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miércoles, 1 de abril de 2015

Dios no está limitado por los valores del mundo. No es responsable ante los sabios ni debe responder a ellos sino que los avergonzó

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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MOTIVOS PARA LA UNIDAD (1:26–2:5)
a.     La debilidad humana reclama unidad (vv. 26–31)
26Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; 27sino que de lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a los fuerte; 28y lo vil del mundo to menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, 29a fin de que nadie se jacte en su presencia. 30Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; 31para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor.
Con delicadeza Pablo traza un cuadro de la iglesia de Corinto, como si fuera necesario despertarlos a la realidad. Tal vez algunos de nosotros, en tal situación, habríamos perdido la paciencia y hubiéramos exclamado algo como: “Pero hijos míos, ¡fíjense quiénes son! ¡No valen nada y se dan el lujo de pelear entre ustedes!” En realidad, es lo que dice el texto, Pero enfocando esa debilidad humana a través del prisma de la misericordia divina.
Entrevemos así algo de la composición de aquella iglesia. Sus mismas características sociales eran una base para que surgieran problemas. Pablo menciona seis categorías en las cuales ellos no son “muchos”.1 Los diversos problemas descritos en los capítulos siguientes nos llevan a pensar que se trataba de una congregación de cierta envergadura.2
Hay una distinción entre la mayoría y la minoría de la iglesia. Cuando Pablo dice que no haymuchos” poderosos, nobles, etc. está dando por sentado que sí hay “algunos”, aunque sólo algunos. La mayoría era gente problematizada ya antes de entrar a la iglesia; traían tensiones internas que se reflejaban en la relación entre ellos.
Sabios “según la came”, siguiendo criterios humanos. Eran personas que tenían el privilegio de una educación formal, de una cultura más o menos elevada. Quizá hoy diríamos: “No hay muchos doctores ni letrados”.
Poderosos, presumiblemente desde el punto de vista político: gobernantes, militares, etc. ¿Qué diríamos hoy? “No hay muchos miembros del gobierno, de las fuerzas armadas, de los partidos políticos”.
Nobles. Pertenecían a familias de alto rango social, con un linaje reconocido. Si bien esto hoy no pesa tanto, diríamos: “No hay aristócratas ni familias de prestigio”.
Fuertes. Quizá una fuerza no de tipo físico, aunque es la primera idea que nos viene a la mente—en especial pensando en la importancia que se daba allí a los juegos atléticos. “No son muchos deportistas, ni gente de físico notable” indicaríamos ahora.
Prestigiosos, que en realidad no se nombran sino sólo su contrapartida: “lo vil del mundo, y lo menospreciado”. A muchas de nuestras congregaciones podríamos decir: “Fíjense cuántos de ustedes son ex mendigos, ex presos, ex desempleados” y quizá deberíamos agregar: “Y no están mucho mejor ahora”.
Lo que es. Esta es una frase poco clara, que quizás sea sólo un resumen de todo to anterior. Algunos suponen que se refiere a los no esclavos, que socialmente eran considerados poco menos que cosas y que jurídicamente no eran nada. Por otra parte, “lo que no es” es la traducción de la expresión más despreciable en el griego. Para el pensamiento griego, “ser” era todo, y ser llamado “nada” era el peor insulto.3
Más adelante veremos la descripción de los cultos en la iglesia de Corinto, donde había gran libertad para que, sin mayor orden, los presentes hablaran, cantaran, oraran, etc. (14:26). Imaginémonos lo que podía ocurrir. Allí podía estar un esclavo sentado junto a su dueño y sentir que tenía un mensaje del Señor (y tenerlo en realidad); podría haber un mendigo en harapos que pretendiera dirigir el canto de algunos que estaban vestidos con ropas de lujo; y tal vez un erudito podía hacer un estudio con palabras doctas que los demás no entendieran. ¡Ciertamente era necesario el Espíritu de unidad que sólo da el Señor!
Con gente así, ¿qué ha hecho el Señor? Pablo exhorta a mirar “vuestra vocación”4 (v. 26a). Esta palabra es la misma que “llamados” (v. 2), lo que nos dice por qué esa gente está reunida.5
LA OBRA DE DIOS EN LOS HOMBRES (1:26–30)
1.     Los llamó, “Mirad vuestra vocación”, (26a).
2.     Antes los había escogido (27).
3.     Les hizo superar sus deficiencias.
4.     Los renovó “en Cristo Jesús” (30).
5.     Les enseñó a considerarse hermanos entre sí (26a).
Los vv. 26–29 no son tanto declaraciones despectivas acerca de los corintios sino la exaltación de la maravillosa gracia de Dios. Lo que El hizo al elegir a los corintios no sólo demuestra su carácter—está lleno de gracia—sino que además ilustra que Dios no está restringido por los valores del mundo. El no es responsable ante los sabios ni debe responder a ellos sino que, por su obra de gracia, los avergonzó.6
Pablo nos dice que los pobres, ignorantes, viles, etc., avergonzarían a todos los sabios y entendidos. Cristo ya había avergonzado a los “sabios” pues al escoger a los corintios, escatológicamente hablando ya había comenzado la vindicación final sobre sus enemigos.
