El Remanente está enfermo
Hageo es un corto libro que se encuentra casi al final del Antiguo Testamento. Forma parte de lo que los creyentes gentiles denominan “profetas menores”. Es necesario hacer constar que no se les aplicó ese título porque fueran de poca importancia o menos inspirados que “los profetas mayores”. Más bien, son libros más breves que los mayores. Aun Oseas y Zacarías, los más largos de los menores con sus 14 capítulos, no pueden compararse con el libro del profeta Isaías, cuyo contenido abarca 66 capítulos. Estos libros fueron denominados así, “menores”, desde los tiempos de Agustín y Jerónimo.
Por otro lado, es interesante notar que esa docena de libros que conocemos como “profetas menores” fueron coleccionados por los judíos en un solo tomo llamado “los doce”. Posiblemente lo hicieron así porque, siendo tan cortos, se corría el riesgo de perder un rollo individual de un libro tan diminuto.
Los últimos tres libros de los profetas menores y, por ende, del Antiguo Testamento, pertenecen al período histórico de los judíos conocido como “posexílico”. Fueron escritos especialmente para aquellos relativamente pocos judíos que regresaron de Babilonia a “la tierra prometida” para vivir entre los que no fueron llevados al cautiverio y otra gente que había sido trasladada para allá. Es cierto que volvieron pocos, pero los que retornaron recibieron una gran e importantísima comisión; reconstruir el templo. En efecto, el propósito del remanente era más religioso que político. Se podría decir que el libro de Hageo gira alrededor del versículo ocho del primer capítulo: “Subid al monte, y traed madera y reedificad la casa; y pondré en ella mi voluntad, y seré glorificado, ha dicho Jehová”.
EL AUTOR
Hageo tuvo el privilegio y responsabilidad de ser la primera voz profética del período posexílico, tarea sumamente importante por dos razones: (1) en aquellos días escaseaba la palabra profética de Dios y (2) la situación y responsabilidad que tenía el remanente. En casi todas las ocasiones en donde aparece el nombre del autor, tanto en su propio libro como en el libro de Esdras, el Espíritu Santo lo llama: “el profeta”. Y, para decir verdad, eso es todo lo que se sabe con certidumbre de su persona. Como en los casos de Abdías y Habacuc, la Biblia no ofrece datos biográficos de Hageo.
Se cree que su nombre tenía el sentido de “festivo”, posiblemente indicando que había nacido en día de fiesta. También se piensa que ya era un hombre de edad avanzada cuando predicó sus mensajes y que probablemente murió poco después de entregarlos. Eso se basa en que desapareció de la escena cuando terminó su último mensaje. A continuación, Zacarías se encargó de llevar la batuta para dirigir la misma partitura.
La tradición agrega que Hageo, habiendo nacido en Babilonia, regresó de joven a Jerusalén y que en el transcurso del tiempo contempló la reedificación del templo. Pero esta no deja de ser una especulación, lo que nos obliga a dejar casi en blanco las páginas biográficas de Hageo. Sin embargo, es interesante notar que entre los eruditos, esa falta de datos biográficos no pone en duda de ninguna manera el carácter genuino del profeta, su mensaje o su libro.
SUS TIEMPOS
Fecha del texto
Para entender cualquier libro de la Biblia es necesario indagar su contexto histórico y religioso. Los profetas menores se deben leer siguiendo esa regla de interpretación a pesar del deseo de algunos de espiritualizarlos (¡equivocadamente!) o, de la misma manera, sacar de ellos los principios que han de gobernar la iglesia. La Biblia es un libro multidimensional, y el factor interpretativo clave de los profetas menores en general, y Hageo en especial, es la historia de Israel. Específicamente se trata del pueblo de Dios que estaba pasando por una etapa singular de su historia. Se ampliará ese tema más adelante.
La primera alusión a la fecha la tenemos en el texto mismo de Hageo. Sus profecías, tal y como el autor las citó, gozan de una identificación histórica admirable (Véase 1:1 , 15 ; 2:1 , 10 , 20 ). Dicha atención a las fechas exactas contribuye mucho al correcto entendimiento del profeta y sus tiempos, como se notará enseguida, más que una sencilla colocación de los eventos en un almanaque. En primer lugar se aprecia que después del cautiverio en Babilonia el sistema para fechar había cambiado. Antes, cuando los judíos todavía eran gobernados por su propia realeza, se acostumbraba fijar la fecha de un suceso mediante el nombre de alguno de los reyes de Judá o de Israel.
