miércoles, 12 de agosto de 2015

Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
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SERMONES Y SU CONSTRUCCIÓN
Las bienaventuranzas 
Mateo (5:1–12)
1  Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. 
2  Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo: 
3  Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. 
4  Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. 
5 Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. 6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. 7 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. 
8  Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. 
9 Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. 10 Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos       es el reino de los cielos. 
11 Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda             clase de mal contra vosotros, mintiendo. 
12 Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así                   persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.

La palabra bienaventurado es traducción del adjetivo griego MAKARIOS, que significa dichoso, feliz.1 El erudito griego Spiros Zodhiates, en su interesante trabajo La búsqueda de la felicidad, escribe al respecto: “Los griegos emplearon el adjetivo MAKARIOS no sólo para describir a los dioses sino también a los muertos benditos. La idea era que los muertos no estaban aniquilados sino transferidos de una esfera a otra, donde no estaban sujetos a la miseria ni al sufrimiento. El mundo más allá era el mundo de los dioses, y por ende el mundo de la bienaventuranza. La enseñanza de Cristo, sin embargo, va más allá de esta promesa de bienaventuranza después de la muerte.”
Lo contrario a bienaventuranza sería “ay” (Mt. 18:7; 23:13). Con eso en mente, podríamos leer las bienaventuranzas de la siguiente manera: “Ay de los que no son pobres en espíritu, pues no verán el reino de los cielos. Ay de los que no lloran, pues ellos no serán consolados …” etc.
El Sermón del Monte se inicia con ocho bienaventuranzas que incluyen diversas facetas de la vida social, y muy especialmente del carácter cristiano,2 y que a la vez son motivo de consolación, esperanza y estímulo espiritual. Con esas bienaventuranzas el Señor muestra cómo debe prevalecer el espíritu digno del reino de los cielos, y que debe empezar a ejercitarse aquí en la tierra hasta cuando se perfeccione en el más allá.1 Expresan la felicidad en grado superlativo, no sujeta a las cosas cambiantes o circunstancias externas sino nacida por la verdadera experiencia interior de comunión espiritual con Dios. Es decir que la felicidad del cristiano no depende de las circunstancias sino que se origina en su interior mediante la comunión con Cristo, y a pesar de las dificultades y penurias externas.2
El Señor comienza hablando de la posibilidad de bienaventuranza, para luego demostrar que la justicia humana—tal como la veían y buscaban los judíos—no puede producir dicha bienaventuranza. Esta no está basada en el esfuerzo propio o la justicia individual. Ninguna de las bienaventuranzas se refiere a una tendencia natural o temperamento innato, sino a la obra sobrenatural del Espíritu Santo.3
De tales bienaventuranzas sólo gozarán los ciudadanos del reino de los cielos, es decir, aquellos que en verdad aceptan a Cristo como Rey de su vida y experimentan la obra de Jesús en ellos; así son capacitados espiritualmente por El para seguir el camino de sus enseñanzas. Todas las bienaventuranzas son para todos los creyentes, y de tal manera difieren de los dones espirituales donde ciertos dones son para algunos, y ciertos otros para otros.
Cada bienaventuranza consta de dos bendiciones. La primera es igual en todos los casos: bienaventurados, felices, dichosos. La segunda bendición varía según la situación de cada uno: los que lloran recibirán consolación, los de limpio corazón verán a Dios, etc.
Tal como en el tiempo de Cristo, en nuestros días hay gran necesidad de reflexionar en las bienaventuranzas, imbuirse de su espíritu y practicarlas. Hoy ofrecen a los hombres cansados una fuente cristalina donde beber y encontrar refrigerio para su espíritu fatigado y sediento.
1) Pobreza (v. 3). Al hablar de los pobres en espíritu, Jesús no se refería a los pobres económicamente (ver Lc. 6:20) pues el reino de los cielos no se adquiere por el hecho de ser un necesitado en la esfera monetaria. Jesús habló de pobreza aguda trasladada a la esfera espiritual. Sin embargo, pobres en espíritu no son los carentes de entusiasmo y energía, los pasivos, indiferentes, incautos, necios ni los de escaso juicio y falta de entendimiento. Pobres en espíritu son aquellos cuyos corazones no están llenos de soberbia, orgullo y vanidad; los que no son sabios en su propia opinión ni piensan jactanciosamente acerca de sí mismos. Por el contrario, son humildes en las cuestiones espirituales pues reconocen que en sí nada son, nada valen; saben que si algo tienen, lo deben al Señor, Dador de todo don perfecto (Stg. 1:17), y por eso mismo de El deben esperarlo todo y depender siempre. El Señor está hablando de los que saben que son pobres en espíritu, pues los tales conocen su necesidad y desean riqueza espiritual.
Los pobres en espíritu reconocen su propia flaqueza y debilidad, su necesidad de bendiciones espirituales, de buscar del Señor socorro y fortaleza para su espíritu; y a El acuden, sabiendo que “los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado” (Sal. 51:17), y recordando la promesa de que Dios mirará al pobre y humilde de espíritu (Is. 66:2). Los pobres en espíritu confían en Dios con la sencillez de los niños, como el publicano de la parábola.1
Sin embargo, ser pobre en espíritu no quiere decir que no hemos de usar nuestra mente. No dice “pobre en intelecto” sino en espíritu. Jesús a los doce años ya maravillaba a los maestros de la ley, y al mismo tiempo crecía en sabiduría y gracia para con Dios y los hombres (Lc. 2:46–47, 52). Por otro lado, Salomón pidió sabiduría, la recibió, pero no fue pobre en espíritu sino que confió en su propia habilidad.
Los bienaventurados buscan humildemente las riquezas de las glorias de Cristo y participan de las bendiciones que el reino de Dios ofrece en este mundo y en el cielo (Lc. 18:14; Stg. 2:5). Por eso son ensalzados como herederos del reino de los cielos para disfrutar de las prerrogativas, riquezas y dignidades de ese reino donde todo es luz y alegría, en contraposición con la pobreza espiritual que por momentos ahora los entristece (Is. 57:15).
La mayoría de los judíos esperaba un mesías político que tomara control del reino y los liberara y fuera su rey. En contraste, Jesús declara que su reino es para los pobres en espíritu, los humildes (Ro. 14:17). Juan Calvino dice: “Quien es reducido a nada en sí mismo y confía en la misericordia de Dios, es pobre en espíritu.”
2) Llanto (v. 4). Jesús también llamó bienaventurados a los que lloran. No se refirió a los que lloran a la ligera, y sólo por llorar. El N.T. emplea nueve palabras diferentes para expresar tristeza. En este caso el término griego1 es el más fuerte de todos y expresa el lamento de un corazón quebrantado. Serán consolados aquellos cuyo llanto está de acuerdo con la situación. Ejemplos:
(a)     Quienes lloran por su pecado personal, sienten la profunda separación que ha causado entre Dios y ellos, y reconocen su miseria espiritual. Así lloran por verdadero arrepentimiento (2 Co. 7:10).2
(b)     Quienes lloran por los pecados de otros o por el estado pecaminoso de la sociedad en general. Jesús, por ejemplo, lloró sobre Jerusalén (Lc. 19:41) y al llegar a la tumba de Lázaro.3
(c)     Quienes lloran porque el alma humana se conmueve ante eventos tristes,4 y también por las tribulaciones temporales y otras pruebas en la vida cristiana.
Por otro lado están quienes lloran pero no de acuerdo a la voluntad de Dios. Estos no recibirán consolación por ese llanto pues
(a)     Lloran por cosas frívolas. Es lícito hacerlo, pero no deben esperar consolación de parte de Dios.
(b)     Lloran por no haber podido satisfacer un profundo deseo, como en el caso de Amnón, que se enfermó y lloró por desear sexualmente a Tamar (2 S. 13), o el rey Acab, que se entristeció por no poder comprar la viña de Nabot (1 R. 21:4).
(c)     Lloran por las consecuencias del pecado, no por el pecado en sí (Pr. 5:11, 12; Mt. 27:3).
(d)     Lloran creyendo que al hacerlo se puede ganar el favor de Dios.
Quienes lloran en la voluntad de Dios son bienaventurados porque recibirán consolación. Empezarán a recibirla directamente del mismo Señor, quien también les dará paz y gozo (Is. 61:3). Pablo habla del “Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestra tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar …” (2 Co. 1:3–4).
A muchos les hace falta llorar con verdadero reconocimiento de sus pecados. Y a muchos que lloran les hace falta acudir al verdadero Dios de la consolación en vez de ir a pretendidos intercesores y substitutos de Cristo, como es común en nuestros pueblos latinos.
LA CONSOLACIÓN DE DIOS
Cómo consuela Dios:
(a) Por el Espíritu Santo (Sal. 34:18; 147:3; Jn. 14:16).
(b) Por las promesas de la Escritura (Ro. 15:4; 2 P. 1:4).
(c) Con los grandes himnos de la fe cristiana.
(d) Por la mucha oración del cristiano (Stg. 5:13).
(e) Por medio de otros creyentes (2 Co. 1:3–7).
(f) Con la consolación final en cl cielo (Ap. 21:4).
