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sábado, 22 de febrero de 2014

la cruz del calvario no manifiesta meramente que Dios nos perdona

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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  “A quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.” Romanos 3:25–26

Dirigiendo su atención a las grandes palabras que se encuentran en el capítulo 3, versículo 25 y 26, de la epístola de Pablo a los Romanos, quiero recordarle nuevamente que en muchos sentidos, no hay versículos más importante en todo el alcance y esfera de las Escrituras, que estos dos. En ellos tenemos la afirmación clásica de la gran doctrina central de la expiación, y es nuestra razón para considerarlos muy cuidadosa y detalladamente. Ya he dicho que algunos han descrito esto como “el acrópolis de la fe cristiana”. Podemos estar seguros de que no hay nada digno de consideración, que sería tan importante como estos dos versículos. La historia de la iglesia muestra claramente que estos versículos han sido el medio de Dios el Espíritu Santo para traer a muchas almas de las tinieblas a la luz, y para dar a muchos pobres pecadores el primer conocimiento salvador y su primera certidumbre de salvación.

Déjeme darle un bien conocido y notable ejemplo histórico. Me refiero al poeta William Cowper. El nos dice que se encontraba en su cuarto sufriendo gran agonía de alma, y bajo una profunda y terrible convicción. El no podía encontrar la paz, y caminaba de un lado a otro, al punto de la desesperación, sintiéndose completamente agobiado, sin luz, sin aliento. 

Repentinamente en completa desesperación, se sentó en una silla frente a la ventana del cuarto. Había una Biblia allí, así que él la tomó, la abrió y encontrándose con este pasaje, pues él nos dice: “El pasaje que encontraron mis ojos fue el versículo 25 del tercer capítulo de Romanos. Al leerlo, de inmediato recibí poder para creer. Los rayos del Sol de Justicia cayeron sobre mí en toda su plenitud. Yo vi la completa suficiencia de la expiación, en la cual Cristo ha forjado para mi perdón y entera justificación. En un instante yo creí y recibí la paz del evangelio. Si el brazo del Dios Todopoderoso no me hubiera sustentado, yo creo que habría sido aplastado de gratitud y gozo. Mis ojos estaban llenos de lágrimas; este arrobamiento ahogó mis palabras. Yo solamente podía mirar hacia el cielo en silencioso temor, sobrecogido con amor y asombro”. Esto fue lo que hizo este versículo 25 del capítulo tres de la epístola a los Romanos por el famoso poeta William Cowper, y ha hecho la misma cosa por muchos otros.

Déjeme recordarle otra vez lo que el pasaje dice. Es la continuación de lo que el apóstol estaba diciendo en el versículo 24, la gran buena nueva de que ahora es posible que nosotros seamos “justificados gratuitamente por su gracia, por la redención que es en Cristo Jesús”. En otras palabras, ahora hay un camino de salvación aparte de la ley, el cual no depende de nuestra observancia a la misma. Este es el camino gratuito en Cristo.

 Dios nos ha rescatado en Cristo, y estos versículos 25 y 26 explican cómo este rescate sucedió. Pero, ¿Porqué tuvo que pasar el rescate de esta manera? ¿Cómo ocurrió esta redención?

Ya hemos considerado dos de las grandes palabras que explican esto. Ellas son las palabras “propiciación” y “sangre”. Sabemos también que la redención adquirida en esta manera, viene a nosotros a través de la instrumentalidad de la fe.

Pero el apóstol no termina así, él dice algo más. Veamos nuevamente la declaración: “A quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.” (Rom. 3:25–26). ¿Porqué el apóstol continuó hasta decir todo esto? ¿Porqué no lo dejó en su primera afirmación? ¿Cuál es el significado de esta afirmación adicional? Para descubrir la respuesta debemos considerar una vez más estos términos. El primero es el término “puso” y significa ‘manifestar’, ‘hacer claro’. 

Aquí tenemos algo que es de vital interés para nosotros, y nos lo dice de una vez que la muerte del Señor Jesucristo en el calvario no fue un accidente, sino que fue la obra de Dios. Fue Dios quien “puso a Cristo” allí. Cuán a menudo se pierde completamente la gloria de la cruz cuando los hombres la sentimentalizan de alguna manera diciendo: “Oh, El era muy bueno para este mundo, El era muy puro. Sus enseñanzas eran tan maravillosas que ¡los crueles hombres le crucificaron!” El resultado de todo esto es la conmiseración y sentir lástima por El, olvidándose de que El mismo se volvió a las hijas de Jerusalén, que comenzaban a sentir lástima por El diciéndoles: “…no me lloréis a mí, mas llorad por vosotras mismas” (Luc. 23:28). Si nuestra opinión de la cruz de Cristo es tal que nos hace sentir lástima por El, entonces significa que nunca la hemos visto verdaderamente. Es Dios quien le puso a manifiesto. No fue accidente, sino algo deliberado. De hecho, el apóstol Pedro predicando en el día de Pentecostés, dijo que todo había pasado por el “determinado consejo y providencia de Dios” (Hech. 2:23).

Este término también enfatiza el carácter público de la acción, una gran operación de Dios. Dios hizo aquí algo en público, en la escena de la historia del mundo, con la finalidad de que esto pudiera ser visto, que pudiera mirarse a El, y ser recordado de una vez y para siempre. Esta fue la acción más pública que jamás hubiera ocurrido. De este modo Dios públicamente puso a Jesucristo, como una propiciación por medio de la fe en su sangre.

