miércoles, 2 de octubre de 2013

Lectura de la Biblia en un año: Génesis 4 - 7 / RV Revisada

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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Historia de Caín y Abel
4 El hombre conoció a Eva su mujer, la cual concibió y dio a luz a Caín.  Entonces ella dijo: "¡He adquirido un varón de parte de Jehovah!" 2 Después dio a luz a su hermano Abel. Y Abel fue pastor de ovejas, y Caín labrador de la tierra.
3 Aconteció después de un tiempo que Caín trajo, del fruto de la tierra, una ofrenda a Jehovah. 4 Abel también trajo una ofrenda de los primerizos de sus ovejas, lo mejor  de ellas. Y Jehovah miró con agrado a Abel y su ofrenda, 5 pero no miró con agrado a Caín ni su ofrenda. Por eso Caín se enfureció mucho, y decayó su semblante. 6 Entonces Jehovah dijo a Caín:
—¿Por qué te has enfurecido? ¿Por qué ha decaído tu semblante? 7 Si haces lo bueno, ¿no serás enaltecido? Pero si no haces lo bueno, el pecado está a la puerta y te seducirá;  pero tú debes enseñorearte  de él.
8 Caín habló con su hermano Abel.  Y sucedió que estando juntos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel y lo mató. 9 Entonces Jehovah preguntó a Caín:
—¿Dónde está tu hermano Abel?
Y respondió:
—No sé. ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?
10 Le preguntó:
—¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra. 11 Ahora pues, maldito seas tú, lejos de la tierra que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano. 12 Cuando trabajes la tierra, ella no te volverá a dar su fuerza. Y serás errante y fugitivo en la tierra.
13 Caín dijo a Jehovah:
—¡Grande es mi castigo  para ser soportado! 14 He aquí que me echas hoy de la faz de la tierra, y me esconderé de tu presencia. Seré errante y fugitivo en la tierra, y sucederá que cualquiera que me halle me matará.
15 Jehovah le respondió:
—No será así.  Cualquiera que mate a Caín será castigado  siete veces.
Entonces Jehovah puso una señal sobre Caín, para que no lo matase cualquiera que lo hallase. 16 Así partió Caín de delante de Jehovah, y habitó en la tierra de Nod, al oriente de Edén.
Descendientes de Caín
17 Caín conoció a su mujer, y ella concibió y dio a luz a Enoc. Caín  edificó una ciudad a la cual llamó según el nombre de su hijo Enoc. 18 A Enoc le nació Irad. E Irad engendró a Mejuyael. Mejuyael engendró a Metusael. Y Metusael engendró a Lamec.
19 Lamec tomó para sí dos mujeres. El nombre de la una fue Ada; y el nombre de la otra, Zila. 20 Ada dio a luz a Jabal, quien llegó a ser el padre de los que habitan en tiendas y crían ganado. 21 El nombre de su hermano fue Jubal, quien llegó a ser padre de todos los que tocan el arpa y la flauta. 22 Zila también dio a luz a Tubal-caín, maestro  de todos los que trabajan el bronce y el hierro. Y la hermana de Tubal-caín fue Naama. 23 Entonces Lamec dijo a sus mujeres:
  "Ada y Zila, oíd mi voz.
  Oh mujeres de Lamec, escuchad mi dicho:
  Yo maté a un hombre, porque me hirió;
  maté a un muchacho, porque me golpeó.
  24 Si Caín ha de ser vengado siete veces,
  Lamec lo será setenta y siete veces."
Descendientes de Set
25 Adán conoció de nuevo a su mujer, y ella dio a luz un hijo y llamó su nombre Set,  diciendo: "Porque Dios me ha sustituido otro hijo  en lugar de Abel, a quien mató Caín." 26 A Set también le nació un hijo, y llamó su nombre Enós.  Entonces se comenzó a invocar  el nombre de Jehovah.

5 Este es el libro de los descendientes  de Adán:
Cuando Dios creó al hombre, lo hizo a semejanza de Dios. 2 Hombre y mujer los creó, y los bendijo. Y el día que fueron creados, llamó el nombre de ellos Hombre.
3 Cuando Adán tenía 130 años, engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen, y llamó su nombre Set. 4 Los años que vivió Adán después de engendrar a Set fueron 800, y engendró hijos e hijas. 5 Todos los años que vivió Adán fueron 930, y murió.
6 Cuando Set tenía 105 años, engendró a Enós. 7 Set vivió después de engendrar a Enós 807 años, y engendró hijos e hijas. 8 Todos los años de Set fueron 912, y murió.
9 Cuando Enós tenía 90 años, engendró a Cainán. 10 Enós vivió después de engendrar a Cainán 815 años, y engendró hijos e hijas. 11 Todos los años de Enós fueron 905, y murió.
12 Cuando Cainán tenía 70 años, engendró a Mahalaleel. 13 Cainán vivió después de engendrar a Mahalaleel 840 años, y engendró hijos e hijas. 14 Todos los años de Cainán fueron 910, y murió.
15 Cuando Mahalaleel tenía 65 años, engendró a Jared. 16 Mahalaleel vivió después de engendrar a Jared 830 años, y engendró hijos e hijas. 17 Todos los años de Mahalaleel fueron 895, y murió.
18 Cuando Jared tenía 162 años, engendró a Enoc. 19 Jared vivió después de engendrar a Enoc 800 años, y engendró hijos e hijas. 20 Todos los años de Jared fueron 962, y murió.
21 Cuando Enoc tenía 65 años, engendró a Matusalén. 22 Enoc caminó con Dios 300 años después de engendrar a Matusalén, y engendró hijos e hijas. 23 Todos los años de Enoc fueron 365 años. 24 Caminó, pues, Enoc con Dios y desapareció, porque Dios lo llevó consigo.
25 Cuando Matusalén tenía 187 años, engendró a Lamec. 26 Matusalén vivió después de engendrar a Lamec 782 años, y engendró hijos e hijas. 27 Todos los años de Matusalén fueron 969, y murió.
28 Cuando Lamec tenía 182 años, engendró un hijo, 29 y llamó su nombre Noé  diciendo: "Este nos aliviará de nuestras obras y de la penosa labor de nuestras manos, a causa de la tierra que Jehovah maldijo." 30 Lamec vivió después de engendrar a Noé 595 años, y engendró hijos e hijas. 31 Todos los años de Lamec fueron 777, y murió.
32 Cuando Noé tenía 500 años, engendró a Sem, a Cam y a Jafet.

