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lunes, 28 de septiembre de 2015

Saber qué harán los hombres con su libertad no es lo mismo que ordenar lo que deben hacer, contra su libre elección. El conocimiento de Dios no es necesariamente incompatible con el libre albedrío.

RECUERDAEl que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6








Si Dios existe,¿Qué clase de Dios es?

INTERROGANTES ACERCA DE DIOS


La existencia de un Dios personal y moral es el fundamento de todo lo que creen los cristianos. Si no hay un Dios moral no hay un ser moral contra quien pecar; por lo tanto, no se necesita salvación. Más aún, si no hay Dios, sus actos (milagros) no pueden existir, y los relatos acerca de Jesús solo pueden entenderse como ficción o mitos. Por lo tanto, la primera pregunta a tratar en la preevangelización es: «¿Existe Dios?» La segunda está muy relacionada con la anterior: «Si existe, ¿qué clase de Dios es?»

En este estudio contestamos ambas preguntas. 


¿EXISTE DIOS?

ARGUMENTOS A FAVOR DE LA EXISTENCIA DE DIOS

Tradicionalmente se usan cuatro argumentos básicos para probar la existencia de Dios: 

  • cosmológico, 
  • teleológico, 
  • axiológico y 
  • ontológico; 
vocablos técnicos que definimos así: 

  • argumento a partir de la creación (cosmos significa creación); 
  • argumento a partir del diseño o propósito (telos significa propósito); 
  • argumento a partir de la ley moral (axios significa juicio); y, el 
  • argumento a partir del ser (ontos significa ser).


  Historia del argumento a partir de la creación

  Pablo dijo que todos los hombres conocen acerca de Dios «porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa» (Romanos 1:19–20). Platón es el primer pensador conocido que desarrolló todo un argumento basado en la causalidad. Aristóteles siguió su línea. Los filósofos musulmanes Al Farabi y Avicenna también recurrieron a este tipo de razonamiento, al igual que el pensador judío Moisés Maimónides. En el pensamiento cristiano, Agustín, Santo Tomás, Anselmo, Descartes, Leibniz, y otros hasta nuestros días, lo hallaron valioso y lo han hecho el argumento más ampliamente conocido de la existencia de Dios.


El argumento a partir de la creación

La idea básica de este argumento es que, así como hay un universo, este debió ser causado por algo más allá de él mismo. Esto se basa en la ley de la causalidad, la cual dice que todo objeto finito es causado por otro diferente a él. Este argumento asume dos formas distintas que trataremos por separado. La primera indica que el universo necesita una causa inicial; la segunda, que necesita otra causa actual para continuar existiendo.


El universo fue causado en el principio

Este argumento afirma que el universo es limitado porque tuvo un principio, y que tal principio fue originado por algo más allá del universo mismo. Esto puede formularse de la siguiente manera:

    1.      El universo tuvo un comienzo.
    2.      Lo que tiene un comienzo debe haber sido causado por otra cosa.
    3.      Por lo tanto, el universo fue causado por otra cosa, y esa causa fue Dios.

Para evitar esa conclusión algunos dicen que el universo es eterno; que nunca tuvo comienzo, que siempre existió y nada más. Carl Sagan señaló: «El cosmos es todo lo que es, fue alguna vez, o será». Pero tenemos dos respuestas a esa objeción. La primera de ellas es que la prueba científica respalda fuertemente la idea de que el universo tuvo un comienzo. El punto de vista que casi siempre sostienen quienes proclaman que el universo es eterno —llamada teoría del «estado constante» conduce a algunos a creer que el universo está produciendo constantemente átomos de hidrógeno a partir de la nada.2 Sería mucho más sencillo creer que Dios creó el universo a partir de la nada.

Además, el consenso de los científicos que estudian el origen del universo es que éste se formó de una manera súbita y cataclísmica, lo que llaman teoría del Big-bang o la Gran Explosión. La prueba principal de que el universo tuvo un comienzo es la segunda ley de la termodinámica, que afirma que el universo se está quedando sin energía utilizable. Es decir, que si está agotándose, no puede ser eterno. «Alguien tuvo que darle cuerda para que se esté acabando». Otra prueba del Big-bang es que todavía podemos encontrar radiación de esa explosión y ver el movimiento que ha causado. 

Robert Jastrow, fundador y director del Instituto Goddard de Estudios Espaciales de la NASA, dijo: «Debe haber una explicación lógica del explosivo nacimiento de nuestro universo; y si existe, la ciencia no puede hallar cuál es esa explicación. La pesquisa científica del pasado termina en el momento de la creación».

Más allá de la evidencia científica que demuestra que el universo empezó, hay una razón filosófica para creer que el mundo tuvo un punto de partida. Este argumento muestra que el tiempo no puede regresar a la eternidad pasada. Se ve que es imposible pasar por una serie infinita de momentos.

Uno puede imaginarse que pasa por un número infinito de puntos sucesivos en el vacío, moviendo el dedo de un punto a otro, pero el tiempo no tiene dimensiones ni es imaginario. Es real, y cada momento que pasa consume tiempo que no podemos recuperar; es más que pasar el dedo a través de un número interminable de libros en una biblioteca. Uno nunca llega al último libro. Aunque piense que lo ha hecho, siempre puede agregarse uno más, otro y otro … Uno nunca puede terminar una serie infinita de objetos materiales.

Si el pasado es infinito (lo cual es otra manera de decir: «Si el universo siempre hubiera existido sin un comienzo»), nunca habríamos podido pasar por el tiempo para llegar a hoy. Si el pasado es una serie infinita de momentos y justo ahora es donde termina, habríamos pasado por una serie infinita, y eso es imposible. Si el mundo nunca hubiera tenido un principio, no habríamos podido llegar a hoy. Pero llegamos a hoy; de modo que el tiempo debe haber empezado en algún punto particular del pasado y hoy ha llegado a un tiempo definido desde entonces. Por lo tanto, el mundo es un hecho finito, después de todo, y necesita una causa para su comienzo.

  Dos clases de series infinitas

  Hay dos clases de series infinitas: una es abstracta y otra concreta. La serie infinita abstracta es un infinito matemático. Por ejemplo, como cualquier matemático sabe, hay un número infinito de puntos en una línea entre el extremo A y el B, no importa cuán corta o larga sea la línea. Digamos que los puntos son dos sujetalibros separados por un metro. Ahora, como todos sabemos, aunque haya un número infinito de puntos matemáticos abstractos entre los dos sujetalibros, no podemos poner un número infinito de libros entre ellos, ¡no importa cuán delgadas sean las páginas! Tampoco importa cuántos metros de distancia pongamos entre los sujetalibros, pues, de todos modos, no podemos poner un número infinito de libros entre ellos. De manera que si las series infinitas matemáticas abstractas son posibles, no lo son las series infinitas reales.

Ahora que sabemos que el universo necesitó una causa para su comienzo, prosigamos con la segunda forma del argumento, la cual muestra que también necesita una causa para continuar existiendo.


El universo necesita una causa para su existencia continua

Algo nos mantiene existiendo precisamente ahora, en este momento, para que no desaparezcamos sin más ni más. Algo ha causado no solo que el mundo sea (Génesis 1:1) sino que también continúe y conserve su existir en el presente (Colosenses 1:17). El mundo necesita tanto una causa originadora como una causa conservadora. En cierto sentido, es la pregunta más elemental que podemos hacer: «¿Por qué hay algo en vez de nada?» Eso puede plantearse de la siguiente manera:

  1. Las cosas finitas, cambiantes, existen. Por ejemplo, yo. Debo existir para negar que existo; de modo que, de una u otra manera, debo existir realmente.
  2. Cada cosa finita, cambiante, debe ser causada por otra cosa. Si es limitada y cambia, no puede existir independientemente. Si existiera independiente o necesariamente, debería haber existido siempre sin ninguna clase de cambio.
  3. No puede haber un regreso infinito de estas causas. Es decir, uno no puede seguir explicando cómo esta cosa finita causa esta otra, la que a su vez causa otra cosa finita, y continuar con lo mismo. En realidad, eso es posponer indefinidamente la explicación. Eso no explica nada. Además, si hablamos de por qué existen cosas finitas en el presente, no importa cuántas causas finitas pueda uno alinear como explicación puesto que, a su debido momento, habrá una causa que origine su propia existencia, lo que es simultáneamente efecto de esa causa. Eso carece de sentido. Por lo tanto, ningún regreso infinito puede explicar por qué existo hoy.
  4. En consecuencia, debe haber una primera causa incausada de toda cosa finita cambiante que existe. Este argumento muestra por qué debe haber una causa conservadora, presente, del mundo pero no nos dice mucho sobre qué clase de Dios existe. ¿Cómo sabemos que esta causa es realmente el Dios de la Biblia?


