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martes, 15 de octubre de 2013

El Arca del pacto: Capturado y recuperado

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial

El silencio de Samuel
1 Samuel 4:1b–7:2
Parece mentira, pero después de tantos años de preparación, Samuel pasó bastante tiempo en silencio. La porción que exponemos no hace mención al profeta. Lo más probable es que sí estuviera ejerciendo su ministerio, pero cuando le tocó registrar la historia en este libro, consideró que había acontecimientos más importantes que su vida por ser más necesarios para el pueblo. Este período en que no contamos con datos acerca de las actividades de Samuel se extiende por unos veinte años (7:2) y siete meses (6:1). Durante esa época, un objeto llegó a ser protagonista de la historia. Todo el contenido de estos capítulos gira alrededor del arca del pacto de Jehová. Este mueble era un elemento indispensable en ese período.
En esta porción, el arca se menciona 37 veces: 12 en el capítulo 4, 12 en el 5, 10 en el 6 y 3 en 7:1–2. No hay otra porción de las Escrituras en donde se le preste tanta atención.
LA CAPTURA DEL ARCA POR LOS FILISTEOS 4:1B–22
El suceso que estudiaremos en este segmento fue una de las peores calamidades en toda la historia del pueblo de Dios. La captura del arca fue resultado de la batalla de Afec, que consistió en dos escaramuzas. Dividiremos el capítulo en dos secciones: el relato y los resultados.
El relato de la batalla de Afec 4:1b–10
Desde el primer versículo se describe a los filisteos como el pueblo que fue el aguijón en la carne de Israel por muchas décadas. Sus habitantes habían emigrado de la Isla de Creta y comenzaron a llegar a la costa sudoccidental de Canaán por el año 1200 a.C. Eran famosos por ser muy aguerridos y tenían la gran ventaja de controlar la industria metalúrgica, lo cual impedía que los israelitas tuvieran acceso a implementos de hierro (13:19–22). Sus incursiones dentro de su territorio, convencieron al pueblo de Dios que necesitaban un monarca; el Señor estaba preparando el terreno para la petición de rey que encontramos en el capítulo 8.
La primera escaramuza y derrota vv. 1b–2. Los filisteos acamparon en Afec, dentro de territorio israelita. En respuesta a esta amenaza, el ejército de Israel acampó en Eben-ezer (área que no recibió ese nombre hasta después de los eventos del capítulo 7). El enemigo atacó primero, pero la acción no duró mucho. Israel fue derrotado y cuatro mil hombres fueron heridos.
Entre escaramuzas vv. 3–9. El pueblo quedó aturdido. Hacía mucho que no había perdido una batalla. Reconocieron que algo andaba radicalmente mal y que por algo el Señor les había retirado su protección. Tomaron una decisión muy humana basándose en la idea popular de que donde se encontraba el arca, automáticamente ahí estaba el Señor. Sabían muy bien que él moraba entre los querubines (4:4) y que desde ahí hablaba con el pueblo (Exodo 25:22). Lo que no habían aprendido fue que cuando se apartaban de su camino, el Altísimo retiraba su bendición. En vez de ponerse a cuenta con el Señor, decidieron usar el arca como un amuleto u objeto mágico, para garantizar la victoria en la siguiente escaramuza. El pueblo cayó en el fetichismo, confiando en el arca en vez de confiar en el Dios de ella. Cuando llegó de Silo al campamento de Israel, el pueblo se regocijó y saltaba de júbilo haciendo temblar la tierra. Pensaban que con el arca entre ellos no podían perder.
La reacción de los filisteos fue opuesta a la de Israel. El miedo se apoderó de ellos porque creían que Jehová estaría con su pueblo peleando por él. Se acordaban de todo lo que había hecho el Omnipotente para libertarlos de Egipto (vv. 7–8). Lo único que pudieron hacer fue animarse unos a otros para seguir siendo valientes y no permitir que llegaran a ser esclavos de los israelitas como éstos habían sido de aquellos (v. 9). Todo estaba listo para la segunda fase de la batalla de Afec.
La segunda escaramuza y derrota v. 10. La superstición de los israelitas fue vencida por el valor de los filisteos. Esta vez la derrota fue total. Los soldados del Señor no regresaron a su campamento sino a sus hogares (tiendas), alejándose del campo de batalla. Murieron treinta mil israelitas.
