sábado, 8 de agosto de 2015

En cuanto a vosotros, estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, según el curso de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, del espíritu que ahora actúa en los hijos de desobediencia.

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
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Jesús a la ofensiva
Si el ministerio público de Jesús comenzó con su bautismo, su primer acto de ministerio implicó el más alto grado de guerra espiritual a nivel estratégico. «Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo» (Mateo 4:1).
El antiguo Testamento no tiene ningún relato paralelo de este tipo de actividad. Jesús introdujo algo nuevo en la historia de la salvación. Al enfrentarse al enemigo en aquel choque de poder al más alto nivel, el Señor le estaba extendiendo aviso, a él como a todo el mundo, de que la batalla había empezado. ¡El reino de Dios había llegado!
EL REINO DE DIOS ESTÁ AQUÍ
El mensaje de que el reino de Dios había llegado fue prominente en la predicación de Juan el Bautista, de Jesús y de los apóstoles. La razón por la que vemos tanto la frase: «Arrepentíos porque el reino de Dios se ha acercado», es que se trata del momento más crucial de la historia de la humanidad desde la caída de Adán y Eva. Y ese momento crucial abarca la encarnación de Jesús, su nacimiento virginal, su bautismo, su ministerio, su muerte y su resurrección. La mayor aplicación del mismo a lo largo del resto de la historia comenzó el día de Pentecostés.
La venida de Jesús fue un acontecimiento tan radical debido a que Satanás había gozado hasta entonces de un poder casi ilimitado aquí abajo en la tierra. Esto no supone pasar por alto el hecho de que Dios es en última instancia el Rey de reyes, el Señor de señores y el Creador de todo el universo—incluso de Satanás—. El diablo es una mera criatura que hasta determinado momento no existía, y que se encontrará al final en un lago de fuego, deseando ansiosamente no haber sido creado nunca (véase Apocalipsis 20:10). Sin embargo, al mismo tiempo no debemos tomar a la ligera la descripción bíblica de Satanás. La Biblia le llama «el dios de este sìglo» (2 Corintios 4:4), «el príncipe de la potestad del aire» (Efesios 2:2) y «el príncipe de este mundo» (Juan 12:31). Y Juan afìrma que «el mundo entero está bajo el maligno» (1 Juan 5:19). El lenguaje empleado es imponente.
Si pensamos que Satanás tiene un poder formidable en nuestros días, debemos darnos cuenta de que más poder tenía aún cuando vino Jesús. El Señor anunció que El estaba comenzando el reino de Dios, y se enfrentó al enemigo en una batalla que continúa en la actualidad. Satanás sabía muy bien que el Hijo de Dios aparecía «para deshacer las obras del diablo» (1 Juan 3:8), y estaba furioso de que invadieran su reino. Pero Jesús no sólo invadió el reino del diablo, sino que le derrotó decisivamente en la cruz como tan vívidamente lo describe Pablo en Colosenses: «Y despojando a los principados y potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz» (Colosenses 2:15).
Incluso antes de la cruz, Jesús pudo decir que, hasta entonces, nadie en los tiempos del Antiguo Testamento había sido mayor que Juan el Bautista, «pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él» (Mateo 11:11). Podía anunciar la victoria final unos tres años antes de que se cumpliera realmente en la cruz, porque el diablo ya había sido derrotado en aquel choque de poder que conocemos corrientemente como «la tentación de Jesús».
JESÚS PROVOCA EL CONFLICTO
En vez de ocuparse de sus asuntos y permitir a Satanás que escogiera el momento y el lugar del ataque, Jesús tomó la iniciativa y pasó a la acción inmediatamente después de su bautismo. Antes de anunciar su programa en la sinagoga de Nazaret, llamar a sus doce discípulos, predicar el Sermón del Monte, alimentar a los 5.000 o resucitar a Lázaro de los muertos, sabía que le era necesario librar una decisiva batalla espiritual en el nivel estratégico.
El lugar que Jesús escogió para ello es significativo. Fue «al desierto», que era considerado como el territorio de Satanás. El Diccionario de Teología del Nuevo Testamento dice de eremos, la palabra griega traducida por desierto: «Un lugar de peligro mortal … y de poderes demoníacos», y «sólo cuando el juicio de Dios ha caído se obtiene victoria sobre el desierto y sus espíritus malignos».1
Para que el combate de Jesús con el diablo fuera decisivo, había que darle, por utilizar un término deportivo, la ventaja de «jugar en casa». El Señor entró en el territorio del enemigo sin vacilaciones ni miedo de ningún tipo. Satanás sabía lo que se jugaba, y por lo tanto se empleo a fondo. Llegó incluso a ofrecerle a Jesús su posesión más preciada: «Todos los reinos del mundo y la gloria de ellos» (Mateo 4:8). Se libró una cruenta y decisiva batalla, pero el resultado de la misma jamás estuvo en duda. El poder de Satanás no ha podido nunca, ni podrá competir con el poder de Dios.
Jesús ganó. El diablo fue derrotado. Aquel choque de poder abrió espiritualmente el camino para todo lo que Jesús tenía que realizar durante los tres años siguientes, incluyendo su muerte y resurrección.
¿PODEMOS IDENTIFICARNOS CON ESTO?
Llegados a este punto, algunos tal vez piensen que Jesús pudo enfrentarse al enemigo con tal poder porque era Dios: la segunda persona de la Trinidad. Y ya que ninguno de nosotros somos Dios, no podemos identificarnos con esta clase de guerra espiritual.
Esta es una cuestión tan decisiva que me voy a «poner teológico» y voy a tratar la relación entre las dos naturalezas de Cristo. Permítame decir antes de empezar que creo que una de las claves para comprender cómo refleja o no refleja nuestro ministerio hoy en día el ministerio de Jesús es entendiendo lo que el teólogo sistemático Colin Brown llama «Cristología del Espíritu»2, y a lo que yo he hecho referencia con el término «teología de la encarnación». Explico esto con algún detalle en mi libro How to Have a Healing Ministry [Cómo tener un ministerio de sanidad] (Regal), de manera que aquí sólo lo resumiré.
Mi premisa teológica es la siguiente: «El Espíritu Santo fue la fuente de todo el poder de Jesús durante su ministerio terrenal. El Señor no ejerció ningún poder propio ni por su propia cuenta. Hoy en día nosotros podemos esperar hacer lo mismo, o cosas mayores que Jesús, porque hemos recibido acceso a la misma fuente de poder».3
Sin olvidar el hecho de que Jesús fue en todo momento plenamente Dios y completamente humano durante su ministerio terrenal, esto se desprende claramente de sus propias palabras: «No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre» (Juan 5:19). Según Filipenses 2, Jesús se hizo voluntariamente obediente al Padre durante su encarnación en la tierra (véase Filipenses 2:5–8). Accedió a renunciar a sus atributos divinos durante algún tiempo: no hizo obras milagrosas por su propia naturaleza divina, ya que si lo hubiese hecho habría violado su pacto de obediencia con el Padre. Todos sus hechos prodigiosos fueron realizados por el Espíritu Santo obrando a través de El (véase Mateo 12:28; Hechos 10:38; Lucas 4:1, 14,17). Por tal razón, Colin Brown llama a esto «Cristología del Espíritu».
Así, cuando Jesús estaba a punto de dejar esta tierra, pudo decir con verdad a sus discípulos que les convenía que El se fuese (véase Juan 16:7). Sólo después de que se había ido pudo enviarles al Paracleto (Juan 16:14). Jesús expresó: «De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre» (Juan 14:12).
EL SIGNIFICADO DE LA TENTACIÓN DE JESÚS
Volviendo ahora al choque de poder que hubo en la tentación de Jesús, ya he dicho anteriormente que Satanás se empleó a fondo, pero ¿cuál fue específìcamente su plan de ataque?
El diablo atacó a Jesús precisamente igual que lo hizo con Adán y Eva en la primera tentación: en el aspecto de la obediencia a Dios. Satanás logró engañar al primer hombre y la primera mujer para que desobedecieran a Dios, y esperaba poder hacer lo mismo con el Señor. De modo que lo intentó tres veces, sabiendo que si Jesús rompía el pacto de obediencia que había hecho con el Padre el plan de salvación habría fracasado.
Jesús hubiera podido convertir las piedras en pan y lanzarse desde el templo llamando a los ángeles en su socorro, pero en ambos casos habría tenido que utilizar sus atributos divinos—lo cual siempre podía hacer—. Podría haber afirmado su deidad y tomado los reinos de Satanás sin adorarle. Pero ya que el Padre no le había mandado que hiciera ninguna de esas tres cosas, no las llevó a cabo. A diferencia de Adán y Eva, El obedeció al Padre.
Lo que vemos, entonces, es a Jesús en su naturaleza humana confrontando directamente al enemigo. Cierto que El seguía siendo la segunda persona de la Trinidad, pero eso era sólo algo accidental en el caso de aquel choque de poder. El hecho central es que Jesús, como ser humano, desafió abiertamente a Satanás su territorio y lo venció. Y esto lo hizo mediante el poder del Espíritu Santo que recibió durante su bautismo cuando éste descendió sobre El en forma de paloma. (Marcos 1:10). A continuación, «fue llevado por el Espíritu» a enfrentarse con el diablo (Lucas 4:1). Y después de que Satanás hubiera sido derrotado, «Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea» (Lucas 4:14).
La pregunta sigue siendo: ¿Podemos identificarnos hoy con esto? Pues nosotros podemos ser tentados por el diablo como lo fue Jesús, ya que El «fue tentado en todo según nuestra semejanza» (Hebreos 4:15), y también tenemos acceso al mismo Espíritu Santo (Juan 16:14). Además, el Señor dijo a sus discípulos, y presumiblemente a todos nosotros: «He aquí os doy potestad […] sobre toda fuerza del enemigo» (Lucas 10:19). Yo personalmente creo que tenemos las posibilidades teológicas y espirituales para hacer las obras que hizo Jesús.
Pero me apresuro a señalar que esta es principalmente una conclusión teórica. El si deberíamos hacerlo, en qué medida, y bajo qué circunstancias, constituye una pregunta diferente y más perentoria.
¿CUÁN LEJOS DEBERÍAMOS IR?
Una de las razones por las que debemos ser cautos en esto, es que no tenemos ejemplos bíblicos de los doce apóstoles ni de otros dirigentes cristianos del primer siglo que desafiaran al diablo a un choque directo de poder como lo hizo Jesús. Yo presumiría que la mejor explicación de ello es que Dios no les guió a hacerlo. Al parecer el Espíritu Santo no llevó literalmente a ninguno de ellos al desierto, ni a ningún otro escenario de choque de poder como en el caso de Jesús. Si los discípulos siguieron el ejemplo de Jesús e hicieron sólo lo que veían hacer al Padre, podemos concluir que el Padre, muy obviamente, no lo estaba haciendo.
¿Qué sucede cuando hoy en día los cristianos gritan: «¡Te ato, Satanás!»? Tal vez no tanto como esperamos. El diablo será finalmente encadenado durante mil años, pero eso lo llevará a cabo un ángel y no un ser humano (véase Apocalipsis 20:1–2). Por otro lado, el decir «¡Te ato, Satanás!» puede ser útil para declarar a otros y a nosotros mismos que no nos gusta en absoluto el diablo y que queremos verle neutralizado en el mayor grado posible.
No seré yo de los que regañen a los hermanos y hermanas que reprenden agresivamente al diablo, como no criticaría tampoco a un soldado americano en el Golfo Pérsico que gritara: «¡Aquí estamos, Sadam Husein!» Ninguno de los soldados esperaba siquiera ver a Sadam Husein personalmente, pero sí declaraban quién era el verdadero enemigo.
Jesús nos ayuda a entender esto. El expulsa de una mujer a un espíritu de enfermedad que la había mantenido atada durante 18 años. Luego, explicando lo que había hecho, dice que Satanás era quien la había tenido así todo ese tiempo (véase Lucas 13:10–16). Yo no creo que Jesús estaba diciendo que el diablo mismo había pasado esos 18 años endemoniando a aquella mujer, sino que había sido el último responsable, como comandante en jefe de las fuerzas del mal, de que esa misión fuera delegada a un determinado espíritu de enfermedad. De modo que si Jesús puede decir que Satanás la había atado a ella, resulta apropiado que nosotros digamos: «¡Te ato, Satanás!»—siempre que entendamos las limitaciones de nuestra actuación.
Por tanto, aunque puede ser dudoso que Dios espere de nosotros el que entremos en una confrontación directa con el diablo mismo, no hay muchas dudas respecto de que tenemos un mandato divino de confrontar a los poderes demoniacos en niveles inferiores a Satanás. Los ejemplos del Nuevo Testamento son tan numerosos que no necesitan repetirse. Jesús relacionó claramente la predicación del reino de los cielos con el echar fuera demonios (véase Mateo 10:7, 8).