El v. 29 nos da un motivo para que “nadie se jacte en su presencia (la de Dios)”.7 Al elegirlos Dios eliminó cualquier posibilidad humana de obtener el favor divino con recursos propios.
Cuando el v. 30 comienza con “mas”, establece una contraposición con lo anterior. Por un lado, están todos los méritos del mundo; por el otro, nuestra nueva situación en Cristo Jesús.
ESTAR EN CRISTO (1:30–31)
1.     Es algo hecho por Dios (30).
2.     Cristo es la base de nuestra nueva vida (30a).
3.     El nos ha cambiado (30b).
4.     Así se cumplen las Escrituras (31).
5.     Así se quita la jactancia y se llama a la humildad (31).
La enumeración de los cuatro aspectos de la obra de Dios en nosotros (v. 30) es realmente impresionante. Abarca lo mencionado en los versículos anteriores, pero va más allá. Comienza por la “sabiduría”: ¡ahora los creyentes son los realmente sabios! Pero luego sigue con “justificación”, “santificación” y “redención”.8 Se trata de algunos ejemplos y no de una enumeración completa con un orden estricto de sucesión. Digamos que Dios nos ha justificado en Cristo, nos ha santificado en Cristo y nos ha redimido por la sangre de Cristo. Ya en 1:2 se refirió a la acción de nuestro Señor en cuanto a la santificación.
Pablo quiere que el tema culmine otra vez con una base bíblica. La cita nos lleva a Jeremías 9:23–24,9 y es sólo un resumen de esos versículos.
Aunque en Cristo recibimos sabiduría, justicia, santificación y redención de Dios, no tenemos razón para enorgullecernos ya que no las merecimos ni obtuvimos por nosotros mismos. La sabiduría humana produce orgullo, malentendidos, peleas y divisiones. Jeremías lo había advertido siglos antes que Pablo, pero las palabras parecen haber sido escritas para los corintios (y nosotros). Pablo las tenía bien en mente pues resultan muy aclaratorias. “Tenemos motivos para sentimos en la gloria”, como decimos hoy. ¿Por qué? ¿Por tener riquezas, fama, fuerza, sangre azul? No: por la obra que Dios ha hecho en nosotros por medio de Jesucristo.
Todos estamos en un mismo nivel. Es así que debiéramos preocuparnos de lo que podemos dar más que de to que podemos recibir, o debiéramos pensar en cómo dar honra a nuestro hermano y no cómo éste puede respetarme o aplaudirme. La unidad—tal como Pablo la trata a partir de 1:10—surge de nuestra condición que necesita de Dios y del camino que él ha propuesto en la cruz de Cristo. Por eso “predicamos a Cristo crucificado”.
b.     La debilidad del apóstol (2:1–5)
1Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. 2Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. 3Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; 4y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, 5para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
Pareciera que Pablo sintió un santo temor de que le atribuyeran méritos que no tenía. Es cierto que había ido a predicar a Corinto y allí había sufrido persecuciones, había luchado contra propios y extraños y, aunque con falencias, había dejado una iglesia en marcha. El no lo negaba, pero de ninguna manera pretendía que todo era obra suya y no del poder de Dios. No es que los cristianos deben limitar el lugar de quienes predican la Palabra o dirigen la obra del Señor. Sin embargo, estos deben hacer un doble esfuerzo para que su acción no desplace el lugar que corresponde al Señor.10
La insistencia en este punto de la carta tiene que ver con el tema que está tratando: la unidad. Como mencionamos, uno de los argumentos de algunos líderes de grupos facciosos en la iglesia era que podían apelar al nombre de su padre espiritual y fundador de la iglesia. Como era lógico que ese papel tan especial no fuera dejado de lado, el argumento tenía su peso. No se trataba de seguir a una figura secundaria como Apolos, ni a una personalidad lejana como Cefas, sino a quien más importancia podía tener en la historia de aquella congregación.
Por otra parte, es importante notar el tono empleado por el apóstol.
COMO HABLAR A LOS HERMANOS
1.     Con afecto—“hermanos” (1a).
2.     Con humildad.
3.     Con claridad.
4.     Con un propósito claro (5).
Después de demostrar que la obra del evangelio no podía basarse en las características de los corintios, Pablo expone que tampoco podía fundamentarse en él—pese a todo lo que Dios le había permitido realizar en esa ciudad.
Su afecto por aquellos creyentes se nota en la reiteración de la palabra “hermanos”, que pareciera una reflexión: “Pero, hermanos, no me coloquen en una situación falsa que yo no he buscado”. La palabra describe los sentimientos del apóstol, así como también apela a la conciencia de los lectores.
