Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6
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LA LUCHA POR PERDONAR
RESENTIMIENTO… IRA… RETALIACIÓN. ¿Alguna vez has luchado contra el perdón? ¿Has llegado a pensar que es imposible? ¿Alguna vez supiste que debías pero no querías? Considero que la mayoría de la gente en el mundo está luchando con el perdón – ¡en este mismo momento! Si eres humano (de hecho lo eres) y si estás leyendo este libro (lo cual es cierto), alguna vez has sido herido –honda y profundamente- y has enfrentado el enemigo del no perdón.
Me da tristeza ver la cantidad de personas equivocadas y maltratadas por otros –desde su propia familia hasta la familia de la iglesia; desde encuentros casuales hasta vecinos cercanos; desde completos extraños hasta “mejores amigos”.
Mi corazón va hacia los que sufren -hacia aquellos que sólo desean que su pena termine y que regrese la esperanza.
Después de más de una década de escuchar cientos de historias desconsoladoras, surge el desafío del perdón con una compasión tremenda. No deseo que aquellos que están sufriendo sean más adelante lastimados al vivir con una raíz de amargura –simplemente porque no captan el verdadero significado del perdón o no saber el “cómo hacer” para perdonar.
Y toco este tema con algo más que compasión. Tengo la experiencia necesaria, ya que por años luché con la falta de perdón. Por supuesto que sentía un gran peso. Así que para mí el perdón no es sólo una premisa teórica… o un simple concepto teológico. El perdón es algo que viví en un mundo real, un asunto del alma.
El perdón es una decisión –un acto de voluntad que cuando se hace correctamente conduce a la verdadera libertad. Es un proceso –a menudo mal entendido. Me tomó un largo tiempo aprender el porqué del perdón y más aún lograr vivir con un corazón lleno de perdón. El llamado de Dios en Colosenses 3:13 ha sido el catalizador de mi jornada:
“De modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes.”
A través de ilustraciones vívidas y experiencias impactantes quiero mostrarle a otros que han sufrido grandemente y perdonado mucho-algunos que incluso llegaron a pensar que nunca encontrarían paz debido a la profundidad de su dolor. Y quiero destacar a Aquel que ha sido ofendido al máximo y ha perdonado al máximo a Jesús. Él conoce su pena. Él sabe su necesidad y sabe cómo darle poder para perdonar –aún cuando crea que es imposible.
A través de estas páginas, mi oración es doble:
1. Que aprenda a deshacerse de los guijarros de amargura que carga a su espalda –aquellas pesadas rocas de resentimiento
2. Que experimente la libertad del perdón –una libertad que sólo es posible cuando aprende a perdonar … aún cuando no lo sienta.
“Palos y Piedras pueden Romper Mis Huesos…”
Las Palabras Pueden Romper Mi Corazón
DURANTE LOS AÑOS DE MI INFANCIA, recuerdo haber oído algunos dichos muy llamativos que describían realmente las situaciones, tales como: “La gente que vive en casas de cristal no debería tirar piedras” y “A una piedra que rueda no le sale musgo”.
Otro adagio popular es “Palos y piedras pueden romper mis huesos, pero las palabras nunca me lastimarán”. A lo que yo respondo: Error, error, error. Todos sabemos que las palabras pueden romper nuestros corazones. La Biblia lo dice de esta manera: ”La lengua tiene el poder de vida y muerte y aquellos que la aman comerán de su fruto”.
Las palabras pueden acabar con una relación. Las palabras pueden matar nuestra motivación e inspiración. Esta verdad me la llevé a casa cuando estaba dirigiendo una conferencia en Indiana.
“¿Cuántos de ustedes han realmente luchado con el perdón y han tenido que hacer un esfuerzo enorme para perdonar a alguien que les ha herido profundamente?” Inmediatamente vi las manos levantadas de casi la cuarta parte de la audiencia. Rápidamente hice una evaluación de aquellas personas que levantaron la mano, buscando alguien físicamente adecuado.
La pregunta la hice al principio de una charla sobre el perdón, pero fue solo después de 15 minutos cuando señalé a un hombre de aproximadamente 30 años.