DOS ASPECTOS DE LA CREACIÓN



Argumento a partir del propósito (diseño)

Este argumento, como otros que mencionaremos brevemente, razona a partir de un aspecto específico de la creación, para ir luego al Creador que lo puso ahí. Argumenta a partir del diseño al Diseñador inteligente.

    1.      Todo diseño implica un diseñador.
    2.      Hay un gran diseño en el universo.
    3.      Por lo tanto, debe haber un Gran Diseñador del universo.

Conocemos la primera premisa por experiencia. Cada vez que vemos un diseño complejo sabemos, por esa experiencia, que provino de la mente de un diseñador. Los relojes implican relojeros, los edificios suponen arquitectos, las pinturas implican pintores, los mensajes codificados presuponen un emisor inteligente. Siempre tenemos esa expectativa porque la vemos ocurrir una y otra vez. Esta es otra manera de establecer el principio de la causalidad.

Además, mientras mayor el diseño, mayor su diseñador. Los castores construyen represas con troncos pero nunca han hecho una como la de Hoover, en Colorado, E.U.A. De igual manera, si sentamos mil simios ante una máquina de escribir nunca escribirán un Hamlet. No obstante, Shakespeare lo hizo en el primer intento. Mientras más complejo el diseño, mayor la inteligencia requerida para producirlo.

  Historia del argumento a partir del diseño

  «Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien» (Salmo 139:13–14). William Paley (1743–1805), en respuesta al nacimiento de la «Ilustración» y del método científico, insistía que si alguien encontraba un reloj en un campo, concluiría correctamente que hubo un relojero, debido al claro diseño. Lo mismo debía decirse del diseño encontrado en la naturaleza. El escéptico David Hume llegó a aseverar ese argumento en su libro Dialogues Concerning Natural Religion [Diálogos acerca de la religión natural], como hicieron otros pensadores. Sin embargo, hubo tanto oponentes como defensores de esta teoría. El clásico defensor fue William Paley, y el oponente más famoso, David Hume.

Aquí debemos mencionar que hay una diferencia entre los patrones sencillos y el diseño complejo. Los copos de nieve o los cristales de cuarzo tienen patrones sencillos, repetidos una y otra vez, aunque se debe a causas naturales por completo. Por otro lado, no encontraríamos frases escritas en piedras si no existieron seres inteligentes que las escribieran. 

Eso no ocurre de manera natural. La diferencia radica en que los copos de nieve y los cristales de cuarzo tienen un simple patrón repetido. Pero el lenguaje comunica información compleja, no la misma cosa una y otra vez. Esta información compleja acontece cuando se dan condiciones definidas a los elementos naturales. Por lo tanto, un minero no se sorprende cuando ve pequeñas piedras redondas en un arroyo, porque la erosión natural las redondea de esa manera. 

Pero si encuentra una punta de flecha, deduce que un ser inteligente modificó deliberadamente la forma natural de la piedra. Advierte aquí cierta complejidad que las fuerzas naturales no explican. Ahora bien, el diseño del cual hablamos en este argumento es uno complejo y no simples patrones; mientras más complejo sea el diseño, mayor la inteligencia requerida para producirlo.

Aquí es donde entra la siguiente premisa. El diseño que captamos en el universo es complejo. El universo es un intrincado sistema de fuerzas que obran en conjunto para el beneficio integral del todo. La vida es un desarrollo muy complejo. Una sola molécula de ADN, el «ladrillo» elemental de toda vida, lleva la misma información que un tomo de una enciclopedia. Nadie que vea una enciclopedia tirada en un bosque, dudaría en pensar que tuvo una causa inteligente, de modo que cuando encontramos una criatura viva compuesta de millones de células construidas por ADN, debemos presuponer que, de igual manera, tiene una causa inteligente detrás. Aun más claro es el hecho que algunas de estas criaturas vivas son inteligentes también. Hasta Carl Sagan reconoce que:

  «El contenido de información que hay en el cerebro humano, expresado en bits, puede ser comparable con el número total de conexiones entre las neuronas: aproximadamente cien trillones, o sea 100.000.000.000.000, de bits. Si esa información se escribiera, digamos en español, llenaría unos veinte millones de tomos, tantos como hay en las bibliotecas más grandes del mundo. Ese equivalente a veinte millones de libros yace en la cabeza de cada uno de nosotros. El cerebro es un lugar muy grande en un espacio muy pequeño … La neuroquímica del cerebro, asombrosamente activa, es el circuito de una máquina mucho más maravillosa que cualquiera que los seres humanos hayan diseñado».

Algunos objetan este argumento basándose en el azar. Dicen que cuando se lanzan los dados, puede darse cualquier combinación. Sin embargo, esto no es muy convincente por varias razones. Primero, el argumento del diseño no es en verdad un argumento a partir del azar sino, precisamente, del diseño mismo, que sabemos tiene una causa inteligente por nuestras repetidas observaciones. Segundo, la ciencia se basa en la observación repetida, no en el azar; por lo cual esta objeción planteada al argumento del diseño o propósito no es científica. Finalmente, aunque hubiera un argumento aleatorio (probabilístico), las posibilidades indican que es mucho más probable que haya un diseñador. Un científico calculó la probabilidad de que una sola célula animal surgiera por pura casualidad en 1 en 1040000. Las probabilidades de que un ser humano, infinitamente más complejo que una célula, surja al azar son demasiado bajas para calcularlas. La única conclusión razonable es que hay un Gran Diseñador tras el diseño del mundo.


El argumento a partir de la ley moral

Pueden plantearse argumentos similares basados en el orden moral del universo, más que en su orden físico. Estos postulan que la causa del universo debe ser moral, además de poderosa e inteligente.

    1.      Todos los hombres son conscientes de una ley moral objetiva.
    2.      Las leyes morales suponen un Legislador de ellas.
    3.      Por lo tanto, debe haber un supremo Legislador moral de la ley.

Este argumento sigue también el principio de la causalidad en un sentido, pero las leyes morales son diferentes a las naturales que ya examinamos. Las leyes morales no describen lo que es, prescriben lo que debe ser. No son sencillamente una descripción de la manera en que se comportan los hombres, ni se conocen observando lo que ellos hacen. Si lo fueran, nuestro concepto de moralidad sería, por cierto, diferente. Las leyes morales nos dicen, en cambio, lo que los hombres deben hacer, háganlo o no. Así que, todo «deber» moral procede de más allá del universo natural. No se puede explicar con nada de lo que sucede en el universo, ni se puede reducir a lo que hacen los hombres en el universo. Trasciende el orden natural y requiere una causa trascendente.

  Historia del argumento moral

  Este argumento no ganó prominencia sino hasta comienzos del siglo diecinueve, luego que se publicaran los escritos de Emanuel Kant. Este insistía en que no había forma de acceder al conocimiento absoluto de Dios, y rechazaba todos los argumentos tradicionales sobre su existencia. Sin embargo, aprobó el planteamiento moral, no como prueba de la existencia de Dios, sino como forma de mostrar que es un postulado necesario para la vida moral. En otras palabras, no podemos saber que Dios existe, pero debemos actuar como si existiera para que la moral tenga sentido. Pensadores posteriores a Kant, refinaron el argumento para demostrar que hay cierta base racional de la existencia de Dios en la moralidad. También se ha intentado refutar la existencia de Dios basándose en la moral e ideas procedentes de Pierre Bayle y Albert Camus.

Algunos alegarán que esta ley moral no es realmente objetiva; que es solo un juicio subjetivo que procede de los postulados sociales. No obstante, este punto de vista no considera el hecho de que todos los hombres reconozcan las mismas cosas malas (como el asesinato, la violación, el robo, la mentira). Además, la crítica que este criterio plantea se parece mucho a un juicio subjetivo porque dice que nuestros juicios de valor son erróneos. Ahora bien, si no hubiera una ley moral objetiva, entonces no podría haber juicios de valor correctos ni erróneos. 

Si nuestras perspectivas acerca de la moralidad son subjetivas, entonces las de ellos también lo son. Pero si afirman efectuar una declaración objetiva sobre la ley moral, entonces presuponen que hay una ley moral en el acto mismo de tratar de negarlo. Quedan así atrapados en ambos sentidos. Hasta su declaración «nada sino» exige conocer «más que», lo que muestra que se adhieren, secretamente, a alguna norma absoluta que trasciende los juicios subjetivos. Por último, hallamos que aun aquellos que dicen que no hay orden moral, esperan ser tratados con equidad, cortesía y dignidad. Si uno de ellos planteara esta objeción y le replicáramos con un: «¡Cállese! ¿A quién le interesa lo que usted piensa?», comprobaríamos que cree que hay algunos «deberes» morales. Cada uno espera que los otros sigan algún código moral, hasta aquellos que pretenden negarlos. La realidad es que la ley moral es un hecho innegable.

  ¿Igual, diferente o similar?

