domingo, 20 de octubre de 2013

Matrimonios Fuertes Sobre la Roca: La Familia-Institución Divina

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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EL ORIGEN DE LA FAMILIA

Al estudiar la Palabra de Dios y meditar luego en ella, comprobamos cómo muchas veces nos equivocamos en nuestra manera de pensar. Sucede que la sociedad en que vivimos se orienta por sofismas y presupuestos que están en oposición al designio de Dios. Necesitamos tener bien claro en nuestras mentes que el matrimonio fue diseñado exclusivamente por Dios y sus finalidades fueron, entre otras, remediar la soledad humana y traer felicidad al hombre y la mujer. En este estudio, verá dónde y cómo debe comenzar el matrimonio y lo que implica en términos de unidad.


En este estudio

  1.      Exploraremos cuál es el primer problema que el matrimonio está llamado a solucionar.
  2.      Apreciaremos la importancia de la mujer como compañera idónea del hombre.
  3.      Observaremos cómo el divorcio se opone al propósito original del Creador.
  4.      Exploraremos lo que significa, en términos prácticos, dejar al padre y a la madre para formar un matrimonio.
  5.      Aprenderemos el significado original de la expresión «se unirá a su mujer».
  6.      Apreciaremos la importancia de la unión sexual en el matrimonio.

Cuando me especializaba en matemáticas en la universidad aprendí que si uno no comienza con la premisa correcta al resolver un problema, no hay manera de obtener la respuesta correcta. De modo que, cuando llegué a ser cristiano, estudié la Biblia como si fuera un matemático. Es decir, pasé más tiempo en los primeros tres capítulos del Génesis que en cualquier otra parte de la Biblia, pues comprendí que estos capítulos constituían el fundamento de todo lo demás que hay en la misma. Descubrí que allí estaba, en forma de cápsula, la esencia de la verdad de Dios en lo concerniente al hombre y a la mujer, y a su relación con Dios y el uno con el otro. Allí comencé a entenderme y a entender a mi esposa, a hallar el perfecto designio de Dios para nuestra vida matrimonial y su propósito para nuestra vida conyugal.
Así que, como matemático, me metí en un concienzudo estudio de esos capítulos fundamentales, sabiendo que tenía que estructurar mi vida y mi relación matrimonial basado en las premisas correctas si de veras quería salir bien al final. El resultado ha sido más maravilloso de lo que yo esperaba: una bella vida matrimonial, un hogar piadoso, y una vida de ministerio con la oportunidad de mostrar a muchas otras parejas cómo alcanzar la felicidad conyugal siguiendo el plan original de Dios.
Por supuesto, para establecer un enfoque del matrimonio basado en la verdad del Génesis, tuve que abandonar algunos conceptos que había aprendido en mi vida anterior. Pero pude hacer eso porque comprendí que contaba con una formación exacta. Pude reemplazar las ideas equivocadas con las correctas y luego vivir confiadamente en conformidad con estas últimas. Descubrí que podía depender de esta verdad, la que nunca me dejaría tomar malas decisiones ni dar malos consejos.
¿Y qué me dice usted, estimado lector? ¿Qué es lo que ha dado forma a su manera de pensar con respecto al matrimonio? ¿Puede depender de ese pensamiento?


DESCUBRIMIENTOS: LO FALSO Y LO VERDADERO

Quiero que considere cuidadosamente los supuestos fundamentales que gobiernan sus actitudes hacia la vida matrimonial y el amor.
Algunos pueden ser falsos, otros pueden ser verdaderos. Es esencial que determine cuáles premisas son verdaderas, cuáles son dignas de basarse en ellas, y cuáles conceptos debe descartar por cuanto son falsos y, por lo tanto, no prácticos, y hasta potencialmente peligrosos.
Una pareja casada, a quienes llamaré Daniel y Carolina, habían llegado a este punto luego de muchos años de ser cristianos activos en una iglesia evangélica grande. Carolina consideraba a su esposo como «un hombre maravilloso y bondadoso» y un buen padre para sus hijos varones adolescentes. La vida conyugal de ellos era «agradable». Si la emoción parecía desaparecer de su relación, Carolina lo atribuía a los veinte años de vida matrimonial y a la edad de los dos, que pasaba un poco de los cuarenta.
Luego, el mundo de ella se conmovió hasta sus fundamentos cuando Daniel admitió que había tenido relaciones sexuales con una mujer que trabajaba con él en el ministerio musical de la iglesia. Daniel afirmó que la relación amorosa con esa mujer había terminado, pero una amiga íntima le aconsejó a Carolina que se divorciara sin demora, y le advirtió: «El adulterio mata al matrimonio. Y no está bien que te dejes usar como el felpudo que se coloca en la puerta».
Mientras Carolina, que se sentía perpleja y traicionada, se retiraba de su esposo, la joven del caso se mantenía activamente en pos de él. Daniel se había reunido con los diáconos para confesar su pecado, pero ahora se tornó renuente a asistir a la iglesia con su esposa e hijos. Los líderes de la congregación consideraron esto como una prueba de la insinceridad de él, y le predijeron a Carolina que el matrimonio no podría salvarse por cuanto «Daniel simplemente no estaba bien con Dios».
Daniel, profundamente deprimido, comenzó a pensar en conseguir un traslado de su trabajo para otra parte del país por un período de diez o más meses. Le explicó a Carolina: «La separación nos ayudará a comprender si realmente nos amamos el uno al otro, o no» La confidente de Carolina reaccionó con un consejo airado. Le dijo: «Empácale las maletas y déjaselas en las gradas del frente. ¡Cuanto antes mejor!»
Cuando Carolina me contó su historia, me quedé impresionado por el hecho de que todas las personas que entraron en esta dolorosa situación afirmaban ser creyentes en Jesucristo, que reconocían su Palabra como verdad: la esposa, el esposo, la otra mujer, la amiga que aconsejó a la esposa, y los líderes de la iglesia. Sin embargo, cada uno de éstos, a su propia manera, había demostrado una carencia de conocimientos de los principios bíblicos que podían preservar y sanar esa relación matrimonial. Tantísimos principios bíblicos importantes con respecto al matrimonio, al amor, al perdón, y a la restauración se violaron o se pasaron por alto que no es raro que Daniel y Carolina se sintieran ambos «congelados» en el dramático enredo e incapaces de hallarle salida.

Aún si los matrimonios se hacen en el cielo, el hombre tiene que ser responsable de su mantenimiento.
—Kroehler News

Desafortunadamente, ésta es una historia típica. La he oído muchas veces con pequeñas variaciones del tema básico. La comparto con usted, estimado lector, porque de ella se puede aprender muchísimo.
Mientras la aconsejaba, Carolina reflexionó en su propia manera de pensar y sus patrones de conducta. ¿Cuán válidas fueron sus acciones y reacciones durante la crisis? ¿Y qué las había impulsado? Sus decisiones, ¿fueron tomadas al calor de un falible consejo humano, o mediante el consejo eterno de Dios? ¿Qué supuestos básicos guiaron su pensamiento? ¿Eran falsas o verdaderas estas premisas?
Luego a Carolina le ocurrió algo muy interesante. Cuando se volvió a la Palabra de Dios, determinó seguir el consejo del Señor hacia donde la condujera y dejarle a Él los resultados. El consejo antibíblico que ella había recibido se le esfumó del pensamiento, y entonces comenzó a ver claramente lo falso y lo verdadero. Descubrió que hay un total desacuerdo entre la Biblia y el sistema de pensar del mundo en relación con el matrimonio y el divorcio, y que ella había sido engañada por Satanás, el maestro de la hipocresía, hasta el punto de creerle las mentiras con relación al matrimonio. Descubrió que Satanás puede actuar aun a través del cristiano que tenga las mejores intenciones, pero que tome el punto de vista humano en relación con el matrimonio, en vez de seguir la clara enseñanza bíblica de Dios. Aprendió también que, cuando los hombres y las mujeres reaccionan siguiendo sus inclinaciones naturales, generalmente, caen en decisiones equivocadas.
Según lo describió, tanto ella como Daniel habían caído en un abismo de pensamientos turbios, sentimientos confusos y reacciones fuera de tono. Sólo la verdad podía liberarlos. Los dos comenzaron a aprender de nuevo el proceso mediante el estudio del libro de Génesis, capítulos 1 al 3.
Toda pareja casada necesita saber la verdad completa con respecto al matrimonio, pero esta verdad nunca se hallará en las enseñanzas ni en los ejemplos del sistema del mundo. Lo mejor que este mundo puede ofrecer es un divorcio a bajo costo.
Generalmente, éste no obedece a ninguna razón válida y se obtiene muy fácilmente, lo cual le resulta muy cómodo a millares que, a tropezones, entran y salen del matrimonio como si éste fuera una puerta giratoria. Las palabras de un crítico social definieron esta situación en una sentencia clara y rotunda: «En la década que comenzó en 1970 —dijo—, ¡el divorcio llegó a ser el resultado natural del matrimonio!»
Si el divorcio se acepta ahora, y aun se espera que sea el resultado natural del matrimonio, es ésta una escalofriante herencia para las décadas venideras. Pero, ciertamente, no tenemos que adoptarla en nuestro pensamiento. Los creyentes de todas las culturas y de todas las edades que creen en la Biblia, han hallado la sabiduría y la fortaleza para nadar contra la corriente de los actuales estilos de vida. Notemos que la sabiduría bíblica viene primero; luego, la fuerza para ir contra la opinión popular, no importa cuán poderosa ésta sea.
Andemos juntos por el sendero bíblico que Daniel y Carolina siguieron en la búsqueda de la verdad fundamental sobre la cual estructurar su vida matrimonial.
Comenzaremos en el principio, con la creación del hombre y la mujer. Nuestro propósito es entender el matrimonio tal como Dios lo estableció, en contraste con las opiniones del mundo que nos rodea. Necesitamos examinar estos versículos del Génesis como si nunca antes los hubiéramos visto. No los consideramos como declaraciones gastadas, sino como una verdad para nuestras vidas individuales.