-“Señor, necesito ayuda. ¿Estaría dispuesto a acompañarme en la plataforma? Sorprendido, él acepta sonriente y sube al escenario. Ahora ambos quedamos cerca de una mesa que tiene un montón de rocas. “¿Puede decirnos su nombre y compartir algo sobre Ud?”
“Mi nombre es Rick. Soy contador y mi pasatiempo favorito es correr. Cuando no estoy trabajando estoy corriendo porque pienso participar en una maratón este año.”
“¡Esto es grandioso, Rick! Gracias por su colaboración.”
Acercándome a una pequeña mesa, tomé un gran gancho gris de colgar carne, de casi 60 centímetros de largo y un costal. En la parte superior del gancho en forma de herradura cabría el cuello de una persona. Un arpón recto se extiende como 60 centímetros entonces se arquea hacia atrás, como un enorme anzuelo con una afilada punta.
“Adelante, Rick. Deslice este gancho de carne cuidadosamente alrededor de su cuello.” Sus ojos se abrieron con sorpresa –el gancho lucía tan peligroso. Me miró cautelosamente. Algunas personas de la audiencia lanzaron un gemido, con seguridad contentas de no haber sido escogidas. Lentamente y con cautela, Rick deslizó la parte superior del gancho alrededor de su cuello. El arpón pasó por el pecho hasta la cintura y la punta quedó al frente. Yo coloqué la parte superior del costal sobre el extremo del gancho.
“Rick, al principio, cuando pregunté si alguno había luchado con el perdón, yo noté que Ud. había levantado la mano.”
“Correcto.”
“¿Qué ha sido tan difícil de perdonar? ¿Me podría contar qué le pasó?”
En este momento me acerqué al montón de rocas, con el fin de que cada vez que Rick mencionara una ofensa, yo dejaría caer una roca o un pequeño guijarro dentro del costal. Cada roca representaba algo malo que alguien habia cometido contra él –una herida que él cargaba.
Rick comenzó devolviéndose hasta su niñez. No nos tomó mucho tiempo saber que todas sus “rocas” provenían de la misma fuente –el crecer cerca de un padre cruel y a veces tirano, poco cariñoso e inflexible. En la medida que Rick describía a su padre y sus sufrimientos, hablaba suavemente:
“Nunca me aceptaba por lo que yo era “Las palabras críticas y cáusticas de su padre hicieron que yo metiera en el costal la primera roca.
“Cero cariño…” Ni una mano sobre el hombro, nada de abrazos ni palmaditas en la espalda. Una roca del tamaño de un puño cayó dentro del costal.
“Nada de tiempo para jugar..…” Nada de jugar a la lucha, nada de jugar a atrapar cosas –todas estas menciones justificaron otra roca muy pesada. Mientras más recordaba Rick, más caía en cuenta de lo que le había faltado.
“Nada de tiempo padre-hijo.…” Nada de andar juntos, ninguna conversación acerca de volverse hombre, ninguna conversación acerca de las profesiones para estudiar. Esto obligó a depositar otra roca. Rick continúo oprimiendo el ” botón de repetición” enterrado en su memoria.
“Gritos…” Un repentino recuerdo atemorizante provocó en Rick un gesto de dolor. Todos los gritos y ataques verbales obtuvieron una roca de un tamaño considerable.
“Lastimando a mi madre.…” El abuso verbal y emocional de su padre llevó a que otra gran piedra cayera dentro del costal.
“Apártate de mi vista.…!” Sus palabras denigrantes y de menosprecio lograron otro guijarro pesado.
“Rechazo.…” Se suma al impacto emocional de todas las heridas ocasionadas por su padre. Con impulso Rick introdujo otra roca pesada en su costal. Esta chocó contra otras rocas, dejando algunos fragmentos pequeños y cortantes. Estas mismas piezas están incrustadas en la memoria de Rick. Finalmente, rechazo lo dice todo.
Ampliando esta imagen visual, le dije a Rick que él tenía un costal de rocas morando en su alma. Durante años él había estado arrastrando rocas de resentimiento, piedras de hostilidad y guijarros de amargura. Entonces señalé el saco que colgaba alrededor de su cuello –el costal que ahora estaba tensionado por el peso de las rocas.
“¿Qué pasaría si tuviera que caminar con el costal de piedras colgando de su gancho por el resto de su vida?”.
