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viernes, 7 de agosto de 2015

...a pesar de los falsos hermanos introducidos a escondidas, que entraban para espiar nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús, para reducirnos a esclavitud, a los cuales ni por un momento accedimos a someternos, para que la verdad del evangelio permaneciese con vosotros.

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información 


CONSTRUCCIÓN DE SERMONES EXPOSITIVOS
GÁLATAS 2: 1-10

1Después, pasados catorce años, subí otra vez a Jerusaléna con Bernabé, llevando también conmigo a Tito. 2Pero subí según una revelación, y para no correr o haber corrido en vano, expuse en privado a los que tenían cierta reputación el evangelio que predico entre los gentiles. 

3Mas ni aun Tito, que estaba conmigo, con todo y ser griego, fue obligado a circuncidarse; 4y esto a pesar de los falsos hermanos introducidos a escondidas, que entraban para espiar nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús, para reducirnos a esclavitud, 5a los cuales ni por un momento accedimos a someternos, para que la verdad del evangelio permaneciese con vosotros. 

6Pero de los que tenían reputación de ser algo (lo que hayan sido en otro tiempo nada me importa; Dios no hace acepción de personasb), a mí, pues, los de reputación nada nuevo me comunicaron. 

7Antes por el contrario, como vieron que me había sido encomendado el evangelio de la incircuncisión, como a Pedro el de la circuncisión 8(pues el que actuó en Pedro para el apostolado de la circuncisión, actuó también en mí para con los gentiles), 9y reconociendo la gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión. 10Solamente nos pidieron que nos acordásemos de los pobres; lo cual también procuré con diligencia hacer.
a a 2.1: Hch. 11.30; 15.2.
b b 2.6: Dt. 10.17.


La aceptación apostólica, 
GÁLATAS 2:1-10

Después de haber argumentado su independencia de los apóstoles en relación con el origen de su evangelio, Pablo comienza a escribir acerca de la unidad que existía entre él y los apóstoles de Jerusalén. En contra de las acusaciones de los judaizantes que decían que el evangelio de Pablo no era igual al dado por Jesús a los doce apóstoles, Pablo argumenta que es el mismo evangelio.

El Apóstol continúa su narración histórica y menciona que después de catorce años él subió a Jerusalén (v. 1. Aquí se menciona por tercera vez la palabra griega epéita 1899 que se traduce después). Es lógico asumir que Pablo se refiere a catorce años después de la visita a Jerusalén mencionada en 1:18. Hay dos razones por que tomar este punto de vista. Primera, la palabra griega epéita que se traduce después en 1:18 tiene referencia al versículo anterior (v. 17) que incluye la salvación de Pablo y su viaje a Arabia y Damasco. El después en 2:1 tiene que ver con la visita a Jerusalén mencionada en 1:18 y no a su salvación remota. Segundo, la palabra griega pálin 3825 (otra vez) en 2:1 tiene referencia a su visita a Jerusalén y no a su conversión.

Es de importancia escribir un poco acerca de la visita de Pablo a Jerusalén según 2:1. Entre los eruditos de las Sagradas Escrituras hay un debate en cuanto a esta visita. Sería de ayuda presentar un esquema de las visitas de Pablo a Jerusalén según Hechos y las que Pablo menciona en Gálatas.
Según Lucas Según Pablo
Hechos 9:26–30 Gálatas 1:18–24
Hechos 11:27–30 Gálatas 2:1–10
Hechos 15
Hechos 18:22
Hechos 27:17 s.
El argumento entre los eruditos es dónde poner la visita de Pablo a Jerusalén mencionada en Gálatas 2:1–10 con las cinco referencias mencionadas por Lucas en Hechos. Las dos interpretaciones más comunes son: Gálatas 2:1–10 es la misma visita mencionada por Lucas en Hechos 11:27–30 (algunos exponentes de este punto de vista son F. F. Bruce y William Ramsey). El segundo punto de vista es que Gálatas 2:1–10 es la narración de Lucas en Hechos 15 (algunos exponentes de este punto de vista son J. B. Lightfoot y A. T. Robertson). En realidad los dos enfoques tienen sus argumentos fuertes y sus problemas pero es mejor seguir el punto de vista tradicional, que afirma que Gálatas 2:1–10 es la misma visita en Hechos 15

Algunos de los argumentos que hacen esta interpretación más fuerte son los siguientes. Los participantes son los mismos. Pablo y Bernabé son prominentes en Hechos 15 y Gálatas 2. También Pedro y Jacobo estaban envueltos en este evento. Un problema en relación a los participantes es: ¿Por qué Tito no es mencionado en Hechos 15? Este problema se puede contestar diciendo que Tito fue incluido con los otros en Hechos 15:2. Otro argumento que favorece este punto de vista es que el problema es el mismo. En las dos narraciones el problema era el de la circuncisión de los gentiles convertidos. Pablo estaba en un conflicto serio con los judaizantes acerca de la circuncisión, lo que llevó al concilio de Jerusalén en Hechos 15. Finalmente, la cronología apoya este punto de vista. Si sumamos los tres años de 1:18 con los catorce años en 2:1, el resultado encaja mejor con el tiempo del concilio en Hechos 15.

Un argumento fuerte que vale la pena mencionar contra el primer punto de vista (Gál. 2:1–10 es el mismo incidente que Hech. 11:27–30) es que en Hechos 11 Pablo trajo ayuda para los pobres y sería una falta de cortesía que los apóstoles insistieran a Pablo que recordara a los pobres (Gál. 2:10).

Una pregunta que hay que contestar es: ¿Por qué Pablo solamente menciona aquí dos de sus cinco visitas a Jerusalén según Hechos? Esta pregunta se puede contestar diciendo que el propósito de Pablo no era el mencionar todas sus visitas a Jerusalén sino sólo algunas que podían apoyar su argumento contra los judaizantes.
El Apóstol subió a Jerusalén acompañado por Bernabé y Tito (2:1). Bernabé no era su nombre original sino José; los apóstoles le pusieron el nombre de Bernabé, que traducido es "hijo de consolación". Este nombre mostraba su carácter (Hech. 4:36). Bernabé era un levita nacido en Chipre (Hech. 4:36) y su primo era Marcos (Col. 4:10). 
No sabemos nada acerca de su conversión, pero mucho en cuanto a su naturaleza espiritual. Bernabé era un hombre con una naturaleza muy generosa, y vendió su heredad para ayudar a los pobres (Hech. 4:37). También Bernabé probó en su vida que en realidad era un hijo de consolación. El tomó a Pablo en el comienzo de su vida cristiana y lo llevó a los apóstoles en Jerusalén para que tuviesen compañerismo con él. Fue Bernabé quien también buscó a Pablo para que fuera a Antioquía y ministrara allí por un año (Hech. 11:25, 26). El ministerio de Bernabé y Pablo creció y después la iglesia de Antioquía los envió a Jerusalén con una ayuda para los pobres (Hech. 11:29, 30). Después Pablo y Bernabé fueron comisionados por la iglesia como misioneros (Hech. 13:2–4). Bernabé fue con Pablo en el primer viaje misionero y más tarde regresaron a Antioquía (Hech. 14:24–28). 
En Antioquía, la iglesia reconoció el liderazgo de Pablo. (Lucas mencionaba primero a Pablo y después a Bernabé según Hech. 15:2, 35.) El trabajo unido de estos dos grandes siervos terminó por una discusión que tuvieron en relación con Marcos, el primo de Bernabé, antes del segundo viaje misionero (Hech. 15:36–41). Pablo no quería llevarlo porque Marcos no quiso seguir en el primer viaje misionero y regresó a Jerusalén (Hech. 13:13). 
Bernabé quería llevar a Marcos en un programa de discipulado y ánimo, pero Pablo no estuvo de acuerdo. Entonces Bernabé tomó a Marcos y se fue a Chipre. Pablo partió con Silas en su segundo viaje misionero. Bernabé tuvo éxito en el discipulado de Marcos. El apóstol Pablo más tarde reconoció el cambio en Marcos. 
Personalmente pide que le ayude en su ministerio (Col. 4:10; 2 Tim. 4:11; Flm. 24). Después de esta discusión, Bernabé sale del retrato narrativo de Lucas en Hechos. Si alguien hubiese escrito un libro acerca de la vida de Bernabé, yo creo que tendría muchos relatos de personas que testificarían de la influencia que Bernabé tuvo en ellos; el apóstol Pablo sería uno de ellos. Este desacuerdo no terminó la amistad entre Pablo y Bernabé. En 1 Corintios 9:6 Pablo menciona a Bernabé como colaborador.
Compañeros en el ministerio
(Pablo y Bernabé)
Las experiencias de estos dos siervos del Señor nos dan ejemplo de las maneras en que podemos experimentar el compañerismo en la obra del Señor.
1.     Ambos habían tenido experiencias dramáticas de conversión.
2.     Ambos cambiaron el rumbo de su vida al convertirse, para ser misioneros.
3.     Ambos tenían carácter fuerte, que se prestaba para diferencias de opinión en cuanto a la estrategia en la obra (Hech. 13:13).
4.     Ambos llegaron a madurar en la fe, para ser más amplios en aceptar los puntos de vista de otros (1 Cor. 9:6).
Algunos se pueden preguntar: ¿Quién tuvo la razón, Pablo o Bernabé? La respuesta es que los dos la tuvieron. El punto de vista de Pablo era expandir el reino de Dios; en este enfoque no hay mucho tiempo para equipar y animar. El punto de vista de Bernabé era el equipar y animar a los hijos del reino y ésto toma tiempo. Los dos puntos de vista son correctos y deben ser ejercitados en las iglesias. Lo bueno de esta discusión fue que Pablo siguió en lo que el Señor le había llamado y Bernabé siguió en su ministerio. También continuaron como amigos y hermanos en Cristo según 1 Corintios 9:6. Este debe ser un ejemplo cuando hay discusiones entre hermanos; seguir como amigos y hermanos en el Señor y lo más importante es seguir en la obra donde el Señor les ha colocado.

