sábado, 2 de junio de 2012

Conceptos Cientificos en la Consejería: Ayuda Ministerial


biblias y miles de comentarios
 
Base bíblica 4:
La restauración de la vida
Al lado de mi casa tengo un pequeño terreno que nada más produce cardos y otras malas hierbas. De vez en cuando he pensado en preparar el terreno y sembrar unos tomates y papayas. Imaginemos que, por fin, decido usar la parcela de manera útil. Decido qué parte del terreno voy a sembrar, y lo indico con unos postecitos y cuerda. Ya he separado la parecela que quiero para mi huerto de las otras partes del jardín. Esto ilustra la santificación realizada o posicional.
Cuando Cristo nos salva, nos separa del mundo para su gloria y uso. La palabra «santificar» quiere decir «separar». Cristo nos compró y liberó del pecado. Esto es la redención. A la misma vez Él nos separó del mundo para ser su posesión única, para su gloria y su uso. Esto es la santificación posicional. La realidad espiritual de cada creyente, sea nuevo convertido o creyente maduro, ahora pertenece exclusivamente a Cristo, para su honra y gloria.
Sin embargo, si en una tarde decido tener un huerto y lo divido con postes y cuerda, no voy a cosechar sabrosas papayas la próxima mañana, ¿verdad? ¡Por supuesto, que no! Tengo que sacar los cardos, preparar el terreno, sembrar las semillas y regar antes para disfrutar del fruto de mi huerto. Esto ilustra el aspecto progresivo de la santificación.
Todos los verdaderos creyentes son nuevas criaturas en Cristo (2 Corintios 5:17). La Biblia declara que somos santos, santificados para el uso y gloria de Dios. No obstante, todos sabemos que no siempre actuamos como santos. El nuevo creyente especialmente necesita muchos cambios en sus actitudes, hábitos y relaciones antes para ser útil para el reino de Dios. Tal como en mi huerto tengo que escardar, cultivar, sembrar y regar, el Espíritu Santo necesita cambiar actitudes, quitar hábitos viejos, establecer nuevos hábitos, sanar relaciones y purificar la vida del creyente. Es un proceso que continuará por toda la vida hasta que entremos a la presencia física de Jesús por medio de la muerte, o de su segunda venida. Mientras que le esperamos es la responsabilidad y privilegio de los miembros del cuerpo de Cristo (todos los verdaderos creyentes) ayudar el uno al otro en este proceso de crecimiento y maduración. Esto es el propósito del discipulado. La meta del discipulado es que el nuevo discípulo crezca, madure y se reproduzca su vida espiritual en la vida de otros. El propósito y obra del discipulador es ayudarle a madurar, darle las herramientas espirituales necesarias para crecer y enseñarle cómo reproducir su vida espiritual.
Lamentablemente, a veces nuestros programas de discipulado son insuficientes para cumplir todo esto. Parece como si indicase la parcela para el huerto, sembrar la semilla sin preparación del terreno, y diría al huerto: escárdate, riégate a ti mismo, y crece por ti mismo. El jardinero que hace esto y espera cosechar fruto sería un total necio, ¿verdad? Sin embargo, hacemos algo semejante cuando solamente decimos al nuevo creyente que debe leer la Biblia y orar cada día, testificar y asistir a la iglesia. ¿Qué de los cardos en su vida? ¿Qué del terreno duro de su corazón, dañado y contaminado por el pecado? ¿Qué de las heridas resultado de su propio pecado y el de otros? ¿Qué de la sanidad emocional, espiritual, mental y relacional que el nuevo creyente necesita?
Cristo redimió al nuevo creyente porque quería restaurar su vida, para que sea útil y gloriosa. Nos ha mandado a hacer discípulos (Mateo 28:19). Hacer discípulos es más que hacer convertidos. En Mateo 28, Jesús nos dice que la obra de hacer discípulos incluye bautizarles y enseñarles a guardar las cosas que Él nos ha mandado. ¿Qué cosas nos ha manado para que las guardemos? O ¿cómo debe parecer la vida del discípulo según Jesús?
En Juan 15 Él manda que el discípulo debe permanecer en Él y amar a los demás discípulos. En Juan 10:10, hablando de sus ovejas, o sea sus discípulos, dice que «yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia». En Mateo 28, que es lo que acabamos de ver, Él manda que los discípulos deben hacer más discípulos. 2 Corintios 3:18 habla de la transformación de la vida en la gloriosa imagen de Dios en Cristo. Entonces, por lo menos, la vida del discípulo de Cristo debe ser una que depende totalmente (permanece) en Cristo, que ama a otros discípulos, que es abundante, que se reproduce en las vidas de otros discípulos, y que está transformándose nuevamente a la imagen de Dios.
Parece que es una vida que está cambiando radicalmente, no solamente una que ha agregado la lectura bíblica, la oración y la asistencia a la iglesia a la vida anterior. Si alguien viene a Cristo que ha sufrido años de abuso sexual, ¿cómo va aprender amar si nunca ha tratado con el dolor, la amargura, el odio y el temor que son la triste herencia de lo que ha sufrido? ¿Cómo puede tal persona depender en Cristo y permanecer en Él si nunca ha aprendido a confiar en nadie? La imagen divina todavía está estropeada por sus propios temores, angustias y necesidades.
Cuando la familia de un alcohólico acepta a Cristo deben aprender cómo leer la Biblia, orar y, por supuesto, deben asistir a la iglesia. Pero, ¿estas cosas garantizan que los nuevos discípulos saben qué hacer con el temor y vergüenza? Los niños que viven cada día con violencia, y la confusión y ambivalencia que siempre vacila entre el odio y el amor, ¿tienen vida abundante? ¿Es vida abundante y permaneciendo en Cristo cuando no tienen ninguna idea qué hacer con sus sentimientos profundos resultado del horror pecaminoso que viven día tras día? A veces no pueden identificar ni entender sus propias emociones, ¿cómo, entonces, van a amar a otros? Y ¿cómo parece la gloriosa imagen de Dios en la persona traumatizada por las circunstancias de su vida? ¿No es la vida abundante que promete Cristo algo que el discípulo puede gozar ahora, o está reservada solamente para la eternidad?
¿Qué de la persona que viene a Cristo, pero ha tenido años de hábitos pecaminosos? ¿Es razonable esperar que todos los hábitos desaparecerán mágicamente solamente por agregar unos comportamientos buenos? Claro, yo sé que el Espíritu Santo mora en la vida de cada creyente, incluyendo la vida del nuevo creyente con hábitos pecaminosos. Yo sé que Él da el poder y recursos necesarios para cambiar la vida de cualquier persona que cree en Cristo. Sin embargo, Cristo encomendó la obra de hacer discípulos a nosotros. El hacer discípulos debe ser en cooperación con el Espíritu Santo para afectar cambios radicales y profundos a los pensamientos, emociones, deseos y hábitos del nuevo creyente. En el discipulado tenemos el gran privilegio de participar en la restauración de la imagen divina en los discípulos.
De vez en cuando alguien descubre un cuadro pintado por uno de los grandes maestros de la pintura del pasado. Muchas veces cuando se encuentra un cuadro así, está sucio, manchado y estropeado. El cuadro tiene la suciedad de siglos sobre la pintura. A veces ha sido dañado por el clima. Aun, a veces, otra pintura inferior ha sido ubicada sobre la obra maestra. La obra de restaurar la obra maestra es un trabajo esmerado, toma años para poco a poco quitar la suciedad, sacar lo agregado y restaurar la calidad de la obra original. En la obra de la restauración de la vida humana el Espíritu Santo hace algo semejante. La imagen de Dios en el ser humano es una obra maestra. Pero, está sucia por el pecado. Vivir en el ambiente pecaminoso del mundo la ha dañado. El pertenecer a Satanás y su reino ha agregado cosas corruptas y ha distorsionado la obra original. La obra del Espíritu Santo de restaurar, o santificar la vida, es una de esmero. Poco a poco, con cuidado y ternura Él saca, cambia, limpia y restaura la vida. Hermano discipulador, usted tiene el gran y humilde privilegio de ser el asistente al Espíritu Santo en esta gran obra.
