miércoles, 25 de noviembre de 2015

¿No he de preocuparme yo por aquella gran ciudad, donde hay millares de personas que no distinguen su mano derecha de su mano izquierda?Te apiadaste de aquello, por lo cual no trabajaste, que en una noche nació y en una noche pereció.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo.                                                                                                                                     1Timoteo3:2,6








NOS PREPARAMOS PARA ENSEÑAR A LA CONGREGACIÓN
La calabacera
Jonás 4:1-11

1      Pero esto desagradó a Jonás y lo enojó en gran manera.
2      Y oró a YHVH diciendo: ¡Oh YHVH! ¿No era esto lo que decía yo estando aún en mi tierra? Por eso huí a Tarsis, porque sabía que Tú eres clemente y misericordioso, lento para la ira y grande en misericordia, que desistes de dar castigo.
3      Ahora pues, oh YHVH, te ruego que me quites la vida, porque mejor me es la muerte que la vida.
4      Y YHVH le respondió: ¿Haces bien en enojarte tanto?
5      Y salió Jonás de la ciudad y se sentó al oriente de ella. Allí se hizo una enramada y se sentó a su sombra hasta ver qué sucedería en la ciudad.
6      Y YHVH ’Elohim preparó una calabacera para que creciera sobre la cabeza de Jonás y le hiciera sombra y lo librara de su malestar. Y Jonás se
alegró grandemente por la calabacera.
7      Pero al amanecer del día siguiente ’Elohim preparó un gusano, el cual hirió la calabacera, y se secó.
8      Y aconteció que al salir el sol, ’Elohim envió un sofocante viento oriental, y el sol hirió la cabeza de Jonás, de modo que se desmayaba y deseaba morir, y dijo: ¡Más me vale morir que vivir!
9      ’Elohim respondió a Jonás: ¿Tanto te irritas por lo de la calabacera? Él respondió: ¡Tengo razón para irritarme hasta la muerte!
10      Le dijo YHVH: Te apiadaste de la calabacera, por la cual no trabajaste ni la hiciste crecer, que en una noche nació y en una noche pereció.
11      ¿Y no tendré Yo piedad de Nínive, esta gran metrópoli, donde hay más de ciento veinte mil personas que no saben distinguir entre su mano derecha y su izquierda, además de muchos animales?

EL EGOÍSMO Y SU TRATAMIENTO


JONÁS ES DISCIPLINADO POR SU EGOÍSMO. 
EL DISCIPLINAR DE DIOS
Jonás 4:1-11


  1.      El profeta enojado,  Jonás 4:1-4
El capítulo comienza con una manifestación del egoísmo del profeta y su nacionalismo estrecho. Como el pecado de David “desagradó” a Dios (2 Sam. 11:27) la misericordia de Dios desagradó al profeta rebelde. La palabra enojó viene de un verbo que significa “estar caliente o prenderse” (jarah2734). 

El enojo era como fuego dentro de Jonás. Al fin Jonás reconoce el motivo de su intento de huir de la presencia de Dios. No quería que los asirios gozaran de la misericordia de Dios ni ser mensajero de Dios a ellos. En verdad, de todos los enemigos de Israel los asirios eran los más crueles; no solamente destruyeron la ciudad de Samaria y deportaron a sus habitantes sino que pusieron otra gente en la tierra de manera que los judíos ni siquiera tenían patria a la cual regresar. No solamente Jonás tendría fuertes prejuicios contra ellos; muchos de sus compatriotas tampoco hubieran ido a darles un mensaje de parte de Dios.

Otro factor que afectó a Jonás era su conocimiento de la naturaleza de Dios. Una de las tradiciones más viejas de la Biblia describe a Dios con las mismas cualidades (Éxo. 34:6, 7 y Sal. 86:5, 15; 103:8; Joel 2:13). Dios es clemente porque muestra su favor a los justos y a los injustos, es compasivo porque tiene un amor benévolo para toda la humanidad. Es paciente, lento para la ira, y grande en misericordia, que es el amor leal dispuesto a redimir al hombre de su pecado y entrar en pacto con él para siempre.

Nínive, una ciudad grande
La ciudad de Nínive era la capital del imperio asirio, edificado al lado del río Tigris, en la parte norteña de lo que hoy en día es Iraq. Los arqueólogos dicen que la ciudad fue ocupada siglos antes de Cristo y llegó a ser capital de Asiria durante el reinado de Senaquerib (704–681 a. de J.C.).

Para las personas que vivían en Israel y Judá en aquel entonces Asiria era el país más cruel. Después de derrotar a Israel en el 722 a. de J.C. por poco capturan Jerusalén (2 Rey. 18, 19). La profecía de Nahúm demuestra el miedo y el odio que los judíos tenían para los asirios por su violencia y el terrorismo con que atacaban a sus enemigos. 

Nahúm le da el mensaje de Dios a la odiada Nínive, Pero acerca de ti, Jehovah ha mandado: “Nunca más sea mencionado tu nombre. De la casa de tu dios destruiré los ídolos y las imágenes de fundición, y la convertiré en sepulcro; porque fuiste vil” (Nah. 1:14). Termina su profecía con las palabras tan penetrantes, No hay medicina para tu quebranto; tu llaga es incurable (Nah. 3:19a).

La ciudad de Nínive cayó frente al ataque del ejército combinado de medos y babilonios en el 612 a. de J.C.

Entonces como Moisés y Elías habían hecho antes, Jonás pidió que Dios le quitara la vida (Núm. 11:10–15 y 1 Rey. 19:4). Es triste ver una oración tan distinta de su oración del capítulo 2. Viendo al “viejo Jonás” del cap. 1, podemos ver que obedeció el mandamiento de Dios porque sabía que no se puede huir de la presencia de Dios, pero quería morir antes de ver la salvación de los asirios.

La pregunta de Dios es una manera suave y compasiva de reprender al profeta. Debe moverlo a reconocer que su posición es absurda y a reflexionar sobre lo que él ya sabe es la naturaleza de Dios. Jonás no dijo nada y era evidente que Dios tendría que trabajar aún más con su mensajero rebelde. 


  2.      La ilustración gráfica, Jonás 4:5-8
Puesto que Jonás era una persona tan terca es posible que él haya interpretado la pregunta de Dios como si esta significara que Dios no estaba engañado por el arrepentimiento falso de la gente, y que después de los 40 días la destrucción efectivamente caería sobre Nínive. Hizo una enramada semejante a las que los judíos hicieron para celebrar la fiesta de Tabernáculos. ¿Se puede imaginar el efecto psicológico sobre la gente de Nínive al ver al profeta de “malas noticias” esperando sobre una loma para ver los resultados de su profecía?

