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lunes, 28 de septiembre de 2015

Saber qué harán los hombres con su libertad no es lo mismo que ordenar lo que deben hacer, contra su libre elección. El conocimiento de Dios no es necesariamente incompatible con el libre albedrío.

RECUERDAEl que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6








Si Dios existe,¿Qué clase de Dios es?

INTERROGANTES ACERCA DE DIOS


La existencia de un Dios personal y moral es el fundamento de todo lo que creen los cristianos. Si no hay un Dios moral no hay un ser moral contra quien pecar; por lo tanto, no se necesita salvación. Más aún, si no hay Dios, sus actos (milagros) no pueden existir, y los relatos acerca de Jesús solo pueden entenderse como ficción o mitos. Por lo tanto, la primera pregunta a tratar en la preevangelización es: «¿Existe Dios?» La segunda está muy relacionada con la anterior: «Si existe, ¿qué clase de Dios es?»

En este estudio contestamos ambas preguntas. 


¿EXISTE DIOS?

ARGUMENTOS A FAVOR DE LA EXISTENCIA DE DIOS

Tradicionalmente se usan cuatro argumentos básicos para probar la existencia de Dios: 

  • cosmológico, 
  • teleológico, 
  • axiológico y 
  • ontológico; 
vocablos técnicos que definimos así: 

  • argumento a partir de la creación (cosmos significa creación); 
  • argumento a partir del diseño o propósito (telos significa propósito); 
  • argumento a partir de la ley moral (axios significa juicio); y, el 
  • argumento a partir del ser (ontos significa ser).


  Historia del argumento a partir de la creación

  Pablo dijo que todos los hombres conocen acerca de Dios «porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa» (Romanos 1:19–20). Platón es el primer pensador conocido que desarrolló todo un argumento basado en la causalidad. Aristóteles siguió su línea. Los filósofos musulmanes Al Farabi y Avicenna también recurrieron a este tipo de razonamiento, al igual que el pensador judío Moisés Maimónides. En el pensamiento cristiano, Agustín, Santo Tomás, Anselmo, Descartes, Leibniz, y otros hasta nuestros días, lo hallaron valioso y lo han hecho el argumento más ampliamente conocido de la existencia de Dios.


El argumento a partir de la creación

La idea básica de este argumento es que, así como hay un universo, este debió ser causado por algo más allá de él mismo. Esto se basa en la ley de la causalidad, la cual dice que todo objeto finito es causado por otro diferente a él. Este argumento asume dos formas distintas que trataremos por separado. La primera indica que el universo necesita una causa inicial; la segunda, que necesita otra causa actual para continuar existiendo.


El universo fue causado en el principio

Este argumento afirma que el universo es limitado porque tuvo un principio, y que tal principio fue originado por algo más allá del universo mismo. Esto puede formularse de la siguiente manera:

    1.      El universo tuvo un comienzo.
    2.      Lo que tiene un comienzo debe haber sido causado por otra cosa.
    3.      Por lo tanto, el universo fue causado por otra cosa, y esa causa fue Dios.

Para evitar esa conclusión algunos dicen que el universo es eterno; que nunca tuvo comienzo, que siempre existió y nada más. Carl Sagan señaló: «El cosmos es todo lo que es, fue alguna vez, o será». Pero tenemos dos respuestas a esa objeción. La primera de ellas es que la prueba científica respalda fuertemente la idea de que el universo tuvo un comienzo. El punto de vista que casi siempre sostienen quienes proclaman que el universo es eterno —llamada teoría del «estado constante» conduce a algunos a creer que el universo está produciendo constantemente átomos de hidrógeno a partir de la nada.2 Sería mucho más sencillo creer que Dios creó el universo a partir de la nada.

Además, el consenso de los científicos que estudian el origen del universo es que éste se formó de una manera súbita y cataclísmica, lo que llaman teoría del Big-bang o la Gran Explosión. La prueba principal de que el universo tuvo un comienzo es la segunda ley de la termodinámica, que afirma que el universo se está quedando sin energía utilizable. Es decir, que si está agotándose, no puede ser eterno. «Alguien tuvo que darle cuerda para que se esté acabando». Otra prueba del Big-bang es que todavía podemos encontrar radiación de esa explosión y ver el movimiento que ha causado. 

Robert Jastrow, fundador y director del Instituto Goddard de Estudios Espaciales de la NASA, dijo: «Debe haber una explicación lógica del explosivo nacimiento de nuestro universo; y si existe, la ciencia no puede hallar cuál es esa explicación. La pesquisa científica del pasado termina en el momento de la creación».

Más allá de la evidencia científica que demuestra que el universo empezó, hay una razón filosófica para creer que el mundo tuvo un punto de partida. Este argumento muestra que el tiempo no puede regresar a la eternidad pasada. Se ve que es imposible pasar por una serie infinita de momentos.

Uno puede imaginarse que pasa por un número infinito de puntos sucesivos en el vacío, moviendo el dedo de un punto a otro, pero el tiempo no tiene dimensiones ni es imaginario. Es real, y cada momento que pasa consume tiempo que no podemos recuperar; es más que pasar el dedo a través de un número interminable de libros en una biblioteca. Uno nunca llega al último libro. Aunque piense que lo ha hecho, siempre puede agregarse uno más, otro y otro … Uno nunca puede terminar una serie infinita de objetos materiales.

Si el pasado es infinito (lo cual es otra manera de decir: «Si el universo siempre hubiera existido sin un comienzo»), nunca habríamos podido pasar por el tiempo para llegar a hoy. Si el pasado es una serie infinita de momentos y justo ahora es donde termina, habríamos pasado por una serie infinita, y eso es imposible. Si el mundo nunca hubiera tenido un principio, no habríamos podido llegar a hoy. Pero llegamos a hoy; de modo que el tiempo debe haber empezado en algún punto particular del pasado y hoy ha llegado a un tiempo definido desde entonces. Por lo tanto, el mundo es un hecho finito, después de todo, y necesita una causa para su comienzo.

  Dos clases de series infinitas

  Hay dos clases de series infinitas: una es abstracta y otra concreta. La serie infinita abstracta es un infinito matemático. Por ejemplo, como cualquier matemático sabe, hay un número infinito de puntos en una línea entre el extremo A y el B, no importa cuán corta o larga sea la línea. Digamos que los puntos son dos sujetalibros separados por un metro. Ahora, como todos sabemos, aunque haya un número infinito de puntos matemáticos abstractos entre los dos sujetalibros, no podemos poner un número infinito de libros entre ellos, ¡no importa cuán delgadas sean las páginas! Tampoco importa cuántos metros de distancia pongamos entre los sujetalibros, pues, de todos modos, no podemos poner un número infinito de libros entre ellos. De manera que si las series infinitas matemáticas abstractas son posibles, no lo son las series infinitas reales.

Ahora que sabemos que el universo necesitó una causa para su comienzo, prosigamos con la segunda forma del argumento, la cual muestra que también necesita una causa para continuar existiendo.


