domingo, 6 de julio de 2014

Cuáles son los planes para evangelizar: Evangelización, la tarea suprema del cristiano

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: 29MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información

  El problema de los métodos de evangelización
Propósito y pertinencia: estos son los problemas cruciales de nuestra labor. Tienen relación mutua y la significación de toda nuestra actividad dependerá en gran parte de la medida en que logremos que ambos elementos sean compatibles. El hecho solo de que estemos ocupados (o de que seamos hábiles) en alguna actividad no significa necesariamente que estemos cumpliendo algún propósito. Siempre habrá que preguntarse: ¿Vale la pena hacerlo? ¿Se cumple la tarea establecida?
Estas son las preguntas que debieran plantearse constantemente en relación con la actividad evangelizadora de la iglesia. En nuestros esfuerzos por llevar adelante las cosas, ¿estamos realmente cumplimentando la gran comisión de Cristo? ¿Vemos como resultado de nuestro ministerio una comunidad creciente y pujante de hombres consagrados que comunican al mundo el evangelio? No se puede negar que estamos muy ocupados en la iglesia, afanados por llevar a cabo un programa tras otro de evangelización. Pero, ¿estamos cumpliendo el propósito deseado?

  A la función le sigue la forma
Nuestra atención se centra de inmediato en la necesidad de idear una bien madurada estrategia de acción diaria, en función de la meta a largo alcance que nos proponemos alcanzar. Debemos estar conscientes de cómo armoniza determinado curso de acción con el plan general que Dios tiene para nuestra vida, si queremos que conmueva nuestra alma con un sentido de destino. Esto es así en cualquier procedimiento o técnica que se utilice para propagar el evangelio. Al igual que un edificio se construye de acuerdo con un plano diseñado en función de su uso, así también todo lo que hacemos debe tener un propósito. De lo contrario, nuestra actividad puede resultar inútil por falta de rumbo y por confusión de metas.

  Estudio de los principios
Lo anterior explica lo que ha motivado este estudio. Es un esfuerzo por descubrir los principios que dirigieron las acciones del Maestro; con la esperanza de que nuestros propios esfuerzos puedan conformarse a una pauta semejante. Por consiguiente, el libro no pretende interpretar métodos específicos de Jesús en la evangelización personal o de masas.* Es más bien un estudio de los principios que forman el sustrato de su ministerio: principios que determinaron sus métodos. Se le podría llamar un estudio de su estrategia de evangelización en torno a la cual orientó su vida sobre la tierra.

  Necesidad de más investigación
Causa sorpresa lo muy poco que se ha publicado acerca de este tema, aunque, desde luego, la mayoría de los libros que tratan de métodos de evangelización contienen en forma somera algo acerca de ello. Lo mismo podría decirse de los estudios acerca de los métodos docentes de Jesucristo, como también de las historias generales que tratan de su vida y obra.

Probablemente el estudio más esmerado que se ha escrito hasta la fecha, en cuanto al plan general de evangelización del Maestro, haya sido en relación con la preparación de los discípulos. Destaca entre todos el libro The Training of the Twelve (La Preparación de los Doce) de A. B. Bruce. Publicado por primera vez en 1871 y revisado en 1899, este relato del crecimiento de los discípulos en la presencia del Maestro, no ha sido superado en cuanto a riqueza de ideas. Otro volumen, Pastor Pastorum, de Henry Latham, escrito en 1890, hace hincapié sobre todo en la forma en que Jesús preparaba y capacitaba a hombres, aunque resulta menos comprensivo en su análisis. Después de estos primeros estudios, han aparecido unos cuantos volúmenes menores que proporcionan ideas estimulantes siempre en relación con el mismo tema. No todos estos volúmenes tienen el mismo punto de vista teológico evangélico, pero es interesante advertir que coinciden cuando se trata de evaluar la característica fundamental de la obra que Jesús realizó con los discípulos.

Lo mismo se puede decir de muchas obras prácticas acerca de diversas fases de la vida y ministerio de la iglesia que han sido publicadas en años recientes, sobre todo de los escritos relacionados con el movimiento creciente de testimonio laico y de grupos pequeños dentro de la iglesia. Estamos conscientes de que estos autores no han escrito de modo primordial desde el punto de vista de la estrategia de la evangelización; con todo, debemos reconocer lo mucho que les debemos por tratar de los principios fundamentales del ministerio y misión de nuestro Señor.

Sin embargo, el tema de la estrategia básica de Jesús muy pocas veces ha recibido la atención que merece. Aunque agradecemos los esfuerzos de los que la han estudiado —y no prescindimos de sus hallazgos—, sigue siendo apremiante la necesidad de más investigación y aclaración, sobre todo en el estudio de las fuentes primarias.

