martes, 31 de julio de 2012

¿Quieres Predicar?: Aqui unos tips para ti Nº 3

biblias y miles de comentarios
 
EL MENSAJE EVANGELISTICO
La predicación es comunicación. El predicador es un comunicador y cada sermón es una creación espiritual, intelectual, inteligente y poderosa—si en dicha creación interviene el Espíritu Santo.
El mensaje cristiano de corte evangelístico es comunicación creada y basada en la Palabra de Dios, y usada por el Espíritu Santo para llegar al corazón del inconverso a fin de que éste acepte a Cristo en su vida.
En un admirable artículo el pastor luterano George Fry indicó: “Quizás la predicación de la iglesia no es persuasiva porque la deslealtad de nuestra época ha sido el divorcio de teología y evangelismo … La teología que carece del propósito práctico de ver convertidos degenera en un escepticismo irresponsable. La consecuencia de esta situación es una fe que no es intelectualmente sana ni emocionalmente satisfactoria.”1
Mientras por un lado tradicionalmente consideramos a Juan Calvino un maestro de teología, un excelente administrador de la iglesia, un ardiente profesor y un autor fogoso, ha sido menos común reconocerlo como uno de los primeros y más importantes evangelistas modernos. Utilizó una habilidosa combinación de teología y evangelismo. El es un excelente ejemplo del teólogo evangelista.2
Empleemos la imaginación y seamos creativos al comunicar el mensaje de salvación.3 Los métodos no son sagrados; pueden cambiarse y adaptarse. Por otro lado el mensaje sí es sagrado y el fundamento jamás ha de modificarse. El mismo apóstol Pablo se acomodaba a todo el mundo (1 Co. 9:22). Cuando quería guiar a un judío a Cristo, se acomodaba a la forma de ser de los judíos; con los débiles él actuaba como débil. A todos se hizo todo para ganar a algunos por todos los medios posibles.
En Hch. 26:17–18 vemos que nuestra tarea a través del poder del Espíritu Santo es despertar a las almas: (1) abrir sus ojos, (2) iluminar sus mentes para que se conviertan de las tinieblas a la luz, (3) producir conversión de la voluntad, de la potestad de Satanás a Dios, (4) purificar sus conciencias a fin de que reciban perdón de pecados, (5) que tengan seguridad de vida eterna, (6) que vivan en santidad, separados para Dios.
Consideremos siete aspectos del mensaje evangelístico.
1. Mensaje temático. El mejor enfoque generalmente es optar por un tema (por ejemplo la paz, la felicidad, la libertad, el nuevo nacimiento, la cruz, la sangre) y desarrollarlo. El tema debe resultar interesante para el oyente. Al hablar iremos de lo conocido a lo desconocido, y de lo buscado a lo no buscado pero necesario.
El mensaje evangelístico tiende a ser temático porque siempre se basa en un tema fundamental.
2. Mensaje cristocéntrico. Al leer los mensajes de los grandes predicadores del pasado, descubrimos que eran plenamente cristocéntricos. Si consideramos sus mensajes palabra por palabra, advertimos un evangelio fundamental y a la vez maravilloso.
Somos llamados por Dios para hablar de Jesucristo a esta generación. Somos sus agentes de relaciones públicas, sus embajadores (2 Co. 5:20). El objetivo es hablar de Jesucristo.
No es posible que alguien sea predicador del evangelio si su tema central no es Jesús. Algunos creen que el evangelio es ayudar a los pobres, sin embargo ése es uno de los muchos resultados del evangelio. Otros enfatizan los dones de sanidad—una gran señal del poder de Dios pero no el evangelio en sí. Otro mensaje podría ser maravilloso, intrigante, y hasta podría ser de Dios, pero el pastor, el evangelista y el maestro de la Biblia predican a Jesucristo.
Pablo resume de esta manera las buenas nuevas que predicamos:
Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creisteis en vano. Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez.
(1 Co. 15:1–6a)
Un ejemplo de fidelidad al evangelio en nuestros días es Billy Graham. Hace tiempo las iglesias de Glasgow, Escocia, nos invitaron para una campaña evangelística unos 25 años después que Graham tuviera una cruzada allí. Nos contaron la historia de un viejo pastor de la iglesia escocesa que había ido a escuchar a Billy Graham cada noche. Cuando la cruzada terminó, el pastor dijo: “Dr. Graham, lo he escuchado todas las noches durante seis semanas, y cada noche usted ha predicado el mismo sermón.” Con excepción de la introducción y de las ilustraciones, eso es verdad en cuanto a todo el ministerio internacional de Billy Graham. Esa característica hace que lo respetemos y lo tengamos entre los más distinguidos.
