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jueves, 12 de marzo de 2015

El varón tiene una costilla menos que la mujer : ¡Alguien debe decírselo al que escribió la Biblia!

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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Lea siempre con cuidado
En uno de los programas de televisión, cierto cómico respondió equivocadamente a una pregunta bíblica. Según la Biblia, dijo, el varón tiene una costilla menos que la mujer. Cuando el jefe del programa lo corrigió, respondió: “¡Alguien debe decírselo al que escribió la Biblia!”
 
Por supuesto, estaba equivocado. La Biblia no dice tal cosa. (Véase Gn. 2:21–23.) Había cometido el error de no leer el texto con cuidado; o acaso, de no haberlo leído nunca. En todo caso, era como un gran número de personas que meten al texto sus propias ideas sin verificarlas.
 
Todo lector de la Biblia puede acostumbrarse tanto al lenguaje bíblico que llega a leer por encima de las palabras muy conocidas, creyendo que las lee con toda exactitud. Cuando lee así, los errores de su lectura habitual se graban aún más profundamente en su cerebro.
 
Para entender correctamente cualquier pasaje escrito, es necesario leerlo siempre con cuidado. Entre más importante sea lo que está escrito, más serios serán los errores que se cometen al no leerlo bien.
 
El error de este cómico era relativamente sin importancia; pero ilustra este tipo de error muy común. Era serio sólo en el sentido de que las ideas falsas acerca de la Biblia tienden a destruir la confianza de los que podrían aceptar sus enseñanzas.
 
¿Quién no “sabe” que eran tres los magos que visitaron al niño Jesús en Belén? El evangelista Mateo relata la historia (2:1–12) sin decir cuántos eran. Es muy probable que fueran más de tres, ya que la caravana con la que probablemente viajaron, estaba compuesta de muchas personas. La idea de que eran tres magos, probablemente viene de los tres tipos de regalo que le llevaron: oro, incienso y mirra. Por supuesto, los nombres que les ha dado la tradición, son completamente ficticios.
 
El lector debe ver con cuidado las palabras que encuentra en el texto. Es posible que una palabra se tome por otra. Se cuenta que un lector no muy experto leyó Génesis 2:20, sustituyendo la palabra “idónea” por “ideona”. Se puso a pensar sobre esta palabra desconocida y dijo: “Sí, es verdad que Dios nos ha dado mujeres ideonas. Tienen muchas ideas buenas y nos ayudan de esta manera.” No conociendo la palabra “idónea”, la leyó como si fuera “ideona”, y le dio su propia interpretación.
 
Con gran frecuencia se cita equivocadamente 1 Timoteo 6:10: “Porque raíz de todos los males es el amor al dinero.” Comúnmente se cree que el dinero mismo es la raíz de todos los males, especialmente porque los lectores no han puesto mucha atención a todas las palabras del texto; o acaso han repetido el error común de los que citan este texto. Por supuesto, es el amor al dinero que se llama la raíz de la maldad. Pero tampoco es la raíz de todos los males, sino una raíz de toda clase de maldad. En estos detalles, el sentido correcto se encuentra en mejores traducciones de la Biblia.
 
Al hablar del cuerpo que reciben los creyentes en el cielo después de la muerte, Pablo escribe:
Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu (2 Co. 5:5).
 
Yo lo había leído siempre suprimiendo algo de la frase: “nos hizo para esto”, leyéndola: “nos hizo esto”. La entendía como si dijera que Dios nos había preparado el cielo como una habitación. Un día me di cuenta de mi error. Entonces entendí que Dios no había hecho el cielo para nosotros, ¡sino que nos hizo a nosotros para el cielo! Nuestra habitación allá no existe para consolarnos frente a la muerte; más bien, es la gran meta para la cual nos está preparando por su Espíritu.
 
Algunos lectores han tropezado con la lectura ambigua de 1 Corintios 15:19, creyendo que el apóstol Pablo enseña que los cristianos que tienen solamente la esperanza en Cristo, son los más miserables de los hombres. Es natural que tal interpretación perturbe a los que lean así el texto.
 
La dificultad está en leerlo mal. Dice más bien: “Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres.” En la Versión Popular se ha redactado para decir: “Si nuestra esperanza en Cristo solamente está referida a esta vida, somos los más desdichados de todos.” La verdad es que nuestra esperanza no es solamente para esta vida, porque habrá una resurrección y la vida eterna.
 
Cuando alguna traducción introduce una duda con respecto a algo muy importante, debemos entender que algo está mal en la traducción, o en nuestra manera de leer el texto.
 
Cuando decimos que se debe leer siempre con cuidado, esto incluye la necesidad de entender y poner atención en la gramática del texto. Desafortunadamente, muchos no han estudiado la gramática lo bastante para distinguir entre las varias partes de la lengua: nombres, verbos, adjetivos, adverbios, pronombres, conjunciones, frases, cláusulas, admiraciones y signos de puntuación. Valdría la pena volver a estudiar los elementos de la gramática.
 
En 1 Corintios 11:27 leemos la enseñanza de Pablo acerca del uso correcto de la cena del Señor. Escribe:
Cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor.
Con frecuencia el lector entiende que Pablo enseña que el creyente indigno no debe comer de ella.
 
El texto no dice tal cosa. Si así dijera, nadie podría tomarla, porque todos somos indignos como pecadores. Observemos que “indignamente” es un adverbio y que se refiere a la manera de comer, y no al carácter del creyente. Dice que no debemos tomar la Cena de manera indigna, como por ejemplo, burlándose de ella, bebiendo hasta emborracharse, o sencillamente no creyendo que la observación de la Cena tenga valor. Según el v. 29, la manera indigna de comer consistió, en parte, en comer y beber sin discernir el cuerpo del Señor. Las versiones antiguas emplean la palabra “indignamente” en los dos casos, pero la Versión Popular expresa el v. 27 más claramente:
Cualquiera que come del pan o bebe de la copa del Señor de una manera indigna … De manera que la regla que insiste en que leamos siempre con cuidado, da a entender que debemos observar con cuidado la gramática de cualquier texto. También da a entender que es importante usar una versión de la Biblia que sea clara y exacta en la forma de expresarse.
 
Las versiones más antiguas de la Biblia tenían una falta común al usar un estilo pesado para traducirla. Se debía, en parte, a la costumbre de usar oraciones largas y complicadas. Pero también se debía a la convicción de que era necesario traducir usando las palabras y la sintaxis más parecidas al texto original. Había poca libertad para usar modismos semejantes y un estilo popular en las traducciones. También es posible que los traductores prefieran ese estilo más pesado para dar más importancia literaria a su trabajo.
 
En algunas partes de la Versión de Reina y Valera, especialmente en las Epístolas de Pablo, las oraciones resultan largas y complicadas, sin ninguna necesidad. Véase por ejemplo, Romanos 5:10, 12, 15 y 17. Los ocho versículos de Efesios 1:3–10 se traducen como una sola oración, así como los versículos 15 al 23. En la Versión Popular esta falta se ha corregido, haciendo del primer grupo de versículos en Efesios, siete oraciones, y del segundo grupo, seis.
 
El que lee las versiones antiguas se ve obligado a poner mucha atención en su lectura para sacar el sentido. Se debe hacer esto en todo caso. Pero al leer las oraciones largas y complicadas se debe leer cada frase y cláusula como parte de un todo, haciendo las pausas necesarias para captar la relación entre una y otra parte.
PARA EL ESTUDIANTE
1.     En el Diluvio, ¿murieron todos los seres vivientes? ¿Murieron también los peces? (Gn. 6:7; 7:3).
2.     Cuando Jesús dijo: “La verdad os hará libres”, ¿lo dijo en un sentido sin límites? (Jn. 8:31, 32).
3.     Según Filipenses 4:13, ¿puede el hombre hacerlo todo?
4.     Según Génesis 38:9, 10, ¿en qué consistió el pecado de Onán?
Note bien la razón por qué lo hizo.


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domingo, 6 de julio de 2014

El mensaje de Oseas: Un mensaje por descifrar

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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I.      IDENTIFICACIÓN  PLENA 1:1
El versículo 1 es el título del libro. Todo el libro se caracteriza por la frase La palabra de Jehovah (v. 1a). La palabra no es solo lo que Oseas dijo, es decir sus palabras como tales, sino el mensaje unificado de Dios que se expresa en todo el ministerio de Oseas. Toda la tradición del profeta refleja la revelación del Señor que recibió o le sucedió a él. Es la revelación dada por el Señor a través de la vida de un hombre específico dentro del escenario de la historia. Entonces, su proclamación y su vida son un testimonio, una expresión del evento de la revelación de Dios.

El título solo dice que Oseas es hijo de Beeri. Su nombre significa “Salvación”, igual que la forma original del nombre de Josué. Oseas fue también el nombre de un efrateo contemporáneo de David, según 1 Crónicas 27:20. Por eso, su nombre, relacionado con la tribu de Efraín, y su dialecto señalan que era hombre del norte, de Israel.

Es interesante, entonces, que cuatro reyes de Judá son nombrados mientras que se menciona solamente el nombre de un rey de Israel, Jeroboam II (786–746). Alguien ha sugerido que en comparación con este rey, quien llevó a Israel a la prosperidad, los últimos seis reyes de Israel no merecen ser nombrados. Es más probable que este versículo refleje el hecho de que el libro fuera compuesto después de la caída de Samaria (en el año 722 a. de J.C.) pero en el territorio de Judá. 

El autor sería Oseas, o sus discípulos que conservaron sus palabras. Evidentemente el libro se escribió para un público que conocía mucho mejor la cronología de Judá que la de los reyes de Israel. Al marcar el período de los cuatro reyes demostró a los lectores que el ministerio de Oseas comenzó durante el reinado de Jeroboam y duró hasta el fin del reino del Norte.
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BOSQUEJO HOMILÉTICO
La Palabra de Dios
Os. 1:1, 2
Introducción: La Palabra viva de Dios toma la iniciativa para intervenir en la situación humana, ya que Dios se interesa en el hombre. 
Así su Palabra:
        I.      Es dada a los hombres.
      1.      La Biblia es un libro divino.
      2.      Así como vino a Oseas, viene a nosotros.

