domingo, 11 de septiembre de 2016

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según su grande misericordia nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva por medio de la resurrección de Jesucristo de entre los muertos

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




LA GLORIA DE DIOS ES ETERNA
GLORIA HUMANA VERSUS GLORIA DIVINA    La jactancia de los heraldos, la pompa del poder,    Y todo lo que la belleza o la riqueza jamás hayan dado,    Espera por igual la hora inevitable,    Las sendas de gloria llevan sólo a la tumba.
La gloria del hombre sencillamente no dura, pero la gloria de Dios es eterna; ¡y él se ha dignado compartirnos esa gloria! En esta primera sección de su carta Pedro nos revela cuatro maravillosos descubrimientos que hizo en cuanto a la gloria de Dios.

  Los creyentes nacen para la gloria (1 Pedro 1:2–4)
Debido a la muerte y resurrección de Jesucristo, a los creyentes Dios “…nos hizo renacer para una esperanza viva”, y esa esperanza incluye la gloria de Dios. Pero, ¿qué queremos decir con “la gloria de Dios”?
La gloria de Dios quiere decir la suma total de todo lo que Dios es y hace. “Gloria” no es un atributo o característica separada de Dios, tal como su santidad, sabiduría o misericordia. Todo lo que Dios es y hace se caracteriza por gloria. Es glorioso en sabiduría y poder, así que todo lo que piensa y hace se caracteriza por gloria. El revela su gloria en la creación (Salmo 19), en sus tratos con el pueblo de Israel, y especialmente en su plan de salvación para los pecadores perdidos.
Cuando nacimos la primera vez, no nacimos para la gloria. “Porque: Toda carne es como hierba, Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba” (1 Pedro 1:24, que es cita de Isaías 40:6). Cualquier gloria endeble que el hombre tenga a la larga se desvanecerá y desaparecerá; pero la gloria del Señor es eterna. Las obras del hombre hechas para la gloria de Dios durarán y serán recompensadas (1 Juan 2:17). Pero los egoístas logros humanos de los pecadores un día se desvanecerán y no se verán más. ¡Una de las razones por que tenemos enciclopedias es para que aprendamos de gente famosa ya olvidada!
Pedro da dos descripciones que nos ayudan a entender mejor esta maravillosa verdad en cuanto a la gloria.
Se describe el nacimiento de un creyente (1 Pedro 1:2–3). Todo ese milagro empezó en Dios: fuimos escogidos por el Padre (Efesios 1:3–4). Esto tuvo lugar en los profundos consejos de la eternidad, y nosotros no sabíamos nada al respecto hasta que nos fue revelado en la Palabra de Dios. Esta elección no se basó en algo que hayamos hecho, porque nosotros ni siquiera estábamos en escena. Tampoco se basaba en algo que Dios vio que nosotros seríamos o haríamos. La elección de Dios se basó totalmente en su gracia y amor. No podemos explicarla (Romanos 11:33–36), pero sí podemos regocijarnos en ella.
“Anticipado conocimiento” no sugiere que Dios meramente sabía de antemano que creeríamos, y por consiguiente nos escogió. Esto levantaría la pregunta: “¿Quién o qué nos hizo decidir por Cristo?” y eso quitaría nuestra salvación totalmente fuera de las manos de Dios. En la Biblia, “conocer previamente” quiere decir poner el amor de uno en una persona o personas de una manera personal. Se usa de esta manera en Amós 3:2: “A vosotros solamente he conocido de todas las familias de la tierra”. Dios puso su amor de elección en la nación de Israel. Otros versículos que usan “conocer” en este sentido especial son Salmo 1:6; Mateo 7:23; Juan 10:14, 27; y 1 Corintios 8:3.