Pero después del cautiverio. Hageo empleó los nombres de reyes de las naciones gentiles. ¡Con cuánta razón! Es que el cautiverio señaló que había comenzado lo que Lucas 21:24 llama: “los tiempos de los gentiles”. Efectivamente, ese período abarca todo el tiempo en el cual Jerusalén ha estado bajo el dominio gentil. Dicho sea de paso, “los tiempos de los gentiles” no terminarán sino hasta que venga el Señor Jesucristo, el Mesías de Israel, para establecer su reino milenial. El suyo, será un reino literal por el cual gobernará la tierra.
En segundo lugar, las fechas señaladas revelan la brevedad del ministerio del profeta. Sólo quince meses separan la fecha de su primer mensaje ( 1:1 ) y la de su última presentación ( 2:20 ). Su actuación en la vida de Israel no duró mucho, pero impactó grandemente la vida del pueblo y de sus líderes.
Ahora bien, conviene aquí echar un vistazo a unas cuantas páginas de la historia de esa nación para conocer mejor el ambiente de Hageo.
Condiciones de los exilados y algunos resultados
Naturalmente el antecedente más catastrófico de los cien años anteriores fue la caída de Jerusalén en el año 586 a.C. Grandes cantidades de judíos fueron llevados presos a Babilonia. Iban “presos” en el sentido de que fueron llevados contra su voluntad, no como criminales en cadenas. (Aunque hubo uno que otro individuo que escapó a ellas.) En general, más parecían colonizadores que esclavos. Babilonia en el año 586 a.C. no era como Egipto de 1400 a.C. Sin embargo, despojar a toda o la mayor parte de una población de sus bienes y aun de su tierra y colocarla en un ambiente totalmente extraño al suyo, era parte de los métodos empleados por los babilonios para mantener sometido a un pueblo conquistado. Además, acostumbraban poblar la tierra así abandonada con gente de distintas nacionalidades, pero con el mismo fin (mantenerlos sometidos).
En Babilonia, los judíos, que traían un trasfondo agrícola de su propio país, encontraron en su nuevo “hogar” una nación de industria y comercio, situación que no dejó de impresionar a los cautivos. ¿Será que en eso se encuentra el origen del famoso éxito comercial de los judíos de la actualidad? Y una pregunta más al respecto: ¿será por eso que tan pocos judíos regresaron a Jerusalén, porque la mayoría sintió la atracción del comercio de Babilonia?
¡REFLEXIONEMOS!
De acuerdo a lo que sabemos del éxodo de Egipto, no hubo ninguna dificultad para convencer a los judíos oprimidos de que salieran. En ese caso se ofreció libertad a los esclavos; eran gente privada de sus derechos, que recibieron la oferta de ir a vivir a una tierra que fluía leche y miel. En otras palabras, se ofreció una salida a todo el sufrimiento. En cambio, la situación no era exactamente así en Babilonia. Muchos de los judíos, con todo y sus gemidos y lamentaciones por no estar en su país, aprendieron bien la ciencia y el arte del comercio; se habían adaptado a la vida en Mesopotamia y eligieron quedarse. Parece que con ello se ilustra el principio todavía vigente de que el hombre que está bajo presión y que lleva una gran carga, reconoce su necesidad y responde, mientras que el individuo que lo tiene todo no reconoce la responsabilidad de obedecer a Dios.
Además, recibieron otras impresiones cuando fueron llevados a Babilonia. Después de haber vivido en las montañas, colinas y los valles de la tierra prometida, tuvieron que ir a vivir en una zona de horizontes interminables, de grandes planicies como las de Mesopotamia. El espacio les causó agrofobia. Aun así, esa zona, que estaba cerca del río Quebar (que era un canal de irrigación) ofrecía oportunidades para la agricultura para quienes quisieran dedicarse a ello.