1. La idea de crear un hombre y una mujer fue de Dios

«Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó» (Gn 1:27).
En Génesis 1 se narra el hecho de la creación del hombre, mientras que en Génesis 2 se nos revela el proceso a través del cual esto ocurrió. En el primer capítulo hallamos la verdad fundamental, ciertamente esencial para la apreciación del matrimonio, de que Dios hizo al varón y a la mujer para cumplir sus propios propósitos. Parece demasiado obvio, pero tal vez se deba señalar que la creación de dos clases de personas, hombres y mujeres, no fue una oscura conspiración para bloquear las ambiciones del movimiento femenino de liberación. La creación de las dos clases de personas no se hizo para humillar a las mujeres. En realidad, resultó ser un testimonio de lo contrario, pues la creación estaba incompleta sin la mujer. Mediante un acto creador, amoroso y asombroso, el Dios Todopoderoso concibió el maravilloso misterio del varón y la mujer, la masculinidad y la femineidad, para traer gozo a la vida. ¡Piense en cómo sería el mundo de descolorido y monótono si sólo existiera su clase de sexo! ¿Quién querría vivir en un mundo solamente masculino o solamente femenino? ¿O en uno en el que todas las marcas del género masculino o femenino se pasaran por alto o se suprimieran? La persona que se niega a comprender las diferencias fundamentales entre el varón y la mujer y a regocijarse en ellas, nunca gustará de la bondad divina que Dios planeó para el matrimonio.

2. El matrimonio fue diseñado por Dios para remediar el primer problema de la raza humana: la soledad

«Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él. Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ése es su nombre. Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo; mas para Adán no se halló ayuda idónea para él. Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre» (Gn 2:18–22).
Imagínese a un hombre en un ambiente perfecto, pero solo. Adán tenía comunión con Dios y la compañía de las aves y el ganado. Tenía un trabajo interesante, pues se le encomendó la tarea de observar, clasificar, y dar nombre a los animales vivientes. Pero estaba solo. Dios contempló la situación y dijo: «No es bueno». Así que el Creador sabio y amante proveyó una solución perfecta. Hizo otra criatura similar al hombre y, sin embargo, maravillosamente diferente de él. Fue tomada de él, pero ella lo complementó. Ella resultó totalmente adecuada para él en lo espiritual, lo intelectual, lo emocional, y lo físico. Según Dios, ella fue diseñada para ser la «ayuda idónea» de él. Este término, «ayuda idónea», se refiere a una relación benéfica en la que una persona ayuda a sostener a otra como amiga y aliada. Tal vez usted haya pensado que una ayuda idónea es una persona subordinada, cierta clase de sierva glorificada. Pero tendrá nueva luz para considerar la vocación de la mujer cuando se dé cuenta de que la misma palabra hebrea que se traduce ayuda se le aplica a Dios en el Salmo 46:1: «Nuestro pronto auxilio [ayuda] en las tribulaciones.»
El matrimonio comienza siempre con una necesidad que ha estado ahí desde el principio, una necesidad de compañerismo y complemento que Dios entiende. El matrimonio fue concebido para aliviar la soledad fundamental que todo ser humano experimenta. En su caso, según el grado en que su cónyuge no satisfaga sus necesidades —espirituales, intelectuales, emocionales, y físicas—, y según el grado en que usted no satisfaga las mismas necesidades de su cónyuge, en esa misma proporción los dos están aún solos. Pero esto no está en conformidad con el plan de Dios, y puede remediarse. El plan es que se complementen el uno al otro.

3. El matrimonio fue planeado y decretado para traer felicidad y no desdicha

«Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada» (Gn 2:23).
¡Este es el primer canto de amor que se escuchó en el mundo! Los expertos en hebreo nos dicen que Adán expresó de este modo una tremenda emoción, una mezcla de asombro y regocijo. «¡Al fin tengo a alguien que me corresponda!» Su expresión «hueso de mis huesos y carne de mi carne» llegó a ser un dicho favorito en el Antiguo Testamento para describir una relación personal íntima. Pero la plenitud de su significado les pertenece a Adán y a su esposa. El Dr. Charles Ryrie hace la interesante sugerencia de que la palabra hebrea para mujer, iskah, pudo haber venido de una raíz que significa «ser suave», que tal vez sea una expresión de la deleitosa y original femineidad de la mujer.
Así que, cuando el Señor le trajo la mujer a Adán, el hombre expresó sus sentimientos con palabras como las siguientes: «Al fin he hallado a una que puede complementarme, que me quita la soledad, a quien apreciaré tanto como a mi propia carne. ¡Es bellísima!, perfectamente adecuada para mí. ¡Ella será lo único que necesitaré!»
¿Puede imaginarse la emoción que tuvo que haber ardido dentro del hombre y la mujer cuando comprendieron lo que podrían significar el uno para el otro? ¿Puede usted comprender el propósito por el cual Dios creó a la mujer para el hombre? Pese a todos los chistes gastados que se digan en contrario, el matrimonio fue concebido para nuestro gozo y felicidad. Y el propósito de Dios no ha cambiado nunca.


4. El matrimonio tiene que comenzar con un abandono de las demás relaciones a fin de establecer una, permanente, entre un hombre y una mujer

«Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne» (Gn 2:24).
Dios dio este mandamiento tripartito en el comienzo cuando estableció la institución del matrimonio. Aún sigue siendo el ejemplo de consejo más conciso y amplio que jamás se haya presentado sobre el matrimonio. Nótese que las palabras de este versículo son sencillas y fáciles de entender, a pesar de la infinita profundidad de su significado. Estas veintitrés palabras resumen toda la enseñanza de la Biblia sobre el matrimonio. Todo lo demás que se dice destaca o amplía los tres principios fundamentales que se originan en este versículo, pero nunca los cambia ni en el más leve sentido. Estos principios merecen que se los considere atentamente, pues cualquier problema real al que se enfrente en la vida matrimonial vendrá por pasar por alto alguno de los aspectos del mandamiento que Dios dio en el Génesis.
Tenemos que entender, ante todo, que el matrimonio comienza con un dejar: dejar todas las otras relaciones. En este caso se especifica la relación más estrecha que existe fuera del matrimonio, ya que implica que es necesario dejar al padre y a la madre. Luego, ciertamente, todos los demás vínculos tienen también que romperse, cambiarse, o dejarse.
Por supuesto, los vínculos de amor con los padres son duraderos, pero tienen que cambiar de carácter para que el hombre se dedique completamente a su esposa y para que la mujer se dedique completamente a su esposo. El Señor le dio al hombre este mandamiento, aunque el principio se aplica tanto al esposo como a su esposa, por cuanto le corresponde al hombre establecer una nueva familia de la cual será responsable. Ya no puede depender de su padre ni de su madre; ya no puede estar bajo la autoridad de ellos, pues ahora asume la dirección de su propia familia.
La Escritura enseña claramente que el adulto tiene que continuar honrando a sus padres, y ahora, que es independiente, necesita cuidar de ellos cuando sea necesario y asumir responsabilidad por ellos, más bien que ante ellos (Mt 15:3–9; 1 Tim 5:4–8). Pero el que se va a casar tiene que dejar a sus padres, pues ni los padres ni ninguna otra relación debe entremeterse entre esposo y esposa.
Esto significa que usted y su cónyuge necesitan reorientar sus vidas el uno hacia el otro, en vez de esperar que otra persona, o grupo de personas, responda a sus necesidades emocionales. Esto significa, también, que las otras cosas han de ir detrás en prioridad: los negocios, la carrera, la casa, los pasatiempos, los intereses, y aun la obra de la iglesia. Todo tiene que colocarse en su perspectiva correcta. Cualquier cosa que sea importante en la vida debe ser menos importante que su relación matrimonial.
La esposa de un próspero hombre de negocios que dedicaba todas sus energías a su empresa, derramó lágrimas amargas en mi oficina mientras decía: «Él se mantiene dándome recompensas monetarias, y cada vez que lo hace, pienso cuánto mejor sería que me diera su tiempo y su amor. Doctor Wheat, yo no quiero todas esas cosas. Sólo quiero que él me preste atención.»
En más de veinticinco años de aconsejar, he observado que cuando un hombre habitualmente pone su negocio o su carrera antes que su esposa, nada de lo que él pueda comprar con dinero la complacerá realmente.
Hay muchas maneras diferentes de no atender lo que se debe. Esto lleva al fracaso de una verdadera relación. He visto a mujeres tan envueltas en sus trabajos o en lograr una educación más avanzada, que resultan más compañeras de cuarto que esposas. Y también he visto a otras cuya preocupación por un minucioso cuidado de la casa empañó lo que hubiera podido ser un buen matrimonio. He conocido a algunos hombres que no pudieron abandonar sus vínculos con sus compañeros de caza o de juego de golf por el tiempo suficiente para la necesaria relación amorosa con sus respectivas esposas. Algunos, incluso no pueden despegarse de los deportes televisados por un rato lo bastante largo como para hablar con sus esposas. He conocido casos en que el esposo o la esposa ha participado excesivamente en la obra de la iglesia hasta el punto de causar detrimento a su vida matrimonial. Y he conocido algunos casos tristes en que la madre, y algunas veces el padre, dio a los hijos el primer lugar. Cuando esos hijos crecieron, sus padres quedaron emocionalmente en bancarrota.
El primer principio que podemos aprender en Génesis 2:24 es que el matrimonio significa dejar. A menos que usted esté dispuesto a dejar todo lo demás, nunca alcanzará la unicidad de esta emocionante relación que Dios tuvo en mente para disfrute de toda pareja casada.


