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domingo, 15 de marzo de 2015

Si nos olvidamos de Dios, podemos alejarnos y a veces, aun llegar a despreciarle

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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Un Dios digno de Adoración

Ezequiel 1–3

¿Cómo pudo suceder? Dentro del pueblo escogido, que decía pertenecer al Dios vivo, los líderes religiosos introdujeron en el templo de Jehová a otros dioses paganos. ¿Como era posible que se pervirtieran tanto?
Es que se les había olvidado la grandeza y gloria del Señor a quien decían servir, Jehová, el que dijo que consumiría con su gloria al que le viera directamente. Sin embargo, a ellos se les había olvidado precisamente eso: darle gloria.
Aunque parezca mentira, es posible que al pueblo de Dios también hoy, se le olvide su grandeza. Si nos olvidamos de él, podemos alejarnos y a veces, aun llegar a despreciarle. Podríamos caer en la misma trampa.
Un creyente verdadero puede sentirse muy contento cuando llega al culto del domingo con otros que creen en el mismo Dios. Sin embargo, al salir del templo, su vida no manifiesta ningún cambio. Vive como si Dios no existiera. Tal cristiano no se da cuenta de que el conocimiento verdadero de Dios puede cambiar su vida.
El libro de Ezequiel fue escrito para advertirnos de este peligro. Nos llama a contemplar las implicaciones de la gloria de Dios para nuestra vida.

EL MINISTERIO DE LOS PROFETAS

Los profetas eran hombres que andaban con Dios. No les daba miedo definirse como sus siervos. Ellos señalaban el camino a seguir para tener la conducta adecuada del pueblo que a menudo se salía de los límites establecidos por Dios.
El Antiguo Testamento nos enseña el trabajo de estos grandes hombres y las variadas emociones que experimentaban. Además, nos indica las formas en que Dios los utilizó para restaurar a Israel a la comunión con él.
La función de los profetas ha sido mal entendida en nuestros días. Se considera frecuentemente que un “profeta” es alguien que anuncia sucesos futuros. No obstante, no es esa la única, ni la más importante, función del profeta.
Un profeta es un vocero de Dios, porque anuncia o proclama la palabra santa. Entonces, es alguien llamado para anunciar el mensaje que Dios quiere comunicar al hombre. Tal mensaje puede referirse al futuro, pero no tiene que ser forzosamente así.
Cuando un profeta anunciaba algo futuro, lo hacía para motivar al oyente a cambiar su vida en ese momento. Dios utilizó a estos voceros para animar al pueblo a confiar en él y obedecerle

¡PENSEMOS!

 Los profetas predicaron para el pueblo de Israel con el fin de corregir problemas contemporáneos. ¿Se dirigen estos mensajes a nuestras circunstancias hoy también? ¿En qué problemas actuales nos podría ayudar el mensaje de los profetas? Dé algún ejemplo que usted recuerde.

LOS TIEMPOS DE EZEQUIEL

Dios, en los pactos que hizo con Israel, prometió bendición a cambio de la obediencia, y maldición a cambio de la rebeldía (Deuteronomio 28). Dios mandó prosperidad cuando el pueblo fue fiel; mas cuando se apartó, envió maldición.
La maldición mayor, hasta esa fecha, había sido el exilio. El pueblo fue arrancado de su tierra y esparcido por otras naciones para ser esclavo de ellas. Dios mostró su amor aun en medio de las maldiciones enviando a sus mensajeros los profetas.
Ezequiel aparece en esa época del exilio. Tuvo que vivir, lo mismo que sus paisanos, lejos de Jerusalén, en Babilonia. Fue llevado cautivo en la segunda deportación, cuando corría el año 598 a.C.
En los primeros 32 capítulos, explica a sus paisanos por qué estaban allí y los llama al arrepentimiento. A la vez, predice la destrucción venidera de Jerusalén. La última parte del libro fue escrita después de oir de la caída de la ciudad. Quería consolar a su pueblo y asegurarle su futura restauración.

EL MENSAJE DEL LIBRO

El mensaje que Ezequiel anuncia al pueblo es que Dios va a glorificar su nombre. Israel lo había despreciado y difamado por generaciones. Ahora, a través del juicio y la restauración, su nombre volverá a ser magnificado y aprenderán a reverenciarlo.
El propósito de Ezequiel entonces, era enseñar la grandeza de Dios. Se repite una frase o lema en todo el libro: “Y sabrán que yo soy Jehová”. La repetición de esta frase sirve para llamarles la atención por no haber respondido adecuadamente a la grandeza de Dios.
El tema se repite tanto al referirse al juicio, como a la restauración. A través de todo el libro Dios está usando el juicio y la restauración como lecciones visuales para enseñarles quién es él. Los dos aspectos revelan que Dios es misericordioso pero también santo, y no tolera el pecado.