  ¿Cuánto nos parecemos a Dios? ¿Cuánto puede decirnos un efecto acerca de su causa? Algunos dicen que el efecto debe ser exactamente el mismo que su causa. Las cualidades del efecto, tales como la existencia o la bondad, son las mismas que las de su causa. Si eso fuera cierto, todos deberíamos ser panteístas, porque todos somos Dios, eternos y divinos. Otros, reaccionan diciendo que somos diferentes de Dios totalmente, que no hay similitud entre lo que Él es y lo que somos nosotros. 

Pero eso significaría que no tenemos conocimiento positivo de Dios; solo podríamos decir que Dios es «no esto» y «no aquello», y jamás qué es Él. Lo equilibrado es afirmar que somos similares a Dios: lo mismo, pero en una manera diferente. La existencia, la bondad, el amor, todo eso significa lo mismo para nosotros y para Dios. Nosotros lo tenemos en forma limitada, en cambio Él es ilimitado. De modo que podemos decir qué Dios es, aunque en algunas cosas debamos también decir que no es limitado como nosotros: es «eterno», «inmutable», «incorpóreo», etc.


Argumento a partir del ser

Un cuarto argumento intenta demostrar que Dios debe existir por definición, y señala que cuando accedemos a la noción de qué es Dios, la idea supone necesariamente la existencia. Hay varias formas de este argumento, pero veamos solo la idea de Dios como Ser perfecto.

    1.      Toda la perfección que se pueda atribuir al ser más perfecto posible (concebible) debe atribuírsele a Él (de otro modo, no sería el ser «más perfecto posible»).
    2.      La existencia necesaria es una perfección atribuible al Ser más perfecto.
    3.      Así que, debe atribuirse la existencia necesaria al Ser más perfecto.

  Historia del argumento a partir del ser

  Cuando Dios le reveló su nombre a Moisés, dijo: «YO SOY EL QUE SOY», dejando muy en claro que la existencia (el ser) es su principal atributo (Éxodo 3:14). Anselmo de Canterbury, monje del siglo XI, usó esta idea para formular una prueba de la existencia de Dios a partir de la noción de Dios, sin tener que buscar la evidencia en la creación. Anselmo se refirió a ella como «prueba a partir de la oración», porque pensaba en ella mientras meditaba en la idea de un ser perfecto; de aquí, el nombre del tratado donde se expone esta prueba: el Monologium, que significa orar en un solo sentido, En el Proslogium, otra de sus obras, Anselmo dialoga con Dios sobre la naturaleza, y también desarrolla un argumento a partir de la creación. Este argumento, en filosofía moderna, se encuentra en las obras de Descartes, Spinoza, Leibniz y Hartshorne.

Par responder la primera cuestión, la existencia necesaria significa que algo existe y no puede no existir. Cuando decimos esto de Dios, significa que para Él es imposible no existir. Esta es la clase más perfecta de existencia porque no puede dejar de ser.
Este argumento logra demostrar que nuestra idea de Dios debe incluir la existencia necesaria, pero no comprueba que Dios exista de modo real. Demuestra que debemos pensar en Dios como existente necesariamente; pero no prueba que exista necesariamente. Este es un error que ha confundido a mucha gente, por el que uno no debe sentirse mal. El problema es que solo habla de la manera en que pensamos acerca de Dios, y no existe o no, en realidad. Debería reformularse de esta manera:

    1.      Si Dios existe, lo concebimos como un Ser necesario.
    2.      Por definición, un ser necesario debe existir sin poder no existir.
    3.      Por lo tanto, si Dios existe, debe existir sin poder no existir.

Es como decir: Si hay triángulos, deben tener tres lados. Por supuesto, puede que no haya triángulos. El argumento jamás supera ese «si» inicial. Nunca llega a probar la gran cuestión que afirma responder. La única manera de hacer que ese argumento pruebe que Dios existe es introducir subrepticiamente el argumento a partir de la creación, lo cual puede ser útil porque demuestra que si hay Dios, existe en forma necesaria. Eso hace diferente esta noción de Dios en cuanto a otras maneras de concebirlo, como veremos más adelante.

  Todos los caminos conducen a una causa

  Hemos visto que todos los argumentos tradicionales se apoyan, en última instancia, en la idea de la causalidad. El argumento a partir del ser necesita la confirmación de que algo existe y que en ese algo se encuentra la perfección y el ser. El argumento a partir del diseño presupone que el diseño fue causado. Igualmente, la moralidad, la justicia y la verdad, son propios de argumentos que creemos tuvieron una causa como recurso básico que demuestra la existencia de Dios, pues, como dijera un estudiante, es el argumento «causamológico».

Ahora la pregunta del millón: Si todos estos argumentos tienen alguna validez pero se apoyan en el principio de causalidad, ¿cuál es la mejor manera de probar que Dios existe? Si responde: «El argumento a partir de la creación», está en la pista correcta. Pero, ¿y si combinamos estos argumentos en un todo uniforme que pruebe qué clase de ser es Dios, y asimismo su existencia? A esto nos dedicaremos en las siguientes páginas.


¿QUÉ CLASE DE DIOS EXISTE?

Si queremos demostrar que Dios existe y que es el Dios de la Biblia, debemos comprobar que todas las cosas planteadas por los argumentos mencionados son verdaderas. Cada una contribuye algo a nuestro conocimiento de Dio, y en conjunto forman un cuadro que solo puede corresponder al único y verdadero Dios.


DIOS ES PODEROSO

El argumento a partir de la creación prueba no solo que Dios existe sino que tiene poder. Solamente un Dios con increíble poder puede crear y sostener todo el universo. Su energía tiene que ser mayor que toda la que haya tenido a su disposición la creación completa, pues Él no solo causó todas las cosas sino que las mantiene juntas y existentes, e incluso sostiene su propia existencia. Eso es más poder de lo que podemos imaginar.


DIOS ES INTELIGENTE

Hasta Carl Sagan reconoce que el diseño del universo es muchísimo más que lo que el ser humano puede concebir. El argumento a partir del diseño nos demuestra que aquello que causó al universo no solo tuvo gran poder sino además gran inteligencia. Dios conoce las cosas inclusive las que no podemos entender. Esto abre la posibilidad de que Dios sepa todas las demás cosas, no obstante nos ocuparemos de eso más adelante. Por ahora baste decir que Dios, al menos, sabe todo lo que hay que saber acerca de la manera en que pensamos, porque diseñó nuestros cerebros.


DIOS ES MORAL

La existencia de la ley moral en la mente de un Legislador tal nos demuestra que Dios es un Ser moral. Él no está por encima de la moralidad (como algunos reyes piensan que lo están), ni por debajo de ella (como una roca). Dios es moral por naturaleza. Esto significa que parte de lo que sabe es la diferencia entre lo bueno y lo malo. Pero avancemos un paso más: No solo es moral; Él es bueno. Sabemos que la gente también fue parte de su creación, y que ella mantiene el reflejo de Su imagen. Que las personas siempre esperen un trato mejor que las cosas así lo demuestra. Aun el que niega el valor de la gente, espera que valoremos su opinión como persona. Pero aquello que crea cosas buenas debe ser bueno en sí mismo (una causa no puede causar lo que no es). Así pues, Dios no es solo moral sino que es bueno.


DIOS ES NECESARIO

El argumento a partir de la idea del ser necesario puede no probar que Dios existe, pero ciertamente nos dice mucho acerca de Él en cuanto sabemos que existe (por el argumento a partir de la creación). Dijimos que la existencia necesaria significa que Él no puede no existir —de modo que no tuvo comienzo ni fin. Pero también significa que Él no puede «llegar a ser» en otra forma. Él debe ser necesariamente como es. No puede devenir en algo nuevo. Eso elimina todo cambio de su ser. Él es inmutable. Sin cambio. El tiempo no puede, porque es solo una manera de medir el cambio, por tanto Él es eterno. Es más, dado que el ser necesario no puede no ser, Él no puede tener límites. Un límite significa «no ser» en algún sentido, y eso es imposible, porque Él es infinito. Además, no puede limitarse a categorías como «aquí y ahora» porque al ser ilimitado debe estar en todas las partes en todos los tiempos, por lo tanto, es omnipresente. Todos estos atributos se entienden cuando comprendemos que Él es necesario.

  El cambio puede ser en esencia, como transformar un perro en caballo; o accidental, como transformar una morena en rubia. Los cambios esenciales modifican aquello que define a una cosa; los accidentales cambian solo los detalles pequeños. Dios no cambia su esencia porque eso significaría no existir (recuerde: Su esencia es existir). Él no puede cambiar ningún detalle suyo porque todo lo que es está envuelto en su existencia. Por lo tanto, es inmutable.

