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jueves, 29 de diciembre de 2016

Vive Jehová, que lo que mi Dios me dijere, eso hablaré...levántate y oye; Escucha mis palabras... Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta... maneja con precisión la palabra de verdad

PARA RECORDAR ... El que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




¿PREDICA USTED O VA A PREDICAR... ES LLAMADO A HACERLO?
La predicación, su significado y su importancia hoy
Qué es la predicación? ¿Cuál es su significado? ¿Qué importancia tiene para hoy? ¿A quién o quiénes se dirige? ¿Cómo enfocar la predicación adecuadamente? ¿Cuáles son los elementos idóneos de la predicación? 
Preguntas como estas, y muchas más, deben ser respondidas antes de enfocarnos en los aspectos prácticos relacionados con la predicación, pues tal como dijera el evangelista británico Ian Pitt-Watson en materia de predicación: “Es imperativo, antes de abordar el cómo, responder al qué”.
Iniciaremos nuestro estudio abordando algunos de esos aspectos a fin de capacitarnos como expositores aprobados que trazan bien la palabra de verdad. 
Antes que todo:
  1. Definiremos el concepto relacionado al arte de la proclamación del evangelio. 
  2. En seguida, estudiaremos con más detalles los elementos que componen la predicación y le dan significado. 
  3. Finalmente, analizaremos la importancia de la predicación y su relevancia para hoy.
DEFINICIÓN DE PREDICACIÓNExisten diversas opiniones en cuanto a lo que es y lo que no es la predicación. Tal vez la más conocida y generalizada sea aquella que expuso Phillips Brook en una serie de conferencias ante los estudiantes de la Universidad de Yale, cuando afirmó:
“La predicación es la comunicación de la verdad a los hombres a través de un hombre. Es la presentación de la verdad a través de la personalidad”.
Si analizamos la definición expuesta por Brook, notaremos que la misma conlleva dos elementos esenciales, que son: 
  • verdad y 
  • personalidad. 
La predicación es la comunicación de la verdad divina a través de la personalidad del predicador. Sin embargo, aunque esta definición implica varios elementos importantes de la predicación, debemos entender que esta per se es mucho más.
Algunos maestros han sugerido que a la definición expuesta por Brook es necesario añadirle por lo menos dos elementos más. Siguiendo este consejo, por ejemplo, J. Daniel Baumann definió la predicación como “la comunicación de la verdad bíblica por un hombre a los hombres con el propósito explícito de cambiar la conducta”. Esta definición no solo presenta los elementos antes mencionados —verdad y personalidad—, sino que incluye el propósito que persigue la predicación, que es el “cambio de conducta”.
Por su parte, el respetado maestro de la predicación Haddon W. Robinson nos dice que la predicación es un proceso vivo que involucra a Dios, al predicador y a la congregación. 
Robinson enfatiza que “ninguna definición puede pretender maniatar esta dinámica”. En su libro, La predicación bíblica, Robinson puntualiza su concepción de la siguiente manera:“Es la comunicación de un concepto bíblico derivado de —y transmitido por medio de— un estudio histórico, gramatical y literario de cierto pasaje en su contexto, que el Espíritu Santo aplica, primero, a la personalidad y la experiencia del predicador, y luego —a través de este— a sus oyentes”.
Esta definición tiene una relevancia especial, ya que nos dice que la verdad que el predicador está llamado a exponer se deriva de “un estudio histórico, gramatical y literario de cierto pasaje en su contexto”. Por otra parte, pone un énfasis exclusivo en el hecho de que la verdad debe ser aplicada “primero, a la personalidad y la experiencia del predicador, y luego —a través de este— a sus oyentes”.
Otra definición popular de la predicación la expresó Jerry Vines en su fascinante libro Power in the Pulpit. Según Vines la predicación es: “La comunicación oral de la verdad bíblica por el Espíritu Santo, a través de una personalidad humana, a un público determinado; con la intención de permitir una respuesta positiva”.
Debemos destacar que, a diferencia de otras definiciones, Vines enfatiza que la predicación es la “comunicación oral de la verdad bíblica… dada a una audiencia determinada”. En otras palabras, la predicación según Vines, es un proceso de comunicación mediante el cual una persona comparte el mensaje de la Biblia con una audiencia determinada en un evento público.
Se han presentado muchas otras tesis de este concepto, pero solo tomamos algunas para demostrar que no existe una definición exclusiva de lo que es la predicación, lo cual es muy importante, ya que nos muestra las grandes dimensiones —y, por ende, posibilidades— del tema. Por lo tanto, no podemos afirmar que una concepción sea mejor que otra, más bien debemos sacar provecho de las distintas definiciones que a través de la historia se han presentado y extraer de cada una de ellas los elementos que tienen en común y que nos indican lo que realmente es la predicación.
Considerando los elementos que nos proporcionan las definiciones ya presentadas, permítanme expresar la nuestra; no sin antes aclarar que la misma no pretende sustituir la gran cantidad de definiciones —que han dado a través de los tiempos diferentes autores—, ni menos aun ser dogmática. 
Por nuestra parte, definimos la predicación del siguiente modo: 
Es la comunicación oral del mensaje divino basado en el significado verdadero y exacto de uno o más textos bíblicos, la cual es transmitida a través del predicador y aplicada de una manera relevante para el oyente contemporáneo.
El análisis de esta definición nos ayuda a comprender la esencia y los fines de la predicación. Por tal motivo, permítanme considerar a continuación los elementos fundamentales que de esta definición se desprenden.
ELEMENTOS ESENCIALES DE LA PREDICACIÓN1. el contenido de la predicaciónEl contenido de la predicación, según lo expresado en nuestra definición, es “mensaje divino”. Predicar no es otra cosa sino dar un mensaje de parte de Dios. Eso es lo que se espera, por lo menos, de un predicador; que es un mensajero cuya tarea es dar a otros el mensaje que Dios le ha conferido. La postura del predicador debe ser la misma que tuvo el profeta Micaías, que en cierta ocasión dijo: “Vive Jehová, que lo que mi Dios me dijere, eso hablaré” (2 Crónicas 18:13).
Es interesante observar el hecho de que —de los treinta y tres verbos griegos empleados por los escritores neotestamentarios para representar la riqueza de la predicación— sea Kerysso el verbo más utilizado.8Según los estudiosos del Nuevo Testamento, esa palabra se usa unas 60 veces y la misma hace referencia a la proclamación hecha por un heraldo. 
Al comentar la palabra Kerysso, el célebre predicador John Sttot afirma que así como “los heraldos investidos de autoridad pública comunicaban los mensajes oficiales de los reyes, magistrados, príncipes y jefes militares, los predicadores cristianos son embajadores en nombre de Cristo, no para propagar puntos de vista, opiniones o ideales, sino para proclamar los hechos poderosos de Dios”.
El predicador debe estar consciente de que es un heraldo que está llamado a comunicar el mensaje divino. Creo que el mayor peligro y la mayor presunción que corre el predicador es ignorar este hecho. Él debe luchar por entender que el contenido de la predicación es la verdad o el mensaje divino, no sus ideas, doctrinas, filosofías, especulaciones morales ni experiencias religiosas. Dios ha dado el mensaje divino y el predicador solo debe hacerse eco de lo que Dios ha dicho. Bien lo expresó Karl Barth cuando dijo que “en la predicación no tenemos nada que decir, sino repetir”.
2. el fundamento de la predicaciónLa definición continúa afirmando que la predicación se “basa en el significado verdadero y exacto de uno o más textos bíblicos”. El contenido de la predicación proviene de las Escrituras. La predicación —tal como escribiera Karl Barth— “es una explicación de la Escritura”. Si lo que se expone en el púlpito no está basado en la Palabra de Dios, es de poco o ningún valor para los oyentes.
Dios ha dado el mensaje divino y el predicador solo debe hacerse eco de lo que Dios ha dicho.
Es de suma relevancia destacar el hecho de que la predicación se basa, no en un texto o textos bíblicos sino, en el significado verdadero y exacto de los mismos. Citar la Biblia frecuentemente en un sermón no es garantía de que el mismo tenga autoridad bíblica. Lo que brinda autoridad a la predicación es “maneja[r] con precisión la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15, Biblia de las Américas).
La predicación debe fundarse en las Escrituras y desarrollarse conforme al flujo natural del pensamiento del autor bíblico. En otras palabras, si Isaías, Jeremías, Amós o Pablo escucharan un sermón basado en sus escritos, deberían decirse para sus adentros: “Sí, eso mismo es lo que yo dije”.
3. el predicador, instrumento de comunicaciónUn elemento que no podemos pasar por alto al definir la predicación es la persona del predicador. El mensaje divino, según la definición que estamos estudiando, es “transmitido a través del predicador”. En otras palabras, el predicador es el conducto por el cual fluye el mensaje divino.
Podemos afirmar con toda seguridad que el predicador es irremplazable. Pablo Perla afirma que: “Mientras existan seres humanos en este mundo, existirá la predicación y se necesitará del predicador; porque el predicador es un eslabón vital e imprescindible en el plan de la salvación. El predicador es la persona a quien el cielo ha encargado la tarea de conectar al pecado humano con el perdón divino, la necesidad humana con la omnipotencia divina, la ignorancia humana con la revelación divina”.
Que el predicador sea el medio por el cual se comunica el mensaje divino es un gran privilegio y a la vez una gran responsabilidad. Como instrumento de comunicación, el predicador debe cumplir con las exigencias que demanda predicar el mensaje divino. Lo primero que el predicador debe aceptar es que la fuente de poder de la predicación no radica en los grados académicos, ni en los dotes o talentos naturales del expositor sino en el poder del Espíritu Santo que obra por medio del instrumento que ha vivido en su presencia y se ha rendido a su influencia.