LA ESTRUCTURA DEL LIBRO

La estructura de Ezequiel se divide en dos partes principales. Las dos partes giran alrededor de un eje: la caída de Jerusalén (33:21):

  “Aconteció en el año duodécimo de nuestro cautiverio en el mes décimo, a los cinco días del mes, que vino a mí un fugitivo de Jerusalén, diciendo: La ciudad ha sido conquistada”.

Los primeros 32 capítulos contienen profecías que se anunciaron antes de la caída de Jerusalén. Los capítulos 33 al 48 las que se dieron después de su caída.

PROFECÍAS ANTES DE LA CAÍDA DE JERUSALÉN 1–32

EJE: LA CAÍDA DE JERUSALÉN 33:21

PROFECÍAS DESPUÉS DE LA CAÍDA DE JERUSALÉN 33–48

EL LLAMAMIENTO DEL PROFETA 1–3
El ambiente del profeta 1:1–3
Los únicos datos biográficos que conocemos de Ezequiel se encuentran en el libro. Pertenecía a una familia sacerdotal y su padre se llamaba Buzi.
Ezequiel era de una clase social alta. Fue llevado a Babilonia con el rey Joaquín en la segunda deportación. En cada batalla, se acostumbraba que el rey victorioso aprisionara a los nobles y ricos de la ciudad conquistada. Daniel fue llevado en la primera deportación.
Por ser sacerdote, Ezequiel conocía bien la ley. Había visto personalmente las faltas que los guías espirituales del pueblo cometían.

TODO ERROR DOCTRINAL
Y TODA CAÍDA PRÁCTICA
PUEDE ATRIBUIRSE A FIN DE CUENTAS
A UN CONCEPTO EQUIVOCADO DE DIOS.

La visión de Jehová 1:4–28
La visión de Dios que Ezequiel presenció introduce el libro a los lectores originales para llamarles la atención desde el principio acerca de la gravedad de sus faltas cometidas. El Dios glorioso que se revela en la visión es el mismo con quien ellos habían estado jugando.
Al contemplar el propósito de enseñar quien es Dios, el ambiente del cual vino el profeta, y las circunstancias de la vida del pueblo, podemos entender el significado de esta visión temible.
La visión ocurre juntamente con el llamamiento del profeta. Contiene muchos elementos: fuego (1:4), resplandor (1:4), seres vivientes con apariencia de animales (1:5, 10), ruedas (1:16), y un trono (1:26). Tantos elementos extraños nos hacen preguntarnos. ¿Qué significa tal visión? El mismo profeta nos responde: “Esta fue la visión de la semejanza de la gloria de Jehová” (1:28).
¡Qué manera de presentar la gloria de Jehová! ¿Qué razón tendría Dios para manifestarse así? La lectura de estos versículos y el intento de contemplar el cuadro descrito producen asombro.
La visión describe la grandeza y el poder del Señor. Con este Dios majestuoso y temible estaba jugando Israel. Ese ser tan imponente, había sido ofendido y despreciado. Al mismo tiempo, Jehová está preparando a su siervo para anunciar la manera en que el pueblo conocerá su grandeza.
Entre los muchos detalles que contiene hay dos elementos principales: cuatro seres vivientes con ruedas (1:5–25), y uno semejante a hombre sentado en el trono (1:26–28). Los cuatro seres vivientes después son identificados como querubines, seres creados por Dios para su servicio (10:1–4).
Muchas personas se ponen a interpretar con tanto esmero los detalles de esta visión, que descuidan los elementos mas importantes. Lo mejor es poner la atención en lo que es central e importante para entender lo que el profeta quiere explicar.
Las expresiones “una gran nube con fuego” y “un resplandor”, sugieren la semejanza de la revelación de la gloria del Señor en Sinaí (Éxodo 20:18). El mismo Dios que hizo los pactos y prometió bendición y maldición, vuelve a presentarse para cumplir su promesa.
La reacción de Ezequiel ante esta visión es de temor y humillación. Se postra en adoración ante ese Dios tan imponente, y oye lo que le quiere decir. La respuesta del profeta demuestra lo que Israel debía de haber hecho frente a un Dios tan glorioso.
Ezequiel había visto la gloria de Dios. Israel había olvidado la grandeza de la gloria del Señor y, por lo tanto, hacia falta un recordatorio. El mensaje del profeta les asegura que tal recordatorio no tardaría en venir.

¡PENSEMOS!

 Este Dios glorioso que se presentó a Ezequiel es el nuestro también. Es un Dios de amor, pero también es santo y no puede tolerar el pecado. Además, siempre es fiel y cumple todo lo que promete.
 Entre más conozcamos de Dios, mejor sabremos cómo debe ser nuestra actitud ante él. La postura de Israel fue de rebeldía, desprecio y desobediencia. La de Ezequiel fue de respeto, humillación y disposición a escuchar.
 ¿Cuál es nuestra actitud frente a Dios? ¿Será como la de Israel, o como la del profeta? Tome un momento para evaluarla. ¿Tiene alguna actitud negativa que afecta su respecto y obediencia hacia el Señor? ¿Qué evidencia se ve en su vida de su actitud ante él? ¿Qué pasos debe dar para mejorarla?

