sábado, 10 de marzo de 2012

Apologetica Cristiana: ¿Que es? ¿Para que sirve?

 
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PASAJES BÍBLICOS CRUCIALES PARA LA APOLOGÉTICA CRISTIANA

La construcción de un sistema de apologética que sea distintivamente Cristiano debiese fundarse en el testimonio de la Escritura respecto a la naturaleza de la realidad en sus aspectos divino, humano y cósmico. Además, debiese hallarse fundado en el testimonio bíblico en su totalidad, pues la enseñanza concerniente a Dios, el hombre y el universo y simple y consistente a lo largo de toda la Escritura y no depende de la selección de unos pocos textos probatorios aislados. Pero, como con todas las doctrinas bíblicas, hay ciertos pasajes que ubican un tema en un punto focal más agudamente definido y que, por lo tanto, ameritan una consideración más cuidadosa y detallada. El propósito de este capítulo es examinar una cantidad de pasajes que son de particular importancia para el tema de la apologética Cristiana, aunque, debido a las limitaciones de espacio, la atención que es posible darles será mucho menos completa de lo que merecen.

I. Génesis 1:1-31

La doctrina bíblica de la creación es de importancia absolutamente radical para el desarrollo de la apologética Cristiana. De hecho, es tanta la magnitud en que esta doctrina es la raíz del asunto que aparte de ella no es posible ninguna apologética efectiva; pues la doctrina de la creación es el fundamento indispensable de nuestro entendimiento de toda la existencia. Esta doctrina afirma, primero que todo, la absoluta primacía o prioridad del Dios Todopoderoso, y de este modo, la eternidad y total independencia de su existencia. “En el principio Dios…”: estas palabras, con las cuales inicia la Escritura, hacen sonar un tema que es dominante a través de toda la revelación bíblica. Dios está en el principio, y por lo tanto, Él es antes del principio, y es el principio de todas las cosas. El alcance de su obra de creación es exhaustivo: el cielo y la tierra, el universo en su totalidad; y el hecho de que todas las cosas hayan sido traídas a la existencia fue llevado a cabo por el pronunciamiento de su dinámica palabra: “Dijo Dios, sea… y fue así” (cf. Juan 1:1ss.). La Palabra de Dios es la expresión de la mente y voluntad de Dios y por consiguiente la totalidad del orden creado lleva la marca de la mente y voluntad de Dios. La doctrina bíblica de la creación significa, sin lugar a dudas, que el ser de Dios es el fundamento y principio de todo el ser, y así, que todo otro ser es, a diferencia de Dios, no auto-subsistente sino que depende completamente de Dios tanto para el origen como para la continuación de su existencia.

La doctrina bíblica de la creación significa, además, que el conocimiento de Dios es el fundamento y principio de todo el otro conocimiento, tanto porque es eternamente anterior a todo otro conocimiento y también porque es globalmente exhaustivo, mientras que todo el otro conocimiento, siendo el de criaturas finitas, es, en el mejor de los casos, parcial y fragmentario. En otras palabras, existe solamente un conocimiento auténtico de la realidad, y ese es el conocimiento de Dios. El conocimiento de Dios, el cual es absoluto y no causado, es la única fuente de conocimiento que está disponible para el hombre. El conocimiento del hombre, que es un aspecto de su ser (¡sin ser, no hay conocimiento!), esderivado y puede derivarse únicamente del conocimiento del Creador en la medida que se revela en sus obras y palabras.

El conocimiento accesible al hombre a partir de las obras (la revelación general o natural) y las palabras de Dios (la revelación especial) proviene, por así decir, de afuera – aunque no se debe pasar por alto el hecho de que el hombre también pertenece a las obras de Dios y, por tanto, no puede adoptar una actitud de independencia o superioridad. Sin embargo, hay un tercer centro de conocimiento que es desde dentro del hombre y que pertenece a la esencia de su constitución como hombre. Esto se hace evidente en el registro de la creación cuando se dice que Dios creó al hombre “a su propia imagen.” La riqueza de significado implícito en esta frase no se puede discutir aquí, aún cuando sin duda el tema es extremadamente importante, especialmente con relación a las facultades inherentes del hombre de personalidad, racionalidad, moralidad, soberanía y creatividad, que contribuyen al carácter único de su humanidad y que le colocan aparte de todas las demás criaturas.
Todo lo que podemos decir ahora es que el hombre, constituido a la imagen de Dios, no puede en verdad aislarse de Dios; no puede ignorar a Dios; no puede usurpar el lugar de Dios. La imagen de Dios es al rasgo más íntimo y distintivo de la constitución del hombre como hombre, y no puede en verdad dejar de ser lo que es. La imagen de Dios se halla estampada en su condición de criatura, en el corazón mismo de su ser.

Esto significa no solamente que el hombre no puede divorciarse del conocimiento de Dios sino también que todo hombre es responsable para con Dios. La responsabilidad del hombre es un aspecto importante de la dignidad del hombre, del carácter único de su humanidad. El hombre es responsable ante Dios por la vida que se le ha dado. No puede evadir esta habilidad de responder, simplemente porque es lo que es, es decir, hombre. La relación entre el Creador y la criatura es esencial para su existencia y la imagen de Dios es constitutiva de su humanidad. La realización de su ser depende de estos dos factores fundamentales. Negarlas es cortar la única línea vital que da significado y propósito a su ser; al hacer esto inevitablemente se lanza a la deriva y experimenta la alienación y la desintegración en el corazón mismo de su ser.