El universo necesita una causa para su existencia continua

Algo nos mantiene existiendo precisamente ahora, en este momento, para que no desaparezcamos sin más ni más. Algo ha causado no solo que el mundo sea (Génesis 1:1) sino que también continúe y conserve su existir en el presente (Colosenses 1:17). El mundo necesita tanto una causa originadora como una causa conservadora. En cierto sentido, es la pregunta más elemental que podemos hacer: «¿Por qué hay algo en vez de nada?» Eso puede plantearse de la siguiente manera:

  1. Las cosas finitas, cambiantes, existen. Por ejemplo, yo. Debo existir para negar que existo; de modo que, de una u otra manera, debo existir realmente.
  2. Cada cosa finita, cambiante, debe ser causada por otra cosa. Si es limitada y cambia, no puede existir independientemente. Si existiera independiente o necesariamente, debería haber existido siempre sin ninguna clase de cambio.
  3. No puede haber un regreso infinito de estas causas. Es decir, uno no puede seguir explicando cómo esta cosa finita causa esta otra, la que a su vez causa otra cosa finita, y continuar con lo mismo. En realidad, eso es posponer indefinidamente la explicación. Eso no explica nada. Además, si hablamos de por qué existen cosas finitas en el presente, no importa cuántas causas finitas pueda uno alinear como explicación puesto que, a su debido momento, habrá una causa que origine su propia existencia, lo que es simultáneamente efecto de esa causa. Eso carece de sentido. Por lo tanto, ningún regreso infinito puede explicar por qué existo hoy.
  4. En consecuencia, debe haber una primera causa incausada de toda cosa finita cambiante que existe. Este argumento muestra por qué debe haber una causa conservadora, presente, del mundo pero no nos dice mucho sobre qué clase de Dios existe. ¿Cómo sabemos que esta causa es realmente el Dios de la Biblia?


DOS ASPECTOS DE LA CREACIÓN



Argumento a partir del propósito (diseño)

Este argumento, como otros que mencionaremos brevemente, razona a partir de un aspecto específico de la creación, para ir luego al Creador que lo puso ahí. Argumenta a partir del diseño al Diseñador inteligente.

    1.      Todo diseño implica un diseñador.
    2.      Hay un gran diseño en el universo.
    3.      Por lo tanto, debe haber un Gran Diseñador del universo.

Conocemos la primera premisa por experiencia. Cada vez que vemos un diseño complejo sabemos, por esa experiencia, que provino de la mente de un diseñador. Los relojes implican relojeros, los edificios suponen arquitectos, las pinturas implican pintores, los mensajes codificados presuponen un emisor inteligente. Siempre tenemos esa expectativa porque la vemos ocurrir una y otra vez. Esta es otra manera de establecer el principio de la causalidad.

Además, mientras mayor el diseño, mayor su diseñador. Los castores construyen represas con troncos pero nunca han hecho una como la de Hoover, en Colorado, E.U.A. De igual manera, si sentamos mil simios ante una máquina de escribir nunca escribirán un Hamlet. No obstante, Shakespeare lo hizo en el primer intento. Mientras más complejo el diseño, mayor la inteligencia requerida para producirlo.

  Historia del argumento a partir del diseño

  «Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien» (Salmo 139:13–14). William Paley (1743–1805), en respuesta al nacimiento de la «Ilustración» y del método científico, insistía que si alguien encontraba un reloj en un campo, concluiría correctamente que hubo un relojero, debido al claro diseño. Lo mismo debía decirse del diseño encontrado en la naturaleza. El escéptico David Hume llegó a aseverar ese argumento en su libro Dialogues Concerning Natural Religion [Diálogos acerca de la religión natural], como hicieron otros pensadores. Sin embargo, hubo tanto oponentes como defensores de esta teoría. El clásico defensor fue William Paley, y el oponente más famoso, David Hume.

Aquí debemos mencionar que hay una diferencia entre los patrones sencillos y el diseño complejo. Los copos de nieve o los cristales de cuarzo tienen patrones sencillos, repetidos una y otra vez, aunque se debe a causas naturales por completo. Por otro lado, no encontraríamos frases escritas en piedras si no existieron seres inteligentes que las escribieran. 

Eso no ocurre de manera natural. La diferencia radica en que los copos de nieve y los cristales de cuarzo tienen un simple patrón repetido. Pero el lenguaje comunica información compleja, no la misma cosa una y otra vez. Esta información compleja acontece cuando se dan condiciones definidas a los elementos naturales. Por lo tanto, un minero no se sorprende cuando ve pequeñas piedras redondas en un arroyo, porque la erosión natural las redondea de esa manera. 

Pero si encuentra una punta de flecha, deduce que un ser inteligente modificó deliberadamente la forma natural de la piedra. Advierte aquí cierta complejidad que las fuerzas naturales no explican. Ahora bien, el diseño del cual hablamos en este argumento es uno complejo y no simples patrones; mientras más complejo sea el diseño, mayor la inteligencia requerida para producirlo.

Aquí es donde entra la siguiente premisa. El diseño que captamos en el universo es complejo. El universo es un intrincado sistema de fuerzas que obran en conjunto para el beneficio integral del todo. La vida es un desarrollo muy complejo. Una sola molécula de ADN, el «ladrillo» elemental de toda vida, lleva la misma información que un tomo de una enciclopedia. Nadie que vea una enciclopedia tirada en un bosque, dudaría en pensar que tuvo una causa inteligente, de modo que cuando encontramos una criatura viva compuesta de millones de células construidas por ADN, debemos presuponer que, de igual manera, tiene una causa inteligente detrás. Aun más claro es el hecho que algunas de estas criaturas vivas son inteligentes también. Hasta Carl Sagan reconoce que:

  «El contenido de información que hay en el cerebro humano, expresado en bits, puede ser comparable con el número total de conexiones entre las neuronas: aproximadamente cien trillones, o sea 100.000.000.000.000, de bits. Si esa información se escribiera, digamos en español, llenaría unos veinte millones de tomos, tantos como hay en las bibliotecas más grandes del mundo. Ese equivalente a veinte millones de libros yace en la cabeza de cada uno de nosotros. El cerebro es un lugar muy grande en un espacio muy pequeño … La neuroquímica del cerebro, asombrosamente activa, es el circuito de una máquina mucho más maravillosa que cualquiera que los seres humanos hayan diseñado».

Algunos objetan este argumento basándose en el azar. Dicen que cuando se lanzan los dados, puede darse cualquier combinación. Sin embargo, esto no es muy convincente por varias razones. Primero, el argumento del diseño no es en verdad un argumento a partir del azar sino, precisamente, del diseño mismo, que sabemos tiene una causa inteligente por nuestras repetidas observaciones. Segundo, la ciencia se basa en la observación repetida, no en el azar; por lo cual esta objeción planteada al argumento del diseño o propósito no es científica. Finalmente, aunque hubiera un argumento aleatorio (probabilístico), las posibilidades indican que es mucho más probable que haya un diseñador. Un científico calculó la probabilidad de que una sola célula animal surgiera por pura casualidad en 1 en 1040000. Las probabilidades de que un ser humano, infinitamente más complejo que una célula, surja al azar son demasiado bajas para calcularlas. La única conclusión razonable es que hay un Gran Diseñador tras el diseño del mundo.


