jueves, 3 de septiembre de 2015

No me avergüenzo del Evangelio... es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree...El justo por la fe vivirá

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
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Preparemos nuestros sermones 
ROMANOS 1:16–18

  LA VIBRANTE EXPRESIÓN DE LA PROCLAMA 
(Romanos 1:16–18)

16  Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. 
17   Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá. 
18   Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad.



¡El evangelio! Este es el gran tema que hace vibrar el corazón de Pablo. Lo presenta desde su corazón, hacia el corazón de sus lectores, ya preparado por sus oraciones y por lo que les ha anticipado (vv. 1–15). Pablo acaba de decir: “en cuanto a mí, pronto estoy a anunciaros el evangelio también a vosotros que estáis en Roma” (v. 15). Ha tomado una decisión irrenunciable. 

Después de considerar todos los factores que hasta el momento le han impedido hacer su deseado viaje a Roma, y a pesar de todo eso, afirma su disposición y decisión: “pronto estoy”. Y relaciona ese pensamiento con una razón, con un “porque” con que inicia el v. 16. Está pronto para ir a Roma porque no se avergüenza del evangelio.

La estridente declaración de los vv. 16–18 es la más grandiosa que se haya oído jamás en el universo creado. Trastocó una vez las estructuras del imperio romano, volvió a conmocionar al mundo con la Reforma del siglo XVI, y sigue siendo todavía el poder de Dios, capaz de salvar y transformar personas, iglesias, países y continentes. 

En este evangelio se revela, se manifiesta y actúa la justicia de Dios. Es la única justicia verdadera e inapelable, la que condena a todos, por cuanto todos pecaron. A la vez es la única que puede justificar a los que primero ha condenado, bajo la sola condición de que esa justificación se obtiene por medio de la fe en Jesucristo, y sólo por medio de la fe en El.

    1.      La actitud de Pablo hacia el evangelio: ¿vergüenza u orgullo?

“No me avergüenzo del evangelio”

      a)      Negativo
Veamos primero esta expresión en sentido negativo, tal como está expresada. ¿Qué es la vergüenza, sino un sentimiento paralizante de la acción? Todos podemos recordar alguna situación de la niñez en que la vergüenza nos dejó tiesos, mudos y cabizbajos, mientras cumplíamos el rol de involuntarios actores principales.

Pablo pondera la situación que tiene que afrontar. Se ha convertido en el principal actor, por la elección que Dios ha hecho de él, para la presentación y difusión del evangelio. Todas las miradas, unas llenas de receptividad y las demás de odio o de indiferencia, están puestas sobre él. 

Pablo sabe que la predicación del evangelio lo identifica con un Jesús: 
  • rechazado por la religión judía, 
  • Negado por la cultura griega, y 
  • Crucificado bajo la ley romana (Jn. 19:19, 20).


Ante un rechazo general tan reciente del crucificado, ¿sería fácil pasar de la timidez natural a la osadía sobrenatural que se requería para no sentirse avergonzado de anunciar el evangelio? La respuesta se encuentra en el mismo evangelio que predica.

No se avergüenza del evangelio porque conoce bien, por la revelación que Dios le ha hecho, qué es el evangelio. Frente a ese conocimiento, toda duda, temor y vacilación, se desvanecen como las sombras de la noche ante la salida del sol, para dar paso a una intrepidez a toda prueba. Y exclamará aquellas palabras inmortales que han sido de inspiración para legiones de predicadores y lo siguen siendo para nosotros: ¿vergüenza? “No me avergüenzo del evangelio” y “ay de mí si no anunciare el evangelio” (1 Co. 9:16) (siendo el evangelio lo que él sabe que es).

Decir “no me avergüenzo del evangelio” no es como silbar en la oscuridad en una situación de confrontación probable. Este no me avergüenzo es más bien lo que podríamos llamar una declaración en situación real. Y es hasta cierto punto una vivencia jactanciosa de parte de Pablo (“me glorío y aún me gloriaré.” Fil. 1:18). 

Es como mirar la multitud de discípulos que ceden terreno a las intimidaciones del enemigo mientras que él avanza de manera resuelta para ponerse del lado de su Señor. “Yo no me avergüenzo, no puedo avergonzarme del poder (gr. DYNAMIS, de donde deriva el vocablo ‘dinamita’) que Dios ha puesto en acción para salvar a cualquiera que cree”. 

Los valores desvalorizados de este mundo pueden hacer pensar que identificarse con un Cristo rechazado es un acto de debilidad, y que identificarse con un evangelio que es “locura para los que se pierden”, es un acto de pobreza intelectual. 

Para ellos, el evangelio insiste en cosas tan poco atractivas al hombre como dos toscos travesaños de madera manchados por la sangre de un crucificado. Cuando hay una multitud que se burla y niega, es difícil dar un paso al frente y decir “es mi Cristo”, “es mi evangelio”. 

Un resuelto Pedro no pudo hacerlo (antes de Pentecostés) y le negó tres veces. Pablo tiene su lección aprendida en carne y sangre. Y entonces afirma, con mayor certidumbre aun que cuando un maestro dice a sus alumnos:
 2+2=4. 
“Evangelio = poder de Dios …”

Aplicación
¿Y no será, estimado consiervo, que nuestra falta de valentía por el evangelio tiene su raíz en nuestra falta de un mayor conocimiento intelectual, espiritual y experimental de lo que es el evangelio?

Por más que creamos conocer el evangelio que predicamos, nunca alcanzaremos a agotar la posibilidad de ese conocimiento pues, como ya vimos, el evangelio se origina en Dios mismo, y siendo así, conocer el evangelio implica vivir el evangelio y conocer el mismo corazón de Dios.

Confesamos con vergüenza nuestra vergüenza muchas veces disimulada de identificarnos en forma abierta con el evangelio y de predicarlo siendo que se trata de algo apenas conocido.

“No me avergüenzo del evangelio”

      b)      Positivo
Ahora miremos esta expresión en sentido positivo. Equivale a decir: “Estoy orgulloso del evangelio”. Es como expresar: “Tengo absoluta confianza en el evangelio”, o bien, “no hay nada en el mundo que se pueda comparar con el evangelio”. 

