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Base bíblica 4:
La restauración de la vida
Al lado de mi casa tengo un pequeño terreno que nada más produce cardos y otras malas hierbas. De vez en cuando he pensado en preparar el terreno y sembrar unos tomates y papayas. Imaginemos que, por fin, decido usar la parcela de manera útil. Decido qué parte del terreno voy a sembrar, y lo indico con unos postecitos y cuerda. Ya he separado la parecela que quiero para mi huerto de las otras partes del jardín. Esto ilustra la santificación realizada o posicional.
Cuando Cristo nos salva, nos separa del mundo para su gloria y uso. La palabra «santificar» quiere decir «separar». Cristo nos compró y liberó del pecado. Esto es la redención. A la misma vez Él nos separó del mundo para ser su posesión única, para su gloria y su uso. Esto es la santificación posicional. La realidad espiritual de cada creyente, sea nuevo convertido o creyente maduro, ahora pertenece exclusivamente a Cristo, para su honra y gloria.
Sin embargo, si en una tarde decido tener un huerto y lo divido con postes y cuerda, no voy a cosechar sabrosas papayas la próxima mañana, ¿verdad? ¡Por supuesto, que no! Tengo que sacar los cardos, preparar el terreno, sembrar las semillas y regar antes para disfrutar del fruto de mi huerto. Esto ilustra el aspecto progresivo de la santificación.
Todos los verdaderos creyentes son nuevas criaturas en Cristo (2 Corintios 5:17). La Biblia declara que somos santos, santificados para el uso y gloria de Dios. No obstante, todos sabemos que no siempre actuamos como santos. El nuevo creyente especialmente necesita muchos cambios en sus actitudes, hábitos y relaciones antes para ser útil para el reino de Dios. Tal como en mi huerto tengo que escardar, cultivar, sembrar y regar, el Espíritu Santo necesita cambiar actitudes, quitar hábitos viejos, establecer nuevos hábitos, sanar relaciones y purificar la vida del creyente. Es un proceso que continuará por toda la vida hasta que entremos a la presencia física de Jesús por medio de la muerte, o de su segunda venida. Mientras que le esperamos es la responsabilidad y privilegio de los miembros del cuerpo de Cristo (todos los verdaderos creyentes) ayudar el uno al otro en este proceso de crecimiento y maduración. Esto es el propósito del discipulado. La meta del discipulado es que el nuevo discípulo crezca, madure y se reproduzca su vida espiritual en la vida de otros. El propósito y obra del discipulador es ayudarle a madurar, darle las herramientas espirituales necesarias para crecer y enseñarle cómo reproducir su vida espiritual.
Lamentablemente, a veces nuestros programas de discipulado son insuficientes para cumplir todo esto. Parece como si indicase la parcela para el huerto, sembrar la semilla sin preparación del terreno, y diría al huerto: escárdate, riégate a ti mismo, y crece por ti mismo. El jardinero que hace esto y espera cosechar fruto sería un total necio, ¿verdad? Sin embargo, hacemos algo semejante cuando solamente decimos al nuevo creyente que debe leer la Biblia y orar cada día, testificar y asistir a la iglesia. ¿Qué de los cardos en su vida? ¿Qué del terreno duro de su corazón, dañado y contaminado por el pecado? ¿Qué de las heridas resultado de su propio pecado y el de otros? ¿Qué de la sanidad emocional, espiritual, mental y relacional que el nuevo creyente necesita?
Cristo redimió al nuevo creyente porque quería restaurar su vida, para que sea útil y gloriosa. Nos ha mandado a hacer discípulos (Mateo 28:19). Hacer discípulos es más que hacer convertidos. En Mateo 28, Jesús nos dice que la obra de hacer discípulos incluye bautizarles y enseñarles a guardar las cosas que Él nos ha mandado. ¿Qué cosas nos ha manado para que las guardemos? O ¿cómo debe parecer la vida del discípulo según Jesús?
En Juan 15 Él manda que el discípulo debe permanecer en Él y amar a los demás discípulos. En Juan 10:10, hablando de sus ovejas, o sea sus discípulos, dice que «yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia». En Mateo 28, que es lo que acabamos de ver, Él manda que los discípulos deben hacer más discípulos. 2 Corintios 3:18 habla de la transformación de la vida en la gloriosa imagen de Dios en Cristo. Entonces, por lo menos, la vida del discípulo de Cristo debe ser una que depende totalmente (permanece) en Cristo, que ama a otros discípulos, que es abundante, que se reproduce en las vidas de otros discípulos, y que está transformándose nuevamente a la imagen de Dios.