3) Mansedumbre (v. 5). La definición corriente de manso es alguien benigno, suave, apacible, sosegado, tranquilo. Sin embargo, la mansedumbre de que habla la Biblia no implica rebajarse ni arrastrarse; no es mansedumbre de servilismo, cobardía ni renuncia indebida a nuestros legítimos derechos.1
La mansedumbre de la cual se habla aquí hace referencia al sentir que hubo en Cristo (Mt. 11:29),2 a no tener un ánimo dado a la ira, la soberbia, la malicia; a no tener un espíritu rencoroso y vengativo, sino dócil, apacible, paciente con quienes nos ofenden. En vez de estar siempre dispuestos a devolver mal por mal, ser mansos es estar prontos a vencer “con el bien el mal” (Ro. 12:21), y aun a sacrificar nuestros derechos si acaso de esa manera se puede servir mejor al Señor. Los mansos son quienes confían y esperan plenamente en Dios, no en sí mismos.
Los mansos son bienaventurados “porque ellos recibirán la tierra por heredad.” Para algunos comentadores la Canaán terrenal es tomada aquí como figura de la Canaán celestial. La “tierra” se entiende en sentido espiritual y significa el reino de Dios (Sal. 37:22, 29, 34; Hch. 13:19; Ap. 5:10). La expresión “la tierra por heredad” también se interpreta como una frase proverbial entre los judíos que expresaba el máximo bienestar. Es como si Jesús hubiera dicho: “Los mansos gozarán las mayores bendiciones imaginables”.1 ¡Cuántas bendiciones reciben aquí en la tierra quienes cultivan tal espíritu de mansedumbre, y cuántas calamidades evitan! El espíritu manso prodiga bendición, y por la falta de ese espíritu vemos violencia, engaño, destrucción y muerte. Otras serían las condiciones sociales en Latinoamérica y el mundo entero si cultiváramos en verdad ese espíritu de mansedumbre.
4) Hambre y sed (v. 6). Los oyentes entendían con claridad las imágenes de “hambre y sed”. La mayoría eran pobres, al punto de poder comer carne sólo una vez por semana. Por otro lado, la falta de agua que estuviera accesible en todo momento y los fuertes ventarrones y polvaredas, hacían que entrara polvo en la garganta y produjera mucha sed. Desde el punto de vista físico, a menudo tenían hambre y sed.
Hambre y sed de justicia pueden considerarse desde dos puntos de vista: uno personal y otro colectivo. En el sentido personal, debemos tener en cuenta la justicia que se nos imputa al recibir a Cristo (Ro. 5:1), y la vida de rectitud posterior.
La sed de justicia para el no cristiano indica un profundo anhelo, una ardiente ansia de verse libre de la mancha del pecado (Sal. 42:1–2; 63:1) y de ser revestido de la justicia que declara al alma limpia e inocente (2 Co. 5:21). Esa es la justicia que se recibe cuando se acude a Cristo llevando a su presencia nuestros pecados, fatiga, dolor y ansiedad.2 Muchos de los oyentes eran fariseos, y Jesús había advertido que para entrar al reino de los cielos la justicia debía superar la de esos líderes religiosos (Mt. 5:20). La única manera de gozar del reino de Dios es a través de la justicia de Cristo, que estaba en total disonancia con la de los fariseos. Quienes quieran la justicia interior, serán saciados pues han de ser justificados de tal manera que no sólo serán declarados justos en la presencia divina, sino que también serán vestidos de la misma justicia de Cristo.
Para el cristiano la justicia en esta bienaventuranza no es la que le ha sido imputada sino la personal que íntimamente él anhela. Por un lado es su deseo de estar libre del poder del pecado; también es su anhelo de verse libre del deseo del pecado ya que algunos pecados son placenteros (He. 11:25); es asimismo su deseo de ser semejante a Cristo (Ro. 8:29), de ser justo y hacer justicia.1
En el griego, el uso del participio al hablar de los hambrientos y los sedientos, habla de una acción continua. No es una vez y para siempre sino que la persona sigue teniendo hambre y sed de justicia. Podríamos decir que mientras más hambre y sed tenga, más saciado será (Fil. 1:9–11).
El Señor promete saciar a quienes tienen hambre y sed de justicia.2 Para el no convertido, la salvación y justificación (justicia imputada), llena el vacío. La palabra traducida “saciados”3 significa engordado, llenado o satisfecho con comida. En un mundo insatisfecho, Cristo viene a morar en la vida de la persona y la satisface.
LOS QUE TIENEN HAMBRE Y SED DE JUSTICIA
     Verán la total falta de méritos de su propia justicia.
     Verán la imperiosa necesidad de la justicia de Dios.
     Evitarán todo lo que se opone a la justicia. (No se refiere a ser separatista sino a saber cuándo la literatura, la TV, las conversaciones, etc. afectan sus pensamientos y su corazón.)
     Caminarán por senda de rectitud, se pondrán en situaciones donde puedan promover la justicia en sus vidas (He. 10:22–25).
     Leerán biografías de los grandes hombres de Dios en la historia.
     Pasarán tiempo en la meditación de las Escrituras.
     Pasarán tiempo en la presencia de Dios en oración.
5) Misericordia (v. 7). El Dios misericordioso (Dt. 4:31; Jer. 3:12; Lc. 6:36; He. 2:17–18) pide a los cristianos que sean de la misma manera. La misericordia no es un don espiritual reservado sólo para algunos, sino que es un llamado a todos los hijos de Dios.
Los creyentes del primer siglo vivían en una sociedad sin misericordia. Un filósofo romano llegó a afirmar: “La misericordia es una enfermedad del alma.” Los romanos predicaban cuatro virtudes cardinales: la sabiduría, la justicia, el valor y la templanza, mientras que la misericordia se destacaba por su ausencia. La virtud de ser misericordioso incluye la idea de ser compasivo, de conmoverse frente a las necesidades y sufrimientos de otros. En lugar de ver con indiferencia al que padece y pasar inadvertidamente a su lado, sentimos simpatía e interés por él. Pero la misericordia no se queda en la mera contemplación del dolor sino va más allá, tratando de remediarlo.
Esta misericordia hace bienaventurado al que la practica, y la enfocamos desde dos puntos de vista. El primero implica socorro material: dar pan al hambriento, agua al sediento y medicina al enfermo; vestir al desnudo, estrechar entre los brazos bienhechores de la caridad a tantos que necesitan ese abrazo compasivo.1
El otro aspecto incluye preocuparse por las necesidades y miserias espirituales de quienes nos rodean. Si es menester remediar las necesidades materiales, más aún lo es remediar las espirituales. Eso es lo que más preocupó a Cristo, quien tuvo compasión de la gente porque la vio como ovejas sin pastor, y por eso dio su vida en el Calvario. ¡Cuántos hay a nuestro alrededor que sufren moral y espiritualmente por causa del pecado, víctimas de las drogas, del alcoholismo y de otros vicios que los inutilizan para el trabajo, el hogar, la sociedad y la patria! ¡Cuántos otros, en medio de sus problemas internos, necesitan una oportuna palabra de consuelo, de orientación, de perdón, una palabra que sea como un refrescante vaso de agua fría para sus fatigados espíritus! Practicar misericordia es dar dicho vaso de agua llevando el mensaje de salvación en Cristo, en quien encontrarán la bendición que necesitan. Esto también es hacer obra de buen samaritano.
Nuestra misericordia es resultado de ser conscientes de que somos indignos de la misericordia de Dios, ya que tratamos de reflejar hacia otros algo de la misericordia que Dios nos ha mostrado.
Los misericordiosos son bienaventurados “porque ellos alcanzarán misericordia”. No se refiere a misericordia que recibamos del mundo sino del Señor. Con el misericordioso, Dios se mostrará misericordioso (Sal. 18:25).1 Tanto en forma material como espiritual la bendición divina se mostrará misericordiosamente con los misericordiosos, socorriéndolos en sus necesidades y recompensándoles por lo que han practicado.2 Que por la gracia divina tengamos ese sentir de misericordia que hubo en Cristo.
6) Limpieza (v. 8). Bíblicamente hablando, el corazón no es sólo el asiento de las emociones sino el centro mismo del ser humano (1 S. 16:7; Jer. 17:9; Ez. 36:26 Mt. 15:19; Stg. 4:8). El corazón es la vida interior del hombre.3
Corazón limpio,4 en el original da la idea de algo sin doblar. Cuando se dobla un papel, por ejemplo, una parte queda escondida; pero si ese papel no se dobla toda la superficie queda al descubierto. El corazón limpio es el corazón sencillo, sin dobleces, que no sirve a dos señores, sin cosas escondidas, sin doble vida (Sal. 19:14; 24:3–4; 86:11; Jer. 32:39; Mt. 6:24; 12:25). La idea de corazón limpio nos hace pensar en el primer y más grande mandamiento: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mt. 22:37).