        II.      Es expresada por intermedio humano.
      1.      Es un libro humano, escrito para satisfacer las necesidades del hombre.
      2.    Así como fue dada por medio de Oseas, Dios quiere dar a conocer su mensaje por nuestro
              intermedio.

        III.      Expresa la voluntad de Dios y el llamado al individuo.
      1.      Afecta nuestra vida personal y familiar.
      2.      Nuestra obediencia muestra el carácter y el amor de Dios.

Conclusión: Demos gracias a Dios por su Palabra y compartamos su mensaje con nuestra vida y nuestra voz a aquellos que nos rodean.
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Las fechas del ministerio de Oseas son aproximadamente del 752 al 722 a. de J.C. A pesar de las dificultades cronológicas, es probable que Uzías y su hijo, Jotam, hayan compartido el trono desde el 750 a. de J.C. hasta la muerte de aquel (ver Biblia de Estudio Siglo XXI). 

Acaz reinó durante los años 742–727; y Ezequías, del 727 hasta el 698, si seguimos la cronología de Miller y Hayes. Ningún oráculo en el libro exige una fecha después de la caída de Samaria. Por eso, podemos poner el año 722 como el fin del ministerio de Oseas. También, los eventos del cap. 1 requieren un período de por lo menos unos seis años, y estos eventos tienen que haber sucedido durante el reinado de Jeroboam II o su hijo. Jeroboam murió en el 746; por lo tanto podemos fijar el comienzo del ministerio del profeta por el año 752 a. de J.C.

Debemos decir que poner las fechas del 752 al 722 para el ministerio de Oseas no significa necesariamente que él murió en este último año. Su ministerio a Israel terminó (porque Israel como tal desapareció). Sin embargo, es posible que el profeta haya escapado a Judá y que allá haya comenzado a escribir el libro que lleva su nombre. También es igualmente posible que él muriera en el desastre de Israel, pero que escaparan algunos discípulos suyos quienes conservaron sus palabras, y que en Judá se escribiera el libro. De todas maneras, es interesante notar que el cap. 1 se escribió en tercera persona.

Con ese título del versículo 1, sabemos que las narraciones y los oráculos de este libro no son solamente palabras, sino que son la palabra de Jehovah, eventos que revelan al hombre el carácter de Dios. Los vv. del 2 al 9 forman una unidad literaria compuesta por cuatro eventos simbólicos. Los eventos históricos de la vida de Oseas se subordinan al propósito de presentar un modelo para la relación existente entre Dios y su pueblo. Es decir, tenemos eventos históricos en la vida de Oseas, pero no debemos utilizar estos datos para escribir sobre la vida de Oseas o su matrimonio. 

Lo que tenemos es la predicación de Oseas en palabras y acciones. Los nombres de sus hijos no describen el estado de su matrimonio sino el estado del pacto entre Dios e Israel. En el pasaje hay una economía de expresión para que el mensaje de Dios se manifieste en una forma más brillante y más clara.

  II.      MODELO DEL MATRIMONIO, 1:2–3:5
  1.      La tragedia de la infidelidad, 1:2-9
Esta sección tiene su propio título: El principio de la palabra de Jehovah por medio de Oseas (v. 2a). Los eventos que se encuentran en esta sección son el inicio del ministerio del profeta y durante el reino de Jeroboam. No es el “llamamiento” de Oseas, sino que es el contenido del primer período de su predicación. En un tiempo de paz y prosperidad Oseas, como Amós su contemporáneo, declara la destrucción del reino de Israel tanto con palabras como con acciones. Su familia misma llega a ser un sermón vivo delante del pueblo.

En primer lugar, Oseas recibe el mandato: Vé, toma para ti una mujer dada a la prostitución (v. 2b). El heb. dice “una mujer de prostituciones”, lo cual ha sido interpretado en varias maneras. Desde la época de Orígenes y Jerónimo, este capítulo se interpreta como visión o alegoría. Tal interpretación se origina en la incapacidad del intérprete para creer que Dios pudiera mandar a un profeta a hacer algo tan repugnante. Sin embargo, es mejor pensar en el matrimonio como un evento real en la vida de Oseas. Hay eventos simbólicos en los otros profetas muy semejantes a los de este capítulo, por ejemplo los nombres de los hijos de Isaías.

Otros aceptan el matrimonio histórico de Oseas, pero dicen que la mujer de prostituciones es una descripción metafórica y esta “prostitución” es la idolatría de Gomer al igual que la de la nación. Ella es solamente una de los demás israelitas que no adoran al verdadero Dios según las tradiciones de sus padres.

Una tercera interpretación ve a Gomer como a una mujer que tenía tendencias de prostitución/adulterio, pero que no era prostituta cuando se casó con Oseas. Solamente después del matrimonio que le fue infiel. Así, por medio del dolor de su vida, Oseas aprendió del dolor del Señor con su pueblo infiel. Por eso, en los años posteriores a estos eventos, Oseas reinterpretó el significado de su matrimonio con Gomer desde la perspectiva divina.

Estas interpretaciones eluden a lo que se presenta en el texto como un choque a los sentidos: “¡Ve! ¡Cásate con una prostituta!”. Como el texto lo presenta, este mandamiento fue dado a Oseas antes del matrimonio. No es que Oseas aprendió por medio de sus experiencias algo que puede aplicarse a Dios y a su pueblo, sino que es Dios quien revela la verdad a Oseas y manda que su vida familiar sea un modelo de la relación que existe entre Dios e Israel. Así, es necesario que esta “prostitución” de la mujer sea conocida por Oseas y todo el pueblo. No es que esa mujer era “solamente” una israelita o que más tarde se dio a la prostitución. Sus “prostituciones” fueron evidentes antes de que ella se casara con el profeta.
Una cuarta interpretación sugiere que ella era una prostituta común. Sin embargo, la palabra “prostituciones” no es el término para una prostituta común.

Otros dicen que ella era una prostituta sagrada o prostituta cultual, comprometida en la adoración de Baal en algún sentido. No obstante, la palabra “prostituciones” (zenunim2181) tampoco es la palabra “prostituta cultual” (qedeshah6945), palabra que ocurre en 4:14. Sin embargo, se usa esta palabra “prostituciones” para describir a Jezabel en 2 Reyes 9:22, una mujer comprometida en la adoración de Baal. También en Génesis 38:24 Tamar es acusada de “prostituciones” porque está embarazada. Note que en Génesis 38:21 Judá, después de tener relaciones sexuales con ella en el camino a Timnat, le mandó el pago a la “prostituta cultual” de Enaim. Por eso, esta palabra “prostituciones” nos guía a un asunto sexual/cultual. Entonces, parece mejor pensar en Gomer como un tipo de “prostituta cultual”.

Es posible que en ese tiempo haya existido la costumbre entre las señoritas israelitas de ofrecerse por un tiempo como prostitutas culturales antes de casarse para recibir de Baal la fecundidad en su matrimonio. Gomer, según algunos, era una de esas mujeres que se habían dedicado a Baal para ser fértil. No obstante, a pesar del sincretismo de la religión de Israel en el tiempo de Oseas, es imposible probar que esta práctica existiera. Es más probable que Gomer era una prostituta al servicio del culto a Baal.

Ese matrimonio sería un escándalo sensacional. Todos irían a preguntarle: “Profeta, ¿qué significa esto?”. Entonces, Oseas les respondería: La tierra se ha dado enteramente a la prostitución (v. 3c). Prostituirse acá es metáfora para adorar a otros dioses, ídolos. Así, Gomer es modelo apta porque ella participa en la prostitución espiritual de Israel por medio de su prostitución física en los cultos a Baal.
Sin comentar los pensamientos de Oseas en cuanto a la orden que recibió, el texto dice que fue y se casó con Gomer, la hija de Diblaim. Inmediatamente la atención del lector se pone en el nacimiento del primer hijo, que por orden de Dios recibe por nombre Jezreel. 

En sí, esto es extraño porque Jezreel es el nombre de un lugar, no de una persona. El nombre significa “Dios siembra” y puede entenderse como una bendición. Jezreel es un valle rico en Israel, importante en la agricultura. También fue el sitio de batallas y victorias en la historia de Israel, por ejemplo las de Débora y Barac (Jue. 4 y 5) y Gedeón (Jue. 6 y 7).

Sin embargo, el profeta no proclama un mensaje de bendición y fertilidad. Jezreel también es el nombre de una ciudad que ha sido sitio de hechos de sangre, y el profeta condena la casa real por estos pecados. Esa ciudad ha visto el crimen de Acab y Jezabel contra Nabot entre los pecados de la casa de Omri. No obstante, es la casa de Jehú la que es condenada. Los hechos de sangre aluden a los eventos de 2 Reyes 9 y 10. Jehú mató no solo al rey de Israel, en su golpe de estado, sino también al rey de Judá. Era responsable de la matanza de los setenta hijos de Joram. 

Dirigió la exterminación de los que adoraban a Baal, aunque él mismo no adoraba a Dios en una manera pura (2 Rey. 10:29). Jehú era culpable de violencia igual que los que lo precedieron, y los que le siguieron. Por eso el fin de su dinastía se acercó. El nombre extraño de su primer hijo le dio a Oseas la oportunidad de predicar el mensaje de Dios. La sorpresa era que el mensaje no era uno de fertilidad y prosperidad. Jezreel no indicaba que Dios sembraría bendiciones; al contrario, él iba a sembrar destrucción.

El v. 5 es otra palabra de Oseas, pero fue pronunciada en un período posterior de su ministerio, probablemente cerca del año 733 a. de J.C. cuando el rey de Asiria tomó en batalla el valle de Jezreel. Ahora, este nombre se aplica al valle, no a la ciudad, para recalcar que estos eventos son el juicio de Dios y que ahora este juicio se aplica a Israel como nación entera y no solamente a la casa de Jehú.
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La “descendencia” del pecado
 OSEAS1:4–9
Introducción: Así como Oseas recibió la indicación de poner nombres a su descendencia, Dios nombra el juicio al pueblo pecador.
        I.      Jezreel: El juicio de Dios anunciado.
      1.      Jezreel significa “Dios siembra”.
      2.      “El arco” de Israel sería quebrado.

