lunes, 24 de febrero de 2014

Que el maligno no tome ventaja: Cerrar toda brecha espiritual

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial

 ¿Le estoy abriendo la puerta al diablo?

   ...para que Satanás no se aproveche de nosotros, pues no ignoramos sus artimañas
(2 Corintios 2:11)

Hay varias maneras en que Satanás busca ganar ventajas sobre los santos usando los propios deseos carnales como soberbia, ansiedad, falta de dominio propio, falta de preparación espiritual (como veremos en las siguientes páginas).

Sin embargo, el Nuevo Testamento hace hincapié en cinco que son especialmente peligrosos: la falta de perdón, el enojo, la ansiedad,  los chismes y los deseos de la carne. Estamos seguros de que esta lista no es exhaustiva y que hay varias subclases. Sin embargo siempre conviene prestar atención en lo que la Biblia dice. Allí es cuando individualmente o en forma grupal somos terreno fértil para el diablo y sus maquinaciones.

 El cristiano que conoce la verdad de Dios y las mañas del diablo no estará desprevenido.

Es bastante evidente en 2 Corintios 2:11 que las artimañas de Satanás están basadas, en parte, en nuestra ignorancia. Si estuviéramos alerta no haríamos cosas que le dan ocasiones de ganar terreno. Por otro lado, el cristiano que conoce la verdad de Dios y las mañas del diablo no estará desprevenido.

Es notable que en los pasajes que estamos exponiendo en este libro, tanto Pablo como Pedro y Santiago tratan al creyente como responsable ante Dios por sus pecados. Y como responsable, el cristiano es llamado a poner en práctica los sencillos principios que ellos exponen. El lector notará que el NT enfatiza cómo, en el poder del Espíritu Santo, el guerrero cristiano puede vivir para la gloria de Dios.

Falta de perdón

En 2 Corintios 2:5–11 un miembro de la iglesia de Corinto había pecado. Siguiendo las indicaciones de Pablo, los líderes lo pusieron bajo disciplina. La sanción logró el efecto deseado y el hombre se arrepintió. Era el momento para perdonarlo y restaurarlo a plena comunión en la congregación. Sin embargo, había resistencia de parte de muchos de los miembros que rehusaban perdonarlo.
De este contexto, es posible extraer tres actitudes que Satanás bien podría aprovechar para su propia causa.

1) Falta de perdón. Pablo, reconociendo que la falta de perdón daría lugar a Satanás para dividir, insiste en que perdonen al hermano.

El espíritu no perdonador es algo suficientemente serio en sí mismo, pero tal actitud a la larga se convierte en resentimiento, rencor y amargura.

2) Falta de compasión. El pecador ya arrepentido no encontró los brazos perdonadores de sus hermanos en Cristo. No querían consolarlo (v. 7) y el hombre estaba a punto de ser consumido por su tristeza. Los corintios se habían vuelto duros de corazón a pesar de lo que dice la Palabra de Dios en pasajes como Efesios 4:32 y 1 Pedro 3:8–9.

3) Falta de sumisión a la decisión del liderazgo. Uno de los propósitos de Pablo era averiguar si los corintios estaban dispuestos a sujetarse a sus instrucciones (v. 9). La crítica y falta de respeto a los líderes de la iglesia local son algunas de las principales maneras en que damos campo libre a Satanás. La Escritura del NT insiste en que los feligreses asumamos una actitud de sumisión a nuestros líderes (He. 13:17; 1 P. 5:5).

Estas tres actitudes mencionadas son comunes y obran en conjunto para dar lugar a Satanás y así dividir una iglesia.

Permitir que el sol se ponga sobre el enojo

Otro ejemplo donde abrimos una brecha para el diablo es el enojo pecaminoso. Si se enojan, no pequen. No dejen que el sol se ponga estando aún enojados, ni den cabida al diablo(Ef. 4:26–27).

Uno se acuesta enojado y se levanta resentido; y se acuesta resentido, y se levanta amargado. La amargura nunca se queda en casa; siempre busca amistades y termina contaminado a muchos (He. 12:15). ¡Qué manera de dar oportunidad al diablo para dividir amistades y hasta iglesias aprovechando la autocompasión y los sentimientos lastimados!  Proverbios explica cómo el enojo abre campo al enemigo.

El necio pierde el control (Pr. 12:16; 29:11); el que se enoja comete locuras (14:17); el enojo enaltece la necedad (14:29 RV); echa leña al fuego (15:1); provoca contiendas (15:18; 30:33); infecta a los amigos (22:24–25); provoca peleas (29:22); no produce la vida justa que Dios quiere (Stg. 1:20).

La ansiedad
Otro sitio donde encontramos la misma advertencia de no dar lugar a Satanás es 1 Pedro 5:7–8. En este contexto la puerta abierta para el diablo es la ansiedad y el afán. Nunca estaremos sobrios RV y alerta NVI si estamos hundiéndonos en los afanes.

Chismosas y entrometidas

Pablo explica que el adversario se aprovecha cuando ¡las mujeres están desocupadas! Para entender cómo, es necesario estudiar el contexto de 1 Timoteo 5:11–14. El apóstol distingue entre la viuda que en verdad es viuda (v. 5 RV) y las viudas más jóvenes (v. 11). El primer grupo tiene dos opciones: depender de los hijos o nietos o (si no los tuviera) figurar en la lista de las viudas sostenidas por la iglesia. Para permanecer en «la lista» (v. 9) era necesario tener más de 60 años, haber sido fiel a su esposo, y ser reconocida por sus buenas obras.

Las viudas más jóvenes no se incluían en dicha lista. Era posible, debido a la angustia de la viudez, que una viuda joven hiciera votos apresurados (véase Pr. 6:1–5) de no casarse de nuevo y consagrarse al servicio de Dios. En efecto, así estaría permitiendo que el Señor tome el lugar del esposo (véase Is. 54:4–5).

Ahora bien, parte del ministerio de las viudas «en verdad» era ir de casa en casa visitando a los santos. Pablo explica que después de poco tiempo la viuda joven se podía dar cuenta de que deseaba casarse de nuevo. Es más, por no tener suficiente que hacer y debido a los deseos de casarse, terminaban siendo una maldición en vez de una bendición a la iglesia y al nombre de Cristo: ociosas, chismosas y entrometidas (1 Ti. 5:13).

La solución paulina para las viudas jóvenes es que se casen de nuevo, que tengan hijos y que gobiernen su casa y no den al adversario ninguna ocasión de maledicencia (v. 14 RV). Es importante entender claramente la palabra gobiernen. Está formada por dos interesantes palabras griegas. La primera es oiko, que significa casa, y la otra es despoteo, que significa «señor o dueño». ¡Tiene que ser una persona que en verdad maneja los asuntos domésticos!

Las inferencias son claras. Cuando una mujer no gobierna su casa, el enemigo se aprovecha. Posteriormente, no empleando bien su tiempo en la casa (no siendooikodespoteo), el apóstol sostiene que se convierten en chismosas y entrometidas, y que el enemigo se aprovecha.
El antídoto bíblico es que las mujeres manejen bien sus casas.

El mal testimonio de los líderes de la iglesia

Refiriéndose a los ancianos (los líderes) de la Iglesia, Pablo estipula: Se requiere además que hablen bien de él los que no pertenecen a la iglesia, para que no caiga en descrédito y en la trampa del diablo (1 Ti. 3:7).

Hace años los de afuera (los inconversos) tenían a los cristianos bíblicos en alta estima. Sin embargo, debido a la caída de muchos líderes, esa apreciación se ha tornado en deshonra haciendo que el evangelismo personal sea cada vez más difícil. Los líderes de la obra del Señor deben gozar entre los no cristianos de una buena reputación (BLA).

La palabra buena (kalos – griego) comprende tanto el carácter interno como el externo, es decir es algo interior que se ve en el comportamiento y que da como resultado una buena reputación.

La palabra traducida hablan bien [reputación (BLA), testimonio (RV)] es marturomai, de donde deriva la palabra «mártir». El sentido aquí es una buena reputación atestiguada por conocidos fuera del pueblo de Dios. De manera que entre sus vecinos y en la sociedad en general, el líder de la iglesia debe ser conocido por su bondad, generosidad, amor, honestidad e integridad. Es posible que muchos no estén de acuerdo con sus creencias, y según Juan 3:19–21 es aun probable que ocasione cierto antagonismo en el mundo no cristiano, pero debe gozar de la reputación de ser un hombre de carácter, de integridad.

El mal testimonio de un líder lo hacer caer en descrédito. ¿Cuáles son las actitudes y acciones que causan que un anciano caiga en descrédito?  Por supuesto la inmoralidad encabeza la lista, pero no es la única. Puede ser el trato a la familia, el manejo de dinero, no cumplir su palabra, y hasta la manera de conducir el auto. Que nunca tengamos que soportar lo que yo escuché acerca de un líder en un país sudamericano: «Es una persona en la iglesia, y otra fuera de ella».

Hablando acerca de Israel Pablo afirmó: Por causa de ustedes se blasfema el nombre de Dios entre los gentiles (Ro. 2:24 véase Fil. 2:15; Col. 4:5).

El mal testimonio del líder le hace caer en la trampa del diablo. Si Satanás puede provocar la caída de un cristiano, atrapa al cristiano. Si provoca la caída de un líder, trae deshonra a toda la Iglesia.

En nuestra asociación evangelística tenemos varias normas no escritas por el motivo descrito más arriba. Por ejemplo, nunca estamos a solas con una persona del sexo opuesto que no sea nuestro propio cónyuge. Nos han acusado de ser de «la vieja ola, anticuados y cuadrados» pero en más de 35 años de ministerio nunca hemos tenido un fracaso sexual en nuestra asociación. ¿Por qué? No queremos caer en las astutas trampas del enemigo y así desacreditar el nombre de Dios entre los inconversos.

Proveyendo para los deseos de la carne

Uno de los apetitos humanos más fuertes es el sexual. Pablo garantiza que durante etapas de vulnerabilidad Satanás tentará al creyente. Por eso exhorta al casado: No se nieguen el uno al otro, a no ser de común acuerdo, y sólo por un tiempo, para dedicarse a la oración. No tarden en volver a unirse nuevamente; de lo contrario, pueden caer en tentación de Satanás, por falta de dominio propio (1 Co. 7:5). No es por demás que el apóstol advierte: No proveáis para los deseos de la carne (Ro. 13:14 RV); Huyan de la inmoralidad sexual (1 Co. 6:18); Huye de las malas pasiones de la juventud (2 Ti. 2:22).

Debido a que este tema ha sido piedra de tropiezo de tantos siervos y siervas del Señor, vale la pena considerarlo. En primer lugar, como hemos indicado más arriba, el enemigo busca momentos cuando el creyente es vulnerable, es decir con las «defensas bajas».

Observe cómo el rey David fue imprudente, y le facilitó las cosas a Satanás: ...era la época en que los reyes salían de campaña, David... se quedó en Jerusalén. Una tarde, al levantarse David de la cama, comenzó a pasearse por la azotea del palacio... (2 S. 11:1–2). En lugar de estar en la campaña,

David estaba en el palacio, aprovechándose de la tranquila posición del reino consolidado –época de sus mayores conquistas. David no era un joven inexperto –tenía cerca de 50 años. Su mente no estaba ocupada ni en los asuntos del Señor ni en cuestiones de estado. En medio de aquella ociosidad, David toma su siesta, despierta, y va a pasearse en la azotea del palacio, como quien no tiene nada que hacer... Satanás sabía que tenía las «defensas bajas» y al ver a la bella Betsabé que se estaba bañando, esto pasó a ser para el rey algo provocador pero no irresistible.

