miércoles, 13 de julio de 2016

Al que nos ama y nos libró de nuestros pecados con su sangre, y nos constituyó en un reino, sacerdotes para Dios su Padre; a él sea la gloria y el dominio para siempre jamás

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




La Revelación de Jesucristo

                 Un Libro Muy Atípico
                                                                                                                                Apocalipsis 1
“Nunca profetices”, decía el cómico estadounidense Josh Billings, “porque si tu profecía es errada, nadie lo olvidará; y si profetizas correctamente, nadie lo recordará”.
A través de los siglos las profecías han venido y se han ido; y sin embargo el libro que el apóstol Juan escribió hacia fines del primer siglo todavía está con nosotros. 
Puedo recordar que lo leía cuando niño, y me preguntaba de qué trataba. Incluso hoy, con muchos años de estudio concentrado a mis espaldas, todavía me fascinan su mensaje y sus misterios.
En Apocalipsis 1, Juan presenta su libro y nos da la información esencial para apreciar y entender esta profecía.
  El título   (Apocalipsis 1:1a)
La palabra “apocalipsis”, desdichadamente, hoy es sinónimo de caos y catástrofe. El verbo en griego simplemente significa quitar la cubierta, revelar, hacer manifiesto. En este libro el Espíritu Santo levanta el telón y nos da el privilegio de ver al Cristo glorificado en el cielo y el cumplimiento de sus propósitos soberanos en el mundo.
En otras palabras, Apocalipsis es un libro abierto en el cual Dios revela sus planes y propósitos para su iglesia. 
Cuando Daniel terminó de escribir su profecía, recibió la instrucción: “cierra las palabras y sella el libro” (Daniel 12:4); pero a Juan se le dan las instrucciones opuestas: “No selles las palabras de la profecía de este libro” (Apocalipsis 22:10). 
¿Por qué? Desde el Calvario, la resurrección y la venida del Espíritu Santo, Dios ha dado paso a los “postreros días” (Hebreos 1:1–2) y el cumplimiento de sus propósitos ocultos en este mundo. “El tiempo está cerca” (Apocalipsis 1:3; 22:10).
La profecía de Juan es primordialmente la revelación de Jesucristo, y no la revelación de sucesos futuros. No hay que divorciar a la Persona de la profecía, porque sin la Persona no puede haber cumplimiento de la profecía. 
“Él no es incidental a la acción”, escribió el Dr. Merrill Tenney, “Él es el Tema principal”. En Apocalipsis 1–3, a Cristo se le ve como el exaltado Sacerdote y Rey ministrando a las iglesias. 
En Apocalipsis 4–5, se le ve en el cielo como el glorificado Cordero de Dios, reinando en el trono. En Apocalipsis 6–18, Cristo es el Juez de toda la tierra; y en Apocalipsis 19, él vuelve a la tierra como el Rey de reyes vencedor. El libro concluye con el Esposo celestial escoltando a su esposa, la iglesia, a la gloriosa ciudad celestial.
Sea lo que sea que hagas al estudiar este libro, conoce mejor al Salvador.
  El autor   (Apocalipsis 1:1b–2, 4, 9; 22:8)
El Espíritu Santo utilizó al apóstol Juan para darnos tres clases de literatura inspirada: el Evangelio de Juan, las tres epístolas y el libro de Apocalipsis. Sus propósitos se pueden bosquejar como sigue:
        Evangelio                                    Epístolas                                Apocalipsis  Crean, Apoc 20:31                     Estén seguros, 1 Juan 5:13     Estén listos, Apoc 22:20  Vida recibida                              Vida revelada                          Vida recompensada  Salvación                                     Santificación                                Soberanía  El Profeta                                     El Sacerdote                                   El Rey
Juan escribió Apocalipsis alrededor del año 95 d. de C. durante el reinado del emperador romano Tito Flavio Domiciano. El emperador había exigido que se le adorara como “Señor y Dios”, y la negativa de los creyentes a obedecer su edicto llevó a severa persecución. 
La tradición dice que fue Domiciano quien envió a Juan a la isla de Patmos, una colonia penal romana fuera de la costa de Asia Menor. Siendo este el lugar del exilio de Juan, tal vez no sorprende que la palabra “mar” se halle veintiséis veces en este libro.