Parece que es una vida que está cambiando radicalmente, no solamente una que ha agregado la lectura bíblica, la oración y la asistencia a la iglesia a la vida anterior. Si alguien viene a Cristo que ha sufrido años de abuso sexual, ¿cómo va aprender amar si nunca ha tratado con el dolor, la amargura, el odio y el temor que son la triste herencia de lo que ha sufrido? ¿Cómo puede tal persona depender en Cristo y permanecer en Él si nunca ha aprendido a confiar en nadie? La imagen divina todavía está estropeada por sus propios temores, angustias y necesidades.
Cuando la familia de un alcohólico acepta a Cristo deben aprender cómo leer la Biblia, orar y, por supuesto, deben asistir a la iglesia. Pero, ¿estas cosas garantizan que los nuevos discípulos saben qué hacer con el temor y vergüenza? Los niños que viven cada día con violencia, y la confusión y ambivalencia que siempre vacila entre el odio y el amor, ¿tienen vida abundante? ¿Es vida abundante y permaneciendo en Cristo cuando no tienen ninguna idea qué hacer con sus sentimientos profundos resultado del horror pecaminoso que viven día tras día? A veces no pueden identificar ni entender sus propias emociones, ¿cómo, entonces, van a amar a otros? Y ¿cómo parece la gloriosa imagen de Dios en la persona traumatizada por las circunstancias de su vida? ¿No es la vida abundante que promete Cristo algo que el discípulo puede gozar ahora, o está reservada solamente para la eternidad?
¿Qué de la persona que viene a Cristo, pero ha tenido años de hábitos pecaminosos? ¿Es razonable esperar que todos los hábitos desaparecerán mágicamente solamente por agregar unos comportamientos buenos? Claro, yo sé que el Espíritu Santo mora en la vida de cada creyente, incluyendo la vida del nuevo creyente con hábitos pecaminosos. Yo sé que Él da el poder y recursos necesarios para cambiar la vida de cualquier persona que cree en Cristo. Sin embargo, Cristo encomendó la obra de hacer discípulos a nosotros. El hacer discípulos debe ser en cooperación con el Espíritu Santo para afectar cambios radicales y profundos a los pensamientos, emociones, deseos y hábitos del nuevo creyente. En el discipulado tenemos el gran privilegio de participar en la restauración de la imagen divina en los discípulos.
De vez en cuando alguien descubre un cuadro pintado por uno de los grandes maestros de la pintura del pasado. Muchas veces cuando se encuentra un cuadro así, está sucio, manchado y estropeado. El cuadro tiene la suciedad de siglos sobre la pintura. A veces ha sido dañado por el clima. Aun, a veces, otra pintura inferior ha sido ubicada sobre la obra maestra. La obra de restaurar la obra maestra es un trabajo esmerado, toma años para poco a poco quitar la suciedad, sacar lo agregado y restaurar la calidad de la obra original. En la obra de la restauración de la vida humana el Espíritu Santo hace algo semejante. La imagen de Dios en el ser humano es una obra maestra. Pero, está sucia por el pecado. Vivir en el ambiente pecaminoso del mundo la ha dañado. El pertenecer a Satanás y su reino ha agregado cosas corruptas y ha distorsionado la obra original. La obra del Espíritu Santo de restaurar, o santificar la vida, es una de esmero. Poco a poco, con cuidado y ternura Él saca, cambia, limpia y restaura la vida. Hermano discipulador, usted tiene el gran y humilde privilegio de ser el asistente al Espíritu Santo en esta gran obra.
