Mostrando entradas con la etiqueta evangelismo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta evangelismo. Mostrar todas las entradas

lunes, 6 de abril de 2015

En vez de estudiar todas las doctrinas de cada grupo religioso, estudiemos cómo se ajustan o se apartan de cuatro puntos cardinales de la doctrina bíblica: Dios, el pecado, la salvación y la vida futura

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información 



               CAMINOS QUE PARECEN DERECHOS

Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es caminos de muerte.
Proverbios 14:12

Nadie se pierde intencionalmente. Todo viajero se propone llegar a su destino, pero hay influencias y circunstancias que desvían a algunos del rumbo correcto. Lo mismo se puede decir de la vida espiritual. Analicemos cuatro de esas influencias desviadoras.

INFLUENCIAS DESVIADORAS

1. Un viajero solitario en el altiplano andino se detiene perplejo. El camino se divide en dos senderos. No sabe a cuál de los dos seguir para llegar al pueblo distante. La noche se acerca. El frío se hace más intenso. Una mala elección pudiera ser fatal. Se regaña por no haber averiguado mejor la dirección. Por fin, escoge la senda que le parece mejor y sigue caminando. Pero cuando debiera haber llegado al pueblo, le sorprende una tormenta entre los picachos nevados donde anda completamente extraviado. Perece en la noche. ¿Por qué? No conocía el buen camino.

2. Cierto piloto de avión vuela cerca de la frontera de un país enemigo. Busca en su radio la señal que le ha de guiar a su propia base donde quiere aterrizar. Sintoniza lo que cree que es la señal correcta. Corrige el rumbo del vuelo. Al poco rato, sin saberlo está volando sobre territorio enemigo. El avión cae a tierra acribillado por las balas antiaéreas. Una señal engañosa lo ha desviado.

3. Un grupo de cazadores acepta los servicios de un “guía” quien les asegura que conoce el terreno como la palma de la mano. Lo siguen confiadamente cuando se interna en la selva. Pero todos pierden la vida porque su guía no tiene experiencia alguna y es el primero en extraviarse. Siguieron a un guía que no merecía su confianza.

4. ¡Vimos con asombro que el sol se levantaba en el occidente! Por supuesto eso no podía ser. Dos hermanos míos y yo íbamos del centro de los Estados Unidos al sur, rumbo a Miami, Florida. Habíamos viajado toda la noche, pero en cierta ciudad donde varias carreteras iban unidas por un trecho y luego se repartían, mi hermano que manejaba el auto se había equivocado. Seguía confiado por horas mientras mi otro hermano y yo dormíamos. Teníamos mapa de carreteras, pero nadie se fijó en él. Pasamos por pueblos que no estaban en nuestra ruta y junto al camino había señales que debían habernos advertido de nuestro error. Pero en la oscuridad nadie se fijaba. Sólo cuando se levantó el sol “en el occidente” nos dimos cuenta del error. Íbamos al norte en un estado donde no nos correspondía estar. A tiempo el sol, las señales de carretera y el consultar el mapa nos hicieron cambiar de dirección y llegamos sin novedad a Miami. Nos habíamos extraviado por no consultar el mapa de carreteras.

Estos cuatro casos sacados de la vida ilustran las influencias responsables de muchas desviaciones espirituales:
    1.      Poco conocimiento del camino al cielo.
    2.      Señales de origen satánico hechos para confundir al hombre.
    3.      La personalidad atrayente de guías falsos.
    4.      El no consultar el mapa, la Biblia.

¿POR QUÉ ESTUDIAR LAS DOCTRINAS FALSAS?

En defensa propia

El propósito de este escrito es combatir estas cuatro influencias desviadoras que han apartado a muchas personas de la verdad. Jesucristo nos ha dicho: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). Hay que seguirlo a Él de cerca, conocerlo bien. Nos comunicamos con Él constantemente en oración para que su luz nos ilumine. Le pedimos que nos guarde de todo error y nos conduzca al hogar celestial.

Dios nos ha dado la Santa Biblia como mapa para señalarnos el camino. El que no se ocupe de estudiarla no sabrá distinguir si es falsa o verdadera cualquier doctrina que se le presente. El que ignora las Escrituras confunde fácilmente el camino.

Hay muchos senderos doctrinales que parten del camino verdadero. Algunos de ellos parecen derechos, citan la Biblia y contienen mucha verdad, pero poco a poco van alejándose del camino verdadero. No se nota a primera vista el error. El que viaja por el camino al cielo debe comparar cuidadosamente las enseñanzas que encuentre con lo que se halla en su mapa, la Biblia.

Varias de esas religiones enseñan a sus miembros a ir de casa en casa procurando ganar adeptos para su fe. Se brindan a ayudarlos a comprender mejor la Biblia, y les enseñan el error. El estudiante debe basarse tan firmemente en las Escrituras que ni los argumentos, ni las invitaciones, ni el ejemplo de otros lo puedan apartar de la verdad revelada en Cristo y en su Palabra.

Hay mucha verdad en el refrán: “Guerra avisada no mata soldados.” Los miembros de nuestras iglesias deben estar al tanto de lo que enseñan tales grupos y conocer la refutación bíblica de sus errores. “Para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error” (Efesios 4:14).


Para ayudar a otros

La mayoría de los grupos que se estudian en este escrito profesan ser cristianos, pero tienen ciertas doctrinas erróneas o corrientes teológicas que apartan de Cristo la fe para ponerla en otras cosas. Algunos se han desviado más y otros menos de la verdad. Entre ellos hay muchos buenos cristianos que aman y sirven al Señor a pesar de los errores que enseña su iglesia.

El conocimiento del error en el cual se encuentran las personas nos ayuda a presentarles la verdad que necesitan. Entre ellas se hallan muchas que desean conocer la verdad. Es de esperar que estos estudios nos inspiren mayor compasión hacia los que andan errados y nos muevan a orar y trabajar por su salvación.

Entre los nuevos convertidos en nuestras iglesias hay quienes han estado enredados en doctrinas falsas. Estos estudios pueden ayudarnos a comprenderlos y darles el auxilio que necesitan.


LOS PUNTOS DE ORIENTACIÓN

En vez de estudiar todas las doctrinas de cada grupo religioso, veremos cómo se ajustan o se apartan de cuatro puntos cardinales de la doctrina bíblica: Dios, el pecado, la salvación y la vida futura. Veremos también algo de su fondo histórico y algunas de sus creencias y prácticas que no se relacionen directamente con estos puntos cardinales.

En el escrito aparece un cuadro comparativo de las creencias principales de las iglesias o sistemas religiosos estudiados. Donde aparece la palabra “ortodoxo” (que significa “doctrina correcta”) quiere decir que se adhiere a la enseñanza bíblica en ese aspecto. Es bueno que el lector se familiarice con el cuadro antes de estudiar el escrito, porque así asimilará más rápidamente la materia. El cuadro también le ayudará a repasar rápida y frecuentemente lo estudiado.


EL TRATO CON LOS DE OTRA RELIGIÓN

En cada acápite se dan sugerencias para el evangelismo personal con personas del grupo que se estudia. Los principios fundamentales dados a continuación pueden servir en el trato con todos.
          1.      Reconozca desde un principio que los argumentos son incapaces de mover el corazón al arrepentimiento. Sólo el Espíritu de Dios puede hacer esto.

          2.      Ore por las personas a quienes desea llevar a Cristo, pidiendo que Dios les abra el corazón a la verdad.

          3.      Evite las discusiones acaloradas. “Que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo” (2 Timoteo 2:25, 26).

          4.      Demuestre la cortesía y el amor de Cristo en todo momento, tomando en cuenta que la vida diaria se encarga de confirmar o desmentir las palabras que uno habla.
          5.      Nunca demuestre una actitud de “soy más santo que tú”.

          6.      Nunca critique la religión de la persona con quien trata ni a los fundadores de ella. No los ponga en ridículo. Las creencias religiosas de una persona le son muy valiosas y suelen estar profundamente arraigadas en ella. Si alguien las ataca, se siente obligada a defenderlas. Lo más probable es que se ofenda y no estará dispuesta a aceptar nada de lo que diga el que la ha “insultado” así.

          7.      Presente la verdad positiva del evangelio en vez de atacar las creencias de la persona. Así estará más dispuesta a recibir la enseñanza. Por ejemplo, si usted fuera una persona que orara a otros dioses, ¿a cuál de estos evangélicos estaría más dispuesto a escuchar? Uno le dice: “Es malo orar a esos dioses falsos; así se va a ir al infierno.” El otro le dice: “Quiero contarle lo que Dios hizo por mí en respuesta a la oración.”

          8.      No se ponga a discutir puntos de importancia secundaria que únicamente lo desviarían de la conversación principal.

          9.      Testifique de Cristo y de lo que Él ha hecho para usted y para otros. El gozo rebosante de una vida victoriosa atrae a más personas que grandes cantidades de buena lógica y argumentos acertados. El testimonio respaldado por la vida puede hacer que otros deseen lo que usted ha encontrado en el Señor.

          10.      Si no se han entregado a Cristo, invítelos a que se entreguen, arrepintiéndose del pecado y poniendo su fe en Él. Si logra eso, Él les iluminará la mente para entender las Escrituras y recibir la verdad que se les enseña. Note este orden en 2 Timoteo 2:25, 26. Al acercarse a la luz, las tinieblas se disipan. “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32).

          11.      Aproveche los puntos en que estamos de acuerdo. Puede usarlos como punto de partida en vez de ir directamente a las diferencias. Por ejemplo, pueden darle gracias a Dios que tienen fe en Él en estos tiempos de tanta incredulidad. ¿Aman a Dios? Nosotros también. Entonces ¿por qué no orar juntos? ¿Quisieran tener una comunión más íntima con Dios? Señale los versículos que explican cómo alcanzarla.