Lo segundo que el predicador debe saber es que el éxito de su exposición será, en gran medida, de acuerdo a la pureza y perfección del instrumento. Un predicador santificado en la verdad es un instrumento impresionante en las manos de Dios. El mensaje divino fluye sin obstáculos cuando el predicador ha colocado su vida en el altar de la consagración.
En último lugar, el predicador debe aceptar el hecho de que el mensaje divino debe ser aplicado primero a su propia vida antes que obre con poder en las de los demás. Predicar el mensaje divino sin vivirlo es una inmoralidad. El verdadero predicador, sean cuales sean sus defectos y limitaciones, ha de estar identificado con el mensaje que comunica. Debe reverenciar y amar a Dios, respetar y amar su Palabra. Ha de reflejar los principios en su propia vida antes de demandarlo a los oyentes. La gente necesita predicadores que comuniquen la verdad con sus palabras y muestren la verdad con sus hechos.
El mensaje divino fluye sin obstáculos cuando el predicador ha colocado su vida en el altar de la consagración.
Sin embargo, con todo lo dicho no pretendo dejar la impresión de que para predicar hay que ser perfecto. Pues si así fuera, ninguno de nosotros estaría en condición de hacerlo. Mas creo que para predicar debemos vivir la experiencia diaria del crecimiento en la fe para llegar a decir con el apóstol Pablo: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que está detrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14).
4. el objeto de la predicaciónEn último lugar, nuestra definición nos dice que el mensaje divino que se fundamenta en las Escrituras y se comunica a través del predicador debe ser “aplicado de una manera que sea relevante para el oyente contemporáneo”.
El objetivo final de la predicación  es aplicar la verdad, no saciar la curiosidad. Por medio de la predicación, el atribulado ha de recibir consuelo; el que se haya en perplejidad, luz; el rebelde, amonestación; el penitente, promesa de perdón; el caído, perspectiva de levantamiento y restauración; el fatigado, descanso y fuerzas nuevas; el frustrado, esperanza; el inconverso, la palabra cautivadora de Cristo; el santo, el mensaje para crecer en la santificación. El púlpito, tal como dijera José M. Martínez, “ha de ser la puerta de la gran despensa divina, de la cual se sacan provisiones necesarias para suplir las necesidades espirituales de los oyentes”.
Debemos entender, como predicadores, que la aplicación del mensaje divino constituye el corazón de la predicación. Predicar, según lo expresa Arthur Allen, “es hacer la verdad más clara, la responsabilidad más urgente, alumbrar la mente, despertar la conciencia, tocar el corazón, persuadir a los hombres y mujeres a aceptar el mensaje evangélico y vivir una vida cristiana”.