Pablo tiene tal confianza en el evangelio que puede predicarlo, aun ante los que se oponen, y hacerlo de una manera osada, abierta, sin abrigar el menor temor de que en algún momento pueda tener que arrepentirse de haberlo recomendado. Sería un imposible.

    2.      Qué es el evangelio.

      a)  “El evangelio es el poder de Dios”
La desgracia mayor del hombre es haber caído, a poco de ser creado por Dios, bajo el poder destructor del enemigo Satanás.

Ilustración: 
El evangelio podría representar una poderosa grúa espiritual capaz de levantar al hombre de su posición caída y colocarlo por encima de sí mismo, de sus circunstancias deprimentes y aplastantes, situándolo en los brazos a la vez tiernos y fuertes de un Salvador amante que es Cristo el Señor. 

Y al mismo tiempo, hacer eso habiéndolo transformado mediante el poder de Dios, manifestado en la obra redentora de Jesucristo, de un estado de pecado y ruina a un estado de santidad y gloria.

Pablo probó en carne propia el poder del evangelio cuando yendo camino a Damasco, se convirtió de perseguidor en discípulo (Hch. 9). No podía avergonzarse de un evangelio tan poderoso, que lo había conmocionado de tal manera en ese encuentro personal con Cristo, el ungido Señor, ante cuya autoridad y poder capituló diciendo: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” 

El uso enfático del pronombre “yo”, que podría ser obviado en la expresión de nuestro idioma, no hace sino remarcar de una manera clara y relevante, la distancia que Pablo vio entre el hombre de la tierra y el Cristo de la gloria a quien él en su ignorancia e incredulidad había creído ser su deber combatir (Hch. 9:6).

Tú allá y yo acá. 
Tú santo y yo pecador. 
Tú exaltado y yo humillado. 
Tú vencedor y yo vencido. 

¿Qué quieres, Señor? 
                ¿Cuáles son las condiciones de mi rendición incondicional? 
La respuesta de Cristo se sintetiza: “para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto …” (Hch. 26:16; ver también vv. 17–18) es decir, del evangelio. Aquella visión transformadora de Cristo había revelado el poder del evangelio para hacer de Saulo un hombre totalmente nuevo, diferente, valiente y decidido, y había producido en él una verdadera identificación entre su Señor y su evangelio.

Aplicación: “Poder de Dios.” Uno de los más preocupantes problemas de la Rusia post comunista ha sido: ¿quién tiene el poder (nuclear)? Y nosotros podemos preguntarnos con asombro: ¿Quién tiene el poder de salvación? No hay otra respuesta que decir que lo tiene Dios, y que lo ha depositado en ‘su evangelio’. Cualquier redimido que anuncia el evangelio de Dios (y no un evangelio diferente al de Dios) se convierte en un bienaventurado comunicador y transmisor del poder de Dios para salvar a todo aquel que cree. En un mundo donde el poder se utiliza en su mayor proporción para destruir, sabemos que somos poseedores de un precioso depósito de verdad que debe ser anunciada, de un evangelio que es de Dios, y que es poder de Dios para salvar, para librar de la destrucción presente y eterna a todo aquel que cree.

¿Podemos avergonzarnos? De ninguna manera. ¿Tenemos que andar escondiendo este poder de los que se burlan o se oponen? Tampoco. Antes, podemos sentirnos santamente orgullosos, satisfechos, confiados, urgidos a llevar este evangelio por todas partes, “porque [el evangelio] es poder de Dios para salvar”.

      b)      “Poder … para salvar” (ver 1 Co. 1:24.)
El evangelio es el poder de Dios en plena acción salvadora en favor de las personas que al oírlo lo aceptan.

¿Oyen nuestras congregaciones “el evangelio de Dios”? ¿O están oyendo otra clase de apelaciones que los llevan a tomar otro tipo de decisiones que no conducen a su salvación eterna y presente?

Es grande, sin duda enorme, la responsabilidad que tenemos como siervos del Señor, de tener entre manos un poder tan grande y no emplearlo en forma correcta. Parafraseando He. 2:3 podríamos decir: “¿Cómo escaparemos nosotros si descuidamos un poder de salvación eterna tan grande?” Eso es lo que ha pasado por la mente y consideración de Pablo cuando exclama: “Ay de mí si no anunciare el evangelio”. ¡Ay de mí si enseño doctrina de hombres o pongo la atención de la congregación en otras cosas por más buenas que sean que no llevan la poderosa verdad del evangelio al corazón mismo de los oyentes!

¡Qué herramienta de poder ha puesto Dios en las manos de sus obreros que anhelamos servirle! ¡Qué mensaje tan dinámico, en el sentido de “dinamita”, que echa por tierra las estructuras del pensamiento y del accionar humano e implanta los pensamientos y el accionar del Dios Salvador, Jesucristo, nuestro Señor!

La palabra salvación, se refiere a la liberación del poder del pecado; es una salvación que tiene un alcance mucho mayor que la salvación del peligro físico tan común en el A.T. Pablo era consciente de que antes había utilizado el poder de los hombres para destruir a los seguidores de Cristo. Nada ni nadie podría impedirle ahora que utilizara el “poder para salvar” que Dios le había encomendado con el evangelio.

En nuestra incapacidad tendemos a identificarnos con los poderes para salvar (?) que utilizan los hombres, que son ‘poderes sin poder’, ‘sal sin sabor’. Como hijos de Dios tenemos que ponernos en forma decidida del lado de Pablo, del lado de Cristo, del lado de un evangelio que salva al hombre de la ruina del pecado, y lo salvará del desastre de sus consecuencias. La única solución a todos los problemas presentes y futuros que pueda tener el hombre, pasa por su total rendición a la autoridad de Cristo, y por la operación del poder que hay en su evangelio.

Aplicación: 
¿Lo creemos así? ¿O pensamos que la solución del hombre es Cristo y algo más, o es el evangelio y algo más? ¿Cuándo entenderemos como iglesia de Jesucristo el “sin Cristo nada” de la iniciación cristiana definido en Jn. 15:5, que nos lleva enseguida al “con Cristo todo” de la madurez cristiana presentado por Pablo en Fil. 4:13?

Las mismas cosas, los mismos métodos, los mismos argumentos valen si proceden del poder del evangelio de Cristo, pero llegan a ser inoperantes si proceden de nosotros. Un vaso de agua dado en nuestro nombre, tiene el valor del momento por el cual calma la sed. Pero el mismo vaso de agua dado en el nombre de Cristo tiene valor de eternidad. Es algo así como la distinción entre activismo carnal y actividad espiritual.