Así, el discipulado en muchas ocasiones debe incluir aspectos de la consejería bíblica. La consejería bíblica, por integrar lo que unos psicólogos y otros científicos han observado sobre el ser humano con lo que la Biblia dice sobre el ser humano, puede ayudar al individuo a entenderse mejor a sí mismo. Puede ayudarle a ver cómo sus propias costumbres de pensar, sus maneras de reaccionar a la vida, sus hábitos de comportamiento y sus formas de relacionarse con otros afectan a sus relaciones, dañan a otros, obstaculizan el fluir del amor de Cristo, y niegan la dependencia en Él. Sin duda el Espíritu Santo puede señalar todo esto en la vida del nuevo creyente, y puede cambiar por completo la vida sin la participación nuestra. Pero, tal como ha escogido usarnos en la obra de dar las buenas nuevas de la redención de nuestros semejantes, también ha decidido usarnos en la obra de hacer discípulos. Es un gran privilegio y una responsabilidad solemne cooperar con el Espíritu Santo en la restauración de vidas rotas, mientras que Él las «perfecciona hasta el día de Jesucristo» (Filipenses 1:6).
En el fundamento bíblico de la restauración de la vida humana es que se encuentra la mayoría del trabajo de la consejería bíblica. Hay que entender la dignidad de la imagen de Dios para saber a lo que queremos dirigir nuestra consejería. La dignidad nos da el dibujo de cómo debe ser la vida humana. Hay que comprender la triste realidad de la depravación humana para desentrañar la vida actual tan lejos de la dignidad original. Hay que creer en, y proclamar el hecho de la redención cumplida en la cruz de Cristo, y dada libremente por gracia a cada persona que cree en Él. Tal redención es la única manera para que el ser humano pueda salir de la trampa del pecado y depravación para volverse al diseño original de su Creador. Hay que participar en la restauración de la vida humana, al lado del Espíritu Santo quien hace de nuevo la imagen de Cristo (sea la imagen de Dios) en la vida de cada verdadero creyente.
Estos cuatro fundamentos forman el cimiento sobre el cual el resto del libro construirá el entendimiento del ser humano y cómo aconsejarle en sus problemas de la vida. El entendimiento de estos da al consejero un mapa básico de su consejería. Empezando con la dignidad entendemos lo que es intrínseco en cada persona, él o ella es una criatura creado a la imagen de Dios. La depravación nos recuerda del deterioro de tal imagen. La redención nos da la cierta esperanza de la recuperación de la imagen. Y la restauración es el proceso de volverse a la imagen que se cumplirá en el día de Jesucristo.
El siguiente gráfico puede ayudar al consejero a tener en mente su mapa básico de consejería bíblica.
Estos fundamentos proveen un cimiento, o un marco para el consejero. Ideas, opiniones y métodos que están de acuerdo con estos fundamentos bíblicos son útiles para el consejero cristiano. Ideas, opiniones y métodos que no están de acuerdo con éstos deben ser rechazados por el consejero cristiano.En la siguiente unidad consideraremos algunas observaciones e ideas sobre el ser humano, su personalidad, mentalidad, reacciones y relaciones. Pido al lector recordar los fundamentos bíblicos y usarlos como la medida para analizar, aceptar o rechazar las ideas presentadas en esta unidad. Seamos como los hermanos de Berea. Hechos 17:11: «Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así». 
Conceptos científicos de la consejería cristiana 
Introducción a la Unidad 2
Hay entre los cristianos evangélicos aquellos que sospechan de cualquier idea, concepto o evidencia que viene de la ciencia. Porque hay científicos que se oponen a la Biblia y el cristianismo, estos cristianos piensan que todo lo que viene de la ciencia es malo. Es un extremo que le priva a la iglesia de muchos beneficios de lo que la ciencia ha descubierto sobre el mundo, el universo y la vida humana.
En el otro extremo hay cristianos que abrazan todo lo que presenta la ciencia sin analizarlo según las enseñanzas bíblicas. Tienden a basar su «fe» en cualquier idea psicológica que es popular del momento. Continúan las ideas que están de moda en lugar de establecer su fe y vida sobre los fundamentos sólidos de la palabra de Dios. Es un extremo que roba a la iglesia el poder y solidez de ser fundado sobre el cimiento de la Palabra.
Ambos extremos son errores malos y dañinos al individuo cristiano y para toda la iglesia. Como cristianos debemos aprender cómo pensar críticamente. Pensar críticamente no quiere decir criticar todo, desgraciadamente nuestras iglesias están llenas de personas que saben muy bien cómo hacer esto. El pensamiento crítico es el arte de analizar. Tenemos que aprender cómo leer y oír ideas y teorías y analizarlas para determinar si son verdaderas o no. Para analizar hemos de tener un criterio de la verdad. No es posible determinar si algo es verdadero o no, si no tenemos ningún estándar de la verdad. Este es el problema más grave del mundo moderno. La filosofía postmoderna ha determinado que no hay ningún absoluto, ni verdad concreta. Todo es relativo a las circunstancias y la situación. Así, la persona vacila en sus pensamientos, crecimiento y comportamientos según la situación en que se encuentra.
Para el cristiano el criterio de la verdad siempre tiene que ser la Biblia. Hoy día estamos inundados por información y nuevos conceptos, ideas y descubrimientos científicos que llegan a todos nosotros a una velocidad increíble. En tal mundo, el cristiano debe saber muy bien lo que enseña la Biblia, debe entender muy bien la verdad, y debe establecerse personalmente sobre la roca firme de la verdad bíblica. Pero, esto no quiere decir aislarse del mundo e ignorar todo lo que pasa en el mundo. El cristiano bien establecido en su fe, que conoce bien las Escrituras, tiene la capacidad y recursos para analizar y relacionarse bien con ideas nuevas. El mundo moderno necesita tal tipo de cristiano.
La Biblia fue escrita por varios autores humanos, todos bajo la inspiración del Espíritu Santo, por varios siglos. Los autores humanos vivían en un mundo muy diferente que el mundo moderno. Sus culturas estaban lejos de la mayoría de las culturas modernas. Sus circunstancias eran diferentes que las nuestras y tenían que enfrentar problemas distintos a los nuestros. Así, la Biblia no se dirige directamente a muchas circunstancias y problemas modernos. Por eso muchos inconversos piensan que la Biblia no es relacionada con la vida actual, y muchos cristianos piensan que los problemas modernos no importan. ¡Los dos están equivocados!
¿Cómo, entonces, puede la Biblia informarnos cuando tenemos que dirigirnos a ideas y problemas de que la Biblia no menciona, ni sus autores sabían nada acerca del asunto? El cristiano bíblicamente informado debe entender bien los principios bíblicos. La Biblia no se dirige a cada problema humano, pero por todas sus páginas fluyen principios de cómo ordenar la vida humana. Tiene enseñanzas de cómo vivir bien delante del Creador. Demuestra ejemplos de personas que vivían la vida con éxito, y tiene ejemplos de fracasos. Nos enseña ejemplos de vencimientos y fallas. Todo esto forma como una tapicería de entendimiento sobre cómo vivir la vida humana con rectitud, integridad y éxito. Este entendimiento bíblico debe ser usado por el cristiano para filtrar las ideas que se llegan del mundo. Ideas, opiniones, teorías y prácticas que contradicen lo que la Biblia enseña y demuestra deben ser rechazadas. Ideas, opiniones, teorías y prácticas que no contradicen lo que la Biblia enseña y demuestra deben ser analizadas para ver si la Biblia las apoya o no. Muchas veces encontramos que lo que la ciencia descubre sobre la vida humana es esencialmente lo mismo que dice la Biblia, solamente usa distintos términos, y se aplica un poco diferente según la situación y cultura bíblica. Aunque la Biblia no se dirige directamente a cada problema humano moderno, sus principios son todavía, completamente confiables. Las maneras de vivir y relacionarnos con Dios y otros que presenta la Biblia deben ser las maneras en que vivimos en medio de las situaciones y problemas modernos. Lo que la ciencia moderna dice sobre la personalidad humana, nos informa acerca de cómo aplicar los principios bíblicos en el contexto moderno.