        II.      Lo-rujama: El amor de Dios retirado.
      1.      Lo-rujama significa “no compadecida”.
      2.      Dios ya no mostrará su compasión al pueblo rebelde.

        III.      Lo-ammí: El pueblo de Dios desechado.
      1.      Lo-ammí significa “no mi pueblo”.
      2.      Al final, todo lazo con Dios queda destruido a causa de la desobediencia.

Conclusión: El pecado va profundizando en la vida del individuo y el juicio de Dios es seguro sobre los incrédulos. Hoy es el tiempo del arrepentimiento y de volver a Dios.
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Los vv. 6 y 7 forman el tercer evento simbólico de esta sección. Gomer concibió de nuevo y dio a luz una hija. Oseas es el padre de esta hija y por la orden de Dios le pone el nombre “no recibe el amor del padre”. Otra vez, no debemos leer el nombre de esta hija como descripción del estado del matrimonio del profeta. Aunque el texto no dice que dio a luz (comp. v. 3b), la omisión debe considerarse como una parte de la economía de expresión que se muestra en el pasaje. Como parte de esa misma “economía”, la palabra Dios no aparece aquí en el texto heb. del v. 6 (ni en el v. 9, como explica la nota en la RVA). Se entiende, entonces, que la recién nacida es la hija de Oseas, y porque ella es su hija el nombre va a incitar al pueblo a preguntarle: “Profeta, ¿qué significa esto?”.

Oseas contestará que, a pesar de la esperanza que Judá pudiera tener (v. 7), Israel no recibirá la compasión o protección que un hijo espera de sus padres porque no se comporta como hijo. Si el “no” de la frase previa se aplica a ésta también, se ha de entender como que Dios dice de su hija Israel: “No la soportaré más”. Otra traducción sería: “Ciertamente, los llevaré”. De traducirse así, tiene que entenderse como profecía del cautiverio asirio de Israel.

El cuarto evento simbólico de la sección se presenta en los vv. 8 y 9. Comienza: Después de destetar a Lo-rujama… (v. 8a). La frase es más que una nota biográfica. Normalmente, las israelitas destetaban a sus hijos cuando tenían unos tres años (comp. 1 Sam. 1:24). El evento era importante y hasta festivo en Israel (Gén. 21:8). Pero el detalle es mencionado en este pasaje para subrayar que Dios había esperado un largo tiempo antes de dar este tercer signo de su castigo. El detalle testifica la paciencia divina, e implica que hay otro propósito que solo la destrucción en el juicio de Dios. Él busca el arrepentimiento y la reconciliación.

Sin embargo, la gente no respondió a esta invitación, y por eso el nacimiento del tercer hijo llegó a ser la ocasión de proclamar la palabra más dura que Dios envió a Oseas: Ponle por nombre Lo-ammí. Que este nombre, “no pueblo mío”, se aplica a Israel y no al hijo me parece claro. En la interpretación del nombre, por primera vez, Dios habla directamente a Israel: Vosotros no sois mi pueblo ni yo soy vuestro Dios. La traducción de esta última frase en RVA representa una ligera enmienda textual muy común (ver también RVR-1960). Sin embargo, tanto el texto masorético (TM) como la Septuaginta (LXX) pueden ser traducidos lit.: “Y yo no yo soy para vosotros”. Puede entenderse cómo Oseas emplea el nombre de Dios que se reveló en Éxodo 3:14, YO SOY. La interpretación del nombre Lo-ammí sería: “Vosotros no sois mi pueblo, ni soy YO SOY para vosotros”.

Se nota una progresión del castigo cada vez más severa en los vv. 4 al 9. Israel tendrá un desastroso futuro sin rey (v. 4), sin el amor fraternal de Dios (v. 6), y ahora, un futuro sin Dios mismo (v. 9). Que Dios no sea el YO SOY de Israel equivale a decir en términos radicales, que el pacto ya se abolió. El pueblo de Dios rompió el pacto, y ahora sufrirá la maldición que el pacto mismo prescribió en las tradiciones preservadas en Deuteronomio 31:16–18. Con este oráculo parece que no hay más que decir. Sin embargo, este es solamente un lado del mensaje de Oseas.


  2.      La felicidad potencial, 1:10–2:1
Oseas ahora ofrece la esperanza de un nuevo futuro para el pueblo de Dios. Algunos han expresado dudas en cuanto a que Oseas proclamaría este mensaje después de lo que dijo en los vv. 2 al 9, pero hay que notar dos cosas: 1) La esperanza es una parte integral del mensaje de Oseas (2:14–23; 3:1–5; 11:8–11; y 14:4–8), y 2) la posición actual de 1:10–2:1 probablemente se debe al proceso de redacción del libro y no a un estricto orden cronológico de la predicación del profeta. Cuando se escribió el libro, posiblemente se sentía la necesidad de poner juntos los dos tipos de mensajes, juicio completo y salvación.

Realmente los mensajes no son alternativas opcionales. La salvación no es una opción que Israel puede escoger, sino que, al igual que el juicio, es totalmente la obra de Dios. En un futuro lejano, después del futuro más inmediato, Dios iniciará el cumplimiento de las promesas a los patriarcas (Gén. 32:12; 22:17), dice Oseas. Sin embargo, esta esperanza se presentará solamente después del juicio ya proclamado por el profeta. Y sucederá que en lugar de lo que se les dijo: Vosotros no sois mi pueblo, se les dirá: Hijos del Dios viviente (v. 10c).

Lit. el versículo dice: “Y sucederá en lugar de que se les dijo…”. Varios eruditos han sugerido que “en lugar de que” es sinónimo de “en vez de”. Sin embargo, tal traducción, según otros eruditos, estaría sin paralelo en el AT. Otros opinan que el artículo definido está presente implícitamente y que por eso sería mejor entender la frase lit. “en el lugar donde”. La pregunta entonces sería: “¿Cuál lugar?” La palabra “lugar” en el AT puede significar un santuario, un lugar santo. Entonces, en el mismo santuario en el cual Oseas proclamaba sus mensajes de los nombres de sus hijos, nuevos nombres serán dados, y nuevos significados se proclamarán. O, si “lugar” no es un centro cúltico, entonces se refiere a Jezreel, un lugar que es de mucha importancia para la predicación de Oseas.