El argumento a partir de la ley moral

Pueden plantearse argumentos similares basados en el orden moral del universo, más que en su orden físico. Estos postulan que la causa del universo debe ser moral, además de poderosa e inteligente.

    1.      Todos los hombres son conscientes de una ley moral objetiva.
    2.      Las leyes morales suponen un Legislador de ellas.
    3.      Por lo tanto, debe haber un supremo Legislador moral de la ley.

Este argumento sigue también el principio de la causalidad en un sentido, pero las leyes morales son diferentes a las naturales que ya examinamos. Las leyes morales no describen lo que es, prescriben lo que debe ser. No son sencillamente una descripción de la manera en que se comportan los hombres, ni se conocen observando lo que ellos hacen. Si lo fueran, nuestro concepto de moralidad sería, por cierto, diferente. Las leyes morales nos dicen, en cambio, lo que los hombres deben hacer, háganlo o no. Así que, todo «deber» moral procede de más allá del universo natural. No se puede explicar con nada de lo que sucede en el universo, ni se puede reducir a lo que hacen los hombres en el universo. Trasciende el orden natural y requiere una causa trascendente.

  Historia del argumento moral

  Este argumento no ganó prominencia sino hasta comienzos del siglo diecinueve, luego que se publicaran los escritos de Emanuel Kant. Este insistía en que no había forma de acceder al conocimiento absoluto de Dios, y rechazaba todos los argumentos tradicionales sobre su existencia. Sin embargo, aprobó el planteamiento moral, no como prueba de la existencia de Dios, sino como forma de mostrar que es un postulado necesario para la vida moral. En otras palabras, no podemos saber que Dios existe, pero debemos actuar como si existiera para que la moral tenga sentido. Pensadores posteriores a Kant, refinaron el argumento para demostrar que hay cierta base racional de la existencia de Dios en la moralidad. También se ha intentado refutar la existencia de Dios basándose en la moral e ideas procedentes de Pierre Bayle y Albert Camus.

Algunos alegarán que esta ley moral no es realmente objetiva; que es solo un juicio subjetivo que procede de los postulados sociales. No obstante, este punto de vista no considera el hecho de que todos los hombres reconozcan las mismas cosas malas (como el asesinato, la violación, el robo, la mentira). Además, la crítica que este criterio plantea se parece mucho a un juicio subjetivo porque dice que nuestros juicios de valor son erróneos. Ahora bien, si no hubiera una ley moral objetiva, entonces no podría haber juicios de valor correctos ni erróneos. 

Si nuestras perspectivas acerca de la moralidad son subjetivas, entonces las de ellos también lo son. Pero si afirman efectuar una declaración objetiva sobre la ley moral, entonces presuponen que hay una ley moral en el acto mismo de tratar de negarlo. Quedan así atrapados en ambos sentidos. Hasta su declaración «nada sino» exige conocer «más que», lo que muestra que se adhieren, secretamente, a alguna norma absoluta que trasciende los juicios subjetivos. Por último, hallamos que aun aquellos que dicen que no hay orden moral, esperan ser tratados con equidad, cortesía y dignidad. Si uno de ellos planteara esta objeción y le replicáramos con un: «¡Cállese! ¿A quién le interesa lo que usted piensa?», comprobaríamos que cree que hay algunos «deberes» morales. Cada uno espera que los otros sigan algún código moral, hasta aquellos que pretenden negarlos. La realidad es que la ley moral es un hecho innegable.

  ¿Igual, diferente o similar?

  ¿Cuánto nos parecemos a Dios? ¿Cuánto puede decirnos un efecto acerca de su causa? Algunos dicen que el efecto debe ser exactamente el mismo que su causa. Las cualidades del efecto, tales como la existencia o la bondad, son las mismas que las de su causa. Si eso fuera cierto, todos deberíamos ser panteístas, porque todos somos Dios, eternos y divinos. Otros, reaccionan diciendo que somos diferentes de Dios totalmente, que no hay similitud entre lo que Él es y lo que somos nosotros. 

Pero eso significaría que no tenemos conocimiento positivo de Dios; solo podríamos decir que Dios es «no esto» y «no aquello», y jamás qué es Él. Lo equilibrado es afirmar que somos similares a Dios: lo mismo, pero en una manera diferente. La existencia, la bondad, el amor, todo eso significa lo mismo para nosotros y para Dios. Nosotros lo tenemos en forma limitada, en cambio Él es ilimitado. De modo que podemos decir qué Dios es, aunque en algunas cosas debamos también decir que no es limitado como nosotros: es «eterno», «inmutable», «incorpóreo», etc.


Argumento a partir del ser

Un cuarto argumento intenta demostrar que Dios debe existir por definición, y señala que cuando accedemos a la noción de qué es Dios, la idea supone necesariamente la existencia. Hay varias formas de este argumento, pero veamos solo la idea de Dios como Ser perfecto.

    1.      Toda la perfección que se pueda atribuir al ser más perfecto posible (concebible) debe atribuírsele a Él (de otro modo, no sería el ser «más perfecto posible»).
    2.      La existencia necesaria es una perfección atribuible al Ser más perfecto.
    3.      Así que, debe atribuirse la existencia necesaria al Ser más perfecto.

  Historia del argumento a partir del ser

  Cuando Dios le reveló su nombre a Moisés, dijo: «YO SOY EL QUE SOY», dejando muy en claro que la existencia (el ser) es su principal atributo (Éxodo 3:14). Anselmo de Canterbury, monje del siglo XI, usó esta idea para formular una prueba de la existencia de Dios a partir de la noción de Dios, sin tener que buscar la evidencia en la creación. Anselmo se refirió a ella como «prueba a partir de la oración», porque pensaba en ella mientras meditaba en la idea de un ser perfecto; de aquí, el nombre del tratado donde se expone esta prueba: el Monologium, que significa orar en un solo sentido, En el Proslogium, otra de sus obras, Anselmo dialoga con Dios sobre la naturaleza, y también desarrolla un argumento a partir de la creación. Este argumento, en filosofía moderna, se encuentra en las obras de Descartes, Spinoza, Leibniz y Hartshorne.

Par responder la primera cuestión, la existencia necesaria significa que algo existe y no puede no existir. Cuando decimos esto de Dios, significa que para Él es imposible no existir. Esta es la clase más perfecta de existencia porque no puede dejar de ser.
Este argumento logra demostrar que nuestra idea de Dios debe incluir la existencia necesaria, pero no comprueba que Dios exista de modo real. Demuestra que debemos pensar en Dios como existente necesariamente; pero no prueba que exista necesariamente. Este es un error que ha confundido a mucha gente, por el que uno no debe sentirse mal. El problema es que solo habla de la manera en que pensamos acerca de Dios, y no existe o no, en realidad. Debería reformularse de esta manera:

    1.      Si Dios existe, lo concebimos como un Ser necesario.
    2.      Por definición, un ser necesario debe existir sin poder no existir.
    3.      Por lo tanto, si Dios existe, debe existir sin poder no existir.

