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viernes, 7 de agosto de 2015

Dios, quien es rico en misericordia, a causa de su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en delitos, nos dio vida juntamente con Cristo. ¡Por gracia sois salvos! Y juntamente con Cristo Jesús, nos resucitó y nos hizo sentar en los lugares celestiales,

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
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PREPARADOR DE SERMONES EXPOSITIVOS
EFESIOS
2:1-10

Salvos por la gracia
1 En cuanto a vosotros, estabais muertos en vuestros delitos y pecados, 
2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, conforme a la corriente de este mundo  y al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora actúa en los hijos de desobediencia. 
3 En otro tiempo todos nosotros vivimos  entre ellos en las pasiones de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de la mente; y por naturaleza éramos hijos de ira, como los demás. 
4 Pero Dios, quien es rico en misericordia, a causa de su gran amor con que nos amó, 
5 aun estando nosotros muertos en delitos, nos dio vida juntamente con Cristo. ¡Por gracia sois salvos! 
6 Y juntamente con Cristo Jesús, nos resucitó y nos hizo sentar en los lugares celestiales, 
7 para mostrar en las edades venideras las superabundantes riquezas de su gracia, por su bondad hacia nosotros en Cristo Jesús. 
8 Porque por gracia sois salvos  por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. 
9 No es por obras, para que nadie se gloríe. 
10 Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para hacer las buenas obras que Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.



    La manifestación en la salvación de los hombres 
(EFESIOS 2:1–10)



Pablo retrocede ahora para reanudar el hilo de pensamiento que había introducido en 1:19, donde asevera que él ora a fin de que sus lectores puedan llegar a ver lo que es la supereminente grandeza del poder de Dios. 

La resurrección, la exaltación y el encabezamiento de Cristo sobre la iglesia son manifestaciones de este poder. En 2:1–10 el apóstol declara que la renovación espiritual de todos los hombres, tanto judíos como gentiles, es parte íntegra de la resurrección de Cristo, la suprema manifestación de la potencia de Dios. El tema es sucintamente declarado en el versículo 5: Aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo. La sección se divide en dos: (a) la vida vieja de pecado (2:1–3); (b) la nueva vida en Cristo (2:4–10). El contraste entre 2:1–3 y 2:4–10 nos habla del poder estupendo de Dios.

a. La vieja vida de pecado (2:1–3). 
Pablo distingue cuando menos cinco características de la vida que sus lectores vivieron antes cuando estaban lejos de Dios. 

Primero, era una vida de muerte espiritual; estaban muertos en… delitos y pecados (1). 
La muerte espiritual es “la muerte de pecado”,48 el cual es el estado de separación de Dios causado por delitos y pecados. ¡Qué ejemplos tenemos de ello en Adán y Eva! (Gn. 3:23). Debería entenderse claramente que Pablo no está meramente diciendo que el hombre aparte de Dios “está sujeto a la muerte, o aun bajo sentencia de muerte; él está realmente muerto, porque (está) bajo el control de una naturaleza pecaminosa”. Las palabras gemelas delitos (paraptoma) y pecados (hamartiai) dan énfasis a la naturaleza total de esta muerte. Delitos alude a “los deseos de la carne, audaces, crasos y palpables”, en tanto que pecados designa más “los deseos de la mente, pecados de pensamiento y de ideas, de propósito e inclinación”.

La segunda característica de los pecadores es que caminan siguiendo la corriente de este mundo (2). 
La palabra griega traducida corriente es aion, que literalmente significa “edad” (“este mundo”, VM., NVI). Tal como es empleada aquí no denota un sentido cronológico, sino más bien “el carácter espiritual de los tiempos”. 

Estas personas “anduvieron” (condujeron sus vidas, “vivisteis”, BJ.) de acuerdo a los pensamientos y pasatiempos de esta edad presente mala y transitoria (cf. Ro. 12:2; 1 Co. 7:31; Gá. 1:4). Un fragmento Siriaco, del sexto siglo tiene aquí la palabra kanona, que puede ser traducida, “reglas o cánones de operaciones”. Hombres espiritualmente muertos han olvidado las reglas y los caminos de Dios, para seguir las reglas y los caminos del mundo.

En tercer lugar, estas personas anduvieron conforme al príncipe de la potestad del aire. 
Este mundo tiene un dios, el diablo. En 2 Corintios 4:4, Pablo habla del “dios de este siglo”; en contraste con lo cual el mismo apóstol alaba en 1 Timoteo 1:17 “al Rey de los siglos”, o “Rey de las edades”. El diablo ejerce su autoridad en la esfera del aire. De acuerdo a Bruce, esto significa que “él es el líder de esas ‘huestes espirituales de maldad en las regiones celestes’ de las que se nos informa en Efesios 6:12”. 

Los lectores de Pablo antes se habían inclinado ante el dios transitorio de este mundo, y en ese tiempo sus recompensas eran tan efímeras como su dios. Pero Cristo les había traído liberación del diablo y sus cohortes. 

El término espíritu alude a los poderes malignos que habían sido mencionados antes, y sugiere esa disposición interior desobediente que se torna activa en los corazones de los hombres cuando están sujetos al maligno. Tal como Foulkes observa, los hombres son “dotados de energía” ya sea por Dios (20), o por las fuerzas del mal; si sucede esto último, “correctamente son llamados los hijos de desobediencia”.

Cuarto, ellos, y Pablo también, habían una vez vivido en los deseos de la carne (3). En este punto Pablo se ve forzado a admitir que él también, aunque era judío, se contaba entre “los hijos de desobediencia” antes de encontrar a Jesús. En los deseos de nuestra carne define “ese dominio o elemento en el cual su vida era gastada otrora”. 