Pero el plan de salvación incluye más que el amor de elección del Padre; también incluye la obra del Espíritu Santo al convencer al pecador y llevarle a la fe en Cristo. El mejor comentario de esto es 2 Tesalonicenses 2:13–14. También, el Hijo de Dios tuvo que morir en la cruz por nuestros pecados, o si no, no podría haber salvación. Hemos sido escogidos por el Padre, comprados por el Hijo y apartados por el Espíritu Santo. Se requiere a todos los tres para que haya una experiencia verdadera de salvación.
En lo que a Dios Padre se refiere, fui salvado cuando él me escogió en Cristo antes de la fundación del mundo. En lo que tiene que ver con el Hijo, fui salvado cuando él murió por mí en la cruz. Pero en lo que tiene que ver con el Espíritu Santo, fui salvado una noche en mayo de 1945 cuando oí el evangelio y recibí a Cristo. Entonces todo se combinó, pero se necesitó de todas las tres Personas de la Deidad para llevarme a la salvación. Si separamos estos ministerios, o bien negamos la soberanía divina o la responsabilidad humana, eso conduce a la herejía.
Pedro no niega la parte del hombre en el plan de Dios para salvar a los pecadores. En 1 Pedro 1:23 él recalca el hecho de que el evangelio fue predicado a esas personas, y que ellas oyeron y creyeron (ve también 1 Pedro 1:12). El propio ejemplo de Pedro en Pentecostés es prueba de que nosotros no “lo dejamos todo con Dios” sin instar a los pecadores perdidos a venir a Cristo (Hechos 2:37–40). El mismo Dios que ordena el fin —nuestra salvación— también ordena los medios para ese fin —la predicación del evangelio de la gracia de Dios.
Se describe la esperanza del creyente (1 Pedro 1:3–4). Para empezar, es una esperanza viva porque se basa en la Palabra viva de Dios (1 Pedro 1:23), y se hizo posible por el Hijo viviente de Dios que resucitó de los muertos. Una “esperanza viva” es la que tiene vida en sí y por consiguiente puede darnos vida. Debido a que tiene vida, crece y llega a ser más grande y más hermosa con el paso del tiempo. El tiempo destruye la mayoría de las esperanzas; se desvanecen y después mueren. Pero el paso del tiempo sólo hace que la esperanza del creyente sea mucho más gloriosa.
Pedro llamó a esta esperanza “una herencia” (1 Pedro 1:4). Como hijos del Rey participamos de su herencia en gloria (Romanos 8:17–18; Efesios 1:9–12). Estamos incluidos en el último legado y testamento de Cristo, y participamos con él en la gloria (Juan 17:22–24).
Nota la descripción de esta herencia, porque es totalmente diferente de cualquier herencia terrenal. Para empezar, es incorruptible, lo que quiere decir que nada puede arruinarla. Debido a que es incontaminada, nada puede mancharla ni restarle valor de ninguna manera. Jamás se envejece porque es eterna; no se puede gastar, ni puede desilusionarnos de ninguna manera.
En 1 Pedro 1:5,9 a esta herencia se la llama “salvación”. El creyente ya ha sido salvo por fe en Cristo (Efesios 2:8–9), pero la conclusión de esa salvación espera el regreso del Salvador. Entonces tendremos nuevos cuerpos y entraremos en un nuevo medio ambiente, la ciudad celestial. En 1 Pedro 1:7, el apóstol se refiere a esta esperanza diciendo: “cuando sea manifestado Jesucristo.” Pablo llamó a esto “la esperanza bienaventurada” (Tito 2:13).
¡Qué emocionante es saber que hemos sido nacidos para la gloria! Cuando nacimos de nuevo, ¡cambiamos la gloria pasajera del hombre por la gloria eterna de Dios!

  Los creyentes son guardados para la gloria (1 Pedro 1:5)
No sólo que la gloria está “reservada” para nosotros, ¡sino que nosotros estamos siendo guardados para la gloria! En mis viajes a veces he llegado a algún hotel, sólo para descubrir que han confundido o cancelado las reservaciones. Esto no nos sucederá cuando lleguemos al cielo, porque nuestro hogar y nuestra herencia futuros están garantizados y reservados.