El problema es que una vez que proveemos para los deseos de la naturaleza pecaminosa cada uno es tentado cuando sus propios malos deseos lo arrastran y seducen. Luego, cuando el deseo ha concebido, engendra el pecado (Stg. 1:14–15).

Los siguientes pasos son bien conocidos y como asegura un amigo mío «así violó cada uno de los diez mandamientos»:  
(a) David manda a preguntar quién es la mujer.
(b) Toma ventaja de su autoridad como rey, y manda a buscarla. Satisface su codicia sexual, y la mujer vuelve a su casa.
(c) David se sumerge más hondamente en su pecado y manda a llamar a su esposo Urías, uno de sus hombres valientes (1 Cr. 11:41), pensando que éste llegaría de la guerra ardiendo de deseos de poseer a su mujer. Sin embargo, Urías rehusa ir a verla, porque era hombre íntegro y no quería privilegios, aun cuando fueran extendidos por el rey y estuvieran acompañados de soborno (2 S. 11:8).
(d) David, entonces, embriaga a Urías, pensando que el soldado cedería y el adulterio de David quedaría encubierto. Ni así Urías vuelve a casa.
(e) El pecado de David llega a su grado máximo de complicación: manda colocar a Urías en la línea del frente de batalla para que muera.
(f) Y cuando David se entera de que Urías murió, deja que la viuda llore por él, y luego la manda a buscar, como otro de sus trofeos. Y todo comenzó con un descuido de David.

¿Consecuencias?
(a) la criatura nacida del adulterio murió;
(b) Absalón, hijo rebelde de David, cohabitó con las concubinas de su padre a la vista de todo el pueblo;
(c) la serie de muertes en la casa de David se desencadenó cuando Absalón mató a su medio hermano Amnón; y
(d) Salomón, a pesar de ser sabio y bendecido por Dios, siguiendo el ejemplo de su padre, tomó muchas mujeres y acabó siguiendo a otros dioses.

Pero ¿cuál es el objeto del enemigo? Por supuesto seducir al creyente a pecar, presentándole una tentación que pareciera irresistible en el momento oportuno.

Consideremos las cosas desde otro ángulo. Satanás sabe, además, que el ser humano posee la capacidad de adquirir hábitos fácilmente. Un hábito es un movimiento, pensamiento o reacción, hecha vez tras vez, hasta que a uno se le pega. Una vez adquiridos, ciertos hábitos pecaminosos son difíciles de romper. Es así con la codicia.

Note lo que relata 2 Pedro 2:14: Tienen el corazón habituado a la codicia (RV). El diablo conoce bien tanto el corazón del ser humano como lo que las Escrituras dicen acerca de él. El enemigo sabe que el sexo no es como otras tentaciones sino que pide más y más para satisfacerlo. La meta de Satanás es inducirnos a formar hábitos que nos alejen de Dios, e inducirnos a dudar del poder de Dios para ayudarnos a vivir en victoria.

Hemos visto tanto hombres como mujeres bajar la guardia (proveer para los deseos de la carne) en las siguientes maneras:

1) Ausencias prolongadas.
En cada país donde ministramos la Palabra de Dios, por lo menos una dama acude a nosotros con el mismo problema. El esposo se ha mudado a otra ciudad o a otro país por razones económicas, alegando que una vez establecido la llamaría.

Pero el hombre llega a la ciudad o al otro país, se encuentra solo, conoce a otras mujeres solas, y «por h o por b» forma otro hogar. A veces hasta deja a una familia entera en el campo o en su país natal. Las ausencias prolongadas no son de Dios y dan lugar a Satanás. Todo lo contrario, es seguirle a Satanás el juego.

2) La pornografía.
Para mostrar cómo la pornografía puede dominar a una persona,  a continuación haré varias citas de un artículo escrito por un pastor que pasó diez años enredado en la pornografía.

«Recuerdo la noche en que experimenté por primera vez el apetito carnal. Fue durante un viaje lejos de mi hogar».

Está en una situación vulnerable, fuera de casa y solo.
«Para ser un cristiano eficaz tenía que experimentar la vida en su totalidad, ¿verdad? ¿Acaso Jesús mismo no comía con pecadores y prostitutas? Yo podía ir como un observador, en el mundo pero no del mundo. Los razonamientos se apilaban para fundamentar mis deseos, y en diez minutos estaba en un taxi rumbo a la ‘zona roja’ de la ciudad. Quizás Dios se presentaría, borraría mis deseos y me convencería de que yo estaba equivocado. Incluso se lo pregunté tímidamente. ¡No hubo respuesta!»

Este pastor empieza ahora a justificar su pecado.

«Dos horas después, salí del bar con una sensación extraña, una excitación intensa y sorprendido de que en realidad no me había pasado nada. En pocas horas, uno se da cuenta de que en cierto sentido todo cambió, pero por otro lado todo sigue igual. Por un tiempo, y como resultado del sentimiento de culpa, me limité a ver películas y revistas pornográficas. Durante más de diez años estuve en una guerra sin tregua.»

Desde aquella primera noche ya se había vuelto un hábito porque no se arrepintió. Seguramente el diablo estaba feliz porque este hombre era un pastor, un conferencista, un líder del pueblo de Dios.
«No hay otra experiencia que tenga esa fuerza salvaje», explicó el pastor. Es más que seguro que a esas alturas, el conferencista llega a la conclusión de que no existe victoria para él. Continúa y sus tristes palabras demuestran que está atrapado, que hay una guerra civil en su corazón. Comienza a hablar a los lectores.

 «Muchos de ustedes saben lo que es caminar con la mirada a la altura del pecho, hojear con ansias la revista Time en busca de una fotografía sexy, desear que hubiera cadenas en las habitaciones de los hoteles para no salir, a no ser que haya películas pornográficas en el cuarto. También saben lo que es revolcarse en la culpa de esa obsesión y orar llorando con toda la fe que uno pueda reunir para que Dios nos libere.

»Aprendí rápidamente que la codicia sexual va en una sola dirección: hacia abajo. Uno no puede volver a un nivel menor y estar satisfecho. Una revista estremece, una película excita, un show en vivo inflama la sangre...Experimenté la naturaleza insaciable del sexo lo suficiente como para sentirme aterrado. La codicia sexual no satisface; incita a más....»

En 1 Corintios 7:1–7 Pablo advierte que nuestro enemigo se aprovecha de la falta de dominio propio en el campo sexual. En forma especial, debido a que la pornografía está cada vez más accesible, se hace imprescindible mantener la guardia recordando la experiencia de este pastor: ¡La codicia es insaciable!

3) Falta de sabiduría.
La tercera manera que Satanás puede usar para inducirnos a tropezar en el campo sexual es la falta de sabiduría y sentido común. A pesar de ser hijos de Dios, seguimos violando los más elementales principios bíblicos, como por ejemplo no proveer para los deseos de la carne (Ro. 13:14).

Una mujer había recibido a Cristo en una cruzada evangelística de nuestro equipo. Al año siguiente volvimos a ese país para celebrar más reuniones y ella me vino a ver. Cuando se hizo cristiana estaba en una relación adúltera. Rompió con ese hombre y volvió a su esposo. Unos meses más tarde la llamó este otro hombre y le dijo: —Necesito verte, te quiero.

En vez de aplicar Romanos 13:14; 1 Corintios 6:14 y 2 Timoteo 2:22 y decir «lo nuestro ha terminado», ella acordó que iría a verlo. Acto seguido se arrodilló, rogó a Dios que la guardara en su hora de tentación, y salió al encuentro. No es sorprendente que el resultado fuera un nuevo acto de adulterio. Peor todavía su acusación fue: —Dios me falló, ya no puedo confiar en Él.

Si nosotros nunca proveyéramos para los deseos de la carne, si siempre huyéramos de la fornicación y de las pasiones juveniles, el diablo no encontraría terreno fértil para sus tentaciones. Sin embargo, muchos (incluyendo líderes de la obra) seguimos poniéndonos en el lugar del peligro. ¿Cuándo empezaremos a valernos de la sabiduría práctica que la Biblia nos proporciona en abundancia?

En un país sudamericano un hombre «profetizó» que Dios había llamado a cierta mujer para ser la representante nacional de un reconocido ministerio. Ella comenzó a hacerse ilusiones para ser escogida, aceptó el nombramiento y comenzó a trabajar con el grupo y en forma especial con uno de los integrantes. Pasaron mucho tiempo a solas y en pocos meses cometieron adulterio.

Una vez más vemos cómo el uso de sabiduría bíblica los hubiera guardado de semejante tragedia. En primer lugar, la Biblia indica que no debemos despreciar las profecías (1 Ts. 5:20) pero sí someterlas a prueba (1 Ts. 5:21; 1 Jn. 4:1). La palabra griega traducida someterlos a prueba en 1 Tesalonicenses 5:21, significa probar a fin de averiguar si es aceptable o no. ¡Nadie lo hizo!

Además la Biblia nos da una línea de autoridad que esta mujer debería haber seguido para tomar la determinación de aceptar el cargo. Su esposo es su cabeza (Col. 3:18; Ef. 5:23). A pesar de lo que dijera la profecía, ella no sólo tenía que consultar con su marido sino esperar la decisión de éste como cabeza de la familia. ¡No lo hizo!

En tercer lugar, aun en el caso de que el esposo hubiera estado de acuerdo, la sabiduría dicta que ella (junto con su esposo) debería haber acudido a los líderes espirituales de su iglesia local para que confirmaran el llamado de Dios sobre su vida (Hch. 13:1; 1 P. 5:1–5; He. 13:17). ¡Tampoco lo hicieron!

Finalmente, cuando algunos vieron que la relación entre la mujer y el integrante del ministerio estaba tomando un carácter demasiado íntimo, pudieron haber hecho algo (Gá. 6:1). Debido a que «no querían frenar la obra del Espíritu Santo», no lo hicieron.

¿Qué mejor ejemplo potencial que el reflejado por la falta de sabiduría en el ministerio de la consejería?  Muchos siervos del Señor han sido atrapados tratando de ayudar a una persona del sexo opuesto.

El ministerio de la consejería es un campo minado. Hablemos con claridad: Es peligroso aconsejar a una persona del sexo opuesto porque abre la puerta a los deseos carnales y al león rugiente. Existe el riesgo de enamorarse de una mujer que pide consejos –o de un hombre, según el caso.

La esposa de un pastor que conozco estaba atravesando por una etapa difícil; ser esposa de un pastor no era lo que ella esperaba; no sabía cómo actuar. Estaba deprimida. Llamaron a otro pastor para que la aconsejara, y así lo hizo. Después de algún tiempo se enamoraron.

Estoy convencido de que el proceso de solucionar problemas es parte de lo que se hace en el matrimonio. Cuando dos personas están resolviendo conflictos, se están abriendo, están profundizando su relación. Es lógico que se admiren, se vayan conociendo mejor, y comience una amistad íntima. Combinando este principio con el énfasis de hoy en las relaciones sexuales, terminamos con una situación explosiva y peligrosa. Es campo fértil para el tentador.

