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domingo, 9 de agosto de 2015

Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque también el Padre busca a tales que lo adoren. Dios es espíritu; y los que adoran, deben adorar en espíritu y verdad.

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información 


CONSTRUCCIÓN DE SERMONES EXPOSITIVOS
JUAN 4: 130

1      Cuando Jesús se enteró que los fariseos habían oído decir: Jesús hace y bautiza más discípulos que Juan
2      (aunque Jesús mismo no bautizaba, sino sus discípulos),
3      dejó Judea y se fue de nuevo a Galilea,
4      y le era necesario pasar por Samaria.
5      Llega pues a una ciudad de Samaria llamada Sicar, cerca del campo que Jacob había dado a su hijo José,
6      en donde estaba la fuente de Jacob. Y Jesús, fatigado del camino, se sentó así sobre la fuente. Era como la hora sexta.
7      Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: Dame de beber.
8      (Pues sus discípulos habían ido a la ciudad para comprar alimentos.)
9      Le dice entonces la mujer samaritana: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana? (Porque judíos y samaritanos no comparten).
10      Respondió Jesús, y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber, tú le pedirías, y Él te daría agua viva.
11      Le dice: Señor, ni vasija tienes, y el pozo es hondo. ¿De dónde pues, tienes el agua viva?
12      ¿Eres tú acaso mayor que nuestro padre Jacob que nos dio el pozo, del cual bebió él, y sus hijos, y sus ganados?
13      Respondió Jesús y le dijo: Todo el que bebe de esta agua volverá a tener sed,
14      pero el que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que Yo le daré se hará en él una fuente de agua que brota para vida eterna.
15      Le dice la mujer: Señor, dame esa agua, para que no tenga sed ni venga aquí a sacar.
16      Le dice: Vé, llama a tu marido y regresa acá.
17      Respondió la mujer, y dijo: No tengo marido. Jesús le dice: Bien dijiste: No tengo marido,
18      porque cinco maridos tuviste, y el que ahora tienes no es tu marido. En esto has dicho verdad.
19      Le dice la mujer: Señor, estoy viendo que tú eres profeta.
20      Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalem está el lugar donde se debe adorar.
21      Jesús le dice: Mujer, créeme que viene una hora cuando ni en este monte ni en Jerusalem adoraréis al Padre.
22      Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos, porque la salvación viene de los judíos.
23      Pero viene una hora, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque también el Padre busca a tales que lo adoren.
24      Dios es espíritu; y los que adoran, deben adorar en espíritu y verdad.
25      Le dice la mujer: Sé que viene el Mesías, que es llamado el Ungido; cuando Él venga, nos declarará todas las cosas.
26      Jesús le dice: Yo soy, el que habla contigo.
27      En esto llegaron sus discípulos, y se extrañaban de que hablara con una mujer. Sin embargo, nadie dijo: ¿Qué buscas, o qué hablas con ella?
28      Entonces la mujer dejó su cántaro y fue a la ciudad, y dice a los hombres:
29      ¡Venid! ¡Ved a un hombre que me dijo todo lo que hice! ¿No será éste el Ungido?
30      Y salieron de la ciudad y fueron a Él.

    La nueva adoración (4:1–30)



Los versículos que introducen esta sección describen cuidadosamente una transición en la que se nos explica la obra y vida de Jesús. La sucesión es sencilla. Los fariseos oyeron que Jesús hacía y bautizaba más discípulos que Juan. Cuando el Señor se enteró de esto, abandonó Judea y se fue a Galilea (1, 3; vea el mapa 1). 


Aquí hay tres cosas interesantes. La primera, que los fariseos representan a los judíos hostiles; el Evangelio de Juan no menciona a los saduceos o herodianos por su nombre. La segunda, que no hay indicación de que el autor procurara representar el conocimiento de Jesús como sobrenatural. El Señor entendió (1). Indica solamente que los informes sobre su obra eran ampliamente reconocidos. Tercero, el paréntesis, aunque Jesús no bautizaba sino sus discípulos (2), tenía por objeto corregir el rumor que se había extendido (3:26; 4:1).

Y le era necesario pasar por Samaria (4). Era necesario implica obligación que puede ser de doble naturaleza. El paso por Samaria era la ruta más corta de Judea a Galilea. Sin embargo, por causa de la animosidad entre judíos y samaritanos, muchos de los primeros que iban de Judea a Galilea, pasaban al oriente del Jordán, al norte a través de Perea y volvían a cruzar el Jordán hacia Galilea. Es posible que por causa del tiempo, Jesús haya pasado por Samaria. Sin embargo, parece que la necesidad expresada aquí estaba más en relación con su propósito y misión. Samaria, y particularmente una mujer samaritana, lo necesitaban.

Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José. Y estaba allí el pozo de Jacob (5–6). Dentro de este marco el escritor introduce siglos de historia (cf. Gn. 33:19, 48:22; Jos. 24:32). El propósito evidente es demostrar que el camino antiguo, identificado con Jacob y José, y aun con el pozo de Jacob, llegaba a tener significado y cumplimiento solamente en Cristo Jesús. La mayor parte de las autoridades concuerdan en que Sicar es la actual villa de Askar al pie del monte Ebal. Está como a tres cuartos de kilómetro al norte del pozo de Jacob (vea el mapa 1).


Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta (6). De la misma manera que Juan tiene cuidado de mostrar la deidad de Jesús, se preocupa por hacer hincapié sobre su perfecta humanidad. Jesús estaba cansado del viaje y se sentó (cf. 1:14; 19:28; He. 4:15). La expresión se sentó así, tiene un adverbio que significa “de esta manera”. Ha provocado diversas interpretaciones. Una es que la historia de Jesús y la mujer samaritana había sido dicha y redicha muchas veces. El narrador la ilustraría mientras hablaba, y cuando llegara a ese punto, él mismo se sentaba mostrando la postura de Jesús. Jesús… se sentó así—es decir, de esta manera—junto al pozo. Era como la hora de sexta—es decir, era como al medio día, la hora más cálida y tiempo para almorzar (cf. 4:8).

a. El agua antigua y la nueva (4:7–15). 
Es evidente el establecimiento de la hora y del lugar. Como si se tratara de un escenario, la Figura central es el mismo Dios y hombre, Aquel que conoce a todos los hombres (2:25). Al pozo vino una mujer de Samaria a sacar agua (7). Poco sospechaba ella que ese día, mientras estaba ocupada en la agotadora rutina de sacar agua, llegaría a su vida el mayor don (cf. Mt. 13:44). Mucho menos se le hubiera ocurrido que ella sería “el ejemplo B” en el Evangelio de San Juan para ilustrar que Jesús en realidad sabía “lo que había en el hombre” (2:25).

La palabra agua introduce el tema del diálogo que sigue, y al final es elevada “a significar el agua de vida eterna” (cf. 1:33; 2:6–7; 3:5). Jesús le dijo: Dame de beber (7). En este espléndido ejemplo de testimonio personal, Jesús comienza la conversación en un punto donde la mujer pudiera entender en términos de algo en lo cual ya estaba pensando.
Como si aclarara por qué Jesús pidió sólo para él, Juan inserta una nota de explicación acerca de los discípulos, diciendo que habían ido a la ciudad a comprar de comer (8).

La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí (9). La respuesta de la mujer a Jesús era natural por causa de la disensión entre judíos y samaritanos, y también porque chocaba con la costumbre moral, que El, un hombre, se dirigiera a una mujer extraña para pedirle un acto de bondad. Las palabras originales no se tratan “sugieren tratos familiares y no de negocios”.