Una vez más vemos la intervención directa de Dios en la vida de Jonás; pues Jehovah dispuso el crecimiento de una planta de ricino. Tal como había enviado la tempestad y el gran pez, y haciendo uso del mismo verbo hebreo que en el 1:17, Dios mandó otro fenómeno de la naturaleza. Se ve que Jonás no era buen constructor puesto que su enramada no le dio toda la sombra que necesitaba para refugiarse del sol del Medio Oriente. El ricino se distingue por sus hojas anchas y su rápido crecimiento. De nuevo vemos una nota del humor fino que caracteriza al libro. Un autor argentino observa que a veces no se sabe si Jonás es profeta o payaso (ver bibliografía). Jonás se pone muy contento por la planta que hace su tiempo de espera más cómodo. Parece que pone más valor sobre las cosas que sobre las personas, especialmente la gente de Nínive.

Su felicidad duró poco. Después de apenas 24 horas Dios dispuso el gusano que destruyó la planta de igual manera que Jonás pensaba que Dios haría con Nínive. En seguida Dios envió un sofocante viento oriental, el viento seco del desierto que llena el aire de polvo y calor. Aún hoy en día los habitantes de esa zona dicen que este viento los deprime cuando llega. Se nota el humor del autor cuando por perder su comodidad el profeta pide de nuevo la muerte. Es una cosa de lamentar la liberación de los enemigos tradicionales de Israel o ser señalado como profeta falso; pero Jonás demuestra una actitud muy superficial sobre la vida al pedir la muerte por tener calor y sed. 


  3.      La aplicación de la ilustración, Jonás 4:9-11
Otra vez Dios hace la misma pregunta del 4:4 pero esta vez con referencia a la planta. Por su respuesta Jonás demuestra su falta de madurez. El egoísmo excesivo siempre procede de la falta de madurez. Dios le demuestra que su actitud es absurda. Se desespera sobre la pérdida de una planta que ni siquiera él sembró ni cultivó; cuánto más debe pensar Dios en miles de personas que él ha creado a su imagen y semejanza. Se ve a Jonás como una persona muy impulsiva con muchos prejuicios y ahora con su escala de valores totalmente confundida.


PARA GUARDARLO EN EL CORAZÓN
¿Y no he de preocuparme yo por Nínive, aquella gran ciudad, donde hay más de 120.000 personas que no distinguen su mano derecha de su mano izquierda, y muchos animales? (Jonás 4:11).

La expresión más de l20.000 personas que no distinguen su mano derecha de su mano izquierda ha sido interpretada con el significado que, además de los adultos, había esta cantidad de niños demasiado pequeños para tener criterio moral. Si era así, la población total pudiera haber sido más de 600.000, que no sería imposible si uno tomara en cuenta las muchas poblaciones alrededor del centro de la ciudad. No obstante la cifra podría hacer referencia a los que no habían recibido la instrucción moral que Dios mandó a Israel a compartir con las naciones (Gén. 12:3).

La lección de la ilustración es bien clara; el Señor de toda la tierra ama a toda su creación incluso a los animales. Para los hebreos de la época del AT era una conclusión revolucionaria. Si el Señor de Israel es también el Dios de Nínive, ¿dónde están nuestros privilegios? ¿Tenemos que compartir el amor y el cuidado de Dios con gente de todas las naciones? Como bien ha dicho un autor, hay un poco de Jonás en el corazón de cada uno de nosotros, engañándonos con nuestros prejuicios y tradiciones inválidas.

Como una de la parábolas del Señor Jesús, el libro termina de repente. El mensaje resalta con claridad. El exclusivismo que restringe el amor universal de Dios está destinado a fracasar totalmente; el amor y la misericordia de Dios se extienden a cada persona sobre la faz de la tierra. Como bien se ha dicho, el libro termina mostrando el contraste entre Dios y Jonás. 

Dios desea salvarlos a todos, mientras Jonás quiere salvar a algunos; el punto de vista de Dios es universal, el de Jonás es particular. Entre Jonás y Dios había un conflicto de voluntad. Jonás no negó el sueño de Isaías y Miqueas, que un día gente de todas las naciones va a correr al monte de la casa de Jehovah (Isa. 2:1–4; Miq. 4:1–3). 

Como tantos en aquel entonces y hoy en día, pensó que Dios haría todo en la Era Mesiánica, no vió el imperativo de ser un pueblo misionero. Utilizando la figura del profeta rebelde, y un tanto cómico, el autor escribe un reto al pueblo de Israel llamándolos a cumplir con su tarea misionera a las naciones. Si no se cumpliera con dicha misión, Israel negaría el propósito de su elección a ser el pueblo de Dios. El libro no se escribió tanto para mostrar la compasión de Dios sino para desafiar a Israel a cumplir su destino como profeta a las naciones. Todos nosotros como cristianos somos herederos de esta misión profética al mundo entero.

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martes, 24 de noviembre de 2015

Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás en este lugar.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6






¿Dios se arrepiente?

¿HASTA DÓNDE ALCANZA LA MISERICORDIA DE JEHOVÁ?

¿Quién sabe si se volverá y se arrepentirá Dios, y se apartará del ardor de su ira, y no pereceremos?

Jonás 3:9

Como si no fuera suficiente la misericordia de Jehová en la salvación de Jonás descrita en capítulo 2, Jehová le derrama aun más en 3:1: Vino palabra de Jehová por segunda vez a Jonás. ¡Por segunda vez! Puede haberle dicho Jehová: Ya aprendiste tu lección, Jonás. Gracias por haber sido mi profeta. Te perdono, te estimo, pero ahora voy a buscar a otro mejor capacitado para la obra profética.

Imagine que somos dueños de una compañía y descubrimos que uno de nuestros supervisores ha causado una gran pérdida de dinero por no cumplir sus responsabilidades. ¡Cuántos de nosotros nos felicitaríamos por nuestra actitud perdonadora al decir a ese empleado: Te perdono; no te llevo a la corte; no te quito nada de tu salario; pero, ya no tienes trabajo aquí: te doy una carta de recomendación para conseguir trabajo en otra parte si deseas! Pero, ¿entregarles las mismas responsabilidades otra vez? La misericordia de Jehová no tiene comparación con la nuestra. Es mucho más atrevida; vuelve a utilizar las mismas herramientas rotas y gastadas como si fueran nuevas.

Mateo 12:20–21 nos cuenta de Jesucristo:

  La caña cascada no quebrará, y el pábilo que humea no apagará, hasta que saque a victoria el juicio. Y en su nombre esperarán los gentiles.