  Nuestro plan de estudio
Para comprender plenamente el plan de Jesús, debemos acudir al Nuevo Testamento y, en especial, a los Evangelios. A fin de cuentas, son los únicos relatos de primera mano que nos hablan del Maestro en acción (Luc. 1:2, 3; Jn. 20:30; 21:24; 1 Jn. 1:1). Es cierto que los Evangelios se escribieron primordialmente para presentarnos a Cristo el Hijo de Dios, y para que por fe podamos tener vida en su nombre (Jn. 20:31). Pero lo que a veces no acertamos a ver es que la revelación de esa vida en Cristo incluye la forma cómo vivió y enseñó a otros a vivir. Debemos recordar que los testigos que escribieron los libros no sólo vieron la verdad, sino que la verdad los cambió. Por consiguiente, al escribir el relato nunca dejan de hacer resaltar lo que más influyó en ellos y en otros para que dejaran todo y siguieran al Maestro. Claro que no lo mencionan todo. Como cualquier otro historiador, los autores de los Evangelios presentan un cuadro de conjunto, poniendo de relieve unas pocas personas y experiencias características y haciendo resaltar ciertos puntos vitales dentro del desarrollo de los acontecimientos. Pero en lo que respecta a esas cosas que se seleccionan y detallan con esmero y con integridad absoluta bajo la inspiración del Espíritu Santo, podemos tener la seguridad de que conllevan la intención de enseñarnos cómo seguir las huellas del Maestro. Por esto, los relatos evangélicos de Jesús constituyen nuestro mejor e infalible libro de texto sobre la evangelización.

De ahí que el plan de este estudio es el de seguir las pisadas de Jesús, tal como se describen en los Evangelios, sin recurrir mayormente a fuentes secundarias. Para ello se ha examinado con detenimiento —repetidas veces y desde varios puntos de vista— el relato inspirado de su vida, con el afán de descubrir la razón que lo indujo a llevar a cabo su misión en la forma en que lo hizo. Sus tácticas se han analizado desde el punto de vista de su ministerio en conjunto, con la esperanza de entender de este modo el significado más amplio que revistieron los métodos que siguió con los hombres. Hay que confesar que la tarea no ha sido fácil, y sería yo el primero en admitir que queda mucho por aprender. Las dimensiones ilimitadas del Señor de Gloria no pueden en modo alguno encerrarse en alguna interpretación humana de su perfección, y cuanto más lo contempla uno, tanto más se da cuenta de que así es.

  Cristo: ejemplo perfecto

No obstante de reconocer esta realidad, ningún otro estudio resulta más satisfactorio. Por limitadas que sean nuestras facultades perceptivas, sabemos que en Jesús tenemos al Maestro perfecto. Nunca cometió error alguno. Si bien compartió nuestra vida y fue tentado como nosotros, no estuvo sujeto a las limitaciones de la carne de que se revistió por nuestro bien. Aun en los casos en que decidió no utilizar su omnisciencia divina, su mente tuvo una claridad absoluta. Siempre supo discernir la senda recta y, como hombre perfecto, vivió tal como Dios viviría entre los hombres.

  Su propósito fue claro
Los días que Jesús vivió como hombre no fueron sino la manifestación, en el tiempo, del plan que Dios concibió desde el principio. Siempre lo tenía presente en su mente. Quería salvar del mundo y reservarse para sí un pueblo y también edificar una iglesia del Espíritu que nunca pereciera. Tenía puesta la mirada en el día en que su reino aparecería con toda gloria y poder. Este mundo era suyo por creación, pero no quiso convertirlo en su morada permanente. Sus mansiones estaban en lo alto. Fue a preparar para su pueblo un lugar que tenía fundamento eterno en los cielos.

Nadie estaba excluido de su propósito de gracia. Su amor era universal. No nos confundamos en cuanto a esto. Era “el Salvador del mundo” (Jn. 4:42). Dios quiso que todos los hombres se salvaran y llegaran al conocimiento de la verdad. Para ello se entregó Jesús a fin de ofrecer a todos los hombres la salvación del pecado, y al morir por uno, murió por todos. Al contrario de nuestra forma de pensar superficial, en la mente de Jesús no existió jamás distinción alguna entre misiones extranjeras y domésticas. Para Jesús era todo evangelización mundial.

  Se propuso triunfar
Toda su vida se encaminó a este propósito. Todo lo que hizo y dijo fue parte del plan general. Su significado emanaba del hecho de que contribuía al propósito último de su vida de redimir el mundo para Dios. Esta fue la visión rectora de su conducta. Fue la norma de todos sus pasos. Démonos bien cuenta de ello. Ni por un momento perdió Jesús de vista su meta.

Por esto es de suma importancia examinar la forma cómo Jesús realizó su propósito. El Maestro puso de manifiesto la estrategia de Dios para la conquista del mundo. Tenía confianza en el futuro precisamente porque vivió de acuerdo con ese plan en el presente. En su vida nada hubo fortuito: no hubo energías malgastadas ni palabras ociosas. Se dedicó a los negocios de su Padre (Luc. 2:49). Vivió, murió, y resucitó según lo previsto. Al igual que un general planea el curso de la batalla, el Hijo de Dios hizo planes para triunfar. No se pudo permitir el lujo de correr riesgos. Sopesó todas las alternativas y los factores variables en la experiencia humana, después de lo cual concibió un plan que no fallaría.

  Su plan merece cuidadoso examen
Es sumamente revelador estudiarlo. Reflexionar en ello con seriedad conduce al cristiano a conclusiones profundas y a veces abrumadoras, si bien es probable que su plena comprensión resulte lenta y ardua. De hecho, a primera vista podría incluso parecer que Jesús no tuvo plan alguno. Otros descubrirán una técnica particular pero no las normas básicas. Y aquí radica una de las maravillas de esa estrategia. Es tan modesta y silenciosa, que el cristiano atolondrado no atina a descubrirla. Pero cuando el discípulo dispuesto llega por fin a caer en la cuenta del método general de Jesús, le sorprende su sencillez y se pregunta cómo la pudo pasar por alto anteriormente. Sin embargo, cuando se reflexiona acerca del plan de Jesús, la filosofía básica del mismo es tan diferente de la de la iglesia moderna, que sus implicaciones resultan poco menos que revolucionarias.