Corrupción de la humanidad
6 Aconteció que cuando los hombres comenzaron a multiplicarse sobre la faz de la tierra, les nacieron hijas. 2 Y viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran bellas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas. 3 Entonces Jehovah dijo: "No contenderá para siempre mi espíritu con el hombre, por cuanto él es carne,  y su vida será de 120 años."
4 En aquellos días había gigantes en la tierra, y aun después, cuando se unieron los hijos de Dios con las hijas de los hombres y les nacieron hijos. Ellos eran los héroes que desde la antigüedad fueron hombres de renombre.
5 Jehovah vio que la maldad del hombre era mucha en la tierra, y que toda tendencia de los pensamientos de su corazón  era de continuo sólo al mal. 6 Entonces Jehovah lamentó haber hecho al hombre en la tierra, y le dolió en su corazón. 7 Y dijo Jehovah: "Arrasaré de la faz de la tierra los seres  que he creado, desde el hombre hasta el ganado, los reptiles y las aves del cielo; porque lamento haberlos hecho." 8 Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehovah.
Preparativos para el arca
9 Esta es la historia de Noé: Noé era un hombre justo y cabal en su generación; Noé caminaba con Dios. 10 Noé engendró tres hijos: Sem, Cam y Jafet. 11 La tierra estaba corrompida delante de Dios; estaba llena de violencia. 12 Dios miró la tierra, y he aquí que estaba corrompida, porque toda carne  había corrompido su camino sobre la tierra.
13 Entonces Dios dijo a Noé: "He decidido el final de toda carne,  porque la tierra está llena de violencia por culpa de ellos. He aquí que los destruiré junto con la tierra. 14 Hazte un arca de madera de árbol conífero. Haz compartimentos al arca, y cúbrela con brea por dentro y por fuera. 15 Hazla de esta manera: de 300 codos  de largo, 50 codos  de ancho y 30 codos  de alto. 16 Hazle una claraboya  y termínala a un codo  de la parte alta. La puerta del arca estará a uno de sus lados. Construye también un piso bajo, uno intermedio y uno superior. 17 Porque he aquí, yo voy a traer un diluvio de aguas sobre la tierra, para destruir toda carne en la cual hay aliento de vida debajo del cielo. Todo lo que hay en la tierra morirá. 18 Pero estableceré mi pacto contigo. Entraréis en el arca tú, tus hijos, tu mujer y las mujeres de tus hijos contigo. 19 De todo ser viviente, de toda carne, meterás en el arca dos de cada especie, para que sobrevivan contigo. Serán macho y hembra: 20 de las aves según su especie; del ganado según su especie; de todo animal que se desplaza en la tierra, según su especie. Dos de cada especie vendrán a ti para sobrevivir. 21 Toma contigo toda clase de alimentos para comer, y almacénalos para que te sirvan de comida a ti y a ellos."
22 Y Noé hizo conforme a todo lo que Dios le mandó; así lo hizo.

7 Entonces Jehovah dijo a Noé: "Entra en el arca tú, y toda tu familia, porque he visto que tú eres justo delante de mí en esta generación. 2 De todo animal limpio toma contigo siete parejas, el macho y su hembra; pero de los animales que no son limpios sólo una pareja, el macho y su hembra. 3 De las aves del cielo toma también siete parejas, macho y hembra, para preservar la especie sobre la faz de la tierra. 4 Porque después de siete días yo haré llover sobre la tierra durante cuarenta días y cuarenta noches, y arrasaré de la faz de la tierra todo ser viviente que he hecho."
5 Y Noé hizo conforme a todo lo que Jehovah le mandó. 


El diluvio
6 Noé tenía 600 años cuando vino el diluvio de aguas sobre la tierra. 7 Noé entró en el arca, y con él sus hijos, su mujer y las mujeres de sus hijos, por causa de las aguas del diluvio.
8 De los animales limpios y de los animales no limpios, de las aves y de todo lo que se desplaza sobre la tierra, 9 de dos en dos entraron en el arca con Noé, macho y hembra, como Dios había mandado a Noé. 10 Y sucedió que a los siete días vinieron sobre la tierra las aguas del diluvio.
11 El día 17 del mes segundo del año 600 de la vida de Noé, en este día fueron rotas todas las fuentes del gran océano y fueron abiertas las ventanas de los cielos. 12 Y hubo lluvia sobre la tierra durante cuarenta días y cuarenta noches. 13 En este mismo día entraron en el arca Noé, sus hijos Sem, Cam y Jafet, la mujer de Noé y las tres mujeres de sus hijos con ellos.  14 Entraron ellos y todos los animales según su especie, todos los animales domésticos según su especie, todos los animales que se desplazan sobre la tierra según su especie, todas las aves según su especie, y todo pájaro, todo lo que tiene alas. 15 Y vinieron al arca, a Noé, de dos en dos, de todos los seres que respiran. 16 Vinieron macho y hembra de todo animal, como Dios le había mandado. Y Jehovah le cerró la puerta.
17 El diluvio duró cuarenta días sobre la tierra. Las aguas crecieron y levantaron el arca, y se elevó sobre la tierra. 18 Las aguas crecieron y se incrementaron tanto sobre la tierra que el arca flotaba sobre la superficie de las aguas. 19 Las aguas subieron tanto sobre la tierra que las montañas más altas debajo de todos los cielos fueron cubiertas. 20 Las montañas fueron cubiertas, y las aguas crecieron quince codos  por encima. 21 Y murió todo ser que se desplaza sobre la tierra, tanto las aves como el ganado, las fieras, los animales que se desplazan sobre la tierra y todos los hombres. 22 Murió todo cuanto tenía aliento de vida  en sus narices, todo lo que había en la tierra seca. 23 Así fue arrasado de la faz de la tierra todo ser viviente. Fueron arrasados de la tierra desde el hombre hasta el ganado, los reptiles y las aves del cielo. Sólo quedaron Noé y los que estaban con él en el arca. 24 Y las aguas prevalecieron sobre la tierra durante 150 días.
 


martes, 1 de octubre de 2013

La edad y Experiencia en los Creyentes: Ayuda Ministerial

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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LOS CREYENTES VETERANOS
TITO 2:1–2

  Pero en cuanto a ti, enseña lo que está de acuerdo con la sana doctrina. Los ancianos deben ser sobrios, dignos, prudentes, sanos en la fe, en amor, en perseverancia.

