martes, 24 de noviembre de 2015

En mi angustia invoqué a YHVH, Y Él me respondió; Del vientre del Seol pedí socorro, Y Tú escuchaste mi voz... ¡La salvación es de YHVH!

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6








Nos preparamos para enseñar en la Congregación
Oración de Jonás
Jonás 2:1-10

1      Entonces oró Jonás a YHVH su Dios desde el vientre del pez,
2      y dijo: En mi angustia invoqué a YHVH,
    Y Él me respondió;
    Del vientre del Seol pedí socorro,
    Y Tú escuchaste mi voz.
    3      Me arrojaste a lo profundo,
    En medio de los mares, y me rodeó la corriente:
    Todas tus ondas y tus olas pasaron sobre mí.
    4      Me dije: Desechado soy de tu presencia,
    ¿Cómo podré volver a contemplar
          tu santa Casa?
    5      Las aguas me rodearon hasta el alma;
    Me rodeó el abismo.
    Las algas se enredaron en mi cabeza.
    6      Descendí a los cimientos de los montes,
    Y cuando la tierra echaba sus cerrojos
    Para siempre sobre mí,
    Tú, oh YHVH, Dios mío,
    Sacaste de la fosa mi vida,
    7      Cuando mi alma desfallecía en mí,
    Me acordé de YHVH,
    Y mi oración llegó hasta ti en tu santa Casa.
    8      Los que siguen la vanidad de sus ídolos se alejan de su misericordia;
    9      Pero yo te ofreceré sacrificio de alabanza,
          Y cumpliré lo que prometí.
          ¡La salvación es de YHVH!
    10 Entonces YHVH dio orden al pez, Y éste vomitó a Jonás en tierra.

LA ORACIÓN DE JONÁS DENTRO DEL GRAN PEZ


JONÁS EN LO PROFUNDO 
Jonás 2:1–9

Este pasaje, compuesto después que el pez vomitó al profeta, registra cómo oró Jonás a Jehová su Dios desde el vientre del pez (1). Está escrito en forma poética. Aunque incluye una confesión de pecado y una promesa de obedecer a Dios, es en gran parte un salmo de alabanza y adoración por la liberación divina de la muerte en lo profundo del mar.

El hecho de que Jonás orase en un lugar tan inusual y que su oración fuera contestada, nos recuerda que podemos hacer de cualquier lugar una capilla. La oración y la alabanza no son extrañas en parte alguna.

Desde su angustia, su aflicción, su miseria física y espiritual, Jonás invocó a Jehová (2). La eficaz invocación del Señor no debe ser necesariamente con la voz, sino con el corazón. El seno del Seol sería la parte más profunda, o las profundidades de la región de oscuridad y muerte, el sepulcro. Lo profundo de las aguas era como un sepulcro para él que era contado como entre los muertos (cf. Sal. 88:3–12). Varios de los salmos comienzan con un tono semejante, por ejemplo: Salmos 18:5; 120:1; 142:1. También Lamentaciones 3:55–58 habla de la oración en medio de una profunda angustia.

El profeta pasa revista gráficamente a los horrores de su terrible experiencia al hundirse “hondo, en el corazón de sus mares” (3; RSV: cf. Sal. 42:7–9). Pero empieza su recital reconociendo que no llegó a tales extremos por casualidad. Todo cayó sobre él por acción de Dios. Reconoce al Señor: Tú me echaste a lo profundo (3a). Esto debiera estimularnos a comprender que todo—aun las angustias y aflicciones—viene o por acción directa de Dios o porque El lo permite. El tiene un designio para nosotros, un designio que encierra un bien futuro para nosotros y gloria para El.

      A menudo la nube que la hora presente envuelve
      Para dar brillo sirve a nuestros días futuros.

Jonás había sacado pasaje para Tarsis con el deliberado propósito de huir de la presencia de Dios. Pero al enfrentar la muerte cambió de opinión (4). En parte sus temores surgieron del hecho mismo de que se sabía fuera de la vista de Dios, fuera de su voluntad y de su favor. Declaró: “Arrojado soy de tu presencia” (LXXX). Esta traducción sugiere que desesperaba de volver a contemplar el templo, que para un judío piadoso significaba la presencia misma de Dios: “¿Volveré a mirar otra vez hacia el santo templo?” La versión Reina-Valera 60 sugiere arrepentimiento y un propósito sincero de volver a adorar a Dios con todo el corazón: Desechado soy de delante de tus ojos; mas aún veré tu santo templo. Parece haber tenido fe en que se salvaría.

No podemos saber cuál de estas versiones expresa con más exactitud los sentimientos del profeta en lo profundo de las aguas. Pero cualquiera de ellas muestra claramente que Jonás había cambiado de mentalidad y lamentaba estar huyendo del mandato divino. “La presencia de Dios, que antes consideró como una carga, y de la cual quiso escapar, ahora se ha tornado en su deseo, y siente que su pena más amarga es verse privado de ella. El le volvió la espalda a Dios, y entonces Dios le volvió la espalda a él, haciendo de su pecado su castigo.”