Las páginas que siguen pretenden aclarar ocho principios rectores del plan del Maestro. Sin embargo, debe aclararse que no hay que entender los distintos elementos si se dieran siempre en un mismo orden, como si el último no comenzara hasta tanto que los otros estuvieran en pleno funcionamiento. De hecho, cada uno de ellos implica todos los demás y, en cierto modo, todos comenzaron con el primero. El esquema sólo pretende estructurar el método de Jesús y hacer resaltar la lógica progresiva del plan. Se observará que a medida que el ministerio de Jesús se desarrolla, los elementos se hacen más patentes y la secuencia de los mismos se vuelve más perceptible.

El maestro de Escuela Dominical: Ayuda en el dolor emocional de los niños

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información

El Dolor Emocional de los Niños: Cómo Ayudar

Es importante aclarar desde un principio los parámetros que definen lo que estoy llamando “ayuda pastoral al niño”. Cuando uno se acerca al dolor emocional de los niños, la tendencia es de responder con una u otra actitud que representa dos extremos. 

Una de esas actitudes es negar la realidad de que existe dolor en la vida de los niños, porque preferimos seguir creyendo que ellos son felices por naturaleza e incapaz de entender las dimensiones de la angustia humana. La otra actitud es de creer que la resolución del dolor en el niño supera totalmente nuestras capacidades y que la única solución es recurrir a la ayuda de psiquiatras o consejeros profesionales. 

La primera reacción no es válida y que la segunda es absolutamente necesaria, pero solo en algunos casos. Es mi fuerte convicción de que no podemos ayudar al niño si no partimos del hecho de que todo niño sufre dolor emocional, algunos más que otros, por las vivencias que experimenta en su hogar y en su entorno social. Es también mi convicción que todo adulto, y especialmente los que somos maestros, podemos hacer mucho para aliviar ese dolor y lograr sanidad emocional en la vida del niño. Y no tenemos que ser consejeros profesionales para lograrlo.

El maestro que trabaja en el contexto religioso tiene importantes recursos espirituales para ofrecerle al niño una contención correcta y adecuada. Aún más, son los recursos espirituales que nosotros mismos gozamos que nos dan la confianza para lanzarnos a esta tarea. Pero es necesario señalar que lo primero que hace falta para que esa ayuda se haga realidad es que el maestro defina su ministerio por algo más que la tarea de enseñanza. Debe ver su ministerio como una “tarea pastoral” y su vida como el instrumento que Dios utiliza para ofrecer al niño la contención espiritual que necesita, similar a lo que ejerce el pastor en relación a la congregación. Ese enfoque cambia el sentir de lo que hace, y demanda un compromiso distinto en cuanto a la tarea de formación espiritual del niño. Para empezar, impone la obligación de lograr una capacitación cabal para comprender las necesidades del niño en sus distintas etapas de desarrollo. Pero también requiere que haya una disposición conciente de permitir que Dios utilice su vida como un canal de ayuda y bendición para el niño, en formas que son más que una mera presentación académica de la lección bíblica en una clase los días domingo.

Lo que la ayuda pastoral NO es
Esta postura que quiero presentar es sencilla. Para empezar, el maestro NO está asumiendo un papel para el cual no está capacitado, como por ejemplo, el de asumir el rol de psicopedagogo o psicólogo. NO asume el papel de ser un experto en la terapia familiar. Tampoco NO está tratando de restarle autoridad al pastor titular de la iglesia ni a asumir una autoridad espiritual que no le haya sido delegada. NO cree tener todas las soluciones para resolver la confusión y el dolor del niño ni tampoco tiene la capacidad ni el tiempo de atender a todos los casos que le puedan llegar. Al contrario, acepta con humildad sus limitaciones y se da cuenta, desde el inicio de su ministerio, de que las necesidades de sus alumnos superan sus capacidades como ser humano. Igualmente reconoce que el entorno familiar del niño queda fuera de su alcance en cuanto a lograr transformaciones que uno desearía para el bien del niño. Su ayuda se limita, en la mayoría de los casos, a fortalecer espiritualmente al niño para que éste pueda enfrentar con otra actitud su triste realidad que probablemente no tenga soluciones inmediatas.

Debo enfatizar que la ayuda pastoral al niño NO debe proponer soluciones mágicas. Hoy en día en muchas de las iglesias evangélicas latinoamericanas hay una constante búsqueda por ver milagros. Parece que tenemos la necesidad de creer que el “Dios de lo imposible” puede intervenir en forma espectacular en las circunstancias que limitan el bienestar de los humanos. Eso hace que la oración se transforme en una forma de manipuleo a la soberanía de Dios, donde se insiste que él conceda el milagro que tanto anhelamos. Para dar más evidencia de una fe vigorosa, declaramos con soberbia que Dios va a conceder lo que hemos pedido, como si esto fuera nuestro derecho. Entonces, cuando le hacemos promesas al niño sobre el obrar de Dios (ejemplo: “Dios no va a permitir que tus padres se separen”), es jugar con su tierna fe y crear la posibilidad de un desengaño cuando no acontece lo que se dijo. La tendencia del niño es creer absolutamente en la palabra de su maestro y cuando ve defraudado esa confianza, es posible que empiece en él un proceso de desilusión en cuanto a Dios y en cuanto a la iglesia. Por eso el maestro, siendo responsable del correcto cuidado pastoral que ofrece al niño, debe presentarle a Dios como realmente es: un Dios soberano involucrado en la vida de sus hijos para ayudarlos a tomar buenas decisiones ante las circunstancias de la vida y para fortalecerlos cuando experimentan dolor y sufrimiento. Es, además, un Dios que se compromete con sus hijos para ayudarlos a resistir la tentación al pecado y a transformar situaciones luego que ellos hayan permitido que Dios los transforme primero. Reitero, entonces, que la oración no es una varita mágica para eliminar los contratiempos de la vida. La oración es el diálogo constante que utilizamos para desarrollar y fortalecer nuestra relación personal con Dios y por la cual vamos entendiendo sus propósitos en nuestra vida.