Cuando perdonamos, nos deshacemos de las rocas que nos doblegan y disminuyen nuestra fortaleza.
El respondió inmediatamente, sin necesidad de pensarlo: “No podría correr más”. Me sorprendió y alegró esta respuesta. En vez de decir:” Me encorvaría” o “Sería difícil caminar”, Rick, el devoto atleta expresó preocupación por no poder correr más.
Su respuesta expresa muy bien el costo de despojarse de “rocas” engorrosas. Piense en todas las Escrituras que hacen referencia a correr. El apóstol Pablo dice: “¿No saben que en una carrera todos los corredores compiten, pero sólo uno obtiene el premio? Corran, pues, de tal modo que lo obtengan”. Y él preguntó, “Ustedes estaban corriendo bien. ¿Quién los estorbó para que dejaran de obedecer a la verdad?”.3
Lo que Rick dijo desde un punto de vista físico –“no podría correr más”- es también una verdad emocional y espiritual. Con el peso de demasiadas rocas lo máximo que podemos hacer es medio andar fatigados en nuestro camino por la vida. Si se añaden más rocas al montón, escasamente podremos movernos. Y si aún se arrojan más rocas estaremos completamente aplastados bajo el peso.
Pero cuando aprendemos a perdonar –aún cuando no lo sintamos- nos despojamos de las piedras que nos arrastran y disminuyen nuestras fuerzas. Mientras trabajamos en el proceso de perdonar, quedamos libres de la presión… ¡nos sentimos libres!
El profeta Isaías describe cómo es la libertad: “Volarán como las águilas: correrán y no se fatigarán, caminarán y no se cansarán”.
Ahora, volviendo a Rick: lo último que quisiera hacer es dejar a este hombre con el peso de su dolor emocional. ¡Yo quiero verlo correr!
“Rick, ¿quieres vivir el resto de tu vida cargando todo este dolor de tu pasado?”
“No, no quiero”.
“¿Entonces estás dispuesto a descolgar del gancho todo el dolor del pasado y pasárselo al gancho de Dios?”
“Si, lo estoy:”
“¿Estarías dispuesto a soltar a tu padre de tu gancho emocional, y pasarlo al gancho de Dios?”
“Sí, eso quiero,”
En oración los dos fuimos ante el trono de la gracia de Dios. “Señor Jesús,” empecé.
“Señor Jesús”, el repetía, “gracias por cuidar mi corazón…y cuanto he sido lastimado.… Tú sabes el dolor que he sentido.… Por el trato que mi padre me ha dado… su enojo… su falta de afecto.… su abuso… su rechazo.”
De repente, entre la multitud, lo inesperado ocurrió. Mientras Rick repetía la oración, haciéndola suya, una corriente de oraciones – apenas como un susurro – se escuchaban de un lado al otro del salón. La piel se me puso como de gallina. Con un profundo sentimiento santo de adoración, me di cuenta que en este día, más de un saco de rocas, pronto estaría vacío.
“Señor, yo suelto todo este dolor en Tus manos… Gracias, Señor Jesús… por morir en la cruz por mí… y extender Tu perdón hacia mí.… Como un acto de mi voluntad… yo elijo perdonar a mi padre.”
Mientras Rick continuaba orando, se daba un cambio extraordinario. Su voz, al comienzo reservada, se fortalecía con propiedad y determinación.
“Yo elijo soltar a mi padre… de mi gancho emocional… y ahora mismo, yo se lo paso a Dios.… Yo rechazo todos los pensamientos de venganza.… Yo confío que en Tu tiempo, Tú tratarás con mi padre… solo cuando Tú veas que es apropiado. Y Gracias, Señor, por perdonarme… Tu poder para perdonar… es por eso que puedo ser libre… En Tu santo nombre he orado, Amén.”
Las lágrimas de gratitud de Rick revelaban que había elegido experimentar la libertad del perdón. Y al mismo tiempo, a través del poder del perdón, muchos sacos de amargura que había en el auditorio, habían sido desocupados.
Personalmente sé lo que es sentirse cargado por las rocas de resentimiento. Si tú también sientes ese peso, yo lo comprendo. Quiero que sepas que las palabras escritas en este libro fueron escritas con un objetivo en mi mente– liberarte de ese gran costal lleno de rocas, y dejarte con el saco vacío.
