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lunes, 16 de mayo de 2016

Anden en el Espíritu, y así jamás satisfarán los malos deseos de la carne. Porque la carne desea lo que es contrario al Espíritu, y el Espíritu lo que es contrario a la carne. Ambos se oponen mutuamente, para que no hagan lo que quieran.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Alimentemos a nuestra congregación con pastos frescos
Los Frutos de la carne y del Espíritu
Gálatas 5:13–18
13 Vosotros fuisteis llamados a la libertad, hermanos; solamente que no uséis la libertad como pretexto para la carnalidad. 

Más bien, servíos los unos a los otros por medio del amor, 14 porque toda la ley se ha resumido en un solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.  15 Pero si os mordéis y os coméis los unos a los otros, mirad que no seáis consumidos los unos por los otros. 


16 Digo, pues: Andad en el Espíritu, y así jamás satisfaréis  los malos deseos de la carne. 17 Porque la carne desea lo que es contrario al Espíritu, y el Espíritu lo que es contrario a la carne. Ambos se oponen mutuamente, para que no hagáis lo que quisierais. 

18 Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. 

Andar en el Espíritu o en la carne
¿Cómo andar en el Espíritu Santo? 
Una pregunta candente
Gálatas 5:13–18
El tono de Pablo en Gálatas 5:1–15 es bastante severo. Al hablar a sus hijos espirituales en Galacia, el apóstol no se anda con rodeos. Su exhortación es clara, puntual y Cristocéntrica.

Pero en medio de todo, el apóstol revela su corazón pastoral. Su confianza está puesta en el hecho de que al final van a volver a Cristo, la única base de su justificación (Gálatas 5:10).

Mediante unas advertencias muy directas propone, en forma de una suposición, que si persisten en regresar a guardar la ley aceptando la circuncisión, habrán abandonado a Cristo y, ante ese supuesto, habrán caído entonces de la gracia (Gálatas 2–4).

Ante tal dilema espiritual, Pablo señala a los judaizantes acusándolos de crear confusión en medio de la iglesia. Los culpa también por querer tratar de bloquear la carrera espiritual de los gálatas (Gálatas 5:7–9, 12). No obstante, el apóstol mantiene todavía su confianza en Dios de que ellos volverán a su principio en la gracia por el oír con fe (Gálatas 3:2).

Hay tal convicción en Pablo que no duda en reafirmar la meta de su andar: “Pues nosotros por el Espíritu aguardamos por fe la esperanza de la justicia; porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor” (Gálatas 5:5,6). En breve resumen, él enfoca su fe en la obra del Espíritu Santo en sus vidas. Este enfoque lo va a ampliar en la próxima sección (Gálatas 5:16–18).

La herencia en Cristo es la libertad en santidad (Gálatas 5:13–15)
Pablo ahora abandona su énfasis en los judaizantes para trazar claramente la realidad del andar con Cristo en el poder de su muerte. Sólo volverá a tocar a los judaizantes al final de la epístola.

En esta sección, el apóstol tiene algo de mayor urgencia e importancia para desarrollar, su énfasis recae en explicar el CÓMO de andar en santidad bajo el control del Espíritu Santo.

En el resto de la epístola Pablo nos presentará la respuesta al clamor nuestro: ¿CÓMO?
Pablo reconoce la tendencia peligrosa de convertir nuestra libertad en Cristo en ese otro extremo, el libertinaje. “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión (término militar-base) para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros” (v. 13).

Vale la pena recordar las palabras de la señora Jesse Penn-Lewis (a quien usó Dios grandemente en el avivamiento de Gales en 1905): “A veces el error no es más que la verdad desequilibrada, fuera del balance bíblico”.

En aquellos días del avivamiento genuino la divisa fue: “Obedece al Espíritu”. Esto resultó en grandes triunfos, pero pronto el diablo mandó espíritus engañadores que los llevó a extremos dañinos de conducta.

Hubo obediencia, pero no al Espíritu Santo. Dios usó a la señora Penn-Lewis con el énfasis bíblico acompañante de Romanos 6, nuestra muerte a la carne y la fe en el Espíritu Santo para contra balancear lo extremo: en el Mensaje de la Cruz fue la preventiva que preservó tal avivamiento genuino y sigue siendo la dinámica de la santidad hoy.

El regulador divino sigue siendo siempre el servicio constante por amor los unos a los otros. Pablo cita Levítico 19:18: “… amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová”. Concuerda Jesús en Mateo 22:37–40 al unir el amor a Dios con el amor al prójimo.

Tal transformación depende exclusivamente del Espíritu, pues el ser humano es egoísta en lo sumo.

