domingo, 15 de febrero de 2015

Es mejor hoy humillar nuestro corazón y mas bien darle lugar al Espíritu Santo que nos trate como el quiere

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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La trampa de Satanás

Hay una trampa muy deceptiva que el enemigo ha creado para alejarnos de la voluntad de Dios: la ofensa.
Al viajar por razones de ministerio a lo largo y a lo ancho de los Estados Unidos, he podido observar una de las más mortales y engañosas trampas del enemigo. Es una trampa que atrapa a innumerable cantidad de cristianos, corta las relaciones y abre aún más las brechas que existen entre nosotros. Es la trampa de la ofensa.
Muchas personas no logran cumplir en forma efectiva su llamado debido a las heridas y los dolores que las ofensas han causado en sus vidas. Ese obstáculo los incapacita para funcionar en la plenitud de su potencial. La mayoría de las veces es otro creyente quien los ha ofendido, y esto hace que la persona que sufre la ofensa la viva como una traición. En el Salmo 55:12-14, David se lamenta:"Porque no me afrentó un enemigo, lo cual habría soportado; ni se alzó contra mí el que me aborrecía, porque me hubiera ocultado de él; sino tú, hombre, al parecer íntimo mío, mi guía, y mi familiar; que juntos comunicábamos dulcemente los secretos, y andábamos en amistad en la casa de Dios".
Estas son las personas con las que nos sentamos y con quienes cantamos, o quizá sea el que está predicando desde el púlpito. Pasamos nuestras vacaciones juntos, asistimos a las mismas reuniones sociales, y compartimos la misma oficina. O quizá sea algo aún más cercano. Crecemos con ellos, les confiamos nuestros secretos, dormimos con ellos. Cuanto más estrecha es la relación, más grave será la ofensa. El odio más intenso se encuentra entre las personas que alguna vez estuvieron unidas.
Los abogados pueden hablar de los peores casos que han manejado, y en su mayoría son los juicios de divorcio. Los medios nos informan continuamente sobre asesinatos cometidos por personas de una misma familia que han llegado a la desesperación. El hogar, que supuestamente debe ser un refugio para protección, provisión y crecimiento, donde aprendamos a dar y recibir amor, muchas veces es la raíz misma de nuestro dolor. La historia nos demuestra que las guerras más sangrientas son las guerras civiles. Hermano contra hermano. Hijo contra padre. Padre contra hijo.
Las posibilidades de ofensas son tan infinitas como la lista de relaciones existente, sean éstas sencillas o complejas. Esta antigua verdad aún es válida: sólo las personas a quienes amamos pueden herirnos. Siempre esperamos más de ellos, más grandes son las expectativas, más profunda es la caída.
En nuestra sociedad reina el egoísmo. Hombres y mujeres buscan hoy sólo lo que ellos desean, desatendiendo e hiriendo así a quienes los rodean. Esto no debe sorprendernos. La Biblia dice claramente que en los últimos días los hombres serán "amadores de sí mismos" (2 Timoteo 3:2). Es de esperar que así sean los no creyentes, pero Pablo aquí no está refiriéndose a quienes están fuera de la iglesia sino a quienes forman parte de ella. Muchos están heridos, lastimados, amargados. ¡Están ofendidos! Pero no comprenden que han caído en la trampa de Satanás.
¿Es nuestra la culpa? Jesús dijo muy claramente que es imposible vivir en este mundo sin que exista la posibilidad de ser ofendidos. Pero la mayoría de los creyentes se sienten conmocionados, asombrados y atónitos cuando esto sucede. Creemos que somos los únicos a quienes les ha sucedido. Esta actitud nos hace vulnerables a que crezca en nosotros una raíz de amargura. Por lo tanto, debemos estar preparados y armados para enfrentar las ofensas, porque la forma en que respondamos a ellas determinará cómo será nuestro futuro.

La trampa del engaño
La palabra griega que se utiliza en el texto de Lucas 7:1 para aludir al tropiezo (ofensa) se deriva de la palabra skandalizo. Esta palabra se refería, originalmente, a la parte de la trampa en la que se colocaba la carnada. De allí que la palabra signifique algo así como colocar una trampa en el camino de una persona. En el Nuevo Testamento muchas veces se la utiliza para referirse a una trampa colocada por el enemigo. La ofensa es una herramienta del diablo para llevar cautivas a las personas. Pablo instruía al joven Timoteo, diciéndole: Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a la voluntad de él (2 Timoteo 2:24-26, itálicas agregadas).
Aquellos que luchan o se oponen caen en una trampa y son hechos prisioneros de la voluntad del diablo. Lo más alarmante es que no son conscientes de su estado. Como el hijo pródigo, deben volver en sí mismos y despertar para poder comprender cuál es su verdadera situación. No comprenden que están vertiendo agua amarga en un lugar de agua pura. Cuando una persona es engañada, cree que tiene la razón, aunque no sea así.
No importa cuál sea la situación, podemos dividir a todas la personas ofendidas en dos grandes categorías: 1) quienes han sido tratados injustamente, y 2) quienes creen que han sido tratados injustamente. Los que corresponden a esta segunda categoría creen con todo su corazón que han sido tratados en forma injusta. Muchas veces han sacado sus conclusiones basándose en una información inexacta. O su información es exacta, pero la conclusión está distorsionada. Sea cual sea el caso, están heridos, y su entendimiento está oscurecido. Juzgan basándose en presunciones, apariencias, y comentarios de terceros.

El verdadero estado del corazón
Una forma en que el enemigo mantiene a la persona atada a su estado es guardando la ofensa escondida, cubierta por el manto del orgullo. El orgullo impide que uno admita cuál es la verdadera situación.
Cierta vez, dos ministros hicieron algo que me hirió mucho. La gente me decía: "No puedo creer que te hayan hecho esto. ¿No te lastima lo que hicieron?"
Y yo respondía rápidamente: "No, estoy bien. No me causa dolor". Yo sabía que no era correcto sentirme ofendido, por lo cual negaba mi estado y lo reprimía. Me convencía a mí mismo de que no estaba ofendido, pero en realidad sí lo estaba. El orgullo cubría lo que verdaderamente sentía en mi corazón.
El orgullo impide que enfrentemos la verdad. Distorsiona nuestra visión. Cuando creemos que todo está bien, no cambiamos nada. El orgullo endurece el corazón y oscurece la visión de nuestro entendimiento. Nos impide ese cambio de corazón, el arrepentimiento, que nos puede hacer libres (ver 2 Timoteo 2:24-26).
El orgullo hace que nos consideremos víctimas. Nuestra actitud, entonces, se expresa así: "He sido maltratado y juzgado injustamente; por lo tanto, mi comportamiento está justificado". Creemos que somos inocentes y hemos sido acusados falsamente, y por consiguiente, no perdonamos. Aunque el verdadero estado de nuestro corazón esté oculto para nosotros, no lo está para Dios. El hecho de que hayamos sido maltratados no nos da permiso para aferrarnos a la ofensa. ¡Dos actitudes equivocadas no son iguales a una correcta!

La cura
En el libro del Apocalipsis, Jesús se dirige a la iglesia de Laodicea diciéndole, en primer lugar, que ella misma se considera rica, poderosa, como si no necesitara nada; pero luego deja al descubierto cuál es su verdadera situación: un pueblo "desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo" (Apocalipsis 3:4-20). Habían confundido su riqueza material con fortaleza espiritual. El orgullo les ocultaba su verdadero estado.
Hoy en día hay muchas personas así. No ven cuál es el verdadero estado de su corazón, de la misma manera que yo no podía ver el resentimiento que sentía hacia esos ministros. Me había convencido a mí mismo de que no estaba herido. Jesús le dijo a los de Laodicea cómo salir de ese engaño: comprar oro de Dios y ver cuál era su verdadera situación.