Ezequiel escucha lo que Jehová quiere decirle y se motiva para obedecer la voz del gran Dios. La presencia del Señor no se limitaba al templo en Jerusalén. Él la vio en Babilonia, a casi 800 kilómetros de Jerusalén.
Dios se dirige a Ezequiel nombrándolo hijo de hombre. Esta frase resalta la debilidad humana del profeta. Solamente por el Espíritu puede el vidente recuperar las fuerzas perdidas al contemplar una visión tan majestuosa.
El profeta escucha la comisión de Dios. Le da un trabajo para que lo cumpla en aquel ambiente de destrucción en que se encontraba.

EL MINISTERIO DEL PROFETA
ANTES DEL CAUTIVERIO.

TRASFONDO HISTÓRICO:
PECADO E IDOLATRÍA.

MENSAJE: EL JUICIO VENIDERO.
PROPÓSITO: MOTIVARLES A ARREPENTIRSE.

Dios manda a su profeta a los hijos de Israel. Ellos eran una casa rebelde (2:5). Les Ilama: “de duro rostro y empedernido corazón” (2:4), “zarzas y espinos” y “escorpiones” (2:6). ¡Qué público! La tarea de Ezequiel se tornaba dificil.
El Señor no le da ni siquiera una esperanza de que lo iban a escuchar, pero le asegura que “sabrán que hubo profeta entre ellos”. El ministerio del vocero de Dios siempre es así. Él nos manda a hablar, pero no nos da ninguna garantía del resultado. Este queda entre el oyente y Dios. A Ezequiel le asegura que NO le harán caso. Sin embargo, él tiene que ir a hablarles.
No obstante, Dios no deja indefenso a su mensajero; lo prepara bien para su tarea (2:8–3:11). Primero, hace que Ezequiel se apropie del mensaje, que lo haga parte de su propia vida (2:8–3:3).
Su identificación con el mensaje divino se ilustra al comerse el libro que lo contiene. Uno no puede hablar bien de algo que no conoce. Dios quería que el profeta hiciera suyo el mensaje que él iba a enseñar al pueblo rebelde.
Ezequiel describe su experiencia con el rollo que comió. El libro contenía ayes y lamentaciones en contra de su propio pueblo. Sin embargo, cuando lo comió, no sintió su sabor amargo, sino que fue “dulce como miel” (3:3).
¿Es así la palabra del Altísimo para nosotros? Para el profeta fue dulce. ¿Por qué? Porque no estaba viendo sólo los juicios. El podía ver mas allá de ellos, porque conocía a su Señor. Ve la gloria de Dios y sabe que él no comete errores. Aun aquellos ayes y lamentaciones tenían un propósito que era para bien.
La primera forma que Dios utiliza para preparar a su siervo se presenta al decirle que coma el rollo. La segunda forma en que lo prepara es haciéndolo fuerte, más resistente que la casa rebelde de Israel (3:7–9). Sólo entonces, el profeta estuvo listo para trabajar.
En ese momento, el vidente reacciona, como que de pronto se desanima y no quiere llevar a cabo una encomienda tan dura contra su propia gente (3:14). Jeremías experimentó algo similar (Jeremías 1:6–9). Se ve que en los dos casos, la mano de Dios es más fuerte que la debilidad de su siervo.
Además, Dios establece a Ezequiel como atalaya (3:17). Un atalaya era el guardia de la ciudad. Su trabajo era mantener la vista en el horizonte y en la misma ciudad para observar cualquier peligro, fuese de un invasor de afuera, o de fuego o desórdenes internos.
Si un atalaya no avisaba del peligro, sería responsable de la muerte de los habitantes y tendría que morir también. Si avisaba, quedaba libre de cualquier culpa, aunque no le hicieran caso.
Tal era el trabajo de Ezequiel. Ya conocía el peligro que se cernía sobre su pueblo. Le correspondía a él anunciarlo; ésa era su única obligación. No era responsable de convencer a nadie, sólo de anunciar el peligro. Si uno de sus oyentes atendía el mensaje, ése se salvaría; si otro no lo obedecía, moriría. Sin embargo, para el profeta resultaba lo mismo. Sería responsable solamente cuando no anunciara el mensaje.

¡PENSEMOS!

 ¿Tenemos los evangélicos un mensaje que debemos comunicar? Aunque nuestros oyentes sean indiferentes u hostiles muchas veces, nuestra responsabilidad es dar el mensaje. El éxito del anuncio no está en que las personas sean convencidas, sino en que el mensaje sea trasmitido.
 ¿He sido y equipado como lo fue el profeta? Según Hechos 1:8, ¿en qué manera nos ha capacitado Dios para comunicar el mensaje del evangelio?
 Piense en dos personas que usted conoce que aún no han hacho una decisión por Cristo. Empiece a orar por ellas diariamente y pedir que Dios le ayude a anunciarles su mensaje.