Otra persona que Pablo menciona que fue con él a Jerusalén es Tito. El era un gentil incircunciso (Gál. 2:3). También fue un colaborador con Pablo. Tito era pastor (2 Cor. 8:23; 12:18). No sabemos cuando Tito se juntó con Pablo en las actividades misioneras. La referencia más temprana de Tito está en Gálatas 2:1, 3. Una de las epístolas pastorales fue enviada a Tito, que estaba trabajando como pastor en Creta (vea la epístola de Tito).

El apóstol Pablo explica que subió a Jerusalén de acuerdo a una revelación (v. 2). Algunos eruditos argumentan que Gálatas 2 no es el mismo incidente que el concilio de Hechos 15, porque Lucas no menciona nada acerca de esta revelación. Podemos decir que fue posible que el Espíritu Santo haya podido hablar por medio de los líderes de Antioquía y también por Pablo, como lo había hecho antes cuando comisionó a Pablo y Bernabé a ir a Jerusalén para llevar ayuda a los pobres (Hech. 11:17–30; 12:24, 25). El silencio de Hechos 15 acerca de la revelación de Pablo no la niega, pero sencillamente no fue mencionada por Lucas. Un ejemplo de una exclusión de Lucas es Hechos 9:29, 30 donde Pablo huye de Jerusalén. Aquí no se menciona nada de una revelación pero en Hechos 22:17–21 Pablo explica que fue por una visión que salió de Jerusalén. De la misma manera Pablo subió a Jerusalén porque sabía que era la voluntad de Dios (Dios se lo manifestó por medio de una revelación); aunque Lucas no la menciona, no quiere decir que no ocurrió.

La pregunta en este versículo (2:2) es: ¿Qué quiso decir Pablo cuando escribió: ... no corro ni he corrido en vano? Pablo no quiso decir que él no estaba seguro de su evangelio y por eso fue a Jerusalén para recibir una confirmación apostólica. El estaba totalmente convencido del evangelio y estaba dispuesto a no ceder ni un centímetro de su mensaje (Gál. 2:3–5). Es mejor interpretarlo como que el Apóstol tenía miedo de que el evangelio que él predicaba fuera mal entendido y eliminado públicamente por los líderes de Jerusalén. Si ésto sucedía, su evangelio vendría a estar en la lista negra y los judaizantes ganarían la acreditación para predicar un evangelio contaminado. El ministerio de Pablo sería perjudicado y todo su trabajo vendría a ser en vano. La unidad del evangelio sería dividida entre salvación más la ley o salvación más nada. El Apóstol menciona la misma idea cuando exhorta a los filipenses en cuanto a su carácter cristiano (Fil. 2:16).

Antes del concilio público en Hechos 15, el Apóstol expuso su evangelio previamente. Pablo lo hizo así para conocer la posición de los líderes en Jerusalén y que ellos también supieran más acerca del evangelio que él predicaba entre los gentiles. Además el Apóstol quería evitar conversaciones y decisiones públicas que podían ser de estorbo para la obra entre los gentiles. Algunos podían preguntarse: ¿Por qué la reunión en privado no es mencionada por Lucas en Hechos 15? Hechos 15:4, 5 nos dice que hubo una reunión en la cual Pablo y Bernabé dieron un informe de su ministerio y más tarde en los vv. 6–12 comenzó la reunión más formal.

Otra pregunta que se puede hacer en este punto es: ¿Por qué Pablo no resolvió este problema cuando fue a Jerusalén por primera vez? Posiblemente el problema de los judaizantes no había sido de una gran oposición en el ministerio temprano de Pablo. También la naturaleza de la primera visita era de conocer a los apóstoles y saber más acerca de Jesús cuando estuvo en el mundo.

Pablo continúa diciendo que Tito (que era un gentil incircunciso) no fue obligado a ser circuncidado, mas fue recibido como hermano en la fe. Posiblemente Pablo llevó a Tito para mostrar lo que el Espíritu Santo estaba haciendo entre los gentiles. 

Pablo menciona a Tito en este punto para argumentar contra la pretensión de los judaizantes que querían que los gentiles fuesen circuncidados para ser salvos. Si la circuncisión es importante, entonces: ¿Por qué Tito no fue forzado a hacerlo por los de reputación en Jerusalén?

Sería buena idea explicar brevemente qué es la circuncisión. Circuncidar quiere decir "cortar" circularmente una porción del prepucio. La circuncisión en el AT era una señal del pacto que Dios tuvo con Abraham (Gén. 17:10, 11). Este rito externo era observado por el pueblo de Dios en el AT (Gén. 17; Exo. 4; Jos. 5) y debía ser una señal de un cambio interno hecho por Dios (Deut. 10:16; 30:6). En el NT este rito externo no tenía ningún significado en la vida espiritual de una persona (Rom. 4:10, 11; Gál. 5:6). Sabiendo la influencia tremenda que la circuncisión tenía en el pueblo de Israel por siglos, podemos entender el celo ferviente que los judaizantes tenían por la ley y la circuncisión.

Una pregunta que algunos lectores se pueden hacer es: ¿Por qué Pablo animó a Timoteo a circuncidarse (Hech. 16:3) y también defendió a Tito para que no se circuncidara (Gál. 2:5)? ¿Era Pablo inconsecuente? La contestación es que Pablo no fue inconsecuente. El caso de Timoteo es diferente al de Tito. 

Timoteo se circuncidó para evitar pleitos entre los judíos no salvos en Jerusalén; Timoteo no quería ser piedra de tropiezo para ellos. Se hizo como ellos para ganarlos para Cristo. En el caso de Timoteo la circuncisión no era para salvación sino para evitar pleitos, siendo él en parte judío (Hech. 16:1). El caso de Tito era totalmente diferente. Pablo se opuso a la enseñanza de que hay que circuncidar a los cristianos gentiles para salvación. Pablo quería mostrar que los gentiles eran salvos sin la circuncisión. El caso de Tito tenía más que ver con el mensaje de salvación y la ley.

Los judaizantes, a quienes Pablo se refiere en el cap. 2, eran falsos hermanos. El Apóstol no estaba diciendo que ellos eran hermanos en la fe sino al contrario, eran hombres que se hacían pasar como hermanos pero en realidad eran falsos. Estos hombres falsos se infiltraron secretamente (v. 4). La idea aquí es que estos falsos hermanos eran puestos en las congregaciones por algún grupo de afuera. Pablo no dice quiénes eran pero los gálatas sabían quiénes eran los responsables. Posiblemente el grupo que investigaba esta clase de actividad eran ex fariseos o ex sacerdotes judíos que se llamaban cristianos en Jerusalén. Estos falsos hermanos tenían un lema que era: Si no os circuncidáis de acuerdo con el rito de Moisés, no podéis ser salvos (Hech. 15:1). 

Según Pablo, los falsos hermanos tenían dos objetivos. El primero era de espiar la libertad que los cristianos gentiles tenían en Cristo. Cuando Pablo menciona la palabra libertad (v. 4), él no se está refiriendo a una libertad de hacer lo que le venga en gana, sino a una libertad de los ritos y reglamentos de la ley que eran impuestos por los líderes judíos. El segundo objetivo era de esclavizar a los cristianos más dé-biles a observar las leyes y ceremonias del AT.

El Apóstol explica que esta clase de enseñanza no fue tolerada ni practicada en su ministerio para que el evangelio de libertad se siguiera proclamando (v. 5). Algunos eruditos piensan que Tito sí fue circuncidado. 
Ellos argumentan que en algunos manuscritos las palabras ni por no aparecen (en el griego son las palabras hois oude y no aparecen en el texto occidental); la lectura de este versículo sin las palabras "ni por" tiene el significado de que Tito se circuncidó para no traer problema. Tito no fue forzado pero aceptó la circuncisión y así el Apóstol y Tito accedieron por un tiempo. Este punto de vista es inconsecuente con la firmeza de Pablo acerca de su evangelio de libertad. También el tono de la epístola es totalmente contrario a la idea de la circuncisión para los gentiles. Es mejor interpretar este versículo como que Tito no se circuncidó.
“Los importantes”
2:6
Hace unos años un líder en la obra cristiana en un país se jactó de estar entre los importantes, cuando se señaló a sí mismo y dijo: “Aquí está uno de los ‘big wig’ (más importantes) de la obra.” Desgraciadamente, después de unos años, se descubrió que este mismo hermano estaba involucrado en actos de deshonestidad que causaron tristeza para todos los cristianos. No debemos pensar que somos los “importantes” en la obra; Dios nos llama a servir con fidelidad, y él se encargará de dar la recompensa. Nuestro llamado es a ser fieles en servir, no buscar los títulos de importancia.
El apóstol Pablo regresa a lo que dijo en el v. 2 acerca de exponer su evangelio a aquellos con reputación en Jerusalén y llega a la conclusión de que ellos no agregaron nada nuevo a su evangelio dado directamente por Cristo (v. 6). El Apóstol no tenía falta de respeto para los apóstoles en Jerusalén, al contrario, él fue para que ellos escucharan su evangelio. Pablo estaba reaccionando contra aquellos judaizantes que ponían a los apóstoles de Jerusalén como la máxima autoridad y a Pablo como un apóstol falso, que tenía un evangelio inventado por él. Estos grandes hombres tenían una reputación de haber caminado con Jesús y de ser apóstoles en Jerusalén, donde se originó el mensaje verdadero y el cristianismo. Posiblemente los judaizantes usaban estas credenciales para mezclar el evangelio con la ley. Pablo reacciona contra tales hombres (no contra los apóstoles) y menciona que el hecho de que estos apóstoles hubieran caminado con Jesús en otros tiempos no les daba más favor ante Dios que a él, que llegó a ser apóstol más tarde. Los judaizantes sabían que Dios no hace acepción de personas. En el concilio de Jerusalén Pedro confirmó esta verdad (Hech. 15:9).
El Apóstol regresa al concilio de Jerusalén y menciona una de las decisiones que se tomó (v. 7). Se reconoció que el evangelio dado a Pablo venía de Cristo y se tomó la decisión de que a Pablo se le había encomendado el evangelio por Cristo para ser predicado a los gentiles (Hech. 15:12) y a Pedro, que era un líder destacado entre los apóstoles en Jerusalén, el evangelio para los judíos (Hech. 15:7–11). Cuando Pablo menciona el evangelio para la incIrcuncisión y para la circuncisión, él no se está refiriendo a que hay dos evangelios, sino que el mismo evangelio se predicase a dos grupos diferentes. El mismo Espíritu Santo que actuó en Pedro también actuó en Pablo (v. 8). En otras palabras, el evangelio tenía que ser uno porque el autor es uno y es el mismo Espíritu Santo que llamó a estos dos grandes siervos a un ministerio diferente. Cuando se dice que Pablo es apóstol a los gentiles y Pedro a los judíos, no necesariamente se eliminaba la evangelización a los otros grupos, sino que en general el ministerio de Pablo era para los gentiles y el de Pedro para los judíos.
El Apóstol continúa su defensa contra los judaizantes y menciona a tres personas que los judaizantes usaban para combatir el evangelio de gracia que Pablo predicaba. Les dice que ellos (Jacobo, Pedro y Juan) aprobaron el ministerio del apóstol Pablo (v. 9). No sabemos de seguro por qué Pablo menciona a Jacobo primero. Posiblemente Jacobo llegó a ser el más prominente en la iglesia de Jerusalén. Pedro y Juan también fueron mencionados. Pablo escribe liberalmente el nombre de Cefas en vez de Pedro; posiblemente Pablo usaba los dos nombres intercambiadamente. El Juan que Pablo menciona es probablemente el hijo de Zebedeo (Mat. 10:2–4). Esta es la única oportunidad en que el nombre Juan es mencionado en las epístolas paulinas. Según el libro de Hechos, Juan estuvo con Pedro en diferentes ocasiones (Hech. 3:1–4:22; 8:14–25). Estos apóstoles eran pilares en la obra de Jerusalén. El término columna (v. 9) es simbólico de una persona que muestra apoyo y defensa (en el sentido de enseñanza) por los suyos. Entre los judíos, la palabra columna tenía que ver con un gran maestro. Apocalipsis 3:12 menciona la palabra columna para aquellos que son vencedores. Fueron estos hermanos de gran prestigio en Jerusalén los que dieron la mano de compañerismo a Pablo y Bernabé. La mano derecha (déxios 1188, "la mano"), tenía que ver como un acto simbólico que representaba un acuerdo o amistad entre dos grupos o personas. Estos líderes estaban de acuerdo con el ministerio de Pablo para los gentiles. Lo único que los hermanos le pidieron fue el recordar a los pobres, lo cual Pablo estaba haciendo. En la reunión no hubo ninguna indicación de que el evangelio paulino tenía defectos sino al contrario hubo unidad entre los líderes de Jerusalén y Pablo.