Cuando se está orientando a una mujer que tiene problemas matrimoniales, el consejero parece el esposo perfecto, padre y amante perfecto; y ella imagina que él es todo lo que le falta en su vida. Es más, el consejero como siervo de Dios siente simpatía por la mujer y se le cruza por la mente que él mismo podría contentarla si sólo tuviera la oportunidad. Es un momento oportuno para el «destructor» cuyo objetivo, sin duda, es destruir los matrimonios de los líderes cristianos.

¿Cómo, entonces, se puede guardar el corazón no dando lugar al enemigo y además continuando el ministerio de consejería bíblica?

a) Que las mujeres aconsejen a las mujeres y que los varones aconsejen a los varones.
Es hora de entrenar a mujeres santas, reverentes en su conducta, y no calumniadoras ni adictas al mucho vino. Deben enseñar lo bueno y aconsejar a las jóvenes (Tit. 2:3) para orientar a las mujeres con problemas.

b) Que el cristiano tenga la seguridad de estar aconsejando con la Biblia.
Cuando la base es la Escritura no es necesario pasar tantas horas para resolver los problemas. El padre de mentiras tuerce el carácter de Dios, la Palabra de Dios y los hechos de Dios. Lo que el aconsejado necesita es conocer y aceptar la verdad de Dios.

c) Valerse de grupos de apoyo para solucionar problemas.
La Biblia indica que parte del ministerio de la iglesia es orientarnos, aconsejarnos, animarnos, exhortarnos, amonestarnos unos a otros (Ro. 15:1, 14; Gá. 6:2; He. 10:24–25). El tentador sabe que la verdadera comunión cristiana es un antídoto para sus maquinaciones.

d) Que cada consejero forme parte de un grupo que se reúna semanalmente y allí dé razón de sus acciones.
La idea es cortar por lo sano cualquier problema antes que tenga la oportunidad de florecer y dar lugar a Satanás.


La trampa: Engañador del mundo entero ... Falsos profetas, herejías

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 

 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial

Por qué la gente acude a las sectas
         Por qué es difícil salir
Nos quedan algunas preguntas espinosas. ¿Por qué tanta gente acude a las sectas cuando «todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia…» (2 Pedro 1:3)? ¿Cómo es posible que gente sincera crea lo que en realidad es una mentira? ¿Por qué quienes están en una secta no se dan cuenta y simplemente salen de ella? Para contestar estas preguntas es necesario tomar en cuenta varias cosas:

1. Nunca olvidemos el poder y la astucia del enemigo de nuestras almas.
Después de estudiar todos los pasajes relacionados con el diablo, llegué a la conclusión de que Satanás pasa la mayor parte de su tiempo en engaños y mentiras (Juan 8:44).

Satanás es el creador de las sectas; presenta una religión que niega la eficacia de la muerte de Jesucristo y la sustituye por un camino que apela al ego humano; cuestiona la salvación de los fieles y los acusa haciéndolos sentir culpables (Apocalipsis 12:10); edifica grupos falsos que en realidad son «sinagoga de Satanás» (Apocalipsis 2:9).

Además Apocalipsis 12:9 declara que él «engaña al mundo entero». Y «no es de extrañar, pues aun Satanás se disfraza como ángel de luz» (2 Corintios 11:13–14 BLA).

2. La secta proporciona a la persona un (falso, por cierto) sentido de la vida.
Daniel Jerusalimiec, profesor del Seminario de Fe en Buenos Aires explica:

  «Puede ser que estas personas han encontrado la hermandad y el compañerismo que la iglesia no supo proporcionar. Una secta sabe integrar rápidamente a un nuevo miembro haciéndolo sentir aceptado entre ellos.

De esta manera, el nuevo integrante encuentra una sensación de seguridad y una organización que cuida de él. Más aun, la secta le ofrece una vida radicalmente diferente que le presenta un desafío atractivo. Esto le da “sentido a la vida”. En este nuevo grupo él empieza a sentirse valorado, [y] ya no le importa si es ridiculizado por sus vecinos o amigos pues él ahora ha encontrado dirección a la vida que nadie antes pudo proporcionarle.»


3. Últimamente en la mente de muchos «éxito» equivale a »grande».
En varios sitios de América Latina las sectas —no las importadas sino los grupos cultivados en casa— son los grupos más numerosos y cuentan con miles y miles de seguidores.

La conclusión lógica es que porque es algo grande tiene que estar favorecido por Dios, o que porque hay mucho dinero Dios está bendiciendo. ¡Cuidado! Durante el tiempo del profeta Elías más personas seguían a Baal y a Asera que a Jehová. Jesús afirma:

   «…ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan»  (Mateo 7:13–14)

4. La persona escuchará testimonios asombrosos de cómo el grupo ha cambiado la vida de alguien, cómo ha sanado a un niño, o cómo Dios ha contestado oraciones. Por eso no siempre es fácil detectar los peligros de participar en una secta. No nos dejemos cautivar por testimonios y aparentes milagros porque «se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y harán señales y prodigios, para engañar, si fuese posible, aun a los escogidos» (Marcos 13:22).

El Señor advirtió: «Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad»(Mateo 7:22–23).

Además, después de un «lavado del cerebro» la persona no se dará cuenta de su situación pues el proceso habrá alterado su manera de pensar.

5. Gran parte de quienes recurren a las sectas es gente crédula, que sinceramente busca cómo apaciguar la ira de Dios por sus fracasos y pecados, cómo aliviar su culpa y cómo hallar una vida mejor.

Las sectas prometen todo esto y más todavía: sanidad física, financiera y emocional; la divulgación de «misterios» antes ocultos y ahora revelados al «ungido»; prometen ser la única iglesia que verdaderamente sirve a Dios; aseguran una unción especial, cosas por el estilo. Todo eso cautiva, seduce, hipnotiza y finalmente atrapa a muchos.

Pablo advierte al joven pastor Timoteo que debe seguir predicando la Palabra de Dios porque «vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas [mitos, BLA]» (2Timoteo 4:3–4). El mito, por definición, es algo inventado por los hombres. Puede ser algo bien pensado, bien enunciado, impactante y que inspira fe, pero sigue siendo algo inventado por la mente humana. Los cristianos somos personas de la verdad, de la Biblia.

6. Para muchos es más sencillo dejar que otro (los líderes del grupo) tome las decisiones y que les digan qué creer y qué hacer.
 La secta ofrece una manera visible (externa) de medir la espiritualidad. El legalismo es externo y demanda obediencia a reglamentos humanos. Una mujer atrapada en una secta me confesó una vez: —Yo sé que ando bien con Dios porque no corto mi cabello, no voy al cine…

Ella había pedido hablar conmigo porque estaba molesta con el predicador Luis Palau por haber predicado que las relaciones sexuales fuera del matrimonio siempre son pecaminosas. La mujer estaba separada de su esposo y disfrutaba de una o dos aventuras sexuales al año «solamente con gente buena».

Me dijo que Dios no la condenaría porque ella cumplía los mandamientos humanos que me había mencionado arriba (entre otros). Sin embargo, vivir por la gracia del Señor es algo interno y requiere responsabilidad, discernimiento, dominio propio y una relación íntima con Dios.

Para muchos es difícil comprender por qué la gente queda atrapada en una secta falsa. Sin embargo, sumando los seis aspectos ya citados, posiblemente sea más fácil apreciar y compadecerse de la situación de los prisioneros espirituales.

Ahora pasamos a una incógnita más espinosa todavía:
¿Por qué encontramos a tantos ex evangélicos en las sectas y semisectas?

         Las sectas: ¿Una trampa para los evangélicos en particular?

No es de sorprender que los estudios hayan revelado que las sectas están llenas de gente que estaba asistiendo a una iglesia.

Lo que sí desconcierta es la cantidad de ex evangélicos dentro de las sectas. Es bueno enfrentar la realidad y preguntarse por qué está sucediendo y qué podemos hacer para cerrar la puerta trasera de la iglesia a fin de que la gente no se aleje.

 Sin repetir los seis motivos ya mencionados (que, por cierto, son aplicables tanto a evangélicos como a no evangélicos) queremos presentar ciertas prácticas —en especial de los evangélicos— que ayudan a un terreno fértil para el advenimiento de una secta.

1. En nuestros círculos existe una fuerte tendencia a definir el cristianismo por lo que uno hace (orar, asistir a la iglesia, leer la Biblia, testificar, ofrendar, etc.) y por lo que uno deja de hacer (no fumar, no beber, no jugar y otras cosas que varían según la cultura) en vez de por una relación personal con Cristo a través de la Biblia.

La mayoría de las sectas adhieren a las mismas prohibiciones que los evangélicos, y más todavía. Cuando un creyente que sinceramente busca ser más consagrado al Señor, encuentra a un grupo que hace más o ha dejado de hacer más que él (llevando una vida más severa), muchas veces llega a la conclusión de que tal grupo «tiene que ser más cristiano que yo».

Esta forma de representar el cristianismo nos hace vulnerables a las sectas y al mismo tiempo causa que las sectas resulten atractivas. Una íntima amiga de mi esposa le confesó que admira a cualquier persona con una vida más rigurosa que la de ella, y que si no fuera por la buena doctrina enseñada en su iglesia, llegaría a la conclusión de que tal persona es más espiritual que ella.

Durante los últimos tres años notamos un ambiente extraño en una congregación muy querida por nuestra familia. El pastor es un joven dinámico con un profundo anhelo de vivir una vida consagrada al Señor; es lo que predica desde el púlpito. La congregación crecía y estaba haciendo planes para ampliar el templo. Para aliviar la carga de trabajo que tenía Esteban, el pastor, contrataron a un copastor, que parecía un hombre con vasta experiencia. Sutilmente y con el pretexto de ayudar a la congregación a consagrarse más a Dios y a la Biblia, el copastor comenzó a imponer ciertas reglas «más espirituales».

Algunas eran: La mujer debe llevar faldas hasta los tobillos; para el hombre llevar corbata es más espiritual que no llevar corbata; no hay que tener TV en la casa; debe haber aislamiento del mundo en forma extrema; nadie puede enseñar a los hijos con excepción de los propios padres (el copastor llegó a tal extremo que no permitía que sus propios hijos asistieran a la escuela dominical a menos que él estuviera enseñando); no había que juntarse con otras iglesias para no contaminarse.

No sabemos lo que hubiera sucedido después porque la gente más madura de la iglesia comenzó a cuestionar al copastor alegando que había impuesto sus convicciones como si fueran mandamientos divinos. Después de sesiones extraordinarias del cuerpo de ancianos, reuniones congregacionales, chismes y personas heridas, la congregación se dividió.

En ese momento alguien sugirió investigar los antecedentes del copastor. Descubrieron que había sido despedido como profesor de un seminario y que los directores no querían decir por qué; luego había tomado el pastorado de una iglesia y en dos años ésta se había dividido; había aceptado el pastorado de otra congregación, que también terminó dividiéndose.

Como resultado de la investigación, el hombre fue despedido de la iglesia y comenzó su propio grupo, un grupo pequeño de seguidores que se reúne en su casa. La secretaria de la iglesia (divorciada dos veces) era la defensora número uno del copastor, y lo hacía buscando desesperadamente una vida más cerca del Señor.

Es notable que el pastor Esteban originalmente también había creído todo debido a que «la consagración» del copastor lo había conmovido. Esto demuestra una vez más que el legalismo es llamativo, tiene su encanto y hasta personas maduras pueden caer en su trampa.