La ayuda pastoral al niño NO debe definirse en términos de una “guerra espiritual”. Aunque este enfoque se ha hecho muy popular en las iglesias evangélicas, debemos cuidarnos mucho con utilizar esta metodología con los niños. No hay duda que el Enemigo de nuestras almas lucha continuamente para destruir la vida espiritual de grandes y pequeños. No podemos negar tampoco que Satanás utiliza a adultos para dañar y destruir a los niños. La guerra espiritual es una realidad en la vida del creyente, sea adulto o niño. Sin embargo, cuando definimos la vida cristiana en estos términos, siempre existe el peligro de distorsionar las circunstancias. Por ejemplo, decir que un niño agresivo, malhumorado o deprimido está endemoniado, y a veces hasta decírselo al niño mismo, es acusarlo de algo terrible que le crea más confusión aún. Cuando a ese niño se le trata de hacer una “liberación” utilizando los métodos de la guerra espiritual, es posible crear una reacción traumática en el niño y le hace daño a su desarrollo espiritual. Hay niños que han sufrido grandes trastornos por ser tratados de esa manera.

Por cierto, hay niños que han sido expuestos a influencias satánicas por ser obligados a participar en horribles ritos de ocultismo. Otros, que han vivido en hogares donde los adultos habitualmente practicaban algún tipo de brujería, han sido víctimas de estas influencias que han contribuido al abuso físico y sexual. Algunos han sufrido increíblemente por el efecto del alcoholismo o la drogadicción en sus padres. En todos estos casos donde uno puede ver el descontrol de los padres en cuanto a su propia vida uno puede decir que se debe en gran medida a la opresión demoníaca. Cuando un maestro siente que la conducta de un alumno demuestra trastornos de índole satánico, debe buscar la ayuda de personas experimentadas en la intercesión y en la liberación que han demostrado tener discernimiento espiritual para enfrentar esta realidad en una manera eficaz. Es importante no ir a los extremos en esto: por un lado de “ver al diablo” en todas las malas conductas de los niños, y por otro de negar totalmente que hayan influencias satánicas que pueden haber dañado al niño.

¿Cómo se define la correcta ayuda pastoral al niño?
Para elaborar una definición adecuada a este tipo de ministerio entre los niños, relato un incidente que ocurrió en una clase de niños de 9 a 11 años de edad. Un alumno llamado Jorge llegó a la clase un domingo con una cara “de tormenta”. Se notaba por su rostro que algo le estaba afectando profundamente. Desde el inicio de la clase, su actitud fue de un desinterés total, algo no habitual en él. Además, los dos maestros se sorprendieron al ver conductas agresivas del niño hacia sus compañeros, ya que generalmente era un niño apacible y feliz. Cuando terminó la clase, uno de los maestros lo abrazó y le preguntó si podía quedarse unos minutos para charlar. Los dos maestros se sentaron a su lado y le preguntaron si le pasaba algo, porque veían que estaba molesto. El niño reaccionó en una manera inesperada. Escondiendo su rostro entre sus brazos, se largó a llorar amargamente. Cuando pudo contenerse, les contó de algo que le había dicho la hermana mayor en camino a la iglesia que lo había herido profundamente. Le había dicho que no era hijo real de sus padres, que era adoptado. Los maestros escucharon con atención, luego le aseguraron al niño que lo que había dicho la hermana no era cierto porque ellos conocían muy bien a la familia y le preguntaron si quería que ellos hablasen con sus padres y su hermana. El niño respondió enérgicamente que no, se calmó de su llanto y les sonrió. “Ahora estoy bien” les dijo secándose las lágrimas. Los maestros oraron por él y lo despidieron viendo a un niño transformado.

Una presencia que acompaña
Este pequeño incidente ilustra la esencia de lo que entiendo es la ayuda pastoral al niño. Todo niño interpreta sus vivencias emocionales en forma exagerada. El niño del incidente que relaté no se puso a analizar por qué su hermana le había dicho esas palabras. Tampoco entendía que lo había hecho por celos, o simplemente por fastidiarlo. 

El niño tomó las palabras con toda la fuerza de su impacto y reaccionó emocionalmente transformándolas en conductas. Su transparencia habitual hizo imposible esconder sus sentimientos. Dichosamente, los maestros supieron interpretar las transformaciones de conducta del niño como señal de algún problema aún no verbalizado.