La petición de recordar a los pobres por los líderes de Jerusalén no es mencionada por Lucas en Hechos. Tenemos que concluir que aunque no fue mencionada por Lucas, esta fue una petición que los apóstoles hicieron, posiblemente en la reunión privada en Hechos 15:4. Esta petición no cambiaba nada en el evangelio de Pablo, al contrario lo apoyaba.
Semillero homilético
Llamados para ser apóstoles
2:6–10
Introducción: Los llamados de Dios siempre buscan lugares para servir. En el caso de Pablo el lugar no era importante. Sintió que su misión era a los gentiles, que en este pasaje se llama la incircuncisión. Pedro y otros apóstoles concentraron su ministerio en los judíos, que aquí abarca a los de la circuncisión.
I.     La fuente del llamado es Dios.
1.     El llamado fue dado a Pedro y los otros apóstoles.
2.     El llamado fue dado también a Pablo.
II.     El propósito del llamado de Dios.
1.     El llevar el evangelio a los judíos primeramente (de la circuncisión).
2.     El llevar el evangelio a los gentiles (incircuncisos).
III.     El alcance del llamado de Dios, v. 10.
1.     Enfocar en lo esencial del evangelio y no en los aspectos periféricos.
2.     Acordar las obras sociales para ayudar a los pobres.
Conclusión: La aplicación práctica del pasaje hoy en día nos lleva a enfocar a los grupos étnicos en distintas partes del mundo, que nunca han escuchado el evangelio. No importa su raza; lo importante es que son personas por las cuales Cristo murió y Dios quiere que entren en su reino.
Una pregunta que se puede hacer en este punto es: ¿Por qué el Apóstol no incluyó el contenido del decreto en Hechos 15 en su argumento contra los judaizantes? Tenemos que entender que una de las cosas que Pablo quería argumentar era su independencia de los apóstoles de Jerusalén y que su evangelio era dado totalmente por Cristo. Al mencionar el decreto, su evangelio perdía credibilidad. Es interesante que en 1 Corintios 8, que se refiere a comidas sacrificadas a los ídolos, el Apóstol tampoco menciona el decreto de Hechos 15 para reforzar su argumento.

c. La exhortación a Pedro según el evangelio, 2:11–21. Hemos visto que el evangelio dado a Pablo por Cristo en realidad es genuino. Este evangelio fue dado a Pablo por revelación directa y fue totalmente independiente de la autoridad apóstolica en Jerusalén. También fue por el evangelio que su vida fue transformada para predicar a los gentiles. El evangelio predicado por Pablo fue también aceptado por los apóstoles en Jerusalén. Ahora el apóstol Pablo da un ejemplo de la autoridad de su evangelio y es en ocasión de la confrontación que tuvo con Pedro. Esto pasó después del concilio de Jerusalén relatado en Hechos 15; Pedro decidió visitar a los hermanos en Antioquía (v. 11). Fue en esta visita que Pedro fue resistido por Pablo (el verbo griego anthístemi 436 tiene que ver con un ataque inicial del otro lado y así ser resistido. En la mente de Pablo, Pedro era culpable de un acto original de agresión contra el evangelio de la gracia). Pablo menciona que lo que Pedro hizo era reprensible. 

El ser reprendido por Pablo no significa que éste era superior sino que los hechos de Pedro no eran según el evangelio. El Apóstol explica lo que pasó (v. 12). Pedro comía con los gentiles (eran gentiles cristianos convertidos por medio del evangelio predicado por Pablo). Cuando Pedro estaba teniendo compañerismo con ellos, algunos de parte de Jacobo vinieron a ellos, (posiblemente en el tiempo de la comida también participaban del partimiento del pan y el vino, para recordar la muerte del Señor). Ciertas personas de parte de Jacobo (v. 12): Estos judíos eran cristianos, y venían de parte de Jacobo. Este es el mismo Jacobo que Pablo mencionó en 1:19. Posiblemente fueron a Antioquía para llevar luego un informe a Jacobo. Estos no eran los falsos hermanos que el apóstol menciona en el v. 4. Pero eran hombres de prestigio en la iglesia en Jerusalén y por ello Pedro tuvo temor. Estos hombres que venían de parte de Jacobo eran judíos estrictos que se habían convertido al cristianismo.

Es importante mencionar que a Pedro y a los judíos cristianos, especialmente los de Jerusalén, no les era cosa fácil dejar atrás una enseñanza que había predominado anteriormente en sus vidas. La tradición de sus padres era algo que predominaba en su sociedad. Pedro tuvo problemas en la transición de la ley a la gracia. Un ejemplo clásico de esto fue la visión que Pedro tuvo de parte de Dios para enseñarle que ya no hay diferencia entre judíos y gentiles (Hech. 10).

Cuando llegaron los de Jerusalén, Pedro se retraía y apartaba, temiendo... (v. 12). Estas palabras juntas describen a una persona tímida que se aparta cuidadosamente para no ser observada. El verbo "retraer" (upostéllo 5288) se usaba para cuando un ejército planeaba retirarse para ir a buscar protección. Por miedo a los de la circuncisión Pedro comenzó a separarse de los hermanos gentiles. Pablo los menciona como los de la circuncisión (v. 12). La idea aquí es la misma que en el v. 7, en el cual se menciona que el ministerio de Pedro era para aquellos de la circuncisión o judíos. Estos hermanos eran judíos cristianos. El temor de Pedro era como en Hechos 11:1, 2 donde los cristianos judíos conocidos como los de la circuncisión argumentaban con Pedro y le reclamaban su compañerismo con los gentiles.

Una pregunta que puede estar en algunos de los lectores es: ¿Por qué tenía Pedro temor de estas personas si el concilio (Hech. 15) claramente había dado a los judíos "luz verde" para el compañerismo? Simplemente que el decreto de Hechos 15 fue anunciado en teoría y no en práctica. Lo que le pasó a Pedro fue un error suyo en la práctica. La tensión de la ley predominaba entre los cristianos judíos en Jerusalén. No fue algo que desapareció totalmente después del decreto. Con su manera de actuar, Pedro influyó en otros, para hacer lo mismo (los otros judíos eran judíos cristianos que vivían en Antioquía). Tanta fue su hipocresía que hasta Bernabé lo siguió en sus hechos (v. 13). El apóstol Pablo llama hipocresía a esta acción de parte de Pedro y sus seguidores, porque representaban una comedia que no estaba de acuerdo con sus convicciones. Esto sucedió por un período de tiempo, seguramente durante la estadía de los de la circuncisión.

El apóstol Pablo vio que no andaban rectamente (v. 14; orthopodéo 3716 tiene que ver con seguir un camino derecho en contraste con una línea torcida). Con su testimonio, ellos se estaban alejando de la verdad del evangelio. Aquí hay una lección muy importante que tenemos que considerar y es que a veces sabemos la verdad del evangelio (en teoría) pero por presiones externas actuamos en forma contraria a la verdad de lo que la palabra nos indica. El saber de la Palabra y el vivirla debe ser una sola cosa. Pablo exhortó a Pedro cara a cara delante de todos (v. 14). La razón por la que Pablo lo exhortó en público fue que, como líder, estaba siendo piedra de tropiezo a muchos hermanos. Esta no fue una ofensa personal, sino que involucraba a muchos hermanos.

Pablo comienza su exhortación con una pregunta (v. 14b). No sabemos de seguro en qué versículo terminó la exhortación de Pablo. Algunos piensan que terminó en el v. 14, pero es mejor concluir que su exhortación siguió hasta el final del capítulo. La pregunta de Pablo era: Si Pedro, que era judío, vivía como gentil, (tenía la libertad de vivir en la manera de los gentiles, como lo estaba haciendo en Antioquía) ¿cómo podía él obligar a los gentiles a vivir como los judíos? Con su testimonio, Pedro estaba diciendo a los gentiles que hasta que ellos se conformaran a las prácticas judías no podían tener compa-ñerismo con él y sus compañeros judíos. En esencia, ésto era una obligación para que los gentiles se judaizaran.