Algunos creen que el castigo o muerte del justo (3:20) indica que los ya salvos pueden perder la salvación, pero debe tomarse en cuenta que el profeta se dirige al pueblo de Dios. Como hijos, ellos tenían deberes que cumplir. El enfoque está en la manera en que el pueblo de Dios, ya justificado por fe, debe vivir.
Si el estilo de vida del pueblo del Señor mancha el nombre de Dios, el castigo es la muerte. La historia de Israel demuestra que esta muerte es fisica. Así se prueba, de una vez por todas, que con el Omnipotente no se puede jugar.
La lección para nosotros hoy, tal como lo fue para ellos, es que el justo no se salva por hacer buenas obras. La salvación se recibe al confiar en Cristo. Es en tal persona que Dios produce un cambio. Así que, este pasaje no enseña que la salvación puede perderse (Vea Juan 10:10, 28–29; 17:6, 10).
Al terminar de explicar sus responsabilidades, Dios encierra a Ezequiel y lo enmudece. Así, el profeta hablaría sólo cuando el Señor se lo mandara. En esta forma, el vidente iba a cumplir su ministerio (3:22–27).

CONCLUSIÓN

En medio de un pueblo que ha olvidado su gloria y grandeza, Dios se revela a un hombre que reconoce su dignidad y esta dispuesto a servirle. Ezequiel ve la gloria del Señor y adora su grandeza. En una manera muy distinta a Israel, él reconoce que la gloria de Jehová nos obliga a someternos a él y obedecerle. A gran precio personal, el profeta obedece la comisión del Dios Altísimo y se compromete a proclamar el mensaje que le ha encomendado.

¡PENSEMOS!

 Nosotros no debemos imitar el ejemplo de Israel. Si adoráramos a un dios de piedra y palo, hecho a nuestra imagen, no tendríamos que preocuparnos por él, o por nuestra actitud frente a esa clase de deidad.
 Sin embargo, si adoramos al Señor omnipotente, creador y soberano del universo, debemos tender cuidado de reconocer su grandeza y sus derechos. Dios merece nuestra adoración y sumisión. ¿A que clase de Dios seguimos?
 ¿Qué cambios ha producido el hecho de haber conocido al Padre celestial en su vida? ¿Lo conoce de verdad? ¿Qué diferencia ha hecho en su vida esa experiencia? ¿Qué espera él que usted haga como respuesta lógica a la revelación de su grandeza?

DETRÁS DE CADA VIDA ALEJADA DE DIOS
HAY UN CONCEPTO INADECUADO DEL
SEÑOR.

LA SOLUCIÓN PARA EL HOMBRE ALEJADO
DE DIOS ES VERLO TAL COMO ÉL ES.


