viernes, 11 de mayo de 2012

Temas de Estudio Biblico; Ideal para Obreros Itinerantes


biblias y miles de comentarios
 
LA REVELACIÓN DE DIOS
I.     La necesidad de una revelación
Zofar indicó la dificultad de que el hombre llegase a conocer a Dios en su pregunta a Job: «¿Descubrirás tú los secretos de Dios? ¿Llegarás tú a la perfección del Todopoderoso?» (Job 11:7). La mente carnal es incapaz de comprender a Dios. Las investigaciones científicas se limitan forzosamente a lo material, y los sabios carecen de datos para poder penetrar en el secreto de la realidad espiritual, que se esconde detrás de la «apariencia» de lo que se percibe por los sentidos. Ha de ser Dios mismo, pues, por su propia iniciativa, quien levante el velo. Esto es lo que quiere decir la palabra «Revelación»: «Descorrer un velo para poner de manifiesto lo que antes fue escondido.»
II.     Los medios de la revelación de Dios
A. Por las obras de Dios en la naturaleza (Salmo 19:1–6; Romanos 1:20). En el versículo que se cita de Romanos, Pablo insiste en que los idólatras quedaban sin excusa, ya que Dios, desde el principio, había revelado «Su eterno poder y deidad» a los hombres, por medio de Sus obras en la creación. Lo que se puede deducir acerca de la existencia y la naturaleza de Dios por una consideración de Sus obras, con referencia especial al hombre, se llama la «teología natural». Por ejemplo, el hecho de que observamos un plan ordenado, tanto en los astros como en la célula orgánica más insignificante, delata la presencia del Gran Arquitecto. Esta revelación de Dios en Sus obras puede ser un principio de luz, pero no nos basta, pues no revela el amor de Dios ni señala ninguna provisión para la salvación del hombre pecador.
B. En la historia. Toda la historia de Israel en el Antiguo Testamento, y de la Iglesia en el Nuevo Testamento, es una revelación de Dios, quien se da a conocer por Su intervención en los asuntos de los hombres. «Mi Padre, hasta ahora, trabaja, y yo trabajo», dijo el Señor a los judíos (Jn. 5:17). Los salmistas y los profetas apelan constantemente a esta revelación de Dios para convencer a Israel de su pecado y para llamar al pueblo al camino de la obediencia y de la fe. Para los israelitas, Jehová era siempre el Dios que les había sacado de la esclavitud de Egipto. Estúdiense los Salmos 105 y 106, el primero de los cuales presenta la obra de Dios a favor de Su pueblo desde el punto de vista de Su propia fidelidad a Sus promesas, mientras que el segundo recapitula la misma historia para hacer resaltar la rebeldía del pueblo.
C. Por mensajeros divinamente inspirados. Éstos son los profetas del Antiguo Testamento, y los apóstoles del Nuevo Testamento. De su inspiración trataremos en el próximo estudio.
D. En Su Hijo (He. 1:1–3). Ésta es la revelación máxima y final que Dios ha dado de sí mismo. «Aquel Verbo», quien siempre había expresado el misterio de la deidad y había sido el Agente de la creación, «fue hecho carne y habitó entre nosotros, y vimos su gloria …» (Jn. 1:14 y 18). Tanto el corazón como el pensamiento de Dios se manifiestan en un hombre y en las circunstancias de una vida humana. La revelación llega a su punto máximo en la Cruz y la Resurrección. Desde luego, todo esto se relaciona también con la historia, porque los Evangelios, además de ser Palabra inspirada, son también documentos históricos, de modo que la fe puede descansar con toda certidumbre sobre la Persona de Cristo que en ellos se presenta.
E. En la Biblia. La revelación en la historia y en el Hijo se da a conocer por medio de un Libro Escrito, la Palabra de Dios. Este tema es tan amplio que lo trataremos aparte en el tercer estudio.
III.     La revelación subjetiva
A la revelación externa, por los medios señalados, ha de corresponder una revelación interna, que es obra del Espíritu Santo dentro de nosotros, quien la imprime en nuestro corazón. Las condiciones que transforman la revelación externa en la interna son el arrepentimiento y la fe. Léase Gálatas 1:16.
PREGUNTAS
1. ¿Qué quiere decir la palabra «revelación» en su sentido bíblico, y por qué es necesario que Dios tenga que actuar así?
2. ¿Cuáles son los distintos medios que emplea el Señor para revelarse a los hombres? (Cítense textos apropiados.)
3. En los capítulos 11 y 16 de Mateo, Cristo habla de dos importantes revelaciones que ha dado Su Padre. ¿Cuáles son?
LA INSPIRACIÓN DE LAS ESCRITURAS
I.     Definición
«Toda la Escritura es inspirada por Dios …», declara Pablo (2 Ti. 3:16). La frase «inspirada por Dios» quiere decir que tiene el «soplo de Dios». De la forma en que este soplo divino dio vida a Adán, así también da valor y vida a escritos que, de otra manera, estarían muertos.
II.     Inspiración de los mensajeros
A. Los profetas tenían la seguridad de que Dios hablaba por medio de ellos, y de que sus mensajes eran la «Palabra de Dios». Frases como «Habló Dios a Moisés …» se hallan constantemente a través de los libros del Éxodo al Deuteronomio. «Y fue a mí palabra de Jehová …», dice Ezequiel para introducir los oráculos del Señor; y hallamos frases análogas en Jeremías: «Palabra de Dios que fue a Jeremías profeta …» (Ez. 12:1, etc. Jer. 46:1, etc.). David también describe la manera en que la Palabra del Señor le vino, en 2 Samuel 23:2 y 3.
B. El Señor mismo llevaba las escrituras de los profetas en Su memoria y en Su corazón, y apelaba constantemente a ellas como autoridad máxima para la solución de las más graves cuestiones. De tal forma se enlaza la autoridad del Antiguo Testamento con la suya propia, que es imposible atacar las Escrituras sin ir contra la autoridad del VERBO ETERNO HECHO CARNE, quien vino del Cielo para declarar a Dios y dar a conocer tanto Su pensamiento como Su corazón de amor (Mr. 12:36, 14:27; Lc. 24:44; Jn. 5:39, 46, etc.).
C. Los apóstoles, escogidos por el Señor para proclamar con toda autoridad la doctrina cristiana, también apelaban constantemente a las profecías y demás escritos del Antiguo Testamento, y enseñaban que los autores eran inspirados por Dios (1 P. 1:10–12; 2 P. 1:19–21). Así que la inspiración y la divina autoridad del Antiguo Testamento forman parte de la «Fe que ha sido una vez dada a los santos» (Jud. 3).
III.     Inspiración de los escritos
Los inspirados mensajes orales de los profetas se pusieron por escrito por mandato y providencia de Dios, así que los documentos también son inspirados, y son éstos que el Señor y los apóstoles tenían delante al hacer las declaraciones que hemos anotado. Hay una clara descripción de la manera en que los mensajes fueron escritos en Jeremías 36:1–2 y 32. También los libros históricos se relacionan con la autoridad de los profetas, según vemos en 1.° Samuel 10:25, 1.° Crónicas 29:29, etcétera.
IV.     La inspiración del Nuevo Testamento
La fuente de toda autoridad y de toda verdad se halla en el VERBO ENCARNADO. Él comisionó a los apóstoles y les hizo depositarios de la verdad en cuanto a Su Persona, obra y enseñanza, de modo que su autoridad apostólica se deriva de la del Señor mismo. Les indicó que la revelación tenía que completarse y les prometió el Espíritu para guiarles a toda verdad. Así que, anticipadamente, garantizó la inspiración del Nuevo Testamento. Los apóstoles sabían que Dios hablaba por medio de ellos, y esperaban que los creyentes obedeciesen Sus mandatos (1 Co. 2:13; 1 P. 1:12; 2 Ts. 3:14; Jn. 14:26, 16:12 y 13, etc.).
V.     El método de la inspiración
Éste no es mecánico, como quien escribe a máquina, sino vital, como el de un director de una orquesta que produce los efectos que quiere de la totalidad de ella, respetando siempre las dotes especiales de cada músico. Así, en las Escrituras, la personalidad del autor humano no se aniquila, y el Espíritu aprovecha el carácter y los conocimientos de cada uno, como también las circunstancias en las que los escritos se produjeron.
PREGUNTAS
1. Analícese 2.a Timoteo 3:15–17 y 2.a Pedro 1:21, indicando cómo ilustran y explican el concepto de la inspiración, tanto en cuanto a su procedencia y métodos como en cuanto a sus propósitos.
2. Apoyando su contestación con citas bíblicas, explique la importancia de las declaraciones del Verbo Encarnado en cuanto a la plena inspiración de las Escrituras, tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo.
LA BIBLIA
I.     Definición
La palabra «Biblia», según su etimología, o sea, su origen lingüístico, quiere decir «libros», en número plural, y se refería a los varios escritos que se reconocían como inspirados en la Iglesia primitiva. Pero el instinto de los creyentes les enseñó que esta colección de «libros» era única y especial, y llegaron a anteponer a la palabra el artículo femenino «la», y hablaron de «la Biblia» en número singular. En efecto, la Biblia es una divina biblioteca, que incluye libros de una gran diversidad de autores, quienes redactaron sus obras durante un período de aproximadamente mil quinientos años; pero, a la vez, es UN LIBRO, ya que, en su totalidad, se discierne una unidad que se deriva del Plan de Dios, quien dirigía los trabajos de los autores humanos por el impulso superior de su Espíritu.
II.     Su propósito
A. La Biblia recoge y conserva, en forma escrita, la revelación que Dios ha dado de sí mismo en la historia y en la Persona de Su Hijo, haciendo posible su transmisión de una generación a otra.
B. La Biblia es la historia de la redención del hombre, que se lleva a cabo por la operación de la gracia de Dios a su favor.
C. Como consecuencia de lo antedicho: 1) no ha de considerarse como un libro científico, pues los hombres pueden investigar el mundo material por medios naturales; con todo, cuando la Biblia hace referencia a las obras de la naturaleza, el testimonio de la Palabra escrita no está en desacuerdo con los hechos de la ciencia. Las teorías humanas contradicen la Biblia con demasiada frecuencia, pero éstas pasan y la Palabra permanece. 2) Tampoco es un libro de historia en el sentido corriente de la palabra, ya que se interesa tan sólo en aquella parte de la actividad humana que tiene que ver con el plan de la redención.
III.     Su composición
A. Los once primeros capítulos de la Biblia forman una grandiosa INTRODUCCIÓN a la historia del plan de la redención, que empieza a detallarse con el llamamiento de Abraham. No podríamos comprender lo demás de la Biblia sin esta introducción que abarca:
1.     La creación.
2.     La creación del hombre y su naturaleza en estado de inocencia.
3.     La caída del hombre con sus funestos resultados para la raza.
4.     El fracaso del hombre ante la revelación de Dios en la naturaleza y por medio de la conciencia.
5.     Los juicios de Dios en el diluvio universal.
B. La formación y la preservación de Israel como instrumento de la revelación de Dios (Gn. 12 hasta el fin de Josué).
C. El fracaso del testimonio nacional de Israel, que motivó, sin embargo, múltiples manifestaciones del carácter y de la obra de Dios, especialmente en los mensajes de los profetas (Jueces a Malaquías).
D. La intervención de Dios en la Persona de Su Hijo (Mateo a Juan).
E. El descenso del Espíritu Santo, la predicación del Evangelio y la formación de la Iglesia (Hechos).
F. La doctrina cristiana, o sea, el significado de la Persona y de la Obra de Cristo, explicada por medio de cartas a las iglesias (Romanos a Judas).
G. La última crisis del mundo y la consumación de la obra de la redención (Apocalipsis).
Nótese cómo la primera creación y la pérdida del paraíso terrenal por el hombre se contrastan con la nueva terrenal por el hombre se contrastan con la nueva creación y el paraíso recobrado para el hombre por la Obra del postrer Adán (Ap. caps. 21 y 22).
IV.     La interpretación de la Biblia
Es fácil encontrar alimento espiritual en la Palabra, pero es muy difícil interpretar debida y exactamente todas las partes de la Biblia. Los grandes principios para tal interpretación se llaman la hermenéutica, y su aplicación a determinados pasajes se llama exégesis (poner en claro). Las normas más importantes son las siguientes:
A. En vista de que la Biblia es una unidad, es necesario adquirir un conocimiento general de su plan y de sus grandes principios, pues cada versículo ha de interpretarse a la luz de éstos.
B. Es necesario un conocimiento del fondo general de cada libro, y poder contestar preguntas como éstas: ¿Cuál es su género literario? (es decir, saber si se trata de historia, de biografía, de poesía, etc.). ¿En qué circunstancias se escribió? ¿Por qué? ¿A quiénes? ¿Con qué fin?
C. Es preciso el examen concienzudo del desarrollo del tema o del argumento en relación con el pasaje o el versículo que se estudia.
PREGUNTAS
1. ¿Le parece acertada la frase «Una biblioteca divina» como una descripción de la Biblia? ¿Por qué?
2. ¿Cuáles? son los dos propósitos principales de la Biblia, y por qué hemos de insistir que no ha de considerarse como un libro de texto científico o histórico?
3. ¿Por qué es tan apropiado que el libro del Apocalipsis cierre el canon de las Sagradas Escrituras?
LA DEIDAD
I.     La existencia de Dios
Las «pruebas» que aduce la teología natural como evidencia de la existencia de Dios son interesantes e importantes en su debido lugar, pero las Escrituras no argumentan nunca sobre esto, sino que dan por sentado el gran Hecho, y empiezan con la sublime declaración: «En el principio … DIOS …». Los hombres, limitados en sus conocimientos y en su capacidad, no disponen de medios para contestar adecuadamente a la pregunta: «¿Existe Dios?», y les conviene preguntar con humildad de corazón: «¿Ha hablado Dios?» Esto permite que Dios se revele, y la naturaleza de su revelación demuestra que es divina, y nos trae al corazón la profunda convicción de que Dios existe.
II.     La naturaleza de Dios
El mismo Señor Jesús nos dio a conocer el hecho fundamental de la naturaleza de Dios al declarar a la mujer samaritana: «Dios es ESPÍRITU» (Jn. 4:24). Es decir, no está sujeto a lo material ni a lo temporal: elementos que hallan en él su origen. Cuando los escritores inspirados del Antiguo Testamento hablan del «brazo de Jehová», hemos de entender, desde luego, que emplean una figura material para ayudar a nuestra pobre y limitada comprensión, y que el «brazo» equivale a la poderosa operación de Dios, etcétera. Dios es ETERNO, sin principio ni fin, cuya explicación se halla sólo en su misma Persona, sin referencia a ninguna causa anterior: «Yo soy el que soy» (Ex. 3:14). Juan declara, además, que «Dios es LUZ» (1 Jn. 1:5), expresión que incluye todos los atributos de perfección moral, tales como la pureza, la santidad, la justicia, y todo en grado infinito. La mayor gloria de la revelación cristiana se halla en otra declaración del mismo apóstol: «Dios es AMOR» (1 Jn. 4:8 y 16), y el amor es la fuente y origen de toda Su obra de redención.
Dios es omnisciente porque nada se le esconde del pasado, presente o del porvenir, y omnipresente porque está en todas partes (Sal. 139:1–12; He. 4:13). También es omnipotente porque la operación de Su potencia no conoce límites externos a sí mismo; pero, desde luego, Dios ha de ser fiel a Su propia naturaleza, y no puede obrar arbitrariamente. Los hombres preguntan: «Si Dios es omnipotente, ¿por qué no interviene para impedir las guerras, los desastres, etc.?» La intervención directa de Dios en justicia supone el juicio sobre los rebeldes, y los mismos desastres permitidos son, a menudo, un medio de misericordia para quitar del hombre su confianza carnal y hacerle buscar el bien en Dios.
III.     Dios es el Creador
«En el principio creó Dios los cielos y la tierra» (Gn. 1:1). «Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía» (He. 11:3; Ap. 4:11, etc.). Pudo haber empleado medios y métodos dentro de los cuales cabe algo de lo que dicen los científicos, pero lo esencial es que nada existe fuera de Él, y que tanto el mundo material inorgánico, como el mundo vegetal y animal son obra de Sus manos. El hombre (capítulo 5) fue una creación especial a la imagen de Dios, destinado a ser cabeza de la creación material.