¿Cómo se limpia el corazón? La palabra original griega también conlleva la idea de purificación, de limpieza de pecado. Se necesita algo que limpie el corazón y lo deje en condiciones de ver a Dios. Ese algo no son las obras de caridad, pues según las Escrituras ellas no limpian la mancha de nuestros pecados; tampoco la moralidad, ni la religiosidad, ni la educación, ni la cultura. El primer paso para la limpieza del corazón es la salvación del alma (Is. 1:18; Ez. 36:26). Lo único que en la presencia de Dios puede limpiar nuestro corazón corrompido es la sangre de Cristo (1 Jn. 1:7).1 También limpiamos nuestro corazón al orar a Dios (Sal. 51:10), confesarle nuestros pecados (1 Jn. 1:9) y solucionar los problemas que contribuyeron al corazón de doble ánimo (Stg. 4:8).
Los de limpio corazón son bienaventurados “porque ellos verán a Dios” en el sentido de gozar en el cielo de la gloria de su presencia y de toda la felicidad que El, en virtud de su redención, ha prometido a los suyos. Si se considera un privilegio especial ser admitido a la presencia de un soberano y verlo cara a cara, ¡cuánta mayor bienaventuranza ser admitido en la presencia del Rey de reyes!
Por otra parte, esta bienaventuranza tiene cumplimiento aquí en la tierra. Al tener una estrecha comunión con Dios, el cristiano de limpio corazón verá en su vida bendiciones divinas como no experimentan los que andan en la senda de pecado. Dios se revelará en forma especial a los que tienen corazón limpio, y sólo a ellos.
VER A DIOS
Maneras en que los de corazón limpio verán a Dios:
(a) En la historia. Verán a Dios moviéndose a través de la historia.
(b) En la naturaleza. Verán a Dios como Creador de todo, y sus corazones se elevarán en alabanza y adoración.
(c) En los eventos de la vida diaria. Los de limpio corazón ven a Dios desarrollando y moldeando la vida del creyente.
(d) En las Escrituras.
7) Pacificación (v. 9). Paz viene del hebreo SHALOM, y da la idea de completar un círculo. Si éste está roto, no hay SHALOM, y lamentablemente existen muchos círculos incompletos debido a divisiones y enemistades.
Para algunos la paz es sencillamente falta de conflicto, pero sin embargo puede haber paz y al mismo tiempo una guerra fría. Aunque es posible que en el griego la palabra EIRENE signifique “cesar la guerra”, más bien hace referencia a la reconciliación entre dos amigos, a sanar las heridas. El término también se usaba para hablar del estado del ser interior de una persona.
La paz es un don de Cristo (Jn. 14:27; 16:33; Ro. 5:1; Fil. 4:7), expresa la esencia del evangelio (Hch. 10:36), y es el saludo favorito de los escritores del N.T.1
En un mundo lleno de divisiones (1 Co. 3:3; Jud. 19), Dios aborrece la falta de paz y la discordia entre hermanos (Pr. 6:16, 19). Parte de la vida cristiana consiste en buscar la paz en todo (Ro. 14:19; 1 Ti. 2:2; Stg. 3:18). Ser pacificador es una de las virtudes más nobles del corazón humano, y también una de las virtudes de más necesaria ejecución en bien del individuo y de la sociedad. Ser pacificador es lo contrario a ser agitador, a fomentar (en razón de intereses personales o espíritu insidioso y mezquino) contiendas, divisiones y odios mediante habladurías, chismes, manejos subversivos y otras tantas maniobras torcidas.
El pacificador lleva a cabo su obra con miras rectas y dignas; se esfuerza para procurar y preservar la paz entre amigos y enemigos, entre los individuos y la comunidad. Y para lograr tan loable fin, trata de seguir hasta donde más pueda “la paz con todos” (He. 12:14); trata de evitar lo que dificulte las buenas relaciones y sirva de combustible para aumentar el fuego existente. Además el pacificador hace cuanto esté a su alcance para apagar toda candela insidiosa, para abonanzar el mal ánimo entre otros y conseguir que el árbol de la paz eche raíces, se sostenga y crezca, y reine entonces la armonía, la cordialidad y el buen entendimiento.
Por eso mismo la misión del pacificador requiere paciencia, tacto, delicadeza, espíritu de sacrificio, amor a la paz y a quienes no gozan de tal bendición. Y demanda sobre todo hacerla con la visión y en el espíritu de Cristo, quien es el Príncipe de paz (Is. 9:6).
Hay una urgente necesidad de esa clase de personas, pues ¡cuánta discordia, malos entendidos, espíritu de pleito, agitación, violencia, odio y venganza arde en nuestros pueblos latinos y en el mundo entero! Faltan pacificadores como los que Cristo llama bienaventurados, y sobran agitadores que siembran la incomprensión, la amargura y la enemistad. Así como se necesita la luz cuando nos envuelven las tinieblas, el pan cuando prevalece el hambre y la lumbre cuando hace frío, hoy se requieren con urgencia los emisarios de paz.
LO QUE NO HACE EL PACIFICADOR
El pacificador trae paz por medio de la justicia de Dios (Sal. 85:10; Is. 32:17; 60:17; He. 12:11, 14) por lo tanto …
a) … no hace tratados. Un tratado es un convenio provisorio entre partes beligerantes a fin de cesar la contienda y tiene que ver con la guerra externa. La paz también incluye la del corazón. Un tratado es temporal; la paz incluye dejarlos de lado, y a la vez agregar los planes de Dios. Un tratado puede dejar como resultado odio, amargura y resentimiento, mientras que la paz pone todo al pie de la cruz.
b) … no es quien sólo aplaca los ánimos y tiene como lema “paz a toda costa”. El pacificador busca la paz de acuerdo a la verdad de Dios y a los principios bíblicos—a pesar de que ello pueda aumentar el conflicto en vez de traer paz (Mt. 10:34).
c) … no niega el conflicto ya que para solucionar una contienda y conseguir paz hay que admitir la existencia de un problema.
d) … no toma partido, sino que elimina la mentalidad de que debe haber un vencedor.
Para ser un pacificador antes que nada hay que tener paz con Dios (Ro. 5:1), y además ser pobre en espíritu, llorar por los pecados, ser manso, tener hambre y sed de justicia, ser misericordioso y tener limpio corazón.
Los pacificadores son bienaventurados porque “serán llamados hijos de Dios”.1 El es Dios de paz, y quiere que haya paz entre los hombres. Por eso les ha dado un evangelio de paz, y por eso mismo Cristo se entregó como sacrificio de paz. Los que por acogerse a El experimentan en sus corazones la paz del Padre celestial, y en el espíritu del evangelio colaboran con El para promover la paz y la buena voluntad entre los mortales, tendrán la dicha y la honra de ser llamados hijos del Dios de paz. Este es el evangelio divino que guía a los hombres a evitar los engaños, las injusticias y las guerras, a tratarse como hijos del mismo Padre y a cultivar entre sí la paz (Ro. 10:15). Que en estos días y en nuestros pueblos el Señor despierte hombres y mujeres con clara visión de la obra de pacificar.
8) Persecución (v. 10–12). Jesús declaró: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos”. ¡Cuán distinto es el espíritu que anima estas palabras al sentimiento que prevalece en el mundo, que más bien fomenta y le da mérito al espíritu de venganza, y que está presto a devolver mal por mal! El espíritu del hombre por lo general no sólo no está dispuesto a recibir persecución por causa de la justicia, sino que ni siquiera acepta la corrección que merece la injusticia.
El espíritu del ciudadano del reino de Cristo es del todo opuesto. En primer lugar, la actitud es que si sufre, que sufra por causa de la justicia y no por su propia culpa (1 P. 4:15–16; 3:17).1 En cambio señala como motivo de bienaventuranza que el seguidor de Cristo sufra injustamente persecución porque en medio de los perversos ama y practica la verdad y la justicia; porque con visión correcta de la limpieza y honradez que el evangelio señala, sigue fiel en esa senda a pesar de los desprecios y las burlas que recibe de quienes andan por la senda contraria (2 Ti. 3:12).2 De esto dan evidencia los miles de seguidores de Cristo que desde los comienzos del cristianismo han sufrido por causa de la justicia—persecución lenta y callada, o persecución violenta y atroz.
MANERAS EN QUE LOS CRISTIANOS SUFREN POR CAUSA DE LA JUSTICIA
a. Insultos (5:11), ofensas que por palabras y acciones nos provocan a ira. En Jn. 8:48 hay un buen ejemplo de dos de los peores insultos para la cultura judía: decir que uno era samaritano y/o que tenía demonio. (Ver también Jn. 9:25–34.)
b. Decir toda clase de mal contra uno, mintiendo (5:11). Esta también es una forma de insultar. En el primer siglo se acusaba a los cristianos de canibalismo por no entender la Cena del Señor; de ser ateos, por no adorar a un dios visible; de ser inmorales, por reunirse en forma secreta—que debían hacer por la persecución; de ser antipatriotas, por rehusarse a adorar al emperador.
c. Persecución física. Comenzando por la persecución de Abel por Caín, de David por Saúl, de Daniel por el gobierno, de Pablo por muchos (2 Co. 11:23–28), de todos los apóstoles, y de los cristianos desde entonces hasta ahora.
Los creyentes sufren a causa de la justicia porque los hombres amaron más las tinieblas que la luz, y todo el que hace lo malo odia la luz (Jn. 3:19–20. Ver también Hch. 7:54–58.)