Durante el ministerio terrenal de Cristo, Juan y su hermano Jacobo le pidieron a Jesús lugares especiales de honor junto a su trono. El Señor les dijo que tendrían que hacer méritos para sus tronos al participar en sus sufrimientos. 
Jacobo fue el primer apóstol que murió como mártir (Hechos 12:1–2); Juan fue el último de los apóstoles que murió, pero sufrió en Patmos antes de su muerte. (Ve Mateo 20:20–23.)
¿Cómo le da el Señor el contenido de este libro a su siervo? De acuerdo a Apocalipsis 1:1–2, el Padre le dio la revelación al Hijo, y el Hijo se la dio al apóstol, usando “su ángel” como intermediario. 
  • A veces Cristo mismo le dio la información a Juan (Apocalipsis 1:10 en adelante); 
  • a veces fue un anciano (Apocalipsis 7:13); y 
  • a menudo fue un ángel (Apocalipsis 17:1; 19:9–10). 
  • A veces “una voz del cielo” le dijo a Juan qué decir y hacer (Apocalipsis 10:4). 
El libro vino de Dios a Juan, sin que importen cuáles fueron los varios medios de comunicación; y todo fue inspirado por el Espíritu.
La palabra “declaró” (Apocalipsis 1:1) es importante; quiere decir mostrar mediante una señal. En Apocalipsis el sustantivo se traduce como “señal” (Apocalipsis 15:1), “gran señal” (Apocalipsis 12:1, 3), y “señales” (Apocalipsis 19:20). 
Esta es la misma palabra que se usa en el Evangelio de Juan para los milagros de Jesucristo, porque sus milagros fueron eventos que llevaban un mensaje espiritual más profundo que simplemente la exhibición de poder. Al estudiar Apocalipsis, espera encontrar gran cantidad de simbolismo, mucho del mismo relativo al Antiguo Testamento.
¿Por qué usó Juan simbolismo? Por un lado, este tipo de “código espiritual” lo entendían sólo los que conocían a Cristo personalmente. 
Si los oficiales romanos hubieran tratado de usar Apocalipsis como evidencia contra los cristianos, el libro habría sido un acertijo y un enigma para ellos. Pero incluso una razón mayor es que el simbolismo no se debilita con el tiempo. 
Juan pudo echar mano de grandes imágenes en la revelación de Dios y compilarlas en un drama emocionante que por siglos ha animado a los santos perseguidos y sufrientes. Sin embargo, no debes concluir que el uso de simbolismo por parte de Juan indica que los sucesos descritos no son reales. ¡Son reales!
Hay una tercera razón por la que Juan usó simbolismo: los símbolos no sólo llevan información, sino también imparten valores y despiertan emociones. Juan podía haber escrito: “un dictador gobernará el mundo”, pero más bien describió una bestia. El símbolo dice mucho más que el mero título de “dictador”. En lugar de explicar un sistema mundial, Juan simplemente presentó a “Babilonia la grande” y contrastó la “ramera” con la “esposa”. El nombre “Babilonia” llevaría profunda verdad espiritual a los lectores que conocían el Antiguo Testamento.
Al estudiar el simbolismo que usa Juan, sin embargo, debemos tener cuidado para no permitir que nuestras imaginaciones se desboquen. Los símbolos bíblicos son consistentes con la revelación bíblica entera. Para algunos símbolos se nos da la explicación (Apocalipsis 1:20; 4:5; 5:8); otros se entienden por el simbolismo del Antiguo Testamento (Apocalipsis 2:7, 17; 4:7); y algunos símbolos no se explican para nada (la “piedrecita blanca” en Apocalipsis 2:17). ¡En Apocalipsis se hallan casi 300 referencias al Antiguo Testamento! Esto quiere decir que debemos anclar nuestras interpretaciones en lo que Dios ya ha revelado, para que no interpretemos mal este importante libro profético.