 
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sábado, 14 de marzo de 2015

Amor y lealtad: Dos elementos primordiales para mantener el pacto con Dios

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
 
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Importancia de la Fidelidad
1 Crónicas 1–9
La fidelidad viene a la mente como una palabra clave cuando pensamos en cualquier convenio. El deseo de toda pareja que se acerca al día de su boda, es que su relación matrimonial se distinga por el amor y la fidelidad. Cuando falta alguno de estos elementos en un hogar, pronto se desvanece la felicidad, pues son ellos los que fundamentan el pacto nupcial.
Estas mismas características se aplican al pacto que Dios hizo con Israel. Aunque éste se basó en el amor de Dios hacia ese pueblo, El demandaba que respondieran con amor y lealtad también. Es por ello que éstos llegaron a ser los elementos primordiales de ese pacto.
Por consecuencia, si Dios demandaba que Su pueblo en general cumpliera con éstas virtudes, con mucha más razón lo esperaba de los reyes que El había puesto para gobernarlos. Al establecer Su pacto con David, Dios prometió que nunca quitaría Su misericordia de Salomón su hijo (1 Crónicas 17:11–14). La palabra misericordia que se emplea en ésta promesa, incluye tanto el amor como la fidelidad de parte de Dios hacia Salomón y su descendencia, dando a entender que Dios cumpliría con ella sin importar lo que ellos hicieran.
En los libros de las Crónicas, se presenta claramente el mensaje de que Dios ha prometido tratar a Israel con misericordia, o sea, con amor fiel y que demanda que ellos respondan de la misma manera. Como resultado, el pueblo entero y el rey en particular, tienen derecho a gozar de las bendiciones y responsabilidades que un pacto de esa naturaleza ofrece.
¡PENSEMOS!
Las promesas que Dios dio a Isreal y a la iglesia no son idénticas. Sin embargo, para comprender la relación que existe entre el mensaje de estos libros con nosotros, tenemos que entender que El nos ha prometido Su amor al igual que lo hizo con Israel. A la vez, El demanda que nosotros respondamos con amor y fidelidad. Consideremos un momento las implicaciones de esta verdad.
¿En qué maneras se ha manifestado el amor fiel de Dios para con nosotros? Haga una lista de las evidencias de ese amor que usted ha observado en su vida.
¿En qué maneras debemos manifestar nuestro amor y fidelidad a Dios hoy en día?
EL AUTOR Y LA FECHA
El formato actual de los dos libros nos hace difícil recordar que originalmente se escribieron como un solo tomo, tal como pensamos estudiarlo en este comentario. Aunque el autor de esta gran obra no se identifica, el Talmud, que representa la tradición judía, atribuye el libro al escriba Esdras, conocido por el libro que lleva su nombre y por su importante participación en la restauración de Israel.
Varias evidencias apoyan la opinión de que Esdras lo escribió. Primero, la tradición en sí misma representa evidencia externa de gran valor debido a la fecha tardía de su preparación y aceptación por parte del pueblo. La evidencia interna también es convincente. El libro está redactado desde la perspectiva de un sacerdote porque el templo ocupa un lugar primordial en su argumento. Puesto que Esdras se identifica como sacerdote, refleja la misma perspectiva que el libro que Ileva su nombre (Esdras 7:1–5, 11).
Por otro lado, las genealogías que presenta Ilegan hasta los días de Esdras y apoyan la idea de que el autor era contemporáneo de él. No se conoce otro candidato más viable. Además, el uso del idioma hebreo y su estilo literario son semejantes a los de Esdras. La última evidencia a favor de él como autor, se encuentra al comparar el principio del libro de Esdras (1:1–3) con la conclusión de 2 Crónicas (36:22–23). Las dos porciones son iguales. Parece que Esdras presenta una continuación intencional de la historia que Crónicas empieza a relatar.
El libro mismo da evidencia de que el autor, quienquiera que fuera, utilizó diversas fuentes históricas para redactarlo. Como escriba, Esdras tendría acceso a ellas y sabría cómo utilizarias. Sin embargo, el uso de otra información no desacredita la inspiración divina. Dios es capaz de dirigir al autor a investigar el material histórico a su alcance para así garantizar la veracidad y valor del mensaje que El quiere revelar a Su pueblo.
En cuanto a la fecha del libro, los sucesos en sí abarcan casi todo el período del Antiguo Testamento, desde Adán hasta la restauración (1–9). La presentación más detallada de la historia se dedica a considerar el tiempo entre Saúl (1051 a.C.) y el decreto de Ciro que permitió al pueblo regresar a Israel y reconstruir el templo (538 a.C.).
Es evidente que ningún autor vivió durante todo ese tiempo para poder contar la historia. El escritor mira hacia atrás para señalar al pueblo de Israel las lecciones de ella. Debió haberlo escrito cerca del final del período contemplado. Lo más probable es que fuera después de que regresó a Jerusalén en 458, aproximadamente entre 450 y 425 a.C.
LA SITUACION HISTORICA
Aunque en las referencias a las genealogías, el libro hace alusión a todo el período del Antiguo Testamento, el enfoque principal es la dinastía davídica sobre Judá (1011–586). Concluye con un resumen del período del cautiverio (606–536).