HAY QUE CONFIAR EN DIOS,
NO EN COSAS
Los resultados de la batalla de Afec 4:11–22
El más trágico resultado para Israel fue la captura del arca de Dios. Veremos que esto provocó la muerte de varios fieles (v. 11a). Había llegado el día para que se cumpliera la profecía del capítulo 2:34. Ambos, Ofni y Finees murieron en la batalla de Afec, demostrando que Jehová es fiel a su palabra (v. 11b). Las noticias de la derrota no tardaron en llegar a Silo donde Elí manifestaba preocupación especial por el arca (v. 13). El aviso acerca de la muerte de sus hijos no le afectó, pero cuando el mensajero mencionó la captura del arca, no pudo controlarse y cayendo de su silla se desnucó y murió al instante (v. 18). A los noventa y ocho años (v. 15) terminó su carrera sacerdotal y la de juez que había durado cuarenta años (v. 18).
En los últimos versículos del capítulo (vv. 19–22) vemos otra muerte trágica. Cuando la mujer de Finees recibió las noticias funestas, dio a luz prematuramente un hijo a quien logró poner nombre antes de fallecer. Le puso uno que se relacionaba directamente con el arca del pacto. Icabod significa “sin gloria”. La gloria de Dios es la manifestación de todo lo que él es. En teoría, su gloria se encontraba en el arca. La mujer razonó que cuando ese mueble fue llevado a Filistea, Dios también abandonó el territorio israelita. Pensaba que los filisteos habían capturado a Jehová.
Hay un quinto resultado que se implica en el texto. La última mención de Silo, cronológicamente hablando, se halla en 4:12. Los comentaristas especulan que después de la batalla de Afec los filisteos llegaron a Silo y arrasaron con ese sitio cúltico. El centro principal del culto pasó a Mizpa y Silo desapareció del escenario.
Desde estos sucesos, el Señor enseñó a su pueblo que si quería participar de las bendiciones divinas, tenía que darle el trato adecuado al símbolo de su presencia, el arca del pacto. Parece que la lección no se aprendió bien, porque los de Bet-semes (6:19), y más tarde el rey David (2 Samuel 6:1–11), tuvieron problemas por no tratar bien el arca.
¡PENSEMOS!
¿Cuál es su actitud hacia los objetos que usamos en nuestro culto al Señor? ¿Usa su Biblia como un amuleto? Es muy fácil creer que Dios tiene que bendecirnos durante el día porque tuvimos nuestro tiempo devocional. Cuántas veces hemos pensado hacer trueque con nuestro Padre: yo cumplí y ahora te toca cumplir. El Señor no se obliga con nadie. Si nos bendice es por su gracia y misericordia. Dejemos de pensar que tiene que colmarnos de bienes porque hemos cumplido con ciertos ritos.
LA VICTORIA DEL ARCA SOBRE LOS FILISTEOS 5:1–12
El concepto pagano era que los dioses de cada ejército participaban en las batallas. El dios del ejército ganador se manifestaba más poderoso que el de los perdedores. En este caso, los filisteos estaban convencidos de que Dagón había ganado la victoria sobre Jehová. Pero Dios no tardó en demostrarles que derrotar a Israel era una cosa y vencer al Altísimo otra muy distinta. El trato inadecuado del arca había traído desastre sobre Israel y ahora los filisteos aprenderían que la posesión del arca les traería graves consecuencias. De las cinco ciudades principales de los filisteos (Asdod, Gaza, Ascalón, Gat y Ecrón), el arca pasó tiempo en tres e hizo estragos en cada una de ellas. El Omnipotente aún controlaba la situación. La geografía no anula la soberanía divina.
El arca en Asdod 5:1–7
En Asdod estaba el principal templo a Dagón, padre de Baal y dios principal de los cananeos. Era la divinidad de la vegetación y no el dios pez como se pensaba antiguamente. Puesto que, según los enemigos, Dagón había derrotado a Jehová, era lógico que pusieran el arca en su templo.
El Señor sólo tardó dos días en demostrar su supremacía total sobre su contrincante (vv. 3–4). La primera mañana, Dagón apareció postrado ante el arca; y la segunda, encontraron la imagen decapitada y manca. El triunfo fue contundente. Jehová comprobó que es Dios sobre todos los dioses.