No podemos pasar por alto que en nuestra definición se enfatiza que la aplicación del mensaje divino debe hacerse de una manera que sea “relevante para el oyente contemporáneo”. La predicación no consiste solo en explicar y dar el significado verdadero y exacto de lo que Dios dijo hace miles de años a través de las Escrituras; más aun, consiste en presentar lo que Dios está diciendo aquí y ahora por medio de las Escrituras. La predicación es mucho más que un acontecimiento en el tiempo, es un evento que ofrece lo que Dios nos dice ahora mismo, a nosotros, justo aquí, donde estamos. Me parece correcta la manera en que Kenton C. Anderson compendia este concepto al decir que “la predicación es ayudar a las personas a oír lo que Dios dice”.
En resumen, podemos decir basados en nuestra definición, que la predicación es la comunicación oral cuyo contenido es el mensaje divino. Su fundamento es el significado verdadero y exacto de uno o más textos bíblicos. Su instrumento es la personalidad del predicador y su objetivo es la aplicación de la verdad de una manera relevante a la vida del oyente contemporáneo.

LA IMPORTANCIA DE LA PREDICACIÓN HOYActualmente hay algunas voces que afirman, aun dentro del cristianismo, que la predicación ha pasado de moda, que sus días han terminado y que la misma ha sido superada por los medios modernos de comunicación. En muchos círculos contemporáneos, la predicación no tiene razón de ser y es incompatible con la sociedad actual. La predicación, según dicen, es “un arte moribundo, una forma obsoleta de comunicación, el eco de un pasado que quedó atrás”.
Sin embargo, a pesar de todos los argumentos opuestos a la predicación, se puede afirmar con toda seguridad que es tan relevante hoy como siempre lo ha sido; que la misma no ha pasado de moda y que sus años dorados no son asunto del 
pasado sino que sus mejores años están por delante.

Refiriéndose a la importancia de la predicación, el ministro británico John Stott escribió que la misma es indispensable para el cristianismo. “Sin ella —afirmó—, se pierde una parte necesaria de su autenticidad, puesto que el cristianismo es por su esencia la religión de la Palabra de Dios”.
Por su parte, Carl J. Sanders enfatizó la importancia de la predicación al señalar que “la historia prueba que la iglesia puede existir sin edificios, sin liturgias, sin coros, sin escuelas bíblicas, sin clérigos profesionales, sin credos y aun sin sociedades eclesiásticas. Pero es muy probable que no pueda existir sin la predicación de la Palabra. La predicación tiene más poder que cualquier otra cosa que la iglesia tenga o haga”.
Puesto que la predicación es indispensable para el cristianismo, permítanme abordar de manera breve cinco áreas en las que adquiere un papel 
protagónico.

1. La predicación y la salvación de los perdidosSan Pablo, en su Primera Carta a los Corintios, dice que: “Agradó a Dios salvar a los creyentes por medio de la locura de la predicación”. La predicación juega un papel importante en la salvación, ya que como dijera el apóstol Pablo en Romanos 10:17: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”.
2. La predicación y el cumplimiento de la misión
El mensaje de la salvación de nuestro Señor Jesucristo debe ser transmitido. Esa trasmisión se lleva a cabo primordialmente mediante la predicación. El pastor C. B. Hayne indicó que: “El cristianismo, como mensaje será propagado por medio de la predicación. Como verdad, será enseñado por medio de la predicación. Como 
cuerpo de doctrina, será explicado por medio de la predicación. Como vida, será impartido por medio de la predicación”.

3. La predicación y el crecimiento de la iglesia
La predicación es parte esencial en el crecimiento de la iglesia. No es casualidad que, originalmente, la iglesia haya nacido y se haya desarrollado a través de la predicación. De hecho, casi cada vez que Lucas hizo alguna observación acerca de los patrones de crecimiento de la iglesia primitiva, se expresó en términos como estos: “Y crecía la palabra del Señor”. La predicación es la estrategia principal de Dios para el crecimiento de la iglesia. John MacArthur afirma que: “El ministerio de la palabra es la principal arma espiritual en el arsenal de la iglesia, la única semilla para la plantación de nuevas congregaciones, la herramienta para la edificación de los nuevos creyentes y la primordial estrategia en el plan de Dios para discipular las naciones. No la predicación, no la iglesia. No la proclamación, no el crecimiento de la iglesia. La predicación es el corazón, la sangre y todo el sistema circulatorio de la iglesia y su crecimiento”.

La iglesia que reciba el Pan de vida a través de la predicación, gozará de cristianos fuertes. 
4. La predicación y el avivamientoLa predicación siempre ha sido precursora del amanecer de alguna reforma o de un avivamiento. “Cualquier estudio de los periodos de gran avivamiento —alega Martin Lloyd Jones— demuestra, ante todo, este simple hecho: que la iglesia cristiana ha hablado con autoridad en cada uno de esos periodos. La gran característica de todos los avivamientos ha sido la autoridad del predicador”.
La predicación es la clave para el avivamiento de la iglesia. Griffith Tomas, en su obra The Work of the Ministry,señala que: “La prosperidad espiritual de cualquier iglesia es principalmente determinada por el ministerio del don de la predicación y afirmo mi convicción de que la condición espiritual de la iglesia hoy está en directa proporción a la negligencia en la predicación. Cuando observamos la falta de interés en la asistencia a la iglesia y, todavía más, la ausencia del poder espiritual en la vida de la iglesia, no creo que sea muy errado describir esa situación como negligencia en la predicación”.

5. La predicación y el cuidado pastoral
Por último, la predicación es vital para el cuidado pastoral de la iglesia. Jesús le ha encomendado a cada ministro la misma encomienda que le dio a Pedro: “Apacienta mis ovejas” (Juan 21:15). 

La salud espiritual de la iglesia está estrechamente ligada con la predicación que las nutre. Los miembros necesitan alimento espiritual. Únicamente la exposición de la Palabra de Dios puede suplir esa necesidad. La iglesia que reciba el Pan de vida a través de la predicación, gozará de cristianos fuertes. Por el contrario, la que carezca de predicación bíblica será testigo de la apostasía y decadencia de sus miembros.