Pero esa necesidad también nos dice algo sobre sus atributos. Debido a ella, Él puede tener solo aquello que tiene necesariamente. Eso significa, como hemos visto, eterno, inmutable e infinito. Así que, aun cuando el argumento a partir de la creación nos dice que Él tiene poder, el argumento a partir del ser muestra que es poder perfecto e ilimitado. El argumento a partir del diseño nos dice que es inteligente, pero su necesidad nos informa que su conocimiento es eterno, inmutable e infinito. El orden moral sugiere que Él es bueno, pero la perfección de su ser quiere decir que debe ser todo bueno en forma perfecta e ilimitada. Todo lo que Dios es debe serlo de acuerdo a su naturaleza; así que su poder, conocimiento y bondad son tan perfectos como su ser.


DIOS ES ÚNICO

Hemos dicho que Dios es todopoderoso, omnisciente, todo bueno, infinito, increado, inmutable, eterno y omnipresente. Pero, ¿cuántos seres como ése puede haber? Él es una clase de «único» por definición. Si hubiera dos seres ilimitados, ¿cómo distinguirlos? Si no tienen límites que definan dónde termina uno ni dónde empieza el otro —de igual manera—, ninguno podría «empezar» o «terminar». Solo puede haber un ser infinito y no otro.


DIOS ES SEÑOR SOBRE LA CREACIÓN

El argumento a partir de la creación hace más que probar que Dios existe; también demuestra que es el Creador. No hay manera de distinguir dos criaturas infinitas, pero Dios es distinto al mundo finito que ha hecho. Todo el argumento a partir de la creación fundamenta que el universo no puede explicar su propia existencia — que no es Dios. Ese mismo punto puede alegarse si consideramos a un individuo. Existo, pero no tengo manera de responder por mi propia existencia. Queda dolorosamente claro que mi ser no es necesario —puedo dejar de existir en cualquier momento, y el mundo sigue adelante sin mí. Puedo encontrarle sentido a mi existencia solo si reconozco un ser infinito, una causa necesaria para mi vida: Aquel que me da el ser. Él tiene control sobre la creación en cuanto es todopoderoso y omnisciente Creador. Dios no solo existe, sino también su creación.


DIOS ES YAHVÉ

¿Es este el Dios de la Biblia? Dios le dijo su nombre a Moisés en la zarza ardiente: «YO SOY EL QUE SOY» (Éxodo 3:14). Eso significa que la característica principal del Dios de la Biblia es la existencia. Su naturaleza misma es existir. Cualquiera puede decir: «Yo soy lo que soy», pero solamente Dios puede decir: «YO SOY EL QUE SOY». Él es el «YO SOY». La Biblia también lo llama eterno (Colosenses 1:17; Hebreos 1:2), inmutable (Malaquías 3:6; Hebreos 6:18), infinito (1 Reyes 8:27; Isaías 66:1), todo bondad (Salmos 86:5; Lucas 18:19), y todopoderoso (Hebreos 1:3; Mateo 19:26). Puesto que todo es lo mismo, en todos los aspectos, y no puede haber dos seres infinitos, este Dios que nos señala el argumento es el Dios de la Biblia.


ALGUNAS OBJECIONES

SI TODO NECESITA UNA CAUSA, ENTONCES ¿QUÉ CAUSÓ A DIOS?

Esta pregunta se plantea muy a menudo. El problema es que la gente no escucha bien lo que decimos. No dijimos que todo necesita una causa; indicamos que todo lo que tiene un principio necesita una causa. Solo los entes finitos necesitan una causa. Dios no tuvo comienzo; Él es infinito y necesario. Dios es la causa incausada de todas las cosas finitas. Si Él necesitara una causa, empezaríamos con una regresión infinita de causas que nunca respondería la pregunta. Tal como son las cosas, no podemos preguntar: «¿Quién causó a Dios?» porque Dios es la primera causa. No se puede ir más allá de lo primero.


SI DIOS CREÓ TODAS LAS COSAS, ¿CÓMO SE CREÓ A SÍ MISMO?

Nuevamente, solo los seres finitos necesitan causas. Los seres necesarios no. Nunca dijimos que Dios es un ser autocausado pues eso es imposible. Sin embargo, podemos hacer de esta objeción un argumento en pro de Dios. Solo hay tres clases posibles de seres: autocausados, causados por otro e incausados. ¿Cuáles somos nosotros? Imposible que seamos autocausados respecto a la existencia; no podemos traernos a la existencia a nosotros mismos. Ser incausado significa que somos seres infinitos, eternos, necesarios, y no somos eso; de modo que debemos ser causados por otro. Y si somos causados por otro, ¿qué clase de ser es ese? Repito, imposible que sea autocausado, pues si lo fuera, supondría otro que lo cause, lo cual conduce a una regresión infinita; así que Él debe ser incausado.


LAS DECLARACIONES ACERCA DE LA EXISTENCIA NO SON NECESARIAS

Algunos críticos han intentado una prueba ontológica contraria a Dios, diciendo que no podemos hablar de Él en términos de verdades necesarias. Sin embargo, esa misma afirmación demuestra ser necesaria en cuanto a Dios, al decir que tales declaraciones no pueden hacerse. Ahora bien, es una declaración necesariamente verdadera o no lo es. Si lo es, el acto mismo de afirmarse prueba que es falsa, pues dice que tales declaraciones son imposibles. Si no es necesariamente verdadera, son posibles algunas declaraciones necesarias y la objeción se esfuma. Seamos justos: si pueden hacer declaraciones negativas sobre la existencia (Dios no existe), ¿por qué no podemos hacerlas positivas?


LA LEY MORAL ES ARBITRARIA O TRASCIENDE A DIOS

Bertrand Russell preguntaba de dónde derivó Dios la ley moral. Él afirmaba que esa ley, o trasciende a Dios, y que éste está sujeto a ella (y por ende, no es el bien definitivo), o es una selección arbitraria de códigos que se originaron en la voluntad de Dios. De modo que Dios o no es definitivo o es arbitrario; y en todo caso es indigno de ser adorado. Russell no logra agotar las posibilidades, por lo que podemos esquivar las derivaciones de este dilema. Nuestro punto de vista es que la ley moral se arraiga en la bondadosa y amante naturaleza de Dios. Esto no es algo que trasciende a Dios, sino que es inherente a Él. Es imposible que Dios desee algo que no concuerde con su naturaleza. Dios es bueno y no puede querer arbitrariamente el mal. Así que no hay dilema.


¿PUEDE DIOS HACER UNA MONTAÑA TAN GRANDE QUE NO PUEDA MOVERLA?

Este es otro cuestionamiento carente de significado. Pregunta: «¿Hay algo que sea más que el infinito?» Imposible, lógicamente, que algo sobrepase al infinito, ya que este no tiene fin. Lo mismo se aplica a preguntas como: «¿Puede Dios hacer un círculo cuadrado?» Es como si preguntara: «¿Cómo huele el azul?» Esto es un error categórico —los colores no huelen ni los círculos pueden ser cuadrados. Son imposibilidades lógicas que se contradicen a sí mismas cuando tratamos de pensar en ellas. La omnipotencia de Dios no significa que pueda hacer lo que es imposible, sino que tiene poder para hacer todo lo que es realmente posible, aunque sea imposible para nosotros. Puede controlar cualquier montaña que haga, poniéndola donde quiera y desintegrarla si lo desea. No se puede pedir más poder que ese.


SI DIOS NO TIENE LIMITES, DEBE SER: BUENO Y MALO, EXISTENTE Y NO EXISTENTE, FUERTE Y DÉBIL

Cuando decimos que Dios es ilimitado, queremos decir que es ilimitado en sus perfecciones. Ahora bien, el mal no es una perfección, sino una imperfección. Lo mismo es cierto en cuanto a la no existencia, la debilidad, la ignorancia, la finitud, la temporalidad, u otra característica que suponga limitación o imperfección. Podríamos decir que Dios es «limitado» respecto a que no puede acceder a limitaciones como tiempo, espacio, debilidad, mal; al menos no como Dios. Solo está «limitado» por su ilimitada perfección.


SI DIOS ES UN SER NECESARIO, TAMBIÉN LO ES EL MUNDO

Esto supone que un ser necesario debe hacer todo lo que haga necesariamente, pero nuestra definición era que Él debe ser todo lo que Él es. Todo eso que es en la naturaleza de Dios, es necesario, pero todo lo que Él hace lo extiende más allá de su naturaleza y lo hace por su libre albedrío. Uno ni siquiera puede decir que Él necesitara crear. Su amor puede haberle dado el deseo de crear, pero no exigió que lo hiciera. Él debe ser como es, aunque puede hacer lo que le plazca en la medida que no contradiga su naturaleza.


SI DIOS ES ETERNO, ¿CUÁNDO CREÓ AL MUNDO?