Bien es cierto que aunque algunos manifestaban resentimiento contra Dios por todo lo que les había pasado, otros se arrepintieron de todo corazón y reevaluaron su vida. Y a pesar de que unos aceptaron cambiar los suyos por nombres babilónicos y aun adorar a dioses ajenos, el cautiverio ayudó en gran manera a que los judíos abandonasen la idolatría de las imágenes cananeas desde entonces hasta el día de hoy. (Es posible que muchos de esos ídolos fueran reemplazados por la idolatría hacia el dinero y el materialismo.)
Una vez, hace años, en la ciudad capital de Guatemala, su servidor hablaba del evangelio con un finísimo amigo judío. Sus padres habían tenido el buen gusto de nombrarlo “Alberto”. Bueno, él me preguntó, “¿Sabes por qué me caen muy bien los evangélicos?” Le contesté negativamente y mi tocayo dijo, “Porque no llevan a mi compatriota Jesús por las calles” Tuve que pensar por un momento hasta darme cuenta que se refería al hecho de que los evangélicos no tienen ídolos y no pasean imágenes de Cristo por las calles. Los judíos odian la idolatría, y Dios usó el cautiverio para producir eso.
Aquí cabe mencionar que otro de los resultados del cautiverio fue el establecimiento de las sinagogas. Mientras los judíos vivían en su propia tierra, el centro de su religión era el templo. La combinación de la destrucción de Jerusalén (y el templo) y la situación de los exilados produjo la necesidad de crear un centro religioso para el estudio de la Tora, la oración y reuniones de los judíos religiosos. No se construyeron “templos” en Babilonia, puesto que solamente en Jerusalén podría estar el templo. Entonces, la sinagoga llegó a ser el centro de la comunidad de la vida religiosa judaica en el cautiverio. Al principio, el término se refería solamente a los judíos que se congregaban, pero poco a poco el edificio en que se reunían también tomó el mismo nombre. Al regresar a su tierra, el remanente llevó consigo ese concepto. Es interesante notar que en los tiempos de la vida terrenal de nuestro Señor Jesucristo había aproximadamente 1,500 sinagogas en Tierra Santa, 450 de ellas en la ciudad de Jerusalén.
SUS CONTEMPORÁNEOS
Personas y acontecimientos de la historia secular del ministerio de Hageo
Los nombres de quienes reinaron, de quienes hicieron guerra y de quienes dirigieron los asuntos religiosos a través de la historia, sobre todo del Medio Oriente, son para el occidental a la vez raros y difíciles de pronunciar. Sin embargo, no podemos pasar por alto el impacto que los principales de ellos tuvieron en la historia bíblica.
Gobernantes babilónicos asociados con el cautiverio
1. Nabucodonosor, sin duda el más conocido de los reyes babilonios, fue el general encargado de las conquistas planeadas por su padre el rey Nabopolasar. Consolidó su posición y tomó el trono de Babilonia al morir su padre en el año 605 a.C. Estaba presente personalmente en la Tierra Santa cuando cayó Jerusalén. Después se enalteció demasiado y en castigo, por un tiempo vivió como un animal.
2. Evil-merodac, hijo de Nabucodonosor. Reinó por sólo dos años, pero de acuerdo con 2 Reyes 25:27–30 , fue quien “libertó a Joaquín, rey de Judá, sacándolo de la cárcel”.
3. Neriglisar se casó con la hija de Nabucodonosor y asesinó a Evil-merodac, usurpando el trono.
4. Labash-marduk, el hijo de Neriglisar, reinó apenas nueve meses y fue asesinado.
5. Nabónido llegó al trono nombrado por el partido religioso después de la muerte de Labash-marduk. Reinó por diecisiete años, pero no se distinguió como rey, ni general, ni hombre de estado, sino como erudito. En sus últimos años dejó que su hijo Belsasar llevara la responsabilidad de gobernar como virrey. El estudiante bíblico reconocerá el nombre de éste último como el monarca que vio la mano escribiendo en la pared ( Daniel 5:5 ). Parece que Belsasar murió aquella misma noche mientras que su padre fue capturado y encarcelado.