5. El matrimonio exige una unión inseparable de esposo-esposa para toda la vida

«Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne» (Gn 2:24).
Notemos otra vez que el Señor le dice esto especialmente al esposo, aunque el principio se aplica a ambos cónyuges.
¿Qué significa unirse? La palabra hebrea dabaq, que la Versión Reina-Valera, revisión de 1960, tradujo «se unirá», tiene sentido de acción. He aquí algunas definiciones del verbo dabaq: «pegarse o adherirse a, permanecer juntos, mantenerse firme, sobrecoger, proseguir con firmeza, perseverar en, tomar, atrapar mediante persecución». Los traductores bíblicos modernos generalmente utilizan para traducir dicho verbo hebreo los verbos: «se adherirá a», «se unirá a», «se une a».
Cuando llegamos al griego del Nuevo Testamento, la palabra significa pegar como si fuera con cemento, pegarse como si fuera con cola, o estar soldados los dos de tal modo que no pueden separarse sin daño mutuo.
Según esto, es obvio que Dios tiene un poderoso mensaje para los dos cónyuges, y al esposo en particular se le pone delante un dinámico curso de acción. El esposo es el responsable principal de hacer todo lo posible y de ser lo que debe ser, a fin de hacer tal vínculo con su esposa que los haga inseparables. Y la esposa tiene que responder a su esposo de la misma manera. Estos lazos no son como las bellas cintas de seda que se atan a los regalos de boda. Más bien tienen que forjarse como el acero en el fuego de la vida diaria y en las presiones de las crisis, a fin de que formen una unión indisoluble.
La mejor manera de comprender la fuerza del significado que hay en el verbo dabaq, que se tradujo «se unirá», consiste en considerar cómo usó el Espíritu Santo dicha palabra en el libro de Deuteronomio. Los siguientes cuatro ejemplos se refieren a la necesidad de unión con el Dios viviente.
«A Jehová tu Dios temerás, a Él sólo servirás, a Él seguirás, y por su nombre jurarás» (10:20).
«… que los cumpláis, y si amareis a Jehová vuestro Dios, andando en todos sus caminos, y siguiéndole a Él» (11:22).
«En pos de Jehová vuestro Dios andaréis; a Él temeréis, guardaréis sus mandamientos y escucharéis su voz, a Él serviréis, y a Él seguiréis» (13:4).
«… amando a Jehová tu Dios, atendiendo a su voz, y siguiéndole a Él» (30:20).
Esto indica que ante los ojos de Dios «unirse a» significa una entrega de todo corazón, en primer lugar de todo lo espiritual, pero que se extiende a toda área de nuestro ser, de tal modo que la unión sea también intelectual, emocional, y física. Significa que usted tendrá una continua oportunidad de unirse a su cónyuge aun en los detalles más nimios de la vida. De hecho, cualquier cosa que los acerque más y haga más firme su relación será parte de tal unión. Cualquier cosa que los distancie, mental o físicamente, debe evitarse, por cuanto rompe el patrón divino para la vida matrimonial.
Gran parte del consejo práctico que ofrezco en este libro le indicará cómo unirse a su cónyuge en diversas circunstancias y de diferentes maneras. Sea cual fuere la manera de expresarla, la unión siempre envuelve dos características: (1) una constante lealtad, y (2) un amor activo que prosigue, que no abandona.
Si quiere poner a prueba una acción, una actitud, una palabra, o una decisión ante las normas bíblicas de esta unión, formúlese las siguientes preguntas: Esto ¿nos acercará más o nos separará más? ¿Edificará nuestra relación o la romperá? ¿Producirá una reacción positiva o negativa? ¿Expresa mi amor y lealtad a mi cónyuge, o revela mi individualismo egocéntrico?
Recuerde que el plan de Dios para usted y su cónyuge es una unión inseparable que ustedes mismos construyen mutuamente al obedecer su mandamiento de unirse.


6. El matrimonio significa unidad en el más amplio sentido posible, e incluye la unión física íntima, sin vergüenza

«Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban» (Gn 2:24, 25).
Vemos ahora que el modelo que Dios estableció para el matrimonio en la creación producirá algo muy hermoso si se aplica. Dos llegarán realmente a ser uno. ¡Esto es más que unidad! Ningún escritor, maestro, o teólogo ha explicado aún todo lo que significa el hecho de que dos personas lleguen a ser «una carne». ¡Sólo sabemos que ocurre!
Deben notarse varios requisitos elementales. Para que esto ocurra, el matrimonio tiene que ser monógamo (de dos personas solamente). En consecuencia, el adulterio y la promiscuidad quedan absolutamente prohibidos porque, como lo destacó el Señor Jesús en el Nuevo Testamento, los dos llegan a ser uno. La Biblia describe gráficamente los desdichados efectos del matrimonio polígamo a lo largo del tiempo y los resultados mortales del adulterio. En Proverbios 6:32, por ejemplo, leemos: «Mas el que comete adulterio es falto de entendimiento; corrompe su alma el que tal hace». ¡Ciertamente nadie puede alegar como excusa la ignorancia! El matrimonio tiene que ser también heterosexual. Dios hizo una mujer para un hombre. El «matrimonio» homosexual, que hoy se proclama en ciertas esferas, es una deformación patética y escuálida del plan del Creador para la unión santa entre un hombre y una mujer.
Llegar a ser una sola carne es algo verdaderamente profundo: envuelve la unión física íntima en el contacto sexual. Y esto sin ninguna vergüenza entre los cónyuges. ¡Dios nunca incluyó la vergüenza en la relación sexual matrimonial! En vez de ello, la palabra que usa la Biblia para hacer referencia a la relación sexual entre el esposo y su esposa es el verbo «conocer», que es un verbo de profunda dignidad. «Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió…» (Gn 4:1). «Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer. Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito…» (Mt 1:24, 25).
Este verbo «conocer» es el mismo que se usa en Génesis 18:19 para hacer referencia al conocimiento personal que el amante Dios tenía de Abraham: «Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio».
De modo que, en el modelo divino del matrimonio, la relación sexual entre el esposo y su esposa incluye el conocimiento físico íntimo, un conocimiento tierno y personal. Así, el dejar lo anterior y el unirse y conocerse el uno al otro da como resultado una nueva identidad en la cual dos se funden en uno: una mente, un corazón, un cuerpo, y un espíritu. No quedan dos personas, sino dos fracciones de una. Esta es la razón por la que el divorcio tiene un efecto tan devastador.
En el Nuevo Testamento, el Espíritu Santo utiliza el misterio de llegar a ser una carne, que se presenta en el Génesis, con su dimensión de la relación sexual, para describir un misterio aun más profundo: el de la relación entre Cristo y su esposa, la Iglesia. «Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la Iglesia» (Ef 5:31, 32).
Este es el modelo de matrimonio tal como Dios lo estableció al principio: una relación amorosa tan profunda, tierna, pura, e íntima, que está modelada de acuerdo con la relación de Cristo y su iglesia. Este es el fundamento del amor que no se apaga y que usted puede experimentar en su propio matrimonio, un fundamento sobre el cual puede edificarse con seguridad.

¿ES SU HOGAR UN PARAÍSO DE FELICIDAD?

Cuando éramos niños, mamá nos contaba que el Príncipe Azul encontró a la Princesa Encantada y que, luego de algunas peripecias, los dos se enamoraron, se casaron y «vivieron felices el resto de sus días.» Esto fue creando en muchos de nosotros una idea muy ingenua del matrimonio, que contrasta con las muchas evidencias a nuestro alrededor de matrimonios que no son exactamente como los de los cuentos.
Es posible que ya de grandes todavía sostengamos que el hogar «debe ser un remanso de paz» o «un refugio» o «un paraíso». Con razón muchas parejas se sienten profundamente defraudadas cuando el hogar que han formado se asemeja más bien a un campo de batalla que al soñado paraíso. El creciente índice de divorcios parece indicar la dificultad de los cónyuges en aceptar que el matrimonio no es el paraíso donde descansar, sino solamente el huerto donde trabajar; no es el refugio a dónde huir, sino el camino que hay que recorrer; no es el jardín de rosas hecho para disfrutar, sino la parcela donde laborar.

Un buen hogar requiere esfuerzo

La idea de que un buen hogar se forma por «generación espontánea» o por «buena suerte» ha hecho que no nos preocupemos de prepararnos adecuadamente para la vida hogareña. Nos preparamos durante años para una profesión, para una carrera, para un trabajo, en fin, para casi todo, menos para el hogar y la formación y el desarrollo de la familia. No encuentro en la Biblia que Dios haya prometido hacer de cada hogar un paraíso, cualquiera que sea la connotación que le demos a esta palabra. Lo que sí encuentro es la intención del Creador de poner al ser humano en una red de relaciones familiares a fin de que se pueda desarrollar todo su potencial: en donde el hombre sea más hombre y la mujer más mujer; en donde los hijos crezcan amados y valorados; en donde todos sean cada vez más humanos para beneficio propio y de los demás. Esa es la voluntad revelada de Dios para el hogar y con ella ha comprometido el poder de su Palabra y de su Espíritu.
El hogar, por lo tanto, sí puede llegar a ser un lugar de sosiego, un espacio de amor, un sitio de satisfacción y desafío, pero no sin la dedicación, el trabajo y el esfuerzo necesarios.


El hogar: un lugar para crecer

Cuando me casé, oí que entraba «en el santo estado del matrimonio». Desde entonces, he tenido que luchar contra un concepto estático del matrimonio y procurar percibirlo en su dimensión dinámica. Para muchos, el formar un hogar significa arribar a la meta y… descansar. Con razón hay tanto descuido físico, intelectual y profesional en muchas parejas que creen que el matrimonio es la graduación de la vida.
El hogar tiene que ser percibido como el espacio en donde cada miembro crece y se desarrolla en todo su potencial y sus capacidades. Es en el hogar, más que en ninguna otra parte, donde los valores abstractos, tales como el amor y la bondad, la disciplina y el valor, la paciencia y la entrega, se ponen a prueba. Es allí donde todo lo mejor del ser humano es desafiado a comprometerse.


Varias etapas

Los que hemos estudiado el matrimonio en su desarrollo hemos encontrado varias etapas bastante bien definidas. La primera, la etapa romántica forjada en base a las muchas ilusiones, sueños y promesas grandiosas, no dura toda la vida, al menos en sus dimensiones iniciales. Tarde o temprano, las finanzas, el trabajo, los hijos, hacen que la pareja aterrice en la realidad de un mundo que demanda esfuerzo para sobrevivir y que parece amenazar el sueño de eterno romance y encanto. Aparecen, entonces, las frustraciones, las recriminaciones, los reclamos y la lucha por el poder. Toda pareja, de una forma u otra, atraviesa por esta etapa, no sin dolor y serios cuestionamientos acerca de su relación. Es aquí donde muchas personas que se resisten a crecer y a tomar responsabilidad por su vida, sus actos y sus sentimientos, deciden romper el vínculo matrimonial. Las parejas que deciden mantener el hogar por los hijos, por razones económicas o por las apariencias, pueden encontrarse en una etapa de desilusión y separación física, emocional o mental, que no les permite establecer el hogar que en el fondo anhelan. Las parejas que, en medio de su frustración y desconcierto, no se conforman con una relación mediocre y deciden crecer, experimentan una profunda transformación. Cada uno comienza a tomar responsabilidad por lo que es y por lo que quiere. Cada cual toma en serio la posibilidad de afectar las cosas a su alrededor y no sólo ser afectado. Ambos descubren que juntos pueden hacer más que cada uno por separado y eso los anima en su propósito de compartir toda la vida. Los dos van caminando en la etapa de la estabilidad, la intimidad y el compromiso como nunca antes. Eso les anima a continuar creciendo en su relación, no solo para bien de ellos mismos, sino para beneficio de toda su familia, su comunidad y las futuras generaciones.


Conclusión

Dios no nos ha ofrecido un paraíso o un jardín de rosas cuando formamos un hogar. Eso sí, nos ha entregado un terreno fértil, herramientas, y buenas semillas para que lo trabajemos con su ayuda y cultivemos con interés y esfuerzo las flores más hermosas para bien de muchos y para la gloria de Dios.




