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sábado, 18 de abril de 2015

YO SOY LA VOZ DE UNO QUE CLAMA EN EL DESIERTO: ENDEREZAD EL CAMINO DEL SEÑOR

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
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             Los cambios vienen, pero Jehová no cambia

Malaquías 2:17–3:6

El verdadero creyente lo sigue siendo aun cuando no todo marche bien, enfrente oposición o se sienta solo. Es decir, la oposición, por fuerte o maligna que sea, no lo cambia, ni tampoco altera las bases y confianza que tiene en su Dios. La verdad de lo que ha dicho el señor permanece en su memoria y por fe, se aferra a ella. Es como los árboles que crecen en las laderas y precipicios de las montañas, azotados por crueles vendavales y tempestades, sus raíces se hacen más profundas y a pesar de los obstáculos, o tal vez a causa de ellos, prosperan y crecen fuertes.
por otro lado, el que quiere aparentar que es religioso pero no está muy convencido de lo que Dios ha dicho, cuando viene lo difícil, la presión, la oposición o algo con lo que no está muy de acuerdo, se decepciona y empieza a quejarse de Dios. Lo acusa de ser injusto, de no ser un Dios de amor, o de haber diseñado un plan defectuoso. Eso lo hace precisamente por su imperfecta visión de Dios y sus propósitos, punto de vista que lo conduce a la desobediencia.
Así pasó con el remanente. Muchos perdieron de vista la perspectiva correcta de la persona y programa de Jehová. Eran religiosos hasta cierto punto, pero cuando las cosas no resultaban como ellos pensaban, culpaban a Dios.

¡PENSEMOS!

 Muchos pretenden ser muy religiosos. Lo hacen usando cierto vocabulario, poniendo atención a los objetos religiosos y aún asistiendo de vez en cuando a los centros donde se congregan los fieles. Pero no son sinceros. La sinceridad en sí nunca ha sido la base de la aceptación de Dios. Muchos hay también que están sinceramente equivocados. Son sinceros, pero no siguen la verdad. Aun los seguidores de Baal de tiempos del profeta Elías eran sinceros, pero estaban errados. Por otro lado, es cierto que la fe sincera en lo que Dios ha dicho es la base del gran milagro de la salvación y de estar en buenas relaciones con Dios.

“PORQUE POR GRACIA SOIS SALVOS POR MEDIO
DE LA FE; Y ESTO NO DE VOSOTROS,
PUES ES DON DE DIOS” (EFESIOS 2:8).

JEHOVÁ CONTESTA SU PREGUNTA 2:17–3:6

“Y decís…” 2:17
La tercera ofensa de los judíos impíos consistía en un escepticismo perverso que, de acuerdo con el versículo 17, había colmado a Jehová. Aunque Dios no cambia, y “para siempre es su misericordia” (verdad que el salmista repitió 26 veces en Salmos 136), el plan del Dios justo incluye enfrentar el error y castigar la desobediencia. Es así que no era Jehová el fluctuante, sino los hijos de Israel, que repetidas veces habían hecho votos de obediencia, e igual número de veces los habían transgredido.
Siguiendo el mismo estilo literario y la misma dirección del Espíritu Santo, el autor hizo la pregunta como si procediera de la gente: “¿En qué le hemos cansado?” Esa pregunta indica que el pueblo fingía ignorancia, o mostraba gran indiferencia.
En esa ocasión, el pueblo recurrió a un concepto totalmente erróneo, pero tan antiguo como el tiempo que el ser humano ha estado sobre la tierra: “¿En dónde está la justicia de Dios cuando los malos prosperan y los justos sufren?” En palabras de Malaquías: “Cualquiera que hace mal agrada a Jehová, y en los tales se complace”.
El remanente había sufrido mucho sin duda, aguantando pruebas sin cuento durante el exilio y en los días posteriores del retorno. Todavía estaban bajo el dominio persa, rodeados de enemigos y sus cosechas se habían echado a perder. Esa gente pensaba que la nación retornaría a su gloria de antaño. Incluso, algunos pensaban que ese regreso inauguraría el gran período mesiánico. Pero no sucedió así y se desilusionaron. La verdad es que no podían culpar a nadie, sino a sí mismos. Por su desobediencia estaban en esas condiciones; sufrían por su falso concepto acerca de Dios y por su renuencia a aceptar su voluntad revelada. La verdadera pregunta era: ¿Quién había cambiado, Jehová, o el pueblo? ¿Quién era el que se portaba conforme a la justicia y santidad? ¡Qué bueno que “para siempre es su misericordia”! De otra manera, Jehová hubiera enviado los relámpagos de su justa ira sobre esa gente.

“Ha dicho Jehová de los ejércitos” 3:1–6
El Dios de Israel tiene un plan eterno, y posee toda la autoridad, sabiduría y poder para llevarlo a cabo. Ni los altibajos espirituales de los judíos a través de Ias edades, ni sus períodos de obediencia y bendición alternados con los de desobediencia y castigo, han modificado ese gran plan ni la decisión de Dios de cumplirlo.
En cierto sentido, los últimos capítulos de este libro profético se escribieron para demostrar esa decisión de Dios. Los capítulos tres y cuarto eran para levantar los ojos de los que estaban abatidos por la situación caótica que imperaba en la ciudad de Jerusalén a fines del siglo V a. C., para que contemplaran los grandes eventos del porvenir, que es la continuación y cumplimiento del plan eterno. Así, Dios respondió a la desconfianza de su pueblo manifestada en el versículo 17. Es como si dijera: “¡Yo tengo el control! ¡Mi plan, justo y santo, sigue en pie! ¡Mi voluntad se cumplirá! ¡He aquí los detalles!”

Juan el Bautista viene 3:1a
“He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí”. Lo primero que Jehová anunció fue a venida de alguien denominado “mi mensajero”. En el contexto de Malaquías no se identifica al individuo señalado, así que el remanente no podría saber con exactitud a quién se refería. Sin embargo, el Nuevo Testamento no deja dudas en cuanto a la identificación de él. Mateo (11:10) y Lucas (7:27) citaron este mismo versículo de Malaquías reconociendo a Juan el Bautista. Otras porciones de los evangelios combinaron la de Malaquías con las profecías de Isaías, siempre refiriéndose al Bautista.

¡PENSEMOS!

 “De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista” (Mateo 11:11). Ese encomio en labios de nuestro Señor Jesucristo puso a Juan el Bautista en una categoría muy aparte. Pero ¡con qué razón! Vino a este mundo como parte de una familia singular. Es la única de toda la Biblia de la cual se dice que tanto el padre, la madre como el bebé por nacer, estaban llenos del Espíritu Santo (Lucas 1:15, 41, 67). ¿Puede imaginarse la vida hogareña en semejantes circunstancias? Juan también merece el adjetivo de “mayor” por la responsabilidad que desempeñó y la manera en que lo hizo. Véase Juan 1:15–30, donde Juan el Bautista bosqueja su trabajo y demuestra su actitud. Juan mismo nunca hubiera dicho que él era “mayor”, porque sabía que no era más que el precursor.


“YO SOY LA VOZ DE UNO QUE CLAMA EN EL
DESIERTO: ENDEREZAD EL CAMINO DEL SEÑOR”
(Juan 1:23).

 
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