II. Génesis 3:1-24

Si la doctrina de la creación es indispensable para nuestro entendimiento de la constitución del hombre, la doctrina de la caída no es menos indispensable para un entendimiento adecuado de las realidades de la situación humana. Todos los elementos del predicamento humano se hallan presentes en el registro de la caída dado en Génesis 3, y la combinación de la doctrina bíblica de la creación con la doctrina bíblica de la caída deja absolutamente en claro que no es en su condición finita, sino en su condición caída, que
reside el problema crítico del hombre. En el huerto el hombre llevó a cabo libremente la realización de su ser viviendo en concordancia con la Palabra de amoroso Creador glorificando así a Dios, con actitud de agradecimiento, y honrando la única relación que podía dar significado y propósito y a su existencia. La estratagema satánica que llevó a efecto la caída del hombre involucró un ataque a la Palabra, y de este modo, a la autoridad del Creador. Esto sucedió en dos etapas: primero, poniendo en tela de duda la Palabra de Dios (¿Con que Dios os ha dicho…?), y, segundo, contradiciendo abiertamente la Palabrade Dios (“¡No moriréis!”). Luego se da la explicación de que Dios se ve amenazado por la existencia del hombre y que está preocupado por proteger sus propios intereses egoístas; por tanto, una declaración unilateral de independencia, a través del rechazo de la Palabra del Creador, resultaría en que el hombre sería como Dios y señor de todo lo que visionara.
Esta es la esencia del estado caído del hombre, que en rebelión contra la autoridad soberana del Creador trata locamente de hacer a Dios a la imagen del hombre y al mismo tiempo trata de derrocar la Palabra y la voluntad de Dios. Por supuesto que la situación ontológica no resulta alterada en lo más mínimo: Dios es aún Dios, supremo sobre todo como Creador y ahora también como Juez; el hombre aún es hombre, sujeto y dependiente totalmente en su condición de creatura. Pero la situación epistemológica llega a ser una de agitación traumática, pues el hombre pecaminoso, al hacerse a sí mismo – en lugar de Dios – el centro y clave del entendimiento de la realidad tanto de sí mismo como del universo, cercena la línea vital de la relación entre el Creador y la criatura tan esencial para el conocimiento correcto de las cosas y va a la deriva por el océano de la alienación, donde la realización que busca de manera desesperada le elude por siempre.

III. Romanos 1:18-32

En ninguna otra parte se ve la gravedad del predicamento humano más incisivamente descrito que en este pasaje escrito por el Apóstol Pablo. Todos los hombres conocen la verdad con respecto a la existencia del Creador divino, pero en su iniquidad la contienen, la suprimen (vs. 18). Sin embargo, es inútil imaginarse que pueden hacer a un lado el conocimiento de Dios y, de igual modo, librarse de su responsabilidad para con Él quien es su Creador, “porque lo que de Dios se conoce (το γνωστον του θεου) es manifiesto (φανερόν) entre ellos, pues Dios se lo manifestó (αυτοισ εφανέρωσεν).” En otras palabras, no hay razón por la cual los hombres anden buscando a tientas la verdad con respecto a Dios o que de manera “inocente”, de alguna forma, pasen por alto el mensaje; pues el conocimiento está allí dentro de ellos. La naturaleza interna de este conocimiento se puede entender en dos sentidos; primero, en un sentido general, en cuanto a todo el saber y el conocimiento, aún cuando se derive de datos externos, es algo interno al hombre; segundo, en el sentido específico de que este conocimiento de Dios se halla dentro de los hombres porque, como criaturas hechas a la imagen de Dios, esta se halla estampada en lo más íntimo de su ser, y, como hemos señalado, ningún hombre puede separarse de la realidad de su propia constitución.

Pero igualmente ineludible es el testimonio de la existencia de Dios que rodea al hombre por todos los costados. La invisibilidad de Dios y sus atributos no proveen ninguna excusa para la ignorancia con respecto a su ser; “Porque las cosas invisibles (τα αόρατα αυτου) de él, su eterno poder y divinidad, se hacen claramente visibles (καθοραται) desde la creación del mundo (απο κτίσεως κόσμου), siendo entendidas por medio de las cosas hechas (τοις ποιήμασιν νοουμενα), de modo que no tienen excusa.” Todo el sistema cósmico señala de manera incontestable la verdad de que allí existe un Creador de todo, quien es único en la eternidad de su soberana divinidad. Este conocimiento es obvio para el hombre como criatura racional. La racionalidad del todo, en sí mismo un testimonio de la racionalidad del Creador, es una verdad de la que el hombre no puede desvincularse; solamente puede buscar como suprimirla de manera irracional; pero al hacerlo se queda “sin excusa” (αναπολόγμητος); no tiene ninguna defensa que ofrecer; está actuando de manera contraria a la integridad y dignidad de su propio ser.

Además, aunque el hombre tiene la facultad, negada a las criaturas no racionales, de ver el cosmos como si se encontrara desde una posición de imparcialidad, no obstante no puede desvincularse del universo que contempla como si fuese algo totalmente separado de sí mismo; pues él también pertenece a este mismo universo; él mismo es un componente integral de la totalidad cósmica que señala sin lugar a dudas hacia la verdad acerca de Dios.
Él pertenece y, una vez más, no puede escapar de sí mismo; no puede enajenarse del entorno que es el escenario de toda su existencia. De hecho, de todas las maravillas del orden creado ninguna es más motivo de asombro que el hombre mismo, la corona de la obra creativa de Dios. De allí la adoración del salmista: “¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán grande es tu nombre en toda la tierra!” (Sal. 8:1, 9); “¡Maravillosas son tus obras!” (Sal. 139:14); y el reconocimiento que, de todo lo que existe, es el hombre quien ha sido coronado de gloria y honor y a quien se le ha dado dominio sobre toda la obra de las manos de Dios (Sal. 8:5ss.). Especialmente dramático es el párrafo inicial (vss. 1-4) del Salmo 19:

Los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos.
  Un día emite palabra a otro día y una noche a otra noche declara sabiduría.

En otras palabras, el mensaje se oye en voz alta y clara, que todas las cosas son creadas y sustentadas por Dios. No puede ser pasado por alto. Este es conocimiento genuino y esencial, y “nos grita” desde cualquier punto que miremos. Al mismo tiempo, sin embargo:

No hay lenguaje ni palabras ni es oída su voz.
  Por toda la tierra salió su voz y hasta el extremo del mundo sus palabras.