Entrenamiento Ministerial=Matrimonios Fuertes sobre la Roca: Relaciones familiares

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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El Cimiento de las Relaciones Familiares Que Honran a Dios

LO PRIMERO ES LO PRIMERO ¡ESPOSO Y PADRE AL MÁXIMO!

Cuando la mayoría de la gente observaba a Gregorio (un seudónimo), veían en él todos los signos del éxito. Era un hombre bien vestido, inteligente, tenía una esposa atractiva y culta y dos niños dotados. A la edad de cuarenta era muy rico; además, era un líder distinguido en su congregación. Gregorio parecía ser el modelo de un hombre de éxito.
Sin embargo, allí estaban sentados, él por un lado y su esposa por el otro lado, frente a mí, en mi oficina de consejería. Aparentemente habían venido a buscar consejo para tratar con un pariente problemático; pero era evidente que el problema verdadero eran ellos mismos. Gregorio tenía éxito en muchas áreas de la vida, pero en lo verdaderamente vital no estaba bien. Tanto él como su esposa concordaban en que él tenía serias deficiencias como esposo y padre.
Su esposa estaba bien lastimada y se sentía apartada de él. “Lo admiro mucho,” reconoció, “pero no siento que en realidad él me quiera o me respete. No deja acercarme. Yo quiero que convivamos más, especialmente en las cosas espirituales. Pero no hay manera.” Gregorio reconoció que estaba descomponiendo su relación por cosas que él había hecho o dejado de hacer. Confesó, “Mi esposa es muy piadosa, cariñosa, pero yo no pongo la parte que me corresponde de cooperación en el hogar”.
Gregorio y su esposa no se estaban animando mutuamente ni se estimulaban uno al otro al amor y las buenas obras (Prov. 27:17; Heb. 10:24, 25). En sus relaciones con sus hijos había casi nada de acercamiento emocional. Él no estaba muy interesado en compartirles la instrucción (consejo) y disciplina del Señor. Por descuido, eso había llegado a ser responsabilidad de su esposa, principalmente. Su influencia en la vida había sido mínima. De hecho, cuando sus hijos llegaron a la adolescencia, la distancia entre ellos se hizo más grande.
Gregorio representa cientos de hombres que conozco y miles que no he conocido. Tal vez tú seas uno de ellos. Tal vez no tengas tanto éxito en los negocios como él, y creas que eres un cristiano que quiere ser un mejor esposo y padre.


  LA CLAVE

En este capítulo, quiero compartir contigo la perspectiva de Dios, que nos muestra el factor más importante para llegar a ser esposo y padre. Dios ve este factor como la clave para convertir a un hombre en una bendición poderosa para su familia. Este es el elemento que hacía falta en la vida de Gregorio.

  ¿Cuál es este factor clave? Salmo 128:1–4 lo describe así:
  “Bienaventurado todo aquel que teme a Jehová, que anda en sus caminos. Cuando comieres el trabajo de tus manos, bienaventurado serás, y te irá bien. Tu mujer será como vid que lleva fruto a los lados de tu casa. Tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa. He aquí que así será bendecido el hombre que teme a Jehová.”

Aquí tenemos un cuadro de los varios aspectos de la familia ideal de Dios: cómo son, cómo funcionan, cómo se relacionan uno con el otro, y lo que los esfuerza y motiva para lograrlo. En este capítulo vamos a considerar lo que el salmo enseña sobre el esposo y padre. En los siguientes dos capítulos vamos a enfocar nuestra atención en la descripción de la esposa y madre y los hijos.


  LOS BENEFICIOS DE TEMER A DIOS

Este salmo indica que para ser el tipo de esposo y padre que Dios quiere que seas, debes ser un hombre que teme a Dios (v. 1, 4). Un temor apropiado de Dios te va a convertir en una bendición extraordinaria para tu esposa y tus hijos. Serás apreciado por tu familia. Llegarás a ser un esposo y padre efectivo. El temor de Dios va a ser la tierra en donde crecerá tu influencia positiva y la razón básica que hará que tu familia se levante y te bendiga. Te animo a meditar en lo que la Biblia dice que te va a ocurrir, a un hombre que teme a Dios.

Dios dice que los que temen a Dios:
  1.      Recibirán instrucción divina en cuanto a las selecciones que deben hacer (Sal. 25:12).
  2.      Son prósperos en todo (Sal. 25:13; 112:3).
  3.      Experimentan la bondad de Dios (Sal. 31:19).
  4.      Son objeto especial de la protección de Dios (Sal. 31:20).
  5.      Tienen hijos a quienes Dios muestra gran compasión (Sal. 103:11–18).
  6.      Tienen descendientes que van a ser grandes en la tierra (Sal. 112:2).
  7.      Son motivados a ser amables y generosos (Sal. 112:4, 5)
  8.      Van a demostrar más confianza y valentía (Sal. 112:6–8; Prov. 14:26)
  9.      Van a experimentar el contentamiento (Sal. 112:5, 6; Prov. 19:23)
  10.      Van a ser gente de oración, y sus oraciones serán escuchadas (Sal. 145:19)
  11.      Son bendecidos con sabiduría (Prov. 1:7; 9:10)
  12.      Aceptan la enseñanza y apacibles (Prov. 8:13; 14:26; 15:33; Hech. 9:31).
  13.      Se caracterizan por su integridad y su lealtad (Job. 2:3).
  14.      Son considerados y amables (Sal. 112:4–5).
  15.      Son notables por su conversación constructiva (Mal. 3:16).
  16.      Son pacientes, esperanzados y genuinos (Sal. 147:11).
  17.      Perseveran en hacer lo bueno (Sal. 112:3, 5; 2 Cor. 7:1).
  18.      Trabajan duro, pero no tanto como para no dedicar un tiempo a la diversión (Sal. 128:3).
  19.      Aceptan la responsabilidad de su propia familia pero sin exceso (Sal. 128:3).
  20.      Están dedicados a su familia y la consideran una fuente de mucha satisfacción (Sal. 128:1–4).
  21.      Se deleitan en adorar a Dios (Apoc. 14:7).
  22.      Aman las Escrituras y ordenen su vida según los mandamientos de Dios (Sal. 112:1; Ecl. 12:13).

¿Cómo aplica todo esto mi amigo Gregorio a sus problemas de familia? Ciertamente, él necesitaba instrucciones específicas para los temas que lo involucran como esposo y padre. En el curso de consejería, discutimos estos temas en detalle. Él necesitaba un temor de Dios sano y prudente en su vida.


  LO QUE ES EL TEMOR DE DIOS

¿Qué quiere decir “ser un hombre que teme a Dios”? Respuestas confusas a esta pregunta te pueden impedir construir una familia como Dios quiere. Algunas personas tienen un temor a Dios que es pesado, hasta opresivo. Si piensan en Dios les provoca ansiedad, miedo o pavor. Su temor a Dios es debilitante; una maldición en vez de una bendición. Creen que Dios está para agarrarlos, que es malhumorado, vengativo e irritante.
Un ejemplo de esta clase de temor lo vemos en la historia que Jesús contó sobre los tres hombres que recibieron los talentos. Dos de los hombres invirtieron sus talentos y produjeron ganancias. El tercero no puso a trabajar su talento. Cuando los llamaron a dar cuentas, éste último explicó su inactividad diciendo, “Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento” (Mat. 25:24–25, énfasis añadido).
El miedo de este hombre lo hizo inútil para actuar. El concepto que tenía de su maestro era de un déspota vengativo que se deleitaba en avergonzar a la gente, y dar rienda suelta a la venganza. Tal actitud derrotista refleja la visión de mucha gente hoy en día. Viven con miedo de otras personas, las circunstancias o lo que pueda pasar. Consideran a Dios de la misma manera que este hombre de la historia veía a su maestro.
Pero el temor de Mat. 25:25 no es el temor de Dios descrito en el Salmo 128. El primero te va a empobrecer y a tu familia; y el segundo va a enriquecer tu vida. El miedo de Mat. 25:25 causará que seas inseguro, descontento, no perdonador, odioso, autoritario o esclavo. Pero el temor del Salmo 128 produce efectos opuestos: es constructivo, no destructivo, te llevará hacia Dios, no te mandará lejos de Él; te va a estimular a la acción responsable, no a engendrar pereza; te motivará a que busques a los demás, no a esconderte; te ayudará a servir a otros y a desminuir tu egoísmo y a demoler otros temores que te han impedido vivir con confianza, gozo y fruto.
Las Escrituras aseveran que si estás en unión con Cristo Jesús, no tienes porqué estar cautivo a un miedo que involucra el pavor a Dios. Si no has experimentado el perdón de Dios por la redención de Cristo, tienes toda la razón para tener miedo de Dios porque nunca has hecho las paces con Él. Pero si has confiado en Cristo para la salvación y el perdón de tus pecados, confesándolo como Señor, la Biblia dice que, no tienes causa de estar bajo este tipo de miedo. Dios te ha dado el espíritu de ser Su hijo y el derecho de llamarle Padre (Rom. 8:15). Y como hijo del Padre celestial, amoroso y compasivo, eres un heredero de la gloria (Rom. 8:17), estás justificado, reconciliado con Dios y salvado de la ira de Dios por medio de Jesús (Rom. 5:9–10). Por tu relación con Jesús, no tienes que estar perturbado al pensar en Dios. De hecho, ahora tienes toda la razón para gozarte en Dios, temiéndolo en la manera positiva, descrita en el Salmo 128. Y eso nos lleva a preguntar exactamente que quiere decir temor de Dios.
De manera sencilla: el temor de Dios es la respuesta inevitable de un entendimiento creciente y bíblico de, y una relación con, el verdadero y viviente Dios quien ha sido revelado por Jesucristo.
La esencia del temor de Dios lo ilustra vívidamente la vida de Moisés en Éxodo 15:1–18. Antes de este pasaje, Moisés tuvo una experiencia que engrandeció bastante su concepto de Dios. El Señor había rescatado milagrosamente y con poder a Su pueblo de la destrucción segura a manos de los egipcios. Dios había partido las aguas del mar Rojo y permitido a los Israelitas,.