“¿Pero supongamos que nosotros no lo logramos?” tal vez pregunte algún santo tímido. Pero llegaremos, porque todos los creyentes están siendo “guardados por el poder de Dios”. La palabra que se traduce “guardados” es un término militar que quiere decir protegido, escudado. El tiempo del verbo revela que estamos siendo constantemente guardados por Dios, lo que nos asegura que llegaremos con toda certeza al cielo. La misma palabra se usó para describir a los soldados que guardaban a Damasco cuando Pablo se escapó (2 Corintios 11:32). Ve también Judas 24–25 y Romanos 8:28–39.
Los creyentes no son guardados por su propio poder, sino por el poder de Dios. Nuestra fe en Cristo nos ha unido a él de tal manera que su poder ahora nos guarda y nos guía. No somos guardados por nuestra propia fuerza, sino por la fidelidad de él. ¿Por cuánto tiempo nos guardará? Hasta que Cristo vuelva, y entonces participaremos de la plena revelación de su gran salvación. Esta gran verdad se repite en 1 Pedro 1:9.
Es emocionante saber que somos “guardados para la gloria”. De acuerdo a Romanos 8:30 ya hemos sido glorificados. Todo lo que falta es la revelación pública de esta gloria (Romanos 8:18–23). Si algún creyente se perdiera, eso le privaría a Dios de su gloria. Dios está tan seguro de que estaremos en el cielo que ya nos ha dado su gloria como seguridad (Juan 17:24; Efesios 1:13–14).
La seguridad del cielo es una gran ayuda para nosotros hoy. Como el Dr. James M. Gray lo expresó en uno de sus cantos: “¿A quién le importa la jornada cuando el camino conduce a casa?” Si el sufrimiento de hoy quiere decir que habrá gloria mañana, entonces el sufrimiento llega a ser una bendición para nosotros. Los incrédulos tienen su “gloria” ahora, pero a eso le seguirá el sufrimiento eterno lejos de la gloria de Dios (2 Tesalonicenses 1:3–10). A la luz de esto, medita en 2 Corintios 4:7–18; ¡y entonces, regocíjate!

  Dios está siendo preparando los creyentes para la gloria (1 Pedro 1:6, 7)
Debemos tener presente que todo lo que Dios planea y ejecuta aquí es preparación para lo que tiene guardado para nosotros en el cielo. Él está preparándonos para la vida y los servicios venideros. Nadie sabe todavía todo lo que está guardado para nosotros en el cielo; pero esto sí sabemos: la vida de hoy es una escuela en la que Dios nos prepara para nuestro ministerio futuro en la eternidad. Esto explica la presencia de pruebas en nuestras vidas: éstas son algunas de las herramientas y los libros de texto de Dios en la escuela de la experiencia cristiana.
Pedro usó la palabra “pruebas” en lugar de “tribulaciones” o “persecuciones”, porque estaba tratando de los problemas generales que los creyentes enfrentan al estar rodeados por inconversos. El habla de varias realidades en cuanto a las pruebas.
Las pruebas suplen necesidades. La frase “si es necesario” indica que hay ocasiones especiales cuando Dios sabe que necesitamos atravesar pruebas. A veces las pruebas nos disciplinan cuando no hemos obedecido la voluntad de Dios (Salmos 119:67). En otras ocasiones las pruebas nos preparan para el crecimiento espiritual, o incluso ayudan a evitar que pequemos (2 Corintios 12:1–9). No siempre sabemos la necesidad que se esté supliendo, pero podemos confiar en que Dios lo sabe, y hace lo que sea mejor.
Las pruebas son variadas. Pedro usó la palabra “diversas” que literalmente quiere decir variadas, a multicolores. Usó la misma palabra para describir la gracia de Dios en 1 Pedro 4:10. Sin que importe de que color pudiera ser nuestro día, bien sea un lunes descolorido o un martes gris, Dios tiene suficiente gracia para suplir la necesidad. No debemos pensar que debido a que hemos vencido cierto tipo de pruebas, automáticamente “las ganaremos todas”. Las pruebas son variadas, y Dios determina las pruebas de acuerdo a nuestras fuerzas y necesidades.