La siguiente unidad del libro pretende hacer una sencilla integración de entendimientos básicos que vienen de la psicología con las enseñanzas bíblicas acerca de la personalidad, relaciones y vida humana. Esta sección no pretende ser un manual de la psicología, y el lector necesita entender que se presentan unas ideas psicológicas aceptadas por un segmento de psicólogos modernos, pero no por todos. Existen muchas diferentes teorías e ideas psicológicas. No todas están de acuerdo la una con la otra, y no todas están de acuerdo con las Escrituras. Las ideas presentadas aquí le parecen al autor como las más compatibles con la fe cristiana, y las más apoyadas por la Biblia. Varios consejeros cristianos las han probado como útiles en la consejería bíblica. Estas ideas no son originales del autor. Se debe mucho a los pensamientos y estudios de varios psicólogos del pasado y especialmente al Dr. Larry Crabb, Dr. Dan Allender y Dr. Marvin Penner.
Una vez más, animo al lector a que escudriñe las Escrituras para ver si estas cosas son la verdad.
Concepto científico 1:
Anhelos personales inherentes
Ha sido evidente para los psicólogos por un tiempo que hay otras cosas más que pasan en la mente humana de lo que es evidente conscientemente. Así, hoy día, comúnmente hablamos del subconsciente. Esto es la parte del ser donde hay actitudes, deseos, impulsos y hábitos que la persona no puede identificar fácilmente, pero que influyen en todo lo que hace. Podemos decir que lo que es evidente conscientemente como pensamientos, emociones y comportamientos, es siempre influido por lo que existe en el subconsciente, que no es tan evidente. Podríamos ilustrarlo pensando en las actividades mentales como un témpano de hielo en el mar. Sabemos que hay dos terceras partes del témpano que no se ve, está bajo la superficie del mar. Así también, hay mucho más de lo que pasa en el ser de lo que es evidente sobre «la superficie de su subconsciente».
 
La idea del subconsciente no es un concepto único a los psicólogos modernos. Un concepto céntrico del entendimiento bíblico del ser humano es la idea del corazón. Sabemos que en la mayoría de las veces que la Biblia habla del corazón humano no habla del órgano físico, sino que usa la palabra figurativamente como la parte del ser donde se encuentran las motivaciones, pensamientos y deseos profundos de la persona. En términos modernos sería el subconsciente.
Veremos unos ejemplos del empleo bíblico de la palabra «corazón» para hablar de lo que entendemos hoy día como el subconsciente:
Génesis 6:5:
«Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal».
Deuteronomio 6:5:
«Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas».
1° Samuel 16:7:
«Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón».
Jeremías 17:9:
«Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?»
Mateo 15:19:
«Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias».
Hay muchas más referencias al corazón, pero éstas demuestran que la Biblia reconoce una parte del ser que influye las acciones, actitudes y comportamientos evidentes en la vida de una persona. En este capítulo y los siguientes de la unidad 2 consideramos lo que pasa en el subconsciente, o en el corazón de una persona.
Regresando a la figura del témpano, consideremos lo que hay en el fondo del subconsciente humano. O la pregunta sería, ¿qué se encuentra en la parte más íntima del corazón (subconsciente) humano? Si el subconsciente es la parte escondida del ser donde moran los pensamientos, deseos e impulsos que empujan los comportamientos y emociones de la persona, debe ser que hay impulsos o deseos fundamentales. ¿Hay algo básico, fundamental que empuje a todo hombre? ¿Hay unos deseos que podemos encontrar detrás del comportamiento humano?
Salmo 42:1 y 2 dice: «Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?»
El Salmo 119:174 habla de manera semejante: «He deseado tu salvación, oh Jehová, y tu ley es mi delicia».
Y en Isaías 26:9 vemos: «Con mi alma te he deseado en la noche, y en tanto que me dure el espíritu dentro de mí, madrugaré a buscarte; porque luego que hay juicios tuyos en la tierra, los moradores del mundo aprenden justicia».
Estos versículos hablan de deseos o anhelos muy profundos del alma. Esto es más que el simplemente querer, sino el anhelar del alma que conmueve todo el ser. La Biblia habla de este tipo de profundo anhelo en el contexto del deseo para Dios. Hay psicólogos que consideran que en el subconsciente del ser humano existen anhelos fuertes, profundos y escondidos.1 La necesidad inconsciente de satisfacer estos anhelos empuja la personalidad, carácter y acciones del individuo. Siempre en la vida de cada persona se está buscando inconscientemente alguna fuente para saciar esta profunda sed del alma. Cuando no encuentra satisfacción, el ser humano es capaz de inventar miles de maneras que pretendan aplacar estos fuertes deseos. Estos anhelos del alma son tan poderosos que la búsqueda de su satisfacción puede empujar al individuo a adicciones y otras acciones que destruyen a sí mismo y a otros.
Los anhelos profundos de la humanidad son universales. No distinguen entre nacionalidades, razas, idiomas ni género. Aunque puede tratar de matarlos, que lleva a la psicopatía, cada persona tiene anhelos en el centro de su ser. Si pudiésemos llegar a la base del témpano de hielo que representa la personalidad humana encontraríamos los anhelos personales profundos. Podríamos decir que forman el cimiento sobre el cual la personalidad está construida. La constante búsqueda para saciarlos motiva el desarrollo de los hábitos, carácter, autoimagen, patrones de reaccionar, emociones y comportamientos que se conjuntan para formar la personalidad.
 
Pero, ¿qué son exactamente estos anhelos? ¿Son iguales para todos, o hay diferentes anhelos según el sexo, edad o cultura de la persona? Podemos identificar tres anhelos tan básicos que cada persona sobre la faz de la tierra los experimenta. Estos son el anhelo para el amor, el anhelo para la seguridad y el anhelo para la trascendencia. No son siempre iguales en su fuerza en cada persona, y aun su intensidad puede variar en la misma persona en diferentes situaciones o épocas de su vida. No obstante, cada persona en el transcurso de su vida ha sido motivada por el deseo de satisfacer alguno de éstos. Y cada persona siempre actúa bajo la influencia de uno de éstos.
El anhelo para el amor es evidente en todas partes. Casi desde el momento del nacimiento el infante quiere el afecto y atención de sus padres. Se dice que hicieron un experimento con recién nacidos. Tomaron dos grupos de recién nacidos. A los dos grupos se trataron iguales con la excepción de que dieron a un grupo mucho cariño, afecto y atención, al otro grupo dieron lo mismo en cuanto a comida, cambio de pañales, etc., sin cariño y afecto. Los bebés del grupo que recibió el cariño crecieron normalmente, mientras que aquellos que no recibieron el cariño se enfermaron hasta el punto de morir. El amor es esencial en la vida, y el ser humano lo busca casi a todo costo.
Este anhelo para el amor puede presentarse en varias formas. Empuja el deseo para la aceptación. Se ve en la persona que se afana por complacer a todos. Es evidente en el ansia que muchos jóvenes experimentan para tener amigos y ser parte del grupo. Se ve en la «necesidad» de tener novio o novia. Empuja al matrimonio, al divorcio, a relaciones ilegítimas sexuales, y a «crímenes de pasión».