Sin embargo, en este enfoque en servir a otros haciéndolo en el amor divino, Pablo hace frente a la terrible realidad de que la carne se interpone; tantas veces trastorna la libertad en libertinaje o el legalismo.

Esta realidad se ve plasmada en las luchas despiadadas que resultan en nuestras iglesias.

¿Quién no ha vivido en carne propia las envidias, el rencor y las rupturas en nuestras iglesias y en nuestras relaciones?

Casi no existe una iglesia que no haya sufrido esta tragedia, por grande o pequeña que haya sido. Pablo hace frente ahora a eso entre los mismos gálatas; lo saca a plena luz al ilustrarlo en términos de los animales que así se tratan:
pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros” (Gálatas 5:15).

Miremos otro texto que nos ayude a respaldar este punto:
De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros?
¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? 
Codiciáis, y no tenéis; 
matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; 
combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. 
Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. 
¡Oh, almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios?” (Santiago 4:1–4).

Se pudieran multiplicar otros textos semejantes. Tenemos que ser francos: las luchas internas se hacen externas y toman formas escandalosas en las mismas relaciones entre aquellos que dicen llamarse hermanos. En realidad estamos rodeados de las evidencias de la carne en pleno reino. Y todo esto en el supuesto nombre de servir a Dios. ¡Qué barbaridad!

El Espíritu Santo versus la carne en la vida del creyente hoy día
Pablo ya llegó a lo práctico de su tesis. ¿Cuál es el remedio divino contra la carne todavía tan activa entre los hermanos? Para apreciar su énfasis en el ministerio del Espíritu Santo tenemos que volver a trazar los capítulos previos.

Recuerda que Gálatas es un solo mensaje que abarca verdades sobresalientes:

  • lo genuino de la gracia de Dios (Gálatas 1:4, 5); 
  • la autoridad del evangelio en el apostolado de Pablo (Gálatas 1:11, 12); 
  • la obra fundamental de nuestra unión con Cristo en la Cruz (Gálatas 2:20); 
  • el papel clave del oír con fe (Gálatas 3:6, 7); 
  • el grave peligro de trastornar la ley en otra base de la justicia (Gálatas 5:2–4).

Por primera vez en Gálatas Pablo menciona el Espíritu Santo en Gálatas 3:2–5. “Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?”.

Esta pregunta clave debiera haber sido suficiente para apagar su interés en la ley. La oferta de los judaizante no les produjo nada, pero el simple oír con fe les trajo la justificación en Cristo y la llegada del Espíritu quien “hace maravillas entre vosotros” (v. 5).

El Espíritu Santo les llegó con base en la fe y produjo en ellos todo aquello en lo que ahora se gozan. El Espíritu Santo llegó gratis, acompañando el evangelio y transformando sus vidas. En agudo contraste la ley les fue estéril.

Las manifestaciones del poder del Espíritu ¿lo hacen por las obras de la ley, o por el oír con fe? Mediante cinco preguntas imposibles de contestar, Pablo introduce al Espíritu de Cristo como la persona que ya vive en ellos y el único que puede traer la libertad en santidad.

El primer paso hacia la victoria:
“Andad por el Espíritu” (Gálatas 5:16)
Ya le toca a Pablo dar los pasos hacia una vida bajo el control del Espíritu. Da una orden, modo imperativo en el tiempo presente siempre en vigor. “Digo, pues: Andad en (por, a través de) el Espíritu, y no (de ninguna manera jamás) satisfagáis (o el tiempo futuro fuerte: satisfaréis) los deseos de la carne” (Gálatas 5:16).

Hay varios matices de significado que podemos considerar. La orden de andar o vivir por el Espíritu está en pie y lo que sigue puede ser una garantía de que no habrá en el futuro. ¿Por qué ceder a los deseos egoístas de la carne?

Algunos interpretan “satisfacer” o “cumplir” (véase el verbo sinónimo en Romanos 8:4) en el tiempo futuro indicativo y otros dicen que es en el modo subjuntivo, un mandato indirecto.

Por un lado, tenemos la seguridad de no ceder a la carne, y por el otro una orden de no cumplir o ceder a la carne. Prefiero la primera interpretación. Ya que es el Espíritu, el Santo, que no nos involucrará nunca en ser cómplice de la carne.

El Espíritu Santo siempre produce la santidad.
Otra razón por la cual no pueden coexistir en paz el Espíritu y la carne en el andar del creyente es debido a la incompatibilidad del Espíritu Santo y la carne (Gálatas 5:17). Son polos opuestos y no hay manera de armonizar sus fines. Se oponen a sí mismos.