INTRODUCCIÓN

Las ideas que suscribimos con nuestra mente influyen poderosamente en nuestro comportamiento y nuestro estilo de vida. La doctrina y la ética suelen ir cogidas de la mano.
Por supuesto, es posible profesar fe en ciertas creencias y luego comportarnos de tal manera que nuestra vivencia pone en entredicho la fe que profesamos. Pero, en general, nuestro estilo de vida es un reflejo de lo que auténticamente creemos, y las doctrinas que abrazamos determinan en gran medida nuestras actitudes y acciones ante la vida.
No debe extrañarnos, por tanto, que las epístolas del Nuevo Testamento combinen a menudo enseñanzas doctrinales con exhortaciones éticas. Para los apóstoles, ambas cosas eran inseparables.
Tal es el caso del escrito que servirá de base para las reflexiones de este libro: los capítulos 2 y 3 de la Epístola a Tito. En ellos, el apóstol Pablo irá alternando textos de notable contenido ético (2:2–10; 3:1–3) con otros de profunda enseñanza doctrinal (2:11–14; 3:4–7). Lo hace porque tiene la convicción de que los cristianos sólo aprenderán a vivir correctamente si antes se les ha enseñado a pensar correctamente. Una adecuada comprensión de los propósitos de Dios revelados en el evangelio es el fundamento para una vida moralmente sana.
En el capítulo 1, el apóstol ha denunciado el serio daño que ciertos maestros judaizantes estaban causando en las iglesias de Creta, desviando la atención de los fieles hacia asuntos necios que no contribuían para nada a su verdadera edificación moral y espiritual. Para combatir esta influencia nociva, el apóstol ha propuesto un ataque en dos frentes. Ve la necesidad, por un lado, de reprender duramente a aquellos creyentes que se dejan influir por esas enseñanzas (vs. 13–14); y, por otro, de taparles la boca a los falsos maestros (vs. 10–11). Para llevar a cabo esta estrategia doble, entiende la importancia de nombrar en cada congregación a un buen equipo de ancianos (v. 5), hombres de Dios fieles y maduros que pueden servir como pastores proporcionando sana comida al rebaño y protegiéndolo de los estragos causados por los judaizantes.
Por lo tanto, una de las notas dominantes del capítulo 1 ha recaído sobre el contraste entre la enseñanza enfermiza de los falsos maestros (vs. 10–11, 15–16) y lo que Pablo denomina la sana doctrina (v. 9), aquella doctrina saludable que procede de la revelación divina y que sirve para la curación de los males morales y espirituales de la congregación. Sólo la sana doctrina debe ser enseñada por los líderes de la iglesia.
Ahora, en el capítulo 2, dejamos atrás el tema de los pastores a fin de concentrar nuestra atención en diferentes grupos sociales dentro de la iglesia —cinco en total— y en los deberes morales de cada uno de ellos (vs. 2–10). En cada caso, Pablo enseña la ética que debe caracterizar al grupo en cuestión. La implicación es que el evangelio, cuando es fielmente enseñado, debe producir cierto estilo de vida en los que lo abrazan. Quien nace de nuevo, como consecuencia de haberse arrepentido de sus pecados y de haber creído el evangelio, no puede vivir igual que antes.
Esta idea, fundamental en la enseñanza de esta epístola, será ampliamente expuesta en los capítulos 2 y 3, pero ya estaba implícita en el capítulo 1, en el contraste entre los falsos maestros y los ancianos fieles: los falsos maestros ni comen ni dejan comer; ni son santos ellos mismos, ni cultivan la santidad en sus seguidores; son inútiles para cualquier obra buena (v. 16). Tito y los ancianos, en cambio, por medio de su ejemplo y su predicación fiel (1:9; 2:7), deben inculcar en los miembros de la congregación aquellas buenas obras que son apropiadas para su situación social y que hacen honor al evangelio que profesan (2:10).

LA EXHORTACIÓN A TITO (v. 1)

El contenido de esta nueva sección, por lo tanto, versa sobre las distintas exhortaciones que Tito debe dirigir a las congregaciones. Sin embargo, Pablo empieza con una exhortación al propio Tito: Pero en cuanto a ti, enseña lo que está de acuerdo con la sana doctrina. Es una de aquellas frases de exhortación personal que —como ya dijimos en nuestra introducción a la Epístola— se encuentran esparcidas a lo largo del texto. Y, como también hemos indicado, no queda claro si estas exhortaciones son la culminación de lo que el apóstol acaba de decir o si constituyen la introducción a lo que está a punto de exponer.
En este caso (2:1), la exhortación podría mirar atrás, al capítulo 1, en cuyo caso la fiel predicación de Tito es contemplada como el antídoto de las enseñanzas enfermizas de los falsos maestros. Esta interpretación viene reforzada por el carácter enfático del pero en cuanto a ti que abre la exhortación: los falsos maestros enseñan necedades que no convienen a los oyentes (1:11) y que no les conducen a buenas obras; pero tú, por tu parte, Tito, debes predicar las verdades de Dios que pueden hacer que sean sanos en la fe (1:13).
Con mucha facilidad, los predicadores podemos dejarnos arrastrar por temas y debates que están de moda, descuidando así nuestra responsabilidad de alimentar al rebaño del Señor con la comida que él ha prescrito. En el caso de Tito, puede que sufriera la tentación de utilizar el púlpito para debatir los argumentos necios de los judaizantes y dar su opinión sobre las genealogías y mitos que tenían fascinados a muchos de sus oyentes. Pero si lo hubiera hecho, habría sido a expensas de malgastar oportunidades para conducirlos hacia la madurez y la santidad, porque éstas sólo son el fruto de la proclamación de la doctrina sanadora de Dios. Igualmente, el predicador de hoy, si quiere ser fiel al Señor, tendrá que negarse a ser distraído por polémicas o cuestiones que quizás apasionen a la congregación, pero que no contribuyen nada a su verdadera edificación.
Pero, por otro lado, la exhortación también podría mirar hacia adelante, al contenido ético del capítulo 2. Aquella enseñanza que está de acuerdo con la sana doctrina se centra en la clase de comportamiento que el apóstol exige a continuación. Es decir, después de la acción negativa de reprender duramente a la congregación por prestar atención a lo que no conviene (1:13), Tito debe dedicarse a la acción positiva de enseñar aquello que concuerda con la sana doctrina.
Un pequeño detalle que apoya esta segunda interpretación es que ahora Pablo no dice que Tito debe predicar la sana doctrina, sino aquello que está de acuerdo con ella. Aunque quizás sea buscarle tres pies al gato, parece que el énfasis de Pablo ya no recae tanto sobre la doctrina sanadora del evangelio en sí, como sobre la enseñanza ética que está en consonancia con el evangelio. O sea, además de nombrar ancianos para que enseñen las grandes verdades de la revelación divina, Tito debe mandar a las congregaciones que practiquen una manera de vivir que honre al Señor. Las necedades de los falsos maestros conducen a una mala ética; el evangelio verá recortado su efecto si no conduce a una buena ética.
En realidad, no es cuestión de escoger entre estas dos interpretaciones, porque las exhortaciones a Tito sirven como mortero para unir las diferentes secciones de la Epístola. Más bien, debemos tomar en consideración las dos: Pablo mira atrás para decir que la enseñanza de Tito debe distinguirse de la de los judaizantes; y mira adelante para decir que debe inculcar los frutos de una vida santa.
Tito —dice el apóstol— debe enseñar, o más exactamente hablar, estas cosas. Este verbo es muy amplio en su significado y cubre cualquier clase de comunicación verbal. Incluye la predicación y la docencia formal, pero también todo tipo de debate y conversación. No debe haber asomo de contradicción entre las declaraciones públicas y privadas del siervo de Cristo. Toda palabra suya debe ser la expresión de una fe consecuente. Debe ser como Apolos, quien, siendo ferviente de espíritu, hablaba y enseñaba con exactitud las cosas referentes a Jesús (Hechos 18:25).
Calvino sugiere que esta tarea de Tito no es sólo una respuesta puntual a la enseñanza de los falsos maestros, sino un aspecto esencial de todo ministerio pastoral. No basta con que proclamemos el evangelio; también hemos de enseñar aquella vivencia que debe acompañarlo. De hecho, algo de esto ya lo hemos visto en el 1:9: la enseñanza de la iglesia siempre debe ser sanadora; o sea, debe efectuar cambios morales y espirituales en los oyentes y conducirles a una vivencia santa.
Así pues, la enseñanza ética que Tito tiene que «hablar» debe estar de acuerdo con la sana doctrina, es decir, con la revelación de Dios en el evangelio. Además de proclamar la sana doctrina del evangelio en sí, debe enseñar aquel comportamiento ético que le corresponde a ésta. Lo primero corrige la mente; lo segundo, la vivencia. No basta con ser ortodoxos en nuestra doctrina; también debemos ser sanos en nuestra vivencia. Los que siguen doctrinas erróneas son corrompidos en su mente y conciencia y, como consecuencia, en toda su manera de vivir (1:15). En cambio, la sana doctrina debe extenderse a todas las áreas de nuestro ser y producir vidas puras y santas.
Pero no debemos pensar que las vidas de nuestros oyentes serán transformadas en santas y sanas por la sola proclamación del evangelio. Si fuera así, Pablo no habría tenido que exhortar a Tito ni que enseñarle a exhortar a los demás:

  Algunos creen y enseñan que el hecho de hacer hincapié en la «sana doctrina» automáticamente dará como resultado un modo piadoso de vida. Si esto fuera cierto, Pablo no hubiera empleado la mayor parte de su carta explicando qué debe acompañar a la sana doctrina: cuál debe ser ese nuevo modo de vida.