IV.     La providencia de Dios
Éste es un tema muy amplio, y dentro de estas notas no podemos adelantar más que unas ideas muy elementales sobre Él. Significa que Dios sostiene y gobierna el mundo que Él ha creado, y esto incluye las actividades de los hombres. Dios no es responsable del pecado, que se introdujo en este mundo por la mala elección de Adán (Ro. 5:12), pero ordena las consecuencias de las obras malvadas de los hombres para adelantar Su plan en orden al mundo (Hch. 2:23; 4:28; Sal. 135:6; Dn. 4:32; Jer. 27:5).
V.     La Santa Trinidad
La palabra «Trinidad» no se halla en la Biblia, pero eso no quiere decir que sea un mero término teológico. Se deduce claramente de las Escrituras que Dios es UNO en esencia y sustancia, al par que existe en tres Personas distintas desde la Eternidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Hay un indicio de esta misteriosa «pluralidad en la unidad» en la palabra hebrea Elohim, traducida por «Dios» (Gn. 1:1, etc.), que es un sustantivo plural empleado con el verbo en singular. Pero hallamos el pleno desarrollo de la doctrina en las palabras del mismo Señor. Si consideramos Su discurso en el cenáculo (Jn. caps. 14 a 16) vemos que habla de «ir al Padre» y de «rogar al Padre», al mismo tiempo que declara a Felipe que cualquiera que le ha visto a Él ha visto al Padre también. Si a estas declaraciones añadimos la de Juan 10:30, vemos que hay igualdad de esencia con una distinción de Personas. En el mismo pasaje, Cristo anuncia la venida del Espíritu Santo en términos que subrayan tanto Su deidad como Su personalidad. La «fórmula bautismal» de Mateo 28:19 implica lo mismo, ya que hay un «Nombre», pero es el del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. De las personas del Hijo y del Espíritu Santo tendremos más que decir en otros estudios, pero es importante comprender desde ahora que esta «Trinidad en la unidad» no se inició con la encarnación, sino que existía desde toda la eternidad (Jn. 1:1; Gn. 1:2; etc.).
PREGUNTAS
1. ¿Qué queremos decir por los términos omnisciencia, omnipotencia y providencia de Dios? (Cite versículos apropiados para ilustrar su contestación.)
2. Por medio de textos sacados tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, demuestra que Dios, siendo Uno en esencia, existe en tres Personas.
EL HOMBRE Y EL PECADO
I.     La creación
En la narración del Génesis, la creación del hombre se destaca como única y especial, ya que fue precedida por un consejo divino, con el anuncio de que el hombre había de poseer una personalidad que reflejara, en ciertos aspectos, la del Creador: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza, y señoree … en toda la tierra, y en todo animal …» (Gn. 1:26). En el relato más detallado del capítulo 2 se indica que el hombre se relaciona con el orden natural, ya que Dios le formó del polvo de la tierra, pero que su alma llegó a existir por un acto especial de Dios: «Y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente» (Gn. 2:7).
La imagen no puede ser física, pues Dios es Espíritu, de modo que se refiere a la personalidad del hombre, que fue dotado de cualidades racionales y morales, que le distinguen del todo aun de los animales más desarrollados. Además de esto, los animales no pueden salir de los derroteros señalados por su instinto, pero el hombre está dotado de libre albedrío, pues Dios quería que Su criatura, corona de la creación, correspondiera libremente a Su amor por medio de la obediencia pronta y voluntaria.
El hombre completo se ve en las palabras de Pablo según se hallan en 1.a Tesalonicenses 5:23: «Y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.» Por medio del cuerpo el hombre hace contacto con su medio ambiente material; por su alma, asiento principal de su personalidad, es consciente de sí mismo y de los demás seres humanos; y por medio de su espíritu es capacitado para tener comunión con Dios. Su alta dignidad, según el propósito original de Dios, se destaca bien en el Salmo 8.
II.     La caída
No sabemos cuánto tiempo disfrutaría el hombre del dominio de la naturaleza en plena inocencia y en comunión con Dios, pero las Escrituras pasan rápidamente a la narración de la caída. El hombre estaba creado para depender de Dios y para hacer Su voluntad, pero el diablo, con gran sutileza, señaló un camino alternativo: «[Vosotros] seréis como Dios …» Por su desobediencia, el hombre intentó hacer de sí mismo el centro del mundo, y este intento se refleja en el feroz egoísmo del hombre caído, que es la fuente y origen del pecado en la esfera humana. Al volver las espaldas a Dios, el hombre murió espiritualmente y el mundo se hundió en el caos del pecado y de la rebelión. La muerte física es la consecuencia inevitable de este estado espiritual.
III.     El pecado
La palabra que más corrientemente se traduce por «pecado», en el texto griego, quiere decir «fallar» «ser incapaz de llegar a la meta». Juan dice que es «infracción de la ley» (1 Jn. 3:4), o sea, la rebeldía. Santiago ve en la concupiscencia (los malos deseos) el germen del pecado, que, en su desarrollo, produce la muerte (Stg. 1:14 y 15). Resumiendo, podemos decir que es todo movimiento de la voluntad humana en contra de la voluntad de Dios, sea consciente o inconsciente.
IV.     El pecado original
Según las enseñanzas de Romanos 5:12–21, cuando Adán pecó toda la raza pecó con él, de forma que existe una raíz de pecado original en todo hijo de Adán, aun antes de que cometa actos concretos y voluntarios de pecado. Esta doctrina se halla implícita en toda la Biblia. Es como una funesta «ley de gravitación» que inclina a todo hombre hacia el pecado. Este estado pecaminoso se llama la depravación total y se expresa sin ambages en el texto: «No hay justo, ni aun uno … no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno» (Ro. 3:10–12). Esto no quiere decir que no existan diferencias morales entre hombre y hombre, y sabemos que el hombre natural realiza algunas veces acciones generosas y nobles, pero indica claramente: 1) que todo lo humano, las «malas obras» y las «buenas obras», lleva el sello inconfundible del pecado, velada o abiertamente; y 2) que el germen de todo pecado está en todos los hombres y se desarrolla en circunstancias propicias.
Pero frente a Adán como cabeza de la raza perdida, el apóstol Pablo señala a Cristo como postrer Adán y Cabeza de una raza redimida por Su gran acto de obediencia en la Cruz. Nadie se perderá, pues, por ser hijo de Adán, sino por rechazar la redención que está en Cristo (Ro. 5:18 y 19; Jn. 3:18, 19, 35 y 36).
V.     La culpabilidad del hombre y el juicio de Dios
El hombre normal es un ser responsable y se condena porque ama las tinieblas más que la luz. De ahí proceden la culpa y el castigo. Las profundas huellas del pecado no pueden borrarse sino por la obra de la Cruz, donde el Hombre representativo, quien era, además, el Señor de la gloria, fue hecho pecado por nosotros «para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él» (2 Co. 5:21). La identificación del hombre con su Salvador, por medio del arrepentimiento y la fe, le trae vida; pero aparte de este gran remedio de Dios, opera infaliblemente la ley: «Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará», sea en el tiempo, sea en la eternidad. Sólo Dios es el Juez justo, el Árbitro moral de Su universo, y a Él solo compete juzgar y aplicar la sentencia, que se pronunciará según las normas de la más perfecta justicia (Hch. 17:31; Ro. 2:6–16; 14:11 y 12; Ap. 11:15–18; 16:5 y 6; 20:11–15).
VI.     El glorioso destino de los redimidos
Se tratará en el capítulo 21.
PREGUNTAS
1. ¿En qué consiste exactamente la imagen de Dios en el hombre? y ¿en qué sentido persiste aun después de la caída?
2. Distinga claramente entre el pecado y el pecado original, ilustrando su contestación con referencias bíblicas.
3. Explique la doctrina de la depravación total del hombre, citando varios textos que apoyan su contestación.
LA PERSONA DE CRISTO
I.     El hecho histórico
El gran hecho histórico de la manifestación de Cristo es innegable, pues las investigaciones modernas han establecido el carácter histórico de los Evangelios y han dado al traste con la teoría de una «leyenda». ¿Qué explicación se ha de dar de esta VIDA que tanto descuella entre todas las figuras de la historia? Los materialistas, en su afán de negar una revelación sobrenatural, procuran hacer ver que Jesús era un hombre bueno, maravillosamente dotado de poderes espirituales y religiosos, pero hombre al fin. Esto es contrario a toda la evidencia, porque se presenta en los Evangelios, tanto en las palabras del Señor mismo como por la apreciación de quienes mejor le conocían, como Dios manifestado en carne. Si se hacía «Dios» cuando no lo era, entonces distaba mucho de ser un «hombre bueno» y no sería más que el mayor impostor de los siglos.
Nosotros, desde luego, aceptamos con humildad y fe el hecho de Cristo tal y conforme se nos presenta en los escritos sagrados, pero hemos de tener en cuenta que creyentes en todo tiempo han caído en errores sobre la persona de Cristo por no fijarse bien en todo lo que la palabra dice de Él. Comprendemos que siempre habrá una parte de este misterio que sólo Dios puede profundizar, según la declaración del Señor Jesús: «Nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiere revelar» (Lc. 10:22). Pero eso no nos excusa de meditar en lo que se ha revelado, que se puede resumir de esta forma: «En cristo hay dos perfectas naturalezas, la divina y la humana, en una sola persona, Jesucristo Señor nuestro.» Algunos han subrayado Su divinidad a expensas de Su humanidad, y otros han caído en el error contrario. Es necesario, además, evitar a toda costa la idea de que Cristo fuese en parte Dios y en parte Hombre, ateniéndose a lo revelado, que manifiesta Su plena divinidad y Su perfecta, humanidad. Considérense bien los pasajes siguientes: Juan 1:1–4, 14 y 18; Colosenses 2:9; Hebreos 1:1–4; 1.a Juan 5:20 y Romanos 9:5.
II.     La Encarnación
La divinidad y la humanidad se manifiestan prácticamente en toda la vida del Señor Jesucristo, pero la explicación de la vida se halla en el misterio de la Encarnación, o, mejor dicho, la vida y el relato bíblico del nacimiento se explican mutuamente, y lo uno sin lo otro sería incomprensible. Jesús nació de la bienaventurada virgen María por obra y gracia del Espíritu Santo, según la preciosa anunciación del ángel Gabriel (Lc. 1:35). La humanidad que recibió de su madre fue real, pero libre de la mancha del pecado original. La unión del HIJO ETERNO con la humanidad así recibida es un misterio que sólo la mente de Dios alcanza. Necesariamente, el modo de manifestarse la divinidad era distinto en la vida humana que en la gloria del Cielo, pero su plenitud estaba siempre presente, y el poder divino se ejercía tantas veces como se requería para el cumplimiento de la voluntad de Su padre (Fil. 2:6–8).
III.     La manifestación de la deidad
A. Declaraciones del Señor mismo. Nótense, entre otras muchas, las siguientes: «Antes que Abraham fuese YO SOY» (Jn. 8:58). «Yo y el padre uno somos» (Jn. 10:30). «El que me ha visto a mí ha visto al padre» (Jn. 14:9). La deidad del Señor se presenta especialmente en el Evangelio según San Juan, pero la enseñanza es igual en todos, como vemos por la declaración de Cristo ante el Sanedrín (Mr. 14:61 y 62).
B. La divinidad está implícita en las invitaciones evangélicas del Señor, ya que Él se ofrece a sí mismo como Fuente de paz, vida, perdón y salvación (Mt. 11:28; Jn. 5:40; 7:37; 14:6, etc.).
C. El testimonio de los evangelistas. Las narraciones de los testigos oculares de la vida de Jesús nos proveen abundante evidencia de Su divinidad: 1) Cristo admitió en varias ocasiones la adoración de los hombres (Lc. 5:8; Jn. 9:38; 20:28, etc.); y 2) los milagros evidencian el poder divino, ya que se distinguen de las grandes obras de los profetas y apóstoles por su espontaneidad y por la autoridad personal del Señor. Así, llamó a la vida a Su amigo Lázaro porque Él era, en Su Persona, «la resurrección y la vida» (Jn. 11:25, 40, 43 y 44). Por eso el Señor Jesús apeló a Sus obras como evidencia irrecusable de la calidad de Su Persona (Jn. 14:11; 15:24, etc.).
IV.     La realidad de Su humanidad
Vemos muy claramente por el relato de los Evangelios que Jesús pasó por las experiencias normales de una vida humana, aparte del pecado. Nació de madre humana, creció en sabiduría y en edad; padecía hambre, sed y cansancio; comía y dormía. Se afligía y se gozaba en Su espíritu y en Su alma. Fue tentado del diablo, pero sin ceder a la tentación, y, como Siervo de Jehová, vivía una vida caracterizada por la oración y la fe, pues nunca empleó Su poder divino para eludir las consecuencias de Su humanidad. Por fin murió y fue sepultado. Su humanidad no cesó con la resurrección, sino que existe glorificada a la diestra de Dios: Hay «un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo hombre» (1 Ti. 2:5; Lc. 24:37–40, etc.).
V.     La importancia de la Encarnación
La doctrina de la Encarnación es piedra angular de la revelación cristiana, sobre la que se funda toda la obra de la Redención. Examinaremos su relación con la obra de la Cruz en estudios posteriores.
PREGUNTAS
1. Destáquense cinco declaraciones sobre el Verbo en Juan 1:1–14.
2. Si alguien le dijera que Jesucristo no es Dios, ¿en base a cuáles evidencias bíblicas le contestaría? (Apoye sus razones con textos bíblicos apropiados.)
3. Adúzcanse razones bíblicas para afirmar que la naturaleza humana del Señor Jesucristo era real y no ficticia.
LA PROPICIACIÓN Y LA EXPIACIÓN
I.     Definiciones
Según el uso de los grigegos, propiciación significaba «aplacar la ira y ganar el favor», generalmente de alguna divinidad que se suponía ofendida, por medio del sacrificio de los dones del adorador. El uso de expiación es parecido, ya que indica «borrar una culpa por medio de un sacrificio». La palabra «expiar» (o «hacer expiación»), que se emplea con tanta frecuencia en relación con los sacrificios levíticos, representa la voz hebrea kaphar que, en su sentido literal, es «cubrir». El significado es que Dios no «veía» las culpas a través de la sangre que le hablaba del sacrificio del Calvario. La tapa de oro que cubría el Arca del Pacto (Ex. 25:17–22) se llamaba «el propiciatorio», o sea, «aquello que cubría»; por la misma razón, pues, Jehová no veía las Tablas de la Ley que condenaban al pueblo sino a través de la sangre salpicada en el propiciatorio en el Día de las Expiaciones (Lv. cap. 16).
Para comprender mejor el sentido normal de la palabra «propicar», podemos considerar la manera en que Jacob se afanó por aplacar la ira de su hermano ofendido, Esaú, por medio de presentes (Gn. 32:13–20). Mandó varios grupos de sus siervos por delante llevando una gran riqueza de ganado, y luego, hablando consigo mismo, dijo: «Apaciguaré su ira con el presente que va delante de mí, y después veré su rostro; quizá le seré acepto.» Había cometido la falta de robar la bendición paterna de su hermano, excitando así la ira de Esaú, y ahora quiere apaciguar su ira mediante presentes para granjearse el favor del hermano que pudo más que él.
II.     La dificultad de la propiciación en la esfera espiritual
La ira de Esaú pasó pronto, y las divinidades de las gentes no son dioses, pero el Dios verdadero es un Dios de justicia absoluta e inflexible por Su misma naturaleza, de modo que Su justa ira en contra del pecador no puede aplacarse mediante los dones y los esfuerzos carnales del hombre. ¿Cómo, pues, puede ser propiciado? ¿Por qué medio se ha de expiar la culpa del hombre que tanto ofende a Su santidad? ¿Cómo se ha de satisfacer una justicia que es inflexible?
III.     El medio