jueves, 3 de abril de 2014

¿Son las tribulaciones una bendición o una maldición?: La locura de la Cruz

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


Sometidos a Prueba
1 Pedro 1:6–12
El siglo XX ha traído intensos sufrimientos a muchas vidas y familias. La violencia de los conflictos armados, el terrorismo, la delincuencia y la opresión matan y aplastan a los seres humanos. Por su lado, los terremotos, erupciones volcánicas, tempestades e inundaciones causan daños materiales y personales incalculables. La enfermedad provoca debilidad, dolencia y luto y todos padecemos por diversos motivos, ya sea por sueños irrealizados, fracasos que no pueden olvidarse o relaciones familiares destruidas. La vida humana es dura y dolorosa, a tal punto, que algunos dudan de la existencia de Dios.
¿Puede el humano comprender el significado de todas estas penas? ¿Qué postura debe tomar cuando se presentan? ¿Qué actitud ha de tener un cristiano cuando pasa por una experiencia negativa?
El pasaje mencionado se tratará en dos secciones. Los primeros versículos enseñan que el Señor tiene un propósito muy específico al permitir las tribulaciones en la vida del cristiano. Además, el apóstol Pedro habla de las emociones positivas que debemos sentir a pesar de los padecimientos.
En los últimos tres versículos, el autor introduce el misterio del sufrimiento y gloria que se aprecia en la vida del Jesucristo. El interés que los profetas y ángeles tienen en este acontecimiento debe hacer que el hijo de Dios agradezca la maravilla de la salvación que Cristo provee.
1:6–9
1:10–12
Las pruebas refinan la fe.
La gloria sigue al sufrimiento.
¡PENSEMOS!
Medite cuidadosamente en los versículos 6–9. ¿Qué emociones encuentra en ellos? ¿Cuál es el propósito real de las pruebas que pasa el cristiano? De esta figura, ¿qué se puede aprender con relación al proceso de refinar nuestra fe? ¿Cuáles son los detalles en esta porción que le ayudan a tener la perspectiva correcta de las aflicciones?
LAS PRUEBAS REFINAN LA FE 1:6–9
Los versículos 3–5 tenían como objeto animar a los lectores dándoles la seguridad de que Dios tiene reservado para ellos un futuro de grandes bendiciones, las cuales recibirán cuando se cumpla la etapa final de la salvación al estar con Jesucristo. Según eso, el creyente ha de tener esperanza y vivir con optimismo porque cree en el cumplimiento de las grandes promesas divinas.
El versículo 6 comienza diciendo que esa esperanza proporciona gran alegría y de ahí hasta el 9, continúa describiendo las emociones que palpitan en el corazón del cristiano.
No es fácil para el humano sentir optimismo y alegría en medio de las tribulaciones. La vida trae penas, dolores y desilusión. Pero los autores bíblicos, como Santiago en su capítulo 1:2–4, nos instruyen diciendo que podemos regocijarnos aun en medio de ellas. ¿Cómo es esto posible? ¿Por qué es razonable?
Pedro afirma en este pasaje varias verdades acerca de las penas de los creyentes. Cuando comprendemos estas enseñanzas, entonces aprendemos la perspectiva bíblica para fortalecernos en medio de los problemas. Descubramos con el apóstol Pedro cómo debemos ver tales contrariedades.
Las tribulaciones son temporales (v. 6).
Por un poco de tiempo es la expresión que el apóstol usa. También Pablo habla de “esta leve tribulación momentánea” (2 Corintios 4:17). A nosotros esos momentos pueden parecernos demasiado largos y algunas personas sufren toda la vida, pero Dios y su pueblo tienen otra perspectiva acerca del tiempo, porque la eternidad de gloria y bendición permanece para siempre. En contraste, nuestras aflicciones tienen poca duración.
Recordemos cuando éramos niños y nuestros padres prometían llevarnos a pasear. ¡Aunque sólo faltaban cinco días, nos parecían un año! La madurez espiritual y el conocimiento de la Palabra de Dios nos proporcionan la perspectiva divina que nos asegura que en la eternidad seremos sanos y fuertes, que estaremos seguros, tranquilos, sin tener que derramar lágrimas ni sentir dolor.
No todas las aflicciones duran toda la vida. Dios sabe lo que necesitamos y cuánto podemos soportar. El conoce cuándo se ha cumplido su propósito en nosotros.
CUANDO PASAMOS POR UNA PRUEBA
DIOS ESTA EN CONTROL
TANTO DEL TERMOSTATO COMO DEL RELOJ
Las tribulaciones son necesarias (v. 6).
Si Dios permite una prueba, es porque es imprescindible. El no desea que suframos sin propósito; más bien está llevando a cabo sus maravillosos y eternos designios para nuestro bien, para el de otros y para su gloria. El creyente está en la “escuela de Dios”; nos está forjando para que seamos como su Hijo y transformando día con día para que mostremos al mundo cómo es su divina persona. En otras palabras, nos está preparando para llegar al cielo.
Pablo escribió en Romanos 8:28 que para los creyentes “todas las cosas les ayudan a bien”. Recordemos el pastel que prepara la madre o la esposa. Utiliza en su elaboración varios ingredientes que aisladamente no tienen buen sabor como la harina, el polvo de hornear y la manteca. Otros sí son apetitosos, como el azúcar y la fruta. De la misma manera son las experiencias que Dios diseña para sus hijos. Algunas son agradables y otras amargas. ¡Pero todas contribuyen para hacer un “pastel” bello y sabroso cuando sale del horno!
Las tribulaciones son difíciles (v. 6)
El lenguaje de Pedro demuestra que él sentía junto con los destinatarios el dolor de las pruebas que estaban pasando; sabía cuán pesadas eran y que podían causar además de trastornos físicos y materiales, angustia mental y emocional. El autor conocía lo penoso, doloroso y deprimente que pueden ser los problemas que enfrentamos.
Todavía podía recordar el miedo y vergüenza que sintió la noche en que negó a su Señor; los azotes y amenazas que sufrió por parte del concilio. Traía a la memoria la prisión y el peligro de muerte en que se había encontrado. Sí, Pedro había experimentado en carne propia lo que es sufrir por Jesucristo, pero había aprendido a ver todo desde el punto de vista divino y de la eternidad.
Las tribulaciones son variadas (v. 6).
Como los múltiples colores del arco iris son diferentes, así es la gama de problemas. Impactan el cuerpo, la mente o las emociones. Pueden afectar a nuestro matrimonio, a los hijos, la familia o a los amigos. A veces producen cambios difíciles en el trabajo, los estudios o los proyectos y sueños personales. En ocasiones ponen en peligro la vida, provocan soledad, nos incapacitan o debilitan.
Estos nos enseñan que no debemos sorprendernos de ninguna experiencia, aun la más inesperada. Dios sabe lo que necesitamos para cumplir sus propósitos. Tampoco debemos comparar nuestras experiencias con las de otras personas aunque a veces nos parezca que ellos no padecen problemas tan difíciles como nosotros, pero el Señor conoce a cada persona y sólo él sabe lo que puede sufrir ahora o en el futuro. El calendario de problemas y causas de sufrimiento varía.
El humano siempre sueña con el momento en que sus pruebas terminen y pueda vivir tranquilo. Dios no promete la desaparición de ellos por completo, sino que los ejemplos en la Biblia muestran que las dificultades son una circunstancia normal para los humanos. Cuando termine una prueba, puede comenzar otra. Pero de distinta naturaleza, porque se nos dice que pasaremos por “diversas pruebas”.
Las tribulaciones refinan la vida espiritual (v. 7).
Lo que purifica al oro es el crisol. El encargado o “acrisolador” calienta el oro en una caldera hasta hacerlo líquido. Poco a poco, la llamada “escoria”, lo que no es oro, sube a la superficie. Con cuidado y paciencia, va quitando todo lo que flota. Después, observa atentamente el metal hasta que no quedan materiales contaminantes y la superficie brilla con claridad.
Dicen que cuando el oro es cien por ciento puro, el acrisolador puede ver su propia imagen reflejada en él porque se asemeja a un espejo. Job dijo tocante a Dios, “Mas él conoce mi camino; me probará, y saldré como oro” (Job 23:10).
¡Qué bella esta comparación del acrisolador con Dios y la comparación del oro con la fe! El Creador está depurando pacientemente nuestra fe. No es fácil, porque se requiere que el creyente pase por el fuego de las pruebas y las tribulaciones.
Pero, ¡vale la pena! Pedro dice que la fe es más valiosa que el oro. El oro perecerá, pero la confianza en Dios trae resultados eternos. La fe produce la alabanza divina, la gloria y la honra para nosotros y para Jesucristo cuando regrese en gloria. Ignacio, un líder cristiano de la antigüedad, fue encarcelado por su fe en Cristo pero llamó a sus cadenas “perlas espirituales”.
Las pruebas en la vida del cristiano tienen un propósito, aunque en el momento de sufrirlas tal vez no lo entendemos a la perfección. Sin embargo, nos está haciendo mejores personas. La tribulación revela la debilidad, y el carácter se transforma porque éstas nos obligan a acercarnos al Señor y a depender más de él. Dios desarrolla nuestra fe por medio de ellas.
En medio de las tribulaciones el cristiano ha de amar a Cristo (vs. 8–9).
Al estudiar este pasaje, el creyente debe sentir con Pedro todas la emociones que él describe. En el versículo 2 afirma que es un ser muy especial y privilegiado, porque Dios lo escogió para la salvación. En el versículo 3 habla de que tiene una bendita esperanza por ser hijo de Dios. Más adelante habla de gozo (v. 6) porque su herencia está bien segura. Después, en el mismo versículo, menciona la aflicción, pero ésta no debe quitarnos la felicidad.
El autor expresa el afecto que siente por Jesucristo, un amor que los lectores tenían aunque nunca habían visto al Señor en carne, pero Pedro sí. Jesús le había preguntado tres veces “¿Me amas?”, y cada ocasión afirmó su amor para el Señor (Juan 21:15–17). El apóstol había pasado por una prueba de su fe y había negado a Jesús. Después se había arrepentido con muchas lágrimas. Porque había pasado por la prueba ahora amaba mucho más a su Salvador. Pocos días después, en el día de Pentecostés, demostró gran valor y fe cuando se atrevió a predicar a las multitudes. Su fe se había fortalecido y su amor para Jesús crecía.
La alegría que Pedro menciona es muy intensa y fuerte: un sentimiento interno, profundo, inexpresable y glorioso. Según el versículo 8, este mismo gozo lo experimenta la persona que confía (creyendo) en Jesucristo aún en medio de las aflicciones de la vida. El versículo 9 dice que el creyente que confía, que ama a Cristo y que goza esta relación profundamente, está experimentando el resultado (fin) de su fe. Es un fruto de la nueva vida que tiene en Cristo.
Los versículos 8 y 9 enseñan que los cristianos podemos saborear y disfrutar por lo pronto una muestra de la gloria que gozaremos en la presencia del Señor. Las claves son que debemos:
1)     amar a Jesucristo,
2)     confiar en él,
3)     regocijarnos y
4)     apropiarnos (obtener) todo lo que la salvación nos provee.
No solo esperamos el futuro glorioso; ahora podemos empezar a experimentar el gozo. ¡Dios decide qué experiencias vamos a pasar; nosotros decidimos cómo vamos a pasarlas!
“UN POCO DE FE LLEVA EL ALMA AL CIELO,
PERO MUCHA FE TRAE EL CIELO AL ALMA”
Carlos Spurgeon
¡PENSEMOS!
¿Qué tipo de tribulación está usted experimentando? ¿Cómo debe manifestar su fe en Cristo durante ella? ¿Cómo cree que Dios está fortaleciendo su fe por medio de este problema? Si usted no ve el propósito de la prueba, ¿cómo le ayudará la fe? ¿Siente amor por el Señor y alegría a pesar de la aflicción? ¿Qué tiene que ver la fe con el experimentar esas emociones positivas? ¿Qué debe hacer usted para “traer el cielo a su alma”?
DESPUES DEL SUFRIMIENTO, VIENE LA GLORIA 1:10–12
Pedro magnifica la grandeza de la salvación en varias maneras. Es grande porque Dios nos escogió de antemano (v. 2). En segundo lugar, porque nos da una esperanza segura (vv. 3–5). También porque hace que el creyente se regocije en Dios y ame a Cristo aun en medio del sufrimiento (vv. 6–9). En los versículos 10–12, el escritor agrega otra enseñanza que muestra lo extraordinario de la salvación. Los mismos profetas del Antiguo Testamento deseaban comprender lo que profetizaban sobre ella pero su conocimiento era limitado. Aun los ángeles del cielo desean conocer las grandes obras que Dios planea.
Los profetas anunciaban que el Mesías traería bendición al mundo (v. 10).
Estos voceros del Antiguo Testamento recibieron de Dios muchas profecías acerca de Jesucristo. Sin embargo, no entendían el significado de todo lo que escribían. Esto hizo que se dedicaran a estudiar atentamente las promesas divinas y las Escrituras, porque querían entender la bendición que el Mesías traería al mundo. Sin embargo, seguían con muchas dudas.
Los profetas no entendieron por qué había de haber sufrimiento antes de la gloria (v. 11).
Pedro habla aquí de un tema específico que esos mensajeros no comprendieron. Dios les revelaba profecías sobre el sufrimiento del Siervo de Dios. Sin embargo, otras profecías decían que el Mesías sería un personaje poderoso y victorioso. Lo cual les hacía preguntarse: “¿En qué tiempo y en qué clase de circunstancias podría el Mesías ser una persona sufrida y a la vez victoriosa?”
En Lucas 24:25–27, Jesús habló con los discípulos en el camino a Emaús. Les expuso este mismo tema para que entendieran que el Mesías tendría que sufrir y después ser glorificado: “¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?” Aun así, no captaron en toda su magnitud que Cristo vendría por segunda vez para manifestar su gloria.
Los profetas escribieron para nosotros (v. 12).
¡Qué privilegio saber que Dios inspiró a los autores del Antiguo Testamento para que sus escritos y sus profecías fueran de bendición para nosotros! Por supuesto, sirvieron de base para que los que vivían en aquellos tiempos entendieran lo que sucedía. Sin embargo, Pedro dice que hay enseñanzas que no les fueron reveladas pero nosotros sí las entendemos y podemos aprovecharlas.
También el apóstol Pablo subraya que el Antiguo Testamento tiene mucho que decirnos (Romanos 15:6, 1 Corintios 10:1–11). Menciona que los acontecimientos sucedidos a la nación de Israel: “…estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos” (1 Corintios 10:11).
Note el importante papel que juega el Espíritu Santo en la tarea de traernos las enseñanzas divinas. En el versículo 11 Pedro dice que fue él quien estaba en los profetas comunicando a través de ellos las enseñanzas acerca de Cristo. Además, sabemos que los guiaba cuando anotaban las palabras del Antiguo Testamento para que no se equivocaran en ningún detalle (2 Pedro 1:21, 2 Timoteo 3:16). Y el versículo 12 señala que esa divina persona estaba en los que predicaban el evangelio en el tiempo de Pedro, iluminando su entendimiento y capacitándoles para comunicar la verdad. Dios supervisó todo el proceso de llevar su mensaje a los hombres.
Pedro añade un dato más que nos hace apreciar el privilegio que tenemos de conocer a Cristo y de entender tanto los sufrimientos como la majestad del Mesías. No sólo los profetas anhelaban descubrir este secreto, ¡también los ángeles del cielo querían saber este misterio!
Es interesante ver en otros pasajes bíblicos que los ángeles están observando las obras de Dios (1 Corintios 4:9, Efesios 3:10). Aun ellos desconocían lo que Dios planeaba. Los ángeles se daban cuenta de que algo maravilloso iba a pasar, pero no se les había dado a conocer.
No obstante, por la gracia de Dios, ¡nos tocó a los cristianos entenderlo! Aprender que el Hijo de Dios vino del cielo y que sufrió y murió por nosotros. Además, sabemos que regresará en gloria y poder para juzgar a los hombres y para reinar sobre el mundo.
El sufrimiento y la gloria
Estos tres versículos (10–12) introducen una enseñanza que es muy clave. Necesitamos captarla para apreciar el gran impacto que tiene esta primera carta de Pedro. La encontremos muchas veces en ella. La enseñanza es esta: los cristianos experimentamos primero el sufrimiento, y después disfrutamos la gloria. El ejemplo de Jesucristo lo confirma:
“puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”. (Hebreos 12:2)
SUFRIMIENTO > GLORIA
Sucede lo mismo en la vida del creyente. La cruz viene antes de la corona; la tierra antes del cielo; el sacrificio antes del triunfo; la guerra antes de la victoria. Cuando Dios permite las penas, hemos de confiar y esperar en él, porque al fin traerá la victoria y la tranquilidad.
¡PENSEMOS!
¿Recuerda usted alguna vez en que haya experimentado primero lo difícil y después, como resultado, lo bueno? ¿Cómo influyen los versículos 10–12 en su actitud hacia el Antiguo Testamento? ¿hacia Jesucristo? ¿hacia la salvación? ¿hacia las pruebas?
Piense en varias razones por qué el creyente puede regocijarse en medio de las tribulaciones ¿Qué nuevo descubrimiento hizo usted en los versículos 6–12? ¿Quién fue quien le comunicó el evangelio de Jesucristo? ¿Le ha dado las gracias?
¿Con quién debe usted compartir el evangelio? Ore con otro cristiano para que el Señor le ayude a compartir las buenas nuevas con esa persona. Según el versículo 12, ¿Quién le capacitará para hecerlo?