Esto nos conduce a una pregunta vital: ¿Porqué hizo Dios esto? ¿Porqué ocurrió? ¿Qué motivo (si se me permite preguntar con reverencia) le condujo a Dios a hacer esto? ¿Cuál fue su propósito en hacerlo? La mejor respuesta se puede hallar viendo los términos uno por uno. Luego los consideraremos como un todo, y veremos exactamente porqué el apóstol sintió que era vital y esencial amplificar ese tema.

Primero, hablamos del primer término, “manifestar” de la primera frase, “para manifestar su justicia”. Esto significa ‘mostrar,’ ‘enseñar,’ ‘dar una muestra evidente,’ ‘probar,’ ‘demostrar’. Dios hizo esto, dice Pablo, con el fin de que Cristo pudiera rescatarnos, a través de dar una ofrenda propiciatoria. Si, pero además de esto, Dios está manifestando algo aquí, está mostrando algo, está enseñando y dando una muestra evidente de algo. ¿De qué cosa? “De su justicia.” Debemos tener cuidado con esta expresión, la que hemos visto desde el versículo 21. Es desafortunado que el mismo término se usa para referirse a dos ideas distintas. Hasta ahora, considerando este término ‘justicia’, hemos visto que este significa “el medio de justicia”. Volvamos al versículo 21: “Mas ahora, se ha manifestado la justicia de Dios sin la ley” (Rom. 3:21). 

En otras palabras, esto significa que se ha manifestado el medio de Dios para hacer justos a los hombres, la manera divina de dar justicia a los hombres. Pero en el versículo 25, no significa esto. En este versículo dice que Dios ha hecho algo a través de lo cual, El manifiesta su justicia, no una justicia que El nos da a nosotros, sino más bien la justicia como uno de sus atributos gloriosos. Esta habla de la equidad de Dios, significa la rectitud judicial de Dios, la esencia moral, santa, justa y recta del carácter de Dios que “paga a cada uno conforme a sus obras”. El dice nuevamente en el siguiente versículo (vs. 26): “…a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe (al que cree) de Jesús”. 

Es decir, en la cruz de Cristo Dios está declarando su propia rectitud, su propio carácter justo, su propia esencial e inherente rectitud y justicia.

La siguiente frase es “a causa de haber pasado por alto”. Dios esta declarando su justicia “con respecto a”, “por causa de” haber pasado por alto los pecados pasados. Si usted se esforzara a buscar la palabra actual usada en el griego, usted hará un muy interesante descubrimiento acerca de la palabra que el apóstol usó aquí (la cual se traduce, haber pasado por alto). Descubrirá que este es el único lugar donde fue usada en todo el Nuevo Testamento. El apóstol Pablo no la usó en ningún otro lugar y nadie más la usó del todo. Hay otra palabra que es traducida también como “remisión”, y en sus varias formas, y se puede encontrar 17 veces en el Nuevo Testamento; pero esta palabra la cual tenemos aquí en el verso 25, es usada solamente una vez y en realidad no significa “remisión” o “perdón”, sino que significa “pretermisión” o “omisión”.

Esta es una palabra importante y debemos examinarla. ¿Qué significa “pretermisión”? ¿Qué significa “omitir pecados” en distinción de “perdonar pecados”? Esta es una palabra que fue usada en la Ley Romana. Cuando uno la encuentra en la Ley Romana, generalmente es usada en este sentido: se refiere a una persona que ha hecho un testamento y ha dejado a alguien fuera de éste. Por ejemplo, si un hombre haciendo un testamento, deja algo a varios de sus amigos, mas hay un amigo al cual no le deja nada, esto es “pretermisión”. El dejó a su amigo fuera de su testamento; no lo consideró, es decir, “lo pasó por alto”. Aquel hombre dio algo a todos sus parientes y amigos, pero pasó por alto a uno, esto es ‘pretermitir’. Esta es la palabra que se usa aquí en el verso 25, “pasar por alto”, “excusar”, “no hacer caso de”, “permitir que pase sin notarlo”, “ignorar deliberadamente”. Estos son los significados dados a esta importante palabra, la cual el apóstol deliberadamente escogió en este versículo.

Haciendo una cosa así, el apóstol había de tener una buena razón para hacerlo, pues no hizo tal clase de cosa accidentalmente. ¿Porqué no usó la palabra ‘perdón’ como en otras partes? ¿Porqué esta palabra aquí y solo aquí? y ¿Porqué esta palabra particular que significa “pasar por alto”? Claro, debido a que quería expresar la idea de ‘omitir’. Así que, en lugar de leer “por el perdón de los pecados pasados”, vemos “a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados”, “por no haber hecho caso intencionalmente en su paciencia de los pecados pasados”.

Podemos decirlo de otra manera. La diferencia entre “perdonar” y “pasar por alto” es la diferencia entre “perdonar” y “no castigar”. Quizás usted diría que esto es pararse en quisquillas, una distinción sin diferencia, pero no es así. Por supuesto a fin de cuentas, viene a ser la misma cosa. Si yo no castigo a un hombre, en un sentido lo he perdonado; y sin embargo, todavía no lo he perdonado completamente. Si yo perdono, ciertamente no castigué, pero el perdonar incluye más que no castigar. Entonces, este término “pretermisión” o “omisión” queda corto con la palabra “remisión” o “perdón”; y este es el porqué Pablo aquí la usa, como lo vamos a ver.