CONCLUSIÓNPodemos afirmar, para concluir que, contrario a lo que muchos profetas modernos declaran, la predicación vive y goza de buena salud. La comunicación oral del mensaje divino es necesaria hoy más que nunca. Tanto la sociedad que corre tras el secularismo y la iglesia que decae ante la apatía, necesitan hoy más que nunca el bálsamo curativo que solo viene a través de la exposición fiel de la Palabra de Dios.
¿ENTENDIÓ LO QUE LEYÓ?... ENTONCES PUEDE RESPONDER
1. ¿Cuáles son las preguntas que deben ser respondidas antes de enfocarnos en los aspectos prácticos relacionados con la predicación?2. Defina brevemente qué es la predicación.3. ¿Cuál es su objetivo al predicar?4. Enumere los elementos esenciales de la predicación.5. ¿Cuáles son las cinco áreas protagónicas de la predicación?

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martes, 13 de diciembre de 2016

He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedos en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto

PARA RECORDAR ... El que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




UNA PROMESA CUMPLIDA  CONSTANTEMENTE

LA NECESIDAD Y LA POSIBILIDAD DEL BAUTISMO CON EL ESPÍRITU SANTO


Poco antes de ser recibido en el cielo, y después de haberles encomendado a sus discípulos la predicación del evangelio, Jesús les hizo este encargo tan solemne con respecto al comienzo de la gran obra que había puesto en sus manos: «He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedos en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto» (Lucas 24:49). No hay duda en cuanto a lo que Jesús quiso referirse con ‘la promesa de mi Padre’ que ellos debían esperar antes de empezar el ministerio que él les había encomendado; porque en Hechos 1:4, 5 leemos que Jesús «les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días». 

Por tanto, ‘a promesa del Padre’, por medio de la cual debían ser investidos de poder, era el bautismo con el Espíritu Santo (compárese con Hechos 1:8). Cristo, pues, les encargó estrictamente a sus discípulos que no se atrevieran a emprender la obra a la cual los había llamado hasta que hubieran recibido, como preparación necesaria y esencial para la misma, el bautismo con el Espíritu Santo. Los hombres a quienes Jesús les dijo esto, sin duda, ya habían recibido una preparación muy completa para esa obra. Habían asistido a la escuela del propio Jesús por espacio de más de tres años. Habían oído de sus labios las grandes verdades que debían proclamarle al mundo. Habían sido testigos oculares de sus milagros, de su muerte y de su resurrección y estaban a punto de ser testigos oculares de su ascensión. La obra que debían acometer consistía simplemente en ir y proclamar lo que sus ojos habían visto y lo que sus oídos habían oído de labios de Jesús. ¿No estaban acaso totalmente preparados para emprenderla? Podría parecernos que sí. Sin embargo, en otras palabras Cristo dijo, «No. Están tan faltos de toda preparación que no pueden dar ni siquiera el primer paso. Existe una preparación adicional, tan esencial para un servicio eficaz, que tienen que quedarse en Jerusalén hasta que la reciban. Esa preparación adicional es el bautismo con el Espíritu Santo. Cuando lo reciban —y no antes— estarán preparados para comenzar la obra a la que los he llamado». Si Cristo no permitió que estos hombres —que habían recibido un entrenamiento tan excepcional e incomparable para acometer la obra a la cual habían sido llamados de manera tan clara y precisa— emprendieran esta tarea sin haber recibido también el bautismo con el Espíritu Santo, ¿vamos nosotros a emprender la obra a la que él nos ha llamado sin haber recibido el bautismo con el Espíritu Santo, además de toda la formación escolar que hayamos podido tener para llevarla a cabo? ¿No sería eso una audacia muy atrevida de nuestra parte? Pero esto no es todo. En Hechos 10:38 leemos de «cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo este anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo». Si escudriñamos los evangelios en busca de una explicación de estas palabras, la encontramos en Lucas 3:21, 22; 4:1, 14, 15, 18, 21. Vemos que cuando Jesús fue bautizado en el Jordán, mientras oraba, el Espíritu Santo descendió sobre él. Entonces, ‘lleno del Espíritu Santo’, tiene la experiencia de la tentación. Más adelante, ‘en el poder del Espíritu’, comienza su ministerio y dice de sí mismo que está ‘ungido para predicar’ porque ‘el Espíritu del Señor está sobre él’. En otras palabras, Jesús el Cristo, no asumió ninguna de las tareas propias del ministerio para el cual había venido a este mundo hasta que fue bautizado con el Espíritu Santo. Y si Jesucristo, que había sido concebido de manera sobrenatural por medio del poder del Espíritu Santo, que era el Hijo unigénito de Dios, que era divino, Dios verdadero de Dios verdadero, y aun así, verdaderamente hombre; si alguien como él, que ‘nos dejó ejemplo para que sigamos sus pisadas’, no se aventuró a comenzar el ministerio para el que el Padre lo había enviado hasta que fue bautizado con el Espíritu Santo, ¿nos atreveremos nosotros a hacerlo? Si a la luz de estos hechos confirmados, nos tomamos esa libertad, más que un atrevimiento, nuestra osadía parecería una ofensa. Muchos, sin duda, han actuado así por ignorancia, pero ¿podemos nosotros seguir alegando ignorancia?