          12.      Sea obediente al Espíritu Santo. Pida su dirección para hallar a los que andan descarriados y llevarlos a Cristo. Eso puede ser mediante la amistad, el obsequiarles folletos o el Nuevo Testamento, el invitarlos a acompañarlo a reuniones evangélicas o de alguna otra manera. Pídale al Señor que lo llene a usted de su amor y valor, y que lo use como instrumento para la salvación de las almas para la gloria de Dios.


AVISOS EN EL CAMINO

¡Cuántas veces una señal de carretera nos ha salvado la vida! PELIGRO: CURVA CERRADA, nos dice una. La vemos a tiempo, disminuimos la velocidad y atravesamos sin novedad un tramo peligrosísimo. El Departamento de Obras Públicas tiene la responsabilidad de señalar claramente los lugares peligrosos para proteger la vida de los viajeros. No cumplir ese deber sería negligencia criminal.

¿Y acaso los obreros del Señor no tienen la responsabilidad de marcar bien el camino de la vida? ¿No les corresponde señalar los lugares peligrosos para evitar que los viajeros se aparten de la sana doctrina y sufran un desastre espiritual?

Las cruces colocadas al lado del camino en algunas regiones le hablan silenciosamente al viajero. “¡Cuidado!—le dicen—. En este punto otros han perdido la vida.” De igual modo, la tragedia de los que han dejado el camino verdadero para seguir doctrinas erróneas sirve de advertencia contra las tendencias que los desviaron de la verdad.

Estas mismas tendencias pueden surgir en cualquiera de las iglesias evangélicas y ocasionar estragos. Por ese motivo se incluye en cada capítulo la sección “Avisos en el camino”. Señala algunas tendencias peligrosas que a veces se presentan. Si las toma en cuenta el pastor, podrá reconocer a tiempo el problema y evitar dificultades serias en la iglesia.

El tratar sobre problemas existentes en iglesias evangélicas no es por espíritu de crítica ni de pugna. Tampoco es para indicar que es una situación característica o general. Es sencillamente para cumplir con la responsabilidad que nos corresponde de marcar bien el camino. “Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él” (Isaías 30:21). “Haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino” (Hebreos 12:13).


PREGUNTAS Y ACTIVIDADES

        1.    ¿Cómo puede ayudarle el estudio de este escrito?
     2.  Mencione tres influencias desviadoras que han contribuido al origen de grupos religiosos que se llaman cristianos pero enseñan doctrinas erróneas.
      3.   ¿Ha observado alguna vez en su iglesia o denominación una de estas influencias? ¿Cuál de ellas? En la clase se pueden citar casos. El análisis de problemas pasados puede ayudar a vencer otros similares en el futuro.
      4.    ¿Cuáles son los puntos cardinales que se examinan al estudiar una religión?
      5.   Lea el índice de los capítulos. Mencione siete de los grupos religiosos que se estudian en este escrito.
      6.    ¿Para qué se incluye en cada capítulo la sección “Avisos en el camino”?
     7.   Hágase en la clase una dramatización en dos actos de cómo tratar con personas de otras religiones. Dos alumnos pueden hacer el papel de obreros personales. Otros dos actúan como adeptos de otra religión. En primer lugar, una pareja muestra cómo no se debe hacer el evangelismo personal. Después, la segunda pareja muestra un método mejor.
     8.   Haga una lista de los conocidos suyos que están en otra religión o secta. Empiece a orar por ellos.
DOWNLOAD HERE>>>
http://www.ermail.es/link/TCVmmA2ccJJaaATCeC7CmA7CjaallVaa

domingo, 6 de julio de 2014

Cuáles son los planes para evangelizar: Evangelización, la tarea suprema del cristiano

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: 29MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información

  El problema de los métodos de evangelización
Propósito y pertinencia: estos son los problemas cruciales de nuestra labor. Tienen relación mutua y la significación de toda nuestra actividad dependerá en gran parte de la medida en que logremos que ambos elementos sean compatibles. El hecho solo de que estemos ocupados (o de que seamos hábiles) en alguna actividad no significa necesariamente que estemos cumpliendo algún propósito. Siempre habrá que preguntarse: ¿Vale la pena hacerlo? ¿Se cumple la tarea establecida?
Estas son las preguntas que debieran plantearse constantemente en relación con la actividad evangelizadora de la iglesia. En nuestros esfuerzos por llevar adelante las cosas, ¿estamos realmente cumplimentando la gran comisión de Cristo? ¿Vemos como resultado de nuestro ministerio una comunidad creciente y pujante de hombres consagrados que comunican al mundo el evangelio? No se puede negar que estamos muy ocupados en la iglesia, afanados por llevar a cabo un programa tras otro de evangelización. Pero, ¿estamos cumpliendo el propósito deseado?

  A la función le sigue la forma
Nuestra atención se centra de inmediato en la necesidad de idear una bien madurada estrategia de acción diaria, en función de la meta a largo alcance que nos proponemos alcanzar. Debemos estar conscientes de cómo armoniza determinado curso de acción con el plan general que Dios tiene para nuestra vida, si queremos que conmueva nuestra alma con un sentido de destino. Esto es así en cualquier procedimiento o técnica que se utilice para propagar el evangelio. Al igual que un edificio se construye de acuerdo con un plano diseñado en función de su uso, así también todo lo que hacemos debe tener un propósito. De lo contrario, nuestra actividad puede resultar inútil por falta de rumbo y por confusión de metas.

  Estudio de los principios
Lo anterior explica lo que ha motivado este estudio. Es un esfuerzo por descubrir los principios que dirigieron las acciones del Maestro; con la esperanza de que nuestros propios esfuerzos puedan conformarse a una pauta semejante. Por consiguiente, el libro no pretende interpretar métodos específicos de Jesús en la evangelización personal o de masas.* Es más bien un estudio de los principios que forman el sustrato de su ministerio: principios que determinaron sus métodos. Se le podría llamar un estudio de su estrategia de evangelización en torno a la cual orientó su vida sobre la tierra.

  Necesidad de más investigación
Causa sorpresa lo muy poco que se ha publicado acerca de este tema, aunque, desde luego, la mayoría de los libros que tratan de métodos de evangelización contienen en forma somera algo acerca de ello. Lo mismo podría decirse de los estudios acerca de los métodos docentes de Jesucristo, como también de las historias generales que tratan de su vida y obra.

Probablemente el estudio más esmerado que se ha escrito hasta la fecha, en cuanto al plan general de evangelización del Maestro, haya sido en relación con la preparación de los discípulos. Destaca entre todos el libro The Training of the Twelve (La Preparación de los Doce) de A. B. Bruce. Publicado por primera vez en 1871 y revisado en 1899, este relato del crecimiento de los discípulos en la presencia del Maestro, no ha sido superado en cuanto a riqueza de ideas. Otro volumen, Pastor Pastorum, de Henry Latham, escrito en 1890, hace hincapié sobre todo en la forma en que Jesús preparaba y capacitaba a hombres, aunque resulta menos comprensivo en su análisis. Después de estos primeros estudios, han aparecido unos cuantos volúmenes menores que proporcionan ideas estimulantes siempre en relación con el mismo tema. No todos estos volúmenes tienen el mismo punto de vista teológico evangélico, pero es interesante advertir que coinciden cuando se trata de evaluar la característica fundamental de la obra que Jesús realizó con los discípulos.

Lo mismo se puede decir de muchas obras prácticas acerca de diversas fases de la vida y ministerio de la iglesia que han sido publicadas en años recientes, sobre todo de los escritos relacionados con el movimiento creciente de testimonio laico y de grupos pequeños dentro de la iglesia. Estamos conscientes de que estos autores no han escrito de modo primordial desde el punto de vista de la estrategia de la evangelización; con todo, debemos reconocer lo mucho que les debemos por tratar de los principios fundamentales del ministerio y misión de nuestro Señor.

Sin embargo, el tema de la estrategia básica de Jesús muy pocas veces ha recibido la atención que merece. Aunque agradecemos los esfuerzos de los que la han estudiado —y no prescindimos de sus hallazgos—, sigue siendo apremiante la necesidad de más investigación y aclaración, sobre todo en el estudio de las fuentes primarias.

  Nuestro plan de estudio
Para comprender plenamente el plan de Jesús, debemos acudir al Nuevo Testamento y, en especial, a los Evangelios. A fin de cuentas, son los únicos relatos de primera mano que nos hablan del Maestro en acción (Luc. 1:2, 3; Jn. 20:30; 21:24; 1 Jn. 1:1). Es cierto que los Evangelios se escribieron primordialmente para presentarnos a Cristo el Hijo de Dios, y para que por fe podamos tener vida en su nombre (Jn. 20:31). Pero lo que a veces no acertamos a ver es que la revelación de esa vida en Cristo incluye la forma cómo vivió y enseñó a otros a vivir. Debemos recordar que los testigos que escribieron los libros no sólo vieron la verdad, sino que la verdad los cambió. Por consiguiente, al escribir el relato nunca dejan de hacer resaltar lo que más influyó en ellos y en otros para que dejaran todo y siguieran al Maestro. Claro que no lo mencionan todo. Como cualquier otro historiador, los autores de los Evangelios presentan un cuadro de conjunto, poniendo de relieve unas pocas personas y experiencias características y haciendo resaltar ciertos puntos vitales dentro del desarrollo de los acontecimientos. Pero en lo que respecta a esas cosas que se seleccionan y detallan con esmero y con integridad absoluta bajo la inspiración del Espíritu Santo, podemos tener la seguridad de que conllevan la intención de enseñarnos cómo seguir las huellas del Maestro. Por esto, los relatos evangélicos de Jesús constituyen nuestro mejor e infalible libro de texto sobre la evangelización.