LOS HOMBRES MADUROS (v. 2)

El primer grupo social mencionado por Pablo lo constituyen los varones maduros. Ya no se trata de los ancianos-presbíteros que ostentan el cargo pastoral, sino de los ancianos-viejos de la congregación. Al hablar de ellos en primer lugar, Pablo sigue la jerarquía reconocida en el mundo antiguo y asumida por la Biblia: los varones maduros toman precedencia porque ellos deben marcar el tono para toda la congregación, lo cual implica que ésta debe tratarlos siempre con respeto. Vale la pena tomar nota de que la palabra asimismo, que introduce la exhortación a las mujeres maduras en el versículo 3, indica que todo lo que el apóstol dice acerca de los varones ancianos se aplica también a las mujeres ancianas.
Antes de considerar las diferentes cualidades morales que deben caracterizar a los ancianos, necesitamos aclarar quiénes constituyen este grupo. Es de notar que, tanto en este texto como habitualmente, el Nuevo Testamento sólo conoce dos grupos sociales en la iglesia en cuanto a divisiones por edad: los ancianos y los jóvenes (los niños son caso aparte). ¿Será porque los de mediana edad no necesitan ninguna clase de exhortación espiritual? Por supuesto que no. Se debe a que, mientras nosotros solemos emplear tres categorías —jóvenes, personas de mediana edad y ancianos—, los antiguos sólo empleaban dos. En nuestros días, dos factores sociales vienen a complicar esta cuestión. En primer lugar, vivimos en una época que rinde homenaje a la juventud (en cambio, los antiguos lo rendían a la vejez). Por lo tanto, todo el mundo quiere ser joven. Hoy en día ¡hay jovencitos —y jovencitas— de cuarenta años o más!
En segundo lugar, puesto que a nadie le gusta ser asociado con la pérdida de facultades de la vejez, no llamamos anciano a nadie mientras pueda caminar sin bastón. Como consecuencia, para nosotros, los dos primeros grupos son mayoritarios: los jóvenes forman un gran bloque compuesto por todos los que tienen de 15 a 40 años, y los de mediana edad otro que va desde los 40 a los 70 (aproximadamente). En nuestra sociedad, ¡tanto los jóvenes como los ancianos son cada vez más viejos!
Ahora bien, para aplicar con acierto las exhortaciones a «ancianos y jóvenes» que encontramos en el Nuevo Testamento, tendremos que renunciar a nuestras categorías actuales y volver a las que se empleaban en tiempos apostólicos. Tendremos que entender que, para Pablo, todos los miembros de la congregación están incluidos en estos dos conceptos y tendremos que decidir en cuál de ellos nos clasificamos a nosotros mismos.
Para el pensamiento bíblico, la juventud se caracteriza por el vigor físico, la hermosura, la energía y la fuerza:

  La gloria de los jóvenes es su fuerza; la belleza de los ancianos, su vejez (Proverbios 20:29).

Pero, aunque la juventud se reconoce como una etapa hermosa de la vida, también se caracteriza por la inmadurez y por la falta de sensatez y de experiencia. Así, el rey David, aun a sabiendas de que él mismo no había de construir el templo, empezó a almacenar materiales para su eventual construcción por pensar que su hijo Salomón, al ser joven, no tomaría las necesarias medidas de previsión (1 Crónicas 22:5).
El joven se apasiona con facilidad y siente emociones con una especial intensidad. Por esto, suele ser capaz de entregarse a diferentes «causas» con celo y sacrificio y de ofrecerse en generosa devoción. Pero, al no saber controlar bien su entusiasmo o sujetarlo a una prudencia de miras amplias, éste tiende a traicionarle conduciéndole a acciones impetuosas, haciendo que le ciegue la demagogia de otros o, por el contrario, llevándole a inhibirse ante compromisos difíciles (cf. Jueces 8:20). Por esto, los jóvenes suelen ser magníficos soldados pero malos consejeros. Como ejemplo de eso, tenemos el caso de los jóvenes consejeros de Roboam: le indujeron a tomar unas medidas políticas que le costaron la mitad de su reino e involucraron al país en una terrible guerra civil (1 Reyes 12:8–16).
Asimismo, la juventud se caracteriza por una relativa torpeza social, a la luz de la cual la reacción de Jeremías ante el llamamiento de Dios es comprensible: ¡Ah, Señor Dios! He aquí, no sé hablar, porque soy joven (Jeremías 1:6). El joven conoce, con especial fuerza, las demandas de los apetitos sensuales y las pasiones juveniles (2 Timoteo 2:22): Alégrate, joven, en tu mocedad, y tome placer tu corazón en los días de tu juventud. Sigue los impulsos de tu corazón y el gusto de tus ojos; mas sabe que por todas estas cosas, Dios te traerá a juicio (Eclesiastés 11:9). Es la edad en la cual la sensatez no está tan desarrollada como la energía, lo cual hace que el joven cometa acciones impetuosas, irresponsables y necias: La necedad está ligada al corazón del niño (Proverbios 22:15; cf. 7:7).
En resumidas cuentas, pues, la Biblia, lejos de practicar aquella adulación a la juventud que vemos en los medios de comunicación de hoy, la trata con realismo y con cierta ambivalencia: por un lado reconoce que es una etapa hermosa de la vida llena de actividad, ilusión y entusiasmo; por otra, ve en ella una fase de inmadurez que necesita ser gobernada por el consejo de los prudentes. Mientras hoy parece ser que los jóvenes sientan cátedra, establecen modas y dictan formas de vivir, en la antigüedad se daba por sentado que el joven necesitaba el consejo de sus mayores.
En contraste con la juventud, la vejez —nosotros, hoy en día, hablaríamos más bien de la madurez— se caracteriza por la sabiduría y la sensatez adquiridas por medio de los golpes de la vida y por largos años de reflexión y experiencia. Al menos, debería ser así. Desafortunadamente, hay excepciones. Nos encontramos con ancianos necios, así como con jóvenes sensatos. Pero, en general, la prudencia se adquiere por medio de la experiencia y los ancianos son más experimentados que los jóvenes.
Al ir creciendo en prudencia y sensatez, la persona madura llega a estar mejor capacitada para aconsejar y para gobernar. Por eso, los líderes de la iglesia son llamados ancianos. Deben ser personas maduras en la fe y en la sabiduría, y la madurez suele adquirirse con la edad (aunque no sólo con ella), por lo cual los pastores deben ser normalmente hombres maduros, y sólo excepcionalmente hombres jóvenes.
Por esas mismas razones, la Biblia nos enseña que los ancianos deben ser personas dignas de respeto y que, aun cuando no muestren la debida sensatez, en todo caso deben ser respetados:

  Delante de las canas te pondrás en pie; honrarás al anciano, y a tu Dios temerás; yo soy el Señor (Levítico 19:32).

