φθόνος
Envidia y celos
Cuando usamos la palabra celos, la usamos en el sentido de estar envidiosos de alguien que tiene algo que nosotros no tenemos. Esta clase de celos es un pecado y no es característica de un cristiano – contrariamente, muestra que aún estamos siendo controlados por nuestros propios deseos ( 1 Corintios 3:3 ). Gálatas 5:26 dice, “No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.” La Biblia nos dice que debemos tener la perfecta clase de amor que Dios tiene por nosotros. “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no es indecoroso, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor.” ( 1 Corintios 13:4-5 ). Entre más nos concentremos en nosotros mismos y nuestros deseos, seremos menos capaces de concentrarnos en Dios. Cuando endurecemos nuestros corazones a la verdad, no podemos volvernos a Jesús y permitirle que nos sane ( Mateo 13:15 ). Pero cuando permitimos que el Espíritu Santo nos controle, Él producirá en nosotros el fruto de nuestra salvación, el cual es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza ( Gálatas 5:22-23 ). Santiago 3:14-15 dice, “Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis ni mintáis contra la verdad, porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica.” El estar celosos indica que no estamos satisfechos con lo que Dios nos ha dado. La Biblia nos dice que estemos contentos con lo que tenemos, porque Dios nunca nos desamparará ni nos dejará. ( Hebreos 13:5 ). A fin de combatir esto, necesitamos hacernos más como Jesús y menos como nosotros mismos. Podemos hacer esto, estableciendo una relación personal con Dios. Podemos llegar a conocerlo a través del estudio de la Biblia, la oración y la asistencia a la iglesia. Conforme vayamos aprendiendo cómo servir a otros en vez de a nosotros mismos, nuestros corazones comenzarán a cambiar. “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” ( Romanos 12:2 )
1 RETRATOS
• Carol se pasa la mayor parte del día buscando maneras nuevas para decorar su casa. Su esposo, Tomás, se queja de que nunca logran ahorrar nada debido a los gastos constantes de su esposa.
• Aunque Juana goza de buenos estudios y de un trabajo excelente, siente envidia de la capacidad que tiene Lisa de demostrar su elegancia y su estilo cuando invita a alguien a su casa. Piensa: Si yo dispusiera de tanto tiempo libre, ¡también podría tener el mismo éxito que Lisa!
• Parece que María no logra controlar su lengua. Le parece casi imposible resistirse a la tentación de comentar a sus amigos las últimas “noticias” de algún miembro de su iglesia.
• Susana estaba agradecida porque la amistad que tenía con Diana les permitía a ambas apoyarse en medio de las tribulaciones y las pruebas por las que pasaban. Ahora que parece que Diana recibe una bendición tras otra, Susana descubre que está resentida porque la vida de Diana haya mejorado tanto.
• La joven esposa, celosa de su hermana, sus amigas y sus vecinos, ahora también tenía celos de la nueva compañera de trabajo de su esposo. Sumida en la ira y en la autocompasión, estaba permitiendo que sus celos consumieran sus emociones y perjudicasen su matrimonio. Su esposo, que se sentía agobiado y acusado sin motivo, se sentía frustrado. Ella siempre tenía miedo de algo, de que su esposo la abandonara o tuviera una aventura, pero se comportaba de una manera que aumentaba la probabilidad de que se hicieran realidad estas predicciones ominosas.
El envidioso piensa que, si su prójimo se rompe una pierna, él mismo podrá caminar mejor que antes. Helmut Schoeck
2 DEFINICIONES E IDEAS CLAVE
Los celos y la envidia son hermanos, los hijos perversos de una combinación tóxica de ira, inseguridad con base en la ansiedad y el hábito obsesivo de compararse con otros (para, normalmente, salir perdiendo en la comparación).
En la mayor parte de los casos de celos existe también una raíz de temor: el miedo a perder el amor o la alabanza de aquello o aquellos a los que se ama.
La envidia quiere algo que tienen otros.
Los celos consisten en tener miedo de que nos quiten algo que hemos conseguido. Los celos también conllevan un triángulo: tres personas, una de las cuales es la celosa que se fija en un rival (a quien suele malentender), alguien a quien considera un competidor por la atención de la tercera persona.