La solución del dilema se halla en la Cruz, donde la justicia de Dios se satisfizo v la fea mancha del pecado quedó borrada por la ofrenda de Cristo, hecha una sola vez (He. 9:28; Ro. 3:25, etc.). El Sacrificio es sumamente eficaz, y todo el concepto se eleva infinitamente por encima de las ideas equivocadas de las gentes, por las razones siguientes:
A. DIOS MISMO proveyó la ofrenda que el hombre era totalmente incapaz de buscar; es decir, el Dios contra quien habíamos pecado provee el medio de satisfacer Su propia justicia.
B. El sacrificio tiene valor infinito por el excelso valor de Dios-Hombre, quien «gustó la muerte por todos» (He. 1:2–4; 2:9).
C. Tal ofrenda pudo ofrecerse en justicia por cuanto Cristo era, a la vez, Dios y Hombre. No era un hombre entre muchos, sino EL HOMBRE por excelencia. El que había creado la humanidad en su perfección, la incorporó en Su divina Persona por el misterio de la Encarnación, llegando a ser el segundo y postrer Adán. Así pudo ser en toda la realidad el Hombre representativo, quien, sin mancha propia, se hizo responsable ante la justicia divina de los pecados de todos los hombres (He. 2:14; 2 Co. 5:21; 1 P. 2:22–24; Is. 53:4 y 5).
Téngase en cuenta que, cuando las Escrituras hablan de la propiciación y la redención por la SANGRE DE JESUCRISTO, quiere decir «la vida de Cristo, en su infinito valor, dada enteramente en expiació sobre el altar de la Cruz». El significado del sagrado símbolo se aclara mucho en el capítulo 17 de Levítico, especialmente en el versículo 11: «porque la vida de la carne en la sangre está, la cual os he dado para hacer expiación en el altar por vuestras almas; porque la sangre, en virtud de ser la vida, es la que hace expiación» (Versión Moderna). Por eso, «sin derramamiento de sangre no se hace remisión» (He. 9:22).
IV.     Su alcance
El apóstol Juan declara: «Y Él [Cristo] es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo» (1 Jn. 2:2 con 4:10). De igual forma, el Bautista declara: «He aquí el Cordero de Dios que quita [en expiación] el pecado del mundo» (Jn. 1:29). Esto quiere decir que la justicia de Dios queda satisfecha por la ofrenda de la Cruz, en orden a todos los pecados del pasado, del presente y del porvenir. Desde luego, el alcance universal de la propiciación no indica que todas las almas han de ser salvas, sino que es posible que todas sean salvas si aceptan las condiciones del Evangelio: el arrepentimiento y la fe. Si resisten al Evangelio, se excluyen automáticamente de la salvación. Hay expresiones en el griego del Nuevo Testamento que indican que Cristo murió a favor de todos, pero en lugar de muchos, pues solamente los creyentes le reciben como su sustituto. La debida actitud del hombre pecador es la del publicano en el Templo, quien, con un hondo sentido de su necesidad, exclamó: «Dios, sé propicio a mí, pecador» (Lc. 18:13).
PREGUNTAS
1. En el conjunto de las distintas doctrinas que integran la obra de Cristo—propiciación, expiación, justificación, reconciliación, redención, salvación, etc.—, ¿por qué es la más básica la propiciación?
2. ¿Cuáles son las razones que demuestran la eficacia del sacrificio de Cristo como el único medio de propiciar a Dios y satisfacer las demandas de Su justicia?
3. Cítense versículos que manifiestan que la obra propiciatoria de Cristo se aplica potencialmente a la totalidad de los hombres, pero sólo es efectiva para los creyentes.
LA JUSTIFICACIÓN POR LA FE
I.     Definición
La excelsa obra de la Cruz tiene múltiples facetas, y hemos de tener en cuenta que los grandes temas que estamos considerando en relación a ella revelan estas facetas a la medida de la comprensión de nuestra mente finita. La justificación por la fe—lema de la Reforma en el siglo XVI—presenta la obra de la Cruz desde el punto de vista jurídico, es decir: en relación con la santa Ley de Dios. El hombre pecador se presenta como un reo ante el alto tribunal de un Dios justo, y queda patente que ha quebrantado tanto la ley natural de la conciencia como la Ley claramente declarada en el Sinaí. El problema es éste: ¿Cómo puede Dios ser justo y el que justifica al pecador? La contestación se halla en la Cruz, y el creyente es declarado justo a los ojos de Dios. Esta declaración es la justificación por la fe.
II.     La justicia divina
Como ya hemos visto en nuestro estudio de la Deidad, la justicia es un atributo de Dios, y el hombre no sabría nada de esta «rectitud» esencial aparte de la revelación que Dios ha dado de sí mismo (Is. 45:21; Ap. 15:3, 16:5, etc.).
III.     La justicia exigida
Dios manifestó Su voluntad al hombre en estado de inocencia de una forma apropiada a su condición (Gn. 2:16 y 17) y, después de la Caída, no le dejó sin testimonio, sino que le habló por medio de la naturaleza y de la conciencia, siendo ésta la voz interna que acusa o excusa los actos del hombre (Ro. 2:14 y 15). Pero la plena manifestación de la voluntad de Dios para con los hombres fue dada en el Sinaí, donde Dios pronunció las diez palabras, y luego instruyó a Moisés con otros muchos preceptos complementarios. La Ley representa lo que Dios, en justicia, requiere de los hombres en las circunstancias actuales de la vida, y el mandamiento es siempre «santo y justo y bueno» (Ro. 7:12). Pero, bajo repetidas pruebas, se demostró que el hombre era incapaz de cumplir la justicia exigida por Dios, ya que su naturaleza pecaminosa siempre le arrastraba a la desobediencia. Una ley quebrantada no puede salvar a nadie, sino que condena inflexiblemente al infractor de ella. El que no la cumple, muere. Cuando Moisés, al ver que Israel había quebrantado la Ley en todos sus capítulos antes de recibirla en forma escrita, quebró las tablas de piedra al pie del Sinaí, señaló con ello, en forma simbólica, el fracaso del hombre ante las santas exigencias de la Ley divina (Ex. 32:19; Ro. 3:19; Gá. 3:10, etc.).
IV.     La Ley cumplida y la justicia satisfecha
El Señor Jeuscristo, Hombre representativo, cumplió la Ley por medio de una vida perfecta. En el Calvario se colocó en el lugar del hombre pecador, en virtud de Su carácter representativo que ya hemos considerado, y agotó la sentencia de la Ley por Su muerte. Así, la justicia de Dios quedó satisfecha y la santa Ley fue honrada. Téngase en cuenta el valor infinito del sacrificio de la Cruz, que ya hemos apuntado bajo el tema de la propiciación (capítulo 7).
V.     La justicia otorgada
En el Evangelio se revela una Justicia que Dios otorga al creyente, y éste es el gran tema de Romanos 1:16–5:21. El «corazón» del sublime asunto se halla en Romanos 3:21–6, versículos que deben analizarse con todo cuidado. En vista de que el hombre era incapaz de procurar la justicia mediante la obediencia a la Ley, Dios tomó la iniciativa por Su gracia, mandando a Su Hijo, quien satisfizo las exigencias de la Ley en el Calvario: «Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo …» (Ro. 3:21 y 22).
VI.     La justicia recibida
El medio de conseguir la justicia otorgada por la gracia de Dios es la Fe, que, en el sentido bíblico, es la confianza total del hombre que, arrepentido de sus pecados, descansa en Cristo para la salvación de su alma. Sólo esta actitud del alma puede establecer contacto con Aquel que cumplió la Ley por nosotros para revestirnos de Su propia justicia (2 Co. 5:21). Cristo «nos ha sido hecho justificación» (1 Co. 1:30) y, recibiéndole a Él, tenemos la justificación, y no de otra manera. La fe hace posible que Dios nos impute (abone en cuenta) Su justicia, como en el caso de Abraham (Ro. 3:22, 26; 4:3, 5 y 22; Gá. 3:22–26, etc.). Somos justificados por la gracia de Dios, que es el origen de la bendición (Ro. 3:24); por la sangre, que es su base (Ro. 5:9), y por la fe, que es el medio (Ro. 5:1).
VII.     La justicia manifestada
La justicia no es una mera declaración legal de nuestra nueva posición ante Dios, sino que es una obra vital, que supone nuestra unión espiritual con Cristo, de modo que la justicia recibida ha de producir sus frutos en nuestra vida (Fil. 1:11). Este tema se desarrollará bajo el epígrafe de la Santificación (capítulo 17).
PREGUNTAS
1. ¿Cuáles son las dos epístolas del apóstol Pablo que tratan más clara y detalladamente de la justificación por la fe? ¿En qué capítulos? ¿Qué quiere decir esta doctrina?
2. ¿Por cuáles medios pudo Dios justificar al pecador que ponga su fe en ÉL?
3. ¿Qué es la fe?
LA REDENCIÓN
I.     Definición
Si analizamos el sentido de las principales voces griegas que se traducen por «redimir», «rescatar» o «redención», llegamos a esta definición del concepto: «Libertar a un esclavo o cautivo mediante el pago del precio del rescate.» Hemos de tener en cuenta que, cuando los evangelistas y apóstoles escribían el Nuevo Testamento bajo la guía del Espíritu Santo, la institución de la esclavitud estaba muy extendida por todo el imperio romano, y millones de seres humanos, apresados durante las campañas militares de Roma o nacidos de padres esclavos, gemían bajo este triste yugo. Algunos esclavos ocupaban puestos importantes en las casas de sus amos y otros podían ser más cultos que los mismos amos, pero ninguno podía disponer libremente de su persona. El profundo anhelo de todos ellos era ser redimidos, y algunas veces, fuese por sus propios esfuerzos en acumular el dinero necesario o fuese por la bondad de un bienhechor, les era posible llevar al templo el precio del rescate, y entonces, mediante un acta de liberación levantada por el sacerdote pagano, quedaban rescatados. Los autores sagrados dan un sentido espiritual a esta liberación, que ya se había indicado simbólicamente en el Antiguo Testamento, donde se habla de la «redención» del pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto (Ex. 6:6; 15:16, etc.). El concepto se desarrolla mucho más en los Salmos y en el profeta Isaías, pero, desde luego, las idicaciones del Antiguo Testamento no pueden hacer otra cosa sino anticipar parcialmente, en símbolo y figura, la gran obra redentora de la Cruz.
II.     La esclavitud espiritual
La esclavitud espiritual tiene su origen en la caída y el pecado del hombre—pues la verdadera libertad se halla sólo en la esfera de la voluntad de Dios—y afecta a todas la esferas de la vida. Nótense las siguientes formas de sujeción que se mencionan en los evangelios y las epístolas:
A. «Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo que todo aquel que hace pecado es esclavo del pecado» (Jn. 8:34). Se trataba de judíos orgullosos que se estimaban como libres por ser descendientes, según la carne, de Abraham; pero, de hecho, iban ciegamente donde les llevaba el impulso de su pecado no confesado: eran esclavos.
B. Pablo dice a Tito que Cristo «se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad» (Tit. 2:14), donde la palabra «iniquidad» quiere decir «ausencia de ley», o sea, el espíritu de rebeldía. El hombre quiere seguir sus propios impulsos egoístas, sin someterse a Dios, pero su mismo afán de «libertad» llega a esclavizarle más.
C. Con el fin de hacer ver al hombre su pecado, Dios impuso la Ley, pero el esfuerzo carnal de cumplirla es en sí una dura servidumbre, y la Ley quebrantada no puede hacer más que maldecir y matar a su infractor (Gá. 3:13, 23).
D. Por aceptar la sugerencia del diablo y desobedecer a Dios, el hombre se puso bajo el poder de este gran enemigo, y sólo Cristo puede librarle (Hch. 26:18).
E. Los hombres, a pesar de su orgullo y su deseo de independizarse de Dios, saben que la muerte pondrá fin a sus afanes y devaneos, y, por el temor de la muerte, están toda la vida sujetos a servidumbre (He. 2:14 y 15).
F. Pedro nos habla de ser rescatados de nuestra «vana manera de vivir», vacía y frustrada, en la que ningún propósito humano se logra plenamente (1 P. 1:18 y 19).
G. El temor de los hombres esclaviza al ser humano, pero el que teme a Dios pierde todo otro temor (Mt. 10:28; Hch. 4:13, 20; 5:29, etc.).
H. Todas las condiciones y las circunstancias « del presente siglo malo» esclavizan, pero Cristo se dio a sí mismo para librarnos de ellas (Gá. 1:4).
III.     El Libertador
En el Antiguo Testamento era el «pariente cercano» quien tenía el derecho y la obligación moral de redimir, como Booz en el libro de Rut. Por la Encarnación, Cristo se hizo el Hijo del Hombre y el postrer Adán, tan íntimamente ligado a la raza de los hombres que adquirió el derecho de representarnos y redimirnos. Su naturaleza divina da valor infinito a todo cuanto hace a nuestro favor. Nótese que las citas siguientes subrayan la entrega personal de Cristo como medio de procurar la redención: 1.a Corintios 1:30; Gálatas 1:4; 3:13; 4:5; Efesios 1:7; 1.a Timoteo 2:5 y 6; Tito 2:14; Apocalipsis 5:9.
IV.     El precio del rescate
«Fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir … no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo …», declara el apóstol Pedro (1 P. 1:18 y 19). «Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos», dijo el Señor de sí mismo (Mr. 10:45). Por la definición que hemos dado de la sangre en el capítulo 7, se verá que el precio del rescate es igual en las dos citas, pues la sangre es la vida de Cristo de precio sin límites, que entregó sin reserva en el sacrificio de la Cruz. Su muerte fue la muerte de todo, y a los ojos de Dios terminó con todos los efectos de la caída (He. 2:14 y 15; Ef. 1:7; He. 9:14, 26–28; 10:12–24).
V.     La vida de liberación
La resurrección del Señor, vencedor del diablo, del pecado y de todos sus efectos, inaugura una nueva creación donde hay perfecta libertad en cuanto a todas las formas de esclavitud que se mencionan arriba; pero es necesario apropiarse por la fe de todo el significado de nuestra identificación con Cristo en Su muerte y Su resurrección. Ahora bien, muchos creyentes son como Lázaro cuando salió de la tumba: «atadas las manos y los pies con vendas». Tienen vida, pero se desenvuelven con dificultad porque no se han dado cuenta de que son libres. El Señor dijo de Lázaro: «Desatadle y dejadle ir», y eso es lo que hace falta para todos los creyentes. El secreto es la santificación, que consiste en la apropiación total de la obra de la Cruz.
PREGUNTAS
1. Define el término redención, explicando el fondo histórico, tanto hebreo como grecorromano, de donde salió.
2. Nombre unas cuantas clases de esclavitud espiritual de las que nos liberta Cristo, dando las referencias bíblicas.
3. Escríbanse cuatro versículos que hablan de la sangre de Cristo en relación, añadiendo un breve comentario.
LA RECONCILIACIÓN
I.     Definición
La palabra «reconciliación» presupone un estado anterior de enemistad, o de malas relaciones, que termina con un acto que hace posible la amistad y las buenas relaciones. La palabra se emplea, en el orden natural, en 1.a Corintios 7:11, donde dice Pablo que la mujer apartada de su marido ha de quedar sin casarse o debe «reconciliarse» con él. Es importante notar que, en el uso bíblico de estos términos, la enemistad es siempre la del hombre contra Dios y no la de Dios contra el hombre. Como hemos visto en estudios anteriores, la «ira de Dios» es la relación de Su justicia contra el pecado del hombre, y es compatible con Su amor para con el mundo rebelde, ya que dio a Su Hijo para hacer posible la salvación del hombre. La hostilidad del mundo ante Dios se puso de manifiesto en el rechazamiento y la crucifixión del Dios-Hombre.
Anticipando por un momento lo que se ha de detallar más abajo, diremos que la obra de la Cruz satisface las exigencias de la justicia de Dios, siendo la propiciación la que hace posible que se levante la ira de Dios que estaba sobre el hombre. En vista de este gran hecho, no existe impedimento de parte de Dios para el retorno del hombre a Su obediencia, y los mensajeros de la Cruz ruegan a los hombres: «Reconciliaos con Dios.» Toca al hombre deponer su actitud de rebeldía y acercarse humildemente al Trono, por medio del arrepentimiento y de la fe, cuando halla que la paz ya está hecha en Cristo Jesús y que el trono de justicia se ha trocado en trono de gracia.
II.     La base