En el concepto bíblico, pues, la vejez no es una cosa temible que deba ser rehuida o disfrazada, sino una señal de la bendición divina. Esto lo vemos en las cláusulas del pacto de Dios con Abraham, pues una de ellas dice: Tú irás a tus padres en paz; y serás sepultado en buena vejez (Génesis 15:15).
Es con este trasfondo como cada uno de nosotros debe decidir si es joven o anciano. No podemos eludir la cuestión; debemos entrar en una de esas categorías. Y si no podemos decidirnos, ¡tendremos que aplicar a nuestras vidas todo lo que el apóstol dice, tanto a los ancianos como a los jóvenes!


LAS CARACTERÍSTICAS DE LOS HOMBRES MADUROS

En cuanto a las virtudes que Tito debe inculcar en los hombres maduros de las congregaciones, Pablo menciona seis, que en realidad constituyen dos grupos de tres: es obvio que la sobriedad, la dignidad y la prudencia se parecen entre sí; y Pablo mismo agrupa las tres restantes al decir sanos en la fe, en amor y en perseverancia.

  Sobrios
En su origen etimológico, la sobriedad se refiere a la ausencia de vino o de embriaguez. No podemos rehuir este sentido literal de la palabra, puesto que el mismo Pablo es aun más explícito a este respecto en sus enseñanzas sobre las ancianas, quienes no deben ser esclavas de mucho vino (2:3), y sobre los pastores, que no deben ser dados a la bebida (1:7). ¡Parece ser que el abuso del alcohol era un problema serio en Creta!
Sin embargo, en tiempos de Pablo, la palabra traducida como sobrio se empleaba habitualmente con un sentido más amplio, indicando seriedad, prudencia y sensatez. Los comentaristas debaten acerca de cuál de estos matices tenía en mente el apóstol. Quizás hagamos mejor en dar cabida a todos: por una parte, los ancianos no deben ser esclavos del alcohol, ni de ningún otro vicio o atadura, sino que deben practicar la moderación y rehuir todo tipo de exceso; pero, por otra parte, deben ser personas racionales y prudentes, con un pleno uso de sus facultades morales y espirituales y con un amplio dominio sobre sí mismos. La embriaguez conduce a la desagradable escena de personas fuera de sí que han perdido el control de sus facultades. No así el hombre maduro en Cristo. Por la obra de gracia del Espíritu de Dios, ha ido creciendo en santidad, sabiduría y madurez, y ahora ejerce un equilibrado dominio sobre sus apetitos, ambiciones, pasiones y humores. No es zarandeado por las embriagantes influencias de sus estados anímicos ni por las desconcertantes presiones de los vientos de doctrina que soplan a su alrededor, sino que camina rectamente en el temor de Dios.

  Dignos
La dignidad (o seriedad), naturalmente, guarda una estrecha afinidad con la sobriedad. No está reñida con un buen sentido del humor ni se manifiesta mediante caras largas; tampoco debe confundirse con la melancolía. Más bien representa un repudio de actitudes frívolas y superficiales ante la vida. En aquel entonces se asociaba con la honorabilidad y el respeto.

  La palabra sugiere la gravedad y dignidad de porte que invita al respeto y a la reverencia.

El hombre maduro debe ser digno de respeto y hacerse respetar por su recta manera de vivir y por la sensatez de sus acciones y palabras.

  Nada es tan vergonzoso para un viejo como entregarse a los desenfrenos juveniles.

Cae por su propio peso el hecho de que el creyente maduro, que ha caminado desde hace años en comunión con Dios y ha adquirido con ello cierto grado de comprensión de la vida según la perspectiva celestial, forzosamente será una persona caracterizada por la dignidad. Puede ser una persona amable y sonriente, con mucha alegría y que resulta una buena compañía; pero, en el fondo, sus actitudes ante la vida serán sobrias, porque convivir con Dios es profundizar en el conocimiento de la santidad divina y de la miseria humana, de la vida abundante y de la perdición eterna, del juicio venidero y del Dios omnisciente que todo lo ve. Convivir con Dios es comprender lo que realmente está en juego en esta vida. Es tomarse la vida en serio.

  Prudentes
En tercer lugar, los hombres maduros deben ser sensatos, considerados y equilibrados. Deben ejercer templanza y dominio propio. Deben saber controlar sus apetitos carnales, instintos primarios y pasiones turbulentas a fin de reaccionar ante las circunstancias de la vida con sabiduría y discreción. Deben saber guardar confidencias y no ser dados al chismorreo, a la calumnia o a la murmuración.
La palabra traducida como prudentes —que ya hemos tenido ocasión de estudiar en el contexto del nombramiento de ancianos (v. 8)— es una de las palabras clave de esta sección de la Epístola. Aparece nada menos que cinco veces: en el caso de los hombres maduros, de las ancianas, de las mujeres jóvenes (v. 5), de los hombres jóvenes (v. 6) y de todos (v. 12). Constituye, pues, la característica dominante de la enseñanza ética de este capítulo19, lo cual quizás nos sorprenda, porque no solemos considerar la prudencia como una de las principales virtudes cristianas. Sin embargo, bien pensado, la persona que, por medio de la capacitación del Espíritu Santo, ejerce dominio propio, se libera de las diversas motivaciones carnales que la esclavizan y está en condiciones de poder ejercer aquellas virtudes que consideramos más importantes: el amor, la rectitud, la veracidad, la justicia… Quien no es prudente y no sabe controlar sus motivaciones egocéntricas, no será capaz de manifestar las demás características de Cristo. La prudencia trae consigo toda clase de virtud y bien.
Por tanto, todo creyente que vive conforme al evangelio ha de crecer forzosamente en prudencia; pues ésta, en esencia, es la capacidad de entender la vida con los criterios, pensamientos y sentimientos de Dios. Quien no crece en prudencia manifiesta la pobreza de su comunión con el Señor. Todos los cristianos deben ser prudentes en cierto grado por haber empezado a enfocar la vida en el temor de Dios, que es el principio de la sabiduría (Proverbios 1:7). Pero el hombre maduro debe serlo también por su larga experiencia de comunión con Dios y por haber aprendido a ver las cosas con los ojos de Dios.