La gracia de Jesucristo se extiende a las cañas cascadas; es decir, a los menospreciados, a los extranjeros, a las personas más necesitadas, a los incapacitados, a los pueblos y a los ranchos acusados de estorbar el progreso de la sociedad, a las familias sumergidas en miseria y analfabetismo de por generaciones, a los seres a quienes los adinerados retratan como inútiles porque hay que gastar en su preservación una cantidad de dinero que nunca serán capaces de producir. La gracia de Jesucristo se extiende hacia ellos, y por eso es más atrevida que la nuestra; tan atrevida que utilizaría a un profeta quebrado, antes desobediente pero ahora perdonado, una segunda vez para alcanzarlos.

  PORQUE PARA SIEMPRE ES SU MISERICORDIA

Vino palabra de Jehová por segunda vez a Jonás, diciendo: Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad. (Jonás 3:1–2) Aunque el tiempo ha pasado, la misericordia de Jehová por salvar a las almas de Nínive no ha cambiado. El Señor no retarda su promesa, según algunos tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. (2 Pedro 3:9) Su peso por la salvación de las almas de Nínive no se disminuye por el tiempo. No se aumenta para luego bajarse como el entusiasmo de algunos en las campañas masivas de evangelismo. Se mantiene constante, apasionado, con la atención a cada clamor si es por uno solo como Jonás en el vientre del pez o por una ciudad entera.

Vino palabra de Jehová por segunda vez a Jonás, diciendo: Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y proclama en ella el mensaje que yo te diré. (Jonás 3:1–2) Es esencialmente el mismo mensaje que la primera vez, un mensaje dado por Jehová mismo. 

La responsabilidad de Jonás es proclamarlo sin cambio para que sea auténtico, la palabra de Dios a los almas en Nínive. Jonás no tiene que parar a considerar: ¿cómo haré que este mensaje sea más relevante a los asirios? ¿Cómo los voy a atraer para que lo escuchen? ¿Qué diré para que les parezca un mensaje positivo y deseable? Jonás no tiene que poner su confianza en ninguna clase de manipulación de sus oyentes; sólo tiene que predicar el mensaje tal como es. Y al proclamarlo tal como es, puede descansar en la seguridad de que habla con la autoridad de Jehová.

Y se levantó Jonás, y fue a Nínive conforme a la palabra de Jehová. (Jonás 3:3) Si este versículo se hubiera encontrado en Jonás 1:3, habríamos pasado por encima de lo mismo sin mucho comentario, listos a entrar en la historia. Pero la Palabra nos cuenta antes: Se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis (Jonás 1:3); y ahora: Se levantó Jonás, y fue a Nínive conforme a la palabra de Jehová. Es la misma acción (levantarse) pero dos direcciones muy distintas. ¡Cuánto le costó a Jonás el llegar a este punto de obediencia! ¡Y cuán dulce suena la obediencia del profeta a su Dios esta vez!

Deseamos que nuestra obediencia siempre sea como la de Jonás la segunda vez: una reacción inmediata, normal y dulce; la reacción de un corazón que confía en la palabra de Jehová sin discusión. Que el decir la verdad completa, sin manipulaciones, sea la reacción normal e inmediata de nuestras lenguas. Que el cubrir los oídos sea nuestra reacción inmediata al oír los chismes. Que el desviar los ojos a otra parte sea la reacción normal cuando se presenta la pornografía o cuando vemos a alguien vestido de una forma inapropiada. 

Que el huir sea nuestra reacción normal a las invitaciones al pecado sexual. Que el pago completo de nuestras deudas sea la reacción normal de nuestras manos y carteras. Que las obras de compasión y misericordia sean las reacciones automáticas de nuestras manos cuando encontramos a alguien en necesidad. Que el amor sea la reacción inmediata a nuestras esposas. Que la obediencia sea nuestra reacción normal a las autoridades. Que meditemos y nos entrenemos tanto en la palabra de Dios que nuestra reacción a cada tentación sea siempre como la obediencia de Jonás aquí, “conforme a la palabra de Jehová”.

  NÍNIVE, AQUELLA GRAN CIUDAD

Esta segunda vez, la obediencia de Jonás lo lleva en dirección a Nínive: Y era Nínive ciudad grande en extremo, de tres días de camino (Jonás 3:3). No significa que Nínive estaba a tres días de camino de Israel, ni de tres días de camino del mar: está mucho más lejos. Los tres días de camino reflejan el tamaño de la ciudad.

Algunos dudan de que una ciudad de la antigüedad pueda haber sido de la extensión de tres días de camino. Además, una inscripción del rey Senaquerib de unos 75 años después de Jonás va a decir que los muros de Nínive sólo eran de 9300 codos (menos de 5 kilómetros) de circunferencia hasta que él los amplió a 12,515 codos (12 kilómetros).

Por eso entendemos que Jonás tomó tres días para cruzar de un lado de la ciudad a la otra si se incluía no sólo la ciudad amurallada sino todos los suburbios también, todas las colonias de los extranjeros, mercaderes, trabajadores en búsqueda de mejor vida en la economía de la ciudad, artesanos comunes y corrientes, refugiados de guerras, de hambre y de la urbanización, agricultores locales, y los demás que no tenían lugar propio dentro de los muros de la ciudad. Dependientes de la gran ciudad entre los muros, éstos se habrían edificado casas y negocios más temporarios, menos lujosos que los del centro.

Otros entienden que Jonás habría tomado un día para caminar de un extremo de la ciudad al otro y dos días más para caminar por todo el circuito de ella. Y mientras caminaba, encontró varias oportunidades para predicar: comenzó Jonás a entrar por la ciudad, camino de un día, y predicaba diciendo: De aquí a cuarenta días Nínive será destruida (Jonás 3:4).

¿Qué haría toda la ciudad donde usted vive si supiera que tiene 40 días más de vida? ¿Negarían la posibilidad de tal juicio? ¿Se echarían a reír? ¿Todos se animarían a confiarse en sí mismos para aguantar el castigo lo mejor posible? ¿La gran mayoría la abandonaría? ¿Todos se estallarían en una orgía con el lema: comamos y bebamos porque mañana moriremos? Los habitantes de Nínive, aun con toda su cultura de violencia y opresión, no piensan en el reírse ni en el placer, sino en Dios:

  Y los hombres de Nínive creyeron a Dios, y proclamaron ayuno, y se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el menor de ellos. (Jonás 3:5)

Se estalla no una orgía sino otro avivamiento. Hombres de la tercera edad, adolescentes, niños, amas de casa, mujeres de mala fama, mercaderes, gobernantes, obreros, criminales, justos e injustos, ricos y pobres, todos escuchan el mensaje de Jehová por medio de Jonás y por el Espíritu de Dios responden en el arrepentimiento. Se visten de acuerdo con sus corazones arrepentidos, de cilicio, una tela hecha de piel de cabra que irrita la piel, que incomoda la carne para que deje de estimularse hacia el placer y le despierte a buscar el alivio sólo en Dios.

