domingo, 16 de noviembre de 2014

¿Entiendes las escrituras?: Este desafío te ayudará

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
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¡Hey amigo! ... ¿Entiendes lo que lees?
Para todo estudiante y maestro de la Biblia, dos preguntas son de gran importancia: ¿Qué dice la Biblia sobre algún asunto?, y ¿qué quiere decir la Biblia cuando lo dice?
 
La respuesta a la primera pregunta puede encontrarse por medio del estudio cuidadoso de la Biblia, o investigando en los libros de consulta indicados; o bien, haciendo las dos cosas.
La segunda pregunta puede ser contestada en parte, leyendo el texto bíblico en una de las versiones recientes. Los traductores han hecho un esfuerzo por hacer que el texto sea claro y al alcance del lector de poca preparación académica. Aun así, el significado de algún texto puede seguir siendo difícil por una de varias razones. De manera que esta segunda pregunta viene a ser la más importante de las dos. El estudio llamado “la interpretación bíblica” trata el asunto del significado del texto bíblico.
La necesidad de entenderlo data desde el tiempo del libro de Deuteronomio. En este libro Moisés repitió las leyes que Dios dio a Israel en el Sinaí, cuarenta años antes. Pero cuando las repitió, cambió la forma de muchas de ellas. Lo hizo, sin duda, para hacerlas más claras, incapaces de ser mal entendidas. La segunda redacción de la ley debe entenderse como la interpretación bíblica. Quizá esta redacción fue el primer intento por interpretar las Escrituras.
Siglos más tarde, el escriba Esdras y otros leyeron la ley de Dios en el texto hebreo para todo el pueblo: “Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido de modo que entendiesen la lectura” (Neh. 8:8). La palabra “claramente” significa “con interpretación”.
La disciplina moderna de la interpretación bíblica, tal como se explica en muchos seminarios e institutos bíblicos, se ha reconocido como estudio científico sólo en siglos recientes. Tiene sus raíces en la historia del pueblo de Dios de hace miles de años. Pero sólo en el siglo XVI Martín Lutero propuso una serie de reglas para guiar toda interpretación seria de la Biblia. Desde entonces esta ciencia ha crecido tanto que ahora demanda atención entre los otros estudios bíblicos y teológicos.
La interpretación bíblica se llama hermenéutica, palabra derivada de la voz griega hermenéuō, que significa interpretar. Como disciplina, incluye cualesquiera reglas necesarias para explicar el significado de algún texto literario; pero se aplica especialmente a la Biblia. Las reglas que ayudan a entenderla y explicarla, tomadas de cualquiera fuente, constituyen la materia de este estudio.
Si en la práctica aplicáramos esta descripción a la hermenéutica, tendríamos que incluir muchas cosas que propiamente no corresponden a ella. Al mismo tiempo, la hermenéutica reconoce la contribución de estos otros estudios, y trata de incluirlos en la preparación del intérprete.
El doctor Vernon C. Grounds, antes presidente del Seminario Teológico Bautista Conservador en Denver, Colorado, hizo la siguiente observación sobre la necesidad de estudiar las muchas materias que no corresponden directamente a la hermenéutica:
Para interpretar y comunicar con pericia el Libro, el estudiante debe obrar recíprocamente con otros libros—libros sobre el hebreo, el griego, la arqueología, las misiones, la historia, la teología, la educación, el arte de aconsejar, la ciencia, la homilética, la literatura, la música—todas estas materias contribuyen al entendimiento de la Biblia y de las personas que necesitan su mensaje.1
Respecto al valor de conocer los idiomas originales, dice A. Berkeley Mickelsen:
Si el estudiante no conoce el griego, el hebreo o el arameo, debe consultar un buen comentario (sobre los asuntos que puedan afectar el significado).2
Cuando el estudiante no tiene acceso a tal comentario, la mejor alternativa será leer el texto bíblico en varias traducciones para entender bien su sentido.
El intérprete debe esforzarse por aprender todo lo que pueda de las materias antes mencionadas. Sin embargo, la hermenéutica examina especialmente las reglas de interpretación relacionadas con las características del lenguaje humano; no importa si proceden de la literatura sagrada o secular.
La necesidad de estudiar la hermenéutica
Cada idioma tiene sus propias expresiones que no se prestan para la traducción literal en otros idiomas. Los modismos, los proverbios, las singularidades gramaticales y las referencias a las costumbres o circunstancias locales, pueden causar dificultades para el intérprete cuyo idioma no sea el hebreo o el griego. Aun para los que hablan uno de estos idiomas, algunos usos especiales pueden ser difíciles de entender.