La Escritura dice que el amor “fuerte como la muerte” producirá unos celos que son tan “crueles como la tumba” (Cnt. 8:6).
Se puede definir la envidia como el deseo de algo que tienen otros, ya sea posición social, posesiones, estilo de vida, relaciones o características.
Si no se controla, la envidia puede convertirse en malicia, desprecio y destrucción de otros (Ver 1 S. 18:9 para ver la envidia en la vida de Saúl).
La envidia se manifiesta en el resentimiento por la prosperidad de otros.
La envidia será evidente cuando a una persona no le guste otra. La persona envidiosa no será consciente necesariamente de que ese disgusto se fundamenta en la envidia.
La envidia se fundamenta en la expectativa de merecer más éxito y reconocimiento que otra persona. Por consiguiente, la envidia está muy relacionada con el orgullo y la codicia.
La envidia es lo opuesto al amor. El amor se alegra por el bien que otro recibe. La envidia busca la destrucción de otros en beneficio propio.
En última instancia, la envidia es una rebelión contra la finitud humana y la provisión divina. Cuando las personas luchan con la envidia, rechazan la provisión de Dios además del modo único en que Dios las creó.
La Escritura nos dice que el Señor es un “Dios celoso” (Éx. 34:14), pero esta actitud del Señor es justa. Dios siente celo por la Iglesia (2 Co. 11:2). No obstante, Pablo nos advierte que no provoquemos los celos del Señor (1Co. 10:20-22)
La envidia es un síntoma de la falta de apreciación de nuestra propia unicidad y el valor que tenemos. Cada uno de nosotros tiene algo que aportar que nadie más tiene.
Anónimo
Causas de la envidia y de los celos
La insatisfacción con la provisión divina: Es posible que la persona solo vea lo que Dios no le ha dado, en lugar de lo que sí le ha entregado.
La comparación con otros: Desde bien pronto, muchos se han sentido condicionados para verse solo en comparación con otros; son más listos que, menos atractivas que, más populares que, etc.
El orgullo: La envidia está impulsada por la idea falsa de que una persona “merece” tener una vida centrada en sus propios beneficios y satisfacción personales.
La baja autoestima o el deseo de ser importante: Cuando las personas no se sienten bien consigo mismas, intentarán constantemente aliviar su sufrimiento buscando sentido en sus circunstancias, en vez de permitir que Jesucristo satisfaga sus necesidades más profundas.
El valor de los bienes mundanos: Las personas buscan dinero, posición social, fachada, talentos o éxitos como evidencias de su valor y su “lugar” en el mundo.
Expresiones de la envidia y de los celos
La envidia se puede disfrazar de muchas maneras. Estas son las manifestaciones más frecuentes:
Resentimiento hacia otros: La persona puede mostrarse muy crítica y acusadora de otra persona o personas.
Competición en las relaciones: El deseo de ser “quien manda” en todas las relaciones puede ser indicativo de una lucha con la envidia. La persona puede manifestar el impulso desbocado de alcanzar muchos objetivos, y también una actitud de superioridad respecto a otros.
Depresión: La persona puede volverse muy autocrítica porque no ha conseguido lo que deseaba, y lo que tenía otra persona.
Falta de contentamiento: Vivimos en una cultura en la que los medios de comunicación nos bombardean con la idea falsa de que conseguir más bienes materiales nos hará más felices. Una persona que lucha con la envidia no suele estar satisfecha con lo que Dios le ha dado.
El chismorreo: Las personas envidiosas nunca cesan de criticar a los objetos de su envidia.
Idolatrar o poner a otros en un pedestal.
Insatisfacción con la vida: Las personas celosas suelen tener el pensamiento de Si tan solo…
Fases de la envidia y de los celos
Estadio inicial: El primer estadio de la envidia es desear lo que es o tiene otra persona.
Burla o desprecio: Cuando una persona no se enfrenta a su propia envidia, esto puede inducirla a burlarse de otra persona o despreciarla, simplemente porque ella le recuerda lo que le falta. Esto se manifiesta mediante el desprecio.