La gente admira a Cristo hasta tanto se lo presenta como Hijo de Dios y el único camino al cielo. Hasta ese momento los budistas lo admiran; los musulmanes lo consideran un gran profeta; los de la teología liberal, como un gran ejemplo. Sin embargo, cuando Jesucristo es presentado como la única manera de salvación, el encanto anterior se convierte en desprecio, tanto para Cristo como para sus seguidores. Si no habláramos de la cruz y de lo que ella significa, no tendríamos problemas, pero la cruz es locura para los que se pierden (1 Co. 1:18),1 es una ofensa (Gá. 5:11);2 y cuando somos perseguidos es a causa de la cruz de Cristo (Gá. 6:12) y por los enemigos de la cruz (Fil. 3:18).
Jesús nos declaró bienaventurados por la persecución y la mentira.3 Lo que según el concepto del mundo resulta en destrucción y fracaso del perseguido, ante la presencia divina es preciosa bienaventuranza porque gozará en plenitud del triunfo y heredará el reino de los cielos. La causa de la verdad y la justicia no puede perecer ante los ataques de la mentira y la injusticia, por vigorosos que éstos sean. Si la injusticia parece triunfar, su aparente triunfo es apenas temporal, para que luego brille con mayor fulgor la causa justa y verdadera.1
Tal vez los que son perseguidos por el nombre de Cristo no alcancen a ver en este suelo la manifestación de la victoria. Sin embargo, sí verán en el futuro que la persecución por las huestes del mal se les ha convertido en bienaventuranza, en eterno peso de gloria. Lo verán cuando se reúnan alrededor de Cristo con los profetas, apóstoles y demás testigos que los han precedido en la persecución.
Que no se desaliente, pues, ningún cristiano que sigue a Cristo con firmeza en medio de las injusticias de este mundo. Tampoco desmaye por la persecución impía, sino siga dando testimonio al nombre del Señor, viviendo como El indica en su Palabra, pues el galardón “es grande en los cielos.”
1 Por otro lado la acción MAKARIZO implica proclamar a uno como bienaventurado, llamarlo dichoso, felicitarlo.
2 Por carácter entendemos actitudes, maneras de juzgar y evaluar, la forma de ver la vida.
1 Algunos sostienen que estos versículos tienen demandas aparentemente imposibles, por lo cual deben ser relegados al futuro (al milenio). Sin embargo, creemos que son aplicables al creyente que vive bajo la gracia. Algunas razones: (1) el contexto no sugiere que las enseñanzas son para una era distinta; (2) Jesús demandó estas cosas de personas que no estaban viviendo en el milenio; (3) muchas de las enseñanzas no tendrían sentido si se aplicaran al milenio (ejemplo: la persecución de creyentes); (4) cada uno de los principios delineados en el Sermón del Monte se halla repetido en el N.T. en un contexto que indica la edad presente; (5) muchos pasajes neotestamentarios son mandamientos con requisitos igualmente imposibles, que la naturaleza humana no glorificada es incapaz de realizar en forma continua (Ro. 13:14; 2 Co. 7:1; Fil. 1:9–10; Col. 3:1–2).
2 Por otra parte, el ser humano puede asegurarse infelicidad si no practica las bienaventuranzas.
3 Algunas de las bienaventuranzas (por ejemplo a los mansos) parecieran hablar de tendencias naturales, pero no es así.
1 Lc. 18:9–14.
1 Gr. PENTHOUNTES, de PENTHEO.
2 Ap. 3:17 menciona a quienes dicen: “Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo”. Los que son bienaventurados porque lloran, tienen un espíritu muy distinto del que señala ese pasaje; el verdadero arrepentimiento por el cual lloran los guía a buscar perdón en la gracia y misericordia de Dios, como lo buscaron David, el publicano de la parábola, el ladrón arrepentido en la cruz y otros.
3 Es posible que lo haya hecho al ver los estragos que había hecho el pecado al entrar a la raza humana.
4 Abraham lloró por la muerte de su esposa (Gn. 23:2). Marta y María lloraron por la muerte de su hermano (Jn. 11:31–33).
1 Cuando quisieron azotar a Pablo en la cárcel de Jerusalén de manera indigna e ilegal, él reclamó con dignidad: “¿Os es lícito azotar a un ciudadano romano sin haber sido condenado?” (Hch. 22:25). Pablo hizo valer sus derechos de ciudadano romano, y en buena hora evitó los azotes.
2 Esto estaba en completa contraposición con la esperanza de los grupos religiosos de ese momento con respecto al mesías (ver nota adicional sobre grupos religiosos al final del capítulo).
1 En sentido semejante “Los mansos heredarán la tierra, y se recrearán con abundancia de paz” (Sal 37:11). Ver también 10:17 y 22:26.
2 Ver Jn. 7:37–38.
1 Notar que esta bienaventuranza está íntimamente ligada a las anteriores. Para tener hambre y sed de justicia los cristianos deben reconocer que los recursos son de Dios (los pobres en espíritu), deben llorar por el pecado (los que lloran), deben ser humildes (los mansos).
2
Por otro lado, esta bienaventuranza también podría aplicarse a la justicia colectiva o social, un ardiente anhelo de que haya justicia en la tierra: en el comercio, entre capitalistas y trabajadores, en los tribunales, en el gobierno, en las instituciones, etc. Cuando se sufren injusticias en el mundo, anhelamos la rectitud que haga cesar el fraude, la violencia, el cohecho, el engaño y el aniquilamiento del hombre por el hombre.
Hasta tanto Cristo venga y establezca su reino en esta tierra, no será satisfecho en plenitud este anhelo de justicia social. Pero aún cuando tal justicia no se consigue hoy en los hombres, hay que buscarla en manos del Señor, pues podemos apelar individualmente a su tribunal. La parábola del juez injusto que al fin le hizo justicia a una viuda por su continua insistencia, nos ayuda a tener luz sobre este asunto (Lc. 18:6–8). Dios hace justicia a los que claman a él, y en su futuro reino terrenal habrá de practicarse universalmente (Is. 11:5).
3 Gr. CHORTASTHESONTAI.
1 La parábola del buen samaritano nos ofrece magnífico ejemplo donde el sentimiento de misericordia se tradujo en hechos prácticos.
1 Ver Pr. 19:17 y Sal. 41:1.
2 Recibirán misericordia según 2 S. 22:26 y Stg. 2:13. Si somos misericordiosos, el Padre de misericordias (2 Co. 1:3) lo será con nosotros durante tiempos difíciles, cuando más lo necesitamos.
3 El pensamiento hebreo tendía hacia lo subjetivo, y lo que significaba “corazón” para los judíos hoy tiene contrapartida en términos modernos como carácter, personalidad, voluntad y mente. En el A.T. por lo general corazón quiere decir “el centro”, “lo oculto”, “la fuente”. En el N.T. tiene un amplio uso psicológico y espiritual para referirse a la fuente o asiento de sentimientos, deseos, esperanzas, motivos, voluntad y percepciones intelectuales.
4 Gr. KATHAROI. De allí la palabra catarsis.
1 Ver He. 9:14.
1 Se encuentra al comenzar o terminar todas las epístolas, con excepción de Santiago y 1 Juan. Se halla 88 veces en el N.T., en todos los libros. Un comentarista declara que es el testamento del Señor Jesús (Jn. 14:27).
1 La mejor manera de entender esta expresión es considerar que en el idioma hebreo faltaban adjetivos. Es así que para modificar o exaltar un nombre, empleaban la frase “hijo de …” Bernabé, por ejemplo, fue llamado “hijo de consolación”, para significar que fue un consolador. Jacobo y Juan fueron llamados “hijos del trueno”, para dar la idea de que eran iracundos. Al decir Mateo que los pacificadores serán llamados “hijos de Dios”, probablemente quiera decir que serán piadosos o semejantes a Dios. Un pacificador será llamado por el nombre de su Dios. ¿Por quién será llamado así? Por Dios y por la gente que reconoce el resultado de su trabajo.
1 No todo sufrimiento del cristiano cae bajo el rubro de sufrir a causa de la justicia.
2 Ver también Mt. 10:34; Jn. 15:18–20; 2 Ti. 1:8; Fil. 1:29; 1 P. 2:21.
1 Necedad (BLA).
2 Escándalo (BLA).
3 Ver 1 P. 4:13–14, 16.
1 El sufrimiento tiene también un aspecto moral: purifica al creyente (1 P. 4:1). Hay gozo y paz por haber sufrido a causa del nombre del Señor.
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martes, 11 de agosto de 2015

Un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6






 
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CONSTRUCCIÓN DE SERMONES
JUAN 5:1-17
I. El paralítico sanado
(
5:1–17)
A. Autoridad asombrosa (1–9)
1Después de estas cosas había una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén. 2Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos. 3En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua. 4Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese. 5Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. 6Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano? 7Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo. 8Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho y anda. 9Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo. Y era día de reposo aquel día.
1. La impotencia del hombre (1–5).
Este hombre que durante años había permanecido inmóvil, es una figura de la situación del hombre moderno que no ha experimentado la vida nueva que llena el vacío del corazón.