Así, el discipulado en muchas ocasiones debe incluir aspectos de la consejería bíblica. La consejería bíblica, por integrar lo que unos psicólogos y otros científicos han observado sobre el ser humano con lo que la Biblia dice sobre el ser humano, puede ayudar al individuo a entenderse mejor a sí mismo. Puede ayudarle a ver cómo sus propias costumbres de pensar, sus maneras de reaccionar a la vida, sus hábitos de comportamiento y sus formas de relacionarse con otros afectan a sus relaciones, dañan a otros, obstaculizan el fluir del amor de Cristo, y niegan la dependencia en Él. Sin duda el Espíritu Santo puede señalar todo esto en la vida del nuevo creyente, y puede cambiar por completo la vida sin la participación nuestra. Pero, tal como ha escogido usarnos en la obra de dar las buenas nuevas de la redención de nuestros semejantes, también ha decidido usarnos en la obra de hacer discípulos. Es un gran privilegio y una responsabilidad solemne cooperar con el Espíritu Santo en la restauración de vidas rotas, mientras que Él las «perfecciona hasta el día de Jesucristo» (Filipenses 1:6).
En el fundamento bíblico de la restauración de la vida humana es que se encuentra la mayoría del trabajo de la consejería bíblica. Hay que entender la dignidad de la imagen de Dios para saber a lo que queremos dirigir nuestra consejería. La dignidad nos da el dibujo de cómo debe ser la vida humana. Hay que comprender la triste realidad de la depravación humana para desentrañar la vida actual tan lejos de la dignidad original. Hay que creer en, y proclamar el hecho de la redención cumplida en la cruz de Cristo, y dada libremente por gracia a cada persona que cree en Él. Tal redención es la única manera para que el ser humano pueda salir de la trampa del pecado y depravación para volverse al diseño original de su Creador. Hay que participar en la restauración de la vida humana, al lado del Espíritu Santo quien hace de nuevo la imagen de Cristo (sea la imagen de Dios) en la vida de cada verdadero creyente.
Estos cuatro fundamentos forman el cimiento sobre el cual el resto del libro construirá el entendimiento del ser humano y cómo aconsejarle en sus problemas de la vida. El entendimiento de estos da al consejero un mapa básico de su consejería. Empezando con la dignidad entendemos lo que es intrínseco en cada persona, él o ella es una criatura creado a la imagen de Dios. La depravación nos recuerda del deterioro de tal imagen. La redención nos da la cierta esperanza de la recuperación de la imagen. Y la restauración es el proceso de volverse a la imagen que se cumplirá en el día de Jesucristo.
El siguiente gráfico puede ayudar al consejero a tener en mente su mapa básico de consejería bíblica.
Estos fundamentos proveen un cimiento, o un marco para el consejero. Ideas, opiniones y métodos que están de acuerdo con estos fundamentos bíblicos son útiles para el consejero cristiano. Ideas, opiniones y métodos que no están de acuerdo con éstos deben ser rechazados por el consejero cristiano.En la siguiente unidad consideraremos algunas observaciones e ideas sobre el ser humano, su personalidad, mentalidad, reacciones y relaciones. Pido al lector recordar los fundamentos bíblicos y usarlos como la medida para analizar, aceptar o rechazar las ideas presentadas en esta unidad. Seamos como los hermanos de Berea. Hechos 17:11: «Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así».
Conceptos científicos de la consejería cristiana
Introducción a la Unidad 2
Hay entre los cristianos evangélicos aquellos que sospechan de cualquier idea, concepto o evidencia que viene de la ciencia. Porque hay científicos que se oponen a la Biblia y el cristianismo, estos cristianos piensan que todo lo que viene de la ciencia es malo. Es un extremo que le priva a la iglesia de muchos beneficios de lo que la ciencia ha descubierto sobre el mundo, el universo y la vida humana.
En el otro extremo hay cristianos que abrazan todo lo que presenta la ciencia sin analizarlo según las enseñanzas bíblicas. Tienden a basar su «fe» en cualquier idea psicológica que es popular del momento. Continúan las ideas que están de moda en lugar de establecer su fe y vida sobre los fundamentos sólidos de la palabra de Dios. Es un extremo que roba a la iglesia el poder y solidez de ser fundado sobre el cimiento de la Palabra.