Malicia: La envidia también se puede convertir en malicia. Las personas desean destruir el bien que ven en las vidas de otros, creyendo que si no pueden tener lo mismo que ellos, al menos acabarán con el placer que a esas personas les proporciona lo que tienen.
Dominio de las relaciones: Los celos, cuando se llevan a un extremo, pueden dominar una relación. Algunos cónyuges que en su infancia padecieron malos tratos o abandono introducen esta patología en su matrimonio. Las cuestiones pendientes del pasado pueden ser el impulsor para desarrollar un círculo vicioso de celos disfuncionales.
Un ciclo consumidor: Un cónyuge siempre celoso usará la autocompasión, las mentiras, las amenazas y otras manipulaciones para controlar una relación. Cuando la otra parte se resiste, la persona celosa contraataca volviéndose más controladora. A medida que pasa el tiempo, este ciclo adquiere velocidad y aboca al desastre.
La caridad se alegra del bien de nuestro prójimo, mientras que la envidia se duele por ella.
Tomás de Aquino
3 ENTREVISTA DE EVALUACIÓN
A menudo, la envidia está enmascarada por otras cuestiones. Una persona puede hablar de la injusticia de la vida o manifestar resentimiento hacia otra persona. Es posible que la persona tenga la necesidad de ser siempre la mejor en cualquier tarea a la que se dedique.
Sea consciente de que este tema del resentimiento también puede ser una falta de perdón, en la que la persona padeció un sufrimiento causado por otro, y desea vengarse.
Escuche el tema central. ¿Se trata de que la persona siente rencor hacia lo que alguien le ha hecho? ¿Es que alguien ha conseguido algo que él o ella no ha logrado?
No etiquete a la persona como “envidiosa” o “celosa”. Escúchela y reconozca la lucha y la experiencia de la persona.
1. ¿Cuál es la circunstancia que ha incitado esos sentimientos tan difíciles para usted?
2. ¿Le molesta ver que otros avanzan en su carrera profesional o mejoran su estatus social?
3. ¿Se da cuenta de que le cuesta celebrar las bendiciones que reciben quienes le rodean?
4. ¿Siente a veces que Dios le ha decepcionado en su provisión?
5. ¿Se ha encontrado alguna vez pensando Si tan solo… (llene este espacio con lo que le gustaría que fuera distinto en su vida).
6. ¿Dónde ve que va la mayor parte de su dinero?
7. ¿Se siente complacido en secreto de que alguien a quien admira se encuentre con un problema?
8. ¿Alguna vez quisiera sabotear las bendiciones de otros?
9. ¿Lucha con sus sentimientos de crítica y/o juicio de otros?
10. ¿Descubre que no está satisfecho a menos que sea “el mejor” en algo?
11. ¿Lucha con la depresión?
12. ¿Se identifica más con los mejores y los más listos en vez de con aquellos que están en los márgenes de un grupo?
13. ¿Ha descubierto que tiende a poner a otros en un pedestal?
14. Hábleme de su matrimonio.
15. ¿Cómo se siente con respecto a las amistades o actividades de su cónyuge?
16. ¿Alguna vez su cónyuge le ha dado motivos para dudar de su fidelidad o su amor por usted?
¡Oh, cuidaos, mi señor, de los celos! Es ese monstruo de ojos verdes que se burla de la carne de la cual se alimenta.
Shakespeare, Otelo, acto III, escena 3.
4 CONSEJOS SABIOS
La clave para superar la envidia o los celos es triple:
Comprender el amor de Dios
Estar satisfecho con su provisión
Amar a otros como Dios nos ama
La envidia y los celos son intentos inútiles de satisfacer nuestros más profundos deseos de ser importantes y de gozar de seguridad, pero buscando algo que tiene otra persona o controlando lo que otro hace.
A la persona que tiene problemas en este campo hay que llevarla, cariñosa y coherentemente, hacia el amor y la suficiencia de Jesucristo.
Además, ofrézcale ánimos hasta que la persona esté dispuesta a abordar este tema y contemplar sinceramente su propio pecado.