Pablo podía ser confundido con un activista, pero su accionar nacía en el poder del evangelio. ¡Qué diferencia! ¡Qué cambios veríamos si abandonáramos del todo el activismo humano y nos entregáramos del todo a la actividad del Espíritu Santo; si como individuos y como cuerpo actuáramos bajo su consciente control!

“Poder para cambiar toda una vida y darle más”, dice una canción que describe la necesidad de nuestro compromiso de predicar el evangelio de Cristo. Poder para transformar al hombre y la sociedad, al hombre y al mundo.

“Judío y … griego.” Religión y cultura. Poder para salvar una religión que necesita ser salvada. Poder para salvar una cultura que ha sido definida por algunos como poscristiana. Primero la “religión”. Si la iglesia de Cristo no vive delante de los hombres como una comunidad donde rige el reino de Dios y su justicia (Mt. 6:33), no estará a la altura del poder salvador del evangelio. Luego la “cultura”. Mal que les pese a los que exaltan la cultura por la cultura misma y propician conservar aun las formas más primitivas y a veces aberrantes que condicionan al hombre sin Cristo, la cultura debe ser salvada, cambiada, transformada por el poder liberador del evangelio.

Religión y cultura van de la mano porque son inherentes a la vida del hombre. Pero el evangelio es la “contrarreligión cristiana”, así como vivir el evangelio ha sido definido como la “contracultura cristiana”.

    3.      El alcance del evangelio.

“A todo aquel que cree.”
La universalidad del mensaje y de su poder (como la fe de antaño), “fue buena para Pablo y es buena para mí”. Pablo no desperdició sus diálogos con los hombres; hizo con sus palabras lo mismo que hacía en sus viajes: “desde … y hasta … todo lo he llenado del evangelio de Cristo” (15:19). “Desde el nacimiento del sol, y hasta donde se pone” (Is. 45:6). ¡Qué cobertura total!

Aplicación: Resultan apropiadas ciertas antiguas reflexiones que dicen: “¿Por qué los que debieran hablar callan, cuando los que recién empiezan a leer escriben?” Yesta otra: “La mentira ha recorrido medio mundo, cuando la verdad recién empieza a calzarse para perseguirla”.

Con Pablo no era así. Sabía quién era Cristo y conocía qué implicaciones y alcances tenía el evangelio. Para él era la verdad que debía ser proclamada en toda circunstancia, en todo lugar y a toda criatura. Era la luz que debía iluminar no debajo de una mesa donde perdería efecto, sino por encima de todo, donde lo aclarara todo. El evangelio es de carácter único y universal: al judío primeramente (el que practicaba la religión conocida) y también al griego (el que seguía la cultura dominante).

    4.      El evangelio y la justicia de Dios (v. 17)

El evangelio explica, demuestra y revela de qué manera justifica Dios al hombre, es decir, de qué forma lo pone en una relación correcta con El. ¿Cómo resuelve la justicia de Dios el problema del pecado y su merecida condena?

En el evangelio tenemos la justicia de Dios en acción. Es una justicia que en lugar de perseguir al pecador para condenarlo, está empeñada en perseguirlo para salvarlo, tal como se expresa del Señor Jesús mismo en Jn. 3:17, 18. Es una justicia que no se detiene hasta que el Juez puede declarar al culpable no culpable, y lo pone sentado en el lado derecho, como hacían los jueces antiguos con los que eran declarados inocentes. Si observamos en otros pasajes de la Biblia, el lado derecho es el de los justos (las ovejas a la derecha; ver Mt. 25:33, 37). Jesús se sentó a la derecha del trono de Dios, el lugar de la justicia (He. 12:2). El propósito de Dios es sentarnos (ya justificados) juntamente con Cristo (Ef. 2:6).

El evangelio es el despliegue, la revelación de la justicia de Dios. Tal es el contenido del evangelio que Pablo desarrollará en la extensión de su carta y sobre el cual debemos preguntarnos: ¿apunta mi predicación básicamente a la revelación de la justicia de Dios o a las necesidades presentes del hombre? El punto puede parecer intrascendente, pero hace a la esencia misma del evangelio. Según que la justicia de Dios, los derechos de Dios, constituyan el centro del mensaje, o que el centro sea la necesidad del hombre y los derechos del hombre, estaremos o no acertando con el propósito de Dios referente al evangelio.

a) La importancia de la fe.
La justicia de Dios, con todo lo que veremos que ella implica, se descubre (revela) por fe y para fe. La justicia de Dios revelada en el evangelio es la justicia que el justo (el justificado) alcanza por medio de la fe y no de otra manera, ya que esa justicia por la fe es la vida misma de todo aquel que cree.

Ilustración: 
Cuando tomamos una fotografía, por lo general hay una persona o un objeto o una escena que es el centro de atención. El foco de la cámara va dirigido a eso. Lo demás entra en la foto porque es lo que acompaña, es el entorno.

Si tomamos el v. 17 como si fuera una fotografía, tenemos que concluir (o destacar) que el foco de lo que dice está centrado en la fe. No podemos negar la importancia que tiene el justo—declarado así por la justicia de Dios—ni tampoco la realidad de que ese “justo” o “justificado” tiene nada menos que la vida. Sin embargo, ese justo no sería justo y esa vida no sería vida si no hubiera intervenido la instrumentalidad de la fe. Si sacamos la fe del centro, al instante advertimos que ni existe alguien que pueda ser declarado justo, ni existe la posibilidad de que ese alguien pueda tener vida para con Dios.

La fe, entonces, es el foco de la declaración. La fe es el camino—el único y excluyente camino—para llegar a la justificación ante Dios y, en consecuencia, para llegar a la participación de la vida de Dios.

Y aun al hablar de la fe como la forma, como el instrumento, como el camino o como el medio que Dios ha establecido para que el hombre sea justificado y viva para Dios, debemos tener cuidado de una cosa. La fe es todo eso, pero a la vez nada más que eso: forma, instrumento, camino, medio. Esto significa que la fe no es un “algo meritorio”. El justo vivirá por la fe (Hab. 2:4). Pero no hay ningún mérito atribuido a la fe ni tampoco a la persona que ejercita la fe. Como el mismo Pablo lo aclara “No [es] por obras, para que nadie se gloríe”. Es “por la fe” pero esto no como algo que pertenece a la persona, pues la fe “es [un] don de Dios” (Ef. 2:8 y 9).