Ambos extremos son errores malos y dañinos al individuo cristiano y para toda la iglesia. Como cristianos debemos aprender cómo pensar críticamente. Pensar críticamente no quiere decir criticar todo, desgraciadamente nuestras iglesias están llenas de personas que saben muy bien cómo hacer esto. El pensamiento crítico es el arte de analizar. Tenemos que aprender cómo leer y oír ideas y teorías y analizarlas para determinar si son verdaderas o no. Para analizar hemos de tener un criterio de la verdad. No es posible determinar si algo es verdadero o no, si no tenemos ningún estándar de la verdad. Este es el problema más grave del mundo moderno. La filosofía postmoderna ha determinado que no hay ningún absoluto, ni verdad concreta. Todo es relativo a las circunstancias y la situación. Así, la persona vacila en sus pensamientos, crecimiento y comportamientos según la situación en que se encuentra.
Para el cristiano el criterio de la verdad siempre tiene que ser la Biblia. Hoy día estamos inundados por información y nuevos conceptos, ideas y descubrimientos científicos que llegan a todos nosotros a una velocidad increíble. En tal mundo, el cristiano debe saber muy bien lo que enseña la Biblia, debe entender muy bien la verdad, y debe establecerse personalmente sobre la roca firme de la verdad bíblica. Pero, esto no quiere decir aislarse del mundo e ignorar todo lo que pasa en el mundo. El cristiano bien establecido en su fe, que conoce bien las Escrituras, tiene la capacidad y recursos para analizar y relacionarse bien con ideas nuevas. El mundo moderno necesita tal tipo de cristiano.
La Biblia fue escrita por varios autores humanos, todos bajo la inspiración del Espíritu Santo, por varios siglos. Los autores humanos vivían en un mundo muy diferente que el mundo moderno. Sus culturas estaban lejos de la mayoría de las culturas modernas. Sus circunstancias eran diferentes que las nuestras y tenían que enfrentar problemas distintos a los nuestros. Así, la Biblia no se dirige directamente a muchas circunstancias y problemas modernos. Por eso muchos inconversos piensan que la Biblia no es relacionada con la vida actual, y muchos cristianos piensan que los problemas modernos no importan. ¡Los dos están equivocados!
¿Cómo, entonces, puede la Biblia informarnos cuando tenemos que dirigirnos a ideas y problemas de que la Biblia no menciona, ni sus autores sabían nada acerca del asunto? El cristiano bíblicamente informado debe entender bien los principios bíblicos. La Biblia no se dirige a cada problema humano, pero por todas sus páginas fluyen principios de cómo ordenar la vida humana. Tiene enseñanzas de cómo vivir bien delante del Creador. Demuestra ejemplos de personas que vivían la vida con éxito, y tiene ejemplos de fracasos. Nos enseña ejemplos de vencimientos y fallas. Todo esto forma como una tapicería de entendimiento sobre cómo vivir la vida humana con rectitud, integridad y éxito. Este entendimiento bíblico debe ser usado por el cristiano para filtrar las ideas que se llegan del mundo. Ideas, opiniones, teorías y prácticas que contradicen lo que la Biblia enseña y demuestra deben ser rechazadas. Ideas, opiniones, teorías y prácticas que no contradicen lo que la Biblia enseña y demuestra deben ser analizadas para ver si la Biblia las apoya o no. Muchas veces encontramos que lo que la ciencia descubre sobre la vida humana es esencialmente lo mismo que dice la Biblia, solamente usa distintos términos, y se aplica un poco diferente según la situación y cultura bíblica. Aunque la Biblia no se dirige directamente a cada problema humano moderno, sus principios son todavía, completamente confiables. Las maneras de vivir y relacionarnos con Dios y otros que presenta la Biblia deben ser las maneras en que vivimos en medio de las situaciones y problemas modernos. Lo que la ciencia moderna dice sobre la personalidad humana, nos informa acerca de cómo aplicar los principios bíblicos en el contexto moderno.
La siguiente unidad del libro pretende hacer una sencilla integración de entendimientos básicos que vienen de la psicología con las enseñanzas bíblicas acerca de la personalidad, relaciones y vida humana. Esta sección no pretende ser un manual de la psicología, y el lector necesita entender que se presentan unas ideas psicológicas aceptadas por un segmento de psicólogos modernos, pero no por todos. Existen muchas diferentes teorías e ideas psicológicas. No todas están de acuerdo la una con la otra, y no todas están de acuerdo con las Escrituras. Las ideas presentadas aquí le parecen al autor como las más compatibles con la fe cristiana, y las más apoyadas por la Biblia. Varios consejeros cristianos las han probado como útiles en la consejería bíblica. Estas ideas no son originales del autor. Se debe mucho a los pensamientos y estudios de varios psicólogos del pasado y especialmente al Dr. Larry Crabb, Dr. Dan Allender y Dr. Marvin Penner.