Comprar oro de Dios
La primera instrucción que les dio Jesús para ser libres del engaño fue: "...yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego" (Apocalipsis 3:18).
El oro refinado es suave y maleable, está libre de corrosión y de otras sustancias. Cuando el oro está mezclado con otros metales (cobre, hierro, níquel, etc.). se vuelve duro, menos maleable, y más corrosivo. Esta mezcla se llama "aleación". Cuanto mayor es el porcentaje de metales extraños, más duro es el oro. Por el contrario, cuanto menor es el porcentaje de aleación, más suave y maleable es el oro.
Inmediatamente vemos el paralelo: un corazón puro es como el oro puro (suave, maleable, manejable). Hebreos 3:13 dice que los corazones son endurecidos por el engaño del pecado. Si no perdonamos una ofensa, ésta producirá más fruto de pecado, como amargura, ira y resentimiento. Estas sustancias agregadas endurecen nuestros corazones de la misma manera que una aleación endurece el oro. Ello reduce o quita por completo la ternura, produciendo una pérdida de la sensibilidad. Nuestra capacidad de escuchar la voz Dios se ve obstruida. Nuestra agudeza visual espiritual disminuye. Es un escenario perfecto para el engaño.
El primer paso para refinar el oro es molerlo hasta hacerlo polvo y mezclarlo con una sustancia llamada fundente. Luego, la mezcla se coloca en un horno donde se derrite a fuego intenso. Las aleaciones e impurezas son captadas por el fundente y suben a la superficie. El oro, más pesado, permanece en el fondo. Entonces se quitan las impurezas, o escorias (es decir, el cobre, hierro o zinc, combinado con el fundente) con lo cual el metal precioso queda puro. Observemos lo que dice Dios: "He aquí te he purificado, y no como a plata; te he escogido en horno de aflicción" (Isaías 48:10). También dijo: "En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo,..." (I Pedro 1:6,7).
Dios nos refina con aflicciones, pruebas y tribulaciones, cuyo calor aparta impurezas tales como la falta de perdón, la contienda, la amargura, el enojo, la envidia, y otras similares, del carácter de Dios en nuestras vidas.
El pecado se esconde fácilmente cuando no está al calor de las pruebas y las aflicciones. En tiempos de prosperidad y éxito, aun un hombre malvado parece amable y generoso. Pero bajo el fuego de las pruebas, las impurezas salen a la superficie.
Hubo un tiempo en mi vida en que pasé por pruebas intensas, como nunca antes había enfrentado. Me volví rudo y cortante con las personas que más cerca de mí estaban. Mi familia y mis amigos comenzaron a evitarme.
Entonces clamé a Dios: "¿De dónde sale toda esta ira? ¡No estaba aquí antes!"
El Señor me respondió: "Hijo, es cuando el oro se derrite que brotan las impurezas". Entonces me formuló una pregunta que cambió mi vida. "¿Puedes ver las impurezas en el oro antes de que sea puesto al fuego?" "No", respondí. "Pero eso no significa que no estén allí", dijo él. "Cuando te tocó el fuego de las pruebas, estas impurezas salieron a la superficie. Aunque estaban ocultas para ti, siempre fueron visibles para mí. Ahora tienes que tomar una decisión que afectará tu futuro. Puedes continuar enfadado, culpando a tu esposa, tus amigos, tu pastor y todas las personas con las que trabajas, o puedes reconocer la escoria de este pecado como lo que es y arrepentirte, recibir el perdón y tomar mi cucharón para quitar todas esas impurezas de tu vida".

Ver cuál es nuestro verdadero estado
Jesús dijo que nuestra capacidad para ver correctamente es otro elemento clave para ser liberados del engaño. Muchas veces, cuando nos ofenden, nos vemos como víctimas y culpamos a los que nos han herido. Justificamos nuestra ira, nuestra falta de perdón, el enojo, la envidia y el resentimiento que surgen. Algunas veces hasta nos resentimos con quienes nos recuerdan a otras personas que nos han herido. Por esta razón, Jesús aconsejó a la iglesia: "unge tus ojos con colirio, para que veas" (Apocalipsis 3:18). ¿Ver qué? ¡Ver cuál es nuestro verdadero estado! Esa es la única forma en que podemos ser celosos y arrepentirnos, como Jesús ordena a continuación. Nos arrepentimos sólo cuando dejamos de culpar a los demás.
Cuando culpamos a los demás defendemos nuestra posición, estamos ciegos. Luchamos por quitar la paja del ojo de nuestro hermano mientras tenemos una viga en nuestro ojo. La revelación de la verdad es la que nos trae libertad. Cuando el Espíritu de Dios nos muestra nuestro pecado, siempre lo hace en una forma que parece separada de nosotros. De esta manera nos trae convicción, no condenación.
Mi oración es que la Palabra de Dios alumbre los ojos de su entendimiento para que pueda ver cuál es su verdadero estado y sea libre de cualquier ofensa que esté guardando en su interior. No deje que el orgullo le impida ver y arrepentirse. *

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Estamos en un mundo donde se libran batallas y Satanás pone trampas por todos lados para que nosotros no avancemos a lo que esta por delante y nos retrocedamos en prepararnos para el encuentro con nuestro Amado Señor pero ahora vamos identificar las siete trampas de Satanás para que estemos apercibidos de ellas y no caer en sus artimañas Esta carta trata de la apostasía de todo tiempo. 

"También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. 2Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, 3sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, 4traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, 5 que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita." (2 Timoteo 3:1-5). 

Los fieles han sido: 
1. Llamados. 
2. Santificados. 
3. Conservados. (v. 1). 

No obstante en Proverbios 24:16, leemos de siete caídas del creyente. 

I. ORGULLO
"...Es el que se admira, se felicita, se congratula de estar en pie..." (1 Corintios 10:12)
De no contarse con los que tienen miedo de contaminarse.
Confía en sus propias fuerzas, en su ciencia. (1 Corintios 8:1).
Hay peligros imprevistos: Pablo (2 Corintios 12:10); Pedro (Mat. 26:33-35). 

II. HINCHAZÓN (ENVANECIDO)
"...No un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo..." (1 Timoteo 3:6).
El árbol debe crecer en dos direcciones: hacia arriba y hacia abajo. (Marcos 4:16, 17).
Es necesario unir a la conversión el conocimiento práctico. 

III. MAL TESTIMONIO
"...También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo..." (1 Timoteo 3:7).
El Diablo de continuo se asoma a las ventanas de la casa. Trata de enterarse de las faltas del pastor o de otros. 

IV. AMOR AL DINERO
"...Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición..." (1Timoteo 6:9).
No todo lo puede: Se pueden comprar medicamentos pero no la salud.
Se puede comprar comida, pero no apetito; esclavos, pero no amigos.
El dinero en sí no es malo, pero es el amor al dinero el que es malo.
Caerán porque tales riquezas son falsas. (Mateo 6:19-21). 
No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; 
20 sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. 
21 Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. 

V. DESOBEDIENCIA
"...Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia..." (Hebreos 4:11).
En el señor tenemos descanso, salvación libertad y sanidad, èl es nuestro descanso El descanso es ofrecido por fe, podemos entrar inmediatamente.¿Por qué demoramos? ¿Por qué dar este triste ejemplo? Somos como Israel en el desierto, dando vueltas sin provecho. 

VI. FALTA DE PALABRA
"..Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación..." (Santiago 5:12).
Los que siempre se quejan de otros y de su propia suerte.
Caen en la repugnante costumbre de llamar a Dios por testigo.
Jurar no era malo, pero su frecuencia y abuso hizo que lo fuera.
"...Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos. 34Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; 35ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. 36Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello. 37Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede..." (Mateo 5:33-37). 

VII. FALTA DE AMOR
"...Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor..." (Apocalipsis 2:4)
Es el amor de los esponsales (2 Corintios 11:2, 3). Desleales a Jesús.
Las cualidades de este amor son dos: Pureza y Simplicidad.
Tenemos un Dios capaz de guardarnos. (v. 24; Filipenses 1:6; Hechos 20:32). 