La respuesta de Jesús a la mujer pone en evidencia de inmediato que ella ignoraba la naturaleza de su interlocutor y al mismo tiempo despertó profundamente su curiosidad. Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva (10). La palabra don, dorea, implica la idea de “regalo libre”, es decir, un don sin ataduras (cf. 3:16). “Aquí, don es un término real, usado para los beneficios de un rey o de un hombre rico. En el Libro de los Hechos siempre se refiere al don del Espíritu.” ¡El es esa clase de Don! Pero esta mujer lo ignoraba. Si ella lo hubiera sabido habría hecho el pedido, y El habría hecho la dádiva. Ella y todos los que piden con fe, recibirán agua viva. 

¡Con cuánto cuidado Jesús la condujo desde el lugar donde se encontraba—pensando en el agua del pozo de Jacob—a un concepto más elevado y satisfactorio! Agua viva es la que brota “perennemente fluyendo siempre fresca de un manantial inagotable”. Esta es la que se le daría a aquella mujer. Entonces su atención saltó del agua a Aquel—lo cual lo colocó a El en inmediato contraste con Jacob y todo lo relacionado con él. Esta es la razón de la pregunta de ella: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob? (11–12).

En las palabras de Jesús a la mujer samaritana se presenta vívida y claramente el contraste entre el antiguo camino, representado por el pozo de Jacob, y el nuevo, el agua que yo le daré (14). 

El antiguo orden de la ley, los profetas y especialmente el énfasis samaritano sobre el Pentateuco no era bastante bueno para satisfacer y hacer frente a las necesidades más profundas del hombre. Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed (13). La mujer samaritana sabía que Jesús decía la verdad en lo tocante a ella. No era sólo que había acudido diariamente a sacar agua del pozo de Jacob; el verdadero problema era que en toda su vida religiosa no había logrado satisfacer la sed de su alma sedienta. 

Mucha gente pone en práctica todo lo que le exige su religión, pero como no ha bebido profundamente de Aquel que es el Agua Viva, sus vidas continúan invariables, secas, sin fruto. La promesa de Jesús a la mujer es universal: el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente que salte para vida eterna (14). ¡Aquí está! Lo superlativo de la vida ofrecido a una criatura pecadora, necesitada, errante. 

El formalismo exterior reemplazado por una nueva fuente interior. Charcos estancados en el alma son transformados en un pozo del que el agua brota a raudales. El alma del hombre marchita y muerta llega a participar de “la vida eterna”. La mujer comprendía poco la plena importancia de una promesa semejante. Como todavía pensaba en la forma torpe del mundo muerto del materialismo, replicó: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla (15). Ella tuvo una vislumbre de luz. La expresión para que no tenga yo sed, bien podría expresar más que una ansiedad de deseo físico de agua.

b. La vida antigua y la nueva (4:16–30)
Jesús cambió la plática en forma precipitada y repentina. De la apelación y promesa pasó a indagar y ordenar. Uno no puede pretender los beneficios del evangelio—un pozo de agua y vida eterna—sin hacer frente a las demandas del evangelio, confesión y arrepentimiento. Vé, llama a tu marido, y ven acá (16). La prueba era penetrante, llegaba a lo más hondo de su ser, examinando la historia de su triste vida pasada. Su confesión fue simple y sin embargo evasiva. No tengo marido (17). El escudriñamiento se hizo más profundo, reflejando perfectamente el conocimiento que Jesús tenía de los hombres (2:25). Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad (17–18). Parece que la mujer estaba haciendo vida conyugal sin el beneficio del matrimonio y es posible que aun sin el divorcio del último de sus cinco maridos. La evidencia la señala como a una mujer de moral relajada cuya forma de religión jamás había podido librarla de la cadena de su mala índole. Jesús reconoció su admisión, no como una escapatoria sino como una confesión. Literalmente dijo: “La palabra que has dicho es verdad.” Un antiguo refrán dice que la verdad hiere. Sería mejor que se dijera: “¡La verdad ayuda!” Ningún hombre jamás ha perdido por hacer frente a las plenas demandas de la verdad (cf. 1:14, 19; 3:21; 4:24; 14:6).

Aquel a quien la mujer reconoció primeramente como a un judío (4:9), ahora es aclamado por ella misma como algo más. Señor, me parece que tú eres profeta (19). “Tal discernimiento y no solamente presciencia, es la principal característica de los profetas.” En este diálogo hay un ejemplo excelente de progresión en la enseñanza paso a paso—agua (4:7), agua viva (4:10), una fuente (4:14). Está en armonía con una progresión en la comprensión de la naturaleza de Jesús—un judío (4:9), un profeta (4:19), el Cristo (4:29; cf. 9:11, 17, 38).

Después de darse cuenta del conocimiento que Jesús tenía de ella, la mujer con toda rapidez cambió el tema de la conversación a otro con el que ella se sintiera más segura, y que al mismo tiempo quedara dentro de la incumbencia de un profeta. Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar (20). Su declaración refleja una apelación a su propia religión. Nuestros padres adoraron en este monte, también refleja un esfuerzo en emplear las diferencias y divisiones en la religión; y vosotros decís, lo usa como una excusa para su propio y triste fracaso de la vida. Este es un antiguo ejemplo que todavía resulta muy moderno.

Este monte, Gerizim y no Ebal, tenía un papel significativo en la tradición de los samaritanos. En ese lugar, “Abraham preparó el sacrificio de isaac y aquí también… encontró a Melquisedec… Y en el Pentateuco samaritano, es Gerizim y no Ebal el monte sobre el que se erigió el altar, Deuteronomio 28:4”.

El interrogante sobre el lugar de adoración quedó resuelto por la clásica declaración de Jesús acerca de la naturaleza del verdadero culto en relación con su misión. La hora viene (21, 23) debe comprenderse en conexión con su sacrificio completo que haría posible la verdadera adoración (cf. 2:4; 7:30; 8:20; 12:23; 13:1; 17:1). La hora viene, cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre (21). Esta declaración estaba también vinculada con la destrucción física de los templos: el de Jerusalén fue destruido en el 70 D.C., y el de los samaritanos en Gerizim, destruido por Hircanus en el año 129 A.C.

Vosotros adoráis lo que no sabéis (22). Los samaritanos rechazaban todo el Antiguo Testamento exceptuando el Pentateuco. La evaluación que Jesús hizo de sus ritos y cultos está reflejada en el neutro lo que. 

El objeto de su adoración era impersonal, poco comprendido y vago, no sólo para la mujer sino también para toda su nación. No existe tal cosa como una adoración verdadera que se base en la ignorancia, o en lo que uno desconoce. Tales prácticas conducen al fanatismo o al legalismo humanístico. Por otra parte, los judíos, con quienes Jesús se autoidentifica, son reconocidos como instrumentos de la revelación de Dios: Nosotros adoramos lo que sabemos, porque la salvación viene de los judíos (22).

Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren (23). Ahora es el tiempo para que las antiguas formas limitadas a lugar y nación, sean transformadas en una adoración que sea a la vez personal, en espíritu, inteligente, y en verdad. “Adorar en espíritu implica que rindamos nuestra voluntad a Dios, nuestros pensamientos y planes a los que El tiene para nosotros y para el mundo… En verdad quiere decir que no estamos adorando una ‘imagen’ de Dios, fabricada según nuestras ideas… Sólo Cristo nos presentó al real o ‘verdadero’ Dios.” La palabra clave en esta idea completa es Padre. 

El es el objeto de adoración y quien busca esos adoradores. “Una vez que Dios se revela como el Padre universal… quedan abolidas las limitaciones de lugar y tanto el conocimiento como la adoración de Dios son mediados sólo espiritualmente.” La naturaleza del objeto de adoración, Dios es Espíritu (24; cf. 1 Jn. 1:5; 4:8), determina la condición necesaria para la adoración. Y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren (24).

Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas (25). La expectativa mesiánica samaritana no estaba basada sobre la gran cantidad de predicciones de los profetas, porque ellos sólo aceptaban el Pentateuco. Es probable que esas esperanzas estuvieran fundadas sobre pasajes tales como Génesis 3:15 y Deuteronomio 18:15. 

La mención del Mesías, el “Ungido”, que hizo la samaritana abrió la puerta a la manifestación que Cristo hizo de Sí mismo. Yo soy, el que habla contigo (26) o literalmente: “¡Yo soy, el que está hablando contigo!” Esta es la primera aparición de la expresión, “Yo soy”, que Jesús usa muchas veces en el Evangelio de Juan para revelar su verdadera naturaleza. 

Algunas son declaraciones directas, como a la que nos acabamos de referir (p. ej., 6:20; 8:24; 58), otras aparecen en expresiones metafóricas (p. ej. 6:35; 8:12; 14:6). En el Evangelio de Juan, en una u otra forma la expresión ocurre 27 veces. Las palabras griegas son ego eimi, primera persona del singular del presente del indicativo del verbo eimi, que expresa existencia, esencia o ser. 

La existencia personal está intensificada por el empleo de la primera persona del singular del pronombre personal ego. Esto toma un tremendo significado cuando se compara con la revelación que Dios hizo a Moisés como “Yo soy” (Ex. 3:14). Jesús le estaba diciendo a la mujer samaritana: “¡El que está hablando contigo es el Yo soy, el mismo Dios!” Así terminó la conversación y muy debidamente, porque no había más que decir. Dios mismo había hablado.

En esto vinieron sus discípulos, y se maravillaron de que hablaba con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: ¿Qué preguntas? o, ¿Qué hablas con ella? (27). La sorpresa de los discípulos no era por el carácter de la mujer, porque ellos desconocían su pasado y su nacionalidad. 

Su sorpresa era porque Jesús hablaba con una mujer. “Un hombre no debía hablar con una mujer en la calle, ni aun con su propia esposa y menos con cualquiera otra, para que los hombres no murmuraran.” Los discípulos no hicieron preguntas. Cuando se tiene confianza, no se hacen preguntas.

La conversación había concluido, pero para esa mujer había comenzado una vida nueva. En ella se advierten tres cosas. 
- La primera, el abandono de su antigua vida, una religión sin sentido, una sed jamás satisfecha—dejó su cántaro (28). Ya no lo necesitaba más, porque ella tenía dentro de sí una fuente inagotable de agua (4:14). 
- La segunda, su testimonio fue personal y fructífero. La mujer les dijo a los hombres de la ciudad: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho… Entonces salieron de la ciudad, y vinieron a él (29–30; cf. 39, 42). 
- Finalmente, la pregunta que ella propuso a sus oyentes era la manifestación de su completa confusión, sorpresa y duda prolongada—“¿No será este el Cristo?” (4:29, NASB).

 Esta sirvió también para suscitar una importante pregunta en las mentes de los hombres de la villa.

El hecho de que la mujer abandonara el cántaro de agua al lado del pozo sugiere que ella abandonó su antigua manera de vivir. 

Basándolo en tres ideas podría prepararse un mensaje titulado: 

“Dejando la Vida Vieja”: 
(1) Una nueva fuente de gozo y vida, 14; 
(2) Un nuevo testimonio, 29–31; 
(3) De la desgracia moral a la vida fructífera, 18, 39, 42.

El segundo discurso: el agua de la vida, 4:1–45
Toda esta sección es particular a Juan, dando también evidencia de un testigo ocular. Además, Juan presenta una nueva dimensión de la amplitud del reino; no se excluye absolutamente a nadie, excepto por su propio rechazo de la oferta de Dios en Jesús. Sólo Lucas (9:52; 17:16) de entre los Sinópticos, el autor del “evangelio universal”, menciona un intercambio de Jesús con los samaritanos.

(1) Jesús sale de Judea para Galilea, 4:1–3
Los primeros versículos del cap. 4 constituyen una sección de transición. Jesús estuvo algunos meses en Judea y ahora sale para Galilea, un cambio de escenario que Juan explica en este pasaje.

La RVA omite una conjunción continuativa (oun3767) que sirve para unir este pasaje con algo anterior. Una traducción sería “entonces” o “por lo tanto”. Podría referirse a todo el capítulo anterior, o más precisamente a 3:22 s., donde el autor comenta sobre los bautismos realizados por Juan y por Jesús. Se lee en muchas versiones “Cuando el Señor…”, en vez de Cuando Jesús, pero la RVA sigue la lectura preferida del texto gr. Aparentemente, los fariseos no sintieron gran alarma por lo que Juan hacía, pues él había negado ser el Mesías y no realizaba milagros. Sin embargo, se supone que ellos tomaron ofensa por el ministerio de Jesús porque ya daba evidencias de ser el Mesías. Su autoridad, su desafío a las instituciones religiosas establecidas y los milagros que realizaba corroboraron esa sospecha. Con razón los fariseos comenzaban a mirarle con sospecha y alguien informó a Jesús de esta situación.

(Aunque Jesús mismo no bautizaba, sino sus discípulos) es una explicación del autor para corregir un malentendido que iniciaron los celosos discípulos del Bautista (ver 3:22, 26). Existe un axioma que dice: “lo que uno hace por medio de otro, él mismo lo hace” y este principio se ve en otras ocasiones (p. ej., ver Mat. 20:20 ss. con Mar. 10:35 ss.). Se han sugerido tres conjeturas para explicar el hecho de que Jesús mismo no bautizaba: porque bautizar en agua era un acto propio de un ministro y no del Señor; porque Jesús quería evitar las consecuencias violentas que podrían recaer sobre personas tan íntimamente identificadas con él; porque quería dejar en claro que el bautismo no salva y que el valor del bautismo no depende del agente que lo administra.

Jesús había venido de Galilea a Judea  para estar presente en la Pascua (2:13) y otra vez viajó a Galilea. La razón por dejar Judea se expresa en el v. 1. Aún no había llegado el tiempo para ser glorificado y quiso evitar otra confrontación con los líderes religiosos quienes tenían más autoridad y control sobre Judea. Dos de los Sinópticos (Mat. 4:12; Mar. 1:14) indican que la razón inmediata de su regreso a Galilea sería el encarcelamiento del Bautista. El verbo dejó significa literalmente “despedir”, o “despachar” y se usa con el concepto de perdonar ofensas (ver Mat. 6:12; Stg. 5:15), o de “dejar de molestar” (ver Mat. 19:14), o “abandonar” como aquí y en 16:28. Plummer dice que “primero dejó el templo, luego Jerusalén y ahora tiene que abandonar Judea porque no pudo obtener una bienvenida allí”.

Llama la atención el hecho de que, a partir de este momento, los Evangelios no registran otro caso del bautismo practicado por Juan, Jesús o sus discípulos; hasta después de la resurrección se inició otra vez, pero ahora con un significado distinto. Si seguían la práctica, sería una gran coincidencia que no se haya registrado ninguna mención. Varios han sugerido motivos para el abandono de una práctica que ocupaba mucha atención en el principio del ministerio de Juan y de Jesús. ¿Sería para evitar el choque con los líderes religiosos?, pues había fariseos en Galilea también, pero no tenían tanta autoridad allí como en Judea.