  Los lectores   (Apocalipsis 1:3–4)
Aunque el libro fue enviado originalmente a siete iglesias locales y reales en Asia Menor, Juan indica con claridad que todo creyente puede leerlo y beneficiarse del mismo (Apocalipsis 1:3). Es más, Dios prometió una bendición especial para el que lea el libro y obedezca su mensaje. (El verbo “leer” quiere decir leer en voz alta. Apocalipsis primero se leía en voz alta en reuniones de la iglesia local.) El apóstol Pablo había enviado cartas a siete iglesias: 

  1. Roma, 
  2. Corinto, 
  3. Galacia, 
  4. Éfeso, 
  5. Filipos, 
  6. Colosas y 
  7. Tesalónica; 
Y ahora Juan envía un libro a siete iglesias diferentes. Al principio del libro él tiene un mensaje especial de Cristo para cada iglesia.
Juan no envió este libro de profecía a las asambleas a fin de satisfacer la curiosidad de ellos en cuanto al futuro. El pueblo de Dios estaba atravesando intensa persecución y necesitaba estímulo. Al oir este libro, su mensaje debía darles fuerza y esperanza. Pero incluso más, su mensaje les ayudaría a examinar sus propias vidas (y la de cada asamblea local) para determinar cuáles aspectos necesitaban corrección. Ellos no debían sólo oír la Palabra, sino también guardarla; es decir, conservarla como tesoro y practicar lo que decía. La bendición vendría, no sólo por oír, sino incluso más al hacer (ve Santiago 1:22–25).
Vale la pena notar que hay siete “bienaventuranzas” en Apocalipsis: Apoc 1:3; Apoc 14:13; Apoc 16:15; Apoc 19:9; Apoc 20:6; Apoc 22:7, 14. 
El número siete es importante en este libro porque significa plenitud o estar completo. En Apocalipsis, Dios nos dice cómo él va a completar su gran obra y dar paso a su reino eterno.
En Apocalipsis hallarás:

  1.  Siete sellos (Apocalipsis 5:1), 
  2. Siete trompetas (Apocalipsis 8:6), 
  3. Siete copas (Apocalipsis 16:1), 
  4. Siete estrellas (Apocalipsis 1:16), y 
  5. Siete candeleros (Apocalipsis 1:12–20). 
Otros “sietes” en el libro los consideraremos al llegar a ellos en este estudio.
Los mensajes especiales a cada una de las siete iglesias se dan en Apocalipsis 2–3. Algunos ven en estas siete iglesias un panorama de la historia de la iglesia cristiana, desde los tiempos apostólicos (Éfeso) a los días apóstatas del siglo veinte (Laodicea). 
Aunque estas iglesias pueden ilustrar varias etapas en la historia de la iglesia, probablemente esa no fue la principal razón por la que estas asambleas en particular fueron seleccionadas. Más bien, estas cartas nos recuerdan que la Cabeza exaltada de la iglesia sabe lo que pasa en cada asamblea, y que nuestra relación con él y su Palabra determina la vida y el ministerio del cuerpo local.
Ten presente que las iglesias de Asia Menor estaban enfrentando persecución y era importante que se relacionaran apropiadamente con el Señor y unas con otras. Se las describe como siete candeleros separados, cada uno dando luz en un mundo oscuro (Filipenses 2:15; Mateo 5:14–16). 
Mientras más oscuro el día, más debe brillar la luz; desdichadamente existían situaciones por lo menos en cinco de estas asambleas que requerían corrección para que su luz resplandeciera en forma brillante. Al leer Apocalipsis 2–3 notarás que el Señor siempre les recuerda quién es él, y les anima a ser “vencedores”.
Es más, la promesa de la venida de Jesucristo debe ser para todos los creyentes, en toda época, una motivación a la obediencia y consagración (Apocalipsis 1:3, 7; 2:5, 25; 3:3, 11; 22:7, 12, 20; ve también 1 Juan 1:1–3). Ningún creyente debe estudiar la profecía meramente para satisfacer su curiosidad. Cuando Daniel y Juan recibieron las revelaciones de Dios en cuanto al futuro, ambos cayeron como muertos (Daniel 10:7–10; Apocalipsis 1:17). ¡Quedaron abrumados! Necesitamos abordar este libro como personas llenas de asombro y que adoran, y no como estudiantes académicos.