Lo que el Señor no especificó fue si debíamos esperar un combate con lo demoniaco sólo al ras del suelo—lo cual es bastante obvio—o si la lucha iría en ascenso hasta incluir también la guerra espiritual en el nivel del ocultismo o en el estratégico. En este punto hay ciertos desacuerdos entre aquellos que enseñan y participan activamente en la guerra espiritual en nuestros días. Según puedo percibir, el consenso general es que debemos ministrar con bastante libertad al ras del suelo, echando fuera los demonios corrientes, y que haríamos bien en mantenernos alejados de choques directos con el dios de este siglo: Satanás mismo. Algunos son más precavidos en cuanto a hacer frente a las fuerzas demoníacas en los niveles intermedios y otros más agresivos.
Creo que Dios puede estar llamando, equipando y capacitando a un número reducido de dirigentes cristianos para que pasen a primera línea, a la guerra espiritual en el nivel estratégico. Y pienso que El está levantando a grandes cantidades de creyentes para respaldar a esas personas moralmente, así como por medio de la intercesión, el aliento y los recursos materiales. Dios, según mi opinión, está en vías de elegir un grupo cada vez más amplio de «boinas verdes» tales como Eduardo Lorenzo, Cindy Jacobs, Larry Lea, Carlos Anacondia, John Dawson, Edgardo Silvoso o Dick Bernal, quienes librarán las batallas decisivas de alto nivel contra los gobernadores de las tinieblas y por ende verán aumentos mensurables en los números de perdidos que se convierten «de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios» (Hechos 26:18).
LA CONQUISTA DE UNA CIUDAD
¿Qué tenía que decir Jesús a sus discípulos acerca de la guerra espiritual en el nivel estratégico? Algunas de sus intrucciones más directas no se encuentran en los evangelios, sino más bien en el libro del Apocalipsis. Es bastante corriente olvidar que más de dos capítulos enteros de ese libro son palabras literales de Jesús. Mi Biblia me lo recuerda, ya que están escritas con tinta roja. El contenido de las cartas a las siete iglesias de Asia es una de las pocas partes de la Escritura que fueron al parecer dictadas literalmente por Dios al escritor humano.
Cada una de las siete iglesias recibió un mensaje distinto. Sin embargo todos esos mensajes tienen algunas cosas en común. Por ejemplo: cada carta comienza con algunas frases descriptivas acerca de su autor, Jesucristo. Todas ellas afirman que su contenido es «lo que el Espíritu dice a las iglesias». Y lo más importante para nosotros ahora: en cada una de las siete cartas aparece un único verbo relacionado con la milicia: vencer.
De hecho, hay algunas promesas bastante extraordinarias que dependen de ese hecho de vencer en cada una de las cartas. Si vencemos, como Jesús quiere que lo hagamos: (1) comeremos del árbol de la vida; (2) no sufriremos el daño de la segunda muerte; (3) comeremos del maná escondido; (4) tendremos autoridad sobre las naciones; (5) seremos vestidos con vestiduras blancas; (6) seremos columnas en el templo de la Nueva Jerusalén; y (7) nos sentaremos con Jesús en su trono. ¡A los que cumplan los requisitos les esperan las recompensas más selectas!
La tarea y el deseo principal de Satanás es impedir que Dios sea glorificado.
¿Pero qué significa «vencer»? Puesto que parece algo tan decisivo en el programa de Jesús para la iglesia actual, se precisa un estudio de la palabra. El término griego es nikao, raíz del nombre Nicolás, corriente en la cultura griega. Significa «conquistar», y es una voz prominente de guerra. Cuando Jesús nos llama a vencer, nos está llamando a la guerra espiritual. El Diccionario de Teología del Nuevo Testamento dice que en el Nuevo Testamento, nikao «casi siempre presupone el conflicto entre Dios o Cristo y las potestades demoniacas contrarias».4
Otras partes del Nuevo Testamento presentan a Jesús utilizando nikao sólo en dos ocasiones. Una de ellas es Juan 16:33, donde el Señor afirma: «Yo he vencido al mundo». Este es un pasaje tremendamente tranquilizador, porque nos recuerda que la guerra misma ha terminado y que el ganador y el perdedor ya han sido designados. Nuestro trabajo no consiste en ganar la guerra—Jesús lo hizo en la cruz—, sino en llevar a cabo una operación de limpieza del territorio. Pero el Señor aún espera de nosotros que venzamos en esto.
CÓMO VENCER AL HOMBRE FUERTE
La otra ocasión en la que Jesús utiliza nikao es refiriéndose al trato con el «hombre fuerte» o con una fuerza opositora demoniaca. En el evangelio de Lucas, el Señor habla de vencer (nikao) al hombre fuerte para que su palacio pueda ser invadido y sus bienes tomados como botín. Este no es sólo un pasaje importante de guerra espiritual, sino que podría considerarse válido para la actividad demoníaca en múltiples niveles. El incidente empieza con una batalla espiritual al ras del suelo, en la que Jesús está echando fuera un demonio de un hombre mudo (Lucas 11:14). Sin embargo, el Señor sigue luego hablando acerca del reino de Satanás (Lucas 11:18) y de un palacio (Lucas 11:21) y de Belzebú, que es un gran príncipe de los demonios pero situado en la escala por debajo de Satanás mismo. Esto podría considerarse como un escalamiento del ámbito de Jesús en cuanto a conquistar y vencer.
En los pasajes paralelos acerca del hombre fuerte armado en Mateo y Marcos, Jesús no utiliza la palabra «vencer», sino «atar» (véase Mateo 12:29 y Marcos 3:27). Es la misma palabra utilizada en Mateo 16:19, donde dice: «Todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos». Por lo tanto tenemos justificación para emplear de forma intercambiable los términos «vencer», «conquistar» o «atar»»cuando describimos nuestra actividad contra el enemigo en la guerra espiritual.
Las iglesias de las siete ciudades tienen que vencer—o conquistar—a las fuerzas del mal que impiden que la gloria de Dios brille en sus urbes. Y yo entiendo que ese es el deseo de Jesús, no sólo para el primer siglo, sino también para nosotros en el siglo XX.
Por ejemplo: Siento la responsabilidad de conquistar para Cristo mi ciudad, Pasadena, en California. Tengo el privilegio de participar en un grupo más grande de dirigentes cristianos llamado «Pasadena para Cristo». En este momento estamos todavía comenzando un esfuerzo masivo de oración de guerra por nuestra ciudad. Espero sinceramente que, con el tiempo, seamos capaces de identificar al hombre fuerte o a los hombres fuertes de Pasadena y vencerlos en obediencia a las instrucciones de Cristo.
LA ESTRATEGIA DE SATANÁS
Para vencer a las fuerzas demoniacas que gobiernan una ciudad en el nivel estratégico, se requiere una comprensión básica del modus operandi de Satanás.
Creo que es exacto resumir toda la maldad y las actividades tácticas del diablo en esta sola frase: La tarea y el deseo principal de Satanás es impedir que Dios sea glorificado. Cuando Dios no es glorificado en la vida de una persona, iglesia, ciudad, o en el mundo como un todo, es porque Satanás ha cumplido su objetivo hasta ese punto. La motivación subyacente del diablo, como bien sabemos, es que desea para sí la gloria debida a Dios. Cuando Lucifer cayó del cielo, estaba exclamando: «¡Seré semejante al Altísimo!» (Isaías 14:14). El tentó a Adán y Eva diciéndoles que si comían del fruto prohibido serían «como Dios» (Génesis 3:5). También tentó sin éxito a Jesús para que le adorara y le glorificase (Mateo 4:9).
¿Cómo se las arregla Satanás para hacer que Dios no sea glorificado? A fin de contestar esta pregunta puede resultar útil dividir los objetivos del diablo en primarios y secundarios.
El objetivo primario del diablo es hacer que Dios no sea glorificado impidiendo que la gente perdida se salve.
Jesús vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. Dios envió a su Hijo para que todo aquel que en El cree tenga vida eterna. Cuando alguien se salva, los ángeles del cielo se regocijan. Satanás odia todo lo mencionado anteriormente. El quiere que la gente vaya al infierno, no al cielo, y la razón por la que ese es su principal objetivo es que cada vez que lo logra obtiene una victoria eterna.
El objetivo secundario de Satanás es lograr que los hombres sean muy desgraciados.
El enemigo ha venido para hurtar, matar y destruir. Cuando vemos las guerras, la pobreza, la opresión, la enfermedad, el racismo, la codicia y otros males semejantes en tal cantidad que no se pueden enumerar, no tenemos duda alguna de que el diablo está consiguiéndolo con creces. Ninguna de estas cosas trae gloria a Dios. Pero estos objetivos son secundarios para Satanás porque suponen sólo victorias temporales.
Satanás es un experto en ambas tácticas. Ha acumulado milenios de experiencias tanto en una como en otra. Estoy de acuerdo con Timothy Warner cuando dice que «la principal táctica del diablo es el engaño», lo cual consigue «contando mentiras a la gente acerca de Dios» y «deslumbrándolos con sus muestras de poder».5 Me resulta casi incomprensible el que impida de una forma tan masiva que la gente crea en el evangelio.
¿Por qué cuando compartimos el evangelio con nuestros vecinos ellos muchas veces ni siquiera oyen lo que les estamos diciendo? El evangelio es una oferta excepcional. Sus beneficios son enormes. ¡Hacerse cristiano es mejor que ganar la lotería! Sin embargo, muchos de los que conocemos prefieren la lotería a la vida eterna. ¿Por qué? La respuesta está bien clara en 2 Corintios 4:3, 4.
El apóstol Pablo estaba experimentando una frustración semejante. No había bastante gente que aceptara a Cristo, de modo que dijo que el evangelio estaba encubierto entre aquellos que se pierden «en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento … para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo» (2 Corintios 4:4). La gente no llega a ser cristiana, pura y simplemente, porque sus mentes están cegadas. La gloria de Cristo no penetra en ellas. ¡Satanás está actuando!
CÓMO CEGAR 3.000 MILLONES DE MENTES
Mientras escribo, 3.000 millones de individuos del planeta tierra no conocen aún a Jesucristo como Señor y Salvador. Y eso sin contar a varios millones más que son cristianos sólo de nombre y no por un compromiso del corazón. Lo que quiero decir es que Satanás está consiguiendo mucho. ¿Pero cómo lo hace? ¿Cómo puede cegar a 3.000 o más millones de mentes?
Es obvio que no puede hacerlo él solo. Satanás no es Dios, ni posee ninguno de sus atributos, lo cual significa que no es omnipresente. El no puede estar en todas partes a todas horas como Dios. Tal vez sea capaz de ir muy rápidamente de un lugar a otro, pero cuando llega se encuentra aún en un sitio determinado.
La única forma imaginable de que Satanás ciegue eficazmente la mente de 3.000 millones de personas, es delegando responsabilidad. El cuenta con una jerarquía de fuerzas demoniacas que llevan a cabo sus propósitos. Cuál será esa jerarquía tal vez nunca lo sepamos, pero sí tenemos algunas indicaciones generales acerca de ella. Nuestra pista más clara está quizá en Efesios 6:12, donde dice que no luchamos contra carne y sangre, sino contra (1) principados, (2) potestades, (3) gobernadores de las tinieblas de este siglo, (4) huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
Los eruditos del Nuevo Testamento no reconocen un orden jerárquico estricto en Efesios 6:12, ya que los mismos términos griegos se utilizan con diferentes significados y de modo intercambiable en otras partes de la Escritura. Además, otros términos tales como «tronos» y «dominios» se añaden en otros lugares. En definitiva, que esas categorías no son tan claras como las de general, coronel, teniente coronel, comandante y capitán lo serían para nosotros.
Lo que sí está claro, sin embargo, es que los términos en cuestión describen a ciertas variedades de seres sobrenaturales, demoniacos, cuyo trabajo consiste en poner en práctica «las asechanzas del diablo» (Efesios 6:11). Dichos seres, y tal vez muchas otras especies inferiores que obedecen sus instrucciones, están encargados de impedir que los perdidos sean salvos y de enredar las vidas de éstos lo más posible mientras se encuentran en la tierra.
LA REALIDAD DE NUESTRAS CIUDADES
Como ya he mencionado, George Otis hijo está trabajando en un concepto fascinante que él denomina «cartografía espiritual». Entre otras cosas, George dice que debemos luchar para ver nuestras ciudades y naciones como son en realidad, no como parecen ser. Resulta decisivo discernir aquellas fuerzas espirituales en las regiones celestes que están modelando nuestras vidas visibles sobre la tierra. Walter Wink, por ejemplo, ha estado tratando de convencer a los activistas sociales, de que mayores y mejores programas de reforma no han cambiado, y probablemente nunca cambiarán la sociedad a algo mejor si no se nombran, desenmascaran y confrontan las potestades espirituales que hay detrás de sus estructuras.6