De ahí que el plan de este estudio es el de seguir las pisadas de Jesús, tal como se describen en los Evangelios, sin recurrir mayormente a fuentes secundarias. Para ello se ha examinado con detenimiento —repetidas veces y desde varios puntos de vista— el relato inspirado de su vida, con el afán de descubrir la razón que lo indujo a llevar a cabo su misión en la forma en que lo hizo. Sus tácticas se han analizado desde el punto de vista de su ministerio en conjunto, con la esperanza de entender de este modo el significado más amplio que revistieron los métodos que siguió con los hombres. Hay que confesar que la tarea no ha sido fácil, y sería yo el primero en admitir que queda mucho por aprender. Las dimensiones ilimitadas del Señor de Gloria no pueden en modo alguno encerrarse en alguna interpretación humana de su perfección, y cuanto más lo contempla uno, tanto más se da cuenta de que así es.

  Cristo: ejemplo perfecto

No obstante de reconocer esta realidad, ningún otro estudio resulta más satisfactorio. Por limitadas que sean nuestras facultades perceptivas, sabemos que en Jesús tenemos al Maestro perfecto. Nunca cometió error alguno. Si bien compartió nuestra vida y fue tentado como nosotros, no estuvo sujeto a las limitaciones de la carne de que se revistió por nuestro bien. Aun en los casos en que decidió no utilizar su omnisciencia divina, su mente tuvo una claridad absoluta. Siempre supo discernir la senda recta y, como hombre perfecto, vivió tal como Dios viviría entre los hombres.

  Su propósito fue claro
Los días que Jesús vivió como hombre no fueron sino la manifestación, en el tiempo, del plan que Dios concibió desde el principio. Siempre lo tenía presente en su mente. Quería salvar del mundo y reservarse para sí un pueblo y también edificar una iglesia del Espíritu que nunca pereciera. Tenía puesta la mirada en el día en que su reino aparecería con toda gloria y poder. Este mundo era suyo por creación, pero no quiso convertirlo en su morada permanente. Sus mansiones estaban en lo alto. Fue a preparar para su pueblo un lugar que tenía fundamento eterno en los cielos.

Nadie estaba excluido de su propósito de gracia. Su amor era universal. No nos confundamos en cuanto a esto. Era “el Salvador del mundo” (Jn. 4:42). Dios quiso que todos los hombres se salvaran y llegaran al conocimiento de la verdad. Para ello se entregó Jesús a fin de ofrecer a todos los hombres la salvación del pecado, y al morir por uno, murió por todos. Al contrario de nuestra forma de pensar superficial, en la mente de Jesús no existió jamás distinción alguna entre misiones extranjeras y domésticas. Para Jesús era todo evangelización mundial.

  Se propuso triunfar
Toda su vida se encaminó a este propósito. Todo lo que hizo y dijo fue parte del plan general. Su significado emanaba del hecho de que contribuía al propósito último de su vida de redimir el mundo para Dios. Esta fue la visión rectora de su conducta. Fue la norma de todos sus pasos. Démonos bien cuenta de ello. Ni por un momento perdió Jesús de vista su meta.

Por esto es de suma importancia examinar la forma cómo Jesús realizó su propósito. El Maestro puso de manifiesto la estrategia de Dios para la conquista del mundo. Tenía confianza en el futuro precisamente porque vivió de acuerdo con ese plan en el presente. En su vida nada hubo fortuito: no hubo energías malgastadas ni palabras ociosas. Se dedicó a los negocios de su Padre (Luc. 2:49). Vivió, murió, y resucitó según lo previsto. Al igual que un general planea el curso de la batalla, el Hijo de Dios hizo planes para triunfar. No se pudo permitir el lujo de correr riesgos. Sopesó todas las alternativas y los factores variables en la experiencia humana, después de lo cual concibió un plan que no fallaría.

  Su plan merece cuidadoso examen
Es sumamente revelador estudiarlo. Reflexionar en ello con seriedad conduce al cristiano a conclusiones profundas y a veces abrumadoras, si bien es probable que su plena comprensión resulte lenta y ardua. De hecho, a primera vista podría incluso parecer que Jesús no tuvo plan alguno. Otros descubrirán una técnica particular pero no las normas básicas. Y aquí radica una de las maravillas de esa estrategia. Es tan modesta y silenciosa, que el cristiano atolondrado no atina a descubrirla. Pero cuando el discípulo dispuesto llega por fin a caer en la cuenta del método general de Jesús, le sorprende su sencillez y se pregunta cómo la pudo pasar por alto anteriormente. Sin embargo, cuando se reflexiona acerca del plan de Jesús, la filosofía básica del mismo es tan diferente de la de la iglesia moderna, que sus implicaciones resultan poco menos que revolucionarias.

Las páginas que siguen pretenden aclarar ocho principios rectores del plan del Maestro. Sin embargo, debe aclararse que no hay que entender los distintos elementos si se dieran siempre en un mismo orden, como si el último no comenzara hasta tanto que los otros estuvieran en pleno funcionamiento. De hecho, cada uno de ellos implica todos los demás y, en cierto modo, todos comenzaron con el primero. El esquema sólo pretende estructurar el método de Jesús y hacer resaltar la lógica progresiva del plan. Se observará que a medida que el ministerio de Jesús se desarrolla, los elementos se hacen más patentes y la secuencia de los mismos se vuelve más perceptible.

domingo, 23 de febrero de 2014

El sembrador y su semilla: ¿Eres un sembrador bendito o maldito?

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial


  Las instrucciones más largas y más detalladas de las Escrituras con respecto a la evangelización se encuentran en Marcos 4. Esta serie de parábolas es la Carta Magna de nuestro Señor en la evangelización, y el fundamento de su enseñanza es la parábola de las tierras. El punto de esta ilustración va en contra de mucho del pensamiento evangelístico de hoy como lo demuestra que ni el estilo del evangelizador ni su adaptación del mensaje tienen en último término un impacto en los resultados de sus esfuerzos. Lo que Jesús entendía por evangelización es una reprimenda sonora a los que suponen que la manera en que está vestido un pastor, el estilo o la música le ayudan a alcanzar a una cultura en particular o a una multitud, o que diluyendo el evangelio para hacerlo más aceptable se producirán más conversiones. La realidad es que el poder de Dios está en el mensaje, no en el mensajero.

Los discípulos estaban confundidos. Habían dejado sus casas, sus tierras, sus parientes y sus amigos (Marcos 10:28); habían dejado sus vidas pasadas para seguir a Jesús, y creían que era el Mesías largamente esperado y suponían que otros israelitas harían sacrificios similares y creerían también en Jesús. En vez de una conversión nacional, los discípulos encontraron tremenda animosidad. Los líderes judíos odiaban a Jesús y a sus enseñanzas, mientras muchos de las multitudes solo estaban interesados en señales y milagros. Pocos se arrepentían y la duda estaba comenzando a apoderarse de los doce.

El problema no era la habilidad de Jesús para atraer a una multitud. Cuando Él viajó por Galilea enseñando, las multitudes fueron enormes, contándose a menudo por decenas de miles. Los discípulos eran a menudo apretujados por las gentes. En ocasiones, Jesús tenía que meterse en un bote y alejarse levemente de la orilla del lago para enseñarles, escapando a duras penas del peso aplastante de los desesperados buscadores de milagros.

Pero pese a lo fascinante e impresionante de la escena, no daba como resultado verdaderos creyentes. Las personas no se arrepentían de manera genuina y no aceptaban a Jesús como Salvador. Aun las propias expectativas de los discípulos no se estaban cumpliendo. Las profecías de Isaías 9 y 45 hablaban de un día cuando el reino del Mesías sería global y sin fin. Para cuando ocurren los acontecimientos de Marcos 4, el ministerio del Señor había sido público por dos años y la noción de que Jesús establecería esa clase de reino parecía lejos de la realidad. Por eso, pocas personas eran sinceras en seguirle. El Antiguo Testamento describe al Mesías como trayendo a Israel tanto la salvación nacional como la supremacía internacional. Las multitudes estaban interesadas más bien en los milagros, las sanidades y la comida que en la salvación de sus pecados.

Así que no era para sorprenderse que los discípulos tuvieran preguntas. Si Jesús era de verdad el Mesías, ¿por qué muchos de sus seguidores eran tan superficiales? ¿Cómo era que el Mesías, por tanto tiempo esperado viniera a Israel solo para ser rechazado por los líderes religiosos de la nación? ¿Y por qué no exigía poder y autoridad para establecer el reino prometido como el cumplimiento de todo lo que se había propuesto en los pactos nuevo, davídico y abrahámico?

El asunto era este: Jesús predicaba un mensaje que requería un sacrificio radical de sus seguidores. Por otro lado, seguir a Cristo era muy atrayente. Ofrecía libertad del laberinto de opresivas reglas hechas por el hombre e impuestas por los fariseos (Mateo 11:29–30; cp. 17:25–27). Seguir a Cristo era atemorizante, porque requería encontrar la puerta estrecha, negándose a sí mismo, y obedecerle hasta el punto de estar dispuestos a morir por Él (Mateo 7:13–14; Marcos 8:34). Seguir a Jesús requería reconocer su divinidad y que fuera de Él no hay salvación ni ninguna otra manera para reconciliarse con Dios (Juan 14:6). También significaba el completo abandono del judaísmo que se enfocaba en la práctica religiosa en lugar de en un corazón penitente vuelto a Dios.