La siguiente cosa que veremos es “los pecados pasados” en la frase, “…a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados”. Una vez más tenemos que estudiarla cuidadosamente. Si no, podríamos llegar a la conclusión que el apóstol está diciendo que Dios pasa por alto ‘los pecados pasados’ de cualquiera: mis pecados pasados, sus pecados pasados, “los pecados pasados”. Pero esto no es el sentido del apóstol, no es lo que quería decir. Una mejor traducción podría ser, ‘pecados que fueron cometidos antiguamente’. El se está refiriendo a un tiempo muy definido. Es el tiempo que él contrasta con “en este tiempo” en el siguiente versículo (vs. 26). Hubo aquel tiempo, luego este tiempo. El dice: ‘A quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo…’ ¿A qué está mirando atrás? El está mirando atrás la Antigua Dispensación, y está diciendo que Dios pasó por alto los pecados bajo el pacto antiguo, en los tiempos del Antiguo Testamento. Su punto es que Dios haciendo esto, ahora ha manifestado a Cristo para aclarar algo referente a lo que El hizo en aquel entonces.

Esto nos conduce al último término que tenemos que considerar, la palabra “paciencia” o “indulgencia”. ¿Qué quiere decir? Paciencia significa ‘auto-refrenamiento’, ‘discrepancia permitida’ o ‘tolerancia’. ¿Exactamente qué está diciendo aquí el apóstol? Dice: “A quien Dios ha puesto, en propiciación por la fe en su sangre, para manifestación de su justicia, atento a haber pasado por alto, en su auto-refrenamiento o paciencia, los pecados que fueron cometidos antiguamente…” ¿Qué quiere decir esto? Pues, Pablo nos está diciendo que este acto público que Dios decretó y consumó en el calvario, tiene relación también con los hechos de Dios bajo la administración del Antiguo Testamento, cuando Dios intencionalmente no hizo caso, pasando por alto los pecados de su pueblo de aquel tiempo, por su auto-refrenamiento y paciencia.

Pero ¿qué significa todo esto? Podemos responder en una manera muy interesante, viendo la misma clase de afirmación en otros dos lugares en el Nuevo Testamento. ¿Recuerda usted cómo habló el apóstol Pablo a la congregación de los estoicos, los epicureos y otros en Atenas? El informe se da en el capítulo 17 del libro de los Hechos de los Apóstoles, comenzando particularmente en el versículo 30. El apóstol elaborando su argumento dice: “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hech. 17:30). Observe como él elabora su gran argumento. El dice, Dios no se ha dejado a sí mismo sin testimonio a través de todas estas generaciones y siglos. Dios ha dejado sus evidencias y señales. Y el propósito fue que la gente pudiera buscar al Señor, si en alguna manera, palpando, le hallen; aunque cierto no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en el vivimos, y nos movemos y somos; como también algunos de vuestros poetas dijeron, porque linaje de este somos también. Siendo pues linaje de Dios, no hemos de estimar que la divinidad sea semejante a oro, o a plata, o a piedra, escultura de artificio o de imaginación de hombres. Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan. Por cuanto ha establecido un día, en el cual ha de juzgar al mundo con justicia, por aquel varón al cual determinó; dando fe a todos con haberle levantado de los muertos. (Vea Hech. 17:25–31.)

El otro pasaje es el versículo quince del capítulo nueve de la epístola a los Hebreos: “Así que, por eso es mediador (Cristo) del nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo del primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna.” Aquí Hebreos 9:15 dice exactamente la misma cosa que el apóstol está mencionando en Romanos 3. Entonces, la verdadera explicación de nuestro versículo se encuentra en la afirmación de Hebreos, donde vemos al autor, ansioso de que sus lectores pudieran entender claramente acerca del antiguo pacto, de los sacrificios y las ofrendas bajo este mismo. Quiso que ellos entendieran y tuvieran muy claro en sus mentes, que estos sacrificios nunca podrían producir un perdón completo de pecados, así como expiar el pecado. Estos sacrificios podían hacer algo, dice el apóstol, fueron de valor para “la purificación de la carne”. “La sangre de los toros y de los machos cabríos, y la ceniza de la becerra, rociada a los inmundos, santifica para la purificación de la carne” (Heb. 9:13). Pero estos sacrificios no podían hacer nada más. No podían tratar con la consciencia. Esta era la dificultad, mas todavía el problema concierne la consciencia.

 Pero, si la sangre de los toros y de los machos cabríos podía purificar la carne, “¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual por el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de las obras de muerte para que sirváis al Dios vivo?” (Heb. 9:14). “Lo cual es símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificios que no pueden hacer perfecto, en cuanto a la conciencia, al que practica ese culto, ya que consiste sólo de comidas y bebidas, de diversas abluciones, y ordenanzas acerca de la carne, impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas. Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros…” (Heb. 9:9–11) y así sigue.