El pecado inmoviliza el alma. Por más que el hombre sea culto o muy preparado profesionalmente, es impotente a nivel espiritual. En lo profundo de su ser está vacío, arruinado, fracasado y es incapaz de mover un solo dedo con acciones que lo lleven a Dios. Por sí solo es el mayor de los incapaces. Este paralítico junto al pórtico de Betesda1 es un símbolo de la impotencia espiritual del hombre de hoy.
Junto a este paralítico había una multitud de enfermos esperando que apareciera un ángel a mover las aguas, pues el primero que se echaba al agua del estanque, sanaba en forma milagrosa. Pero este pobre hombre estaba enfermo desde hacía 38 años, ni siquiera podía moverse, y por lo tanto nunca tenía la oportunidad de tirarse al agua y experimentar sanidad. El estanque se parecía a lo que tendríamos que hacer según la ley, pero somos incapaces de cumplir, no podemos llegar.
Aparece entonces en escena Jesucristo. (Sobre el tema del por qué de las enfermedades y de la parálisis de este hombre, ver recuadro LA ENFERMEDAD COMO CASTIGO DIVINO.)
2. La pregunta de Jesús (6).
Jesús preguntó: “¿Quieres ser sano?” Dada la situación del hombre, la pregunta pareciera un tanto ridícula. ¿Qué enfermo no desea ser sano? Sin embargo, la pregunta no es tan pueril puesto que este individuo necesitaba confrontar la realidad. Hay millones que con desesperación buscan su sanidad, buscan escapar de su dilema personal, de los problemas y vacío de su alma, y sin embargo se niegan a ser sanados moral y espiritualmente. Por ello Jesús le preguntó al paralítico si deseaba ser sano.
Es la misma pregunta que le hace hoy al hombre: ¿Quieres ser sano? ¿Quieres que tu alma y tu mente sean sanadas? ¿Quieres que tu mente y todo tu ser sea regenerado de una vez por todas?
3. El palabrerío por ignorancia (7).
La respuesta del enfermo no contestó directa ni específicamente la pregunta de Jesús. El paralítico sólo se limitó a relatar por qué le era imposible sanar cada vez que aparecía el ángel. Este enfermo ignoraba quién era Jesús, y con palabrería empieza a filosofar, dando explicaciones y argumentos humanos.
La actitud de este hombre enfermo es similar a la de muchos hoy día, que comienzan con argumentos y excusas en lugar de reconocer con honestidad su enfermedad física, moral y espiritual.
4. El poder de Jesucristo (8–9).
A pesar de todo, Jesús le dice: “Levántate, toma tu lecho y anda.” Hay cierto paralelismo entre estas palabras de Jesús y lo que dice a todo pecador arrepentido, al pecador con parálisis mental, moral y espiritual. Ningún pecador que en verdad se arrepiente tiene por qué quedar tirado, postrado en el camino de la vida. Al recibir a Cristo en su ser, el paralítico espiritual puede levantarse.
La obra de Jesús fue instantánea: en ese mismo instante el hombre sanó y volvió a caminar.
B. Ofendidos por un milagro (10–17)
10Entonces los judíos dijeron a aquel que había sido sanado: Es día de reposo; no te es lícito llevar tu lecho. 11El les respondió: El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu lecho y anda. 12Entonces le preguntaron: ¿Quién es el que te dijo: Toma tu lecho y anda? 13Y el que había sido sanado no sabía quién fuese, porque Jesús se había apartado de la gente que estaba en aquel lugar. 14Después le halló Jesús en el templo, y le dijo: Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor. 15El hombre se fue, y dio aviso a los judíos, que Jesús era el que le había sanado. 16Y por esta causa los judíos perseguían a Jesús, y procuraban matarle, porque hacía estas cosas en el día de reposo. 17Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo.
1. Los espectadores ofendidos (10).
Estos versículos muestran la dureza del corazón de los hombres, la conciencia cauterizada. Cuando ocurre un milagro o un hecho maravilloso, hay quienes en vez de gozarse en su corazón, se ofenden y hasta se enojan. Precisamente eso sucedió con los enemigos de Jesús cuando sanó al paralítico. En lugar de alegrarse por el milagro que beneficiaba a otro, sacan a relucir su legalismo1 y se convierten en religiosos hipócritas. ¡Cuán poco comprendían!
2. El sanado no comprende (11–13).
Por otra parte, el inválido curado ni siquiera reparó en dar gracias o averiguar quién había sido el autor de su sanidad. Después de 38 años de penurias por invalidez, llega el acto sobrenatural de Jesús, y hallamos que el sanado no podía explicar cómo había ocurrido ni sabía acerca de la persona que había realizado el milagro.
En nuestros días, hay quienes habiendo experimentado el milagro de la regeneración, quienes habiendo sido sanados aun físicamente, permanecen ignorantes de Cristo, de Dios y de la Biblia. Si alguien les preguntara cómo aconteció el milagro del nuevo nacimiento, lo único que sabrían responder es que creen en Cristo, que son cristianos. La maravilla de la nueva vida en el Señor es que si uno ha puesto toda su confianza en él, la obra es de Dios—aunque la persona sea ignorante y desconozca las enseñanzas de la Biblia.
El cristiano no debe conformarse con experimentar la nueva vida que Dios le ofrece, sino que debe estar dispuesto a conocer a su Salvador en calidad de Señor (ver 9:35–38 y 2 P. 3:18). Es triste ser un ignorante espiritual. Hay pocas cosas más tristes que ser cristianos ignorantes. Si pedimos a Dios sabiduría (Stg. 1:5), obtendremos crecimiento y madurez en la vida espiritual a fin de poder compartirla con otros.
3. El sanado al fin comprende (14–15).
Más tarde en el templo se produce el encuentro entre el ex-paralítico y Jesús. Con su advertencia el Señor le enseña que la sanidad también implica santidad (Ef. 4:17–32; 1 Jn. 3:6, 9). Al fin este hombre comprende el milagro que había acontecido en su vida por la misericordia divina, y lo anuncia a los demás.
4. El corazón incrédulo (16–17).
Jesús entra en conflicto con las autoridades judías por un tema que ellos consideraban crítico, y esto da lugar a la primera declaración abierta de hostilidad. La actitud del Señor con respecto al día de reposo era muy distinta a la actitud legalista de los fariseos. Estos religiosos guardaban el día sábado1 para santificárselo a Dios, conforme a su costumbre religiosa, y sin embargo, querían asesinar a Jesús. Es un cuadro fidedigno de la malicia y la crueldad en el corazón del ser humano, que puede ser muy religioso y a la vez muy corrompido.
La respuesta de Jesús a estos hombres incrédulos es indirecta (17). El día de reposo había surgido como descanso divino en la actividad creadora, aunque esto no equivalía a descansar de toda actividad. Si bien hubo reposo en cuanto a creación, Dios debía sustentar todo (He. 1:3), y ello implicaba actividad. Y Jesús, en razón de la íntima relación con su Padre,2 trabajaba de la misma manera. (Comparar Mr. 2:27–28.)
BOSQUEJO EXPOSITIVO

EL PARALITICO SANADO (5:1–17)
A.     Autoridad asombrosa (1–9)
1.     La impotencia del hombre (1–5)
2.     La pregunta de Jesús (6)
3.     El palabrerío por ignorancia (7)
4.     El poder de Cristo (8–9)
B.     Ofendidos por un milagro (10–17)
1.     Los espectadores ofendidos (10)
2.     El sanado no comprende (11–13)
3.     El sanado al fin comprende (14–15)
4.     El corazón incrédulo (16–17)
LA ENFERMEDAD COMO CASTIGO DIVINO
No todas las enfermedades son fruto del pecado personal del enfermo. Por lo general la enfermedad es resultado de ser parte de una raza caída. Es por ello que hasta criaturas inocentes se enferman, a veces gravemente.
Por otra parte, ciertos casos de enfermedad (sólo Dios sabe cuáles y no nos corresponde juzgar) son consecuencia de rebelión contra la Palabra de Dios (1 Co. 11:29–30).
La actitud del cristiano debe ser: En primer lugar, no pasar juicio sobre los enfermos sino tener compasión y orar por ellos (Stg. 5:10). En segundo lugar, no tratar de explicar por qué tal cosa le aconteció a tal persona y no a otra. A veces en realidad no hay explicación. Hay muchos descarriados a los que pareciera irles muy bien (Sal. 37:35; 73:3, 12; 94:3–5), y muchos justos que sufren tribulación (Sal. 37:32; 38:19–20; 59:1–4; 69:1–8; 73:21–26).
En el caso del paralítico, da la impresión de que su enfermedad fue castigo por su proceder (5:14). Tal vez se había rebelado contra Dios y como resultado quedó paralítico. “No peques más, para que no te venga alguna cosa peor” fue una clara advertencia que no debemos tomar livianamente.
La desobediencia a Dios no consiste, necesariamente, de pecados groseros de la carne sino de cualquier rebelión contra el Señor. Y cuanto más luz tiene el cristiano, tanto más responsabilidad tiene de andar en la luz. Quien no conoció la voluntad de Dios y desobedeció, será castigado poco. Por otro lado, quien conoció la voluntad divina y la desobedece, será castigado mucho (Lc. 12:47–48).