  Y llegó la noticia hasta el rey de Nínive, y se levantó de su silla, se despojó de su vestido, y se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza. (Jonás 3:6)

Aun el rey reconoce que hay un Ser de mucho más autoridad que él. Abandona su silla, el símbolo de su autoridad, para que lo ocupe Uno que es mucho más poderoso y justo. El rey se arrepiente también; reconoce que lejos de ser un dios, es simplemente otro ser humano, otro pecador como todos los demás y en necesidad del perdón divino. Se sienta sobre ceniza, una señal del llanto profundo que sólo recibirá la consolación de Dios mismo.

Hace una proclamación, la que puede ser su última si se cumple la profecía de Jonás:

  E hizo proclamar y anunciar en Nínive, por mandato del rey y de sus grandes, diciendo: Hombres y animales, bueyes y ovejas, no gusten cosa alguna; no se les dé alimento, ni beban agua; sino cúbranse de cilicio hombres y animales, y clamen a Dios fuertemente. (Jonás 3:7–8)

Es un ayuno radical que incomodará a todos, aun a los animales, a clamar a Dios lo más rápido posible. Y para que Dios vea que no sólo es espectáculo de una piedad fingida, el rey insiste en que el ayuno sea acompañado de obras dignas del arrepentimiento: Y conviértase cada uno de su mal camino, de la rapiña que hay en sus manos. (Jonás 3:8)

La urgencia del arrepentimiento se motiva por la esperanza, la esperanza que tal vez Dios sea un Ser de misericordia: ¿Quién sabe si se volverá y se arrepentirá Dios, y se apartará del ardor de su ira, y no pereceremos? (Jonás 3:9) Brotan en los corazones arrepentidos la esperanza, la esperanza no en su propia capacidad de manipular a Dios a través de ritos y promesas sino la esperanza que el mismo Dios de justicia cuya ira han despertado sea también el Dios de misericordia.


  JEHOVÁ, GRANDE EN MISERICORDIA

Y en esta esperanza a los asirios paganos se les ha revelado una parte del significado del nombre Jehová sin que sepan que existe tal nombre. Una vez los israelitas, con una revelación más directa, aprendieron de esta combinación de justicia y misericordia. Arrepentidos de su idolatría con el becerro de oro, escucharon que su profeta e intercesor Moisés hasta pidió a Jehová que le mostrara su gloria. Cuando Jehová pasó por delante de él, proclamó:

  ¡Jehová! ¡Jehová! Fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado, que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación. (Éxodo 34:6–7)

El nombre Jehová declara que en este Ser existen juntas la perfecta justicia (“de ningún modo tendrá por inocente al malvado”) y la perfecta misericordia. En el libro de Jonás, los asirios nunca le llaman por este nombre, pero por la obra del Espíritu en sus corazones confían en esta misma combinación de justicia y misericordia, del justo juicio y del perdón.

¿Quién sabe si se volverá y se arrepentirá Dios, y se apartará del ardor de su ira, y no pereceremos? (Jonás 3:9) El arrepentimiento de pecadores endurecidos como los asirios nos sorprende. También es algo completamente inesperado que unos paganos entiendan la revelación ambos de la justicia y la misericordia del Dios de Israel. Pero es tal vez más sorprendente que Jehová Dios los perdone:

  Y vio Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino; y se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo. (Jonás 3:10)

El choque viene en que Jehová les demuestra a esos paganos violentos la misma misericordia que a su profeta israelita en capítulo 2. Ya les tiene preparado para los asirios un instrumento de salvación (la predicación de Jonás) tanto como tenía preparado un gran pez para tragar a Jonás. Jehová escucha el decreto de arrepentimiento del rey de Nínive tanto como escuchó el salmo de arrepentimiento de su siervo Jonás. Jehová salva la ciudad pagana de la destrucción segura tanto como salvó a Jonás del Seol.

La sorpresa viene porque Jehová no hace acepción de personas; recibe a todos los arrepentidos, no importa su lugar de origen ni la severidad de sus pecados. Como el apóstol Pedro les anuncia aun a los cómplices en la muerte del Hijo de Dios: Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare. (Hechos 2:39) Como la temprana iglesia medita en maravilla: Oídas estas cosas [de la conversión de Cornelio y su casa], callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida! (Hechos 11:18)

El arrepentimiento de Nínive nos enseña que la misma gracia perdonadora que nos ha alcanzado a nosotros también está lista a salvar sin acepción de personas. Si ha alcanzado a los asirios, seguramente se extiende a los indígenas de nuestros países, a la gente de otros dialectos, maneras de vestirse y costumbres que parecen otro mundo en comparación con el nuestro. Si ha alcanzado a los asirios, ciertamente se extiende a los que han hecho pacto no con Dios para seguir su ley sino entre sí mismos para robar, violar y matar.

Si ha alcanzado a los hombres de Nínive, seguramente se extiende a los fanáticos de otras religiones, a los moradores de barrios, pueblos y ciudades donde no escogeríamos nunca la vivienda, a gente que dan un olor desagradable, que comen comida desagradable, que trabajan en oficios desagradables, que son de perfiles desagradables. Dios por su gracia dio a su Hijo para que viviera entre nosotros y muriera en la cruz por ellos y por nosotros, logrando efectuar por su gracia el perdón de nuestros pecados en la cruz y el regalo de vivir con él eternamente.


  EL TESTIMONIO DE LOS HOMBRES DE NÍNIVE

Y si el arrepentimiento de Nínive nos enseña mucho sobre la gracia de Dios, también tiene mucho que enseñarnos sobre la justicia de Dios. Para este fin lo aplica Jesús en Mateo 12:41:

  Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás en este lugar.

¿Unos paganos violentos sin vergüenza se levantarán en el juicio contra una generación que desde su niñez se ha identificado siempre con la palabra, los ritos y las costumbres de Dios? Sí, dice Jesús, porque aun con menos revelación, ellos en el momento oportuno obedecieron la poca que tenían; en cambio, los más bendecidos, con una abundancia de revelación, la rechazaron para endurecerse más y más en rebelión. Si Dios no hace acepción de personas en la salvación, ¡tampoco hará acepción de personas en el juicio!

Por eso debemos reconocer que la iglesia que predica la Palabra de Dios es el lugar a la vez más seguro y más peligroso en toda la creación. Para los que obedecen las Escrituras y por fe en Cristo Jesús se arrepienten de sus pecados, la iglesia es un lugar de salvación. Para los que menosprecian las Escrituras por posponer su arrepentimiento, la iglesia viene a ser un lugar de condenación. No podemos aprender más si no obedecemos lo que primero recibimos.