Es como decir: Si hay triángulos, deben tener tres lados. Por supuesto, puede que no haya triángulos. El argumento jamás supera ese «si» inicial. Nunca llega a probar la gran cuestión que afirma responder. La única manera de hacer que ese argumento pruebe que Dios existe es introducir subrepticiamente el argumento a partir de la creación, lo cual puede ser útil porque demuestra que si hay Dios, existe en forma necesaria. Eso hace diferente esta noción de Dios en cuanto a otras maneras de concebirlo, como veremos más adelante.

  Todos los caminos conducen a una causa

  Hemos visto que todos los argumentos tradicionales se apoyan, en última instancia, en la idea de la causalidad. El argumento a partir del ser necesita la confirmación de que algo existe y que en ese algo se encuentra la perfección y el ser. El argumento a partir del diseño presupone que el diseño fue causado. Igualmente, la moralidad, la justicia y la verdad, son propios de argumentos que creemos tuvieron una causa como recurso básico que demuestra la existencia de Dios, pues, como dijera un estudiante, es el argumento «causamológico».

Ahora la pregunta del millón: Si todos estos argumentos tienen alguna validez pero se apoyan en el principio de causalidad, ¿cuál es la mejor manera de probar que Dios existe? Si responde: «El argumento a partir de la creación», está en la pista correcta. Pero, ¿y si combinamos estos argumentos en un todo uniforme que pruebe qué clase de ser es Dios, y asimismo su existencia? A esto nos dedicaremos en las siguientes páginas.


¿QUÉ CLASE DE DIOS EXISTE?

Si queremos demostrar que Dios existe y que es el Dios de la Biblia, debemos comprobar que todas las cosas planteadas por los argumentos mencionados son verdaderas. Cada una contribuye algo a nuestro conocimiento de Dio, y en conjunto forman un cuadro que solo puede corresponder al único y verdadero Dios.


DIOS ES PODEROSO

El argumento a partir de la creación prueba no solo que Dios existe sino que tiene poder. Solamente un Dios con increíble poder puede crear y sostener todo el universo. Su energía tiene que ser mayor que toda la que haya tenido a su disposición la creación completa, pues Él no solo causó todas las cosas sino que las mantiene juntas y existentes, e incluso sostiene su propia existencia. Eso es más poder de lo que podemos imaginar.


DIOS ES INTELIGENTE

Hasta Carl Sagan reconoce que el diseño del universo es muchísimo más que lo que el ser humano puede concebir. El argumento a partir del diseño nos demuestra que aquello que causó al universo no solo tuvo gran poder sino además gran inteligencia. Dios conoce las cosas inclusive las que no podemos entender. Esto abre la posibilidad de que Dios sepa todas las demás cosas, no obstante nos ocuparemos de eso más adelante. Por ahora baste decir que Dios, al menos, sabe todo lo que hay que saber acerca de la manera en que pensamos, porque diseñó nuestros cerebros.


DIOS ES MORAL

La existencia de la ley moral en la mente de un Legislador tal nos demuestra que Dios es un Ser moral. Él no está por encima de la moralidad (como algunos reyes piensan que lo están), ni por debajo de ella (como una roca). Dios es moral por naturaleza. Esto significa que parte de lo que sabe es la diferencia entre lo bueno y lo malo. Pero avancemos un paso más: No solo es moral; Él es bueno. Sabemos que la gente también fue parte de su creación, y que ella mantiene el reflejo de Su imagen. Que las personas siempre esperen un trato mejor que las cosas así lo demuestra. Aun el que niega el valor de la gente, espera que valoremos su opinión como persona. Pero aquello que crea cosas buenas debe ser bueno en sí mismo (una causa no puede causar lo que no es). Así pues, Dios no es solo moral sino que es bueno.


DIOS ES NECESARIO

El argumento a partir de la idea del ser necesario puede no probar que Dios existe, pero ciertamente nos dice mucho acerca de Él en cuanto sabemos que existe (por el argumento a partir de la creación). Dijimos que la existencia necesaria significa que Él no puede no existir —de modo que no tuvo comienzo ni fin. Pero también significa que Él no puede «llegar a ser» en otra forma. Él debe ser necesariamente como es. No puede devenir en algo nuevo. Eso elimina todo cambio de su ser. Él es inmutable. Sin cambio. El tiempo no puede, porque es solo una manera de medir el cambio, por tanto Él es eterno. Es más, dado que el ser necesario no puede no ser, Él no puede tener límites. Un límite significa «no ser» en algún sentido, y eso es imposible, porque Él es infinito. Además, no puede limitarse a categorías como «aquí y ahora» porque al ser ilimitado debe estar en todas las partes en todos los tiempos, por lo tanto, es omnipresente. Todos estos atributos se entienden cuando comprendemos que Él es necesario.

  El cambio puede ser en esencia, como transformar un perro en caballo; o accidental, como transformar una morena en rubia. Los cambios esenciales modifican aquello que define a una cosa; los accidentales cambian solo los detalles pequeños. Dios no cambia su esencia porque eso significaría no existir (recuerde: Su esencia es existir). Él no puede cambiar ningún detalle suyo porque todo lo que es está envuelto en su existencia. Por lo tanto, es inmutable.

Pero esa necesidad también nos dice algo sobre sus atributos. Debido a ella, Él puede tener solo aquello que tiene necesariamente. Eso significa, como hemos visto, eterno, inmutable e infinito. Así que, aun cuando el argumento a partir de la creación nos dice que Él tiene poder, el argumento a partir del ser muestra que es poder perfecto e ilimitado. El argumento a partir del diseño nos dice que es inteligente, pero su necesidad nos informa que su conocimiento es eterno, inmutable e infinito. El orden moral sugiere que Él es bueno, pero la perfección de su ser quiere decir que debe ser todo bueno en forma perfecta e ilimitada. Todo lo que Dios es debe serlo de acuerdo a su naturaleza; así que su poder, conocimiento y bondad son tan perfectos como su ser.


DIOS ES ÚNICO

Hemos dicho que Dios es todopoderoso, omnisciente, todo bueno, infinito, increado, inmutable, eterno y omnipresente. Pero, ¿cuántos seres como ése puede haber? Él es una clase de «único» por definición. Si hubiera dos seres ilimitados, ¿cómo distinguirlos? Si no tienen límites que definan dónde termina uno ni dónde empieza el otro —de igual manera—, ninguno podría «empezar» o «terminar». Solo puede haber un ser infinito y no otro.