Se explica la base de la reconciliación en Romanos 5:10 y 11: «Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida …, también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.» Aquí se ve claramente que es la muerte del Hijo la que hace posible la paz entre Dios y el hombre, y el tema se enlaza estrechamente con el de la propiciación. Dios no podía «hacer las paces» con el hombre a cualquier precio, sino sólo sobre la base de satisfacción de Su justicia. El pasaje que más claramente destaca esta doctrina es 2.a Corintios 5:18–21, donde vemos que «Dios … nos reconcilió consigo mismo por Cristo» (5:18) y que «Dios estaba en Cristo reconciliando consigo mismo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados». En estas últimas palabras no se trata de la unión del Padre y del Hijo en la obra, sino más bien indican que Dios efectuó la reconciliación por medio de Su Hijo. La piedra angular de la doctrina se halla en el versículo 21: «Al que no conoció pecado, [Dios] por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.» (Véase también Col. 1:20–22.)
III.     La proclamación de la reconciliación
Este aspecto de la gran obra única de la Cruz tiene que ver con las relaciones entre Dios, como soberano, y los hombres como súbditos rebeldes, quienes, por un acto de su propia voluntad, quedan bajo el poder de Satanás, el «príncipe de este mundo». Con mucha propiedad, pues, los mensajeros de la Cruz se llaman embajadores cuando se trata de anunciar la reconciliación, porque representan al Soberano, que llama a Sus súbditos rebeldes a que vuelvan a Su obediencia. Así, dice Pablo en el pasaje ya citado: «Dios … nos dio el ministerio de la reconciliación …, nos encargó a nosotros la palabra [mensaje] de reconciliación. Así que somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.» En cuanto a esta última cita, debemos notar que la palabra «os» en la Versión Reina Valera no está en el original. Pablo no rogaba a los creyentes de Corinto que se reconciliasen, porque ya lo estaban, sino que les explicaba el carácter de su ministerio ante el mundo en general. El predicador se acerca a los hombres en el nombre de Cristo y con la comisión del Dios Alto, amonestándoles que dejen su rebeldía, pues el Rey mismo ha provisto el medio para hacer posible su perdón y su recepción en el Reino.
IV.     La recepción de la reconciliación
Ya se ha destacado que es el hombre quien tiene que reconciliarse con Dios, pues de parte de Dios todo está hecho. Es en Cristo que se recibe (Ro. 5:11) y el único medio es la fe en el Hijo de parte del hombre arrepentido (Jn. 3:36).
V.     El alcance de la reconciliación
A. La oferta se hace extensiva tanto a los judíos como a gentiles, y la obra de la Cruz derriba la barrera que antes existía entre ambas razas (Ef. 2:13–19). Este pasaje es importante, y podemos notar la hermosísima expresión: «Él [Cristo] es nuestra paz.»
B. Llegará el día cuando no existirá ningún elemento rebelde en la creación de Dios, fuera de los espíritus malignos y los hombres que rechazaron la luz, y aun éstos se someterán a la fuerza, ya que no quisieron hacerlo voluntariamente. Aparte estas salvedades, el alcance de la reconciliación es universal, según lo hallamos expresado en el pasaje de fundamental importancia de Colosenses 1:20–22: «Y por medio de Él [Cristo] reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz. Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos …» No se mencionan las cosas que están debajo de la tierra, o sea, los elementos asociados con la rebelión del diablo. ¡Bendito día aquel cuando nada ni nadie se opondrá a la voluntad de Dios!
PREGUNTAS
1. ¿Qué relación existe entre la propiciación y la reconciliación? ¿Por qué es tan necesaria ésta?
2. En los pasajes citados en este capítulo, de las epístolas Romanos, 2.a Corintios, Efesios, y Colosenses, se emplean varias frases para indicar el medio de la reconciliación. Detállense las frases y dense las referencias.
3. ¿Cuáles efectos prácticos de la reconciliación deben verse en la vida y servicio del creyente? Apoye su contestación con textos bíblicos.
LA SALVACIÓN
I.     Definición
La palabra «salvación», con el verbo correspondiente, expresa la idea de la liberación de un peligro personal. Tenemos un claro ejemplo, en la esfera natural, cuando Pedro empezó a hundirse al procurar andar sobre las aguas, y exclamó: «Señor, ¡sálvame!». La mano del Señor se extendió y le puso a salvo, de modo que el incidente destaca tanto la idea fundamental de la salvación como a la persona del SALVADOR (Mt. 14:30). La pérdida de la salud es un peligro de carácter especial, de modo que el verbo se emplea con frecuencia en relación con los milagros de sanidad del Señor Jesús. Así dijo el Señor a la mujer sanada de su «plaga»: «Hija, tu fe te ha hecho salva» (Mr. 5:34).
La palabra se emplea mucho en el Antiguo Testamento, especialmente en los Salmos e Isaías, para señalar la obra de Jehová al librar a Su pueblo de las gentes, y anticipa su salvación final en la Segunda Venida de Cristo. En el Nuevo Testamento la palabra «salvación» es el término más amplio que aparece para representar toda la obra de Dios a favor de los suyos hasta tenerlos a todos en Su presencia, libres para siempre aun de la presencia del pecado y fuera del alcance de la malignidad del diablo y de los hombres perversos.
II.     La base de la salvación
Es la obra de Cristo en la Cruz: véase especialmente el capítulo 7 sobre la propiciación y la expiación. En primer término, para que fuese posible que una salvación se manifestara, las exigencias de la justicia de Dios tuvieron que quedar satisfechas; en segundo lugar, fue necesario arrancar de la mano del Enemigo sus dos grandes armas: el pecado y la muerte. El Señor anunció el propósito de Su ministerio en términos de salvación: «El Hijo del Hombre vino para buscar y salvar lo que se había perdido» (Lc. 19:10 con Mt. 27:42).
III.     La persona del Salvador
Los grandes actos de Dios a favor de Israel en el Antiguo Testamento se llevaban a cabo por medio de instrumentos humanos, que se llamaban «salvadores», como por ejemplo, José, Moisés, Gedeón, Jefté, David, etcétera, que eran figura de Aquel que había de venir (Neh. 9:27). Conocidísimo es que el nombre de «Jesús» quiere decir «Jehová el Salvador», y que se le dio por indicación angélica, porque: «El salvará a su pueblo de sus pecados.» El título más sublime y completo, que une Su divinidad con Su obra salvadora, se halla en Tito 2:13: «Nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo.» Lucas se deleita en presentarnos a Jesús como el que se acerca a los necesitados en Su carácter de Salvador universal.
IV.     El medio de recibir la salvación
La salvación tiene su origen en la gracia de Dios y se recibe por la fe del pecador arrepentido: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe» (Ef. 2:8). Un buen ejemplo es el carcelero de Filipos (Hch. 16:30 y 31), pero se ilustra en los muchos casos de los necesitados que acudieron al Señor durante Su ministerio terrenal. Volveremos a este tema en un estudio sucesivo sobre «la la gracia, la fe y las obras» (capítulo 13).
V.     El alcance de la salvación
Ya hemos notado que es el aspecto más amplio de la obra de Dios a favor de los hombres. Potencialmente, la gracia de Dios trae salvación a todos los hombres (Tit. 2:11), pero la incredulidad levanta una barrera entre Dios y el hombre e impide que la corriente salvadora de la gracia llegue efectivamente al hombre rebelde y falto de fe. En relación con el creyente, notemos las tres etapas de la salvación.
A. Pasada. La salvación del alma, en cuanto a su liberación de la condenación es completa y eternamente segura desde el momento en que confiamos en el Salvador: «El que cree en mí tiene vida eterna», dice el Señor (Jn. 6:47). Considerénse las citas siguientes: Efesios 2:8; 2.a Timoteo 1:9; Tito 3:4 y 5. En versículos como 1.a Pedro 1:9 y 10; Hebreos 5:9 y Judas 3, la palabra abarca toda la obra de Dios a favor del creyente.
B. Presente y continua. Es voluntad de Dios que Su obra salvadora se manifieste plenamente en las vidas de los creyentes. Este tema roza con el de la santificación que se tratará en el capítulo 17, pero podemos notar aquí los textos que lo relacionan con la salvación. «Ocupaos en [llevad a cabo] vuestra propia salvación con temor y temblor» (Fil. 2:12); es decir, todos los efectos de la salvación, que ya es nuestra, han de cumplirse y manifestarse en un sentido análogo. «Anhelad, como niñitos recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación» (1 P. 2:2); o sea, para una vida espiritual plenamente desarrollada. (Véase también 2 Ti. 3:15; 1 Co. 15:2; 1 Ti. 4:16; He. 7:25; Stg. 1:21.) Es una salvación presente y progresiva, por la cual el poder divino que fluye de la cruz y de la resurrección, aplicado al creyente por el Espíritu Santo, hace efectiva su liberación del dominio del pecado y le prepara para el destino eterno propuesto por Dios.
C. Futura. Aún gemimos en este cuerpo, sintiendo tanto los impulsos de la carne por dentro como la presión del mundo por fuera, pero somos «guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero» (1 P. 1:5). En este sentido, «ahora está más cerca nuestra salvación que cuando creímos» (Ro. 13:11). La salvación completa se relaciona con la Venida del Señor (1 Ts. 1:9 y 10; 5:8 y 9) y abarca toda la obra de Dios en cuanto a la totalidad del hombre, ya que recibirá, en la primera resurrección, un cuerpo glorificado por medio del cual se cumplirá todo el propósito de Dios en orden al hombre (1 Co. 15:42–55). Todas las posibilidades de la personalidad del hombre han de desarrollarse en el estado eterno sin estorbo y dentro de la voluntad de Dios, y se manifestará todo el sentido del decreto original: «Hagamos al hombre a nuestra imagen …»
VI.     La seguridad eterna del creyente
La vida triunfal del Señor y Su obra a la diestra de Dios son la garantía de nuestra salvación eterna: «Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida»; «Éste [Cristo] … tiene un sacerdocio inmutable; por lo cual puede salvar también perpetuamente a los que por él se acercan a Dios» (Ro. 5:9 y 10; He. 7:24 y 25). (Veáse también Jn. 5:24; 10:28–30; Ro. 8:29–39; 1 Jn. 5:13; Ro. 8:1, etc.)
PREGUNTAS
1. Dense tres ilustraciones de la obra salvadora de Cristo durante Su ministerio terrenal.
2. Explique lo que se quiera decir por la salvación pasada, presente y futura, ilustrando su contestación con textos apropiados.
3. Si alguien le dijera que la salvación no es eterna sino que depende de nuestra fidelidad al Señor en cada momento, ¿como demostraría lo contrario?
LA REGENERACIÓN O EL NUEVO NACIMIENTO
I.     Definición
Este término, la «regeneración», es la aplicación de la figura del nacimiento humano a la esfera espiritual.
Hubo un momento en que empezamos a vivir en este mundo, y, de igual forma, hubo necesariamente un momento en que el creyente, antes «muerto en delitos y pecados», empezó a vivir espiritualmente.
La palabra más frecuente en el Nuevo Testamento es «engendrar», refiriéndose a Dios como Fuente de la vida nueva, y «engendrado», en relación con el ser que ha recibido la vida. Es muy frecuente en los escritos del apóstol Juan, y se traduce a menudo en la versión Reina-Valera por «nacer» y «nacido» (Jn. 1:12 y 13; 1 Jn. 2:29; 3:9; 4:7; 5:1, 4 y 18).
II.     La necesidad del nuevo nacimiento
Las Escrituras no enseñan que el hombre caído guardara un pequeño residuo de vida espiritual, que pudiera desarrollarse en una vida completa por sus propios esfuerzos o por los de otros seres humanos. Antes, al contrario, declaran que el hombre caído se halla en un estado de muerte espiritual (Ef. 2:1–3). La personalidad humana persiste, desde luego, como también la posibilidad de una nueva vida; pero ésta ha de recibirse de Dios por los medios que Él mismo determina (Tit. 3:4 y 5). De ahí la conocida declaración del Señor a Nicodemo: «Os es necesario nacer otra vez.» La carne solamente puede engendrar «carne», y sólo el Espíritu puede producir lo espiritual (Jn. 3:6).
III.     La fuente de la vida nueva
El apóstol pedro declara: «Dios … nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos» (1 P. 1:3). La resurrección del Señor presupone Su muerte expiatoria. Por Su muerte, que fue la muerte de todos, el Salvador quitó el gran obstáculo que impedía la manifestación de la vida. Por Su resurrección, Cristo «quitó la muerte y sacó a la luz la vida y la inmortalidad por el Evangelio» (2 Ti. 1:10). Los infintos tesoros de la vida de resurrección están ya a la disposición de todo creyente.
IV.     El medio de la regeneración
Ya hemos visto que sólo Dios puede dar la vida, de la cual es fuente y origen, y que ha hecho posible su transmisión en la obra salvadora de Cristo (Jn. 1:12 y 13; Stg. 1:18). Ahora bien, existen condiciones de parte del pecador que se señalan claramente en las Escrituras.
A. La semilla es la Palabra de Dios: «Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanence para siempre» (1 P. 1:23; Stg. 1:18). Es el mensaje divino que llega a los oídos y al corazón del pecador por el testimonio del Evangelio el que puede transmitir la vida.
B. Solamente el Espíritu vivificador puede hacer germinar la semilla de la palabra (Jn. 3:5, 6 y 8).
C. De parte del hombre las condiciones son el arrepentimiento y la fe. El significado de la palabra «agua» en Juan 3:5 es muy discutido. Descartamos en seguida la idea de la «regeneración bautismal» por el agua del bautismo, por ser contraria a lo más esencial de las enseñanzas del Nuevo Testamento. Podría ser símbolo de la «Palabra», como en Efesios 5:26, o una referencia al bautismo del arrepentimiento de Juan el Bautista, cuyo significado conocería perfectamente el «maestro de Israel».
El «arrepentimiento» (metanoia) es «un cambio de mente, o de actitud» de parte del hombre; vuelve las espaldas al pecado y dirige su rostro a Dios. Entonces, positivamente, se entrega con fe al Salvador presentado en el mensaje del Evangelio, y el Espíritu de Dios vivifica la «Palabra» y se crea en la personalidad del hombre una nueva vida, que es «engendrada de Dios». El modo del nuevo nacimiento se explica en lo restante del capítulo 3 de Juan.
V.     Las consecuencias del Nuevo nacimiento
A. Una nueva relación con Dios. (Véase otra vez Jn. 1:12.) Se ha conferido al creyente una nueva dignidad: la de ser hijo de Dios y pertenecer a la familia del Altísimo. Solamente los «engendrados» tienen derecho a mirar a Dios y llamarle «padre nuestro». Juan emplea el hermoso término de tekna (los «nacidos»), pues subraya el hecho de nuestra relación con el Padre por el nacimiento. Pablo se deleita en otra palabra: huioi (hijos conscientes y adultos), y generalmente la relaciona con nuestra adopción, que tiene que ver con nuestros privilegios y responsabilidades como hijos de Dios.
B. Una nueva vida. La naturaleza, recibida de Dios, existe en nuestra personalidad al lado de la vieja naturaleza (la «carne» o «el Viejo hombre») heredada de Adán por el nacimiento natural, pero la nueva naturaleza debe prevalecer, y el apóstol Juan saca unas consecuencias profundas del hecho de ser engendrados de Dios: 1) El engendrado de Dios no peca y vence al mundo (1 Jn. 3:9; 5:4 y 18); y 2) implica la manifestación práctica de la justicia y del amor fraternal (1 Jn. 2:29; 4:7). Pablo deduce la doctrina de la santificación del hecho de nuestra unión con Cristo en Su muerte y en Su resurrección (Ro. cap. 6). Juan la deduce del hecho fundamental de nuestra participación en la naturaleza de Dios. (Compárese también con el punto de vista de Pedro, 2 P. 1:3 y 4.)
PREGUNTAS
1. ¿Por qué necesita el hombre un nuevo nacimiento y qué significa tal ideal?
2. ¿Cuáles son los medios que Dios emplea para regenerar a una persona y qué tiene que hacer ésta para recibirlo? Apoye su contestación con textos bíblicos apropiados.
3. ¿Cuáles son las consecuencias del nuevo nacimiento en relación con Dios y en la nueva vida recibida en Él?