En sus éxitos de librería This Present Darkness y Piercing the Darkness [Esta patente oscuridad y Penetrando la oscuridad, Crossway Books], Frank Peretti personaliza y escenifica la lucha con las potestades más de lo que lo haría Wink. Aunque los planteamientos de ambos difieren entre sí y el mío no concuerda con ninguno de ellos, lo cierto es que todos estamos luchando por ver nuestro mundo como es en realidad, y no sólo como parece ser.
Uno de los pasajes bíblicos más útiles para esto es 2 Corintios 10:3, donde Pablo dice: «Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne». Jesús mismo expresó que debíamos estar en este mundo, pero no ser del mundo (Juan 15:19 y Juan 17:15). Esto significa que la verdadera batalla es espiritual. Y en 2 de Corintios, el apóstol Pablo sigue diciendo:
Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, refutando argumentos, y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo (2 Corintios 10:4, 5).
Una fortaleza es donde el diablo y sus fuerzas se han parapetado. El destruir dichas fortalezas constituye obviamente una acción de guerra ofensiva. Según parece, Dios quiere que ataquemos esas fortalezas del mismo modo que Jesús invadió el territorio de Satanás en el desierto para realizar su definitivo choque de poder.
Charles Kraft hace una útil distinción entre tres clases de enfrentamientos espirituales. Todos ellos se encuentran en 2 Corintios 10:4, 5 y son: choque de verdad, choque de lealtad y choque de poder.7 El choque de verdad consiste en «refutar argumentos» y el choque de lealtad en «llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo». La oración de guerra necesita ser dirigida contra estos dos tipos de fortalezas.
La frase que se refiere de la manera más directa a lo demoníaco en 2 Corintios 10:4, 5, es «toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios». La palabra griega traducida por «altivez» es hypsoma, que según el Diccionario de Teología del Nuevo Testamento es un término relacionado con las «ideas astrológicas», «potestades cósmicas» y «poderes dirigidos contra Dios, que tratan de interponerse entre Dios y el hombre».8 Esto indica la necesidad de librar una guerra espiritual a nivel estratégico que haga retroceder a esas potestades o espíritus territoriales, los cuales impiden que Dios sea glorificado.
Si distinguimos esas potestades, veremos nuestras ciudades como son en realidad. El crimen, las pandillas, la pobreza, el aborto, el racismo, la codicia, las violaciones, las drogas, el divorcio, la injusticia social, el abuso infantil y otros males que caracterizan a mi ciudad, Pasadena, en California, reflejan las victorias temporales de Satanás. Las iglesias vacías y la indiferencia al evangelio representan sus victorias eternas.
Yo apoyo y participo en la promoción de programas sociales, educación, manifestaciones Pro-vida, unas fuerzas policiales vigorosas y una lesgislación sana. Creo en las campañas evangelísticas y en las Cuatro Leyes Espirituales. Pero estos programas sociales y evangelísticos, por sí solos, jamás funcionarán como pueden o deben funcionar a menos que se destruyan las fortalezas del diablo. Esta es la verdadera batalla, y nuestra arma es la oración: la oración de guerra.
EJEMPLOS BÍBLICOS
Una vez que llegamos a comprender los principios bíblicos y teológicos que hay detrás del enfrentamiento de Jesús con el enemigo en el desierto, su deseo de que «venzamos» o conquistemos nuestras ciudades para Cristo, y la naturaleza de la verdadera batalla, que es espiritual, varios otros pasajes bíblicos cobran un nuevo significado. Los veo, no tanto como manuales tácticos para cristianos que son llamados a la guerra espiritual en el nivel estratégico, sino más bien simplemente como ilustraciones de la manera en que Dios utilizó a sus siervos de vez en cuando en la oración de guerra.
Daniel
Un ejemplo corriente es la experiencia del profeta Daniel, quien se dedicó durante tres semanas a una oración de guerra acompañada de ayuno (Daniel 10:1–21). Estuvo orando por asuntos que tenían que ver con la más alta esfera política, la de Ciro, rey de Persia. Daniel pedía por todo tipo de temas pertenecientes al ámbito natural sociopolítico, pero en esta ocasión se nos concede un atisbo poco corriente de lo que estaba sucediendo en realidad en la esfera espiritual como resultado de la oración del profeta. Allí vemos el reino de Persia como es en realidad y no como parece ser.
Durante su período de oración y ayuno, Daniel tuvo una «gran visión» que le dejó sin fuerzas (Daniel 10:8). Pero luego se le apareció un ángel para explicarle lo que había sucedido. Este ángel había sido enviado a Daniel en el primer día de su oración, pero le costó 21 días llegar a su destino. El intervalo de tres semanas fue testigo de una feroz batalla en las regiones celestes. Un ser espiritual llamado «el Príncipe de Persia» logró frenar el progreso del ángel bueno hasta que este último recibió refuerzos nada menos que a través del arcángel Miguel. Finalmente pudo darle a Daniel el mensaje de Dios, el cual era tan imponente que el profeta «estaba … con los ojos puestos en tierra y enmudecido» (Daniel 10:15). A continuación, el ángel contó a Daniel que en su viaje de vuelta no sólo tendría que pelear con el Príncipe de Persia, sino también con el Príncipe de Grecia, y que nuevamente sólo conseguiría pasar con la ayuda de Miguel.
Esta historia nos deja pocas dudas en cuanto a la influencia de los espíritus territoriales en la vida humana y en todos sus aspectos sociopolíticos. También nos muestra claramente que la única arma que Daniel tenía para combatir a esos gobernadores de las tinieblas era la oración de guerra.
Jeremías
No tenemos los mismos detalles acerca de la guerra espiritual en las regiones celestes que acompañó al ministerio del profeta Jeremías, pero sí datos más específicos sobre su llamamiento divino a la guerra espiritual en el nivel estratégico. Dios había dicho a Jeremías: «Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar» (Jeremías 1:10). Esto, obviamente no es una referencia a los reinos de este mundo como parecen ser, sino como son en realidad. Tiene que ver con los principados y las potestades, que son la raíz de los sucesos que se producen en los asuntos humanos.
Y Dios no le dio a Jeremías armas carnales para realizar ese trabajo. El profeta no ocupaba ningún cargo político, ni tenía autoridad militar ni grandes riquezas a su disposición. Su arma era la intercesión, la oración de guerra que sintonizaba con Dios y que era lo bastante poderosa para cambiar el curso de la historia humana.
Lucas y Hechos de los Apóstoles
Pocos eruditos modernos se han tomado tanta molestia en estudiar el tema de la guerra espiritual estratégica en el Nuevo Testamento como la especialista en temas neotestamentarios Susan R. Garrett, de la Universidad de Yale. Su excelente libro The Demise of the Devil [La destitución del diablo] confirma que el asunto subyacente a la narrativa de Lucas en el libro de los Hechos era la batalla contra lo demoníaco. Susan Garrett plantea la pregunta: «Si los ojos de la gente han sido «cegados» por el control de Satanás sobre sus vidas, ¿cómo puede Pablo abrírselos?» La respuesta, según ella afirma, es: «Pablo mismo debe estar investido con una autoridad superior a la de Satanás» (énfasis de Susan Garrett). Ella considera Lucas 10:19 como un pasaje clave, la declaración de Jesús de que sus discípulos tendrían autoridad sobre todo el poder del enemigo, y ese es exactamente el poder que actúa a través de Pablo en Hechos.9
Es muy posible que el ejemplo más extraordinario de Pablo «tomando la ciudad para Dios»—si utilizamos la terminología de John Dawson—sea su ministerio en Efeso.
Efeso destacaba entre las ciudades del imperio romano como «centro de los poderes mágicos», según el profesor Clinton E. Arnold, profesor de la Escuela Teológica Talbot. Arnold afirma que «la característica predominante del ejercicio de la magia en todo el mundo helenístico era el conocimiento de un mundo espiritual que ejercía influencia sobre prácticamente todos los aspectos de la vida humana».10
Cuando Pablo fue a Efeso, seguramente estaba al corriente de la intensa guerra espiritual de alto nivel que le aguardaba. Y después de salir de allí, su epístola a los Efesios contiene «una concentración de terminología de poder bastante más alta que cualquier otra carta atribuida al apóstol».11
A través del ministerio del apóstol Pablo y de otros de su equipo, los principados que dominaban el área (Efeso) se debilitaron hasta el punto de que el evangelio pudo extenderse rápidamente. Esta fue una guerra espiritual efectiva en el nivel estratégico.
El ministerio de Pablo en Efeso dio como resultado la fundación de una iglesia fuerte en aquel lugar, así como el establecimiento de una base regional para la extensión del evangelio. En el plazo de dos años «todos los que estaban en Asia oyeron la palabra del Señor Jesús» (Hechos 19:10) y «crecía y prevalecía poderosamente la palabra del Señor» (Hechos 19:20). Susan Garrett dice que la expresión «crecía la palabra» implica que se había vencido un obstáculo. ¿Y cuál era ese obstáculo? «Era—explica—la aparentemente implacable presa que había tenido el ejercicio de la magia, el comercio con malos espíritus y su concomitante lealtad a su señor, el diablo, sobre los efesios».12
En otras palabras: que a través del ministerio del apóstol Pablo y de otros de su equipo, los principados que dominaban el área [Efeso] se debilitaron hasta el punto de que el evangelio pudo extenderse rápidamente. Esta fue una guerra espiritual efectiva en el nivel estratégico que muchos interpretaron como un asalto al espíritu territorial conocido: Diana de los Efesios.
Antes de su experiencia en Efeso, Pablo había experimentado otro choque espiritual de alto nivel en el oeste de la isla de Chipre, donde el apóstol descubrió que el dirigente político Sergio Paulo se había ligado con el ocultista Elimas, también llamado Barjesús. El brujo hizo lo que deseaba Satanás, intentar «apartar de la fe al procónsul». Después de asegurarse que los presentes reconocieran que aquel hombre estaba «lleno de todo engaño y de toda maldad» y que era un «hijo del diablo» y «enemigo de toda justicia», Pablo le hirió con ceguera por el poder del Espíritu Santo. Susan Garrett comenta al respecto: «Cuando Pablo invocó la mano del Señor, haciendo que la oscuridad y las tinieblas cayeran sobre Barjesús, quedó inequívocamente confirmada la posesión por parte del apóstol de una mayor autoridad que la de Satanás». La gente que presenció aquello percibió rápidamente: «Este hombre tiene capacidad para abrir los ojos de los gentiles, a fin de que se conviertan de las tinieblas a la luz y de la potestad de Satanás a Dios».13
Los cristianos que creen en la Biblia querrán seguir a Jesús y a los apóstoles en esa guerra espiritual a nivel estratégico que puede llevar a conquistar sus ciudades y naciones para Cristo. Me gusta la forma en que Susan Garrett describe el mundo que rodeaba al ministerio de Jesús y los apóstoles. Dice Garrett: «Las regiones tenebrosas son el reino de Satanás, príncipe de este mundo, quien durante eones se ha sentado parapetado y bien protegido, rodeado por sus muchas posesiones a manera de trofeos. Sus demonios mantienen cautivos a los enfermos y poseídos, y también los paganos están sujetos a su dominio, dándole el honor y la gloria debidos a Dios».14
Cuando Jesús llegó anunciando el reino de Dios, este reino de tinieblas de Satanás quedó abocado al fracaso». Desde luego—sigue diciendo Garrett—, la victoria final es algo futuro. Pero Satanás y sus servidores demoníacos y humanos ya no pudieron seguir acosando y atormentando a su antojo. El reino del diablo se astillaba a su alrededor, y su autoridad ya no era reconocida por todos. La batalla aún rugía, pero el triunfo definitivo de Cristo estaba asegurado. La experiencia cristiana—desde sus primeros días hasta el tiempo de Lucas—testificaba de la destitución del diablo».15
PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR
1.      Desarrolle el concepto de que Jesús vivió su vida sobre la tierra a través de su naturaleza humana pero que al mismo tiempo no dejó nunca de ser Dios.
2.      ¿Cuáles son las ventajas y también las limitaciones de decir: «Te ato, Satanás»?
3.      Explique cómo acomete Satanás su tarea de impedir que Dios sea glorificado.
4.      ¿Qué es probable que encuentre si mira su ciudad «como realmente es» y no «como lo que parece ser»?
5.      ¿Qué implicaba la guerra espiritual del apóstol Pablo contra Diana de los Efesios?