DIOS ES SEÑOR SOBRE LA CREACIÓN

El argumento a partir de la creación hace más que probar que Dios existe; también demuestra que es el Creador. No hay manera de distinguir dos criaturas infinitas, pero Dios es distinto al mundo finito que ha hecho. Todo el argumento a partir de la creación fundamenta que el universo no puede explicar su propia existencia — que no es Dios. Ese mismo punto puede alegarse si consideramos a un individuo. Existo, pero no tengo manera de responder por mi propia existencia. Queda dolorosamente claro que mi ser no es necesario —puedo dejar de existir en cualquier momento, y el mundo sigue adelante sin mí. Puedo encontrarle sentido a mi existencia solo si reconozco un ser infinito, una causa necesaria para mi vida: Aquel que me da el ser. Él tiene control sobre la creación en cuanto es todopoderoso y omnisciente Creador. Dios no solo existe, sino también su creación.


DIOS ES YAHVÉ

¿Es este el Dios de la Biblia? Dios le dijo su nombre a Moisés en la zarza ardiente: «YO SOY EL QUE SOY» (Éxodo 3:14). Eso significa que la característica principal del Dios de la Biblia es la existencia. Su naturaleza misma es existir. Cualquiera puede decir: «Yo soy lo que soy», pero solamente Dios puede decir: «YO SOY EL QUE SOY». Él es el «YO SOY». La Biblia también lo llama eterno (Colosenses 1:17; Hebreos 1:2), inmutable (Malaquías 3:6; Hebreos 6:18), infinito (1 Reyes 8:27; Isaías 66:1), todo bondad (Salmos 86:5; Lucas 18:19), y todopoderoso (Hebreos 1:3; Mateo 19:26). Puesto que todo es lo mismo, en todos los aspectos, y no puede haber dos seres infinitos, este Dios que nos señala el argumento es el Dios de la Biblia.


ALGUNAS OBJECIONES

SI TODO NECESITA UNA CAUSA, ENTONCES ¿QUÉ CAUSÓ A DIOS?

Esta pregunta se plantea muy a menudo. El problema es que la gente no escucha bien lo que decimos. No dijimos que todo necesita una causa; indicamos que todo lo que tiene un principio necesita una causa. Solo los entes finitos necesitan una causa. Dios no tuvo comienzo; Él es infinito y necesario. Dios es la causa incausada de todas las cosas finitas. Si Él necesitara una causa, empezaríamos con una regresión infinita de causas que nunca respondería la pregunta. Tal como son las cosas, no podemos preguntar: «¿Quién causó a Dios?» porque Dios es la primera causa. No se puede ir más allá de lo primero.


SI DIOS CREÓ TODAS LAS COSAS, ¿CÓMO SE CREÓ A SÍ MISMO?

Nuevamente, solo los seres finitos necesitan causas. Los seres necesarios no. Nunca dijimos que Dios es un ser autocausado pues eso es imposible. Sin embargo, podemos hacer de esta objeción un argumento en pro de Dios. Solo hay tres clases posibles de seres: autocausados, causados por otro e incausados. ¿Cuáles somos nosotros? Imposible que seamos autocausados respecto a la existencia; no podemos traernos a la existencia a nosotros mismos. Ser incausado significa que somos seres infinitos, eternos, necesarios, y no somos eso; de modo que debemos ser causados por otro. Y si somos causados por otro, ¿qué clase de ser es ese? Repito, imposible que sea autocausado, pues si lo fuera, supondría otro que lo cause, lo cual conduce a una regresión infinita; así que Él debe ser incausado.


LAS DECLARACIONES ACERCA DE LA EXISTENCIA NO SON NECESARIAS

Algunos críticos han intentado una prueba ontológica contraria a Dios, diciendo que no podemos hablar de Él en términos de verdades necesarias. Sin embargo, esa misma afirmación demuestra ser necesaria en cuanto a Dios, al decir que tales declaraciones no pueden hacerse. Ahora bien, es una declaración necesariamente verdadera o no lo es. Si lo es, el acto mismo de afirmarse prueba que es falsa, pues dice que tales declaraciones son imposibles. Si no es necesariamente verdadera, son posibles algunas declaraciones necesarias y la objeción se esfuma. Seamos justos: si pueden hacer declaraciones negativas sobre la existencia (Dios no existe), ¿por qué no podemos hacerlas positivas?


LA LEY MORAL ES ARBITRARIA O TRASCIENDE A DIOS

Bertrand Russell preguntaba de dónde derivó Dios la ley moral. Él afirmaba que esa ley, o trasciende a Dios, y que éste está sujeto a ella (y por ende, no es el bien definitivo), o es una selección arbitraria de códigos que se originaron en la voluntad de Dios. De modo que Dios o no es definitivo o es arbitrario; y en todo caso es indigno de ser adorado. Russell no logra agotar las posibilidades, por lo que podemos esquivar las derivaciones de este dilema. Nuestro punto de vista es que la ley moral se arraiga en la bondadosa y amante naturaleza de Dios. Esto no es algo que trasciende a Dios, sino que es inherente a Él. Es imposible que Dios desee algo que no concuerde con su naturaleza. Dios es bueno y no puede querer arbitrariamente el mal. Así que no hay dilema.


¿PUEDE DIOS HACER UNA MONTAÑA TAN GRANDE QUE NO PUEDA MOVERLA?

Este es otro cuestionamiento carente de significado. Pregunta: «¿Hay algo que sea más que el infinito?» Imposible, lógicamente, que algo sobrepase al infinito, ya que este no tiene fin. Lo mismo se aplica a preguntas como: «¿Puede Dios hacer un círculo cuadrado?» Es como si preguntara: «¿Cómo huele el azul?» Esto es un error categórico —los colores no huelen ni los círculos pueden ser cuadrados. Son imposibilidades lógicas que se contradicen a sí mismas cuando tratamos de pensar en ellas. La omnipotencia de Dios no significa que pueda hacer lo que es imposible, sino que tiene poder para hacer todo lo que es realmente posible, aunque sea imposible para nosotros. Puede controlar cualquier montaña que haga, poniéndola donde quiera y desintegrarla si lo desea. No se puede pedir más poder que ese.


SI DIOS NO TIENE LIMITES, DEBE SER: BUENO Y MALO, EXISTENTE Y NO EXISTENTE, FUERTE Y DÉBIL

Cuando decimos que Dios es ilimitado, queremos decir que es ilimitado en sus perfecciones. Ahora bien, el mal no es una perfección, sino una imperfección. Lo mismo es cierto en cuanto a la no existencia, la debilidad, la ignorancia, la finitud, la temporalidad, u otra característica que suponga limitación o imperfección. Podríamos decir que Dios es «limitado» respecto a que no puede acceder a limitaciones como tiempo, espacio, debilidad, mal; al menos no como Dios. Solo está «limitado» por su ilimitada perfección.