Conclusión:
Debemos estar atento a no caer en estas trampas, del diablo para estas cosas te pueden hacer caer de la gracias de Dios y llevarte por el valle de la desesperación es mejor hoy humillar nuestro corazón y mas bien darle lugar al Espíritu Santo que nos trate como el quiere y decirle toma el control de mi vida te la entrego y ayúdame a luchar contra los ataques del enemigo
  • Se siente siempre obligado a compartir su versión de las cosas?
  • Lucha contra pensamientos de sospecha y desconfianza?
  • Está constantemente repasando heridas y ofensas del pasado?
  • Ha perdido la esperanza a causa de lo que alguien le hizo?
La trampa de Satanás pone al descubierto una de las trampas más deceptivas que el enemigo ha creado para alejarnos de la voluntad de Dios, la ofensa. Cristo dijo: "Imposible es que no vengan tropiezos" (Lucas 17:1). Aun así, la mayoría de las personas que están atrapadas por la trampa de Satanás no lo reconocen. (No se engañe a sí mismo! Sí se enfrentará a las ofensas, y depende de usted como va a permitir que eso afecte su relación con Dios. Su reacción determinará su futuro. No espere más, usted puede ser liberado de la trampa de Satanás, permanecer libre de las ofensas y escapar de la mentalidad de víctima.
Hay una trampa muy deceptiva que el enemigo ha creado para alejarnos de la voluntad de Dios: la ofensa.
Al viajar por razones de ministerio a lo largo y a lo ancho de los Estados Unidos, he podido observar una de las más mortales y engañosas trampas del enemigo. Es una trampa que atrapa a innumerable cantidad de cristianos, corta las relaciones y abre aún más las brechas que existen entre nosotros. Es la trampa de la ofensa.
Muchas personas no logran cumplir en forma efectiva su llamado debido a las heridas y los dolores que las ofensas han causado en sus vidas. Ese obstáculo los incapacita para funcionar en la plenitud de su potencial. La mayoría de las veces es otro creyente quien los ha ofendido, y esto hace que la persona que sufre la ofensa la viva como una traición. En el Salmo 55:12-14, David se lamenta:"Porque no me afrentó un enemigo, lo cual habría soportado; ni se alzó contra mí el que me aborrecía, porque me hubiera ocultado de él; sino tú, hombre, al parecer íntimo mío, mi guía, y mi familiar; que juntos comunicábamos dulcemente los secretos, y andábamos en amistad en la casa de Dios".
Estas son las personas con las que nos sentamos y con quienes cantamos, o quizá sea el que está predicando desde el púlpito. Pasamos nuestras vacaciones juntos, asistimos a las mismas reuniones sociales, y compartimos la misma oficina. O quizá sea algo aún más cercano. Crecemos con ellos, les confiamos nuestros secretos, dormimos con ellos. Cuanto más estrecha es la relación, más grave será la ofensa. El odio más intenso se encuentra entre las personas que alguna vez estuvieron unidas.
Los abogados pueden hablar de los peores casos que han manejado, y en su mayoría son los juicios de divorcio. Los medios nos informan continuamente sobre asesinatos cometidos por personas de una misma familia que han llegado a la desesperación. El hogar, que supuestamente debe ser un refugio para protección, provisión y crecimiento, donde aprendamos a dar y recibir amor, muchas veces es la raíz misma de nuestro dolor. La historia nos demuestra que las guerras más sangrientas son las guerras civiles. Hermano contra hermano. Hijo contra padre. Padre contra hijo.
Las posibilidades de ofensas son tan infinitas como la lista de relaciones existente, sean éstas sencillas o complejas. Esta antigua verdad aún es válida: sólo las personas a quienes amamos pueden herirnos. Siempre esperamos más de ellos, más grandes son las expectativas, más profunda es la caída.
En nuestra sociedad reina el egoísmo. Hombres y mujeres buscan hoy sólo lo que ellos desean, desatendiendo e hiriendo así a quienes los rodean. Esto no debe sorprendernos. La Biblia dice claramente que en los últimos días los hombres serán "amadores de sí mismos" (2 Timoteo 3:2). Es de esperar que así sean los no creyentes, pero Pablo aquí no está refiriéndose a quienes están fuera de la iglesia sino a quienes forman parte de ella. Muchos están heridos, lastimados, amargados. ¡Están ofendidos! Pero no comprenden que han caído en la trampa de Satanás.
¿Es nuestra la culpa? Jesús dijo muy claramente que es imposible vivir en este mundo sin que exista la posibilidad de ser ofendidos. Pero la mayoría de los creyentes se sienten conmocionados, asombrados y atónitos cuando esto sucede. Creemos que somos los únicos a quienes les ha sucedido. Esta actitud nos hace vulnerables a que crezca en nosotros una raíz de amargura. Por lo tanto, debemos estar preparados y armados para enfrentar las ofensas, porque la forma en que respondamos a ellas determinará cómo será nuestro futuro.

La trampa del engaño
La palabra griega que se utiliza en el texto de Lucas 7:1 para aludir al tropiezo (ofensa) se deriva de la palabra skandalizo. Esta palabra se refería, originalmente, a la parte de la trampa en la que se colocaba la carnada. De allí que la palabra signifique algo así como colocar una trampa en el camino de una persona. En el Nuevo Testamento muchas veces se la utiliza para referirse a una trampa colocada por el enemigo. La ofensa es una herramienta del diablo para llevar cautivas a las personas. Pablo instruía al joven Timoteo, diciéndole: Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a la voluntad de él (2 Timoteo 2:24-26, itálicas agregadas).
Aquellos que luchan o se oponen caen en una trampa y son hechos prisioneros de la voluntad del diablo. Lo más alarmante es que no son conscientes de su estado. Como el hijo pródigo, deben volver en sí mismos y despertar para poder comprender cuál es su verdadera situación. No comprenden que están vertiendo agua amarga en un lugar de agua pura. Cuando una persona es engañada, cree que tiene la razón, aunque no sea así.
No importa cuál sea la situación, podemos dividir a todas la personas ofendidas en dos grandes categorías: 1) quienes han sido tratados injustamente, y 2) quienes creen que han sido tratados injustamente. Los que corresponden a esta segunda categoría creen con todo su corazón que han sido tratados en forma injusta. Muchas veces han sacado sus conclusiones basándose en una información inexacta. O su información es exacta, pero la conclusión está distorsionada. Sea cual sea el caso, están heridos, y su entendimiento está oscurecido. Juzgan basándose en presunciones, apariencias, y comentarios de terceros.

El verdadero estado del corazón
Una forma en que el enemigo mantiene a la persona atada a su estado es guardando la ofensa escondida, cubierta por el manto del orgullo. El orgullo impide que uno admita cuál es la verdadera situación.
Cierta vez, dos ministros hicieron algo que me hirió mucho. La gente me decía: "No puedo creer que te hayan hecho esto. ¿No te lastima lo que hicieron?"
Y yo respondía rápidamente: "No, estoy bien. No me causa dolor". Yo sabía que no era correcto sentirme ofendido, por lo cual negaba mi estado y lo reprimía. Me convencía a mí mismo de que no estaba ofendido, pero en realidad sí lo estaba. El orgullo cubría lo que verdaderamente sentía en mi corazón.
El orgullo impide que enfrentemos la verdad. Distorsiona nuestra visión. Cuando creemos que todo está bien, no cambiamos nada. El orgullo endurece el corazón y oscurece la visión de nuestro entendimiento. Nos impide ese cambio de corazón, el arrepentimiento, que nos puede hacer libres (ver 2 Timoteo 2:24-26).
El orgullo hace que nos consideremos víctimas. Nuestra actitud, entonces, se expresa así: "He sido maltratado y juzgado injustamente; por lo tanto, mi comportamiento está justificado". Creemos que somos inocentes y hemos sido acusados falsamente, y por consiguiente, no perdonamos. Aunque el verdadero estado de nuestro corazón esté oculto para nosotros, no lo está para Dios. El hecho de que hayamos sido maltratados no nos da permiso para aferrarnos a la ofensa. ¡Dos actitudes equivocadas no son iguales a una correcta!

La cura
En el libro del Apocalipsis, Jesús se dirige a la iglesia de Laodicea diciéndole, en primer lugar, que ella misma se considera rica, poderosa, como si no necesitara nada; pero luego deja al descubierto cuál es su verdadera situación: un pueblo "desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo" (Apocalipsis 3:4-20). Habían confundido su riqueza material con fortaleza espiritual. El orgullo les ocultaba su verdadero estado.
Hoy en día hay muchas personas así. No ven cuál es el verdadero estado de su corazón, de la misma manera que yo no podía ver el resentimiento que sentía hacia esos ministros. Me había convencido a mí mismo de que no estaba herido. Jesús le dijo a los de Laodicea cómo salir de ese engaño: comprar oro de Dios y ver cuál era su verdadera situación.

Comprar oro de Dios
La primera instrucción que les dio Jesús para ser libres del engaño fue: "...yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego" (Apocalipsis 3:18).
El oro refinado es suave y maleable, está libre de corrosión y de otras sustancias. Cuando el oro está mezclado con otros metales (cobre, hierro, níquel, etc.). se vuelve duro, menos maleable, y más corrosivo. Esta mezcla se llama "aleación". Cuanto mayor es el porcentaje de metales extraños, más duro es el oro. Por el contrario, cuanto menor es el porcentaje de aleación, más suave y maleable es el oro.
Inmediatamente vemos el paralelo: un corazón puro es como el oro puro (suave, maleable, manejable). Hebreos 3:13 dice que los corazones son endurecidos por el engaño del pecado. Si no perdonamos una ofensa, ésta producirá más fruto de pecado, como amargura, ira y resentimiento. Estas sustancias agregadas endurecen nuestros corazones de la misma manera que una aleación endurece el oro. Ello reduce o quita por completo la ternura, produciendo una pérdida de la sensibilidad. Nuestra capacidad de escuchar la voz Dios se ve obstruida. Nuestra agudeza visual espiritual disminuye. Es un escenario perfecto para el engaño.
El primer paso para refinar el oro es molerlo hasta hacerlo polvo y mezclarlo con una sustancia llamada fundente. Luego, la mezcla se coloca en un horno donde se derrite a fuego intenso. Las aleaciones e impurezas son captadas por el fundente y suben a la superficie. El oro, más pesado, permanece en el fondo. Entonces se quitan las impurezas, o escorias (es decir, el cobre, hierro o zinc, combinado con el fundente) con lo cual el metal precioso queda puro. Observemos lo que dice Dios: "He aquí te he purificado, y no como a plata; te he escogido en horno de aflicción" (Isaías 48:10). También dijo: "En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo,..." (I Pedro 1:6,7).
Dios nos refina con aflicciones, pruebas y tribulaciones, cuyo calor aparta impurezas tales como la falta de perdón, la contienda, la amargura, el enojo, la envidia, y otras similares, del carácter de Dios en nuestras vidas.
El pecado se esconde fácilmente cuando no está al calor de las pruebas y las aflicciones. En tiempos de prosperidad y éxito, aun un hombre malvado parece amable y generoso. Pero bajo el fuego de las pruebas, las impurezas salen a la superficie.
Hubo un tiempo en mi vida en que pasé por pruebas intensas, como nunca antes había enfrentado. Me volví rudo y cortante con las personas que más cerca de mí estaban. Mi familia y mis amigos comenzaron a evitarme.
Entonces clamé a Dios: "¿De dónde sale toda esta ira? ¡No estaba aquí antes!"
El Señor me respondió: "Hijo, es cuando el oro se derrite que brotan las impurezas". Entonces me formuló una pregunta que cambió mi vida. "¿Puedes ver las impurezas en el oro antes de que sea puesto al fuego?" "No", respondí. "Pero eso no significa que no estén allí", dijo él. "Cuando te tocó el fuego de las pruebas, estas impurezas salieron a la superficie. Aunque estaban ocultas para ti, siempre fueron visibles para mí. Ahora tienes que tomar una decisión que afectará tu futuro. Puedes continuar enfadado, culpando a tu esposa, tus amigos, tu pastor y todas las personas con las que trabajas, o puedes reconocer la escoria de este pecado como lo que es y arrepentirte, recibir el perdón y tomar mi cucharón para quitar todas esas impurezas de tu vida".