La ayuda pastoral se puede definir como la disposición del adulto de interesarse lo suficiente en la vida del niño como para entender e identificar las áreas de necesidad en su vida y encontrar maneras de ayudarlo. Podemos agregar a eso la disposición de jugarnos por el niño para brindarle ayuda como la que el Señor mismo le ofrecería, es decir, una o todas las actitudes expresadas por las siguientes palabras: consuelo, apoyo, protección, compañía, bendición, guía, afirmación y esperanza. Es decir, brindarle al niño los maravillosos aportes que se describen tan bellamente en el Salmo 23.

Quiero ser claro: la ayuda pastoral no es tanto resolver los problemas que le trae la vida al niño, sino el fortalecerlo de diferentes maneras para enfrentar esos problemas. En el caso de Jorge que mencioné antes, el sentirse escuchado y afirmado por sus maestros, además de recibir una orientación distinta y el consuelo espiritual de sus oraciones, era suficiente para que él saliera de allí fortalecido en cuanto a su identidad y ayudado para hacer frente a la relación con su hermana.

Estoy convencido de que mucha de la angustia del niño de hoy, que se ve reflejada en su hiperactivismo, su agresión o su pasividad, está radicada en su sensación de soledad frente a la vida. Para el niño, el solo sentirse acompañado, aunque sea por un maestro que ve una vez por semana, le traerá alivio, seguridad y esperanza. El niño rápidamente aprende, como todos nosotros lo hicimos, que el mundo es difícil y que las convivencias son complicadas. Carole Klein, en su libro El mito del niño feliz, dice:

  No deberíamos ponernos a la defensiva mientras ellos luchan por definir su personalidad. Al comprender las limitaciones de nuestra capacidad de cambiar el curso de su desarrollo, podremos acompañarlos siempre con nuestro afecto, listos para ofrecer cualquier ayuda que podamos dar a medida que ellos van enfrentando los inevitables desafíos de la niñez.

Bruno Bettelheim, una autoridad en la correcta crianza de niños, declara:

  Una de mis prioridades en la enseñanza es corregir la falacia actual que sostiene que es deseable que los niños sean criados aislados de las frustraciones y dificultades de la vida. En cambio, debemos enseñarles desde la infancia que el éxito en la vida reside en la capacidad de saber enfrentar las dificultades, de luchar y de salir adelante.

Creo que en los planes de Dios para el correcto desarrollo de los niños, la ayuda pastoral adecuada apunta a eso.

Dentro de la iglesia siempre habrá algunos niños con problemas emocionales más severos que requieren ayuda profesional. Los maestros y los directores de los programas de niños deben estar atentos a casos así y la iglesia debe contar con el apoyo de profesionales para estas situaciones que requieren una consejería a largo plazo o, si hace falta, una terapia familiar. No debemos sentir vergüenza ni interpretar como algo contradictorio a nuestra fe, el que haya personas, ya sean niños o adultos, que pueden requerir ayuda profesional para resolver sus conflictos. Vivimos en un mundo caído donde abunda el pecado, lleno de crisis existenciales, donde la preocupación y la ansiedad son elementos constantes en la vida. No debe sorprendernos que haya trastornos mentales y emocionales en la gente. Pero en la mayoría de los casos, los niños que llegan a nuestras iglesias no requieren atención profesional. Ellos necesitan simplemente una mano extendida que representa el amor del Señor en nosotros. La ayuda pastoral, asumida correctamente, le ofrece esa mano al niño.

Ayuda para hablar de dolor
Este libro ha sido escrito originalmente con la intención de proveerle al maestro ayudas prácticas para ayudar al niño a hablar de su dolor. Esas ayudas ilustradas se dan por medio de láminas, una serie de actividades, juegos interactivos y libritos que sirven para crear un espacio en donde se le facilita al niño la posibilidad de hablar sobre los problemas que esté enfrentando.

¿Por qué es importante que el niño hable de sus problemas? Porque si no encuentra la forma de expresar lo que le pasa, seguirá sin aliviar el dolor que sufre y sus conductas, su rendimiento escolar y su capacidad de disfrutar de la vida serán afectados. El dolor internalizado, que nunca se resuelve, carcome profundamente la autoestima y distorsiona la vida emocional. Alguien me preguntó una vez si era suficiente sólo con escuchar al niño, sin hacer otra cosa. Mi respuesta fue que probablemente no fuera suficiente, pero mejor poco que nada. Ser escuchado representa una cuota enorme de la ayuda que el niño necesita recibir. Una de las angustias más grandes del niño es no saber cómo expresar lo que siente. Pero una vez que el niño haya encontrado las palabras para describir y nombrar lo que le sucede, él mismo podrá comenzar a entender que podrá transformar sus actitudes en relación a las circunstancias que le toca vivir. Cuando su maestro es capaz de orientar sus pensamientos hacia Dios y ayudarlo a entender que a través de diversas maneras Dios lo acompaña en medio de sus circunstancias, su vida espiritual será fortalecida. Para muchos niños sentirse escuchados por un adulto, sea su maestro o sus padres, forma sus primeras experiencias en saberse escuchado por Dios.

Estoy convencido de que el niño actual necesita desesperadamente de este tipo de ayuda. Ni la tecnología más avanzada, ni la película más divertida, ni el juego electrónico o programa de computación más ingenioso podrán ocupar el lugar de una relación comprometida de afecto e interés personal entre un maestro y su alumno, especialmente porque el maestro también representa una dimensión espiritual para el niño. Esto también se puede decir en cuanto al trato de los padres en relación a sus hijos. Una relación de afecto, donde los padres ponen el empeño de escuchar con cuidado a sus hijos, bautiza la relación con una dimensión pastoral porque ellos están contribuyendo a la creación de vidas sanas.
 