Se mantenía dentro de los confines de los apetitos e impulsos que acompañan a la naturaleza humana caída, o que emanan de ella. Estos seres humanos se habían rendido a los deseos (epithumia, apetitos) de la carne (sarx, la naturaleza humana bajo el dominio del pecado). Ellos “satisfacían” (NVI) la voluntad (thelema, “voluntades”, o “deseos”, NVI) de la carne y de los pensamientos. Aquí se ponen al descubierto dos fuentes de mal: (1) la naturaleza caída del hombre en general, y (2) “el laboratorio de pensamientos, impresiones, imaginaciones y deseos pervertidos, en particular”.

Quinto, estas personas sin Dios eran por naturaleza hijos de ira. 
En su estado precristiano, sin la ayuda del Espíritu de Dios, los lectores de Pablo, y él también, estaban por naturaleza (innatamente) comprometidos al pecado. Una ley de pecar los controlaba, y por ende caían bajo la ira de Dios. 

La frase hijos de ira en este caso no significa “por nuestro nacimiento como niños”. El hecho de que cada hombre de la raza de Adán nace como pecador es reconocido por la frase por naturaleza. Hijos de ira en este caso sencillamente significa “objetos de ira”. Tal como Purkiser declara con mucho énfasis, la ira de Dios “no es una reacción de las sensibilidades y de la voluntad divinas que pueda ser cambiada o alterada. Es el incesante antagonismo de Dios al pecado, que debe continuar en tanto que Dios sea Dios”.

b. La nueva vida en Cristo (2:4–10). 
Desde la perspectiva de Pablo el predicamento de la humanidad nunca es desesperado. En contra del negro fondo de muerte espiritual el apóstol ahora traza una caracterización cautivadora de la nueva vida en Cristo. Tres características de esta vida se observan aquí con claridad.

Primero, es una vida iniciada por Dios (4–5). 
En Cristo la historia irrumpió en la situación trágica de la humanidad, y hoy El invade o irrumpe en el estado pecaminoso de cada hombre arrepentido para traer salvación. Tal es la fuerza de la poderosa cláusula de Pablo: Pero Dios. Dios siempre cambia la situación. 

Aun estando nosotros muertos en pecados, su amor estaba obrando en nuestro favor (cf. Ro. 5:6, 8). La misericordia es la disposición de Dios hacia seres pecaminosos, pero el amor es su móvil por todo lo que El hace por ellos. La misericordia es rica (inagotable), pero el amor es grande (indescriptible y magnánimo). 

Es “debido a” ese gran amor, y no “a través de” ese amor que Dios nos escogió y nos dio vida juntamente, o “nos vivificó juntamente” (BJ., 5). La palabra traducida juntamente no aparece en el original como una sola palabra, sino que es formada por la adición del prefijo syn al verbo “vivificar”. 

Pablo acuñó este verbo compuesto, sin duda alguna para dar más énfasis a que la salvación es el resultado de la unión con Cristo (cf. Ro. 6:6, 8; Col. 2:12; 2 Ti. 2:11). La resurrección de Cristo no es nada más la seguridad de la regeneración espiritual; también es el medio de la regeneración. Seres humanos muertos son resucitados de la muerte espiritual en y con el Cristo resucitado, y todo ello es iniciado por el amor de Dios (cf. Ro. 6:11). Para la discusión del resumen espontáneo que Pablo hace del evangelio, por gracia sois salvos, véanse los comentarios sobre el versículo 8.

Segundo, la nueva vida en Cristo es vida de resurrección (6–7). Como cristianos, ambos los judíos y los gentiles, participamos no sólo de la resurrección de Cristo sino también de su exaltación. Dios juntamente con él nos resucitó (synegeiro), y asimismo nos hizo sentar (synkathizo). Estos verbos están en el tiempo aoristo y expresan acción puntiaguda y terminada. Tal como Bruce escribe: “… los creyentes son vistos como si ya estuviesen sentados allí con Cristo, por el acto y propósito de Dios. 

Y efectivamente, vivimos temporalmente en la tierra y sólo en tanto que permanezcamos en este cuerpo; pero ‘en Cristo’ estamos sentados con Cristo donde El está.” Este es el significado de en los lugares celestiales (véanse los comentarios sobre 1:3). El cristiano, habiendo sido elevado “del infierno más profundo al mismísimo cielo” (Calvino) disfruta de la vida y la ciudadanía en el cielo (cf. Fil. 3:20). El propósito de esta vida resucitada y exaltada del nuevo hombre es que pueda mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús (7). “En el futuro sin límites, conforme cada edad es seguida por otra”, seres humanos resucitados espiritualmente desplegarán la gracia de Dios. Nótese la repetición del tema de alabanza en 1:6, 12, 14.

Tercero, la vida en Cristo nos ha sido dada (8–10). Ensanchando lo que dijo en el paréntesis del versículo 5, Pablo presenta “uno de los grandes resúmenes evangélicos del Nuevo Testamento”. Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios (8). La segunda parte de este versículo es un paralelo de la primera. Nuestra salvación de la esclavitud del pecado, que brota de la gracia de Dios y que es apropiada a través de la fe, es don de Dios (cf. 1:7). Por lo tanto, no ganamos por buenas obras (la esencia de la religión legalista) el derecho a ser librados del pecado y de la muerte. ¡Jamás! La gracia significa que todo principia y termina con Dios. La salvación es por ende un don de nuestro Creador. El versículo 10 da énfasis a esta verdad: Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús. Simpson comenta: “Nosotros nos hemos arruinado a nosotros mismos, pero en El está nuestra ayuda. El Creador remienda su arruinada obra maestra con sus propias manos, y ‘no está dispuesto a compartir la alabanza de la gracia’.”