SI DIOS ES UN SER NECESARIO, TAMBIÉN LO ES EL MUNDO

Esto supone que un ser necesario debe hacer todo lo que haga necesariamente, pero nuestra definición era que Él debe ser todo lo que Él es. Todo eso que es en la naturaleza de Dios, es necesario, pero todo lo que Él hace lo extiende más allá de su naturaleza y lo hace por su libre albedrío. Uno ni siquiera puede decir que Él necesitara crear. Su amor puede haberle dado el deseo de crear, pero no exigió que lo hiciera. Él debe ser como es, aunque puede hacer lo que le plazca en la medida que no contradiga su naturaleza.


SI DIOS ES ETERNO, ¿CUÁNDO CREÓ AL MUNDO?

Esto plantea una cuestión confusa. Como seres finitos, podemos imaginar un momento antes del comienzo del tiempo, aunque en realidad no hubo tal cosa. Dios no creó al mundo en el tiempo; Él es responsable de la creación del tiempo. No hubo tiempo «antes» del tiempo. Solo hubo eternidad. La palabra «cuando» supone que hubo tiempo antes del tiempo. Es como preguntar: «¿Dónde estaba el hombre que saltó del puente?» ¿En el puente? Eso era antes de que saltara. ¿En el aire? Eso fue después que saltó. En esta pregunta, «cuando» supone que hay un punto concreto para una acción procesal. Saltar es el proceso que va del puente al aire. La pregunta respecto a la creación trata de introducir a Dios en el tiempo en vez de ponerlo en el inicio. Podemos hablar de la creación del tiempo pero no en el tiempo.


SI DIOS SABE TODO, Y SU CONOCIMIENTO NO PUEDE CAMBIAR, TODO ESTÁ PREDETERMINADO Y NO HAY LIBRE ALBEDRÍO

Saber qué harán los hombres con su libertad no es lo mismo que ordenar lo que deben hacer, contra su libre elección. El conocimiento de Dios no es necesariamente incompatible con el libre albedrío. No es difícil decir que Dios creó a los hombres con libre albedrío de modo que pudieran devolverle su amor, aunque Él sabe que algunos no lo decidirían así. Dios es responsable del hecho de la libertad, pero los hombres son responsables por sus actos de libertad. Dios puede aun persuadir a los hombres a que tomen ciertas decisiones, pero no hay razón para suponer que coercione una decisión que destruya la libertad. Él obra de manera persuasiva, no coercitivamente.


DIOS NO ES MÁS QUE UNA MULETA SICOLÓGICA, UN DESEO, UN REFLEJO DE LO QUE ESPERAMOS SEA CIERTO

Esta clase de argumento comete un grave error: ¿Cómo saben los hombres que Dios «no es más que» un reflejo, si no tienen un conocimiento superior? Para tener la seguridad de que el límite de la realidad es la conciencia del hombre y que nada hay más allá de ella, uno debe superar los linderos de esa conciencia. Pero si uno puede hacerlo, es que no hay límites. Esta objeción dice que nada existe fuera de nuestras mentes, pero para decir eso uno debe pasar los límites de su propia mente. Si la objeción fuera cierta, debería ser falsa. Se anula a sí misma.

Fue un ascenso prolongado, pero tenemos un firme argumento de que Dios —y no solo un Dios— existe. En este punto nos sentimos tentados a cruzarnos de brazos y sentarnos como si no hubiera otras preguntas que se pudieran formular. Sin embargo, apenas establecimos que este Dios existe; no hemos demostrado que sea cierto todo lo que la Biblia dice que Él hizo o dijo. Además, no hicimos mucho por distinguir esta definición de Dios de cualquier otro concepto de Él. 

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sábado, 8 de agosto de 2015

Habrá juicio sin misericordia contra aquel que no hace misericordia. ¡La misericordia se gloría triunfante sobre el juicio!

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
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Información 


BOSQUEJOS EXPOSITIVOS
SANTIAGO 2:1-13

1 Hermanos míos, tened la fe de nuestro glorioso Señor Jesucristo, sin hacer distinción de      personas. 
    2 Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y ropa lujosa, y            también entra un pobre con vestido sucio, 
       3 y sólo atendéis con respeto al que lleva ropa lujosa y le decís: "Siéntate tú aquí en                buen lugar"; y al pobre le decís: "Quédate allí de pie" o "Siéntate aquí  a mis pies",  
           4 ¿no hacéis distinción entre vosotros, y no venís a ser jueces con malos criterios? 
             5 Amados hermanos míos, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo,                    ricos  en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman? 
                 6 Pero vosotros habéis afrentado al pobre. ¿No os oprimen los ricos, y no son                          ellos los que os arrastran a los tribunales? 
                     7 ¿No blasfeman ellos el buen nombre que ha sido invocado sobre vosotros? 
                        8 Si de veras cumplís la ley real conforme a las Escrituras: Amarás a tu                                     prójimo como a ti mismo,  hacéis bien. 
                            9 Pero si hacéis distinción de personas, cometéis pecado y sois                                                reprobados por la ley como transgresores. 
                              10 Porque cualquiera que guarda toda la ley pero ofende en un solo                                            punto se ha hecho culpable de todo. 
                                  11 Porque el que dijo: No cometas adulterio, también dijo: No cometas                                       homicidio.  Y si no cometes adulterio, pero cometes homicidio, te                                            has hecho transgresor de la ley. 
                                      12 Así hablad y así actuad, como quienes están a punto de ser                                                    por la ley de la libertad. 
                                           13 Porque habrá juicio sin misericordia contra aquel que no hace                                                 misericordia. ¡La misericordia se gloría triunfante sobre el                                                        juicio! 

Normas Cristianas de Valor


Santiago 2:1–13

En esta sección Santiago vuelve a un tratamiento más completo de su preocupación, expresada en 1:9–11, por una adecuada actitud cristiana hacia la riqueza. Su advertencia está claramente en línea con el énfasis del propio Jesús en que no podemos servir al mismo tiempo a Dios y al dinero (cf. Mt. 6:24). La advertencia de Santiago es apoyada también por Pablo: “Porque raíz de todos los males es el amor al dinero” (1 Ti. 6:10). El problema es tan viejo como el hombre, pero la admonición de Santiago es tan pertinente hoy en día como los consejos de los médicos de someterse a exámenes físicos regulares para detectar a tiempo los síntomas de cáncer.

  A.      UNA FALSA MEDIDA DE LOS HOMBRES, 2:1–4

La preocupación específica de Santiago es que una congregación cristiana no trate de cortejar el favor de los ricos por causa de sus riquezas. ¿Están estas palabras dirigidas hoy directamente a una iglesia de clase media? ¿Están dirigidas a una congregación nueva que se esfuerza por establecerse en la comunidad? ¿Nos hablan a nosotros cuando tratamos de atraer a personas que pueden pagar el presupuesto? Todas éstas son metas válidas ¡pero la Biblia nos exhorta a cuidarnos! Santiago nos amonesta a no mostrar parcialidad hacia las personas de ingresos elevados cuando vienen, ni darles un trato preferencial en nuestros esfuerzos por ganarlas. Cuando lo hacemos no somos como Jesús.