La primera insistencia de Pablo está precisamente en aquello que él evitó. No tenía dudas sobre lo que sí debía predicar (v. 2). Los vv. 1b y 4 prácticamente reiteran ideas similares: nada de “excelencia de palabras”, nada de sabiduría humana (2a, 4a, 5a), nada de “palabras persuasivas” (4a).11 Notemos que se trata precisamente de áreas en que los griegos se destacaban. Ellos habían producido oradores extraordinarios como Demóstenes,12 o pensadores inigualables como Aristóteles—que ha sentado las bases para la filosofía de todos los tiempos—, y además discutidores como los sofistas, que basaban sus razonamientos en juegos de palabras o en su sentido oculto. Es cierto que los tiempos de gloria habían pasado y que la ciudad de Corinto no se destacaba precisamente en esos órdenes, pero en general eso se esperaba de alguien que quisiera hacer un impacto en el pensamiento general. Pablo dice que él rehuye todo eso. Cuando leemos sus cartas o lo que nos queda de su predicación, nos admira la fuerza de sus razonamientos, así como la forma en que algunas de sus expresiones han logrado condensar maravillosamente grandes verdades. Pero él diría con sencillez: “Esto es sólo el poder de Dios”.
No se trata sólo de saber qué debemos evitar sino también de tener en claro qué debemos hacer.
EL EVANGELIO PARA EL PUEBLO
1.     Es el mensaje de Jesucristo, el Mesías prometido que se hizo hombre en Israel.
2.     Es el mensaje de “éste crucificado”, como si dijera: “De todo lo que se puede decir de él, hay un punto que no puede omitirse”. Es aún más fuerte que en 1:23.
3.     Es algo que debemos predicar. Nadie oye lo que no se dice.
Algunos autores creen que Pablo tomó una decisión específica al ir a Corinto, ya que allí llegaba desde Atenas, donde había hecho un enfoque distinto al habitual, apelando a la cultura griega.13 Pero esta idea desconoce todo lo que el apóstol predicó con anterioridad. La idea de Cristo crucificado era central en todo lo que hizo en todo momento, y un leve cambio de estrategia en cuanto a la manera que había utilizado en Atenas, no indica que haya abandonado el núcleo del mensaje. “Me propuse” sólo indica que decidió continuar con su práctica habitual (Gá. 3:1). “A éste crucificado” no sugiere una nueva estrategia. Para Pablo esto ya era parte de predicar a Cristo.
El cuadro que Pablo traza sobre sí mismo es impactante. El apóstol debía de tener una buena medida de aquello que, en su humildad, colocaba en un discreto segundo plano (Fil. 2:3). En los siguientes versículos notamos que su actitud es distinta, así como el tono de autoridad que asume en diferentes momentos de la carta.
EL OBRERO CRISTIANO (2:3)
1.     Puede sufrir de “debilidad” física (3a).14Varios pasajes insinúan que Pablo no gozaba de excelente salud. Pero las limitaciones eran suplidas por “el poder de Dios”.
2.     También reconoce que tenía “mucho temor y temblor” (v. 3b), problemas que hoy consideraríamos psíquicos. Esta repetida expresión bíblica no describe el miedo, sino el sentimiento de profunda responsabilidad ante una tarea de alcances etemos.
3.     Asimismo estaba limitado en su capacidad de encontrar palabras suficientemente persuasivas. La respuesta estaba en dejar que lo humano tuviera un papel secundario, y en dar preponderancia a lo del Espíritu.
De la misma manera, podríamos pensar que si alguien está convencido a tal extremo de sus limitaciones, bien podría replegarse y dejar el trabajo a otro que tuviera la elocuencia de Apolos o la historia de Pedro. Por lo contrario, Pablo declara que nunca dejará de ocupar su propio lugar, siempre apelando al poder del Espíritu.
Quizá todo eso era una sorpresa para los corintios, que debían recordar a Pablo con admiración. ¡De modo que aquellos mensajes inflamados de poder surgían de un hombre que temblaba ante Dios! ¡Y aquellos notables argumentos eran sólo una inspiración directa del Espíritu, que usaba los conocimientos previos del apóstol! ¡Y aquella fuerza ante las pruebas era exhibida por un hombre que se consideraba débil! Hay una sola conclusión posible: el poder de Dios es infinito, y el poder de Pablo no radicaba en la persona o la presentación del predicador sino en la obra del Espíritu.