También notamos que la justicia de Dios es “por fe y para fe”. Esto equivale a decir, como algunos han traducido: es “por fe desde el principio hasta el fin”. Empieza por la fe, sigue por la fe y termina siendo consumada por la fe.

Ilustración
La fe es la llave que abre la puerta de entrada. Una vez adentro, veremos cuál es la base, el fundamento, los beneficios de la justificación, y también sus responsabilidades. Por fe y para fe es “fe de punta a punta”. 

Esta expresión que tomamos para ilustrar, describe a alguien que ganó una competencia, por ejemplo, una carrera pedestre, y que no tuvo ningún rival que lo sobrepasara ni siquiera durante un tramo de la carrera. “Por fe y para fe” quiere decir justamente eso. Es por la fe y nada más que por la fe, es decir por la “sola fe”, con exclusión de todo otro competidor, con exclusión de obras, de méritos personales, de dinero, de religiones, de filosofías o pensamientos humanos. Todo queda excluido.

b) El disfrute de la vida justificada. 
“Vivirá”. No es la extensión de la vida lo que tiene la mayor importancia acá, sino la calidad de la vida. La vida que viene de Dios y de la cual Jesucristo dijo: “Yo les doy vida eterna” (calidad—no extensión—) y además, “no perecerán jamás” (aquí sí puede ser extensión). Es la vida que tiene su origen, su permanencia y su proyección en Dios.

El justo es entonces alguien que no era justo (porque no hay ni siquiera uno que lo sea), pero que ha sido colocado por Dios mismo en una correcta relación con El, es decir, ha sido justificado por Dios.

    5.      El Evangelio y la ira de Dios (v. 18)

El evangelio incluye por su naturaleza y esencia una solemne declaración de que “la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad”.

Por más que quisiéramos terminar la consideración sobre el evangelio en el v. 17, con la gloria que significa la vida de fe, no podemos eludir a conciencia la declaración del v. 18 en cuanto a la revelación de la ira de Dios. El evangelio es mensaje de salvación para el que cree, porque de lo contrario ya es mensaje de condenación para el que no cree. El evangelio es lo que es (buena noticia, noticia segura y de valor eterno) en razón de que hay una sentencia condenatoria que pesa sobre el pecado y que pone en acción la justa ira de Dios.

Aplicación: 
¿Nos afectan o no las definiciones enunciadas en cuanto al evangelio? Si comparamos nuestra predicación, ¿qué puntos nos veríamos obligados a suprimir por no formar parte del evangelio de Dios? ¿O qué puntos nos veríamos obligados a incluir porque están excluidos, en forma implícita o explícita, de nuestra predicación? 

¿Es el evangelio de Romanos diferente de nuestro evangelio? ¿O es más correcto decir que nuestro evangelio es diferente del de Romanos? Y si vemos que hay diferencias, ¿con cuál de los dos nos tenemos que quedar? 

¿Cuál de los dos producirá los resultados de salvación presente y eterna para los cuales el evangelio nos ha sido dado? ¿Tendremos la valentía de presentarnos delante de Dios con el evangelio que predicamos, y pedirle a El mismo que apruebe lo que concuerda con su evangelio y descalifique lo que no concuerda? 

¿Podemos pedirle la audacia necesaria para que no nos avergoncemos de predicar “su evangelio”, aunque al hacerlo no podamos recoger honores personales, ni podamos contabilizar la cantidad de personas que solemos alcanzar con “nuestro” evangelio?

Oración: 
Señor, si tengo la convicción de que me has enviado a predicar el evangelio, dame la convicción de cuál es el evangelio que me has enviado a predicar, “no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo” (1 Co. 1:17).

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miércoles, 2 de septiembre de 2015

Ustedes se hicieron imitadores de nosotros y del Señor, recibiendo la palabra en medio de gran tribulación, con gozo del Espíritu Santo; de tal manera que habéis sido ejemplo a todos los creyentes

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




 
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Estudiemos para construir nuestros sermones
1 Tesalonicenses
1:1-9

1 Pablo, Silas  y Timoteo; a la iglesia de los tesalonicenses, en Dios Padre y en el Señor Jesucristo: Gracia a vosotros y paz.

Gracias por un testimonio ejemplar
2 Damos siempre gracias a Dios por todos vosotros, haciendo mención de vosotros en nuestras oraciones. 
3 Nos acordamos sin cesar, delante del Dios y Padre nuestro, de la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestro amor y de la perseverancia de vuestra esperanza en nuestro Señor Jesucristo. 
4 Porque hemos conocido, hermanos amados de Dios, vuestra elección; 5 por cuanto nuestro evangelio no llegó a vosotros sólo en palabras, sino también en poder y en el Espíritu Santo, y en plena convicción. Vosotros sabéis de qué manera actuamos entre vosotros a vuestro favor. 
6 También os hicisteis imitadores de nosotros y del Señor, recibiendo la palabra en medio de gran tribulación, con gozo del Espíritu Santo; 7 de tal manera que habéis sido ejemplo a todos los creyentes en Macedonia y en Acaya. 
8 Porque la palabra del Señor ha resonado desde vosotros, no sólo en Macedonia y en Acaya, sino que también vuestra fe en Dios se ha extendido a todo lugar, de modo que nosotros no tenemos necesidad de decir nada. 
9 Pues ellos mismos cuentan de nosotros la buena recepción que tuvimos por parte de vosotros, y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero 10 y para esperar de los cielos a su Hijo, a quien resucitó de entre los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera. 

1 TESALONICENSES

TEXTO, EXPOSICIÓN Y AYUDAS PRÁCTICAS

I. SALUTACIÓN, 1:1

Inicialmente aparecen tres nombres en la primera carta enviada a los tesalonicenses: Pablo, Silas y Timoteo. El nombre de Pablo aparece primero, lo que nos hace pensar que es el líder. Sin embargo, nos preguntamos: ¿Por qué aparecen los nombres de Silas y Timoteo en esa carta? La respuesta es que posiblemente se deba a que ellos tenían una relación muy especial con los tesalonicenses. Recordamos que ellos fueron a Tesalónica por instrucciones de Pablo; y luego regresaron al Apóstol dándole información de los problemas y la situación en aquella iglesia. 