Si la carne anda suelta en la vida del creyente, no puede haber control del Espíritu Santo por mucho que hablemos del bautismo del Espíritu o la facilidad de orar, el cantar o hablar en lenguas o aunque, a nuestra manera de ver las cosas, hayamos tenido una gloriosa experiencia en el pasado.

La bendición del Espíritu sólo descansa en quien actualmente es santo en su manera de vivir.

Ya que es el Espíritu de Cristo (Romanos 8:9), sólo habla de Cristo y lo glorifica a Él. “Pero cuando venga el Espíritu Santo de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío, y os lo hará saber” (Juan 16:13–15).

Lo que nos anima es: “Hijitos, vosotros, sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4).

El creyente sincero frente a las dos dinámicas (Gálatas 5:17)
“Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis”. ¿Qué quiere decir esta última frase? ¿Implica que la vida cristiana es una lucha interminable? De ninguna manera. Aunque estas dos dinámicas, el Espíritu y la carne, tienden en direcciones opuestas, hay que hacer frente a tal hecho, pero no nos obliga a vivir siempre en tal derrota espiritual.

Estas dos dinámicas son contradictorias entre sí; parecen competir; la evidencia de tal contradicción es patente en la vida de cualquier creyente sincero. Sin embargo, el hecho de que existan las dos en el creyente no nos obliga, repito, a vivir sumidos o encerrados en esa interminable lucha. A veces algunos intérpretes nos dejan con esa conclusión, ya sea dicha o inferida.

Esta sección de Gálatas introduce el posible conflicto entre el Espíritu y la carne.
Pero en Romanos 7 y 8, Pablo mismo lo examina en mayor detalle describiendo su lucha interna y gemir ante la triste realidad de la carne. Fue lo que experimentó cuando vivía bajo la condena de la ley. Con toda honestidad, el apóstol señala tres pasos hacia abajo en su quebrantamiento durante su dura lucha. Pero, al final, ese proceso lo condujo a una victoria resonante.

Tres pasos en el descenso hacia el quebrantamiento como antesala de la victoria

  1. “¿Luego lo que es bueno (la ley en su debido ministerio), vino a ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que el pecado para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso." (Romanos 7:13).
  2.  “Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo” (Romanos 7:18);
  3. finalmente, Pablo no pudo más: “¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7:24).

Puede existir tal conflicto, pero no es de ninguna manera la suerte o el final del creyente. El evangelio provee los medios por los cuales todo creyente puede vivir bajo el control del Espíritu y no bajo el de la carne, según Pablo asegura a los gálatas.

Pablo relata en detalle la triste experiencia que le pasó cuando en dicha ocasión él aceptó la ley como el medio de la vida cristiana en Romanos 7:7–24. Pero no era la vida cristiana normal (como Watchman Nee afirma en el título de su valioso libro), porque afirma después de la iluminación del Espíritu en el siguiente verso: “Gracias doy a Dios, por Jesucristo nuestro Señor” (Romanos 7:25).

Después de una brevísima referencia al pasado en Gálatas 7:25(b) se lanza en Romanos 8:1–4. “Ahora, pues, ninguna condenación (ningún tipo de condenación) hay para los que están en Cristo Jesús, Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me (nos) libró (tiempo aoristo/pasado en el original) de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó el pecado en la carne para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne sino conforme al Espíritu”.

Ésta es la victoria resonante que Pablo elabora en el resto de Romanos 8, el capítulo de la vida victoriosa bajo el control del Espíritu.

Otra Afirmación: bajo la gracia somos guiados por el Espíritu Santo (Gálatas 5:18)
Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley”. Pablo reafirma que la ley sólo trae condenación porque nuestras mejores fuerzas son impotentes. Pero bajo la gracia de Dios nuestras fuerzas débiles se sustituyen por el poder del Espíritu que nos hizo ya nuevas criaturas en Cristo, soltando de una vez la misma dinámica del Espíritu. “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (Romanos 6:14). Esto es lo que los gálatas, tentados a volver a la esclavitud de la ley, necesitaban oír.

Pablo vuelve a su tesis que el reinado de la ley sólo provoca la carne. Cuanto más el creyente quiere refrenar la carne y sus deseos, tanto más fracaso experimenta. Los esfuerzos inútiles nuestros nos conducen a la desesperación y la frustración.

Debemos recordar que el creyente ya murió a la ley y vive unido a Cristo resucitado. “Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis (casados) de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios… Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra” (Romanos 7:5, 6).