DIOS A TRAVÉS DEL PREDICADOR (2:2, 4 y 5)
1.     Produce el “testimonio de Dios” (2).
2.     Enseña las palabras de la sabiduría de Dios.
3.     Actúa con el poder de Dios (5b).
4.     Se demuestra con el Espíritu de Dios (4b).
Si la fe de los cristianos se basara en la sabiduría humans, habría sido lógico que algunos fueran discípulos de Pablo, otros de Apolos, otros de Pedro y otros, insatisfechos con todos, dijeran ser sólo de Cristo. Pablo tuvo un propósito concreto al analizar cómo debía llevar el mensaje divino en Corinto: dar a la iglesia un fundamento verdadero. Estos conceptos reaparecerán en el cap. 3: “Nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo” (v. 11).
EL FUNDAMENTO DE LA IGLESIA
1.     Es aquello que fundamenta la fe, la convicción interna expresada en la vida continua.
2.     No se basa en nada que sea humano.
3.     Se basa en el poder transformador de Dios y én la guía del Espíritu Santo.
El apóstol entonces ha descartado las razones de fondo que provocaban divisiones en la iglesia de Corinto. No ha caído en minucias ni en hechos aislados. La importancia excesiva que los corintios daban a sus propios méritos así como a su fundador, revelaban que no tenían, su mira en lo único que produce verdadera unidad: el Espíritu de Dios.
En base a ello, Pablo puede proseguir exponiendo la acción de la tercera persona de la Trinidad, en un pasaje muy digno de ser considerado con suma atención, ya que se relaciona con muchos debates actuales.
1 Eso ya nos indica que no podía ser un grupo demasiado chico, digamos que una o dos docenas de personas.
2 Debemos estar preparados para que haya problemas en una iglesia, sobre todo si se suman condiciones como éstas: primero, que se trate de seres humanos; segundo, que éstos sean más de los que pueden interactuar con facilidad (como un equipo deportivo); tercero, que haya notorias diferencias con trasfondos sociales diversos. Todo eso ocurría en Corinto y era de esperar que aparecieran dificultades.
3 Otros estudiosos comentan que cuando Pablo habla de aquello “que no es” que Dios escogió para deshacer “lo que es”, el verbo deshacer señala que la expresión es lenguaje retórico y escatológico, no filosófico. Y a pesar de que aduello “que no es” es una expresión usada en el judaismo para hablar de la creación ex nihilo (de la nada), y de la conversión como una nueva creación, en la mente paulina “lo que es” tiene connotación negativa.
4 Del gr. KLESIS, origen, naturaleza y destino (ver Ef. 1:18; 2 Ti. 1:9).
5 Aunque vocación se refiere al llamado para salvación, Pablo tiene en mente quiénes eran los corintios en el momento en que fueron llamados. Al llamar a su pueblo, Dios no se interesó por los valores del presente, la sabiduría humana o los méritos. Al llamarlos eligió especialmente a los que eran contradicción viviente de tales valores.
6 Esto expresa la vindicación de Dios ante sus enemigos, vindicación relacionada con los justos juicios divinos.
7 La muerte de Cristo por los pecadores acabó con toda pretensión humana. Sólo hay que jactarse en Dios y en su misericordia. Todo otro motivo ha sido abolido.
8 Sabiduría: No sólo somos salvos por la sabiduría de Dios, sino que él nos da su sabiduría para reemplazar la nuestra. Sabiduría divina es la capacidad de evaluar la vida con los ojos de Dios (ver Pr. 1:7; Stg. 1:5). Justificación: Cristo es nuestra justicia. La idea es un “estado correcto”, el de Cristo por ejemplo. Cuando uno recibe e Jesucristo, Dios le da la justicia de su Hijo (Ro. 4:5; 2 Co. 5:21), y como resultado somos justificados por la fe (Ro. 5:1). Santificación: En Cristo el creyente es apartado, declarado santo. La santificación tiene dos aspectos: el posicional y el progresivo. En Cristo ya somos santos, pero él nos da de su Espíritu y progresivamente nuestro andar se va asemejando más a nuestra posición en Cristo (Gá. 5:22–23; 2 Co. 3:18; Ef. 2:10). Redención: La idea es comprar un esclavo en el mercado. Cristo nos compró con su sangre para librarnos de la esclavitud del pecado (Ef. 1:14; 1 P. 1:18–19).
9 Ver Gá. 6:14.
10 En la exposición del capítulo 1 vimos cómo eso había ocurrido en Corinto, y sin duda había afectado al apóstol. Por lo tanto, él no ahorraba esfuerzos para que cada cosa ocupara su lugar.
11 Esto se refiere por ejemplo a no imitar al demagogo, que prefiere palabras que agraden al auditorio antes que lo que sea verdadero—que puede o no satisfacer al que escucha.
12 Estadista ateniense (385–320 A.C.), el más grande orador de la antigüedad.
13 Algunos estudiosos comentan que Pablo en Atenas había tratado de razonar con los pensadores usando la filosofía, pero no había resultado demasiado bien (Hch. 17:34), de manera que al llegar a Corinto decidió no filosofar sino directamente predicar a Cristo.