1 O. Bocher, “Wilderness”, The New International Dictionary of New Testament Theology, Colin Brown, ed., Vol. 3, pp. 1005, 1008 (Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing House, 1978).
2 Colin Brown, That You May Believe: Miracles and Faith Then and Now (Grand Rapids, MI:Wm. B. Eerdmans Pub. Co., 1985).
3 C. Peter Wagner, How to Have a Healing Ministry (Ventura, CA:Regal Books, 1990), pp. 102–103).
4 W. Gunther, “Fight”, Dictionary of the New Testament Theology, Vol 1, p. 650.
5 Timothy M. Warner. “Deception: Satan’s Chief Tactic”, Wrestling with Dark Angels, C. Peter Wagner and F. Douglas Pennoyer, eds. (Ventura, CA: Regal Books, 1990), pp. 102–103.
6 La influyente trilogía de Walter Wink incluye: Nombrando a las potestades, Desenmascarando a las potestades y Confrontando a las potestades. Todos ellos han sido publicados por Fortress Press.
7 Charles H. Kraft, “Encounters in Christian Witness”, Evangelical Missions Quarterly, julio de 1991, pp 258–265.
8 D. Mueller, “Height”, Dictionary of New Testament Theology, Vol. 2, p. 200.
9 Susan R. Garrett, The Demise of the Devil: Magic and Demonic in Luke’s Writings (Minneapolis, MN: Fortress Press, 1989), p. 84.
10 Clinton E. Arnold, Ephesians: Power and Magic (Cambridge, England: Cambridge University Press, 1989), pp. 14, 18.
11 Ibid., p. 1.
12 Garrett, The Demise of the Devil, p. 97.
13 Ibid., p. 86.
14 Ibid., p. 101.
15 Ibid., pp. 108–109.
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Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha librado de la ley del pecado y de la muerte.