La Epístola a los Romanos complementa y coincide con la carta a los Gálatas. Ambos trazan el proceder de la libertad en santidad. Romanos nos da la verdad en forma teológica y Gálatas en forma práctica frente a la ley que provoca la carne en sus múltiples manifestaciones; Pablo pronto hablará en el resto del capítulo, nuestro próximo estudio.

Poderosos puntos para tomar en cuenta

  1. La carne en pleno desarrollo resulta en celos amargos y contenciones y toda obra perversa (Santiago 3:16).
  2. El evangelio nos introduce a una nueva relación: nuestra unión con Cristo, muertos a la ley y unidos a Cristo resucitado quien opera en nosotros a través del Espíritu Santo: “Andad en el Espíritu y no satisfaréis los deseo de la carne” (Gálatas 5:16).
  3. Aunque las dos dinámicas son incompatibles, es nuestra sumisión y obediencia al Espíritu lo que produce la verdadera libertad en santidad (Gálatas 5:18).
  4. No es por los valientes esfuerzos nuestros sino por el oír con fe, nuestra muerte y resurrección en Cristo quien nos llena de su Espíritu. No es tanto una experiencia sino un andar diario.
  5. Pablo tendrá más por decir sobre las obras de la carne contra el fruto del Espíritu en el resto del capítulo cinco. Cerrará con broche de oro el tema con: “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gálatas 5:24, 25).
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miércoles, 27 de abril de 2016

La carne tiene deseos contrarios a los del espíritu, y el espíritu a los de la carne, y éstos se oponen entre sí para que no hagan lo que deseán

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6






La carne y el espíritu
Gálatas 5:16-17

16      Digo, pues: Andad en el espíritu, y no satisfagáis los deseos apasionados de la carne.
17      Porque la carne tiene deseos contrarios a los del espíritu, y el espíritu a los de la carne, y éstos se oponen entre sí para que no hagáis lo que deseáis.

EL REMEDIO PARA GRADAR A DIOS                    LA LUCHA : CARNE -ESPÍRITU
Gálatas 5: 16. Pero digo, andad por el Espíritu, y definitivamente no satisfaréis el deseo de la carne. Que vuestra conducta sea gobernada por el Espíritu, esto es, por el don que Dios os impartió (Gálatas 3:2, 5). Si seguís su dirección e impulsos no seréis dominados por vuestra naturaleza pecaminosa, esto es, por el asiento y vehículo de los deseos pecaminosos (como en Gálatas 5:13), sino que más bien la someteréis. 
Hace falta que salgan las tiernas hojas del roble al comenzar la primavera para deshacerse del resto del follaje marchito que quedó del último otoño. Sólo lo vivo puede expulsar lo muerto. Sólo lo bueno puede echar fuera lo malo. 

El versículo 16 da a entender claramente que hay un conflicto entre el Espíritu y la carne, así que también entre la naturaleza nueva y santificada del creyente y su antigua y pecaminosa naturaleza.

Por tanto, Pablo continúa:
Gálatas 5:17. Porque la carne pone su deseo contra el Espíritu, y el Espíritu contra la carne; pues éstos se oponen el uno al otro … Por cierto, mientras uno se deje guiar por el Espíritu, seguramente no dará satisfacción a los deseos de la carne, pero, ¿cuán a menudo pasa que la persona no deja que el Espíritu le guie?

Y en esas condiciones, dado que el Espíritu persiste, surge un fiero conflicto dentro del corazón del creyente. Los adversarios son: El Espíritu—por eso también la nueva naturaleza habitada por El—por un lado; y en el otro lado: la carne, esto es, “el hombre viejo” de pecado y corrupción (el mismo significado que en los vv. 13 y 19 de este capítulo, y como en Gálatas 6:8; cf. Ro. 7:25; 8:4–9, 12, 13).

En relación con esta contienda, nótese lo siguiente:
(1) El libertino no experimenta este tipo de lucha debido a que sigue sus inclinaciones naturales.
(2) El legalista, destinado a la gracia y la gloria, recordando su pecaminosidad por la ley, pero no queriendo por un tiempo aceptar la gracia, lucha y lucha, mas sin conseguir la victoria o sin experimentar el sentido de un triunfo cierto y final. Esta condición persiste hasta que finalmente la gracia echa abajo todas las barreras de la oposición (Fil. 3:7ss).
(3) El creyente, mientras está en la tierra, experimenta un conflicto agonizante en su propio corazón, pero en principio ya ha ganado la victoria, como lo testifica la presencia misma del Espíritu Santo en su corazón.

Esta victoria será suya en una medida plena en la vida venidera; por lo tanto,
(4) Para el creyente redimido que está en la gloria esta batalla ha terminado. Lleva la corona de la victoria.
Así que, en cuanto al punto (3), el mismo orden de las palabras en el texto—nótese: “pone su deseo contra” y “se oponen el uno al otro”—indican la intensidad de la lucha que dura toda la vida.