Muchos judíos esperaban que el Mesías les librara de la ocupación romana, pero Jesús se negó a hacerlo. En su lugar, predicó un mensaje de arrepentimiento, sumisión, sacrificio, devoción radical y exclusividad. Las masas fueron atraídas por los milagros que realizaba y por el poder que poseía; sin embargo, los discípulos percibieron que su enfoque, tan poderoso y veraz como era, no volvía a los curiosos en convertidos. Cuando le preguntaron: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» fue una pregunta honesta nacida de la realidad de lo que experimentaban (Lucas 13:23). Quién sabe si los discípulos llegaron a pensar que Jesús debería modificar su mensaje, aunque fuera ligeramente, para conseguir la respuesta de la gente.

NO ES EL MENSAJERO SINO EL MENSAJE
De muchas formas, el evangelicalismo actual está igualmente confundido. A menudo he notado que el mito dominante en el evangelicalismo es que el éxito del cristianismo depende de cuán popular sea. El principio es que, si el evangelio va a seguir teniendo pertinencia, el cristianismo debe adaptarse y apelar a las últimas tendencias culturales.

Este modo de pensar por lo general limitado a la multitud de buscadores de emociones hace poco que ha aparecido más en círculos reformados. Hay movimientos que estarían de acuerdo con las verdades de la predestinación, la elección y la depravación total, pero que también, inexplicablemente, exigen que los pastores actúen como estrellas de rock en vez de como humildes pastores. Influenciadas por la retórica emocional de la mala teología, las personas toleran la idea de que la sagacidad cultural de un pastor determina cuán exitoso es su mensaje y cuán influyente será su iglesia. La actual metodología de crecimiento de la iglesia dice que si un evangelizador quiere «llegar a la cultura» (cualquier cosa que esto signifique), debe imitar la cultura. Pero tal enfoque es contrario al paradigma bíblico. El poder del Espíritu en el evangelio no se encuentra en el mensajero, sino en el mensaje. De modo que la motivación detrás de los buscadores compulsivos podría ser noble, pero está seriamente mal encaminada.

Cualquier esfuerzo para manipular el resultado de la evangelización cambiando el mensaje o estilizando al mensajero es un error. La idea de que más personas se arrepentirán si solo el predicador se hace más atrayente o más chistoso invariablemente dará lugar a que la iglesia sufra en carne propia un desfile ridículo de tipos que actúan como si su encanto personal pudiera llevar a las personas a Cristo.

Este error conduce a la noción dañina de que la conducta de un pastor y un discurso deberían ser determinados por la cultura en la cual él ministra. Si trata de alcanzar a una cultura de personas no relacionadas con ninguna iglesia, algunos abogarían que él debiera hablar como los que nunca han tenido relación con una iglesia, aun cuando el comportamiento de ellos no sea santo. Hay muchos problemas con esa clase de lógica, pero en primer lugar está la falsa suposición que un pastor puede confeccionar conversiones verdaderas luciendo o actuando de cierta forma. La verdad final es que solo Dios tiene el control de si los pecadores se salvarán o no como resultado de cualquier sermón.

En realidad, las verdades duras del evangelio no propician ganar popularidad e influencia dentro de la sociedad secular. Tristemente, muchos predicadores desean ardientemente la aceptación cultural que están en verdad dispuestos a alterar el mensaje de salvación de Dios y su estándar de santidad con tal de lograr esa aceptación. El resultado, por supuesto, es otro evangelio que no es el evangelio.

Tales componendas no hacen nada por incrementar el testimonio de la iglesia dentro de la cultura. De hecho, tienden al efecto opuesto. Al crear un evangelio sintético, facilitan que las iglesias se llenen de personas que no se han arrepentido de sus pecados. En lugar de hacer al mundo como la iglesia, tales esfuerzos tienen solo el éxito de hacer la iglesia más como el mundo. Esta precisamente fue la enseñanza de Jesús en Marcos 4 para evitar esto.

LA PARÁBOLA DE LAS TIERRAS

Los discípulos, realmente preocupados porque otros creyeran, estaban asombrados que las multitudes no se estaban arrepintiendo. Quizá en algún momento hayan dudado de la conveniencia del mensaje duro, exigente y acusador que predicaba Jesús.

Si tal fue el caso, el Señor respondió a esta creciente marea de dudas diciéndoles a los discípulos una serie de parábolas y proverbios acerca de la evangelización. Un año antes de que les diera la Gran Comisión, Jesús usó esta serie de parábolas como su fundamento para la instrucción con respecto al tema de la evangelización (Marcos 4:1–34). Marcos le dedica más espacio a esta que a ninguna otra enseñanza en su Evangelio y el punto principal es la parábola inicial, una historia acerca de un agricultor esparciendo semillas:

  Oíd: He aquí, el sembrador salió a sembrar; y al sembrar, aconteció que una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y la comieron. Otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra. Pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. Otra parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto. Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, pues brotó y creció, y produjo a treinta, a sesenta, y a ciento por uno. (Marcos 4:3–8)

Esta ilustración es una explicación paradigmática de a qué debería parecerse la evangelización. Está diseñada para contestar una pregunta básica que, tarde o temprano, todos los evangelizadores se formularán: ¿Por qué algunas personas responden al evangelio mientras que otras no? La respuesta a esta pregunta aclara la esencia de la evangelización.

EL SEMBRADOR PERDIDO

La parábola de las tierras comienza con un agricultor. Lo que es sorprendente acerca de él es qué poco control en realidad tiene del crecimiento de los cultivos. No se usan adjetivos para describir su estilo o su habilidad, y en una subsiguiente parábola nuestro Señor describe a un sembrador que planta, regresa a casa y se va a dormir:

  Decía además: Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra; y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo. Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga; y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado. (Marcos 4:26–29)

Jesús dice que el agricultor desconoce cómo se transforma la semilla en una planta madura. Después de sembrar la semilla, el agricultor «duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo».

Esta ignorancia no es única para este agricultor en particular, sino que es cierta de todo el que siembra. El crecimiento de la semilla es un misterio que aun el agricultor más adelantado no puede explicar. Y esta realidad es la clave para toda la parábola. Jesús explica que la semilla representa el evangelio y el agricultor representa al evangelizador (v. 26). El evangelizador esparce la semilla; es decir, explica el evangelio a las personas, y algunas de esas personas creen y reciben vida. Cómo ocurre, es un misterio divino para el evangelizador. Una cosa es clara, sin embargo: Aunque es el medio humano, finalmente no depende de él. El poder del evangelio está en el obrar del Espíritu, no en el estilo del sembrador (Romanos 1:16; 1 Tesalonicenses 1:5; 1 Pedro 1:23). Es el Espíritu de Dios quien resucita las almas de muerte a vida, no los métodos o las técnicas del mensajero.

El apóstol Pablo comprendió este principio. Cuando llevó el evangelio a Corinto, inició la iglesia y la dejó al cuidado de Apolos. Más tarde, describiría la experiencia de este modo: «Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios» (1 Corintios 3:6). Dios fue el que en verdad trajo a los pecadores a sí mismo, cambió sus corazones e hizo que ellos fueran santificados. Tanto Pablo como Apolos fueron fieles, pero con toda seguridad no eran la explicación para el crecimiento y la vida sobrenaturales. Esta verdad dio lugar a que Pablo dijera: «Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento» (1 Corintios 3:7).

De manera intencional Jesús resalta la falta de influencia del agricultor sobre el crecimiento de la semilla. De hecho, Jesús hace énfasis en que el agricultor, después de plantar la semilla, simplemente se fue a casa y se durmió. Esto es directamente análogo a la evangelización. Para que una persona sea salva, es el Espíritu de Dios el que tiene que atraerle y regenerar su alma (Juan 6:44; Tito 3:5). Esto es contrario de la noción de que los resultados de la evangelización pueden ser influidos por el vestuario del pastor o la clase de música que se pone antes del mensaje. Un agricultor podría llevar sus semillas en una arpillera o una bolsa de cachemira y ni lo uno ni lo otro tendría efecto alguno en el crecimiento de la semilla. El pastor que piensa que pantalones vaqueros de marca harán su mensaje más aceptable es semejante a un agricultor que invierte en una bolsa de semilla de marca esperando que con ello el terreno será más receptivo para sus semillas.

No se equivoque pensando que estoy diciendo que los predicadores deberíamos usar solo trajes azul oscuro. El punto de Jesús no es si el evangelizador debería llevar puesta una corbata y cantar himnos. La parábola entera declara que hasta donde la evangelización llega, simplemente no tiene importancia lo que el evangelizador lleva puesto o cómo se arregla el cabello. Tales apariencias externas no son las que hacen crecer la semilla. Cuando las personas arguyen que si un pastor se comporta como un segmento particular de una cultura logra alcanzar mejor a esa cultura, fracasan en comprender el punto de vista de Jesús.

Todo lo que el agricultor puede hacer es sembrar y todo lo que el evangelizador puede hacer es proclamar. Como predicador, si pensara que la salvación de alguien está en dependencia de mi adherencia a algún aspecto sutil de la cultura, no podría dormir. Pero por el contrario, sé que «conoce el Señor a los que son suyos» (2 Timoteo 2:19). No es una coincidencia que en el Nuevo Testamento nunca se llama a los evangelizadores como teniendo la responsabilidad por la salvación de otra persona. Más bien, habiendo proclamado el mensaje fielmente, se nos llama a descansar en la soberanía de Dios.