Cuando tratamos de explicar la Biblia nos enfrentamos con un grupo de problemas especiales. Algunos de éstos se deben a que la Biblia fue escrita en otra época, separada de la nuestra por unos dos mil años. La parte del mundo donde sucedieron los eventos registrados está separada de nuestro mundo por un océano y un continente. Dos de los idiomas en que fue escrita fueron por mucho tiempo lenguas muertas. No pertenecen a la familia de lenguas romances. El hebreo, el arameo y el griego tienen poca conexión con el español.
Cuando empezamos a estudiar el hebreo, vemos que ésta hace uso de un alfabeto extraño y que se escribe desde la derecha hacia la izquierda, y en un principio tenía solamente una o dos vocales escritas. En años posteriores le fueron añadidas algunas marcas especiales llamadas puntos vocálicos. Estos se componen de puntitos, rayas, etc.
Generalmente no tenemos literatura en hebreo sino el Antiguo Testamento. Los escritos apócrifos, los rollos del Mar Muerto y unos pedacitos de ollas rotas son casi todo lo que existe.3 Nuestros estudios del hebreo tienen que ser basados en el texto bíblico. Aun los israelíes modernos tuvieron que estudiarlo de la misma manera, con la ayuda de eruditos que hablaban el idioma.
El caso del griego del Nuevo Testamento es muy diferente. Se había hablado el griego anterior al siglo IV antes de Cristo, sin interrupción. El griego del Nuevo Testamento es entendido entre los que tienen una amplia educación en aquel idioma. Mientras que los hebreos nos dejaron muy pocas copias de sus Escrituras, hay cientos de manuscritos del griego popular de la época del Nuevo Testamento.
Aunque la mayor parte de los manuscritos que existen hoy fueron escritos en pergamino, todavía se encuentran algunos fragmentos hechos en el frágil papiro. En la primera parte del siglo XVIII, se descubrieron en Egipto algunos documentos importantes, escritos en papiro. Estos se habían conservado como por accidente en la atmósfera árida de aquel país. Estos papiros han arrojado mucha luz sobre las características del griego popular de aquellos tiempos, conocido hoy como el griego koinē (común, o popular).
Sin embargo, estos papiros no contienen ningún manuscrito del Nuevo Testamento. Los papiros son de dos clases: obras literarias y documentos, tanto particulares como oficiales. Los estudios del koinē han aumentado mucho nuestro conocimiento del Nuevo Testamento.
Por estas razones el estudio del griego está mucho más al alcance del estudiante que el hebreo. También es de más valor para la mayor parte de los que estudian la Biblia. Sin embargo, el acceso a la información acerca de los dos idiomas es básico para el intérprete. Además, no queremos pasar por alto las partes de las Escrituras escritas en arameo. Este idioma se estudia como parte del hebreo, porque era un dialecto muy usado en el Medio Oriente desde los principios de la historia de Israel.
El intérprete
Si reconocemos que el estudio de la hermenéutica es necesario para entender bien la Biblia, podemos ver también que una interpretación adecuada está al alcance de aquel que quiere esforzarse por aprender sus reglas y ser diligente en su aplicación. Pero requiere que el intérprete mismo comience su trabajo siendo preparado para él espiritualmente.
En este punto muchos católicos romanos difieren de los cristianos evangélicos. Aquella iglesia reserva para sí el derecho exclusivo de interpretar las Escrituras. Los teólogos romanistas pretenden que la Iglesia verdadera del Señor Jesucristo es la que ellos sirven. Por esta razón, creen que sólo ellos poseen el Espíritu Santo, con la ayuda del cual puedan interpretar las Escrituras.
Es interesante observar al principio que ese argumento fue rechazado por el erudito holandés humanista Erasmo. El afirmó que:
La Iglesia no es el único intérprete que tenga derecho de determinar y definir el significado verdadero de la Escritura. Al contrario, la Escritura determina lo que debe enseñar la Iglesia.4
Aquí no queremos discutir el asunto, sino solamente afirmar que aquellos que identifican la Iglesia de Jesucristo como la Iglesia Católica Romana se equivocan, ya que excluyen a todos los que no sean parte de ella. En cambio, los evangélicos creemos, más bien, que todo creyente verdadero es poseedor del Espíritu Santo y que éste mora en aquél. Estamos de acuerdo, sin embargo, en que para ser intérprete verdadero de la Escritura, éste debe cumplir este requisito.