Este enérgico testimonio también es un testimonio silencioso. Es ineludible porque es universal; y el testimonio es mucho más elocuente debido a su majestuoso silencio.

De hecho, la vida del hombre se basa en la presuposición (aunque pueda ser instintiva y subconsciente) de que toda la realidad es una unidad coherente, que tiene sentido, que es un universo y no un embrollo, un cosmos y no un caos. El científico, por ejemplo, da por sentado que todos los hechos están interrelacionados, y que por ende, todo hecho tiene significado y un hecho lleva a otro, y además, que no puede haber tal cosa como un hecho desnudo o inconexo, lo que en sí mismo sería absurdo y, de hecho, inimaginable. Si la consistencia del universo no fuese un dato de la realidad, no solamente serían imposibles la investigación y los descubrimientos científicos sino que la totalidad de la existencia sería un absurdo caracterizado por una caótica carencia de significado. Nada tendría sentido. Las facultades lógicas de pensamiento y lenguaje serían desconocidas e inalcanzables. El diseño y la ejecución de planes serían inconcebibles, como lo sería la concepción misma. Sin embargo, como las cosas son como son, la lógica de la realidad es tal que el pensamiento racional, la comunicación, la planificación y la investigación pertenecen al esquema normal de la existencia humana. Vivimos, de manera instintiva, como seres racionales en un mundo racional. La totalidad, lo que nos incluye a nosotros mismos, lleva la estampa de la racionalidad de aquel que la diseñó y que la hizo existir.

Esta verdad acerca de Dios, conocida por cada hombre por el testimonio tanto del orden creado como por su propia constitución a la imagen de dios, y por tanto, al mismo tiempo, esta verdad acerca del hombre, es la verdad que constantemente debe ser afirmada en la apologética Cristiana. La base de todo pecado yace en la negativa o supresión de esta verdad en el arrogante reclamo del hombre a la autonomía en desafío a la autoridad soberana de su Creador.

El apologista Cristiano debe insistir en la certeza de la existencia y en la soberanía del Dios Todopoderoso. No debe jamás fijar su posición, aún con las mejores intenciones, sobre la misma base ocupada por la mente no regenerada; pues esa base, como hemos dicho, implica la negación del Creador y por consiguiente la negativa, por parte del no creyente, de su propia condición de criatura, es decir, la negación de la esencia misma de su ser y el trastorno de la relación entre su Creador y la criatura la que es la única que puede darle significado a su existencia. Esta es una posición de falsedad e irracionalidad, y como tal no puede ser adoptada ni condonada, incluso de manera temporal por el Cristiano. Dios es el gran hecho fundamental y dinámico y se halla por encima de todos los demás hechos.

No puede haber incertidumbre con respecto a Dios.

Nada es más destructivo para la dignidad e integridad del hombre que saber la verdad acerca de Dios y aún así suprimirla, y es importante que el apologista Cristiano tenga un claro entendimiento de las terribles consecuencias de la supresión de esta verdad fundamental. Estas son claramente descritas en el pasaje que estamos considerando. Pero, antes de enumerarlas, se debe enfatizar que no es solo una cuestión del rechazo mental de la verdad, pues lo que está involucrado es nada menos que la rebelión de la totalidad del hombre, el hombre en la totalidad de su ser, mente, emoción y voluntad, en contra de Dios.
Es la negativa de darle a Dios la gloria que le es debida. Se trata de la más flagrante ingratitud. “Aunque conocieron a Dios,” dice el Apóstol, “no le honraron como Dios ni le dieron gracias.” Esta es la raíz de la difícil situación del hombre que ha producido la trágica cosecha de la alienación humana y su condición caída. Las funestas consecuencias de la supresión de la verdad con respecto a Dios por parte del hombre se pueden resumir bajo los siguientes encabezados:

(1)  Inutilidad intelectual: “todo su pensamiento ha terminado en futilidad” (New English Bible); “convirtieron en un sin sentido la lógica” (Biblia de Jerusalén).

(2)  Oscuridad Espiritual: “sus mentes insensatas fueron entenebrecidas” (Revised Standard Versión); “sus mentes equivocadas se hundieron en la oscuridad” (New English Bible).

(3)  Insensatez al extremo: “afirmando ser sabios, se hicieron necios” (Revised Standard Versión); “mientras más se llamaban a sí mismos filósofos, más insensatos se volvieron” (Biblia de Jerusalén). Sin embargo, ¿qué más podía esperarse de aquellos que han “cambiado la verdad de Dios por la mentira?”

(4)  Religión falsa: Esto se ve en la proliferación de la idolatría en todas sus manifestaciones, ya sea la burda (“cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles”) o sofisticada (“adoraron y sirvieron a la criatura antes que al Creador”) como se muestra en las perspectivas del egocentrismo, el humanismo, el hedonismo, el materialismo, el intelectualismo, y así sucesivamente.

(5)  Inmoralidad abierta: Los efectos degradantes del motín del hombre contra Dios involucran no solamente a su mente y espíritu sino también su cuerpo. De hecho, nada podría ser más elocuente de la profundidad de la condición caída del hombre que la sustitución de la lujuria de la carne por la carne en lugar del amor de la criatura por su Creador. Esta depravación se muestra en la práctica no simplemente de la fornicación y el adulterio sino también de todos los tipos de perversión y vicios antinaturales. De modo que nuestro pasaje afirma que “Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos…”

(6)  Depravación social: Esta podredumbre infecta inevitablemente la sociedad humana en general y es destructiva de aquellos estándares y estructuras que son esenciales para el mantenimiento de la decencia y la dignidad de la existencia civilizada. Esto, una vez más, lo describe gráficamente el Apóstol:

Y como ellos no tuvieron a bien el reconocer a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas impropias, estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidio, contienda, engaño y malignidad; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, insolentes, orgullosos, jactanciosos, inventores de maldades, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, despiadados, quienes, a pesar de conocer el veredicto de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican (Rom 1:28-32).