14 Lo más probable es que Pablo se refiriera a una condición física. La palabra aquí no se refiere tanto a debilidad como un sentimiento interior sino en el sentido de cómo Pablo aparecía a los ojos de otros.
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jueves, 19 de marzo de 2015

Ante una situación problemática lo mejor es no quejarnos, permitir que nos defrauden y tomen de nosotros algo que nos pertenece

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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¿Para qué Vivir?
1 Corintios 6
“¡Así soy yo!” “¡Van a ver quién soy!” “Voy a defender mis derechos”. “Nadie me puede decir lo que debo hacer”. Aunque estas frases nos parecen desagradables, es la manera en que mucha gente piensa hoy en día, los que sólo viven para satisfacer sus impulsos y deseos.
La falta de amor en la iglesia de Corinto produjo actitudes similares entre los hermanos. El resultado era un estilo de vida consecuente e igualmente desagradable: las divisiones basadas en la preferencia por ciertas personas abundaban; habían permanecido indiferentes en lugar de intervenir para ayudar a un creyente descarriado. Por otro lado, se expresaban excesivamente fuerte cuando debían callar ante las ofensas personales recibidas de los demás cristianos.
Cada uno quería hacer su voluntad y defendía sus derechos sin importar que tuviera que acusar a otros ante los tribunales. Parece que a través de los dos mil años de historia de la iglesia, no ha habido muchos cambios. Todavía se observan estas mismas características en las iglesias del siglo veinte. Así que, las amonestaciones de Pablo en relación a estas circunstancias también se aplican a nosotros.
DERECHOS PROPIOS Y PLEITOS LEGALES
6:1–11
Las circunstancias lamentadas 6:1
Actualmente, las demandas se multiplican con exageración. Esta actitud se encuentra aun entre hermanos, quienes se justifican diciendo: “Esto no se queda así, yo tengo mis derechos y nadie puede maltratarme sin que pague las consecuencias”. Recientemente se calculó que sólo en una ciudad de los Estados Unidos se habían gastado cincuenta millones de dólares en pleitos legales entre cristianos. ¿Cuánto más se hubiera logrado si ese dinero se hubiera invertido en la obra de Dios, en lugar de gastarlo en abogados? Siguiendo el ejemplo del mundo, los cristianos han seguido el popular camino de las denuncias y demandas.
Esta tendencia era una práctica corriente en Corinto, conocida por su pleitos legales. Era común que de 200 a 6000 personas participaran como jurados para resolver casos mayores. Los creyentes seguían la moda y norma establecida por sus conciudadanos y también acusaban a los hermanos ante los tribunales tratando de resolver sus diferencias. Pero, ¿qué había pasado con la ordenanza divina? Enseguida, Pablo se dedica a tratar este tema.
Al analizar el origen de las disputas, notamos que no se trataba de demandas por actos criminales, o reclamaciones de seguros o para defenderse de difamaciones. Por su lado, Pablo es digno ejemplo de la defensa legítima de un cristiano ante las acusaciones injustas que lo llevaron a los tribunales romanos. Sin embargo, el problema de la congregación de Corinto era que sus litigios se relacionaban con quejas personales entre creyentes.
La corrección sugerida 6:2–8
El apóstol afirma que las diferencias entre creyentes en Cristo son cuestión de familia y por lo tanto, deben ser resueltos dentro de la comunidad. Las quejas de los cristianos deben ser discutidas entre ellos, no frente a las autoridades de este mundo.
Pablo presentó dos razones para apoyar su proposición, ambas basadas en la escatología y en su perspectiva acerca de los eventos que sucederán en el futuro. En primer lugar, les recuerda que los santos juzgarán al mundo. Si Dios considera que somos aptos para enjuiciar al universo, ¿no sería lógico suponer que también lo somos para resolver los asuntos internos (6:2)?
Además de eso, añade que también nos corresponde juzgar a los ángeles, los seres creados que ahora se presentan como superiores a los hombres. Si el Señor piensa utilizarnos para realizar ese acto, ¿cómo no somos capaces de solucionar los asuntos comunes y corrientes de la vida diaria (6:3)? En ambos casos, su idea es que si podemos dictaminar adecuadamente en lo primero, seguramente seremos capaces de en lo segundo.
Pablo reconoce que se pueden utilizar tres alternativas. La primera es la que ya estaban practicando, pero es la peor de las tres. Aunque pueden llevarse unos a otros ante los tribunales, esta opción no es la apropiada.
La segunda es dejar que la iglesia oiga el caso y emita su fallo al respecto (6:4–6), porque los hermanos tienen la capacidad de resolver las quejas que surjan entre ellos. Les sugiere que es mejor ponerse en manos del peor juez designado por la iglesia, que acudir al mejor que el mundo pudiera recomendar. Por lo menos, el creyente comprende la perspectiva divina y no se guía solamente por la humana.