La carta es entonces la reacción de Pablo para corregir, animar y enseñar a los creyentes en Tesalónica. La inclusión de estos dos compañeros de Pablo tiene como propósito hacer más personal la carta, ya que los tesalonicenses podían darse cuenta de que las palabras de Pablo estaban basadas en la información personal de sus dos emisarios.

Sin embargo, en varias partes de la carta (vea 2:18; 3:5 y 5:27) aparece el uso de la primera persona, dando así la autenticidad al nombre de Pablo y la autoridad como el apóstol a los gentiles y siervo de Jesucristo.

La carta es dirigida a la congregación o a la asamblea de creyentes que reconocen a Dios como Padre y a Jesucristo como Señor, de allí que ellos están en el Padre y en Jesús.

Después de los nombres de los autores y los destinatarios sigue el saludo tradicional cristiano de esa época: Gracia a vosotros y paz. El saludo tenía origen en el saludo común entre la gente no judía, pero con un pequeño y significativo cambio. En lugar de usar la apalabra clásica: cairein5463, que significa “saludo” o literalmente “regocíjate”, usa caris5485, traducido como “gracia” y que significa antes que nada los actos de Dios que se han materializado en el don de Cristo. 

La palabra paz destaca la armonía integral que Dios ofrece a los que disfrutan de la fe cristiana, y es la traducción griega (eirene1515) al saludo común entre los judíos (shalom7999). De esta manera, dos palabras sencillas tocadas por el Espíritu son transformadas en una bendición del Padre y del Hijo al pueblo escogido.

II. GRATITUD A DIOS, 1:2–10

1. Acción de gracias, 1:2–4
La carta de Pablo sigue el modelo de las cartas contemporáneas de su época, en donde, por lo general, se incluía una nota en la que se indicaba que el destinatario era recordado en las plegarias a los dioses comunes.

Es un deber cristiano ser agradecidos por bienes y bendiciones personales recibidos del Señor, pero es más noble y generoso dar gracias a Dios por el bien de otras personas. Destaca el énfasis que hace Pablo en la persistencia de las oraciones al usar las palabras siempre y sin cesar. Destaca también el sentido comunitario (Pablo y sus compañeros) de la oración en función de una comunidad (los tesalonicenses).

 Paso trascendental
 En Hechos 15:36 Pablo sugiere a Bernabé que regresen a visitar a los hermanos que conocieron en el primer viaje misionero, es decir, el área de Asia Menor. Así intentaron ir a Bitinia pero el Espíritu los detuvo (Hechos 16:7). Según Hechos 16:9, Pablo tiene una visión de un varón macedonio dirigiendo a Pablo y Bernabé en dirección opuesta. 

En este momento quizá no se dieron cuenta del paso tan trascendental pues solo se trasladaron de una provincia romana a otra. Pero esto hizo que Pablo llegara a ser el primer misionero cristiano conocido que predicó en Europa, e impulsó el desarrollo del cristianismo hacia el occidente. Como resultado, Tesalónica llegó a ser una de las ciudades que recibió el evangelio en el segundo viaje misionero.


La estructura gramatical de la oración en el original destaca que el verbo traducido como damos gracias tiene tres modificantes, que en el original son tres participios griegos: haciendo memoria …, nos acordamos … y hemos conocido vuestra elección.

Tesoro bíblico
 Damos siempre gracias a Dios por todos vosotros, haciendo mención de vosotros en nuestras oraciones (1:2).


(1) Haciendo mención, 1:2. 
Pablo da gracias a Dios haciendo mención de los tesalonicenses en sus oraciones. Él hace el esfuerzo por recordar a los tesalonicenses, dejando varias posibilidades e ideas entre líneas. Lo cierto es que Pablo se acordaba de esta iglesia, y al acordarse daba gracias, sin duda por los buenos recuerdos que el trabajo con esta congregación le traía, y lógicamente que las pruebas y conflictos también llegaban a la mente de Pablo y sus compañeros. El hecho de que Pablo recordara a los tesalonicenses, así como lo declara, no es convencional o un simple “tengo que”. 

Esto no es un cumplido, más bien es para animar y despertar en sus lectores más confianza en Dios, a través de sus palabras afectuosas. Siempre anima a las personas cuando alguien le recuerda que ora por ellas sin cesar. Es decir, que en las ocasiones cuando oraba Pablo, los hermanos de Tesalónica estaban presentes en sus oraciones. Pablo los recordaba a ellos con dulzura y cariño. En la vida, hay cosas que no son placenteras y que mejor deseamos olvidarlas. Pero hay otros recuerdos, como los de Pablo, que son positivos, inspiradores, y nos animan cuando pensamos en personas cuyas vidas son productivas sirviendo a otros.

(2) Recordando, 1:3. 
Hay tres razones fundamentales y concretas por las que Pablo se acuerda de esta congregación. Estas están expresadas, por primera vez en las obras del Apóstol, por medio de tres palabras básicas en su teología (comp. 1 Cor. 13:13): fe, amor y esperanza, palabras ligadas intrínsecamente a la dependencia a Dios Padre y al Señor Jesucristo.

a. La obra de vuestra fe, 1:3a. 
La fe no es únicamente lo que decimos que tenemos o creemos; también es lo que hacemos. Hablar de la fe da testimonio de lo que pensamos; hacer la obra es darle convicción práctica a la fe. Ser hacedores de la palabra (Stg. 2:22) pone a prueba la fe. Si la fe es necesaria para la salvación, también es indispensable para la continuación de esa obra salvífica. La mejor demostración de la salvación son las buenas obras. Estas las hacemos no para ser salvos sino porque ya somos salvos; sin obras, la fe es muerta. Sin duda que la sociedad en la que vivimos agradecerá que nuestra fe sea algo más que conceptos y actitudes internas, y se convierta en actos concretos que son las señales del reino (comp. Mat. 11:4–6).

b. El trabajo de vuestro amor, 1:3b
El amor nos motiva para hacer el trabajo cristiano; el trabajo prueba la fuerza de nuestro amor. El amor está dispuesto a trabajar hasta la fatiga del creyente. La palabra usada para trabajo (kopos2873) significa no solo el trabajo como un acto de gasto de energía, sino el llegar hasta la fatiga por ese mismo trabajo realizado. 