Esto muestra que la vida cristiana significa mucho más que el simple hecho de pasar adelante para registrar la decisión de consagración en una reunión de avivamiento después de haber oído un mensaje poderoso, evangélico, y que apela al corazón, y mientras uno está bajo la influencia del canto de viejos himnos familiares entonados por un gran coro.

Cuando, bajo estas circunstancias, el cambio es genuino, ello es algo maravilloso, pero uno debe de tener siempre presente que como regla general un pecador no es salvo totalmente de una sola vez (“¡presto!”). No llega al cielo por un salto prodigioso. Por el contrario, tiene que continuar ocupándose de su salvación (Fil. 2:12). Esto requiere tiempo, lucha, esfuerzo intenso y empeño.

Él mismo es su más fuerte enemigo, tal como Pablo lo afirma al decir, de manera que estas mismas cosas que quisierais estar haciendo, éstas no las estáis haciendo. ¡Qué batalla entre el querer y el obrar! Pablo, escribiendo como hombre convertido (Ro. 7:14–25) y narrando sus experiencias presentes en el “estado de gracia” (para la prueba véase Ro. 7:22, 25), se queja amargamente del hecho de que él practica aquello en lo que su alma ya no se deleita; de hecho, practica lo que su ser regenerado odia (Ro. 7:15). Y clama, “¡Miserable hombre de mí! ¿Quién me librará del cuerpo de esta muerte?” (Ro. 7:24). No obstante, también está totalmente consciente del hecho de que en la lucha entre su propia carne y el Espíritu de Dios, es del todo cierto que el Espíritu—y por tanto también Pablo—tendrá la victoria; por cierto, en principio ya es un hecho ahora mismo.

¿Podría haber habido esta pena tan genuina y teocéntrica por el pecado si Pablo no se hubiera convertido verdaderamente? ¡Por supuesto que no! En consecuencia, este mismo conflicto es la cédula de la salvación del apóstol. De manera que no nos sorprende que la exclamación “Miserable de mí … ¿quién me librará?” sea seguida por, “Gracias doy a Dios por Jesucristo Señor nuestro … Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Ro. 7:25; 8:1; cf. 1 Co. 15:57).

En forma similar, aquí en Gálatas la idea de victoria por medio del Espíritu también es básica para entender correctamente el v. 18. Pero si sois dirigidos por el Espíritu no estáis bajo la ley.

El estar “bajo la ley” significa derrota, esclavitud, maldición e impotencia espiritual, porque la ley no puede salvar (Gá. 3:11–13, 21–23, 25; 4:3, 24, 25; 5:1).

Es el espíritu que nos pone en libertad (Gálatas 4:29; Gá. 5:1, 5; 2 Co. 3:17).

Ser dirigido por el Espíritu

(1) A quien concierne
Según un punto de vista más bien popular la “dirección espiritual” es un don que el Espíritu concede a un grupo selecto, “a los hombres más santos”, la flor y nata del rebaño. Es un don que les es impartido para protegerlos de daños físicos, especialmente cuando viajan, para protegerlos de situaciones peligrosas, y a veces hasta asegurarles el éxito de sus empresas.

Sin embargo, cuando—tomando Gá. 5:18 como nuestro punto de partida—seguimos hacia atrás la línea de pensamiento de Pablo, llega a ser evidente que esta limitación de la “dirección espiritual” a un grupo de supersantos es algo totalmente ajeno a su mente.

A quellos que son dirigidos por el Espíritu (Gá. 5:18) son los mismos que andan por el Espíritu (Gá. 5:16), y vice versa. Volviendo un poco más atrás, notamos que a su vez éstos son los que han sido libertados (Gá. 5:1; Gá. 4:30, 31), los que pertenecen a Cristo (Gá. 3:29), y que son “de la fe” (Gá. 3:9). Por lo tanto, todos los verdaderos creyentes son dirigidos por el Espíritu.

Además, la poderosa influencia que ejerce el Espíritu sobre ellos y dentro de ellos no tiene un carácter esporádico, como si fuera una especie de inyección puesta aquí y allá en los momentos de más necesidad y peligro. Por el contrario, es algo permanente y constante, tal como lo da a entender el tiempo del verbo aquí en Gá. 5:18: Sois dirigidos por el Espíritu. Aun cuando desobedecen al Espíritu—y ellos por cierto lo hacen, como ya lo vimos (vv. 13–17)—el Espíritu no les deja solos sino que obra el arrepentimiento en sus corazones.