Por supuesto, el hecho de que el agricultor se haya ido a dormir no es una excusa para la pereza. Está equivocado quien piensa que el estilo del evangelizador decide quiénes y cuántos se salvarán. Pero hay también el igualmente serio error de tomar como excusa la soberanía de Dios para no evangelizar. A menudo designado como híper calvinismo, este punto de vista asume de forma incorrecta que como los evangelizadores no son capaces de regenerar a alguien, entonces la evangelización misma no es necesaria.

Pero esa perspectiva también pierde el punto de vista de la enseñanza de Jesús. El agricultor durmió, pero solo después de que diligentemente sembró su semilla. Un agricultor que piensa: «No puedo hacer que la semilla crezca, ¿por qué me voy a molestar en plantarla?», no será un agricultor por mucho tiempo.

La verdad es que la descripción del agricultor hecha por Jesús provee el modelo para la evangelización. El evangelizador debe plantar la semilla del evangelio, sin la cual nadie puede ser salvo (Romanos 10:14–17). Entonces debe confiar en Dios para los resultados, ya que solo el Espíritu puede dar vida (Juan 3:5–8).

LA SEMILLA DESAPROVECHADA

No solo es irrelevante el estilo del agricultor para el éxito de sus cultivos sino que Jesús tampoco sugiere que el sembrador debería alterar su semilla para facilitar su crecimiento. La parábola de las tierras muestra seis resultados del proceso de sembrar, pero en ningún lugar se dice que los resultados dependan de la habilidad del sembrador.
La ausencia de análisis acerca de la semilla también concuerda con la evangelización. Jesús asume que los cristianos evangelizarán usando la semilla verdadera: el evangelio. Alterar el mensaje no es una opción. A los creyentes se les advierte contra manipular indebidamente el mensaje como un todo (Gálatas 1:6–9; 2 Juan 9–11). La única variable en esta parábola es la tierra. Si un evangelizador frustrado mira cuán difícil es su tarea o cuán cerrada su cultura parece ser para el evangelio, el problema no está en el mensajero fiel o en el evangelio verdadero; más bien recae sobre la naturaleza del terreno en el que se echa la semilla verdadera.

Jesús describe diferentes tipos de tierra en los que se depositan las semillas; algunos no producen fruto de salvación, pero otros sí. Los seis describen un cuadro de las respuestas inevitables a la evangelización, ya que las tierras representan condiciones diversas del corazón humano.

La siembra en el camino
La primera clase de tierra definitivamente no es receptiva. En Mateo 13:4 se describe una parte de la semilla cayendo «junto al camino». Los campos en Israel no estaban cercados o amurallados. En lugar de cercas, había rutas que entrecruzaban los campos, haciendo bordes. Estas sendas se dejaban a propósito sin cultivar. Ya que el clima en Israel es árido y caliente, las rutas eran caminos apisonados tan duros como el pavimento para los pies de los que los atravesaban. Si la semilla caía sobre esas sendas, las aves que seguían al sembrador descenderían rápidamente y la arrebatarían.
Jesús relaciona este arrebatamiento de la semilla con la actividad de Satanás. La tierra compactada del camino representa el corazón duro en el que la semilla del evangelio no penetra, quedando en la superficie para ser comida para las aves. Es un cuadro de los que, estando sujetos a la esclavitud por Satanás, no tienen ningún interés en la verdad. Habiendo rechazado el evangelio, sus corazones solo se vuelven cada vez más encallecidos. Mientras más pise el camino el agricultor, sea que esté echando la semilla o no, más dura se vuelve la tierra.

Alguien podría pensar que este tipo de tierra describe los corazones de los peores, más atroces e irreligiosos pecadores imaginables. Pero en realidad, Jesús se refiere a los líderes religiosos de Israel que estaban intensa y devotamente comprometidos con la moralidad externa, la ceremonia religiosa, y las formas tradicionales de culto. Pero habiendo rechazado al Mesías, también se perdieron completamente. Fueron prueba de que ser «religioso» no es indicación de un corazón suave. Más bien, mientras más profundo el corazón se arraiga en la religión hecha por el hombre, más impenetrable se vuelve. La única esperanza es desbaratar por la fuerza la tierra dura, como el aplastar fortificaciones de piedra a que se refiere Pablo en 2 Corintios 10:3–5:

  Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.

La siembra en pedregales
El segundo tipo de tierra se compara con «pedregales, donde no tenía mucha tierra» (Marcos 4:5; véase también 4:16). Antes de que los agricultores sembraran sus campos, quitaban todas las piedras que podían lo cual demandaba un gran esfuerzo. Algunos rabinos acostumbraban decir que cuando Dios decidió poner piedras en la tierra echó la mayor parte de ellas en Israel. Así que debajo del alcance del arado había a menudo un manto rocoso de piedra caliza. A esto es a lo que se refiere Jesús aquí.

Cuando la semilla caía sobre esta clase de tierra, se asentaba en el enriquecedor y suave terreno labrado por el arado. Al encontrar agua, la semilla se desarrollaría, comenzaría a echar raíces y a abrirse camino hacia la superficie. Pero debido a que pronto habrían de encontrarse con el lecho rocoso, las jóvenes raíces no podrían dar firmeza a la planta. La planta procesaría rápidamente los nutrientes que encontrara en la tierra con lo cual se desarrollaría sin problema; sin embargo, al empezar a recibir la luz del sol, requeriría más humedad. Pero como las raíces no podían penetrar en el lecho rocoso para conseguir sus nutrientes, la frágil planta terminaría secándose bajo los rayos del sol.

Jesús comparó esta tierra con alguien que oye el evangelio e inmediatamente responde con alegría (Mateo 13:20). Su respuesta rápida podría conducir al evangelizador a engañarse pensando que la conversión fue genuina. Inicialmente, este «convertido» muestra un cambio dramático, al absorber y aplicar toda la verdad que le rodea. Pero semejante a la semilla que se chamusca con rapidez, la vida aparente es superficial y temporal. Porque no hay profundidad en la respuesta emotiva o egocéntrica del pecador, ningún fruto puede venir de ella.

La naturaleza verdadera de esta conversión falsa se trasluce pronto en el calor del sufrimiento, del sacrificio propio y de la persecución. Tales adversidades son demasiado para que el corazón poco profundo las resista.

La siembra entre espinos
La tercera clase es una tierra llena de espinos (Marcos 4:7, 18). Esta tierra es engañosa. Ha sido arado y da la apariencia de estar fértil, pero debajo de la superficie acecha una red de raíces silvestres capaces de producir una plaga de cizaña. Cuando la buena semilla se ve forzada a competir por vivir contra cardos y espinos, los cultivos del agricultor terminarán ahogándose. Las malas hierbas roban la humedad de la semilla y le impiden recibir la luz del sol. Como consecuencia, la buena semilla muere.

La palabra que Jesús usa para espinos es el término griego κανθα (akantha), que es una clase particular de mala hierba espinosa común en el Oriente Medio y que se encuentra con frecuencia en terrenos cultivados. Es la misma palabra usada en Mateo 27:29 para referirse a la corona de espinas colocada en la cabeza de nuestro Señor. Estas plantas indeseadas eran comunes y peligrosas para los cultivos.

Jesús compara esta tierra cubierta de maleza con las personas que oyen el evangelio pero «los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa» (Marcos 4:19). Si la tierra rocosa significaba emoción superficial y si los del borde del camino representaban el engaño religioso impulsado por la autoestima y el interés propio, la tierra espinosa describe a una persona vacilante. Cuando el corazón de alguien está cautivo por las cosas del mundo, su arrepentimiento sobre el pecado no es genuino. Su corazón está dividido entre los placeres terrenales y temporales y las realidades celestiales y eternas. Pero estas cosas se excluyen mutuamente.

Los espinos tienen correlación con «los afanes de este siglo», y esta frase aun podría ser mejor traducida como «las distracciones de la época» (Marcos 4:19). El corazón con espinos está ocupado por cualquiera de las cosas mundanas que preocupan a la cultura. Es el corazón que ama al mundo y todas las cosas que hay en el mundo, y por eso el amor de Dios no está en él (véase 1 Juan 2:15; Santiago 4:4).

Los que intentan evangelizar acomodándose a la cultura no pueden evitar cultivar en esta clase de tierra. La semilla puede caer bastante bien, pero cuando crece, el amor al mundo expondrá lo que la profesión de fe es en realidad: Otra acción temporal y superficial de un corazón que todavía permanece cautivo al mundo.

Las semillas del evangelio caen sobre los oyentes de al lado del camino, sobre los oyentes de entre pedregales y sobre los oyentes de entre los espinos. En cada uno de estos casos, el evangelio no fructifica. Al dar esta analogía poderosa y evidente, el Señor nunca sugiere que se debería culpar al agricultor por la respuesta negativa. El problema no es un evangelizador que no fue hábil o lo bastante popular. Más bien, el problema está en la tierra. Los pecadores rechazan el evangelio porque aborrecen la verdad y aman su pecado. Es por eso que el evangelio, fielmente proclamado, puede ser arrebatado por Satanás, matado por autoestima o sofocado por el mundo.