(2) Agua viva, 4:4–14. 
Esta sección introduce el segundo discurso de Jesús realizado en un territorio hostil al judaísmo, con una sola persona y en una situación inesperada, con resultados dramáticos. El encuentro de Jesús con la mujer samaritana constituye el modelo por excelencia de cómo realizar la obra personal o la evangelización, y es la ocasión de la enseñanza más explícita en el NT, de parte de Jesús, sobre la adoración que agrada a Dios. Nótese el agudo contraste entre Nicodemo, con el cual Jesús tuvo el primer discurso, un líder respetado de los fariseos, la secta más estricta en su práctica del judaísmo ortodoxo; y la mujer samaritana, el polo opuesto en todo sentido, excepto que ambos tenían inquietudes espirituales.

Le era necesario pasar por Samaria emplea otra vez el verbo impersonal dei1163 (ver 3:7, 14, 30) que habla de una necesidad moral o espiritual. Juan no nos explica directamente el porqué de la necesidad. Algunos sugieren que se refiere sólo al hecho de que era la ruta más directa, aunque fue evitada por muchos de los judíos por prejuicios y quizá por temor a la violencia. Estos cruzarían el río Jordán e irían por el lado este hasta Galilea, evitando así totalmente a Samaria. Otros opinan que la necesidad se refiere a un fuerte sentido de dirección divina y que Jesús quería que la luz de Dios brillara también entre los samaritanos.

Samaria era el nombre para la provincia y también su ciudad capital. Este territorio separaba Judea de Galilea. Era la zona que las diez tribus, bajo Jeroboam, habían ocupado cuando se dividió el reino al morir Salomón. Jeroboam, deseando evitar que sus súbditos volvieran a Jerusalén para adorar en el templo, mandó construir centros de adoración en Samaria. El amargo antagonismo entre los judíos y los samaritanos se intensificó cuando Asiria tomó posesión de Samaria, deportando grandes números de los habitantes y reemplazándolos con paganos de todo su imperio (2 Rey. 17:24 ss.), los cuales trajeron sus ídolos y dioses. 

Surgió entonces una raza mestiza y una religión sincretista. Esta nueva religión aceptaba el Pentateuco, pero rechazaba los libros proféticos. Cuando los judíos regresaron del cautiverio babilónico, los samaritanos ofrecieron ayudarles a reedificar el templo en Jerusalén, pero su oferta fue rechazada.  Construyeron su propio centro de adoración en el monte Gerizim (400 a. de J.C.) y se negaban a adorar en Jerusalén. Cuando los judíos quemaron el templo en Gerizim en 128 a. de J.C. ese viejo antagonismo se ahondó y siguió en forma más o menos intensa hasta el primer siglo y aún después.

Juan construye muchos de los verbos en el tiempo presente, comenzando con el verbo llegó, que realmente debe ser “llega”, y siguiendo en este encuentro, lo cual sirve para traer un evento del pasado lejano al momento presente. Algunas versiones respetan el tiempo presente en sus traducciones. 

Hay dos teorías populares en cuanto a Sicar. Muchos opinan que se refiere a Askar, una ciudad ubicada cerca de Siquem, un nombre que significa “porción” (Gén. 33—34). Hay una referencia a la compra por Jacob de un terreno en esta zona (Gén 33:19), que él dio una tierra a José (48:22; 49:22). José fue sepultado allí (Jos. 24:32). Otros sugieren que Sicar sería la misma ciudad de Siquem, siendo una corrupción irónica de ésta, pues Sicar quiere decir “una ciudad borracha” o “una ciudad mentirosa”. Según Borchert y otros, la que se llamaba Siquem en el AT, ahora lleva el nombre de Tell Belatah, no Nablus como antes se pensaba.

Los samaritanos
Los samaritanos son los habitantes de Samaria, región céntrica de Israel alrededor del monte Gerizim, al norte de Judá y al sur de Galilea. Samaria era la capital de Israel, el Reino del norte, y fue edificada por el rey Omri. Fue destruida por los asirios en 722–721 a. de J.C. Los asirios entonces deportaron a 27.290 habitantes a otras partes y trajeron a personas cautivas de otras naciones para repoblar la nación (2 Rey. 17). Esto trajo como resultado una raza mezclada. Sin embargo, los samaritanos insisten en decir que son descendientes de israelitas que no fueron deportados y que son los verdaderos descendientes de las tribus de José (Efraín y Manasés).

En los tiempos de Jesús había una antipatía entre los judíos y los samaritanos, y en verdad evitaron todo tipo de contacto el uno con el otro (4:7–10). Hay que notar que esto no limitó la misión de Jesús para compartir el evangelio con la mujer samaritana y por medio de ella con todo su pueblo. Su misión era traer vida a todos los que creyeran en él.

Llamar a alguien “samaritano” era una muestra de desprecio (8:48). Los samaritanos eran considerados como “extranjeros” por los judíos (Luc. 17:18). Así, podemos notar la ironía usada por Jesús en su parábola del “buen samaritano”, quien fue puesto como ejemplo de uno que era un verdadero prójimo para con otro; mientras los judíos religiosos pasaron de largo, sin importarles la situación del hombre herido que necesitaba ayuda.

Los samaritanos edificaron su propio templo en el monte Gerizim entre el año 335 y el 330 a. de J.C., que luego fue destruido por los judíos en el año 129–128 a. de J.C. Los samaritanos habían desarrollado su propia versión de la Torá para reflejar su versión de su historia, y para comprobar la apostasía de los judíos. Hoy día siguen como un grupo pequeño dentro de Israel e insisten en que se los reconozca como “observadores de la Torá”.

Al dar su última comisión a sus discípulos antes de ascender al Padre, Jesús los manda a ser sus testigos en Samaria, como en el resto del mundo; y pronto en el libro de los Hechos vemos a Pedro, Juan y Felipe testificando allá (Hech. 8:14, 25, 40).

Estaba allí el pozo de Jacob, ubicado entre dos montañas, Ebal y Gerizim, a unos 60 km al norte de Jerusalén. El término traducido pozo (pege4077, vv. 6 y 14) es más bien una “fuente” o “manantial”. Sin embargo, el término traducido “pozo” (frear5421) en el v. 11 habla de un hoyo profundo, lo cual indica que los dos términos se usan en forma intercambiable en este pasaje. La distancia que había caminado desde Jerusalén explicaría su cansancio. 

Seguramente, ese viaje les habría llevado quizás dos días y medio, considerando que era como la hora sexta, o sea, al mediodía. Juan enfatiza la divinidad de Jesús, pero no pierde la oportunidad para enfatizar también su humanidad: se cansaba, tenía hambre y sed, necesitaba dormir de noche, etc. La RVA omite la traducción del adverbio griego joutos3779 que significa “así”. Crisóstomo, del cuarto siglo d. de J.C., aprovechando la expresión estaba sentado “así”, dice que Jesús estaba sentado “no sobre un trono, ni sobre una almohada, sino sencillamente, y como él era, sobre la tierra”.

Caminos a Jerusalén
La mujer era de la provincia de Samaria, pero no de la ciudad de ese nombre. Normalmente, las mujeres salían de los pueblos para cargar agua temprano en la mañana o al atardecer, evitando así el calor del mediodía. Por lo tanto, el venir al mediodía era una práctica muy poco común. Quizás la explicación es que esta mujer haya querido más evitar los insultos de los conciudadanos por su malvivir que evitar el calor del mediodía. 

Pocos son los que sugieren que Juan seguía aquí la hora romana, la cual se marcaba a la medianoche y al mediodía, quizá estableciendo este evento a la salida o a la puesta del sol. Y Jesús le dijo: “Dame de beber”. Detrás de esta solicitud hay dos consideraciones: Jesús realmente tenía sed y aparentemente no tenía un utensilio para sacar el agua. A la vez, y como Godet comenta, “él no ignoraba el hecho de que la manera para ganar a una persona es, a menudo, el pedirle un servicio”.

