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sábado, 10 de diciembre de 2016

Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. A PROPÓSITO DE LA NAVIDAD

PARA RECORDAR ... El que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



LA NAVIDAD Y LA FIESTA DE LOS TABERNÁCULOS
NAVIDAD
EL NACIMIENTO DE JESUCRISTO

EL NACIMIENTO PROFÉTICO QUE CAMBIÓ LA HISTORIA DEL MUNDO Y PUEDE CAMBIAR SU VIDA

Feliz Navidad porque nuestro Dios ha enviado a Su Hijo que se ha hecho hombre y ha venido de Su Reino eterno a nuestro mundo finito para salvarnos de este mundo y de la muerte, para que tengamos acceso, por la fe en Su obra, al Reino de Dios por la eternidad, si recibimos a Jesucristo en nuestro corazón, el niño que cumplió la profecía: ...Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro, y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz... Isaías 9:6. Pocos textos en la Biblia son tan claros y explícitos como éste sobre el nacimiento profético y la naturaleza del Mesías. Yahshua, Jesucristo el Hijo de Dios, Yahweh.
En este estudio sobre la Navidad, sobre el nacimiento de Jesucristo y su repercusión en la humanidad, veremos varios apartados. Primero veremos los Textos sobre el nacimiento de Jesús, seguido de la historia de la Navidad y las tradiciones. Luego pasaremos a un apartado dedicado a las profecías que cumplió Jesús en Su nacimiento, y finalmente una tabla comparativa donde de un solo vistazo podemos ver la siguiente información fundamental dividida en tres columnas: La historia Bíblica y su paralelismo con la historia de la vida de Jesús; la vida de Jesús de Nazaret y su paralelismo con la historia del hombre, "La Navidad de Jesucristo", y la repercusión del nacimiento, vida, muerte y resurrección de Jesús en la historia del hombre. Jesucristo ha sido concebido en nuestra alma por el Espíritu Santo, para nacer, para que nazcamos de nuevo. Toda la historia de Jesucristo tiene un enfoque hacia el hombre, "...pues por nosotros se escribió... 1Corintios 9:10, y por nosotros nació, murió y resucitó Jesucristo". ¿Es Navidad en su alma, María?.

TEXTOS BÍBLICOS DEL NACIMIENTO DE JESUCRISTO
MIQUEAS 5
2Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad.
 
MATEOCAPÍTULO 1
NACIMIENTO DE JESÚS LLAMADO EL CRISTO
18El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo.
La virgen María simboliza toda alma en la que nace Cristo por ser engendrado del Espíritu. Ella, cualquiera de nosotros,  no se considera digna. No tiene este engendramiento procedencia de José, quien representa nuestra carne, porque Cristo nace en nosotros por la fe y no por nuestras obras de la carne, nuestra moral, o nuestros esfuerzos de justicia.
19José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente.
José, nuestra carne, no usa normalmente la mente para las cosas de Dios, sino para racionalizar y explicar científicamente como funcionan las cosas. Por eso quiso dejar a María secretamente, ya que, como diríamos hoy: ¿En qué cabeza cabe la mente de Cristo? Es necesario nacer de nuevo para asimilar que uno tiene que negarse a si mismo.
20Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.  21Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.
No temas recibir a Cristo en tu alma, porque el es EMANUEL, Dios con nosotros. Así está profetizado que el Cristo nacería dela Virgen. Isaías 7:14.
22Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: 23 He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros. 24Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer.  25Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre JESÚS.
Primero llama la atención el nombre del hijo de José y María, el ángel indica Emanuel que es Dios con nosotros, y al nacer le llamaron Yeshua o Yahshua, que es Salvación de Dios, y la salvación ¿para quien es?: para nosotros, es decir que el nombre de Jesús era en realidad: Dios nuestro Salvador, esto es lo que era este niño que venía al mundo. Yah-Shua, como Yah-Weh. Hay otras raíces del nombre de Dios en el Tetragramatón YHWH que también son parte de Su nombre.
También vemos que el Señor nos avisa de Sus planes para con nosotros a través de los sueños. Pero José no conoció a María; esto es: no tuvo relación matrimonial hasta que nació Jesús; que el hombre no conoce al Señor hasta que la semilla del Evangelio no da el fruto en nuestra alma y cambia nuestra mentey nos hace nacer del Espíritu, y este fruto es Jesucristo.