El hambre para la seguridad también se manifiesta desde la edad tierna. Si el bebé va a dormir, debe estar caliente, limpio, y saciado. Siempre busca la seguridad de los brazos y el seno de su mamá. Otra vez, es un fuerte deseo que infunde en toda la vida. Empuja la búsqueda para las riquezas y cosas materiales. Da ímpetu a la hechicería y la adivinación. Puede empujar a la mujer a los brazos de un extraño y al hombre al suicidio.
La necesidad para la trascendencia no es menos poderosa. Cada padre ha escuchado a su pequeño hijito diciendo: «¡Mírame papi, mírame!» En otras palabras: «Déjame hacer impacto sobre tu vida, soy importante». Todos queremos que alguien haga caso de nosotros. Todos quieren causar impacto sobre la vida de alguien.
Parece que el anhelo para el amor es igual entre las mujeres y los hombres. Pero el anhelo para la seguridad es más fuerte para la mujer, y la trascendencia más fuerte para el hombre. Generalmente los hombres buscan el dinero y la fama para tener poder, y las mujeres buscan el dinero, la fama y las posesiones para tener seguridad.
Lamentablemente, debido a la distorsión que la depravación ha hecho en la razón humana tendemos a buscar la satisfacción de estos anhelos por medio de fuentes erróneas. Yo creo que Dios ha puesto estos deseos dentro del corazón del hombre para que él busque a Dios. Estos anhelos son básicos, universales y constantes. Todos necesitamos la satisfacción de ellos para estar contentos en la vida. Juntos forman una sed interior que sólo Dios puede saciar. Fíjese bien, la Biblia dice que Dios es amor. No es que Él ama, o que Él tiene amor, sino que Él es el verdadero amor. Sabemos por experiencia y observación que el amor de los hombres falla. El amor humano no es completo ni perfecto. Sin embargo, anhelamos el amor incondicional.
¿No es lógico que la única persona que podría saciar completamente este anhelo para el amor, sería la persona quien es amor, Dios? O ¿qué de la seguridad? El anhelo de la seguridad se relaciona más que todo con el futuro. Como personas queremos asegurarnos que el futuro sea feliz, cómodo y sin dificultades. Anhelamos la seguridad. ¿Quién es la persona que sabe, maneja y controla el futuro? Otra vez, es Dios. Y consideremos la trascendencia. Otra vez, es solamente el Creador nuestro quien puede dar sentido a nuestras vidas. Así, el Salmista experimentando estos tremendos anhelos del alma, puede gritar: «Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo». Estos anhelos pretenden y deben funcionar para empujarnos a perseguir a Dios, la única fuente de satisfacción completa.
Hay solamente un problema, y es un problema bastante grande. ¿Recuerda el tema desagradable del segundo capítulo? Es esta condición asquerosa de la humanidad, la depravación. La depravación ha tocado y ha distorsionado todo. Así como pecadores, la mayoría del tiempo, no reconocemos estos anhelos como sed para Dios. Pensamos que podemos saciarnos por otros medios fuera de Dios. Y no sólo esto, por la rebelión del corazón estamos comprometidos a saciar la sed de la vida por nosotros mismos sin depender de Dios.2
Jeremías 2:13 dice: «Porque dos males ha hecho mi pueblo: Me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas rotas que no retienen agua». ¡Qué descripción tan aguda del ser humano! El hombre pecador es como un hombre en el desierto muriéndose de sed. Allá en el horizonte aparece un oasis. Por fin él llega allí, y es bello. Hay árboles, un lago y una fuente brotando agua dulce. Pero cuando llega al oasis, el pobre viajero empieza a excavar en la arena para ver si, por si acaso, podría encontrar un poco de humedad. ¡Qué gracioso!, ¿verdad? Pero esto es el dibujo del hombre buscando satisfacer sus anhelos profundos fuera de Dios.
Desde temprano esperamos que otras personas deben proveer la satisfacción de nuestros anhelos. El infante empieza buscando satisfacción por parte de los papás, especialmente la mamá. Luego la busca por parte de otros familiares, los amigos, maestros, novio(a), esposo(a), empleador, etc. El problema es que ninguna persona es capaz de satisfacer por completo los anhelos de otra persona, y todos están buscando su propia satisfacción. La imagen fea que viene a la mente es de parásitos viviendo sobre parásitos.
Puede imaginar que no pasa mucho tiempo hasta que la persona llegue a estar decepcionado por su búsqueda de satisfacción. Incluso los miembros de la propia familia no pueden saciar la sed de Dios. Dios nos ha dado padres, familiares, amigos y otros para proveer algunas necesidades en la vida, pero jamás para reemplazar a Él mismo. La inclinación del ser humano pecaminoso es saciarse por medios fuera de Dios. Este carece de dependencia de Dios. Dios nos ha creado para depender de Él para nuestras necesidades. Así, la determinación humana de buscar sus propias fuentes (cisternas según Jeremías) de satisfacción es un acto básico de rebelión. No puede traer más que frustración, desesperación y decepción porque es en contra del plan de Dios.
La constante búsqueda para la satisfacción y el repetido desengaño por lo mismo surge en una profusión de problemas humanos. La persona aprende vez tras vez que las personas no son confiables. Pronto empieza a buscar algún nivel de agrado por otros medios. Lo busca en el trabajo, la educación, el dinero, la fama, el sexo, el alcohol, las drogas, el crimen, etc. Realmente, la lista casi no tiene limitaciones. Está limitada solamente por la imaginación perversa del hombre.
Es importante recordar que los anhelos personales profundos no son pecado. Son dones de Dios para llevarnos a Él. La búsqueda de saciarlos fuera de Dios es pecado. Este pecado es básico a la raza humana, y universal. Forma la raíz de los problemas personales y relacionales.
Lea por favor Romanos 1:18–32, pensando en cómo la independencia y rebelión humana ha llegado a una trayectoria tan triste. Dios creó al hombre para conocerle y depender de Él para todas sus necesidades. En su rebeldía y autosuficiencia el hombre ha llegado a la depravación, perversión y corrupción. Esto es la razón porque hay la necesidad de la consejería bíblica y porque debemos incluirla como componente del discipulado cristiano.
1 Dr. Larry Crabb. Understanding People, Deep Longings for Relationship (Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing House, 1987), pp. 105, 106.
2 Ibid., p. 108


Consejería Cristiana: Para Ministros y Predicadores Itinerantes


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Base bíblica 2: La depravación del hombre
¡Cuán bella sería la historia humana si la Biblia terminara con Génesis capítulo dos! Dios creó al hombre, digno, honroso, un perfecto reflejo suyo. Vivían en perfecta harmonía en el verdadero paraíso. Esto era el propósito de Dios y su diseño original para nuestra raza. Parece como un sueño lejos de la realidad que vivimos.
La entrada del pecado al mundo cambió todo. Inmediatamente cuando Adán y Eva pecaron, la imagen divina fue estropeada, la dignidad fue distorsionada y las consecuencias del pecado que padecemos hasta hoy día comenzaron. Es menester entender estas consecuencias en el contexto de la consejería bíblica. Si no fuera por el pecado y sus efectos no habría necesidad de la consejería. La meta sobresaliente de la consejería bíblica es cooperar con Dios en la obra de restaurar la imagen suya, y restituir al hombre a su diseño original. Si fuéramos competentes como consejeros tendríamos que comprender cómo el pecado ha afectado cada aspecto de la vida humana. La magnífica imagen de Dios, las preciosas relaciones humanas y el vínculo entre Creador y criatura, todos llevan la mancha del pecado.