Una vez más, animo al lector a que escudriñe las Escrituras para ver si estas cosas son la verdad.
Concepto científico 1:
Anhelos personales inherentes
Ha sido evidente para los psicólogos por un tiempo que hay otras cosas más que pasan en la mente humana de lo que es evidente conscientemente. Así, hoy día, comúnmente hablamos del subconsciente. Esto es la parte del ser donde hay actitudes, deseos, impulsos y hábitos que la persona no puede identificar fácilmente, pero que influyen en todo lo que hace. Podemos decir que lo que es evidente conscientemente como pensamientos, emociones y comportamientos, es siempre influido por lo que existe en el subconsciente, que no es tan evidente. Podríamos ilustrarlo pensando en las actividades mentales como un témpano de hielo en el mar. Sabemos que hay dos terceras partes del témpano que no se ve, está bajo la superficie del mar. Así también, hay mucho más de lo que pasa en el ser de lo que es evidente sobre «la superficie de su subconsciente».
La idea del subconsciente no es un concepto único a los psicólogos modernos. Un concepto céntrico del entendimiento bíblico del ser humano es la idea del corazón. Sabemos que en la mayoría de las veces que la Biblia habla del corazón humano no habla del órgano físico, sino que usa la palabra figurativamente como la parte del ser donde se encuentran las motivaciones, pensamientos y deseos profundos de la persona. En términos modernos sería el subconsciente.
Veremos unos ejemplos del empleo bíblico de la palabra «corazón» para hablar de lo que entendemos hoy día como el subconsciente:
Génesis 6:5:
«Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal».
Deuteronomio 6:5:
«Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas».
1° Samuel 16:7:
«Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón».
Jeremías 17:9:
«Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?»
Mateo 15:19:
«Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias».
Hay muchas más referencias al corazón, pero éstas demuestran que la Biblia reconoce una parte del ser que influye las acciones, actitudes y comportamientos evidentes en la vida de una persona. En este capítulo y los siguientes de la unidad 2 consideramos lo que pasa en el subconsciente, o en el corazón de una persona.
Regresando a la figura del témpano, consideremos lo que hay en el fondo del subconsciente humano. O la pregunta sería, ¿qué se encuentra en la parte más íntima del corazón (subconsciente) humano? Si el subconsciente es la parte escondida del ser donde moran los pensamientos, deseos e impulsos que empujan los comportamientos y emociones de la persona, debe ser que hay impulsos o deseos fundamentales. ¿Hay algo básico, fundamental que empuje a todo hombre? ¿Hay unos deseos que podemos encontrar detrás del comportamiento humano?
Salmo 42:1 y 2 dice: «Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?»
El Salmo 119:174 habla de manera semejante: «He deseado tu salvación, oh Jehová, y tu ley es mi delicia».
Y en Isaías 26:9 vemos: «Con mi alma te he deseado en la noche, y en tanto que me dure el espíritu dentro de mí, madrugaré a buscarte; porque luego que hay juicios tuyos en la tierra, los moradores del mundo aprenden justicia».
Estos versículos hablan de deseos o anhelos muy profundos del alma. Esto es más que el simplemente querer, sino el anhelar del alma que conmueve todo el ser. La Biblia habla de este tipo de profundo anhelo en el contexto del deseo para Dios. Hay psicólogos que consideran que en el subconsciente del ser humano existen anhelos fuertes, profundos y escondidos.1 La necesidad inconsciente de satisfacer estos anhelos empuja la personalidad, carácter y acciones del individuo. Siempre en la vida de cada persona se está buscando inconscientemente alguna fuente para saciar esta profunda sed del alma. Cuando no encuentra satisfacción, el ser humano es capaz de inventar miles de maneras que pretendan aplacar estos fuertes deseos. Estos anhelos del alma son tan poderosos que la búsqueda de su satisfacción puede empujar al individuo a adicciones y otras acciones que destruyen a sí mismo y a otros.