¿Entiende el argumento? Lo que el apóstol está diciendo es que bajo el antiguo pacto, bajo la antigua administración, no hubo provisión para tratar con los pecados en un sentido radical. Los antiguos sacrificios y ofrendas eran medios para pasar por alto los pecados que duraron hasta el tiempo señalado. Daban cierta clase de purificación de la carne, proporcionaban una purificación ceremonial, hacían apta a la persona para acudir a Dios en oración. Pero no había sacrificio bajo el antiguo testamento que tratara realmente con el pecado. Todo lo que estos sacrificios hacían era señalar hacía adelante, al sacrificio que había de venir, el cual realmente trataría con el pecado, limpiando las conciencias de las obras de muerte y reconciliando verdaderamente al hombre con Dios.

Entonces preguntaría alguno, ¿Quiere decir que los santos del Antiguo Testamento no eran perdonados? Por supuesto que no. Ellos obviamente eran perdonados y agradecieron a Dios su perdón. No se puede decir ni por un momento que personas como Abraham, David, Isaac y Jacob no fueron perdonadas. Sin embargo, no fueron perdonados debido a estos sacrificios que se ofrecían en aquel entonces. Fueron perdonados por que miraban hacía Cristo. Quizás no vieron esto claramente, no obstante, creyeron la enseñanza, e hicieron estas ofrendas movidos por la fe. Creyeron en la Palabra de Dios, de que un día El iba a proveer un sacrificio, y por medio de la fe, ellos se sostuvieron en esto. Pero fue su fe en Cristo lo que les salvó, igualmente como es la fe en Cristo lo que nos salva ahora. Este es el argumento.

Pero, en un sentido esto nos deja con un problema. Dios siempre se ha revelado a sí mismo como un Dios que aborrece el pecado. El anunció que castigaría el pecado, lo cual era la muerte. Declaró que derramara su ira sobre el pecado y sobre los pecadores. Y sin embargo, aquí vemos a Dios por siglos, aparentemente negando sus propias afirmaciones y su propia Palabra. Parecía que no iba a castigar el pecado. El estaba pasándolo por alto del todo. ¿Acaso Dios ha dejado de preocuparse por estas cosas? ¿Acaso ha llegado a ser indiferente hacia el mal? ¿Cómo puede pasar por alto el pecado de esta manera? Este es el problema, y fue un problema genuino. Es claro que la sangre de los toros, de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra no podían hacer esto. Y sin embargo, Dios pasaba por alto estos pecados. ¿Cómo podía hacer esto? ¿Qué cosa podría justificar esta “paciencia de Dios”?

Ahora, dice el apóstol, Dios nos explica todo por lo que hizo en público, en la escena y teatro del mundo entero, con Cristo en el calvario. El detenía su ira a través de siglos y no la reveló completamente, pero ahora en la cruz de Cristo, la desplegó completamente. El lo manifestó ahora. Lo repite dos veces: “para manifestar su justicia” (verso 25) “con la mira de manifestar en este tiempo su justicia” (verso 26). Vemos un motivo divino por la cruz. En el monte calvario, Dios dio una explicación pública de sus hechos a través de los siglos. Así al mismo tiempo, estaba reivindicando su propio carácter eterno de justicia y santidad.

¿Exactamente cómo lo hizo Dios? Al responder esta pregunta se verá la razón por la cual me ocupé tanto en defender aquella palabra “propiciación” (que significa la satisfacción de la ira divina) debido a que era vital. ¿Cómo ha reivindicado Dios su carácter en el calvario? ¿Cómo ha dado una explicación de su “haber pasado por alto” los pecados en el tiempo antiguo, de su auto-refrenamiento y tolerancia? Hay una sola manera en que El podría hacer esto. Dios ha afirmado que aborrece el pecado, que castigará el pecado, que derramará su ira sobre el pecado, y sobre todos los culpables de pecado. Por lo tanto, a menos que Dios pueda probar que ha hecho esto, ya no sería justo. Y lo que el apóstol está diciendo es que, precisamente en el calvario Dios ha dado esta prueba. El ha demostrado que aún aborrece el pecado, que lo va a castigar, que tiene que castigarlo, que derramará su ira sobre él. ¿Cómo mostró esto en el calvario? A través de hacer precisamente estas mismas cosas. 

En el calvario Dios derramó sobre su unigénito y amado Hijo, su ira contra el pecado. La ira de Dios que debiera haber venido sobre usted y sobre mí por causa de nuestros pecados, cayó sobre Cristo. Dios siempre supo que lo iba a hacer. Leemos en las Escrituras acerca del “Cordero que fue inmolado antes de la fundación del mundo” (Apo. 13:8). Este plan tuvo su origen en la eternidad. Debido a que Dios sabía lo que iba a hacer, El podía pasar por alto el pecado durante todos los siglos que habían transcurrido. De esta manera, se puede ver, dice el apóstol, que Dios es al mismo tiempo justo y El que puede justificar al impío que cree en Cristo. Era un tremendo problema, ¿Cómo podía Dios permanecer santo y justo, y tratar con el pecado conforme a su palabra, y todavía perdonar al pecador? La respuesta se puede encontrar solo en la cruz de Cristo. La reivindicación de la justicia divina es una parte esencial de lo que se declara a través de la cruz.