Es un amor que se ve, no tanto que se habla. ¡Cuánta falta hace recuperar el verdadero significado de la palabra amor! Pero fue esto lo que hicieron los creyentes del primer siglo como los tesalonicenses: En primer lugar el amor no es palabrería sentimental, es mucho más que eso, se trata de una obra concreta en bien del otro, y también implica sacrificio y esfuerzo. Amar no es fácil, implica esfuerzo y negación.

c. Perseverancia en vuestra esperanza, 1:3c
Perseverar (hupomone5281) ha sido traducido en otras partes de la Biblia como “paciencia”, que debe ser bien entendida. Es decir, que no se trata de “aguantar todo lo que venga”. La paciencia es una virtud que implica fuerza, empuje y lucha por salir adelante. La esperanza, por otro lado no es un concepto que nos adormece y nos aleja de las realidades de este mundo, sino todo lo contrario. 

Sabiendo que hay algo más adelante, esta esperanza nos debe jalonar para cambiar el mundo. Nos debe motivar para presentar una vida diferente. Con razón Pedro pide que demos razón de nuestra esperanza, haciendo a esta palabra casi un sinónimo de evangelio (1 Ped. 3:15).

(3) Conociendo, 1:4
La única razón por la que los tesalonicenses hacían lo que hacían era que se trataba de un pueblo elegido por Dios. No se trataba de gente que pretendía haber ganado la salvación por sus buenas obras y amor, sino que sencillamente hacían todo esto porque eran elegidos por Dios. 

La elección de Dios hacia ellos era algo que se podía ver. Nuevamente, la doctrina de la elección no es algo para discutir y argumentar, aunque eso puede tener su lugar, sino es una doctrina que se debe ilustrar en la vida de los creyentes, de quienes pretendemos decir a otros que somos los elegidos. Posiblemente la causa mayor por la acción de gracias de parte de Pablo es la confianza de que sus lectores han sido elegidos y llamados de Dios. La certeza de esa elección es una característica de la familia cristiana.

¡Qué motivos tan grandes para que Pablo pueda dar gracias a Dios!

 Del corazón de un pastor
 Este libro es nuestro primer documento de la vida de una comunidad cristiana. Es una carta que revela la conmovedora visión de Pablo como pastor. Para captar el corazón de Pablo debemos leerla en una sesión sin interrupción, no como un libro con versículos, capítulos y subdivisiones sino como una carta personal, sintiendo las emociones del autor regocijándose de las buenas noticias de Timoteo y preocupándose de los problemas de la iglesia.


2. Resultados del ministerio de Pablo, 1:5–10
Pablo enumera algunos elementos del llamamiento de los tesalonicenses y de su predicación inicial en Tesalónica.

(1) El evangelio predicado, 1:5. El versículo 5 es un pensamiento de transición e introduce la manera en que el evangelio alcanzó a los tesalonicenses. Evangelio (euaggelion2098) no se refiere al acto de predicar sino al contenido de la predicación bíblica y fiel: Las buenas noticias de salvación. En el libro Tesalonicenses: El Señor viene, el autor afirma que el evangelio tiene cuatro dimensiones diferentes: Cumplimiento, Jesús mismo, salvación y arrepentimiento y fe. Es decir que las buenas noticias no se relacionaban con eventos comunes en la historia del mundo, sino con la noticia divina de que Jesucristo es el Salvador, que busca dar vida eterna al pecador, demandando arrepentimiento y fe. 

El Apóstol observa que esas buenas noticias estaban presentadas con poder, no un poder humano basado solo en palabras, sino el poder que emana de una relación directa y personal con la persona del Espíritu Santo. El interés de Pablo no estaba tanto en la persona que predicó a los tesalonicenses, más bien sugiere el efecto, el cambio en la vida de los receptores. Hay que asegurarnos siempre de que el mensaje que predicamos sea la palabra de Dios y que el poder que lo lleva no sea humano sino divino: el Espíritu Santo.

Además, el mensaje fue predicado con convicción y recibido también por los oyentes con convicción. La palabra convicción (pleroforia4136) apela a que el evangelio no llegó como una predicación emotiva, sino que sobre todo demandaba un ejercicio mental sustentado en eventos históricos certísimos (así es traducida esta palabra en Lucas 1:1). No se puede desligar la manera como Dios usa su palabra: Poder y convicción, de ninguna manera palabrería humana. Los tesalonicenses fueron convencidos de que ese mensaje era la verdad de Dios.

Tesoro bíblico
 Por cuanto nuestro evangelio no llegó a vosotros solo en palabras, sino también en poder y en el Espíritu Santo, y en plena convicción. Vosotros sabéis de qué manera actuamos entre vosotros a vuestro favor (1:5).


De qué manera actuamos también se relaciona con el evangelio, pues nuestras vidas también predican. Somos cartas vivas y piedras vivas; sea bueno o malo el testimonio, es observado y recibido por todo el mundo. Si somos la única Biblia que algunas gentes leen, debemos actuar para bien de otras personas, mayormente de las que no conocen a Jesucristo como Señor. El evangelio es más que una presentación, es una transformación.

(2) Imitación de Cristo, 1:6, 7
La persona que verdaderamente acepta el evangelio llega a ser imitador de Cristo y de aquellos cristianos que viven de acuerdo con el evangelio. En otra ocasión, Pablo sugirió que fuéramos imitadores de él como él lo es de Cristo (1 Cor. 11:1). 

Nuestra imitación de una persona debe ser en la medida en que esa persona imita a Jesús. Pero cuando la persona no vive como Cristo, entonces imitemos al Señor, quien es un modelo para imitar garantizado. Ser un imitador verdaderamente comprometido con el reino no es fácil. Pablo notó que para que los tesalonicenses llegaran a ser imitadores de Cristo tuvieron que hacer un gran sacrificio. 

El que sigue a Cristo tiene una cruz que llevar (vea Mar. 8:34; Gál. 2:20, etc.), una vida de negación, pero también una vida de triunfo. Mientras que la palabra “imitar” puede sugerir para nosotros una sustitución por lo genuino o solo ser algo secundario, para los griegos tenía un rico y honorable sentido. Sugería una íntima relación del discípulo con el maestro. Como cristianos alcanzamos esa relación cuando nos ligamos en espíritu fielmente a Jesucristo y su bendita causa, pues esto implica una manera diferente de vivir.