Un predicador del evangelio presenta el mismo mensaje una y otra vez. No hay variación en los puntos principales. Los títulos de nuestros mensajes, las introducciones y los ejemplos varían y agregan color y dinamismo, pero al margen de ello nuestro mensaje es el mismo, y hablamos de la cruz, la resurrección, el arrepentimiento, la fe y el compromiso con Cristo. De lo contrario, no estamos predicando el evangelio.
Algunos cristianos dirán: “Ya he escuchado todo esto antes.” Por supuesto que lo han escuchado antes. No estamos predicando para ellos; estamos tratando de alcanzar a los perdidos.
El corazón, la médula del mensaje cristiano, puede resumirse en las palabras de Jn. 3:16, el versículo que algunos han llamado el evangelio en miniatura: “Dios de tal manera amó al mundo que dio a su Hijo unigénito”. Predicador, sature a la gente con esta verdad, que por la obra del Espíritu Santo pueda incrustarse en la mente del hombre y permanecer allí para siempre.
3. Lenguaje sencillo. El lenguaje es un puente en la comunicación, y a menos que la gente lo entienda, es ineficaz.
Es crucial que el mensaje evangelístico sea predicado con lenguaje sencillo y comprensible. No ha de ser un tratado teológico profundo, ni tampoco un estudio bíblico. Todo eso es magnífico para los que ya están en “el reino”, pero por amor a los que están afuera es necesario hablar con sencillez y hacer a un lado la jerga cristiana evangélica. Palabras como justificación, redención y regeneración carecen de significado para quien no es creyente en Cristo. El predicador debe simplificar los términos difíciles, o bien usarlos y explicarlos inmediatamente, a fin de poder llegar al corazón de todos los oyentes.4
No me considero un buen predicador. A veces me parece que soy sumamente aburrido. Por otra parte, no hay mucha variedad en lo que digo. Creo que la única razón por la que Dios me usa es que soy simple y explico su Palabra con sencillez de manera que cada uno entiende cómo puede obtener vida eterna.
4. Mensaje e ilustraciones. Las ilustraciones y los ejemplos ayudan a mantener el interés de los oyentes. Alguien dijo que las ilustraciones son como abrir una ventana en una habitación cerrada. Además, la ilustración debe ilustrar una idea o pensamiento, y no simplemente estar allí porque es graciosa y dinámica.
Lo ideal y lo más eficaz es que el predicador use ejemplos e ilustraciones actuales y acordes al tipo de público. De ser posible, los ejemplos deben tomarse de casos de la vida cotidiana, y de cuestiones que resulten familiares a quien escucha.
5. Mensaje de buenas noticias. El mensaje evangelístico no debe ser plataforma de ataque a cierto tipo de personas como si fueran peores pecadores que otros, ni tampoco debe ser ataque de ideas políticas. El mensaje de buenas nuevas es para todo el mundo y gira alrededor de la persona de Jesucristo, exaltando su divinidad, santidad, su muerte en la cruz y gloriosa resurrección.
Nuestro objetivo en el mensaje evangelístico no es atacar al oyente ni ganar discusiones sino conquistar corazones para Dios. No se dé el lujo de ofender a los demás. Proclame de manera positiva y con poder de lo alto las buenas nuevas de vida eterna.5
6. Forma y estructura. Como en todo otro sermón, el evangelístico debe tener cierta forma y estructura. Al preparar el mensaje, mi sugerencia es hacer una lista con el propósito principal, el tema, la manera en que lo enfocará, etc. Recuerde que en un sermón de corte evangelístico uno debe ir de lo que el oyente ya conoce a lo que desconoce. Póngase en lugar de su audiencia y desarrolle el sermón desde esa perspectiva. Cuando uno predica un mensaje temático, debe evitar la tentación de saltar de un pensamiento a otro, sin una transición lógica.