    1.      El mandamiento (2:1)

El verso 1 debiera leerse como un mandamiento en línea con la naturaleza imperativa de la epístola. Pero Santiago empieza su amonestación donde debe empezar toda amonestación efectiva—identificándose con aquellos a quienes reprueba. Escribe hermanos míos (1) y hermanos míos amados (5). Como sabio dirigente eclesiástico, Santiago pide a sus lectores que juzguen sus conductas a la luz de su suprema fidelidad cristiana—vuestra fe en nuestro… Señor Jesucristo. Estaba escribiendo a hombres y mujeres cristianos. Ellos estaban bien conscientes del significado de la fe cristiana—la religión que Cristo había traído al mundo. Acepción de personas significa parcialidad; la exhortación es: “No mostréis prejuicios ni parcialidad” (Amp. N.T.). Phillips presenta la exhortación gráficamente: “Nunca intentéis, hermanos míos, combinar el esnobismo con la fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo.”


    2.      La ilustración (2:2–4)

Hoy en día estos versículos constituyen una pauta de ética para los ujieres de la iglesia. Pero en la iglesia del siglo I probablemente estuvieran dirigidos, no a un ujier, sino a cualquier miembro de la congregación que tuviera un asiento escogido para el servicio. Tal vez Santiago había observado esta clase de trato preferencial en la iglesia de Jerusalén o en alguna congregación vecina que había visitado. La congregación (2; gr., sinagoga, VM.) sería el lugar en que los cristianos—probablemente un grupo mixto de judíos convertidos y gentiles—se reunían para el culto. Es el mismo término empleado para las sinagogas judías. Era ésta una palabra y una forma de culto que la iglesia primitiva tomó directamente de sus antepasados hebreos. Debe notarse, sin embargo, que este es el único lugar en el Nuevo Testamento en que se llama “sinagoga” a una congregación cristiana.

Podemos suponer que el hombre con anillo de oro y el pobre, serían visitantes, no miembros regulares. Hay diferencia de opinión acerca de si eran visitantes cristianos o no cristianos. Esto, sin embargo, no cambia la verdad espiritual del pasaje. La actitud mostrada era equivocada en ambos casos. Y si el hombre bien vestido era una persona de la clase descrita en 6–7, aunque fuera miembro, su profesión religiosa había hecho poco para transformar su vida. 

La acción anticristiana era juzgar inmediatamente el valor del hombre por la apariencia de su atuendo. El anillo de oro indicaría un hombre de rango senatorial o un noble romano. Durante los primeros años del imperio solamente esta clase de hombres tenían derecho de usar un anillo así. Ropa espléndida significa una toga blanca, como la que usaban a menudo los candidatos a funciones públicas. “Acepción” (3, VM.) debe entenderse en el sentido de prestar especial atención al hombre de apariencia próspera. En la sinagoga por lo general había sillas u otra clase de asientos para los ancianos y los escribas. En esos asientos se ofrecía un lugar de honor a una persona de rango. Las de menor rango permanecían de pie o se sentaban en el suelo. Bajo mi estrado puede leerse “a mis pies” (RSV).

¿No hacéis distinciones (“sois parciales”, VM.) entre vosotros mismos? (4) tiene dos interpretaciones posibles. Algunos piensan que significa hacer distinciones entre los miembros, dividiendo así la iglesia. The Amplified New Testament traduce así: “discriminando entre los vuestros.” Otros interpretan la frase simplemente como un pensamiento paralelo a la segunda mitad del versículo. La NEB traduce todo el versículo: “¿No veis que sois inconsecuentes y juzgáis con normas falsas?” Jueces con malos pensamientos, es decir, que piensan con motivos erróneos. Aquí había jueces que estaban empleando normas erróneas de medición. ¿Cuáles eran los malos pensamientos de estos cristianos equivocados? (1) Que las ropas finas son señales de hombres buenos, y las ropas raídas de un carácter malo. (2) Que el valor de las personas se puede medir por su riqueza. (3) Que la situación financiera debe influir en la aceptación en la iglesia. (4) Que los “sistemas de castas” sociales y económicas son aceptos a Cristo y apropiados para su iglesia.


  B.      UNA VERDADERA MEDIDA DE LOS HOMBRES, 2:5–7

Santiago escribe usando estilos muy diversos. A menudo escribe breves sentencias que nos recuerdan a los proverbios. Pero aquí es tan cuidadoso como Pablo en desarrollar la secuencia de su argumento.


    1.      Dios elige a los pobres (2:5–6a)

Oíd (5) significa: “Un momento, prestad atención.” Es comparable al uso que hace Jesús de “de cierto, de cierto os digo” (cf. Jn. 3:5). Aquí Santiago reprueba a sus hermanos, pero es la reprobación del amor a los hermanos míos amados. El es sensible al maltrato de los pobres y a las acciones a menudo endurecidas e inhumanas de los ricos (cf. 5:1–6). Pero no defiende a los pobres por su pobreza ni ataca a los ricos porque son ricos. Tanto su defensa como su ataque se basan en otros hechos; hechos que admite como generalmente ciertos de las respectivas clases.

El argumento de Santiago es habéis afrentado (6) a aquellos que ha elegido Dios (5). “No es que Dios haya limitado su elección a los pobres, sino que, como lo muestra la historia, ellos han sido su primera elección (véase Lc. 1:52; 1 Co. 1:26).” Y la elección de Dios no ha sido arbitraria. Es simplemente un hecho que los pobres y los oprimidos se muestran más obedientes al evangelio que los ricos que dependen del poder de su dinero. En todo caso, Santiago aclara que los pobres, a los que se refiere, son ricos en fe y herederos del reino que ha prometido (Dios) a los que le aman.


    2.      La pobre elección humana de los ricos (2:6b–7)

Para el cristiano simplemente no tiene sentido favorecer a los ricos y desairar a los pobres. Juan Calvino comentaba que es ridículo honrar a nuestros verdugos y mientras tanto injuriar a los amigos. Probablemente Santiago se estuviera refiriendo a judíos ricos. En su Palestina natal, había visto a los ricos fariseos oprimir a la iglesia (Hch. 4:1–4); y tal vez estaba familiarizado con las experiencias de Pablo en las ciudades gentiles (Hch. 13:50; 16:19).
Tres cargos específicos se presentan contra los ricos cuyo favor busca la iglesia. Opresión y comparecer ante los tribunales son los dos primeros; el tercero es blasfemia. En todos ellos Santiago apela al conocimiento del propio lector y a su sentido de lo conveniente. “¿Acaso los ricos no os oprimen, y ellos mismos os arrastran ante los tribunales? ¿No blasfeman ellos aquel nombre honorable del cual vosotros sois llamados?” (VM.) “Del cual vosotros sois llamados” (7) es literalmente que fue invocado sobre vosotros. La referencia señala a la experiencia del bautismo en el cual el buen nombre, es decir, el nombre de Cristo, era invocado sobre ellos. El uso que el escritor hace de el… nombre en lugar de Dios o Cristo parece reflejar su educación judía en la cual siempre había un respeto tan grande por Dios que vacilaban en pronunciar el nombre de la Deidad.