Tal relación de imitación produce gozo, aunque este seguimiento se realice en medio de tribulación. La única manera de lograr esto es por medio de una vida de completa dependencia del Espíritu Santo, quien es la persona que nos ayuda a producir esa relación de imitación al Salvador. Se debe recordar que este gozo en medio de los problemas se hace solo factible como fruto del Espíritu (Gál. 5:22). 

No es un gozo farandulero, sino un gozo producto de la relación íntima con el Espíritu. Pablo, estando prisionero en Filipos, escribió a los cristianos (Fil. 4:4) animándolos a que siempre se gozaran en el Señor. Ese gozo, que no es el del mundo puede ser nuestro también. Por otro lado, se debe destacar que el gozo en medio de la tribulación se da en la manera de recibir la palabra. 

Sin duda, cuando el recibimiento de la palabra se hace prioritario aunque haya problemas, es en medio de esos problemas que la palabra y el Espíritu se conjugan para dar gozo. Es importante notar en esta sección que por segunda vez Pablo menciona el ministerio del Espíritu Santo, ya que sin su presencia es imposible hacer lo que nos demanda el Señor.

La cadena de ser ejemplo, comenzada por Jesús para luego pasar a Pablo no termina allí, ahora los tesalonicenses son ejemplo, ellos son el nuevo eslabón. El hecho de recibir de todo corazón el evangelio produjo en los tesalonicenses un resultado tremendo: Animó la fe de otros creyentes. Su testimonio fue tal que se reflejaba en ellos la presencia del Espíritu Santo y la persona de Jesucristo. Lo que hacían, hablaban y creían iba de acuerdo con la enseñanza de Cristo. La persona que es verdaderamente cristiana, no se porta ni habla, ni dice cosas contrarias a la fe en Cristo.

Todo lo que somos y decimos como también lo que creemos es ejemplo a otros, ya sea bueno o malo. Recordemos que algún día todos compadeceremos ante el trono de Cristo para ser juzgados de nuestras obras, para vida eterna o muerte eterna (2 Cor. 5:10).

Pablo escribe que el buen testimonio de los tesalonicenses se extendió hasta Macedonia y Acaya. Estas dos regiones contiguas de lo que es ahora Grecia en parte, eran sitios concretos de personas que tenían sus problemas, de culturas que traían sus propios valores negativos y positivos, y es allí donde esta iglesia logra su impacto multiplicador. Nuestro ejemplo también se multiplica en otros lugares.

(3) Una palabra que resuena, 1:8–10. 
Cuando corre la fama de un buen ejemplo es positivo, pero cuando es imitado y ayuda a establecer nuevas congregaciones es mejor. La fe de los tesalonicenses fue más allá de Macedonia y Acaya, fue a todo lugar.

El mensaje del evangelio resuena gracias a la reputación y al buen nombre de la iglesia de los tesalonicenses. Pablo hace énfasis en que no resuena el nombre de la iglesia, sino lo que se transmite a otras personas es la palabra del Señor desde los tesalonicenses (comp. Hech. 13:49). Es interesante destacar el uso que se da a la frase palabra del Señor, pues solamente Pablo la usa en las cartas a los tesalonicenses (comp. 1 Tes. 4:15—aquí la construcción gramatical es poco diferente—; 2 Tes. 3:1). 

Esta expresión es muy común en los libros proféticos del AT (puede aparecer allí la expresión “palabra de Jehovah”, que es su equivalente), en el libro de los Hechos y también se usa en 1 Pedro 1:25. Sin duda se desea hacer sobresalir que lo que ellos predicaban no eran palabras de hombres y su sabiduría, su mensaje se trataba del evangelio eterno.

La palabra resonado (exejetai1837) significa eco, como el son de una trompeta o de un trueno, o también la reverberación que produce el eco. La fe de los tesalonicenses se había extendido, dando un agradable espectáculo de lo que hace el poder de Dios en las vidas de aquellos que aceptan al Señor. 

Aunque el ministerio de Pablo fue de breve duración en Tesalónica, el poder del evangelio produjo cristianos de espíritu vibrante, cuya resonancia se escuchaba en lugares muy lejanos. El eco producido por el buen testimonio siempre es fuerte como los ecos de los truenos. La espiritualidad de esta iglesia produjo un buen informe a favor del poder de Jesucristo.

 Los héroes
 El teniente Abdón Calderón tenía 18 años cuando murió en Ecuador durante la Batalla del Pichincha, el 24 de mayo de 1822. Cuatro veces fue herido en batalla pero cada vez se levantó y animando a sus compañeros de armas seguía peleando. Sus últimas palabras fueron: “Ganamos la batalla, ahora puedo morir”. Los héroes en tiempo pasado y presente han sido personas como Simón Bolívar, José de San Martín, Juan Montalvo, Gabriela Mistral, José Martí, Oscar Arias, Rigoberta Menchú y otros, los que luchaban y luchan por el bien, la libertad y las virtudes. Los héroes de los jóvenes de hoy son más los músicos y deportistas, los símbolos de éxito material y fama y no por la lucha del bien.

 Pablo alaba a los tesalonicenses por ser ejemplos para todos por su éxito espiritual: su fe, amor y perseverancia en las tribulaciones. ¿Es nuestra vida tan ejemplar como para ser héroes ante los ojos de un creyente que está luchando en la vida cristiana?

Pablo declara que no tiene nada más que decir acerca de la manera como ellos estaban compartiendo el mensaje, tampoco algo contrario al buen reporte que se ha diseminado de los tesalonicenses. Si recordamos, según Hechos 17, el ministerio de Pablo y Silas en Tesalónica fue de corta duración, terminando en un alboroto. 

Allí fueron acusados de trastornar el mundo entero, sin duda con el propósito de desanimar el espíritu de los creyentes. Pero ocurrió todo lo contrario; la congregación cobró más ánimo, continuó con fe firme y un testimonio perseverante, los cuales resonaban por muchos lugares. Las pruebas nos hacen o nos deshacen; y a los tesalonicenses les dio fortaleza para seguir predicando la palabra del Señor.