5 PASOS PRÁCTICOS
1. Sea sincero
• Todos nos engañamos de muchas maneras. Aunque es posible que no sintamos que somos víctimas de la envidia o de los celos, estos sentimientos pueden existir bajo muchos disfraces, como la crítica, el menosprecio, el chismorreo, la autocompasión y la manipulación.
• Pida a Dios que le revele sus propias motivaciones y sentimientos. Anote en un diario o en un cuaderno privado lo que Dios le ha mostrado en su corazón.
• Confiese a Cristo las actitudes de su corazón.
2. Concéntrese en Jesucristo
• Dios le ve como a su hijo amado.
• Entréguese a sí mismo y su día a Dios, pidiendo su guía y su presencia durante todo el día.
La envidia consiste en contar las bendiciones de otro en lugar de las nuestras.
Harold Coffin
3. Desarrolle un estilo de vida de gratitud y adoración
• Cuente sus bendiciones.
• Lea los Salmos como oraciones personales, alabando a Dios por todo lo que Él es y lo que ha hecho.
• Al final de cada día, reflexione sobre las bendiciones inesperadas que ha recibido a lo largo de ese día. Dé gracias a Dios por su amor y su cuidado constantes.
4. Evite actividades que fomenten la comparación
• Pase un tiempo en un centro comercial solo cuando tenga que adquirir un objeto concreto.
• Lea libros que le induzcan a reflexionar sobre la belleza de la vida y las bendiciones externas que tenemos como creyentes (por ejemplo, Lo mejor está por llegar, de Greg Laurie, Gracia venidera de John Piper, y La envidia de Bob Sorge).
• Reduzca la lectura de revistas, vea menos televisión y otros medios que se centren en la obtención de bienes materiales.
5. Interrumpa los sentimientos de envidia
• Pida a Dios su bendición sobre la persona a la que usted envidia, y dé gracias al Señor por su provisión para ella.
• Recuérdese el consejo de Jesús, que “la vida de una persona no depende de la abundancia de sus bienes” (Lc. 12:15). Al final, las “cosas” son sustitutos superficiales de la presencia de Dios en su vida.
• Recuérdese quién es, como hijo o hija escogido por Dios. “Porque desde el principio Dios los escogió para ser salvos, mediante la obra santificadora del Espíritu y la fe que tienen en la verdad” (2 Ts. 2:13).
• Pregúntese qué es lo que provoca su envidia de una persona. ¿Tiene esa persona una gran capacidad para socializar? ¿Muestra una gran compasión? Dé gracias a Dios por las cualidades positivas que ve en esa persona, y pídale que Él las potencie en su propio corazón. Entonces pasará de la envidia a la admiración. Afirme y dé gracias por las cualidades que Dios ha introducido en su propio corazón.
6. Interrumpa los sentimientos de celos
• Sea sincero consigo mismo; evite las afirmaciones controladoras o manipuladoras.
• Pase un tiempo con Dios. Sumérjase en la oración y en la Palabra de Dios. Pídale que transforme su necesidad de seguridad en la dependencia y la confianza en Él.
• Transforme su mente. En lugar de permitir que sus pensamientos ansiosos fomenten sospechas tenebrosas, pida a Dios que limpie su corazón y su mente. Pídale que le ayude a amar de verdad: “El amor no es envidioso… no se enoja fácilmente” (1 Co. 13:4-5). Recuerde todos los aspectos positivos de su relación con la persona hacia la que siente celos. Haga algo, en ese mismo momento, para manifestar su amor. Llámela por teléfono, escríbale un correo electrónico.
El corazón tranquilo da vida al cuerpo, pero la envidia corroe los huesos.
Proverbios 14:30
7. Crezca
• Forje un plan para desarrollar los dones y las capacidades que Dios le ha dado de una forma única.
• Evalúe sus dones espirituales y sus talentos.
• Practique las disciplinas espirituales. Algunos ejemplos son: oración, ayuno, soledad, estudio, sacrificios, adoración, comunión, meditación y memorización.
• Dedique un tiempo a memorizar la Escritura; comprométase a ayunar y orar por una situación concreta de su vida.