Si hay cualquier pecado que usted guarda en su corazón, uno que esconde a medias porque no quiere que los demás se enteren pero a la vez de que no quiere desprenderse, reconozca que la destrucción lo espera: como los hombres de Nínive, arrepiéntase y clame al Dios de misericordia inmediatamente. Si hay un pecado que atesora secretamente aunque ya ha recibido instrucción sobre el mismo, no espere más: clame al Dios que juzga sin hacer acepción de personas. No importa cuánto tiempo tiene en la iglesia, ni cuántos años tiene como cristiano, ni qué excusas ha puesto antes para no arrepentirse. Ponga al lado este libro, ore, ayune, llore a Dios y arranque ese pecado de su vida por fe en Jesucristo antes de que los hombres de Nínive lo condenen por menospreciar la gracia perdonadora que ellos han encontrado en Dios.
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Los hombres...creyeron a ’Elohim, y proclamaron ayuno y se cubrieron de cilicio, desde el mayor hasta el menor de ellos...vio ’Elohim lo que hacían, cómo se volvían de su mal camino, y desistió ’Elohim del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6








Nos preparamos para enseñar en la Congregación
Arrepentimiento de Nínive
Jonás 3:1-10

1      La palabra de YHVH llegó por segunda vez a Jonás, diciendo:
2      Levántate y vete a Nínive, la gran metrópoli, y proclama en ella el mensaje que Yo te daré.
3      Jonás, pues, se levantó y fue a Nínive, conforme a la palabra de YHVH. Y era Nínive una ciudad grande ante ’Elohim, de tres días de recorrido.
4      Y Jonás comenzó a adentrarse en la ciudad, y durante el primer día de recorrido proclamaba diciendo: De aquí a cuarenta días Nínive será destruida.
5      Y los hombres de Nínive creyeron a ’Elohim, y proclamaron ayuno y se cubrieron de cilicio, desde el mayor hasta el menor de ellos.
6      Cuando la noticia llegó hasta el rey de Nínive, éste se levantó de su trono, se despojó de su manto, se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza.
7      E hizo proclamar y anunciar en Nínive, por mandato del rey y de sus grandes: ¡Que hombres y animales, bueyes y ovejas, no coman cosa alguna! ¡Que no se les dé alimento, ni beban agua!
8      ¡Cúbranse de cilicio tanto hombres como animales! ¡Clamen a ’Elohim fuertemente, y arrepiéntase cada uno de su mal camino y de la rapiña que hay en sus manos!
9      ¿Quién sabe si desistirá ’Elohim y cambiará de parecer, y se apartará del furor de su ira, y no pereceremos?
10      Y vio ’Elohim lo que hacían, cómo se volvían de su mal camino, y desistió ’Elohim del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo.

PALOMA  DIALOGA Y ENTIENDE RAZONES

DIOS DIALOGA Y RAZONA CON "PALOMA"

    A.      LA COMISIÓN, Jonás 3:1–2

Con misericordia hacia su profeta y determinación de cumplir su propósito hacia Nínive, vino palabra de Jehová por segunda vez a Jonás (1). El castigado y arrepentido profeta recibió una segunda oportunidad. Aquí es apropiada la parábola de Jesús registrada en Mateo 21:28–31.

Un paralelo del Nuevo Testamento se halla en la experiencia de Pedro. La primera comisión del apóstol se registra en Marcos 1:16–17 y Lucas 5:10. Después de su fracaso y restauración, fue vuelto a enviar según se registra en Juan 21:15–17. La mayoría de nosotros alabamos a Dios por el hecho de que nos fuera permitido oir el llamado de Dios más de una vez.

Los hermanos cristianos frecuentemente no son tan considerados los unos con los otros como lo es el Señor para con aquellos que fracasan. El mismo Pablo no estuvo dispuesto a permitir que Juan Marcos lo acompañara en su segundo viaje misionero después que el joven fracasó en el primero (Hch. 15:36–40). Se debe admitir, sin embargo, en beneficio del apóstol, que más tarde reconoció el verdadero valor de Marcos y deseó ardientemente su ayuda (2 Ti. 4:11).

El Padre celestial quiere mostrar su gracia y siempre trata a sus hijos difíciles en la forma que mejor contribuya a lograr su obediencia y confianza. El autor de Hebreos habla de la disciplina de Dios (12:7–12), y alienta a los que podrían desesperarse: “Por lo cual, levantad las manos caídas, y las rodillas paralizadas.” No obstante, Dios continúa llamándonos a comenzar de nuevo en los lugares de nuestros fracasos. El mandamiento a Jonás era todavía: Levántate y vé a Nínive… y proclama en ella el mensaje que yo te diré (2).

Jonás había sido perdonado por Dios, pero debía recoger su cruz en el lugar donde la había dejado. No hay alternativa de una Tarsis humana para Nínive, ni hay ningún servicio que pueda substituir al que Dios nos pide realizar para dar a conocer su gracia salvadora a otros. La traducción de la Septuaginta acentúa esto: “Predica en ella según la anterior predicación de la cual yo te hablé.”

Para mantener el divino favor restaurado y la bendición, debemos enfrentarnos a la misma cuestión que tratamos de eludir. Dios es tierno, comprensivo, paciente y perdonador; pero también firme. La admonición de Samuel a Saúl es siempre cierta: “Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros” (1 S. 15:22).

La insistencia de Dios en que Jonás fuera a Nínive nos habla a los que somos padres. A veces corregimos y disciplinamos a nuestros hijos, sólo para después dejarlos que vayan y hagan lo que quieran. Con ello se pierden los resultados de la disciplina. El castigo produce los resultados que Dios quiere cuando se lo administra de modo que produzca obediencia.


    B.      LA OBEDIENCIA, Jonás 3:3–4

Parecería que los sentimientos íntimos de Jonás hacia los ninivitas no habían cambiado mucho. Sin embargo, las disciplinas por las que había pasado lo habían convencido de que era imposible escapar al mandato de Dios. Y se levantó Jonás, y fue a Nínive conforme a la palabra de Jehová (3).

Se habla de Nínive como una ciudad grande en extremo, de tres días de camino. Las murallas interiores de la ciudad, según las ruinas examinadas por arqueólogos, sólo tenían poco más de 12 kilómetros de circunferencia. El autor seguramente tenía en mente el populoso distrito administrativo de Nínive, que tenía entre 50 y 100 kilómetros de diámetro. Los historiadores griegos Ktesias y Diorus sostienen que Nínive tenía una circunferencia de 480 estadios, un poco más de 90 kilómetros. El significado del texto se aclara en la paráfrasis: “Ahora bien, Nínive era una ciudad muy grande, con extensos suburbios—tan grande que llevaría tres días caminar alrededor de ella” (Living Prophecies).