Agrega que cualquier hermano, aunque no cuente con todo el respeto de la iglesia es preferible que la gente injusta. Parece que el apóstol tuvo que apelar al orgullo que sentían por su gran sabiduría según mencionó en los primeros capítulos de esta carta. Ahora les pregunta qué pasa con sus “sabios”. ¿No existe ninguno que sea entendido para dirimir las dificultades dentro del cuerpo de Cristo?
Esta alternativa presenta dos problemas mayores. En realidad una corte creada dentro del pueblo de Dios no tiene ninguna autoridad verdadera para obligarlos a aceptar un fallo, y quien no esté de acuerdo con él probablemente saldrá de esa iglesia para buscar otra en otra parte de la ciudad. Esta falta de aceptación de una sentencia dada por hermanos es muy común hoy en día.
La segunda dificultad con esta opción es que la solución muchas veces no resuelve el problema verdadero; sólo toca los síntomas. Deduce que probablemente la situación que necesita atención no es la queja en sí, sino la falta de amor. Un tribunal eclesiástico podría reconocer esta falta, pero no les podría obligar a amarse unos a otros.
Así que, la tercera solución presentada es la mejor. Pablo afirma que lo mejor sería que sin quejarnos, permitiéramos que nos defraudaran y tomaran de nosotros algo que nos pertenece. Es mejor aceptar la pérdida personal y dejar de pelear (6:7).
ES MEJOR ACEPTAR QUE NOS HAGAN MAL
QUE PELEAR PARA DEFENDER
NUESTROS DERECHOS
De acuerdo a la perspectiva del apóstol, el hecho de apelar a los tribunales era muy lamentable y desde el principio los hacía perdedores. No importaba quién ganara el caso, todos salían perjudicados. Pablo no se pronuncia en forma dogmática contra los tribunales; su interés va mucho más allá. Lo que quería era ver el amor sincero manifestándose entre ellos.
En lugar de hacerlo, se iban al otro extremo; debiendo sacrificar sus propios derechos por el bien del otro, se presentaban como denunciantes. Esto equivale a defraudar a otros creyentes en Cristo, porque no estaban dispuestos a sufrir los agravios sino a cometerlos, e insiste en que todos ofenden el principio básico del amor al no buscar el bienestar de su hermano primero.
El problema de los tribunales 6:9–11
Para ayudarles a ver con mayor claridad hasta dónde había llegado esta situación inaceptable, el escritor sagrado describe el estilo de vida de los jueces mundanos ante quienes llevaban sus querellas y les pregunta: “¿Cómo esperan conseguir justicia de los injustos?” Los hermanos estaban evidenciando el espíritu del mundo del cual habían sido librados, y al cual pertenecían los jueces todavía. Así que, estos árbitros tenían muy poco que ofrecerles para solucionar sus problemas. La iglesia se estaba sujetando a gente abusiva, aceptando sus dictámenes. Obviamente, sería mucho mejor acudir a la iglesia, que cuando menos buscaba la justicia, en lugar de ir a los tribunales civiles.
El apóstol termina la descripción de estos jueces haciendo un contraste entre ellos y los creyentes y les dice que todo vivimos así en el pasado, pero ahora somos diferentes. Por tanto, debemos manifestar ese cambio en nuestro estilo de vida resolviendo los obstáculos en la iglesia. Cuando tenemos un conflicto con un hermano, debemos tratar el asunto en privado con la persona involucrada; después, si esto no resulta, debemos confrontarlo ante testigos. Por último, se debe llevar a los ancianos a la iglesia (Mateo 18).
¿Quiere conocer una mejor solución? ¡No luche por hacer valer sus derechos! Es mejor aceptar el mal que otros nos pueden hacer que pelear en los tribunales del mundo.
¡PENSEMOS!
A muchos no les agrada esta idea, están acostumbrados a que se respeten sus derechos. Tal vez no tengan que acudir a los tribunales, pero sí tienen problemas de actitud y quieren salirse con la suya. Tenemos que reconocer que hay un mejor camino, el del amor sacrificial que somete sus derechos y busca el bienestar del hermano.
Considere el ejemplo de Cristo presentado por Pablo en Filipenses 2:1–8. El mundo dice: “Defiéndase. Si no lo hace, nadie lo hará por usted”. El amor dice que es mejor aceptar el agravio que pelear. ¿Qué cambio requiere este ejemplo en su conducta? ¿En su estilo de vida?
MIS PRERROGATIVAS Y MI CUERPO
6:12–20
El principio de libertad 6:12
Además de las riña mencionadas por hacer valer sus derechos, había otro problema basado en el mismo error, que consistía en que querían gozar de absoluta libertad en el uso del cuerpo. La iglesia aparentemente había sido afectada por las actitudes locales acerca de esto y aspiraban a tener la autonomía de utilizarlo como les viniera en gana.