El énfasis del libro es primordialmente temático y teológico. Por eso, la perspectiva histórica es bastante limitada. Trata solamente de la historia que afecta a la casa de David y Judá, la cual se complementa con los libros de Samuel y de los Reyes.
Políticamente, el período refleja las condiciones existentes durante los reinados de David y Salomón, cuando había poco dominio extranjero, e Israel controlaba toda la tierra alrededor de ellos. 2 Crónicas muestra la influencia creciente de Mesopotamia. El área se vio cada vez más afectada por las potentes naciones del norte y del oriente; primero, por Siria, después por Asiria, Babilonia, y finalmente, por Persia.
En cuanto a la política de la región más cercana, la influencia más notable al principio del período es el mandato de la dinastía davídica sobre Israel. La división de este reino, después de Salomón, resulta en conflictos entre el norte y el sur.
Cuando el pueblo del reino del norte fue llevado cautivo en 722 a.C., la dinastía davídica continuó en el sur hasta 586 a.C. El ambiente político se volvió inestabel a causa de la inconstancia religiosa de la nación del pacto para con su Dios. El libro traza la relación entre estos dos factores a través de la historia.
El relato concluye con la caída de Judá, provocada por su decadencia religiosa. La esperanza de restauración se presenta al escuchar el decreto de Ciro, que les permite regresar a su tierra y empezar de nuevo la reconstrucción del país.
PROPOSITO Y TEMA
Regreso a la Tierra Prometida
Los judíos sobrevivientes después del decreto de Ciro, regresan a su tierra para reconstruirla. La última vez que habían estado en ella, Dios les había castigado y mandado a la cautividad por su infidelidad. Al regresar, el autor quiere asegurarse de que no vuelva a suceder lo mismo.
Por lo tanto, presenta la lección histórica como advertencia y estímulo. La historia demuestra cómo Dios ha controlado las naciones paganas y el destino de Su pueblo; por eso, Israel puede contar con la fidelidad de Dios.
En Deuteronomio 28 a 30, Dios les había dicho exactamente cómo les trataría. Si se sometían a Su autoridad y obedecían las condiciones de Su pacto con ellos, habría bendición. Por el contrario, cuando desobedecieran y se rebelaran contra Su autoridad, habría maldición, disciplina y destrucción. Dios quería que aprendieran de la experiencia de sus antepasados y que se sometieran a El para recibir bendición. Se requiere que el pueblo de Dios sea hallado fiel.
DESANIMO POR LO PERDIDO
Al regresar a Jerusalén y observar las condiciones existentes, el pueblo notó que dos cosas faltaban: el trono y el templo. Por lo tanto, el desánimo abundaría al ver lo que no tenían, las posesiones significativas de su historia que habían desaparecido.
Al observar que el trono faltaba, el autor intenta animarles recordando que aun existía el descendiente de David. Dios había protegido el linaje real de la casa de David. El puede restaurar el rey a su trono cuando El quiera, porque lo mantiene protegido, primero bajo el cuidado del imperio babilónico, y después bajo la autoridad de Ciro Su siervo.
La segunda cosa que se echa de menos, es el templo. El actual no es tan grande y glorioso como el de Salomón. Al fijarse en la diferencia entre éste y el de Salomón que había sido destruido, muchos empezaron a lamentarse. Estaban desanimados. El autor los exhorta a reconocer que el edificio en sí nunca ha sido lo más importante. Así que más bien, deben aprender a apreciar la función del templo como casa del Altísimo y aceptar la presencia de Dios con ellos para dirigir la vida nacional y poder regocijarse en lo que El les ha dado.
Se escribe el libro con el objeto de animarles. El autor quiere dirigir su atención al hecho de que Dios les ha cuidado y les ha traído a su tierra de nuevo. Tienen que reconocer lo que El está haciendo para su bien. Por eso, insiste en lo que ha hecho con ellos para que lo gocen y aprovechen la nueva oportunidad que Dios les da en la tierra.
Con ese fin, y para que se den cuenta de lo que Dios hace, se les da una orientación de la perspectiva divina tocante a la historia de Israel. No intenta esconder sus faltas; son demasiado obvias. Traza la historia de la casa de David desde el punto de vista divino para que aprendan cómo actúa Dios en relación con Su rey.
El relato llega a su clímax con el decreto de Ciro que produce la esperanza de recuperar la presencia de Dios entre ellos y el reestablecimiento del trono de David. Esta esperanza debe producir ánimo en el pueblo para empezar de nuevo y para que sean fieles a su Dios.
DESCUIDO DEL TEMPLO
A través de todo el libro se insiste en la posición vital que el templo ocupa en la historia de Israel. En parte, éste énfasis se debe a la orientación sacerdotal del autor. Sin embargo, se debe también a que el interés en el templo y en sus actividades es un síntoma de la conditión espiritual en que se encuentra el pueblo y de su relación con Jehová, quien reside en el templo.
Al señalar los aspectos del reinado de David que explican la grandeza del rey que era “conforme al corazón de Dios”, enfatiza que uno de los elementos de mayor importancia fue su actitud en cuanto a la construcción del templo. En los últimos años de su reinado tenía el deseo ferviente de construir esta casa para su Dios.