Por gracia de Dios la iglesia sobrevivió el golpe y está volviendo a crecer. Debido al discernimiento de varios hombres y mujeres maduras fue posible detener el proceso de lavado de cerebro, ¡pero había comenzado!

2. En nuestros círculos es común escuchar la frase «Dios me dijo» o «Dios me guió». 
 La mayoría de nosotros quedamos impactados cuando Dios habla a un individuo. Somos fácilmente manipulados por cualquier dicho que suena espiritual.

Las sectas abundan en todo tipo de frases similares que pretenden provenir de una línea directa del Señor. Primera Reyes 13 relata la historia de un profeta que engañó a otro profeta empleando la frase «…por palabra de Dios me ha sido dicho» (17). Jacob hizo lo mismo cuando engañó a su padre Isaac en Gn. 27:20.

Todos deseamos seguir a un líder fuerte, espiritual, con carisma, es decir un modelo. Cuando a este se le suma la tendencia (en la cultura latina) a pensar que en el pueblo de Dios hay diferentes niveles espirituales, terminamos con una situación ideal para el engañador.

He sido testigo de que la gente acude al pastor o al predicador itinerante imaginando que, simplemente por ser predicador o pastor, goza de un acceso superior al trono de la gracia. Esta tendencia bien podría ser la base para que una persona, aprovechándose de la ingenuidad de los oyentes, forme su propio grupo.

Frente a tales tendencias ofrecemos varios consejos:


    a)      Ser escéptico cuando alguien declara: «Dios me dijo».
Pablo mandó a los tesalonisences, «examinadlo todo; retened lo bueno» (1Ts. 5:21).

    b)      Resistir la tentación de responder a ilustraciones e historias que simplemente apelan a las emociones.
En su lugar, prestar cuidadosa atención al contenido del mensaje y preguntar si las historias ilustran el pasaje o bien sólo recurren al elemento emocional. Es posible evaluar las palabras por medio de las Escrituras pero no existe lo mismo para evaluar las emociones.

    c)      Estar alerta cuando un predicador «usa» (en realidad abusa) de la Escritura en vez de predicar o exponer la Biblia. Cuando una persona cita la Biblia para apoyar sus argumentos, hay que seguir el ejemplo de la gente de Berea (Hechos 17:10–11), investigar si lo que dice es verdad.

Existen varias maneras comunes de usar la Biblia para fines propios en vez de exponer la Palabra de Dios. Menciono cuatro de los más comunes.

En primer lugar, lo más usual es valerse de pasajes fuera de su contexto bíblico.
Empleando versículos fuera de contexto, es factible alegar que algo es Palabra de Dios cuando en realidad se persuade a la gente a creer una mentira.

 El segundo es el método alegórico de interpretar la Biblia en el que cada personaje, objeto o evento representa o significa algo más.
Por ejemplo, escuché a un predicador utilizar la historia de Abigaíl, Nabal y David (1S. 25) en un sentido alegórico. En dicho mensaje David representaba a Dios, Abigaíl al alma humana (o posiblemente al Espíritu Santo, no estaba claro) y Nabal la carne (la naturaleza humana). La idea principal era que hay que crucificar la carne (Dios mató a Nabal). Como consecuencia, Abigaíl y David deben casarse, es decir tiene que haber comunión entre la persona y Dios. Ahora bien, hay excelentes lecciones en este pasaje pero esta alegoría no es una de ellas. Es fácil entender cómo es posible «lavar el cerebro» de la gente valiéndose del método alegórico porque éste se presta para cualquier enseñanza.

La tercera desviación en la predicación de la Biblia que es común en las sectas es tergiversar el pasaje para que respalde conceptos propios.
Fui testigo cuando un predicador (que ya ha establecido su propio grupito) predicó un mensaje sobre Romanos 12. Nuestro hijo, Joel, quien en aquel entonces tenía sólo 12 años, comentó: «Papi, me parece que el pasaje enseña lo contrario de lo que el predicador dijo esta mañana». ¡Joel tenía razón!

Finalmente, hay predicadores que creen que los oyentes deben aceptar lo que ellos dicen sencillamente porque ellos mismos lo han dicho. En efecto, lo que han hecho es sustituir la Palabra de Dios con su propia palabra.

         Por qué es difícil salir de una secta

1. Algunos temen salir debido a lo que les pasaría a ellos y a su familia.
El libro de Hebreos es una exhortación a los destinatarios a perseverar, a seguir en la gracia y a no volver a obras muertas. Los hebreos habían salido de su vida de legalismo y habían entrado en la gracia del Señor, cuando inesperadamente las cosas cambiaron. No solamente fueron perseguidos por los romanos por ser judíos, sino también perseguidos por los judíos por ser seguidores del Mesías. Seguramente lo que pasó por sus mentes fue algo como: «¿Está Dios enojado con nosotros por haber salido de la »sinagoga» (la iglesia madre)? ¡Volvamos a ella!»

Las personas atrapadas en una secta han sido instruidas para creer que «aquí» (en la secta) Dios las ama y las bendice; y «allí» (fuera de la secta) Dios no las ama y tal vez las envíe al infierno. Además, muchos creen en la eficacia de las maldiciones. Al salir de una secta, cualquier cosa insólita que les sucede los lleva a creer que es resultado de una maldición instigada por el grupo. Sin duda ese temor (de una maldición) infundado por parte de muchos sectarios es el fundamento de la decisión de no salir.

2. El apóstol (ungido, siervo, profeta o cómo se llame) se ha sentado «en la cátedra de Moisés» (Mateo 23:2), es decir ha convencido a la gente de que él mismo posee la máxima autoridad y es vocero de Dios. ¿Quién se atrevería a contradecir al vocero de Dios?

Este líder «explota necesidades universales: el ansia de parte de algo, el deseo de cierto orden y seguridad, el querer conectarse con algo más grande que uno, el anhelo secreto de hallar un padre solícito que ofrezca protección y bienestar».

3. Si la secta logra uno de sus propósitos, el interlocutor ha sido apartado de sus familiares y amigos. 
 Este aislamiento causa que la persona esté más ligada al grupo y sea menos capaz de existir sin el grupo. Después de haber tomado la decisión de apartarse de la secta, la muchacha que cuenta su historia en el capítulo 11 permaneció otros seis meses porque «estaba sin amigos».

Un hecho notable a la lucha de quienes quieren salir de una secta lo constituyen aquellos que después de escaparse luchan para encontrar una nueva iglesia. Uno de los motivos se ilustra con la experiencia de un adolescente en México. Después de haber sido engatusado por una secta durante más de dos años, entró en razón, se dio cuenta de que el grupo estaba manipulando su vida y pudo salir. Cuando acudió a mí para pedir ayuda, andaba de iglesia en iglesia, no queriendo echar raíces en ninguna porque, decía, «ya no puedo confiar en nadie, y menos en los líderes».

Otro joven, después de haber salido de una situación similar, me explicó que tampoco se tenía confianza como para tomar la decisión de seleccionar una nueva iglesia. Confesó sentirse paralizado emocionalmente.

Cuando se juntan los varios ingredientes presentados en este capítulo: gente sincera pero crédula, la astucia de Satanás, el encanto del legalismo, las promesas de las sectas, la sagacidad del lavado de cerebro (ver capítulo siguiente), la desesperación de la gente por encontrarle sentido a la vida, la satisfacción al imaginar que uno está en presencia del «vocero de Dios», uno comienza a comprender por qué la gente entra en el mundo de las sectas y por qué simplemente no las abandonan cuando se dan cuenta de que se trata de sectas.


Muchos falsos profetas han salido por el mundo: Estaban con nosotros, pero no eran de nosotros

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial

 ¿Qué es una secta?
   Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos. Por tanto, velad…
(Hechos 20:29–31)

Hace poco leí en los titulares de uno de los diarios de mayor circulación en Buenos Aires: «Invasión de las sectas». Al leer el artículo me di cuenta de que para el autor en «las sectas» estábamos incluidos nosotros, los cristianos evangélicos.

En el primer siglo de nuestra era los judíos consideraban a Cristo y a sus seguidores como una secta. El tema de las sectas es tan candente que durante una cruzada en Brasil, el evangelista Luis Palau se vio obligado a explicar por televisión la diferencia entre una secta y una verdadera iglesia. No es fácil definir la palabra «secta». Una prominente revista secular, después del suicidio de 39 miembros de una secta explicó: «La línea divisoria entre religión y secta, entre fe y fanatismo, a menudo es difícil de trazar». El diccionario Espasa Calpe define secta como «conjunto de seguidores de una parcialidad religiosa o ideología», pero al agregar los sinónimos incluye «herejía».

En este libro consideramos que una secta es un grupo (generalmente sincero) que ha dejado la verdad enseñada en la Biblia y ha ido tras una doctrina extraña y/o un líder con mucho carisma. La secta se compone de elementos doctrinales y sociológicos. Para lograr sus propósitos termina manipulando y controlando a los feligreses.

Al exponer las marcas distintivas de las sectas, veremos que hay iglesias que no son sectas propiamente dichas pero exhiben una o más de las características; todavía no son sectas pero están en peligro de abusar de sus miembros y de convertirse en sectas.

Antes de entrar en el tema específico, es importante para el lector comprender lo siguiente:

1) La iglesia nunca estará libre de falsos profetas.
«Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor…» (2 Pedro 2:1).

No nos sorprendamos de que las sectas estén creciendo, pero al mismo tiempo estemos alertas. En la Biblia también hallamos exhortaciones como: «Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces» (Mateo 7:15); «Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de los mutiladores del cuerpo» (Filipenses 3:2); «…algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrina de demonios» (1 Timoteo 4:1); «Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz» (2 Corintios 11:14).

2) Según el apóstol Juan, la proliferación de las sectas falsas es una señal de que la última hora está cercana.
«Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo» (1 Juan 2:18).

3) Al referirse a las sectas, la prensa (y hasta algunos gobiernos) en Latinoamérica tiene en mente a todos los grupos que no pertenecen a la religión tradicional.

Prueba de ello es que en muchos diarios aparece una lamentable traducción al español del nombre de la secta «Heaven’s Gate» como «Puerta al Cielo». Numerosas iglesias evangélicas se llaman «Puerta del cielo» o «Puerta al cielo».

Los enemigos del evangelio lo han aprovechado para probar que el movimiento evangélico es una secta. El resultado es que al criticar a las sectas falsas por sus necedades y conductas extremas (un ejemplo es la malversación de fondos), incluyen a todos los cristianos evangélicos. Por eso es crucial que la iglesia misma sepa cómo distinguir entre una secta y una verdadera iglesia bíblica.

4) Sólo incluímos sectas que son derivaciones del verdadero cristianismo, y no hace referencia a otras religiones (por ejemplo el budismo, el hinduismo, etc.).

Características básicas de las sectas falsas

   Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. (1 Juan 4:1)

El apóstol Juan nos exhorta, o mejor dicho, nos ordena probar los espíritus. En realidad uno de los propósitos de 1Juan es el discernimiento, y por ello el estudio de esta epístola resulta idóneo para ayudarnos con este tema. Esta epístola fue escrita hacia fines del primer siglo.

Había pasado suficiente tiempo desde el comienzo de la iglesia como para que herejías, doctrinas extrañas, falsos profetas y engañadores entraran en las congregaciones.2 Primera Juan es el libro más apropiado del Nuevo Testamento para conocer las características básicas de una secta falsa, a fin de poder discernirlas y preparar a los cristianos con sana doctrina para que no caigan en la trampa del enemigo.