La sociedad en que vivían se caracterizaba por el paganismo y todo tipo de prostitución y algunos hermanos querían vivir como ellos, pensando que las restricciones legalistas que dictaban la abstinencia sexual estaban fuera de moda y decían: “¡Nosotros somos superiores, hemos sido liberados de estas antiguas tradiciones!”
Los cristianos auténticos constantemente tenían que combatir esta influencia y muchos empezaban a decaer en su firmeza. Se cuestionaban acerca del mejor uso del sexo y del cuerpo en general. Algunos insistían en que tenían suficiente libertad de decisión, sin importar el amor genuino y sus consecuencias en sus relaciones con otros.
También en la actualidad presenciamos una absoluta liberación sexual, la cual nos afecta a todos, aun los que estamos dentro del pueblo de Dios. Se ha popularizado el dicho: “¡Si te gusta, hazlo!” Satanás nos seduce con la idea de que podemos gozar de nuestro libre albedrío, pero oculta la verdad de que ese estilo de vida nos esclaviza.
A pesar de los riesgos del SIDA y otros azotes semejantes, la liberación sexual sigue a todo vapor. Un informe de prensa reciente indica que en una encuesta hecha entre mil universitarios estadounidenses, el sesenta por ciento dijo que no estaban dispuestos a abandonar sus prácticas sexuales libres, sin importar la amenaza del SIDA.
En la iglesia evangélica también existe la lucha contra la inmoralidad. Se hizo una investigación entre señoritas evangèlicas de ocho distintas agrupaciones y se descubrió que antes de llegar a los 18 años de edad, el 43 por ciento ya había tenido relaciones sexuales. No crea que esta tendencia sólo se da en grupos no cristianos. Aunque parezca que es más reducida en su ambiente, inexorablemente sigue su camino ascendente en todo el mundo.
Pablo muestra que el asunto básico gira alrededor de la pregunta: “¿Para qué estamos viviendo?” ¿Vivimos para satisfacernos a nosotros mismos? O, ¿para glorificar al Señor? ¿Cómo afecta a nuestra vida diaria el hecho de que el Señor nos ha librado de la esclavitud del pecado?
En el tiempo de Pablo circulaban dos conceptos que se habían popularizado grandemente. El primero era el concepto de libertad personal. Según esto, para el hijo de Dios todo le es lícito porque es libre; y puede hacer lo que le plazca. Esta idea tiene base en al enseñanza del Nuevo Testamento que dice que tenemos libertad para controlar el uso de nuestro organismo. Esta actitud se repite en la actualidad. Decimos que nadie tiene derecho a decirnos lo que podemos o hacer con nosotros mismos.
La segunda opinión que se encontraba en boga se representa por el dicho citado: “Las viandas para el vientre, y el vientre para las viandas”, lo cual quiere decir que el Creador nos hizo tal como somos. Por lo tanto, tiene que comprender cómo actuamos y cuáles son nuestras necesidades. Si poseemos ciertos apetitos y deseos, debemos satisfacerlos. Esta actitud denota que antes que nada está la satisfacción personal.
El principio que gobierna el argumento de Pablo contra esas ideas es que el cuerpo del creyente es templo del Espíritu Santo y por lo tanto, su razón de ser es realizar un propósito. Es el instrumento que Dios quiere utilizar para revelar su gloria; no para satisfacernos a nosotros mismos.
El escritor insiste en ello de distintas maneras en este pasaje:
6:13b “el cuerpo… es… para el Señor”
6:15a “vuestros cuerpos son miembros de Cristo”
6:19–20 “vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo”
NUESTRO CUERPO EXISTE PARA DIOS
Este postulado bíblico se contrasta con la conducta de los injustos en los versículos anteriores (6:9–11), la cual obstaculiza la entrada al reino de Dios. Aunque hacíamos tales cosas en el pasado, ahora hemos sido purificados y apartados (6:11).
Debido a nuestra redención, todas las restricciones legalistas han sido eliminadas. Es verdad que todas las cosas son lícitas para el creyente porque nuestra justicia se basa en la fe, no en las obras. Por eso, podemos hacer cualquier cosa sin que afecte nuestra posición delante del Altísimo.
Así, que podemos observar que la importancia de no vivir conforme a los deseos de la carne no se basa en una fórmula legalista como: “No harás tal o cual cosa…” Pablo gozaba de su libertad, pero reconoce que la verdadera libertad va acompañada de responsabilidad. De esta manera, podemos disfrutar de la frescura de la independencia cristiana y al mismo tiempo rechazar los abusos del libertinaje.
Estamos conscientes de que ciertas actividades no son consecuentes con nuestra nueva posición adquirida en el Señor Jesucristo y no son provechosas porque no contribuyen a edificar nuestra vida y hacernos mejores. Paradójicamente, algunas de esas acciones nos esclavizan. Por lo tanto, a pesar de la libertad que tenemos, no debemos permitir que entre en nuestra vida cualquier cosa que pudiera tomar control de nosotros.