Una nota en la ASV llama la atención al hecho de que ciudad grande en extremo es literalmente “una ciudad grande hacia Dios”. Esta es una forma hebrea común de expresar el superlativo. Pero la frase sugiere otro pensamiento. Jonás y los israelitas, que se consideraban especialmente elegidos por Dios, veían a Nínive como una malvada ciudad pagana que debía ser odiada y destruida. Sin embargo era una ciudad “grande hacia el Señor”, objeto de su compasiva preocupación. Es verdad que los ninivitas eran perversos, idólatras y despiadados; pero Dios ansiaba su salvación y regeneración. El Señor no está interesado en exterminar a los malos, sino en transformarlos en personas temerosas de Dios y rectas. Enfrenta el pecado del hombre con ofertas de salvación. Sólo recurre a la retribución cuando el ofrecimiento de su gracia ha sido rechazado.

La preocupación redentora de Dios alcanza a todos los hombres. Como lo ha señalado Purkiser: “La puerta de la salvación ha sido abierta para todos los que quieran entrar. El libro de Jonás no sólo habla contra el exclusivismo racial; también protesta contra cualquier clase de teología que limite la salvación a unos pocos elegidos por Dios en forma tal que excluya a todos los otros no escogidos. La Biblia proclama gozosamente a todos los hombres, en todas partes, que Dios ha elegido para ser salvos a todos los que crean en el Señor Jesucristo para salvación. Ha predestinado para la vida eterna a todos los que acepten las disposiciones tomadas de antemano para su redención. Si alguno es excluido, es debido a su incredulidad y desobediencia más bien que por un decreto soberano de Dios. Que nadie ose reducir el evangelio que declara que ‘de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él crea no se pierda, mas tenga vida eterna’ (Jn. 3:16).”

Camino de un día (4) probablemente se refiera aquí al tiempo que Jonás pasó predicando, más que a la distancia recorrida. Indudablemente se detendría en varios lugares convenientes para proclamar el mensaje de Dios, con el propósito de alcanzar al mayor número de personas más bien que cubrir la mayor distancia posible.

Jonás puede haber sido antes un profeta desobediente, y aun mientras atravesaba la ciudad de Nínive quizá lo hiciera con renuencia, pero nunca fue un falso profeta. Predicó la palabra de Dios tal como se le había dado: De aquí a cuarenta días Nínive será destruida.

Esta clase de fidelidad debe caracterizar a todo digno siervo de Dios. Debemos cuidarnos de disfrazar el mensaje de Dios para agradar a nuestros oyentes. Tal vez algunos instructores nos digan que no debiéramos predicar sobre el juicio divino, como lo hizo Jonás, para no asustar a nuestros oyentes y aumentar así su complejo de culpa. Muy a menudo, sin embargo, nuestros oyentes son realmente culpables y necesitan arrepentirse. Los ninivitas fueron conducidos a Dios por el miedo. Y leemos que fue por miedo que Noé preparó el arca para salvarse él y su familia (He. 11:7).

En nuestra predicación o enseñanza acerca del juicio de Dios debemos estar seguros, sin embargo, de evitar el espíritu de venganza de Jonás. El unió inconscientemente sus propias pasiones a las amenazas divinas. Necesitamos predicar siempre sobre el juicio de Dios con la compasión manifestada por Jesús cuando lloró sobre la condenada ciudad de Jerusalén (Mt. 23:37–39). Es demasiado fácil ser como el predicador que, aunque era bíblico en la presentación de la amonestación de Dios contra los pecadores, actuaba como si estuviera contento porque sus oyentes iban derecho al infierno. Adam Clarke escribe: “El que al presentar la denuncia de Dios contra los pecadores, une sus propias pasiones con las amenazas divinas es un hombre malo y cruel y no debiera ser sobreveedor en la casa de Dios.”

El plazo de 40 días para la aplicación del juicio divino sobre Nínive dio tiempo al pueblo para arrepentirse. Si se hubiera proclamado una destrucción súbita, podrían haberse confundido y aterrorizado tanto que no hubieran podido darse cuenta cabal de lo que les estaba sucediendo.

Jonás con su presencia y su predicación fue una señal para los ninivitas (Lc. 11:30). En esto vemos “Lo que Dios Puede Revelar por Medio de un Hombre.” (1) Fue una señal de la misericordia de Dios hacia los hombres: al perdonar el pecado, restaurar a un caído y reinstalar a un profeta fugitivo. (2) Fue una señal de la inflexible justicia de Dios hacia los hombres: los siervos de Dios deben ser disciplinados y corregidos; la ciudad debe abandonar su pecado. (3) Fue una señal del invariable propósito de Dios para los hombres: los planes de Dios son sabios, no están sujetos a los caprichos de los hombres; las alegaciones y excusas son inútiles. Dios da trabajo a todos para que lo hagan, y espera que sea hecho.


    C.      EL RESULTADO, Jonás 3:5–10

Sin duda alguna, Jonás se impresionó ante la maravilla que era Nínive. La ciudad interior estaba rodeada por un muro de 30 metros, suficientemente ancho para que avanzaran por su parte alta tres carros de frente. El muro tenía 1.500 torres de 30 metros de alto. Sus 27 puertas estaban flanqueadas por colosales leones y toros esculpidos en piedra. Hermosos jardines rodeaban los edificios públicos, que estaban adornados con esculturas de alabastro. Dentro de la ciudad misma se mantenían sembradíos para salvar del hambre a los habitantes en caso de un sitio. No obstante, en los días de Jonás la suerte nacional de Asiria estaba en descenso (véase la Introducción). La depresión prevalente bien podría haber contribuido a que el pueblo se mostrara dispuesto a escuchar al profeta hebreo.

Probablemente los asirios no comprendieran del todo que Jehová, a quien representaba Jonás, era el único Dios vivo y verdadero, pues ellos adoraban a muchos dioses. Pero tuvieron miedo de ofender al Dios de este profeta. La situación era comparable a la que halló Pablo en Atenas cuando habló del altar “al dios desconocido” (Hch. 17:22–31). Sin embargo, parece haber habido algún reconocimiento de que el Dios de Jonás era realmente el Señor Dios. Las versiones modernas (RSV, Berk., VM., BJ., etc.) concuerdan con la KJV y la Reina-Valera en poner mayúscula en la palabra Dios cuando la usan los ninivitas. En su corrupción y sus tinieblas paganas, aquellas gentes creyeron a Dios e invocaron su nombre. Profundamente contritos por sus malos caminos, proclamaron ayuno, y se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el menor de ellos (5).

El cilicio era una tela basta hecha de pelo de cabra. En todo el mundo semítico se usaban vestimentas de esta tela como señal de duelo: por los muertos, por una desgracia personal o nacional, como lamentación por los pecados de los que se buscaba perdón (cf. 1 R. 20:31; Is. 15:3; Jer. 49:3; Ez. 27:31).