  La dedicatoria   (Apocalipsis 1:4–6)
“Si no dejas de escribir libros”, le dijo un amigo a Vargas Llosa, “¡se te van a acabar las personas a quienes dedicarlos!”. Apreció el elogio, pero no concordó con el sentimiento. ¡Juan no tuvo problemas para saber a quién debía dedicar el libro! Pero antes de escribir la dedicatoria, les recordó a sus lectores que era el trino Dios que los había salvado y los guardaría al enfrentar las pruebas de fuego del sufrimiento.
A Dios Padre se le describe como el Eterno (ve Apocalipsis 1:8; 4:8). Toda la historia es parte de su plan eterno, incluyendo la persecución que el mundo lanza contra la iglesia. Luego, al Espíritu Santo se le ve en su plenitud, porque no hay siete espíritus, sino uno. La referencia aquí probablemente es a Isaías 11:2.
Finalmente, a Jesucristo se le ve en su oficio triple como Profeta (testigo fiel), Sacerdote (primogénito de los muertos), y Rey (soberano de los reyes de la tierra). “Primogénito” no quiere decir el primero resucitado de los muertos, sino el más alto de los resucitados de los muertos. “Primogénito” es un título de honor (ve Romanos 8:29; Colosenses 1:15, 18).
Pero de las tres Personas de la Trinidad, es sólo a Jesucristo a quien se dedica este libro. ¿La razón? Por lo que él ha hecho por su pueblo. Para empezar, él nos ama (tiempo presente en la mayoría de manuscritos). 
Esto es paralelo al énfasis del Evangelio de Juan. También él nos lavó de nuestros pecados, o, como algunos textos dicen, nos libró de todos nuestros pecados. Esto es paralelo al mensaje de las Epístolas de Juan (ve 1 Juan 1:5 en adelante). Como máximo galardón, Cristo nos ha hecho sacerdotes de su reino, y este es el principal énfasis de Apocalipsis. 
Hoy, Jesucristo es el Sacerdote-Rey como Melquisedec (Hebreos 7), y nosotros estamos sentados con él en su trono (Efesios 2:1–10).
En su amor Dios llamó a Israel a que fuera un reino de sacerdotes (Éxodo 19:1–6), pero los judíos le fallaron a Dios, y por eso les fue quitado el reino (Mateo 21:43). Hoy, el pueblo de Dios (la iglesia) son sus reyes y sacerdotes (1 Pedro 2:1–10), ejerciendo autoridad espiritual y sirviendo a Dios en este mundo.
  El tema   (Apocalipsis 1:7–8)
El tema primordial del libro de Apocalipsis es el retorno de Jesucristo para derrotar todo mal y establecer su reino. Es definitivamente un libro de victoria y a su pueblo se le ve como “vencedores” (ve Apocalipsis 2:7, 11, 17, 26; 3:5, 12, 21; 11:7; 12:11; 15:2; 21:7). En su primera epístola Juan también llama al pueblo de Dios “vencedores” (1 Juan 2:13–14; 4:4; 5:4–5). 
A los ojos de la incredulidad, Jesucristo y su iglesia están derrotados en este mundo; pero por los ojos de la fe, él y su pueblo son verdaderos vencedores. Como Pedro Marshall dijo una vez: “Es mejor fallar en una causa que a la larga triunfará, que triunfar en una causa que a la larga fracasará”.
La afirmación en Apocalipsis 1:7: “He aquí que viene con las nubes”, describe el retorno de nuestro Señor a la tierra, y se amplía en Apocalipsis 19:11 en adelante. Esto no es lo mismo como su retorno en el aire para arrebatar a su pueblo (1 Tesalonicenses 4:13–18; 1 Corintios 15:51 en adelante). 
Cuando él venga para arrebatar a su iglesia, vendrá “como ladrón” (Apocalipsis 3:3; 16:15) y sólo los que han nacido de nuevo le verán (1 Juan 3:1–3). El suceso que se describe en Apocalipsis 1:7 lo presenciará todo el mundo, y especialmente la nación arrepentida de Israel (ve Daniel 7:13; Zacarías 12:10–12). Será público, y no secreto (Mateo 24:30–31), y marcará el punto máximo del período de la tribulación descrito en Apocalipsis 6–19.
