viernes, 24 de abril de 2015

Es imposible y riesgoso pensar en desarrollar una estructura celular para la iglesia sin una adecuada comprensión de su naturaleza y función

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
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¿Puede uno ser cristiano y no ir nunca a los cultos de la iglesia o participar de sus ministerios? Por supuesto, debemos definir qué significa la frase “ir a la iglesia.” Para muchos, se trata simplemente de cumplir con los deberes religiosos que mayormente se llevan a cabo en un edificio eclesiástico o en el templo. La Biblia condena la práctica sin propósito de asistir a una reunión institucional por razones equivocadas (Sal. 50; Is. 1; Am. 5:21–24, etc.) La participación en el culto público cristiano no es indicación necesaria de una fe cristiana auténtica y madura. Seguir las rutinas de la gimnasia religiosa cristiana no lo hace a uno cristiano. Tampoco la visita a un templo cristiano nos convierte automáticamente en tales. De hecho, en el Nuevo Testamento no hay una sola indicación de que debemos asistir a los cultos en el templo, o lo que es peor, según se dice con lamentable frecuencia, “ir a la iglesia.” Más bien estas expresiones y actitudes parecen ser resabios de paganismo más que expresión de la voluntad de Dios, según está registrada en su Palabra inspirada. Como indica Thomas Goslin: “Cuando los fundadores de la iglesia primitiva hablaban de iglesias, ekklesia, se estaban refiriendo a comunidades de creyentes reunidos, no a edificios.” A su vez, Elmer Towns afirma: “En la iglesia primitiva es claro que los ‘edificios que llamamos iglesias’ no existieron como tales sino hasta el segundo o tercer siglo.”3
Lo que sí está claro en las páginas del Nuevo Testamento es la necesidad de reunirnos como ekklesia del Señor, como la asamblea de los que hemos sido llamados del mundo para constituir en su nombre una comunidad nueva, la comunidad del pacto. Por eso, así como en ninguna parte se nos dice que debemos asistir a un templo, sí se nos amonesta a no dejar de congregarnos, “como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca” (He. 10:25). La fe cristiana auténtica no se pone en evidencia en un edificio sino con una Presencia, la presencia de Aquel que dijo: “Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt. 18:20).
¿Por qué es esto así? Porque uno no puede realmente ser un cristiano en soledad y aislamiento. El cristianismo, como el judaísmo, es corporativo y gregario desde sus mismas raíces. Es absolutamente esencial para los hijos de Dios aprender, trabajar y actuar juntos en el reino. Dios ha querido y planeado las cosas así para nosotros. La relación de persona a persona está en el corazón mismo de la doctrina y la vida de la iglesia, que no es un edificio sino una comunidad llamada por Dios y reunida en su nombre. La esencia, pues, de esta comunidad de personas no está en su lugar de reunión (templo), sino en que se reúne en un lugar (congregación). Como se ve, se trata de una experiencia dinámica y no estática; se trata de congregar y no de concentrar.
En años recientes, el modelo de la iglesia celular ha demostrado ser uno de los más efectivos no sólo en el desarrollo de relaciones de persona a persona, sino también en términos del crecimiento integral de la iglesia. Mejor que cualquier otra estructura eclesiástica desarrollada a lo largo del paradigma de cristiandad, la estructura celular permite darle expresión eclesiológica a la iglesia como una comunidad de personas y no como una institución, como creyentes que se reúnen (congregan) y no como creyentes que se concentran en un templo para dar expresión institucional a su fe. La iglesia como un organismo vivo se halla en directo contraste a la visión de muchos de que la iglesia es principalmente una institución. La Biblia más bien presenta un cuadro diferente. En sus páginas, la iglesia es vista como la familia espiritual viviente del pueblo de Dios. Howard A. Snyder subraya este punto al decir: “El poder de ver a la iglesia como la comunidad del pueblo de Dios ha estado desafiando y minando los modelos atrincherados de la iglesia como una institución religiosa dedicada a una especie de trabajo técnico espiritual.”
A medida que vamos entrando en el siglo XXI y se va haciendo cada vez más evidente la decadencia del paradigma de cristiandad y la profundización de la crisis de algunas de sus expresiones más recientes, como el denominacionalismo, el eclesiasticismo, el clericalismo, el formalismo religioso, el dogmatismo, el fundamentalismo, el divisionismo y otras plagas que han frenado el testimonio y crecimiento de las iglesias, va creciendo el aprecio por la iglesia celular y sus enormes posibilidades para la evangelización y el discipulado, y, en consecuencia, el crecimiento de la iglesia. La iglesia del presente y seguramente del futuro será una iglesia celular. La necesidad de completar la misión asignada por el Señor a la iglesia así lo demanda.
En esta Unidad nos vamos a preguntar cuáles son los fundamentos de la iglesia celular. Es imposible y riesgoso pensar en desarrollar una estructura celular para la iglesia sin una adecuada comprensión de su naturaleza y función. Consideraremos los fundamentos bíblico, histórico, teológico y misiológico.
 
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