Piense en la introducción. Las primeras palabras son de importancia suprema. Si usted comienza a hablar en forma aburrida y monótona, es probable que no cuente con la atención del público. Si por el contrario comienza de manera dinámica, entusiasta e interesante, los oyentes están en sus manos para que, luego de la introducción, tengan sus oídos abiertos a la parte central del mensaje.6
Es aconsejable que el cuerpo central del sermón cuente con tres puntos principales; tres puntos son fáciles de recordar.
Y por último viene la conclusión, que en un sermón evangelístico es invitar al oyente a tomar una decisión por Cristo. En este momento culminante, el predicador habla con autoridad divina y demanda entrega, aceptación, arrepentimiento y fe en la verdad del Cristo que acaba de proclamar.
7. Necesidad de un clímax. El mensaje evangelístico debe llevar a un clímax de decisión. Habrá aceptación o rechazo, pero no neutralidad. Confrontemos al oyente con la necesidad de una decisión, y presentémosle una encrucijada. En la Biblia hay demandas (Mt. 4:19) y se habla de decisión (Jn. 3:36). El inconverso debe comprender lo crucial de la decisión. Esta decisión de creer es un acto de la voluntad.
Al hablar de clímax no me refiero a algo emocional sino espiritual. Haga que el oyente se encuentre ante una disyuntiva y se pregunte: ¿Qué voy a hacer con Cristo?
Importancia de la invitación
Muchos cristianos ya no persuaden a los inconversos a seguir a Cristo pues están convencidos de que testificar de Cristo es hacer tragar el evangelio a viva fuerza; no testifican pues creen que es suficiente “predicar con el ejemplo”.
La sofisticación podría llegar a ser otra barrera en el evangelismo que demande decisión del oyente. Adoptamos los valores de nuestra sociedad, y no queremos ofender a nadie, parecer raros ni perder nuestro status. Otros cristianos creen que la salvación es responsabilidad exclusiva de Dios, que sólo a El le corresponde intervenir, y por lo tanto no sienten necesidad de persuadir a los incrédulos. Sin embargo, el objetivo de cada creyente en Cristo—y cuánto más de los predicadores y comunicadores cristianos—es entregar el mensaje de salvación y persuadir a otros a que se arrepientan y crean (2 Co. 5:11–13).7
No sugiero que haya que apelar al emocionalismo ni tampoco tener un llamado a la consagración o a la entrega a Cristo cada cinco minutos. Pero si tememos ofender a alguien al hacer una invitación, el evangelismo se estanca y se vuelve inerte. Quienes quieran predicar un evangelismo poderoso deberán practicar un evangelismo de decisión. No basta una presentación del evangelio de manera teológica, doctrinal y bíblica, ya que eso es vital pero incompleto. Yo lo llamo “evangelismo de educación”. La predicación del evangelio debe ir acompañada de una invitación a los que han oído la Palabra y deseen recibir a Cristo.
Si usted quiere ver fruto en la predicación del evangelio, dé a la gente la oportunidad de tomar su decisión. Esto no significa insistir para que levanten la mano o se paren, sino darles una oportunidad clara, abierta y equilibrada para que reciban a Cristo. He aquí yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo (Ap. 3:20). Cristo está diciendo al oyente que debe abrir la puerta, que debe creer.
Al comunicar el mensaje y hacer la invitación, confrontemos al inconverso con compasión y amor a fin de que no cierre sus oídos ni su corazón a la voz de Dios.8 Cuando yo era muchacho, con otros jóvenes cristianos habíamos formado un pequeño equipo evangelístico. Para animarnos en el ministerio varios hermanos de la iglesia compraron una carpa y nos pusieron a cargo de las reuniones. Nos dieron amplia libertad de acción pero nos hicieron una advertencia: no debíamos hacer invitaciones públicas para que la gente recibiera a Cristo. Yo estaba de acuerdo con ellos. Me desagradaba profundamente que algunos predicadores tuviesen un mensaje de 20 minutos y luego pasaran más de media hora haciendo la invitación y casi forzando a la gente a recibir a Cristo. Por cierto que los extremos son negativos. Yo sólo conocía ese aspecto de la invitación en un mensaje. Sin embargo, pasaron los meses y fui dándome cuenta de que un mensaje sin invitación específica era una predicación incompleta. Reconocí mi error y comprendí que la invitación debía formar parte de un mensaje evangelístico, aunque habría que hacerla con equilibrio. La oportunidad de “probar” llegó.