Personas consagradas que estudian la Biblia no siempre han concordado en cuanto al orden de eventos que conducen al establecimiento del reino eterno de Dios (Apocalipsis 21–22). 
Personalmente estoy convencido de que el próximo suceso en el calendario de Dios es el arrebatamiento, cuando Cristo volverá en el aire y llevará a su iglesia a la gloria. 
La promesa de Cristo a la iglesia en Apocalipsis 3:10–11 indica que la iglesia no atravesará la tribulación, y Pablo respalda esto en 1 Tesalonicenses 1:10; 5:9–10. Para mí es significativo que no hay mención de la palabra “iglesia” entre Apocalipsis 3:22 y 22:16.
Después de que tenga lugar el arrebatamiento de la iglesia, tendrán lugar los sucesos descritos en Apocalipsis 6–19: 
  1. La tribulación, 
  2. El surgimiento del “hombre de pecado”, 
  3. La gran tribulación (la ira de Dios) y 
  4. La destrucción del gobierno mundial hecho por el hombre y entonces 
  5. El retorno de Cristo a la tierra para establecer su reino. 
Daniel indica que este período de problemas mundiales durará siete años (Daniel 9:25–27). En todo el libro de Apocalipsis hallarás medidas de tiempo que coinciden con este lapso de siete años (Apocalipsis 11:2–3; 12:6, 14; 13:5).

Los títulos que se le dan a Dios en el versículo 8 dejan en claro que él ciertamente puede cumplir sus propósitos divinos en la historia de los seres humanos. 
  • Alfa y Omega son la primera y última letras del alfabeto griego; así que, Dios está en el principio de todas las cosas y también en el fin. 
  • También es el todopoderoso, capaz de hacer cualquier cosa. Todopoderoso es un nombre clave para Dios en Apocalipsis (1:8; 4:8; 11:17; 15:3; 16:7, 14; 19:6, 15; 21:22).
A Dios Padre se le llama “el Alfa y la Omega” en Apocalipsis 1:8 y 21:6; pero el nombre también se aplica a su Hijo (Apocalipsis 1:11; 22:13). Este es un fuerte argumento para la deidad de Cristo. De igual manera, el título “el primero y el último” se remonta a Isaías (Isaías 41:4; 44:6; 48:12–13) y es otra prueba de que Jesús es Dios.
  La ocasión   (Apocalipsis 1:9–18)
El libro nació de:
  1. La profunda experiencia espiritual de Juan mientras estaba exiliado en Patmos.
  2. Lo que Juan oyó (vs. 9–11). En el día del Señor, Juan oyó una voz como de trompeta detrás de él. ¡Era Cristo hablando! Hasta donde sabemos, el apóstol no había oído la voz de su Señor desde que Cristo había retornado al cielo más de sesenta años antes. El Señor comisionó a Juan a que escribiera este libro y lo enviara a las siete iglesias que el Señor había seleccionado. Más adelante Juan oiría otra voz como de trompeta, llamándolo al cielo (Apocalipsis 4:1). (Algunos relacionan esto con 1 Tesalonicenses 4:13–18 y ven el “arrebatamiento” de Juan como un cuadro del arrebatamiento de la iglesia.)
  3. Lo que Juan vio (vs. 12–16). Juan vio una visión de Cristo glorificado. Apocalipsis 1:20 indica con claridad que no debemos interpretar esta visión en forma literal, porque está compuesta de símbolos. Los siete candeleros representan a las siete iglesias que recibirían el libro. Cada iglesia local es la portadora de la luz de Dios en este mundo oscuro. Compara esta visión con la de de Daniel (Daniel 7:9–14). Los vestidos de Cristo son los del Juez y Rey, uno con honor y autoridad. El cabello blanco simboliza su eternidad, “el Anciano de días” (Daniel 7:9, 13, 22). Sus ojos lo ven todo (Apocalipsis 19:12; Hebreos 4:12), permitiéndole juzgar con justicia. Sus pies de bronce bruñido también sugieren juicio, puesto que el altar de bronce era el lugar en donde el fuego consumía la ofrenda por el pecado. El Señor había venido a juzgar a las iglesias, y también juzgaría al sistema perverso del mundo. 