Vemos que los cristianos de Berea fueron premiados y llamados «más nobles» porque «día tras día estudiaban las Escrituras para ver si era cierto lo que se les decía» (Hechos 17:11 VP). Debido a que los mismos vientos de doctrina que circulaban en el primer siglo todavía están molestando a la iglesia contemporánea, con urgencia necesitamos escudriñar la Escritura para ver si «estas cosas son ciertas».

1. Salen de nosotros.
La gran mayoría de quienes comienzan una secta falsa tuvieron sus principios en el movimiento cristiano evangélico, como advierte Juan:

   «Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros» (2:19)

Durante una visita a Argentina encontré literatura sobre la iglesia «evangélica» homosexual. Al indagar más, me enteré de que sus líderes anteriormente habían sido pastores de iglesias bíblicas.

En Guadalajara, México, los fundadores de «La Luz del Mundo» también salieron de dos grupos netamente evangélicos.

Es más, hemos recibido cartas (especialmente de Sudamérica) de personas atrapadas en la Iglesia de Unificación, cuyo fundador Sun Myung Moon antes de iniciar su propio grupo había comenzado en una iglesia presbiteriana y luego había sido miembro de una iglesia pentecostal.

Cuando con mi esposa vivíamos en México, «Los Niños de Dios» —ahora conocidos como «La Familia de Amor»— casi se llevaron el grupo de jóvenes de nuestra iglesia. El fundador, el ya fallecido David Berg, antes había sido ministro con la Alianza Cristiana y Misionera.

Jim Jones, el fundador del «People’s Temple», el grupo que se suicidó masivamente en Guyana, profesó su conversión en una Iglesia del Nazareno y luego pastoreó una iglesia carismática. El grupo conocido como «Dios es Amor» que proviene de Brasil, profesa ser una iglesia evangélica pentecostal.

De las sectas más conocidas podemos mencionar a Russell de los Testigos de Jehová, que comenzó en una iglesia congregacional; Mary Baker Eddy, fundadora de la Iglesia de Ciencia Cristiana, quien nació en una familia con tradición bíblica congregacional, y fue influenciada por las doctrinas de un hombre que había pertenecido primero a la iglesia metodista y más tarde a una iglesia pentecostal; José Smith de los mormones fue tocado por el avivamiento evangélico en Nueva Inglaterra en los Estados Unidos de América.

Seguramente cerca de nuestra casa se encuentra funcionado una secta cuyo fundador salió de una sólida iglesia bíblica. Pablo explica:

   «Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos»
(Hechos 20:30)


2. El error básico de la secta falsa radica en lo que cree sobre el Hijo de Dios y por ende sobre el plan de salvación.

   «¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo?» (2:22)

De este versículo deducimos que es posible estar equivocado acerca de la doctrina de Dios Padre o aun de Dios Espíritu Santo y seguir llamándose verdadero cristiano, pero jamás se puede estar equivocado acerca del Hijo de Dios. Juan afirma:

   «Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre» (1 Juan 2:23; véase también 2 Juan 7)

Hace tiempo una persona me escribió preguntando sobre un grupo en Centroamérica. Sucedía que al visitarlo le había impresionado el ambiente de «amor» y no le había parecido tan diferente de su iglesia a la que había asistido durante años. Después de investigar el tema, encontré en el grupo algo que Pablo seguramente denominaría «doctrinas de demonios» (1 Timoteo 4:1). Entre otras cosas, descubrí que ese grupo sostiene que Jesucristo evolucionó hasta llegar a ser un dios, y alega que Jesucristo y Satanás son hermanos. A este grupo Juan diría: «Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios» (2Jn. 9).

Pasé varias horas escribiendo una cuidadosa contestación a la carta. Tres semanas más tarde recibí la respuesta, mejor dicho una protesta acusándome de que yo había falseado la doctrina del grupo y que era imposible que lo que yo decía fuera verdad. Como por mi parte había hecho un estudio cauteloso y sabía que yo tenía razón, entonces en mi réplica le expliqué a esta persona que aunque un grupo hasta el momento no hubiera enseñado cierta doctrina, ésta igualmente forma parte de sus creencias. Muchas sectas esperan hasta que la persona sea parte integral del grupo para entonces revelar las grandes doctrinas falsas, que generalmente tienen que ver con la persona de Cristo.

   «Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo»
(Judas 4)

3. Emplea material extrabíblico colocándolo al mismo nivel que la Biblia.
 Puede ser algo escrito como El libro del Mormón o Las cartas de MO (David «Moisés» Berg, de «La Familia de Amor»), o la palabra de un líder caudillo —como el ejemplo del joven pastor que presentamos al comenzar este libro.

Aduciendo «revelaciones directas de Dios», esta clase de líder (generalmente llamado profeta, apóstol o ungido) controla a los miembros del grupo. Recuerdo un triste incidente en un país de Centroamérica. Durante el culto el líder de la iglesia recibió la «revelación» de que una mujer soltera tenía que casarse con cierto hombre en la congregación.

En forma inmediata celebraron el casamiento (por cierto no legal). La dama, que no estaba de acuerdo pero a la vez no quería oponerse al ungido de Dios, luego admitió: «Aquella noche básicamente fui violada».

Lo que más me molesta de este incidente es que los líderes de la congregación tratan a los miembros como si no fueran «coherederos de la gracia de la vida» (1 Pedro 3:7), como si no tuvieran capacidades espirituales (1 Corintios 12) con derecho al acceso directo al trono de la gracia (He. 4:16), como si fueran súbditos a quienes pueden manipular por su palabra.

4. Alegan que son los únicos con la verdad.
 La mayoría de las sectas profesan haber encontrado la iglesia y la doctrina «ideal» y su razón de ser es no seguir cometiendo los errores de las demás iglesias.

Es propio decir que Jesús es el único camino porque la Biblia lo enseña (Juan 14:6), pero es totalmente diferente decir que mi iglesia o el grupo al que asisto es el único con la verdad, y como consecuencia los demás no son salvos o, peor todavía, que están bajo el control de Satanás. En un grupo de ese tipo la salvación no consiste tanto en ir a Cristo sino en ir a un grupo o iglesia, o en un sistema de obras humanas. Declarándose los únicos poseedores de la verdad, ciertos grupos no permiten que sus miembros pisen el umbral de otra iglesia.

Hace poco mi hijo Joel, a quien Dios le ha dado una preocupación especial por los que están atrapados en doctrina falsa, asistió a la iglesia de unos amigos a quienes había estado testificando de su fe. Joel me comentó que el culto fue similar al de una iglesia evangélica, pero con una diferencia notable: cuando la gente pasaba a dar testimonio ninguno alababa al Salvador Jesús sino que toda la alabanza estaba dirigida a la iglesia en sí.

Dar la gloria a otro es peligroso porque Dios mismo declara: «…a otro no daré mi gloria ni mi alabanza a esculturas» (Is. 42:8).

5. Emplean sólo porciones de la Biblia, y generalmente fuera de contexto. 
Fundamentan su doctrina en unos pocos pasajes de la Escritura, pero ¡cuidado! pues llegan a ser expertos en los pasajes que apoyan sus creencias.

Hace tiempo José, un miembro de nuestra iglesia, tuvo un encuentro con un miembro de una semisecta y se sentía confundido porque el hombre había declarado que José no era salvo por no haber sido bautizado de la manera prescrita en su iglesia.

Grupos así son peligrosos pues conocen muy bien su doctrina y ciertos versículos —generalmente oscuros— que apoyan tal doctrina, y se valen de ellos para confundir a la gente. José no fue el único caso; a otros miembros de nuestra iglesia les han dicho que no son salvos porque celebran la Navidad, toman café, comen carne, no dan su diezmo a cierto grupo, y varias otras cosas relacionadas con la manera de vestir, el maquillaje, etc. El apóstol Pablo debió enfrentarse con muchas de las mismas creencias (y aun más), y como respuesta escribió:

   «Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo…. Pues si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos tales como: No manejes, ni gustes, ni aun toques (en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres), cosas que todas se destruyen con el uso? Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne»
(Col. 2:16–17, 20–23)

6. Emplean terminología bíblica pero con su propia definición de los distintos términos. 
Si cerca de su casa funciona una secta y usted llega a conversar con uno de sus integrantes, sugiero que le pregunte el significado de las siguientes palabras: salvación, pecado, redención, anticristo, evangelismo, reino de Dios, Hijo de Dios, Cuerpo de Cristo, justificación por la fe.

Luego, entonces, compare lo que ellos dicen con el significado bíblico. ¡Cuidado! Quizá al principio las definiciones de la secta tengan apariencia de verdad. Por eso es tan importante el discernimiento. Si Bernabé pudo ser arrastrado y engañado por falsa doctrina (Gá. 2:13), cuánto más nosotros.


domingo, 23 de febrero de 2014

El sembrador y su semilla: ¿Eres un sembrador bendito o maldito?

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial


  Las instrucciones más largas y más detalladas de las Escrituras con respecto a la evangelización se encuentran en Marcos 4. Esta serie de parábolas es la Carta Magna de nuestro Señor en la evangelización, y el fundamento de su enseñanza es la parábola de las tierras. El punto de esta ilustración va en contra de mucho del pensamiento evangelístico de hoy como lo demuestra que ni el estilo del evangelizador ni su adaptación del mensaje tienen en último término un impacto en los resultados de sus esfuerzos. Lo que Jesús entendía por evangelización es una reprimenda sonora a los que suponen que la manera en que está vestido un pastor, el estilo o la música le ayudan a alcanzar a una cultura en particular o a una multitud, o que diluyendo el evangelio para hacerlo más aceptable se producirán más conversiones. La realidad es que el poder de Dios está en el mensaje, no en el mensajero.

Los discípulos estaban confundidos. Habían dejado sus casas, sus tierras, sus parientes y sus amigos (Marcos 10:28); habían dejado sus vidas pasadas para seguir a Jesús, y creían que era el Mesías largamente esperado y suponían que otros israelitas harían sacrificios similares y creerían también en Jesús. En vez de una conversión nacional, los discípulos encontraron tremenda animosidad. Los líderes judíos odiaban a Jesús y a sus enseñanzas, mientras muchos de las multitudes solo estaban interesados en señales y milagros. Pocos se arrepentían y la duda estaba comenzando a apoderarse de los doce.

El problema no era la habilidad de Jesús para atraer a una multitud. Cuando Él viajó por Galilea enseñando, las multitudes fueron enormes, contándose a menudo por decenas de miles. Los discípulos eran a menudo apretujados por las gentes. En ocasiones, Jesús tenía que meterse en un bote y alejarse levemente de la orilla del lago para enseñarles, escapando a duras penas del peso aplastante de los desesperados buscadores de milagros.

Pero pese a lo fascinante e impresionante de la escena, no daba como resultado verdaderos creyentes. Las personas no se arrepentían de manera genuina y no aceptaban a Jesús como Salvador. Aun las propias expectativas de los discípulos no se estaban cumpliendo. Las profecías de Isaías 9 y 45 hablaban de un día cuando el reino del Mesías sería global y sin fin. Para cuando ocurren los acontecimientos de Marcos 4, el ministerio del Señor había sido público por dos años y la noción de que Jesús establecería esa clase de reino parecía lejos de la realidad. Por eso, pocas personas eran sinceras en seguirle. El Antiguo Testamento describe al Mesías como trayendo a Israel tanto la salvación nacional como la supremacía internacional. Las multitudes estaban interesadas más bien en los milagros, las sanidades y la comida que en la salvación de sus pecados.