Consideremos, pues, las consecuencias pecaminosas como aparecen en Génesis capítulo tres. La pareja original decidieron actuar fuera del plan de Dios. Dios les había creado sin necesidad. Fueron honorables, sin falta alguna, reflejos cristalinos de Dios, verdaderos señores de la tierra. Disfrutaron el compañerismo perfecto, la harmonía sin impedimentos y la comunión de Dios. Sin embargo el Tentador sembró la idea de que su situación era menos que idílica con la declaración (v. 5), «sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal».
Ahora, recordemos que tenían una relación perfecta con Dios. Podrían preguntarle, «Padre, ¿hay algo que debemos saber sobre el bien y el mal?» Pero no confiaron en Dios, sino escucharon a la serpiente y decidieron que tenían una necesidad que debían suplir por ellos mismos. Así actuaron en independencia de Dios, tomaron el fruto y lo comieron.
Dios creó al hombre para relaciones. Una de las principales consecuencias del pecado es su influencia negativa sobre las relaciones humanas. Observamos el comienzo de estos efectos en Génesis 3.
Primeramente el pecado dañó la relación entre Dios y el hombre. Dios había provisto todas las necesidades del hombre. Vivía en el paraíso. Tenía comida, trabajo, propósito, dignidad, inteligencia, seguridad, compañerismo y amor. Era dependiente de Dios, pero así Dios le creó, y así su vida funcionaba perfectamente. Veamos lo que le pasó a esta relación dependiente e idílica cuando el pecado entró.
Como hemos visto, Adán y Eva tomaron la decisión de comer del fruto prohibido. Decidieron no creer en la palabra de Dios, sino creyeron a otra criatura, la serpiente. No consultaron a Dios sobre el asunto, sino confiaron en sus propias percepciones (v. 6), y actuaron independientes de Dios. Desde entonces el ser humano ha sido intensamente independiente. Hay un compromiso intrínseco en el pecaminoso corazón humano para hacer las cosas por sí mismo. Hasta que aun la palabra dependencia suena como debilidad. ¿Cómo fue su reacción cuando usted leyó el último párrafo? Allí hablamos de la vida humana original, ideal, perfecta y dependiente. ¿No suena paradójico hablar de la vida ideal y dependiente? Hay algo dentro de nosotros que se rebela contra la idea de depender de alguien o algo.
Soy norteamericano. Nací en los Estados Unidos de América, crecí en el Canadá y actualmente vivo en los E.U.A. La independencia es uno de los ideales fuertes de los norteamericanos. Su herencia es la gente que vinieron de Europa y otras partes para conquistar una tierra nueva. Nuestros antepasados fueron gente que confiaron en sí mismos. En la mente norteamericana las personas dependientes son personas débiles. Sin embargo esto no es la idea de Dios. Él nos creó dependientes de Él e interdependientes el uno del otro.
Lamentablemente, la independencia humana se extiende aún hasta la relación con Dios. Tal como nuestros padres originales tomaron su decisión de pecar fuera de Dios, nosotros vivimos y actuamos la mayoría del tiempo fuera de Dios. Como si fuera débil buscar ayuda o depender de otra persona, hay una reacción fuerte dentro de nosotros de no buscar la ayuda de Dios, o depender de Él. Lo triste de esto es que nuestra independencia nos mantiene separados de Dios. Hay otra palabra que podríamos usar para esta independencia. Es el egoísmo. Cuando Adán y Eva pecaron tomaron una decisión egoísta. Hasta hoy, todos nosotros, sus descendientes, hemos tomado nuestras decisiones egoístas, independientes de Dios.
Dios creó al hombre para relacionarse con él y sus semejantes. Ya por medio del egoísmo e independencia del hombre, la relación con Dios se interrumpió. Lea el triste versículo ocho.
«Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto.» Parece que Dios tenía el hábito de llegar al huerto y pasear con sus criaturas. ¿No le parece utópica la idea de pasear con Dios, el Creador, en un huerto perfecto, a la hora precisa cuando el aire es más fresco? ¡AHHH!… Pero, espere. No les pareció tan agradable a Adán y Eva. Cuando oyeron la voz de Dios, huyeron de Él y se escondieron de su presencia. Tenían miedo de Dios, y no pudieron aguantar su presencia. Hasta hoy día la humanidad ha huido y se ha escondido de la presencia de Dios. Dios creó al hombre para tener compañerismo con él. Pero ya le vemos persiguiendo a su creación, y al hombre huyendo de su presencia. Muchos hombres y mujeres se esconden de Dios detrás del alcoholismo, adicciones, perversiones sexuales, enojo, amargura, trabajo excesivo, anorexia, bulimia, o la búsqueda del dinero, fama o poder. Estas cosas brotan en pleitos, familias destruidas, corazones quebrantados y personas destruidas. Si quitamos todos los escombros de la vida arruinada, si eliminamos las cosas que el hombre usa para esconderse, encontramos al hombre o a la mujer desnuda, sola, temblando por miedo de oír la voz de Dios. La misma voz de Dios todavía llama a la humanidad, «¿Dónde estás tú?» Y el hombre se esconde de la voz divina.
Pero, los efectos del pecado sobre la relación del hombre con Dios no terminaron con la huida del hombre. En el versículo 10 el hombre confesó su miedo a Dios. Parece irónico cómo la criatura podría tener miedo de su propio Creador. No obstante, todavía es Dios quien tiene la solución de las necesidades de millones de personas que le temen y quieren esconderse de Él.
Además, el hombre ya tiene la insolencia de echarle la culpa del problema a Dios. Cuando Dios le preguntó si le habían desobedecido, la respuesta en el versículo 12 es «la mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí» (énfasis del autor). ¡Interesante! En el capítulo 2 versículo 23 había dicho, «esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne, será llamada Varona, porque del varón fue tomada». Palabras que alaban a Dios por su regalo y dan dignidad, aceptación y honra a la mujer. Pero, después que pecó, las palabras cambiaron a palabras de desprecio y culpa. «Dios, no soy yo el culpable, es la culpa de esta mujer, y fíjate, realmente es la culpa tuya, tú la creaste y me la diste.»
Cuán lejos del original llegó el hombre por medio de un solo acto pecaminoso. La relación con Dios de compañerismo, confianza y dependencia nunca sería igual. Pero también, Dios creó a la humanidad para relacionarse el uno con el otro. Esto también fue afectado.
Como vimos antes, el versículo 25 del capítulo 2 es un bello versículo. Vemos allí la comunicación y comunión perfecta entre el hombre y su esposa. No hay barreras, disfraces ni inhibiciones en la completa intimidad, en la comunicación y comunión conyugal. Estaban desnudos sin sentir vergüenza. Pero, ¿qué pasó cuando el pecado entró a la raza humana? En contraste con este versículo encontramos el versículo 7 del capítulo 3 como triste y feo. «Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales.» Con la entrada del pecado, la intimidad, abertura y comunicación entre el hombre y su esposa fueron empeñados con la vergüenza, temor y desconfianza. Aquí vemos al esposo y a la esposa sin la confianza y franqueza para estar desnudos. Fíjense, no había nada digno en la vergüenza aquí. Es completamente propio para el marido y su esposa estar desnudos. Es la situación propia para la desnudez sin vergüenza. Sin embargo, el pecado trajo la vergüenza. No pudieron aguantar la franqueza e intimidad de antes. Inmediatamente, sintieron la necesidad de esconderse el uno del otro.
Desde este momento, hasta el presente los hombres se han esforzado para esconderse el uno del otro. Bueno, Adán y Eva usaron delantales para tratar de esconder su desnudez. Pero ahora no es cuestión de ropa. Desgraciadamente, hoy día, la ropa se usa muchas veces para coquetear y exhibir. Hemos llegado a ser mucho más sofisticados que nuestros primeros padres. Hemos construido barreras psicológicas, emocionales, verbales y de comportamiento. No nos escondemos detrás de la ropa, sino del trabajo, el silencio, el aislamiento, el egoísmo y el abuso.