Gobernantes persas asociados con el retorno
Los habitantes de Babilonia estaban disgustados con Nabónido porque daba preferencia a los dioses de otras regiones y otros pueblos, desatendiendo la religión local. Tal era el descontento del pueblo contra su rey, que un general babilónico famoso y muy capaz, desertó al bando de los persas y encabezó un ataque sobre la ciudad capital. Parece que la gente, decepcionada con Nabónido y Belsasar, recibió bien a los persas.
El siguiente cuadro procura identificar tanto a los gobernantes persas como los acontecimientos relacionados con el retorno de los exiliados a Jerusalén.
Decreto
Gobernante
Fecha
Propóstio
Referencia
1
Ciro
536 a.C.
Reconstruir el Templo
Esdras 1
2
Cambises
535 a.C.
Desistir
Esdras 4:17–23
3
Dario (el Grande)
529 a.C.
Completar la construcción
Esdras 4:24 ; 6:1–15
4
Artajerjes (Longimando)
458 a.C.
Adornar el Templo y restaurar el servicio
Esdras 7:27
5
Artajerjes
445 a.C.
Reconstrucción de la ciudad
Nehemías 2:5
Religiosos judíos contemporáneos de Hageo
El más destacado fue el sumo sacerdote Josué. Era hijo de Josadac, cuyo padre era Seraías, el sumo sacerdote de Jerusalén, que murió poco después de la caída de Jerusalén. Gozaba de la posición de sumo sacerdote por su relación familiar. (De igual manera el líder político, Zorobabel, había sido nombrado gobernador por ser del linaje de David.) Como sumo sacerdote era responsable de todos los asuntos “eclesiásticos” de la comunidad posexílica. Se nota su prominencia en la reconstrucción del altar mencionada en Esdras 3:2 .
Esdras, cuyo nombre no aparece mencionado en el libro de Hageo, fue un líder religioso sumamente importante y un hombre que el estudiante de la época bíblica posexílica tiene que tomar en cuenta. Como Josué, también era sacerdote, aunque por sus nexos políticos y logros sociales es posible que el lector no contemple con suficiente atención su contribución espiritual. Se describe en Esdras 7:6 de la siguiente manera, “Era escriba diligente en la ley de Moisés”. Pero no solamente era un erudito, sino que “…Esdras había preparado su corazón para inquirir la ley de Jehová y para cumplirla, y para enseñar en Israel sus estatutos y decretos” ( Esdras 7:10 ).
El nombre del profeta Zacarías tampoco está en el libro de Hageo, pero figura prominentemente en la historia religiosa posexílica. Era contemporáneo de Hageo pero empezó su ministerio un par de meses después del profeta que estudiamos. Su contribución profética se combinó con la de Hageo para lograr que se terminara la reconstrucción del templo. Cuantitativamente, su ministerio duró mucho más tiempo que el de Hageo. Como los dos religiosos ya mencionados aquí, Zacarías era de familia de sacerdotes.
BOSQUEJO DEL LIBRO
I.
Primer mensaje: palabras de reprensión
A. Prioridades torcidas 1:1–6
B. Calamidades toleradas 1:7–11
1:1–11
II.
Segundo mensaje: pocas palabras, presencia poderosa
A. Disposición del pueblo a responder 1:12
B. Disposición de Dios: su presencia 1:13
C. Disposición del pueblo a trabajar 1:14–15
1:12–15
III.
Tercer mensaje: palabras de aliento
A. El pueblo abatido 2:1–3
B. Palabras de aliento 2:4–5
c. Propósito del templo 2:6–9
2:1–9
IV.
Cuarto mensaje: palabras de bendición
A. El mal: su teoría 2:10–13
B. La maldad: su práctica 2:14–17
c. La obediencia trae bendición 2:18–19
2:10–19
V.
Quinto mensaje: palabras de promesa
A. Poder del Soberano 2:20–22
B. Promesa del Soberano 2:23
2:20–23
Se ha dicho que los que no leen y estudian la historia están condenados a repetir los mismos errores que cometieron sus antecesores. Más específicamente, el Nuevo Testamento enseña el gran valor del Antiguo Testamento, sobre todo cuando se trata de la historia de Israel: “Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes hemos alcanzado los fines de los siglos” ( 1 Corintios 10:11 ). Esto nos proporciona una razón de peso para estudiar el libro histórico/profético de Hageo.