  EL PODER MOTIVADOR DEL TEMOR DE DIOS

Un temor de Dios sano y prudente hará lo mismo por ti y por mí. Un sentido más amplio 1) de la presencia de Dios, 2) de la majestad incomparable de Dios, 3) de la misericordia abundante y gracia de Dios, 4) de la lealtad de Dios, 5) de tu dependencia en Dios y tu responsabilidad hacia Él, 6) de tu relación con Dios y la prioridad de esa relación, 7) de la perfección suprema de Dios cambiará la dirección de tu vida, en todo aspecto, te llevará a una entrega amorosa y sin reservas a Dios; te impulsará a estructurar tu vida, ordenar tus asuntos y relaciones y a hacer decisiones según la voluntad de Dios. Vas a ser un hombre que camina con Dios en comunión íntima. Tu vida girará alrededor de Él para que puedas decir con Pablo, “para mí el vivir es Cristo”. Vas a estar estimulado y fortalecido para relacionarte con tu esposa y tu familia, a la manera de Dios. Llegarás a ser el hombre bendito (feliz) del Salmo 128, que se convierte en una bendición para su esposa y sus hijos. Construir una familia como Dios quiere no quedará como “el sueño imposible”, sino que será una realidad.


  ADQUIRIENDO Y MANTENIENDO EL TEMOR DE DIOS

Este nos lleva muy naturalmente a la pregunta ¿cómo puede uno conseguir y mantener este sano temor de Dios? Esto es posible sólo si has nacido en Jesucristo. Solo, vas a temer a Dios en la manera sofocante y destructiva descrita previamente. No requieres una obra especial de Dios en tu vida para estar aterrorizado de Dios. Pero temer a Dios en la manera apropiada es otro asunto. Este requiere una obra de gracia Dios en tu vida. El Espíritu Santo te tiene que impulsar a nacer de nuevo espiritualmente y ser redimido del pecado por la obra de Jesucristo.
Sin salirse este asunto, Pedro nos reta a vivir nuestra vida en temor reverente, cuando conocemos que hemos sido redimidos por la preciosa sangre de Cristo (1 Ped. 1:17–19). Parece que Pedro está diciendo que nuestra redención en Cristo proporciona una doble razón para que tengamos temor de Dios: 1) Debe inspirar un gran concepto de Dios por la manera en que nos salvó. Hemos sido librados del castigo y del poder de nuestro pecado por, nada menos que, la muerte del propio Hijo de Dios, Jesucristo. 2) Pedro afirma que la redención de Cristo incluye la liberación de nuestro antiguo estilo de vida, en lo cual faltaba un temor reverente de Dios (Rom. 3:18).
Tal vez ahora estás pensando, “soy cristiano, pero el temor de Dios no es muy fuerte en mi vida.” Este era el problema de Gregorio: había confesado a Jesucristo como su Señor y Salvador; quería agradar a Dios pero su temor de Dios era pequeño, y su relación con Él, superficial. En tal caso, ¿qué más necesitas para desarrollar en tu vida una conciencia más amplia del Dios vivo y verdadero?
La Palabra de Dios que nos llega por medio de Jeremías nos da pistas importantes en este asunto: “y me serán por pueblo, y yo seré a ellos por Dios. Y les daré un corazón, y un camino, para que me teman perpetuamente, para que tengan bien ellos, y sus hijos después de ellos. Y haré con ellos pacto eterno, que no me volveré atrás de hacerles bien, y pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten de mí.” (Jer. 32:38–40).
Toma nota cuidadosa de lo que este pasaje dice de los que temen de Dios. La gente de Dios, los que pertenecen a él temen a Dios. Le temen porque Dios los inspira a hacerlo y no como una inclinación natural. Él les da unidad de corazón y acción. Pablo reconoce eso y escribió, “Dios, que mandó que a las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.”(2 Cor. 4:6). Pablo dijo que nunca comprenderíamos la majestad y gloria de Dios a menos que Dios encienda la luz en la oscuridad de nuestro corazón. Él tiene que proveer la iluminación de nuestro hombre interior si queremos entender Su esplendor.


  EL FACTOR ORACIÓN

Por su convicción, Pablo frecuentemente pide a Dios que se revele. En Efesios, escribe, “Pido al Dios de nuestro Señor Jesucristo, al glorioso Padre, que les conceda el don espiritual de la sabiduría y se manifieste a ustedes, para que puedan conocerlo verdaderamente.”(Ef. 1:17, Dios Habla Hoy) Mas tarde, en la misma epístola, dice, “Pido.… que Cristo viva en sus corazones por la fe, y que el amor sea la raíz y el fundamento de sus vidas. Y que así puedan comprender… cuán ancho, largo, alto y profundo es el amor de Cristo. Pido, pues, que conozcan ese amor, que es mucho más grande que todo cuanto podemos conocer, para que lleguen a colmarse de la plenitud total de Dios.”(Ef. 3:17–19)
Debemos observar varios factores importantes en estos pasajes. Estos son oraciones dirigidas a Dios, como si fuera algo dirigido a los lectores de la epístola. Pablo no está exhortando ni amonestando directamente a sus lectores. Está orando, pidiendo a Dios que haga algo en esas vidas. Ciertamente, esto implica que sin la ayuda de Dios, no podemos experimentar lo que está describiendo. Además, me impresiona el hecho de que esta petición particular era una que frecuente y continuamente llevó delante de Dios. Dice, “Pido” (tiempo presente), no pedí (tiempo pasado).
Cuando estudias las oraciones de Pablo por los efesios, reconoces que están enfocadas en una sola cosa. El enfoque de las oraciones de Pablo es que Dios nos dé sabiduría y revelación para que podamos conocerle mejor. Para Pablo, el cumplimiento de esta petición era la fuente que abre un mundo de bendición. Si eres un hombre temeroso de Dios, vas a orar porque temes a Dios. Y, mientras oras bien, tu sano temor de Dios va a ser alimentado e incrementado porque oras. Va a ser una dinámica que te habilitará para construir tu familia como Dios quiere.
¿Te acuerdas de Gregorio? Quería ser un buen esposo y padre. Trabajaba duro para dar lo mejor a su familia. Lo quería de veras. Pero reconocía que algo andaba mal en su relación con su familia y con Dios. Gregorio era tan dotado y exitoso en la mayoría de lo que hacía que había llegado a ser demasiado autosuficiente. Estaba tan ocupado que descuidó su vida de oración. Las señas evidentes de esto era una relación distante con Dios y un impacto limitado en su familia. No puedes desarrollar una conciencia de Dios sana y prudente o construir una familia como Dios quiere sin una vida de oración significativa. Sin embargo, la importancia que la oración tenga en esta conexión, es sólo una pieza del rompecabezas.

  “ESTAD QUIETOS Y RECONOCED”

Según el Salmo 46, para fomentar una conciencia controlada y penetrante debes “estar quieto y reconocer” que Él es Dios. Esto quiere decir que tomes tiempo de tu marcha frenética de la vida para reflexionar en quién y qué es Dios. El salmo 46 describe a un hombre esperanzado, seguro y valiente en medio de circunstancias inusualmente difíciles. No es su temperamento natural; ha llegado a ser este tipo de hombre porque ha tomado el tiempo de “estar quieto y reconocer que (Él) es Dios.” Te insto a que tu prioridad regular sea el estar quieto y meditar en Dios como está revelado en Jesucristo. Las Escrituras declaran que la gloria de Dios está manifiesta en la faz de Jesús (2 Cor. 4:6). Cristo es “el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia” (Heb. 1:3). Toma tiempo constantemente para reflexionar en la persona y la obra de Jesucristo; quién es y qué hizo, qué está haciendo y qué hará. Busca conocerlo personalmente, habla con Él de lo que tengas en mente.
Observa las escenas de Jesús que nos muestra en el Nuevo Testamento, y trata de hacer una visión de lo que está pasando. Considera cómo vivía y se relacionaba con la gente, igualmente lo que hizo y habló. Imagina lo que estaba pensando o sintiendo. Toma nota de cómo le respondía la gente.
Observa su majestad, su gracia, su sabiduría, su compasión, su justicia, su poder. Mira con frecuencia hacia la cruz donde Jesús murió por tus pecados. Considera el sepulcro vacío de donde resucitó, y los ángeles lo declaraban ser el Hijo de Dios. Imagínate en el monte de Olivos, de donde ascendió a la presencia de Dios el Padre. Contempla el lugar del trono de Dios, donde está sentado, poseyendo toda la autoridad sobre los cielos y la tierra, y desde allí está intercediendo por ti y gobernando todo por el bienestar de la Iglesia. Considera lo que quiere decir todo esto para tu relación con el mundo, con la gente, con la historia y contigo.
Busca junto con Pablo conocer a Cristo de una manera más completa (Fil. 3:10). Que tu conocimiento de Cristo sea de primera mano y no de segunda. He animado a algunas personas que quieren aumentar su relación personal con Jesús a que tengan un momento de compañerismo con Jesús cada hora. Un hombre arregló la alarma de su reloj para que sonara cada hora; esto le recordaba que era tiempo de ir a platicar con Cristo y reflexionar en la Palabra de Dios. Este receso en su rutina fue “la pausa que refresca”, y lo ayudó a desarrollar una vida más piadosa y centrada en Cristo.


  LA BIBLIA, CARTA DE DIOS

Considera que, como la Biblia es básicamente una revelación de quién y qué es Dios, tu relación con Dios será alimentada cuando medites fielmente en Su Palabra. “Las Escrituras… dan testimonio de mí,” dijo Jesús en Juan 5:39. David relata que “El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo…el precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos. El temor de Jehová es limpio, que permanece para siempre” (Sal. 19:7–9). Fíjate que este pasaje tiene una relación muy íntima con “el temor del Señor”. David dice esto porque sabe que el resultado inevitable del estudio apropiado de la Palabra de Dios incrementará la veneración a Dios. Reconoce que los que van a la Biblia constante y sumisamente para encontrar a Dios no serán defraudados. Porque la Biblia es el libro de Dios (2 Tim. 3:16, 17). Dios ha revelado en ella sus atributos, sus obras, sus propósitos, su voluntad para su pueblo, sus intenciones, sus planes, sus deseos y sus castigos para el mundo que lo rechaza.
Acepta que Dios te está hablando cuando lees las Escrituras. Léelas como leerías una carta de tu amigo más allegado. Los dos están haciendo contacto. De esa manera estás conociendo mejor a tu amigo. Recibe los dichos de la Biblia como el consejo de tu Padre celestial, tu Señor y Salvador personal, el grande y temible Dios de la creación y la redención. No veas sus enseñanzas como reglas abstractas para la vida, o sólo obligaciones. Responde a la Palabra de Dios como uno que por gracia ha sido aceptado en la familia del ser más maravilloso del universo. Ve las Escrituras como una invitación a profundizarte en una relación con tu majestuoso, infinito Padre y Redentor.
Gregorio ha estado aprendiendo esta lección básica. ¿Has aprendido igual que él? Si sí, entonces estás en camino de construir tu familia como Dios quiere. Si no, te animo a arrepentirte, y con la gracia de Dios reorienta tu vida para poner lo primero en primer lugar. Va a ser un mundo de diferencia para ti y tu familia.