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
LA LUCHA POR PERDONAR
RESENTIMIENTO… IRA… RETALIACIÓN. ¿Alguna vez has luchado contra el perdón? ¿Has llegado a pensar que es imposible? ¿Alguna vez supiste que debías pero no querías? Considero que la mayoría de la gente en el mundo está luchando con el perdón – ¡en este mismo momento! Si eres humano (de hecho lo eres) y si estás leyendo este libro (lo cual es cierto), alguna vez has sido herido –honda y profundamente- y has enfrentado el enemigo del no perdón.
Me da tristeza ver la cantidad de personas equivocadas y maltratadas por otros –desde su propia familia hasta la familia de la iglesia; desde encuentros casuales hasta vecinos cercanos; desde completos extraños hasta “mejores amigos”.
Mi corazón va hacia los que sufren -hacia aquellos que sólo desean que su pena termine y que regrese la esperanza.
Después de más de una década de escuchar cientos de historias desconsoladoras, surge el desafío del perdón con una compasión tremenda. No deseo que aquellos que están sufriendo sean más adelante lastimados al vivir con una raíz de amargura –simplemente porque no captan el verdadero significado del perdón o no saber el “cómo hacer” para perdonar.
Y toco este tema con algo más que compasión. Tengo la experiencia necesaria, ya que por años luché con la falta de perdón. Por supuesto que sentía un gran peso. Así que para mí el perdón no es sólo una premisa teórica… o un simple concepto teológico. El perdón es algo que viví en un mundo real, un asunto del alma.
El perdón es una decisión –un acto de voluntad que cuando se hace correctamente conduce a la verdadera libertad. Es un proceso –a menudo mal entendido. Me tomó un largo tiempo aprender el porqué del perdón y más aún lograr vivir con un corazón lleno de perdón. El llamado de Dios en Colosenses 3:13 ha sido el catalizador de mi jornada:
“De modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes.”
A través de ilustraciones vívidas y experiencias impactantes quiero mostrarle a otros que han sufrido grandemente y perdonado mucho-algunos que incluso llegaron a pensar que nunca encontrarían paz debido a la profundidad de su dolor. Y quiero destacar a Aquel que ha sido ofendido al máximo y ha perdonado al máximo a Jesús. Él conoce su pena. Él sabe su necesidad y sabe cómo darle poder para perdonar –aún cuando crea que es imposible.
A través de estas páginas, mi oración es doble:
1. Que aprenda a deshacerse de los guijarros de amargura que carga a su espalda –aquellas pesadas rocas de resentimiento
2. Que experimente la libertad del perdón –una libertad que sólo es posible cuando aprende a perdonar … aún cuando no lo sienta.
“Palos y Piedras pueden Romper Mis Huesos…”
Las Palabras Pueden Romper Mi Corazón
DURANTE LOS AÑOS DE MI INFANCIA, recuerdo haber oído algunos dichos muy llamativos que describían realmente las situaciones, tales como: “La gente que vive en casas de cristal no debería tirar piedras” y “A una piedra que rueda no le sale musgo”.
Otro adagio popular es “Palos y piedras pueden romper mis huesos, pero las palabras nunca me lastimarán”. A lo que yo respondo: Error, error, error. Todos sabemos que las palabras pueden romper nuestros corazones. La Biblia lo dice de esta manera: ”La lengua tiene el poder de vida y muerte y aquellos que la aman comerán de su fruto”.
Las palabras pueden acabar con una relación. Las palabras pueden matar nuestra motivación e inspiración. Esta verdad me la llevé a casa cuando estaba dirigiendo una conferencia en Indiana.
“¿Cuántos de ustedes han realmente luchado con el perdón y han tenido que hacer un esfuerzo enorme para perdonar a alguien que les ha herido profundamente?” Inmediatamente vi las manos levantadas de casi la cuarta parte de la audiencia. Rápidamente hice una evaluación de aquellas personas que levantaron la mano, buscando alguien físicamente adecuado.
La pregunta la hice al principio de una charla sobre el perdón, pero fue solo después de 15 minutos cuando señalé a un hombre de aproximadamente 30 años.