El “estruendo de muchas aguas” (Apocalipsis 1:15) ¡me hace pensar de las cataratas de Niágara! Tal vez dos ideas están sugeridas aquí: 
  1. Cristo reúne todos los “arroyos de revelación” y es la “última Palabra” del Padre para el hombre (Hebreos 1:1–3); 
  2. Él habla con poder y autoridad, y se le debe oír. La espada de su boca por cierto representa la Palabra viviente de Dios (Hebreos 4:12; Efesios 6:17). Él pelea contra sus enemigos usando su Palabra (Apocalipsis 2:16; 19:19–21).
Apocalipsis 1:20 nos informa que las siete estrellas en su mano representan a los ángeles (“mensajeros”, ve Lucas 7:24 en donde la palabra griega se traduce así), o tal vez pastores de las siete iglesias. Dios tiene a sus siervos y los coloca donde él quiere que “brillen” por él. En Daniel 12:3 a los sabios ganadores de almas se les compara con estrellas brillantes.
El rostro brillante del Señor nos recuerda su transfiguración (Mateo 17:2) y también la profecía de Malaquías 4:2 (“nacerá el Sol de justicia”). En el Antiguo Testamento el sol es una imagen común de Dios (Salmo 84:11), recordándonos no sólo de bendición, sino también juicio. ¡El sol puede quemar tanto como bendecir!
Esta visión de Cristo fue totalmente diferente en apariencia del Salvador que Juan conoció “en la carne” cuando el Señor ministraba en la tierra. Él no era el manso carpintero judío del cual los sentimentalistas gustan cantar. Es el Hijo de Dios resucitado, glorificado y exaltado, el Sacerdote-Rey que tiene autoridad para juzgar a todos los hombres, empezando con su propio pueblo (1 Pedro 4:17).
Lo que Juan hizo (vs. 17–18). ¡Cayó a los pies del Señor como si estuviera muerto! ¡Y éste es el apóstol que recostaba al lado de Jesús! (Juan 13:23). Una visión del Cristo exaltado puede producir sólo asombro y temor (Daniel 10:7–9). Necesitamos esta actitud de respeto hoy, cuando tantos creyentes hablan y actúan con indebida familiaridad hacia Dios. 
La respuesta de Juan ilustra lo que Pablo escribió en 2 Corintios 5:16: “Aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así”. Juan ya no está acurrucado junto al corazón del Señor, relacionándose con él como lo había hecho antes.
El Señor aquietó a Juan tocándole y hablándole (nota Daniel 8:18; 9:21; 10:10, 16, 18). “¡No temas!” es un gran estímulo para todo hijo de Dios. 
  • No tenemos que temer la vida, porque él es “el que vive”. 
  • No tenemos que temer la muerte, porque él ha muerto y está vivo, habiendo vencido a la muerte. 
  • Y no tenemos que temer la eternidad porque él tiene las llaves del Hades (el mundo de los muertos) y de la muerte. El que tiene las llaves es el que tiene autoridad.
Al principio de este libro Jesús se presentó a su pueblo en gloria majestuosa. Lo que la iglesia necesita hoy es una nueva consciencia de Cristo y su gloria. Necesitamos verle “alto y sublime” (Isaías 6:1). Hay una peligrosa ausencia de asombro y adoración en nuestras asambleas hoy. Nos jactamos de valernos por nosotros mismos, en lugar de quebrantarnos y caer a los pies del Señor. Por años Evans Roberts oró: “¡Doblégame! ¡Doblégame!” y cuando Dios contestó, resultó el gran avivamiento galés.
  El bosquejo   (Apocalipsis 1:19)
Hasta donde sabemos, el libro de Apocalipsis es el único libro de la Biblia que contiene un bosquejo inspirado de su contenido. 
  1. “Las cosas que has visto” se refiere a la visión en Apocalipsis 1. 
  2. “Las cosas que son” se refiere a Apocalipsis 2–3, los mensajes especiales a las siete iglesias. 
  3. “Las cosas que han de ser después de estas”, cubre los sucesos que se describen en Apocalipsis 4–22. Lo que Juan oyó en Apocalipsis 4:1 substancia esta interpretación.