Esto plantea una cuestión confusa. Como seres finitos, podemos imaginar un momento antes del comienzo del tiempo, aunque en realidad no hubo tal cosa. Dios no creó al mundo en el tiempo; Él es responsable de la creación del tiempo. No hubo tiempo «antes» del tiempo. Solo hubo eternidad. La palabra «cuando» supone que hubo tiempo antes del tiempo. Es como preguntar: «¿Dónde estaba el hombre que saltó del puente?» ¿En el puente? Eso era antes de que saltara. ¿En el aire? Eso fue después que saltó. En esta pregunta, «cuando» supone que hay un punto concreto para una acción procesal. Saltar es el proceso que va del puente al aire. La pregunta respecto a la creación trata de introducir a Dios en el tiempo en vez de ponerlo en el inicio. Podemos hablar de la creación del tiempo pero no en el tiempo.


SI DIOS SABE TODO, Y SU CONOCIMIENTO NO PUEDE CAMBIAR, TODO ESTÁ PREDETERMINADO Y NO HAY LIBRE ALBEDRÍO

Saber qué harán los hombres con su libertad no es lo mismo que ordenar lo que deben hacer, contra su libre elección. El conocimiento de Dios no es necesariamente incompatible con el libre albedrío. No es difícil decir que Dios creó a los hombres con libre albedrío de modo que pudieran devolverle su amor, aunque Él sabe que algunos no lo decidirían así. Dios es responsable del hecho de la libertad, pero los hombres son responsables por sus actos de libertad. Dios puede aun persuadir a los hombres a que tomen ciertas decisiones, pero no hay razón para suponer que coercione una decisión que destruya la libertad. Él obra de manera persuasiva, no coercitivamente.


DIOS NO ES MÁS QUE UNA MULETA SICOLÓGICA, UN DESEO, UN REFLEJO DE LO QUE ESPERAMOS SEA CIERTO

Esta clase de argumento comete un grave error: ¿Cómo saben los hombres que Dios «no es más que» un reflejo, si no tienen un conocimiento superior? Para tener la seguridad de que el límite de la realidad es la conciencia del hombre y que nada hay más allá de ella, uno debe superar los linderos de esa conciencia. Pero si uno puede hacerlo, es que no hay límites. Esta objeción dice que nada existe fuera de nuestras mentes, pero para decir eso uno debe pasar los límites de su propia mente. Si la objeción fuera cierta, debería ser falsa. Se anula a sí misma.

Fue un ascenso prolongado, pero tenemos un firme argumento de que Dios —y no solo un Dios— existe. En este punto nos sentimos tentados a cruzarnos de brazos y sentarnos como si no hubiera otras preguntas que se pudieran formular. Sin embargo, apenas establecimos que este Dios existe; no hemos demostrado que sea cierto todo lo que la Biblia dice que Él hizo o dijo. Además, no hicimos mucho por distinguir esta definición de Dios de cualquier otro concepto de Él. 

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jueves, 5 de enero de 2012

¿Qué es el hombre?: ¿Es posible el hombre nuevo?