Este primer grupo de virtudes —sobrios, dignos, prudentes— corresponde a las que el mundo antiguo solía considerar propias del anciano. En cambio, el segundo grupo —sanos en la fe, en amor, en perseverancia— consiste en virtudes propias del evangelio cristiano. Si la doctrina del evangelio es sana, producirá efectos sanadores en los que la abrazan. El anciano, pues, debe ser sano en sus relaciones con Dios y con su prójimo. Debe haber aprendido a comportarse de una manera que sea digna del Señor (Colosenses 1:10), de su vocación (Efesios 4:1) y de su edad.
Por supuesto, todo creyente debe ser sano. Ésta es la finalidad que Tito (1:13; 2:1) y los ancianos (1:9) deben perseguir en su ministerio. Pero la sanidad debería destacar especialmente como marca de los hombres maduros. La vejez cristiana debe significar un proceso de creciente victoria sobre los diversos males, tentaciones y defectos carnales que nos acechan. El envejecimiento siempre se caracteriza por el aumento de enfermedades físicas y la progresiva pérdida de facultades; pero en lo espiritual el proceso puede, y debe, ser al revés; la adquisición de una salud cada vez más robusta y el pleno ejercicio de facultades:

  No desfallecemos, antes bien, aunque nuestro hombre exterior va decayendo, sin embargo nuestro hombre interior se renueva de día en día (2 Corintios 4:16).

El creyente maduro debe rebosar de salud espiritual. Debe ser una persona sumamente sana en sus actitudes, palabras, acciones, aspiraciones y relaciones. Y su salud debe manifestarse especialmente en tres cosas, las cuales podrían ser consideradas las tres dimensiones fundamentales de la conducta cristiana: la fe, el amor y la paciencia.

  Sanos en la fe
Ya hemos visto que la palabra fe admite dos acepciones. Por un lado, casi puede ser un sinónimo de doctrina, en cuyo caso el apóstol está diciendo que los ancianos deben haber meditado larga y profundamente sobre la revelación de Dios y la enseñanza apostólica hasta haber adquirido una fe bien fundamentada y estable. Deben saber lo que creen y por qué lo creen.
Por otro lado, la fe nos habla de una confiada dependencia del Señor Jesucristo. Los ancianos deben ser como Abraham, que en la vejez se fortaleció en la fe, en esperanza contra esperanza (Romanos 4:19–20). Su confianza en el Señor y su comunión diaria con él deben ser mucho más grandes y firmes que al principio.
Es difícil saber cuál de estos matices tendría en mente el apóstol. Pero, en todo caso, los ancianos deben ser ejemplares, tanto en su entendimiento de la doctrina como en su vida de comunión con el Señor Jesucristo, tanto en su meditación de la Palabra como en su caminar con Dios.

  Sanos en amor
Si la fe contempla a Dios como su objeto, el amor —al menos, en sus manifestaciones prácticas— se dirige principalmente al prójimo. La fe resume las exigencias de la primera tabla de los diez mandamientos; el amor la segunda. El que es sano en la fe y en el amor, guarda los mandamientos de Dios.
A veces, los viejos se vuelven ariscos, intolerantes, gruñones, egoístas, quejumbrosos y críticos con los demás. Su conversación se centra en sus propios achaques físicos y ansiedades económicas. Se caracterizan por el malhumor y la impaciencia. Pero los hombres maduros en Cristo no deben ser así. Antes bien, deben ser ejemplos de amabilidad y ternura; deben ser afables en el trato, mostrando consideración y paciencia, y preocupándose no por sus intereses egoístas, sino por el bien de los demás.

  Sanos en perseverancia
Si la fe contempla a Dios, y el amor al prójimo, la perseverancia contempla la reacción fiel del creyente ante las adversidades y pruebas de la vida.
En 1 Corintios 13:13, Pablo establece su famosa trilogía de la fe, el amor y la esperanza. Aquí, en vez de nombrar la esperanza, habla de la perseverancia. Pero la esperanza y la perseverancia (o la paciencia), en su uso bíblico, están íntimamente relacionadas entre sí. 1 Tesalonicenses 1:3, que habla de la perseverancia de vuestra esperanza en el Señor Jesucristo, indica que estaban estrechamente asociadas en la mente del apóstol. La perseverancia es la fe ejercida a lo largo de la vida vivida con esperanza.
La vejez comporta muchas bendiciones, pero también muchos motivos de ansiedad y dolor. Es la edad de muchas enfermedades, porque el cuerpo se va desgastando. Es la edad de una soledad creciente, pues los amigos y parientes de la juventud sucumben ante la muerte. Es la edad de la frustración de aspiraciones incumplidas, de la triste nostalgia de ambiciones que ahora nunca podrán ser realizadas, de la comprensión de que la vida ha servido para bien poco. Estos sentimientos pueden conducir fácilmente a intensas experiencias de desánimo y desengaño. En cambio, el anciano maduro en Cristo, que mantiene vivos su fe y su amor, mantendrá viva también su esperanza y soportará las pruebas y tribulaciones de la vida sin perder el ánimo ni el valor.
Así pues, el evangelio tiene que ver con la sanidad, en el sentido más profundo de la palabra. Además de proclamar las doctrinas del evangelio, Tito debe enseñar a los creyentes a permitir que los efectos sanadores del evangelio se manifiesten en ellos. En el caso de los ancianos, la sana doctrina debe producir el fruto de la fe, el amor y la perseverancia. Todos ellos deben ser sanos y robustos. Así serán ejemplares para las generaciones que les siguen.

Lectura de la Biblia en un año: Empezamos hoy - Génesis 1 -3 - Versión RV - Actualizada

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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1 En el principio creó Dios los cielos y la tierra. 2 Y la tierra estaba sin orden y vacía. Había tinieblas sobre la faz del océano, y el Espíritu  de Dios se movía sobre la faz de las aguas.
3 Entonces dijo Dios: "Sea la luz", y fue la luz. 4 Dios vio que la luz era buena, y separó Dios la luz de las tinieblas. 5 Dios llamó a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y fue la mañana del primer día.
6 Entonces dijo Dios: "Haya una bóveda en medio de las aguas, para que separe las aguas de las aguas." 7 E hizo Dios la bóveda, y separó las aguas que están debajo de la bóveda, de las aguas que están sobre la bóveda. Y fue así. 8 Dios llamó a la bóveda Cielos. Y fue la tarde y fue la mañana del segundo día.
9 Entonces dijo Dios: "Reúnanse las aguas que están debajo del cielo en un solo lugar, de modo que aparezca la parte seca." Y fue así. 10 Llamó Dios a la parte seca Tierra, y a la reunión de las aguas llamó Mares; y vio Dios que esto era bueno. 11 Después dijo Dios: "Produzca la tierra hierba, plantas que den semilla y árboles frutales que den fruto, según su especie, cuya semilla esté en él, sobre la tierra." Y fue así. 12 La tierra produjo hierba, plantas que dan semilla según su especie, árboles frutales cuya semilla está en su fruto, según su especie. Y vio Dios que esto era bueno. 13 Y fue la tarde y fue la mañana del tercer día.
14 Entonces dijo Dios: "Haya lumbreras en la bóveda del cielo para distinguir el día de la noche, para servir de señales, para las estaciones  y para los días y los años. 15 Así sirvan de lumbreras para que alumbren la tierra desde la bóveda del cielo." Y fue así. 16 E hizo Dios las dos grandes lumbreras: la lumbrera mayor para dominar en el día, y la lumbrera menor para dominar en la noche. Hizo también las estrellas. 17 Dios las puso en la bóveda del cielo para alumbrar sobre la tierra, 18 para dominar en el día y en la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que esto era bueno. 19 Y fue la tarde y fue la mañana del cuarto día.
20 Entonces dijo Dios: "Produzcan las aguas innumerables seres vivientes, y haya aves que vuelen sobre la tierra, en la bóveda del cielo." 21 Y creó Dios los grandes animales acuáticos, todos los seres vivientes que se desplazan y que las aguas produjeron, según su especie, y toda ave alada según su especie. Vio Dios que esto era bueno, 22 y los bendijo Dios diciendo: "Sed fecundos y multiplicaos. Llenad las aguas de los mares; y multiplíquense las aves en la tierra." 23 Y fue la tarde y fue la mañana del quinto día.
24 Entonces dijo Dios: "Produzca la tierra seres vivientes según su especie: ganado, reptiles y animales de la tierra, según su especie." Y fue así. 25 Hizo Dios los animales de la tierra según su especie, el ganado según su especie y los reptiles de la tierra según su especie. Y vio Dios que esto era bueno.
26 Entonces dijo Dios: "Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza, y tenga dominio sobre los peces del mar, las aves del cielo, el ganado, y en toda la tierra, y sobre todo animal que se desplaza sobre la tierra." 27 Creó, pues, Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer  los creó. 28 Dios los bendijo y les dijo: "Sed fecundos y multiplicaos. Llenad la tierra; sojuzgadla y tened dominio sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se desplazan sobre la tierra." 29 Dios dijo además: "He aquí que os he dado toda planta que da semilla que está sobre la superficie de toda la tierra, y todo árbol cuyo fruto lleva semilla; ellos os servirán de alimento. 30 Y a todo animal de la tierra, a toda ave del cielo, y a todo animal que se desplaza sobre la tierra, en que hay vida, toda planta les servirá de alimento." Y fue así. 31 Dios vio todo lo que había hecho, y he aquí que era muy bueno. Y fue la tarde y fue la mañana del sexto día.