Dios bendiga como hasta ahora a aquellos maestrros de la Escuela Dominical: Pastores de Niños

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información

PASTORES DE NIÑOS: uNA OCUPACIÓN IMPOSTERGABLE


  Me impacta la escena que observo todos los domingos. Niños de todos los tamaños entran corriendo en el plantel educacional de la iglesia. No saludan a nadie hasta llegar a los pisos superiores donde están las aulas. Si la directora de la escuela dominical está en la puerta o en un pasillo, la saludan al pasar, pero su saludo es seguido siempre por la misma pregunta: “¿Está mi maestro?”. Esa expectativa de encontrarse con su maestro es, en realidad, una expresión del anhelo entusiasmado del niño de encontrarse con la persona que lo toma en cuenta, que lo llama por nombre y le da lugar para hablar de sus cosas en un ambiente preparado especialmente para él. Yo creo que éste es el contexto más adecuado para ejercer la ayuda pastoral al niño.

Debo explicar el sentir que le doy a través de todo el libro del término “ayuda pastoral”. Me refiero al trato que un adulto puede darle al niño que se caracteriza por una relación de afecto y que ofrece guía, orientación, apoyo, aliento, compañía y consuelo dentro de un contexto establecido. No estoy usando el término en relación al liderazgo y autoridad implícito en el puesto de pastor de una iglesia. Creo que esta ayuda está relacionada con un lugar físico, la iglesia, el edificio que va adquiriendo para el niño un significado especial relacionado con Dios. Esa ayuda se expresa por individuos que sienten la vocación y el llamado para el ministerio entre la niñez. El lugar y las personas, entonces, establecen el medio ideal donde el niño dolorido ha de ser escuchado y donde, a la vez, se habla de Dios y se aprende de su Palabra. Las personas ideales para ofrecer este tipo de ayuda son los maestros que tienen a su cargo la formación espiritual de los niños. Esos maestros no pertenecen a la familia del niño, pero por lo general la conocen y por eso pueden servir de puentes entre el niño y su familia cuando surgen circunstancias de dolor y confusión. Los maestros pueden llegar a ser los “abogados defensores” del niño, cumpliendo con el llamado de Jesús cuando dijo: “El que recibe a un niño como éste en mi nombre, me recibe a mí” (Mateo 18:5). ¡Qué tarea privilegiada!

El éxito que puede tener la persona en cuanto a la ayuda pastoral al niño depende en gran medida en la relación afectiva que se forma entre el maestro y su alumno. Creo que el lugar más apropiado para que esta relación se fomente es en la iglesia donde ya existen programas dirigidos hacia los niños. También hay situaciones donde una iglesia tiene otras formas de contactarse con niños de la comunidad, como por ejemplo, por una escuela privada o por programas especiales de deportes. Muchas veces se brinda como parte del programa pedagógico un consultorio de ayuda al niño y su familia, supervisado por un psicólogo profesional y llevado adelante por maestros capacitados o posiblemente por integrantes del equipo pastoral de la iglesia. En estos casos, sin embargo, la ayuda pastoral tiene un contexto académico, casi siempre relacionado con el rendimiento del niño en sus estudios. En cambio, cuando la ayuda pastoral se ofrece en la iglesia, está definida por el ambiente de la Escuela Dominical y basada en una relación voluntaria donde el maestro puede ganarse la amistad y confianza del niño.

Las oportunidades para realizar la ayuda pastoral pueden darse de diferentes maneras. La más natural es cuando nace como reacción o respuesta a la actividad de aplicación de una lección bíblica. La lección en sí ha tocado cierto tema. Digamos que sea, por ejemplo, la descarga de enojo de uno o varios miembros de la familia. Al observar las reacciones de los alumnos, el maestro puede darse cuenta de si hay algún niño que está siendo afectado por esta realidad. Es posible que, en forma espontánea, un niño diga: “Mi papá se enoja mucho conmigo. A veces me pega”. O que otro diga: “Yo me enojo mucho con mis hermanos”. El maestro, entonces, busca un momento donde puede conversar a solas con uno u otro de sus alumnos para darles la oportunidad de compartir, si desea, lo que está pasando en su hogar. En ese encuentro individual el maestro está dando oportunidad a que el niño hable de su realidad. Si el maestro es sensible a las reacciones de sus alumnos cuando se da la aplicación de la lección, estas situaciones pueden producirse continuamente. Muchas personas adultas me han comentado que en su experiencia de niño en la iglesia jamás tocó su realidad porque “nadie nunca me preguntó nada”. Recibieron una enseñanza bíblica artificial que nunca llegó a penetrar su diario vivir. Después de todo, el propósito de la enseñanza religiosa es lograr la transferencia de los conceptos bíblicos a la vida práctica. En ese proceso, el maestro tendrá reiteradas oportunidades de ofrecer una ayuda pastoral a sus alumnos.