Así que no era para sorprenderse que los discípulos tuvieran preguntas. Si Jesús era de verdad el Mesías, ¿por qué muchos de sus seguidores eran tan superficiales? ¿Cómo era que el Mesías, por tanto tiempo esperado viniera a Israel solo para ser rechazado por los líderes religiosos de la nación? ¿Y por qué no exigía poder y autoridad para establecer el reino prometido como el cumplimiento de todo lo que se había propuesto en los pactos nuevo, davídico y abrahámico?

El asunto era este: Jesús predicaba un mensaje que requería un sacrificio radical de sus seguidores. Por otro lado, seguir a Cristo era muy atrayente. Ofrecía libertad del laberinto de opresivas reglas hechas por el hombre e impuestas por los fariseos (Mateo 11:29–30; cp. 17:25–27). Seguir a Cristo era atemorizante, porque requería encontrar la puerta estrecha, negándose a sí mismo, y obedecerle hasta el punto de estar dispuestos a morir por Él (Mateo 7:13–14; Marcos 8:34). Seguir a Jesús requería reconocer su divinidad y que fuera de Él no hay salvación ni ninguna otra manera para reconciliarse con Dios (Juan 14:6). También significaba el completo abandono del judaísmo que se enfocaba en la práctica religiosa en lugar de en un corazón penitente vuelto a Dios.

Muchos judíos esperaban que el Mesías les librara de la ocupación romana, pero Jesús se negó a hacerlo. En su lugar, predicó un mensaje de arrepentimiento, sumisión, sacrificio, devoción radical y exclusividad. Las masas fueron atraídas por los milagros que realizaba y por el poder que poseía; sin embargo, los discípulos percibieron que su enfoque, tan poderoso y veraz como era, no volvía a los curiosos en convertidos. Cuando le preguntaron: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» fue una pregunta honesta nacida de la realidad de lo que experimentaban (Lucas 13:23). Quién sabe si los discípulos llegaron a pensar que Jesús debería modificar su mensaje, aunque fuera ligeramente, para conseguir la respuesta de la gente.

NO ES EL MENSAJERO SINO EL MENSAJE
De muchas formas, el evangelicalismo actual está igualmente confundido. A menudo he notado que el mito dominante en el evangelicalismo es que el éxito del cristianismo depende de cuán popular sea. El principio es que, si el evangelio va a seguir teniendo pertinencia, el cristianismo debe adaptarse y apelar a las últimas tendencias culturales.

Este modo de pensar por lo general limitado a la multitud de buscadores de emociones hace poco que ha aparecido más en círculos reformados. Hay movimientos que estarían de acuerdo con las verdades de la predestinación, la elección y la depravación total, pero que también, inexplicablemente, exigen que los pastores actúen como estrellas de rock en vez de como humildes pastores. Influenciadas por la retórica emocional de la mala teología, las personas toleran la idea de que la sagacidad cultural de un pastor determina cuán exitoso es su mensaje y cuán influyente será su iglesia. La actual metodología de crecimiento de la iglesia dice que si un evangelizador quiere «llegar a la cultura» (cualquier cosa que esto signifique), debe imitar la cultura. Pero tal enfoque es contrario al paradigma bíblico. El poder del Espíritu en el evangelio no se encuentra en el mensajero, sino en el mensaje. De modo que la motivación detrás de los buscadores compulsivos podría ser noble, pero está seriamente mal encaminada.

Cualquier esfuerzo para manipular el resultado de la evangelización cambiando el mensaje o estilizando al mensajero es un error. La idea de que más personas se arrepentirán si solo el predicador se hace más atrayente o más chistoso invariablemente dará lugar a que la iglesia sufra en carne propia un desfile ridículo de tipos que actúan como si su encanto personal pudiera llevar a las personas a Cristo.

Este error conduce a la noción dañina de que la conducta de un pastor y un discurso deberían ser determinados por la cultura en la cual él ministra. Si trata de alcanzar a una cultura de personas no relacionadas con ninguna iglesia, algunos abogarían que él debiera hablar como los que nunca han tenido relación con una iglesia, aun cuando el comportamiento de ellos no sea santo. Hay muchos problemas con esa clase de lógica, pero en primer lugar está la falsa suposición que un pastor puede confeccionar conversiones verdaderas luciendo o actuando de cierta forma. La verdad final es que solo Dios tiene el control de si los pecadores se salvarán o no como resultado de cualquier sermón.

En realidad, las verdades duras del evangelio no propician ganar popularidad e influencia dentro de la sociedad secular. Tristemente, muchos predicadores desean ardientemente la aceptación cultural que están en verdad dispuestos a alterar el mensaje de salvación de Dios y su estándar de santidad con tal de lograr esa aceptación. El resultado, por supuesto, es otro evangelio que no es el evangelio.

Tales componendas no hacen nada por incrementar el testimonio de la iglesia dentro de la cultura. De hecho, tienden al efecto opuesto. Al crear un evangelio sintético, facilitan que las iglesias se llenen de personas que no se han arrepentido de sus pecados. En lugar de hacer al mundo como la iglesia, tales esfuerzos tienen solo el éxito de hacer la iglesia más como el mundo. Esta precisamente fue la enseñanza de Jesús en Marcos 4 para evitar esto.

LA PARÁBOLA DE LAS TIERRAS

Los discípulos, realmente preocupados porque otros creyeran, estaban asombrados que las multitudes no se estaban arrepintiendo. Quizá en algún momento hayan dudado de la conveniencia del mensaje duro, exigente y acusador que predicaba Jesús.

Si tal fue el caso, el Señor respondió a esta creciente marea de dudas diciéndoles a los discípulos una serie de parábolas y proverbios acerca de la evangelización. Un año antes de que les diera la Gran Comisión, Jesús usó esta serie de parábolas como su fundamento para la instrucción con respecto al tema de la evangelización (Marcos 4:1–34). Marcos le dedica más espacio a esta que a ninguna otra enseñanza en su Evangelio y el punto principal es la parábola inicial, una historia acerca de un agricultor esparciendo semillas:

  Oíd: He aquí, el sembrador salió a sembrar; y al sembrar, aconteció que una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y la comieron. Otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra. Pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. Otra parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto. Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, pues brotó y creció, y produjo a treinta, a sesenta, y a ciento por uno. (Marcos 4:3–8)

Esta ilustración es una explicación paradigmática de a qué debería parecerse la evangelización. Está diseñada para contestar una pregunta básica que, tarde o temprano, todos los evangelizadores se formularán: ¿Por qué algunas personas responden al evangelio mientras que otras no? La respuesta a esta pregunta aclara la esencia de la evangelización.

EL SEMBRADOR PERDIDO

La parábola de las tierras comienza con un agricultor. Lo que es sorprendente acerca de él es qué poco control en realidad tiene del crecimiento de los cultivos. No se usan adjetivos para describir su estilo o su habilidad, y en una subsiguiente parábola nuestro Señor describe a un sembrador que planta, regresa a casa y se va a dormir:

  Decía además: Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra; y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo. Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga; y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado. (Marcos 4:26–29)

Jesús dice que el agricultor desconoce cómo se transforma la semilla en una planta madura. Después de sembrar la semilla, el agricultor «duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo».

Esta ignorancia no es única para este agricultor en particular, sino que es cierta de todo el que siembra. El crecimiento de la semilla es un misterio que aun el agricultor más adelantado no puede explicar. Y esta realidad es la clave para toda la parábola. Jesús explica que la semilla representa el evangelio y el agricultor representa al evangelizador (v. 26). El evangelizador esparce la semilla; es decir, explica el evangelio a las personas, y algunas de esas personas creen y reciben vida. Cómo ocurre, es un misterio divino para el evangelizador. Una cosa es clara, sin embargo: Aunque es el medio humano, finalmente no depende de él. El poder del evangelio está en el obrar del Espíritu, no en el estilo del sembrador (Romanos 1:16; 1 Tesalonicenses 1:5; 1 Pedro 1:23). Es el Espíritu de Dios quien resucita las almas de muerte a vida, no los métodos o las técnicas del mensajero.

El apóstol Pablo comprendió este principio. Cuando llevó el evangelio a Corinto, inició la iglesia y la dejó al cuidado de Apolos. Más tarde, describiría la experiencia de este modo: «Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios» (1 Corintios 3:6). Dios fue el que en verdad trajo a los pecadores a sí mismo, cambió sus corazones e hizo que ellos fueran santificados. Tanto Pablo como Apolos fueron fieles, pero con toda seguridad no eran la explicación para el crecimiento y la vida sobrenaturales. Esta verdad dio lugar a que Pablo dijera: «Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento» (1 Corintios 3:7).

De manera intencional Jesús resalta la falta de influencia del agricultor sobre el crecimiento de la semilla. De hecho, Jesús hace énfasis en que el agricultor, después de plantar la semilla, simplemente se fue a casa y se durmió. Esto es directamente análogo a la evangelización. Para que una persona sea salva, es el Espíritu de Dios el que tiene que atraerle y regenerar su alma (Juan 6:44; Tito 3:5). Esto es contrario de la noción de que los resultados de la evangelización pueden ser influidos por el vestuario del pastor o la clase de música que se pone antes del mensaje. Un agricultor podría llevar sus semillas en una arpillera o una bolsa de cachemira y ni lo uno ni lo otro tendría efecto alguno en el crecimiento de la semilla. El pastor que piensa que pantalones vaqueros de marca harán su mensaje más aceptable es semejante a un agricultor que invierte en una bolsa de semilla de marca esperando que con ello el terreno será más receptivo para sus semillas.

No se equivoque pensando que estoy diciendo que los predicadores deberíamos usar solo trajes azul oscuro. El punto de Jesús no es si el evangelizador debería llevar puesta una corbata y cantar himnos. La parábola entera declara que hasta donde la evangelización llega, simplemente no tiene importancia lo que el evangelizador lleva puesto o cómo se arregla el cabello. Tales apariencias externas no son las que hacen crecer la semilla. Cuando las personas arguyen que si un pastor se comporta como un segmento particular de una cultura logra alcanzar mejor a esa cultura, fracasan en comprender el punto de vista de Jesús.

Todo lo que el agricultor puede hacer es sembrar y todo lo que el evangelizador puede hacer es proclamar. Como predicador, si pensara que la salvación de alguien está en dependencia de mi adherencia a algún aspecto sutil de la cultura, no podría dormir. Pero por el contrario, sé que «conoce el Señor a los que son suyos» (2 Timoteo 2:19). No es una coincidencia que en el Nuevo Testamento nunca se llama a los evangelizadores como teniendo la responsabilidad por la salvación de otra persona. Más bien, habiendo proclamado el mensaje fielmente, se nos llama a descansar en la soberanía de Dios.

Por supuesto, el hecho de que el agricultor se haya ido a dormir no es una excusa para la pereza. Está equivocado quien piensa que el estilo del evangelizador decide quiénes y cuántos se salvarán. Pero hay también el igualmente serio error de tomar como excusa la soberanía de Dios para no evangelizar. A menudo designado como híper calvinismo, este punto de vista asume de forma incorrecta que como los evangelizadores no son capaces de regenerar a alguien, entonces la evangelización misma no es necesaria.

Pero esa perspectiva también pierde el punto de vista de la enseñanza de Jesús. El agricultor durmió, pero solo después de que diligentemente sembró su semilla. Un agricultor que piensa: «No puedo hacer que la semilla crezca, ¿por qué me voy a molestar en plantarla?», no será un agricultor por mucho tiempo.