Ver cuál es nuestro verdadero estado
Jesús dijo que nuestra capacidad para ver correctamente es otro elemento clave para ser liberados del engaño. Muchas veces, cuando nos ofenden, nos vemos como víctimas y culpamos a los que nos han herido. Justificamos nuestra ira, nuestra falta de perdón, el enojo, la envidia y el resentimiento que surgen. Algunas veces hasta nos resentimos con quienes nos recuerdan a otras personas que nos han herido. Por esta razón, Jesús aconsejó a la iglesia: "unge tus ojos con colirio, para que veas" (Apocalipsis 3:18). ¿Ver qué? ¡Ver cuál es nuestro verdadero estado! Esa es la única forma en que podemos ser celosos y arrepentirnos, como Jesús ordena a continuación. Nos arrepentimos sólo cuando dejamos de culpar a los demás.
Cuando culpamos a los demás defendemos nuestra posición, estamos ciegos. Luchamos por quitar la paja del ojo de nuestro hermano mientras tenemos una viga en nuestro ojo. La revelación de la verdad es la que nos trae libertad. Cuando el Espíritu de Dios nos muestra nuestro pecado, siempre lo hace en una forma que parece separada de nosotros. De esta manera nos trae convicción, no condenación.
Mi oración es que la Palabra de Dios alumbre los ojos de su entendimiento para que pueda ver cuál es su verdadero estado y sea libre de cualquier ofensa que esté guardando en su interior. No deje que el orgullo le impida ver y arrepentirse. *


-- Extracto tomado del libro, ahora también disponible en tamaño bolsillo, La trampa de Satanás de John Bevere. Una publicación de Casa Creación. Usado con permiso
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La trampa de Satanás

Hay una trampa muy deceptiva que el enemigo ha creado para alejarnos de la voluntad de Dios: la ofensa.
Al viajar por razones de ministerio a lo largo y a lo ancho de los Estados Unidos, he podido observar una de las más mortales y engañosas trampas del enemigo. Es una trampa que atrapa a innumerable cantidad de cristianos, corta las relaciones y abre aún más las brechas que existen entre nosotros. Es la trampa de la ofensa.
Muchas personas no logran cumplir en forma efectiva su llamado debido a las heridas y los dolores que las ofensas han causado en sus vidas. Ese obstáculo los incapacita para funcionar en la plenitud de su potencial. La mayoría de las veces es otro creyente quien los ha ofendido, y esto hace que la persona que sufre la ofensa la viva como una traición. En el Salmo 55:12-14, David se lamenta:"Porque no me afrentó un enemigo, lo cual habría soportado; ni se alzó contra mí el que me aborrecía, porque me hubiera ocultado de él; sino tú, hombre, al parecer íntimo mío, mi guía, y mi familiar; que juntos comunicábamos dulcemente los secretos, y andábamos en amistad en la casa de Dios".
Estas son las personas con las que nos sentamos y con quienes cantamos, o quizá sea el que está predicando desde el púlpito. Pasamos nuestras vacaciones juntos, asistimos a las mismas reuniones sociales, y compartimos la misma oficina. O quizá sea algo aún más cercano. Crecemos con ellos, les confiamos nuestros secretos, dormimos con ellos. Cuanto más estrecha es la relación, más grave será la ofensa. El odio más intenso se encuentra entre las personas que alguna vez estuvieron unidas.
Los abogados pueden hablar de los peores casos que han manejado, y en su mayoría son los juicios de divorcio. Los medios nos informan continuamente sobre asesinatos cometidos por personas de una misma familia que han llegado a la desesperación. El hogar, que supuestamente debe ser un refugio para protección, provisión y crecimiento, donde aprendamos a dar y recibir amor, muchas veces es la raíz misma de nuestro dolor. La historia nos demuestra que las guerras más sangrientas son las guerras civiles. Hermano contra hermano. Hijo contra padre. Padre contra hijo.
Las posibilidades de ofensas son tan infinitas como la lista de relaciones existente, sean éstas sencillas o complejas. Esta antigua verdad aún es válida: sólo las personas a quienes amamos pueden herirnos. Siempre esperamos más de ellos, más grandes son las expectativas, más profunda es la caída.
En nuestra sociedad reina el egoísmo. Hombres y mujeres buscan hoy sólo lo que ellos desean, desatendiendo e hiriendo así a quienes los rodean. Esto no debe sorprendernos. La Biblia dice claramente que en los últimos días los hombres serán "amadores de sí mismos" (2 Timoteo 3:2). Es de esperar que así sean los no creyentes, pero Pablo aquí no está refiriéndose a quienes están fuera de la iglesia sino a quienes forman parte de ella. Muchos están heridos, lastimados, amargados. ¡Están ofendidos! Pero no comprenden que han caído en la trampa de Satanás.
¿Es nuestra la culpa? Jesús dijo muy claramente que es imposible vivir en este mundo sin que exista la posibilidad de ser ofendidos. Pero la mayoría de los creyentes se sienten conmocionados, asombrados y atónitos cuando esto sucede. Creemos que somos los únicos a quienes les ha sucedido. Esta actitud nos hace vulnerables a que crezca en nosotros una raíz de amargura. Por lo tanto, debemos estar preparados y armados para enfrentar las ofensas, porque la forma en que respondamos a ellas determinará cómo será nuestro futuro.

La trampa del engaño
La palabra griega que se utiliza en el texto de Lucas 7:1 para aludir al tropiezo (ofensa) se deriva de la palabra skandalizo. Esta palabra se refería, originalmente, a la parte de la trampa en la que se colocaba la carnada. De allí que la palabra signifique algo así como colocar una trampa en el camino de una persona. En el Nuevo Testamento muchas veces se la utiliza para referirse a una trampa colocada por el enemigo. La ofensa es una herramienta del diablo para llevar cautivas a las personas. Pablo instruía al joven Timoteo, diciéndole: Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a la voluntad de él (2 Timoteo 2:24-26, itálicas agregadas).
Aquellos que luchan o se oponen caen en una trampa y son hechos prisioneros de la voluntad del diablo. Lo más alarmante es que no son conscientes de su estado. Como el hijo pródigo, deben volver en sí mismos y despertar para poder comprender cuál es su verdadera situación. No comprenden que están vertiendo agua amarga en un lugar de agua pura. Cuando una persona es engañada, cree que tiene la razón, aunque no sea así.
No importa cuál sea la situación, podemos dividir a todas la personas ofendidas en dos grandes categorías: 1) quienes han sido tratados injustamente, y 2) quienes creen que han sido tratados injustamente. Los que corresponden a esta segunda categoría creen con todo su corazón que han sido tratados en forma injusta. Muchas veces han sacado sus conclusiones basándose en una información inexacta. O su información es exacta, pero la conclusión está distorsionada. Sea cual sea el caso, están heridos, y su entendimiento está oscurecido. Juzgan basándose en presunciones, apariencias, y comentarios de terceros.