TAREAS PARA ESTUDIO Y APLICACIÓN

Haz las tareas individualmente, y luego comenta tus respuestas con tu cónyuge o tu grupo de estudio.
  1.      Reflexiona (o si es necesario, revisa) este capítulo y contesta las siguientes preguntas
    a.      Describe en tus propias palabras el problema en la vida de Gregorio y cómo estaba afectando a su familia.
 
    b.      ¿Cómo describe el Salmo 128 al esposo o padre de familia que quiere Dios? ¿Cuál es el aspecto más sobresaliente de la vida de este hombre descrito en este salmo?
 
    c.      Según la Biblia, ¿por qué es tan importante la relación de un hombre con Dios para sí mismo y para su familia? ¿Cuáles beneficios promete Dios a la persona (y su familia) que hace de su relación con Dios una prioridad?
 
    d.      ¿Cuáles dos tipos de “temor de Dios” fueron mencionados en este capítulo? Describe el tipo de temor de Dios que es destructivo.      ¿Cuáles ejemplos de la Biblia ilustran este tipo de temor? ¿Puedes pensar en algunos ejemplos históricos o contemporáneos de gentes que tienen el temor de Dios destructivo? ¿Cómo ha afectado este tipo de temor a esas vidas y a las familias? ¿Por qué la gente ha temido a Dios de esta manera? ¿Es real este temor para ellos? ¿Es justificable?
 
    e.      Describe el tipo de temor de Dios que es saludable y constructivo. ¿Cómo se le explicarías a alguien que no tiene un concepto bíblico del temor de Dios? ¿Cuáles son sus aspectos? ¿Cuáles ejemplos bíblicos ilustran este temor de Dios? ¿Qué efecto tenía en su vida y su familia?
 
    f.      ¿Puedes pensar en unos ejemplos históricos o contemporáneos de gentes que tienen este temor de Dios constructivo? ¿Qué efecto ha tenido en esas vidas y en las familias?
 
    g.      ¿Cuáles instrucciones fueron dadas para desarrollar este sano temor de Dios? Tienes algunas sugerencias para poder mantener vivo este vital temor de Dios (o relación con Él)?
 
    h.      ¿Estás de acuerdo con la tesis primaria de este capítulo, de que una relación sana con Dios es el aspecto más importante para que seas el tipo de esposo y padre que Dios quiere? ¿Por qué sí? O ¿por qué no?
 
    i.      Evalúa tu relación actual con Dios.      (Excelente , Buena , Regular , Pobre , No existe ) Explica porqué diste esa respuesta. (Si tienes dificultad en contestar estas tres preguntas, el inciso 2, de abajo, debe ser algo de ayuda)
    j.      En la práctica, y no sólo en teoría, ¿estás poniendo lo primero en primer lugar? (Con regularidad , Con frecuencia , A veces , Rara vez , Nunca ) Da razones de tu respuesta.
    k.      ¿Hay alguna manera en que puedes mejorar tu relación con Dios? (Sí , No , Tal vez ). Si es sí, ¿cómo?
  2.      Medita la lista de los 22 beneficios mostrados en este capítulo, que son prometidos a la persona que teme a Dios. Considera lo que cada uno quiere decir en términos prácticos y de comportamiento. Lee cada declaración y pregúntate: ¿Es esto verdad en mi vida? Con regularidad (=4), Con frecuencia (=3), Algunas veces (=2), Rara vez (=1), Nunca (=0). Según estas declaraciones, el temor de Dios afectará la vida de un hombre en ciertas maneras. Así que, en cierta medida, puedes usar estos beneficios como un medio para evaluar, realmente, la profundidad y la condición de tu relación con Dios. Después de calificarte en cada una de las 22 declaraciones, haz una lista de los lugares donde te calificaste con 0, 1 ó 2. Medita sobre cómo puedes mejorar tu relación con Dios. Tal vez vas a querer escribir una declaración de compromiso, poner tu nombre y firmar, de lo que vas a hacer. Pide diariamente la ayuda de Dios para hacer las mejorías deseadas. Refiérete a tu lista con frecuencia como el medio para evaluarte y motivarte.
 
  3.      ¿Qué revelan los siguientes versículos bíblicos acerca de la relación de Abraham con Dios, especialmente de su temor de Dios? ¿Hay indicaciones de cómo Abraham desarrolló y mantuvo su temor de Dios? ¿Qué impacto tuvo en su vida y su familia? Trata de captar las ideas específicas de los que estás haciendo o debes hacer para desarrollar tu relación con Dios y construir tu familia como Dios quiere. En cada pasaje, pregúntate: ¿Que dice Dios de mi relación con Él? ¿Cómo debo aplicar esto a mi vida y a mi familia? ¿Cómo estoy aplicando la enseñanza de este pasaje?

      a. 2 Crón. 20:7
      b. Isa. 41:8
      c. Sant. 2:23
      d. Gén. 12:1–8
      e. Gén. 13:8, 9
      f. Gén. 14:14
      g. Gén. 14:22, 23
      h. Gén. 14:24
      i. Gén. 21:10, 11
      j. Gén. 21:11, 12
      k. Rom. 4:19–21
 
  4.      Estudia los siguientes versículos, y nota lo que cada uno implica: 1) la excelencia de Dios; 2) el temor de Dios; 3) lo que debe ser nuestra relación con Dios; 4) el lugar que debe tener Dios en nuestra vida; 5) cómo desarrollar el temor de Dios y 6) lo que pasa con una persona que teme a Dios.
      a. Gén. 5:22
      b. Éxo. 15:11
      c. Éxo. 34:6, 7
      d. Deu. 6:13; 10:12
      e. 2 Cró. 20:6–19
      f. Sal. 19:7–11
      g. Sal. 34:7, 11
      h. Sal. 128:1
      i. Sal. 130:4
      j. Sal. 139:1–6
      k. Sal. 139:7–10
      l. Sal. 139:13–16
      m. Sal. 139:23, 24
      n. Sal. 147:11
      o. Prov. 1:7
      p. Prov. 8:13
      q. Prov. 14: 26, 27
      r. Prov. 19:23
      s. Prov. 28:14
      t. Isa. 40:10–31
      u. Mat. 10:28
      v. Rom. 8:26–39
      w. Rom. 11:36
      x. Apo. 4:8–11
      y. Apo. 5:9–14
      z. Apo. 15:3, 4
 
  5.      Reflexiona en lo que acabas de estudiar y responde a la siguiente pregunta: ¿Qué diferencia debería hacer todo esto en mi propia vida y en mis relaciones familiares?
 


  Notas:

  1. Para más estudio sobre los temas de oración efectiva, cómo aprovechar tu Biblia y desarrollar tu relación con Dios, recomiendo los siguientes recursos: Conociendo a Dios, por J. I Packer; Confiando en Dios, por Jerry Bridges; Entre Walden y el Torbellino, por Jean Fleming; Orar Con Tus Ojos Abiertos, por Richard Pratt; Cómo Orar con Efectividad, por Wayne Mack (cinta); El Uso Práctico y Provechoso de la Biblia, por Wayne Mack (cinta); Meditación Espiritual, por Wayne Mack (2 cintas). Puedes comprar los libros en una librería cristiana, o en Biblical Counseling and Living Supplies, 2299 Brodhead Road, Bethlehem, Pa. 18017.

  2. Información adicional con consejo específico para esposos puede ser encontrada en tres libros de Wayne A. Mack; Fortaleciendo Tu Matrimonio, Un Manual de Tarea para Vida Bíblica, Vol 2 (Philipsburg, N:J.; Presbyterian and Reformed, 1977 y 1980) y Preparando Para el Matrimonio Como Dios Quiere (Tulsa, Okl.; Hensley, 1986). Cintas cassette por Wayne Mack sobre relaciones entre esposo y esposa, relaciones sexuales, y finanzas están disponibles. Estos materiales de estudio pueden ser conseguidos en Biblical Counseling and Living Supplies, 2299 Brodhead Road, Bethlehem, Pa. 18017.




La Consejería: Pasos para una consejería eficaz

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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Fases de la consejería
Objetivos
  1. Conocer diferentes partes que puede tener una sesión o un proceso de consejería.
  2. Conocer diversas recomendaciones para abordar cada una de las partes que se sugieren.


Introducción
En este capítulo estaremos analizando una serie de fases sugeridas que puede tener una sesión o un proceso de consejería. Hago la diferencia entre una sesión y un proceso, porque hay asuntos en consejería que se podrán resolver en una sola sesión de consejería, pero va a ver otros casos donde nos damos cuenta que el problema necesita ser tratado en más de una sesión y que incluso debe ser dividido en problemas más pequeños que deben ser tratados por separado, a este último es que llamó proceso de consejería. El autor resume una sesión en estás fases para propósitos prácticos, pero en ningún momento sugiere que está es la única manera de hacerlo, sino busca solamente ofrecer una guía para la acción en la consejería.

Preparación previa
Con preparación previa me refiero a lo que sucede antes de la sesión de consejería. Lo primero que debería hacer un consejero cristiano en preparación previa es orar a favor de sí mismo y de sus aconsejados. Por otro lado, si es una sesión informal como ocurre muchas veces entre hermanos en Cristo, esto se va a referir además a preparar el ambiente; y si más bien, el tipo de consejería es un poco más estructurada y formal como la que realizan los pastores y otro tipo de consejeros bíblicos en instituciones cristianas va a consistir además de mantener un ambiente adecuado, el revisar expedientes.
Con respecto al ambiente, se debe tratar que sea propicio para el momento de la consejería. Si es consejería entre hermanos en la fe puede realizarse en la iglesia, un aula de escuela dominical, un hogar, etc. Si es un poco formal como en el caso de un pastor o un consejero de una institución cristiana o iglesia lo mejor es que se haga en una oficina.
Si es necesario que el ambiente sea cómodo para el aconsejado, que tenga confidencialidad, que no tenga muchos detalles que funcionen como distractores pero tampoco tan vacío que se vea frío.
Por otro lado, el ambiente debe promover el buen testimonio, lo ideal es que sea cerrado para que haya confidencialidad pero que haya grandes ventanas para que lo que sucede adentro pueda ser visto por todos. Recuerdo que cuando trabaje en un colegio cristiano como consejero, hubo un gran esfuerzo de la institución, ya que me proveyeron una oficina que tenía absoluta confidencialidad debido a que sus paredes tenían por dentro estereofón y al mismo tiempo había una gran ventana que daba hacia fuera, donde se podía ver lo que sucedía en la oficina. Cualquiera que trabaja con adolescentes sabe lo delicado que son estás cosas, y que fácilmente se pueden malinterpretar los hechos de que un consejero este sólo en su oficina con una estudiante, por lo que este tipo de previsiones son adecuadas para preservar el testimonio cristiano.
Por otro lado, si se maneja consejería formal, es bueno antes de recibir una persona en consejería revisar el expediente del mismo, para conocer sus antecedentes personales y familiares, y familiarizarse con problemáticas previas que se han presentado.