A mayor luz, mayor responsabilidad, y también potencialmente mayor castigo por la desobediencia.
1 En hebreo Betesda significa “casa de misericordia”. Este estanque estaba cerca de la puerta de las ovejas (ver Neh. 3:1, 32; 12:39).
1 Ver también 9:14; 19:31.
1 Ver Jer. 17:21–22.
2 Ver también 2:16; 20:17.

Mientras estemos en esta tierra hay una sola realidad y es que el hombre siempre tendrá necesidades, de una o de otra forma.
Hay personas que tienen mucha plata pero están enfermos, hay otros que están sanos pero no tienen plata, y lo que es peor otros están enfermos y no tienen plata.
La única forma de poder vivir bien, es con Jesús, pero vivir bien no necesariamente es no tener problemas, vivir bien con Jesús es tener la capacidad de sobrellevar los problemas.
La biblia nos habla de un personaje en especial que tenía un grave problema era paralitico, y por muchos años había lidiado con ese impedimento. V 5 “Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo.”
Betesda significa casa de misericordia. La gente enferma tenía la esperanza que en ese lugar recibirían sanidad, solo que tenían que esperar, es mas esa situación les producía tención, angustia, ansiedad, tenían que estar pendientes de que el agua se moviera, y en el momento en que esto sucedía tenían que luchar por ganarle a los demás, empujar, tirar. Etc. imagínate era un caos total. Y si el agua se movió por otro motivo, una piedra que cayó, un animal que paso, muchos se tirarían y saldrían decepcionados. O hasta enojados.
Pero algo de especial sucedió ese día un paralitico tuvo un encuentro con Jesús. Alguien que no podía moverse por sí solo. V 7Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo.”
¿Que hizo que Jesús se fijara en él y no en cualquiera de los otros enfermos? El paralitico no podía moverse del lugar en el que estaba para entrar en el agua, entonces como hizo para llegar hasta ese lugar llamado casa de gracia.
El tenia tanto anhelo por llegar a ese lugar que me imagino rogo mucho, o se esforzó demasiado para llegar, este esfuerzo posiblemente movió a Jesús a misericordia. V 6 “Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano?” que tanto anhelo tienes para llegar hasta la casa de gracia que es el templo, el hacer el esfuerzo de congregarnos demuestra cuanto en realidad queremos ser sanos. Pero hay muchos que tienen muchas excusas para no hacerlo: Dios me escucha en cualquier lugar, esta mucho frio, no tengo para el transporta en fin.
Jesús le pregunta ¿quieres ser sano? Muchos dirían que pregunta tan ilógica, si el estaba en ese lugar y estaba enfermo. Claro que quería ser sano. Pero Jesús lo que quería saber es cuan dispuesto esta a hacer y a obedecer para ser sano. Hay gente que quiere ser millonario pero no está dispuesto a trabajar. Hay muchos que quieren engordar pero no quieren comer.
El paralitico no se dejo vencer por sus limitaciones, a pesar de que era una multitud la que estaba con él, y que humanamente él no tenía ninguna posibilidad de adelantarse a  los demás él siempre espero el momento, y nunca se desanimo, la prueba es que siempre estaba en ese lugar.
El milagro que recibió el paralitico fue producto de la obediencia. V 8 “Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda.”
Cuando Jesús le dijo levántate, todavía no estaba sano el pudo haberse opuesto, pero obedeció y pudo recibir el milagro. V 9Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo. Y era día de reposo aquel día.”
El paralitico no conocía a Jesús pero le obedeció. V 13 “Y el que había sido sanado no sabía quién fuese, porque Jesús se había apartado de la gente que estaba en aquel lugar.”
No mires cuán grande es tu problema, mira cuán grande es tu fe y tu disposición a obedecer.
I.-    Los espíritus similares se buscan.
       Hay un principio no bíblico, pero espiritual que dice que los espíritus similares o afines se buscan.  Es por ello, que usted siempre verá gente deprimida al lado de otras personas deprimidas; gente triste con otros que están en igual condición y gente amargada con otros que también están amargados.  Sin embargo, a las personas de fe usted las encontrará al alado de otras personas de fe, o en última instancia, los encontrará solos.
La prueba de esto está en que las personas se reúnen a discutir sus problemas y comparar sus situaciones.  No caigas en ese error, pues aunque tu situación pareciera similar a la que tienen otros, sin embargo, Dios tiene un propósito que va a lograr en tu vida y por ello, te permite pasar por la prueba porque desea prepararte para usarte más ampliamente.
II.-   Por qué estaban allí?
       En su misericordia, de tiempo en tiempo, Dios enviaba un ángel para que agitara el agua.  El primero que descendiese        al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese.  Cuesta creer cuánta        gente estaba esperando la presencia de ese ángel e ignoraban el ministerio de Cristo.  Hay quienes rechazan venir a Cristo, porque andan buscando cualquier cosa que alivie sus problemas.  Este es un lugar, el cual –me imagino- muchas personas no querían pasar.  El solo hecho de pasar por allí era deprimente, ver tanta necesidad y uno sin poder hacer nada.  La gente encopetada (gente de dinero, aristócratas, sangre azul) evitaba pasar por este lugar.  La gente religiosa no tenía tiempo para detenerse en este lugar.  Pero Jesús se mete donde la religión no entra, se mete donde el dinero no alcanza.  El busca a los que están necesitados, solo para ofrecerles salvación y vida eterna.
III.-  ¿De quién es tipo este paralítico?
       Este paralítico es tipo del pecador que es impotente para poder salir de su condición.  Rodeado de personas que están        en la misma condición (todas enfermas), como almas sin salvación; paralítico (sin la posibilidad de moverse) y poder        salir por sus propios medios de su condición. Las personas que están en pecado les es imposible por sí mismas romper las cadenas que las atan.  Quisieran escapar de su actual condición, pero no pueden, les falta poder.  Tienen sus esperanzas cifradas en un estanque. En un estanque el agua no es limpia, por lo general es maloliente y de seguro no sirve para el uso de los seres humanos; pero eso es lo que tiene el mundo.  Es necesario dejar el estanque y dirigirse a la fuente de agua viva que salta para vida eterna.  En este caso, la fuente vino al estanque.
IV.-   Betesda.
       Los nombres en las Sagradas Escrituras significan mucho.  En ocasiones el nombre de una persona representa una promesa; en otras ocasiones puede estar relacionado con una acontecimiento de la vida de esa persona, y en otras ocasiones, refleja el carácter de esa persona.   En esta ocasión nos encontramos con el nombre de un lugar: Betesda.  Este nombre significa "Casa de Gracia".  Dios muestra Su gracia.  Gracia es recibir de parte de Dios, algo que no merecemos.  La gracia de Dios no es una bagatela, como algunos predicadores suelen presentarla.  La gracia significa mostrar bondad al que no la merece.  Solo aquellos que han sido liberados del pecado, pueden comprender mejor la gracia de Dios.
V.-    El obstáculo del paralítico.
      Su propia mente estaba paralizada, creía que su sanidad dependía de que alguien lo llevara primero al estanque, pero no se daba cuenta que ante él tenía La Fuente.  A Dios no le toma por sorpresa ninguno de nuestros problemas.  Él de antemano sabe lo que va a hacer y sabe por qué Él lo permite.  No obstante, muchas veces nuestro problema es que no le creemos a Dios o no creemos que Él es suficientemente capaz para resolver nuestra situación, cualquiera que sea.
     Jesús no tenía ningún problema para sanar a este paralítico.  La pregunta que le hace en el versículo 6 es sencilla y es directa ¿Quieres ser sano?  Muchas veces nuestro problema es que queremos solucionar en nuestras mentes los problemas, pero la fe nos indica que debemos confiar en Dios.  No te preocupes por cómo Dios va a resolver tu situación; lo único que tienes que hacer es serle fiel y confiar en Él.  Si en ocasiones te dan ganas de rendirte, en esta noche te digo, descansa en el Señor, renueva tus fuerzas y sigue adelante, pues Dios te dará la victoria.
VI.-  Cuando Jesús pasa, algo pasa.
     Cuando Jesús viene a la vida de una persona, no viene para dejarla en igual situación.  Él viene para levantarte, para limpiarte, para afirmar tus pies, para romper tus cadenas, para llevar tu carga, para poner un cántico nuevo en tus labios, para enderezar tus pasos.  No concibo cómo puede haber creyentes que por una parte dicen que están en el Señor, pero usted no ve al Señor gobernando sus vidas.  Nunca más pude ser el mismo desde el día que Él vino a mi vida.  Mis valores cambiaron, mis prioridades cambiaron, mis intereses cambiaron.  Me aconteció lo del mercader que halló una perla de gran precio.  Cambié lo que tenía con el único propósito de vivir para Él.
     Cuando Jesús viene a la vida de una persona, cambia su estilo de vida.  De nada vale mencionar varios versículos bíblicos, cantar algunos coritos o vestirse como un cristiano; usted quiere saber si Jesús está en la vida de una persona, préstele atención a la forma como vive.  Hay un cambio y eso se nota, lo demás es religión.