Juan inserta la frase del v. 8 para explicar porqué Jesús estaba sentado solo al lado del pozo. Lo que parece una coincidencia era en realidad el diseño divino. Es muy probable que si los discípulos, todavía con profundos prejuicios, hubieran estado con Jesús, este intercambio no habría sido posible.
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Bosquejo homilético
Jesús, el agua de vida
4:1-14
Introducción
¿Ha tenido verdadera sed en alguna ocasión? No hay nada que pueda saciar la sed como el agua. A todos nos hace falta agua para vivir, y sabemos que sin el agua no podríamos vivir por mucho tiempo.
Jesús nos ofrece el agua de vida, el agua que satisface la sed del alma. Él es el único que puede hacerlo.
          I.      Jesús se encuentra con una persona triste y amargada.
      1.      Había tenido cinco maridos (v. 18).
      2.      Se sentía obligada a salir sola y al calor del día para buscar agua (vv. 6, 7).
          II.      La conversación con Jesús.
      1.      La petición de agua para beber (v. 7).
      2.      Él le ofrece agua viva (vv. 10–13).
      3.      La duda humana (v. 15).
      4.      Cristo sabe todo (vv. 16–18).
      5.      La confesión de la mujer.
         (1)      Profeta (vv. 19–21).
         (2)      El culto verdadero (vv. 21–24).
         (3)      Gozo de conocer al Salvador, vv. 25, 26.
      6.      Los resultados.
         (1)      Ella testifica con sus vecinos.
         (2)      Muchos creen en Cristo.
         (3)      Él permanece en el pueblo por dos días.
          III.      Jesús satisface nuestra sed.
      1.      Agua viva para toda la eternidad (7:37, 38).
      2.      Hay que confiar la vida en sus manos. Él nos da perdón y paz en el corazón. (14:27; 8:36).
Conclusión: 
Si tiene sed en su vida, venga a Cristo. Él es el único que puede saciarla. Él le espera.
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La mujer expresa (v. 9) su total sorpresa ante la solicitud de Jesús. Ella reconoció las barreras que Jesús estaba ignorando y derrumbando con su pedido. En primer lugar, estaba prohibido que un rabí hablara en público con una mujer a solas, sobre todo siendo ella desconocida. Más extraño aún es que un judío hablara así con samaritanos desconocidos, fueran hombres o mujeres. También, la consideración de la contaminación ceremonial estaba de por medio si Jesús bebiera de un utensilio usado por un samaritano.

 El comentarista Vincent agrega que ella probablemente era pobre, pues una mujer de posición no saldría así a sacar agua. Porque los judíos no se tratan con los samaritanos, pero había excepciones, pues para comprar comida los discípulos tuvieron que tener un trato con ellos. La referencia sería a tratos sociales o aun comerciales, excepto en caso de extrema necesidad. La  iniciativa del antagonismo entre los dos pueblos partía de los judíos que se consideraban superiores a los samaritanos en todo sentido y, sin embargo, aquí hay un judío quien toma la iniciativa para el trato con la mujer samaritana.

Joya bíblica
Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: “Dame de beber”, tú le hubieras pedido a él, y él te habría dado agua viva (4:10).

En el griego hay cuatro clases de frases condicionales y aquí tenemos un ejemplo de la segunda clase que expresa una condición contraria a la realidad. El don (dorea1431) de Dios se refiere a la salvación, o “agua viva”, que Jesús estaba ofreciéndole, pero que ella no tendría manera de entender hasta que él se la clarificara. 

La palabra don habla de un regalo abundante y gratuito, lo que es la salvación, no de un premio basado en logros humanos o méritos propios. Y quién es el que te dice presenta el segundo elemento de la ignorancia de la mujer. Ella no entendía lo que Jesús quería darle, ni tampoco la identidad real de él, pero lo iría comprendiendo paso a paso. 

El pronombre personal tú es enfático e introduce la apódosis de la frase condicional. Hubieras pedido traduce un verbo que normalmente se usa de una persona inferior que pide algo a otra superior. Don de Dios es sinónimo de agua viva, dos figuras que expresan distintos aspectos de la gracia de Dios en Cristo. La segunda de las dos figuras presenta la idea de un manantial o fuente (ver v. 14) que se desborda de agua fresca y refrescante en un flujo interminable. En el AT el agua viva es un símbolo de Jehovah (ver Sal. 36:9; Isa. 55:1; Jer. 2:13; 17:13; Eze. 47:1–12). Más adelante, Jesús identifica el agua viva con el Espíritu Santo (7:38 s.).

La sorpresa y falta de comprensión de la mujer sigue manifestándose (v. 11). Como en el caso de Nicodemo, esta mujer interpretaba literalmente las palabras de Jesús. El título Señor, usado aquí, tendría sólo el significado de respeto, muy parecido al uso en nuestros días. Durante el ministerio de Jesús, y especialmente después de la resurrección, el mismo título iba cobrando un significado cada vez más profundo hasta la exclamación de Tomás: “¡Señor mío, y Dios mío!” (20:28). 

Durante su ministerio público, los discípulos normalmente se referían a Jesús con el título “Rabí” y con menos frecuencia “Señor”. Sin embargo, después de la resurrección usaban casi exclusivamente “Señor”, con el significado de plena deidad. Pozo es hondo indica que no era un manantial a flor de tierra, como la palabra “fuente” indicaría, y en este versículo el término gr. significa pozo y no fuente, aunque es posible que el pozo fuera alimentado por una fuente subterránea. Morris sugiere que el pozo tendría unos 30 m de profundidad, haciendo imprescindible una larga cuerda y un balde para sacar el agua, y Jesús no tenía ninguno de los dos.

El pronombre personal tú (v. 12) es enfático y podría indicar sorpresa o, por otro lado, desdén. La construcción emplea una partícula de interrogación que anticipa una contestación negativa, por ejemplo: “¿Tú no eres mayor que nuestro padre Jacob, verdad?”. Nuestro padre Jacob era el orgullo de los samaritanos, quienes sostenían ser descendientes de José por medio de las tribus de Efraín y Manasés. Como señalamos arriba, los samaritanos, en su sincretismo, aceptaban sólo el Pentateuco del  AT, no los libros proféticos. La pregunta de la samaritana, a esta altura, expresa duda en cuanto al poder de Jesús para proveer lo que promete.

Joya bíblica
Pero cualquiera que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed, sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna (4:14).

Jesús interrumpió la línea de pensamiento de la mujer, señalando las limitaciones del agua del pozo de Jacob, por más eficaz que fuera. Afirma una verdad obvia; el agua de ese pozo calmaría la sed por un tiempo breve, no más. 

Hay un contraste entre “todo el que bebe”, del versículo anterior, y cualquiera que beba, de v. 14. Aquella expresión emplea un participio griego en el tiempo presente que habla de una práctica habitual, algo que se repite; en cambio, ésta emplea un aoristo subjuntivo que habla de una sola experiencia definida del pasado, tal como cuando uno recibe a Cristo como Salvador. El pronombre personal yo es enfático, contrastando el origen del agua del pozo con el que Jesús ofrece. Nunca más tendrá sed es lit. “no, no tendrá sed para siempre”. Nótese la doble negación, la forma gr. más fuerte para enfatizar el concepto. En un sentido el “agua” que Cristo provee no elimina la sed espiritual; por lo contrario, despierta sed por la justicia de Dios (ver Mat. 5:6), pero “el agua viva” es de una naturaleza tal que apaga la sed tan pronto que uno la siente y busca la provisión de Dios. Jesús aclara más adelante que el “agua viva” es realmente el Espíritu Santo (7:38 s.; ver Isa. 58:11) y, tal como una fuente viva, fluye incesantemente en el creyente. Este concepto se aclara en la frase que sigue. 