JEHOVA ES DIOS
SOBRE TODOS LOS DIOSES
Inmediatamente el Altísimo atacó al pueblo (v. 6). El verbo “destruyó” tiene que ver con los campos. Acabó con los productos agrícolas y castigó a la gente con tumores. Es probable que estos fueran síntomas de la peste bubónica transmitida por ratas (6:4, 11, 18). Las autoridades contemporáneas consideran que esos tumores se encontraban en la ingle, pero los comentaristas más anteriores los asocian con la región anal y traducen la palabra como “hemorroides”. La gente reconoció que esta aflicción se relacionaba con la presencia del arca en su ciudad, y que la mano de Jehová era la que les estaba castigando. Pidieron que el mueble sagrado fuera trasladado a otro lugar (v. 7).
El arca en Gat 5:8–9
Parece que los príncipes de los filisteos no compartían la opinión del pueblo y no estaban convencidos de que lo acontecido se pudiera atribuir a la presencia del arca. Cuando finalizaron la discusión, fue trasladada a la ciudad de Gat donde el Señor también hizo estragos por lo que se deshicieron de ella de inmediato.
El arca en Ecrón 5:10–12
Los de Gat la enviaron a Ecrón donde terminó su estancia de siete meses (6:1) en Filistea. Los habitantes sabían que experimentarían las mismas catástrofes que Asdod y Gat y sugirieron que fuera devuelta a sus dueños. Parece que Ecrón sufrió más que las otras ciudades, porque el arca permaneció ahí más tiempo y sólo en relación con ella se menciona explícitamente que hubo muertos (v. 12).
No había duda alguna. Jehová había triunfado. Los filisteos pensaban que al tener el arca lo habían derrotado, pero pronto aprendieron que ningún dios u hombre tiene autoridad sobre el Señor, porque él puede castigar a su pueblo cuando es infiel y a sus enemigos si lo retan. El Omnipotente siempre triunfa.
¡PENSEMOS!
¿Qué característica divina encontramos en esta sección? ¿Su Dios es igual al de Israel? A veces queremos hacerlo a un lado como hizo su pueblo en aquella época, pero no podemos limitarlo a los confines de una caja, cualquiera que sea. Más bien, él es quien controla todas las circunstancias para nuestro bien. Sometámonos a su voluntad.
LOS FILISTEOS DEVUELVEN EL ARCA 6:1–7:2
Los estragos hechos por el Señor en toda Filistea sólo fueron soportados por la gente unos siete meses (6:1), después de los cuales se tomó la decisión definitiva de devolver el arca a sus dueños legítimos. Pero ¿cómo debían proceder a hacerlo?
El consejo de los sacerdotes y adivinos 6:2–9
Siguiendo la costumbre de aquella época, consultaron con la jerarquía eclesiástica (los sacerdotes) y los expertos en determinar la voluntad de los dioses (los adivinos). Su consejo fue claro:
Regrésenla con una ofrenda vv. 3–6. Era necesario incluir una ofrenda expiatoria. Reconocieron que toda ofensa requiere ser expiada, pero fallaron al recomendar una que fuera incruenta. Según Lavítico 4:1–6:7, la expiación, con una sola excepción (5:11–12), se realizaba por medio del derramamiento de sangre (Hebreos 9:22). Los consejeros sugirieron como ofrenda unas réplicas doradas de las plagas que les afectaban: tumores y ratones. Estos sabios religiosos no tenían duda: había sido el Dios de Israel quien había causado las calamidades sobre la gente, sus dioses y sus campos. Si no se arrepentían de su rebeldía, podría sucederles lo mismo que a los egipcios en el tiempo del éxodo.
Regrésenla en un carro nuevo tirado por dos vacas que críen vv. 7–8. Estas vacas tampoco debían haber experimentado el yugo. Después de colocar el arca y la caja con la ofrenda en el carro, debían dejar que se fueran sin nadie que las guiara. Bajo estas circunstancias, humanamente hablando, las vacas se rebelarían si no iban uncidas al yugo y regresarían a buscar a sus crías. Sólo por intervención divina harían lo que los filisteos querían.