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
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La verdadera batalla es espiritual
Para la inmensa mayoría de los cristianos norteamericanos la guerra espiritual que he estado describiendo es un concepto nuevo. Muchos han comenzado a preguntarse si será posible integrarla a sus ministerios dadas sus tradiciones y preparación. Pero ellos no son los únicos. Incluso los pastores argentinos luchan con algunas de las mismas cuestiones teológicas y prácticas.
APRENDA LA LECCIÓN
Disfruté mucho hablando con el pastor Alberto Prokopchuk, de la Iglesia Bautista de los Olivos, La Plata, Argentina, porque podía identificarme muy estrechamente con su trasfondo. La tradicional preparación bautista para el ministerio que había recibido no incluía un curso en Guerra Espiritual. Su ministerio en la Iglesia Bautista de Los Olivos no era muy diferente de lo que vemos en tantas iglesias típicas de nuestras ciudades americanas: un sólido ministerio de enseñanza bíblica, un nivel de moralidad relativamente alto, el fruto del Espíritu manifestado en un grado razonable, y miembros que oran, diezman, asisten a los cultos y testifican a sus vecinos cuando se les presenta la oportunidad. ¡Todo eso y ningún crecimiento!

Bajo el ministerio de Alberto, la iglesia de Los Olivos había permanecido estancada en 30 miembros durante muchos años, hasta que Carlos Anacondia llegó a La Plata para realizar una campaña. Alberto y la Iglesia Bautista de Los Olivos colaboraron en ella, y a medida que asistían a los cultos noche tras noche y observaban a Anacondia, comenzaron a aprender acerca de la oración de guerra. Quedaron profundamente impresionados por los resultados no sólo por las miles de personas que eran sanadas físicamente y liberadas de espíritus malos, sino todavía más por las 50.000 que tomaron públicamente una decisión por Cristo. Nunca se había visto en La Plata nada que se acercara a esto.