miércoles, 2 de mayo de 2012

Homosexualidad: La verdad revelada en la Biblia


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HOMOSEXUALIDAD – ¿QUE DICE LA BIBLIA EN VERDAD? 

El pasado domingo 25, se transmitió en un programa de TV, que va por Telefe a las 22 hs., algo que llamó poderosamente nuestra atención. En el capítulo del día de la tira, que cuenta con excelentes actrices y actores, se desarrolló la temática de una pareja de mujeres lesbianas, una de ellas con un hijo joven que desconoce y luego rechaza con insultos la relación afectiva de su madre.
Llamó nuestra atención que el protagonista tomó la excelente decisión de consultar con su pastor (un cura católico en la ficción), ACERCA DE LO QUE DICE LA BIBLIA sobre la homosexualidad. Nos pareció una BUENA DECISIÓN! Estamos absolutamente seguros que la Argentina alcanzará su transformación y destino de grandeza si se vuelve a Dios, Y ADOPTA LA BIBLIA, LA PALABRA DE DIOS, como su eje de guía y dirección.

¡GRAN SORPRESA!
Ahora bien, no fue poca nuestra sorpresa, cuando en aquella ficción, el actor que representa al cura, afirma conceptos como “en la Biblia la homosexualidad se asocia al abuso, la violación de menores o la prostitución…”. O luego agrega que: “respecto a una relación homosexual adulta, acordada, de cara a la sociedad, LA BIBLIA NO DICE NADA como no dice nada de mascar chicle, viajar en avión, o el descenso de River… son cosas que antes no pasaban”.
Frente a la pregunta si en La Biblia no está prohibida la homosexualidad, la respuesta fue: “es una cosa de otra época; es como si ahora dijésemos que la Biblia prohíbe comer con los egipcios, tatuarse o jugar los sábados. Lo importante es el contexto…”.
También el actor menciona, a nombre de la Biblia, “que SÓLO HAY DOS POSIBILIDADES, CONDENAR O ENTENDER…”. Posteriormente, el protagonista del ciclo televisivo, afirmó “que La Biblia APRUEBA la homosexualidad y hasta que LA BIBLIA LO RECOMIENDA”. ESO NO LO DICE LA BIBLIA.
Aquí nuestra sorpresa se tornó en PREOCUPACIÓN. El pueblo argentino es inteligente, racional, critico.
NO ES SERIO, afirmar LO QUE NO ES, y pretender que todos lo acepten. Es decir, hacer decir a la BIBLIA, AQUELLO QUE LA BIBLIA NO DICE, o peor aún, tergiversar fuertemente sus conceptos, ES GRAVE.
Como afirmamos, CONSULTAR A LA BIBLIA ES EL CAMINO QUE CREEMOS, LLEVARÁ A NUESTRA NACIÓN A SU GRANDEZA, Y A LA FELICIDAD DEL PUEBLO. Pero es INDISPENSABLE que realmente todos sepan lo que la BIBLIA dice en verdad.
LO QUE SÍ DICE LA BIBLIA ACERCA DE LA HOMOSEXUALIDAD
En primer lugar, lo más importante. Jesus amó TANTO a los homosexuales, que dio su propia vida en amor por ellos. Exactamente igual que por los heterosexuales. Cualquier condena o discriminación hacia hombre o mujer no responde al carácter de Jesús.
En segundo lugar, dice la Biblia que Dios creó al Hombre y a la Mujer, “Varón y Hembra los creó”. Así fue el plan de Dios, distinguir entre dos géneros, masculino y femenino. Cuando Dios pensó en el matrimonio, continuó desarrollando el mismo concepto: “dejará el Hombre a su Padre y a su Madre, y se unirá a su Mujer, y serán UNA SOLA CARNE, hombre y mujer”.
Cuando Dios hace referencia a la conducta homosexual dice que tanto hombres como mujeres “cambiaron las relaciones naturales con personas del otro sexo para entregarse a pasiones… entre personas del mismo sexo…” cambiando así la verdad de Dios por la mentira, lo que Dios explícitamente desaprueba. (Rom 1:26,27; 1° Cor 6:9-11; Ef 4:17-19).
¡De ninguna manera LA BIBLIA aprueba la conducta homosexual!
Haber mencionado a la Biblia, y haber tergiversado tanto su contenido, no nos parece BIEN. Nuevamente, ES MUY GRAVE. Y ES NUESTRO DEBER HACER CONOCER LA VERDAD A LA OPINIÓN PÚBLICA, aportando LA LUZ que ofrecen la Sagradas Escrituras al respecto.
En el MES DE LA BIBLIA,  hacemos un llamado al Pueblo de la Nación Argentina: “si nos arrepentimos de nuestros pecados, oramos y buscamos su rostro, entonces Dios oirá desde los cielos, perdonara nuestros pecados y sanara nuestra Tierra”. (1era. Crónicas 7:14).-

Un metalero se confiesa: ¿Cambio profundo? o estrategia...


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Dave Mustaine, el conocido líder de la banda de trash metal Megadeth es muy cuestionado porque se confiesa cristiano nacido de nuevo y a la vez sigue al frente de su banda. Desde hace un  tiempo ha experimentado cambios profundos.
Sus letras ya no hablan de política y muerte.   CanWest News Service recientemente entrevistó al lider de MEGADETH. Algunas partes de la conversación:
Sobre su mala reputación:”Mi reputación es totalmente distinta a mi carácter. Sólo he tenido un par de incidentes en mi carrera donde he tenido problemas, pero, debido a mi perfil, se ha exagerado a proporciones gigantezcas.”Sobre el planteamiento de que el Gigantour sería una respuesta a la moda comenzada por el grunge rock, y perpetuada por las bandas de rap-metal, que muchas veces dejan mucho que desear en cuanto a virtuosismo de los músicos:”Tengo esta idea sobre las nuevas bandas, no me convencen. Cuando era joven, tenía héroes de la guitarra: Jimmy Page, Michael Schenker, Angus Young. Músicos espectaculares. Ahora no puedes nombrar ningún guitarrista en cualquiera de las bandas nuevas que sea un virtuoso.”Sobre su conversión al cristianismo y su rechazo a compartir escenario en un festival griego con la banda de black metal rotting christ dijo:”He probado de todo en mi vida. Fui bautizado como luterano y criado por testigos de Jehova. Mi mamá era Judía. Experimenté con magia negra y brujería y leí la biblia satánica. Pero terminé volviéndome cristiano hace unos tres años y fue algo positivo.”
En 2004, después de la reformación del grupo, Mustaine dijo que no tocarían nunca más en directo ciertas canciones por ser “anti-cristianas”, con lo que se rumorea que Mustaine es un cristiano converso. Mustaine también estuvo a punto de cancelar conciertos en Grecia e Israel con bandas como rotting christ o dissection debido a sus manifiestos anti-cristianos, lo que provocó la cancelación de dichos conciertos por las bandas afectadas.
Mustaine explica el secreto de su longevidad en el mundo del metal: “Llega un momento en que pasas de ser la moda del momento y adquieres cierta legitimidad siempre que no te vendas, y llegas a un sitio donde ganas estatura y la cosa se convierte en como te presentas, convirtiéndote en un hombre importante para la música. Por derecho no debería estar aquí. Sólo soy un punk-rocker con pelo largo de Los Angeles que surfea, con todas las fiestas que me pegué, no debería estar aquí.
“El tema es que no puedes estar sano si te metes drogas. Te desgasta. Ya es duro estar aquí sin drogas. Tengo un problema de nervios en el cuello por todo el ‘headbanging’ que he hecho y duele mucho. Me hice radiografías para ver cual era el problema y me asusté porqué pensé que no podría volver a mover la cabeza. Lo peor es que hacía aquello cuando estaba drogado y no sabía el dolor por el que hacía pasar mi cuerpo. Me despertaba y no sentía nada, así que seguía como si nada”
Mustaine llegó a brindar un concierto acústico espectacular en una iglesia en Buenos Aires, en una de sus visitas cerca del 2000. Esto es algo inédito en una banda de metal y quedó registrado en Much Music.

Microchip con intenciones Satanicas: Alerta al dia que se viene

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MICROCHIP OBLIGATORIO PARA 2013 EN USA

La reforma sanitaria o Reforma de Salud que fue aprobada por el presidente Barack Obama, ha establecido que dentro de unos 3 años la tecnología biométrica será la credencial de identificación para los pacientes que visiten y puedan ser atendidos en un centro de salud. Según informes del gobierno de los Estados Unidos, la ley entrará en vigor a partir de marzo/abril del 2013.
El ex Ministro de Salud y Servicios Humanos (HHS), Tommy Thompson, quien colaboró con la administración de Bush y quien es el dueño de la compañía autora del sistema VeriChip. Se comprometió a acelerar el proceso de identificación en las clases sociales de Norteamérica para comenzar a clasificar a cada ciudadano por Chip.
Nuevas leyes que indican la implantación del Microchip:
Registro Nacional de Dispositivos Médicos en H.R. 3200 [Cobertura de Salud], páginas 1001-1008:
(g)(1) El Ministerio establecerá un registro nacional de dispositivos médicos (en esta sub-sección se lo menciona como “registro”) para facilitar el análisis de los datos resultantes y la seguridad de cada dispositivo que:
(A) sea o haya sido usado en un paciente; (B) y sea –“un dispositivo de clase III; o un dispositivo de clase II que sea implantable, de soporte o sustento de vida.”
Luego en la página 1004 describe lo que significa el término “datos” usado en el párrafo 1, sección B:
(B) En este párrafo, el término “datos” se refiere a la información referente al dispositivo descrito en el párrafo 1, incluyendo datos de órdenes médicas, datos de consultas de los pacientes, archivos de análisis estandarizados que permitan la estadística y análisis de datos procedentes de diferentes entornos de datos, registros electrónicos de salud y cualquier otra información considerada apropiada por el Ministerio”
Cabe destacar que este Microchip es de un tamaño como el de un grano de arroz, el cual puede ser implantado en la mano o en la frente del paciente.