Esta exposición está en plena armonía con el único otro pasaje realmente paralelo de las epístolas de Pablo, es decir, Ro. 8:14, “porque todos los que son dirigidos por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios”. Aquí también, el ser dirigido por el Espíritu se presenta como una característica indispensable de los hijos de Dios. Si una persona es un hijo de Dios, es dirigido por el Espíritu. Si es dirigido por el Espíritu, es un hijo de Dios.

(2) Lo que es
Antes de dar una respuesta positiva, sería bueno hacer notar lo que no es el ser dirigido por el Espíritu. Naturalmente, no puede significar ser gobernado por los propios impulsos e inclinaciones pecaminosas, ni tampoco que uno es “guiado fácilmente” a extraviarse por los malos compañeros.

También está excluida definitivamente la idea de aquellos filósofos de la moral, sean antiguos o modernos, que sostienen que todo hombre posee una naturaleza alta y baja, y que cada ser humano tiene el poder dentro de sí mismo para hacer que la primera triunfe sobre la segunda.

Esta idea está totalmente excluida, aun si sólo hubiese esta única razón, que a través de toda la enseñanza de Pablo el Espíritu Santo es una persona distinta, una en sustancia con el Padre y el Hijo. El no es “nuestro otro o mejor yo”. Véase Ro. 8:26, 27; 1 Co. 2:10; 2 Co. 13:14.

Esto muestra también que, estrictamente hablando, el ser dirigido por el Espíritu Santo no puede ni siquiera identificarse con el triunfo que experimenta el “nuevo hombre” (la naturaleza regenerada) dentro de nosotros sobre el “viejo hombre” (nuestra naturaleza corrompida, no totalmente destruida aún).

Esta victoria y la lucha sobre-entendida son muy reales por cierto; con todo, no son en y por sí mismas lo que se quiere decir por ser dirigido por el Espíritu, sino que más bien son el resultado de que el Espíritu mora activamente en nosotros. Esta victoria y lucha se sobreentienden, pero no son fundamentales.

Y, cambiando la voz pasiva por la activa para poder dar una definición, ¿qué significa, entonces, la dirección del Espíritu? Significa santificación. Es aquella constante, efectiva y benéfica influencia que el Espíritu Santo ejercita dentro del corazón de los hijos de Dios, y por la cual son dirigidos y capacitados más y más para vencer el poder del pecado que aún queda en ellos y para caminar por la senda de los mandamientos de Dios, libremente y gozosamente.
Esta definición evita los extremismos.

De esta manera, por un lado, ser dirigido por el Espíritu significa más que ser guiado por él, aunque es verdad que el Espíritu es también nuestro guía (Jn. 16:13; cf. Mt. 15:14; Lc. 6:39; Hch. 8:31; Ap. 7:17).

Pero el solo hecho de que, según el pasaje que ahora estamos considerando (Gá. 5:18), el poder esclavizante de la ley ha sido roto para todos aquellos que son dirigidos por el Espíritu, indica que esta dirección que provee el Espíritu implica mucho más que el simple hecho de “indicar el camino correcto”. Es algo que nos recuerda no tanto del guía indio que les señalaba a los primeros exploradores blancos el paso a través de las Montañas Rocosas, como del ciego de Jericó que fue llevado a Jesús (Lc. 18:40; cf. Mt. 21:2; Lc. 10:34; Jn. 18:28; Hch. 6:12; 9:2).

Sólo mostrarle el camino que debía seguir no le hubiera ayudado en nada. Cuando el Espíritu Santo dirige a los creyentes, Él viene a ser el principio controlador en sus vidas, llevándoles hasta la gloria final.

Por el otro lado, sin embargo, esta presentación también evita el extremo opuesto, que es negar la actividad y responsabilidad humana. El ciego de Jericó no fue cargado o llevado a hombro (2 P. 1:21) a Jesús, sino que él mismo caminó.

Warfield lo ha expresado muy aptamente:
“Su (la del Espíritu) parte es mantenernos en el camino y llevarnos al fin hasta la meta. Pero somos nosotros los que damos cada paso en el camino; nuestros miembros que se cansan con el trabajo; nuestros corazones que se desmayan, nuestro valor que decae—nuestra fe que revive nuestras fuerzas caídas, nuestra esperanza que inyecta nuevo valor a nuestras almas—mientras que subimos paso a paso trabajosamente” (The Power of God unto Salvation, p. 172).