Inicio de la sesión
En está parte se saluda a la persona, puede haber una presentación personal de ambas partes (en caso de no conocerse), y en caso de ser necesario muchas veces hay que romper el hielo con algunas preguntas no tan relacionadas con la problemática. Aunque la mayoría de las veces sencillamente la persona va a introducir su problema y pedirnos el consejo directamente. Igualmente podemos ayudar con la frase “en que puedo servirle” o algo similar. El inicio también es un buen momento para orar pidiéndole dirección y sabiduría a Dios para tratar el problema.
Si es una primera sesión hay que reconocer que es de suma importancia, ya que la primera establece la norma, y en muchos casos sólo se cuenta con una sola reunión para trabajar un problema. Puede ser bueno analizar cuales son las circunstancias en que vino la persona, ya que si la persona vino en forma voluntaria va a actuar de una manera muy diferente a si vino remitido por otra, o en el peor de los casos si vino obligado por otra persona. Es importante que el consejero determine en este momento si el aconsejado es cristiano o no, ya que si no lo es, es mejor, iniciar con lo que llamaremos “preconsejo”, es decir, presentar el evangelio.
Por otro lado, si usted se da cuenta que el caso amerita consejería múltiple, es decir, que este presente otra u otras personas, es mejor detener la sesión y solicitar que la próxima vez venga con las personas implicadas en el problema. Por ejemplo, esto puede suceder cuando una persona tiene problemas con su conyugue, o cuando un matrimonio tiene un problema con su hijo adolescente. Lo mejor es que la persona venga con su esposo o esposa para resolver el problema, o que la pareja traiga al hijo adolescente.
Por otra parte, hay que reconocer no siempre es posible conseguir que los diferentes afectados se presenten al aconsejamiento. Así, que un caso de este tipo hay que hablar de la persona que está presente y no sobre la otra (el hablar sobre la otra es pecado de murmuración, y además, no sirve de nada). Hay que concentrar el caso en hablar de cómo la relación de la persona presente con la ausente es la correcta delante de Dios.
En caso de ser una segunda sesión, se puede pedir la tarea dejada en la sesión anterior. Jay Adams, se refiere a esto: “al principio de cada sesión el consejero pide el trabajo de casa dado en la sesión previa. Algunas veces hay que dedicar la mitad de la sesión a este asunto, incluso toda la sesión”.
Es importante siempre iniciar puntualmente las sesiones ya que esto le refleja a la otra persona que hay un verdadero interés en ayudarle en su situación.

Desarrollo de la sesión

Recolección de datos
En esta parte la persona va a contar al consejero su problema. Puede que en muchos casos el consejero deba hacer preguntas al aconsejado para poder tener una mejor visión del problema. En el caso de ser una situación de crisis las preguntas que realice el consejero van a ser claves. Aquí es de suma importancia que se maneje bien la toma de apuntes para que pueda recoger los datos de una manera precisa.
Hay que tener los suficientes datos, si no podemos tener una mala interpretación tal como lo hizo Elí cuando vio a Ana; o como los amigos de Job; por ello es de suma importancia darse el tiempo para escuchar al aconsejado y reunir información sobre la situación que enfrenta (Stgo 1:19).
Se necesita muchas veces tomar datos de asuntos físicos, como patrones de sueño, dieta, ejercicios, medicación y otros. Considere la situación espiritual de la persona, las emociones del aconsejado, y otros aspectos que considere importantes.

Identificar el problema
En está etapa el consejero debe identificar bíblicamente el problema, basado en los datos que conoce. La Biblia le pone nombre a los diferentes problemas humanos, por lo tanto, debemos identificar los términos que utiliza para describir los problemas que enfrentamos en la consejería. Esto nos ayuda a identificar sus causas y su solución.
En muchas situaciones el consejero va a notar que lo que relata el aconsejado no es un solo problema, sino que son varios, o que el problema es lo suficientemente amplio para abarcar más de una sesión. Por lo que deberá informarle al aconsejado que el problema va a abarcar más de una reunión y estructurar el proceso en varias sesiones. Así, aconsejado y consejero deben ponerse de acuerdo sobre los objetivos, especialmente si es la primera sesión. Además, es importante que el aconsejado se comprometa a llevar a cabo el proceso de consejería en caso de necesitar más de una sesión.
El primer problema que presenta el aconsejado no necesariamente es aquel que tiene mayor importancia, sino que “es posible que haya sido ofrecido como un globo sonda para ver como manejas los problemas”. Incluso pudo haber sido mencionado sencillamente para ver la reacción inicial del consejero ante este problema, para medir si le menciona uno que a su consideración es “más grave” o “más pecaminoso”.
Cuando hemos identificado el problema, debemos comunicarlo al aconsejado. Aquí ya habremos determinado que tipo de consejería debemos de utilizar, si es de consuelo, de amonestación o de guía. De cualquier manera hay que explicarle el problema de manera bíblica, y hacer que el aconsejado entienda el problema de la forma en que lo ve Dios.

Solucionar el Problema
Luego de identificar desde el punto de vista de la Escritura, cuál es el problema del aconsejado ello debe buscar la solución bíblica del problema, y buscar como llevar esa solución bíblica a la práctica.
Por supuesto, en muchos casos hay que primeramente motivar a la persona para que tome las decisiones que demanda la Escritura para poder resolver el problema. Ya sea que consolemos, amonestemos o guiemos las personas tienen que tomar la decisión de hacer el cambio en sus vidas y comprometerse en ello.
La mejor manera de llevar a la práctica la solución de un problema es con un plan. Un plan debe incluir el objetivo u objetivos bíblicos a ser alcanzados, tanto a corto, como a largo plazo, y por supuesto, las estrategias para alcanzar dichos objetivos e incluso la forma de evaluar que se han cumplido los objetivos y las estrategias. En entre estás estrategias deben incluirse cuestiones de horarios, métodos, técnicas, procedimientos, etc. Adams nos dice “el comprometerse a un plan bíblico es totalmente esencial porque a menos que el aconsejado haga lo que Dios requiere, todo lo demás es inútil”.
Desde la primera sesión el consejero debe dar una respuesta bíblica, eso incluye dar esperanza de que el problema tiene solución en Cristo, pedir que deben cambiarse las conductas pecaminosas, y dar bases bíblicas sobre los diferentes problemas que se enfrentan.

Cierre de la sesión
Cada sesión debe tener su propio objetivo y agenda, aunque siempre se debe estar abierto a la flexibilidad de alterar, agregar o posponer algo de la agenda. Como cierre de la sesión podemos resumir lo que se ha logrado y decidido en la sesión. Podemos asignar trabajo para la casa (en caso de ser necesario), esto, nos ayuda a que la persona vaya poniendo en práctica lo aprendido y además, a que sea más rápido el proceso. Si notamos que se ocupan próximas sesiones, podemos estructurarle al aconsejado que vamos a tratar en estás y debemos fijar la próxima sesión. La oración final debe enfocarse sobre el contenido vital de la hora previa.

Inmediatamente después de la sesión
Luego de la sesión el consejero deberá hacer un resumen escrito de lo tratado en la reunión y colocarlo en el expediente en caso de ser consejería formal. Además, si el consejero se comprometió en la sesión hacer alguna diligencia debe prepararla para la siguiente sesión, o para entregarla al aconsejado.

Seguimiento
El seguimiento debe darse siempre, independientemente de que se trate de un proceso de varias sesiones o de una sola. Siempre es recomendable preguntar a la persona, ¿Cómo fue con el plan diseñado? ¿Qué sucedió con la decisión bíblica tomada? ¿Se logró lo propuesto? ¿Cuáles obstáculos se han presentado?. Y por supuesto, también podemos seguir orando por el aconsejado y sus problemas.

Conclusión
Hemos visto una serie de fases que debe tener una sesión de consejería y la relación que ésta tiene con un proceso de consejería. No todas las sesiones van a corresponder a todo lo que se ha mencionado, pero espero sea una guía para su ministerio.




sábado, 19 de octubre de 2013

¿Oveja o lobo?: La necesidad de desenmascararlos

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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Lobos vestidos de oveja

Open Bible 
Un falso maestro, por definición, es alguien que enseña doctrinas falsas dentro de un grupo o comunidad particular de personas. En el caso de la fe cristiana, la verdad y el error se establecen sobre la base de las Sagradas Escrituras, la Biblia; por lo que un falso maestro, dentro de las filas del cristianismo, es alguien que enseña doctrinas que son contrarias a la Palabra de Dios.
Tomando en cuenta que las joyas caras son las más susceptibles de ser falsificadas, no es extraño que las comunidades cristianas se vean constantemente amenazadas por falsos profetas que tuercen, sutilmente en ocasiones, las doctrinas fundamentales de nuestra fe. Esa es una amenaza que la Iglesia de Cristo ha tenido que enfrentar a través de toda su historia, y contra la cual se nos advierte en la Biblia una y otra vez. “Guardaos de los falsos  profetas – dice el Señor en Mateo 7:15 – que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces”. Y en otro lugar vuelve y advierte que “muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos… Porque se levantarán falsos cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos” (Mateo 24:11, 24).

El hecho de que una persona sea capaz de hacer grandes prodigios y milagros, o pretenda tener el poder de hacerlos, no lo acredita como maestro de la verdad. El Señor Jesucristo enseñó claramente que los “falsos profetas harán grandes señales y prodigios”; y en Mateo 7:21-23, luego de señalar que el árbol se conoce por el fruto, declara: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mi, hacedores de maldad”.
El fruto que se espera de un maestro de la verdad, no es que pretenda hacer milagros, echar fuera demonios o profetizar, sino que enseñe la verdad de Dios revelada en Su Palabra. Por lo tanto, es imprescindible que, Biblia en mano, aprendamos a distinguir lo falso de lo verdadero y, lo que es aún más sutil, la verdad “verdadera” de la verdad “a medias”. Dejar de discernir, movidos tal vez por un temor religioso, es poner en peligro nuestras almas y el testimonio de la verdad.


Características de un buen sermón Bíblico: Ayuda ministerial

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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¿Cuáles son las características que hacen que un sermón sea un buen sermón?