domingo, 23 de febrero de 2014

El sembrador y su semilla: ¿Eres un sembrador bendito o maldito?

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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  Las instrucciones más largas y más detalladas de las Escrituras con respecto a la evangelización se encuentran en Marcos 4. Esta serie de parábolas es la Carta Magna de nuestro Señor en la evangelización, y el fundamento de su enseñanza es la parábola de las tierras. El punto de esta ilustración va en contra de mucho del pensamiento evangelístico de hoy como lo demuestra que ni el estilo del evangelizador ni su adaptación del mensaje tienen en último término un impacto en los resultados de sus esfuerzos. Lo que Jesús entendía por evangelización es una reprimenda sonora a los que suponen que la manera en que está vestido un pastor, el estilo o la música le ayudan a alcanzar a una cultura en particular o a una multitud, o que diluyendo el evangelio para hacerlo más aceptable se producirán más conversiones. La realidad es que el poder de Dios está en el mensaje, no en el mensajero.

Los discípulos estaban confundidos. Habían dejado sus casas, sus tierras, sus parientes y sus amigos (Marcos 10:28); habían dejado sus vidas pasadas para seguir a Jesús, y creían que era el Mesías largamente esperado y suponían que otros israelitas harían sacrificios similares y creerían también en Jesús. En vez de una conversión nacional, los discípulos encontraron tremenda animosidad. Los líderes judíos odiaban a Jesús y a sus enseñanzas, mientras muchos de las multitudes solo estaban interesados en señales y milagros. Pocos se arrepentían y la duda estaba comenzando a apoderarse de los doce.

El problema no era la habilidad de Jesús para atraer a una multitud. Cuando Él viajó por Galilea enseñando, las multitudes fueron enormes, contándose a menudo por decenas de miles. Los discípulos eran a menudo apretujados por las gentes. En ocasiones, Jesús tenía que meterse en un bote y alejarse levemente de la orilla del lago para enseñarles, escapando a duras penas del peso aplastante de los desesperados buscadores de milagros.

Pero pese a lo fascinante e impresionante de la escena, no daba como resultado verdaderos creyentes. Las personas no se arrepentían de manera genuina y no aceptaban a Jesús como Salvador. Aun las propias expectativas de los discípulos no se estaban cumpliendo. Las profecías de Isaías 9 y 45 hablaban de un día cuando el reino del Mesías sería global y sin fin. Para cuando ocurren los acontecimientos de Marcos 4, el ministerio del Señor había sido público por dos años y la noción de que Jesús establecería esa clase de reino parecía lejos de la realidad. Por eso, pocas personas eran sinceras en seguirle. El Antiguo Testamento describe al Mesías como trayendo a Israel tanto la salvación nacional como la supremacía internacional. Las multitudes estaban interesadas más bien en los milagros, las sanidades y la comida que en la salvación de sus pecados.

Así que no era para sorprenderse que los discípulos tuvieran preguntas. Si Jesús era de verdad el Mesías, ¿por qué muchos de sus seguidores eran tan superficiales? ¿Cómo era que el Mesías, por tanto tiempo esperado viniera a Israel solo para ser rechazado por los líderes religiosos de la nación? ¿Y por qué no exigía poder y autoridad para establecer el reino prometido como el cumplimiento de todo lo que se había propuesto en los pactos nuevo, davídico y abrahámico?

El asunto era este: Jesús predicaba un mensaje que requería un sacrificio radical de sus seguidores. Por otro lado, seguir a Cristo era muy atrayente. Ofrecía libertad del laberinto de opresivas reglas hechas por el hombre e impuestas por los fariseos (Mateo 11:29–30; cp. 17:25–27). Seguir a Cristo era atemorizante, porque requería encontrar la puerta estrecha, negándose a sí mismo, y obedecerle hasta el punto de estar dispuestos a morir por Él (Mateo 7:13–14; Marcos 8:34). Seguir a Jesús requería reconocer su divinidad y que fuera de Él no hay salvación ni ninguna otra manera para reconciliarse con Dios (Juan 14:6). También significaba el completo abandono del judaísmo que se enfocaba en la práctica religiosa en lugar de en un corazón penitente vuelto a Dios.

Muchos judíos esperaban que el Mesías les librara de la ocupación romana, pero Jesús se negó a hacerlo. En su lugar, predicó un mensaje de arrepentimiento, sumisión, sacrificio, devoción radical y exclusividad. Las masas fueron atraídas por los milagros que realizaba y por el poder que poseía; sin embargo, los discípulos percibieron que su enfoque, tan poderoso y veraz como era, no volvía a los curiosos en convertidos. Cuando le preguntaron: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» fue una pregunta honesta nacida de la realidad de lo que experimentaban (Lucas 13:23). Quién sabe si los discípulos llegaron a pensar que Jesús debería modificar su mensaje, aunque fuera ligeramente, para conseguir la respuesta de la gente.

NO ES EL MENSAJERO SINO EL MENSAJE
De muchas formas, el evangelicalismo actual está igualmente confundido. A menudo he notado que el mito dominante en el evangelicalismo es que el éxito del cristianismo depende de cuán popular sea. El principio es que, si el evangelio va a seguir teniendo pertinencia, el cristianismo debe adaptarse y apelar a las últimas tendencias culturales.

Este modo de pensar por lo general limitado a la multitud de buscadores de emociones hace poco que ha aparecido más en círculos reformados. Hay movimientos que estarían de acuerdo con las verdades de la predestinación, la elección y la depravación total, pero que también, inexplicablemente, exigen que los pastores actúen como estrellas de rock en vez de como humildes pastores. Influenciadas por la retórica emocional de la mala teología, las personas toleran la idea de que la sagacidad cultural de un pastor determina cuán exitoso es su mensaje y cuán influyente será su iglesia. La actual metodología de crecimiento de la iglesia dice que si un evangelizador quiere «llegar a la cultura» (cualquier cosa que esto signifique), debe imitar la cultura. Pero tal enfoque es contrario al paradigma bíblico. El poder del Espíritu en el evangelio no se encuentra en el mensajero, sino en el mensaje. De modo que la motivación detrás de los buscadores compulsivos podría ser noble, pero está seriamente mal encaminada.

Cualquier esfuerzo para manipular el resultado de la evangelización cambiando el mensaje o estilizando al mensajero es un error. La idea de que más personas se arrepentirán si solo el predicador se hace más atrayente o más chistoso invariablemente dará lugar a que la iglesia sufra en carne propia un desfile ridículo de tipos que actúan como si su encanto personal pudiera llevar a las personas a Cristo.