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Distintas ciencias han tratado de encontrar una definición precisa para describir al hombre. La más clásica es la del sistema sociológico de Linneo: homo sapiens, es decir, “el hombre que saborea, paladea, prueba las cosas”. No se trata tanto del hombre “sabio” sino del que tiene la facultad de “paladear” lo que le agrada o lo que le disgusta. (En la psicología moderna, Jaspers utiliza esta misma definición). Darwin denominó al hombre homo faber, es decir, aquél que con su técnica transforma la naturaleza. Para Freud el hombre era el homo psychologicus o el homo libidinosus. Para Carlos Marx, el homo economicus. Finalmente, para Tomás de Aquino se trata del homo religiosus.
¿Cómo encarar nuestro trabajo? No pretendemos parcelar al hombre. Deseamos acercamos al ser humano como una Gestalt viviente en proceso de integración. El término Gestalt lo tomamos prestado de una escuela psicológica surgida en Alemania y que presenta hoy diferentes matices. Gestalt significa “forma, organización o configuración”. Esta escuela reacciona contra el intento de estudiar la conciencia humana a partir del análisis de diferentes aspectos de la misma. Considera que la psicología que la precedió era eminentemente atomística. Al introducir el concepto de Gestalt viviente en proceso de integración, queremos subrayar que no pretendemos parcelar al hombre a fin de estudiarlo en cada uno de sus “elementos que lo componen”. El hombre es una unidad psicosomática-espiritual. Con ese supuesto básico vamos a reflexionar sobre el hombre en sus múltiples manifestaciones, sin intentar fragmentarlo. El hombre, además, ha recibido la influencia desintegradora del pecado y la de la obra y ministerio integrador de Jesucristo.
En este capítulo nos ocuparemos de los aspectos biopsicológicos y espirituales del ser humano. Reconocemos, sin embargo, la dificultad para concretar un estudio exhaustivo sobre el hombre. En el capítulo III añadiremos algunos elementos al estudiar la redención del hombre a nivel horizontal. La realización plena del hombre, en cuanto Gestalt viviente, incluye elementos salvíficos en esta vida tales como la satisfacción de las necesidades socio-políticas, morales, de equilibrio personal, de relaciones interpersonales efectivas y, finalmente, la plena satisfacción de las necesidades económicas. Antes de entrar al análisis del sujeto humano para comprender cómo funciona en sus múltiples inter-relaciones, es indispensable que presentemos el contexto teológico en el cual es posible la redención del hombre, su plena integración como Gestalt viviente.
EL HOMBRE EN LA PERSPECTIVA BIBLICA
La Biblia afirma que el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios.1 También nos dice que la imagen de Dios se ha deteriorado por la irrupción del pecado en la experiencia humana.2 El hombre ha sido creado en familia. Por lo común, la plena humanidad se da en la relación hombre-mujer. Es en esa relación que se da la imagen de Dios, que es básicamente una dimensión moral. Sin la presencia de otra persona el hombre no podría ser humano, por eso “varón y hembra los creó”.3 Como lógica consecuencia de los propósitos de Dios, no puedo ser yo si no existe alguien a quien conocer como tú. La humanidad plena del hombre se da a través de su capacidad para el encuentro con otra persona, a nivel horizontal, y con Dios a nivel vertical.
El hombre es un ser inconcluso que necesita aprender y madurar. Necesita de Dios y de otros seres humanos para alcanzar el completamiento de su condición humana a fin de ser humano. Los niños llamados “lobos”, criados como lobos, no llegaron a ser plenamente humanos, a pesar de la herencia genética. El ambiente no fue propicio para el logro de su maduración como humanos; por cuanto carecieron de alguien que hubiera madurado previamente para poder tratarlos como tú, no llegaron a alcanzar la consolidación de su yo. Desde el punto de vista ético-moral, la situación es más grave para los “hombres lobos”, aquellos que habiéndose socializado y alcanzado cierto grado de cultura, actúan como bestias porque sólo se han relacionado con el tú con minúscula y todavía desconocen al Tú con mayúscula, Dios.
La influencia desintegradora del pecado4 ha conducido al hombre a comportarse aun por debajo de su naturaleza. Los animales se comportan según su naturaleza. El caballo, por ejemplo, se alimenta de pasto y no puede convertirse en un animal carnívoro. Incluso las manadas de lobos o de leones buscan a sus víctimas entre animales de otras especies. Pero el hombre no. Aun cuando se lo considera racional, se ha vuelto antropófago, porque ha convertido en esclavos y ha eliminado - y lo sigue, haciendo -, a sus congéneres mediante el abuso del poder, la violencia, la guerra, el crimen, la subversión y la antisubversión. El hombre se ha convertido en el lobo del hombre, aun cuando el lobo no es el lobo de sí mismo.
Dios creó al hombre como un ser moral. El relato de Génesis 1 y 2 y el del Salmo 8 nos presentan al hombre según la intención original de Dios. Es el representante de Dios sobre la tierra, la corona de la Creación, el único ser de la Creación con el cual Dios puede establecer una relación Yo-tú. Como ha dicho Gerhard Von Rad: “En Génesis 1:26 se nos dice que el hombre es creado a imagen de Dios para que pueda controlar toda la creación… Es lógico que el hombre ha sido provisto para este propósito, porque aun los gobernantes terrenales, cuando no pueden estar presentes en persona, usualmente colocan sus imágenes como señales de majestad”.5
El hombre y Dios son los dos grandes intereses en mi vida. Por eso, al analizar el pasaje fundamental para la explicación de la entrada del pecado en el mundo,6 debo confesar que me cuesta pensar en el hombre como “ser caído”, como una “réplica terrena de Satanás”. Igualmente me cuesta pensar en Dios como un ser omnipotente y omnisciente y al mismo tiempo como un creador frustrado por causa del pecado cometido por la “corona” de su creación. Me es más fácil aceptar este pasaje bíblico como una narración de los hechos preestablecidos por Dios. El Creador habría, pues, creado al hombre como un ser libre y responsable, siendo la caída la antítesis necesaria, en la dialéctica divina, para que la imagen de Dios llegue a consumarse plenamente en el hombre.
El proceso biológico7 y el psicológico presuponen también un proceso de maduración espiritual. En la dialéctica divina, la finalidad del hombre es el bien, el amor y la justicia, tanto en las relaciones interpersonales como en su relación con el resto de la creación.
Así, en la esencia del hombre podemos intuir los propósitos de Dios de humanizarlo a través de un proceso redentor en que el mismo hombre coparticipa al aceptar la redención y colaborar con los propósitos redentores del Creador. Igualmente podemos intuir a Dios a partir del concepto revelado del hombre como imagen de Dios en proceso de completamiento. Si el hombre es una Gestalt viviente en proceso de integración según un modelo revelado, ese modelo - la Gestalt viviente integrada -, debe existir. La existencia de ese ser perfecto se manifiesta a sí misma cuando se hace historia en la persona de Jesucristo, la imagen de Dios según su intención original y el modelo para todo ser humano. Jesucristo es la Gestalt viviente integrada, es Dios y es hombre por excelencia.
LA MADURACION HUMANA BIOPSICOLOGICA Y ESPIRITUAL
El hombre es un ser inconcluso en proceso de maduración, es decir, el estado de completo desarrollo del ser humano. Pero, como resulta muy difícil determinar el máximo desarrollo posible, preferimos llamar maduración al proceso mediante el cual se logra el completamiento de la condición humana.
Así definido el concepto de maduración, es preciso señalar que hay distintos niveles en el desarrollo humano. Vamos a referirnos a tres de ellos: el biológico, el psicológico y el espiritual.
l. Desarrollo biológico.Este proceso se inicia con el misterio de la fecundación del óvulo, continúa en la vida intrauterina y manifiesta sus más grandes desafíos después del nacimiento. Cuando el niño nace ya posee los catorce millones de células nerviosas (neuronas) del cerebro, las mismas que necesitará su inteligencia cuando sea adulto. Las neuronas cerebrales no se renuevan: morimos con las mismas con que nacimos, quizás con unas cuantas más. El proceso de maduración se da también a nivel del cerebro. Es imposible adelantar el proceso, ya que las neuronas no estarán en condiciones de funcionar sino en la madurez. Por eso, todo intento de forzar al niño a que haga algo antes de tiempo, puede resultar nefasto. Sólo cuando se haya logrado la madurez de los enlaces nerviosos se puede obtener el aprendizaje. Es por eso que resulta inútil todo intento de hacer andar a un niño de seis meses, pues su madurez para el andar llegará alrededor de los doce meses.
El aprendizaje del animal es mucho más rápido. Un cabrito recién nacido comienza a andar al cabo de varios minutos, precisamente porque el animal no es un ser en proceso de completamiento a nivel biológico, psicológico y espiritual.8 Para alcanzar su madurez en los tres niveles, el humano necesita el afecto de sus congéneres. Un patito que ha nacido bajo las alas de una gallina seguirá las ciegas leyes genéticas: será un pato con sus hábitos de vida nocturna y su afición por la natación. Un hombre (al estar por casos espontáneos conocidos), criado por lobos o por monos, no llega a desarrollar una inteligencia normal, no es realmente humano; se comporta como un animal, vive como un animal y es un animal.
Entre los cinco y siete años el niño logra consolidar la conciencia de su yo y se afirma a sí mismo, aunque acepta y necesita la dependencia de sus padres. La motricidad y la inteligencia se desarrollan en sucesivas etapas. Cuando llega a la pubertad, se producen una serie de transformaciones: experimenta el “estirón”, la caja torácica crece con mayor rapidez que los órganos internos, surgen las urgencias sexuales (menstruación en la joven y poluciones nocturnas en el muchacho). El proceso continúa hasta alcanzar la plena madurez a nivel biológico; el metabolismo9 es anabólico hasta que se hace catabólico y se inicia la involución. Aquí surge una nueva crisis semejante a la de la pubertad - menopausia o andropausia -, que a veces coincide con la crisis de pubertad de los propios hijos. A medida que avanza la involución, se regresa a etapas similares a las de la niñez. Los sexos se van acercando: el hombre pierde su vello y la mujer lo adquiere; la mujer se masculiniza en sus facciones, se hace dura, mientras que el hombre un poco se afemina en cuanto a sus facciones “más bonitas”. La proximidad sexual es ahora similar a la que encontramos en los niños; es el momento en que el ser humano se dispone a terminar sus días en esta tierra.