En nuestros tiempos, la experiencia de los tesalonicenses nos puede servir como ejemplo cuando se oyen ecos dañinos y destructivos que pueden sembrar desánimo y falta de confianza. El enemigo es derrotado cuando somos fieles. ¿Hay un secreto especial que lanzó el nombre bueno de los tesalonicenses a los cuatro vientos?

En los vv. 9 y 10, Pablo describe en tres cortos pensamientos lo que aconteció en la vida de esos creyentes. Primero, se convirtieron de los ídolos a Dios. ¡Cuán fácil es leerlo, pero cuán difícil hacerlo! Para dejar los ídolos hay que hacer lo que hicieron los tesalonicenses. Los que ahora eran parte de la comunidad cristiana en Tesalónica, le dieron una buena, cortés y calurosa recepción a Pablo y Silas. Cooperaron para escuchar y recibir el evangelio. Sin tener un espíritu receptivo y positivo, difícilmente se recibe la Palabra. El resultado, de la divina y a la vez humana cooperación, fue que esas personas dejaron sus ídolos falsos.

 Bosquejo homilético
 La conversión
1Timoteo 1:9
 Introducción: 
Si una persona entra a un camino destruido, no puede avanzar porque está destruido, se arrepiente de haberlo tomado pero no da la vuelta para regresar, quedándose estática en el sitio donde no puede avanzar más, la llamamos tonta. Para experimentar una relación personal con Dios no es suficiente arrepentirse del pecado; hay que volverse a Dios.

         I.      Los tesalonicenses se convirtieron, una conversión de los ídolos a Dios, de politeísmo al monoteísmo.
     1.      La conversión involucra un cambio decisivo de dirección de la voluntad, es romper definitivamente con los hábitos que no agradan a Dios.
     2.      La conversión resulta en una orientación totalmente nueva en cuanto a la vida, un cambio hacia el Dios vivo y verdadero.

         II.      Servimos al Dios VIVO y VERDADERO.
     1.      ¡Cómo contrasta servir al Dios vivo que a los ídolos!
       (1)      Dios no solo existe sino que es vida y es activo.
       (2)      Los ídolos son totalmente incapaces, pues no tienen poder, no viven. Hay muchos ídolos, los elaborados a mano y cualquier cosa o persona que tome el lugar de Cristo en nuestro corazón y en nuestra vida.
     2.      Servimos al Dios VERDADERO, es decir a lo genuino; lo opuesto es falsificado, fingido.
       (1)      ¿Cómo podemos reconocer lo falso? El experto en diamantes se dedica a estudiar todas las características del diamante verdadero en lugar de pasar tiempo tratando de memorizar todos los errores de la imitación.
       (2)      Hay tantas maneras de falsificar la verdad que es mucho mejor conocer lo verdadero de manera profunda y absoluta, que memorizar el sin número de imitaciones.
       (3)      Debemos conocer tan íntimamente el corazón santo de nuestro Señor que cualquier cosa que no le agrade, nos choque como impureza.

 Conclusión: 
¡Nuestra conversión es el arrepentimiento del pecado al Dios vivo y verdadero, de lo impotente y falsificado a lo poderoso y genuino!


La conversión es un acto puntual. Literalmente la palabra usada (epistrefo1994) significa cambiar de rumbo. Este cambio de rumbo significa que ellos dejaban a los ídolos para volverse a Dios. La palabra ídolo significa, literalmente, sin valor, es decir que es un asunto que no tiene valor en comparación con lo que es Dios mismo. En nuestro día, los que siguen a Jesucristo necesitan dejar sus ídolos. 

Cierto es que quizá no están labrados en yeso, madera o metal, pero idolatría es todo aquello que nos separa de obedecer y servir a Dios. La prueba de un fervor verdaderamente religioso se manifiesta cuando estamos dispuestos a sacrificar las diferentes formas idolátricas para seguir a Cristo. Los ídolos del consumismo y del tener por tener, son sin duda los ídolos más comunes en la cultura occidental.

En segundo lugar, los tesalonicenses no solamente dejaron sus ídolos, sino que ellos decidieron servir. No se habla aquí de un servicio cúltico, sino de una entrega total a Dios en actitud de servicio; la palabra que se usa es douleuein1398, de la cual se deriva la palabra siervo. Significa servicio incondicional, total. Sugiere dar nuestro tiempo, talento y dinero. Envuelve la clase de amor cuyo espíritu es de dedicación total, sacrificio total y vida total.

La conversión no es solamente dejar de hacer ciertas cosas, en este caso dejar a los ídolos, sino hay que hacer algo, servir a Dios. Uno puede hacer penitencias, dejar un vicio por un tiempo, o “sacrificar” algo insignificante como prueba de sumisión; pero cambiar totalmente, dejarlo todo, dar las espaldas a la vida vieja para poner la vista solo en Cristo, solamente se puede hacer gracias a una auténtica conversión. Somos salvos para servir. Cuando le servimos en este mundo, podemos esperar la gloria del otro mundo, la mansión que Jesucristo preparó para los fieles.

En tercer lugar, esperaban de los cielos al Hijo de Dios. La conversión implica vivir en espera de la irrupción definitiva de Jesús. El verbo traducido esperar (anameno362) implica estar firme pero mirando hacia delante con paciencia y confianza. Pueden esperar a Dios con confianza los que se han convertido, han dejado sus ídolos y sirven fielmente al Salvador. La esperanza de ellos cambió de los ídolos muertos al Cristo vivo; es decir de muerte a vida eterna.

Los tesalonicenses vivían en medio de un pueblo pagano, pero de las tinieblas, ellos conocieron la luz del mundo, la esperanza de gloria y la vida eterna. En Jesús estaba la libertad y la seguridad de que no recibirían retribución de la ira venidera.

En nuestros días se ven pocos cristianos que posean esta consagración y dedicación total como los tesalonicenses. Quizá por esta razón ya no resuena la obra realizada por la iglesia como un eco agradable. El cuerpo de Cristo (los miembros) hace poco ruido agradable que resuene, que repercuta y que se oiga en lugares distantes como sucedió en la historia de la iglesia en Tesalónica. ¡Hay que arrepentirse! Se debe cambiar a una vida que resuene de manera agradable a Dios y a los demás.

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