La verdad es que la descripción del agricultor hecha por Jesús provee el modelo para la evangelización. El evangelizador debe plantar la semilla del evangelio, sin la cual nadie puede ser salvo (Romanos 10:14–17). Entonces debe confiar en Dios para los resultados, ya que solo el Espíritu puede dar vida (Juan 3:5–8).

LA SEMILLA DESAPROVECHADA

No solo es irrelevante el estilo del agricultor para el éxito de sus cultivos sino que Jesús tampoco sugiere que el sembrador debería alterar su semilla para facilitar su crecimiento. La parábola de las tierras muestra seis resultados del proceso de sembrar, pero en ningún lugar se dice que los resultados dependan de la habilidad del sembrador.
La ausencia de análisis acerca de la semilla también concuerda con la evangelización. Jesús asume que los cristianos evangelizarán usando la semilla verdadera: el evangelio. Alterar el mensaje no es una opción. A los creyentes se les advierte contra manipular indebidamente el mensaje como un todo (Gálatas 1:6–9; 2 Juan 9–11). La única variable en esta parábola es la tierra. Si un evangelizador frustrado mira cuán difícil es su tarea o cuán cerrada su cultura parece ser para el evangelio, el problema no está en el mensajero fiel o en el evangelio verdadero; más bien recae sobre la naturaleza del terreno en el que se echa la semilla verdadera.

Jesús describe diferentes tipos de tierra en los que se depositan las semillas; algunos no producen fruto de salvación, pero otros sí. Los seis describen un cuadro de las respuestas inevitables a la evangelización, ya que las tierras representan condiciones diversas del corazón humano.

La siembra en el camino
La primera clase de tierra definitivamente no es receptiva. En Mateo 13:4 se describe una parte de la semilla cayendo «junto al camino». Los campos en Israel no estaban cercados o amurallados. En lugar de cercas, había rutas que entrecruzaban los campos, haciendo bordes. Estas sendas se dejaban a propósito sin cultivar. Ya que el clima en Israel es árido y caliente, las rutas eran caminos apisonados tan duros como el pavimento para los pies de los que los atravesaban. Si la semilla caía sobre esas sendas, las aves que seguían al sembrador descenderían rápidamente y la arrebatarían.
Jesús relaciona este arrebatamiento de la semilla con la actividad de Satanás. La tierra compactada del camino representa el corazón duro en el que la semilla del evangelio no penetra, quedando en la superficie para ser comida para las aves. Es un cuadro de los que, estando sujetos a la esclavitud por Satanás, no tienen ningún interés en la verdad. Habiendo rechazado el evangelio, sus corazones solo se vuelven cada vez más encallecidos. Mientras más pise el camino el agricultor, sea que esté echando la semilla o no, más dura se vuelve la tierra.

Alguien podría pensar que este tipo de tierra describe los corazones de los peores, más atroces e irreligiosos pecadores imaginables. Pero en realidad, Jesús se refiere a los líderes religiosos de Israel que estaban intensa y devotamente comprometidos con la moralidad externa, la ceremonia religiosa, y las formas tradicionales de culto. Pero habiendo rechazado al Mesías, también se perdieron completamente. Fueron prueba de que ser «religioso» no es indicación de un corazón suave. Más bien, mientras más profundo el corazón se arraiga en la religión hecha por el hombre, más impenetrable se vuelve. La única esperanza es desbaratar por la fuerza la tierra dura, como el aplastar fortificaciones de piedra a que se refiere Pablo en 2 Corintios 10:3–5:

  Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.

La siembra en pedregales
El segundo tipo de tierra se compara con «pedregales, donde no tenía mucha tierra» (Marcos 4:5; véase también 4:16). Antes de que los agricultores sembraran sus campos, quitaban todas las piedras que podían lo cual demandaba un gran esfuerzo. Algunos rabinos acostumbraban decir que cuando Dios decidió poner piedras en la tierra echó la mayor parte de ellas en Israel. Así que debajo del alcance del arado había a menudo un manto rocoso de piedra caliza. A esto es a lo que se refiere Jesús aquí.

Cuando la semilla caía sobre esta clase de tierra, se asentaba en el enriquecedor y suave terreno labrado por el arado. Al encontrar agua, la semilla se desarrollaría, comenzaría a echar raíces y a abrirse camino hacia la superficie. Pero debido a que pronto habrían de encontrarse con el lecho rocoso, las jóvenes raíces no podrían dar firmeza a la planta. La planta procesaría rápidamente los nutrientes que encontrara en la tierra con lo cual se desarrollaría sin problema; sin embargo, al empezar a recibir la luz del sol, requeriría más humedad. Pero como las raíces no podían penetrar en el lecho rocoso para conseguir sus nutrientes, la frágil planta terminaría secándose bajo los rayos del sol.

Jesús comparó esta tierra con alguien que oye el evangelio e inmediatamente responde con alegría (Mateo 13:20). Su respuesta rápida podría conducir al evangelizador a engañarse pensando que la conversión fue genuina. Inicialmente, este «convertido» muestra un cambio dramático, al absorber y aplicar toda la verdad que le rodea. Pero semejante a la semilla que se chamusca con rapidez, la vida aparente es superficial y temporal. Porque no hay profundidad en la respuesta emotiva o egocéntrica del pecador, ningún fruto puede venir de ella.

La naturaleza verdadera de esta conversión falsa se trasluce pronto en el calor del sufrimiento, del sacrificio propio y de la persecución. Tales adversidades son demasiado para que el corazón poco profundo las resista.

La siembra entre espinos
La tercera clase es una tierra llena de espinos (Marcos 4:7, 18). Esta tierra es engañosa. Ha sido arado y da la apariencia de estar fértil, pero debajo de la superficie acecha una red de raíces silvestres capaces de producir una plaga de cizaña. Cuando la buena semilla se ve forzada a competir por vivir contra cardos y espinos, los cultivos del agricultor terminarán ahogándose. Las malas hierbas roban la humedad de la semilla y le impiden recibir la luz del sol. Como consecuencia, la buena semilla muere.

La palabra que Jesús usa para espinos es el término griego κανθα (akantha), que es una clase particular de mala hierba espinosa común en el Oriente Medio y que se encuentra con frecuencia en terrenos cultivados. Es la misma palabra usada en Mateo 27:29 para referirse a la corona de espinas colocada en la cabeza de nuestro Señor. Estas plantas indeseadas eran comunes y peligrosas para los cultivos.

Jesús compara esta tierra cubierta de maleza con las personas que oyen el evangelio pero «los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa» (Marcos 4:19). Si la tierra rocosa significaba emoción superficial y si los del borde del camino representaban el engaño religioso impulsado por la autoestima y el interés propio, la tierra espinosa describe a una persona vacilante. Cuando el corazón de alguien está cautivo por las cosas del mundo, su arrepentimiento sobre el pecado no es genuino. Su corazón está dividido entre los placeres terrenales y temporales y las realidades celestiales y eternas. Pero estas cosas se excluyen mutuamente.

Los espinos tienen correlación con «los afanes de este siglo», y esta frase aun podría ser mejor traducida como «las distracciones de la época» (Marcos 4:19). El corazón con espinos está ocupado por cualquiera de las cosas mundanas que preocupan a la cultura. Es el corazón que ama al mundo y todas las cosas que hay en el mundo, y por eso el amor de Dios no está en él (véase 1 Juan 2:15; Santiago 4:4).

Los que intentan evangelizar acomodándose a la cultura no pueden evitar cultivar en esta clase de tierra. La semilla puede caer bastante bien, pero cuando crece, el amor al mundo expondrá lo que la profesión de fe es en realidad: Otra acción temporal y superficial de un corazón que todavía permanece cautivo al mundo.

Las semillas del evangelio caen sobre los oyentes de al lado del camino, sobre los oyentes de entre pedregales y sobre los oyentes de entre los espinos. En cada uno de estos casos, el evangelio no fructifica. Al dar esta analogía poderosa y evidente, el Señor nunca sugiere que se debería culpar al agricultor por la respuesta negativa. El problema no es un evangelizador que no fue hábil o lo bastante popular. Más bien, el problema está en la tierra. Los pecadores rechazan el evangelio porque aborrecen la verdad y aman su pecado. Es por eso que el evangelio, fielmente proclamado, puede ser arrebatado por Satanás, matado por autoestima o sofocado por el mundo.

La siembra en buena tierra
Puede haber corazones que rechacen la salvación, pero Jesús también describe corazones que reciben el evangelio. El ánimo llega cuando Jesús dice: «Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, pues brotó y creció, y produjo a treinta, a sesenta, y a ciento por uno» (Marcos 4:8). La buena tierra es profunda, suave, enriquecida y limpia. Ni Satanás, ni la carne, ni el mundo pueden sofocar el evangelio cuando es plantado en esta clase de corazones

Casi todas las parábolas de Jesús contienen un elemento chocante e inesperado, y la parábola de las tierras no es la excepción. Hasta este momento esta analogía con las actividades del campo les habría sido familiar a los discípulos o a cualquier israelita. Ellos dependían completamente de su agricultura, y su tierra estaba cubierta de campos de grano. Comprendían el peligro de las aves, las piedras y la maleza. Todo eso era muy común. Pero Jesús abandona lo familiar para describir un resultado que nadie habría alguna vez esperado: una cosecha al treinta, al sesenta y aun al ciento por uno. Un promedio de cosecha podría alcanzar un séxtuplo, y un cultivo que produjera diez veces más sería considerado una cosecha de una sola vez en la vida. Así es que cuando Jesús dijo que hasta una de las semillas del agricultor podría producir hasta cien veces, eso tiene que haber producido conmoción en los discípulos.

Si no es parte de una sociedad agraria, usted podría no entender el disparate de Jesús al describir una semilla que puede producir al 10.000 por ciento. Todas las ilustraciones dejan de ser útiles en un cierto punto y este es precisamente el punto donde la analogía agraria ya no es aplicable a la evangelización. Al describir una cosecha tan grande, Jesús está indicando que el evangelio puede producir vida espiritual en múltiplos que son imposibles excepto por el propio poder de Dios.

La preparación del corazón para el evangelio es la tarea del Espíritu Santo. Solo Él convence (Juan 16:8–15), regenera (Juan 3:3–8) y justifica (Gálatas 5:22–23). La obra en el corazón es del dominio de Dios:

  Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra. (Ezequiel 36:25–27; cp. Jeremías 31:31–33)

Tal como Salomón preguntó retóricamente: «¿Quién podrá decir: Yo he limpiado mi corazón, limpio estoy de mi pecado?» (Proverbios 20:9). La respuesta, por supuesto, es nadie.

Mientras hay explicaciones de por qué las personas rechazan el evangelio, tanto satánicas como humanas, el arrepentimiento verdadero es sobrenatural. En ningún lugar se observa esta verdad con más claridad que en la conversión del ladrón en la cruz (Lucas 23:39–43; cp. Mateo 27:38–44). Su conversión no pudo haber sido más improbable, al ocurrir en un momento cuando Jesús daba la apariencia de ser un fracaso colosal. El Señor parecía débil, derrotado, victimizado y sin poder para salvarse a sí mismo, muchos menos a otro. Jesús estaba deshonrado, sus enemigos triunfantes y sus seguidores ausentes. La marea de la opinión pública estaba contra Él, y el comentario sarcástico, por parte del primer ladrón, era la respuesta apropiada y comprensible.