Si bien la gracia es el origen o fuente de nuestra salvación, la fe es el medio o instrumento. El pronombre demostrativo esto del versículo 8 no debe interpretarse como que se refiere a la fe como el don de Dios. Tal como Wesley y otros exégetas sugieren, esto se refiere a “toda la cláusula precedente, sois salvos por medio de la fe”. La salvación misma es lo que es el don de Dios. La fe no presenta demanda alguna, no sea que ella también fuese llamada un “mérito” o una “obra”. Si tal cosa pasara, el hombre creyente tendría el derecho a jactarse, o a gloriarse en sí mismo (cf. Ro. 4:2). La fe es la respuesta gratuita y obediente del hombre a las divinas invitaciones o súplicas de la salvación. Pero cuando la fe opera y el pecador posee el gozo de la nueva vida, la declaración espontánea es: “¡Todo viene de Dios!”

Sin embargo, Pablo nos recuerda que las obras tienen un lugar en la salvación que Dios nos brinda. Cuando la gracia opera, a través de la fe, un nuevo hombre es creado… para buenas obras (10), tal como era la intención original de Dios al crearnos. Buenas obras, obras que están en armonía con esos elementos de la ley de Dios que permanecen, o son retenidos en Cristo, vienen después de la experiencia de la fe. Y para la persona de fe, estas buenas obras no son obras humanas, sino buenas obras inspiradas por el ministerio del Espíritu en su vida. ¡Por lo tanto, la nueva vida en Cristo es una manifestación del grandioso poder de Dios!





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jueves, 6 de agosto de 2015

Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




 
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CONSTRUCCIÓN DE SERMONES EXPOSITIVOS
JUAN 4:1-30
Cinco maridos y un corazón sediento (1–30)
1. Buscando a la más pecadora (1–9).
1Cuando, pues, el Señor entendió que los fariseos habían oído decir: Jesús hace y bautiza más discípulos que Juan 
2(aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos), 
3salió de Judea, y se fue otra vez a Galilea. 
4Y le era necesario pasar por Samaria. 
5Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José. 
6Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta. 
7Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber. 
8Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer. 
9La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí.

Los versículos 1–3 no son parte de la narración principal sino una transición. De acuerdo al versículo 2, aunque el bautismo se practicaba entre los seguidores de Jesús y con su aprobación, Jesús mismo no era el que bautizaba. (Ver 3:22–24.)

Jesús fue a la ciudad de Sicar porque sabía que allí había una mujer muy pecadora, con un corazón desesperadamente sediento. Jesús también sabía que en este lugar había un gran número de personas que al oírlo experimentarían el renacimiento que el Hijo de Dios ofrece. Jesús siempre ha ido en busca de los pecadores. El mismo declaró: “Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Yo no he venido a buscar justos sino a pecadores al arrepentimiento” (Lc. 5:31–32). Aún en pleno siglo XX, en un mundo con personas que tienen sed de vida eterna, esta declaración sigue vigente.

Pero además el Señor tenía que pasar por Samaria pues era la ruta más corta para ir desde Judea a Galilea (la más corta, pero no la más popular).

La hora sexta era el mediodía, cuando en la Tierra Santa hace un calor abrasador. Es el momento en que la gente se detiene a descansar. El relato señala que Jesús estaba cansado y sediento. A pesar de que el evangelista Juan desea enfatizar la divinidad de Jesús, también muestra que era humano.

Aparece en escena una mujer perdida, cuya vida moral era condenada aun en la sociedad de su tiempo. Esta mujer tuvo un encuentro que la transformó y la revolucionó moral, espiritual y socialmente.

De acuerdo al estricto código de los fariseos, hablar con una mujer samaritana era casi un crimen. Por un lado, evitaban relacionarse en público con las mujeres;1 y por otro lado, se agregaba el hecho del desprecio judío hacia los samaritanos. (Ver recuadro JUDIOS Y SAMARITANOS.) Ella, por su parte, no ocultó su resentimiento por encontrar a Jesús junto al pozo.2 Era una situación crítica. ¿Cómo dar el mensaje a quien era casi una alienada social? Jesús hallará un punto de contacto para llenar la necesidad espiritual de esta mujer.

1 Un precepto rabínico declaraba: “Que ningún hombre hable con una mujer en la calle. Ni siquiera con su esposa.”
2 En el Oriente muchos sucesos han tenido lugar junto a esta clase de pozos (Gen. 24:11 y sig.; 29:2 y sig.; Ex. 2:15 y sig.).

2. Despertando sed por agua de vida (10–15).
10Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva. 
11La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? 
12¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados? 
13Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed;
14mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. 
15La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla.
Jesús sabía que la mujer era sensible y sincera. Cuando ella confiesa su necesidad, en forma inmediata Jesús le ofrece el agua de vida. Sin embargo, su orgullo de samaritana se resiente con la idea de que un judío pudiera producir agua donde el mismo Jacob había tenido que cavar un pozo. ¿Acaso ese judío imaginaba ser más grande que el patriarca?

Paulatinamente Jesús comienza a despertar en el alma de esta mujer pecadora, una tremenda sed por el agua de vida, el agua que llena y refresca el corazón. En ella entonces comienza a crecer una ansiedad para ver si era cierto que este hombre que aún no conocía y que estaba sentado junto al pozo (que aparentemente hablaba de agua física pero en realidad se refería al agua del alma), era un simple hombre o algo más que eso.

El tema del agua de vida cautivó el interés de esta mujer necesitada. Además, Jesús le habló utilizando terminología comprensible y aludiendo a situaciones con las que ella se identificaba.

De hecho, Jesús le estaba diciendo: “Mira mujer, cualquiera que bebiere del agua de este pozo volverá a tener sed. Todos los días tienes que venir a sacar el agua para luego beberla, y debes regresar día tras día en busca de más agua que sólo satisface la sed física.” 
Seguidamente Jesús pasa al tema de un agua diferente, ya no material sino espiritual.1 “Pídeme y te daré el agua de vida que tanto buscas en lugares equivocados.” Estaba hablando de perdón, y esta mujer estaba llena de culpa. Jesús ofrece satisfacer la sed de su conciencia: “Satisfaré la sed de tu corazón y perdonaré tus pecados.”

