lunes, 1 de agosto de 2016

¿por qué juzgas a tu hermano?... cada uno de nosotros rendirá cuenta a Dios de sí mismo... no nos juzguemos más los unos a los otros

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Pastos frescos para la congregación del Señor
LOS ACUSADORES SON REPRENDIDOS                      ROMANOS 14:10-13a                                                                                                10 Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Pues todos compareceremos ante el tribunal de Dios,  11 porque está escrito:   Vivo yo, dice el Señor,   que ante mí se doblará toda rodilla,   y toda lengua confesará  a Dios. 12 De manera que cada uno de nosotros rendirá cuenta a Dios de sí mismo. 13 Así que, no nos juzguemos más los unos a los otros
NO MENOSPRECIEMOS A NUESTRO HERMANO

UNA PREGUNTA PARA EL ACUSADOR                                 Romanos 14:10–13a
A la luz del derecho exclusivo de juzgar que a Cristo le pertenece, Pablo dirige una pregunta lógica hacia quienes manifiestan por su crítica de otros el deseo de usurpar esta autoridad. ¿Por qué juzgan o menosprecian a su hermano? ¿Quién nos dio a nosotros el derecho de meternos en esto? Dios nunca nos delegó tal autoridad.
Nosotros somos hermanos; no somos jueces ni amos de los otros. Más bien, todos por igual tendremos que presentarnos delante del tribunal de Cristo para rendirle cuentas. Allí todos tendremos que confesar nuestra indignidad de pararnos delante de El, quien estará sentado en el lugar que corresponde a Dios (2 Corintios 5:10). 
Todos nos arrodillaremos delante de El para confesar que sólo El es digno (Apocalipsis 5:11–12). Allí todos confesarán su propio pecado; nadie se jactará de las actividades en las cuáles él ha participado o no. Así que, debemos dejar de juzgar a los demás.

CADA UNO DARÁ CUENTA DE SI, ASÍ QUE
ES MEJOR NO JUZGAR A LOS DEMÁS
¡REFLEXIONEMOS!
Este primer principio que se debe aplicar a la cuestión de las actividades dudosas nos cuesta mucho esfuerzo ponerlo en práctica porque se trata de nuestras actitudes. Estamos demasiado dispuestos a criticar a los demás.
Una de las mejores soluciones al problema es reconocer de dónde hemos venido. ¿Ha sido grande la misericordia de Dios para con nosotros? Si es así, nosotros debemos tener una actitud de humildad y tolerancia para con los demás. De esta forma, Pablo señala la otra parte de la solución: debemos estar conscientes de que todos tendremos que rendir cuentas delante de Dios algún día. ¿Cómo queremos que nos juzgue? Debemos tener paciencia para con los demás si esperamos que El tenga paciencia con nosotros. Estas dos perspectivas nos ayudarán a no hacernos jueces de otros.
¿Cómo está su actitud en cuanto a las actividades dudosas? ¿Critica a otros por lo que ellos hacen? ¿ Desprecia a los que no pueden gozar la misma libertad que usted tiene? A la luz de la verdad revelada en este pasaje, ¿qué cambio hace falta en su vida? ¿Qué puede hacer para remediarlo?


Pablo vuelve a hacer referencia al hecho de juzgar a un hermano. Dios es el juez, y sólo él nos va a juzgar por el modo en que recibimos a los demás creyentes. Así como Pablo dirigió la atención de los creyentes en Romanos 9:19–21 hacia la soberanía de Dios en su discusión acerca de la elección, en Romanos 14:11 él alude al papel de Dios como juez y árbitro definitivo, y dice que cada uno de nosotros dará cuenta de su comportamiento. Pablo parece hacer más hincapié aquí en el hecho de ser juzgados por juzgar a otros, que de ser juzgados por una cuestión de conciencia.

Cuando un nuevo creyente entra en nuestra vida –sea nuevo en la fe o nuevo para nosotros– el mandato de Pablo y la salvedad que hace en 14:1 nos indican claramente que no debemos recibirlo con intenciones ocultas. Si Dios ha aceptado a esa persona, entonces eso ha de ser suficiente para nosotros. 

Sí, la Escritura da advertencias claras, como las de Pablo en Hechos 20:28–29, para que seamos cautelosos con los falsos creyentes que engañan al rebaño; tenemos que ejercitar la prudencia y el discernimiento. Pero también es preciso que dejemos que sea Dios y su Espíritu los que juzguen. A nosotros no nos está prohibido juzgar, pero sí se nos advierte que con la misma medida con que midamos a los demás, seremos medidos (Lucas 6:37–38).

En la sección anterior (Romanos 14:1–12) el énfasis ha estado en la exhortación al débil a no juzgar al hermano. Ahora Pablo vuelve la atención hacia el fuerte y la exhortación es a no aprovechar su libertad de una manera que perjudica a otros. En su introducción a esta sección de la carta a los romanos, Bruce cita palabras de Martín Lutero en el sentido de que el cristiano es el más libre de todos los hombres, no es sujeto a nadie; al mismo tiempo el cristiano es el siervo más obediente de todos los hombres; es sujeto a todos. En Romanos 14:1–12, el Apóstol se ha referido a la libertad del cristiano; en los versículos 13 al 23 habla de los límites de esta libertad.

Dunn señala los tres párrafos en que está dividida la nueva sección: Romanos 14:13–15, 16–18, 19–21. Cada sección empieza con la misma partícula lógica de transición que normalmente se traduce “pues” aunque los traductores de RVA la han traducido “Así que” en los versículos 13 y 19, y “Por lo tanto” en el 16. Al principio de cada sección hay una prohibición: no nos juzguemos más los unos a los otros (Romanos 14:13); no dejéis que se hable mal de lo que para vosotros es bueno (Romanos 14:16); No destruyas la obra de Dios por causa de la comida (Romanos 14:20).

La primera oración de la nueva sección, versículo 13, sirve de transición; resume la exhortación del párrafo anterior y es la conclusión lógica de Romanos 14:10–12. Es evidente que Pablo está prohibiendo la continuación de algo que ya estaba ocurriendo entre los creyentes de Roma. Esto explica el uso del término más por parte de la RVA. El mismo término ha sido usado en Romanos 14:3 y 4 para prohibir al débil  juzgar al fuerte. 

Aquí la expresión parece abarcar a los dos grupos como indica la frase los unos a los otros. Al principio del capítulo Pablo había prohibido a los fuertes juzgar al hermano y a los débiles el menospreciar al hermano. Pero, como ya se ha dicho en el comentario del versículo 3, en realidad los dos grupos son culpables del pecado de juzgar



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