Hay otras evidencias de los efectos del pecado sobre las relaciones entre humanos. Vimos antes la respuesta del hombre a la pregunta de Dios que se encuentra en el versículo 12. «Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí.» El hombre no tuvo el valor de responsabilizarse por sus propias acciones, sino echó la culpa sobre su esposa. Dios le había dado al hombre a la mujer como su compañera, su ayuda idónea. Naturalmente él debía amarla, protegerla, apreciarla y cuidarla. Ahora con su nuevo corazón pecaminoso, la culpa y la menosprecia. Ya ella no es el regalo precioso de Dios, sino «la mujer que me diste por compañera». ¿Cuántos alcohólicos, adictos, abusadores y dictadores de casa se excusan de la misma forma? «Si no fuera por esta mujer…»
Pero, la motivación de Adán no fue solamente despreciar a su cónyuge, sino protegerse a sí mismo. Dios le había hecho una pregunta difícil: «¿Has comido del árbol que yo te mandé no comieses?» Fue difícil porque la única respuesta correcta y valiente fue: «Sí, Señor, he pecado». Con esta pregunta, la luz de la santidad y justicia de Dios brilló sobre su conciencia y no lo podía aguantar. Otra vez hay el impulso de esconderse. Pero, ya tiene su delantal y ya no puede esconderse más físicamente de la presencia de Dios. Está frente a frente con su Creador. ¿Qué va a hacer? Intenta esconderse verbalmente. «Dios, no me mires, estás viendo a la persona equivocada.» Así, no quería admitir lo que hizo. Quería echar la culpa a Dios, a la mujer, o a ambos.
Antes de que mis hermanas lectoras empiecen a sonreír demasiado, veamos que la mujer no fue mejor. Lamentablemente, los efectos del pecado no son propiedad única del sexo masculino. Con la respuesta cobarde del hombre, Dios volteó a la mujer y lanzó la pregunta: «¿Qué es lo que has hecho?» Y ella también busca a alguien para culpar. Esta vez la culpa cayó sobre la serpiente. ¡Interesante! Con sus intentos de esconderse detrás de las acciones de otros, los humanos en esta historia se parecen más a culebras deslizándose que la misma serpiente. La serpiente no tenía a nadie para culpar.
Pero, no somos mejores que nuestros padres originales, ¿verdad? Hasta hoy día los deseos de protegerse a sí mismo, de esconderse, de evitar la responsabilidad de sus propias acciones y de culpar a otros afectan negativamente a las relaciones humanas. Podemos encontrar la semilla de la mayoría de los problemas matrimoniales en estos impulsos pecaminosos.
Con una sola acción de desobediencia el pecado entró a la raza humana con fuerza. Cada aspecto de la vida humana fue afectado. Miremos el versículo 16: «A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido y él se enseñoreará de ti». Ahora aun el tremendo gozo del nacimiento de los hijos está reducido por el dolor del parto, debido al pecado. Y la relación esposo a esposa está distorsionada.
Tengamos cuidado de no malentender la segunda parte de este versículo. Recordemos que Dios está pronunciando la maldición por el pecado sobre la raza, y prediciendo cómo será la vida humana desde entonces. Así, cuando dice que «tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti», no está hablando del deseo natural de la mujer para el hombre. Tampoco está ordenando que el hombre deba enseñorearse de la mujer. La frase es descriptiva no prescriptiva. Primero, ¿qué quiere decir Dios con la frase «tu deseo será para tu marido»? Recordemos que está avisando sobre cómo será la experiencia humana ya que abrieron la puerta al pecado. ¿Es que la esposa no quería a su marido, antes de pecar? ¿Quizá ella no tenía deseo sexual antes? Dudo de cualquiera de estas ideas. Antes de pecar, Adán y Eva vivieron en el paraíso. Fue el único periodo de la historia cuando la vida humana era perfecta. Una esposa sin afecto para su esposo, ni deseo sexual no me parece como la perfección.
Posiblemente, habla de la dependencia de la mujer de su esposo. Ya no podrá vivir independiente de él. Pero, creo que hay más. Dios había creado al hombre y a la mujer para ser dependientes de Él, e interdependientes el uno del otro. Su dependencia en su esposo no será algo nuevo. Creo que la frase podría ser traducido «tu deseo será sobre tu marido», en vez de «tu deseo será para tu marido» (énfasis agregado por el autor). Según lo que los que entienden el hebreo me han informado, la frase habla de un deseo de usurpar. Así habla de la tendencia femenina de controlar la relación matrimonial, de tratar de cambiar a su marido por la manipulación, y de usurpar el liderazgo (lamentablemente, muchas veces no hay necesidad para la esposa de usurpar el liderazgo porque como hombres lo abdican). Dios creó la relación matrimonial de tal manera que el hombre debería ser el líder benéfico y sirviente, y la esposa debería responder a este liderazgo como la ayuda idónea funcionando al lado de su esposo. Pero el pecado distorsionó esto (veremos la distorsión del rol masculino en la próxima frase del versículo). Ya por la consecuencia del pecado, la esposa no estará tan contenta apoyando, aconsejando y ayudando en el liderazgo del esposo en la relación matrimonial, sino que tendrá la inclinación de apropiarse del liderazgo.
Seguro que hay muchos hombres que no funcionan como verdaderos líderes en su propio hogar, y por la falta de esto la esposa toma el papel. Entonces, el deseo de la esposa para su marido, mencionado aquí, se manifiesta de una de dos maneras. Muchas veces la mujer desea que el esposo cumpla su rol de liderazgo, pero él no lo hace por falta física, emocional, psicológica o espiritual. En otras ocasiones, el deseo de la esposa es tener la posición que Dios ha dado como responsabilidad solemne al esposo. Esta inclinación de la mujer de usurpar la responsabilidad del hombre, junto con la tendencia del hombre de abdicar su responsabilidad forma la distorsión pecaminosa del orden original que Dios declara aquí.
Pero, tal como el pecado distorsionó la respuesta femenina al plan divino, lo estropeó en el entendimiento masculino también. La frase «y él se enseñoreará de ti» (v. 16) no relata al liderazgo normal y propio del hombre en el matrimonio. Aquí vemos el despotismo que lamentablemente es tan común entre los hombres de todo el mundo. Demasiadas veces, mientras que los hombres por un lado abdican su rol propio del liderazgo, por el otro lado tratan de controlar su matrimonio y su hogar por la violencia, la dominación, y por ser dictadores. Mientras que su esposa lleva el verdadero liderazgo, él trata de convencerse a sí mismo de que es el líder por su actitud controladora y abusadora. Esta frase no trata con el propio liderazgo masculino, sino con el despotismo, abuso y machismo que es la experiencia humana debida al pecado.
Dios creó el matrimonio como la relación humana más íntima para funcionar perfectamente según su diseño. Lastimosamente, el pecado lo convirtió en la relación más propensa al dolor, odio, pleitos y tristeza. Me acuerdo un deplorable chiste popular de mi niñez. Un muchacho pregunta a otro: «¿Quieres pelear?» Cuando el segundo muchacho dice que «sí», el primero dice: «¡Cásate!» ¡Qué triste!, el pecado ha distorsionado el matrimonio de tal manera que aun los niños lo ven como un campo de batalla.