Sin embargo, el observar a Anacondia y a su equipo llevar a cabo la campaña y el trasladar ese tipo de ministerio a una iglesia bautista tradicional eran dos cosas muy distintas. No obstante, una cosa que sí sabían cómo hacer los bautistas era evangelizar. De modo que los dirigentes laicos de Los Olivos abordaron a Alberto y le dijeron: «Tengamos una campaña evangelística en nuestra propia iglesia».

Alberto no estaba listo para aquello. «No tengo el don de evangelista», replicó. «¿Debemos invitar a un evangelista de fuera?» «No, hagamos un trato», le respondieron: «Usted predica en la campaña y nosotros oramos a Dios para que le conceda el don de evangelista».

Posiblemente en un momento de debilidad, Alberto accedió. Organizaron la campaña y celebraron el primer culto. Alberto predicó un mensaje evangelístico e hizo la invitación. ¡No hubo respuesta!

Mientras se angustiaba interiormente por su evidente falta de poder, le pareció escuchar una voz dentro de sí que le decía:
«¡Intenta hacerlo a la manera de Anacondia!»
Medio desesperado, Alberto decidió jugarse el todo por el todo y lo intentó. Hizo una enérgica oración de guerra y reprendió directamente a los espíritus como había visto hacerlo tantas veces a Carlos Anacondia.

Una vez atados los espíritus con la autoridad que Jesucristo le había dado, hizo nuevamente la invitación. ¡Esta vez más de quince personas saltaron de sus asientos y vinieron corriendo al frente para recibir a Cristo como Salvador y Señor!

La Iglesia Bautista de Los Olivos ha crecido de los treinta miembros que tenía hasta más de 900. Pero eso no es todo. Prokopchuk ha comenzado congregaciones satélites en otras partes de la ciudad que suman un total de 2.100 miembros. La meta de Alberto Prokopchuk para su iglesia, junto con su red de congregaciones satélites, es de 20.000 miembros para el año 2000. No es necesario decir que Alberto lo ha estado haciendo «como Anacondia» desde entonces.
LA VERDADERA BATALLA
La lección fundamental que Alberto Prokopchuk aprendió fue que la verdadera batalla para una evangelización eficaz es una batalla espiritual. El lo aprendió a su manera, y otros lo estamos aprendiendo a la nuestra.

El Movimiento del Crecimiento de la Iglesia, al cual represento, ha sido bendecido por Dios y utilizado para estimular cambios fundamentales tanto en el ministerio de la iglesia local como en la evangelización del mundo. Este movimiento comenzó en 1955 y durante los aproximadamente 25 años que estuvo bajo la inspiración de su fundador, Donald McGavran, trabajó en el desarrollo de los nuevos aspectos tecnológicos radicales de crecimiento de la iglesia y evangelismo que tan ampliamente aclamados han sido.
Yo creo que Dios quiere que hagamos un mejor trabajo evangelizando nuestra nación en los próximos años. Y en mi opinión lo haremos en la medida que comprendamos que la verdadera batalla es espiritual.
Alrededor de 1980, algunos de nosotros comenzamos a explorar cuáles podrían ser algunas de las dimensiones espirituales del crecimiento de la iglesia. Eso no significa que ahora consideremos malo ningún aspecto tecnológico o que vayamos a sustituir lo tecnológico por lo espiritual. No; la tecnología ha sido sumamente útil para las iglesias y misiones, y seguimos trabajando con ahínco para mejorarla y actualizarla.

Sin embargo, lo que hemos descubierto es que toda la tecnología evangelística del mundo podrá tener un efecto mínimo sólo si se logra ganar la batalla espiritual. Es algo así como un automóvil nuevo con los últimos adelantos de la ingeniería; que puede ser muy bonito y estar construido a la perfección, pero que no funcionará hasta que se le eche gasolina en el depósito. Lo mismo sucede con el poder espiritual en el evangelismo y el crecimiento de la iglesia.

Para ilustrarlo, considere la década de los 80 en América. Esos fueron los años del desarrollo rápido de algunas de las mayores iglesias que ha visto jamás la nación. Casi todas las áreas metropolitanas tienen ahora una o más megaiglesias que no existían antes. Los seminarios sobre el crecimiento de la iglesia y los recursos evangelísticos se han multiplicado. Las escuelas cristianas privadas y el uso por los creyentes de los medios de comunicación han aumentado extraordinariamente. En la superficie parecía que el cristianismo estaba haciendo grandes progresos en nuestro país, pero las estadísticas presentan un cuadro bien distinto: al final de la década la asistencia a la iglesia era la misma que en sus comienzos, y la membresía de las iglesias protestantes había disminuido.

Yo creo que Dios quiere que hagamos un mejor trabajo evangelizando nuestra nación en los próximos años. Y en mi opinión lo haremos en la medida que comprendamos que la verdadera batalla es espiritual.
APRENDA ACERCA DE LA LUCHA
En 1980 sentí de Dios que necesitaba concentrarme en las dimensiones espirituales del crecimiento de la iglesia. Por mi íntima amistad con John Wimber—a quien entonces algunos apodaban «Don Señales y Prodigios»—supe que el evangelismo con poder sería lo primero en mi nueva agenda. También sentía que después de aquello vendría la oración, aunque debo admitir que no tenía en ese momento ninguna pista de cómo ésta podía relacionarse con la evangelización eficaz.

En mi libro How to Have a Healing Ministry [Cómo tener un ministerio de sanidad] (Regal Books), publicado en 1988, compartí mi investigación sobre las señales y los prodigios, y un año antes había comenzado a estudiar con ahínco y a enseñar acerca de la oración. Sin embargo, hasta que no llegó el magnífico Congreso de Lausana sobre la Evangelización Mundial en Manila, en el verano de 1989, no aprendí realmente en cuanto a la verdadera batalla.

Aunque no sabía demasiado acerca de ella, para 1989 había empezado por lo menos a entender dos cosas: 
(1) La evangelización funcionaría mejor si iba acompañado de una oración fervorosa, y        (2) en el cuerpo de Cristo, a nivel internacional, Dios había dotado, llamado y ungido a ciertos individuos que estaban siendo extraordinariamente eficaces en el ministerio de intercesión.

Yo me encontraba en posición de integrar esas nuevas nociones en el Congreso Lausana II, porque era miembro del Comité Internacional de Lausana que patrocinaba el congreso.

Mientras oraba acerca de cómo unir la oración con la evangelización, Dios impresionó mi mente con el pensamiento de que debía tratar de identificar a 30 ó50 de esos intercesores de primer orden y desafiarles a venir a Manila pagándose sus propios gastos, pasar por alto el proceso de selección de participantes establecido, alojarse en el Hotel Plaza Filipino frente al Centro de Convenciones donde se celebraría el congreso, y orar durante las 24 horas del día todo el tiempo que durara el mismo. Los dirigentes del Comité de Lausana accedieron, y pedí a Ben Jennings, de la «Campaña de Oración por la Gran Comisión» de Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo, que organizara y dirigiera el proyecto. Ben realizó un magnífico trabajo y, cumpliendo nuestras expectativas más elevadas, se presentaron cincuenta intercesores.
A través del equipo de intercesión de Manila, Dios nos dio lo que a mí me gusta llamar una «parábola viviente», a fin de hacernos ver con claridad cuáles son los verdaderos temas subyacentes en la evangelización mundial. Pero antes de que describa esa parábola tengo que explicar aún otro factor decisivo.
EL CORDÓN DE TRES DOBLECES
En la primavera de 1989 comencé a aprender acerca de otra dimensión espiritual relacionada con el evangelismo: la profecía personal. No quiero entrar en detalles aquí de cómo individuos como John Wimber, Cindy Jacobs y Paul Cain ayudaron a abrirme esta nueva área de entendimiento, sólo decir que en un principio yo era un poco escéptico al respecto. Sin embargo, ahora creo que el ministerio profético es un ministerio válido e importante en estos días.

A comienzos del verano de ese mismo año, John Wimber me dijo que Dick Mills me telefonearía con una profecía y me recomendó que prestara mucha atención a ella. Para mi desconcierto yo nunca había oído de Dick Mills, pero John lo describió como uno de los profetas más respetados de América con una trayectoria muy probada. Seguidamente supe por Cindy Jacobs, que conocía bien a Mills, que el telefonear a extraños iba en contra de las costumbres de éste. Por casualidad, Cindy resultó estar invitada en casa el día que Dick Mills me llamó.