Habíamos ido a predicar a otro pueblo, y esa noche el salón se había llenado. Yo estaba impaciente por predicar y porque iba a hacer la primera invitación pública de mi vida. Mi mensaje fue sencillo, basado en uno de mis textos predilectos, Juan 10:28. Antes de concluir hice la invitación, de la misma forma en que lo he hecho en los años siguientes. Pedí que si deseaban recibir a Cristo, inclinaran la cabeza y oraran al Señor en su corazón. Luego pedí que levantaran la mano quienes hubiesen orado conmigo. Conté treinta y cinco manos y me asusté. Era obvio que los críticos tenían razón. Era todo manipulación emocional.
—Pueden bajar sus manos. Gracias. Ahora déjenme explicarles de nuevo—dije, y dediqué otra media hora al pasaje, poniendo en claro cada aspecto, asegurándome de que comprendían el significado de la vida eterna y de una relación personal con Cristo. Oramos de nuevo y pedí que levantaran las manos: esta vez eran treinta y siete …
Es cierto que ése fue un caso excepcional, sin embargo, me dejó marcado de por vida. Hay quienes podrán criticar mi a veces insistente invitación. La experiencia de mi madre me ha hecho tomar esa determinación. Ella una vez me confesó: “Luis, muchas veces estuve a punto de recibir a Cristo, pero no lo hice porque el predicador no me daba la oportunidad. Te aconsejo entonces que cada vez que prediques el mensaje de salvación hagas la invitación para que la persona reciba a Cristo. Recuerda siempre que tal vez ésa sea la última oportunidad que tenga para recibir al Señor.”
Carlos Finney fue el padre del evangelismo moderno. Poco después de su conversión a Cristo comenzó a celebrar en forma sistemática reuniones de evangelización. A los cuarenta años de edad tuvo una serie de conferencias, y tantas almas se entregaron a Cristo que en un año se formaron siete iglesias, todas apasionadas por la evangelización. Me fascinó enterarme de que Finney abrió la brecha en materia de confrontar al perdido con una decisión inmediata por Cristo. Como abogado que era, después de haber presentado su caso, demandaba un veredicto. Un ejemplo para poner en práctica.
El evangelio es una invitación, una gran invitación a que la gente regrese a Dios, por lo tanto la invitación es parte integral de todo el paquete.
¿Predica usted un evangelio que demanda decisión? ¿O acaso presenta un mensaje diluido que deja a la gente con una sensación agradable en cuanto a usted como comunicador pero nada más …?
¿Cuanto tiempo tendrá que esperar la gente hasta oír el evangelio y luego ser confrontados con la invitación? Jamás olvide que tal vez alguno regrese a su casa sin haber tomado la decisión por Cristo, y nunca vuelva a tener otra oportunidad.
Predicar el evangelio es embarcarse en guerra espiritual, ya que al evangelizar estamos liberando a la gente del reino de las tinieblas y conduciéndolas al reino de Dios. Antes de predicar el evangelio hay varias cosas que recuerdo y me digo: (1) Dios está siendo glorificado pues está acá y está en mí; (2) predicaré su Palabra, de modo que no debo sentirme inseguro; (3) tengo fe en Dios pues El está aquí; (4) Dios habla a través de mí; (5) espero que Dios haga la tarea y convierta a los pecadores; (6) reconozco que por mí mismo no puedo hacer nada, y humildemente confío en Dios; (7) pienso en los perdidos y en su destino eterno, y pido al Señor que me dé compasión por ellos; (8) pido a Dios que reavive a los cristianos a través de la verdad del evangelio; (9) espero cosecha de almas; (10) recuerdo que tal vez ésta sea la última vez que escucharán el mensaje, y pido a Dios que me dé sentido de urgencia.
La incompleta tarea de ganar al mundo para Cristo es enorme. ¿Está usted dispuesto a mostrar compasión por los perdidos y a tener un sentido de urgencia en ganarlos para Cristo? ¿Está usted dispuesto a ser un obrero de Dios y a servirle con valentía santa?
Comience a actuar ya mismo para acabar el trabajo que aún hay por delante.
Para recordar:
1. Diagnóstico del ser humano
*      El ser humano no desea a Dios (Ro. 1:28), por eso por regla general no va a escuchar el evangelio.
*      Los inconversos no desean vivir en santidad (Job 21:14–15)
*      Los inconversos no desean vivir controlados por Dios (Lc. 19:14; Jn. 3:19; 12:43; 1 Ti. 6:10; 2 Ti. 3:2).