Dios, sin embargo, obró su habilidad sobrenatural de salvación en el segundo ladrón y en contra de la razón natural, este se arrepintió y creyó. ¿Por qué este rebelde moribundo aceptó a un hombre sangrante y crucificado como su Señor? La única respuesta es que fue un milagro de gracia y el resultado de la intervención divina. Antes de los terremotos sobrenaturales, la oscuridad y las tumbas abiertas, este hombre creyó porque la semilla del evangelio cayó en tierra fértil, preparada por la mano de Dios. Su conversión da testimonio del hecho de que no es el estilo o la fuerza del hombre los que salvan, sino el poder de Dios.

Ya que Dios produce ese cambio de corazón, el resultado será evidente en cada vida transformada, sin embargo diferente en alcance, y mucho más allá de lo que los discípulos alguna vez podrían haber soñado. El evangelio pronto estallaría en una cosecha espiritual, comenzando en Pentecostés y continuando exponencialmente hasta el último día del reino terrenal de Cristo. El poder para esta multiplicación es sobrenatural, pero la manera es el fiel testimonio de creyentes verdaderos.

Lo asombroso del evangelio es que es obra de Dios. Sembramos la semilla al compartir el evangelio, entonces nos vamos a dormir, y el Espíritu obra mediante el evangelio para dar vida. No controlamos quién se salva, porque el Espíritu va donde Él quiera (Juan 3:8). No sabemos cómo ocurre, no más que lo que un agricultor sabe cómo una semilla en la tierra se convierte en alimento. Nuestro trabajo no es impartir vida, solo plantar la semilla. Una vez que hemos hecho esto, podemos descansar en el poder soberano de Dios.

CÓMO APLICARNOS PARA LA EVANGELIZACIÓN

La verdad en esta parábola debería tener un efecto profundo en cómo vemos la evangelización. Y motivarnos a evangelizar estratégica, humilde, obediente y confiadamente.

Estratégicamente
Jesús enseña que ciertas clases de tierras permiten que la semilla crezca con gozo en lugar de ser ahogada o que se seque. Este hecho debería ser suficiente para demostrar la insensatez de hacer del evangelio algo que apela solo a las emociones. Nada es un guía menos confiable con respecto a la fe verdadera que las emociones, ya que ni el gozo ni el pesar son necesariamente indicativos de arrepentimiento verdadero (véase 2 Corintios 7:10–11). Cuando el evangelizador apunta a los sentimientos del pecador o basa la seguridad de la salvación en una experiencia emocional, está dirigiendo el evangelio a corazones superficiales. Tal enfoque inicialmente puede dar la apariencia de ser impresionante, ya que la tierra poco profunda se ve bien de corto plazo. Pero no da como resultado conversiones duraderas.

Tampoco el evangelizador debería manipular la voluntad apelando a los deseos naturales del pecador. Es normal que pecadores esperen con ilusión mejores cosas para ellos mismos, como salud, riqueza, éxito y realización personal. Pero el evangelio nunca ofrece lo que el corazón no comprometido e impuro ya quiere. Solo los falsos maestros usan el orgullo y los deseos de la carne para coaccionar una respuesta positiva de las personas. Por contraste, el evangelio verdadero ofrece lo que es incongruente para el deseo humano natural. Como Jesús lo dijo a sus seguidores:

  No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa. El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará. (Mateo 10:34–39)

El verdadero arrepentimiento y la fe en Cristo niegan los anhelos depravados comunes de la voluntad humana.

  De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará. Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará. (Juan 12:24–26)

Si ni la emoción cruda ni el deseo racional son un indicador confiable de fe verdadera, entonces ¿qué lo es? Como Jonathan Edwards correctamente observó, un indicador responsable es un «corazón humilde y quebrantado que ama a Dios». Él escribió:

  Los deseos de los santos, no importa cuán fervorosos sean, son deseos humildes; su esperanza es una esperanza humilde; su gozo, aunque indecible y lleno de gloria, es un gozo del corazón quebrantado y humilde que deja al cristiano más pobre de espíritu, más semejante a un niño pequeño, más dispuesto a una humildad universal de comportamiento.

Según Edwards, la evangelización no debería dirigirse a influir en las emociones o a manipular la voluntad porque esas cosas no son solo fáciles de alcanzar, sino que no son señales seguras de conversión. Más bien, «una vida santa es la señal principal de la gracia». Una vida santa fluye de un corazón santo, el cual produce afectos santos dirigidos por el Santo. Esto es solo posible cuando la mente del pecador es persuadida a ver su pecado tal como es y al evangelio como su única solución.

Humildemente
La verdad es que el poder del evangelio está en las manos de Dios, no en las nuestras. Por lo tanto, deberíamos evangelizar con humildad. Por «humildad» no queremos decir incertidumbre, tolerancia ecuménica o alguna otra distorsión posmoderna del término. Más bien, entendemos por humildad el sentido bíblico de temblar ante Dios y su Palabra (Isaías 66:2), evitando cualquier noción orgullosa que nos pudiera hacer tan osados como para cambiar su mensaje o tan engreídos como para tomar el mérito por la obra de Él.

El poder del evangelio está en su verdad invariable, y una semilla mutante producirá un producto mutante. Además, el evangelizador no debería intentar hacer atractivo a Jesús para los pecadores. Jesús es atractivo en sí mismo. Pero las personas están cegadas a sus atributos a causa de su pecado. No es suficiente alentar a las personas a activar sus voluntades egoístas o a incitar sus emociones inconstantes. En lugar de eso deben ser llamados a llorar por su pecado al punto del arrepentimiento genuino. De modo que explicar la profundidad del pecado y el castigo que merece es una parte esencial de la evangelización bíblica. Un pecador debe escuchar que su pecado le acusa y le condena porque ofende a Dios, y solo el Espíritu de Dios puede llevar esa verdad desde los oídos del pecador a su corazón.

Es exactamente esta clase de evangelización que es la primera en sufrir en el afán de atraer más personas a Cristo. En un intento por hacer el mensaje más popular y los resultados más notables, los evangelizadores muy a menudo apelan a las emociones y a la voluntad en vez de a la mente.

Pero cuando el evangelio real es predicado a la mente, un mensaje que incluye los difíciles llamados al discipulado, la naturaleza radical de la conversión y la obra gloriosa de Cristo, entonces la semilla correcta es sembrada en el corazón, y los corazones divinamente preparados serán receptivos a la semilla.

Obedientemente
Cuando terminó de explicar la parábola de las tierras, Jesús les preguntó a los discípulos: «¿Acaso se trae la luz para ponerla debajo del almud, o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero?» (Marcos 4:21). Él les decía a sus discípulos que después de su muerte y su resurrección, poseerían una gran luz. Esa luz es la «luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios» (2 Corintios 4:4). Es para ser predicado fielmente por los esclavos de Cristo (v. 5), pero los resultados son por el poder soberano de Dios como lo fue en la creación original: «Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo» (2 Corintios 4:6).

Nuestro Señor continuó su enseñanza con este axioma: «Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz» (Marcos 4:22). Aquí había una perogrullada al comunicar el hecho de que cada secreto tiene su tiempo adecuado para decirse. Todo el asunto de guardar un secreto es que ahora no es el tiempo para que se sepa. En el caso de los discípulos, aún no habían sido comisionados y enviados al mundo. Pero cuando ese tiempo llegó, ellos fueron y hablaron con audacia. Esto se refiere al mandato frecuente de nuestro Señor a no hablar de Él o de sus milagros hasta después de su muerte y resurrección (Mateo 8:4; 9:30; 12:16; 17:9; Marcos 1:44; 3:12; 5:43; 7:36; 8:30; 9:9; Lucas 4:41; 8:56; 9:21). Una razón evidente para tal restricción era dejar en claro que el mensaje que Él quería que sus seguidores esparcieran no era el que Él era un sanador o un liberador político, sino un Salvador que murió y resucitó de entre los muertos.

La utilidad de un agricultor está relacionada con la cantidad de semilla que siembra. Mientras más siembra, más cantidad de semilla que él esparce y más probabilidad que una parte de la semilla alcance una buena tierra. Para comunicar este deber, Jesús siguió a los proverbios en Marcos 4:21–22 con una clara promesa: «con la medida con que medís, os será medido, y aun se os añadirá a vosotros los que oís» (v. 24). Ese es el lenguaje de recompensas eternas y provee gran motivación para proclamar el evangelio tanto activamente como con exactitud. Aunque no podemos controlar los resultados, somos llamados a esparcir el mensaje. Y aun si somos rechazados por los que nos escuchan, nuestros fieles esfuerzos harán que un día seamos recompensados por el Señor.

Hay cristianos falsos y evangelizadores falsos. El Señor juzgará a ambos. Pero los creyentes verdaderos son obedientes en evangelizar cada vez que tienen oportunidad, recordando que nuestra obediencia lleva a la bendición divina tanto aquí como en la vida venidera.

Confiadamente
El saber que nuestra evangelización es energizada por el poder de Dios nos da confianza en los resultados divinos.

Esto es precisamente por qué Marcos concluyó esta amplia sección acerca de la evangelización con una parábola final describiendo el reino de Dios: «Es como el grano de mostaza, que cuando se siembra en tierra, es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra; pero después de sembrado, crece, y se hace la mayor de todas las hortalizas, y echa grandes ramas, de tal manera que las aves del cielo pueden morar bajo su sombra» (Marcos 4:31–32).

Recuerde que los discípulos estaban preocupados que las promesas del Antiguo Testamento de un reino no se pudieran cumplir con Jesús. Él había estado predicando por dos años y todavía parecían ser muy pocos los que creían. Los doce estaban al borde de perder la esperanza. Pero Jesús les dijo que si la semilla se esparcía, el evangelio crecería y el reino vendría. Lo que Jesús quiso decir es que el reino comenzaría pequeño pero se haría muy grande y finalmente, las aves de las naciones descansarían a su sombra (Ezequiel 31:6). El evangelio se volvería global y lo haría mediante estos acosados discípulos.

Esto es exactamente lo que ocurrió. Después de la resurrección eran solo 120 seguidores de Jesús y después del día de Pentecostés el número se elevó a 3,000 (Hechos 1:13; 2:41). Este número rápidamente alcanzó a 5,000 (Hechos 4:4). En pocos meses eran más de 20,000. El poder del evangelio estaba poniendo el mundo al revés. Dos mil años más tarde, incontables personas se han salvado, y están ahora tanto en la iglesia militante en la tierra como en la iglesia triunfante en el cielo. Un día, Cristo regresará y establecerá su reino milenial en esta tierra. Hasta entonces, el evangelio continuará invitando a los pecadores al arrepentimiento.

El mensaje de salvación se mantiene en movimiento mediante los que son sembradores, produciendo vida espiritual y fruto genuino en buen terreno. Esto solamente es posible porque lo hace el poder de Dios, lo que significa que la popularidad o la manera persuasiva del mensajero humano no tiene nada que ver con esto.

La evangelización es un llamado privilegiado. Hacemos lo que podemos por propagar el evangelio dondequiera que sea. Una vez hecho el trabajo, regresamos a casa y nos vamos a dormir. Si hemos trabajado duro podremos dormir bien, sabiendo, como el agricultor, que el crecimiento no depende de nosotros.


https://story.ad/site/file_download/smartpublicity1467919561neTNIrOs.html