Este error conduce a la noción dañina de que la conducta de un pastor y un discurso deberían ser determinados por la cultura en la cual él ministra. Si trata de alcanzar a una cultura de personas no relacionadas con ninguna iglesia, algunos abogarían que él debiera hablar como los que nunca han tenido relación con una iglesia, aun cuando el comportamiento de ellos no sea santo. Hay muchos problemas con esa clase de lógica, pero en primer lugar está la falsa suposición que un pastor puede confeccionar conversiones verdaderas luciendo o actuando de cierta forma. La verdad final es que solo Dios tiene el control de si los pecadores se salvarán o no como resultado de cualquier sermón.

En realidad, las verdades duras del evangelio no propician ganar popularidad e influencia dentro de la sociedad secular. Tristemente, muchos predicadores desean ardientemente la aceptación cultural que están en verdad dispuestos a alterar el mensaje de salvación de Dios y su estándar de santidad con tal de lograr esa aceptación. El resultado, por supuesto, es otro evangelio que no es el evangelio.

Tales componendas no hacen nada por incrementar el testimonio de la iglesia dentro de la cultura. De hecho, tienden al efecto opuesto. Al crear un evangelio sintético, facilitan que las iglesias se llenen de personas que no se han arrepentido de sus pecados. En lugar de hacer al mundo como la iglesia, tales esfuerzos tienen solo el éxito de hacer la iglesia más como el mundo. Esta precisamente fue la enseñanza de Jesús en Marcos 4 para evitar esto.

LA PARÁBOLA DE LAS TIERRAS

Los discípulos, realmente preocupados porque otros creyeran, estaban asombrados que las multitudes no se estaban arrepintiendo. Quizá en algún momento hayan dudado de la conveniencia del mensaje duro, exigente y acusador que predicaba Jesús.

Si tal fue el caso, el Señor respondió a esta creciente marea de dudas diciéndoles a los discípulos una serie de parábolas y proverbios acerca de la evangelización. Un año antes de que les diera la Gran Comisión, Jesús usó esta serie de parábolas como su fundamento para la instrucción con respecto al tema de la evangelización (Marcos 4:1–34). Marcos le dedica más espacio a esta que a ninguna otra enseñanza en su Evangelio y el punto principal es la parábola inicial, una historia acerca de un agricultor esparciendo semillas:

  Oíd: He aquí, el sembrador salió a sembrar; y al sembrar, aconteció que una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y la comieron. Otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra. Pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. Otra parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto. Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, pues brotó y creció, y produjo a treinta, a sesenta, y a ciento por uno. (Marcos 4:3–8)

Esta ilustración es una explicación paradigmática de a qué debería parecerse la evangelización. Está diseñada para contestar una pregunta básica que, tarde o temprano, todos los evangelizadores se formularán: ¿Por qué algunas personas responden al evangelio mientras que otras no? La respuesta a esta pregunta aclara la esencia de la evangelización.

EL SEMBRADOR PERDIDO

La parábola de las tierras comienza con un agricultor. Lo que es sorprendente acerca de él es qué poco control en realidad tiene del crecimiento de los cultivos. No se usan adjetivos para describir su estilo o su habilidad, y en una subsiguiente parábola nuestro Señor describe a un sembrador que planta, regresa a casa y se va a dormir:

  Decía además: Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra; y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo. Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga; y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado. (Marcos 4:26–29)

Jesús dice que el agricultor desconoce cómo se transforma la semilla en una planta madura. Después de sembrar la semilla, el agricultor «duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo».

Esta ignorancia no es única para este agricultor en particular, sino que es cierta de todo el que siembra. El crecimiento de la semilla es un misterio que aun el agricultor más adelantado no puede explicar. Y esta realidad es la clave para toda la parábola. Jesús explica que la semilla representa el evangelio y el agricultor representa al evangelizador (v. 26). El evangelizador esparce la semilla; es decir, explica el evangelio a las personas, y algunas de esas personas creen y reciben vida. Cómo ocurre, es un misterio divino para el evangelizador. Una cosa es clara, sin embargo: Aunque es el medio humano, finalmente no depende de él. El poder del evangelio está en el obrar del Espíritu, no en el estilo del sembrador (Romanos 1:16; 1 Tesalonicenses 1:5; 1 Pedro 1:23). Es el Espíritu de Dios quien resucita las almas de muerte a vida, no los métodos o las técnicas del mensajero.

El apóstol Pablo comprendió este principio. Cuando llevó el evangelio a Corinto, inició la iglesia y la dejó al cuidado de Apolos. Más tarde, describiría la experiencia de este modo: «Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios» (1 Corintios 3:6). Dios fue el que en verdad trajo a los pecadores a sí mismo, cambió sus corazones e hizo que ellos fueran santificados. Tanto Pablo como Apolos fueron fieles, pero con toda seguridad no eran la explicación para el crecimiento y la vida sobrenaturales. Esta verdad dio lugar a que Pablo dijera: «Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento» (1 Corintios 3:7).

De manera intencional Jesús resalta la falta de influencia del agricultor sobre el crecimiento de la semilla. De hecho, Jesús hace énfasis en que el agricultor, después de plantar la semilla, simplemente se fue a casa y se durmió. Esto es directamente análogo a la evangelización. Para que una persona sea salva, es el Espíritu de Dios el que tiene que atraerle y regenerar su alma (Juan 6:44; Tito 3:5). Esto es contrario de la noción de que los resultados de la evangelización pueden ser influidos por el vestuario del pastor o la clase de música que se pone antes del mensaje. Un agricultor podría llevar sus semillas en una arpillera o una bolsa de cachemira y ni lo uno ni lo otro tendría efecto alguno en el crecimiento de la semilla. El pastor que piensa que pantalones vaqueros de marca harán su mensaje más aceptable es semejante a un agricultor que invierte en una bolsa de semilla de marca esperando que con ello el terreno será más receptivo para sus semillas.

No se equivoque pensando que estoy diciendo que los predicadores deberíamos usar solo trajes azul oscuro. El punto de Jesús no es si el evangelizador debería llevar puesta una corbata y cantar himnos. La parábola entera declara que hasta donde la evangelización llega, simplemente no tiene importancia lo que el evangelizador lleva puesto o cómo se arregla el cabello. Tales apariencias externas no son las que hacen crecer la semilla. Cuando las personas arguyen que si un pastor se comporta como un segmento particular de una cultura logra alcanzar mejor a esa cultura, fracasan en comprender el punto de vista de Jesús.

Todo lo que el agricultor puede hacer es sembrar y todo lo que el evangelizador puede hacer es proclamar. Como predicador, si pensara que la salvación de alguien está en dependencia de mi adherencia a algún aspecto sutil de la cultura, no podría dormir. Pero por el contrario, sé que «conoce el Señor a los que son suyos» (2 Timoteo 2:19). No es una coincidencia que en el Nuevo Testamento nunca se llama a los evangelizadores como teniendo la responsabilidad por la salvación de otra persona. Más bien, habiendo proclamado el mensaje fielmente, se nos llama a descansar en la soberanía de Dios.

Por supuesto, el hecho de que el agricultor se haya ido a dormir no es una excusa para la pereza. Está equivocado quien piensa que el estilo del evangelizador decide quiénes y cuántos se salvarán. Pero hay también el igualmente serio error de tomar como excusa la soberanía de Dios para no evangelizar. A menudo designado como híper calvinismo, este punto de vista asume de forma incorrecta que como los evangelizadores no son capaces de regenerar a alguien, entonces la evangelización misma no es necesaria.

Pero esa perspectiva también pierde el punto de vista de la enseñanza de Jesús. El agricultor durmió, pero solo después de que diligentemente sembró su semilla. Un agricultor que piensa: «No puedo hacer que la semilla crezca, ¿por qué me voy a molestar en plantarla?», no será un agricultor por mucho tiempo.

La verdad es que la descripción del agricultor hecha por Jesús provee el modelo para la evangelización. El evangelizador debe plantar la semilla del evangelio, sin la cual nadie puede ser salvo (Romanos 10:14–17). Entonces debe confiar en Dios para los resultados, ya que solo el Espíritu puede dar vida (Juan 3:5–8).

LA SEMILLA DESAPROVECHADA

No solo es irrelevante el estilo del agricultor para el éxito de sus cultivos sino que Jesús tampoco sugiere que el sembrador debería alterar su semilla para facilitar su crecimiento. La parábola de las tierras muestra seis resultados del proceso de sembrar, pero en ningún lugar se dice que los resultados dependan de la habilidad del sembrador.
La ausencia de análisis acerca de la semilla también concuerda con la evangelización. Jesús asume que los cristianos evangelizarán usando la semilla verdadera: el evangelio. Alterar el mensaje no es una opción. A los creyentes se les advierte contra manipular indebidamente el mensaje como un todo (Gálatas 1:6–9; 2 Juan 9–11). La única variable en esta parábola es la tierra. Si un evangelizador frustrado mira cuán difícil es su tarea o cuán cerrada su cultura parece ser para el evangelio, el problema no está en el mensajero fiel o en el evangelio verdadero; más bien recae sobre la naturaleza del terreno en el que se echa la semilla verdadera.

Jesús describe diferentes tipos de tierra en los que se depositan las semillas; algunos no producen fruto de salvación, pero otros sí. Los seis describen un cuadro de las respuestas inevitables a la evangelización, ya que las tierras representan condiciones diversas del corazón humano.

La siembra en el camino
La primera clase de tierra definitivamente no es receptiva. En Mateo 13:4 se describe una parte de la semilla cayendo «junto al camino». Los campos en Israel no estaban cercados o amurallados. En lugar de cercas, había rutas que entrecruzaban los campos, haciendo bordes. Estas sendas se dejaban a propósito sin cultivar. Ya que el clima en Israel es árido y caliente, las rutas eran caminos apisonados tan duros como el pavimento para los pies de los que los atravesaban. Si la semilla caía sobre esas sendas, las aves que seguían al sembrador descenderían rápidamente y la arrebatarían.
Jesús relaciona este arrebatamiento de la semilla con la actividad de Satanás. La tierra compactada del camino representa el corazón duro en el que la semilla del evangelio no penetra, quedando en la superficie para ser comida para las aves. Es un cuadro de los que, estando sujetos a la esclavitud por Satanás, no tienen ningún interés en la verdad. Habiendo rechazado el evangelio, sus corazones solo se vuelven cada vez más encallecidos. Mientras más pise el camino el agricultor, sea que esté echando la semilla o no, más dura se vuelve la tierra.