Esta, de acuerdo con el apóstol, fue la primera razón. Dios tenía que reivindicar sus hechos en el pasado bajo el antiguo pacto. Pero El tenía algo más que manifestar, conforme al versículo veintiséis: “Con la mira de manifestar su justicia en este tiempo”. El ya nos explicó cómo pudo pasar por alto todos los pecados en el pasado. Pero, ¿cómo trata con el pecado ahora? ¿Cómo tratará con los pecados en el futuro? La respuesta también se encuentra allí en la cruz del monte calvario. En otras palabras, como el apóstol Juan señala en su primera epístola (1 Jn. 2:2) la muerte del Señor Jesucristo “es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”; con el significado que la palabra ‘mundo’ tiene aquí.

Los pecados fueron tratados de una vez por todas en la cruz. En la cruz fueron provistos los medios para que todos los pecados bajo la antigua dispensación, los pecados que Dios había perdonado a Abraham, Isaac, Jacob y todos los creyentes del Antiguo Testamento, se pudiesen ser omitidos y de este modo pasados por alto. Sus pecados fueron incluidos en el monte calvario. Sí, dice Pablo, y los pecados que están siendo perdonados en el presente también fueron tratados ahí; así como todos los pecados que serán cometidos, fueron ahí tratados.

Este es el asombroso asunto acerca del Cristo del calvario, El murió “una vez para siempre.” Este es el gran argumento de la epístola a los Hebreos. Los otros sacrificios se tenían que ofrecer día tras día. Había una sucesión de sacerdotes, y ellos tenían que ofrecer sus sacrificios frescos cada vez. Pero este Hombre, Jesucristo, ofreció por los pecados “un solo sacrificio para siempre” (Heb. 10:12). El trató con todos los pecados allí. No se necesita ninguno más. No se necesita otro nuevo sacrificio, fue hecho una sola vez y para siempre (vea Heb. 7:27). Dios los puso todos sobre Cristo ahí en la cruz; los pecados que usted aún no ha cometido ya fueron tratados ahí. Este es el medio del perdón y solamente este. Para tiempo pasado, pecados cometidos antes, pecados cometidos ahora y en todo tiempo, ésta es la justificación de Dios en perdonar cualquier pecado que se haya cometido.

Fíjese en lo que el apóstol está diciendo aquí. Todo pecado es perdonado en esta base y solo ésta. La cruz declara que Dios es “el justo y el que justifica al que es de la fe de Jesús” (Rom. 3:26). Se puede expresar de esta manera: la cruz del calvario no manifiesta meramente que Dios nos perdona. Sí hace esto, gloria a Dios, pero no es todo. Si la cruz solamente pusiera de manifiesto esto, el apóstol podría haber terminado el versículo 25 con la frase “por medio de la fe en su sangre” y no habría necesidad de más. Pero él no se detiene allí, sino que sigue adelante en el versículo 25 y además añade el versículo 26. ¿Porqué? Porque la cruz no es solamente la manifestación de que Dios está listo para perdonarnos.

Hay otra manera en que ésta se puede explicar. La obra de la cruz no sucedió meramente para influirnos, aunque la enseñanza popular así nos dice. Nos dicen que el problema con la raza humana es que el hombre no reconoce el amor de Dios, no conocen que Dios ya está listo para perdonar a todo el mundo. ¿Cuál es, entonces, el significado de la cruz? ‘Bien,’ ellos nos dicen, ‘Dios nos está diciendo que ya nos ha perdonado; y por eso, cuando vemos a Cristo muriendo en la cruz, se quebrantarán nuestros corazones y nos conducirá a ver el perdón divino.’ La cruz, de acuerdo con ellos, es dirigida solamente a nosotros y nos está hablando a nosotros. Pero, la cruz tiene un propósito mayor que este, y logra otra cosa también.

Nuestro perdón es solo un elemento, pero hay algo más que es infinitamente más importante. ¿Cuál es? Es el carácter de Dios. Entonces, la cruz sigue diciéndome que es el medio de Dios para lograr el perdón. El perdón no es una cosa fácil para Dios. Hablo con reverencia. ¿Porqué el perdón no es una cosa fácil para Dios? Sencillamente, porque Dios no es solamente amor, Dios también es justo, recto y santo. El es “Luz, y en él no hay ningunas tinieblas” (1 Jn. 1:5). El es tanto recto y justo, como también amoroso. No debemos poner estos atributos uno contra el otro. Afirmo que Dios se constituye de todas estas cosas juntas, y no debemos omitir una por otra.

Entonces, la cruz no simplemente nos dice que Dios perdona, nos dice que ésta es la manera en que Dios logra el perdón. Es la forma en que comprendemos la manera en que Dios perdona. Diré más: ¿Cómo puede Dios perdonar y permanecer aún siendo Dios? (Es decir, siendo Juez justo, nos ha declarado que “pagará a cada uno conforme a sus hechos,” y “no tendrá por inocente al malvado.”) Esta es la cuestión, y la cruz es la reivindicación de Dios. La cruz es la reivindicación del carácter de Dios. La cruz no solamente nos muestra el amor de Dios más gloriosamente que ninguna otra cosa, sino también nos muestra su rectitud, su justicia, su santidad, y toda la gloria de sus atributos eternos. Todos ellos se pueden ver brillando juntos allí en la cruz. Si usted no los ve allí a todos ellos, entonces no ha visto la cruz. Esta es la razón por la cual debemos rechazar totalmente la “teoría de la influencia moral” de la expiación, la cual yo acabo de describir. Es errónea esta teoría que nos dice que todo lo que la cruz tiene que lograr es quebrantar nuestros corazones y luego conducirnos a ver el amor de Dios.