Se hace referencia al reinado de Salomón también, no porque fuera un rey dedicado totalmente a Dios, sino por su importancia en la edificación del templo (1–9). A pesar del énfasis que se da a la gloria de Salomón, seis de los nueve capítulos giran alrededor del templo. Se observa claramente que después de la muerte de Salomón, la nación abandonó el templo y la adoración a Jehová. Entonces, las guerras empezaron a arruinar el país.
LA IMPORTANCIA DEL TEMPLO 2 CRONICAS
1–9
* 10–36
EXALTACION DE SALOMON
* DEGENERACION DE JUDA
TEMPLO CONSTRUIDO
* TEMPLO DESTRUIDO
TEMPLO DEDICADO
* TEMPLO PROFANADO
REINADO DE SALOMON
* RUINA DE JUDA
El autor de Crónicas evalúa cada rey en relación con el templo, que era el centro del poder espiritual de la nación. En esencia, pasa por alto el reino del norte debido a su religión falsa y su rechazo del templo en Jerusalén. Se concentra en el sur, especialmente en aquellos reyes que hicieron lo correcto, ya fuera por su interés en el templo o por sus reformas espirituales. Cuando el pueblo abandona a Dios, El les quita Su bendición.
El relato histórico termina con el edicto para la reconstrucción del templo, que representaba la presencia de Jehová entre ellos y que servía como un recuerdo continuo de la posición privilegiada que tenían frente a Dios. Así que este comentario final no representa nada más un dato histórico interesante; sino que hace sonar una nota profética para dar esperanza al pueblo. El linaje davídico, el templo y el sacerdocio, todavía les correspondía. Dios no los había abandonado.
TRES PROPOSITOS DE CRONICAS
* EXHORTARLES A LA FIDELIDAD
* ANIMARLES A CONFIAR EN DIOS
* SEÑALARLES LA IMPORTANCIA
DE RESPETAR EL TEMPLO
Dios exige lealtad de Su pueblo y especialmente de su rey. La historia de Israel demuestra que cuando el rey andaba bien, el pueblo le seguía. Los reyes son culpables por haber dirigido los pasos del pueblo hacia la infidelidad.
Los libros de Crónicas presentan un relato interpretativo de la historia de Israel. La base de la evaluación es la fidelidad a Jehová. Cuando el rey es fiel, el pueblo prospera; cuando el rey abandona a Dios busca a otros dioses, o trata de imitar al mundo, es juzgado y castigado. Al regresar a la tierra y principiar de nuevo, los israelitas deben aprender esta importante lección que les da la historia. Dios exige fidelidad. Si confían en El y obedecen Su Palabra, pueden estar seguros de que gozarán de la bendición de Dios.
ORGANIZACION DEL LIBRO
1 Crónicas empieza con nueve capítulos dedicados principalmente a las genealogías más significantes de la historia de Israel. A través de ellas, se observa la importancia de los linajes de los levitas y de David. El resto de la historia gira alrededor de ellos (1–9). Al llegar al reinado de David, el rey elegido por Dios (10–29), se señalan los aspectos de su mandato, que explican la grandeza de aquel que era conforme al corazón de Dios: su relación con el arca (13–16), con el pacto (17–20), y con el templo (21–29).
2 Crónicas continúa la historia donde termina 1 Crónicas. Después de demostrar la gloria que alcanzó Salomón por su interés en la construcción del templo (1–9), traza la degeneración de Judá, mencionando los pocos períodos alentadores de reformas, pasando por los descendientes de David hasta llegar al último rey, quien presenció la caída de Jerusalén (10–36:14). El libro termina con el rechazo de los reyes de Judá y la destrucción de la ciudad (36:15–21). Sin embargo, establece la esperanza para el futuro al referirse al decreto para la restauración de Judá (36:22–23).
1–2 CRONICAS
GENEALOGIAS DEL PUEBLO DE DIOS
1 CRONICAS 1–9
REINADO DEL REY ELEGIDO DE DIOS
1 CRONICAS 10–29
Reinado De Salomon
2 CRONICAS 1–9
REINADO DE LOS DEMAS REYES
2 CRONICAS 10–36:14
RECHAZO DE LOS REYES DE JUDA
2 CRONICAS 36:15–21
RESTAURACION DE JUDA DECRETADA
2 CRONICAS 36:22–23
GENEALOGIAS DEL PUEBLO DE DIOS 1–9
Crónicas empieza con la presentación de la genealogía de Israel desde Adán hasta el período de la restauración. Los propósitos del autor se identifican al observar las familias que reciben mayor atención.
Linaje del Rey Elegido por Dios 1–3
Desde Adán Hasta Israel. Cap. 1
La lista pasa rápidamente por las personas responsables del establecimiento de las naciones, hasta llegar a Abraham (1:1–27). Se le da mayor énfasis al linaje de Abraham que a los demás. Sin embargo, los hijos de Abraham en general se presentan en forma superficial para llegar luego a la familia de Israel, mejor conocido como Jacob, quien es la fuente específica de la nación (1:28–54). Aparentemente, se elige el nuevo nombre dado por Dios a Jacob para hacer resaltar la importancia de Israel en este cuadro.
Desde Israel a David. Cap. 2
De todos los hijos de Israel, se elige la familia de Judá para un estudio más detallado. Al finalizar la presentación de la familia de Judá, el camino está listo para considerar al hijo más prominente de esta familia, David, el elegido de Dios para servir como rey sobre Su pueblo. A través del resto del libro, ei estado de la nación descansa en los descendientes de esta familia.
Desde David al Cautiverio. Cap. 3
Después de presentar los antepasados de David, el autor se dedica a observar más de cerca a sus descendientes. Le interesan tres aspectos especiales del linaje de David: primero, presenta a todos sus hijos (3:1–9); después, traza la línea de sus descendientes que reinaron sobre Judá (3:10–16).