La furia: Grado maximo de la colera: Ayuda pastoral

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ATAQUE DE FURIA

¿Quién no recuerda haber tenido una rabieta de las buenas, de esas con gritos, insultos y palabrotas a granel? ¿Quién puede decir que nunca tuvo una de esas? Un ataque de ira, de bronca, un enojo tan desaforado, que cuando pasa y a uno se le enfría la cabeza, se horroriza de las cosas que dijo, y a veces también (Dios no lo permita) de las barbaridades que hizo. Cuántos han pagado con años de cárcel y remordimientos las estupideces que hicieron durante un ataque de furia en el que perdieron el control y dañaron a un semejante, a veces en forma irreparable. Pero sin llegar a esos extremos, ¿cuántas veces nos ha sucedido que la ira nos hizo perder el control y proferir palabras hirientes, insultos, y hasta términos obscenos para referirnos a la o las personas que nos hicieron enfurecer? Independientemente del motivo que encendió nuestro enojo, el cual puede ser legítimo o ilegítimo, ¿cuántos arranques de bronca nos han llevado a vomitar porquería de muy mal olor por nuestra boca, injuriando y denigrando a otra persona, a veces un ser querido? Y luego, recordando las cosas que dijimos, reconocemos expresiones que asustarían a alguien que no siga un código moral tan elevado como el que se supone que nosotros tenemos al ser cristianos; cuánto más a un cristiano.
Sin pretender profundizar en la psicología de este fenómeno, pero sí mirarlo desde un punto de vista cristiano y bíblico, podemos detenernos brevemente a observar que así como algunas personas de temperamento fuerte y explosivo pueden estar muy propensas a airarse ante cualquier circunstancia que provoca enojo o frustración, otros son conocidos como gente tranquila y mansa, que raramente llegarían a dejarse llevar por un arranque de furia; pero el dicho popular nos dice que cuando tales personas mansas se enfurecen, los resultados pueden ser catastróficos, o algo así.
Somos cristianos y como tales hablamos, procurando entender este fenómeno que tiene que ver con el carácter de una persona, y su forma de reaccionar y responder a una situación enojosa, que indigna, desalienta, o malogra nuestras esperanzas, ilusiones y aspiraciones. ¿Es pecado enojarse hasta perder el control? O, para no darle un color tan religioso, ¿está mal, es erróneo, es transgredir algún código moral o ético ceder a la ira que solivianta todo nuestro ser, y nos hacer perder el dominio de nuestras palabras, y a veces, de nuestros actos? Sin entrar tampoco en los aspectos sanitarios del asunto, y lo dañino del estrés al cual es sometido nuestro organismo durante un arranque de rabia descontrolada, ni insistir en el perjuicio para nuestro corazón, nuestras arterias, nuestro estómago y cerebro, sino mirando ahora el aspecto espiritual de la vida, la medida en que buscamos y logramos relacionarnos con Algo (Alguien) superior a nosotros mismos, ¿está mal delante de Dios dejarnos arrastrar por un ataque de furia? ¿O hay circunstancias que lo justifican?
Llegado este punto, es recomendable mirar lo que muestra la Palabra de Dios sobre este tema. En primer lugar, será útil ver algunos ejemplos bíblicos; no muchos, dos nada más. En el Antiguo Testamento, Moisés, referente del judaísmo; en el Nuevo Testamento, Jesús, referente del cristianismo.
De Moisés nos dice la Biblia que era “un hombre muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra” (Números 12:3). Sin embargo, cuando al cabo de varias semanas de estar en la cima del Sinaí reunido con Dios, Moisés volvía junto a Josué rumbo al campamento de Israel, trayendo en sus manos las tablas de la ley con los diez mandamientos escritos “por el dedo de Dios” (Éxodo 31:18), se encontró con que su hermano Aarón había fabricado un becerro de oro como imagen de dioses para adorar, y el pueblo estaba desenfrenadamente entregado a rituales de adoración pagana que incluían prácticas sexuales. Entonces Moisés, literalmente, perdió el control; el relato dice que “… cuando Moisés llegó al campamento y vio el becerro y las danzas, se enfureció y arrojó de sus manos las tablas, y las quebró al pie del monte. Luego tomó el becerro que habían hecho, lo quemó en el fuego y lo molió hasta reducirlo a polvo” (Éxodo 32:19,20). La revisión anterior de la Versión Reina Valera dice, en lugar de “se enfureció”, ardió la ira de Moisés. El motivo del ataque de furia de Moisés era legítimo; él había anunciado al pueblo israelita desde el principio que el Dios de sus padres Abraham, Isaac y Jacob era quien lo había enviado para liberarlos, y los israelitas habían presenciado innumerables prodigios hechos por ese Dios, culminando en su salida portentosa de Egipto y las manifestaciones que habían visto allí mismo, en la cumbre del monte Sinaí. Pero cuando Moisés bajó de la montaña, luego de cuarenta días de estrecha comunión con Dios, y vio la idolátrica degradación en que había caído su pueblo, se llenó de indignación, de ira y enojo descontrolado, y rompió las tablas de la ley, que le habían sido entregadas por Dios; y no solo rompió las tablas, enseguida la emprendió con el ídolo de oro fabricado por su hermano y lo despedazó, quemó y pulverizó. Posteriormente, Moisés convocó a aquellos que seguían fieles a Dios, y los envió espada en mano, a ejecutar un terrible castigo contra los culpables de idolatría y sacrilegio.
Tal vez esa misma noche, o unos días más tarde, cuando Moisés se libró de la preocupación de lograr que Dios no abandonara al pueblo, el gran caudillo de Israel experimentó remordimientos, o mejor, un profundo arrepentimiento por haber experimentado esa reacción extrema, desmedida, más allá de lo razonable (como toda respuesta emocional explosiva), que lo llevó a destruir las tablas de la ley con los diez mandamientos, y luego propiciar la matanza de tres mil hombres. No podemos agregar más que ese “tal vez”, pero vale el ejemplo de cómo Moisés, ese hombre “más manso que todos los hombres de la tierra”, en un ataque de furia incurrió en violencia y destrozos, e impuso a su pueblo un castigo tan doloroso.
El caso de Jesús es singular en todo aspecto, pues Él es sumamente singular. Jesús dijo en una oportunidad a sus discípulos: “aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mateo 11:29), y enseñó que debíamos amar a nuestros enemigos, bendecir a quienes nos maldicen, hacerles bien a quienes nos odian, y orar por nuestros perseguidores. Él mismo fue ejemplo de mansedumbre y sacrifico; dice el apóstol Pedro que Jesús “Cuando lo maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino que encomendaba la causa al que juzga justamente” (1 Pedro 2:23). En los momentos más duros y terribles de su vida “como oveja a la muerte fue llevado; y como cordero mudo delante del que lo trasquila, así no abrió su boca” (Hechos 8:32). Sin embargo, hay un episodio en su vida, relatado en los cuatro evangelios, en el que un poco de imaginación nos permite ver a un Jesús iracundo, y quizás hasta violento, incongruente con el carácter que había mostrado hasta ese momento, y mostraría después: la llamada purificación del Templo de Jerusalén. El pasaje bíblico más expresivo a este respecto es el de Juan 2:14-16: “Encontró en el Templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas que estaban allí sentados, e hizo un azote de cuerdas y echó fuera del Templo a todos, con las ovejas y los bueyes; también desparramó las monedas de los cambistas y volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: Quitad esto de aquí, y no convirtáis la casa de mi Padre en casa de mercado”. Si leemos este relato detenidamente, tratando de imaginar una escena con múltiples vendedores de animales de todo tipo para el sacrificio en los atrios del Templo, más los cambistas de moneda (para lo cual a veces son útiles las producciones cinematográficas), podemos visualizar lo que ha de haber sido el caos ordenado de aquel día con multitudes, tal vez miles de personas, atestando el lugar, cambiando moneda y comprando animales a los numerosos mercaderes allí apostados, para ofrecer su sacrificio ritual. Allí, de repente, irrumpe en forma intempestiva un individuo armado con un látigo de cuerdas, que comienza a volcar mesas, a correr a la gente a los gritos, y hasta a espantar los animales, mientras los acusa de convertir el Templo en un mercado y también – palabras mucho más virulentas – haberla vuelto una “cueva de ladrones” (Lucas 19:46). Incluso, la mención que hace Juan de un “azote de cuerdas” sugiere que Jesús lo usó por lo menos para disuadir a quienes quisieran resistirse, y que probablemente, alguno se ligó un latigazo.
¿Sufrió Jesús de Nazaret, en esa ocasión, un verdadero ataque de furia? ¿Fue un momento de ira e indignación tan violentas, que el Señor realmente “perdió el control”, llegando a la violencia física? Es difícil hacer semejante afirmación, pues forma una imagen totalmente contradictoria con el Jesús pacífico, manso, lleno de amor y de perdón, que nos muestran las Escrituras. Sin embargo, el apóstol Juan da otra clave, que solo aparece en su evangelio: cuando presenciaron el inesperado arranque de furia de su Maestro “recordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me consumirá” (2:17). Si buscamos sinónimos de “celo” encontramos palabras como ardor, entusiasmo, pasión, llama, furia, y otras; la alusión a ser “consumido” evoca un fuego ardiente que quema algo hasta extinguirlo. La expresión bien podría ser descriptiva de un estado interior de fervor y pasión por la santidad del Templo como Casa de Dios en la tierra, y una violenta explosión de ira estallando en el corazón del Hijo de Dios al ver dicha Casa convertida en una feria de barrio, donde un grupo de astutos y ávidos mercaderes competían entre sí para aumentar sus ganancias monetarias, a costa de humildes e ignorantes campesinos.
Lo notable es que ni en ese momento ni después Jesús pidió disculpas a nadie por la violenta y tempestuosa “purificación del Templo”. Ese hecho, y el testimonio de las personas más cercanas a Él en el sentido de que Jesús “no cometió pecado ni se halló engaño en su boca” (1 Pedro 2:22), permitiría afirmar que, desde un punto de vista bíblico y teológico, la reacción emocional de ira y furor, ante desencadenantes justificados y sin traspasar ciertos límites, es totalmente legítima y no tiene por qué afectar nuestra espiritualidad ni nuestra relación con Dios.
Efectivamente, en Efesios 4:26 el apóstol Pablo dice muy sucintamente: “airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo”. En otras palabras, ante motivos legítimos, no es necesario reprimir la ira, el enojo, el ataque de furia; pero debe tener ciertos límites: que no dure todo el día (“no se ponga el sol”), prolongándose indebidamente y generando distanciamientos, recelos, rencores y odios, y que no se vea contaminado por el pecado. ¿Cuál es el pecado que puede contaminar un legítimo enojo? Justamente lo que mencionamos al principio: el pecado de palabra, insultos, palabrotas, maldiciones y obscenidades; y el pecado de acción, la violencia física como trágica conclusión de un arranque de furia descontrolada, provocando daños en las personas y las cosas.
Indudablemente, éste es un aspecto de nuestra naturaleza humana más cotidiano de lo que creemos, el cual, como tantos otros defectos y debilidades muy humanas, debemos superar a través de la oración y la lectura de la Palabra de Dios. Seguramente en más de una oportunidad diferentes circunstancias nos han llevado a un arranque de ira descontrolada, más o menos intensa y destructiva, que traspasó límites que no debían cruzarse, y por el cual debimos luego arrepentirnos ante Dios, y lamentar amargamente las estupideces dichas por nuestra boca, sino algo peor.
¿Quién puede tirar la primera piedra en este tema?
Que Dios ayude a cada uno a perfeccionar en nuestro corazón ese espíritu de amor, de paz y paciencia, de benignidad y mansedumbre, de longanimidad y dominio propio, que forman parte indisoluble de un auténtico espíritu cristiano; del carácter de un genuino seguidor y discípulo de Jesucristo.

martes, 1 de mayo de 2012

La Obra de dios: La etapa postrera que es decisiva - Ayuda para predicadores y ministros itinerantes.


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Las profecías de nuestro Señor tocante a Israel tienen directa
relación con el futuro de la Iglesia. ¿Qué es lo que Dios ha
estado haciendo en los últimos años con Israel, y qué es lo
que hará en los días que vienen?

                    La última etapa de la obra de Dios

Lectura: Mateo 24:32-35.
En el evangelio según Mateo el Señor hizo pronunciamientos proféticos de dos diferentes maneras: mediante la acción y mediante las palabras. El Señor actuó y maldijo a la higuera. En esta acción, el Señor estaba prediciendo el futuro del templo de Dios, y también el futuro de la nación de Israel. Así fue como, en el año 70 d.C., cuando los soldados romanos se apoderaron de Jerusalén, la nación de Israel desapareció del planeta.
Pero también tenemos que recordar esta otra profecía de nuestro Señor: "De la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas".
Esta profecía se ha cumplido. El 14 de mayo de 1948 todo el mundo observó el renacimiento de la nación de Israel. Entonces sabemos que nuestro Señor regresará muy, muy pronto. En verdad, desde el 14 de mayo de 1948 muchas profecías han sido cumplidas. Cuando estudiamos las palabras proféticas de
Cristo, nosotros estamos muy seguros de que la venida de nuestro Señor está muy cercana, especialmente después del 11 de septiembre de 2001. Desde esta fecha, no solamente Nueva York está cambiada: los Estados Unidos ya no son los mismos. Y todo el mundo ya no es el mismo. El 11de septiembre ha sido un llamado a despertar para muchos cristianos, que nos lleva a recordar las palabras proféticas de Cristo.

La línea de tiempo de Dios

En la eternidad pasada, Dios tenía un propósito, un plan. De acuerdo a este plan Él entonces empezó a trabajar. Y cuando Dios empezó a trabajar, entonces el universo empezó a moverse. Ahora bien, cualquier físico va a decirnos lo que es el tiempo. La razón por la que nosotros tenemos el tiempo es por el movimiento de este universo. El universo es causado por la obra de Dios.
Entonces, cuando Dios comienza a trabajar, el tiempo comienza. Hoy nosotros tenemos el tiempo. Nosotros ahora podemos entender. Tiempo para nosotros es algo entre dos paréntesis. Nosotros tenemos la eternidad pasada, y tenemos también el futuro eterno. Entre estas dos eternidades está nuestro tiempo. Entonces, cuando nosotros tenemos el tiempo, significa que Dios está ocupado en su obra. ¡Gracias a Dios! Recordemos: Dos mil años atrás, él nos dio a su Hijo unigénito, quien murió por nosotros en la cruz. Nuestro Señor completó la maravillosa obra de la redención. Todo esto es parte del obrar de Dios. Todo esto es parte del propósito eterno de Dios. Ahora nosotros sabemos que éste es el significado del tiempo.
Ahora, hagámonos una pregunta: ¿Cuál es el porcentaje de la obra de Dios que ya ha sido completado? Si vamos a nuestras Biblias, veremos que Dios ha puesto su línea de tiempo allí, la cual nos dice: "Dios va a hacer esto", o "Va a hacer aquello". Agradó a nuestro Padre revelar su maravilloso plan a través de la Palabra de Dios. Por esa razón, estudiando las profecías en la Biblia podemos aprender algo: cuánto de la obra de Dios ya ha sido realizado de acuerdo a la línea de tiempo de Dios.
Yo recuerdo cuando mi hija se iba a casar. Ella tomó todo un año para preparar su matrimonio. Yo quería darle un regalo. Yo le quise comprar un software para que ella pudiera planear su matrimonio. Y aquel software es muy interesante, porque ayudaría a mi hija a realizar todo su plan. Cada vez que ella encendiera el computador, éste le diría: "Quedan solamente 217 días hasta su matrimonio". Y de esta forma ella podría planear su boda, porque tenía muchas cosas que hacer. Aquel software haría una lista de cada una de esas cosas que ella tenía que hacer hasta su boda. Al hacer esto, en verdad ella estaba haciendo una predicción.
Aquella profecía en verdad nos dice que ella estaba trabajando hasta llegar a realizar su boda. Después de un cierto tiempo, ella iría a chequear cuánto tenía listo. Ahora, supongamos que sólo la mitad del trabajo había sido hecho, ello significaría que tenía aún la mitad por hacer. En tal caso, uno podía saber que el matrimonio estaba aún lejos. Pero, supongamos que el 95% del trabajo ya había sido hecho, entonces uno podía estar seguro de que el matrimonio iba a ocurrir muy, muy pronto.
Es por esta razón que tenemos que estudiar profecías. No para satisfacer nuestra curiosidad. Las palabras benditas de Cristo no tienen como objetivo principal satisfacer nuestra curiosidad. Sus palabras proféticas son para que podamos saber de su obra, para que podamos tener las respuestas acerca de cuánto Dios ya ha realizado de su obra.

¿Cuál es la última etapa de la obra de Dios?

Ahora, oigan cuidadosamente: Si ustedes van a la Biblia, encontrarán más de 1800 profecías. Eso es casi el 27 % de toda la Biblia. De estas 1800 profecías, uno descubre que sólo hay 737 eventos independientes. De éstos, hay 590 eventos principales. Ahora bien: Si la Biblia está llena de profecías, entonces ¿cuál es el porcentaje de cumplimiento de esas profecías? De acuerdo a los eruditos bíblicos, de los 590 principales, 570 de ellos ya se cumplieron. En toda la Biblia quedan solamente 20 eventos que no se han cumplido. La tasa de cumplimiento es de más del 97%. Y esto nos prueba que de verdad la Biblia es la Palabra de Dios.
¿Qué más significa esto? Que nuestro Dios casi está alcanzando el final de su obra. Cuando Dios termine su obra, entonces el tiempo terminará. Entonces, ésta la última parte de la historia humana. Así que, esta estadística nos dice dos cosas: La Biblia verdaderamente es la Palabra de Dios. Y segundo: Dios ya está casi terminando su obra.
Ahora, una pregunta más: ¿Cuál es la última etapa de la obra de Dios? Antes de que nuestro Señor regrese, nosotros no podemos darnos el lujo de perder nuestro tiempo. Tenemos que hacer juntos la obra de Dios. Yo les hago una pregunta: ¿Están ustedes haciendo la obra de Dios, o ustedes están haciendo su obra para Dios? Hay una gran diferencia aquí. Nosotros estamos demasiado ocupados hoy en día.
Había un hombre anciano que había perdido a su esposa. Pero su hija de verdad conocía el corazón de su padre. No importaba cuán ocupada estuviera, ella estaba siempre allí para comer con su papá. Pero diez días antes de Navidad ella desapareció. Ella se fue de casa y su padre quedó muy solitario. Él echó mucho de menos la presencia de su hija. Entonces, la noche de Navidad ella volvió con un maravilloso regalo para su papá. Ella había ocupado diez noches intentando hacer un chaleco para él. Entonces su papá lloró, y le dijo: "Te agradezco lo que tú has hecho por mí, pero cuán grande era mi deseo de que tú estuvieras conmigo cada atardecer." ¡Oh, hoy nosotros estamos muy ocupados!
Según nuestro Señor, había un padre que tenía un hijo pródigo que se fue de casa, y un día retornó. Pero no debemos olvidar que el padre tenía dos hijos.
No solamente el hijo pródigo es hijo pródigo. También el hijo mayor es un hijo pródigo. Un hijo pródigo lejos, otro hijo pródigo en casa. Él estaba muy ocupado en los campos, tanto, que no pudo simpatizar con el corazón de su padre cuando éste estaba tan contento porque su hijo menor había regresado a casa. Debemos recordar: El hijo mayor estaba muy ocupado, sí, pero nunca entró en el regocijo de su padre.
Entonces, hermanos y hermanas: Si Dios en verdad va a completar su obra - y si nosotros no estamos engañados- tenemos que descubrir cuál es la última etapa de la obra de Dios. Así que, cuando nosotros estudiamos las profecías podemos conocer algo acerca de la voluntad eterna de Dios. Es una tragedia para los obreros que estén tan ocupados con la obra de Dios que no conocen el tiempo de la obra de Dios. Y ellos pierden la fase final de la obra de Dios.
Entonces, hermanos, ¿cuál es la fase final de la obra de Dios? ¿Por qué nuestro Señor profirió algunas profecías referentes a Israel? Ahora bien, las profecías acerca de Israel son muy importantes.