Ser dirigido por el Espíritu Santo, para que sea plenamente efectivo, implica que uno se deja llevar. En cuanto a la interrelación de estos dos factores—la propia actividad de los creyentes y la dirección de Dios (el Espíritu Santo)—no podemos mejorar la declaración de Pablo que fue inspirada por el Espíritu: “Con temor y temblor continuad ocupándoos en vuestra salvación; pues es Dios el que está obrando en vosotros tanto el querer como el hacer por su beneplácito” (Fil. 2:12, 13).

(3) Sus preciosos resultados
a. Quienes son dirigidos por el Espíritu respiran el exhilarativo y vigorizante aire de la libertad moral y espiritual. No estando ya más bajo la esclavitud de la ley, obedecen a los preceptos de Dios con gozo de corazón (Gá. 5:1, 18).
b. Detestan y se oponen vigorosamente a “las obras de la carne” (5:17, 19–21, 24).
c. Aman las Escrituras (cuyo autor es el Espíritu mismo) y al Dios trino revelado en ellas en todos sus maravillosos atributos (Ro. 7:22; cf. Sal. 119; Jn. 16:14).
d. En sus vidas abunda “el fruto del Espíritu” (Gá. 5:22, 23; 6:2, 8–10).
e. Esto acrecienta su libertad de acceso al trono de la gracia (Ef. 2:18; cf. Ro. 5:1, 2; Heb. 4:14–16).
f. También va de la mano con el testimonio del Espíritu en sus corazones, asegurándoles que son hijos de Dios (2 P. 1:5–11; cf. Ro. 8:16).
g. Por último, el fruto del Espíritu que abunda en sus vidas fortalece grandemente el testimonio de ellos en el mundo, y todo esto para la gloria de Dios trino (Hch. 1:8; cf. Jn. 15:26, 27).

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sábado, 22 de junio de 2013

La Iglesia que Camina VS la iglesia que se estanca

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: 29MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
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UN PECADO GRAVE PERO IGNORADO, LA GULA.

Este es un tema que nos hace falta oír a muchos cristianos el día de hoy, normalmente solo vemos como un pecado grave cuando alguien se emborracha o fuma, pero al igual que estos malos hábitos que son pecados porque dañan el cuerpo, también lo es el abuso a la comida, la gula o la glotonería.

Lucas 21:34
Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día.

Romanos 13:13
Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas
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CLINICAMENTE LA GULA ES UNA SOBREINGESTA COMPULSIVA Y ES UN TRASTORNO ALIMENTICIO
La persona experimenta ataques repentinos de glotonería en los que come excesivamente alimentos con alto contenido calórico y que suelen estar prohibidos para una dieta.

Después de este ataque de glotonería aparece una fase de restricción alimentaría en la que baja la energía vital y se siente la necesidad imperiosa de comer.

Una vez que se inicia otra sobreingesta, disminuye la ansiedad, el estado de ánimo mejora, el individuo reconoce que el patrón alimenticio no es correcto y se siente culpable por la falta de control.

Glotonería
f. Ansia y falta de medida en el comer:
Sinónimos: Gula, voracidad, hambronería, tragonería, ansia
Antónimos: templanza, inapetencia, desgana

LA OBESIDAD ES UNA ENFERMEDAD CRÓNICA
Estas enfermedades comparten varias características:

*Origen asociado con el estilo de vida.
*Evolucionan de manera progresiva a través del tiempo
*Muchas veces su primera manifestación corresponde a la agudización de alguno de los problemas que las acompañan
*Varias de ellas actúan como condicionantes o favorecedoras de otras

Más allá del volumen de grasa corporal total, que por si misma representa un factor de riesgo, su manera de distribuirse en el cuerpo puede hacer que ese riesgo se incremente, como sucede con la grasa abdominal. Entre estos se ha reportado una frecuencia mayor de casos de hipertensión arterial, diabetes e infartos a edades tempranas.

El comer en exceso trae GRAVES PROBLEMAS al cuerpo, a igual que el licor o el tabaco!!!!

No recuerdo de donde saque esta nota, pero es muy útil vean:
Los apetitos físicos son una analogía de nuestra habilidad para controlarnos a nosotros mismos. Si somos incapaces de controlar nuestros hábitos alimenticios, probablemente también somos incapaces de controlar otros hábitos como los de la mente (lascivia, avaricia, ira), e incapaces de guardar nuestra boca del chisme o del conflicto.
No debemos permitir que nuestros apetitos nos controlen, sino más bien debemos ejercer control sobre nuestros apetitos. (ver Deuteronomio 21:20, Proverbios 23:2; 2 Pedro 1:5-7, 2 Timoteo 3:1-9, y 2 Corintios 10:5) La habilidad de decir “no” a cualquier exceso –“auto-dominio”— es uno de los frutos del Espíritu que es común para todos los creyentes (Gálatas 5:22).
Que importante es que no toleremos mas este mal habito, este pecado dentro de la iglesia que día con día cobra mas vida y aun de muchos ministros, personalmente yo e batallado mucho con este pecado, desde niño, ya lo traigo en mi genética e orado de muchas formas y e hecho miles de promesas y no lo podía vencer, el vencer la obesidad es cuestión de tomar una decisión, así con la fe que tenemos para echar fuera demonios, así con la fe que tuvimos para dejar de fumar o tomar, necesitamos esa misma fe para vencer la gula, la obesidad.