El pecado, como una infección insidiosa, afectó cada detalle de la vida humana. Así, todas sus relaciones, actitudes, deseos y acciones llevan la mancha pecaminosa de una forma u otra. En los versículos 17 al 19 de Génesis 3 leemos como Dios maldijo la tierra en relación del trabajo del hombre. Se nota que el trabajo no es la maldición. Esto fue dado al hombre como regalo y orden de Dios en Génesis 1:28–29. Lo contrario a la idea popular del trabajo, no es parte de la maldición, sino de la bendición de Dios. Sin embargo, la dificultad y lucha asociados con el trabajo y la búsqueda de las necesidades de la vida es parte de la maldición. Es otro profundo efecto del pecado sobre la vida humana. ¿Cuántas veces el hombre cede su responsabilidad en la familia porque «no tiene tiempo»? Está tan ocupado buscando las necesidades físicas de la familia que no puede proveer las necesidades espirituales y emocionales. O, por lo menos, esta es la excusa. ¿Cuántos problemas hay en las familias y hogares alrededor del mundo porque no tienen suficiente dinero, comida u otras cosas materiales? Todos estos problemas son resultados del pecado.
El último problema de cada ser humano es la muerte. Nuestra propia muerte llena el corazón de miedo. La muerte de otros llena el corazón de dolor. La certeza de la muerte llena al mundo con violencia, ansiedad, tristeza y dolor. La muerte es el máximo efecto del pecado. Génesis 3:19b «pues polvo eres, y al polvo volverás».
¡Hay tantos efectos del pecado sobre nuestra raza! Todos son tristes, dolorosos y feos. ¿Por qué insistimos en que algo tan feo como la depravación de la raza human sea un cimiento de la consejería bíblica? ¿No sería más agradable apoyar la dignidad humana y pasar por alto este tema feo? Bueno, mucha de la psicología popular hace exactamente esto. Así, el hombre moderno es un pecador con dignidad, pero todavía un pecador.
Tal como debemos entender el diseño original de la humanidad para entender la meta de la consejería, debemos entender la caída al pecado y depravación de la raza para entender la necesidad de la consejería. Todavía el hombre tiene dignidad. Es creado a la imagen de Dios. Sin embargo, la imagen está estropeada. La dignidad lleva la mancha del pecado. Dios creó al hombre perfecto: con relaciones perfectas, matrimonio ideal, mundo idílico. Pero, tal perfección ahora no existe fuera de la persona de Jesucristo. Como cristianos somos pecadores redimidos. Estamos en proceso de crecer a la perfecta imagen de Dios en Cristo. Cuando Cristo vuelva, los cristianos llevaremos la perfecta imagen de Dios una vez más. Mientras tanto no somos perfectos, sino Dios nos está perfeccionando. Filipenses 1:6 dice: «estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo». No dice «estoy persuadido que ya son perfectos». Lamentablemente, cuando las personas aceptan a Cristo como su único y suficiente Salvador, todavía llevan muchos de los efectos del pecado. Son salvos del pecado, pero sus vidas, relaciones, actitudes y circunstancias todavía son afectadas por el pecado. Han vivido una vida pecaminosa. Viven en un mundo pecaminoso. Están en relación con otros pecadores. Así, los nuevos convertidos necesitan ayuda para caminar en un mundo imperfecto hacia la perfección en Cristo. Esto se llama discipulado. Pero, estoy convencido de que en mucho de lo que popularmente se llama el discipulado falta algo esencial. Un buen discipulado tiene que dirigir al discípulo a la meta de la perfección de la imagen de Cristo (el diseño original, la imagen de Dios). También tiene que entender y ayudar al discípulo con los efectos del pecado en su vida y relaciones. Entonces, el que hace discípulos debe tener un ojo puesto en la meta de la perfección y el otro fijado en la realidad de la vida abatida por el pecado. Es en este aspecto del discipulado que se encuentra la necesidad de la consejería bíblica.
Nos encontramos con una especie de sube y baja emocional cuando estudiamos las bases bíblicas de la consejería. Empezamos con el gozo y placer de la dignidad con que Dios nos creó. La restauración de tal dignidad y proposito es la meta del ministerio de la consejería. Pero, la historia cambió por la entrada del pecado. En este capítulo hemos visto unos de los efectos trágicos del pecado sobre la raza. Estos efectos siguen hasta hoy y forman la razón y necesidad del ministerio de la consejería.
En el siguiente capítulo consideraremos el plan de Dios para la redención. ¡Gracias a él, no quiso dejarnos en el hoyo de la depravación! Hizo su plan de rescate que se llama la redención. La redención es la esperanza de la consejería.
 
Base bíblica 3: La redención del hombre
En el capítulo anterior ya vimos a la raza humana en una situación desesperada. Adán y Eva se habían rebelado contra Dios, actuaron independientes de Él, y hundieron a la raza humana, completa, en las horribles consecuencias del pecado. Parece como una situación sin esperanza. Pero Dios no es un Dios impotente, sino omnipotente. Él no es un Dios de desesperación, sino de esperanza.
Si la dignidad del hombre forma la meta de la consejería y la depravación es la razón de ella, la redención divina es su esperanza. Cuando tratamos con los problemas profundos de las personas, cuando ayudamos a nuevos creyentes a superar su vida vieja, cuando buscamos soluciones para las relaciones estropeadas y rotas de nuestros semejantes, muchas veces parecen sin esperanza. Y de este modo serían sin la muerte y resurrección de Cristo.
¡Jamás debemos aconsejar sin reconocer la importancia de la nueva vida dada al individuo por la redención en Cristo! La restauración de la vida al diseño original no se puede efectuar sin que la persona tenga la nueva vida en Cristo. Jesús mismo dijo en Juan 14:6: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí».
En la consejería y en el discipulado estamos buscando que la persona crezca más y más a la imagen de Dios en Cristo. Tal crecimiento es solamente posible para aquel que tiene la nueva vida en Cristo. Tal vida se recibe solamente por medio de la redención.
¿Qué hizo exactamente Cristo en la redención por nosotros? Consideremos la descripción de la persona y obra de Cristo en Filipenses 2:5–8. Quiero que prestemos especial atención al contraste de la actitud de Jesús con las actitudes humanas pecaminosas, como las vimos en el capítulo anterior.
Recordemos que la tentación original del pecado llegó en la forma de llegar a ser como Dios. Adán y Eva comieron del fruto prohibido porque el Tentador les prometió que iban a ser como Dios. Desde entonces el hombre ha tenido el deseo de mejorarse por sí mismo, de superarse, de llegar a ser como Dios.
En el versículo 6 de Filipenses 2 vemos la actitud opuesta en Jesucristo. Dice que Él, «siendo en forma de Dios no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse». Jesús nunca tuvo necesidad, deseo ni razón para hacerse a sí mismo Dios. ¡Él es Dios! Sin embargo, para rescatar al hombre de su pecaminosa autoadoración puso su propia divinidad a un lado. El único hombre que tiene todo el derecho de reclamar la divinidad, escogió a no reclamarla para redimir a los hombres que hurtan la divinidad por sí mismos. Dejó a su trono para salvar a los mismos que quieren usurparlo. Se despojó de su propia autoridad y poder por los hombres, que en tratar de robar tal autoridad y poder habían llegado a ser impotentes.
El egoísmo es intrínseco al pecado humano. Nuestro corazón pecaminoso nos ha convertido a todos en egocéntricos. Pero, una vez más, vemos lo opuesto en Jesucristo. El versículo 7 continúa: «sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres».
En su obra de la redención Jesús manifestó las actitudes opuestas a las pecaminosas que nos esclavizan. Mientras que nosotros nos protegemos a nosotros mismos, insistimos en nuestros «derechos», y buscamos nuestro propio bien, Cristo se despojó a sí mismo y escogió el rol del siervo. Llegó a ser como los hombres, pero sin pecado. El Creador, para rescatar a su depravada y esclavizada creación llegó a ser como la criatura. Desde el huerto el hombre se ha escondido del Creador. Pero Él nos ha perseguido, no con fuerza, sino con mansedumbre. En vez de perseguirnos para castigarnos, nos ha perseguido para salvarnos. No nos ha buscado para condenarnos, sino para redimirnos; Juan 3:17: «Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él».