Israel es una parábola

Cuando uno escudriña la Biblia surgen muchas preguntas acerca de Israel.
Cuando volvemos a las palabras proféticas de Cristo, encontramos una frase muy importante: "De la higuera aprended la parábola". Recordemos:
Cualquier cosa relacionada con Israel no es otra cosa sino una parábola. ¿Cuál es la lección tras esa parábola? Si usted sabe cómo responder a esta pregunta, entonces está muy cerca de entender cuál es la última etapa de la obra de Dios. Entonces va a responder a su llamamiento y seremos uno con su obra. Especialmente cuando el tiempo es muy, muy corto. ¿Por qué nuestro Señor dijo: "De la higuera aprended la parábola"? ¿Habrá profecías acerca del futuro de Israel detrás de eso? Sí, pero Dios desea enseñarnos algo mucho más profundo. Algo que va a intentar tocar nuestro corazón.
Si ustedes conocen bien la Biblia, verán que Abraham habría de tener dos clases de descendientes. Unos serían como la arena a orillas del mar. Los otros serían como las estrellas de los cielos. Y esto representa el pueblo terrenal de Dios y el pueblo celestial de Dios, respectivamente. Dios tiene un pueblo terrenal, Israel, pero Dios tiene también su pueblo celestial, la iglesia.
Cristo ama su Iglesia y se entregó a sí mismo por ella. Cristo no sólo los ama a ustedes y me ama a mí. La iglesia es el cuerpo de Cristo. Ella está siempre muy profundo en el corazón de nuestro Señor Jesucristo. Ahora, ¿cuál es el futuro de Israel? Esa parece ser nuestra preocupación. Pero si uno verdaderamente conoce la voluntad eterna de Dios, va a surgir en seguida otra pregunta: ¿Cuál es el futuro de la Iglesia?
¿Usted piensa que la iglesia tiene un mañana? Vamos a ser honestos, ¿cuál es la verdadera condición de la iglesia hoy? Según la Biblia, Cristo amó a la iglesia, y él va a lavar su cuerpo con su palabra, y un día va a presentársela a sí mismo una iglesia gloriosa. Ahora bien, ¿no es esto una profecía? Pero miremos alrededor, leamos la historia de la Iglesia, y veamos, ¿cuál es nuestra historia? ¿Nosotros nos atrevemos a decir "la iglesia tendrá un mañana"? Cuando nuestra carne está sentada en el trono, las divisiones son inevitables. Pero, ¿no es verdad que el Señor se va a presentar a sí mismo una Iglesia gloriosa? ¿Estamos nosotros trabajando en esta dirección? ¿Una iglesia que vaya a satisfacer el corazón de Dios? No solamente va a satisfacer nuestro corazón. Es por eso que la Biblia dice que él se va a presentar a sí mismo una iglesia gloriosa, santa y sin mancha. Vamos a hacernos de nuevo la pregunta: ¿Tiene la iglesia un mañana? Nuestro tiempo está acabando. El Señor está regresando muy pronto. Ahora, ¿cuál es la etapa final de la obra de Dios? La respuesta es la siguiente: Vamos a aprender la parábola de la higuera. El principio aquí es muy sencillo. Si miramos el Antiguo Testamento veremos cómo Dios ha tratado con su pueblo terrenal; si miramos el Nuevo Testamento, nosotros vamos a aprender cómo Dios trata con su pueblo celestial. Entonces vamos a descubrir una ley espiritual: que del mismo modo cómo él ha tratado con su pueblo terrenal él trata con su pueblo celestial. Cuando miramos la historia del pueblo terrenal y la comparamos con la historia del tratamiento a su pueblo celestial, nos llevamos una sorpresa: Usted va a descubrir que las dos
historias corren paralelas. Las profecías acerca de su pueblo terrenal son las mismas profecías acerca de su pueblo celestial. Si usted estudia la profecía, va a descubrir que hay una línea de interpretación. Todos los estudiantes de la Biblia saben que la profecía bíblica tiene el llamado "cumplimiento doble". Hay muchas profecías en que vamos a encontrar el cumplimiento inmediato y también el cumplimiento remoto. Pero más que eso, "cumplimiento doble" significa que las mismas reglas deben aplicarse al pueblo terrenal y al pueblo celestial. Cuando uno mira la historia de los dos pueblos, ellas son paralelas, y si uno mira a su futuro, ellos también son paralelos.
Déjeme ilustrar esto. Vayamos a la historia de Israel. ¿Cuántas veces Israel estuvo en cautiverio? Dos veces. Una, 500 años a.C., cuando fueron llevados cautivos a Babilonia. Después, en el año 70 d.C., el pueblo de Israel fue llevado cautivo una vez más. Esta vez no fue cautivo a Babilonia, sino cautivo a toda la tierra. El pueblo de Israel fue dispersado, y recién después de 1800 años, el 14 de mayo de 1948, ellos empezaron a retornar de todos los extremos de la tierra. Ahora, 500 años antes de Cristo, luego que habían sido llevados cautivos a Babilonia, regresaron de Babilonia. En 1948, habiendo estado cautivos en el mundo, regresaron de 104 naciones de todo el mundo.
Entonces, hay dos cautiverios y dos regresos a su tierra. Esta es la historia del pueblo de Israel. ¿Qué decir acerca del pueblo celestial?
Si ustedes estudian la historia de la Iglesia, van a ver que cuando la Iglesia estaba en el tiempo de las tinieblas, fue llevada cautiva a Babilonia. Pero cuando Martín Lutero y Juan Calvino fueron levantados por el Señor, ellos sacaron a los cautivos de Babilonia. Desde entonces nosotros tenemos una Biblia abierta, y tenemos la verdad de la justificación por la fe. ¡Gracias al Señor! Ahora, si volvemos a la historia de la Iglesia, a los siglos XIX y XX, uno descubre que la Iglesia ha estado cautiva en todo el mundo. No solamente cautiva en un sistema. El pueblo de Dios está dividido. Entonces Dios tiene que llamarlos de vuelta de los cuatro extremos de la tierra para que regresen a su voluntad.
Si nosotros estudiamos la historia del pueblo celestial vamos a descubrir que es exactamente la misma. Luego que la Iglesia fue llevada cautiva a Babilonia hubo solamente un sistema, un sistema falso, pero después la Iglesia fue separada de Babilonia. Todo está de acuerdo a la Biblia. Sin embargo, nosotros hoy estamos divididos. Si nosotros somos honestos ¿dónde está el pueblo de Dios hoy? Nosotros hemos sido dispersados. Nosotros somos como los huesos secos desparramados por todo el mundo. No hay más vida.
La iglesia debería ser el cuerpo de Cristo, pero la muerte entró en el cuerpo, porque nuestra carne está en el trono.
Tenemos división tras división. Entonces nos hacemos una pregunta: ¿Tiene la iglesia un mañana? ¿En verdad creemos que un día Cristo se la va a presentar como una Iglesia gloriosa? Nuestro único aliento, nuestra única esperanza, viene de la palabra profética de Cristo. Por esta razón, cuando nosotros estudiamos las profecías de Israel, estamos estudiando las profecías de la Iglesia. Todo lo que ha ocurrido con el pueblo terreno, también va a ocurrir con el pueblo celestial. No tengo tiempo para pasar por esto punto por punto, pero permítanme intentar resumir esto rápidamente. Vamos a intentar descubrir lo que va a suceder con el futuro de Israel y con el futuro de la Iglesia.

Cuatro significados de la higuera

Cuando hablamos del renacimiento de la nación de Israel, la Biblia compara a Israel con la higuera. Si volvemos al Antiguo Testamento, y hacemos un estudio completo acerca de la higuera vemos que la higuera representa a la nación de Israel. Pero no sólo eso. (Le voy a dar solamente la conclusión. No tenemos tiempo para probar esto). La higuera también representa la tierra de Israel, la ciudad de Jerusalén, y el templo en Jerusalén.
Algunas veces nosotros hacemos demasiado simple esta higuera. Una vez que nos acostumbramos a interpretar la higuera sólo como la nación de Israel, entonces el cumplimiento de esta profecía está limitado solamente a lo que ocurrió el 14 de mayo de 1948. Pero la higuera también se refiere a la tierra de Israel. ¿Qué significa eso? Que no solamente la nación de Israel va a renacer otra vez, también el pueblo de Israel va a regresar a su propia tierra.

Esto es muy importante.

Así que, tenemos aquí, al menos, dos significados. Uno es el renacimiento de la nación; otro es el regreso del pueblo de Israel de nuevo a su tierra. En el principio, los creadores del movimiento de Sion tenían un sueño, ellos deseaban crear su nación en Sudamérica, en Argentina. Ellos deseaban tener su propia nación. Ellos sabían que era imposible regresar a Israel, entonces ellos deseban recrear su nación dentro del territorio argentino. Pero eso nunca aconteció. De acuerdo a las profecías de nuestro Señor, no solamente la
nación de Israel iba a renacer, sino que ellos tendrían que retornar a su propia tierra. El gobierno de Inglaterra les hizo una sugerencia: "No regresen al Medio Oriente. Nosotros les vamos a dar un territorio muy grande en Uganda.
Ustedes pueden construir su nación allá." Eso tampoco aconteció. Ahora nosotros todos sabemos, el pueblo de Dios regresó de más de 100 naciones, y algunos de ellos regresaron de Chile, y otros incluso regresaron de China.

La profecía ha sido maravillosamente cumplida.
Pero más que eso, la higuera representa también la ciudad de Jerusalén. ¿Eso qué significa? Significa que la ciudad de Jerusalén algún día tendría que retornar al seno de Israel. Por casi dos mil años durante cada una de las Pascuas ellos se han saludado unos a otros: "El próximo año en Jerusalén". Esto ha sido un sueño de los israelitas por más de 1900 años. En el año 1967, en la Guerra de los Seis Días, para sorpresa de todo el mundo, la ciudad de Jerusalén retornó al seno de Israel. Pero hay más. Sabemos que el templo de Dios fue destruido; hoy no tenemos ningún templo sobre el monte Moriah. Pero tenemos que recordar que, como
parte de la restauración de Dios, vamos a ver que finalmente, antes del regreso del Señor, el templo será reconstruido. Amados hermanos y hermanas, esta higuera involucra estos cuatro aspectos.

La reconstrucción del templo
Ahora, vamos a hacer una pregunta. ¿Es posible que algún día sobre el monte Moriah no haya ninguna mezquita, sino que esté allí el templo?
Ustedes saben muy bien, que si algo como eso ocurre, eso significaría una guerra santa en todo el mundo. La quinta parte de la población humana nunca permitiría que eso ocurriera. Durante la Guerra del Golfo algunas personas oraban porque supieron que Hussein iba a usar misiles para atacar a Israel, y como suponían que esos misiles no tendrían mucha precisión, ellos oraban para que cayeran sobre el monte Moriah. Así el problema se habría resuelto. Pero no es tan sencillo. Este es un problema que ninguno hoy en día puede resolver. El monte Moriah es un monte en Jerusalén. Ahora, si el mundo es tan grande, ¿por qué los descendientes de Isaac y los descendientes de Ismael están peleando por ese único monte? Por algunos hallazgos arqueológicos, ellos descubrieron que dentro de la mezquita se encuentra una gran roca que ellos
piensan es el lugar donde Abraham ofreció a Isaac. Pero hay algo más sorprendente aún: los arqueólogos descubrieron que sobre aquella roca hay una depresión rectangular que tiene el mismo tamaño de las dimensiones del arca. Y eso significa que aquel pedazo de roca sería el fundamento del Lugar Santísimo. Si algún día el templo de Dios tiene que ser reconstruido, el Lugar Santísimo debería quedar sobre esa roca. Así que tenemos que escoger, o tenemos la mezquita o tenemos el templo. O lo uno o lo otro.
Así que, las cosas son más complejas aún. Ellos no sólo luchan por la misma área de la cumbre de la montaña, sino también por la piedra. Por esta razón, algunos años atrás, con la ayuda de los Estados Unidos ellos intentaron encontrar una solución. Israel estaba dispuesto a entregar hasta el 92% de los territorios que los palestinos deseaban, pero las conversaciones de paz fracasaron.
Hay solamente dos puntos invo-lucrados. Eso tiene siempre algo que ver con la higuera. ¿Cuáles son los dos puntos? Primero, Arafat desea hacer de Jerusalén su capital. Segundo, él desea ser representante del mundo musulmán, para así recuperar la soberanía del monte del templo. Como ustedes pueden ver, eso se torna un problema muy difícil. Es por eso que hoy tenemos un conflicto tan cerrado.
Cuatro movimientos de restauración
Así que, hermanos, hay cuatro movimientos de restauración de Dios con Israel. Primero, la nación; segundo, la tierra; tercero, la ciudad, cuarto, el templo.
¿Es posible que el tercer templo vaya a ser reconstruido? La respuesta es muy sencilla. ¿Fue posible que ellos se constituyeran en una nación independiente el 14 de mayo de 1948? Aquello era casi imposible. Era un milagro que la nación de Israel habría de renacer. Lo mismo se aplica al pueblo que regresaría a la tierra. Pero, ¿qué ocurrió en 1967? Jerusalén volvió a ser el centro de la nación de Israel. Y a menos que Dios cambie su dedo nada va a ocurrir. Dios está intentando enseñar al pueblo de Israel que todo es por gracia, que todo es una obra milagrosa de Dios.
Entonces, ¿cómo es posible que un día el templo de Dios pueda ser reconstruido? Desde el punto de vista humano eso es casi imposible. Pero amados hermanos y hermanas, si ustedes entienden la parábola de la
higuera, aprendan la lección: antes del regreso de nuestro Señor, aunque hayamos estado cautivos en este mundo, aunque estemos divididos, él se va a presentar a sí mismo una iglesia gloriosa. Ahora bien, el templo de Dios siempre tipifica la iglesia. Si el templo de Dios puede ser reconstruido, si esto es verdad con el templo terrenal de Dios, va a ser verdad con el templo celestial de Dios. Nosotros debemos regocijarnos, porque Dios no fracasará.
El templo de Dios representa la iglesia; Jerusalén representa el testimonio de Dios; la tierra representa las insondables riquezas de Cristo; la nación de Israel representa el reino de Dios que vendrá sobre la tierra. Hermanos y hermanas, de nuevo tienen que ocurrir estos cuatro movimientos de la restauración de Dios. Y eso va a cubrir la última etapa de la obra de Dios.
Entonces, la iglesia significa el templo y la ciudad significa el testimonio de Dios. Cuando Cristo se presente a sí mismo su iglesia gloriosa, entonces tendremos un testimonio para este mundo, y es esto lo que Jerusalén
representa. En las cartas del apóstol Pablo, la tierra representa las riquezas insondables de Cristo. Si tan sólo creemos en la obra que Dios está haciendo hoy, la iglesia nunca debería estar en pobreza. Cuando nosotros nos reunimos tenemos que descubrir las insondables riquezas de Cristo. Un día, cuando la iglesia esté en su condición gloriosa, entonces vamos a descubrir que solamente Cristo estará sentado sobre su trono. Cuando Cristo es la Cabeza de la iglesia, cuando Cristo está sentado en el trono, eso es el cielo en la tierra. Es el reino de los cielos sobre la tierra.
Todo está conectado con Israel. Un día, esto será cumplido en la Iglesia. Por esta causa, si nosotros volvemos a la Biblia, vamos a descubrir algunas profecías más que se van a cumplir en Israel y que, al mismo tiempo, se van a cumplir en la iglesia. Esto es lo que Dios va a hacer. Esto es la última etapa de la obra de Dios.
Hermanos y hermanas, nuestro tiempo está contado. Tenemos que preguntarnos a nosotros mismos ¿somos nosotros uno con la obra de Dios, o nosotros estamos involucrados con nuestra obra? ¿Estamos trabajando para Dios o estamos trabajando en la obra de Dios? Si nosotros estamos trabajando en la obra de Dios, entonces nosotros tenemos que conocer cuál es la última etapa de Su obra.
Sí; toda la carne alrededor de nosotros nos va a desilusionar; la condición espiritual de la iglesia nos va a desanimar y vamos a desistir; pero gracias a Dios, sólo Dios puede hacer Su obra. Si nosotros intentamos trabajar, nosotros sin duda vamos a fracasar. Pero Dios nunca fracasará. Nosotros no somos indispensables. Sólo Cristo es indispensable. Si nosotros vemos esto, entonces por causa de las profecías de Cristo nosotros vamos a ser animados. Sabemos que, finalmente, Cristo se presentará a sí mismo una
iglesia gloriosa.
Que el Señor pueda hablar a nuestros corazones. Yo estoy muy animado, porque, aunque hoy estamos divididos, por la Palabra del Señor nosotros sabemos que él se presentará a sí mismo una iglesia gloriosa.

