados a tal actividad (14:16), y alejan a los forasteros. A lo
mejor, las lenguas representan un misterio para ellos (14:22); o lo peor, se
persuaden a sí mismos que la iglesia crea locura (14:23).
Entonces podemos concluir que Pablo nos da tres razones
para la superioridad de la profecía (quiere decir predicación inspirada) sobre
el hablar en lenguas: (1) La predicación es superior porque edifica a la
iglesia; (2) la predicación es superior porque puede ser entendida por todo el
mundo; (3) la predicación es superior porque puede ser usada por el Espíritu Santo
para ganar a la gente perdida para Jesucristo.
ARMANDO
UN BOSQUEJO PARA PREDICAR
Una sorpresa bienvenida
Hechos 2:1–3
Introducción : Todos hemos tenido la experiencia del anuncio de la
visita de un familiar o de una persona importante. Los días previos a la visita
arreglamos la casa, los muebles y vigilamos que todo esté en orden. Pensamos en
las cosas que esperamos decir o en las actividades que desarrollaremos con esa
persona. Así fue con los discípulos. En obediencia y oración estaban esperando
la llegada del Espíritu Santo.
I. El tiempo de la venida
1. El significado
de Pentecostés
2. El significado
de tener a todos reunidos
II. Las expresiones sobrenaturales
1. El estruendo del
cielo
2. Las lenguas como
de fuego
3. Los idiomas
distintos
III. Las reacciones de los presentes
1. Atónitos y
perplejos: ¿Qué quiere decir esto?
2. Escépticos: Están llenos de vino
nuevo
Conclusión : Después que hemos tenido
la visita de una persona importante, siempre reflexionamos sobre lo que se hizo
y lo que se dijo, y consideramos los cambios que resultan de esa visita. ¿Ha
venido el Espíritu Santo a su vida?