Por encima y más allá de esto, dice Pablo, Dios está manifestando su “justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados”. Si la cruz es nada más que la manifestación de su amor, entonces ¿porqué dice esto así? No, dice Pablo, la cruz es más que esto. Si la cruz está proclamando solamente el perdón divino, entonces nosotros tendríamos derecho a preguntar, si todavía podemos depender de la Palabra de Dios, y si El es justo y recto. Y sería una pregunta lícita debido a que en el Antiguo Testamento, Dios ha afirmado repetidamente que aborrece el pecado, que lo castigará, y que la paga del pecado es la muerte. Todo esto toca el carácter de Dios.

Dios no es como el hombre. A veces nosotros pensamos que es algo maravilloso que las personas digan una cosa, y luego hagan otra. Por ejemplo, los padres dicen a sus hijos, ‘Si tú haces tal cosa, no te daré dinero para que compres tus dulces.’ Entonces el niño hace aquello, pero el padre dice, ‘Bueno, está bien’, y enseguida se le da una moneda para gastar. Esto, creemos, es amor y perdón verdaderos. Pero Dios no se conduce de ésta manera. Dios, si quizás puedo decirlo de este modo, es eternamente consistente consigo mismo. No hay contradicción en El. El es el “Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Stg. 1:17). Todos estos atributos se han de entender como diamantes brillando en su carácter eternal, y todos han de mostrarse. En la cruz, todos ellos son puestos a manifiesto.

¿Cómo puede ser justo Dios y justificar al impío? La respuesta es que El puede, porque en la cruz castigó los pecados de los pecadores impíos en su propio Hijo. El derramó su ira sobre Cristo: “…el castigo de nuestra paz sobre él; y por su llaga fuimos nosotros curados” (Isa. 53:5). Dios hizo lo que prometió: castigar el pecado. El así lo proclamó por todas partes del Antiguo Testamento, y ha hecho lo que dijo. El demostró que es justo y recto, y ha hecho en la cruz una declaración pública de esto mismo. El es justo y puede justificar al pecador, porque castigó a Otro en nuestro lugar, y ahora puede perdonarnos gratuitamente. Y El sí lo hace. 

Es el mensaje del versículo 24: “Siendo justificados (considerados o declarados justos) gratuitamente por su gracia, por la redención (el rescate) que es en Cristo Jesús; a quien Dios puso como propiciación por la fe en su sangre” (Rom. 3:24–25). De este modo, El declara su justicia habiendo pasado por alto estos pecados en su tiempo de auto-refrenamiento. Con la mira de manifestar su justicia en aquel entonces, y ahora, y para siempre, al perdonar pecados. De esta manera El es, al mismo tiempo, el Justo y el que justifica al que es de la fe de Jesús.

Tal es la grande, gloriosa y maravillosa afirmación. Asegúrese de que su perspectiva, su entendimiento de la cruz, incluya la totalidad de ella. Examine su concepto de la cruz. ¿Cómo acomoda ud. en sus razones esta afirmación divina acerca de la cruz “para manifestar su justicia”? ¿Es algo que usted simplemente se salta diciendo: ‘Bien, no sé lo que quiere decir; pues todo lo que yo sé es que Dios es amor y que El perdona’? Pues, usted debería de entender el significado de la cruz; es una parte esencial del glorioso Evangelio. En el calvario, Dios hizo el camino de salvación para que usted y yo pudiéramos ser perdonados. 

Pero El tuvo que hacerlo de tal manera que su carácter quedara inviolable, que su eterna consistencia permaneciera absoluta e inquebrantable. Una vez comenzando a contemplar un tema como este, nos damos cuenta que éste es el más tremendo, el más glorioso, el más asombroso del universo y de toda la historia humana. 

Dios está declarando en la cruz lo que El hizo por nosotros. Y al mismo tiempo está mostrando su propia grandeza eternal y gloria, declarando que El “…es luz, y en él no hay ningunas tinieblas” (1 Jn. 1:5). “La cruz excelsa al contemplar…” dice Isaac Watts, pero no podremos ver la excelencia de ella, hasta que la contemplemos verdaderamente a la luz de esta gran afirmación del apóstol. 

Dios estaba mostrando públicamente en la cruz de una vez y para siempre, su eterna justicia y su eterno amor. Nunca separados una del otro, permanecen juntos perteneciendo ambos atributos al glorioso carácter de Dios.

domingo, 6 de octubre de 2013

Efesios: El mensaje de La Cruz nos une

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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Otro triunfo de la gracia – el mensaje de la Cruz en unirnos Efesios 2:10-16