No detallaré aquí lo que decía la profecía, pero el asunto de la parábola viva de Manila era una aplicación profética de Eclesiastés 4:12 a mi ministerio: «Cordón de tres dobleces no se rompe pronto». Dick me dijo que sentía que Dios me estaba llamando a servirle como catalizador para que ayudara a unir tres cordones que El deseaba trenzar en un diseño a fin de cumplir sus propósitos en años venideros. Esos tres cordones eran: los evangélicos conservadores, los carismáticos y los liberales escrupulosos.

Lausana II habría de desempeñar un papel importante en cuanto a la unión de los dos primeros cordones. Aunque Lausana I, celebrado en Suiza en 1974, había incluido sólo una participación simbólica de pentecostales y carismáticos, quince años más tarde, en Lausana II, estos grupos eran bastante prominentes. Algunos dijeron que, por el número de manos levantadas en las sesiones plenarias, tal vez la mayoría de los participantes fueran carismáticos.

Resultó que aproximadamente la mitad de aquellos que se reunieron para formar el equipo de intercesión de Manila eran evangélicos conservadores y la otra mitad pentecostales o carismáticos. Más tarde supe que, por ser la primera vez que esos dos grupos se habían mezclado a ese nivel, al principio les asaltaron una variedad de pensamientos. Los carismáticos se decían a sí mismos: «Me pregunto si estos evangélicos saben en realidad cómo orar y ponerse en contacto con Dios». Y los evangélicos, por su parte, pensaban: «¿Se van a poner estos carismáticos a gritar, chillar y a revolcarse por el suelo?»

Pero para el deleite de todos los implicados, descubrieron que al empezar a orar juntos no había ninguna diferencia apreciable entre ellos. Cuando entraron al salón del trono de Dios en compañía unos de otros se encontraron hablando y oyendo las mismas cosas. Los evangélicos animaban a los carismáticos y los carismáticos a los evangélicos. Dos de las cuerdas de Dios se estaban uniendo.
LA PARÁBOLA VIVIENTE
Una de las señales visibles más extraordinarias que he percibido de Dios ocurrió durante la primera noche que el equipo de intercesión de Lausana se reunió en la suite de oración del Hotel Plaza Filipino. La víspera de la mayor convocación internacional sobre evangelización celebrada hasta la fecha, Dios nos dio una parábola viviente para mostrarnos de una vez por todas que la verdadera batalla por la evangelización del mundo es espiritual.

Los cincuenta intercesores se sentaron alrededor de aquella gran habitación de hotel en círculo. Venían de doce naciones distintas, la mayor parte de ellos de Norteamérica. Diez de los intercesores eran filipinos. Y aunque mi esposa, Doris, y yo no somos intercesores, nos invitaron a participar en las actividades de la sala de oración por haber concebido la idea.

Naturalmente, el primer elemento de la reunión fue presentarnos. Y cuando habíamos recorrido poco más de la mitad del círculo, una mujer filipina, llamada Juana Francisco, de alrededor de sesenta años de edad se dio a conocer y nos habló del ministerio de intercesión que había ejercido durante muchos años. Dos o tres minutos después, mientras hablaba otro, Juana Francisco sufrió lo que más tarde supimos que era un ataque crítico de asma. Gritó, su rostro se puso pálido y comenzó a jadear ruidosamente tratando de respirar.

Una oleada de pánico recorrió la sala. Dos hombres tomaron a Juana por los brazos y la llevaron medio en volandas afuera, al pasillo del hotel. Justo al otro lado del vestíbulo estaba la habitación ocupada por Bill y Vonette Bright, de Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo. Lograron colocar a la mujer en la cama de Bill y afortunadamente una de las intercesoras filipinas era médico, de manera que salió con Juana para atenderla. Con el consuelo de que ya se encontraba bajo cuidado facultativo, dos o tres intercesores oraron por su salud y luego continuamos con las presentaciones.

Casi al terminar de dar la vuelta al círculo, alguien irrumpió en la sala gritando: «¿Quién tiene un automóvil? ¡Es una emergencia! ¡Debemos llevarla al hospital …! ¡La doctora dice que está muriendo!»

Dos mujeres—que no hacía mucho que se conocían—, saltaron de sus sillas de inmediato y salieron rápidamente por la otra puerta al pasillo del hotel. Una de ellas, Mary Lance, es reconocida como evangélica—presbiteriana de Charlotte, Carolina del Norte—y ha sido durante muchos años la intercesora personal de Leighton Ford, presidente del Movimiento de Lausana, el que ostentaba el cargo más alto del congreso. La otra era Cindy Jacobs, a la que ya me he referido anteriormente. Cindy es una conocida carismática independiente.
El espíritu de vudú
Una vez en el pasillo, Mary Lance y Cindy se miraron a los ojos y supieron en seguida en el Espíritu que habían recibido el mismo mensaje de Dios. El Señor les había dicho a ambas que el ataque de Juana Francisco era debido a la invasión de un espíritu de vudú. El vudú filipino había sido proferido contra el grupo y Dios había retirado lo suficiente su protección como para que ese espíritu de enfermedad alcanzara a la intercesora, de un modo muy parecido a la manera en que en el pasado permitiera al enemigo acceder a Job. En cuestión de segundos, Mary Lance y Cindy se asieron las manos, se pusieron de acuerdo en el Espíritu, hicieron una oración de guerra y rompieron el poder del demonio en el nombre de Jesús.

Precisamente en ese momento, Bill Bright, que no sabía nada de lo que había sucedido, salió del ascensor y se dirigió a su habitación. Allí, tendida en su cama, se encontraba aquella extraña filipina tratando de respirar y debatiéndose con la muerte. Su acción automática como cristiano fue imponerle las manos y orar por su sanidad, lo que hizo en el mismo momento que Mary Lance y Cindy rompían la maldición. Juana Francisco abrió los ojos y comenzó a respirar con normalidad. ¡La crisis había terminado!

Para entonces Doris y yo estábamos en el pasillo. Bill Bright salió de su habitación, vino hacia nosotros y nos dijo con una voz bastante emocionada: «¡Tenemos mucho poder! ¡Deberíamos utilizarlo más a menudo!»
¿Qué nos muestra Dios?
El propósito de Dios detrás de las parábolas, en este caso de una parábola viviente, es enseñar a su pueblo una lección importante. Cuando analizo aquel acontecimiento, la interpretación está clara. Aunque aquellos 4.500 líderes cristianos seleccionados de casi 200 naciones del mundo se reunieron en el congreso Lausana II en Manila a fin de elaborar una estrategia para la evangelización de 3.000 millones de personas que no conocen todavía a Jesucristo como Señor y Salvador, Dios quería que todos ellos conocieran la verdadera naturaleza de su tarea. En la parábola puedo ver tres lecciones principales:

1.     La evangelización mundial es un asunto de vida o muerte.
Hablando médicamente, Juana Francisco estuvo al borde de la muerte. En términos espirituales, 3.000 millones de personas en el mundo están a punto de sufrir una muerte todavía más terrible: la muerte eterna en el infierno. Si Juana Francisco hubiera muerto, habría ido al cielo. La crisis evangelística a la que se enfrenta el pueblo de Dios es mucho más seria que la breve crisis habida en el Hotel Plaza Filipino, ya que si los inconversos mueren no van al cielo.

2.     La clave para la evangelización mundial es escuchar a Dios y obedecer lo que oímos.
Mary Lance Sisk y Cindy Jacobs recibieron ambas una revelación inmediata de Dios. Como intercesoras experimentadas estaban acostumbradas a esto, de modo que no las tomó por sorpresa. Y el hecho de que las dos escuchasen la misma palabra al mismo tiempo confirmó a cada una de ellas que estaban oyendo correctamente.

Pero ellas también sabían que el escuchar a Dios era sólo el primer paso. El segundo consistía en tener el valor de obedecerle mandase lo que mandase. Sabían que El quería que se rompiera la maldición, de modo que actuaron y, otra vez, lo hicieron como cada una de ellas lo había hecho muchas veces antes: tomaron autoridad en el nombre de Jesús y ninguna tuvo duda alguna de que en ese instante la batalla se había ganado.

3.     Dios va a utilizar a todo el cuerpo de Cristo para completar la tarea de la evangelización mundial.
Los evangélicos no van a cristianizar el mundo por sí solos. Los carismáticos tampoco van a hacerlo. Dios escogió a una evangélica y una carismática para que se encontraran en el pasillo y libraran una batalla espiritual. Luego, para sellar el asunto, escogió a Bill Bright, uno de los participantes evangélicos más visibles del movimiento de Lausana, para hacer la oración de sanidad y ver cómo el Señor levantaba a Juana Francisco del lecho de muerte.
ESPÍRITUS TERRITORIALES
Antes de la celebración en Manila de Lausana II, no hubo mucha discusión sobre la manera en que los espíritus territoriales podían influir en la evangelización mundial ni siquiera entre los pentecostales y los carismáticos, y menos aún entre los evangélicos.