El verdadero estado del corazón
Una forma en que el enemigo mantiene a la persona atada a su estado es guardando la ofensa escondida, cubierta por el manto del orgullo. El orgullo impide que uno admita cuál es la verdadera situación.
Cierta vez, dos ministros hicieron algo que me hirió mucho. La gente me decía: "No puedo creer que te hayan hecho esto. ¿No te lastima lo que hicieron?"
Y yo respondía rápidamente: "No, estoy bien. No me causa dolor". Yo sabía que no era correcto sentirme ofendido, por lo cual negaba mi estado y lo reprimía. Me convencía a mí mismo de que no estaba ofendido, pero en realidad sí lo estaba. El orgullo cubría lo que verdaderamente sentía en mi corazón.
El orgullo impide que enfrentemos la verdad. Distorsiona nuestra visión. Cuando creemos que todo está bien, no cambiamos nada. El orgullo endurece el corazón y oscurece la visión de nuestro entendimiento. Nos impide ese cambio de corazón, el arrepentimiento, que nos puede hacer libres (ver 2 Timoteo 2:24-26).
El orgullo hace que nos consideremos víctimas. Nuestra actitud, entonces, se expresa así: "He sido maltratado y juzgado injustamente; por lo tanto, mi comportamiento está justificado". Creemos que somos inocentes y hemos sido acusados falsamente, y por consiguiente, no perdonamos. Aunque el verdadero estado de nuestro corazón esté oculto para nosotros, no lo está para Dios. El hecho de que hayamos sido maltratados no nos da permiso para aferrarnos a la ofensa. ¡Dos actitudes equivocadas no son iguales a una correcta!

La cura
En el libro del Apocalipsis, Jesús se dirige a la iglesia de Laodicea diciéndole, en primer lugar, que ella misma se considera rica, poderosa, como si no necesitara nada; pero luego deja al descubierto cuál es su verdadera situación: un pueblo "desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo" (Apocalipsis 3:4-20). Habían confundido su riqueza material con fortaleza espiritual. El orgullo les ocultaba su verdadero estado.
Hoy en día hay muchas personas así. No ven cuál es el verdadero estado de su corazón, de la misma manera que yo no podía ver el resentimiento que sentía hacia esos ministros. Me había convencido a mí mismo de que no estaba herido. Jesús le dijo a los de Laodicea cómo salir de ese engaño: comprar oro de Dios y ver cuál era su verdadera situación.

Comprar oro de Dios
La primera instrucción que les dio Jesús para ser libres del engaño fue: "...yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego" (Apocalipsis 3:18).
El oro refinado es suave y maleable, está libre de corrosión y de otras sustancias. Cuando el oro está mezclado con otros metales (cobre, hierro, níquel, etc.). se vuelve duro, menos maleable, y más corrosivo. Esta mezcla se llama "aleación". Cuanto mayor es el porcentaje de metales extraños, más duro es el oro. Por el contrario, cuanto menor es el porcentaje de aleación, más suave y maleable es el oro.
Inmediatamente vemos el paralelo: un corazón puro es como el oro puro (suave, maleable, manejable). Hebreos 3:13 dice que los corazones son endurecidos por el engaño del pecado. Si no perdonamos una ofensa, ésta producirá más fruto de pecado, como amargura, ira y resentimiento. Estas sustancias agregadas endurecen nuestros corazones de la misma manera que una aleación endurece el oro. Ello reduce o quita por completo la ternura, produciendo una pérdida de la sensibilidad. Nuestra capacidad de escuchar la voz Dios se ve obstruida. Nuestra agudeza visual espiritual disminuye. Es un escenario perfecto para el engaño.
El primer paso para refinar el oro es molerlo hasta hacerlo polvo y mezclarlo con una sustancia llamada fundente. Luego, la mezcla se coloca en un horno donde se derrite a fuego intenso. Las aleaciones e impurezas son captadas por el fundente y suben a la superficie. El oro, más pesado, permanece en el fondo. Entonces se quitan las impurezas, o escorias (es decir, el cobre, hierro o zinc, combinado con el fundente) con lo cual el metal precioso queda puro. Observemos lo que dice Dios: "He aquí te he purificado, y no como a plata; te he escogido en horno de aflicción" (Isaías 48:10). También dijo: "En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo,..." (I Pedro 1:6,7).
Dios nos refina con aflicciones, pruebas y tribulaciones, cuyo calor aparta impurezas tales como la falta de perdón, la contienda, la amargura, el enojo, la envidia, y otras similares, del carácter de Dios en nuestras vidas.
El pecado se esconde fácilmente cuando no está al calor de las pruebas y las aflicciones. En tiempos de prosperidad y éxito, aun un hombre malvado parece amable y generoso. Pero bajo el fuego de las pruebas, las impurezas salen a la superficie.
Hubo un tiempo en mi vida en que pasé por pruebas intensas, como nunca antes había enfrentado. Me volví rudo y cortante con las personas que más cerca de mí estaban. Mi familia y mis amigos comenzaron a evitarme.
Entonces clamé a Dios: "¿De dónde sale toda esta ira? ¡No estaba aquí antes!"
El Señor me respondió: "Hijo, es cuando el oro se derrite que brotan las impurezas". Entonces me formuló una pregunta que cambió mi vida. "¿Puedes ver las impurezas en el oro antes de que sea puesto al fuego?" "No", respondí. "Pero eso no significa que no estén allí", dijo él. "Cuando te tocó el fuego de las pruebas, estas impurezas salieron a la superficie. Aunque estaban ocultas para ti, siempre fueron visibles para mí. Ahora tienes que tomar una decisión que afectará tu futuro. Puedes continuar enfadado, culpando a tu esposa, tus amigos, tu pastor y todas las personas con las que trabajas, o puedes reconocer la escoria de este pecado como lo que es y arrepentirte, recibir el perdón y tomar mi cucharón para quitar todas esas impurezas de tu vida".

Ver cuál es nuestro verdadero estado
Jesús dijo que nuestra capacidad para ver correctamente es otro elemento clave para ser liberados del engaño. Muchas veces, cuando nos ofenden, nos vemos como víctimas y culpamos a los que nos han herido. Justificamos nuestra ira, nuestra falta de perdón, el enojo, la envidia y el resentimiento que surgen. Algunas veces hasta nos resentimos con quienes nos recuerdan a otras personas que nos han herido. Por esta razón, Jesús aconsejó a la iglesia: "unge tus ojos con colirio, para que veas" (Apocalipsis 3:18). ¿Ver qué? ¡Ver cuál es nuestro verdadero estado! Esa es la única forma en que podemos ser celosos y arrepentirnos, como Jesús ordena a continuación. Nos arrepentimos sólo cuando dejamos de culpar a los demás.
Cuando culpamos a los demás defendemos nuestra posición, estamos ciegos. Luchamos por quitar la paja del ojo de nuestro hermano mientras tenemos una viga en nuestro ojo. La revelación de la verdad es la que nos trae libertad. Cuando el Espíritu de Dios nos muestra nuestro pecado, siempre lo hace en una forma que parece separada de nosotros. De esta manera nos trae convicción, no condenación.
Mi oración es que la Palabra de Dios alumbre los ojos de su entendimiento para que pueda ver cuál es su verdadero estado y sea libre de cualquier ofensa que esté guardando en su interior. No deje que el orgullo le impida ver y arrepentirse. *

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sábado, 14 de febrero de 2015

El “semillero” de toda la Biblia: Es el punto de partida apropiado para la historia de Dios de Su plan para la raza humana

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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 Libro de Génesis

Autor: El autor del Libro del Génesis no está identificado. Tradicionalmente, siempre se asumió que Moisés fue su autor. No hay una razón concluyente para negar la autoría mosaico de Génesis.

Fecha de su Escritura: El Libro de Génesis no declara cuándo fue escrito. La fecha de su autoría es aproximadamente entre el 1440 y 1400 a.C., entre el tiempo en que Moisés condujo a los israelitas fuera de Egipto y su muerte.

Propósito de la Escritura: Al Libro de Génesis algunas veces se le ha llamado el “semillero” de toda la Biblia. La mayoría de las principales doctrinas en la Biblia son introducidas en forma de “semilla” en el Libro de Génesis. Junto con la caída del hombre, también está registrada la promesa de Dios para la salvación y redención (Génesis 3:15). Las doctrinas de la creación, la imputación del pecado, la justificación, expiación, depravación, ira, gracia, soberanía, responsabilidad, y mucho más, está descrito en este libro de los orígenes llamado Génesis.

Muchas de las grandes preguntas de la vida están respondidas en Génesis. [1] ¿De dónde vengo? (Dios nos creó – Génesis 1:1) [2] ¿Por qué estoy aquí? (Estamos aquí para tener una relación con Dios – Génesis 15:6) [3] ¿Dónde voy? (Tenemos un destino después de la muerte – Génesis 25:8). Génesis es de gran interés para el científico, el historiador, el teólogo, el ama de casa, el granjero, el viajero, y el hombre y la mujer de Dios. Es el punto de partida apropiado para la historia de Dios de Su plan para la raza humana, la Biblia.

Versos Clave: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra.” (Génesis 1:1)

“Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.” (Génesis 3:15).

“Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.” (Génesis 12:2-3)

“Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo.” (Génesis 50:20)

Breve Resumen: El Libro de Génesis puede ser dividido en dos secciones: La Historia Primitiva y la Historia Patriarcal. La Historia Primitiva registra: [1] la Creación (Génesis capítulos 1-2); [2] la Caída del hombre (Génesis 3-5); [3] el Diluvio (Génesis capítulos 6-9); y [4] la Dispersión (Génesis capítulos 10-11). La Historia Patriarcal registra las vidas de cuatro grandes hombres: [1] Abraham (Génesis capítulos 10-21); [2] Isaac (Génesis 21:1 al 35:29); [3] Jacob (Génesis 25:21 al 50:14); y [4] José (Génesis 30:22 al 50:26).

Dios creó un universo que era bueno y libre de pecado. Dios creó a la humanidad para tener una relación personal con Él. Adán y Eva pecaron y por ello trajeron la maldad y la muerte al mundo. La maldad se incrementó constantemente en el mundo hasta que solamente quedó una familia en la que Dios encontró algo bueno. Dios envió el Diluvio para acabar con el mal, pero salvó a Noé y su familia junto con los animales en el Arca. Después del Diluvio, la humanidad comenzó nuevamente a multiplicarse y se extendió por todo el mundo.

Dios eligió a Abraham, a través de quien Él formaría un pueblo elegido y eventualmente al Mesías prometido. El linaje elegido pasó a Isaac el hijo de Abraham, y luego a Jacob, el hijo de Isaac. Dios cambió el nombre de Jacob al de Israel, y sus doce hijos se convirtieron en los ancestros de las doce tribus de Israel. En Su soberanía, Dios hizo que José el hijo de Jacob fuera enviado a Egipto debido a las despreciables acciones de sus hermanos. Este hecho, previsto para su mal por sus hermanos, estaba destinado por Dios para bien, y eventualmente dio como resultado que José, quien había adquirido gran poder en Egipto, salvara a Jacob y su familia de una hambruna devastadora.

Referencias Proféticas: Muchos temas del Nuevo Testamento tienen sus raíces en Génesis. Jesucristo es la Simiente de la mujer que destruiría el poder de Satanás (Génesis 3:15). En cuanto a José, el plan de Dios para el bien de la humanidad a través del sacrificio de Su Hijo, fue destinado para bien, aunque aquellos que crucificaron a Jesús lo hicieron por maldad. Noé y su familia son los primeros de muchos remanentes descritos en la Biblia. A pesar de las adversidades y las difíciles circunstancias, Dios siempre preserva para Sí Mismo a un remanente fiel. El remanente de los israelitas regresó a Jerusalén después de la cautividad en Babilonia. Dios preservó a un remanente a través de todas las persecuciones descritas en Isaías y Jeremías. Un remanente de 7000 sacerdotes fue escondido de la ira de Jezabel. Dios promete que un día, un remanente de judíos se convertirá a su verdadero Mesías (Romanos 11). La fe manifestada por Abraham sería el don de Dios y la base de la salvación tanto de judíos como de gentiles (Efesios 2:8-9; Hebreos 11).

Aplicación Práctica: El tema predominante de Génesis, es la existencia eterna de Dios y Su creación del mundo. No hay esfuerzo por parte del autor de defender la existencia de Dios; él simplemente declara que Dios es, siempre ha sido, y siempre será, todopoderoso sobre todas las cosas. De la misma manera, tenemos confianza en las verdades de Génesis, a pesar de los alegatos de aquellos que las negarían. Toda la gente, sin importar la cultura, nacionalidad o lenguaje, es responsable ante el Creador. A causa del pecado, introducido al mundo en la Caída, fuimos separados de Él. Pero a través de una pequeña nación, Israel, el plan de Dios para la redención de la raza humana fue revelado y puesto a disposición de todos. Nos regocijamos en ese plan.

Dios creó el universo, la tierra, y todo ser viviente. Podemos confiar en Él, para manejar las preocupaciones de nuestras vidas. Dios puede tomar una situación sin esperanza de solución (p. ej. la falta de hijos de Abraham y Sara), y hacer cosas asombrosas, si simplemente confiamos y obedecemos. Cosas terribles e injustas suceden en nuestras vidas, como con José, pero Dios siempre traerá un mayor bien, si tenemos fe en Él y en Su plan soberano. “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.”(Romanos 8:28).
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martes, 10 de febrero de 2015

Los ángeles pertenecen a una dimensión única y diferente de la creación

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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VIDRIO OPACO: EL ENIGMA DE LA REALIDAD

Los ángeles pertenecen a una dimensión única y diferente de la creación la cual nosotros, seres limitados al orden natural, difícilmente podemos comprender.
Billy Graham
 
 Hace algunos años, después del servicio vespertino del domingo, una anciana se acercó para hablar
conmigo. Se veía algo preocupada.
—Unos objetos brillantes, como estrellas—me informó de la manera más baja que pudo—, andan
flotando a través de la ventana de mi baño. ¿Considera que esté viendo visiones? ¿Serán ángeles?
¿Cree que esto tenga algún significado espiritual?

Sus preguntas me parecieron un poco extrañas. Ella misma parecía un tanto extraña. Pero siempre tengo cuidado de no menospreciar las experiencias espirituales de otras personas. Sabiendo que la Biblia misma está llena de historias fuera de lo común respecto a dimensiones del cielo que interceptan la tierra, la mayoría albergamos genuinamente la esperanza de tener un encuentro real con Dios y sus ángeles. 

Sin embargo, en este caso de la mujer anciana, presentía que no se trataba de uno de estos encuentros.
—¿Tiene usted vidrio opaco en las ventanas de su baño?—le pregunté de manera cautelosa y cortés.
—Sí, por qué … creo que sí tengo—me respondió con timidez.
—Verifíquelo—le dije—. Si tiene ese tipo de vidrio en su baño, lo que ha estado viendo podría ser la luz que reflejan los carros al pasar por la calle. A lo mejor me equivoco, pero no creo que esto que ha visto sea algo fuera de lo común.
 
Las experiencias espirituales son misteriosas. A menudo algo que pareciera sobrenatural o
paranormal puede explicarse fácilmente. O si algo inusual ocurre, el momento puede ser tan pasajero que no podamos recordar con exactitud lo sucedido. A veces, sin embargo, la realidad del ámbito espiritual irrumpe a través de las barreras del tiempo y el espacio.
 
El servicio terminó. Y apenas al abrir mis ojos después de la oración de clausura noté a una joven madre que se encaminaba apresurada por el pasillo de la iglesia. No podía ocultar su emoción. Su hijo de doce años, me anunció, acababa de ver a dos ángeles (conmigo) en la plataforma.
 
—¿Le puedo hacer una preguntas a Matt?—inquirí. Su hijo estaba inmóvil en la parte trasera del templo, viendo un poco avergonzado el entusiasmo de su madre.
 
Conocía a esa familia bastante bien. Este jovencito era sensible y no extremadamente religioso.

—Eran dos de ellos—me informó con un balbuceo de emoción.
—¿Estaban parados o sentados? ¿Dónde estaban exactamente?—le pregunté, pues quería saber los detalles. Quizás sólo estaba inventando todo esto.

—Los ángeles estaban parados, uno a cada lado de usted.
—¿Eran grandes o pequeños?—le presioné un poco.
—Grande
—¿Cuán grandes?
—Muy grandes.
—¿Más grandes que yo?
—Ah sí, mucho más grandes que usted.
 
Su cara sincera y sus respuestas rápidas y precisas me indicaron que este jovencito verdaderamente había visto algo. Por un momento transitorio, Dios descorrió la cortina del tiempo y el espacio y le permitió ver seres celestiales de luz.

Una cosa bastante similar sucedió años más tarde. Hace un tiempo conté una de estas historias en uno de mis sermones. Una hermana miembro de nuestra iglesia, Tina Esman, me escribió poco después de este acontecimiento:

Tan pronto como terminó de contar la historia del jovencito que vio ángeles cerca de usted en la plataforma, fue como si mis ojos se abrieran y vi dos ángeles, dos o tres veces más grandes que un ser humano, en túnicas blancas con cabello blanco, sentados uno a cada lado de usted.

Creo que el Señor me reveló que estaban allí para proteger las palabras de Dios que hablaría a su pueblo. Fue como si la gloria de Dios o una nube dorada descendiera desde los cielos en medio de los ángeles pasando a través de usted hasta la congregación.
 
Al principio quise decírselo, pero luego me contuve. Pensé que creería que yo era algo extraña, pero tan cierto como que todavía puedo verlos ahora en mi mente, sé que Dios está aún protegiendo su Palabra a través de usted, a pesar de que nunca más los he vuelto a ver.
¿Existen los ángeles? Sin dudas. ¿«Prueban» estos incidentes la existencia de ángeles? No. 

