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jueves, 19 de marzo de 2015

¡El cristiano tiene doble ciudadanía! Por eso tiene responsabilidades tanto celestiales como terrenales

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información 


Extranjeros y Ciudadanos
1 Pedro 2:11–17
¡El cristiano tiene doble ciudadanía! Por eso tiene responsabilidades tanto celestiales como terrenales. Pedro aclara que nuestra primera lealtad se debe a Dios. Sin embargo, debemos seguir en el mundo y no podemos escapar de nuestros deberes por ser miembros de una sociedad. Uno de ellos es el maravilloso privilegio de ser embajadores de Dios a los perdidos, pero siempre llevando un estilo de vida que se caracterice por las actitudes y conducta de un ciudadano de la patria celestial.
Con el versículo 11, Pedro comienza una nueva división de la carta, la cual se concentra precisamente en la forma en que debemos vivir como cristianos verdaderos en todas nuestras relaciones. En este estudio solamente comenzaremos a estudiar este tema para continuarlo en los siguientes.
Los versículos 11 y 12 introducen la división. Después se verán pasajes sobre las:
Relaciones con el gobierno
Relaciones en el trabajo
Relaciones en el matrimonio
Relaciones interpersonales
2:13–17
2:18–25
3:1–7
3:8–12
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
El énfasis en toda la sección es la sumisión del creyente: primero al estado, al amo, al cónyuge y a otras personas en su contexto. Este concepto se repite en: 2:13, 17, 18, 20, 23; 3:1, 5, 6, 8, 9.
En la sección que nos toca estudiar, vv. 11–17, se encuentran dos párrafos: uno muy breve de introducción para toda esta división y uno más largo acerca de nuestras responsabilidades ante el gobierno.
2:11–12
2:13–17
Los extranjeros: Glorificando a Dios en el mundo
Los ciudadanos: Glorificando a Dios ante el estado
LOS EXTRANJEROS 2:11–12
El apóstol apela a los lectores con ternura y fervor diciendo: Amados, yo os ruego. Estas primeras palabras del versículo 11 muestran la seriedad e importancia que tienen las normas de conducta que el autor va a enumerar a sus hermanos en Asia Menor.
¡PENSEMOS!
Lea cuidadosamente los versículos 11 y 12. Piense en varias situaciones que surgen cuando un cristiano tiene qué vivir como extranjero en un país que no es su patria. ¿Qué quiere Pedro que hagamos dentro de la sociedad? ¿Cuál es el motivo para vivir así? ¿Qué hacían los vecinos en contra de los cristianos que recibieron esta carta?
Antes de iniciar su lista, Pedro identifica a los creyentes como extranjeros y peregrinos. Sin importar de qué país procedan, no pertenecen a este mundo. Son residentes temporales. Filipenses 3:20–21 y Hebreos 11:8–16 nos recuerdan que somos ciudadanos del cielo.
No podemos esperar que el mundo nos trate como a los suyos porque no echamos raíces ni queremos quedarnos en él para siempre, sino que vamos de paso para llegar a otra tierra. Esta mentalidad nos motiva a ser santos en nuestra relación con el gobierno, nuestro patrón, cónyuge y la sociedad en general.
Antes de entrar de lleno a su disertación a partir del v. 13, Pedro especifica que tenemos dos responsabilidades generales.
1)     que os abstengáis de los deseos carnales (v. 11) y
2)     manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles (v. 12).
Los deseos carnales pueden ser los que menciona en 4:3, pero también puede referirse a toda forma de egoísmo que brota de nuestra naturaleza pecaminosa. Por ejemplo, se ve en esta sección que debemos evitar mostrar un espíritu de rebeldía contra los gobernantes así como reacciones negativas contra un patrón abusivo. Más adelante, el apóstol habla de egoísmo en el matrimonio, de la venganza y de los labios que maldicen a otros. Todos estos son deseos carnales.
Las buenas obras mencionadas en el versículo 12 no deben entenderse sólo como actos de bondad y piedad hacia los necesitados. Para Pedro incluyen la obediencia a las leyes, pagar los impuestos, honrar y comprender al cónyuge y mostrar afecto a los hermanos en Cristo.
Hay tres razones por las cuales debemos conducirnos de esta manera. Una es que somos ciudadanos del cielo. La voluntad de Dios es nuestra norma y no el ejemplo de la sociedad.
En segundo lugar, la naturaleza egoísta pone en peligro el bienestar espiritual del creyente porque entabla una guerra contra el alma.