El bautismo con el Espíritu Santo es una preparación absolutamente necesaria para servir a Cristo de manera eficaz en cualquier área del ministerio. Es posible que nuestro llamado a servir sea tan claro como el de los apóstoles, pero la obligación que se les impuso a ellos, también se nos impone a nosotros, a saber, que antes de comenzar ese servicio, tenemos que «esperar hasta ser investidos de poder desde lo alto». Esta investidura de poder tiene lugar por medio del bautismo con el Espíritu Santo. Hay, sin duda, algunos errores más grandes que estamos cometiendo actualmente, por ejemplo, el hecho de darles a ciertas personas la responsabilidad de enseñar en la escuela dominical, de hacer obra personal y hasta de predicar el evangelio, simplemente porque están convertidas y tienen cierto nivel educacional, incluyendo tal vez algún curso en una universidad o en un seminario, a pesar de que todavía no han sido bautizadas con el Espíritu Santo. Cualquier persona que esté realizando una obra cristiana sin haber recibido el bautismo con el Espíritu Santo, debe detener su obra donde está y no seguir adelante hasta que haya sido ‘investida de poder desde lo alto’. Pero, ¿qué será de nuestra obra mientras estamos esperando? Pues bien, ¿qué hizo el mundo en aquellos diez días durante los cuales los primeros discípulos estuvieron aguardando la venida del Espíritu Santo? Solo ellos conocían la verdad salvadora, sin embargo, en obediencia al mandato del Señor, permanecieron en silencio. El mundo ya no podía perder nada más. Pero cuando el poder descendió, aquellos hombres lograron en un día más de lo que habrían logrado en años si se hubieran atrevido a actuar desobedeciendo la orden de Cristo; y de igual forma, nosotros podremos hacer en un solo día, después de recibir el bautismo con el Espíritu Santo, mucho más de lo que nunca antes habíamos hecho sin su poder. Los días que empleamos en esperar, en caso de que fuera necesario, estarían bien empleados, pero según veremos más adelante, no es necesario que pasemos días esperando. Podemos afirmar que los apóstoles hicieron giras misioneras a lo largo de la vida de Cristo en este mundo antes de haber sido bautizados con el Espíritu Santo. ¡Es cierto!, pero eso ocurrió antes de la venida del Espíritu Santo y antes de recibir la orden de que «se quedaran en Jerusalén hasta que fueran investidos de poder desde lo alto». Después de estas cosas habría sido una desobediencia y un atrevimiento haber salido a predicar sin esa investidura, y este tiempo en el que nosotros vivimos ahora es posterior a la venida del Espíritu Santo y posterior a la orden de «quedarnos (quietos) hasta ser investidos».

Pasamos ahora a hablar acerca de la posibilidad del bautismo con el Espíritu Santo. ¿Es el bautismo con el Espíritu Santo para nosotros? La Palabra de Dios responde a esta pregunta de manera muy clara y explícita. En Hechos 2:39 leemos, «porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos, para cuantos el Señor nuestro Dios llamare». ¿Cuál es ‘la promesa’ a la que se hace referencia en este pasaje? En los versículos cuatro y cinco del capítulo anterior leemos: «(les mandó) … que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días». Además, en el versículo treinta y tres del capítulo segundo dice lo siguiente: «habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo». Al parecer, pues, está muy claro que ‘la promesa’ del versículo treinta y nueve tiene que ser la misma ‘promesa’ del versículo treinta y tres y la misma ‘promesa’ de los versículos cuatro y cinco del capítulo anterior; es decir, la promesa del bautismo con el Espíritu Santo. El contexto certifica plenamente esta conclusión: «Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa…». Por consiguiente, la promesa a la que alude este versículo es la promesa del don del bautismo con el Espíritu Santo. (Compárese Hechos 10:45 con Hechos 11:15, 16 para corroborar que el ‘don del Espíritu Santo’ es lo mismo que ‘el bautismo con el Espíritu Santo’). ¿Para quiénes es este don? –«Para vosotros», les dijo Pedro a los judíos a quienes estaba hablándoles en ese momento. Entonces, mirando más allá de ellos y refiriéndose a la próxima generación, dijo, «y para vuestros hijos». A continuación, pensando en los gentiles y en los judíos que formarían parte de la iglesia a través de todas las edades futuras de la historia, dijo, «para cuantos el Señor nuestro Dios llamare». 

El bautismo con el Espíritu Santo es para cada uno de los hijos de Dios en cada época de la historia de la iglesia. Si no poseemos ese bautismo de manera experimental es porque no lo hemos ‘tomado’ (la acepción exacta del verbo que aparece traducido como ‘recibir’ en el versículo 38 es tomar) posesión de lo que Dios ha provisto para nosotros en nuestro excelso Salvador (Hechos 2:33; Jn. 7:38, 39.) 

En una ocasión, un ministro del evangelio se acercó a mí después de una conferencia sobre el bautismo con el Espíritu Santo y me dijo, «la iglesia a la que pertenezco enseña que el bautismo con el Espíritu Santo fue solamente para la era apostólica». A lo cual respondí, «no importa lo que enseñe la iglesia a la que usted pertenece o a la que yo pertenezco. ¿Qué dice la Palabra de Dios?» Y leí Hechos 2:39: «para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos, para cuantos el Señor nuestro Dios llamare».

—¿Lo ha llamado él a usted?, —le pregunté.
—¡Por supuesto que sí!, —respondió.
—¿Es entonces la promesa para usted?, —insistí.
—Sí, lo es, —me dijo.

¡Y lo fue! Y lo es también para todos los hijos de Dios que leen estas páginas. ¡Qué emocionante es pensar que el bautismo con el Espíritu Santo, la investidura con poder desde lo alto sea para nosotros, y PARA MÍ individualmente! No obstante, ese pensamiento indescriptiblemente gozoso tiene su lado solemne. Si puedo ser bautizado con el Espíritu Santo, tengo que serlo. Si soy bautizado con el Espíritu Santo, serán salvas por medio de mí muchas almas que no serían salvas si no poseo ese bautismo. 

Entonces, si no estoy dispuesto a pagar el precio que exige este bautismo, y por ende, no soy bautizado con el Espíritu Santo, seré responsable delante de Dios de todas las almas que podrían haber sido salvas a través de mí, y no lo fueron por cuanto yo no estaba bautizado con el Espíritu Santo. Tiemblo a veces pensando en mis hermanos en la obra cristiana y en mí mismo. No porque estemos enseñándole a la gente algún error mortífero; hay algunos que sí lo hacen y son culpables de ello, pero no estoy refiriéndome a eso ahora. No es que no estemos enseñando toda la verdad tal como es en Jesús. 

Es preciso, sin embargo, confesar que hay muchos que, aunque no enseñan cosas que están claramente erradas, tampoco predican un evangelio completo, pero no me refiero a eso. Tiemblo por los que están predicando la verdad, la verdad tal como es en Jesús, la sencillez, la pureza y la plenitud del evangelio, pero están predicándolo «con palabras persuasivas de humana sabiduría» y no «con demostración del Espíritu y de poder» (1Co. 2:4), están predicándolo con la energía de la carne y no con el poder del Espíritu Santo. No hay nada más mortífero que el evangelio sin el poder del Espíritu. «La letra mata, mas el Espíritu vivifica». 

Es una tarea tremendamente solemne, predicar el evangelio ya sea desde el púlpito o de otros modos, porque la predicación del evangelio es un asunto de vida o muerte para los que la escuchan, y si es vida o es muerte depende en gran medida de si lo predicamos sin o con el bautismo del Espíritu Santo. Es imprescindible, pues, que seamos bautizados con el Espíritu Santo.