2. Desarrollo psicológico. Algunos de los traumas - o heridas psíquicas -, tienen su origen en la vida intrauterina. Los seis primeros años de vida, cuando el yo está en proceso de consolidación, son decisivos. Un déficit afectivo, una desagradable experiencia sexual, una situación económica agobiante, pueden dejar una huella indeleble. El niño es como el cemento fresco: las huellas permanecen en él.
La adolescencia es una etapa conflictiva. El muchacho o la chica buscan su propia identidad. Este proceso biológico coincide en su inicio con el proceso biológico que conocemos como pubertad, la edad en que se manifiesta la aptitud para procrear (aunque no termina necesariamente cuando culmina la pubertad). En la adolescencia los jóvenes tienen que encarar grandes conflictos en sus relaciones interpersonales, especialmente con los padres. Debido al “estirón” y a que sus pulmones y su corazón no han crecido con la misma rapidez que su caja torácica, con frecuencia el adolescente se siente cansado. Ocurre a menudo que se lo acusa de haragán porque pasa muchas horas recostado ysin hacer nada. El adolescente, que ya tiene bastantes problemas con su propio cuerpo porque ha crecido precipitadamente, también halla dificultades en lograr una correcta ubicación en la realidad cambiante en que vive. Hasta ayer era niño y ahora no sabe qué es: a veces se siente hombre, o mujer, pero en ocasiones se siente y actúa como niño. Esta etapa evolutiva necesita de la comprensión de los mayores.
La maduración psicológica del hombre de nuestros días requiere más tiempo que la del hombre de generaciones anteriores porque, entre otras razones, las expectativas de vida han aumentado considerablemente. Treinta años atrás un hombre esperaría vivir alrededor de cincuenta años, de modo que cuando terminaba su conscripción militar ya estaba pensando en la necesidad de encontrar pareja y fundar una familia. Por el contrario, el joven de hoy tiene una expectativa de vida de alrededor de setenta y cinco años, de allí que sienta que tiene todavía mucho tiempo por delante para hacer sus grandes decisiones. Esta problemática tiende a extender la adolescencia, la cual no coincide necesariamente con la pubertad.
La vida es un proceso de constante adaptación a situaciones nuevas. Tanto la evolución como la involución crean tensiones que hay que superar. Ya hemos hecho mención de la menopausia, problema que conlleva una gran carga emotiva negativa. Los prejuicios y la mala información contribuyen a que en algunas mujeres surjan serios problemas psicológicos antes y durante esta etapa, que es tan normal como la pubertad. Los problemas suelen ser más psicológicos que biológicos. Es lástima que no podamos abundar más en el tema en estas páginas.
3. Desarrollo espiritual. Tampoco podemos dedicar mucho espacio a este tema.10 Dado que en el hombre está la imagen de Dios, es por naturaleza un ser religioso; sin embargo, es necesario que el hombre alcance el pleno desarrollo. Igualmente están en el hombre, cuando nace, todas las neuronas cerebrales que ha de necesitar cuando sea adulto, pero sus neuronas necesitan desarrollarse para que la persona alcance su plena humanidad. “La creencia es algo que nos acompaña en nuestro desarrollo y maduración, y las varias formas por las que atraviesa la creencia constituyen precisamente este desarrollo. De esto concluimos que la incredulidad es una interrupción del desarrollo”.11
El desarrollo espiritual no es inexorable, como el biológico, pero tiene muchos puntos en contacto con el desarrollo psicológico o emocional. Cada uno de estos tres aspectos de la maduración tiene sus características específicas. Así como no hay dos cuerpos exactamente iguales, ni mucho menos existen dos personas con las mismas vivencias espirituales. En toda persona existe cada una de estas tres dimensiones en una forma especial y distinta de todos los demás; de allí la singularidad de cada ser humano. Hemos visto que hay cierta coincidencia cronológica entre el desarrollo biológico y el psicológico. Esto no existe en la vida espiritual, aunque debemos señalar que la adolescencia sea la época más propicia para una experiencia espiritual, lo que comúnmente llamamos “conversión”. Es claro que así sea, puesto que el adolescente busca identidad propia y tiene que hacer definiciones ante los grandes problemas que la vida le plantea. Un desarrollo armónico debe incluir una experiencia espiritual profunda en la adolescencia, pero esto no es inexorable. Hay quienes han conocido el evangelio ya en la edad madura, aunque quizás sean los menos.
La predicación del evangelio en las iglesias evangélicas ha insistido en la necesidad del nuevo nacimiento a partir de la aceptación del señorío de Jesucristo y el arrepentimiento del pecado. Es una lástima que esta importante parte del evangelio haya sido dejada de lado por una buena parte de la iglesia. ¿Por qué? Quizás por el hecho de que no se ha entendido que el nuevo nacimiento es el inicio de un largo proceso que marcha hacia una consumación. La vida cristiana es un proceso, como lo es también la vida psicológica. La diferencia estriba en que la vida espiritual normal sólo tiene anabolismo, está siempre en crecimiento, sin elementos destructivos. Esto lo plantea claramente San Pablo cuando afirma que “aunque nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día”.12 Aquí San Pablo nos presenta los dos procesos: el biológico (catabolismo destructivo), y el espiritual (siempre anabólico).13
El anabolismo es característico del desarrollo biológico del niño y del adolescente. El anabolismo espiritual, el proceso ascendente hacia el logro de la plena humanidad, no tiene fin en esta vida: “Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciera, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos”.14 En otras palabras, en el metabolismo espiritual no existe el catabolismo.
Es lógico que si el desarrollo espiritual es paralelo o semejante al desarrollo biopsicológico, éste debe incluir un nuevo nacimiento, similar al nuevo nacimiento del púber que deja de ser niño incapaz de procrear para convertirse en una persona capaz de crear nuevas vidas humanas. A nivel psicológico se produce también un cambio: uno deja de ser el niño dependiente, para alcanzar la independencia y la plena identidad como persona. Por lo tanto, el nacimiento espiritual no comienza con la llamada “conversión”’, jalón fundamental en el proceso hacia una consumación. La vida espiritual nace con el hombre, por cuanto en todo hombre está la imagen de Dios. Pero el nuevo nacimiento no coincide necesariamente con la pubertad. Ya hemos señalado que la adolescencia tampoco coincide inexorablemente con la pubertad. En el desarrollo biológico es imposible evitar la pubertad o la menopausia. Sin embargo, en el desarrollo espiritual no hay una inexorable menopausia (o andropausia), aunque no dejamos de encontrar algunos cristianos que bien podríamos llamar “menopáusicos espirituales”. Pero, volviendo al anabolismo espiritual, es indispensable que nos acerquemos al Nuevo Testamento para encontrar la orientación que necesitamos.
Hay pasajes bíblicos donde se señala el cariño especial de Jesucristo por los niños.15 Hay pasajes donde claramente se señala la necesidad de un nuevo nacimiento.16 Lo que muchos no tienen en claro es el hecho de que ese nuevo nacimiento se da en el contexto del Reino de Dios, que se presenta en los Evangelios como una realidad en proceso de realización. El Reino ya es una realidad por cuanto hay un rey, Jesucristo, y un pueblo que lo acepta conscientemente como Señor, la Iglesia. Pero es evidente que ese Reino no se ha consumado todavía. El Reino es un proceso que avanza hacia su consumación. El nuevo nacimiento que el Señor muestra a Nicodemo como una necesidad, ocurre en el contexto del Reino.17 Se trata de la nueva creación, no para permanecer como niños sino para ser adultos en Cristo en el contexto del Reino de Dios. A nivel social, éste es el completamiento de la condición humana bajo el señorío de Jesucristo. Este no es un enfoque exclusivo del Evangelio según San Juan; ocurre también en los Evangelios sinópticos: “El que no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él”.18 El concepto mismo del Reino lleva implícita la idea del crecimiento hacia la maduración. San Pablo advierte del nuevo nacimiento como una imagen de la muerte y resurrección de Jesucristo que se expresa en el bautismo.19 Para San Pablo es claro que se trata de una nueva creación,20 pero una nueva creación en proceso de realización, en maduración. Es decir que, según San Pablo, existe un proceso de maduración que marcha hacia el completamiento de la condición humana, un metabolismo espiritual, una metamorfosis. Es precisamente el verbo metamorfoo, “transformar?”, el que San Pablo usa en Romanos 12:2 y 2 Corintios 3:15. A los Gálatas les dice: “… hasta que Cristo sea formado en vosotros”.21 La meta del hombre es conformarse al arquetipo de lo humano que Dios nos ha dado en la persona de Jesucristo.22 En este pasaje el apóstol señala los dos extremos: el bebito (nepios), el recién nacido que no puede hablar, y el hombre acabado, que ha alcanzado la madurez (elikia) de Jesucristo. Hay que nacer de nuevo para ser cristiano, pero no para permanecer corno niños espirituales a perpetuidad, sino para ser adultos en Jesucristo.
No, la perpetua “inocencia infantil” no es la meta del cristiano. El adulto que pretenda ser y vivir como un niño tiene una seria crisis de identidad y su salud mental está en peligro. Debemos aprender a ser cristianos en cada una de las etapas evolutivas e involutivas de nuestro desarrollo biológico. Nacer de nuevo para permanecer como un niño no es el ideal cristiano. San Pablo usó esa imagen cuando escribió a la dividida comunidad de Corinto, y no precisamente para alabarlos: “Os di a beber leche, y no vianda; porque no erais capaces; ni sois todavía capaces, porque sois carnales, pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?”.23
El Señor nos llama a la adultez, a la vida plena, no a la mediocridad. Nada podemos hacer para evitar la evolución y la involución, el anabolismo y el catabolismo, a nivel biológico: la tumba es nuestro destino inexorable. Pero mucho podemos hacer, por las provisiones de Dios, para alcanzar la plenitud de la vida aquí y ahora y en el más allá, aunque el catabolismo está deteriorando nuestra morada terrenal.24
¿ES POSIBLE DEFINIR QUE ES EL HOMBRE?
El título de este capítulo reclama una definición. Por lo general deseamos llegar a comprender plenamente la naturaleza de aquello que nos interesa. Hemos dicho que nuestro mayor interés se centra en el hombre y en Dios, pero ¿necesitamos una definición? Definir significa limitar, enmarcar, resumir. ¿Podemos lograrlo con el hombre y con Dios? ¿Conocemos lo suficiente 1del hombre como para definirlo? Para Heidegger, el filósofo existencialista, es imposible alcanzar un conocimiento exhaustivo del hombre. Nos dice: “Ninguna época ha sabido tantas y tan diversas cosas del hombre como la nuestra… Pero ninguna otra época supo en verdad menos qué es el hombre”.25