Los anhelos profundos de la humanidad son universales. No distinguen entre nacionalidades, razas, idiomas ni género. Aunque puede tratar de matarlos, que lleva a la psicopatía, cada persona tiene anhelos en el centro de su ser. Si pudiésemos llegar a la base del témpano de hielo que representa la personalidad humana encontraríamos los anhelos personales profundos. Podríamos decir que forman el cimiento sobre el cual la personalidad está construida. La constante búsqueda para saciarlos motiva el desarrollo de los hábitos, carácter, autoimagen, patrones de reaccionar, emociones y comportamientos que se conjuntan para formar la personalidad.
Pero, ¿qué son exactamente estos anhelos? ¿Son iguales para todos, o hay diferentes anhelos según el sexo, edad o cultura de la persona? Podemos identificar tres anhelos tan básicos que cada persona sobre la faz de la tierra los experimenta. Estos son el anhelo para el amor, el anhelo para la seguridad y el anhelo para la trascendencia. No son siempre iguales en su fuerza en cada persona, y aun su intensidad puede variar en la misma persona en diferentes situaciones o épocas de su vida. No obstante, cada persona en el transcurso de su vida ha sido motivada por el deseo de satisfacer alguno de éstos. Y cada persona siempre actúa bajo la influencia de uno de éstos.
El anhelo para el amor es evidente en todas partes. Casi desde el momento del nacimiento el infante quiere el afecto y atención de sus padres. Se dice que hicieron un experimento con recién nacidos. Tomaron dos grupos de recién nacidos. A los dos grupos se trataron iguales con la excepción de que dieron a un grupo mucho cariño, afecto y atención, al otro grupo dieron lo mismo en cuanto a comida, cambio de pañales, etc., sin cariño y afecto. Los bebés del grupo que recibió el cariño crecieron normalmente, mientras que aquellos que no recibieron el cariño se enfermaron hasta el punto de morir. El amor es esencial en la vida, y el ser humano lo busca casi a todo costo.
Este anhelo para el amor puede presentarse en varias formas. Empuja el deseo para la aceptación. Se ve en la persona que se afana por complacer a todos. Es evidente en el ansia que muchos jóvenes experimentan para tener amigos y ser parte del grupo. Se ve en la «necesidad» de tener novio o novia. Empuja al matrimonio, al divorcio, a relaciones ilegítimas sexuales, y a «crímenes de pasión».
El hambre para la seguridad también se manifiesta desde la edad tierna. Si el bebé va a dormir, debe estar caliente, limpio, y saciado. Siempre busca la seguridad de los brazos y el seno de su mamá. Otra vez, es un fuerte deseo que infunde en toda la vida. Empuja la búsqueda para las riquezas y cosas materiales. Da ímpetu a la hechicería y la adivinación. Puede empujar a la mujer a los brazos de un extraño y al hombre al suicidio.
La necesidad para la trascendencia no es menos poderosa. Cada padre ha escuchado a su pequeño hijito diciendo: «¡Mírame papi, mírame!» En otras palabras: «Déjame hacer impacto sobre tu vida, soy importante». Todos queremos que alguien haga caso de nosotros. Todos quieren causar impacto sobre la vida de alguien.
Parece que el anhelo para el amor es igual entre las mujeres y los hombres. Pero el anhelo para la seguridad es más fuerte para la mujer, y la trascendencia más fuerte para el hombre. Generalmente los hombres buscan el dinero y la fama para tener poder, y las mujeres buscan el dinero, la fama y las posesiones para tener seguridad.
Lamentablemente, debido a la distorsión que la depravación ha hecho en la razón humana tendemos a buscar la satisfacción de estos anhelos por medio de fuentes erróneas. Yo creo que Dios ha puesto estos deseos dentro del corazón del hombre para que él busque a Dios. Estos anhelos son básicos, universales y constantes. Todos necesitamos la satisfacción de ellos para estar contentos en la vida. Juntos forman una sed interior que sólo Dios puede saciar. Fíjese bien, la Biblia dice que Dios es amor. No es que Él ama, o que Él tiene amor, sino que Él es el verdadero amor. Sabemos por experiencia y observación que el amor de los hombres falla. El amor humano no es completo ni perfecto. Sin embargo, anhelamos el amor incondicional.