La desesperación que provocó entre los ninivitas la predicación de Jonás es evidente en el decreto extremo proclamado por el rey y… sus grandes (7). Ellos se arrepintieron cabalmente, y lo hicieron con fe y esperanza. ¿Quién sabe, dijo el rey, si se volverá y se arrepentirá Dios, y se apartará del ardor de su ira, y no pereceremos? (9). Declarar que Dios pueda arrepentirse significa que, si se escuchan sus advertencias, El puede cambiar su presente curso de acción. La significación del pasaje está clara en la traducción: “¿Quién sabe si Dios no se vuelve y revoca su sentencia contra nosotros (cuando hayamos satisfecho sus demandas) y se aparta de su terrible ira, de modo que no perezcamos?” (Amp. O.T.; cf. Nm. 23:19; Jer. 18:6–10; Jl. 2:13–14).

Dios escuchó misericordiosamente el clamor de los ninivitas viendo lo que hicieron que mostró la sinceridad de su arrepentimiento, pues se convirtieron de su mal camino (cf. Mt. 3:8); (Stg. 2:18). El arrepentimiento con esperanza y fe siempre atrae la atención de Dios. Y se arrepintió [Dios] del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo (10). Mal como se usa aquí en relación con la obra de Dios, se refiere al juicio que había de venir sobre el pueblo por su desobediencia. En varias otras ocasiones se habla en el Antiguo Testamento de que Dios se arrepiente o cambia su mente. Dios es invariable en su propósito final para la humanidad, como lo es en su naturaleza. Pero como los hombres cambian en su respuesta a El, se le hace necesario cambiar sus métodos en su trato con ellos. En tales casos debe adoptar un curso de acción diferente para ser fiel a sus inalterables propósitos y naturaleza.

Los ninivitas no continuaron temiendo al Señor; Nahum y Sofonías (2:13–15) profetizaron contra la ciudad y predijeron su caída, la que realmente ocurrió a manos de los babilonios y los medos en el año 612 A.C..

La gracia perdonadora de Dios hacia los ninivitas arrepentidos nos recuerda que El llama a todos los hombres al arrepentimiento y promete su gracia a todos los que lo hagan. “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Is. 1:18). Este llamado al arrepentimiento y la seguridad del perdón están en el mismo corazón del mensaje cristiano. Jesús declaró: “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Lc. 5:32). Y nuevamente, en el camino a Emaús, dijo: “Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Lc. 24:46–47).

El arrepentimiento de los ninivitas nos pone frente a frente con nuestra responsabilidad hacia el evangelio de Cristo. Jesús declaró a las gentes de sus días: “Los hombres de Nínive se levantarán en juicio contra esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás en este lugar” (Mt. 12:41). Aún hoy en día la medida de luz y oportunidad determina nuestra responsabilidad. Las palabras de Jesús son tanto más significativas para nosotros por cuanto nuestra luz y oportunidad son mayores aún que las de aquellos del primer siglo.

La predicación de Jonás era de contenido divino; el profeta hablaba como un oráculo de Dios (1 P. 4:11). Era una predicación con celosa seriedad y propósito práctico—conmover los corazones. El mensaje del profeta dio los resultados deseados—la Nínive penitente ilustra el poder de Dios para conmover aun a las personas que parecen menos probables de arrepentirse.

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En mi angustia invoqué a YHVH, Y Él me respondió; Del vientre del Seol pedí socorro, Y Tú escuchaste mi voz... ¡La salvación es de YHVH!

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6








Nos preparamos para enseñar en la Congregación
Oración de Jonás
Jonás 2:1-10

1      Entonces oró Jonás a YHVH su Dios desde el vientre del pez,
2      y dijo: En mi angustia invoqué a YHVH,
    Y Él me respondió;
    Del vientre del Seol pedí socorro,
    Y Tú escuchaste mi voz.
    3      Me arrojaste a lo profundo,
    En medio de los mares, y me rodeó la corriente:
    Todas tus ondas y tus olas pasaron sobre mí.
    4      Me dije: Desechado soy de tu presencia,
    ¿Cómo podré volver a contemplar
          tu santa Casa?
    5      Las aguas me rodearon hasta el alma;
    Me rodeó el abismo.
    Las algas se enredaron en mi cabeza.
    6      Descendí a los cimientos de los montes,
    Y cuando la tierra echaba sus cerrojos
    Para siempre sobre mí,
    Tú, oh YHVH, Dios mío,
    Sacaste de la fosa mi vida,
    7      Cuando mi alma desfallecía en mí,
    Me acordé de YHVH,
    Y mi oración llegó hasta ti en tu santa Casa.
    8      Los que siguen la vanidad de sus ídolos se alejan de su misericordia;
    9      Pero yo te ofreceré sacrificio de alabanza,
          Y cumpliré lo que prometí.
          ¡La salvación es de YHVH!
    10 Entonces YHVH dio orden al pez, Y éste vomitó a Jonás en tierra.

LA ORACIÓN DE JONÁS DENTRO DEL GRAN PEZ


JONÁS EN LO PROFUNDO 
Jonás 2:1–9

Este pasaje, compuesto después que el pez vomitó al profeta, registra cómo oró Jonás a Jehová su Dios desde el vientre del pez (1). Está escrito en forma poética. Aunque incluye una confesión de pecado y una promesa de obedecer a Dios, es en gran parte un salmo de alabanza y adoración por la liberación divina de la muerte en lo profundo del mar.

El hecho de que Jonás orase en un lugar tan inusual y que su oración fuera contestada, nos recuerda que podemos hacer de cualquier lugar una capilla. La oración y la alabanza no son extrañas en parte alguna.

Desde su angustia, su aflicción, su miseria física y espiritual, Jonás invocó a Jehová (2). La eficaz invocación del Señor no debe ser necesariamente con la voz, sino con el corazón. El seno del Seol sería la parte más profunda, o las profundidades de la región de oscuridad y muerte, el sepulcro. Lo profundo de las aguas era como un sepulcro para él que era contado como entre los muertos (cf. Sal. 88:3–12). Varios de los salmos comienzan con un tono semejante, por ejemplo: Salmos 18:5; 120:1; 142:1. También Lamentaciones 3:55–58 habla de la oración en medio de una profunda angustia.

El profeta pasa revista gráficamente a los horrores de su terrible experiencia al hundirse “hondo, en el corazón de sus mares” (3; RSV: cf. Sal. 42:7–9). Pero empieza su recital reconociendo que no llegó a tales extremos por casualidad. Todo cayó sobre él por acción de Dios. Reconoce al Señor: Tú me echaste a lo profundo (3a). Esto debiera estimularnos a comprender que todo—aun las angustias y aflicciones—viene o por acción directa de Dios o porque El lo permite. El tiene un designio para nosotros, un designio que encierra un bien futuro para nosotros y gloria para El.