Aunque este tema no formaba parte del diseño global llevado a cabo por el comité de programa, cinco de los talleres de Manila trataron de los espíritus territoriales y de la intercesión en el nivel estratégico. Los que hablamos de ello fuimos: Omar Cabrera y Edgardo Silvoso de Argentina, Rita Cabezas de Costa Rica, y Tom White y yo de los Estados Unidos. El interés en estos talleres superó las expectativas y, antes de terminar el congreso, yo sentí que Dios quería que tomase cierto liderazgo en cuanto a investigar más el asunto.

John Robb, de World Vision, precipitó la convocatoria de un grupo muy selecto que vivía en Estados Unidos que tenía cierto conocimiento de la guerra espiritual a nivel estratégico. Casi por defecto me convertí en el coordinador del acontecimiento. Entre los 30 individuos que asistieron a la primera reunión en Pasadena, California, el 12 de febrero de 1990, estaban Larry Lea, Gary Clark, John Dawson, Cindy Jacobs, Dick Bernal, Edgardo Silvoso, Mary Lance Sisk, Gwen Shaw, Frank Hammond, Bobbie Jean Merck, Jack Hayford, Joy Dawson, Beth Alves, Ed Murphy, Tom White, Charles Kraft y otros. Bobbye Byerly dirigió simultáneamente a un grupo de intercesión que estuvo orando durante todo el encuentro en la sala contigua.

El grupo empezó a autodenomlnarse la «Red de Guerra Espiritual» con el subtítulo de «Grupo Surgido de Lausana II en Manila para Estudiar la Guerra Espiritual a Nivel Estratégico». Ninguno de los miembros de la Red se considera a sí mismo un experto, pero todos están de acuerdo en que la verdadera batalla para la evangelización del mundo es espiritual, y que cuanto más aprendamos acerca de ella más eficazmente podremos concluir la Gran Comisión dada por Jesús de hacer discípulos a todas las naciones.

Algunos del grupo están avanzando en ello. El excelente libro de John Dawson La reconquista de tu ciudad (Editorial Betania) es el primer libro analítico y de enseñanza que tenemos sobre la oración de guerra. Las obras de Dick Bernal tales como Storming Hell’s Brazen Gates [La entrada descarada al infierno tormentoso] (Jubilee Christian Center) y Come Down Dark Prince [Ven, príncipe de las tinieblas] (Companion Press) comparten ministerios reales de guerra espiritual en el campo misionero. Mi libro Engaging the Enemy [Comprometiendo al enemigo] (Regal Books) reúne tratamientos del tema por 18 dirigentes cristianos, algunos de la Red de Guerra Espiritual—tales como Tom White, Dick Bernal, Larry Lea, Jack Hayford, John Dawson, Edgardo Silvoso, etc—y otros como Michael Green, Paul Yonggy Cho, Timothy Warner u Oscar Cullman. Possessing the Gates of the Enemy, [Poseyendo la entrada del enemigo] de Cindy Jacobs (Chosen Books) es el manual práctico de cómo hacemos en realidad la intercesión en la Red. El importante concepto de cartografía o mapping espiritual (véase el capítulo 8) es introducido por George Otis hijo en su libro The Last of the Giants [El último de los gigantes] (Chosen Books).
EL PODER ESPIRITUAL EN LA EVANGELIZACIÓN
No todos los que se lanzan a evangelizar son igual de eficaces. Y puesto que esto es así, resulta útil saber quiénes son los más efectivos y qué están haciendo que otros no hacen. Esta es una de las tareas de los profesores de crecimiento de la iglesia como yo. Llevo más de dos décadas estudiando iglesias que crecen y otras que no crecen, estudio del que han surgido ya algunas respuestas.

El crecimiento de la iglesia es en cierto modo complejo. Hay tres series de factores que intervienen cuando se hace un análisis del crecimiento o de la decadencia de congregaciones: los factores institucionales—la iglesia puede cambiar si lo desea—; los factores contextuales, que son condiciones sociológicas—la iglesia no tiene poder para cambiar—; y los factores espirituales, que reflejan la mano de nuestro Dios soberano.

Cuando se consideran a escala mundial, parece sin embargo que los factores institucionales y contextuales tal vez no sean tan decisivos como los espirituales. Esto resulta obvio cuando uno se fija en el crecimiento de los movimientos pentecostales y carismáticos durante los 40 ó 50 años pasados. Aunque ha habido algún crecimiento vigoroso entre iglesias no carismáticas y no todas las denominaciones e iglesias carismáticas crecen, sigue siendo cierto que a lo largo de las últimas décadas el crecimiento más asombroso de la iglesia a nivel mundial se ha registrado entre aquellas iglesias que dependen de un modo más explícito del poder espiritual; a saber las pentecostales y carismáticas.

El movimiento pentecostal/carismático tiene sus raíces en los comienzos del siglo XX, pero su poderoso crecimiento no empezó realmente hasta después de la Segunda Guerra Mundial. En aquel entonces, en 1945, contaba con 16 millones de adherentes en todo el mundo. Para 1965, su número había aumentado hasta los 50 millones. En 1985 tenía ya 247 millones. Y la increíble cifra que arroja 1991 es de 391 millones.
En toda la historia, ningún otro movimiento humano voluntario o militarista y no político ha crecido tan extraordinariamente como el movimiento pentecostal/carismático durante los últimos 25 años.
Una denominación pentecostal, las Asambleas de Dios, creció de 1,6 millones en 1965 hasta 13,2 millones en 1985. Aunque se trata de un grupo relativamente nuevo, las Asambleas de Dios es ahora la denominación mayor o la segunda en número de miembros en más de 30 naciones del mundo. En una sola ciudad, Sao Paolo, Brasil, cuenta con 2.400 iglesias. El movimiento cristiano con mayor tasa de crecimiento en los Estados Unidos es el carismático independiente. Salvo algunas excepciones, la megaiglesia más grande de cualquier área metropolitana de América es pentecostal o carismática. También eran pentecostales/carismáticas las seis mayores iglesias del mundo que en 1990 tenían una asistencia a los cultos de 50.000 personas o más.

Aunque no soy historiador profesional, me atrevería a adelantar una hipótesis: Creo que en toda la historia, ningún otro movimiento humano voluntario no militarista y no político ha crecido tan extraordinariamente como el movimiento pentecostal/carismático durante los últimos veinticinco años.

Parece razonable pensar que aquellos que venimos del ala evangélica tradicional de la Iglesia haríamos bien en estar abiertos a aprender de nuestros hermanos y hermanas carismáticos. Y la lección más fundamental, según mi parecer, es que tienen una comprensión más avanzada del carácter espiritual de la verdadera batalla por la evangelización. Las señales y los prodigios, la liberación de espíritus demoniacos, las sanidades milagrosas, la adoración sostenida y entusiasta, las profecías y la guerra espiritual son considerados por muchos de ellos como las manifestaciones normales del cristianismo.

La demostración de este poder espiritual en traer grandes cantidades de personas a Jesucristo habla por sí sola. No tenemos más que mirar lo que Dios está haciendo hoy en día en el mundo para darnos cuenta de que la efìcacia de nuestros esfuerzos evangelísticos depende en buena medida del resultado que obtengamos en las batallas espirituales libradas en las regiones celestes.

Las Escrituras señalan que nuestra arma principal para enfrentarnos al enemigo en esta batalla es la oración de guerra.
PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR
1.      Hable de alguna metodología evangelística o de algunas técnicas de crecimiento de la iglesia que conozca las cuales no parezcan estar funcionando todo lo bien que deberían.
2.      ¿Cómo describiría usted cada segmento del «cordón de tres dobleces» que Dios está juntando? Nombre algunos líderes de cada uno de ellos. ¿Puede imaginárselos apoyando sus ministerios mutuamente?
3.      ¿Cree usted que cristianos como Juana Francisco pueden ser maldecidos realmente? ¿Podría ella haber muerto de no haberse roto la maldición?
4.      ¿Qué temas le gustaría que se trataran si fuera usted a asistir a una reunión de la Red de Guerra Espiritual?
5.      Nombre varias de las áreas específicas que el resto del cuerpo de Cristo puede aprender del movimiento pentecostal/carismático.


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