-“Señor, necesito ayuda. ¿Estaría dispuesto a acompañarme en la plataforma? Sorprendido, él acepta sonriente y sube al escenario. Ahora ambos quedamos cerca de una mesa que tiene un montón de rocas. “¿Puede decirnos su nombre y compartir algo sobre Ud?”
“Mi nombre es Rick. Soy contador y mi pasatiempo favorito es correr. Cuando no estoy trabajando estoy corriendo porque pienso participar en una maratón este año.”
“¡Esto es grandioso, Rick! Gracias por su colaboración.”
Acercándome a una pequeña mesa, tomé un gran gancho gris de colgar carne, de casi 60 centímetros de largo y un costal. En la parte superior del gancho en forma de herradura cabría el cuello de una persona. Un arpón recto se extiende como 60 centímetros entonces se arquea hacia atrás, como un enorme anzuelo con una afilada punta.
“Adelante, Rick. Deslice este gancho de carne cuidadosamente alrededor de su cuello.” Sus ojos se abrieron con sorpresa –el gancho lucía tan peligroso. Me miró cautelosamente. Algunas personas de la audiencia lanzaron un gemido, con seguridad contentas de no haber sido escogidas. Lentamente y con cautela, Rick deslizó la parte superior del gancho alrededor de su cuello. El arpón pasó por el pecho hasta la cintura y la punta quedó al frente. Yo coloqué la parte superior del costal sobre el extremo del gancho.
“Rick, al principio, cuando pregunté si alguno había luchado con el perdón, yo noté que Ud. había levantado la mano.”
“Correcto.”
“¿Qué ha sido tan difícil de perdonar? ¿Me podría contar qué le pasó?”
En este momento me acerqué al montón de rocas, con el fin de que cada vez que Rick mencionara una ofensa, yo dejaría caer una roca o un pequeño guijarro dentro del costal. Cada roca representaba algo malo que alguien habia cometido contra él –una herida que él cargaba.
Rick comenzó devolviéndose hasta su niñez. No nos tomó mucho tiempo saber que todas sus “rocas” provenían de la misma fuente –el crecer cerca de un padre cruel y a veces tirano, poco cariñoso e inflexible. En la medida que Rick describía a su padre y sus sufrimientos, hablaba suavemente:
“Nunca me aceptaba por lo que yo era “Las palabras críticas y cáusticas de su padre hicieron que yo metiera en el costal la primera roca.
“Cero cariño…” Ni una mano sobre el hombro, nada de abrazos ni palmaditas en la espalda. Una roca del tamaño de un puño cayó dentro del costal.
“Nada de tiempo para jugar..…” Nada de jugar a la lucha, nada de jugar a atrapar cosas –todas estas menciones justificaron otra roca muy pesada. Mientras más recordaba Rick, más caía en cuenta de lo que le había faltado.
“Nada de tiempo padre-hijo.…” Nada de andar juntos, ninguna conversación acerca de volverse hombre, ninguna conversación acerca de las profesiones para estudiar. Esto obligó a depositar otra roca. Rick continúo oprimiendo el ” botón de repetición” enterrado en su memoria.
“Gritos…” Un repentino recuerdo atemorizante provocó en Rick un gesto de dolor. Todos los gritos y ataques verbales obtuvieron una roca de un tamaño considerable.
“Lastimando a mi madre.…” El abuso verbal y emocional de su padre llevó a que otra gran piedra cayera dentro del costal.
“Apártate de mi vista.…!” Sus palabras denigrantes y de menosprecio lograron otro guijarro pesado.
“Rechazo.…” Se suma al impacto emocional de todas las heridas ocasionadas por su padre. Con impulso Rick introdujo otra roca pesada en su costal. Esta chocó contra otras rocas, dejando algunos fragmentos pequeños y cortantes. Estas mismas piezas están incrustadas en la memoria de Rick. Finalmente, rechazo lo dice todo.
Ampliando esta imagen visual, le dije a Rick que él tenía un costal de rocas morando en su alma. Durante años él había estado arrastrando rocas de resentimiento, piedras de hostilidad y guijarros de amargura. Entonces señalé el saco que colgaba alrededor de su cuello –el costal que ahora estaba tensionado por el peso de las rocas.
“¿Qué pasaría si tuviera que caminar con el costal de piedras colgando de su gancho por el resto de su vida?”.