  Tal lejos se halla esto de estar fuera de moda y de ser irrelevante que su aplicabilidad en nuestra tan pregonada civilización occidental (la cual, a pesar de la brillantez de una multitud de logros tecnológicos, se enfrenta ahora cara a cara con la desintegración desde dentro) es tan alarmantemente obvia como para no necesitar elaboración. Esto es cierto de nuestro mundo infeliz como un todo: en nuestra cercanía y conciencia mutua experimentadas a través de las maravillas de los medios modernos de transporte y comunicación, la verdad de la situación humana, tal y como se describe en este pasaje, es más descarnada que nunca.

IV. 1 Corintios 2:14

Sin embargo, la difícil situación del hombre es mucho más complicada por el hecho que se halla incapacitado para ver las cosas como realmente son. Es incapaz de discernir la realidad de la situación humana, la cual, por supuesto, incluye su propia situación. Pero esta incapacidad no es una incapacidad de constitución; es una incapacidad por elección. Ha escogido la mentira en lugar de la verdad, la oscuridad en lugar de la luz, la muerte en lugar de la vida. A diferencia del ciego quien desea ver el sol pero no puede debido a su mal, él
es incapaz de ver porque ha cerrado de manera deliberada sus ojos a la fuente de la vida y de la luz. Conoce la verdad sobre su Creador, y por ende, sobre sí mismo, como ya hemos explicado, pero no quiere saberla de modo que la erradica; cierra sus ojos ante ella; corta la línea vital de su relación con Dios y en consecuencia se encuentra a la deriva en un océano de irrealidad y alienación. Es él quien se ha incapacitado a sí mismo. Esta es la tragedia del hombre “natural” de este pasaje. Sería más apropiado llamarle el hombre antinatural, y es bueno que la traducción del Rey Jacobo1, a pesar de su larga difusión como un término teológico prácticamente técnico, haya sido abandonado por las versiones modernas a favor de la expresión “el hombre no espiritual”; pues el adjetivo ψυχικός, y hay que reconocer que es difícil de traducir aquí, describe al hombre como caído, degenerado, no regenerado, porque ha preferido ψυχή, la existencia animal, al πνευμα, el Espíritu de Dios, como el principio de su ser.

Por consiguiente, el hombre no regenerado encuentra inaceptables “las cosas que son del Espíritu de Dios”; las rechaza como tonterías porque no se ajustan a su marco de referencia seleccionado. “Y no las puede conocer, porque se han de discernir espiritualmente.” Su espíritu es el espíritu del mundo, pero estas grandes realidades son conocidas solamente por el Espíritu de Dios y por aquellos a quienes Él las revela (vss. 10-13). El hombre ha vuelto al hombre degenerado e incapaz de responder y regresar a la luz de la verdad respecto a Dios y a sí mismo; su gran necesidad es la experiencia de la regeneración; su única esperanza es la obra transformadora del Espíritu Santo de Dios en el centro mismo de su ser.

V. Efesios 2:1-10

La incapacidad del hombre por el pecado no es sólo un asunto de grado. Es total y última. Los efectos del pecado son letales. El predicamento humano no podría ser más serio de lo que es. Esa es la razón por la cual este pasaje describe al hombre en su condición caída como estando “muerto en sus delitos y pecados” (cf. Rom. 6:23). El hombre muerto está totalmente incapacitado; no hay absolutamente nada que pueda hacer. Así también el hombre no regenerado está muerto para con Dios; no hay nada en lo absoluto que pueda hacer para producir su regeneración. Este es el trasfondo adecuado del Evangelio. Aparte de él la encarnación y la cruz de Cristo no tienen sentido. La incapacidad del pecador es vencida por el amor omnipotente de Dios. En Cristo el nuevo nacimiento es una realidad triunfante; el nuevo hombre en Cristo le debe todo a la gracia, la gracia de Dios libre, inmerecida y soberana. Por consiguiente, el Apóstol Pablo les recuerda a sus conversos efesios que, antes de su respuesta al Evangelio vivían “en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos,” y “éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás,” pero que Dios, quien es rico en misericordia y movido por la grandeza de su amor por ellos, les dio vida, aún cuando estaban muertos en sus pecados, juntamente con Cristo. No es de extrañarse entonces que él hable de “las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.” La gloria le pertenece completamente a Dios.
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viernes, 2 de marzo de 2012

Cómo progresar en la fe: Para Los Ministros itinerantes


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 PASAJE CLAVE: Mateo 14.22-33 | LECTURAS DE APOYO: Mateo 9.27-31 | Fil 4.19 |1 Juan 2.6
 INTRODUCCIÓN:
La vida cristiana es vida de fe
Al aceptar a Cristo como nuestro Salvador, nuestra vida eterna en el cielo quedó asegurada.
Desde ese momento comenzamos a andar como creyentes, lo cual implica que diariamente debemos crecer en la fe y “andar como Él anduvo”(1 Jn 2.6).
Pero no estaremos solos ni debemos hacerlo por nuestras propias fuerzas, debido a que habremos entrado en una relación continua con el Señor y podremos depender de su ayuda y dirección para lograrlo.Él mismo nos asegura que, 
  • primero:podremos llegar a conocerlo de manera íntima y personal;
  • segundo, descubriremos su voluntad y propósito para nuestra vida; 
  • tercero, aprenderemos a escucharlo y obedecerlo; 
  • cuarto, experimentaremos su presencia, poder y sabiduría; y 
  • quinto, aprenderemos que la vida cristiana consisteen vivir y andar por fe.

