La obra Creciente de Jesús
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La Lepra
La lepra es una enfermedad infecto contagiosa, crónica, con un largo
período de incubación, propia del hombre, no hereditaria, endémica,
curable y producida por el Mycobacterium lepra e (bacilo de Hansen).
Ataca piel, nervios periféricos y otros órganos. La buena noticia es que
es curable en la mayoría de casos.
Se trata de una de las enfermedades más antiguas y, aunque ya es
curable, no se ha podido erradicar. Al año, República Dominicana
presenta aproximadamente 150 casos nuevos de personas con esta
enfermedad.
A propósito de celebrarse en septiembre el “Mes de Lucha contra la
Lepra”, el patronato de lucha contra esa enfermedad, a través del
Instituto Dermatológico Dominicano y Cirugía de Piel “Doctor Huberto
Bogaert Díaz”, presentó un brochure informativo sobre ese mal, titulado
“Lo que todo dominicano debe saber sobre la lepra”, según explica en el
mismo el dermatólogo Juan Periche Fernández, director del Control de la
Lepra RD Instituto Dermatológico y Cirugía de Piel (IDCP), cada año se
diagnostican nuevos casos de lepra en nuestro país. Es también necesario
que se sepa que la mayoría de ellos son diagnosticados temprano para
obtener cura sin daños permanentes. El tratamiento y cuidado ofrecido a
cada uno es de calidad, destaca el especialista.
El doctor Periche aclara que la lepra es una enfermedad curable
causada por una bacteria y que ninguna clase social está exenta de ser
afectada. La mayoría de las personas en contacto con esta bacteria
padecen de la enfermedad porque su sistema inmune no destruye la
bacteria causante. “Una minoría de los infectados sí tendrán la erupción
de la piel con pérdida de la sensación de ciertas áreas como manos y
pies. Y sin tratamiento pueden llegar a aparecer deformidades”, dice.
Entorno social. La experiencia de ciertas regiones del mundo sugiere
que la disminución de la pobreza, buena alimentación y educación pueden
disminuir el número de casos con lepra.
Diagnóstico. El dermatólogo explica que los pacientes con lepra son
diagnosticados cuando tienen varios años infectados y empiezan a
presentar manifestaciones como las descritas: erupciones y anestesia.
Cualquier persona con lesiones en piel y pérdida de la sensibilidad debe
buscar ayuda médica de inmediato.
Para confirmar el diagnóstico de lepra se le realizan al paciente
muestras de piel para biopsia y para bacteriología, también se realizan
evaluaciones clínicas y de laboratorio. Todos estos se realizan en las
instalaciones del IDCP.
Lepra lepromatosa. Las lesiones en piel son numerosas, presentando
cuatro formas: nódulos o lepromas, máculas, infiltraciones, y úlceras.
Los lepromas constituyen las lesiones típicas, aunque no son frecuentes.
Tratamiento. El tratamiento de la lepra consiste en tres antibióticos
que deben ser tomados por un periodo de tiempo que va desde seis meses
hasta dos años. Este tratamiento, gratuito por cooperación de la
Organización Mundial de la Salud, la Fundación Nipona y Novartis,
elimina la bacteria causante rápidamente, mientras el paciente puede
seguir su vida rutinaria. Poco después de empezar este tratamiento el
paciente deja de ser contagioso. Los pacientes sin tratamiento
frecuentemente sufren daños de los nervios y pérdida de la sensación de
frío, calor y dolor de manos, pies y ojos, que son las causas de las
mutilaciones.
La prevención de estas complicaciones incluye la supervisión frecuente a los pacientes y el uso de sus medicamentos.
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Síntomas
La lepra es una enfermedad curable. Si se trata en las primeras
fases, se evita la discapacidad. Según el dermatólogo Juan Periche
Fernández, en una primera etapa, el periodo de incubación de la lepra es
muy lento, de modo que los afectados pueden permanecer asintomáticos.
Sin embargo, lesiones cutáneas, manchas o nódulos pueden alertar al
paciente… “una mancha en tu piel puede ser lepra”. Por eso recomienda
que ante cualquier sospecha se le realice un examen físico completo al
paciente.
El tratamiento es ambulatorio, e incluye el uso de distintos
antibióticos combinados. El paciente tratado puede seguir haciendo su
vida normal.
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Mateo inicia el relato del Sermón del monte diciendo que Jesús subió al monte (5:1) y cierra ese relato diciendo que descendió del monte (8:1). Por eso, el primer versículo del cap. 8 bien podría ubicarse al fin del cap. 7. Por otro lado, este versículo sirve de puente entre las enseñanzas y las obras milagrosas, pues las multitudes que escuchaban sus enseñanzas ahora son testigos de sus milagros. Recordemos que la división de los versículos y capítulos no se encuentra en los textos griegos del primer siglo, sino que es un arreglo que se hizo muchos siglos después.
La lepra era una enfermedad dolorosa, repugnante e inmunda .
Era común en Egipto y los países del medio oriente. El término “lepra” es la transliteración del término griego leprós 3014 que significa “escama”.
La enfermedad atacaba la piel y la carne de la víctima, dejando escamas sobre las llagas. En estado avanzado, la carne viva estaba expuesta y supuraba pus. A veces se caían las orejas, la nariz y los dedos de las manos y pies.