Hay una fuente interna que satisface la sed del corazón (Jn. 7:38). Es un agua que sacia lo que ni el dinero ni los placeres ni las drogas pueden satisfacer.
3. Revelando pecado y remedio (16–26).
16Jesús le dijo: Vé, llama a tu marido, y ven acá. 
17Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido; 
18porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad. 
19Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta. 
20Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. 
21Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. 
22Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. 
23Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.
24Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.
25Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas. 
26Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo.

El Señor Jesús además revela dos cosas a esta samaritana: 
1) su pecado y 
2) el remedio para su pecado.

Jesús no encubrió el pecado ni simuló desconocer el mal que ella había hecho. No consideró su pecado como algo superficial que pudiera pasarse por alto. Todo lo contrario. El mal debía salir a la luz para que la operación fuese eficaz, para que esta mujer se sometiera al toque diestro de la mano del Hijo de Dios y así él extirpara este cáncer pecaminoso.

La mujer en verdad tenía sed de amor en la vida. De otra manera, ¿por qué correr de hombre a hombre? Sin embargo, nunca encontró satisfacción, y tuvo que haber estado muy sedienta para pensar que un hombre podría satisfacer su alma. Ese nunca fue el plan divino para el ser humano. Dios dijo que su intención era y es que hombre y mujer sean mutua ayuda idónea, pero nunca la satisfacción de la vida.

Notemos cómo Jesús toca la llaga en el corazón de esta mujer, y cómo a pesar de ser directo, su método es suave y compasivo. Le mostró amor y paciencia. No le recriminó su proceder sino que sencillamente reveló conocerlo: “Cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido.” El conocía su pasado, tal como conoce el nuestro. Imaginemos la sorpresa de esta mujer cuando un desconocido le revela su pasado en forma clara y específica. No es extraño, entonces, que la samaritana creyera estar en presencia de un profeta. Comienza a vislumbrar que su interlocutor era más que un hombre,1 y este hombre no la señalaba a ella sino que señalaba el camino.

Sin embargo, no es fácil reconocer el pecado; no nos gusta admitir el fracaso o la vergüenza. Tal vez en su intento por desviar el tema de su situación personal, ella recurre a un tema religioso que deslindaba la responsabilidad de lo que acaba de oír acerca de ella misma: “Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar” (20).1

Como sucedió en el caso de Nicodemo, Jesús retoma el control de la conversación y maneja las cosas de manera de volver a enfocar la atención en las cuestiones importantes: “Mujer créeme …”

La salvación prometida vendría de los judíos (22c) y se cristalizaría en el Mesías. El concepto estaba claramente expresado en Sal. 147:19–20; Is. 2:3; Am. 3:2; Mi. 4:1–2.2 La salvación procedía de los descendientes de Judá (Gn. 49:10) y estaba dirigida a Israel y a todo el mundo.

Seguidamente Jesús pasa al tema de la adoración, al que ella había hecho alusión en el versículo 20. Con sus palabras (v. 23) Jesús indica que cuando uno recibe a Cristo, la salvación provoca adoración, alabanza y oración a Dios. El corazón de Dios se deleita cuando recibe adoración sincera, no cuando la persona sólo cumple formalidades. La adoración en espíritu es el Espíritu Santo. La adoración en verdad es de acuerdo a y con la Palabra de Dios, no como un concepto lejano y abstracto. La adoración debe ser en espíritu, ya que en el plan de Dios hay mucho más de lo que vemos en el mundo material (ver v. 24).

La mujer samaritana comienza a descubrir que el hombre con el que está hablando es el Cristo, el Hijo de Dios. En ese “YO SOY” (26), Jesús le revela que allí está la solución para los problemas de su vida, el remedio para la depresión, el vacío, el aburrimiento, la sed espiritual.
4. Impactando con el testimonio (27–30).
27En esto vinieron sus discípulos, y se maravillaron de que hablaba con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: ¿Qué preguntas? o, ¿Qué hablas con ella? 
28Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: 
29Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo? 
30Entonces salieron de la ciudad, y vinieron a él.
Es interesante observar la reacción de la mujer samaritana al descubrir que Jesús era el agua de vida que podía apagar la sed espiritual: ella inmediatamente regresa a la ciudad a fin de compartir con otros el hallazgo (ver Hch. 4:19–20). Una vez que comprendió lo que Jesús decía, recibió el perdón y se transformó en una nueva mujer. Había sido muy pecadora, pero todos sus pecados fueron perdonados al instante—como siempre sucede con el pecador arrepentido (Ro. 5:8).

Su alma se había conmovido de tal manera que casi sin darse cuenta deja su cántaro, sale corriendo hacia la ciudad y empieza a hacer correr la noticia por todo el pueblo: “Vengan, oigan. He conocido a un hombre que sin conocerme me ha dicho quién y cómo soy. ¿No será éste el Cristo?” En realidad el Señor no le había declarado “todo” lo que ella había hecho en su vida, pero la mujer se dio cuenta de que él lo sabía. Y la Escritura relata que, cuando oyó lo que esta mujer había dicho, todo el pueblo acudió a ver a este “profeta”.

1 Vemos aquí el método de enseñanza que va de lo conocido a lo desconocido. “La verdad que ha de enseñarse ha de ser aprendida por medio de la verdad conocida”, (ver LAS SIETE LEYES DE LA ENSEÑANZA, Juan M. Gregory, Casa Bautista de Publicaciones).