DESARROLLO DEL SERMÓN:
El caso de Pedro
En Mateo14.22-33 vemos un buen ejemplo de cómo es posible progresar en la fe.En cierta ocasión los discípulos de Cristo navegaban en medio de una fuerte tormenta, pero el Señor se acercó a la barca y les dijo“Yo soy, no temáis”.
Pedro respondió diciéndole:“Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas”, y el Señor dijo: “Ven”. Pedro obedeció, pero“ al ver el fuerte viento, tuvo miedo;y comenzando a hundirse, dio voces diciendo:“Señor, sálvame”.
El Señor accedió, pero lo reprendió diciendo: “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?”
Notemos que la fe de Pedro necesitaba crecer, pues en realidad la fe no es un sentimiento pasajero sino la convicción o certeza absoluta de que Dios cumplirá lo que ha prometido.
Por consiguiente, en la vida cristiana es preciso aprender a confiar en Él, tanto en lo que consideremos demasiado fácil como en lo que aparentemente sea imposible. Y Pedro tuvo que aprender a andar por fe.

Diez pasos para progresar en la fe

Enfrentar y superar la adversidad y las pruebas. Dios nos desafía a superar cualquier obstáculo aunque todo parezca estar en contra nuestra. ¿Decidiremos darnos por vencidos o confiaremos en Él y le agradeceremos por contestar nuestras oraciones y fortalecernos?

Nuestro Padre sabe cómo fortalecernos espiritualmente y, a la vez, nos usará y nos bendecirá conforme a nuestra fe, como sucedió en el caso de los dos ciegos que recibieron la vista (Mt 9.27-31).

Entender la naturaleza de Dios. Él es digno de confianza, así como omnipotente, omnisciente, omnipresente, santo, amoroso y misericordioso. Debemos, entonces, esforzarnos por pasar tiempo con Él a fin de conocerlo a profundidad, disfrutar de su compañía y descubrir dimensiones de su carácter que hasta ahora desconocíamos.

Meditar en su Palabra. La Biblia es el combustible para nuestra fe.Si deseamos conocer lo que Dios piensa, cómo actúa y lo que puede hacer y hará, su Palabra es la fuente inagotable de sabiduría.Si meditamos diariamente en ella, nuestro Padre celestial hablará claramente a nuestra mente y corazón, nos protegerá y suplirá todo lo que nos haga falta (Fil 4.19).

Poner en práctica los preceptos de la Palabra de Dios. No nos será posible crecer en la fe si no aplicamos los preceptos de la Biblia.No obstante, si nos sujetamos a su voluntad, Dios nos capacitará para ser más que vencedores.Él complacerá nuestro deseo de seguirlos por lo que nuestra fe crecerá debido a que podremos ver su mano poderosa interviniendo en nuestras vidas.

Observar los caminos de Dios. Hay ocasiones en las que Dios permite que las adversidades nos ayuden a aprender a depender de Él.En otras, Él guarda silencio a fin de que nosotros ejerzamos paciencia.Además, Él utiliza situaciones aparentemente inoportunas o a personas que nosotros consideremos inútiles para sus propósitos, a fin de lograr sus deseos.Al familiarizarnos con su forma de actuar, nuestra fe crecerá y tendrá perspectivas mucho más amplias.

Observar su obra en las vidas de otros. Dios traerá a ciertas personas a nuestras vidas para influir en nosotros y desafiarnos a confiar en Él sin importar nuestras circunstancias.Al seguirles con atención y escuchar sus testimonios, nuestra fe será fortalecida y crecerá considerablemente.

Obedecer a Dios y dejar todas las consecuencias en sus manos. Creer en Dios, conforme se nos indica en Hebreos11.6 es la expresión perfecta de la fe, pues significa que a pesar de lo que eso demande de nosotros, le obedeceremos con la plena confianza en que suceda lo que suceda Él cumplirá sus promesas.
Si de todo corazón creemos en este principio y actuamos conforme a su voluntad, Él nos bendecirá abundantemente.

Recibir respuesta a nuestras oraciones.
Debemos orar con expectación de su contestación, con santa osadía, diligencia, persistencia y con seguridad absoluta de que nuestro Padre celestial suplirá todo lo que nos haga falta.A semejanza de cualquier padre, que se lanza a rescatar a su hijo cuando parece que va a ahogarse, Dios desea que sus hijos confíen en Él y nos tiende su mano, firme y segura cuando estamos ante algún peligro.

Adorar a Dios. Al cantar nuestras alabanzas al Señor tenemos la oportunidad de expresar toda nuestra confianza en Él, pues proclamamos el poder y la grandeza de nuestro Padre celestial.
Recordamos, también, todas las maneras en las que Él ha demostrado su fidelidad hacia nosotros, lo cual contribuye a ratificar nuestra dependencia de Él en todo momento y circunstancia.

Confesarle nuestros fracasos en la fe. Si hemos fallado, Él no nos rechazará.Si se lo confesamos, Él estará dispuesto a perdonarnos y brindarnos otra oportunidad. Luego, al experimentar su amor incondicional, nuestra confianza en Él aumentará y nos permitirá continuar creciendo en nuestro caminar como creyentes bajo la dirección y control del Espíritu Santo.