¿Estamos en tiempo de guerra?: Ayuda ministerial para obreros y ministros itinerantes


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En medio de la aguda crisis internacional actual es posible hallar palabras de seguridad, porque Dios tiene todo bajo control. El autor alienta la esperanza de que, al fin de este conflicto, muchas puertas se abrirán para la predicación del evangelio.

Tiempo de guerra

Eclesiastés dice que hay un tiempo para la paz y hay un tiempo para la guerra. Estas son palabras bastante espantosas, pero en ese mismo pasaje sigue diciendo que todo lo que hace Dios es para siempre; sobre ello no se añadirá, ni de ello se disminuirá, ya que Dios lo ha hecho. Esto es para mí una afirmación y declaración muy significativa por el Espíritu de Dios en este tan a menudo mal entendido libro de Eclesiastés.
Me parece que aquí es exactamente donde estamos en este tiempo. Muy a menudo hemos confiado en el Salmo 33:11, "El consejo de Jehová permanecerá para siempre; los pensamientos de su corazón por todas las generaciones". El versículo 10 dice: "Jehová hace nulo el consejo de las naciones". Ahora, nulo es nada, no importa cuántas las veces usted lo multiplica, ello todavía es igual a nada. Y el Señor dice que él trae el consejo de las naciones a nada, sea esto el "Road Map" (1) , o el acuerdo de Oslo, o el Plan de paz Saudita, o cualquier otro, Él trae estas cosas a nada. Una pequeña palabra hebrea es interesante "mach'sha'vot", ella significa que no sólo los pensamientos, sino los proyectos y estrategias son nada. Él trae los proyectos, las estrategias, las ideas de los pueblos y los hace nulos. Pero las estrategias del Señor permanecen y son eficaces para cada generación - la nuestra incluso. Entonces encuentro esta palabra tremenda para estar firmes en estos días; y otra palabra es la de Isaías 46:10, "Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que yo quiero".
Lo que yo siento es que estamos en la antesala de algo inmenso, mucho más grande y más significativo que la guerra antiterrorista o la guerra contra Irak.
Lo que todavía no sé, pero siento en mi espíritu, es que algún propósito vital de Dios va a ser cumplido. Esto podría ser la salvación de la casa de Israel, lo cual explicaría el violento y creciente antisemitismo y el odio hacia Israel, y su creciente aislamiento en todo el mundo.
No hay nada que enfurezca tanto a Satanás como la perspectiva de la redención genuina de Israel. Este odio violento y este aislamiento de Israel, posiblemente llegarán a ser la medida real por la cual el Espíritu Santo lo conducirá a la Salvación de Dios. Esto también podría ser una guerra santa islámica, emprendida por militantes islámicos, no sólo sobre Israel, sino también sobre las naciones occidentales llamadas cristianas, en particular sobre los Estados Unidos y el Reino Unido. Esto podría ser el cumplimiento de Ezequiel 38.
No hay duda sobre la posición de los militantes Islámicos. Uno apenas necesita mencionar a Osama Bin Laden o la red Al-Qaeda, por ejemplo. Escuche, sin embargo, al doctor Abdel Aziz Rantisi, el líder y portavoz de Hamas (2) : "Una de las fuentes de la fuerza iraquí estaría en la disposición de su gente a morir como mártires y otra característica de su fuerza es que los iraquíes deberían tener un ejército de mártires. Los enemigos de Alá y los enemigos de esta gente son cobardes; ellos anhelan vida mientras los musulmanes anhelan el martirio. Las asombrosas operaciones suicidas de martirio pueden asegurar la siembra del horror en los corazones de los enemigos, y el horror es una de las causas de su derrota." Él agregó: "No hay ningún otro camino sino establecer miles de escuadrillas de mártires, que son bombarderos suicidas, en un aparato secreto quienes por ahora tienen a su disposición la capacidad, además de miles de sofisticados cinturones
explosivos con una poderosa capacidad explosiva para causar mucho daño.
Estos mártires deben ser entrenados en el Corán para estimularlos al heroísmo y el honor." Más adelante él dijo: " La guerra en Irak no es inevitable, pero si ocurre, la arrogancia del Occidente seguramente lo conducirá a su fin. Si han determinado actuar con la agresión y el terror contra la nación Islámica, su primera derrota será en Irak."
Ahora bien, me parece muy interesante que él haya usado las palabras "su primera derrota será en Irak ". En otras palabras, Rantisi, obviamente se pregunta si el Corán y la predicción del Hadith de que habría una gran guerra en la última fase de la historia mundial entre el Islam y el resto del mundo, finalmente ha venido.
El hecho es simple: pese a todo lo que nuestros medios de comunicación y gobiernos puedan decir, esforzándose en mostrar que el Islam es una religión que ama la paz, la no violencia y todo lo demás, el hecho es simple: el Islam tiene una agenda y aquella agenda es la conquista del mundo. Esto habla de
una batalla final que ocurrirá en la última fase de la historia mundial, en la que el Islam triunfará y el mundo se hará musulmán.
Si, como firmemente creo, el Islam finalmente será derrotado, esto abrirá las puertas para millones de jóvenes musulmanes para encontrar al Señor. Dos veces antes, el Islam militante ha sido derrotado en batallas en las que debería haber ganado debido a su aplastante superioridad militar en ese tiempo. La primera ocurrió en la batalla de Tours, en Francia, el 10 de octubre 732, y la segunda fue en la batalla de Viena el 12 de septiembre 1683. En ambas batallas pareció que el Islam ganaría debido a su fuerza, a su superioridad en armas y en número, pero en ambos casos fue derrotado y aquella derrota en ambos casos condujo a los musulmanes a la desmoralización y al estancamiento de Islam, en gran parte debido a la creencia en una predestinación fatalista según la cual Alá predestina todas las cosas, el bien y mal, y por lo tanto habría predestinado su derrota.
Si, como yo creo, el Islam militante será derrotado totalmente en los próximos años, esto causará la desilusión de una generación entera de juventud musulmana. Esto también podría causar otra guerra mundial, la tercera, que conduzca a la manifestación y el poder del Anticristo. Pero no estoy seguro de que el mundo esté listo aún para él.

Dos expresiones proféticas 
En una conferencia reciente de oración, en Jerusalén, cuando el Señor concedió mucha unción, siento que hubo dos expresiones proféticas: una, que la guerra viene, y la otra, que el poder del Islam será roto. Pienso que casi todos, si no todos en aquella conferencia de oración, creen que eso es verdad. Lamentablemente, esto es un tiempo para la guerra, como la Escritura dice, pero cuando el Señor lo hace, Él obra de tal manera que nada puede ser añadido a lo que Él está haciendo, ni nada puede ser quitado de ello. Él ha dicho que removerá todo lo que puede ser removido para que queden las cosas inconmovibles. Si sólo por la gracia de Dios estamos en el Mesías, en Cristo, seremos inconmovibles como él. Descubriremos y experimentaremos que Él es nuestro Amparo, nuestra Torre Alta, nuestro Refugio, nuestra Fortaleza, que cualquiera que permanezca en el lugar secreto del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente. Esto tiene que ser un muy gran consuelo y fortaleza a todos de nosotros que estamos en el centro de este conflicto.
Desde hace años la gente siempre me ha preguntado: "¿Es seguro ir a Israel? ¿Cómo usted puede vivir en Israel?" Pero hoy parece que la situación ha alcanzado al resto del mundo. ¿Hay algún lugar que sea realmente seguro en el presente? Yo no sé. Aquí estamos en 2003 enfrentando lo desconocido.
Tendría que ser una persona muy valiente para predecir qué está por venir. Sobre lo que estoy absolutamente seguro es que el Señor tiene todo bajo control. Estoy también absolutamente seguro de que el Señor tiene los intereses de Israel sobre Su corazón, y Él ni dormirá, ni dormirá en guardar esos intereses. Él cumplirá Su palabra, como he dicho, hasta la última letra. Venga lo que venga.
También creo que los juicios de Dios están más allá de Israel. Los cambios de clima, el calentamiento de la tierra, los terribles incendios en los Estados Unidos este verano pasado, y después en Australia, las advertencias de inundación en Gran Bretaña recientemente. Varias cosas. Recuerdo cuando el Señor me dijo: "Yo me he levantado con ira y usaré todas estas cosas físicas para poner las naciones al revés, y tocaré sus economías, donde duele más". Yo creo que el Señor está enfadado. El mundo va, actualmente, en dirección a un choque con el Todopoderoso. Y si va a haber problema, es mejor que sea con el Señor antes que con las naciones.

Un pueblo para sí
Podemos decir que Dios está preparando un pueblo para sí, y aquellos de ustedes que vienen de un trasfondo gentil y han venido a la fe salvadora en nuestro Señor Jesús, sabemos que ustedes son parte de esto que Dios está haciendo. Y Él usará todas estas tensiones y el deterioro descendente del carácter nacional en cada parte del mundo para lo mejor. Él lo usará para conducirnos más y más lejos en Su gracia y Su poder. Que el Señor les ayude a orar por nosotros, y a invocar al Señor para que Él muestre su gracia para con nosotros y que Él abra los ojos de los que le pertenecen a Él.
Que el Señor les ayude, les bendiga, y les guarde. Esta es mi oración para todos ustedes.

La exigencia maternal: Un drama para el dia de la madre - Escuela Dominical

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10 Minutos y 2 Personajes. Dos chicas se quejan de sus madres pero al final, si tuvieran que elegir a una madre volverían a elegir a la suya.

LA MADRE ES MUY EXIGENTE
PERSONAJES

MELISA
ESTEFANÍA
(Las muchachas entran juntas, pasan cruzando suavemente mientras hablan)

MELISA ¿Tú piensas que tu mamá sea exigente? Mi madre me hace limpiar mi habitación aún cuando no esperamos visitas.

ESTEFANÍA. Mi madre me hace quitar las manchas del teléfono, aún cuando nadie más necesita usarlo.

MELISA (Manos sobre caderas, imitando.) ¡Usted podría sembrar papas debajo de esa cama, jovencita!

ESTEFANÍA. (Manos sobre caderas, imitando.) ¡Hay otras personas en esta familia, jovencita!

AMBAS. ¡Madre!

MELISA ¿Aún tu madre te da una escupidera?

ESTEFANÍA. Y justamente en público. “Tienes algo en tu barbilla” (lo demuestra, se lame, con los dedos pretende quitar el tizne o la mancha restregando la barbilla de MELISA)

MELISA (Lo demuestra, se lame, con los dedos pretende quitar el tizne o la mancha restregando la barbilla de ESTEFANÍA.) “Aquí, déjame limpiártela”.

AMBAS. ¡Madres!

MELISA Y ¿por qué yo parezco tener la única madre en el pueblo que insiste en despedirse con un beso cada vez que me deja en la escuela?

ESTEFANÍA. Y cuando ella me recoge.

MELISA En los labios.

ESTEFANÍA. Justo frente al chico que estoy tratando de impresionar.

AMBAS. ¡Madres!

MELISA Yo perdonaría a tu mamá el no hablar de la talla de tu ajustador en la reunión familiar (cruzándose los brazos frente al pecho.)

ESTEFANÍA. ¿Qué te parece en la pizzería? Justo frente a otros 14 jugadores de fútbol (cruzándose los brazos frente al pecho.)

AMBAS. ¡Madres!

ESTEFANÍA. ¿Y cuántas veces le he dicho a mi madre que estoy muy vieja para llevar panties de los ositos?

MELISA ¿Y qué decir de las panties Mickey Mouse?

ESTEFANÍA. ¿Y el Pato Donald?

AMBAS. ¡Madres!

ESTEFANÍA. ¿Realmente mi madre piensa que seré mejor ciudadana si aprendo a sacar la basura sin recordármelo?

MELISA ¿Hay alguien más en la escuela completa cuya madre insista en acompañarla a CADA actividad de muchachos SOLTEROS de la escuela?

ESTEFANÍA. ¿Te arrastra tu mamá a todos esos banquetes Madre-Hija?

MELISA ¿Y qué hay con todo este compromiso madre-hija?

AMBAS. ¡Madres!

ESTEFANÍA. "Come tus vegetales, son buenos para ti."

MELISA "No te inclines, siéntate derecha."

ESTEFANÍA. "Di por favor."

MELISA "Di gracias.”

ESTEFANÍA. "Haz tu quehacer."

MELISA "Tú no vas a usar ESE vestido para la iglesia, ¿verdad?”

AMBAS. ¡Madres!

ESTEFANÍA. Si tú pudieras escoger una madre en todo el ancho mundo, ¿cómo la escogerías?

MELISA Mi Mami.

ESTEFANÍA. Yo también.

MELISA Yo no cambiaría ni una cosa.

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