La siembra en buena tierra
Puede haber corazones que rechacen la salvación, pero Jesús también describe corazones que reciben el evangelio. El ánimo llega cuando Jesús dice: «Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, pues brotó y creció, y produjo a treinta, a sesenta, y a ciento por uno» (Marcos 4:8). La buena tierra es profunda, suave, enriquecida y limpia. Ni Satanás, ni la carne, ni el mundo pueden sofocar el evangelio cuando es plantado en esta clase de corazones

Casi todas las parábolas de Jesús contienen un elemento chocante e inesperado, y la parábola de las tierras no es la excepción. Hasta este momento esta analogía con las actividades del campo les habría sido familiar a los discípulos o a cualquier israelita. Ellos dependían completamente de su agricultura, y su tierra estaba cubierta de campos de grano. Comprendían el peligro de las aves, las piedras y la maleza. Todo eso era muy común. Pero Jesús abandona lo familiar para describir un resultado que nadie habría alguna vez esperado: una cosecha al treinta, al sesenta y aun al ciento por uno. Un promedio de cosecha podría alcanzar un séxtuplo, y un cultivo que produjera diez veces más sería considerado una cosecha de una sola vez en la vida. Así es que cuando Jesús dijo que hasta una de las semillas del agricultor podría producir hasta cien veces, eso tiene que haber producido conmoción en los discípulos.

Si no es parte de una sociedad agraria, usted podría no entender el disparate de Jesús al describir una semilla que puede producir al 10.000 por ciento. Todas las ilustraciones dejan de ser útiles en un cierto punto y este es precisamente el punto donde la analogía agraria ya no es aplicable a la evangelización. Al describir una cosecha tan grande, Jesús está indicando que el evangelio puede producir vida espiritual en múltiplos que son imposibles excepto por el propio poder de Dios.

La preparación del corazón para el evangelio es la tarea del Espíritu Santo. Solo Él convence (Juan 16:8–15), regenera (Juan 3:3–8) y justifica (Gálatas 5:22–23). La obra en el corazón es del dominio de Dios:

  Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra. (Ezequiel 36:25–27; cp. Jeremías 31:31–33)

Tal como Salomón preguntó retóricamente: «¿Quién podrá decir: Yo he limpiado mi corazón, limpio estoy de mi pecado?» (Proverbios 20:9). La respuesta, por supuesto, es nadie.

Mientras hay explicaciones de por qué las personas rechazan el evangelio, tanto satánicas como humanas, el arrepentimiento verdadero es sobrenatural. En ningún lugar se observa esta verdad con más claridad que en la conversión del ladrón en la cruz (Lucas 23:39–43; cp. Mateo 27:38–44). Su conversión no pudo haber sido más improbable, al ocurrir en un momento cuando Jesús daba la apariencia de ser un fracaso colosal. El Señor parecía débil, derrotado, victimizado y sin poder para salvarse a sí mismo, muchos menos a otro. Jesús estaba deshonrado, sus enemigos triunfantes y sus seguidores ausentes. La marea de la opinión pública estaba contra Él, y el comentario sarcástico, por parte del primer ladrón, era la respuesta apropiada y comprensible.

Dios, sin embargo, obró su habilidad sobrenatural de salvación en el segundo ladrón y en contra de la razón natural, este se arrepintió y creyó. ¿Por qué este rebelde moribundo aceptó a un hombre sangrante y crucificado como su Señor? La única respuesta es que fue un milagro de gracia y el resultado de la intervención divina. Antes de los terremotos sobrenaturales, la oscuridad y las tumbas abiertas, este hombre creyó porque la semilla del evangelio cayó en tierra fértil, preparada por la mano de Dios. Su conversión da testimonio del hecho de que no es el estilo o la fuerza del hombre los que salvan, sino el poder de Dios.

Ya que Dios produce ese cambio de corazón, el resultado será evidente en cada vida transformada, sin embargo diferente en alcance, y mucho más allá de lo que los discípulos alguna vez podrían haber soñado. El evangelio pronto estallaría en una cosecha espiritual, comenzando en Pentecostés y continuando exponencialmente hasta el último día del reino terrenal de Cristo. El poder para esta multiplicación es sobrenatural, pero la manera es el fiel testimonio de creyentes verdaderos.

Lo asombroso del evangelio es que es obra de Dios. Sembramos la semilla al compartir el evangelio, entonces nos vamos a dormir, y el Espíritu obra mediante el evangelio para dar vida. No controlamos quién se salva, porque el Espíritu va donde Él quiera (Juan 3:8). No sabemos cómo ocurre, no más que lo que un agricultor sabe cómo una semilla en la tierra se convierte en alimento. Nuestro trabajo no es impartir vida, solo plantar la semilla. Una vez que hemos hecho esto, podemos descansar en el poder soberano de Dios.

CÓMO APLICARNOS PARA LA EVANGELIZACIÓN

La verdad en esta parábola debería tener un efecto profundo en cómo vemos la evangelización. Y motivarnos a evangelizar estratégica, humilde, obediente y confiadamente.

Estratégicamente
Jesús enseña que ciertas clases de tierras permiten que la semilla crezca con gozo en lugar de ser ahogada o que se seque. Este hecho debería ser suficiente para demostrar la insensatez de hacer del evangelio algo que apela solo a las emociones. Nada es un guía menos confiable con respecto a la fe verdadera que las emociones, ya que ni el gozo ni el pesar son necesariamente indicativos de arrepentimiento verdadero (véase 2 Corintios 7:10–11). Cuando el evangelizador apunta a los sentimientos del pecador o basa la seguridad de la salvación en una experiencia emocional, está dirigiendo el evangelio a corazones superficiales. Tal enfoque inicialmente puede dar la apariencia de ser impresionante, ya que la tierra poco profunda se ve bien de corto plazo. Pero no da como resultado conversiones duraderas.

Tampoco el evangelizador debería manipular la voluntad apelando a los deseos naturales del pecador. Es normal que pecadores esperen con ilusión mejores cosas para ellos mismos, como salud, riqueza, éxito y realización personal. Pero el evangelio nunca ofrece lo que el corazón no comprometido e impuro ya quiere. Solo los falsos maestros usan el orgullo y los deseos de la carne para coaccionar una respuesta positiva de las personas. Por contraste, el evangelio verdadero ofrece lo que es incongruente para el deseo humano natural. Como Jesús lo dijo a sus seguidores:

  No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa. El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará. (Mateo 10:34–39)

El verdadero arrepentimiento y la fe en Cristo niegan los anhelos depravados comunes de la voluntad humana.

  De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará. Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará. (Juan 12:24–26)

Si ni la emoción cruda ni el deseo racional son un indicador confiable de fe verdadera, entonces ¿qué lo es? Como Jonathan Edwards correctamente observó, un indicador responsable es un «corazón humilde y quebrantado que ama a Dios». Él escribió:

  Los deseos de los santos, no importa cuán fervorosos sean, son deseos humildes; su esperanza es una esperanza humilde; su gozo, aunque indecible y lleno de gloria, es un gozo del corazón quebrantado y humilde que deja al cristiano más pobre de espíritu, más semejante a un niño pequeño, más dispuesto a una humildad universal de comportamiento.

Según Edwards, la evangelización no debería dirigirse a influir en las emociones o a manipular la voluntad porque esas cosas no son solo fáciles de alcanzar, sino que no son señales seguras de conversión. Más bien, «una vida santa es la señal principal de la gracia». Una vida santa fluye de un corazón santo, el cual produce afectos santos dirigidos por el Santo. Esto es solo posible cuando la mente del pecador es persuadida a ver su pecado tal como es y al evangelio como su única solución.

Humildemente
La verdad es que el poder del evangelio está en las manos de Dios, no en las nuestras. Por lo tanto, deberíamos evangelizar con humildad. Por «humildad» no queremos decir incertidumbre, tolerancia ecuménica o alguna otra distorsión posmoderna del término. Más bien, entendemos por humildad el sentido bíblico de temblar ante Dios y su Palabra (Isaías 66:2), evitando cualquier noción orgullosa que nos pudiera hacer tan osados como para cambiar su mensaje o tan engreídos como para tomar el mérito por la obra de Él.

El poder del evangelio está en su verdad invariable, y una semilla mutante producirá un producto mutante. Además, el evangelizador no debería intentar hacer atractivo a Jesús para los pecadores. Jesús es atractivo en sí mismo. Pero las personas están cegadas a sus atributos a causa de su pecado. No es suficiente alentar a las personas a activar sus voluntades egoístas o a incitar sus emociones inconstantes. En lugar de eso deben ser llamados a llorar por su pecado al punto del arrepentimiento genuino. De modo que explicar la profundidad del pecado y el castigo que merece es una parte esencial de la evangelización bíblica. Un pecador debe escuchar que su pecado le acusa y le condena porque ofende a Dios, y solo el Espíritu de Dios puede llevar esa verdad desde los oídos del pecador a su corazón.

Es exactamente esta clase de evangelización que es la primera en sufrir en el afán de atraer más personas a Cristo. En un intento por hacer el mensaje más popular y los resultados más notables, los evangelizadores muy a menudo apelan a las emociones y a la voluntad en vez de a la mente.

Pero cuando el evangelio real es predicado a la mente, un mensaje que incluye los difíciles llamados al discipulado, la naturaleza radical de la conversión y la obra gloriosa de Cristo, entonces la semilla correcta es sembrada en el corazón, y los corazones divinamente preparados serán receptivos a la semilla.

Obedientemente
Cuando terminó de explicar la parábola de las tierras, Jesús les preguntó a los discípulos: «¿Acaso se trae la luz para ponerla debajo del almud, o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero?» (Marcos 4:21). Él les decía a sus discípulos que después de su muerte y su resurrección, poseerían una gran luz. Esa luz es la «luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios» (2 Corintios 4:4). Es para ser predicado fielmente por los esclavos de Cristo (v. 5), pero los resultados son por el poder soberano de Dios como lo fue en la creación original: «Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo» (2 Corintios 4:6).