El hombre pecaminoso es orgulloso. Jesús escogió la humanidad sobre la divinidad, y en su condición humana escogió la humildad. Él es Rey de los reyes, y nació en un establo para acostarse en un pesebre. Vivió sin casa y sin posesiones, y murió como un criminal. Todo esto para rescatar a la humanidad de su propio orgullo.
Fue la desobediencia del hombre que hundió a la humanidad en el hoyo de la depravación. Pero Jesús fue obediente. Tal como la desobediencia humana es completa resultando en la muerte, la obediencia de Jesús es completa llevándole a la muerte, resultando en la vida; Romanos 5:18: «Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de la vida». Su obediencia le llevó al último sacrificio, la muerte. Y su muerte fue lo más cruel que podemos imaginar, la cruz.
Jesús hizo todo esto para cumplir la redención. Redimir quiere decir comprar, o pagar el precio del rescate de alguien. Por el pecado todos nosotros nacimos depravados, esclavos al pecado. Como hemos dicho, toda la vida humana está afectada por el pecado. La dignidad nuestra se ha convertido en una caricatura grotesca. El diseño original ya está distorsionado, pervertido, torcido y roto. Nacimos perteneciendo al pecado. El único camino a la restauración de lo que hemos perdido es por el rescate o redención del pecado. La única persona que podría rescatarnos es el hombre perfecto, sin pecado, el Hijo de Dios, Jesucristo. Lo hizo por medio de pagar la pena última, su propia vida. Esto es la redención.
Hay que tener la redención como un cimiento, un fundamento de la consejería. Sin el cambio radical de la vida que hace la redención, el aconsejado no sería realmente diferente. Aconsejar sin presentar la redención como esencial a la restauración personal, es nada más que poner un barniz sobre lo malo de la vida. Aconsejar sin dirigir la persona a la redención es tratar de llegar a la restauración sin pasar por el propio camino de la restauración.
Por varios años mi familia y yo vivimos en el bello país de Venezuela. Cada año, en el 26 de diciembre, todos mis compañeros misioneros y nosotros nos reunimos en la playa, Bahía de Cata. La única manera de llegar a Cata es por un camino estrecho de puras curvas que sube y baja la montaña hasta llegar a la costa. Cuando mis hijos eran pequeños siempre se enfermaron cuando paseamos por el camino a la Cata. Es un camino peligroso y duro. Había la tentación de buscar otro camino. Pero no hay otro camino. Si queríamos la belleza de la playa Cata, el placer de las olas, sol y arena, y el compañerismo con nuestros amigos, teníamos que pasar este camino.
Hermano consejero, tal vez habrá la tentación de pasar por alto la redención en la consejería. Cuando hay resistencia o amargura contra el Evangelio, será más fácil buscar soluciones superficiales en vez de cambios radicales. A veces es más fácil sugerir ciertos cambios de comportamiento en vez de invitarle a entregar su vida entera a Cristo. Especialmente para aquellos consejeros que se inclinan a la psicología hay la tentación de apoyar la dignidad sin reconocer la depravación y buscar la restauración sin entender la necesidad de la redención. Todos los fundamentos bíblicos de la consejería son necesarios. Tratar de aconsejar sin incluir estos fundamentos bíblicos es como construir un edificio sin cimiento.
Habiendo dicho esto, quiero prevenirle sobre el otro extremo. Hay aquellos que aconsejan como si la redención fuera el único fundamento bíblico. La redención es indispensable para la consejería, pero es el comienzo de la restauración, no el fin. Hermano pastor, cuando una persona que no conoce a Cristo viene a usted buscando ayuda para problemas personales o familiares es cierto que necesita recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador. Pero, recibir a Cristo no quita los problemas personales o familiares. La redención da esperanza para la consejería, pero no es una píldora mágica que soluciona todos los problemas de la vida en un momento. Para aquellos aconsejados que no conocen a Cristo, aceptar a Cristo y recibir su redención es parte indispensable de la restauración de su vida. Pero no es la restauración completa. La obra de Cristo en la cruz y la resurrección es completa, no podemos agregar nada a ella para la salvación ni la justificación. Pero hay otra doctrina soteriológica, la santificación.
La santificación tiene dos aspectos. Su aspecto realizado y el progresivo. En el aspecto realizado somos separados del mundo a Cristo para su uso. Nuestra posición en Cristo es completa, perfecta, cumplida. En la realidad de la vida cotidiana todos sabemos que no somos perfectos. A veces pecamos. Luchamos con hábitos viejos. Sufrimos de los resultados del pecado nuestro y de los otros. Allí se encuentra el enfoque del aspecto progresivo de la santificación.
Cuando alguien nace de nuevo, tiene nueva vida, pero, tal como en la vida natural, necesita crecer y madurar. El discipulado y la consejería ayudan en este proceso de crecimiento y madurez.
En el pasado el discipulado se ha enfocado en enseñar las disciplinas espirituales como leer la Biblia, orar, testificar y asistir a la iglesia. Tales cosas son importantes, y parte esencial de la maduración espiritual. Sin embargo, no garantizan la madurez.
Vivimos en un mundo donde el pecado está creciendo. El mundo está llenándose más y más del dolor, amargura y vergüenza que son las consecuencias del pecado. Más y más personas buscan la ayuda de pastores y líderes evangélicos para enfrentar la separación de la familia, la confusión, el dolor de la vida y las adicciones. No es justo dirigirles a Cristo y aparentar que todos sus problemas desaparecerán mágicamente. Debemos caminar a su lado mientras que enfrentan las consecuencias del pecado y permiten que el Espíritu Santo restaure su vida. Así el ministerio de la consejería va mano a mano con un discipulado que es más que solamente agregar unos comportamientos agradables a una vida rota. Sino que es un ministerio profundo que coopera con el Espíritu Santo en la transformación de la vida entera. Desde las actitudes, deseos y motivaciones del corazón hasta las relaciones íntimas, todo debe cambiar radicalmente para el discípulo de Cristo. Esto es un proceso de crecimiento. El valor del discipulador-consejero es inestimable en estar al lado del discípulo en el proceso.
Así que debemos entender que cada fundamento bíblico es indispensable para formar un cimiento fuerte y confiable para el ministerio de la consejería. Para formar nuestra base de la consejería no podemos pasar por alto ninguno de estos fundamentos. Éstos forman un cimiento confiable sobre el cual podemos construir nuestro entendimiento de la persona, los procesos psicológicos que forman la personalidad, y las motivaciones que empujan los hábitos de la vida.
Cuando aconsejamos tengamos la dignidad del diseño original delante como la meta que queremos ver cumplida. Mantengamos un claro entendimiento de la depravación y los profundos y extensivos efectos del pecado sobre la vida. Tengamos certeza de que sólo por medio de la redención de Cristo hay esperanza de cambios y de la restauración. Mantengamos siempre el propósito de buscar la restauración de la vida del aconsejado, que le lleva más y más cerca a la meta de ver la belleza y dignidad original. Siempre recordemos que el mismo proceso que pasa el aconsejado lo estamos pasando nosotros mismos. No aconsejamos de una posición perfecta, sino de una creciendo. No aconsejamos porque hemos llegado a la meta, sino porque estamos caminando hacia la meta. La perfección se efectuará cuando venga Jesucristo para llevarnos a su presencia eterna. Mientras tanto no somos perfectos, sino que debemos estar caminando hacia la perfección. El consejero no es perfecto pero debe estar caminando. Él puede dirigir al aconsejado en el camino, porque está caminando delante del aconsejado.
Para un cimiento bíblico completo debemos considerar un fundamento más, la restauración, o la santificación de la vida humana. En el siguiente capítulo consideraremos esto que es esencial para la consejería verdaderamente bíblica.
 

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