La conjunción adversativa sino contrasta el agua del pozo con “el agua viva” que es como una fuente manantial que salta, o se desborda, dentro del creyente. Será traduce el verbo que significa “llegará a ser”, el cual, según Vincent, expresa la riqueza creciente y la energía fresca del principio divino de la vida. Como vimos anteriormente, la metáfora de la fuente pinta un cuadro de un manantial a flor de tierra que produce agua fresca, pura, dinámica, vivificante e inagotable.

(3) La samaritana y sus esposos, 4:15–19. 
Si la mujer hubiera sido judía, probablemente habría entendido la referencia al agua viva, pues la metáfora se repite en los libros proféticos con referencia a Dios (ver Isa. 12:3; 44:3; Jer. 2:13; Eze. 47:1–12; Zac. 13:1; 14:8). Los samaritanos rechazaban estos libros, reteniendo sólo el Pentateuco. Así la samaritana no entendía la enseñanza de Jesús, pero tampoco tenía una mente cerrada. Era sincera y expresaba la disposición de aprender; Jesús aprovechó esa apertura.

Nótese que la mujer ahora usa las mismas palabras con que Jesús inició la conversación. Aún no entendiendo cómo Jesús podría darle agua misteriosa que apagaría para siempre su sed, ella se la pide. Se imaginaba cómo sería el no tener que venir todos los días para cargar agua, pero no se imaginaba que Cristo le ofrecía algo infinitamente más eficaz.

Abruptamente Jesús cambia el tema del “agua viva” que, según ella, era impersonal, para abordar un asunto que era íntimo y personal (v. 16). Ella quería el “agua viva” pero, como condición previa, Jesús tuvo que convencerla de pecado y guiarla al arrepentimiento. Él sabía lo que estaba en el corazón del hombre (2:25), y también en el de esta mujer, pero era necesario que ella se diera cuenta y confesara su condición espiritual. La idea de algunos, menos convincente por cierto, es que el propósito de Jesús fue el de dar la oportunidad también al esposo de escuchar las buenas nuevas.

La respuesta (v. 17) fue un intento de la mujer de desviar la dirección de la conversación. Lo que dijo era técnicamente correcto, pero no fue toda la verdad y ésto es lo que Jesús quería. Ella naturalmente deseaba evitar la exposición de una realidad triste y dolorosa de su vida personal. Pero, tal como un cirujano con bisturí en mano, Jesús hábil y cuidadosamente sigue la “operación” para llegar al grano del mal en la vida de esta sedienta mujer. 

Jesús reconoce que la respuesta de la mujer era correcta, pero había algo más, ¡mucho más! Su respuesta fue fulminante para la mujer; barrió con todas sus defensas. Expuso los secretos más tristes de esta pobre mujer, por cierto doloroso para ella, pero necesario para la sanidad espiritual desde adentro. Los cinco matrimonios, con sus divorcios, representan un fracaso doloroso y humillante, pero peor todavía, ahora estaba viviendo en adulterio. Así, su vida conyugal y moral era un desastre.

Poco a poco esta mujer iba reconociendo la identidad de Jesús (v. 19); primero, lo consideraba como un judío extraño y poco ortodoxo (v. 9), “fuera de serie”, luego se interesó en su oferta de esa agua misteriosa (v. 11), luego un malentendido en cuanto a su oferta (v. 15), entonces lo reconoce como un hombre de Dios, un profeta (v. 19; ver 1 Sam. 9:9) y finalmente como el Mesías (v. 29). El conocimiento sobrenatural que Jesús manifestó lleva a la samaritana a esta conclusión.

(4) La samaritana y la verdadera adoración, 4:20–26. 
Esta sección es de tremenda importancia, no sólo por la enseñanza sobre la salvación, sino porque en los vv. 20–24 el término “adoración” se repite nada menos que diez veces y constituye la enseñanza más amplia de Jesús sobre el tema en todo el NT. Es curioso que una enseñanza tan importante se diera a una sola persona, siendo mujer, siendo samaritana y, sobre todo, siendo adúltera. Plummer describe este pasaje en los términos más elocuentes, comparándolo con la sublime calidad del Sermón del monte.

Nuestros padres se refiere a Abraham (Gén. 12:7) y Jacob (Gén. 33:20) quienes adoraron en la zona de Gerizim. Dios había prometido bendiciones para el pueblo en Gerizim (Deut. 11:29; 27:12), mandó edificar altares allí (Deut. 27:4 ss.) e, inclusive, ellos sostenían que Abraham llevó a Isaac a Gerizim para sacrificarlo. 

Parece que con esta respuesta la mujer quiso involucrar a Jesús en una discusión apasionada, entre judíos y samaritanos, sobre el lugar más apropiado donde adorar (ver el comentario sobre 4:4 referente al origen de la controversia). Quizás ella quería saber la opinión de Jesús quien, aunque era judío, había violado algunas costumbres judías para entablar la conversación con ella. Algunos opinan que sería otro intento de desviar la conversación de su problema personal y penoso. Por lo menos es la táctica de muchos incrédulos cuando un creyente los confronta con las demandas del evangelio. 

Es de notar que Jesús aprovecha el giro en la conversación, dado por la samaritana, para enseñarle la naturaleza de la adoración que agrada a Dios, antes de identificarse como el Mesías y llevarle a creer en él como tal. El término “adorar” (proskuneo4352) significa lit. “arrodillarse” o “postrarse” ante una persona de eminencia. Es la postura correcta en la adoración que rendimos a Dios, sea la posición del cuerpo o la humillación del corazón. Los judíos insistían en la adoración en el templo en Jerusalén; en cambio, los samaritanos designaron el monte Gerizim como el lugar aprobado por Dios. La primera lección que Jesús enseña sobre la adoración que agrada al Altísimo es que el lugar donde se realiza no es de vital importancia. 

Nuestros edificios y centros de adoración pueden facilitar el acto, pero por más cómodos y mejor adornados que sean, no aseguran ni la presencia de Dios, ni el agrado de él en nuestro culto. Además, la adoración debe dirigirse a Dios como Padre, un término que habla de la confianza y dependencia hacia Dios y de la hermandad hacia los demás creyentes. Jesús enfatizó y practicó el concepto de la paternidad de Dios y de la hermandad de los creyentes.

Si Jerusalén hubiera sido ya destruida (sucedió en 70 d. de J.C.), con el templo, antes de escribirse este Evangelio, uno esperaría por lo menos alguna mención en este pasaje de tal tremendo evento. Cuando sucedió, ya se terminó la controversia entre Jerusalén y Gerizim como lugar donde adorar a Dios. Jesús profetizó que vendría la hora cuando la adoración ya no se realizaría en ninguno de los dos lugares y esa hora llegó cuando Roma arrasó con Jerusalén.

El pozo de Jacob
Juan localiza el encuentro de Jesús con la mujer samaritana al lado del pozo cerca de Sicar “cerca del campo que Jacob había dado a su hijo José” (4:5).
Cuando Jacob regresó de Harán donde había vivido por unos veinte años en la casa de su tío Labán, él compró una parcela en este lugar, cerca al monte Gerizim y el monte Ebal. Más tarde traen el cuerpo de José a este lugar para enterrarlo (Jos. 24:32). Se cree que éste es el pozo que Jacob cavó allá.

Este pozo ha sido de mucho interés para los peregrinos durante los siglos. Tenía un 1, 2 m de ancho; y en el año 670 d. de J.C., un viajero escribió que el pozo tenía 70 m de profundidad. En 1697, otro dijo que tenía una profundidad de 32 m, y en 1861 sólo llegaba a 22 m. La explicación para esta diferencia es que a través de los siglos, los peregrinos tiraron piedras en el pozo, y poco a poco cambiaron su profundidad. Sin embargo, aún en nuestros tiempos se puede sacar agua de este pozo.