El tener al Espíritu Santo no es el único requisito para entender correctamente la Biblia. El intérprete tiene que aplicar con pericia las reglas de la hermenéutica. Sobre este asunto escribe Mickelsen:
El equilibrio (en la interpretación de la Biblia) involucra no solamente reconocer los elementos de ella, sino una coordinación de estos elementos. Si quiero nadar usando los varios estilos correctamente, puedo sentarme con un manual de instrucción sobre la natación para saber exactamente lo que deben hacer los brazos y las piernas. Pero cuando me meto en el agua y procuro coordinar mis músculos para que pueda deslizarme fácilmente a través del agua, descubro que la coordinación es un arte que tiene que ser dominada, y no solamente una serie de reglas que debo memorizar. Así es con la interpretación. Demanda la pericia para reunir todos los elementos necesarios para interpretar algún texto correctamente.5
El libre examen de las Escrituras
Aparte de la necesidad de tener al Espíritu Santo para interpretar bien la Biblia, es evidente la verdad de que existe una capacidad universal de captar su mensaje; bien que esta verdad parece contradictoria. Es verdad que el propósito de Dios es que toda la gente ponga atención a su mensaje, aun antes de creerlo. Los evangélicos creemos que toda la gente tiene no solamente el derecho de leer y entender la Biblia para sí, sino que es su obligación delante de Dios leerla y entenderla lo mejor que puedan. Generalmente, esta obligación abarca la de leerla personalmente y estudiarla, siempre que el individuo pueda hacerlo. Es decir, que toda persona que tenga acceso a un ejemplar de la Biblia, y que sepa leer, está obligada a hacerlo.
Esta verdad no elimina la necesidad de tener maestros en la iglesia. La Biblia no fue escrita para guiar sola a la iglesia sin tener a nadie que la enseñe. Tampoco pretendemos que todo laico deba instruirse con ella sólo y completamente, independientemente de los demás creyentes. En primer lugar, es dudoso que ningún cristiano pueda recibir toda la instrucción necesaria sin que otros le ayuden. En segundo lugar, ninguna instrucción humana es completa ni perfecta; el único Maestro perfecto es Jesús mismo. Y en tercer lugar, el Espíritu Santo escoge a ciertos individuos para ser maestros de la Palabra de Dios y les ayuda a llevar a cabo su obra por medio de los dones necesarios del Espíritu.
Pero la razón más evidente por qué toda persona debe de leer la Biblia y entenderla para sí misma, es que la Biblia lo enseña en lenguaje inequívoco:
Escudriñad las Escrituras (Jn. 5:39).
Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así (Hch. 17:11).
Os conjuro por el Señor, que esta carta se lea a todos los santos hermanos (1 Ts. 5:27).
Y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra (2 Ti. 3:15–17).
El principio de la libertad expresado en estos textos, fue proclamado al comienzo de la Reforma con el nombre de “Libre Examen” (de las Escrituras). Toda confesión evangélica lo afirma o lo da por sentado. En un espíritu contrario, la Iglesia Católica Romana sólo permite la lectura de la Biblia “a los fieles”.6
Los que se oponen al “libre examen” con frecuencia tuercen el significado de la frase. Dicen que este principio consiste en el derecho de interpretar libre y particularmente según “las ideas, pasiones y prejuicios” del lector, o según la “inspiración individual”.7
Sin embargo, el principio se llama “Libre Examen”, no “Libre Interpretación”. La libertad que declara existe para todo individuo porque Dios se la ha dado, y porque nadie tiene la autoridad de prohibirle que lea las Escrituras, ni de tener señorío sobre su fe (2 Co. 1:24). La libertad que gozamos es con respecto a otras personas. Pero con respecto a Dios, cada lector está obligado a examinar la Biblia para sí mismo. Al mismo tiempo, no tiene la libertad de interpretarla según su propio gusto. Pedro lo dijo claramente:
Entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque … [en estas profecías] los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo (2 P. 1:20, 21).
La Palabra de Dios tiene el significado que Dios le dio, y los hombres deben procurar entenderla según él quiso en un principio.
La responsabilidad personal
La libertad de leer y entender la Biblia lo mejor que pueda uno, no debe tomarse ligeramente; porque cada uno de nosotros responderá derá por sí mismo delante del trono de Cristo (2 Co. 5:10). Cada maestro debe enseñar con cuidado. Si alguno ha sido falso en el manejo de la Palabra de Dios, recibirá mayor condenación (Stg. 3:1).
Los evangélicos enseñamos que la ciencia de la hermenéutica bíblica requiere la interpretación reverente, dada en el temor de Dios y guiada por el Espíritu Santo; porque él es nuestro Maestro divinamente nombrado para serlo (Jn. 14:26).
Como creyentes cristianos dedicados al fiel manejo de la Palabra de Dios, nos vemos obligados a aprender las reglas de interpretación para desempeñar el ministerio al cual Dios nos ha llamado, lo mejor que sepamos. Al hacerlo, gozamos de la iluminación y de la ayuda del Espíritu de Dios. No debe de haber duda sobre este punto, porque realmente tenemos su presencia en virtud del don del Espíritu desde cuando nacimos de nuevo.