En tercer lugar, el hijo de Dios ha de tomar en cuenta la influencia de su conducta en los que no conocen a Cristo. Los gentiles en este versículo no se refiere sólo a los no judíos, sino a todos aquellos que no creen y que hablan contra los creyentes.
Posiblemente los hermanos de Asia Menor eran víctimas, no sólo de la calumnia de sus vecinos, sino de acusaciones por parte de las autoridades. Algunas veces, los ciudadanos de un país ven a los extranjeros y los critican porque son diferentes (4:4). Existían muchos motivos de sospecha contra ellos, posiblemente por razones justificadas como se sugiere en 3:16–17.
Pero habrá un día en que la gracia y salvación vendrán a ellos. El día de la visitación, el Espíritu Santo actuará en ellos, y tendrán oportunidad de reconocer que la conducta de los cristianos es buena y que Dios está en ellos. ¡Glorificarán al Altísimo y aceptarán a Cristo!
Se encuentra aquí otro importante principio para nuestra vida de creyentes. No hemos de aislarnos de las personas que viven a nuestro alrededor porque ellos necesitan conocernos y observarnos para que sean influenciados por nuestra buena conducta.
¿QUIENES SON SUS AMISTADES
NO CREYENTES?
Debemos permanecer lo suficientemente cerca de ellos para que se den cuenta de nuestro comportamiento. Mantengamos contacto con familiares, vecinos, colegas y compañeros que necesitan conocer a Cristo. Acerquémonos y hagamos amistad con los no creyentes como hizo Jesucristo. No participamos de su pecado, pero los queremos por causa del Señor.
¡PENSEMOS!
¿Cómo puede el creyente ganar la victoria sobre su naturaleza pecaminosa? (Compare Gálatas 5:16–17) ¿Por qué a veces es el buen testimonio más importante que las palabras? ¿Qué sucede cuando testificamos de Cristo sin mostrar una buena conducta? ¿Cómo mantiene usted el contacto y amistad con los que no conocen al Salvador? ¿Qué otras oportunidades podría buscar para cultivar esas amistades?
LOS CIUDADANOS 2:13–17
Los creyentes en Jesucristo tienen su ciudadanía en el cielo, pero también tienen obligaciones civiles en el mundo. El Creador instituyó el gobierno humano para que guardara el orden y la tranquilidad en la sociedad y se sujetara al Rey de reyes. El estado no ha cumplido bien este papel en muchas épocas de la historia. Pero todos tenemos que cumplir nuestras responsabilidades en la sociedad en que vivimos. Entonces, el creyente es extranjero y a la vez, ciudadano de su país.
¡PENSEMOS!
En el versículo 13 se encuentra la primera mención de “someterse”. ¿Qué significa para usted este mandato? Según los versículos 13–15, ¿Cuáles son las razones que lo justifican? ¿Cómo afecta la salvación a las relaciones que el creyente tiene con su gobierno? ¿Incluye la voluntad de Dios oponerse al estado? Piense en ejemplos bíblicos en que los siervos de Dios resistieron a las autoridades. ¿Por qué lo hicieron?
La regla es sujetarse (v. 13).
El verbo “someterse” significa literalmente “clasificarse debajo” del rango que tiene otro. Entonces, el creyente ha de reconocer que las autoridades están por encima de él y que tienen el derecho de hacer leyes y exigir que se cumplan.
El gobierno debe cumplir con justicia la función que Pedro describe en el versículo 14, pero en infinidad de ocasiones no es así porque le falta sabiduría o voluntad o porque permite la corrupción. El escritor y los destinatarios de la carta vivían en el antiguo Imperio Romano. Había leyes buenas y malas. Los emperadores no se regían por una constitución que protegiera los derechos del pueblo y sus gobernadores muchas veces actuaban arbitrariamente. Sin embargo, Pedro ordena sumisión sabiendo que cualquier otra conducta traería anarquía. Compare la enseñanza del apóstol Pablo en Romanos 13:1–7.
Note que Pedro manda la obediencia a toda institución humana. Así, se amplía la responsabilidad del creyente para incluir las instituciones educativas, la iglesia u otra entidad social de la que formemos parte. ¿Cree usted que esta norma se aplica a las obligaciones financieras? ¿Al código para construcciones? ¿A las normas de tránsito? ¿A contribuir a la tranquilidad del vecindario?
El apóstol da tres razones (vv. 13–15).