Después de la doxología por excelencia y la oración magnífica de Efesios 1, Pablo incluye en las dos la cumbre –  nuestra resurrección con Cristo lograda por la gracia de Dios (1:3, 4, 18, 19, 23). Además de estar resucitados con él estamos sentados  con él a la diestra de Dios (2:6). No puede haber  mayor gracia ni gloria y todo por el amor y la misericordia de Dios mismo. Nuestra mente y corazón no pueden  comprender estas alturas.
La “supereminente grandeza del poder” de Dios se magnifica tomando en cuenta el triste trasfondo nuestro de estar muertos en delitos y pecados, caminando conforme al principio de la potestad del aire, siendo hijos de desobediencia (vv.1, 2). Tanto los gentiles como los judíos estuvimos sumidos en la misma naturaleza pecaminosa.  Pero a pesar de todo aquello, Pablo pone la conjunción que sirve de girar sobre el eje  – “Pero Dios . . . .”
Resumen bendito del triunfo de la pura gracia  Efesios 2: 4-10
En palabras breves y concisas no podemos mejor que citar: Pero  Dios, que es rico enmisericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando en nosotros muertos en pecados, no dio vida juntamente con Cristo . . .”  Lo que sigue es la porción clásica de nuestra “salvación tan grande”. Cuando Pablo usa la palabra en español “juntamente con Cristo”, la traducción original es estar en Cristo de tal manera que somos copartícipes en unión con él.
En la historia de España, el país se unió en el siglo quince bajo la divisa: “Tanto monta, monta tanto” que quería decir: tanto los haberes de Isabela la Católica de Castilla como los de Fernando de Aragón. La realidad histórica fue que traía mucho más Isabela.  Pero en nuestra unión con Cristo al contrario, compartimos con nuestra Cabeza al ser herederos de todo lo que él nos dio.
No puede perder de vista el énfasis al decir que todo fue  por la gracia de Dios; absolutamente nada aportamos. En el bendito paréntesis Pablo dice: “(Por gracia sois salvos)” (v.5). Se repite“Porque por gracia sois salvos  por medio de la fe; es esto no de vosotros, pues es don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe” (vv.8, 9).
Dios sabía muy bien la inveterada tendencia humana de sacar la gloria por lo mínimo hecho. A Gedeón  en la lucha con los madianitas, Dios le redujo el ejército de 22,000 a 300 con este consejo. “El pueblo que está contigo es mucho para que yo entregue a los madianitas en su mano, no sea que se alabe Israel contra mí diciendo: ‘Mi mano me ha salvado’” (Jueces 7:2,3).
 Vale la pena notar el gran por qué. “Y juntamente  copartícipes  con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros.”  Este triunfo de la gracia llevado a cabo en la Cruz como coparticipes será el cántico de los coros celestiales “Y oí como la voz de una gran multitud como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios todo poderoso reina!  Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria;  porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado” (Apocalipsis 19:6,7).
Queda una verdad más. Dios hará la obra; será en pura gracia, misericordia y bondad, atributos mencionados en la porción clásica.  Pero los que coparticipamos en la obra somos “hechurasuya”. Esta palabra solo se usa en Romanos 1:20  refiriéndose a la creación original. Tiene una aplicación exclusiva a la obra creativa de Dios mismo.
“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús, para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (v.10). Somos nosotros mismos el producto de la nueva creación en Cristo (2 Corintios 5:17; Gálatas 5: 14,15). Lejos de gloriarnos en lo que hacemos, somos su “poema”.  El poema es una elaboración literaria que tiene simetría, belleza, ritmo y sentido, todo en una expresión figurativa única.  Nosotros llevamos la marca de su mano de misericordia y bondad.
Las obras que Dios puede aceptar no son las que proceden de nuestra inteligencia, ni título posgraduado, ni esfuerzo sino solo de  la misma vida de Cristo quien vive en nosotros y se manifiesta en dejar aparecer tales obras de él en nuestro andar por fe.
Un nuevo altiplano alcanzado por la obra de la Cruz    Efesios  2: 11-12
 Pablo ahora vuelve a nuestro mundo dividido, sumado en pecados separado el judío quien veía al gentil  como aquel doblemente perdido e inútil, apartado del Israel, el heredero de las promesas de Dios.  Pablo como fariseo así contemplaba al gentil. Hoy en día nos cuesta evaluar y sentir este antiguo mundo tan lejano. Para el orgulloso griego veía a los judíos como bárbaros, ignorantes, mientras los judíos veían a los demás como meros “étnias”, los samaritanos como perros.
Realmente desde  la época de Abraham  y el escogimiento soberano divino de  él como el primer judío, todos los demás “étnias” quedaban efectivamente fuera de la promesa del Mesías. Con el dar de la ley aun más el gentil estaba privado del acceso a la verdad. “En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel, y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo” (v. 12). Toma nota de las cinco repeticiones de  la triste condición.
Me gustaría agregar que entre los de la antigüedad  antes de Abraham habría algunos como aquellos a quienes predicó Enoc: “De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: ‘He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares para hacer juicio
contra todos  . . .’” (Judas 14,15). Había otros también que conocían a Jehová a través de la Oralidad – lo pasado de generación a la generación. tales como Job y Melquisedec. En cierto sentido Israel fue luz a los gentiles. Dios puso a José como su misionero en la corte del Faraón, a David, el rey, entre las naciones de su época, a Daniel en los altos rangos de Babilonia y Persia por setenta años, y a Nehemías ante Artajerjes, rey de los persas.