Todo comienza con una decisión, ahora me encuentro en tratamiento, no medico, hace tiempo fue con un nutriologo y estoy siguiendo sus recomendaciones.

Es increíble la manera en que nos hemos descuidado muchos cristianos, nuestra vida enclaustrada dentro de la iglesia nos a llevado a descuidar nuestra salud, no digo que estar gordito sea pecado, sino la GLOTONERIA, LA GULA, el comer en exceso eso si es PECADO aunque Luis Palau diga que no, SI ES PECADO.

¿Que reacción tenemos cuando vemos a un creyente fumando o con una cerveza en la mano?
¿Acaso no nos alarmamos y escandalizamos?
¿Y porque no nos alarmamos cuando comemos de mas?
¿No es igual de dañino?
Las estadísticas oficiales nacionales reportan de manera alarmante que sólo en México 35 millones de personas son víctimas de la obesidad y que es ésta la causa más importante para padecer de diabetes mellitus. En la mayor parte de los estudios realizados, el sobrepeso se señala como un factor que genera un riesgo mayor de desarrollar diabetes.

¿Sabias que Dios iguala el pecado de la glotonería al de beber en demasía?

Proverbios 23:20-21
No estés con los bebedores de vino, ni con los comedores de carne; porque el bebedor y el comilón empobrecerán, y el sueño hará vestir vestidos rotos.

Dios Habla Hoy dice
Proverbios 23:20-21
No te juntes con los borrachos ni con los que comen demasiado, pues los borrachos y los glotones acaban en la ruina, y los perezosos se visten de harapos.

La comida es una bendición de Dios pero no la pongamos en primer lugar

Génesis 25:30
dijo a Jacob: Te ruego que me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado. Por tanto fue llamado su nombre Edom.

Esau cambio su primogenitura por la comida

Éxodo 16:3
y les decían los hijos de Israel: Ojalá hubiéramos muerto por mano de Jehová en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud.

Ezequiel 16:49
He aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso.

El pecado de Sodoma no fue solo su sexualidad descontrolada, fue la soberbia, la glotonería y la ociosidad!!!


Filipenses 3:19
El fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal.

Vientre: koílos (vacío); cavidad, el abdomen

Versión Biblia de Lenguaje Sencillo
Filipenses 3:19
Esa gente va a terminar en el infierno. Vive sólo para comer, y está orgullosa de lo que hace, cuando en realidad deberían sentir vergüenza. Sólo piensa en las cosas malas de este mundo.

Versión Dios Habla Hoy
Filipenses 3:19
Y su fin es la perdición. Su dios son sus propios apetitos, y sienten orgullo de lo que debería darles vergüenza. Solo piensan en las cosas de este mundo.

No podemos descuidar nuestra salud, comamos con sabiduría, ya no lo hagamos por tener una buena estética, sino para estar sanos!!!

1 Samuel 2:13-17
Y era costumbre de los sacerdotes con el pueblo, que cuando alguno ofrecía sacrificio, venía el criado del sacerdote mientras se cocía la carne, trayendo en su mano un garfio de tres dientes, y lo metía en el perol, en la olla, en el caldero o en la marmita; y todo lo que sacaba el garfio, el sacerdote lo tomaba para sí. De esta manera hacían con todo israelita que venía a Silo.

Asimismo, antes de quemar la grosura, venía el criado del sacerdote, y decía al que sacrificaba: Da carne que asar para el sacerdote; porque no tomará de ti carne cocida, sino cruda.

Y si el hombre le respondía: Quemen la grosura primero, y después toma tanto como quieras; él respondía: No, sino dámela ahora mismo; de otra manera yo la tomaré por la fuerza.

Era, pues, muy grande delante de Jehová el pecado de los jóvenes; porque los hombres menospreciaban las ofrendas de Jehová.

A los hijos de Eli no les importaban los sacrificios que le hacían a Dios, a ellos lo único que les importaba era el saciarse.

A Dios le preocupa nuestra salud, tenemos que cuidarnos, para no estar enfermos después, debemos de saber decir NO a nuestros apetitos.


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