Las pruebas no son fáciles. Pedro no sugiere que tomemos una actitud descuidada hacia las pruebas, porque esto sería engañoso. Las pruebas producen lo que nosotros llamamos “angustia”. La palabra quiere decir experimentar dolor o aflicción. Se usa para describir a nuestro Señor en el Getsemaní (Mateo 26:37) y la tristeza de los santos cuando muere un ser querido (1 Tesalonicenses 4:13). Negar que nuestras pruebas sean dolorosas es empeorarlas. Los creyentes deben aceptar el hecho de que hay experiencias difíciles en la vida y no simplemente poner una fachada valiente para aparecer “más espirituales”.
Las pruebas son controladas por Dios. No durarán para siempre; duran “por un poco de tiempo”. Cuando Dios permite que sus hijos atraviesen el horno, él mantiene su ojo en el reloj y su mano en el termostato. Si nos rebelamos, tal vez él vuelva a ajustar el reloj; pero si nos sometemos, no permitirá que suframos ni un minuto demás. Lo importante es que aprendamos la lección que él quiere enseñarnos y que solo él reciba la gloria.
Pedro ilustró esta verdad refiriéndose a un orfebre. Ningún orfebre desperdiciaría deliberadamente el precioso metal. Lo pondría en el horno de fundición lo suficiente sólo para quitarle las impurezas; entonces lo sacaría y haría de él un hermoso artículo de valor. Se ha dicho que los orfebres orientales dejaban el metal en el horno hasta que vieran su cara reflejada allí. Así nuestro Señor nos mantiene en el horno de sufrimiento hasta que reflejemos la gloria y belleza de Jesucristo.
El punto importante es que esta gloria no se revelará completamente sino hasta que Cristo regrese por su iglesia. Nuestras actuales experiencias de prueba nos están preparando para la gloria de mañana. Cuando veamos a Jesucristo, le daremos alabanza, honra y gloria si hemos sido fieles en los sufrimientos de esta vida (ve Romanos 8:17–18). Esto explica por qué Pedro asoció el regocijo con el sufrimiento. Aunque tal vez no podamos regocijarnos al mirar alrededor a nuestras pruebas, podemos regocijarnos al mirar hacia adelante. La expresión “en lo cual” en 1 Pedro 1:6 hace referencia a la “salvación” (el regreso de Cristo) que se menciona en 1 Pedro 1:5.
Tal como el avalador prueba el oro para ver si es oro puro o impuro, así las pruebas de la vida prueban nuestra fe para demostrar su sinceridad. ¡Una fe que no puede ser probada no es confiable! Demasiados creyentes profesantes tienen una “fe falsa”, y esto lo revelarán las pruebas de la vida. La semilla que cayó en terreno poco profundo produjo plantas sin raíces, y las plantas murieron cuando salió el sol (ve Mateo 13:1–9, 18–23). El sol en la parábola representa tribulación o persecución. La persona que abandona su fe cuando las cosas se ponen difíciles sólo está demostrando que en realidad no tiene ninguna fe.
El patriarca Job atravesó muchas pruebas dolorosas, todas ellas con la aprobación de Dios; y sin embargo él entendió de alguna manera esta verdad en cuanto al fuego refinador. “Mas él conoce mi camino; Me probará, y saldré como oro” (Job 23:10). ¡Y así fue!
Es alentador saber que hemos nacido para la gloria, que somos guardados para la gloria y que estamos siendo preparados para la gloria. Pero el cuarto descubrimiento que Pedro les revela a sus lectores tal vez es el más emocionante de todos.