2 Así fueron terminados los cielos y la tierra y todos sus ocupantes.  2 El séptimo día Dios había terminado la obra que hizo, y reposó  en el séptimo día de toda la obra que había hecho. 3 Por eso Dios bendijo y santificó el séptimo día, porque en él reposó  de toda su obra de creación que Dios había hecho. 4 Estos son los orígenes  de los cielos y de la tierra, cuando fueron creados.
El hombre en el jardín de Edén
Cuando Jehovah Dios hizo la tierra y los cielos, 5 aún no había en la tierra ningún arbusto del campo, ni había germinado ninguna planta del campo, porque Jehovah Dios no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre para cultivarla. 6 Pero subía de la tierra un vapor  que regaba toda la superficie de la tierra.
7 Entonces Jehovah Dios formó al hombre del polvo de la tierra. Sopló en su nariz aliento de vida, y el hombre llegó a ser un ser viviente.
8 Y plantó Jehovah Dios un jardín en Edén, en el oriente, y puso allí al hombre que había formado. 9 Jehovah Dios hizo brotar de la tierra toda clase de árboles atractivos a la vista y buenos para comer; también en medio del jardín, el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal.
10 Un río salía de Edén para regar el jardín, y de allí se dividía en cuatro brazos. 11 El nombre del primero era Pisón. Este rodeaba toda la tierra de Havila, donde hay oro. 12 Y el oro de aquella tierra es bueno. También hay allí ámbar y ónice. 13 El nombre del segundo río era Guijón. Este rodeaba toda la tierra de Etiopía. 14 El nombre del tercer río era Tigris, que corre al oriente de Asiria. Y el cuarto río era el Eufrates.
15 Tomó, pues, Jehovah Dios al hombre y lo puso en el jardín de Edén, para que lo cultivase y lo guardase. 16 Y Jehovah Dios mandó al hombre diciendo: "Puedes comer de todos los árboles del jardín; 17 pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que comas de él, ciertamente morirás."
Creación de la mujer
18 Dijo además Jehovah Dios: "No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea." 19 Jehovah Dios, pues, formó de la tierra todos los animales del campo y todas las aves del cielo, y los trajo al hombre para ver cómo los llamaría. Lo que el hombre llamó a los animales, ése es su nombre. 20 El hombre puso nombres a todo el ganado, a las aves del cielo y a todos los animales del campo. Pero para Adán  no halló ayuda que le fuera idónea.
21 Entonces Jehovah Dios hizo que sobre el hombre cayera un sueño profundo; y mientras dormía, tomó una de sus costillas y cerró la carne en su lugar. 22 Y de la costilla que Jehovah Dios tomó del hombre, hizo una mujer y la trajo al hombre. 23 Entonces dijo el hombre: "Ahora, ésta es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada Mujer,  porque fue tomada del hombre." 24 Por tanto, el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. 25 Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, y no se avergonzaban.

Desobediencia de la primera pareja
3 Entonces la serpiente, que era el más astuto de todos los animales del campo que Jehovah Dios había hecho, dijo a la mujer:
—¿De veras Dios os ha dicho: "No comáis de ningún árbol del jardín"?
2 La mujer respondió a la serpiente:
—Podemos comer del fruto de los árboles del jardín. 3 Pero del fruto del árbol que está en medio del jardín ha dicho Dios: "No comáis de él, ni lo toquéis, no sea que muráis."
4 Entonces la serpiente dijo a la mujer:
—Ciertamente no moriréis. 5 Es que Dios sabe que el día que comáis de él, vuestros ojos serán abiertos, y seréis como Dios, conociendo el bien y el mal.
6 Entonces la mujer vio que el árbol era bueno para comer, que era atractivo a la vista y que era árbol codiciable para alcanzar sabiduría. Tomó, pues, de su fruto y comió. Y también dio a su marido que estaba con ella, y él comió. 7 Y fueron abiertos los ojos de ambos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos. Entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron ceñidores.
8 Cuando oyeron la voz de Jehovah Dios que se paseaba en el jardín en el fresco  del día, el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehovah Dios entre los árboles del jardín. 9 Pero Jehovah Dios llamó al hombre y le preguntó:
—¿Dónde estás tú?
10 El respondió:
—Oí tu voz en el jardín y tuve miedo, porque estaba desnudo. Por eso me escondí.
11 Le preguntó Dios:
—¿Quién te dijo que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol del que te mandé que no comieses?
12 El hombre respondió:
—La mujer que me diste por compañera, ella me dio del árbol, y yo comí.
13 Entonces Jehovah Dios dijo a la mujer:
—¿Por qué has hecho esto?
La mujer dijo:
—La serpiente me engañó, y comí.
14 Entonces Jehovah Dios dijo a la serpiente:
—Porque hiciste esto, serás maldita entre todos los animales domésticos y entre todos los animales del campo. Te arrastrarás sobre tu vientre y comerás polvo todos los días de tu vida. 15 Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu descendencia y su descendencia; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el talón.
16 A la mujer dijo:
—Aumentaré mucho tu sufrimiento en el embarazo; con dolor darás a luz a los hijos. Tu deseo te llevará a tu marido,  y él se enseñoreará de ti.
17 Y al hombre dijo:
—Porque obedeciste la voz de tu mujer y comiste del árbol del que te mandé diciendo: "No comas de él", sea maldita la tierra por tu causa. Con dolor comerás de ella todos los días de tu vida; 18 espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. 19 Con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste tomado. Porque polvo eres y al polvo volverás.
20 El hombre llamó el nombre de su mujer Eva,  porque ella sería la madre de todos los vivientes.
21 Luego Jehovah Dios hizo vestidos de piel para Adán  y para su mujer, y los vistió. 22 Y Jehovah Dios dijo:
—He aquí que el hombre ha llegado a ser como uno de nosotros, conociendo el bien y el mal. Ahora pues, que no extienda su mano, tome también del árbol de la vida, y coma y viva para siempre.
23 Y Jehovah Dios lo arrojó del jardín de Edén, para que labrase la tierra de la que fue tomado. 24 Expulsó, pues, al hombre y puso querubines al oriente del jardín de Edén, y una espada incandescente que se movía en toda dirección, para guardar el camino al árbol de la vida.
 