Nuestro Señor continuó su enseñanza con este axioma: «Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz» (Marcos 4:22). Aquí había una perogrullada al comunicar el hecho de que cada secreto tiene su tiempo adecuado para decirse. Todo el asunto de guardar un secreto es que ahora no es el tiempo para que se sepa. En el caso de los discípulos, aún no habían sido comisionados y enviados al mundo. Pero cuando ese tiempo llegó, ellos fueron y hablaron con audacia. Esto se refiere al mandato frecuente de nuestro Señor a no hablar de Él o de sus milagros hasta después de su muerte y resurrección (Mateo 8:4; 9:30; 12:16; 17:9; Marcos 1:44; 3:12; 5:43; 7:36; 8:30; 9:9; Lucas 4:41; 8:56; 9:21). Una razón evidente para tal restricción era dejar en claro que el mensaje que Él quería que sus seguidores esparcieran no era el que Él era un sanador o un liberador político, sino un Salvador que murió y resucitó de entre los muertos.

La utilidad de un agricultor está relacionada con la cantidad de semilla que siembra. Mientras más siembra, más cantidad de semilla que él esparce y más probabilidad que una parte de la semilla alcance una buena tierra. Para comunicar este deber, Jesús siguió a los proverbios en Marcos 4:21–22 con una clara promesa: «con la medida con que medís, os será medido, y aun se os añadirá a vosotros los que oís» (v. 24). Ese es el lenguaje de recompensas eternas y provee gran motivación para proclamar el evangelio tanto activamente como con exactitud. Aunque no podemos controlar los resultados, somos llamados a esparcir el mensaje. Y aun si somos rechazados por los que nos escuchan, nuestros fieles esfuerzos harán que un día seamos recompensados por el Señor.

Hay cristianos falsos y evangelizadores falsos. El Señor juzgará a ambos. Pero los creyentes verdaderos son obedientes en evangelizar cada vez que tienen oportunidad, recordando que nuestra obediencia lleva a la bendición divina tanto aquí como en la vida venidera.

Confiadamente
El saber que nuestra evangelización es energizada por el poder de Dios nos da confianza en los resultados divinos.

Esto es precisamente por qué Marcos concluyó esta amplia sección acerca de la evangelización con una parábola final describiendo el reino de Dios: «Es como el grano de mostaza, que cuando se siembra en tierra, es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra; pero después de sembrado, crece, y se hace la mayor de todas las hortalizas, y echa grandes ramas, de tal manera que las aves del cielo pueden morar bajo su sombra» (Marcos 4:31–32).

Recuerde que los discípulos estaban preocupados que las promesas del Antiguo Testamento de un reino no se pudieran cumplir con Jesús. Él había estado predicando por dos años y todavía parecían ser muy pocos los que creían. Los doce estaban al borde de perder la esperanza. Pero Jesús les dijo que si la semilla se esparcía, el evangelio crecería y el reino vendría. Lo que Jesús quiso decir es que el reino comenzaría pequeño pero se haría muy grande y finalmente, las aves de las naciones descansarían a su sombra (Ezequiel 31:6). El evangelio se volvería global y lo haría mediante estos acosados discípulos.

Esto es exactamente lo que ocurrió. Después de la resurrección eran solo 120 seguidores de Jesús y después del día de Pentecostés el número se elevó a 3,000 (Hechos 1:13; 2:41). Este número rápidamente alcanzó a 5,000 (Hechos 4:4). En pocos meses eran más de 20,000. El poder del evangelio estaba poniendo el mundo al revés. Dos mil años más tarde, incontables personas se han salvado, y están ahora tanto en la iglesia militante en la tierra como en la iglesia triunfante en el cielo. Un día, Cristo regresará y establecerá su reino milenial en esta tierra. Hasta entonces, el evangelio continuará invitando a los pecadores al arrepentimiento.

El mensaje de salvación se mantiene en movimiento mediante los que son sembradores, produciendo vida espiritual y fruto genuino en buen terreno. Esto solamente es posible porque lo hace el poder de Dios, lo que significa que la popularidad o la manera persuasiva del mensajero humano no tiene nada que ver con esto.

La evangelización es un llamado privilegiado. Hacemos lo que podemos por propagar el evangelio dondequiera que sea. Una vez hecho el trabajo, regresamos a casa y nos vamos a dormir. Si hemos trabajado duro podremos dormir bien, sabiendo, como el agricultor, que el crecimiento no depende de nosotros.


domingo, 29 de septiembre de 2013

El sistema de escatología conocida como posmilenialismo

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información


POSMILENIALISMO

Fácilmente, y frecuentemente, la escatología está muy mal utilizada. Sin embargo, es importante como uno de los fundamentos de la cosmovisión bíblica. Aunque somos criaturas limitadas por el tiempo (Job 14:1–67) y el espacio (Hechos 17:26), Dios ha puesto la eternidad en nuestros corazones (Eclesiastés 3:11). Por eso, tenemos un interés innato en el futuro —cosa que necesariamente afecta nuestra conducta en el presente.
A la luz de estas verdades, la revelación bíblica del futuro tiene mucha importancia y relevancia para el pueblo de Dios. 2 Timoteo 3:16–17 nos enseña que «Toda Escritura es inspirada por Dios» (y por eso tiene importancia), «a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra» (por ese tiene relevancia). La tarea extensa de la escatología es explorar la revelación entera de la Palabra infalible de Dios con el objetivo de discernir el curso de la historia del mundo, divinamente ordenado y proféticamente revelado, desde la creación hasta la consumación, y así dirigir «un llamado a la acción y obediencia en el presente».
En este capítulo presentaré los fundamentos bíblicos y contornos básicos del sistema de escatología conocida como posmilenialismo. Empezaré dando una definición de la idea básica. El posmilenialismo espera que la proclamación del Evangelio de Jesucristo bendecido por el Espíritu ganará la vasta mayoría de seres humanos a la salvación en esta época presente. El éxito creciente del Evangelio gradualmente producirá un tiempo en la historia antes de la segunda venida de Cristo en el cual la fe, justicia, paz, y prosperidad prevalecerán en los asuntos de personas y naciones. Después de una época extensa de tales condiciones, el Señor volverá visiblemente, corporalmente y en gran gloria, colocando un fin a la historia con una resurrección general y el juicio final de toda la humanidad. Así este sistema es posmilenial porque el retorno glorioso del Señor ocurre después de una época de condiciones «mileniales». De esta manera, la persona que adopta el sistema de escatología denominado posmilenialismo proclama en una forma especial que la historia está bajo el control de Él.


EL DESARROLLO HISTÓRICO DEL POSMILENIALISMO
A pesar de frecuentes afirmaciones proféticas en los escritos de los primeros cristianos, se presenta un fenómeno curioso: ningún credo antiguo afirma un punto de vista sobre el milenio. Aunque están subordinados a las Escrituras, los credos tienen un papel importante en definir la ortodoxia cristiana. Protegen a la Iglesia por dentro de la corrupción de la fe, y por fuera de los ataques de incredulidad.

El posmilenialismo antiguo

Las formulaciones tempranas de los credos del cristianismo proveen solamente los elementos más sencillos de la escatología. Por ejemplo, el Credo del los Apóstoles simplemente afirma, «Ascendió al cielo, y se sentó a la derecha de Dios Padre el Todopoderoso; desde dónde volverá para juzgar a los vivos y a los muertos», y «Yo creo … en la resurrección del cuerpo, y la vida eterna». La escatología del credo de Nicea provee poco adelanto, afirmando que Él «ascendió al cielo, y se sentó a la derecha del Padre; y volverá otra vez con gloria para juzgar a los vivos y a los muertos; cuyo Reino no tendrá fin».
Tanto el amilenialismo como el posmilenialismo se adaptan fácilmente con estos y con otros credos antiguos. En cambio, es más difícil adaptar el premilenialismo a los credos antiguos porque requiere dos resurrecciones separadas y dos juicios en lugar de una resurrección y un juicio general al involucrar todo el mundo simultáneamente. Por esta razón, como admite el teólogo dispensacionalista Robert P. Lightner: «Ninguno de los credos importantes de la Iglesia incluyen premilenialismo en sus afirmaciones». Sin embargo, ninguno de los credos tempranos afirma explícitamente uno de los puntos de vistas sobre el milenio como la posición ortodoxa. Esto no causa sorpresa porque como explica Erickson, «Los tres puntos de vistas sobre el milenio han existido durante toda la historia de la Iglesia».4
Habiendo notado esto, esperamos encontrar un desarrollo progresivo de los diferentes puntos de vista sobre el milenio, en lugar de un sistema funcionando por completo en la historia temprana del cristianismo. Por ejemplo, Walvoord manifiesta en la defensa del dispensacionalismo: «Es necesario conceder que la teología desarrollada y detallada de pretribulacionismo no se encuentra en los escritos muy tempranos de la Iglesia, pero tampoco se encuentra ninguna otra exposición detallada y establecida del premilenialismo. El desarrollo de la mayoría de las doctrinas importantes duró siglos». Y aunque el premilenialismo se desarrolló un poco más temprano (especialmente en Ireneo, 130–202 d.C.6), el teólogo Donald G. Bloesch escribe: «El posmilenialismo fue anticipado ya en los escritos de Eusebio de Cesarea (260–340 d.C.)». SCAF traza el posmilenialismo aun más temprano, notando que Orígenes (185–254 d.C.) «esperaba que el cristianismo, debido a su crecimiento continuo, lograría dominio sobre todo el mundo».8
Atanasio (296–372 d.C.) y Agustín (354–430 d.C.) son otros dos escritores prominentes de la época temprana de la iglesia cuya confianza histórica parece expresar una forma naciente de posmilenialismo. Como Zoba comenta, Agustín enseñó que la historia «será marcada por la influencia siempre creciente de la Iglesia al vencer la maldad del mundo antes de la venida del Señor». Esto eventualmente resultará en un «descanso futuro de los santos en la tierra» (Agustín, Sermón 259:2) «cuando la Iglesia sea libre de todos los elementos malos ahora mezclados entre sus miembros y Cristo reinará en paz». Este posmilenialismo temprano y naciente contiene el elemento primordial sistemático en su desarrollo tardío: una esperanza firme en la victoria del evangelio antes del retorno de Cristo.