     Hermano, Dios tiene propósitos contigo,  Él no te salvó para dejarte a medio camino.  Nuestro Dios tiene propósitos firmes y determinados, pero sé fiel, vive en obediencia a Su Palabra, y por más dura que sea la prueba, no desmayes, pues Él te levanta y te da la Victoria.
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¿Qué es más fácil? ¿Decir: "Tus pecados te son perdonados", o decir: "Levántate y anda"? Pero para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados, -dijo al paralítico-: A ti te digo: ¡Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa!

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
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Construcción de Sermones
Lucas 5 - 6:1-11
1Aconteció que, mientras las multitudes se agolpaban sobre él y escuchaban la palabra de Dios, Jesús estaba de pie junto al lago de Genesaret,  2 y vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían salido de ellas y estaban lavando sus redes. 3 Al entrar él en una de las barcas, la cual pertenecía a Simón, pidió a éste que la apartase de tierra un poco. Luego se sentó y enseñaba a las multitudes desde la barca. 4 Cuando acabó de hablarles, dijo a Simón: 
—Boga mar adentro,  y echad vuestras redes para pescar. 
5 Simón le respondió y dijo: 
—Maestro, toda la noche hemos trabajado duro y no hemos pescado nada. Pero por tu palabra echaré la red. 
6 Cuando lo hicieron, atraparon una gran cantidad de peces, y sus redes se rompían. 7 Hicieron señas a sus compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles. Ellos vinieron y llenaron ambas barcas, de manera que se hundían. 8 Y Simón Pedro, al verlo, cayó de rodillas ante Jesús exclamando: 
—¡Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador! 
9 Por la pesca que habían logrado, el temor se apoderó de Pedro y de todos los que estaban con él, 10 y de igual manera de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran socios de Simón. Entonces Jesús dijo a Simón: 
—No temas; de aquí en adelante estarás pescando hombres. 
11 Después de sacar las barcas a tierra, lo dejaron todo y le siguieron. 

Jesús sana a un leproso 
12 Aconteció que, estando Jesús en una de las ciudades, he aquí había un hombre lleno de lepra. El vio a Jesús, y postrándose sobre su rostro, le rogó diciendo: 
—Señor, si quieres, puedes limpiarme. 
13 Entonces extendió la mano y le tocó diciendo: 
—Quiero. ¡Sé limpio! 
Al instante la lepra desapareció de él. 14 Y Jesús le mandó que no se lo dijera a nadie; más bien, le dijo: 
—Vé y muéstrate al sacerdote y da por tu purificación la ofrenda que mandó Moisés, para testimonio a ellos. 
15 Sin embargo, su fama se extendía cada vez más, y se juntaban a él muchas multitudes para oírle y para ser sanadas de sus enfermedades. 16 Pero él se apartaba a los lugares desiertos y oraba. 

Jesús sana a un paralítico 
17 Y aconteció en uno de esos días que Jesús estaba enseñando, y estaban sentados allí unos fariseos y maestros de la ley que habían venido de todas las aldeas de Galilea, de Judea y Jerusalén. El poder del Señor estaba con él para sanar. 18 Y he aquí, unos hombres traían sobre una camilla a un hombre que era paralítico, y procuraban llevarlo adentro y ponerlo delante de Jesús. 19 Al no encontrar cómo hacerlo a causa de la multitud, subieron encima de la casa y juntamente con la camilla, le bajaron por el tejado en medio, delante de Jesús. 20 Al ver la fe de ellos, Jesús le dijo: 
—Hombre, tus pecados te son perdonados. 
21 Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a razonar diciendo: 
—¿Quién es éste, que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios? 
22 Pero Jesús, dándose cuenta de los razonamientos de ellos, respondió y les dijo: 
—¿Qué razonáis en vuestros corazones? 23 ¿Qué es más fácil? ¿Decir: "Tus pecados te son perdonados", o decir: "Levántate y anda"? 24 Pero para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados, -dijo al paralítico-: A ti te digo: ¡Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa! 
25 De inmediato se levantó en presencia de ellos, tomó la camilla en que estaba recostado y se fue a su casa glorificando a Dios. 26 El asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios. Fueron llenos de temor y decían: 
—¡Hoy hemos visto maravillas! 
El llamamiento de Leví 
27 Después de esto, Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, sentado en el lugar de los tributos públicos. Y le dijo: 
—¡Sígueme! 
28 El, dejándolo todo, se levantó y le siguió. 
29 Entonces Leví le hizo un gran banquete en su casa, y había un gran número de publicanos y otros que estaban a la mesa con ellos. 30 Los fariseos y sus escribas murmuraban contra los discípulos de él, diciendo: 
—¿Por qué coméis y bebéis con los publicanos y pecadores? 
31 Respondiendo Jesús les dijo: 
—Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos. 32 No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento. 
Preguntas sobre el ayuno 
33 Entonces ellos le dijeron: 
—Los  discípulos de Juan ayunan muchas veces y hacen oraciones, igual que los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben. 
34 Jesús les dijo: 
—¿Acaso podéis hacer que los que están de bodas ayunen mientras el novio está con ellos? 35 Pero vendrán días cuando el novio les será quitado. Entonces, en aquellos días ayunarán. 
36 Les decía también una parábola: 
—Nadie corta un parche de un vestido nuevo para remendar un vestido viejo. De otra manera, el vestido nuevo se rompe, y el parche tomado del nuevo no armoniza con lo viejo. 37 Ni nadie echa vino nuevo en odres viejos. De otra manera, el vino nuevo romperá los odres; el vino se derramará, y los odres se perderán. 38 Pero el vino nuevo debe ser echado en odres nuevos.  39 Y ninguno que bebe lo añejo quiere el nuevo, porque dice: "Lo añejo es lo mejor." 

Jesús: Señor del sábado 
6 Aconteció que Jesús pasaba por los sembrados en sábado,  y sus discípulos arrancaban espigas y las comían, restregándolas con las manos. 2 Y algunos de los fariseos dijeron: 
—¿Por qué hacéis lo que no es lícito hacer en los sábados? 
3 Respondiéndoles, Jesús dijo: 
—¿No habéis leído qué hizo David cuando tuvo hambre él y también los que estaban con él?  4 Entró en la casa de Dios, tomó los panes de la Presencia,  que no es lícito comer, sino sólo a los sacerdotes, y comió y dio también a los que estaban con él. 5 -También les decía-: El Hijo del Hombre es Señor del sábado. 

El hombre de la mano paralizada 
6 Aconteció en otro sábado que él entró en la sinagoga y enseñaba. Y estaba allí un hombre cuya mano derecha estaba paralizada. 7 Los escribas y los fariseos le acechaban para ver si le sanaría en sábado, para hallar de qué acusarle. 8 Pero él, conociendo los razonamientos de ellos, dijo al hombre que tenía la mano paralizada: 
—Levántate y ponte en medio. 
El se levantó y se puso en medio. 9 Entonces Jesús les dijo: 
—Yo os pregunto: ¿Es lícito en el sábado hacer bien o hacer mal? ¿Salvar la vida o quitarla? 
10 Y mirándolos a todos en derredor, dijo al hombre: 
—Extiende tu mano. 
El lo hizo, y su mano le fue restaurada. 11 Entonces ellos se llenaron de enojo y discutían los unos con los otros qué podrían hacer con Jesús. 
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Por el lago Genesaret (5:1–11)
La descripción de ese lugar proviene del nombre del gran llano donde está situado el lago. También se conoce por Mar de Galilea. Sin embargo, Lucas nunca lo describe con el término “mar” porque conocía el Mediterráneo, que de veras merecía el nombre de mar. El autor no asignaría dicho apelativo a una porción de agua de apenas 480 kilómetros cuadrados. A través de la Biblia, el mismo lugar ha tenido otros nombres como: “Mar de Cinaret” (Josué 12:3) y “Mar de Tiberias” (Juan 6:1).
Es interesante notar que el lago está a unos 225 metros bajo el nivel del mar. En los tiempos de Jesucristo había 9 ciudades en las orillas, cada una con unos 15,000 habitantes. Pero es más importante mencionar que 18 de los 33 milagros de Cristo se hicieron en las cercanías de ese lago, y 10 de ellos en la ciudad de Capernaum.
En esa ocasión, depués de predicar a la muchedumbre, se dirigió específicamente a Simón pedro ordenándole echar las redes para pescar. ¡Imagínese, el pescador profesional recibiendo órdenes de un carpintero! Es evidente que Simón sabía que Cristo era mucho más que un carpintero. Aunque había trabajado con sus colegas toda la noche, la hora más adecuada para la pesca, no habían pescado nada. Posiblemente se dijo a sí mismo: “¡Tampoco a esta hora hallaremos pescado! ¿Qué dirá la gente si me ve salir a pescar de día, considerado inadecuado para la pesca?”