Otra oportunidad donde la ayuda pastoral puede darse es cuando alguna circunstancia inesperada despierta en los niños un interés urgente en un tema, a tal punto que el maestro se ve obligado a dejar de lado la lección preparada para esa clase para atender el reclamo de sus alumnos. Recuerdo una clase que tuve la semana después de la muerte repentina del hijo del pastor de mi iglesia. El joven había fallecido de un infarto en plena reunión el domingo anterior. Los niños de la clase no habían tenido oportunidad de expresar sus interrogantes ni de hablar de sus temores en relación con lo que había sido una experiencia traumática para todos. Inicié la clase orando por la familia del pastor, y en cuanto dije “amén”, toda la clase quería hablar del tema. Sus preguntas y comentarios me dieron una excelente oportunidad de crear un encuentro especial sobre el tema de la muerte, dándoles lo que llamo “ayuda pastoral” para entender la realidad de esta experiencia trascendental que afecta la vida de toda persona.

Una tercera manera de llevar a cabo el cuidado pastoral al niño es a través de encuentros individuales que el maestro estructura con sus alumnos. Muchas veces el impulso para programar este tipo de encuentro se da cuando el maestro reconoce que un alumno necesita atención especial para hablar de alguna circunstancia que le está afectando. Dependiendo en la circunstancia o en la gravedad del problema, el maestro acuerda con el alumno tener uno o varios encuentros privados. Este libro describe estas circunstancias y brinda pasos prácticos para ayudar al maestro a trabajar con el niño en la resolución de sus problemas.

Una cuarta manera de realizar la ayuda pastoral al niño es a través de la formación de un equipo especializado de consejeros. Esto es un paso más complejo ya que requiere que haya personas con una capacitación suficiente como para atender a los niños que requieren una atención específica para resolver problemas más severos. Este equipo debe tener la aprobación y el apoyo del liderazgo de la iglesia y ser compuesta de quienes han demostrado capacidades especiales para aconsejar a los niños. Pueden ser personas que forman parte del plantel de maestros de la Escuela Dominical o, preferiblemente, personas con una capacitación especial en la asistencia social o en la consejería. Para un mejor rendimiento, este equipo debe establecer días y horarios específicos que se dan a conocer para que los padres puedan tener acceso a esta ayuda para sus hijos. Hace unos años se presentó el caso en nuestra escuela dominical de tener tres niños que manifestaban necesidades emocionales muy evidentes y que estorbaban el desarrollo normal de las clases. Para proveer una dimensión de apoyo a los maestros, la directora de la Escuela Dominical libró a una de las maestras de tener una clase para que estuviera disponible para poder llevar aparte a uno u otro de estos niños y darle la atención que necesitaba. Lo interesante fue que estos niños no veían como una disciplina el hecho de ser separados de su clase normal para tener este tiempo a solas con la otra maestra. Inclusive, luego de estar un tiempo con actividades especiales dirigidas por la maestra, generalmente decían: “Ahora estoy mejor. ¿Puedo volver a mi clase?” Era como si necesitaran de un respiro emocional con alguien que supiera proveerles un pequeño oasis donde calmar su ansiedad y nerviosismo. Estos encuentros especiales se hacían en una pequeña oficina de la iglesia o si no en algún rincón disponible, hasta a veces en una de las escaleras. Lo importante era que estos niños perturbados podían recibir la atención personalizada que necesitaban. Aunque los niños no se dieron cuenta, estaban participando en un encuentro pastoral.

El maestro que se dedica al cuidado pastoral de sus alumnos buscará toda oportunidad posible para conocer mejor a cada uno. Al decir esto, me doy cuenta que todo maestro lucha con las muchas demandas sobre su vida y tiempo, y encuentra difícil apartar el tiempo necesario durante la semana para hacerlo. Pero cuando servimos a Dios, debemos mantener un ideal alto y definirnos no lo que podemos hacer sino lo que debemos hacer. Esto quiere decir que como maestro establezco como prioridad dedicar tiempo para estar con mis alumnos en alguna actividad o momento, y entonces me organizo para llevarlo a cabo. ¿Qué puedo hacer para conocer mejor a mi alumno? Lo puedo hacer tratando de estar presente cuando él juega un partido de fútbol, cuando tiene una participación en un programa especial en el colegio, o cuando se celebra un evento especial en su vida, como su cumpleaños. Si el alumno se enferma, el maestro lo llama por teléfono y trata de visitarlo. Si alguien en su familia sufre un accidente, un robo o un incendio, o si se presenta alguna circunstancia traumática como la muerte de un ser querido, el maestro debe hacer lo posible para estar presente para consolar al niño y su familia. Pero más que nada, el cuidado pastoral se desprende de esos momentos que se dan todos los domingos en la iglesia donde el maestro se muestra cálido en su afecto y genuino en su interés por la vida y las actividades de su alumno. De esta manera el maestro crea un ambiente donde el alumno sabe que será escuchado y tomado en cuenta. Cuando existe una relación así entre maestro y alumno, siempre se darán en forma espontánea oportunidades para ejercer el cuidado pastoral. No hay forma de medir el impacto para bien que puede tener tal relación sobre la vida de una niño o un adolescente.

Hoy yo me gozo en la evidencia de que el cuidado pastoral del niño tiene grandes beneficios. A menudo recibo cartas, llamadas telefónicas o e-mails de niños, adolescentes o adultos que me cuentan de sus vidas, sus estudios, sus noviazgos, sus casamientos, sus hijos y una infinidad de experiencias que son parte de la vida. Y siempre me agradecen mi interés, mis oraciones y mi amor expresado hacia ellos. Me recuerdan incidentes y circunstancias cuando necesitaban la comprensión de un adulto, y me agradecen en palabras de gran emoción todo lo que representó para ellos mi vida. No hay recompensa más enorme que las vidas de mis ex-alumnos que hoy aman y sirven al Señor.