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¡Qué es la Unidad?: Reflexionemos

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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Pensemos acerca de  la unidad     
Yo, pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados… procurando mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. Efesios 4.1, 3

Ningún tema relacionado a la vida en Cristo ha sido tan descuidado como la unidad del cuerpo. Es mayormente por nuestra falta en este aspecto que no hemos logrado presentar en forma convincente al mundo las Buenas Nuevas del evangelio. Es bueno, entonces, que meditemos en las razones por las cuales la unidad es tan difícil de practicar.
Hemos de notar que la exhortación de Pablo no nos motiva a trabajar para crear la unidad, sino a mantenerla. Es importante tomar nota de la diferencia porque frecuentemente escucho en la iglesia llamados a «trabajar» hacia la unidad. La verdad es que la unidad es un regalo de Dios. Llegamos a la unidad porque estamos vinculados con un Dios que vive en perfecta unidad. Lo único que podemos hacer nosotros es quebrar esa unidad. Por esta razón nuestro esfuerzo debe estar dirigido hacia la preservación de lo que el Señor ha establecido.
Gran parte de la dificultad en disfrutar de la unidad radica en una confusión acerca de lo que significa el concepto. En la mente de muchos de nosotros «unidad» se refiere a que seamos todos iguales. Es decir, que todos pensemos de la misma manera, tengamos las mismas metas y trabajemos en los mismos proyectos. Eso no es unidad, sino uniformidad. Hemos visto, en las congregaciones donde se impone la uniformidad, lo artificial que resulta la vida espiritual que se practica a diario. No se puede disentir, ni tener opinión diferente a la de los líderes porque esto es «quebrar» la unidad. Esta tendencia es la que vemos claramente reflejada en el primer concilio de la iglesia en Hechos 15. Algunos de los líderes querían imponer la uniformidad.
Es precisamente por este criterio que se nos hace tan difícil practicar la unidad. Al entender que unidad se refiere a una relación con aquellos que piensan de la misma manera que nosotros, nuestro círculo de relaciones es muy pequeño. Unidad, sin embargo, no es la descripción de una coincidencia de ideas y conceptos sino de un compromiso. Vivir en unidad es aceptar el llamado de amar y honrar a todos los que son de la casa de Dios, aun cuando sean enteramente diferentes a lo que nosotros somos. Se funda sobre la convicción de que las ideas y los métodos pasarán, pero el amor permanecerá para siempre. Quebramos la unidad cuando creemos que las diferencias con los demás nos dan licencia para criticar, despreciar y condenar.
En este tema nuestro rol como pastores es fundamental. Las personas observan nuestras actitudes. Escuchan los términos que usamos para referirnos a otros. Analizan la manera en que manejamos a aquellos que actúan y piensan diferente a nosotros. Muchas veces, nuestro ejemplo será el factor más importante para ayudarles a no quebrar la unidad del Espíritu. El Señor nos conceda, sobre todas las cosas, ser conocidos por la abundancia de amor en nuestras vidas.

Para pensar:
¿Cómo reacciona frente a las diferencias con otros? ¿Cuán tolerante lo considera la gente que le conoce? ¿Qué cambios debe hacer en su vida para seguir avanzando hacia la unidad?

El Trabajo Mejor Remunerado y Bendecido: Ayuda para la Familia

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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El Trabajo Mejor Remunerado

Lectura bíblica: Marcos 16:15–18

Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. Marcos 16:15


Todos los días durante los últimos 20 minutos de clase, Nito hace de asistente del maestro de música. Por lo general ayuda con la papelería, ordena el salón y lleva mensajes a distintas partes del edificio.
Una tarde a último momento, el maestro llamó a Nito a su escritorio. Enfrente tenía un fajo de billetes atados con un piolín. Un fajo grande.
—Nito, necesito que hagas algo importante —dijo mientras colocaba los billetes en un sobre—. Aquí están los $850 que obtuvimos en el festival musical de anoche. Quiero que los lleves a la Secretaría.
Nito nunca había visto tanto dinero junto. Boquiabierto, asintió con la cabeza y tomó el sobre. Camino hacia la Secretaría, Nito no pudo menos que sentirse orgulloso de que el maestro le hubiera confiado este encargo. Sonrió cuando entregó el sobre y le dijo a la secretaria lo que era.
Tema para comentar: ¿En qué ocasión te ha demostrado alguien que confía en ti; por ejemplo, pidiéndote que ayudes con una tarea importante? ¿Cómo te hizo sentir?
Es seguro que te gusta que te tomen en serio. La mayoría nos esforzamos todo lo posible por ser dignos de la tarea como un modo de agradecer a la persona que puso su confianza en nosotros.
Como cristianos, el Señor nos ha encargado la tarea más importante sobre la tierra. El Dios del universo tiene un paquete superimportante. Es el mensaje de salvación que sólo Jesús ofrece. Dios quiere que el paquete sea llevado a todos alrededor de todo el mundo. ¿Adivina a quién encarga que lo entregue? Sí, ¡a ti y a mí!
Uno de los mandatos últimos, más claros y más importantes que Jesús dio a sus discípulos fue: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15; ver también Mateo 28:18–20). Esta “Gran Comisión” no sólo es una tarea grande. La responsabilidad de compartir con el mundo la verdad acerca de Jesús es un regalo grande. Es un privilegio que viene acompañado de la maravillosa promesa de que Jesucristo siempre estará con nosotros para ayudarnos a cumplir la tarea.
Tu Dios todopoderoso hubiera podido encontrar innumerables maneras de contarle al mundo acerca de su Hijo. Podía haberlo escrito en las nubes para que todos vieran su mensaje. Hubiera podido cubrir el planeta con ángeles anunciando a viva voz el mensaje de Cristo. En cambio, nos confía a nosotros el maravilloso mensaje. Sirve al Señor con alegría. ¡Y sé fiel en entregar el paquete!
PARA DIALOGAR: ¿Cómo te hace sentir el hecho de que Dios te confió el mensaje importante de su amor y su verdad?
PARA ORAR: Señor, gracias por confiarnos las buenas nuevas de tu Hijo para compartirlas hoy con otros.
PARA HACER: ¿Te gustaría tener una parte en llevar el mensaje de Dios a todo el mundo? Traza planes con tu familia para empezar a hacerlo.

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