• Pida a Dios que ponga a creyentes en su vida que le puedan animar en su relación con Cristo.
8. Piense en hacer un seguimiento
• Para algunas personas, su lucha crónica con la envidia puede ser indicativa de un sufrimiento más profundo y pendiente de resolución, encerrado en su pasado, un caso en el que es posible que recurrir a un terapeuta profesional sea el mejor curso de acción.
6 EJEMPLOS BÍBLICOS
Ésta es la ley en cuanto a los celos… (Nm. 5:29).
Los antiguos israelitas tenían un ritual complejo para abordar los celos. Su proceso detallado (Nm. 5:11-31) admitía el potencial destructivo de un cónyuge celoso. Lo más importante es que solventaban este asunto delante del Señor (v. 30).
Los celos pueden destruir cualquier relación, y dentro de un matrimonio pueden introducir un elemento de desconfianza.
Para protegerse de esto hay que basarse en la sinceridad. Ambos cónyuges deben reflexionar honestamente sobre su tendencia hacia los celos, respondiendo a la pregunta: “¿Qué me pone celoso?”
.
Ambos cónyuges deben expresar sinceramente sus sentimientos. Entonces podrán hablar de lo que pueden hacer el uno por el otro para aliviarlos. La sinceridad y la confianza absolutas contribuirán a destruir los celos.
Porque donde hay envidias y rivalidades, también hay confusión y toda clase de acciones malvadas. Santiago 3:16
Disgustado por lo que decían, Saúl se enfureció y protestó: “A David le dan crédito por diez ejércitos, pero a mí por uno solo. ¡Lo único que falta es que le den el reino!”. (1 S. 18:8).
Saúl se puso celoso de la victoria de David sobre Goliat, y por la atención que la nación puso en él. El joven guerrero había desbancado al rey. Los celos de Saúl le llevaron a la ira, el resentimiento, el miedo y a un intento de asesinato.
Como una olla hirviente que amenaza con volcarse en cualquier momento, los celos descontrolados pueden llevar a la destrucción. Debemos llevar nuestros celos ante Dios, pidiéndole que nos ayude a apreciar los talentos de otros mientras, al mismo tiempo, nos enseña a usar los nuestros de la mejor manera.
El celo que siento por ustedes proviene de Dios, pues los tengo prometidos a un solo esposo, que es Cristo, para presentárselos como una virgen pura (2 Co. 11:2).
El término celoso puede usarse positiva o negativamente. Pablo dijo que él sentía “celo santo” por los creyentes corintios. Los celos de Pablo no se centraban en su propia reputación, sino en la seguridad eterna de los corintios.
Sin embargo, los celos humanos tienen a menudo un centro menos noble (como el aspecto, la riqueza, la popularidad o el poder de otro), y resultan perjudiciales para todos los afectados.
Los creyentes deben tener cuidado para no permitir que los celos impíos les perjudiquen a ellos mismos o a otros.
Por lo tanto, abandonando toda maldad y todo engaño, hipocresía, envidias y toda calumnia… (1 P. 2:1).
Los creyentes deben estar tan agradecidos a Aquel que les llamó a ser santos para que deseen ser santos en todas las facetas de su conducta (1 P. 1:15).
Esto quiere decir “abandonar toda… envidia”, porque carece de utilidad en el reino de Dios. La envidia provoca sufrimiento, disensión y división.
Las personas que se comparan con otras se sienten superiores o inferiores a ellas. Dios quiere que dejemos de comparar nuestro aspecto, nuestras posesiones, nuestros trabajos o nuestras capacidades con las que tienen otros, y que nos centremos en ser sus hijos y servirle.
7 ORACIÓN
Antes que nada, queremos darte gracias por tus grandes bendiciones en la vida de tu hijo.
Él/ella sabe que has hecho grandes cosas, pero hoy lucha con el sufrimiento que le produce querer más.
Ayúdale hoy, Señor, a comprender los grandes dones que ha recibido de tu mano y las grandes contribuciones que puede hacer a tu reino. Ayúdale a aprender el contentamiento…