¡Cuán desesperada era su situación! “Me rodearon las aguas, amenazando mi vida”, dijo (5, Berk.; cf. Sal. 69:2). El alga se enredó a mi cabeza. Desespera totalmente. “A las raíces de los montes descendí, echó la tierra sus cerrojos tras de mí para siempre” (6, BJ.). Pero se regocija en que Dios en su misericordia lo haya librado: Mas tú sacaste mi vida de la sepultura, oh Jehová Dios mío (6). Este testimonio tiene un asombroso paralelo en Salmos 16:10, citado por Pedro en Hechos 2:27.

La Septuaginta da una visión de la angustiada penitencia que llenaba el corazón de Jonás: “Pero, oh Señor mi Dios, que mi vida arruinada sea restaurada” (6c). El apóstata puede tener ánimo. Las olas del mal deseo lo han tragado. Pero si, como Jonás, se humilla, si se vuelve del pecado a Dios, de la desobediencia a la obediencia, puede tener la seguridad de que Dios vendrá nuevamente a él. Su vida arruinada también puede ser restaurada.

Cuando mi alma desfallecía en mí (7) puede significar que el profeta cayó en la inconsciencia. Luego, reviviendo, oró instintivamente (cf. Sal. 139:18). Ahora está agradecido porque Dios contestó esa oración. Tiene consciencia de que seguir cualquier cosa que no sea Dios es ir tras vanidades ilusorias (8) o ídolos. Estos no pueden cumplir lo que prometen y sólo separan al alma de Dios, nuestra Fuente de misericordia. 

Muchos hombres han hecho un dios del intelecto, el orgullo, la ambición, la codicia o la propia voluntad. Jonás nos advierte: “Los que rinden pleitesía a ídolos sin valor desprecian la gracia que podría ser suya” (8, Berk.). La RSV traduce: “Los que veneran a ídolos vanos olvidan su verdadera lealtad.” Jonás, que había hecho un ídolo de su propia voluntad, lo arrancó de su corazón y prometió en adelante adorar y obedecer solamente a Jehová, porque en El solo hay salvación (9).

Por la experiencia de Jonás aquí narrada podemos aprender mucho acerca de la “Oración Eficaz”: (1) Cuándo orar, 1; (2) Dónde orar, 2–6; (3) A quién orar, 7–8; y (4) Por qué orar, 9.


JONÁS LIBERADO
Jonás 2:10


A continuación de la confesión de pecado de Jonás y su reconocimiento de Dios como su único medio de liberación y salvación, mandó Jehová al pez, y vomitó a Jonás en tierra. No se nos dice dónde fue liberado el profeta, pero ahora estaba en libertad nuevamente para hacer la obra de Dios. Había aprendido a través de las dificultades que huir de la voluntad de Dios por evitar tareas difíciles siempre nos envuelve en mayores dificultades.

Con esta experiencia en el mar Jonás se convirtió en “el profeta de Cristo, no en palabras, sino en sufrimientos personales, cuya significación típica, aunque probablemente desconocida para él (1 P. 1:10–12), nos es revelada por el Espíritu Santo. 

Su paso de la nave a la tumba oscura aunque viva, y de allí nuevamente a la luz, después de tres días, presenta el descenso del Señor de la cruz de madera al oscuro sepulcro, y su salida de allí a la vida otra vez después del mismo número de días, más vívidamente que si hubiera predicho lo mismo con palabras”. Mateo 12:38–41 debiera considerarse en relación con esto. Ello indica que la única señal que Dios da al mundo pecador es la resurrección de Jesucristo de los muertos (cf. Ro. 4:25; 1 Co. 15; 1 Ts. 4:14).

A algunos les parece tan increíble todo el episodio de Jonás en el mar y en el vientre del pez, tal como se relata en este capítulo, que no aceptan el relato como histórico (véase la Introducción). No negamos que la disciplina, preservación y restauración de Jonás fue un milagro de Dios. Pero si se reconoce a Dios como el Creador y Sostenedor del universo, su intervención milagrosa es de esperar. “Los milagros mismos fueron parte de la revelación redentora. Por medio de ellos, el Dios verdadero de cielos y tierra manifestó su superioridad sobre los dioses de las naciones y su dominio pleno sobre su creación.”

La Biblia relata muchos eventos—aun acontecimientos vitales para nuestra salvación—que no pueden ser explicados por la filosofía y la ciencia humanas. Leído sin fe, todo el mensaje de la Palabra de Dios se pierde. Pero si, por medio de la fe, admitimos lo que enseña la Biblia acerca de los postulados de la creación, la providencia, el pecado y la salvación, los milagros se tornan una verdadera necesidad, una necesidad de la gracia.

Pero entre aquellos que aceptan como histórico el libro de Jonás, algunos se detienen tanto en los detalles de este relato tan único del pez, que pierden de vista el verdadero mensaje que Dios quiso darnos. Para evitar esto debemos tener presente que el principal propósito de los milagros relatados en la Biblia no es simplemente un despliegue de poder para probar la existencia de Dios. Su propósito es más bien mostrar la actitud de Dios hacia los hombres e indicar la consiguiente respuesta que los hombres debieran dar a Dios. Ha dicho Gillett: “Como fenómeno religioso, los milagros no deben ser considerados como prueba de Dios, sino como revelaciones acerca de El.”

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