  Los creyentes pueden disfrutar de la gloria ahora mismo (1 Pedro 1:8–12)
La filosofía cristiana de la vida no es una promesa de beneficios en el futuro. Lleva consigo una dinámica presente que puede convertir el sufrimiento en gloria hoy. Pedro dio cuatro instrucciones para disfrutar de la gloria ahora, incluso en medio de las pruebas.
Ama a Cristo (v. 8). Nuestro amor por Cristo no se basa en la vista física, porque no le hemos visto. Se basa en nuestra relación espiritual con él y lo que la Palabra de Dios nos ha enseñado en cuanto a él. El Espíritu Santo ha derramado en nuestros corazones el amor de Dios (Romanos 5:5), y nosotros a la vez le amamos a él. Cuando te hallas en alguna prueba y sufres, de inmediato eleva tu corazón a Cristo en verdadero amor y adoración. ¿Por qué? Porque esto le quitará el veneno a la experiencia y lo reemplazará con medicina sanadora.
Satanás quiere usar las pruebas de la vida para hacer resaltar lo peor de nosotros, pero Dios quiere sacar a relucir lo mejor de nosotros. Si nos amamos nosotros mismos más de lo que amamos a Cristo, entonces no disfrutaremos de ninguna gloria ahora. El fuego nos quemará y no nos purificará.
Confía en Cristo (v. 8). Debemos vivir por fe y no por vista. Una anciana se cayó y se rompió una pierna mientras asistía a una conferencia bíblica durante unas vacaciones. Le dijo al pastor que la visitó: “Sé que el Señor me llevó a esa conferencia; pero ¡no veo por qué esto tenía que suceder! Y no veo ningún bien que resulte de esto”. Sabiamente el pastor replicó: “Romanos 8:28 no dice que vemos que todas las cosas obren para bien. Dice que lo sabemos”.
Fe quiere decir rendirle a Dios todo y obedecer su Palabra a pesar de las circunstancias y consecuencias. El amor y la fe van juntos: cuando amas a alguien, confías en él. La fe y el amor juntos nos ayudan a fortalecer la esperanza; porque cuando hallas fe y amor, hallas confianza para el futuro.
¿Cómo podemos crecer en la fe durante las pruebas y el sufrimiento? De la misma manera que crecemos en la fe cuando las cosas parecen marchar bien: alimentándonos de la Palabra de Dios (Romanos 10:17). Nuestra comunión con Cristo mediante su Palabra no sólo fortalece nuestra fe, sino que también intensifica nuestro amor. Es un principio básico de la vida cristiana que pasamos mucho tiempo en la Palabra cuando Dios nos está probando y Satanás nos está tentando.
Regocíjate en Cristo (1 Pedro 1:8). Tal vez no puedas regocijarte por las circunstancias, pero puedes regocijarte en medio de ellas al centrar tu corazón y mente en Jesucristo. Cada experiencia de prueba nos ayuda a aprender algo nuevo y maravilloso en cuanto a nuestro Salvador. Abraham descubrió nuevas verdades en cuanto al Señor en el monte en donde ofreció a su hijo (Génesis 22). Los tres jóvenes hebreos descubrieron la cercanía de Dios cuando estaban en el horno de fuego ardiendo (Daniel 3). Pablo aprendió la suficiencia de la gracia de Dios cuando sufrió un aguijón en la carne (2 Corintios 12).
Nota que el gozo que Dios produce es gozo inefable y glorioso. Este gozo es tan profundo y tan maravilloso que ni siquiera podemos expresarlo. ¡Nos faltan palabras! Pedro había visto algo de la gloria en el monte de la transfiguración en donde Jesús conversaba con Moisés y Elías en cuanto a su propio sufrimiento y muerte inminentes (Lucas 9:28–36).
Recíbelo de Cristo (vs. 9–12). “Creer… recibir” es la manera en que Dios suple nuestras necesidades. Si le amamos, confiamos en él y nos regocijamos en él, entonces podemos recibir de él todo lo que necesitamos para convertir las pruebas en triunfos. Primera de Pedro 1:9 se podría traducir: “Porque ustedes están recibiendo la consumación de su fe, es decir, la salvación final de sus almas”. En otras palabras, podemos experimentar hoy algo de esa gloria futura. Carlos Spurgeon solía decir: “Poca fe llevará tu alma al cielo, pero gran fe traerá el cielo a tu alma”. 