1 Aparte de Moisés, los samaritanos no reconocían a otro profeta que no fuera el de Dt. 18:18, a quien consideraban el Mesías. Tal vez para ella el hecho de reconocer a Jesús como profeta era entrar en la esfera de especulación mesiánica.

1 El pozo de Jacob estaba ubicado al pie del Monte Gerizim, donde los samaritanos habían construido su templo. (Ver recuadro JUDIOS Y SAMARITANOS.)
2 No obstante, como los samaritanos sólo aceptaban el Pentateuco, se perdían todas las profecías mesiánicas.


    La nueva adoración (JUAN 4:1–30)

Los versículos que introducen esta sección describen cuidadosamente una transición en la que se nos explica la obra y vida de Jesús. La sucesión es sencilla. Los fariseos oyeron que Jesús hacía y bautizaba más discípulos que Juan. Cuando el Señor se enteró de esto, abandonó Judea y se fue a Galilea (1, 3; vea el mapa 1). Aquí hay tres cosas interesantes. La primera, que los fariseos representan a los judíos hostiles; el Evangelio de Juan no menciona a los saduceos o herodianos por su nombre. 

La segunda, que no hay indicación de que el autor procurara representar el conocimiento de Jesús como sobrenatural. El Señor entendió (1). Indica solamente que los informes sobre su obra eran ampliamente reconocidos. Tercero, el paréntesis, aunque Jesús no bautizaba sino sus discípulos (2), tenía por objeto corregir el rumor que se había extendido (3:26; 4:1).

Y le era necesario pasar por Samaria (4). Era necesario implica obligación que puede ser de doble naturaleza. El paso por Samaria era la ruta más corta de Judea a Galilea. Sin embargo, por causa de la animosidad entre judíos y samaritanos, muchos de los primeros que iban de Judea a Galilea, pasaban al oriente del Jordán, al norte a través de Perea y volvían a cruzar el Jordán hacia Galilea. Es posible que por causa del tiempo, Jesús haya pasado por Samaria. Sin embargo, parece que la necesidad expresada aquí estaba más en relación con su propósito y misión. Samaria, y particularmente una mujer samaritana, lo necesitaban.

Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José. Y estaba allí el pozo de Jacob (5–6). Dentro de este marco el escritor introduce siglos de historia (cf. Gn. 33:19, 48:22; Jos. 24:32). El propósito evidente es demostrar que el camino antiguo, identificado con Jacob y José, y aun con el pozo de Jacob, llegaba a tener significado y cumplimiento solamente en Cristo Jesús. La mayor parte de las autoridades concuerdan en que Sicar es la actual villa de Askar al pie del monte Ebal. Está como a tres cuartos de kilómetro al norte del pozo de Jacob.

Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta (6). De la misma manera que Juan tiene cuidado de mostrar la deidad de Jesús, se preocupa por hacer hincapié sobre su perfecta humanidad. Jesús estaba cansado del viaje y se sentó (cf. 1:14; 19:28; He. 4:15). La expresión se sentó así, tiene un adverbio que significa “de esta manera”. Ha provocado diversas interpretaciones. Una es que la historia de Jesús y la mujer samaritana había sido dicha y redicha muchas veces. El narrador la ilustraría mientras hablaba, y cuando llegara a ese punto, él mismo se sentaba mostrando la postura de Jesús. Jesús… se sentó así—es decir, de esta manera—junto al pozo. Era como la hora de sexta—es decir, era como al medio día, la hora más cálida y tiempo para almorzar (cf. 4:8).

a. El agua antigua y la nueva (4:7–15). Es evidente el establecimiento de la hora y del lugar. Como si se tratara de un escenario, la Figura central es el mismo Dios y hombre, Aquel que conoce a todos los hombres (2:25). Al pozo vino una mujer de Samaria a sacar agua (7). Poco sospechaba ella que ese día, mientras estaba ocupada en la agotadora rutina de sacar agua, llegaría a su vida el mayor don (cf. Mt. 13:44). Mucho menos se le hubiera ocurrido que ella sería “el ejemplo B” en el Evangelio de San Juan para ilustrar que Jesús en realidad sabía “lo que había en el hombre” (2:25).

La palabra agua introduce el tema del diálogo que sigue, y al final es elevada “a significar el agua de vida eterna” (cf. 1:33; 2:6–7; 3:5). Jesús le dijo: Dame de beber (7). En este espléndido ejemplo de testimonio personal, Jesús comienza la conversación en un punto donde la mujer pudiera entender en términos de algo en lo cual ya estaba pensando.

Como si aclarara por qué Jesús pidió sólo para él, Juan inserta una nota de explicación acerca de los discípulos, diciendo que habían ido a la ciudad a comprar de comer (8).

La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí (9). La respuesta de la mujer a Jesús era natural por causa de la disensión entre judíos y samaritanos, y también porque chocaba con la costumbre moral, que El, un hombre, se dirigiera a una mujer extraña para pedirle un acto de bondad. Las palabras originales no se tratan “sugieren tratos familiares y no de negocios”.

La respuesta de Jesús a la mujer pone en evidencia de inmediato que ella ignoraba la naturaleza de su interlocutor y al mismo tiempo despertó profundamente su curiosidad. Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva (10). La palabra don, dorea, implica la idea de “regalo libre”, es decir, un don sin ataduras (cf. 3:16). “Aquí, don es un término real, usado para los beneficios de un rey o de un hombre rico. En el Libro de los Hechos siempre se refiere al don del Espíritu.” ¡El es esa clase de Don! Pero esta mujer lo ignoraba. Si ella lo hubiera sabido habría hecho el pedido, y El habría hecho la dádiva. 