Finalmente, presenta a los descendientes de Jeconías, mejor conocido como Joaquín, a quienes considera los here-deros legítimos del trono. Probablemente, los presenta para demostrar que durante todo el cautiverio siempre había existido un heredero con derecho a reclamar el trono de David. Por lo tanto, afirma que la promesa de Dios de preservar el trono davídico está firme (3:17–24).
Linaje del Pueblo de Dios 4–7
A continuación, presenta un resumen de las genealogías de las doce tribus. La importancia de la tribu de Judá se observa por su colocación al principio de la lista. Es posible que se incluyeran estas listas para facilitar a las familias que regresaban, la identificación de su origen a fin de que demostraran su derecho a heredar la tierra.
Descendientes de Judá 4:1–23
Descendientes de Simeón 4:24–43
Descendientes de Rubén 5:1–10
Descendientes de Gad 5:11–22
Descendientes de Manasés en el este 5:23–26
Descendientes de Leví 6:1–81
Descendientes de Isacar 7:1–5
Descendientes de Benjamín 7:6–12
Descendientes de Neftalí 7:13
Descendientes de Manasés 7:14–19
Descendientes de Efraín 7:20–29
Descendientes de Aser 7:30–40
El interés especial del autor en el sacerdocio se nota por el énfasis que da a la línea genealógica de Leví (6:1–81). Señala específicamente el linaje de Aarón (6:1–15) y las funciones asignadas a todas las familias levíticas.
Linaje del Rey Escogido por el Pueblo 8
Al terminar las genealogías de las doce tribus, describe más detenidamente el linaje de Benjamín, tal vez por su identificación con Judá en el reino del sur y porque fue la única tribu que no se apartó de Dios. Es probable que le dedicara atención especial también por su relación con Saúl, el primer rey de Israel.
La presentación ampliada de la familia de Saúl en medio del estudio del linaje de Benjamín indica el reconocimiento especial que da al primer rey de Israel. Parece haber un intento de identificar su descendencia para que no se olvidaran de él.
Después de todo, aun con todas sus faltas, Saúl había sido el originario del establecimiento de la monarquía. Si se hubiera mantenido fiel a Jehová, El habría confirmado su trono sobre Su pueblo. Sin embargo, sabiendo desde el principio cómo resultaría este reinado, decidió que Judá fuera la fuente de Su rey elegido (Génesis 49:8–10).
Restauración del Pueblo en Jerusalén 9:1–34
Al concluir los informes genealógicos, se identifican las primeras familias que regresaron de la cautividad. La mayoría eran descendientes de Judá, Benjamín y Leví, lo que resulta lógico, debido al hecho histórico de que la mayoría de los que volvieron, venían de Babilonia, adonde fueron llevados después de la caída de Jerusalén, donde radicaban esas tribus en especial.
Además, la presencia predominante de representantes de las tribus de Judá, Benjamín, y de la familia sacerdotal, apoya la tesis del autor de que ellos eran los responsables del estado espiritual del pueblo. Al andar fielmente con Dios, el pueblo los seguía, pero de la misma manera, cuando se apartaban, les seguían en su pecado. Sin embargo, también menciona representantes de las otras tribus.
Aunque no se observan muchos detalles en cuanto al ministerio de los líderes religiosos del pueblo, el autor quiere señalar que se esforzaban por cumplir sus responsabilidades fielmente. Comenta que los sacerdotes fueron hombres eficaces en la obra del ministerio en la casa de Dios (9:13). Se nota que había suficientes hombres para realizar adecuadamente las responsabilidades de servicio en el templo.
Resumen del Linaje de Saúl 9:35–44
Para conocer el trasfondo de la historia del reinado de David y sus descendientes, conviene principiar con los últimos días del reinado de Saúl, primer rey de Israel. Por eso, la transición de las genealogías a la historia se logra por medio de una presentación parcial de la genealogía de la familia de Saúl.
¡PENSEMOS!
Uno de los propósitos de esta prolongada sección de genealogías que a veces nos parece aburrida, era obligarles a considerar sus raíces. Al leer estas listas de nombres, cada miembro del pueblo de Dios buscaría su propia descendencia. Se preguntaría de dónde había venido.
Cada miembro de la familia de Dios debe hacerse esta pregunta de vez en cuando. ¿De dónde me ha traído Dios para que esté donde El me mantience hoy? Hay dos aspectos importantes en esta consideración para nosotros. Primero, ¿quiénes son nuestros antepasados en el pueblo de Dios? ¿Quiénes se interesaron en contarnos acerca de Cristo? Para algunos, estos antepasados habrán sido miembros de su propia familia. Para otros tal vez sean amigos, o una persona casi desconocida. Sean quienes sean, tenemos una gran deuda con ellos. Tome un momento para identificar a sus antepasados. Exprese su gratitud a Dios por la influencia de estas personas en su vida. Si todavía viven, escríbales una carta para expresar su gratitud.
El segundo aspecto de esta consideración es evaluar el cambio que Dios ha hecho en su vida. Al preguntarnos: ¿De dónde he venido?, tenemos que pensar en dónde estaríamos si no fuera por la obra de Dios en nuestra vida. ¿Hacia dónde íbamos antes de conocer a Cristo? ¿Dónde estaríamos ahora sin El? Trate de ser realista, tome un momento para darle gracias a Dios. Más bien, escríbale una carta confidencial en que exprese su gratitud por el cambio que El ha efectuado en su vida.



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