  C.      LA NORMA QUE SIEMPRE ES JUSTA, 2:8–13

    1.      La ley real (2:8)

En este párrafo (8–13) Santiago nos lleva de vuelta, como siempre debemos hacerlo cuando evaluamos el carácter de nuestra conducta, a una norma básica para el cristiano—Amarás a tu prójimo como a ti mismo (8). Siempre haremos bien si hacemos lo que quisiéramos que los otros nos hicieran a nosotros si las condiciones fueran a la inversa.
Esta ley para la guía de la conducta cristiana es conforme a la Escritura. Se la cita del Antiguo Testamento (Lv. 19:18) y fue reafirmada en las enseñanzas de Jesús (Mt. 22:39). Es la ley real porque es la palabra de nuestro Señor; es la ley real porque cuando es observada en acciones, en verdad no podemos quebrantar ninguna de las leyes de Dios que gobiernan nuestras relaciones con nuestro prójimo. Guardar esta ley es guardarlas todas.


    2.      La parcialidad es pecado (2:9–11)

El autor va avanzando hacia la conclusión de su argumento: Si los cristianos observan la ley del amor agradarán a Dios, pero cuando muestran parcialidad cometen un pecado. En 9–11 anticipa una posible objeción. “¿Por qué dar tanta importancia a esta cuestión de la acepción de personas? Es sólo una ofensa que ciertamente no ha de tomarse demasiado en serio.” Santiago refuta esta objeción señalando que quebrantar cualquier parte de la ley es quebrantar toda la ley.

a. Todo pecado quebranta la ley de Dios (2:10). ¿Qué quiere decir Santiago cuando afirma que cualquiera… que ofendiere en un punto (de la ley), se hace culpable de todos? (10). Ciertamente no quiere decir que quebrantar un mandamiento acarrea consecuencias tan malas como quebrantar los diez. Ni que las consecuencias de una falta menor son serias como los resultados de un pecado flagrante. 

Algunos de los estoicos más extremos afirmaban que el robo de un centavo eran tan malo como matar a nuestros padres. Pero Santiago era un cristiano, no un estoico. Jesús enseñó que debemos amar a Dios con todo el corazón. Todo pecado es evidencia de que mi amor a Dios no es completo. Todo pecado, pues, es tan malo como cualquier otro en el sentido de que quebranta mi comunión con Dios. Si ese pecado no es perdonado y esa comunión no es restablecida, uno ha roto su unión vital con Dios. 

En este sentido uno se hace culpable de todos: el guardar todos los otros mandamientos no tiene valor para satisfacer a Dios mientras rechazo su voluntad para mi vida en un solo punto. En este sentido un hombre es “culpable de todos en que quebranta toda la ley, aunque no el todo de la ley, porque ofende contra el amor, que es el cumplimiento de la ley.” Uno no puede cometer el pecado de menospreciar voluntariamente la personalidad humana y ser agradable a Dios más de lo que puede violar cualquier otro mandamiento y retener el favor de Dios.

b. La parcialidad es seria (2:11). En el verso 9 Santiago ha dicho que si hacemos acepción de personas somos convictos por la ley como transgresores. Ahora trata de mostrar la gravedad de esta transgresión. El mismo Dios que dijo: “No cometerás adulterio”, ordenó: “No matarás”—y esta clase de destrucción de la personalidad es homicidio. Santiago refleja aquí la extensión de Jesús del mandamiento contra el homicidio (cf. Mt. 5:21–22). Airarse contra un semejante es devastador; despreciar a una persona es, a los ojos de Dios, una forma de homicidio. Los hombres pueden ser destruidos por una actitud maligna tan efectivamente como por un ataque físico.


    3.      Vivir a la luz del juicio de Dios (2:12–13)

No podemos agradar a Dios en esta vida si nuestra conducta viola la regla de oro. Cuando comparezcamos en el Día del Juicio la misma regla estará en vigor. Por lo tanto Santiago exhorta: Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad (12).

El cristiano no está bajo la ley de Moisés. Desde que vino Cristo estamos bajo la ley de la libertad (12). Somos libres de los pequeños detalles de la ley antigua, pero seremos juzgados por la ley de Cristo—“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente… Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt. 22:37, 39). Esto es a la vez más severo y más benigno que la ley mosaica. “Será un juicio más profundo que el del hombre, porque no se detendrá en preceptos particulares ni aun en la acción exterior, cualquiera que fuere, sino que penetrará el temperamento y el motivo. Por otro lado, elimina todo cuestionamiento acerca del cumplimiento exacto de cada precepto separado. Si ha habido en uno el verdadero espíritu de amor a Dios y amor al hombre, éste es aceptado como el real cumplimiento de la ley.”

Se señala claramente el aspecto severo del juicio del Nuevo Testamento: Juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia (13). Esta es la posición de Jesús en Mateo 6:15: “Si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.” Pero aun así, Dios es un Dios de misericordia, y la misericordia triunfa sobre el juicio.

A la luz de estas verdades uno sólo puede orar: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad” (Sal. 139:23–24). No permitas que peque al ser parcial hacia el rico o menospreciar al pobre, aun bajo nombres más elegantes. Enséñame a juzgar mi conducta a la luz de tu Palabra. No dejes que sea guiado por mis propios temores o por los prejuicios del día en que vivo. Guíame por la senda en la que debo andar; entonces me presentaré ante ti sin temor. En el nombre de Jesús. Amén.

Bosquejo homilético
La igualdad a los ojos de Dios es para todos
2:1–13
Introducción: 
Una de las características de Dios en su soberanía, es que él mira con misericordia a todos los seres humanos por igual y en él no hay variación ni mudanza de su amor.

  I.      La fe del Señor es sin distinción, 2:1–4.
    1.      El Señor ama a todos por igual (v. 1).
    2.      El Señor exige a la congregación igualdad (vv. 2–4).
      (1)      Tanto con el pobre, como con el rico.
      (2)      Tanto con el débil, como con el fuerte.

  II.      La elección del Señor es sin distinción, 2:5–11.
    1.      A los pobres de este mundo (vv. 5–7).
      (1)      A quienes hace ricos en fe.
      (2)      A quienes hace herederos del reino.
    2.      A los que aman al prójimo como a sí mismos (vv. 8–11).
      (1)      Que no hacen distinción de personas (v. 9).
      (2)      Que no cometen adulterio ni homicidio (v. 11).

  III.      La misericordia del Señor es sin distinción, 2:12, 13.
    1.      Para los que hablan y actúan (v. 12).
    2.      Para los que practican la misericordia (v. 13).

Conclusión: 
El Señor tomará cuentas no solamente a los individuos como tales, sino que también a su iglesia le exigirá responsabilidad como lo plantea el apóstol Santiago.




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