  Nota 1. Se alega a veces que el propósito del “bautismo con el Espíritu Santo” era impartir poder para hacer milagros y únicamente durante la era apostólica. Los que respaldan esta postura afirman que el bautismo con el Espíritu Santo iba seguido casi siempre de milagros. 

El carácter insostenible de esta posición se hace patente: 

(1) por el hecho de que el propio Cristo aseguró que el propósito del bautismo con el Espíritu Santo era impartir poder para testificar, no impartir poder especialmente para obrar milagros, (Hechos 1:5, 8; Lucas 24:48, 49). 

(2) El hecho de que Pablo enseñó claramente que había diversidad de dones, y que el ‘hacimiento de milagros’ no era más que una de las múltiples manifestaciones del bautismo con el Espíritu Santo, (1Co. 12:4, 8–10). 

(3) Por el hecho de que Pedro de manera muy clara afirma que ‘el don del Espíritu Santo’, ‘la promesa’, es para todos los creyentes en todas las generaciones (Hechos 2:38, 39), y si se compara Hechos 2:39 con Lucas 24:49; Hechos 1:4, 5; 2:33, y Hechos 2:38 con Hechos 10:45 y Hechos 11:15, 16, resulta obvio que cada una de estas dos expresiones, ‘la promesa’ y ‘el don del Espíritu Santo’, hace alusión al bautismo con el Espíritu Santo. 

Si consideramos el término “milagro” en su sentido más amplio y admitimos que se refiere a todo lo que ocurre por la acción de un poder sobrenatural, entonces es cierto que cada uno de los bautizados con el Espíritu Santo sí recibe un poder que no procede de su propia naturaleza, sino un poder sobrenatural, el propio poder de Dios. 

El resultado del bautismo con el Espíritu Santo más perceptible y esencial era su poder de convicción, de persuasión y de conversión (Hechos 2:4, 37, 41. Hechos 4:8–13. Hechos 4:31, 33. Hechos 9:17, 20–22). Al parecer, no hubo ninguna manifestación del poder de hacer milagros inmediatamente después del bautismo de Pablo con el Espíritu Santo, aun cuando más adelante él demostró ser un individuo especialmente dotado en este sentido, fue el poder para testificar que Jesús era el Hijo de Dios lo que Pablo recibió en relación directa con el bautismo con el Espíritu Santo (Hechos 9:17, 20–22).

  Nota 2. Algunos enseñan que el bautismo con el Espíritu es para la iglesia en conjunto y no para el creyente individual, que el día de Pentecostés la iglesia entera fue bautizada y que, por consiguiente, es injustificable que los creyentes busquen y oren por un bautismo con el Espíritu. Sin embargo, las Escrituras refutan con toda claridad esta opinión. El relato de Pentecostés indica que «asentándose sobre cada uno de ellos» (Hechos 2:3). No sobre toda la iglesia colectivamente, sino sobre cada creyente en forma individual. Esta postura demuestra ser aún más insostenible dado el hecho de que los apóstoles solían preguntarles a las iglesias y a los creyentes individualmente si habían recibido el Espíritu Santo (Hecho 8:15, 16; 19:2) y en algunos casos descubrieron que no era así, con independencia de lo que la iglesia en conjunto pudiera haber recibido.

  Nota 3. Un eminente maestro bíblico hizo estos extraños comentarios sobre Hechos 8: «Si los samaritanos pudieron confiar y regocijarse en esa creencia durante algún tiempo sin las manifestaciones externas del don del Espíritu Santo, si nadie podía recibir este don a no ser por la imposición de las manos de un apóstol, ¿no es obvio que ha comenzado la época en la que el Espíritu ya no se hará presente por medio de sus extraordinarias manifestaciones? Los doce no podían recorrer el mundo para imponerles las manos a millones de personas». A lo cual respondemos, ¡no es para nada obvio! 

De hecho, ese planteamiento contradice la enseñanza clara de la Escritura. Lo que leemos en Hechos 19:1–6 ocurrió mucho después (tal vez 17 años más tarde) de lo que aparece registrado en Hechos 8:12–16. Es más, aunque los samaritanos sí ‘confiaron y se regocijaron en esa creencia durante algún tiempo sin el don del Espíritu Santo’, era tan importante que lo tuvieran que esa fue la primera y principal ocupación de los apóstoles al llegar a aquel lugar. Por otra parte, la pregunta contiene una afirmación que es contraria a la realidad, a saber, que «el Espíritu no puede recibirse a no ser por la imposición de las manos de un apóstol». En el caso de Saulo de Tarso, fue ‘cierto discípulo’ el que le impuso las manos (Hechos 9:10, 17, LBLA). En el caso del hogar de Cornelio no hubo ninguna imposición de manos (Hechos 10:44). Alguien podría decir, sin embargo, que ‘estos ejemplos son excepcionales’ porque para algunas personas todo lo que no concuerda con una teoría preconcebida es excepcional. Es más, esta posición contradice rotundamente lo que Pedro declara en Hechos 2:39. 

El escritor al que se hizo referencia anteriormente continúa diciendo, «no hay ningún indicio de que los romanos tuvieran este don particular, y lo mismo es cierto con respecto a las demás iglesias». Cualquiera que imagine que eso es así, por favor lea Ro. 12:6–8; 1Co. 12:7–13, 28–31; Gá. 3:2 (Pablo se refiere aquí a una experiencia clara y consciente que consiste en recibir el Espíritu Santo como prueba de que a Dios le agrada «el oír con fe»); Ef. 1:13, 14; 4:7, 11. 

Por tanto, muy lejos de ser obvio que «el don no estaba destinado a ser universal ni permanente», no hay duda de que sí estaba destinado a ser universal y permanente, y que los seres humanos no entran en posesión de él a causa de su incredulidad. Es increíble la cantidad de teorías que se han propuesto para aliviar las consciencias de los que se sienten perturbados por la inmensa grieta que existe entre su experiencia y la clara enseñanza del Libro de los Hechos. Un modo mejor de aliviar sus consciencias sería averiguar las condiciones y hacer propia esta bendita experiencia.