La respuesta de Pedro no está registrada; él era culpable delante de la acusación de Pablo, pues sus acciones no eran iguales a sus convicciones.

El apóstol Pablo continúa su argumento basado en la acción de Pedro (vv. 15–21). La refutación del Apóstol va dirigida a los judíos de nacimiento (incluyendo a Pedro y sus seguidores). Aunque tuvieron privilegios por ser judíos, ellos tienen que venir a Cristo por la fe como los gentiles. Pablo menciona un pensamiento que prevalecía entre el judaísmo y era que los judíos de nacimiento eran parte del pacto de Dios y no los gentiles que eran pecadores por naturaleza (v. 15). Aunque Pablo y Pedro sabían que al haber nacido judíos tenían una bendición y algunas ventajas en ello, sin embargo esto no incluía la salvación (v. 16). 

Las obras de la ley (que eran importantes para los judaizantes) no traen salvación. La palabra "justificar" en el v. 16 (dikaióo 1344) no tiene que ver con un cambio ético o hacer que alguien viva una vida santa, sino que es una declaración judicial de Dios por la cual la persona se cuenta como justa y aceptable delante de Dios. Las obras de la ley no producen esta justificación. La fe en Cristo trae justificación, sea para judíos o gentiles. 

La palabra fe (pístis 4102) tiene que ver con aceptar lo que ella misma acredita como verdad. En este caso es Jesucristo. Es esta verdad que se cree y domina las vidas y conductas de los cristianos. Lo que Pablo dice aquí (v. 16) es que los judíos no pueden ser justificados por la ley sino solamente por la fe. Entonces, ¿por qué dar la impresión a los gentiles de que algo más allá de tener fe en Jesús (como la ley de los judíos) trae salvación?

El v. 17 es una porción del cap. 2 que no es fácil de entender. Hay dos explicaciones que son las más lógicas a la luz del contexto. Algunos eruditos sugieren que Pablo estaba contestando una objeción hipotética que toma dos proposiciones correctas y una conclusión incorrecta.
1. Objeción correcta: Pablo dice que los judíos son justificados en Cristo aparte de la ley.
2. Pablo dice que al abandonar la ley para ser salvo por medio de la fe, los judíos tienen que reconocer que ellos mismos están en la misma categoría de pecadores como los gentiles (lo cual es correcto).

Conclusión incorrecta: Entonces Cristo es el servidor o el promotor del pecado. El requiere que los hombres abandonen la ley para ser justificados. El abandonar la ley de Dios que es buena y moverse hacia los principios sin la ley es pecar.
El Apóstol trae a luz este pensamiento totalmente equivocado y horrorizado, exclama: ¡De ninguna manera! (v. 17).

La segunda manera en que se puede explicar este versículo es que Pedro había dejado la ley y dependía de la fe solamente para ser justificado al tener compañerismo con los gentiles. Después vaciló y regresó a la ley cuando vio a los judíos de Jerusalén. En esta manera él estaba insinuando que la ley era necesaria para la salvación. Al regresar a los principios de la ley, en esencia estaba diciendo que él había pecado por haber dejado la ley judía. Esto implicaba que Cristo estuvo equivocado (estaba animando el pecar) al presentarse como el único que justifica fuera de la ley. Cristo engañó a los judíos al enseñarles que no necesitaban la ley; por ello es un servidor del pecado al animarles a dejar la ley. En esencia Pablo estaba diciendo: nosotros buscamos ser justificados por Cristo pero nos hicimos pecadores al dejar la ley; entonces, Cristo es el servidor del pecado. La respuesta es: ¡De ninguna manera! (v. 17).

El Apóstol continúa con el mismo pensamiento del v. 17 y aclara que la culpa no es de Cristo. Entonces, ¿de quién es la culpa? Es de la misma persona (v. 18). El se incluye, por cortesía a Pedro y expone su caso como judío. Lo que Pablo dice aquí (v. 18) es: Si yo dejé la ley y vine a Cristo sólo por la fe y después quiero regresar a aquello que dejé, me hago un transgresor. La palabra griega parábates 3848, que se traduce transgresor, es más específica que la palabra pecadores en los vv. 15 y 17. Quiere decir "uno que quebranta la ley", no tanto un estatuto de ella sino el significado verdadero o la intención de la ley. La razón por la que una persona se hace un transgresor es por el propósito de la ley. La ley no salva pero confirma que el hombre es pecador (comp. Rom. 6–8).

El apóstol Pablo sigue explicando su relación con la ley cuando vino al conocimiento de Cristo (v. 19). En el plan redentor de Dios, la ley tenía un trabajo legítimo y era el de mostrar que el hombre es pecador y señala hacia Cristo. El Apóstol menciona que él ha muerto a la ley. Esto quiere decir que el propósito de la ley terminó en su vida cuando él aceptó a Jesús. En la analogía de la muerte, el Apóstol no responde más a ella porque el propósito de la ley no es de salvar. En su vida nueva Pablo responde a Dios para servirle en espíritu y verdad.

Pablo explica cómo él vive en la nueva vida (v. 20). Lo primero que Pablo dice acerca de esta nueva vida es que él está juntamente crucificado con Cristo (v. 20). (El tiempo del verbo es perfecto, que significa una acción en el pasado y que continúa en el presente. También la voz del verbo es pasiva, que significa "yo no lo hago ahora; ya lo han hecho por mí", lit. se puede traducir, "yo he sido crucificado y sigo siendo crucificado en Cristo".) El verbo "crucificar" explica por qué Pablo había muerto a la ley y se identifica con la muerte del Salvador (él tomó nuestros pecados y no la ley); es la muerte de Cristo la que todo cristiano experimenta (Rom. 6:1–6; 1 Cor. 12:13). 

El resultado de esta unidad con Cristo es que no se vive para uno mismo, ya no se vive para tratar de obtener méritos por observar la ley; pero el vivir, en la vida de Pablo, era que Cristo vivía en él. Todo lo que el Apóstol hacía en la carne lo vivía agradando a Cristo. 

La palabra carne no tiene que ver con la vida de pecado que Pablo menciona en otras epístolas (Rom. 8:8 ss.), sino que tiene la idea del cuerpo mortal (ver 2 Cor. 10:3). El oxígeno en la nueva vida en Cristo es la fe en el Hijo de Dios (Pablo usa este título para hacer hincapié en la nueva revelación de Dios en contraste con el AT). Fue el Hijo de Dios que amó y se entregó a morir en una cruz por Pablo. (El Apóstol usa la primera persona singular, lo que muestra el afecto profundo que él tenía por su Se-ñor. Esto no significa que él estaba excluyendo a otros, si así fuese, el caso iría contra sus enseñanzas del cuerpo de Cristo.)

Pablo explica el propósito de la ley; la ley no tiene nada que ver con la vida eterna. El caminar con el Señor va más allá que los preceptos externos, es una nueva vida en el espíritu y somos motivados a servirle por el amor que Jesús nos tiene.

El apóstol Pedro con su conducta de vacilación eliminaba la gracia de Dios. En sus hechos de apartarse de sus hermanos gentiles, él estaba diciendo que la ley suplementa la justicia alcanzada por Cristo. El apóstol Pablo comenta que él no ha puesto a un lado la gracia de Dios (v. 21). Si una persona puede tener justicia delante de Dios por guardar la ley, entonces la muerte de Cristo fue en vano. Cualquier persona que agregue un requisito más a la muerte de Cristo, en esencia está diciendo que el sacrificio de Cristo no fue suficiente para la salvación.
BOSQUEJO HOMILÉTICO TEXTUAL
Crucificado con Cristo
2:20
Introducción: Pablo explica en este versículo lo que significa para el cristiano estar en relación con Cristo. Representa un nivel de consagración que pocos cristianos alcanzan, pero ofrece una recompensa especial. ¿Qué efecto tiene el estar crucificado con Cristo?
I.     Trae perdón del pecado.
1.     La cruz hace posible nuestro perdón, porque así Cristo pagó por nuestros pecados.
2.     La cruz fue necesaria para expiar los pecados de la humanidad.
II.     Trae poder para vivir frente a las dificultades.
1.     En tiempos de persecución abierta.
2.     En tiempos de experimentar pruebas en la vida.
III.     Trae propósito en vivir día tras día.
1.     Podemos identificarnos con la misión mundial de compartir este mensaje.
2.     Podemos vivir la vida en el espíritu y no en la carne.
IV.     Trae seguridad y tranquilidad en cuanto a la eternidad.
Conclusión: Pablo no apela a otros a entrar en este nivel de consagración. Simplemente testifica que él ha alcanzado este nivel de sentir una relación especial con Cristo y de poder vivir la fe en la seguridad del amor de Cristo. Esto apela a los cristianos y los motiva a buscar esta experiencia.
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domingo, 6 de octubre de 2013