Alguien podría pensar que este tipo de tierra describe los corazones de los peores, más atroces e irreligiosos pecadores imaginables. Pero en realidad, Jesús se refiere a los líderes religiosos de Israel que estaban intensa y devotamente comprometidos con la moralidad externa, la ceremonia religiosa, y las formas tradicionales de culto. Pero habiendo rechazado al Mesías, también se perdieron completamente. Fueron prueba de que ser «religioso» no es indicación de un corazón suave. Más bien, mientras más profundo el corazón se arraiga en la religión hecha por el hombre, más impenetrable se vuelve. La única esperanza es desbaratar por la fuerza la tierra dura, como el aplastar fortificaciones de piedra a que se refiere Pablo en 2 Corintios 10:3–5:

  Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.

La siembra en pedregales
El segundo tipo de tierra se compara con «pedregales, donde no tenía mucha tierra» (Marcos 4:5; véase también 4:16). Antes de que los agricultores sembraran sus campos, quitaban todas las piedras que podían lo cual demandaba un gran esfuerzo. Algunos rabinos acostumbraban decir que cuando Dios decidió poner piedras en la tierra echó la mayor parte de ellas en Israel. Así que debajo del alcance del arado había a menudo un manto rocoso de piedra caliza. A esto es a lo que se refiere Jesús aquí.

Cuando la semilla caía sobre esta clase de tierra, se asentaba en el enriquecedor y suave terreno labrado por el arado. Al encontrar agua, la semilla se desarrollaría, comenzaría a echar raíces y a abrirse camino hacia la superficie. Pero debido a que pronto habrían de encontrarse con el lecho rocoso, las jóvenes raíces no podrían dar firmeza a la planta. La planta procesaría rápidamente los nutrientes que encontrara en la tierra con lo cual se desarrollaría sin problema; sin embargo, al empezar a recibir la luz del sol, requeriría más humedad. Pero como las raíces no podían penetrar en el lecho rocoso para conseguir sus nutrientes, la frágil planta terminaría secándose bajo los rayos del sol.

Jesús comparó esta tierra con alguien que oye el evangelio e inmediatamente responde con alegría (Mateo 13:20). Su respuesta rápida podría conducir al evangelizador a engañarse pensando que la conversión fue genuina. Inicialmente, este «convertido» muestra un cambio dramático, al absorber y aplicar toda la verdad que le rodea. Pero semejante a la semilla que se chamusca con rapidez, la vida aparente es superficial y temporal. Porque no hay profundidad en la respuesta emotiva o egocéntrica del pecador, ningún fruto puede venir de ella.

La naturaleza verdadera de esta conversión falsa se trasluce pronto en el calor del sufrimiento, del sacrificio propio y de la persecución. Tales adversidades son demasiado para que el corazón poco profundo las resista.

La siembra entre espinos
La tercera clase es una tierra llena de espinos (Marcos 4:7, 18). Esta tierra es engañosa. Ha sido arado y da la apariencia de estar fértil, pero debajo de la superficie acecha una red de raíces silvestres capaces de producir una plaga de cizaña. Cuando la buena semilla se ve forzada a competir por vivir contra cardos y espinos, los cultivos del agricultor terminarán ahogándose. Las malas hierbas roban la humedad de la semilla y le impiden recibir la luz del sol. Como consecuencia, la buena semilla muere.

La palabra que Jesús usa para espinos es el término griego κανθα (akantha), que es una clase particular de mala hierba espinosa común en el Oriente Medio y que se encuentra con frecuencia en terrenos cultivados. Es la misma palabra usada en Mateo 27:29 para referirse a la corona de espinas colocada en la cabeza de nuestro Señor. Estas plantas indeseadas eran comunes y peligrosas para los cultivos.

Jesús compara esta tierra cubierta de maleza con las personas que oyen el evangelio pero «los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa» (Marcos 4:19). Si la tierra rocosa significaba emoción superficial y si los del borde del camino representaban el engaño religioso impulsado por la autoestima y el interés propio, la tierra espinosa describe a una persona vacilante. Cuando el corazón de alguien está cautivo por las cosas del mundo, su arrepentimiento sobre el pecado no es genuino. Su corazón está dividido entre los placeres terrenales y temporales y las realidades celestiales y eternas. Pero estas cosas se excluyen mutuamente.

Los espinos tienen correlación con «los afanes de este siglo», y esta frase aun podría ser mejor traducida como «las distracciones de la época» (Marcos 4:19). El corazón con espinos está ocupado por cualquiera de las cosas mundanas que preocupan a la cultura. Es el corazón que ama al mundo y todas las cosas que hay en el mundo, y por eso el amor de Dios no está en él (véase 1 Juan 2:15; Santiago 4:4).

Los que intentan evangelizar acomodándose a la cultura no pueden evitar cultivar en esta clase de tierra. La semilla puede caer bastante bien, pero cuando crece, el amor al mundo expondrá lo que la profesión de fe es en realidad: Otra acción temporal y superficial de un corazón que todavía permanece cautivo al mundo.

Las semillas del evangelio caen sobre los oyentes de al lado del camino, sobre los oyentes de entre pedregales y sobre los oyentes de entre los espinos. En cada uno de estos casos, el evangelio no fructifica. Al dar esta analogía poderosa y evidente, el Señor nunca sugiere que se debería culpar al agricultor por la respuesta negativa. El problema no es un evangelizador que no fue hábil o lo bastante popular. Más bien, el problema está en la tierra. Los pecadores rechazan el evangelio porque aborrecen la verdad y aman su pecado. Es por eso que el evangelio, fielmente proclamado, puede ser arrebatado por Satanás, matado por autoestima o sofocado por el mundo.

La siembra en buena tierra
Puede haber corazones que rechacen la salvación, pero Jesús también describe corazones que reciben el evangelio. El ánimo llega cuando Jesús dice: «Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, pues brotó y creció, y produjo a treinta, a sesenta, y a ciento por uno» (Marcos 4:8). La buena tierra es profunda, suave, enriquecida y limpia. Ni Satanás, ni la carne, ni el mundo pueden sofocar el evangelio cuando es plantado en esta clase de corazones

Casi todas las parábolas de Jesús contienen un elemento chocante e inesperado, y la parábola de las tierras no es la excepción. Hasta este momento esta analogía con las actividades del campo les habría sido familiar a los discípulos o a cualquier israelita. Ellos dependían completamente de su agricultura, y su tierra estaba cubierta de campos de grano. Comprendían el peligro de las aves, las piedras y la maleza. Todo eso era muy común. Pero Jesús abandona lo familiar para describir un resultado que nadie habría alguna vez esperado: una cosecha al treinta, al sesenta y aun al ciento por uno. Un promedio de cosecha podría alcanzar un séxtuplo, y un cultivo que produjera diez veces más sería considerado una cosecha de una sola vez en la vida. Así es que cuando Jesús dijo que hasta una de las semillas del agricultor podría producir hasta cien veces, eso tiene que haber producido conmoción en los discípulos.

Si no es parte de una sociedad agraria, usted podría no entender el disparate de Jesús al describir una semilla que puede producir al 10.000 por ciento. Todas las ilustraciones dejan de ser útiles en un cierto punto y este es precisamente el punto donde la analogía agraria ya no es aplicable a la evangelización. Al describir una cosecha tan grande, Jesús está indicando que el evangelio puede producir vida espiritual en múltiplos que son imposibles excepto por el propio poder de Dios.

La preparación del corazón para el evangelio es la tarea del Espíritu Santo. Solo Él convence (Juan 16:8–15), regenera (Juan 3:3–8) y justifica (Gálatas 5:22–23). La obra en el corazón es del dominio de Dios:

  Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra. (Ezequiel 36:25–27; cp. Jeremías 31:31–33)

Tal como Salomón preguntó retóricamente: «¿Quién podrá decir: Yo he limpiado mi corazón, limpio estoy de mi pecado?» (Proverbios 20:9). La respuesta, por supuesto, es nadie.

Mientras hay explicaciones de por qué las personas rechazan el evangelio, tanto satánicas como humanas, el arrepentimiento verdadero es sobrenatural. En ningún lugar se observa esta verdad con más claridad que en la conversión del ladrón en la cruz (Lucas 23:39–43; cp. Mateo 27:38–44). Su conversión no pudo haber sido más improbable, al ocurrir en un momento cuando Jesús daba la apariencia de ser un fracaso colosal. El Señor parecía débil, derrotado, victimizado y sin poder para salvarse a sí mismo, muchos menos a otro. Jesús estaba deshonrado, sus enemigos triunfantes y sus seguidores ausentes. La marea de la opinión pública estaba contra Él, y el comentario sarcástico, por parte del primer ladrón, era la respuesta apropiada y comprensible.

Dios, sin embargo, obró su habilidad sobrenatural de salvación en el segundo ladrón y en contra de la razón natural, este se arrepintió y creyó. ¿Por qué este rebelde moribundo aceptó a un hombre sangrante y crucificado como su Señor? La única respuesta es que fue un milagro de gracia y el resultado de la intervención divina. Antes de los terremotos sobrenaturales, la oscuridad y las tumbas abiertas, este hombre creyó porque la semilla del evangelio cayó en tierra fértil, preparada por la mano de Dios. Su conversión da testimonio del hecho de que no es el estilo o la fuerza del hombre los que salvan, sino el poder de Dios.

Ya que Dios produce ese cambio de corazón, el resultado será evidente en cada vida transformada, sin embargo diferente en alcance, y mucho más allá de lo que los discípulos alguna vez podrían haber soñado. El evangelio pronto estallaría en una cosecha espiritual, comenzando en Pentecostés y continuando exponencialmente hasta el último día del reino terrenal de Cristo. El poder para esta multiplicación es sobrenatural, pero la manera es el fiel testimonio de creyentes verdaderos.