Jesús declara explícitamente (v. 22) que la adoración en Gerizim no estaba basada en toda la verdad revelada de Dios y, por lo tanto, no llevaba la aprobación de Dios. Recordamos que ellos aceptaban sólo el Pentateuco como inspirado por Dios, rechazando el resto del AT. Así, su conocimiento de Dios era parcial y por eso su adoración era deficiente. Una explicación por la deficiencia en la adoración en toda generación es el conocimiento parcial de Dios, por no estudiar toda la Biblia. 

Nosotros adoramos lo que sabemos se refiere a un conocimiento que, comparado con la revelación limitada que los samaritanos aceptaban, era completo. No quiere decir que los judíos conocían y obedecían toda la verdad de Dios. El AT enseñaba que el Mesías vendría por el pueblo de Dios, como “simiente de David” y por él la salvación. Se considera que el artículo definido la que precede a salvación se refiere a la única salvación verdadera. El Mesías tendría que ser un judío; sin embargo, los samaritanos abrigaban una esperanza de la venida de un mesías, semejante a Moisés. 

El Evangelio de Juan visto como documento relacional
Una forma de interpretar el Evangelio de Juan es ver cómo Jesús, el principal protagonista, se relacionó con las distintas personas presentadas. Mientras algunas de las personas son mencionadas, otras son anónimas. En adición a estos individuos, se presentan grupos que demuestran su apertura o su rechazo hacia Jesús. En cada encuentro podemos aprender más del Evangelio de Juan y más de cómo Jesús se relacionaba con personas y grupos de todo estrato social y posición religiosa.

El Evangelio de Juan no es un relato cronológico, ni tampoco da cabida para que se formulen eventos no relacionados. El autor enfatiza el propósito de la composición del Evangelio (20:30, 31); así vemos eventos, personajes, conversaciones cuidadosamente seleccionados para lograr su propósito que es tener “vida en su nombre”. 

Una de las formas de hacerlo es cuando el evangelista presenta cuidadosamente a dos personajes y sus relaciones en contraste, para profundizar nuestro conocimiento del mensaje de Jesús. Veamos a continuación dos ejemplos de estos contrastes.

Nicodemo, el fariseo y miembro del Sanedrín, viene a Jesús de noche porque ha sido atraído por sus señales (cap. 3). A pesar de ser un maestro de Israel, no puede entender el mensaje y decide no seguir a Cristo. En contraste, la mujer samaritana viene a la fuente donde Jesús está descansando (cap. 4). Jesús inicia la conversación con ella, y es a ella a quien le revela que él es el Mesías. Como resultado de esta relación, ella sale al pueblo y testifica del Mesías; esta mujer llega a ser la primera evangelista en el Evangelio de Juan. En estos dos encuentros tan distintos, tenemos enseñanzas muy profundas de la misión de Cristo y de su obra salvífica.

Hay dos personas anónimas que son contrastadas en Juan: el paralítico (cap. 5) y el ciego de nacimiento (cap. 9). Jesús demuestra su compasión por estas dos personas desafortunadas y los sana. Sin embargo, el resultado no es idéntico en ambas, porque el primero, a pesar del gran milagro del que fue objeto, continuó en su esclavitud al pecado: “He aquí, has sido sanado; no peques más, para que no te ocurra algo peor” (5:14). 

En contraste, se ve en el ex ciego una conversación progresiva con Jesús hasta que llega a creer en Cristo y dice: “¡Creo, Señor!” (9:38). En la fiesta de los Tabernáculos Jesús se había proclamado como la luz del mundo y el Mesías; ahora desafía a los fariseos, quienes insistían que veían y que no tenían necesidad de una nueva vista ni de la luz que Cristo ofrece, y les dice: “Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero ahora porque decís: ‘Vemos’, vuestro pecado permanece” (9:41).

Jesús había venido para dar vida abundante y eterna a las personas. Al relacionarse con ellas, Jesús tuvo la oportunidad de compartir no solamente su vida, sino también las enseñanzas de su reino.

Con la llegada de Jesús, el Mesías de Dios, se inició el reino del cielo que sería esencialmente un reino nuevo y espiritual. La hora que vendría (v. 23) ya llegó y con su llegada se inició una nueva era. En un sentido la nueva era sería la continuación de la anterior; por ejemplo, es el mismo Dios y es su plan eterno que sigue desarrollándose. Pero, en otro sentido, sería una que era radicalmente nueva y esa novedad estaba centrada en la persona de Jesucristo. Los verdaderos adoradores adorarán al Padre implica que había adoradores   que no eran verdaderos, es decir, que no agradaban a Dios en su adoración. Los que agradan a Dios le adoran en espíritu, lo cual significa que la adoración surge y se expresa por medio del espíritu humano. 

Esta adoración nace en el recinto más interior del alma y se rinde a Dios como un servicio espiritual (Rom. 1:9; 12:1). Ciertamente el Espíritu Santo nos ayuda en nuestra debilidad y nos guía en la adoración (Rom. 8:26), pero espíritu aquí se refiere al espíritu humano. Lo exterior y lo material pueden facilitar la adoración, pero lo que importa a Dios es la condición del corazón y espíritu del adorador. Templos y lugares “sagrados”, como Jerusalén y Gerizim, juntamente con los utensilios, altares y ritos religiosos, no son esenciales para la adoración que agrada a Dios. Inclusive, todo esto puede distraer de la verdadera adoración. Verdad en el NT se refiere a lo que es realidad en contraste con la mera apariencia o a lo opuesto a la falsedad. 

La verdad es un atributo esencial de Dios y Jesús pudo decir “yo soy… la verdad” (14:6). Además, en el AT el término llevaba el sentido de fidelidad, confiabilidad y seguridad. En este contexto, Jesús se refería a la revelación de Dios que se manifestó principalmente en la persona de su Hijo. Para nosotros, verdad es la revelación de la persona de Dios y de su voluntad para el hombre y ésta se encuentra en la Biblia. Para agradar a Dios en la adoración, uno debe conocerle tal cual se revela en la Biblia y debe saber cuál es su voluntad general y particular.

Porque también el Padre busca a tales que le adoren. Esta frase presenta un concepto completamente nuevo de Dios. Los dioses paganos esperaban pasivamente que sus súbditos se acercasen para rendirles culto, pero el Dios revelado en las Escrituras sale buscando de entre la humanidad una clase particular de adoradores, los que adoran en espíritu y en verdad.

En el v. 24 se repite lo expresado arriba, pero se agrega una explicación por la demanda de adoración en espíritu y en verdad. La naturaleza de Dios, que es espíritu, determina la clase de adoración que le agrada. La segunda lección de Jesús sobre la adoración que agrada al Altísimo es que debe realizarse de acuerdo con la naturaleza de Dios, es decir, en espíritu y en verdad, pues Dios es ambas cosas. La adoración es un asunto del corazón, de comunicación entre el espíritu del hombre y el Espíritu de Dios, basado en la verdad de Dios revelada en Jesucristo y ahora en las Escrituras. 

Siendo así, la adoración que agrada a Dios requiere una disciplina diaria en el estudio bíblico. Cuando la adoración se determina por lo que agrada al hombre, desconociendo lo que Dios ha revelado, uno puede estar bien seguro que no agrada a Dios y no será aceptada.

Con la respuesta del v. 25, la samaritana termina su diálogo con Jesús. Algunos opinan que este es otro, y el último, intento de desviarle de su propósito de conducirle a la “fuente de agua viva”. Como mencionamos anteriormente, los samaritanos tenían una especie de esperanza mesiánica. 