¿Hay Libertad en la Ley Mosaica?: Lo que dice La Biblia - La ley del Amor

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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LEY Y LIBERTAD
Éxodo • Levítico • Números • Deuteronomio
Tras la muerte de José (hecho con el que termina Génesis), el pueblo de Israel floreció y se multiplicó en Egipto. Sin embargo, los egipcios pronto olvidaron cómo José los había salvado de la hambruna. De parte de los gobernadores de Egipto, la gratitud se convirtió en recelo y odio.
Éxodo
ÉXODO
PASAJES Y HECHOS CLAVE
Moisés entre los juncos 1-2
Las diez plagas 7-12
La Pascua 12-15
El cruce del Mar Rojo 14
Los diez mandamientos y la Ley 20-24
El Tabernáculo 26
Al cabo de unos 300 a 400 años, la sola cantidad de israelitas planteaba una amenaza a los egipcios nativos. El faraón —rey de Egipto— trató de suprimirlos, usando a los israelitas como fuerza de trabajo forzado para sus ambiciosos proyectos arquitectónicos. Como aun así siguieron creciendo en número, el monarca promulgó un edicto en virtud del cual todos los bebés israelitas varones serían asesinados al nacer.
Un hombre y una mujer desacataron esta orden. Durante tres meses escondieron a su hijo recién nacido y, cuando ya no podían seguir haciéndolo, su madre lo puso en un canasto impermeable en el río, y dejó a María, la hermana, a cargo de su vigilancia. El bebé fue encontrado en su canasto por la hija del faraón, cuando bajaba a tomar su baño. María se acercó y ofreció a su madre como nodriza para el niño. La princesa llamó Moisés al bebé, y lo dejó a cargo de la mujer hasta el destete. Luego Moisés fue criado y educado en la corte egipcia como hijo adoptivo de la hija del rey.
Moisés
A pesar de haber sido criado en la corte real, el afecto de Moisés estaba con su propio pueblo sometido, los israelitas. Trató de protegerlos de sus mayorales y de arreglar las disputas entre ellos, con la intención de defender su causa, pero ellos lo rechazaron. Finalmente, en su pasión por la justicia, mató a un capataz egipcio que golpeaba a un israelita, y tuvo que huir del país.
Durante los siguientes 40 años, Moisés vivió como pastor, y pasó largas horas solo en el desierto. Un día, cerca del Monte Sinaí, vio una zarza ardiendo. Lo que llamó su atención fue el hecho de que el arbusto no se consumiera. Al acercarse, una voz le habló desde la zarza ardiente.
Dios le dijo:
—No te acerques; quita el calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es.
Y añadió:
—Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. (Éx 3.5-6)
Dios había escuchado los clamores de su pueblo. Llegaba la hora de liberarlos de la esclavitud y había elegido a Moisés para dirigirlos. Moisés se excusó una y otra vez. Era mayor y más sabio de lo que era en su impetuosa juventud y carecía de la ambición para emprender la tarea.
Dijo Moisés a Dios:
—Si voy a los hijos de Israel y les digo: “Jehová, el Dios de vuestros padres, me ha enviado a vosotros”, me preguntarán: “¿Cuál es su nombre?”. Entonces ¿qué les responderé?
Respondió Dios a Moisés:
—“Yo soy el que soy”…‘Yo soy’ me envió a vosotros”. (Éx 3.13-14)
En aquel tiempo se creía que el nombre de una persona indicaba su carácter. Este nombre misterioso era una manera de decir que Dios se da a conocer por sus actos. También, en las palabras de John Drane, ese nombre nos dice que «Dios es el Señor del tiempo y hará en el futuro lo que hizo en el pasado y está haciendo en el presente».
El nombre del Dios de la alianza fue revelado a Moisés de una manera nueva. Este nombre ha sido transcrito en las Biblias castellanas de diversas maneras, como Jehová, Yahvé o Señor.
Dios indicó a Moisés que dijera a la gente de Israel que su Dios los liberaría. Muchos habían olvidado cómo era Dios, pero pronto tendrían una demostración de su poder cuando Moisés desafiase al rey egipcio. Cuando Moisés puso como objeción no ser un buen orador, Dios le prometió que su hermano Aarón lo acompañaría y sería el vocero. Dios no aceptaba excusas.
VIDA EN EGIPTO
Desde los tiempos de José hasta los de Moisés (cuatro siglos), los clanes de Israel vivieron en Egipto, un reino cuya historia incluso entonces se remontaba a bastante más de mil años. En los tiempos de Moisés, la mayoría de los habitantes de Egipto eran agricultores campesinos que cultivaban pequeñas parcelas de tierra. La inundación anual del Nilo regulaba su vida. El Nilo aportaba el agua para irrigar las siembras y producir el rico légamo o lodo, que hacía de Egipto una tierra tan fértil. Durante la inundación del Nilo, cuando nadie podía ocuparse de la tierra, muchas personas eran reclutadas para trabajar en proyectos estatales de construcción.
El faraón (rey de Egipto e intermediario entre los dioses y la humanidad) estaba en la cúspide del orden social; le seguían dos visires, que dirigían la vasta burocracia que controlaba y registraba cada área de la vida.
Obreros y campesinos vivían en casas hechas de ladrillos de barro, pero los nobles tenían casas y jardines más espléndidos. La abundante información que poseemos sobre la vida egipcia procede de pinturas e inscripciones funerarias, de escritos en muros de templos y monumentos, y de objetos encontrados en las tumbas.
Los egipcios adoraban muchos dioses, en santuarios locales y en grandes templos, por intermedio de sacerdotes. La magia era una parte activa de la religión. Creían en la vida después de la muerte y todo lo necesario para esta nueva vida se incluía en la tumba de la persona muerta, donde se depositaba el cuerpo cuidadosamente embalsamado.
«Deja ir a mi pueblo»
Moisés y Aarón se presentaron ante el faraón, el rey de Egipto, con la petición de que permitiera salir al pueblo de Israel, con el propósito de adorar a su Dios. El faraón rehusó de plano. Con el fin de demostrar que Dios era más fuerte que faraón y los dioses de Egipto, y para hacer cambiar la actitud del faraón, cayó sobre los egipcios una serie de desastres: las diez plagas. Primero las aguas del Nilo, dadoras de vida, se volvieron color sangre. Luego fueron las plagas de ranas, de moscas y de piojos. Pero el faraón endureció su corazón y se negó a permitir que el pueblo abandonara Egipto, como Dios había mandado… y su pueblo sufrió en consecuencia. Después de nueve plagas, Moisés previno al rey que vendría una décima y mucho más terrible tragedia: el primogénito de cada familia en Egipto —incluso la primera cría del ganado— moriría en una noche determinada.
La Pascua
A través de estas intervenciones, el pueblo de Israel también aprendía acerca del poder de Dios y de su misericordia hacia ellos. Por eso, antes de que cayera la última plaga, Moisés indicó ciertos preparativos especiales. Cada familia israelita debía matar un cordero y salpicar con su sangre los dinteles y postes de las puertas de su casa. Esto era un símbolo: la vida del cordero era entregada por ellos. Cada familia refugiada en una vivienda marcada por esa sangre estaba a salvo del poder destructor de la muerte.
La noche del juicio para los egipcios habría de ser la noche de salvación y liberación para los israelitas. En el interior de cada hogar debían preparar una comida especial de cordero asado y hierbas amargas, con pan sin levadura. Comerían ya vestidos para la travesía. Apenas amaneciera, los egipcios estarían ansiosos por acelerar la partida de los israelitas.
Llantos y lamentaciones llenaron la tierra a medida que la muerte llegaba a cada vivienda egipcia. El faraón le dijo a Moisés que se llevara lejos a su pueblo. Los israelitas estaban finalmente libres para abandonar la tierra de esclavitud y partir en busca de la tierra que Dios les había prometido desde el tiempo de Abraham.
El Mar Rojo
Tan pronto como la vasta procesión de israelitas con sus rebaños y ganados hubo abandonado Egipto, el faraón se arrepintió de haber dejado escapar a sus esclavos. Envió un ejército para recapturarlos. Los israelitas parecían estar atrapados. Tenían al ejército en sus talones, y el camino delante de ellos estaba bloqueado por el agua.
El Mar Rojo, tal como lo llama la Biblia, puede no ser el mar que hoy lleva ese nombre. Una mejor traducción es Mar de los Junquillos, una extensión de agua probablemente ubicada en la región que actualmente ocupa el canal de Suez.
Cuando vieron acercarse los caballos y carros egipcios, los israelitas se sobrecogieron de pánico. Pero Moisés les dijo:
—No temáis; estad firmes y ved la salvación que Jehová os dará hoy, porque los egipcios que hoy habéis visto, no los volveréis a ver nunca más. (Éx 14.13)
A la orden de Dios, Moisés alzó su cayado sobre el mar y un fortísimo viento del este separó las aguas para que la gente pudiera seguir por tierra firme. Solo cuando estuvieron a salvo del otro lado, las aguas volvieron a fluir, ahogando al ejército egipcio que los perseguía.
Moisés y su hermana María rompieron a cantar e iniciaron una danza de victoria a la que se sumó todo el pueblo:
«Cantaré yo a Jehová,
porque se ha cubierto de gloria;
ha echado en el mar al caballo y al jinete.
Jehová es mi fortaleza y mi cántico.
Ha sido mi salvación. (Éx 15.1-2)
A lo largo de la historia de Israel, esta poderosa liberación en el Mar Rojo se ha visto como el acto supremo de Dios para salvar a su pueblo, junto con la Pascua, su gran acto de redención de la esclavitud en Egipto.
En el desierto
Moisés alejó al pueblo del bien custodiado camino de la costa, y lo llevó hacia el sur, por el Desierto de Sinaí, hacia el Monte Sinaí. Dios había prometido a Moisés que regresarían al mismo lugar donde él había sido llamado. Durante toda la larga peregrinación en el desierto, se describe a Dios yendo al frente de su pueblo: una columna de nubes en el día y una columna de fuego en la noche eran los signos de que él estaba con ellos. El fuego y las nubes se emplean a menudo como símbolos de la presencia de Dios. Esta nube se describe como brillante y luminosa. Más tarde, la tienda o Tabernáculo de Dios sería otro símbolo visible de su presencia.
La alianza
La alianza o pacto entre Dios y su pueblo de Israel, en el Monte Sinaí, es el corazón de todo el Antiguo Testamento. El pacto está basado en el libre amor y bondad de Dios hacia su pueblo. Él los había elegido para que le pertenecieran de una manera especial. Él los protegería y los haría prosperar. La parte que le correspondía al pueblo en el pacto era obedecer a Dios y cumplir las leyes dadas por intermedio de Moisés.