Ella y todos los que piden con fe, recibirán agua viva. ¡Con cuánto cuidado Jesús la condujo desde el lugar donde se encontraba—pensando en el agua del pozo de Jacob—a un concepto más elevado y satisfactorio! Agua viva es la que brota “perennemente fluyendo siempre fresca de un manantial inagotable”. Esta es la que se le daría a aquella mujer. Entonces su atención saltó del agua a Aquel—lo cual lo colocó a El en inmediato contraste con Jacob y todo lo relacionado con él. Esta es la razón de la pregunta de ella: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob? (11–12).

En las palabras de Jesús a la mujer samaritana se presenta vívida y claramente el contraste entre el antiguo camino, representado por el pozo de Jacob, y el nuevo, el agua que yo le daré (14). El antiguo orden de la ley, los profetas y especialmente el énfasis samaritano sobre el Pentateuco no era bastante bueno para satisfacer y hacer frente a las necesidades más profundas del hombre. Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed (13). 

La mujer samaritana sabía que Jesús decía la verdad en lo tocante a ella. No era sólo que había acudido diariamente a sacar agua del pozo de Jacob; el verdadero problema era que en toda su vida religiosa no había logrado satisfacer la sed de su alma sedienta. Mucha gente pone en práctica todo lo que le exige su religión, pero como no ha bebido profundamente de Aquel que es el Agua Viva, sus vidas continúan invariables, secas, sin fruto. La promesa de Jesús a la mujer es universal: el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente que salte para vida eterna (14). ¡Aquí está! Lo superlativo de la vida ofrecido a una criatura pecadora, necesitada, errante. El formalismo exterior reemplazado por una nueva fuente interior. Charcos estancados en el alma son transformados en un pozo del que el agua brota a raudales. 

El alma del hombre marchita y muerta llega a participar de “la vida eterna”. La mujer comprendía poco la plena importancia de una promesa semejante. Como todavía pensaba en la forma torpe del mundo muerto del materialismo, replicó: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla (15). Ella tuvo una vislumbre de luz. La expresión para que no tenga yo sed, bien podría expresar más que una ansiedad de deseo físico de agua.

b. La vida antigua y la nueva (4:16–30). Jesús cambió la plática en forma precipitada y repentina. De la apelación y promesa pasó a indagar y ordenar. Uno no puede pretender los beneficios del evangelio—un pozo de agua y vida eterna—sin hacer frente a las demandas del evangelio, confesión y arrepentimiento. Vé, llama a tu marido, y ven acá (16). La prueba era penetrante, llegaba a lo más hondo de su ser, examinando la historia de su triste vida pasada. Su confesión fue simple y sin embargo evasiva. No tengo marido (17). El escudriñamiento se hizo más profundo, reflejando perfectamente el conocimiento que Jesús tenía de los hombres (2:25). 

Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad (17–18). Parece que la mujer estaba haciendo vida conyugal sin el beneficio del matrimonio y es posible que aun sin el divorcio del último de sus cinco maridos. La evidencia la señala como a una mujer de moral relajada cuya forma de religión jamás había podido librarla de la cadena de su mala índole. Jesús reconoció su admisión, no como una escapatoria sino como una confesión. Literalmente dijo: “La palabra que has dicho es verdad.” Un antiguo refrán dice que la verdad hiere. Sería mejor que se dijera: “¡La verdad ayuda!” Ningún hombre jamás ha perdido por hacer frente a las plenas demandas de la verdad (cf. 1:14, 19; 3:21; 4:24; 14:6).

Aquel a quien la mujer reconoció primeramente como a un judío (4:9), ahora es aclamado por ella misma como algo más. Señor, me parece que tú eres profeta (19). “Tal discernimiento y no solamente presciencia, es la principal característica de los profetas.” En este diálogo hay un ejemplo excelente de progresión en la enseñanza paso a paso—agua (4:7), agua viva (4:10), una fuente (4:14). Está en armonía con una progresión en la comprensión de la naturaleza de Jesús—un judío (4:9), un profeta (4:19), el Cristo (4:29; cf. 9:11, 17, 38).

Después de darse cuenta del conocimiento que Jesús tenía de ella, la mujer con toda rapidez cambió el tema de la conversación a otro con el que ella se sintiera más segura, y que al mismo tiempo quedara dentro de la incumbencia de un profeta. Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar (20). Su declaración refleja una apelación a su propia religión. Nuestros padres adoraron en este monte, también refleja un esfuerzo en emplear las diferencias y divisiones en la religión; y vosotros decís, lo usa como una excusa para su propio y triste fracaso de la vida. Este es un antiguo ejemplo que todavía resulta muy moderno.

Este monte, Gerizim y no Ebal, tenía un papel significativo en la tradición de los samaritanos. En ese lugar, “Abraham preparó el sacrificio de isaac y aquí también… encontró a Melquisedec… Y en el Pentateuco samaritano, es Gerizim y no Ebal el monte sobre el que se erigió el altar, Deuteronomio 28:4”.

El interrogante sobre el lugar de adoración quedó resuelto por la clásica declaración de Jesús acerca de la naturaleza del verdadero culto en relación con su misión. La hora viene (21, 23) debe comprenderse en conexión con su sacrificio completo que haría posible la verdadera adoración (cf. 2:4; 7:30; 8:20; 12:23; 13:1; 17:1). La hora viene, cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre (21). Esta declaración estaba también vinculada con la destrucción física de los templos: el de Jerusalén fue destruido en el 70 D.C., y el de los samaritanos en Gerizim, destruido por Hircanus en el año 129 A.C.

Vosotros adoráis lo que no sabéis (22). Los samaritanos rechazaban todo el Antiguo Testamento exceptuando el Pentateuco. La evaluación que Jesús hizo de sus ritos y cultos está reflejada en el neutro lo que. El objeto de su adoración era impersonal, poco comprendido y vago, no sólo para la mujer sino también para toda su nación. No existe tal cosa como una adoración verdadera que se base en la ignorancia, o en lo que uno desconoce. Tales prácticas conducen al fanatismo o al legalismo humanístico. Por otra parte, los judíos, con quienes Jesús se autoidentifica, son reconocidos como instrumentos de la revelación de Dios: Nosotros adoramos lo que sabemos, porque la salvación viene de los judíos (22).

Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren (23). Ahora es el tiempo para que las antiguas formas limitadas a lugar y nación, sean transformadas en una adoración que sea a la vez personal, en espíritu, inteligente, y en verdad. “Adorar en espíritu implica que rindamos nuestra voluntad a Dios, nuestros pensamientos y planes a los que 

El tiene para nosotros y para el mundo… En verdad quiere decir que no estamos adorando una ‘imagen’ de Dios, fabricada según nuestras ideas… Sólo Cristo nos presentó al real o ‘verdadero’ Dios.” La palabra clave en esta idea completa es Padre. El es el objeto de adoración y quien busca esos adoradores. “Una vez que Dios se revela como el Padre universal… quedan abolidas las limitaciones de lugar y tanto el conocimiento como la adoración de Dios son mediados sólo espiritualmente.” La naturaleza del objeto de adoración, Dios es Espíritu (24; cf. 1 Jn. 1:5; 4:8), determina la condición necesaria para la adoración. Y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren (24).

Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas (25). La expectativa mesiánica samaritana no estaba basada sobre la gran cantidad de predicciones de los profetas, porque ellos sólo aceptaban el Pentateuco. Es probable que esas esperanzas estuvieran fundadas sobre pasajes tales como Génesis 3:15 y Deuteronomio 18:15. La mención del Mesías, el “Ungido”, que hizo la samaritana abrió la puerta a la manifestación que Cristo hizo de Sí mismo. Yo soy, el que habla contigo (26) o literalmente: “¡Yo soy, el que está hablando contigo!” Esta es la primera aparición de la expresión, “Yo soy”, que Jesús usa muchas veces en el Evangelio de Juan para revelar su verdadera naturaleza. Algunas son declaraciones directas, como a la que nos acabamos de referir (p. ej., 6:20; 8:24; 58), otras aparecen en expresiones metafóricas (p. ej. 6:35; 8:12; 14:6). 

En el Evangelio de Juan, en una u otra forma la expresión ocurre 27 veces. Las palabras griegas son ego eimi, primera persona del singular del presente del indicativo del verbo eimi, que expresa existencia, esencia o ser. La existencia personal está intensificada por el empleo de la primera persona del singular del pronombre personal ego. Esto toma un tremendo significado cuando se compara con la revelación que Dios hizo a Moisés como “Yo soy” (Ex. 3:14). Jesús le estaba diciendo a la mujer samaritana: “¡El que está hablando contigo es el Yo soy, el mismo Dios!” Así terminó la conversación y muy debidamente, porque no había más que decir. Dios mismo había hablado.

En esto vinieron sus discípulos, y se maravillaron de que hablaba con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: ¿Qué preguntas? o, ¿Qué hablas con ella? (27). La sorpresa de los discípulos no era por el carácter de la mujer, porque ellos desconocían su pasado y su nacionalidad. Su sorpresa era porque Jesús hablaba con una mujer. “Un hombre no debía hablar con una mujer en la calle, ni aun con su propia esposa y menos con cualquiera otra, para que los hombres no murmuraran.” Los discípulos no hicieron preguntas. Cuando se tiene confianza, no se hacen preguntas.

La conversación había concluido, pero para esa mujer había comenzado una vida nueva. En ella se advierten tres cosas. La primera, el abandono de su antigua vida, una religión sin sentido, una sed jamás satisfecha—dejó su cántaro (28). Ya no lo necesitaba más, porque ella tenía dentro de sí una fuente inagotable de agua (4:14). La segunda, su testimonio fue personal y fructífero. La mujer les dijo a los hombres de la ciudad: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho… Entonces salieron de la ciudad, y vinieron a él (29–30; cf. 39, 42). Finalmente, la pregunta que ella propuso a sus oyentes era la manifestación de su completa confusión, sorpresa y duda prolongada—“¿No será este el Cristo?” (4:29, NASB). Esta sirvió también para suscitar una importante pregunta en las mentes de los hombres de la villa.

El hecho de que la mujer abandonara el cántaro de agua al lado del pozo sugiere que ella abandonó su antigua manera de vivir. Basándolo en tres ideas podría prepararse un mensaje titulado: 

“Dejando la Vida Vieja”
(1) Una nueva fuente de gozo y vida, 14; 
(2) Un nuevo testimonio, 29–31; 
(3) De la desgracia moral a la vida fructífera, 18, 39, 42.

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martes, 4 de agosto de 2015

Moraba entonces Israel en Sitim, y el pueblo comenzó a fornicar y a apegarse a las hijas de Moab

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
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Información 


PREPARACIÓN DE SERMONES 
   Castidad
Sinopsis
El estado de abstinencia sexual. Aunque las Escrituras recomiendan el matrimonio, insiste que el celibato debe ser honrado.

Condenación de inmoralidad sexual
Números 25.1 (BTX) — 
1 Moraba entonces Israel en Sitim, y el pueblo comenzó a fornicar y a apegarse a las hijas de Moab,
Mateo 15.19 (BTX) — 
19 Porque del corazón provienen malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios, difamaciones.
Hechos de los Apóstoles 15.20 (BTX) — 
20 Solamente escribirles que se abstengan de las contaminaciones de los ídolos, de la fornicación, de lo estrangulado, y de la sangre.
1 Corintios 10.8 (BTX) — 
8 Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y en un día cayeron veintitrés mil.
Apocalipsis 2.14 (BTX) — 
14 Pero tengo unas pocas cosas contra ti, porque tienes ahí a los que sostienen la doctrina de Balaam, quien enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer lo sacrificado a los ídolos, y a fornicar;
Apocalipsis 2.20 (BTX) — 
20 Pero tengo contra ti, que toleras a esa mujer Jezabel, quien se dice profetisa, y enseña y seduce a mis siervos a fornicar y a comer de lo que se ofrece en sacrificio a los ídolos.
Apocalipsis 9.21 (BTX) — 
21 Tampoco se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus hurtos.