De la misma manera que no prueban ni sugieren que yo sea alguien especial porque otras personas hayan visto ángeles acompañándome cuando predico. Desafortunadamente, o quizás por fortuna, jamás los he visto. Sin embargo, ¿podríamos decir que historias como estas afirman lo que sabemos de la Biblia acerca de la realidad espiritual? Sí.
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Bosquejos para predicar y enseñar: El Pentateuco - Biblia Caribe

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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EL PENTATEUCO
El Pentateuco es el nombre conferido a los primeros cinco libros de la Biblia. Algunos eruditos bíblicos creen que fue escrito casi en su totalidad por Moisés. Aunque los mismos libros del Pentateuco no identifican específicamente al autor, hay muchos pasajes que se atribuyen a Moisés, o como si fueran sus palabras. (Éxodo 17:14; 24:4-7; Números 33:1-2; Deuteronomio 31:9-22). Una de las más importantes evidencias de que Moisés sea el autor del Pentateuco es que Jesús mismo se refiere a esta sección del Antiguo Testamento como la “Ley de Moisés” (Lucas 24:44). Aunque algunos de los versículos en el Pentateuco parecen haber sido añadidos por alguien diferente a Moisés – por ejemplo, Deuteronomio 34:5-8, que describe la muerte y sepultura de Moisés – muchos expertos atribuyen la mayoría de estos libros a Moisés. Aún si Josué o alguien más hubieran escrito los manuscritos originales, su enseñanza y revelación provinieron de Dios a través de Moisés, y sin importar quién escribiera físicamente estas palabras, el autor indiscutible es Dios y Sus libros siguen siendo Su inspiración.

La palabra “Pentateuco” viene de la combinación de la palabra griega penta, que significa “cinco”, y “teuchos” que puede ser traducida como “rollo o pergamino”. Por lo tanto, “Pentateuco” simplemente se refiere a los cinco rollos que comprenden la primera de las tres divisiones del canon judío. El nombre “Pentateuco” se remonta al año 200 d.C. cuando Tertuliano se refirió a los primeros cinco libros de la Biblia con ese nombre. También conocidos como la Torá, que es la palabra hebrea para “Ley”, estos cinco libros de la Biblia son Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.

Los judíos generalmente dividen el Antiguo Testamento en tres diferentes secciones - La Ley, Los Profetas y las Escrituras. La Ley (o la Torá) contiene los antecedentes históricos de la creación y la elección de Dios de Abraham y la nación judía como Su pueblo elegido. La Torá también contiene la ley dada a Israel en el Monte Sinaí. La Escritura se refiere a estos cinco libros por varios nombres. En Josué 1:7, se le llama “…toda la ‘ley’ (Torá) que mi siervo Moisés te mandó.” En 1 Reyes 2:3 la llaman también “…la Ley de Moisés.”

Los cinco libros de la Biblia que forman el Pentateuco son el inicio de la revelación progresiva de Dios al hombre. En Génesis encontramos el principio de la creación, la caída del hombre, la promesa de redención, el comienzo de la civilización humana y el inicio del pacto y la relación de Dios con Su pueblo elegido, Israel.

El siguiente libro es Éxodo, que registra la liberación de Dios de Su pueblo, y Su preparación para poseer la Tierra Prometida que Dios había separado para ellos. Éxodo narra la liberación de Israel en Egipto después de 400 años de esclavitud, tal como Dios lo prometió a Abraham (Génesis 15:13). Éxodo presenta el pacto que Dios hace con Israel en el Monte Sinaí, Sus instrucciones para construir el tabernáculo, la institución de los Diez Mandamientos y otras instrucciones sobre la forma en que Israel habría de adorar a Dios.

Levítico sigue a Éxodo y amplía las instrucciones sobre cómo el pueblo del pacto (Israel) debía adorar a Dios y cómo gobernarse a sí mismos. Establece también los requerimientos del sistema de sacrificio, que permitiría a Dios pasar por alto los pecados de Su pueblo hasta el cumplimiento del perfecto sacrificio de Cristo que expiaría totalmente los pecados.

Después de Levítico está Números, que cubre eventos claves durante los 40 años que Israel vagó por el desierto, y también da instrucciones para adorar a Dios y cómo vivir como el pueblo de Su pacto. El último de los cinco libros que comprenden el Pentateuco es Deuteronomio. A veces se le nombra como la “segunda ley” o la “repetición de la ley.” Deuteronomio registra las últimas palabras de Moisés antes que el pueblo de Israel entrara a la Tierra Prometida. (Deuteronomio 1:1). En Deuteronomio, la ley de Dios entregada en el Monte Sinaí se repite y se amplía. Mientras Israel entraba en un nuevo capítulo en su historia, Moisés les recuerda los mandamientos de Dios y las bendiciones que recibirían si obedecían a Dios, así como las maldiciones que vendrían sobre ellos si le desobedecían.

Los cinco libros del Pentateuco generalmente son considerados como libros históricos, porque registran eventos históricos del pueblo de Israel. Aunque a menudo son llamados la Torá o la Ley, en realidad contienen mucho más que leyes. Éstos nos dan un panorama general del plan de redención de Dios y nos proporcionan el telón de fondo para todo lo que sigue en la Escritura. Como el resto del Antiguo Testamento, las promesas, simbolismos, y profecías contenidas en el Pentateuco, tienen su cumplimiento final en la persona y obra de Jesucristo.



Bosquejos Antiguo Testamento

Canon del Antiguo Testamento
Pentateuco o La Ley:

1. Génesis
2. Éxodo
3. Levítico
4. Números
5. Deuteronomio

Libros Históricos:

· Josué
· Jueces
· Rut
· 1 Samuel
· 2 Samuel
· 1 Reyes
· 2 Reyes
· 1 Crónicas
· 2 Crónicas
· Esdras
· Nehemías
· Ester

Libros Poéticos:

· Job
· Salmos
· Proverbios
· Eclesiastés
· Cantares

Libros Proféticos:

· Isaías
· Jeremías
· Lamentaciones
· Ezequiel
· Daniel
· Oseas
· Joel
· Amós
· Abdías
· Jonás
· Miqueas
· Nahúm
· Habacuc
· Sofonías
· Hageo
· Zacarías
· Malaquías


Bosquejo Génesis

Tema: El comienzo de todas las cosas.

I. Introducción 1:1 – 2:3

II. Cuerpo 2:4 – 50:26

a. Relato de la creación 2:4 – 4:26
b. Genealogía de los descendientes de Adán 5:1 – 6:8
c. Noé y el diluvio 6:9 – 9:29

d. Sem, Cam y Jafet 10:1 – 11:9
e. Sem 11:10 – 26
f. Taré 11:27 – 25:11
g. La descendencia de Ismael 25:12 – 18
h. Isaac 25:19 – 35:29
i. Los descendientes de Esaú 36:1 – 37:1
j. Jacob 37:2 – 50:26

Bosquejo Temático.

I. Historia original 1:1 – 11:26

a. La creación Universal 1:1 – 2:3
b. Adán y Eva en el huerto 2:4 – 25
c. El pecado original y sus consecuencias 3
d. El progreso del pecado 4:1 – 16
e. Dos genealogías 4:17 – 5:32
f. La expansión del pecado antes del diluvio 6:1 – 8
g. El diluvio 6:9 – 9:29

1. Preparativos para la gran inundación 6:9 – 7:10
2. Juicio y salvación 7:11 – 8:19
3. Consecuencias de la inundación 8:20 – 9:29

h. La dispersión de las naciones 10:1 – 11:26

II. Historia de los patriarcas 11:27 – 50:26

a. La vida de Abraham 11:27 – 25:11

1. Trasfondo de Abraham 11:27 – 32
2. La tierra de Abraham 12 - 14 3. El pueblo de Abraham 15 – 24
4. Últimos años de Abraham 25:1 – 11

b. La descendencia de Ismael 25:12 – 18
c. La vida de Jacob 25:19 – 35:29

1. Jacob junto a sus padres 25:19 – 27:46
2. Jacob en el exilio 28 –30 3. Jacob – Israel vuelve a su hogar 31 – 35

d. La descendencia de Esaú 36:1 – 37:1
e. La vida de José 37:2 – 50:26

1. Los sueños de José 37
2. José y la esposa de Potifar, José encarcelado 39
3. Los sueños del copero y panadero en la cárcel 40

4. Los tormentosos sueños del faraón 41:1– 40
5. José designado gobernador de Egipto 41:41– 57 6. Los hermanos de José viajan a Egipto 42 – 44
7. José se da a conocer a sus hermanos 45
8. Jacob viaja a Egipto 46:1– 47:12
9. Jacob bendice a hijos y nietos 48:1 – 49:28
10. Muerte de Jacob 49:29 – 33
11. Muerte de José 50:22 – 26


Bosquejo Éxodo

Tema: Jehová libera a su pueblo escogido.