Ilustraciones acerca del abuso de libertad 6:13–18
A continuación, el apóstol presenta dos ejemplos que nos revelan la esencia del asunto. La realidad es que todo deseo que Dios ha puesto en nosotros para nuestro bien, puede ser pervertido, distorsionado y usado para el mal. Es cierto que él nos dio el apetito para gozar la buena comida. Sin embargo, ese deseo puede degenerarse y resultar en glotonería.
Así es con el sexo también. El Señor nos dio impulsos sexuales para que los gocemos dentro del matrimonio. Sin embargo, al pervertirlo y convertirlo en fornicación, adulterio, o cualquier otro pecado degenerado, no resultan en bendición, sino en esclavitud. Lo mismo se aplica a los otros apetitos que el Creador ha puesto en la raza humana.
TODA BENDICION QUE DIOS
HA DADO AL HOMBRE
PUEDE SER PERVERTIDA
Y USARSE PARA MAL
El espíritu popular de la época en que vivimos, tal como el que existía en Corinto, se refleja en las palabras de un joven: “Si me da hambre, paso por el restaurante más cercano y compro una buena comida. De la misma manera, si siento necesidad sexual, busco una mujer que esté disponible. ¿Qué hay de malo en eso?”
Esta actitud egocéntrica de autosatisfacción es muy común en nuestros días: “Sólo estoy contento cuando consigo lo que quiero: placer, sexo, drogas, amor, dinero, posesiones, amistades, un esposo o esposa que me ama, o un buen novio o novia”. Tome nota que este cuadro de buscar el agrado personal gira alrededor del ”yo” y de la culminación de mis deseos y sueños.
La principal dificultad de esto es que nunca consideramos que ya conseguimos lo suficiente de lo que anhelamos. Es más, si alcanzamos algo, no nos satisface, porque no llena el vacío de nuestra alma. Siempre deseamos algo más. Así que tenemos que preguntarnos: ¿Qué se puede desear en la vida realmente valga la pena? ¿Qué podemos perseguir para encontrar la plenitud verdadera?
El móvil del mundo es obtener la satisfacción de nuestros caprichos: El cuerpo fue hecho para comer; así que, ¡comamos! El cuerpo fue hecho para el sexo; así que, ¡gocémonos!
Aunque hay cierta verdad en esto, hay que reconocer que todo es temporal y a la larga nada de esto nos proporciona deleites permanentes.
Como miembros del pueblo de Dios, nuestro cuerpo se ha unido al del Señor Jesucristo; somos su templo; debemos glorificarlo a él, y no a nosotros mismos. Pablo muestra que el cuerpo nos fue dado para que el Padre Celestial lo use para su gloria. La búsqueda de nuestra satisfacción personal no debe controlar nuestra vida.
Vivimos bombardeados constantemente con la idea popular de que debemos satisfacernos a nosotros mismos. El mensaje se repite a diario y el control personal está fuera de moda. El concepto bíblico acerca de la moralidad se presenta como cosa de viejos. Por lo anterior, es necesario meditar continuamente en la perspectiva divina expuesta por el apóstol en este pasaje.
El uso correcto del cuerpo 6:19–20
Pablo concluye su discusión con una de las ideas más importantes que podemos aprender acerca de la vida cristiana. El cuerpo del hijo de Dios tiene como propósito realizar la misma tarea que se le dio al templo en el Antiguo Testamento: revelar a la humanidad la naturaleza del Creador del universo.
Esa es la misión de nuestro cuerpo; estamos aquí para honrarlo; él nos ha apartado de todos los demás para que lo revelemos al mundo que nos rodea. Por lo tanto, cada uno tiene que preguntarse: “¿Puede el mundo conocer a Dios al observar mi estilo de vida? ¿Lo glorifico con el cuerpo que me dio?” Si no es así, ¿cómo lo van a conocer?
NUESTRO CUERPO ES TEMPLO DE DIOS
POR ESO, DEBEMOS GLORIFICARLO
CON NUESTRO ESTILO DE VIDA
¡PENSEMOS!
Este pasaje nos enseña tres principios básicos que debemos procurar poner en práctica diariamente.
1.     Aunque todo me es permitido, no todo conviene.
2.     El verdadero gozo resulta de reconocer que pertenezco a Dios y que él vive en mí.
3.     Debo vivir
Estos postulados provocan tres preguntas que debemos hacer para determinar qué actividades nos convienen y cuáles no:
1.     ¿Será provechosa para mí?
2.     ¿Llegará a controlarme?
3.     ¿Honrará a Dios?
Considere estas interrogantes. Si empezara a vivir conforme a los tres principios y las tres preguntas de arriba, ¿cómo tendría que cambiar su vida? ¿Qué quiere el Señor que haga al respecto?
para glorificarle a él, no para satisfacer mis propios deseos.



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