Regrésenla observando lo que sucede vv. 9, 12b, 16. Si el carro va directamente a Bet-semes, se sabrá que todo lo acontecido ha venido de la mano de Dios, quien controla las vacas. Si no, todo había sido pura casualidad. Los que observaban eran los príncipes que hasta ese punto todavía no creían que los desastres fueran provocados por Jehová, pero parece que los incrédulos se convencieron por la contundente evidencia.
El cumplimiento de los filisteos 6:10–12
El arca en Bet-semes 6:13–21. Este pueblo tuvo la bendición de recibir el arca porque era el poblado más cercano a Ecrón y porque era ciudad levítica donde sabrían cómo atenderla según las estipulaciones de la ley. El arca llegó cuando estaban en medio de la cosecha de trigo, la cual se efectuaba entre los meses de mayo y junio.
Por un lado el pueblo respondió correctamente a la devolución del arca. Se llenaron de regocijo al verla de nuevo en territorio israelita (v. 13). También reaccionaron con adoración (v. 14–18). ¿Qué más se podría esperar?
Pero por otro lado, la gente violó la santidad del mueble sagrado. Números 4:5, 15, 20 enseñaba claramente que ni los levitas podían mirar o tocar el arca, mucho menos la gente común.
Teniendo este conocimiento, los habitantes de Betsemes deliberadamente quebrantaron la ley y fueron castigados. Setenta hombres murieron. Los comentaristas concuerdan que, debido al tamaño reducido de Bet-semes y a dificultades para interpretar el texto hebreo, la cifra cincuenta mil no se encuentra en el original.
NO CONVIENE JUGAR CON LAS COSAS
SAGRADAS
El pueblo reconoció que el castigo se había aplicado por haber violado la santidad divina. Dudaban que hubiera alguien en su villa que pudiera atender adecuadamente el arca. En vez de aceptar las posibles bendiciones que vendrían con la estancia de ella en su pueblo, decidieron pasar el mueble mortífero a Quiriat-jearim.
El arca en Quiriat-jearim 7:1–2
El arca había peregrinado de un lugar a otro durante siete meses. Había pasado de Silo a Afec, a Asdod, a Gat, Ecrón, y a Bet-semes. Finalmente reposó en Quiriatjearim, pueblo donde quedó por veinte años después de los cuales David la llevó a Jerusalén (2 Samuel 6).
La última frase del versículo 2 es de mucha importancia: “Y toda la casa de Israel lamentaba en pos de Jehová”. El verbo significa “buscar seriamente”. El tiempo había llegado y el pueblo fue movido por el espíritu de avivamiento. Este cambio en actitud era necesario para que Samuel pudiera comenzar de nuevo su ministerio público (7:3). El silencio se rompió y el avivamiento se inició.
¿QUE APRENDIO ISRAEL?
Cualquier israelita que leyera el libro original de Samuel, aprendería muchas lecciones valiosas acerca de Dios. En estos capítulos se destacan tres atributos divinos.
La soberanía de Dios
Esta cualidad se ve claramente en su dominio sobre su pueblo (4:3), sobre el dios de los filisteos (5:3–12) y sobre la naturaleza (6:10–12)
La fidelidad de Dios
Samuel profetizó que Ofni y Finees morirían el mismo día (2:34) y la fidelidad de Dios se manifestó en 4:11b
La santidad de Dios
Los sucesos con el arca en Bet-semes demuestran esta característica divina en forma muy patente
Por medio de estas lecciones objetivas, el Señor estaba preparando el terreno para el nombramiento del primer rey de Israel, quien como todos los demás, si quería experimentar la bendición de Dios sobre su reinado, tendría que someterse a la soberanía divina, imitar la fidelidad divina y ser santo como él es santo.
Así como se revelaban estas cualidades en relación con el arca del pacto de Jehová en aquel entonces, se manifiestan en nuestra vida por medio del trato a las cosas sagradas.
¡PENSEMOS!
Para poder disfrutar de la bendición divina, el rey de Israel tenía que demostrar concretamente su relación con el Señor por medio de su trabajo al igual que nosotros. ¿Demuestra usted en su vivir diario que sirve al Dios soberano? ¿Sus colegas ven la fidelidad y santidad en todo su comportamiento? Apunte tres ajustes que puede hacer en su conducta esta semana para que su vida refleje más fielmente la imagen de Dios.
Lloyd, R. (1993). Estudios Bı́blicos ELA: El rey verdadero (1ra y 2da Samuel) (21). Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C.


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