En repaso, podemos resumir las características básicas de este libro asombroso como sigue:
  1. Es un libro Cristocéntrico. Con certeza, todas las Escrituras hablan del Salvador; pero el libro de Apocalipsis magnifica en forma especial la grandeza y gloria de Jesucristo. El libro es, después de todo, la revelación de Jesucristo y no simplemente la revelación de sucesos futuros.
  2. Es un libro abierto. A Juan no se le dijo que sellara el libro (Apocalipsis 22:10) porque el pueblo de Dios necesita el mensaje que contiene. Apocalipsis se puede entender, a pesar del hecho de que contiene misterios que tal vez nunca se comprendan sino cuando nos veamos ante el trono de Dios. Juan envió el libro a las siete iglesias de Asia Menor con la expectación de que, cuando los mensajeros lo leyeran en voz alta, los santos oyentes entenderían lo suficiente de su verdad como para recibir gran estímulo en sus propias situaciones difíciles.
  3. Es un libro lleno de símbolos. Los símbolos bíblicos son eternos en su mensaje y sin límite en su contenido. Por ejemplo, el símbolo de “Babilonia” se origina en Génesis 10–11, y su significado crece conforme uno lo rastrea en todas las Escrituras, llegando a su clímax en Apocalipsis 17–18. Lo mismo es cierto de los símbolos de “el Cordero” y “la esposa”. Es emocionante profundizar más en los ricos significados que llevan estos símbolos.
  4. Es un libro de profecía. Esto se indica en forma definitiva en Apocalipsis 1:3; 22:7, 10, 18–19; nota también Apocalipsis 10:11. Las cartas a las siete iglesias de Asia Menor tratan de necesidades inmediatas de esas asambleas, necesidades que todavía hay en las iglesias de hoy; pero el resto del libro se dedica casi por entero a revelaciones proféticas. Fue al ver presentado al Cristo victorioso que los creyentes perseguidos hallaron estímulo para su difícil tarea de testificar. Cuando se tiene la certeza del futuro, se tiene estabilidad en el presente. Juan mismo estaba sufriendo bajo la mano de Roma (Apocalipsis 1:9), así que el libro brotó de la aflicción.
  5. Es un libro con una bendición. Ya hemos notado la promesa en Apocalipsis 1:3, así como también las otras seis “bienaventuranzas” esparcidas en todo el libro. No basta simplemente oír (o leer) el libro; debemos responder de corazón a su mensaje. Debemos tomar el mensaje personalmente y decir un firme “¡amén!” a lo que dice. (Nota los muchos “amén” en el libro: Apocalipsis 1:6–7, 18; 3:14; 5:14; 7:12; 19:4; 22:20–21.)
  6. Es un libro pertinente. Juan escribió sobre “las cosas que deben suceder pronto” (Apocalipsis 1:1) porque “el tiempo está cerca” (Apocalipsis 1:3). (Nota también Apocalipsis 22:7, 10, 12, 20.) La expresión “en breve” no quiere decir pronto o de inmediato, sino rápido, vertiginosamente. Dios no mide el tiempo como nosotros (2 Pedro 3:1–10). Nadie sabe cuándo va a volver nuestro Señor; pero cuando él empiece a abrir los sellos de los rollos (Apocalipsis 6:1 en adelante), los sucesos ocurrirán con rapidez y sin interrupción.
  7. Es un libro majestuoso. Apocalipsis es el libro “del trono”, porque la palabra “trono” se halla cuarenta y seis veces en él. Este libro magnífica la soberanía de Dios. ¡A Cristo se lo presenta en su gloria y dominio!
  8. Es un libro universal. Juan vio a naciones y pueblos (Apocalipsis 10:11; 11:9; 17:15) como parte del programa de Dios. ¡También vio el salón del trono del cielo y oyó voces desde el fin del universo!
  9. Es un libro climático. Apocalipsis es el clímax de la Biblia. Todo lo que empezó en Génesis será completado y se cumplirá conforme a la voluntad soberana de Dios. Él es “el Alfa y la Omega, principio y fin”, (Apocalipsis 1:8). Lo que Dios empieza, ¡lo termina!
Pero antes de visitar el salón del trono del cielo debemos hacer una pausa para escuchar al que “anda en medio de los siete candeleros de oro” mientras revela las necesidades personales de nuestras iglesias y de nuestros corazones. “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”
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