¿No es lógico que la única persona que podría saciar completamente este anhelo para el amor, sería la persona quien es amor, Dios? O ¿qué de la seguridad? El anhelo de la seguridad se relaciona más que todo con el futuro. Como personas queremos asegurarnos que el futuro sea feliz, cómodo y sin dificultades. Anhelamos la seguridad. ¿Quién es la persona que sabe, maneja y controla el futuro? Otra vez, es Dios. Y consideremos la trascendencia. Otra vez, es solamente el Creador nuestro quien puede dar sentido a nuestras vidas. Así, el Salmista experimentando estos tremendos anhelos del alma, puede gritar: «Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo». Estos anhelos pretenden y deben funcionar para empujarnos a perseguir a Dios, la única fuente de satisfacción completa.
Hay solamente un problema, y es un problema bastante grande. ¿Recuerda el tema desagradable del segundo capítulo? Es esta condición asquerosa de la humanidad, la depravación. La depravación ha tocado y ha distorsionado todo. Así como pecadores, la mayoría del tiempo, no reconocemos estos anhelos como sed para Dios. Pensamos que podemos saciarnos por otros medios fuera de Dios. Y no sólo esto, por la rebelión del corazón estamos comprometidos a saciar la sed de la vida por nosotros mismos sin depender de Dios.2
Jeremías 2:13 dice: «Porque dos males ha hecho mi pueblo: Me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas rotas que no retienen agua». ¡Qué descripción tan aguda del ser humano! El hombre pecador es como un hombre en el desierto muriéndose de sed. Allá en el horizonte aparece un oasis. Por fin él llega allí, y es bello. Hay árboles, un lago y una fuente brotando agua dulce. Pero cuando llega al oasis, el pobre viajero empieza a excavar en la arena para ver si, por si acaso, podría encontrar un poco de humedad. ¡Qué gracioso!, ¿verdad? Pero esto es el dibujo del hombre buscando satisfacer sus anhelos profundos fuera de Dios.
Desde temprano esperamos que otras personas deben proveer la satisfacción de nuestros anhelos. El infante empieza buscando satisfacción por parte de los papás, especialmente la mamá. Luego la busca por parte de otros familiares, los amigos, maestros, novio(a), esposo(a), empleador, etc. El problema es que ninguna persona es capaz de satisfacer por completo los anhelos de otra persona, y todos están buscando su propia satisfacción. La imagen fea que viene a la mente es de parásitos viviendo sobre parásitos.
Puede imaginar que no pasa mucho tiempo hasta que la persona llegue a estar decepcionado por su búsqueda de satisfacción. Incluso los miembros de la propia familia no pueden saciar la sed de Dios. Dios nos ha dado padres, familiares, amigos y otros para proveer algunas necesidades en la vida, pero jamás para reemplazar a Él mismo. La inclinación del ser humano pecaminoso es saciarse por medios fuera de Dios. Este carece de dependencia de Dios. Dios nos ha creado para depender de Él para nuestras necesidades. Así, la determinación humana de buscar sus propias fuentes (cisternas según Jeremías) de satisfacción es un acto básico de rebelión. No puede traer más que frustración, desesperación y decepción porque es en contra del plan de Dios.
La constante búsqueda para la satisfacción y el repetido desengaño por lo mismo surge en una profusión de problemas humanos. La persona aprende vez tras vez que las personas no son confiables. Pronto empieza a buscar algún nivel de agrado por otros medios. Lo busca en el trabajo, la educación, el dinero, la fama, el sexo, el alcohol, las drogas, el crimen, etc. Realmente, la lista casi no tiene limitaciones. Está limitada solamente por la imaginación perversa del hombre.
Es importante recordar que los anhelos personales profundos no son pecado. Son dones de Dios para llevarnos a Él. La búsqueda de saciarlos fuera de Dios es pecado. Este pecado es básico a la raza humana, y universal. Forma la raíz de los problemas personales y relacionales.
Lea por favor Romanos 1:18–32, pensando en cómo la independencia y rebelión humana ha llegado a una trayectoria tan triste. Dios creó al hombre para conocerle y depender de Él para todas sus necesidades. En su rebeldía y autosuficiencia el hombre ha llegado a la depravación, perversión y corrupción. Esto es la razón porque hay la necesidad de la consejería bíblica y porque debemos incluirla como componente del discipulado cristiano.
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