D Martyn Lloyd-Jones Preaching 
Cada domingo millones de cristianos alrededor del mundo asisten a las reuniones de su iglesia local y escuchan a un predicador exponer un pasaje o un tema de la Palabra de Dios. Ese es uno de los medios de gracia más poderosos que Dios usa para salvar a los pecadores y santificar a los creyentes. Y precisamente por eso, en esta ocasión quisiera responder la pregunta que sirve de título a esta entrada: ¿Cuáles son las características que hacen que un sermón sea un buen sermón? Poniéndolo de otro modo, ¿cuáles son los elementos esenciales que poseen todos aquellos sermones que generalmente son más usados por Dios para la salvación y edificación de las almas?

En primer lugar, su contenido es el mensaje de la Palabra de Dios.
Un sermón, por encima de todas las cosas, es una exposición fiel del mensaje contenido en el texto o pasaje de las Escrituras que está siendo expuesto. En 2Cor. 5:20 Pablo se refiere a los ministros del evangelio como embajadores del Dios de los cielos; mientras que en Hch. 20:25 se refiere a sí mismo como un heraldo del reino de Dios. En el mundo antiguo la función del heraldo no era otra que la de transmitir con fidelidad la mente de su Rey. Es por eso que se requerían dos cosas para ser un buen heraldo: la primera, obviamente, era tener buena voz; la segunda, un carácter confiable. El rey debía estar seguro de que podía confiar en esa persona como un transmisor fiel del mensaje que se le había encomendado (comp. 1Cor. 4:1-2). Esa es la encomienda de Pablo a Timoteo: “Predica la Palabra” (1Tim. 4:2).
Ahora bien, cuando hablamos de predicar la Palabra lo que queremos decir no es meramente que el ministro verdadero no predica el contenido del Corán, o del Libro del Mormón, o de los escritos de Elena G. de White. Se supone que ningún ministro del evangelio hará tal cosa. Lo que queremos enfatizar es que el ministro del evangelio debe estar seguro de que en verdad está entregando el mensaje de la Biblia; no porque cita un texto aquí y otro allá que parecen apoyar sus ideas, sino porque, a través del estudio diligente y una exégesis cuidadosa de las Escrituras, este hombre ha desentrañado el verdadero significado del texto, pasaje o tema bíblico que está exponiendo.

En segundo lugar, un sermón se distingue porque posee unidad.
La unidad es una característica esencial del sermón. El predicador no es un comentario bíblico ambulante. Es el portavoz de un mensaje. Y esta distinción es de suprema importancia. Algunos entienden que predicar es lo mismo que comentar un pasaje de las Escrituras, explicando lo que significa el vers. 1, y luego el 2, y el 3, y así sucesivamente. Pero eso no es un sermón, eso es un comentario bíblico hablado.
Un sermón es un mensaje, un mensaje que extraemos de las Escrituras a través de un trabajo exegético concienzudo y que transmitimos a través de la predicación. Ese mensaje tiene sus partes, sus divisiones, variedad en las ideas, pero todas sus partes, divisiones e ideas conforman un todo. Y es a ese “todo” que llamamos el sermón. Por eso alguien ha dicho que el sermón debe ser como una bala y no como una munición. La munición se abre en muchos fragmentos, mientras que el sermón va dirigido hacia un objetivo en particular. Cuando un sermón carece de unidad es posible que algunas frases sueltas tengan cierto efecto en la mente de algunos, pero el sermón como tal probablemente no será muy eficaz.

En tercer lugar, un buen sermón posee orden.
El orden de una exposición es muy importante para que pueda ser entendida y recordada por aquellos que nos escuchan. Nuestro Dios es un Dios de orden (1Cor. 14:33, 40), y Él nos hizo de tal manera que captamos mejor las cosas cuando son presentadas en una forma ordenada y secuencial. Si comenzamos a contar “1, 2, 3, 4”, todos esperan que sigamos con el “5”, no con el “16”. O si digo “a, b, c” nadie espera que salte a la “r”. Dios nos hizo así; nos dio una mente que capta mejor las cosas cuando son presentadas en un orden lógico.
Si queremos informar el entendimiento de nuestros oyentes debemos presentar el material bíblico en un orden lógico. Traer delante de la congregación un montón de pensamientos desordenados sobre un mismo asunto, por más buenos que sean, no le hará mucho bien al auditorio. El efecto que puede producir un ejército, no es el mismo que produce una turba.
Debemos dividir nuestros sermones en encabezados que sean fácilmente recordados, y arreglar nuestro material de tal manera que nuestras ideas y argumentos sigan uno al otro en una forma natural y fluida. El gran predicador del siglo XX, Martyn Lloyd-Jones, dice lo siguiente al respecto: “Debe haber progresión en el pensamiento… cada uno de (los) puntos (del sermón) no es independiente, ni tampoco del mismo valor que los demás. Cada uno es parte del todo y en cada uno debes avanzar y llevar el asunto más allá. No estás simplemente diciendo la misma cosa un número de veces, estás apuntando hacia una conclusión” (Preaching and Preachers; pg. 77).
Tomen la carta de Pablo a los Romanos. Allí el apóstol Pablo desglosa el contenido del evangelio, y podemos ver en su presentación que él va siguiendo un orden lógico: “Deseo ir a Roma a predicar el evangelio” (Rom. 1:13-15). ¿Por qué ese anhelo de ir a la capital del imperio a proclamar un mensaje que podía poner en riesgo su vida? “Porque el evangelio es poder de Dios para salvación” (1:16). ¿Y por qué el evangelio es un instrumento tan poderoso? “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe” (1:17). Pero ¿por qué necesitamos ser salvados por medio del evangelio? “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres…” (1:18). Y así podríamos analizar cada una de las epístolas del Nuevo Testamento.
Debemos presentar las Escrituras en una forma ordenada. Eso no solo será de gran ayuda para el predicador, porque recordará su bosquejo más fácilmente y podrá presentar sus argumentos en una forma más convincente, sino que será de gran ayuda para los que escuchan. Alguien dijo una vez que una buena prueba que todo predicador debe hacerse para saber si tiene un sermón bien arreglado y ordenado, es ver si puede recordar de memoria, al menos los puntos principales del sermón. Si él no puede recordarlos, luego de haber estado una semana completa trabajando en él, ¿cómo quiere que la congregación lo recuerde luego?

En cuarto lugar, un buen sermón se caracteriza por su simplicidad.
A menos que seamos simples en nuestros sermones nunca seremos entendidos, y si no somos entendidos no podremos hacer ningún bien a las almas de aquellos que escuchan. Debemos hacernos entender, y eso no es una tarea fácil. Un siervo de Dios del pasado dijo con mucha razón: “Hacer que las cosas fáciles parezcan difíciles es algo que cualquiera puede llevar a cabo; pero hacer que las cosas difíciles parezcan fáciles es el trabajo de un gran predicador”.
Debemos proclamar el mensaje en una forma tal que todos puedan entendernos. El mensaje de la Palabra de Dios debe ser, para la mayoría de nuestros oyentes, claro y diáfano como la luz del medio día. Por supuesto, en una iglesia compuesta por personas de diversos trasfondos socio educativo, o en diferentes etapas de madurez cronológica o espiritual, es muy probable que algunas cosas del sermón no sean comprendidas por algunos. Pero debemos hacer el esfuerzo de hacernos entender por la mayoría.

En quinto lugar, el sermón debe ser relevante, aplicativo y persuasivo.
La finalidad de un sermón no es únicamente informar el entendimiento, sino persuadir al auditorio a la acción. Los oyentes deben ver cómo se aplica esa verdad que está siendo expuesta en su diario vivir. La aplicación en el sermón es como la dirección de una carta. Si no escribimos la dirección en el sobre, no importa cuán bueno y edificante sea su contenido no llegará a su destino. Y ¿cuál es el destino al que está supuesto a llegar el sermón? A todo el hombre, no solo a su mente, o a su voluntad o a sus emociones. Predicamos a todo el hombre.
Mover a un individuo a la acción sin informar su mente es mera manipulación. Pero informar la mente sin clarificar al auditorio qué hacer con esa verdad, y sin persuadirles a obedecer, es puro intelectualismo. Algunos predicadores entienden que su responsabilidad se limitar a explicar la verdad, y luego deben dejar que los creyentes saquen sus propias conclusiones movidos por el Espíritu Santo. Pero eso no es lo que encontramos en las Escrituras. Tomemos como ejemplo el Sermón del Monte pronunciado por nuestro Señor Jesucristo (Mateo 5 al 7). Allí vemos que Jesús se dirigía a los hombres en segunda persona (comp. Mt. 5:11, 12, 13, 14); con instrucciones precisas (6:1, 2); con un marcado énfasis en cómo llevar esto a la práctica (6:6, 9); y concluye con un llamado claro y persuasivo (7:13-14, 15, 21, 24). ¿Cuál fue el resultado? “Cuando Jesús terminó estas palabras, las multitudes se admiraban de su enseñanza; porque les enseñaba como uno que tiene autoridad, y no como sus escribas” (Mt. 7:27-28).
He ahí algunas de las características esenciales para que un sermón sea un buen sermón. Por supuesto, eso quiere decir que el predicador tiene un arduo trabajo cada semana antes de subirse al púlpito a predicar la Palabra cada domingo. Y en esto debemos reconocer con tristeza que los hijos de las tinieblas son más sagaces que los de la luz. Muchos herejes presentan mejor sus herejías que lo que muchos de nosotros presentamos la verdad. De cierto predicador se dijo una vez: “No dice nada, pero lo dice muy bien”. Eso es sencillamente terrible. Pero igual de terrible es que presentemos la verdad en una forma tan descuidada y poco presentable que nadie la entienda o le haga caso.
Como bien ha dicho alguien al respecto: “Sucede a menudo que aquellos que tienen un alto concepto de la Palabra de Dios piensan, erróneamente, que no necesitan ser diligentes en la preparación de los sermones. Simplemente entregan el mensaje a la congregación como primero les viene a la mente”. Y luego añade: “Su esposa puede ir a la carnicería y comprar la mejor carne, la más tierna y jugosa, pero si ella simplemente la pone en el plato todavía cruda y sanguinolenta, usted no se la va a comer. Tiene que ser preparada de la mejor manera posible, con el fin de conseguir darle la mejor presentación visual, olor y sabor” (Bruce Mawhinney; Predicando con Frescura; pg. 38).
Que el Señor nos ayude a predicar Su Palabra como siervos fieles y diligentes, dejando luego en Sus manos los resultados de nuestra predicación. ¡Que a Él sea toda la gloria!

Hebreos 13:20-21 La promesa y anhelo para hacernos aptos para la Obra Eterna

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos
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