La lepra se conocía como la “enfermedad blanca”, pues el cabello y la piel se volvían blancos en la zona afectada (Lev. 13). No había cura conocida, pero muy de vez en cuando un leproso era sanado por la misericordia de Dios.
Aunque la lepra no era contagiosa por el contacto físico, los judíos que tocaban a un leproso, o algo de su persona, quedaban inmundos ceremonialmente, es decir, inhabilitados para participar en las reuniones religiosas por un tiempo.
Por eso, los leprosos vivían fuera de las ciudades y cuando se acercaban a personas sanas, tenían que gritar: “¡Inmundo, inmundo!”, para advertir a los demás del peligro de acercarse a ellos. De modo que, además del dolor de la enfermedad, se sentían rechazados socialmente. Al producirse la cura, el leproso tenía que presentarse a un sacerdote quien lo examinaba y lo declaraba sano.
La lepra era símbolo del pecado y de su efecto espiritual en el hombre. Dios castigaba a algunos de los más rebeldes con la lepra (Exo. 4:6; 2 Crón. 26:20). En el día de Jesús, el concepto general era que toda enfermedad venía por castigo de Dios, especialmente la lepra. Era el “azote divino”.
En este caso, el leproso se acercó a Jesús y se postró ante él (v. 2).
El tomó la iniciativa, vino hasta donde estaba Jesús. “Postrarse” es un verbo que a menudo se traduce “adorar”. Tanto este acto de humildad como también el término “Señor”, con el cual se dirige a Jesús, indican un alto grado de reverencia, pero no necesariamente un reconocimiento de la divinidad de Jesús. El título “señor” se usaba comunmente en las conversaciones, como hoy en día, pero en la Septuaginta (LXX) es el término que se usa para traducir del hebreo al griego el nombre “Jehovah”. Sólo el contexto nos ayuda a determinar el grado de reverencia cuando uno llama a otro señor.
Cuando el leproso manifestó su confianza en el poder de Jesús para sanar la lepra, cosa que ningún hombre podía hacer, quizá estaba reconociendo su divinidad.
Por lo menos no era un rabí cualquiera. “Limpiarme” significa “curarme”. Puesto que la lepra se consideraba la inmundicia y contaminación más grande, el hecho de sanarlo significaba más que nada una limpieza de cuerpo y de espíritu. Con decir si quieres (v. 2b), la única duda que manifestaba era en cuanto a la disposición de Jesús para ayudarle. Tenía más confianza en su poder que en su querer.
¡Gloriosa verdad es ésta! Jesús no demora en aquietar la duda del leproso al decir:
Quiero (v. 3b).
Ese eterno “querer” expresa la disposición misericordiosa de Dios para con los necesitados. Aparentemente no es la voluntad de Dios de curar todas las enfermedades físicas (comp. 2 Cor. 12:7–9), pero no hay duda en cuanto a la disposición de Dios de perdonar los pecados y salvar a todos los que se arrepienten (Eze. 33:11; 1 Tim. 2:4; 2 Ped. 2:9). La sanidad fue instantánea y completa. Las tres cualidades hermosas vistas en el leproso que lo recomendaban a Jesús fueron: confianza, humildad y reverencia.
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Bosquejo homilético
La compasión activa de Jesucristo
Mateo 8:1–4
Introducción:
¡Qué atractivo tenía nuestro Salvador que hasta los marginados se sentían impulsados a ir ante su presencia esperando alguna respuesta a su necesidad! Es que la compasión de Jesús tenía algunas características. Veamos:
I. La compasión activa de Jesús es aquella que va más allá de toda prohibición legal, ideológica, moral, o social.
II. La compasión activa de Jesús es aquella que hace posible no solo la sanidad sino lo que es más importante, la salvación de una persona.
Conclusión:
Jesús vino para rescatar al hombre que está prisionero de su desgracia, sea pecaminosa o no, y para darle una nueva vida. Sólo pide una cosa: fe.
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El prohibir la publicación de la noticia —Mira, no lo digas a nadie ( v. 4)— llama la atención.
Esta clase de prohibición se encuentra en varios pasajes (9:30; 12:16; 16:20; 17:9). En otra ocasión manda que se publique (Mar. 5:19; Luc. 8:39). Surge la pregunta: “¿Por qué en unas ocasiones lo prohíbe, y en otros lo manda?”
Se pueden mencionar tres razones para la prohibición:
(1) Jesús quería que los sacerdotes lo pronunciaran limpio antes de enterarse de quién lo había sanado; de otro modo posiblemente no lo hubieran declarado limpio para no tener que reconocer que Jesús lo había hecho.
(2) También, Jesús no quería crear innecesariamente la excitación entre el pueblo, de modo que la gente pensara que su reino sería en base a milagros (ver Juan 6:14 ss.).
(3) No quería despertar más hostilidad de parte de los fariseos, antes de tiempo.
Cuando Jesús mandó al hombre, curado de los demonios, que contara a todos lo que había pasado, estaba al este del mar de Galilea donde había pocos judíos y menos riesgo de que los líderes de Jerusalén se enterasen (ver Mar. 5:1–20).
Para testimonio a ellos (v. 4) se refiere al pueblo en general, o a los sacerdotes.
Tal vez Jesús tenía en mente al pueblo y no a los sacerdotes, pues éstos tendrían que pronunciar al hombre sano antes de permitirle presentar una ofrenda. Por lo tanto, los sacerdotes habrían recibido el testimonio antes de ofrecer la ofrenda.