Todos estaban entusiasmados con este acuerdo. No dudaban de que podían cumplir su parte en la alianza, aunque el resto del Antiguo Testamento muestra cuán lejos estuvieron de ser fieles y obedientes a Dios.
Moisés subió a la montaña a recibir las palabras de Dios y descendió para la ceremonia del pacto. Espantados por la nube, el sonido de una trompeta, los truenos y relámpagos en derredor, el pueblo prestamente se declaró dispuesto a acatar el pacto. Moisés selló las promesas de la alianza con la sangre de animales.
El signo de la relación contractual entre Dios e Israel era la circuncisión de todos los varones, tal como primero se requirió a Abraham. La circuncisión era práctica común en esa parte del mundo, como rito de iniciación a la adultez, pero para los israelitas marcaría su relación especial con Dios; la operación se ejecutaría, de allí en adelante, en el octavo día después del nacimiento. Dios les reveló su nombre especial para el pacto —el nombre que había dado a conocer a Moisés— para que así lo nombrasen en adelante.
Los diez mandamientos
El núcleo central de las numerosas leyes contenidas en los libros Éxodo y Levítico es el Decálogo o los diez mandamientos. La primera mitad resume la relación de las personas con Dios y la segunda mitad, la relación entre personas. Estas leyes son mucho más que un conjunto pasajero de reglas para un determinado grupo de personas. Han sido ampliamente reconocidas como universales y permanentes; las leyes actuales de muchos países occidentales tienen base en estos mandamientos.
«Yo soy Jehová, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre.
»No tendrás dioses ajenos delante de mí.
»No te harás imagen ni ninguna semejanza… No te inclinarás a ellas ni las honrarás…
»No tomarás el nombre de Jehová, tu Dios, en vano…
»Acuérdate del sábado para santificarlo…
»Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová, tu Dios, te da.
»No matarás.
»No cometerás adulterio.
»No hurtarás.
»No dirás contra tu prójimo falso testimonio.
»No codiciarás… ni cosa alguna de tu prójimo». (Éx 20.2-17)
Leyes civiles
Los libros de la ley en el Antiguo Testamento contienen muchas otras leyes, algunas claramente relacionadas con las formas de vida en ese tiempo.
Se dan instrucciones acerca de la conducta correcta en situaciones particulares. Por ejemplo, si un toro corneaba a una persona y esta moría, se daba muerte al toro. Si el toro era conocido por dar cornadas a la gente, el dueño pagaba la misma pena.
Otras leyes se refieren a la vida familiar y al trato de los esclavos. Un aspecto que tienen en común es la consideración por los débiles y desposeídos, a quienes Dios pone especial cuidado en proteger:
«Cuando siegues la mies de tu tierra, no segarás hasta el último rincón de ella ni espigarás tu tierra segada. No rebuscarás tu viña ni recogerás el fruto caído de tu viña; para el pobre y para el extranjero lo dejarás. Yo, Jehová, vuestro Dios…
»No retendrás el salario del jornalero en tu casa hasta la mañana siguiente.
»No maldecirás al sordo, ni delante del ciego pondrás tropiezo, sino que tendrás temor de tu Dios. Yo, Jehová.
»No cometerás injusticia en los juicios, ni favoreciendo al pobre ni complaciendo al grande: con justicia juzgarás a tu prójimo.
»No andarás chismeando entre tu pueblo.
»No atentarás contra la vida de tu prójimo. Yo, Jehová…
»No te vengarás ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo, Jehová. (Lv 19.9-18)
Alianzas o pactos en tiempos de Moisés
La alianza era un concepto familiar para los contemporáneos de Moisés. Los arqueólogos han descubierto registros de alianzas hititas que datan de 1400 a 1200 a.C. Los hititas eran otro pueblo que vivía en el Medio Oriente en los tiempos de Moisés. Una alianza solía pactarse entre un caudillo o rey y un grupo menos poderoso.
En el texto de la alianza, el que había tomado la iniciativa se presentaba y enumeraba lo que había hecho por la otra parte. Requería ciertas cosas a cambio. Por lo general seguía luego una enumeración de bendiciones o maldiciones, según que la otra parte respetara o rompiera los votos (el capítulo 28 de Deuteronomio enumera tales bendiciones y maldiciones en relación con la alianza divina).
La alianza de Dios opacó cualquier otro pacto celebrado por reyes o caudillos humanos. Como su iniciador, prometió bendiciones y beneficios inigualados a su pueblo.
Leyes ceremoniales
Otro grupo de leyes tiene que ver con la adoración y servicio a Dios. Algunas normas prescriben la manera de ofrecer el culto a Dios. Otras son leyes alimentarias, que estipulan los alimentos que no deben ser comidos. La carne de puerco y los mariscos, entre otros, estaban prohibidos. Es muy posible que estas leyes fueran dictadas para proteger la salud en un clima cálido. La separación entre animales limpios e inmundos también simboliza la separación de Israel de las naciones.
Había además muchas otras leyes que se referían a la limpieza ritual de la persona. Tenían su fundamento en la higiene, pero la razón predominante era que el Dios de Israel era un Dios santo. Era puro y no era tocado por el pecado. La suciedad física se consideraba símbolo de corrupción moral y espiritual. Si Dios iba a vivir en medio de su pueblo, este también debía mantenerse santo y puro en todo sentido.
El becerro de oro
Después de sellar la alianza, Moisés ascendió nuevamente la montaña y allí permaneció largo tiempo en comunión con Dios. El pueblo se cansó de esperar su regreso. Rompiendo las promesas que acababan de hacer, le rogaron a Aarón que les hiciera un dios que pudieran ver y tocar. Él pidió que le entregaran sus joyas de oro, las fundió e hizo un becerro. Siguió luego una ruidosa y concupiscente celebración, una orgía que pretendía ser un culto de adoración, con el becerro en el centro.
Finalmente Moisés y su ayudante Josué descendieron de la montaña. Moisés llevaba las tablillas de piedra grabadas por Dios con los diez mandamientos. Débilmente al comienzo, pero cada vez más fuerte, escucharon el griterío que venía del campamento. Moisés muy pronto se dio cuenta de lo que sucedía. Se puso furioso. Arrojó al suelo las tablillas de piedra, rompiéndolas en pedazos, e irrumpió en la escena de la francachela, restableciendo rápidamente el juicio en la gente. Moisés no podía creer que tan pronto después de jurar obediencia a los mandamientos de Dios pudieran romper el segundo mandamiento e inclinarse ante una imagen hecha por el hombre.
En su furia, Moisés molió el becerro hasta convertirlo en polvo, lo mezcló con agua e hizo que los israelitas lo bebieran. Sin embargo, poco después Moisés mismo emprendió de nuevo la caminata montaña arriba, e imploró el perdón de Dios y la rehabilitación para ese pueblo que había pecado tan gravemente. Dios se reveló así a Moisés:
¡Jehová! Dios fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira y grande en misericordia y verdad, que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, pero que de ningún modo tendrá por inocente al malvado… (Éx 34.6-7)
Muchas veces Dios perdonó y redimió a su pueblo. Lamentablemente, la idolatría marcaría la conducta de Israel durante muchos siglos subsiguientes. Finalmente la infidelidad condujo a la quiebra de la nación.
El Tabernáculo
Dios prometió a Moisés que estaría con su pueblo; su presencia se reconocía en las columnas de nubes y fuego. Pero Dios también decidió que se erigiera un Tabernáculo: una carpa para sí mismo en medio del campamento israelita. Moisés trasmitió las detalladas instrucciones de Dios a los artífices que habrían de construir este pabellón especial o Tabernáculo. En el centro de una serie de claustros, se encontraba «el Lugar santísimo». No había allí imagen alguna de Dios, como en otros santuarios similares de la época, pero sí una caja o arca cubierta de oro, en la que se colocaron las dos tablas de la Ley que Moisés había traído de lo alto de la montaña.
Una característica de este Tabernáculo era que cada una de las partes estaba provista de varas y anillos para transporte. Puesto que el pueblo estaba en marcha, el Tabernáculo también tenía que ser movible. El Dios de Israel no era como los dioses de los pueblos de los alrededores, cuyo poder estaba confinado al territorio en que vivía su tribu. Mientras el pueblo de Dios estuviera peregrinando, él prometía ir con ellos y vivir allí.
Se estipularon pautas muy estrictas, para evitar que la gente pensara que se podía tratar a Dios con liviandad. Solo los sacerdotes elegidos tenían permiso para servir en el Tabernáculo; y una vez instalado el campamento, las tiendas de los sacerdotes rodeaban a la tienda de Dios. A la vez que señalaba la presencia de Dios entre su pueblo, el Tabernáculo protegía a todos de un contacto demasiado próximo con la terrible majestad y santidad de la presencia de Dios.
El libro del Éxodo está lleno de la gloria y santidad de Dios, pero los escritores también ponen énfasis en el hecho de que Dios estaba dispuesto a vivir en medio de su pueblo, protegiéndolo y salvándolo. La gente tuvo que aprender muchas lecciones amargas durante su peregrinación por el desierto. Faltaba el agua, y a menudo protestaban y aturdían a Moisés con sus quejas. Pero Dios se revela como Aquel que constantemente proporciona lo que necesita su pueblo.
El libro de Éxodo termina cuando se completa la construcción del Tabernáculo, y lo envuelve la brillante nube de la presencia de Dios en toda su gloria. Dios está con su pueblo.
EL TABERNÁCULO
La tienda del culto de Israel
Las instrucciones para construir el Tabernáculo están estipuladas en detalle en el libro de Éxodo. Los israelitas debían hacer una tienda portátil para el Señor, que llevarían durante la travesía hasta la tierra prometida. Cuando instalaban el campamento, la tienda de Dios se erigía en el centro. Dios estaba en el medio de su pueblo: estaba siempre presente entre ellos.
La tienda tenía dos habitaciones: en el cuarto privado interior se depositaba el arca de la alianza y la copia de las leyes de Dios. En el atrio externo había un candelabro con siete lámparas, un altar para el incienso y una mesa con doce panes.