      A menudo la nube que la hora presente envuelve
      Para dar brillo sirve a nuestros días futuros.

Jonás había sacado pasaje para Tarsis con el deliberado propósito de huir de la presencia de Dios. Pero al enfrentar la muerte cambió de opinión (4). En parte sus temores surgieron del hecho mismo de que se sabía fuera de la vista de Dios, fuera de su voluntad y de su favor. Declaró: “Arrojado soy de tu presencia” (LXXX). Esta traducción sugiere que desesperaba de volver a contemplar el templo, que para un judío piadoso significaba la presencia misma de Dios: “¿Volveré a mirar otra vez hacia el santo templo?” La versión Reina-Valera 60 sugiere arrepentimiento y un propósito sincero de volver a adorar a Dios con todo el corazón: Desechado soy de delante de tus ojos; mas aún veré tu santo templo. Parece haber tenido fe en que se salvaría.

No podemos saber cuál de estas versiones expresa con más exactitud los sentimientos del profeta en lo profundo de las aguas. Pero cualquiera de ellas muestra claramente que Jonás había cambiado de mentalidad y lamentaba estar huyendo del mandato divino. “La presencia de Dios, que antes consideró como una carga, y de la cual quiso escapar, ahora se ha tornado en su deseo, y siente que su pena más amarga es verse privado de ella. El le volvió la espalda a Dios, y entonces Dios le volvió la espalda a él, haciendo de su pecado su castigo.”

¡Cuán desesperada era su situación! “Me rodearon las aguas, amenazando mi vida”, dijo (5, Berk.; cf. Sal. 69:2). El alga se enredó a mi cabeza. Desespera totalmente. “A las raíces de los montes descendí, echó la tierra sus cerrojos tras de mí para siempre” (6, BJ.). Pero se regocija en que Dios en su misericordia lo haya librado: Mas tú sacaste mi vida de la sepultura, oh Jehová Dios mío (6). Este testimonio tiene un asombroso paralelo en Salmos 16:10, citado por Pedro en Hechos 2:27.

La Septuaginta da una visión de la angustiada penitencia que llenaba el corazón de Jonás: “Pero, oh Señor mi Dios, que mi vida arruinada sea restaurada” (6c). El apóstata puede tener ánimo. Las olas del mal deseo lo han tragado. Pero si, como Jonás, se humilla, si se vuelve del pecado a Dios, de la desobediencia a la obediencia, puede tener la seguridad de que Dios vendrá nuevamente a él. Su vida arruinada también puede ser restaurada.

Cuando mi alma desfallecía en mí (7) puede significar que el profeta cayó en la inconsciencia. Luego, reviviendo, oró instintivamente (cf. Sal. 139:18). Ahora está agradecido porque Dios contestó esa oración. Tiene consciencia de que seguir cualquier cosa que no sea Dios es ir tras vanidades ilusorias (8) o ídolos. Estos no pueden cumplir lo que prometen y sólo separan al alma de Dios, nuestra Fuente de misericordia. 

Muchos hombres han hecho un dios del intelecto, el orgullo, la ambición, la codicia o la propia voluntad. Jonás nos advierte: “Los que rinden pleitesía a ídolos sin valor desprecian la gracia que podría ser suya” (8, Berk.). La RSV traduce: “Los que veneran a ídolos vanos olvidan su verdadera lealtad.” Jonás, que había hecho un ídolo de su propia voluntad, lo arrancó de su corazón y prometió en adelante adorar y obedecer solamente a Jehová, porque en El solo hay salvación (9).

Por la experiencia de Jonás aquí narrada podemos aprender mucho acerca de la “Oración Eficaz”: (1) Cuándo orar, 1; (2) Dónde orar, 2–6; (3) A quién orar, 7–8; y (4) Por qué orar, 9.


JONÁS LIBERADO
Jonás 2:10


A continuación de la confesión de pecado de Jonás y su reconocimiento de Dios como su único medio de liberación y salvación, mandó Jehová al pez, y vomitó a Jonás en tierra. No se nos dice dónde fue liberado el profeta, pero ahora estaba en libertad nuevamente para hacer la obra de Dios. Había aprendido a través de las dificultades que huir de la voluntad de Dios por evitar tareas difíciles siempre nos envuelve en mayores dificultades.

Con esta experiencia en el mar Jonás se convirtió en “el profeta de Cristo, no en palabras, sino en sufrimientos personales, cuya significación típica, aunque probablemente desconocida para él (1 P. 1:10–12), nos es revelada por el Espíritu Santo. 

Su paso de la nave a la tumba oscura aunque viva, y de allí nuevamente a la luz, después de tres días, presenta el descenso del Señor de la cruz de madera al oscuro sepulcro, y su salida de allí a la vida otra vez después del mismo número de días, más vívidamente que si hubiera predicho lo mismo con palabras”. Mateo 12:38–41 debiera considerarse en relación con esto. Ello indica que la única señal que Dios da al mundo pecador es la resurrección de Jesucristo de los muertos (cf. Ro. 4:25; 1 Co. 15; 1 Ts. 4:14).

A algunos les parece tan increíble todo el episodio de Jonás en el mar y en el vientre del pez, tal como se relata en este capítulo, que no aceptan el relato como histórico (véase la Introducción). No negamos que la disciplina, preservación y restauración de Jonás fue un milagro de Dios. Pero si se reconoce a Dios como el Creador y Sostenedor del universo, su intervención milagrosa es de esperar. “Los milagros mismos fueron parte de la revelación redentora. Por medio de ellos, el Dios verdadero de cielos y tierra manifestó su superioridad sobre los dioses de las naciones y su dominio pleno sobre su creación.”

La Biblia relata muchos eventos—aun acontecimientos vitales para nuestra salvación—que no pueden ser explicados por la filosofía y la ciencia humanas. Leído sin fe, todo el mensaje de la Palabra de Dios se pierde. Pero si, por medio de la fe, admitimos lo que enseña la Biblia acerca de los postulados de la creación, la providencia, el pecado y la salvación, los milagros se tornan una verdadera necesidad, una necesidad de la gracia.

Pero entre aquellos que aceptan como histórico el libro de Jonás, algunos se detienen tanto en los detalles de este relato tan único del pez, que pierden de vista el verdadero mensaje que Dios quiso darnos. Para evitar esto debemos tener presente que el principal propósito de los milagros relatados en la Biblia no es simplemente un despliegue de poder para probar la existencia de Dios. Su propósito es más bien mostrar la actitud de Dios hacia los hombres e indicar la consiguiente respuesta que los hombres debieran dar a Dios. Ha dicho Gillett: “Como fenómeno religioso, los milagros no deben ser considerados como prueba de Dios, sino como revelaciones acerca de El.”

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