Cuando perdonamos, nos deshacemos de las rocas que nos doblegan y disminuyen nuestra fortaleza.
El respondió inmediatamente, sin necesidad de pensarlo: “No podría correr más”. Me sorprendió y alegró esta respuesta. En vez de decir:” Me encorvaría” o “Sería difícil caminar”, Rick, el devoto atleta expresó preocupación por no poder correr más.
Su respuesta expresa muy bien el costo de despojarse de “rocas” engorrosas. Piense en todas las Escrituras que hacen referencia a correr. El apóstol Pablo dice: “¿No saben que en una carrera todos los corredores compiten, pero sólo uno obtiene el premio? Corran, pues, de tal modo que lo obtengan”. Y él preguntó, “Ustedes estaban corriendo bien. ¿Quién los estorbó para que dejaran de obedecer a la verdad?”.3
Lo que Rick dijo desde un punto de vista físico –“no podría correr más”- es también una verdad emocional y espiritual. Con el peso de demasiadas rocas lo máximo que podemos hacer es medio andar fatigados en nuestro camino por la vida. Si se añaden más rocas al montón, escasamente podremos movernos. Y si aún se arrojan más rocas estaremos completamente aplastados bajo el peso.
Pero cuando aprendemos a perdonar –aún cuando no lo sintamos- nos despojamos de las piedras que nos arrastran y disminuyen nuestras fuerzas. Mientras trabajamos en el proceso de perdonar, quedamos libres de la presión… ¡nos sentimos libres!
El profeta Isaías describe cómo es la libertad: “Volarán como las águilas: correrán y no se fatigarán, caminarán y no se cansarán”.
Ahora, volviendo a Rick: lo último que quisiera hacer es dejar a este hombre con el peso de su dolor emocional. ¡Yo quiero verlo correr!
“Rick, ¿quieres vivir el resto de tu vida cargando todo este dolor de tu pasado?”
“No, no quiero”.
“¿Entonces estás dispuesto a descolgar del gancho todo el dolor del pasado y pasárselo al gancho de Dios?”
“Si, lo estoy:”
“¿Estarías dispuesto a soltar a tu padre de tu gancho emocional, y pasarlo al gancho de Dios?”
“Sí, eso quiero,”
En oración los dos fuimos ante el trono de la gracia de Dios. “Señor Jesús,” empecé.
“Señor Jesús”, el repetía, “gracias por cuidar mi corazón…y cuanto he sido lastimado.… Tú sabes el dolor que he sentido.… Por el trato que mi padre me ha dado… su enojo… su falta de afecto.… su abuso… su rechazo.”
De repente, entre la multitud, lo inesperado ocurrió. Mientras Rick repetía la oración, haciéndola suya, una corriente de oraciones – apenas como un susurro – se escuchaban de un lado al otro del salón. La piel se me puso como de gallina. Con un profundo sentimiento santo de adoración, me di cuenta que en este día, más de un saco de rocas, pronto estaría vacío.
“Señor, yo suelto todo este dolor en Tus manos… Gracias, Señor Jesús… por morir en la cruz por mí… y extender Tu perdón hacia mí.… Como un acto de mi voluntad… yo elijo perdonar a mi padre.”
Mientras Rick continuaba orando, se daba un cambio extraordinario. Su voz, al comienzo reservada, se fortalecía con propiedad y determinación.
“Yo elijo soltar a mi padre… de mi gancho emocional… y ahora mismo, yo se lo paso a Dios.… Yo rechazo todos los pensamientos de venganza.… Yo confío que en Tu tiempo, Tú tratarás con mi padre… solo cuando Tú veas que es apropiado. Y Gracias, Señor, por perdonarme… Tu poder para perdonar… es por eso que puedo ser libre… En Tu santo nombre he orado, Amén.”
Las lágrimas de gratitud de Rick revelaban que había elegido experimentar la libertad del perdón. Y al mismo tiempo, a través del poder del perdón, muchos sacos de amargura que había en el auditorio, habían sido desocupados.
Personalmente sé lo que es sentirse cargado por las rocas de resentimiento. Si tú también sientes ese peso, yo lo comprendo. Quiero que sepas que las palabras escritas en este libro fueron escritas con un objetivo en mi mente– liberarte de ese gran costal lleno de rocas, y dejarte con el saco vacío.
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