Posmilenialismo en la Reforma
Después, como afirma Bloesch: «el posmilenialismo experimentó crecimiento en la edad media» ilustrado por los escritos de Joaquín de Fiore (1145–1202) y otros. Pero el posmilenialismo más completamente desarrollado aparece durante los siglos XVII–XIX, especialmente bajo la influencia de los puritanos y los reformados en Inglaterra y Estados Unidos. Rodney Peterson escribe que «este punto de vista había cambiado, especialmente desde Thomas Brightman (1562–1607)». Brightman es uno de los padres del presbiterianismo en Inglaterra.13 El libro A Revelation of the Revelation [Una revelación de Apocalipsis] publicado después de su muerte en 1609 explicó en detalle su punto de vista posmilenialista y se hizo una de las obras más traducidas en su tiempo. De hecho, algunos historiadores de la Iglesia consideran esta obra la «versión más importante e influyente en inglés del concepto reformado y agustiniano del milenio». Así Brightman es el que sistematizó (no engendró) el posmilenialismo.
Bloesch nombra otras figuras importantes del día sobresaliente del posmilenialismo: Samuel Rutherford (1600–1661), John Owen (1616–1683), Philipp Spener (1635–1705), Daniel Whitby (1638–1726), Isaac Watts (1674–1748), los hermanos Wesley (en los 1700), y Jonathan Edwards (1703–1758). A esta lista podemos añadir Juan Calvino (1509–1564) como un posmilenialista incipiente.16 En el prefacio al Rey Francisco I de Francia, Calvino escribe:

  Nuestra doctrina sobresale invencible sobre toda la gloria y sobre todo el poder del mundo, porque no es de nosotros, sino del Dios viviente y de Cristo quien el Padre nombró Rey para «reinar de mar a mar, y desde los ríos hasta el fin de la tierra …» Y Él reinará de tal manera que romperá la tierra entera con su fuerza de hierro y bronce, con su brillantez de oro y plata, esparciéndola con la vara de su boca como si fuera un vaso de barro, tal como los profetas profetizaron de su reino.

Calvino es un precursor del posmilenialismo de los reformadores Martín Bucer (1491–1551) y Teodoro Beza (1519–1605). Siguiendo en pos de ellos con cada vez más claridad son los puritanos William Perkins (1558–1602), William Gouge (1575–1653), Richard Sibbes (1577–1635), John Cotton (1584–1652), Thomas Goodwin (1600–1679), George Gillespie (1613–1649), John Owen (1616–1683), Elnathan Parr (¿?–1632), Thomas Brooks (1608–1680), John Howe (¿?–1678), James Renwick (¿?–1688), Matthew Henry (1662–1714), y otros.
La forma del premilenialismo de los puritanos generalmente enseña la gloria futura de la Iglesia y también que el milenio propio no comenzará hasta que los judíos se conviertan; y que la Iglesia progresará rápidamente después, prevaleciendo sobre la tierra literalmente durante mil años. La Iglesia purificada y el gobierno justo regido por la Ley de Dios se levantarán juntos bajo el derramamiento del Espíritu. Todo esto termina eventualmente en el conjunto de eventos asociados con la segunda venida de Cristo. Muchos de los puritanos también enseñaron que los judíos volverían a su tierra durante este tiempo.

Posmilenialismo moderno

Los posmilenialistas genéricos de los siglos diecinueve y veinte generalmente no enseñan que el pueblo judío volvería a su tierra en cumplimiento de la profecía —aunque Iain Murria y Erroll Hulse son excepciones notables de esto. Ellos también creen que el milenio abarca toda la fase de la historia de la Iglesia y el nuevo pacto, desarrollándose gradualmente desde el tiempo de Cristo hasta su segunda venida.
Posmilenialistas genéricos prominentes incluyen: Jonathan Edwards (1703–1758), William Carey (1761–1834), Robert Haldane (1764–1842), Archibald Alexander (1772–1851), Charles Hodge (1797–1878), Albert Barnes (1798–1870), David Brown (1803–1897), Patrick Fairbairn (1805–1874), Richard C. Trench (1807–1886), J. A. Alexander (1809–1860), J. H. Thornwell (1812–1862), Robert L. Dabney (1820–1898), William G. T. Shedd (1820–1894), A. A. Hodge (1823–1886), Augustus H. Strong (1836–1921), H. C. G. Moule (1841–1920), B. B. Warfield (1851–1921), O. T. Allis (1880–1973), J. Gresham Machen (1881–1937), John Murray (1891–1975), Loraine Boettner (1903–1989), y J. Marcellus Kik (1903–1965). Defensores contemporáneos incluyen Norman Shepherd, John Jefferson Davis, Erroll Hulse, Iain Murray, Donald Macleod, Douglas Kelly, John R. deWitt, J. Ligon Duncan, Henry Morris III, y Willard Ramsey.
Un desarrollo dentro de la tradición de posmilenialismo desde los años 1960 se llama Reconstruccionismo cristiano, que involucra la ética teonómica (teonómica quiere decir Ley de Dios). El posmilenialismo teonómico (una característica de reconstruccionismo cristiano) combina la idea de un aumento gradual de justicia entre las dos venidas de Cristo con los intereses sociales de los puritanos. El posmilenialismo teonómico enseña un retorno lento a las normas bíblica de justicia civil como una consecuencia del éxito de la predicación del evangelio, evangelismo, misiones, y educación cristiana. La vista político-judicial del reconstruccionismo incluye la aplicación de los preceptos de justicia contenidos en las leyes del Antiguo Testamento, interpretadas correctamente, adaptadas a las circunstancias del nuevo pacto, y aplicadas adecuadamente.
A pesar de la falta de entendimiento general del interés del reconstruccionismo en asuntos socio-políticos, el teólogo evangélico Ronald H. Nash afirma: «No son solamente los posmilenialistas los que pueden ver que su idea del papel central que juegan el evangelismo y la obediencia cristiana a la Palabra de Dios en la transformación de la sociedad está lejos de las distorsiones repetidas» comunes entre ciertos oponentes. Así afirma Mark Noll: «La teonomía suena bastante bien como las teorías populares de liberación, sin embargo porque insiste en fundamentos sobre teología cuidadosamente formulados para acción política, aboga hacia una reflexión política más responsable que lo acostumbrado en la tradición evangélica».22
Los reconstruccionistas fuertemente afirman la separación entre la Iglesia y el estado. Por eso, a veces rechazan la relación demasiado cercana promovida por los puritanos de Inglaterra y Estados Unidos. Sin embargo, ellos admiran el interés profundo de los puritanos en la aplicación de la Palabra entera de Dios a todos los asuntos de la vida, incluyendo la justicia civil. Un ejemplo de un puritano que anticipó el movimiento de la reconstrucción es el prominente hombre de Dios de Escocia, George Gillespie, quien fue una de las estrellas más brillantes de la Asamblea de Westminster.24 Gillespie argumenta: «El magistrado cristiano tiene que observar la ley jurídica de Moisés igual al magistrado judío». También nota que las palabras de Cristo en Mateo 5:17–19 (un texto favorito de los reconstruccionistas) «aplican a la ley jurídica, pues es parte de la Ley de Moisés». El reconstruccionismo también se conoce como «neo-puritanismo» puesto que hay esta semejanza entre los dos.26 Otra característica del posmilenialismo teonómico (aunque no un asunto necesario a ello) es el trato preterista a un número grande de los pasajes del gran juicio en el Nuevo Testamento. El trato preterista (latín para pasado) a ciertas profecías enseña que la Gran Tribulación (Mateo 24:21) ocurrió en la generación que vivió cuando Cristo habló (Mateo 24:34); el libro de Apocalipsis espera que los eventos que relata acontecerán pronto (Apocalipsis 1:1, 22:7, 12), porque en el día de Juan, «el tiempo está cerca» (Apocalipsis 1:3; 22:10); y el Anticristo fue un fenómeno del primer siglo (1 Juan 2:18, 22; 4:3; 2 Juan 7).
El trato preterista coloca las profecías de maldad intensa y oscuridad sombría en el primer siglo, con el enfoque en los acontecimientos de la persecución de Nerón que duró cuarenta y dos meses (64–68 d.C., cf. Apocalipsis 13:5), la guerra de cuarenta y dos meses entre los judíos y los romanos (67–70 d.C., cf. Apocalipsis 11:1–2), y la destrucción del templo (70 d.C., cf. Mateo 23:6–24:34). El punto de vista preterista no es únicamente del posmilenialismo teonómico; fue promovido por ejemplo por Eusebio, uno de los padres de la Iglesia, John Lightfoot, un erudito puritano de estudios talmúdicos, Milton S. Terry, un teólogo metodista y autoridad de la hermenéutica del siglo diecinueve, y J. Marcellus Kik y Jay E. Adams, escritores reformados modernos. Sin embargo, este punto de vista está grandemente enfatizado por los posmilenialistas teonómicos.

https://story.ad/site/file_download/smartpublicity1467919561neTNIrOs.html