Hay sobradas experiencias en la actualidad que confirman la enseñanza de la Palabra en este sentido. Mientras que muchos han tratado de elaborar algún método exegético ‘sutil’ para ‘justificar’ el aparente significado de la Biblia; otros simplemente han creído lo que dice, y saben, por la prueba irrefutable de la experiencia, que un hijo de Dios puede ‘ser bautizado con el Espíritu Santo’ ahora, y saben también que sí ‘reciben poder después que el Espíritu Santo ha venido sobre’ él. Dios permita que el lector de este estudio pueda reclamar para él esta gloriosa ‘primogenitura’ de los hijos de Dios. Las verdades perfeccionadoras de la experiencia de fe trascienden incalculablemente las refinadas sutilezas de la exégesis incrédula.

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sábado, 10 de diciembre de 2016

Habla a los hijos de Israel y diles: En el mes séptimo, al primero del mes tendréis día de reposo, una conmemoración al son de trompetas, y una santa convocación. A PROPÓSITO DE LA NAVIDAD

PARA RECORDAR ... El que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




SUKKOT-FIESTA DE LOS TABERNÁCULOS
LA FIESTA DE LOS TABERNÁCULOS
EL AGRADO DE CRISTO

La fiesta de los Tabernáculos "Sukkot" es la tercera y última de las tres Santas Convocaciones que el Señor pide al discípulo. Como podemos ver en LA PASCUA "Pesach" que inicia la fiesta de los Panes sin levadura "Hag HaMatzah" terminando con las Primicias "Bikkurim" y en la fiesta de PENTECOSTÉS, "Shavuot" culminando con los Tabernáculos tras el día de la Expiación "Yom Kippur", precedido por la fiesta de las Trompetas "Rosh HaShanah", Dios nos enseña la construcción espiritual de nuestra persona al completo y la simbología que hay en Sus Fiestas Santas para que podamos celebrarlas de forma viva y espiritual en nuestras almas. En la Fiesta de los Tabernáculos se cierra el ciclo anual de las Fiestas del Señor, por eso la he llamado El Agrado de Cristo.

Además de la clave espiritual de este estudio, me gustaría que el lector, al terminar, leyera otro estudio sobre el nacimiento de Jesús de Nazaret, donde se vincula la fiesta de Los Tabernáculos con la Navidad del Mesías.

LEVÍTICO 23
LAS FIESTA DE LOS TABERNÁCULOS
23Y habló Yahweh a Moisés, diciendo:  
24Habla a los hijos de Israel y diles: En el mes séptimo, al primero del mes tendréis día de reposo, una conmemoración al son de trompetas, y una santa convocación.
El primer día después de estos siete meses y quince días, se celebra un día de santa convocación; este día es el día en que una persona ya sabe que ama a Dios y que va a servir en su vida para llevar la Palabra de Dios a los demás y que andará con Cristo compartiendo el yugo por amor a Jesús y a sus hermanos. 

A partir de este día de santa convocación o Sábado, se viven siete días de ofrenda encendida a Dios; estos son los días de vida a partir de ese momento de solidaridad con Cristo, hasta el último día de vida de ese hijo de Dios en la Tierra. El octavo día será el día de reposo en que vendrá Jesucristo en el fin del tiempo, y se alegrarán Dios y los suyos de toda la bendición que ha venido a las almas por el Amor de Aquél que es nuestra fuente de Vida. 

25Ningún trabajo de siervos haréis; y ofreceréis ofrenda encendida a Yahweh.
Ningún trabajo de siervos haréis: ...ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer... Juan 15:15. 

26También habló Yahweh a Moisés, diciendo:  27A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Yahweh.  28Ningún trabajo haréis en este día; porque es día de expiación, para reconciliaros delante de Yahweh vuestro Dios. 29Porque toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de su pueblo.  30Y cualquiera persona que hiciere trabajo alguno en este día, yo destruiré a la tal persona de entre su pueblo.  31Ningún trabajo haréis; estatuto perpetuo es por vuestras generaciones en dondequiera que habitéis.  32Día de reposo será a vosotros, y afligiréis vuestras almas, comenzando a los nueve días del mes en la tarde; de tarde a tarde guardaréis vuestro reposo.

Esta es la tercera y última de las grandes fiestas anuales de Israel. En el contexto espiritual que es el que tenemos que aprender de parte de Dios, encontramos que esta fiesta se celebra en el mes séptimo, o sea en el séptimo tiempo espiritual del año, o de la vida del creyente, porque estas fiestas del Señor son de aplicación a aquellos que ya han conocido a Dios. 

Por lo tanto, cuando un hijo de Dios ha decidido caminar con Cristo, ha crecido espiritualmente, se ha preparado para ser útil a sus vecinos y a los hermanos y a Dios, se encuentra en el mes séptimo de su vida espiritual. Es entonces cuando en esta fiesta de los tabernáculos, se recoge la cosecha del año, es decir de la vida espiritual de un hombre, y se celebra con Dios que uno vivió dispuesto a dar frutos del alma por amor al prójimo y a Dios. 

33Y habló Yahweh a Moisés, diciendo:  34Habla a los hijos de Israel y diles: A los quince días de este mes séptimoserá la fiesta solemne de los tabernáculos a Yahweh por siete días.  
35El primer día habrá santa convocación; ningún trabajo de siervos haréis.
El primer día es el día en que uno recibe a Cristo y se dispone a andar con Él, se celebra santa convocación o sábado, porque se descansa al pasar de muerte a vida con Cristo, y porque el significado del sábado viene por aceptar la pascua de Dios que es Cristo. Ver Estudio Bíblico en alimento sólido Y SE RASGÓ EL VELO.  

36Siete días ofreceréis ofrenda encendida a Yahweh; el octavo día tendréis santa convocación, y ofreceréis ofrenda encendida a Yahweh; es fiesta, ningún trabajo de siervos haréis.
Siete días, son otra vez esos siete tiempos de un hijo de Dios que ha vivido ofreciendo su vida como ofrenda encendida al Señor, al octavo, aquí es cuando estemos en el reposo del Señor.