CONCLUSIÓN:
Dios desea que crezcamos en la fe y alcancemos todo nuestro potencial para glorificarle como Él merece.Nuestro Padre se deleita en ver que creemos en Él y dependemos de Él, al grado que quienes nos rodeen reconozcan su presencia en nuestra vida y comprendan su necesidad de creer en Cristo como su Salvador.
Evaluemos nuestra vida y veamos si guardamos o practicamos algo que no concuerda con nuestra condición como hijos de Dios y que perjudica nuestro crecimiento en la fe.Confrontémoslo con toda valentía y tomemos la decisión de eliminarlo con la ayuda y bajo la dirección del Espíritu de Dios.Él tiene planes sorprendentes para cada uno de nosotros que no debemos perder de vista.Por el contrario, sometámonos a
sus designios y no perdamos la oportunidad de experimentar la vida a su máxima expresión al amparo de su poder, su gracia, su bendición y su amor inagotable.
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¿Que es el adulterio? Punto de vista Biblico


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¿Cuál es la diferencia entre adulterio y fornicación? (Mt 5.27)
Las relaciones sexuales entre una persona casada y alguien que no es su compañero constituye adulterio.
Los Diez Mandamientos contienen la prohibición del adulterio: «No cometerás adulterio» (Éx 20.14). La razón es simple: el matrimonio constituye el fundamento de la sociedad y viene acompañado de la responsabilidad de criar a los hijos. Las relaciones extramatrimoniales fortuitas no sólo ponen en peligro el matrimonio, sino destruyen los sentimientos paternales y maternales por los hijos, y opacan los vínculos familiares.
La fornicación es sexo entre dos personas que no están casadas. El apóstol Pablo dijo que ello constituye un pecado contra el cuerpo. Recomienda a los cristianos huir de la fornicación como un pecado contra Dios y nosotros mismos, porque el cuerpo de los creyentes es el templo del Espíritu Santo (1 Co 6.18, 19). Pablo dice que si un creyente une su cuerpo al de una ramera (o alguien inmoral) está uniendo a Jesucristo con esa persona (1 Co 6.15, 16).
Es muy importante saber que ni los fornicarios ni los adúlteros entrarán en el Reino de los cielos (1 Co 6.9, 10). En el mundo de hoy, el término fornicación se usa raramente y las inmoralidades entre personas no casadas son comúnmente aceptadas como parte del estilo moderno de vida. Pero la inmoralidad, aunque algo corriente, es un pecado que privará a millones de la salvación, a menos que se arrepientan.

Biblia plenitud : La Biblia de estudio que le ayudara a comprender a aplicar la Plenitud del Espiritu Santo en su diario vivir. 2000, c1994 (electronic ed.) (Ap 22.20). Nashville: Editorial Caribe.
Hablemos ahora sobre el punto de vista cristiano sobre la infidelidad en los matrimonios. Está claro que Dios nos hizo de dos en dos y que se supone que debemos permanecer fieles a nuestr@s espos@s.
Pero, ¿qué debe hacer si su espos@ ha sido infiel? si usted sospecha que su espos@ le ha infiel, vaya a la ayuda de Dios. Pídale a Dios que llene su corazón de bondad amorosa y la compasión por su espos@ que accidentalmente pisó la tierra de tinieblas y necesita que le muestres el camino de regreso.
Usted tendrá que ser la luz en la oscuridad que le guiará de vuelta al perdón y la fe en Dios. Orar al Señor que le guíe en estos tiempos difíciles.
En primer lugar es necesario considerar la posibilidad de que su espos@ podría ser inocente. ¿Tiene pruebas sólidas para apoyar su creencia de que él/ella está engañando a usted? Si lo hace, recopile informacion y luego enfrente a su pareja. Cuando se enfrentas a su pareja, asegúrese de que usted no parece estar enojado o frustrado.
Es difícil mantener la calma cuando se habla de todo esto, pero lo mejor para mantener la calma es no ser abusivo. Recuerden que nuestro Señor, Jesucristo, nos llama a perdonar. Recuerda la parábola del siervo despiadado de Mateo 18:18-35. Deja que tu ira interna se apagara por el Espíritu Santo.
Si en la presentación de pruebas, su cónyuge se traslada a hacer una confesión, sé amable con él. Muéstrele que usted es siempre amoros@ y misericordios@ como el Señor te ha enseñado a ser.
También le dice que aunque su comportamiento se le perdona, él/ella tendrá que demostrar su amor a usted una vez más, sólo entonces serán capaces de confiar en él/ella.
El viaje de vuelta a amar a la confianza y el entendimiento será difícil decir lo mimo. Él/ella tendrá que recuperar su confianza  que no será fácil, porque usted recordará que ha traicionado su confianza en el pasado. Orar por la fuerza del Espíritu Santo.
Pídale al Señor que le guiará hacia una mayor comprensión y compasión. Usted tendrá que dejar de lado el pasado, duele cada paso del camino y le dará la oportunidad de ganar su afecto una vez más.
Cuidar de él/ella durante un par de meses. Si usted ve que ha cambiado para mejor, darle otra oportunidad de una vida matrimonial feliz. Si él/ella no cambia, usted sabrá que a pesar de que profesa ser un cristiano, no ha aceptado a Jesús en su corazón. Recuerde lo que dice el buen libro sobre el problema.
“Pero a los demás yo digo, no el Señor, que si algún hermano tiene mujer que no es creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si una mujer tiene un marido infiel y presta su consentimiento para que vivir con ella, ella no debe enviar a su esposo porque el marido no creyente queda santificado por su mujer, y la mujer no creyente queda santificada por el marido creyente;. de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos Sin embargo, si el no creyente.
Se separa, que lo deje, el hermano o la hermana no está sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que Dios nos ha llamado a la paz “. Corintios 7:12-15
La traición es siempre una experiencia muy dolorosa, lo que podría llevar a un comportamiento desconsiderado. Trate de no tomar decisiones equivocadas en su vida.

¿Qué dice la Biblia acerca del divorcio y el segundo casamiento?

En primer lugar, no importa el punto de vista que tome en el asunto del divorcio, es importante recordar las palabras de la Biblia de Malaquías 2:16ª: “Yo aborrezco el divorcio –dice el SEÑOR Dios de Israel”. De acuerdo con la Biblia, el plan de Dios es que el matrimonio sea un compromiso de toda la vida. “Así que ya no son dos, sino uno solo. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre” (Mateo 19:6 NVI). Sin embargo, Dios comprende que el divorcio va a ocurrir, debido a que un matrimonio involucra a dos seres humanos pecadores. En el Antiguo Testamento Dios estableció algunas leyes, a fin de proteger los derechos de los divorciados, especialmente de las mujeres (Deuteronomio 24:1-4). Jesús señaló que aquellas leyes fueron dadas a causa de la dureza de los corazones de la gente, más no porque fueran el deseo de Dios (Mateo 19:8).