Si algún alumno o maestro piensa que puede sacar conclusiones satisfactorias solamente después de dominar completamente esta materia, debe recordar que el Espíritu Santo es su maestro y guía. Aun cuando el lector no sea un gigante intelectual, esto tiene poco que ver con su capacidad de sacar algunas conclusiones correctas por medio de su lectura de la Biblia. Hasta el lector más humilde normalmente goza de la iluminación del Espíritu mientras lee. Algún texto que no había entendido antes, de repente está iluminado. O algún otro pasaje, poco comprendido, puede brillar con nuevo significado por medio de la ayuda del Espíritu que vive en él.
Todo esto no indica que el alumno no debe aplicarse al estudio. El estudiante descuidado o moroso no debe contar con la ayuda divina como para pasar por alto el estudio diligente que Dios ha ordenado para su progreso en las Escrituras.
La aplicación de las reglas
Aquí debemos indicar que no toda regla de interpretación tendrá aplicación en todos los casos. Las varias reglas deben aplicarse sólo cuando juzga que puedan resolver un determinado problema. Juntas todas las reglas fomarán parte del equipo intelectual con el que puede interpretar el texto bíblico.
Claro es que la pericia del intérprete ha de afectar su interpretación de algún texto; pero no con respecto a la originalidad que muestra, sino en el cuidado con que aplica sus conocimientos.
No todo texto demandará alguna interpretación especial, ya que la mayoría de ellos serán claros para la gente de inteligencia normal. Algunos textos han de requerir una interpretación sólo para los que hayan tenido una preparación limitada. Para tales personas el intérprete verá necesario explicar algunos hechos que otros ya conocen. O bien, puede ser necesario solamente simplificar su lenguaje. Otros textos serán difíciles para la gran mayoría, y todavía otros seguirán como misterios aun para los intérpretes más peritos.
Las reglas de la hermenéutica pueden compararse con una caja de herramientas. Cuando el maestro carpintero comienza a construir una casa o un mueble, o a hacer alguna reparación, primero considera los problemas que el proyecto presenta. Luego escoge las herramientas que cree que le han de ayudar más. Esto es exactamente lo que hace el intérprete. Considera el problema o problemas presentados por el texto y luego escoge las reglas que le parecen ser más indicadas para resolverlos. En algunos casos el intérprete verá que es necesario probar a manera de ensayo varias reglas antes de encontrar aquella que mejor se aplica; algo así como el carpintero que usa el formón, el cepillo y la lija, así como el martillo y el serrucho.
Dos divisiones de la hermenéutica
Esta materia comúnmente se divide en dos partes: la hermenéutica general y la especial. La hermenéutica general incluye todas las reglas que pueden aplicarse a la Biblia, pero especialmente como literatura La mayor parte de estos principios pueden ser aplicados también a la literatura en general. La hermenéutica especial incluye todas las reglas y consideraciones necesarias para interpretar ciertas categorías especiales de la literatura, que pueden contener el lenguaje figurado, la poesía o la profecía, y una variedad de problemas especiales. Este estudio seguirá este plan.
¿Entendiste lo que leíste? Entonces responde a estas preguntas
1.     ¿Qué significa “la hermenéutica”?
2.     ¿Por qué estudiamos la hermenéutica?
3.     ¿Qué significa la frase: “Libre Examen”?
4.     ¿Cuáles son algunas razones por las cuales la Biblia presenta problemas de interpretación?
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1 Extractado de un folleto editado en Denver en 1980.
2 A. Berkeley Mickelsen, Interpreting the Bible (Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1963), p. 16.
3 Aunque los Rollos del Mar Muerto son conocidos mejor por los textos bíblicos que se encontraron allí, hay entre ellos algunos escritos no bíblicos. Estos incluyen las reglas de disciplina de varias comunidades religiosas, salmos e himnos, y algunos escritos apocalípticos. Aunque se han publicado algunos de los textos no bíblicos, éstos casi no se pueden usar para el estudio del idioma.
4 Funk & Wagnalls New Encyclopedia, editado por Kurt Aland et al (New York: Funk & Wagnalls, 1971), Tomo III, p. 400.
5 Mickelsen, op. cit., pp. 375, 376.
6 Hasta años recientes cuando un católico romano interpretaba la Biblia de manera contraria a la enseñanza oficial, dejaba de ser de los fieles, y no gozaba ya del privilegio otorgado a aquellos que aceptaban el punto de vista de aquella iglesia. El autor fue misionero en México desde 1942 al 1967 y vio el resultado de esta actitud en algunos de sus amigos personales. Pero en 1962 el obispo de Cuernavaca consiguió que esta regla dejara de aplicarse.
7 Tomado de la “Introducción General” de la versión de la Biblia de Torres Amat, publicada por Revista Católica, primera edición, 1946.

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