Siempre me impacta cuando observo en la puerta de la iglesia, o en un pasillo o en la vereda, a un maestro dialogando con un alumno, haciéndole preguntas e interesándose por sus actividades. Uno ve en la cara del niño el gozo e entusiasmo de ver que es tomado en cuenta. Uno ve el aprecio que siente el niño por su maestro cuando lo saluda con un beso al llegar o con un abrazo al despedirse. Al ver esas escenas, pienso que así era el Señor con todos los niños y me inspira ver que hay entre sus seguidores muchos que siguen su ejemplo. El cuidado pastoral del niño es, al fin, nada más complejo que saber expresarle el afecto genuino.
 


sábado, 5 de julio de 2014

Bosquejos para preparar sermones: Ayuda ministerial

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 

 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información
LA CREACION

Génesis 1:1–26

    Está ante nosotros una obra de maravillosa variedad.
    ¿Siempre existió? ¿tuvo un principio? Si lo tuvo ¿quién es el autor?
    ¿Con qué fin fue creada? Sólo la Biblia contesta estas interrogaciones.

  I.      LA CREACION TUVO UN PRINCIPIO
    La Biblia comienza con notas sencillas pero sublimes: “En el principio”.
    Moisés no argumenta para probar la existencia de Dios.
    Es postulado lógico y evidente que no hay creación sin creador.
    No puede haber orden ni combinación alguna sin una inteligencia.
    Si hay un pensamiento debe haber un pensador. Esto es lógico.

  II.      LA CREACION TUVO UN AUTOR
    “Creó”. El atributo de crear es exclusivo de Dios.
    El hombre puede transformar, combinar, pero jamás podrá crear.
    Los movimientos ordenados de la misma tierra o naturaleza nos hablan de un Dios omnipotente y omnisciente.
    La Biblia no nos dice cómo van los cielos sino cómo ir al cielo.

  III.      LA CREACION MANIFIESTA EL AMOR DE DIOS
    Había en Dios la necesidad de expresarse, de amar y ser amado.
    ¿Qué es el hombre? un pecador, mas Dios revela su gran bondad.
    La Creación es la primera revelación de Dios. (Sal. 19:1; Rom. 1:20).
    Desde el principio ya actuaron las tres personas de la Trinidad.
    1. Dios-Padre (v. 1) 2. Dios-Hijo (Jn. 1:1) 3. Dios-E. Santo (v. 2).

  IV.      LA CREACION NOS CONDUCE A LA REDENCION
    La Creación forma un contraste con la condición actual del mundo.
    Tierra, teatro de iniquidades, morada de dolor, reino del pecado.
    ¿Qué sucedió? El hombre se rebeló contra Dios, se hizo pecador.
    ¿Entonces? “Dios de tal manera nos amó, que ha dado a su Hijo …”
    Así como la Creación necesitó un Creador para que existiese, así también todo pecador necesita de un Salvador. (Jn. 3:16-21).
    ¡Qué maravillosa es la Creación! mas ¡oh, qué asombrosa es la gran redención obrada por Jesucristo!
 

martes, 1 de julio de 2014

los hijos de ellos que no supieron, oigan, y aprendan a temer a Jehová vuestro Dios todos los días que viviereis sobre la tierra

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MB | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Escuela Dominical
Información

                           LA OBRA DE LOS NIÑOS: NUESTRO FUNDAMENTO BÍBLICO
Un mandato evangélico: “Harás congregar al pueblo, varones y mujeres y niños, y tus extranjeros que estuvieren en tus ciudades, para que oigan y aprendan, y teman a Jehová vuestro Dios, y cuiden de cumplir todas las palabras de esta ley; y los hijos de ellos que no supieron, oigan, y aprendan a temer a Jehová vuestro Dios todos los días que viviereis sobre la tierra […]” Deuteronomio 31:12–13).
Jesús dijo: “Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños […]” (Mateo 18:10).
“Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe” (Mateo 18:5).
“Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar” (Mateo 18:6).
“Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos” (Mateo 19:14).
“Pero los principales sacerdotes y los escribas, viendo […] y a los muchachos aclamando en el templo y diciendo: ¡Hosanna el Hijo de David! se indignaron y le dijeron: ¿Oyes lo que éstos dicen? Y Jesús les dijo: Sí; ¿nunca leísteis: De la boca de los niños y de los que aman perfeccionaste la alabanza?” (Mateo 21:15–16)
Jesús dijo a Pedro: “Apacienta mis corderos” (Juan 21:15)
“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15). (Como comentó C.H. Spurgeon acerca de este versículo: “¿Acaso no son criaturas los niños?”).
Del Antiguo Testamento: “Y cuando os dijeren vuestros hijos: ¿Qué es este rito vuestro?, vosotros responderéis […]” (Éxodo 12:26–27).
“Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6).
Y de las Epístolas: “Y vosotros padres […] criadlos [a vuestros hijos] en disciplina y amonestación del Señor” (Efesios 6:4).
“Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo” (Efesios 6:1).
“Y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Timoteo 3:15).

https://story.ad/site/file_download/smartpublicity1467919561neTNIrOs.html