Lo asombroso del evangelio es que es obra de Dios. Sembramos la semilla al compartir el evangelio, entonces nos vamos a dormir, y el Espíritu obra mediante el evangelio para dar vida. No controlamos quién se salva, porque el Espíritu va donde Él quiera (Juan 3:8). No sabemos cómo ocurre, no más que lo que un agricultor sabe cómo una semilla en la tierra se convierte en alimento. Nuestro trabajo no es impartir vida, solo plantar la semilla. Una vez que hemos hecho esto, podemos descansar en el poder soberano de Dios.

CÓMO APLICARNOS PARA LA EVANGELIZACIÓN

La verdad en esta parábola debería tener un efecto profundo en cómo vemos la evangelización. Y motivarnos a evangelizar estratégica, humilde, obediente y confiadamente.

Estratégicamente
Jesús enseña que ciertas clases de tierras permiten que la semilla crezca con gozo en lugar de ser ahogada o que se seque. Este hecho debería ser suficiente para demostrar la insensatez de hacer del evangelio algo que apela solo a las emociones. Nada es un guía menos confiable con respecto a la fe verdadera que las emociones, ya que ni el gozo ni el pesar son necesariamente indicativos de arrepentimiento verdadero (véase 2 Corintios 7:10–11). Cuando el evangelizador apunta a los sentimientos del pecador o basa la seguridad de la salvación en una experiencia emocional, está dirigiendo el evangelio a corazones superficiales. Tal enfoque inicialmente puede dar la apariencia de ser impresionante, ya que la tierra poco profunda se ve bien de corto plazo. Pero no da como resultado conversiones duraderas.

Tampoco el evangelizador debería manipular la voluntad apelando a los deseos naturales del pecador. Es normal que pecadores esperen con ilusión mejores cosas para ellos mismos, como salud, riqueza, éxito y realización personal. Pero el evangelio nunca ofrece lo que el corazón no comprometido e impuro ya quiere. Solo los falsos maestros usan el orgullo y los deseos de la carne para coaccionar una respuesta positiva de las personas. Por contraste, el evangelio verdadero ofrece lo que es incongruente para el deseo humano natural. Como Jesús lo dijo a sus seguidores:

  No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa. El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará. (Mateo 10:34–39)

El verdadero arrepentimiento y la fe en Cristo niegan los anhelos depravados comunes de la voluntad humana.

  De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará. Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará. (Juan 12:24–26)

Si ni la emoción cruda ni el deseo racional son un indicador confiable de fe verdadera, entonces ¿qué lo es? Como Jonathan Edwards correctamente observó, un indicador responsable es un «corazón humilde y quebrantado que ama a Dios». Él escribió:

  Los deseos de los santos, no importa cuán fervorosos sean, son deseos humildes; su esperanza es una esperanza humilde; su gozo, aunque indecible y lleno de gloria, es un gozo del corazón quebrantado y humilde que deja al cristiano más pobre de espíritu, más semejante a un niño pequeño, más dispuesto a una humildad universal de comportamiento.

Según Edwards, la evangelización no debería dirigirse a influir en las emociones o a manipular la voluntad porque esas cosas no son solo fáciles de alcanzar, sino que no son señales seguras de conversión. Más bien, «una vida santa es la señal principal de la gracia». Una vida santa fluye de un corazón santo, el cual produce afectos santos dirigidos por el Santo. Esto es solo posible cuando la mente del pecador es persuadida a ver su pecado tal como es y al evangelio como su única solución.

Humildemente
La verdad es que el poder del evangelio está en las manos de Dios, no en las nuestras. Por lo tanto, deberíamos evangelizar con humildad. Por «humildad» no queremos decir incertidumbre, tolerancia ecuménica o alguna otra distorsión posmoderna del término. Más bien, entendemos por humildad el sentido bíblico de temblar ante Dios y su Palabra (Isaías 66:2), evitando cualquier noción orgullosa que nos pudiera hacer tan osados como para cambiar su mensaje o tan engreídos como para tomar el mérito por la obra de Él.

El poder del evangelio está en su verdad invariable, y una semilla mutante producirá un producto mutante. Además, el evangelizador no debería intentar hacer atractivo a Jesús para los pecadores. Jesús es atractivo en sí mismo. Pero las personas están cegadas a sus atributos a causa de su pecado. No es suficiente alentar a las personas a activar sus voluntades egoístas o a incitar sus emociones inconstantes. En lugar de eso deben ser llamados a llorar por su pecado al punto del arrepentimiento genuino. De modo que explicar la profundidad del pecado y el castigo que merece es una parte esencial de la evangelización bíblica. Un pecador debe escuchar que su pecado le acusa y le condena porque ofende a Dios, y solo el Espíritu de Dios puede llevar esa verdad desde los oídos del pecador a su corazón.

Es exactamente esta clase de evangelización que es la primera en sufrir en el afán de atraer más personas a Cristo. En un intento por hacer el mensaje más popular y los resultados más notables, los evangelizadores muy a menudo apelan a las emociones y a la voluntad en vez de a la mente.

Pero cuando el evangelio real es predicado a la mente, un mensaje que incluye los difíciles llamados al discipulado, la naturaleza radical de la conversión y la obra gloriosa de Cristo, entonces la semilla correcta es sembrada en el corazón, y los corazones divinamente preparados serán receptivos a la semilla.

Obedientemente
Cuando terminó de explicar la parábola de las tierras, Jesús les preguntó a los discípulos: «¿Acaso se trae la luz para ponerla debajo del almud, o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero?» (Marcos 4:21). Él les decía a sus discípulos que después de su muerte y su resurrección, poseerían una gran luz. Esa luz es la «luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios» (2 Corintios 4:4). Es para ser predicado fielmente por los esclavos de Cristo (v. 5), pero los resultados son por el poder soberano de Dios como lo fue en la creación original: «Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo» (2 Corintios 4:6).

Nuestro Señor continuó su enseñanza con este axioma: «Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz» (Marcos 4:22). Aquí había una perogrullada al comunicar el hecho de que cada secreto tiene su tiempo adecuado para decirse. Todo el asunto de guardar un secreto es que ahora no es el tiempo para que se sepa. En el caso de los discípulos, aún no habían sido comisionados y enviados al mundo. Pero cuando ese tiempo llegó, ellos fueron y hablaron con audacia. Esto se refiere al mandato frecuente de nuestro Señor a no hablar de Él o de sus milagros hasta después de su muerte y resurrección (Mateo 8:4; 9:30; 12:16; 17:9; Marcos 1:44; 3:12; 5:43; 7:36; 8:30; 9:9; Lucas 4:41; 8:56; 9:21). Una razón evidente para tal restricción era dejar en claro que el mensaje que Él quería que sus seguidores esparcieran no era el que Él era un sanador o un liberador político, sino un Salvador que murió y resucitó de entre los muertos.

La utilidad de un agricultor está relacionada con la cantidad de semilla que siembra. Mientras más siembra, más cantidad de semilla que él esparce y más probabilidad que una parte de la semilla alcance una buena tierra. Para comunicar este deber, Jesús siguió a los proverbios en Marcos 4:21–22 con una clara promesa: «con la medida con que medís, os será medido, y aun se os añadirá a vosotros los que oís» (v. 24). Ese es el lenguaje de recompensas eternas y provee gran motivación para proclamar el evangelio tanto activamente como con exactitud. Aunque no podemos controlar los resultados, somos llamados a esparcir el mensaje. Y aun si somos rechazados por los que nos escuchan, nuestros fieles esfuerzos harán que un día seamos recompensados por el Señor.

Hay cristianos falsos y evangelizadores falsos. El Señor juzgará a ambos. Pero los creyentes verdaderos son obedientes en evangelizar cada vez que tienen oportunidad, recordando que nuestra obediencia lleva a la bendición divina tanto aquí como en la vida venidera.

Confiadamente
El saber que nuestra evangelización es energizada por el poder de Dios nos da confianza en los resultados divinos.

Esto es precisamente por qué Marcos concluyó esta amplia sección acerca de la evangelización con una parábola final describiendo el reino de Dios: «Es como el grano de mostaza, que cuando se siembra en tierra, es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra; pero después de sembrado, crece, y se hace la mayor de todas las hortalizas, y echa grandes ramas, de tal manera que las aves del cielo pueden morar bajo su sombra» (Marcos 4:31–32).

Recuerde que los discípulos estaban preocupados que las promesas del Antiguo Testamento de un reino no se pudieran cumplir con Jesús. Él había estado predicando por dos años y todavía parecían ser muy pocos los que creían. Los doce estaban al borde de perder la esperanza. Pero Jesús les dijo que si la semilla se esparcía, el evangelio crecería y el reino vendría. Lo que Jesús quiso decir es que el reino comenzaría pequeño pero se haría muy grande y finalmente, las aves de las naciones descansarían a su sombra (Ezequiel 31:6). El evangelio se volvería global y lo haría mediante estos acosados discípulos.

Esto es exactamente lo que ocurrió. Después de la resurrección eran solo 120 seguidores de Jesús y después del día de Pentecostés el número se elevó a 3,000 (Hechos 1:13; 2:41). Este número rápidamente alcanzó a 5,000 (Hechos 4:4). En pocos meses eran más de 20,000. El poder del evangelio estaba poniendo el mundo al revés. Dos mil años más tarde, incontables personas se han salvado, y están ahora tanto en la iglesia militante en la tierra como en la iglesia triunfante en el cielo. Un día, Cristo regresará y establecerá su reino milenial en esta tierra. Hasta entonces, el evangelio continuará invitando a los pecadores al arrepentimiento.

El mensaje de salvación se mantiene en movimiento mediante los que son sembradores, produciendo vida espiritual y fruto genuino en buen terreno. Esto solamente es posible porque lo hace el poder de Dios, lo que significa que la popularidad o la manera persuasiva del mensajero humano no tiene nada que ver con esto.

La evangelización es un llamado privilegiado. Hacemos lo que podemos por propagar el evangelio dondequiera que sea. Una vez hecho el trabajo, regresamos a casa y nos vamos a dormir. Si hemos trabajado duro podremos dormir bien, sabiendo, como el agricultor, que el crecimiento no depende de nosotros.


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