Dios no se dejó sin testigo; pudiera haber  habido muchos que conocían al Dios verdadero.  El  cielo nos lo revelará pero todo será por la misericordia de Jehová.
Sin embargo, veamos de nuevo esas dos palabras claves como el eje: “ Pero Dios  . . . “ (vv.4, 13). Pablo da el próximo paso y anuncia el nuevo altiplano. El primero fue la doxología: el sentarse de Cristo a la diestra de Dios sobre todo principado (1:19,20); el segundo fue la resurrección nuestra: copartícipes en reinar con él (2: 5-7).  Ahora viene el tercer altiplano y el último avance: “crear en sí mismo (Cristo) de los dos un solo y nuevo hombre haciendo la paz (v. 15).
En el Gran Designo Dios tenía su plan; iba a remediar esta situación desigual. Lo haría a través de la Cruz. En esta porción de Efesios Pablo va a introducir el eje de la historia, tomando Dios a las dos divisiones y hacerlas en una.
La unión de los dos mundos en Cristo, la cumbre del Gran Designio    Efesios 2: 13-14
 El texto que sigue es tan solemne que los comentarios casi son superfluos. Escuchemos esta obra maestra: Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, alejados habéis sido hechos cercanos por la sangre de Dios. Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistadas, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades” (vv.13-16).
Pablo analiza frase por fase este nuevo altiplano. La frase “pero ahora” o “pero Dios”  tanto en Romanos como en Efesios, los dos libros teológicos que trazan  el mensaje de la cruz, marcan un viraje llamativo o cambio de rumbo de mayor importancia.  Sigue la frase clave en Cristo señalando  que todo gira alrededor de la persona y la obra de Cristo en unión con elGran Designo a base de la Cruz donde reconcilió al pecador a Dios y Dios al pecador. “En quien tenemos  redención por su sangre, el perdón de los pecados según las riquezas de su gracia . . . dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según el beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo de reunir todas las cosas en Cristo . . . “ (Efesios 1:7-9).
Tal reconciliación satisfizo de una vez para siempre la santidad de Dios dejándolo ya en una posición de mostrar su eterno amor aun siendo nosotros pecadores. Establece la base de estar reconciliados en una sola palabra clave, la sangre de Cristo, el medio meritorio que hace posible tal acercamiento de Dios al pecador y del pecador a Dios, atraído por el Espíritu Santo. El mismo corazón de la salvación consiste en valorar el papel crucial de la sangre en el Antiguo Testamento y cumplido en el Nuevo.
La carga misma del libro a los Hebreos gira alrededor de la sangre. “Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados: porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados” (Hebreos 10:3,4).  El llamado final de Hebreos se nos da: “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne . . . acerquémonos con corazón sincero . . .”  (vv.19,20,22).
Esta reconciliación resulta en paz con Dios y la paz de Dios. Volvemos al Isaías 53 para ver la profecía cumplida a pie de la letra después de 700 años. “Mas él herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos todos curados . . . Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándolo a padecimiento. Cuando haya  puesto su vida en expiación por el pecado, verá su linaje, vivirá por largos días y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada” (Isaías 53:5,10).
Cristo viene siendo la personificación de nuestra paz. “Porque él es nuestra paz, que de ambos  pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación” (Efesios 2:14). Vuelve Pablo al tema de los dos mundos, el judío y el gentil, dos mundos ajenos. Se decía que había una pared de piedras que separaba la corte de los gentiles de la entrada en el templo de Herodes para ofrecer sacrificios y gozarse ceremonialmente de la presencia de Dios. Se estaba cincelado: “No entre a pena de muerte.”  Tal era la fuerte separación de los dos mundos. En Hecho 21:29 -31 acusaron erróneamente que Pablo había traído a Trófimo, gentil de Éfeso, en el templo mismo cuando entró para hacer su voto que por fin aquello condujo a Pablo a Roma y a su martirio
Además de los múltiples reglamentos y minuciosas demandas de lo inmundo y lo limpio, la ley social y religiosa resultó en separar aun más a los judíos de los gentiles. Dios tuvo que dormir a Pedro para darle una visión de que no hay lo inmundo en Cristo. “Volvió la voz a él la segunda vez: Lo que  Dios limpió, no lo llames tú común” (Hechos 10:15). Los creyentes gentiles entran por la misma gracia de Dios
Por toda la vida Pablo como apóstol a los gentiles tenía que luchar contra la mentalidad legalista de los judíos.  La iglesia primitiva casi se desintegró con respecto a este tema hasta que el Concilio de Jerusalén resolvió el problema y trajo la paz entre los dos mundos de los creyentes de la primera generación (Hechos 15).
El Mensaje de la Cruz en plena gloria  Efesios  2:15.16
 En un resumen conciso Pablo pone a Cristo en el mero centro de esta ascensión al último altiplano.“(Cristo) . . . aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos, un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz  reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ellas las enemistades” (vv.15.16).
La pequeña  frase “mediante la cruz” revela el eje del Gran Designio. Todo, sí todo, gira alrededor la obra de la Cruz que resultó en nuestra salvación personal –  muertos al pecado, sepultados y resucitados y sentados en lugares celestiales. Es todo una salvación presente y completa. Además  el creyente es miembro del Cuerpo de Cristo y comparte con todos en esta salvación. Este último altiplano reúne a los dos mundos, antes tan diversos y perdidos. “en una morada de Dios en el Espíritu Santo” (v.22).
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