La controversia de si el divorcio y el segundo casamiento son permitidos de acuerdo con la Biblia, gira principalmente alrededor de las palabras de Jesús en Mateo 5:32 y 19:9. La frase “excepto en caso de infidelidad conyugal” es lo único en la Escritura, que posiblemente da el permiso de Dios para el divorcio. Muchos intérpretes entienden esta “cláusula de excepción” como refiriéndose a “infidelidad conyugal” durante el período de “desposorio”. En la costumbre judía, un hombre y una mujer se consideraban casados, aún mientras todavía estaban comprometidos, es decir, “prometidos”. La inmoralidad durante este período de “desposorio” debería entonces ser la única razón válida para un divorcio.

Sin embargo, la palabra griega traducida como “infidelidad conyugal” es una palabra que puede significar cualquier forma de inmoralidad sexual. Esto puede significar fornicación, prostitución, adulterio, etc. Posiblemente Jesús está diciendo que el divorcio es lícito, si se comete inmoralidad sexual. Las relaciones sexuales como tales son una parte integral del vínculo marital “y serán una sola carne” (Génesis 2:24; Mateo 19:5; Efesios 5:31). Por tanto, una ruptura de ese vínculo, por medio de relaciones sexuales fuera del matrimonio, debería ser una razón lícita para el divorcio. Si es así, Jesús también tiene en mente el segundo matrimonio en este pasaje. La frase “y se casa con otra” (Mateo 19:9) indica que el divorcio y el segundo casamiento son permitidos en una instancia de la cláusula de excepción, sea como sea interpretada. Es importante notar que solamente a la parte inocente se le permite volver a casarse. Aunque esto no está indicado en el texto, la concesión del segundo casamiento después de un divorcio, es la misericordia de Dios para aquel contra el que se ha cometido pecado, no para el que ha cometido inmoralidad sexual. Puede haber instancias donde a la “parte culpable” se le permite volver a casarse – pero tal concepto no es enseñado en este texto.

Algunos entienden 1ª Corintios 7:15 como otra “excepción”, que permite el segundo casamiento si un cónyuge incrédulo se divorcia de un creyente. Sin embargo, el contexto no menciona el segundo casamiento, sino que solamente dice que un creyente no está limitado a continuar un matrimonio, si un cónyuge no creyente quiere abandonarlo. Otros demandan que el abuso a cónyuge o hijo son razones válidas para el divorcio, aunque no están listadas como tales en la Biblia. Aunque éste, bien pudiera ser el caso, nunca es sabio suponer sobre la Palabra de Dios.

Algunas veces, perdidos en la discusión sobre la cláusula de excepción, está el hecho de que lo que quiera que signifique “infidelidad marital”, ésta es un permiso para el divorcio, no un requisito para el mismo. Aún cuando se haya cometido adulterio, una pareja puede por medio de la gracia de Dios aprender a perdonar, y comenzar a reconstruir su matrimonio. Dios nos ha perdonado mucho más. Con seguridad podemos seguir Su ejemplo y aún perdonar el pecado del adulterio (Efesios 4:32). Sin embargo, en muchas instancias, un cónyuge es impenitente y continúa en inmoralidad sexual. Posiblemente ahí es donde Mateo 19:9 puede ser aplicado. Muchos también cuentan demasiado rápido con el segundo casamiento después de un divorcio, cuando el deseo de Dios sería que permanezcan solteros. Algunas veces Dios invita a una persona a permanecer soltera, de manera que su atención no sea dividida (1ª Corintios 7:32-35). El segundo casamiento después de un divorcio puede ser una opción en algunas circunstancias, pero eso no significa que esta es la única opción.

Es doloroso que el índice de divorcio entre los cristianos profesos sea casi tan alto como el del mundo incrédulo. La Biblia deja meridianamente claro que Dios odia el divorcio (Malaquías 2:16) y esa reconciliación y perdón deberían ser las marcas de la vida de un creyente (Lucas 11:4; Efesios 4:32). Sin embargo, Dios reconoce que el divorcio se va a dar aún entre Sus hijos. Un creyente divorciado o vuelto a casar no debería sentirse menos amado por Dios, aún si su divorcio o segundo matrimonio no estuvieran cubiertos bajo la posible cláusula de excepción de Mateo 19:9. Dios a menudo utiliza aún la desobediencia pecaminosa de los cristianos para llevar a cabo una gran cantidad de cosas buenas.

Nos Preguntamos:
"Se debe de perdonar o no??? se puede seguir viviendo con la persona que me engaño???
 Es una muy buena pregunta la biblia lo describe como adulterio, y es importante saber que dice la biblia sobre los adúlteros.. Levítico 20.10 "Un hombre que comete adulterio con la esposa de otro hombre, .. el debe ser muerto sin falta"
1Corintios 6.9-10 "Que no saben que los injustos no heredaran el reino del Dios?... No se extravíen ni fornicadores, ni idolatras, ni ADÚLTEROS....."
Éxodo 20.14 "No debes cometer adulterio"
Entonces esos son uno de los tantos versículos donde Jehová nos dice que detesta a las personas adulteras, incluso una infidelidad es un motivo valido ante los ojos de el para divorciarte de tu pareja, aun así tu tienes la desicion de seguir con el, o no hacerlo, la biblia no nos dice que los dejemos, ni que sigamos con ellos, es porque nosotros tenemos la capacidad de tomar desiciones y esta es una, tu y solo tu tienes la desicion de tomarlo o dejarlo...te recomiendo que leeas la biblia, de esta manera es como nosotros escuchamos a Dios, y el nos escucha mediante la oración.