En primer lugar Dios instituyó el gobierno humano y nos manda someternos, entonces lo hacemos por causa del Señor. Obedecer las disposiciones gubernamentales equivale a obedecer al Padre celestial. Pero Pedro está diciendo que lo hagamos no sólo por deber, sino también por devoción al Altísimo.
SI ME AMAIS, GUARDAD MIS MANDAMIENTOS.
EL QUE ME AMA, MI PALABRA GUARDARA.
JUAN 14:15, 23B
En segundo lugar, hemos de vivir en sujeción porque el gobierno tiene una función dada por Dios: para castigo…y alabanza. Es así que el estado puede exigir obediencia a las leyes y mantener el orden en la sociedad.
En tercer lugar, el autor dice que colaborar con el gobier no hace callar la crítica de los que ignoran la verdad. Como en el versículo 12, Pedro se preocupa por las acciones de los creyentes porque ésas influyen en la vida y actitudes de los que no conocen a Cristo.
La libertad no es un pretexto (vv. 16–17).
Aparentemente algunos creyentes decían que como eran libres entonces no tenían por qué servir al estado. Pedro los reprende diciendo que el hecho de haber sido librados del dominio del pecado los ha hecho siervos de Dios y por lo tanto, tienen que obedecerlo en este aspecto. Por lo general, desobedecer al gobierno es rebeldía contra el Señor. El cristiano no vive sin normas ni leyes, ni por encima de las responsabilidades que tiene ante la sociedad y debe cumplir como los otros ciudadanos.
Los creyentes preguntamos, “¿Qué se hace cuando el gobierno manda algo que Dios ha prohibido, o cuando prohibe algo que nos ha mandado?” La Biblia provee una guía al creyente en estos casos. Cuando sucede una contradicción entre lo que dice el Creador y el gobierno, hemos de obedecer primero al Señor. Esto sucedió cuando las autoridades judías prohibieron a Pedro y a Juan que enseñaran en el nombre de Jesús, pero ellos respondieron: “Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios” (Hechos 4:19).
También Daniel se opuso a las instrucciones del rey de Babilonia, rechazando la dieta que les había ordenado porque no respetaba las normas de la ley y era parte de la adoración a los ídolos (Daniel 1). Es importante observar que Daniel actuaba así porque honraba al rey y a su administrador. No rechazó todo el plan real para la preparación de liderazgo que exigía, sino sólo lo que infringía las normas divinas. Tampoco mostró un espíritu rebelde y soberbio, sino que quería colaborar. Propuso un plan alterno y Dios lo prosperó.
Hoy en día, si un gobierno prohibe la evangelización o el culto, los creyentes han de cumplir estos deberes a pesar de la ley. Sin embargo, no deben provocar a las autoridades creando escándalos con una conducta indebida. Tenemos que estar muy seguros de que la Biblia manda o prohibe una cosa antes de resistir la voluntad del gobierno. No hemos de insistir en una conducta basada sólo en el deseo o constumbre de los cristianos.
En el capítulo 6, Daniel se encontró de nuevo obligado a desobedecer un decreto. El rey prohibió la oración a Dios. Con firmeza y valor, el profeta siguió su costumbre de orar a riesgo de su vida. Pero es muy importante notar que él era un hombre que colaboraba en todo lo que se le pedía. Su efectividad como funcionario del gobierno, honradez y actitud en esta ocasión le ganaron el favor del rey Darío (6:3–4). Daniel es buen ejemplo del creyente que sufre no por haber hecho el mal, sino por obedecer a su Señor.
Compare otros ejemplos en Exodo 1:15–22 y Mateo 2:7–12. El ejemplo mayor es Jesucristo mismo y Pedro hablará de él al final del capítulo 2.
HONRAD A TODOS.
AMAD A LOS HERMANOS.
TEMED A DIOS.
HONRAD AL REY.
¡PENSEMOS!
Sugiera una manera práctica de obedecer cada uno de los cuatro mandatos mencionados arriba (2:17). ¿Cuáles son algunas normas gubernamentales que los cristianos a veces infringen? ¿Piensa usted que el estilo o tipo de gobierno que está en el poder en su país afecta nuestra responsabilidad?
¿Qué hizo usted en alguna ocasión en que no estuvo de acuerdo con las autoridades? Evalúe su conducta a la luz de las Escrituras.
¿Piensa usted que Pedro deja lugar para que los cristianos discutan y critiquen las ideas y acciones de quienes están en autoridad? Piense en algún caso en que un creyente desobedeció una norma de la sociedad y que afectó negativamente a los no cristianos.
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