Un amplio atrio rodeaba a la tienda de Dios: aquí la gente se presentaba ante los sacerdotes. Había un altar para los sacrificios. Un gran recipiente de bronce contenía agua para que los sacerdotes se lavaran antes de entrar a la tienda de Dios.
Levítico
LEVÍTICO
PASAJES Y HECHOS CLAVE
Leyes sobre ofrendas y sacrificios 1-7
Aarón y sus hijos ordenados sacerdotes 8-9
Leyes rituales sobre pureza e impureza 11-15
El Día del perdón 16
Los grandes festivales 23
Leyes sobre santidad en la vida y en el culto 17-21
A primera vista, Levítico es poco más que un informe sobre cómo ofrendar sacrificios y llevar a cabo disposiciones rituales. Eso se debe a que el libro se refiere a los deberes de los sacerdotes y levitas, como el título indica.
Los levitas eran miembros de la tribu de Leví. No eran sacerdotes, porque no descendían de Aarón, el primer sumo sacerdote. Sin embargo, ayudaban a los sacerdotes en sus deberes. Necesitaban instrucciones detalladas a fin de poder ejecutar sus servicios correctamente.
La palabra clave de Levítico es «santo». El estilo de vida de los sacerdotes, los levitas y el pueblo debe ser limpio, puro y consagrado a Dios. Debido a que están en una relación de alianza con un Dios santo, ellos también deben ser santos: libres de contaminación y completamente dedicados a Dios.
En el centro mismo del libro, leemos sobre las fiestas religiosas que marcan el paso del año para los israelitas. Los festivales celebraban los actos salvíficos de Dios en el pasado y su incesante protección.
El Día del perdón
Si había algo que comunicaba a la gente la santidad de Dios, era la observancia anual del Día del perdón. En ese día nadie trabajaba y todos ayunaban. Debían reconocer y confesar su fracaso en seguir y obedecer la ley de Dios. Procedía luego un rito solemne para quitar los pecados.
Nadie, excepto el sumo sacerdote, tenía derecho a entrar en el santuario interior del Tabernáculo, donde se guardaba la caja de oro: el arca de la alianza. Aun el sumo sacerdote solo podía entrar una vez al año, en el Día del perdón (o expiación). Salpicaba con sangre la tapa del arca, conocida como el propiciatorio, para expiar los pecados de la gente. La sangre representaba la ofrenda de vida.
«Perdón» conlleva la idea de la reconciliación de Dios con su pueblo, que se purifica con la eliminación del pecado. El sumo sacerdote también ofrecía sacrificios de animales para expiar los pecados de los sacerdotes y del pueblo. Luego seleccionaba dos machos cabríos. Mataba a uno como sacrificio, pero sobre el otro recitaba los pecados del pueblo. A continuación lo mandaba lejos, para que llevara consigo esos pecados, al desierto. Era el chivo emisario con los pecados de todos.
El día de reposo (sábado)
El día de reposo —es decir, el principio de separar un día de descanso cada seis días de trabajo— tiene sus raíces en la historia misma de la creación. El relato de Génesis dice que Dios descansó de su obra de creación en el séptimo día, y ese día fue santo para el Señor. Guardar ese día especial era uno de los diez mandamientos y distinguía a los israelitas como pueblo de la alianza, como pueblo de Dios. El día de reposo, al parecer, tenía como propósito ser una celebración gozosa. Era un día en el cual la gente podía recordar el pacto con Dios, y estar libre del trabajo de todos los días. Incluso los esclavos y los animales de labor debían disfrutar del feriado semanal.
La Pascua
La Pascua era una conmemoración clave en Israel. Era la primera de las fiestas anuales y, una vez que Israel llegó a la tierra de Canaán, todos los israelitas varones debían acercarse al Tabernáculo de Dios —más tarde el templo— para celebrar la Pascua.
En la noche de la primera Pascua, Dios había liberado a su pueblo de la esclavitud en Egipto; desde entonces, esos acontecimientos se conmemoraban durante la comida pascual. La redención de Dios se recordaba al comer el cordero asado, junto con hierbas amargas, que eran remembranza de la amargura de la esclavitud en Egipto. También comían pan preparado sin levadura, pues la fiesta de los panes sin levadura («ázimos») se celebraba al mismo tiempo.
Algunos consideran la fiesta del pan sin levadura como una celebración agrícola, por estar relacionada con la cosecha de la cebada, ocasión en que la primera gavilla madura se ofrecía a Dios. La Biblia asocia el acto de comer el pan sin levadura con la primera Pascua, cuando la gente tenía tanta prisa por abandonar Egipto, que no podía esperar que leudara la masa que llevaría consigo.
El festival de las semanas (Pentecostés)
Esta fiesta tenía lugar siete semanas después de la Pascua y de ofrecer a Dios la gavilla de cebada. Su otro nombre era Pentecostés, pues ocurría 50 días después de la ofrenda de cebada. Era la fiesta de las primicias. Para entonces había terminado la recolección del grano y se hacía una ofrenda especial a Dios. En esta oportunidad también debían todos los hombres de Israel dirigirse al Tabernáculo de Dios.
Fiesta de los Tabernáculos
Esta era la tercera fiesta en que los israelitas se presentaban ante Dios en su Tabernáculo. Se trataba de una acción de gracias por la cosecha, a veces llamada la fiesta de la reunión. Era un festival especialmente alegre, que los niños disfrutaban, cuando el pueblo, una vez establecido en Palestina, acampaba en rústicas chozas hechas de ramas. Algunos consideran que esta costumbre proviene del hábito de los agricultores de vivir en los campos mientras se hace el trabajo de la cosecha. Levítico lo explica como un recordatorio del tiempo en que todos vivían en tiendas, durante su éxodo por el desierto.
Sacrificio
A mucha gente hoy el sacrificio le parece algo bárbaro, especialmente si involucra animales. Otrora el sacrificio se practicaba en todo el mundo como una forma de poner aquello que puede ser visto y conocido en este mundo en contacto con el mundo espiritual. En ciertas religiones, el sacrificio se considera una manera de alimentar y satisfacer a los dioses. La Biblia rechaza este punto de vista y pone énfasis en la santidad de Dios; su bondad absoluta lo sitúa lejos del error y del mal, y por esa razón se hace necesario un camino especial para que hombres y mujeres pecadores se acerquen a él. El sacrificio era ese camino.
Se prescribían ofrendas diferentes para distintas ocasiones y situaciones, pero en cada caso el sacrificio expresaba el reconocimiento de que el devoto no estaba en condiciones de aproximarse a Dios. Antes de hacerlo, los pecados deben ser cubiertos y expiados. Con el paso del tiempo, la necesidad del perdón de los pecados se convirtió en la principal razón para el sacrificio en Israel.
Se realizaba de la manera siguiente:
El ofrendante se aproximaba al altar, que estaba en el atrio externo del Tabernáculo, y traía el animal determinado. Tenía que ser perfecto, libre de defectos. La persona ponía su mano sobre la cabeza del animal, identificándose con este. Luego él mismo mataba al animal, y el sacerdote untaba la sangre en los cuernos y en la base del altar. El cuerpo del animal era quemado sobre el altar. A veces se guisaba parte del animal y se compartía una comida.
No existe una explicación clara de la relación entre el sacrificio y el pecado; con todo, al identificarse con el animal, el ofrendante claramente expresaba que, por haber quebrantado las leyes de Dios, merecía el destino que el animal iba a sufrir. El animal moría en lugar de él. Había varios tipos de sacrificio. En la ofrenda colectiva, la acción de compartir y comer la carne guisada significaba la renovada relación del pecador con Dios y con sus congéneres hombres y mujeres.
Todo el poderoso rito del sacrificio servía como fuerte ayuda visual, y ponía en claro la necesidad de cada persona de estar en buenos términos con un Dios santo.
Ceremonial
Buena parte de Levítico y otras partes del Pentateuco se ocupan del ritual. No hay explicación de las detalladísimas instrucciones que acompañan la construcción del Tabernáculo o el procedimiento para los sacrificios. Con todo, es importante atribuirles el peso que merecen. Algunos antropólogos sociales sostienen que la comprensión del ritual de un pueblo es la clave para conocer su identidad. Explica cuáles son sus valores y qué es lo que más los conmueve.
Cada grupo en la sociedad tiene sus propios ritos, aunque a veces, por la misma familiaridad, no nos percatemos de ellos. Todos los ritos de los israelitas pretendían enfatizar la santidad del Dios al cual servían, el hecho de su absoluta bondad y ausencia de pecado. Las ceremonias traían a la memoria la seriedad que reviste acercarse a Dios, la necesidad de obedecer sus leyes y de seguir los procedimientos adecuados para ser santos también.
El capítulo 19 del Levítico es un maravilloso ejemplo de cómo tenía que vivirse la santidad de Israel en la vida cotidiana. Las leyes abarcan muchos aspectos de la vida, desde la exactitud de las pesas y medidas hasta el cuidado de los desposeídos, así como mandatos sobre no robar, mentir o cometer fraude. En todas estas enseñanzas subyace el amor y la veneración hacia Dios y hacia los demás.
Levítico también establece las disposiciones de Dios para rehabilitar a su pueblo y restaurar su herencia, la tierra. Cada séptimo año habría de ser un año «sabático», durante el cual la tierra descansa y queda en barbecho. Cada 50 años se proclamaría un año de Jubileo. La tierra debía ser devuelta a su primitivo propietario y los esclavos puestos en libertad.
Números
NÚMEROS
PASAJES Y HECHOS CLAVE
Vida en el desierto, en Sinaí y después 14
Espionaje de la tierra 13
Cuarenta años de peregrinaje 14
La rebelión de Coré 16
Agua de la roca 20
La serpiente de bronce 21
Balac y Balaam 22-24
Fronteras de Canaán 34
El libro de Números contiene la lista de los clanes del pueblo de Israel; el título del libro proviene del censo o empadronamiento con el cual comienza. Lo que hoy puede parecernos lectura árida y polvorienta era fascinante para la gente que leía acerca de sus propios antepasados. El libro de Números, sin embargo, contiene algo más que guarismos relativos al censo. Hay otras leyes, así como un relato de ciertas experiencias de Israel durante su peregrinación por el desierto.
Cades-Barnea