Por ejemplo hay una promesa que dice: “Les levantaré un profeta como tú, de entre sus hermanos. Yo pondré mis palabras en su boca…” (Deut. 18:18). Odeberg, basado en este pasaje, en la tradición samaritana de Taheb (nombre samaritano para “Mesías) y en comentarios de Josefo, concluye en que sí, había una esperanza mesiánica a la cual esta mujer se refiere. Basándose sólo en el Pentateuco, su mesías sería meramente un maestro o profeta, según el estilo de Moisés, muy lejos por cierto del concepto judío que se basaba en los libros proféticos del AT.

En palabras breves y muy sencillas (v. 28) Jesús declara su identidad en forma categórica e inequívoca. Esta, y quizás Marcos 9:41, son las únicas afirmaciones explícitas de parte de Jesús de que él era el Mesías antes de su juicio y crucifixión. Él era plenamente consciente de esta verdad, pero si la hubiera afirmado entre los judíos fanáticos quienes esperaban un mesías que los libraría de Roma, habría despertado una revolución y precipitado su muerte antes del tiempo establecido. 

Yo soy puede ser una simple afirmación, pero más probablemente es una declaración identificándose en la manera que Dios lo hizo ante Moisés (Éxo. 3:14). Corroborando esta interpretación, el pronombre personal Yo es enfático en el texto griego. Algunos comentaristas entienden que, además de ser una afirmación de su deidad, la respuesta de Jesús constituye una invitación a creer en él (ver Mat. 11:28 s.). Es significativo que lo haya hecho, no en Judea ni Galilea, sino en Samaria.

(5) El testimonio de la samaritana
4:27–30. El regreso de los discípulos marca el fin del intercambio entre Jesús y la mujer. Entonces Juan prosigue a relatar dos cosas: la sorpresa de los discípulos y la invitación evangelizadora de la mujer entre sus conciudadanos. Tan impactante era el testimonio de la mujer que produjo una salida masiva del pueblo en busca de Jesús.

Nótese el cambio en el tiempo de los verbos en el v. 27: llegaron es aoristo, indicando una acción puntual, mientras que se asombraban es un imperfecto, indicando acción continuada. El cuadro es gráfico: llegaron y quedaron asombrándose por un tiempo. Casi podemos verlos sacudiendo su cabeza y conversando entre sí sobre la situación. Primero, la mujer se asombró (v. 9) y ahora son los discípulos los que se asombraban y todo por el mismo motivo. Era inconcebible que un hombre hablara en público con cualquier mujer, máxime siendo él un maestro y ella una samaritana. 

Ni siquiera era apropiado que un hombre hablara con su propia esposa en público. Un dicho corría así: “Un hombre no estará a solas con una mujer en una posada, ni aun con su hermana o su hija, debido a lo que otros puedan pensar. Un hombre no hablará con una mujer en la calle, ni aun con su propia esposa, y sobre todo si es otra mujer, a causa de lo que los hombres puedan pensar”. 

Otro dicho común revela la inferioridad de la mujer: “Mejor quemar las palabras de la ley que enseñarlas a una mujer”. Probablemente fue la primera vez que los discípulos habían observado a Jesús en la “infracción” de este criterio social. Juan incluye dos preguntas que no se hicieron: “¿Qué buscas?” o “¿Qué hablas con ella?”. La primera pregunta estaría dirigida a la mujer, la segunda a Jesús. A pesar de su asombro, los discípulos se “tragaron” su curiosidad. En otras ocasiones pasaron vergüenza por sus preguntas impulsivas.

Juan emplea en el v. 28 el mismo verbo dejó, y para describir la partida de Jesús de Judea (v. 3). Quizá fue la mirada de sorpresa e incredulidad en el rostro de los discípulos lo que motivó la partida apurada de la mujer. El dejar su cántaro puede indicar que estaba tan absorta en las palabras de Jesús que no cabía otro pensamiento en su mente, o podría indicar que estaba tan apurada para compartir su testimonio que no quería una carga que demoraría su apresuramiento. 

Su primera misión, la de buscar agua para tomar, quedó postergada mientras atendía un asunto más apremiante. De todos modos, volvería a buscar el cántaro, a su tiempo. Morris comenta que ella abandonó el llevar el agua para poder llevar a los hombres a Jesús. Otra vez el autor pone en contraste dos verbos de tiempos opuestos: se fue es un aoristo, pero dijo, en el texto gr., es un verbo del tiempo presente. El primero marca su partida de Jesús y llegada a la ciudad como un evento puntual, pero el segundo señala la acción que cubrió un buen tiempo, “hablando y hablando” con los hombres. Llama la atención el hecho de que haya hablado solo a los hombres. Algunos opinan que lo único que significa es que ella hablaba a los que veía en el camino, pero es tentador pensar que esta pobre mujer adúltera tendría más conocidos entre los hombres que entre las mujeres.

“Agua de vida”
El misionero Bob Caperton llevaba “agua de vida” a muchas personas en la Guajira, la seca península al noreste de Colombia. Allí viven los guajiros, uno de los grupos indígenas más grandes del país; muchos de ellos viven en pequeñas rancherías donde no había agua. Muchos pasaban varias horas, día tras día, buscando agua para poder llevarla a sus casas. 

Los misioneros Caperton trabajaban para responder a las necesidades de las personas; fue así como vieron que al proveerles de agua y mejor salud, a la vez que les compartían el evangelio, era donde podrían hacer una diferencia en las vidas de los guajiros. De este modo el mismo Caperton, con la ayuda de los hombres de la ranchería, cavó pozos para traer el agua al pueblo; mientras tanto su esposa, quien era enfermera, visitaba las casas de los guajiros para atender a sus necesidades físicas. En la noche tenían cultos para hablar del “agua de la vida”. Una presentación completa del evangelio.

En el Campamento Bautista Regional para los Embajadores del Rey participaron varios niños del área, entre ellos participó por primera vez, un niño guajiro. Alrededor de la fogata, el director pidió a los niños que relataran la cosa más grande que les había pasado en sus vidas. Hubo las respuestas usuales: un viaje, una bicicleta, etc.; pero cuando le llegó el turno al niño guajiro, él dijo: “¡El día que Caperton trajo agua a nuestra ranchería!”.

La invitación que hace la mujer nos hace recordar las palabras de Jesús (1:39) y de Felipe (1:46). No solamente extendió la invitación con una exclamación imperativa, sino que dio el motivo para despertar su interés y moverlos a responder. Literalmente ella dice que “me dijo todas cuantas cosas que hice”. Es una exageración, pero lo que él había dicho era suficiente para que ella estuviera segura de que no quedaba nada en su vida oculto a sus penetrantes ojos.

La pregunta que hace la samaritana, según la construcción en el texto gr., anticipa una contestación negativa con duda. La RVA capta el sentido correcto expresando una opinión tentativa. Morris reconoce que normalmente una negativa se contemplaría en la pregunta de la mujer, pero el contexto indica que ella esperaba una respuesta positiva. En esta manera la mujer despierta la curiosidad de los hombres y los mueve a la acción sin dar la apariencia de mandarlos y sin revelar la convicción que ya se concretaba en su corazón.

En el v. 30 otra vez el autor pinta un cuadro con palabras: “Entonces los hombres salieron (aoristo) de la ciudad y seguían llegando (imperfecto descriptivo) hacia él”. S. D. Gordon comenta sobre este pasaje así: “Los discípulos recién habían estado en la ciudad, los que conocían mejor al Señor y por más tiempo. Ellos trajeron de vuelta unos panes, nada más.   La mujer fue a la ciudad; ella trajo de vuelta algunos hombres”.

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