I. Liberación divina 1 – 18

a. Crecimiento del pueblo de Israel en Egipto 1

1. Aumento demográfico de Israel 1:1 – 7
2. El primer decreto del faraón 1:8 – 14 3. El segundo decreto del faraón 1:15 – 21
4. El tercer decreto del faraón 1:22

b. Preparativos para la liberación 2:1 – 4:26

1. Salvación de Moisés 2:1 – 10
2. Entrenamiento de Moisés 2:11 – 22
3. La preparación de Israel 2:23 – 25
4. Jehová llama a Moisés 3:1 – 10
5. Objeciones de Moisés 3:11 – 4:17
6. La preparación de la familia de Moisés 4:18 – 26

c. Primeros pasos en el liderazgo 4:27 – 7:5

1. Aceptación de los hermanos 4:27 – 31
2. Rechazo de los enemigos 5:1 – 14
3. Rechazo del pueblo esclavizado 5:15 – 21
4. Moisés reclama a Dios 5:22 – 23
5. Confirmación del llamado 6:1 – 8
6. Recordando su origen 6:9 – 7:5

d. Juicio y salvación a través de las diez plagas 7:6 – 11:10

1. Presentando señales de su comisión divina 7:6 – 13
2. Primera plaga: el agua se convierte en sangre 7:14 – 24
3. Segunda plaga: invasión de ranas 7:25 – 8:15
4. Tercera plaga: los mosquitos 8:16 – 19
5. Cuarta plaga: los tábanos 8:20 – 32
6. Quinta plaga: en el ganado 9:1 – 7
7. Sexta plaga: úlceras 9:8 – 12
8. Séptima plaga: granizo 9:13 – 35
9. Octava plaga: langostas 10:1 – 20
10. Novena plaga: Las tinieblas 10:21 – 29
11. Décima plaga: muerte de los primogénitos 11


e. La Pascua 12:1 – 28

1. Preparativos para celebrar la Pascua 12:1 – 13
2. Preparándose para la fiesta de los panes ácimos 12:14 – 20

3. Israel celebra su primera Pascua 12:21 – 28

f. Salida de Israel de Egipto 12:29 – 51

1. Muerte de los primogénitos egipcios 12:29 – 32
2. Faraón expulsa a los israelitas de Egipto 12:33 – 42
3. Regulación de la Pascua 12:43 – 51

g. Consagración de los primogénitos 13:1 – 16

h. Israel cruza el mar rojo 13:17 – 15:21

i. Marchando hacia el Sinaí 15:22 – 27

1. Las aguas amargas de Mara 15:22 – 27
2. El maná y las codornices 16
3. Las aguas de Meriba 17:1 – 7
4. Guerra contra los amalecitas 17:8 – 16
5. Jetro aconseja a Moisés 18

II. Pacto en el Sinaí 19 – 24

a. Mensaje de Jehová a su pueblo 19
b. Los diez mandamientos 20:1 – 17
c. La reacción del pueblo 20:18 – 21
d. El libro del pacto 20:22 – 23:33

1. Prólogo 20:22 – 26
2. Leyes acerca de los esclavos 21:1 – 11
3. Leyes sobre el homicidio 21:18 – 32
5. Leyes sobre daños a propiedades 21:33 – 22:15
6. Leyes de responsabilidades generales 22:16 – 31
7. Leyes sobre justicia y piedad 23:1 – 9
8. Leyes sabáticas 23:10 – 19
9. Epílogo 23:20 – 33

e. Confirmación del pacto 24

III. Adoración divina 25 – 40

a. Instrucciones acerca del Tabernáculo de Reunión 25 – 31

1. Recolección de materiales 25:1 – 9
2. Arca del pacto y propiciatorio 25:10 – 22
3. Mesa y panes proposición 25:23 – 30
4. El candelero de oro 25:31 – 40
5. El santuario 26
6. El altar del holocausto 27:1 – 8
7. El atrio o patio exterior 27:9 – 19
8. Aceite para el candelero 27:20 – 21
9. Las vestiduras sacerdotales 28:1 – 43
10. Consagración de sacerdotes 29 11. El Altar del Incienso 30:1 – 10
12. El precio del rescate 30:11 – 16
13. La fuente de bronce 30:17 – 21
14. El aceite de la unción y el incienso 30:22 – 38
15. La designación de los artesanos 31:1 – 11
16. El reposo sabático 31:12 -18

b. Adoración falsa 32 – 34

1. Israel hace un becerro de oro 32:1 – 29
2. Intercesión de Moisés 32:30 – 35
3. Oración de Moisés 33
4. Renovación del pacto 34

c. Construcción del Tabernáculo de Reunión 35 – 40

1. Llamado a construir 35:1 – 19
2. Ofrendas voluntarias 35:20 – 29
3. Bezaleel y Aholiab 35:30–36:7 4. El avance de la obra 36:8 – 39:3
5. La bendición de Moisés 39:32 – 43
6. Instalación del Tabernáculo 40:1 – 33
7. Dedicación del Tabernáculo 40:34 - 38


Bosquejo Levítico.

Tema: Santidad a Jehová.

I. Las cinco ofrendas más importantes 1 – 7

a. Su contenido, finalidad y modo de ofrecerlas 1:1 – 6:7
b. Regulaciones extras. 6:8 – 7:38

II. La ordenación, instalación y función de Aarón y sus 8 – 10
Hijos.

III. Leyes sobre pureza práctica 11 – 15

IV. El día del Perdón 16

V. El código de santidad 17 – 26

VI. El Tabernáculo de Reunión 17

VII. Variadas leyes morales. Incesto, robo, idolatría, etc. 18 – 20

VIII. Reglas para los sacerdotes, las ofrendas y fiestas Anuales. 21:1 – 24:9

IX. Castigos por diferentes delitos. 24:10 – 23

X. El año sabático, y el jubileo. 25

XI. El pacto de Jehová con Israel. Bendiciones y Maldiciones. 26
XII. Medidas con respecto a las ofrendas prometidas a Dios. 27


Bosquejo Números.

Tema: Infidelidad de Israel en el desierto.

I. Israel en el Sinaí, preparativos para marchar 1:1 – 10:10

a. Instrucciones para censar el pueblo 1 – 4

1. Cuenta de los varones de guerra 1

2. Distribución de las tribus en torno al Tabernáculo, 2 - 3
y su posición en la marcha.

3.Los números de los levitas para el servicio sagrado 4
en el Tabernáculo.

b. Instrucciones para la purificación del pueblo 5:1 – 10:10

1. La prueba de la pureza en cuanto a los celos 5
2. El voto nazareo y la bendición de Aarón 6
3. Las ofrendas de los doce líderes para la consagración 7
del tabernáculo.
4. Aarón enciende las lámparas y la consagración de los 8
levitas.
5. Celebración de la Pascua 9:1 – 14
6. La nube sobre el Tabernáculo y las trompetas de plata 9:15 – 10:10


II. El viaje desde el monte Sinaí hasta Cades – barnea 10:11 – 12:16

a. Se reinicia la marcha 10:11 – 36
b. Comienzan las aflicciones: el fuego y las codornices. 11

c. María (Miriam) y Aarón murmuran contra Moisés 12

III. Israel se rebela a Jehová en Cades – barnea 13:1 – 20:13

a. Los doce espías y su inquietante informe 13
b. El pueblo se rebela contra la voluntad de Dios. Mueren los diez espías malvados. La derrota en Horma 14

c. Diversas leyes sobre ofrendas, sábado y las vestiduras 15
d. La rebelión de Coré 16
e. La vara de almendro de Aarón florece 17
f. Obligaciones y derechos de los sacerdotes y levitas 18
g. La purificación de los inmundos 19
h. El pecado de Moisés y el agua de la roca 20:1 – 13

IV. El viaje desde Cades - barnea hasta Moab 20:14 – 22:1

a. Edom niega el paso a Israel 20:14 – 21
b. Muerte de Aarón 20:22 – 29
c. El rey de Arad emprende guerra contra Israel 21:1 – 3

Bosquejo Deuteronomio.

Tema: Exhortación contra la idolatría.

I. Preámbulo 1:1 – 5

II. Prólogo histórico 1:6 – 4:43

III. Las condiciones del pacto 4:44 – 26:19
a. El gran mandamiento: Lealtad absoluta 4:44 – 11:32
b. Requisitos adicionales 12 – 26

1. Consagración ceremonial 12:1 – 16:17
2. Gobernantes y un pueblo justo 16:18 – 21:21
3. Santidad del reino de Dios 21:22 – 25:19
4. Confesión de Jehová como Redentor y Rey. 26

IV. Confirmación: Maldiciones y bendiciones 27 – 30

V. Sucesión de liderazgo bajo el pacto 31 – 34

a. Cambio de líderes 31:1 – 29
b. Canción de Moisés 31:30 – 32:47
c. Bendiciones de Moisés sobre las tribus 32:48 – 33:29
d. Fallecimiento de Moisés y sucesión de Moisés 34
 
 
 
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