En las cuevas de Altamira ya buscaban a Dios
«Los símbolos de la prehistoria», un ensayo de Raquel Lacalle, encuentra indicios de creencia religiosa.
15 de febrero de 2011, SANTANDERLos habitantes de las cuevas de Altamira debieron darle un sentido religioso a su existencia. Esto lo interpreta la investigadora Raquel Lacalle en su último ensayo, en el que investiga el arte rupestre del Paleolítico superior y compara los elementos simbólicos allí dibujados con las mitologías posteriores, encontrando conexiones evidentes entre los conceptos divinos de las culturas megalíticas europeas y las posteriores tradiciones.
El ensayo, publicado en la editorial Almuzara, aporta nuevas interpretaciones a los clásicos elementos allí hallados. Así, el toro, el bisonte o el caballo son estudiados como «símbolos» que contendrían un significado más allá de la lectura habitual, que los interpreta como una descripción de rituales mágicos para la caza.
En este sentido, su lectura revela la naturaleza de la «primigenia religión, unas creencias de carácter astral-naturalista, dirigidas a la Diosa Madre, Madre-creadora y Madre Naturaleza, y a los astros, codificados bajo formas animales», tal y como señala la editorial en una nota. Así, la dualidad que caracteriza al arte paleolítico, reflejada principalmente a través de la pareja caballo-bisonte/toro «se entendería como una representación de la díada divina: el sol y la luna».
El interés de estas conclusiones radica en que «habitualmente se consideraba que las religiones astrales surgían a partir del Neolítico», un hecho que desmonta la autora al considerar que «no se había tenido en consideración que las formas animales del arte pleistocénico pudieran poseer un sentido simbólico».
Estos primitivos cultos impregnarán manifestaciones posteriores, manteniendo vivos muchos de sus elementos. Los símbolos de la Diosa, el caballo, el toro, el ciervo, la serpiente, volverán a reaparecer en culturas posteriores. Las religiones surgidas a partir del Holoceno reciben esta influencia, entre ellas la «religión megalítica», que «es receptora de buena parte de este simbolismo que surge por primera vez en las cavernas-santuarios paleolíticas».
En concreto, la herencia de esta «primigenia religión» se detectará en los principios constituyentes de múltiples religiones, así como en cuentos y leyendas populares. Del análisis de conjunto se extrae la conclusión sobre «el importante papel desempeñado» por el culto a los astros en la génesis del pensamiento religioso, siendo «el inspirador de imágenes e ideas míticas».
De manera que «se entendería así que las antiguas creencias religiosas habrían surgido como consecuencia de la veneración de los fenómenos celestes y los personajes de cuentos y leyendas serían vestigios de esta antigua concepción astral-mitológica del mundo».
El ensayo, publicado en la editorial Almuzara, aporta nuevas interpretaciones a los clásicos elementos allí hallados. Así, el toro, el bisonte o el caballo son estudiados como «símbolos» que contendrían un significado más allá de la lectura habitual, que los interpreta como una descripción de rituales mágicos para la caza.
En este sentido, su lectura revela la naturaleza de la «primigenia religión, unas creencias de carácter astral-naturalista, dirigidas a la Diosa Madre, Madre-creadora y Madre Naturaleza, y a los astros, codificados bajo formas animales», tal y como señala la editorial en una nota. Así, la dualidad que caracteriza al arte paleolítico, reflejada principalmente a través de la pareja caballo-bisonte/toro «se entendería como una representación de la díada divina: el sol y la luna».
El interés de estas conclusiones radica en que «habitualmente se consideraba que las religiones astrales surgían a partir del Neolítico», un hecho que desmonta la autora al considerar que «no se había tenido en consideración que las formas animales del arte pleistocénico pudieran poseer un sentido simbólico».
Estos primitivos cultos impregnarán manifestaciones posteriores, manteniendo vivos muchos de sus elementos. Los símbolos de la Diosa, el caballo, el toro, el ciervo, la serpiente, volverán a reaparecer en culturas posteriores. Las religiones surgidas a partir del Holoceno reciben esta influencia, entre ellas la «religión megalítica», que «es receptora de buena parte de este simbolismo que surge por primera vez en las cavernas-santuarios paleolíticas».
En concreto, la herencia de esta «primigenia religión» se detectará en los principios constituyentes de múltiples religiones, así como en cuentos y leyendas populares. Del análisis de conjunto se extrae la conclusión sobre «el importante papel desempeñado» por el culto a los astros en la génesis del pensamiento religioso, siendo «el inspirador de imágenes e ideas míticas».
De manera que «se entendería así que las antiguas creencias religiosas habrían surgido como consecuencia de la veneración de los fenómenos celestes y los personajes de cuentos y leyendas serían vestigios de esta antigua concepción astral-mitológica del mundo».
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