El pecado del Adulterio es tan serio que Dios, en su lista de los 10 principales pecados que el hombre podría cometer, lo incluye. "No cometerás adulterio".
El adulterio se define, hasta por parte de fuentes no-cristianas, como:
"Ayuntamiento carnal voluntario entre persona casada y otra de distinto sexo que no sea su cónyuge" Diccionario de la Real Academia Española.
En términos amplios a Biblia está de acuerdo con esta definición. Si usted es casado, y mientras lo está, usted tiene relaciones sexuales con otra persona, usted está cometiendo adulterio. Sin embargo, el Señor Jesucristo fue aún más lejos en la definición de lo que representa Adulterio. "Ustedes han oído que se dijo: 'No cometas adulterio.' Pero yo les digo que cualquiera que mira a una mujer y la codicia ya ha cometido adulterio con ella en el corazón." Mateo 5: 27
En otras palabras, adulterio no sólo incluye la comisión carnal del acto sexual con una persona diferente a su esposo o esposa, sino que usted lo comete hasta con mirar y desear a una mujer.
En una ocasión un gran predicador dijo lo siguiente, con respecto al adulterio: "Si estando casado, miras a una mujer la primera vez, estás usando el sentido de la vista. Si la miras una segunda vez, estás permitiendo ser tentado. Si la miras una tercera vez, haz abierto tu corazón al pecado. Más allá de esta tercera vez, es definitivamente pecado."

¿Acaso no se permitía el adulterio en el Antiguo Testamento?
¡Categóricamente no! Dios NUNCA ha permitido que un hombre tenga más de una mujer: su esposa. Si así no fuera, no se hubiese incluido el expreso mandamiento de no cometer adulterio. De hecho, Dios, de manera expresa instruye en su mandamiento que un hombre debe tener una sola esposa. "»No codicies la casa de tu prójimo: No codicies su esposa, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su burro, ni nada que le pertenezca.»
Note que el mandamiento infiere que un hombre tenga una sola esposa, ya que el mandamiento no dice que no codiciemos "las mujeres" de nuestro prójimo. ¡No! Expresamente dice que no codiciemos la "esposa" (en singular) de nuestro prójimo.
En otro orden de ideas, a Adán se le creó una sola compañera. ¡No varias! Sin embargo, en pos de que el hombre pudiera procrear y llenar la tierra, actos que hoy consideramos inmorales, debido a la Ley, necesariamente tenían que obviarse. Por ejemplo: ¿Con quién creen ustedes que se casó Caín? Con una hija de Adán y Eva. ¡Con su hermana! De otra forma, ¿Qué otra forma habría para procrear, si hasta el momento sólo existían su padre, su madre y sus hermanas.
De igual manera sucedió cuando los tres hijos de Noé se erradicaron e lugares diferentes (ver la Tabla de la Naciones en Génesis) después del Diluvio. Los hijos de Noé, Cam, Sem, y Jafet NECESARIAMENTE debieron procrear con sus propias hermanas para no permitir la desaparición de la raza humana. Pues de igual manera, aunque nunca fue la intención de Dios que esto sucediera (recuerde que esto fue necesario sólo después del pecado), el hombre, quién tendía a forjar una sociedad indiscutiblemente machista, tomaba varias mujeres para sí. Especialmente los hombres de poder, tales como los reyes, (David, Salomón, etc.) y otros hombres de influencia, tal como Abraham, quién poseía grandes bienes eran quienes procedían a tomar varias mujeres para sí mismos.
Sin embargo, las consecuencias de tales pecados son notables. Ver el caso de David y Betsabé, Salomón y el pecado por sucumbir ante la influencia de la religión foránea, influenciado por una de sus mujeres. Además ver el horrible problema causado por el adulterio de Abraham al procrear dos hijos, de distintas mujeres y el problema que todavía está costando miles de vidas anualmente entre Israelíes (descendientes del más joven de esos hijos) y los árabes (descendientes del mayor de esos hijos).
¿Condonaba Dios el adulterio de los hombres de la Biblia?
Por su puesto que sí. Sin duda alguna. Dios no cambia. Si él no está de acuerdo ahora, nunca lo estuvo. Sin embargo, existen dos condiciones en las que los hijos de Dios pueden estar en un momento dado. Usted y yo, todos nosotros los creyentes, estamos o en obediencia de la voluntad aceptable de Dios o en la voluntad perfecta de Dios.
Sansón es un ejemplo ideal sobre este aspecto de la voluntad de Dios. Aunque Sansón fue ungido con tanta o mayor unción que cualquier otra persona en el Antiguo Testamento, guiado por su carnalidad, éste fue tras mujeres de otra fe. Dios continúa llamándole Juez (Sansón fue uno de los Jueces de Israel), y en el Nuevo Testamento lo identifica como uno de los Héroes de la Fe. Pero…¿No estuvo Sansón en pecado? Sí. Sansón era un pecador, como lo soy yo y cada uno de los lectores de esta página de circulación mundial. Si Dios no renovara su perdón cada día, ninguno tuviéramos oportunidad de salvación.


En resumen, debemos entender que las condiciones en ese entonces eran muy diferentes. Estas condiciones no justifican el pecado que Abraham cometió, ni justifican el pecado que de igual manera cometieron Salomón y David. Hoy, sin embargo, las cosas han cambiado mucho y las reglas del juego han sido re-establecidas y re-afirmadas por el mismo Jesucristo. Mirar con lascivia a una mujer, al igual que consumar la relación sexual con una mujer ¡o con un hombre! (ya que los casos de adulterio por parte de hombres casados, con otros hombres, en vez de lo esperado, con mujeres, se ha convertido en algo común) resulta en un pecado estrictamente prohibido por Dios.
El Nuevo Testamento no deroga nada. Como ya establecimos, desde los tiempos del Antiguo Testamento, el adulterio no era permitido. Lo que Jesús hizo en el Nuevo Testamento fue ampliar sustancialmente la cobertura de lo que, por definición, consiste en adulterio. Dios no cambia.
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