*      Los inconversos no desean a Cristo como Salvador (Jn. 5:4). Hasta los muy religiosos se incomodan cuando hablamos de la necesidad de un salvador.
2. Diagnóstico de los inconversos en cuanto a su entendimiento
*      Son ignorantes de las cosas de Dios (1 Co. 1:21).
*      Son ignorantes del regalo de Dios (Jn. 4:10).
*      Son ignorantes de su verdadera condición perdida.
*      Son ignorantes de los caminos de Dios (Ro. 3:17).
3. Diagnóstico de los inconversos en cuanto a su voluntad
*      Su voluntad está en esclavitud y tiene prejuicios (Jn. 15:25).
*      Son esclavos de las pasiones (Gá. 5:17).
*      Son esclavos del orgullo (Mt. 18:3).
*      Son esclavos del temor. Lc. 14:27 atemoriza a muchos, y por eso no quieren seguir a Jesús.
BIBLIOGRAFIA
FOUNTAIN, Thomas. Claves de interpretación bíblica. Buenos Aires: Casa Bautista de Publicaciones, 1971
GIBBS, Alfredo. Lecciones para el que quiere predicar. México: Emmaus, 1972
SPURGEON, C. Discursos a mis estudiantes. Casa Bautista de Publicaciones, 1981
STIBBS, Alan. Exponiendo la palabra. San Ignacio, Misiones: Hebrón, 1977
STOTT, John R. W. Cómo comprender la Biblia. Buenos Aires: Certeza, 1977
———. El cuadro bíblico del predicador. Clie, 1975.
TENNEY, C. Merrill. Gálatas, la carta de la libertad cristiana. Michigan: Ed.Tell
TORREY, R. A. Cómo estudiar la Biblia. San José: Caribe, 1961.
TRENCHARD, Ernesto. Normas de interpretación bíblica. Madrid: Ed. Literatura Bíblica, 1972.
———. Consejos para jóvenes predicadores. Madrid: Ed. Literatura Bíblica, 1961
WRIGHT, CHRIS. Guía del lector de la Biblia. Miami: Unilit, 1984
1
“Juan Calvino: teólogo y evangelista”, por C. George Fry, revista Christianity Today, Octubre 23, 1970.
(Obra citada.)
2
El secreto de Calvino en el arte de testificar puede resumirse de la siguiente manera:
a. Se dio cuenta de que teología y evangelización van de la mano.
b. Se dio cuenta de que el evangelismo personal era el trabajo más urgente de la iglesia cristiana.
c. Se dio cuenta de que el evangelismo doctrinal era el trabajo más socialmente relevante de la iglesia.
d. Se dio cuenta de que el evangelismo planificado era el trabajo más universal de la iglesia.
e. Se dio cuenta de que el evangelismo pastoral era el trabajo más unificador.
3 Ver Hch. 17:16–34, cuando el apóstol Pablo está en Atenas, la gran capital intelectual de ese día.
4 Mi colega Jaime Mirón vivió una experiencia que ilustra la importancia de emplear palabras sencillas. Jaime estaba en la plaza de una populosa ciudad con el fin de escuchar a varios hermanos predicar el evangelio en una reunión al aire libre. El mensaje fue predicado fielmente, pero en términos tan académicos que se hubiera necesitado un diccionario de teología para entenderlo. Como resultado, los oyentes no comprendieron y se burlaron de los cristianos que habían predicado, y éstos se fueron suponiendo que habían sufrido “por causa de la justicia”.
5 En su libro Cristianismo básico, John Stott da un excelente punto de partida en cuanto al contenido básico del mensaje evangelístico: (a) La persona de Cristo; (b) la necesidad del hombre; (c) la obra de Cristo; (d) la respuesta del hombre.
6 Hay dos ideas que debemos tener en mente en forma continua. En primer lugar, cuál es la doctrina básica que quiero enfatizar en el mensaje. En segundo lugar, cuál es la necesidad del oyente, en qué está interesado. De alguna manera, debo conectar la doctrina principal del mensaje con esa necesidad del oyente.
7 Hay peligro en la extrema exaltación de palabras amables, un mensaje indirecto y los métodos “discretos” y carentes de confrontación.
8 Ver Jos. 24:15; 1 R. 18:21; Mr. 10:21.

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