Una historia clave relata que Moisés, desde un lugar llamado Cades, envió a doce hombres —uno por cada tribu— a explorar la tierra de Canaán, antes de prepararse para entrar en ella. Los frutos que trajeron de vuelta eran exquisitos, pero solo dos de los doce espías creían que Dios les daría la tierra. Los demás vieron a sus habitantes como gigantes que podrían repelerlos fácilmente. La mayoría del pueblo se puso del lado de los diez, rehusando creer en Dios y en su promesa.
Entonces toda la congregación gritó y dio voces; y el pueblo lloró aquella noche. (Nm 14.1)
En vano Caleb y Josué, los dos que confiaban en Dios, suplicaban a la gente:
Si Jehová se agrada de nosotros, él nos llevará a esta tierra y nos la entregará; es una tierra que fluye leche y miel… Jehová está con nosotros: no los temáis. (Nm 14.8-9)
Pero el pueblo no quiso escucharlos y, por no haber confiado en Dios, los israelitas fueron condenados a vagar por el desierto durante 40 años: el tiempo necesario para que esa generación de incrédulos se extinguiera. Luego Josué y Caleb condujeron a una nueva generación hacia la tierra prometida.
Biografía de Moisés
Nacido en Egipto bajo amenaza de muerte del faraón; hijo de Amram, un levita, y de Jocabed (Éxodo 2, 6).
Escondido de los soldados egipcios y puesto en un canasto impermeable a orillas del Río Nilo, es encontrado por la hija del faraón y criado en la corte tras un cuidado inicial a cargo de su madre (Éxodo 2).
En defensa de sus hermanos israelitas, mata a un capataz egipcio y es obligado a huir del país (Éxodo 2).
Se casa en Madián, y trabaja como pastor para su suegro, Jetro, durante 40 años (Éxodo 2-3).
Atraído por la zarza ardiente en el desierto, es llamado por Dios para rescatar a su pueblo (Éxodo 3).
Regresa a Egipto; el faraón se niega a dejar ir al pueblo. Moisés y Aarón anuncian una serie de desastres: las diez plagas (Éxodo 7-12).
Muerte de los primogénitos; la Pascua; Moisés saca al pueblo de Egipto (Éxodo 12-13).
El cruce del Mar Rojo y una canción de triunfo (Éxodo 13-15).
Recibe la ley de Dios para su pueblo en Sinaí y sella la alianza (Éxodo 20-24).
El becerro de oro. Enojado, Moisés rompe las tablas de la ley; pero más tarde intercede ante Dios por su pueblo (Éxodo 32).
Exploradores son enviados a Canaán desde Cades; la rebelión tiene como resultado 40 años de peregrinaje en el desierto bajo el liderazgo de Moisés, que estaba siempre alentando a su pueblo (Números 13).
Agua brota de una roca; la ira de Moisés (Números 20).
El último gran discurso de Moisés al pueblo recordándoles la alianza; Moisés entrega el liderazgo a Josué y observa la Tierra prometida desde el monte Pisga (Deuteronomio 34).
Muerte de Moisés (Deuteronomio 34).
Números describe a Moisés como «un hombre muy humilde”. Tal vez esta sea la cualidad que mejor lo describe. Se crió gozando de todas las ventajas de la educación ofrecida en un palacio. Fue escogido por Dios para ser líder de su pueblo, y además tuvo una relación íntima con Dios. Sin embargo, Moisés nunca se impuso a nadie ni luchó por sus propios derechos. La mayor parte del tiempo soportó las quejas y la desobediencia del pueblo con paciencia. Habló con dureza al pueblo solo cuando el honor de Dios estaba en juego.
No solo sacó al pueblo de la esclavitud y lo llevó a la frontera de la Tierra prometida, sino que también les entregó la Ley y confirmó la alianza entre ellos y Dios. Hizo de una muchedumbre indisciplinada un pueblo casi unido. Cuidó de sus necesidades diarias —alimento y agua— y administró justicia. También los guió en victorias militares.
Deuteronomio cataloga su grandeza con estas palabras:
Nunca más se levantó un profeta en Israel como Moisés, a quien Jehová conoció cara a cara; nadie como él por todas las señales y prodigios que Jehová le envió a hacer en tierra de Egipto, contra el faraón y todos sus siervos, y contra toda su tierra, y por el gran poder y los hechos grandiosos y terribles que Moisés hizo a la vista de todo Israel. (Dt 34.10-12)
Serpientes venenosas
Números habla bastante de las experiencias del pueblo en el desierto y de las lecciones que Dios trató de inculcarles bajo la guía de Moisés. En cierta ocasión, los israelitas habían vuelto a refunfuñar, como tantas veces, contra Moisés y contra el mismo Dios:
«¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en este desierto?» (Nm 21.5)
En respuesta, Dios permitió que una plaga de serpientes venenosas los asediaran. Lleno de remordimiento, el pueblo se acercó a Moisés y le pidió que intercediera ante Dios para que alejara las serpientes. Dios le dijo a Moisés que hiciera una serpiente de bronce o de cobre y la pusiera en lo alto de un asta. Cualquiera que hubiera sido mordido y mirara la serpiente de bronce, sanaría. Se trataba de otra simple ayuda visual para enseñar fidelidad y obediencia.
Alimento
Cuando se cansaban de la vida en el desierto, los israelitas a menudo hablaban con nostalgia de la comida que solían disfrutar en Egipto: pescado, pepinos, melones, puerros y ajo. No había ninguna posibilidad de encontrar estos productos en el desierto. En cambio, tenían que satisfacer su hambre con lo que llamaban «este pan tan liviano».
Se referían a la comida especial que Dios les proveyó durante todo su peregrinaje por el desierto. El autor de Éxodo lo describe como una sustancia blanca, escamosa y dulce. Se derretía al sol. La gente lo llamaba maná, vocablo que significa «¿qué es?», pues cuando lo vieron por primera vez nadie sabía lo que era. El maná cubría la tierra cada mañana. Puede haberse tratado del man arábigo, sustancia exudada por dos tipos de insecto que viven en el tamarisco.
Oraciones y bendiciones
Cada vez que la nube de la presencia de Dios y el arca de la alianza se detenían, los israelitas armaban sus tiendas. La oración que Moisés repetía era la siguiente:
«¡Descansa, Jehová,
entre los millares de millares de Israel!». (Nm 10.36)
Cuando la nube y el arca se ponían nuevamente en movimiento, oraba:
«¡Levántate, Jehová!
¡Que sean dispersados tus enemigos
y huyan de tu presencia los que te aborrecen!». (Nm 10.35)
Aarón y los sacerdotes impartían esta bendición especial sobre el pueblo:
“Jehová te bendiga y te guarde.
Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti
y tenga de ti misericordia;
Jehová alce sobre ti su rostro
y ponga en ti paz”. (Nm 6.24-26)
Deuteronomio
DEUTERONOMIO
PASAJES Y HECHOS CLAVE
«No se olviden»; a través de todo el libro, Moisés le recuerda al pueblo los mandamientos de Dios y todo lo que él había hecho por ellos.
Los diez mandamientos 5
Obediencia y desobediencia: maldiciones y bendiciones 27-28
La renovación de la alianza 29
Josué, un nuevo líder 31
Cántico y bendición de Moisés 32-33
La muerte de Moisés 34
Este libro ha sido llamado «el latido del corazón» del Antiguo Testamento. Su nombre significa «segunda ley», porque describe la renovación de la alianza entre Dios e Israel.
El libro toma la forma de un discurso de despedida de Moisés al pueblo de Israel, cuando después de tanto tiempo alcanzan la tierra prometida. A Moisés no le fue permitido entrar en esa tierra con ellos. En una ocasión había dejado que su ira hacia los israelitas brotara sin control; en consecuencia, dijo Dios, podría ver pero no entrar en Canaán.
Deuteronomio evoca el pasado, recordando al pueblo todo el amor y la fidelidad que Dios les ha mostrado durante los años en el desierto. Expone nuevamente ante los israelitas las promesas de la alianza, fielmente guardadas por el lado divino. Por su parte, ellos deberán obedecer a fin de experimentar la bendición de Dios en la nueva vida que tienen por delante.
El libro termina con la muerte de Moisés, y la figura de Josué, su nuevo líder, que surge para conducirlos hacia la tierra prometida.
Amor y obediencia
El tema de la fidelidad de Dios está presente en todo el libro de Deuteronomio. Moisés mueve a los israelitas a pensar sobre su historia de los últimos 40 años, recordándoles el constante cuidado de Dios. Hasta las pruebas padecidas han sido parte del plan amoroso de Dios:
Te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová, tu Dios, estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos. Te afligió, te hizo pasar hambre y te sustentó con maná, comida que ni tú ni tus padres habían conocido, para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, sino de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre. (Dt 8.2-3)
Fecha y compilación de Deuteronomio
Hay muchas opiniones en cuanto a la fecha en que fue escrito el libro de Deuteronomio; oscilan desde los tiempos de Moisés hasta después del exilio, una diferencia de unos 600 años. Muchos están de acuerdo con que parte de su contenido se remonta hasta el mismo Moisés; pero la mayoría cree que el libro fue escrito o compilado (o sea, que su lenguaje fue actualizado) en el siglo VII a.C. Algunos piensan que fue compilado por levitas; otros, por escribas. Pero también puede ser obra de profetas del reino del norte de Israel, quienes habían huido hacia Judá, al sur, después de la caída de su capital, Samaria. Se cree que fue escrito por ellos durante los malos días del reinado de Manasés (ver 2 Reyes 21).
Muchos eruditos creen que los que compilaron Deuteronomio también son responsables por los libros de Josué, Jueces, 1 y 2 Samuel, y 1 y 2 de Reyes. Reconocen que todos estos libros ponen de relieve en la alianza con Dios y la importancia de obedecerla. Se les llama a estos escritores los «deuteronomistas».
Los autores asimismo hacen hincapié en la forma en que Israel debía corresponder al cuidado paternal de Dios. Debían responder en obediencia amorosa:
Mirad, pues, que hagáis como Jehová, vuestro Dios, os ha mandado. No os apartéis a la derecha ni a la izquierda. Andad en todo el camino que Jehová, vuestro Dios, os ha mandado, para que viváis, os vaya bien y prolonguéis vuestros días en la tierra que habéis de poseer. (Dt 5.32-33)
El libro de Deuteronomio reitera la Ley —el Decálogo y algunas de las leyes que de él derivan— y luego resume todo en una sola sentencia:
«Oye, Israel: Jehová, nuestro Dios, Jehová uno es.
»Amarás a Jehová, tu Dios, de todo tu corazón, de toda tu alma y con todas tus fuerzas». (Dt 6.4-5)
La Ley se cumple en el amor.
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