El mandamiento a evitar la inmoralidad sexual
Romanos 13.13 (BTX) — 13 Andemos decentemente, como de día, no en orgías y borracheras, no en impurezas sexuales e indecencias, no en contienda y envidia.
Hechos de los Apóstoles 15.19–20 (BTX) — 
19 Por lo cual, yo juzgo que no se añadan dificultades a los que de los gentiles se convierten a Dios. 
20 Solamente escribirles que se abstengan de las contaminaciones de los ídolos, de la fornicación, de lo estrangulado, y de la sangre.
1 Corintios 6.18 (BTX) — 
18 ¡Huid de la fornicación! Todo pecado que el hombre cometa está fuera del cuerpo, pero el que fornica, contra su propio cuerpo peca.
1 Corintios 10.8 (BTX) — 
8 Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y en un día cayeron veintitrés mil.
Efesios 5.3 (BTX) — 
3 Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos;
1 Tesalonicenses 4.3 (BTX) — 
3 Porque la voluntad de Dios es vuestra santificación, que os apartéis de la fornicación,

los creyentes no deberían asociarse con aquellos que son inmorales
1 Corintios 5.9–11 (BTX) — 
9 Os he escrito en la carta que no os juntarais con fornicarios; 
10 pero no quise decir con los fornicarios de este mundo, o con los avaros y ladrones, o idólatras; pues entonces os sería necesario salir del mundo. 
11 Más bien os escribí entonces no juntaros con ninguno que, llamándose hermano, sea fornicario, o avaro, o idólatra, o calumniador, o borracho, o codicioso; con ese tal, ni aun comer.

La pureza sexual es tenida en honor
1 Corintios 6.18–20 (BTX) — 
18 ¡Huid de la fornicación! Todo pecado que el hombre cometa está fuera del cuerpo, pero el que fornica, contra su propio cuerpo peca. 
19 ¿No sabéis que vuestro cuerpo es Santuario del Espíritu Santo que está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? 
20 Porque fuisteis comprados por precio. Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo.
Salmo 51.10 (BTX) — 
10 ¡Oh ’Elohim, crea en mí un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí!
Salmo 119.9 (BTX) — 
9 ¿Cómo podrá el joven mantener puro su camino? ¡Guardando tu palabra!
2 Timoteo 2.22 (BTX) — 
22 Huye de las pasiones juveniles, sigue en pos de la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón puro invocan al Señor.
1 Pedro 2.11 (BTX) — 
11 Amados, os ruego, como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma,
Apocalipsis 14.1–4 (BTX) — 
1 Y vi, y he aquí el Cordero en pie sobre el monte Sión, y con Él ciento cuarenta y cuatro mil, que tienen su Nombre y el Nombre de su Padre escrito en sus frentes. 
2 Y oí una voz del cielo, como voz de muchas aguas y como voz de un gran trueno, y la voz que oí era como de citaristas que citareaban sus cítaras. 
3 Y cantan como un cántico nuevo delante del trono y delante de los cuatro seres vivientes y de los ancianos. Y nadie podía aprender el cántico, sino los ciento cuarenta y cuatro mil, los que habían sido rescatados de la tierra. 
4 Éstos son los que no se contaminaron con mujeres, porque son vírgenes; éstos son los que siguen al Cordero adondequiera que vaya; éstos fueron comprados de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero;

Castidad y el matrimonio
El matrimonio es recomendado para aquellos que son incapaces de mantenerse castos
1 Corintios 7.9 (BTX) — 
9 pero si carecen de dominio propio, cásense; porque mejor es casarse que quemarse.

La santidad del matrimonio
Ver también
Marcos 10.2–12 (BTX) — 
2 2 Y acercándose unos fariseos, le preguntaban, para tentarlo, si es lícito a un hombre repudiar a su mujer. 
3 Respondiendo Él, les dijo: ¿Qué os mandó Moisés? 
4 Ellos respondieron: Moisés permitió escribir carta de divorcio y repudiar. 
5 Pero Jesús les dijo: Por la dureza de vuestro corazón os escribió este mandamiento, 
6 pero desde el comienzo de la creación los hizo varón y hembra. 
7 Por esta razón, dejará el hombre a su padre y a la madre, 
8 y los dos vendrán a ser una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. 
9 Por tanto, no separe el hombre lo que Dios unció en un mismo yugo. 
10 Y en la casa, los discípulos le preguntaban otra vez acerca de esto. 
11 Y les dice: Cualquiera que repudie a su mujer y se case con otra, adultera con ella, 
12 y si ella repudia a su marido y se casa con otro, adultera.

La condenación del adulterio
Levítico 18.20 (BTX) — 
20 No tendrás acto carnal con la mujer de tu prójimo, contaminándote con ella.
Ver también Lv 20.10 ; Éx 20.14 ; Mt 5.27–28 ; Ro 2.22
Levítico 20.10 (BTX) — 
10 Si un hombre adultera con la mujer de otro, si adultera con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera serán muertos irremisiblemente.
Éxodo 20.14 (BTX) — 
14 No adulterarás.
Mateo 5.27–28 (BTX) — 
27 Oísteis que fue dicho: No adulterarás; 
28 pero Yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.
Romanos 2.22 (BTX) — 
22 Tú, que dices que no se adultere, ¿adulteras? Tú, que abominas de los ídolos, ¿profanas templos?

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