No es suficiente anhelar el cielo en los tiempos de sufrimiento, porque cualquiera puede hacer eso. Lo que Pedro insta a sus lectores que hagan es ejercer amor y fe, y regocijarse, de modo que puedan experimentar algo de la gloria del cielo en medio del sufrimiento ahora.
Lo asombroso es que esta salvación que estamos esperando, o sea, el regreso de Cristo, fue una parte del gran plan de Dios para nosotros desde la eternidad. Los profetas del Antiguo Testamento escribieron sobre esta salvación y estudiaron con detenimiento lo que Dios les reveló. Vieron los sufrimientos del Mesías y también las glorias que vendrían; pero no pudieron entender completamente la conexión entre las dos cosas. Es más, en algunas de las profecías los sufrimientos y la gloria del Mesías se encuentran en un mismo versículo o párrafo.
Cuando Jesús vino a la tierra, los maestros judíos esperaban un Mesías conquistador que derrotaría a los enemigos de Israel y establecería el reino glorioso que fue prometido a David. Incluso sus propios discípulos no comprendieron claramente la necesidad de su muerte en la cruz (Mateo 16:13–28). Todavía estaban preguntando en cuanto al reino judío después de la resurrección de Cristo (Hechos 1:1–8). Si los discípulos no tenían un concepto claro del programa de Dios, ¡por cierto que los profetas del Antiguo Testamento tienen una disculpa!
Dios les dijo a los profetas que ellos estaban ministrando para una generación futura. Entre el sufrimiento del Mesías y su regreso en gloria viene lo que nosotros llamamos “la edad de la iglesia”. La verdad en cuanto a la iglesia fue un misterio oculto en el período del Antiguo Testamento (Efesios 3:1–13). Los creyentes del Antiguo Testamento miraban hacia adelante por fe y vieron, por así decirlo, dos picos de montañas: el monte Calvario, en donde el Mesías sufriría y moriría (Isaías 53), y el monte de los Olivos, a donde él volverá en gloria (Zacarías 14:4). No podían ver el valle entre uno y otro pico, la presente edad de la iglesia.
Aun los ángeles se interesan en lo que Dios hace en y a través de su iglesia. Lee 1 Corintios 4:9 y Efesios 3:10 para más información sobre la manera en que Dios está enseñando a los ángeles por medio de la iglesia.
Si los profetas del Antiguo Testamento estudiaron con tanta diligencia las verdades de la salvación, teniendo tan poca información, ¡cuánto más deberíamos nosotros investigar este tema, ahora que tenemos completa la Palabra de Dios! El mismo Espíritu Santo que les enseñó a los profetas y, por medio de ellos, escribió la Palabra de Dios, puede enseñarnos la verdad de ella (Juan 16:12–15).
Es más, podemos aprender estas verdades en el Antiguo Testamento tanto como en el Nuevo Testamento. Tú puedes hallar a Cristo en cada parte de las Escrituras del Antiguo Testamento (Lucas 24:25–27). Qué delicia es hallar a Cristo en la Ley del Antiguo Testamento, los tipos, los salmos y los escritos de los profetas. En tiempos de pruebas puedes acudir a la Biblia, tanto al Antiguo como al Nuevo Testamentos, y hallar todo lo que necesitas para ánimo e iluminación.
Sí, para los creyentes, ¡es gloria de principio a fin! En el momento que confiamos en Cristo, nacimos para la gloria. Somos guardados para la gloria. Conforme le obedecemos y experimentamos pruebas, estamos siendo preparados para la gloria. Cuando le amamos, confiamos en él y nos regocijamos en él, experimentamos la gloria en este momento actual.
¡Gozo inefable y glorioso!
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