37Estas son las fiestas solemnes de Yahweh, a las que convocaréis santas reuniones, para ofrecer ofrenda encendida a Yahweh, holocausto y ofrenda, sacrificio y libaciones, cada cosa en su tiempo,  38además de los días de reposo de Yahweh, de vuestros dones, de todos vuestros votos, y de todas vuestras ofrendas voluntarias que acostumbráis dar a Yahweh. 39Pero a los quince días del mes séptimo, cuando hayáis recogido el fruto de la tierra, haréis fiesta a Yahweh por siete días; el primer día será de reposo, y el octavo día será también día de reposo.  40Y tomaréis el primer día ramas con fruto de árbol hermoso, ramas de palmeras, ramas de árboles frondosos, y sauces de los arroyos, y os regocijaréis delante de Yahweh vuestro Dios por siete días.  41Y le haréis fiesta a Yahweh por siete días cada año; será estatuto perpetuo por vuestras generaciones; en el mes séptimo la haréis.  42En tabernáculos habitaréis siete días; todo natural de Israel habitará en tabernáculos,  43para que sepan vuestros descendientes que en tabernáculos hice yo habitar a los hijos de Israel cuando los saqué de la tierra de Egipto. Yo Yahweh vuestro Dios.

Se conmemora el habitar en tabernáculos, porque el pueblo Judío, que representa al pueblo de Dios, habitó en ellos durante su peregrinación por el desierto. Es pues la memoria de que hemos vivido en desierto espiritual, en la sequía espiritual, en la búsqueda de Dios y de Su Tierra Prometida, la cual encontraremos en el corazón de cualquier hombre o mujer que ama a Dios y conoce y ha recibido al Mesías y camina con Él llevando Su yugo. Aquellas almas o tabernáculos en los que habita Cristo. 

44Así habló Moisés a los hijos de Israel sobre las fiestas solemnes de Yahweh.

LEVÍTICO 24
ACEITE PARA LAS LÁMPARAS
1Habló Yahweh a Moisés, diciendo:  
2Manda a los hijos de Israel que te traigan para el alumbrado aceite puro de olivas machacadas, para hacer arder las lámparas continuamente. 3Fuera del velo del testimonio, en el tabernáculo de reunión, las dispondrá Aarón desde la tarde hasta la mañana delante de Yahweh; es estatuto perpetuo por vuestras generaciones.  4Sobre el candelero limpio pondrá siempre en orden las lámparas delante de Yahweh.
Las lámparas son las almas de los que llevan el yugo con Cristo, y Aarón que representa el sacerdocio y a Cristo ordena estas almas para que vayan con Él por estatuto perpetuo, llenas de aceite obtenido por esas almas machacadas por el peso del yugo que representa la continua intercesión por el Pueblo de Dios: aquellos que le aman y reciben a su Hijo, el Mesías.

ZACARÍAS 14
16Y todos los que sobrevivieren de las naciones que vinieron contra Jerusalén, subirán de año en año para adorar al Rey, a Yahweh de los ejércitos, y a celebrar la fiesta de los tabernáculos. 17Y acontecerá que los de las familias de la tierra que no subieren a Jerusalén para adorar al Rey, Yahweh de los ejércitos, no vendrá sobre ellos lluvia. 18Y si la familia de Egipto no subiere y no viniere, sobre ellos no habrá lluvia; vendrá la plaga con que Yahweh herirá las naciones que no subieren a celebrar la fiesta de los tabernáculos. 19Esta será la pena del pecado de Egipto, y del pecado de todas las naciones que no subieren para celebrar la fiesta de los tabernáculos.

2 CORINTIOS 5
1Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos.  2Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial;  
Es por lo tanto el tabernáculo, un recipiente temporal donde habitar en el tiempo, pero que es sustituido por la morada eterna, La nueva Jerusalén, el templo del Dios vivo, donde mora Él y su pueblo como hemos visto que dice la Escritura.

3pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos.  4Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida.  5Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu. 6Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor  7(porque por fe andamos, no por vista);  8pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor.  9Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables.  10Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.

HEBREOS 9
11Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, 12y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención. 13Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, 14¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?

APOCALIPSIS 7
LA MULTITUD VESTIDA DE ROPAS BLANCAS
9Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos;
Las palmas para hacer los tabernáculos, el agrado de Cristo.
10y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero. 11Y todos los ángeles estaban en pie alrededor del trono, y de los ancianos y de los cuatro seres vivientes; y se postraron sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a Dios, 12diciendo: Amén. La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén. 13Entonces uno de los ancianos habló, diciéndome: Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido?  14Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. 15Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos.
El Señor extenderá su tabernáculo sobre nosotros, Su corazón, Su unción, Su protección.
16Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno;  17porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos.

APOCALIPSIS 21
CIELO NUEVO Y TIERRA NUEVA
1Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. 2Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. 3Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. 4Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.

JUAN 7
2Estaba cerca la fiesta de los judíos, la de los tabernáculos; 3y le dijeron sus hermanos: Sal de aquí, y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces. 4Porque ninguno que procura darse a conocer hace algo en secreto. Si estas cosas haces, manifiéstate al mundo. 5Porque ni aun sus hermanos creían en él.  

CONCLUSIÓN:

La fiesta de los Tabernáculos es la tercera y última de las tres Santas Convocaciones que el Señor pide al discípulo. Como podemos ver en LA PASCUA que inicia la fiesta de los Panes sin levadura y en la fiesta de PENTECOSTÉS, culminando con los Tabernáculos tras el día de la Expiación, Dios nos enseña la construcción espiritual de nuestra persona al completo y la simbología que hay en Sus Fiestas Santas para que podamos celebrarlas de forma viva y espiritual en nuestras almas. 

En la Fiesta de los Tabernáculos se cierra el ciclo anual de las Fiestas del Señor, por eso la he llamado El Agrado de Cristo, porque simboliza la culminación espiritual dentro de nuestra alma, de la alabanza y la glorificación de nuestro Dios en nuestro corazón. Tabernáculos nos uno al Padre en el Hijo a través del Espíritu, nos une como Iglesia o Cuerpo de Cristo, nos une en las coyunturas del afecto fraternal y el amor de Dios. Tabernáculos simboliza la convivencia espiritual, a la que deberíamos llegar entre aquellos que Le amamos, siempre y cuando veamos a nuestro hermano/a como templo del Espíritu Santo y al menos como a nosotros mismos, y parte del Señor. Nos vemos en Tabernáculos. 

Que la unidad del Espíritu Santo forje las coyunturas del Espíritu entre vosotros.
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