“VENID EN POS DE MI, Y OS HARE
PESCADORES DE HOMBRES”
Mateo 4:19
Lo que salió de su labios refleja su verdadera y creciente convicción: “mas en tu palabra echaré la red” (5:5). ¡Cómo ha de haberse alegrado el corazón de Jesús al oir semejantes palabras! Es una lindísima combinación de fe sencilla y obediencia completa, precisamente lo que Cristo busca en sus seguidores.
La primera reacción de parte de Simón Pedro (5:7–8) demuestra lo que requiere el Señor de los suyos: que reconozcan el carácter santo de su Dios y su propia pecaminosidad. Simón cayó de rodillas, y el Señor Jesús, por decirlo así, puso su sello de aprobación en él y le indicó la que sería su vocación de allí en adelante: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres” (5:10). La frase “pescador de hombres” es la traducción de un verbo que solamente se usa dos veces en todo el Nuevo Testamento, y quiere decir “tomar vivos a los hombres”.
La segunda reacción de parte de Simón Pedro es que dejó todo por seguir a Cristo Jesús. Es la respuesta lógica, y precisamente la que se espera de alguien que ha visto y entendido la revelación de la persona de Cristo, el Hijo de Dios y Dios mismo. Ese milagro y su enseñanza fueron la prueba que necesitaba Simón, y desde entonces, el barco de ese pescador tuvo otro capitán.
LA BENDICIÓN VIENE POR LA OBEDIENCIA.
En una de las ciudades (5:12–26)
Hemos visto una demostración de la autoridad que el Hijo del Hombre tenía sobre la naturaleza. ¡Hasta los peces lo obedecieron! A continuación sigue autenticando su personalidad y mensaje al curar a un leproso y a un paralítico.
Los leprosos se consideraban muertos y de acuerdo a la ley, eran inmundos e intocables. Lucas, otra vez mostrando su profesión médica, describe el caso como muy avanzado: “un hombre lleno de lepra” (5:12). Estando en esas condiciones físicas y sociales, nos asombra que se presentara en público y ante una persona célebre como Jesús. Por sus palabras, se ve que el valor del enfermo provenía de la confianza que tenía en Jesús: “Señor, si quieres, puedes limpiarme” (5:12). Cristo dijo: “Quiero; sé limpio”, y así fue.
Jesús le mandó cumplir con los requisitos que la ley estipulaba, lo cual causó sorpresa entre las autoridades religiosas. Las Escrituras no indican que tuvieran experiencia en cumplir con esa parte de la ley. Además, advirtió al hombre que no dijera nada. Pero no le hizo caso, y con gran gozo hizo todo lo contrario.
¡REFLEXIONEMOS!
Cabe indicar aquí que ni la alegría desbordante es motivo para desobedecer las órdenes de Dios. En este caso, la fama presionó mucho a Cristo, porque la gente empezó a llegar de todas partes buscando ser sanados. Por supuesto que no existe ninguna circunstancia que justifique la desobediencia. Analice su vida para ver si existe en ella algo en lo cual esté desobedeciendo al Señor y corrija lo que sea necesario.
El siguiente caso tembién demuestra su autoridad, no solamente sobre lo físico, sino también en lo espiritual, así como la fe y perseverancia de los amigos del paralítico, cuya sanidad también fue un milagro en todo sentido.
No obstante, el encuentro causó una reacción adversa por parte de los religiosos. Cuando el Señor dijo: “Hombre, tus pecados te son perdonados” (5:20), ellos dijeron: “¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?” ¡Bien dicho! Sus propias palabras los condenaron. El mismo Dios que pretendían obedecer estaba presente y actuando. Los milagros que Cristo Jesús hacía autenticaban su mensaje e identidad, pero los líderes religiosos no querían aceptarlo.
¡Qué asombroso! Ni la presencia, ni la predicación ni el poder de Jesucristo fueron suficientes para convencer a los religiosos. Esto nos recuerda lo que Jesús mismo dijo en Juan 6:44: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere”. Conocer a Cristo, el Hijo de Dios, el que perdona nuestros pecados, como nuestro Salvador personal, no viene por oir argumentos ni por ver milagros, sino por la obra de Dios.
En la casa de Leví (5:27–39)
Lucas identifica a Leví (llamado “Mateo” en Mateo 9:9) como un publicano, lo cual lo hacía empleado del odiado gobierno de Herodes y estaba encargado de cobrar los impuestos aduanales en la carretera principal que pasaba por Capernaum. Un publicano, por métodos legítimos o ilegítimos, podía llegar a ser muy rico, pero tenía que sacrificar su buena reputación; la gente lo consideraba pecador empedernido.
Tal vez Leví ya había oído de Cristo, o lo había escuchado en persona porque respondió a su invitación de todo corazón. Dejó no solamente su trabajo, sino también su carrera. Para celebrar el evento, dio un gran banquete porque quería que sus colegas tuvieran oportunidad de oir a Cristo.
LA EVIDENCIA MAS FUERTE DE HABER
CREIDO EN CRISTO ES
¡UNA VIDA TOTALMENTE CAMBIADA!
Aparentemente, otros asistieron a la fiesta. No como invitados, por cierto. Unos escribas y fariseos llegaron como “observadores” o mejor dicho “acusadores”, y de inmediato se quejaron diciendo: “¿Por qué coméis y bebéis con publicanos y pecadores?” Ese último término tenía la connotación del pecado grosero, cometido por una persona non grata a la sociedad.
Sin dar más detalles, Cristo respondió en palabras que han llegado a ser clásicas: “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (5:32). De seguro, los religiosos no sentían la necesidad de que hubiera un cambio así en sus vidas.
Como para disimular, le hicieron una pregunta acerca de los ayunos, a la que Jesús contestó con tres ilustraciones, las dos últimas en forma de parábola.
1.     Los amigos e invitados a la boda no ayunan mientras el “marido” está presente porque es una ocasión de gozo. Lo harán después que se haya ido (5:34–35).
2.     No se hace un remiendo de tela nueva en un vestido viejo porque se encoge y el daño resulta peor (5:36).
3.     No se debe poner vino nuevo en odres viejos, porque ya han perdido su elasticidad. La fermentación hará que se pierda tanto el vino como el odre (5:37–39).
Cristo no vino como un maestro o profeta más en la larga lista del sistema antiguo. Tampoco a colocar un remiendo en el vestido religioso de los judíos, sino a presentar algo nuevo, aunque no tan completamente nuevo. Los estudiantes verdaderos del Antiguo Testamento deberían haber sabido que el Mesías traería un mensaje de grandes responsabilidades espirituales, pero los dirigentes de ese tiempo no lo entendieron así.
En el día de reposo (6:1–11)
Esta sección se podría titular “un conflicto más con los líderes hipócritas”. En los primeros cinco versículos, los fariseos critican a los discípulos por recoger y comer trigo en sábado. La ley permitía que el hambriento tomara del grano ajeno para satisfacer su necesidad, pero lo que disputaban era que lo hicieran en sábado. Conviene recordar que no aplicaban a otras partes de la ley el mismo celo exagerado.
Así son los hipócritas, muy devotos en ciertos aspectos de su religión y muy descuidados en otros. No cabe duda que Cristo dio precisamente en el blanco con la pequeña frase: “¿Ni aun esto habéis leído?” Eso sí les molestó, porque se jactaban de conocer el Antiguo Testamento de punta a punta. “¿Quién es este advenedizo que nos quiere hablar de las Escrituras?” se han de haber preguntado.
Jesús cita el caso de David en 1 Samuel 21:1–6 como una interpretación del cuarto mandamiento (Exodo 20:10) y a continuación se declara “Señor del día de reposo” (6:5). El había hecho el día de reposo: “Todo fue creado por medio de él y para él” (Colosenses 1:16). El Creador debía saber a fondo y mucho mejor que ellos, cuál era su propósito. Asimismo, conoce a fondo el corazón del hombre.
¡REFLEXIONEMOS!
Aun el verdadero creyente puede caer en el error de los fariseos. ¡Qué fácil es leer y hasta dominar el contenido de la Palabra de Dios sin prestar la debida atención a lo que dice! En tal caso, dominamos la Biblia, pero ella no nos domina a nosotros. ¡Esto es fariseísmo puro! Deténgase y medite por unos momentos en alguna ocasión en que usted haya actuado así y propóngase no hacerlo más.
La misma reclamación surgió otro sábado cuando el Señor sanó al hombre que tenía la mano tullida. En esa ocasión los escribas y fariseos vigilaban a Jesús, sabiendo que el enfermo estaba presente. También conocían el poder de Cristo y su compasión. Sin embargo, sus duros corazones, en vez de reconocerlo como Mesías, buscaban atraparlo: “Mas él conocía los pensamientos de ellso” (6:8). Esa pobre gente autoengañada no sabía con quién se enfrentaba. ¡Hasta sus pensamientos los conocía Jesús!
Su pregunta breve y sencilla los dejó callados:
“¿ES LÍCITO EN DÍA DE REPOSO HACER BIEN, O
HACER MAL? ¿SALVAR LA VIDA, O QUITARLA?”
Parece que les quería comunicar que cuando uno tiene la oportunidad de hacer el bien, debe hacerlo sin importar qué día de la semana sea. Más bien, es malo refrenarse de hacerlo. Dicha lección también los dejó callados y muy enojados (6:11)
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