Por cuanto el hombre es imagen de Dios, es imposible definirlo y conocerlo en forma absoluta y total. La Biblia no nos da información suficiente, y la ciencia y la filosofía tampoco pueden ofrecernos un conocimiento exhaustivo del hombre. Sin embargo, la Biblia nos orienta en cuanto al camino que el hombre debe recorrer. La revelación del hombre como imagen de Dios nos muestra su dimensión moral. En la Biblia se utiliza reiteradamente el verbo caminar (peripateo en el Nuevo Testamento), en el sentido ético-moral, para expresar la idea de conducirse en la vida. Dios es amor, pero el hombre no lo es, ya que en él predomina el egoísmo y el odio. Cuando en las relaciones interpersonales prevalezca el amor, desaparecerán los grandes conflictos que angustian al hombre. El pecado ha introducido una escisión existencias en la persona humana. El pecado es un atentado contra la identidad moral de la corona” de la creación.
La búsqueda del completamiento de la condición humana implica un compromiso moral - no moralista -, con nuestra perfección en Cristo. Debemos recordar la exhortación de San Pablo: “Os ruego que andéis como es digno de vuestra vocación con que fuisteis llamados”.26 El hombre es un peregrino en pos de su plenitud. En el Antiguo Testamento la vida del hombre se presenta como una marcha hacia Dios y con Dios. Dios es el camino. Abraham recibe la orden de ponerse en camino y también la seguridad de que Dios marchará con él. En el éxodo de Egipto, donde la historia y la revelación se dan de la mano, el pueblo marcha bajo la dirección divina. Dios es el camino. Desde ese momento el pueblo de Dios es un pueblo en marcha, el pueblo del camino, que deberá permanecer en esa postura para ser fiel a su Señor.
En el Nuevo Testamento se hace referencia al camino - o al caminar -, como a una forma de vida con propósito. La idea del camino indica que la vida tiene un sentido y una meta. El libro de los Hechos nos muestra que el nombre más antiguo de los seguidores de Jesús fue “los del Camino”.27 La versión de Reina-Valera traduce Camino (con mayúscula), en cada uno de los cinco textos donde aparece la palabra. Es evidente que los traductores entienden que la palabra alude a Jesucristo, quien afirma que él es el camino.28 No obstante no hay nada en el texto que sugiera que esta palabra se refiere a la persona de Jesucristo, aunque es evidente que él es el conductor y también la meta del peregrinaje de los que andamos en el Camino. Por supuesto, en el texto griego la palabra camino (’odos), está escrita con minúscula en los cinco casos. En el mismo libro hay otros cinco usos del término que nos dan aun más claridad sobre la intención de Lucas al usar el término. Por ejemplo: “instruido en el camino del Señor” y “camino de Dios”.29
El concepto de camino tal como aparece en el libro de los Hechos está en línea con el concepto expresado de que el hombre es una Gestalt viviente en proceso de integración y completamiento por medio de Jesucristo.
San Pablo, donde el concepto de caminar (peripateo) significa conducirse en la vida, al escribir a los Corintios se refiere a su camino en Cristo para manifestar su peregrinar. En este caso30 Reina-Valera traduce la palabra ’odos por proceder: “Timoteo... el cual os recordará mi proceder (ódos) en Cristo”.
En Apocalipsis, la idea del camino que nos conduce a una meta se expresa a través de las palabras alfa y omega, referidas a Jesucristo.31
Jesucristo es el principio del hombre,32 su paradigma y su meta final. En otras palabras, es su alfa y su omega. Entre estas dos letras (la primera y la última del alfabeto griego), se extiende el camino, porque Jesucristo mismo es el camino. Entre ambas letras transita el peregrinar del hombre que marcha en pos de Cristo, hacia ese punto omega que es la meta de su vida.
La humanización es el proceso que nos acerca al punto omega, o sea, a la culminación de nuestra humanidad, hasta que Cristo sea formado en nosotros.33
Humanizar es ayudar al peregrino a acercarse a esa meta. El que está más cerca de la meta final es aquél que se ocupa de ayudar a sus compañeros de peregrinaje, aquél que se ocupa de la humanización del hombre y, por ende, de la sociedad.
En conclusión, ¿es posible definir qué es el hombre? Para la razón pura el ser humano es indefinible, pero para la razón práctica es comprensible. La Biblia no define al hombre; sólo muestra su origen y su finalidad, de dónde procede y lo que debe llegar a ser. Es un peregrino en pos de su plenitud. Jesucristo es para él el alfa y la omega, el principio y el fin. El nuevo nacimiento es posible sólo a través del sacrificio expiatorio de Jesucristo y por el arrepentimiento y la aceptación, por la fe, de lo que él ha hecho en la cruz para salvarnos.
Hemos visto que el nuevo nacimiento no tiene como finalidad la perpetua infancia espiritual. Por el contrario, nacemos en Cristo para crecer hacia el completamiento de nuestra condición humana según el modelo que Dios nos ha dado en Jesucristo, nuestro punto omega. El autor de la Epístola a los Hebreos nos dice:
     a.     Que el cristiano es un atleta en el estadio de la vida;
     b.     que hay una multitud de testigos34 que contemplan nuestro esfuerzo atlético;
     c.     que es necesario que el atleta cristiano se despoje de todo peso excesivo, ya sean ropas o sobrepaso, porque le impide la máxima eficacia, lo aprietan y lo debilitan;
     d.     que la carrera del cristiano no es de velocidad, sino de resistencia. Por lo tanto es necesario conservar el paso firme y sostenido (corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante);
     e.     que Jesucristo es nuestro modelo de atleta. El es el pionero, el que primero venció en el estadio de la vida. Puestos los ojos en el modelo de humanidad, lograremos la victoria.35
Con estas cinco afirmaciones se introduce el tema de la disciplina, tan importante en la vida personal y en el asesoramiento pastoral. El atleta cristiano debe soportar la disciplina si quiere llegar a la meta.36 San Pablo continúa con la imagen del padre que disciplina a sus hijos por amor.37 Y concluye diciendo: “Es verdad que ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados”.38 La imagen de Dios tiene una dimensión moral, y la disciplina de Cristo y en Cristo nos ayuda a alcanzar la meta.
Lo importante no es la conceptualización del hombre, sino llegar a ser plenamente humanos por el camino que Dios nos muestra en su Palabra.
PARA REFLEXIONAR
En la Biblia encontramos un lenguaje muy diferente al de nuestra cultura occidental. El libro de Génesis, por ejemplo, se refiere al hombre en un lenguaje simbólico, no conceptual, lo cual no significa que sea falso. A pesar de un lenguaje tan peculiar, es posible extraer un concepto del hombre de los primeros tres capítulos de la Biblia.
       l.     ¿Cómo definiría al hombre a la luz de los capítulos bíblicos mencionados?
     2.     ¿Qué opina de la siguiente definición: “El hombre es un ser en relación con el prójimo, con la naturaleza, con Dios y consigo mismo”?
     3.     ¿Qué significa que el hombre es un ser caído? ¿No se introduce un sentido de frustración con tal definición? ¿De qué otra manera podríamos definir al hombre a la luz de Génesis 3, sin que esté implícita la idea de una humanidad frustrada?
   4.     ¿Qué pasajes bíblicos nos ayudan a definir al hombre como un peregrino en pos del completamiento de su condición humana según el modelo que Dios nos ha dado en la persona de Jesucristo?
     5.     ¿Cómo se salva el abismo entre el “hombre caído” del Antiguo Testamento y la esperanza del hombre nuevo según un modelo establecido por Dios? ¿Por qué prevalece en algunos creyentes el pesimismo y no la esperanza?
1 Génesis 1:27.
2 Génesis 3.
3 Génesis 1:27.
4 Génesis 3.
5 Véase el artículo de G. von Rad sobre eikon en el Theological Dictionary of the Bible.
6 Génesis 3.
7 El proceso biológico no es quizás el mejor paralelo de la maduración espiritual, ya que en las inexorables etapas biológicas de nacimiento, crecimiento, madurez, vejez y muerte, tras el progreso sobreviene la decadencia. Para el cristiano la muerte no es el fin; es más bien algo semejante al parto: una muerte a la vida fetal pero un nacimiento a una nueva vida. Esta vida presente no es la meta del cristiano, sino la vida eterna. Por otro lado, el proceso biológico es idéntico en todos los seres humanos, mientras que el proceso espiritual requiere el mayor compromiso por parte de cada persona.
8 Véase Jorge A. León, Psicología de la experiencia religiosa. Buenos Aires, 1973, PP. 14s.
9 El metabolismo es el conjunto de procesos químicos que acontecen en la materia viva transformando y liberando energía. El término deriva del griego metabol, que significa cambio (referido a los constantes cambios en el organismo). La fase constructiva del cambio se llama anabolismo y la destructivo catabolismo.
10 Véase mi obra Psicología de la experiencia religiosa.
11 C. Rumke, Psicología de la incredulidad, Ediciones Carlos Lohlé, Buenos Aires, 1959, p. 8.
12 2 Corintios 4:16.
13 El metabolismo espiritual es siempre ascendente anabólico, cuando marchamos hacia el completamiento de la condición humana según el arquetipo que Dios nos ha dado en la persona de Jesucristo. Esta afirmación merece una fundamentación filológica. Como hemos visto en la nota 9, metabolismo deriva del griego metabol, que significa cambio, pero metabol deriva del verbo metabal, "cambiar" (en el Nuevo Testamento aparece una sola vez, en Hechos 28:6, donde se traduce "cambiar de parecer"), compuesto por la preposición meta y el verbo bal(lanzar). En cuanto al anabolismo y catabolismo, la preposición ana sugiere la idea de ascenso, de movimiento hacia arriba, y la preposición cata expresa la idea de descenso, de movimiento hacia abajo. Etimológicamente el anabolismo es la parte del proceso que lanza a alguien hacia arriba, y el catabolismo la parte del proceso que lo lanza hacia abajo, hacia la muerte.
14 2 Corintios 5:1.
15 Mateo 19:13-15; Marcos 10:13–14 ; Lucas 18:15–16.
16 Mateo 18:3; Juan 3:3–5.
17 Juan 3:3–5.
18 Marcos 10:15; Lucas 18:17.
19 Romanos 6:4; Colosenses 2:12; 3:1.
20 2 Corintios 5:17 ; Gálatas 6:15.
21 4:19.
22 Efesios 4:13–14.
23 1 Corintios 3:2–3.
24 2 Corintios 5:1.
25 Citado por Martin Buber en ¿Qué es el hombre? Losada, Buenos Aires, 1955, p. 145.     
26 Efesios 4:1.
27 9:2; 14:9; 22:4; 24:14, 22.
28 Juan 14:6.
29 18:26.
30 1 Corintios 4:17.
31 Apocalipsis 1:8; 21:6; 22:13.
32 Juan 1:3; Colosenses 1:16.
33 Gálatas 4:19.
34 Hebreos 11.
35 Hebreos 12:1–2.
36 Hebreos 12:7.
37 12:8–10.
38 12:11.
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