MATEO: CAPÍTULO 2
LA VISITA DE LOS MAGOS
1Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes
El Mesías viene al mundo en pleno reinado de Satanás sobre los hombres. De igual modo ocurre cuando viene a cualquier persona hoy día.
vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, 2diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle.
Aquellos que tienen espíritu de sabiduría y también aquellos que tienen  potestades de los aires con ellos, vienen a adorar a Aquel que es Rey de los espíritus. También representa que los sabios del mundo reconocerán en nosotros la sabiduría de Dios, que es superior a la humana.
3Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él.
Se turba el diablo cuando ya ve que se le acaba el tiempo en un alma porque Cristo ha nacido en ella. Y toda Jerusalén con él, simboliza a todos los hombres de religión en el mundo que saben que con sus obras no pueden justificarse ante Dios, que ha llegado el día del Señor.
4Y convocados todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo.  5Ellos le dijeron: En Belén de Judea; porque así está escrito por el profeta:
El nacimiento del Mesías está profetizado en La Biblia y los Judíos lo sabían y lo saben. Es dureza de corazón no aceptarle, aunque ya hay muchos Judíos Mesiánicos que han aceptado al Mesías que había de venir, a Yahshua llamado el Cristo.
6tú, Belén, de la tierra de Judá, No eres la más pequeña entre los príncipes de Judá; Porque de ti saldrá un guiador,que apacentará a mi pueblo Israel. 7Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, indagó de ellos diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella;  8y enviándolos a Belén, dijo: Id allá y averiguad con diligencia acerca del niño; y cuando le halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya y le adore.  9Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño.  10Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo.  11Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra.
Los magos, también llamados sabios, son aquellos del mundo que están buscando la verdad de Dios, y que con sus conocimientos, a veces entrando en ocultismo y otras abominaciones, se dan cuenta de que el que está delante de toda la creación es el Dios de los espíritus. Por ello estos hombres vienen a adorar, honrar y glorificar a Dios en Su Hijo Jesús, mandado para la salvación del mundo. Ellos le ofrecen todo lo más preciado y significativo para un rey: oro representando sus riquezas espirituales, sus experiencias de sus vidas, incienso: sus oraciones para conocer a Dios, y mirra: la amargura de sus vidas sin Dios. Un poco los que experimentaría nuestro Señor, el oro que es la riqueza de un Rey, en este caso el Rey de reyes, incienso su ministerio del Sacerdocio de la intercesión por amor a los hombres, y la amargura de la mirra en aquellas almas que le aborrecen por ser lleno de bondad y amor espiritual, las almas que se pierden y el sufrimiento de Su pasión, ...le dieron a beber vino mezclado con mirra. Marcos 15:23.
12Pero siendo avisados por revelación en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.
MATANZA DE LOS NIÑOS
13Después que partieron ellos, he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José y dijo: Levántate y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te diga; porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo. 14Y él, despertando, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto,
He aquí José, un alma que ya tiene a Cristo dentro de sí, porque le ha aceptado en su corazón; que tome al niño y a su madre, o sea que lleve consigo en María, su alma, y al niño, que es Cristo. Le es indicado por el Señor que vaya a Egipto, en otras palabras, que vaya a seguir viviendo en el mundo, como uno más, para que confíe en que el Señor le irá dando sabiduría, señales y enseñanza, para su vida acompañado de Dios y ser luz para los demás, trayéndoles a Aquel que Es la Luz del mundo.
Que no nos apartemos de los demás que aun no creen, ya que si lo hacemos, los aborrecemos, y Cristo precisamente quiere que no dejemos de estar en contacto con los que aun están muertos al Espíritu. Porque he aquí que el diablo busca formas para que aborrezcamos a los que no tienen fe. También intenta influenciar a aquellos que ahora ven a Dios para que se consideren la élite y los perfectos. Nada que ver con el comportamiento de Cristo que se mezcla con los pecadores para salvarlos, sin pecar, y dando el ejemplo a seguir.
15y estuvo allá hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta, cuando dijo: De Egipto llamé a mi Hijo. 16Herodes entonces, cuando se vio burlado por los magos, se enojó mucho, y mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores, conforme al tiempo que había inquirido de los magos.  17Entonces se cumplió lo que fue dicho por el profeta Jeremías, cuando dijo: 18 Voz fue oída en Ramá, Grande lamentación, lloro y gemido; Raquel que llora a sus hijos, y no quiso ser consolada, porque perecieron. 19Pero después de muerto Herodes, he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José en Egipto, 20diciendo: Levántate, toma al niño y a su madre, y vete a tierra de Israel, porque han muerto los que procuraban la muerte del niño.  
Cuando ha muerto el rey Herodes, que representa a Satanás o mejor dicho, cuando el diablo deja de tentar a un alma que acaba de recibir a Jesús, como tentó a Cristo, entonces recibe la instrucción de ir a Israel, es decir a ser parte del Pueblo Espiritual de Dios, la Iglesia: Aquellos que han recibido a Jesucristo, el Hijo de Dios, El Mesías. También veremos a Jerusalén como ciudad donde se predica ya al Mesías por los Judíos Mesiánicosporque los Judíos ya comienzan a reconocer a Yahshua como el Mesías prometido, conforme a la profecía de Romanos 11.
21Entonces él se levantó, y tomó al niño y a su madre, y vino a tierra de Israel.  22Pero oyendo que Arquelao reinaba en Judea en lugar de Herodes su padre, tuvo temor de ir allá; pero avisado por revelación en sueños, se fue a la región de Galilea,  23y vino y habitó en la ciudad que se llama Nazaret, para que se cumpliese lo que fue dicho por los profetas, que habría de ser llamado Nazareno.

LUCAS: CAPÍTULO 2
8Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño.
También hoy podemos interpretarlo del siguiente modo: Había en la región guías del pueblo de Dios que aguardaban las buenas noticias del Mesías, para bendecir a aquellas personas que aprendían con ellos las cosas de Dios. Hoy esos mismos pastores esperan también la venida de Cristo en los corazones de aquellos a los que predican.
9Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. 10Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: 11que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. 12Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. 13Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: 14 ¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!
Día de gran gozo en el Cielo y en la tierra. Esto es lo que se debe celebrar en Navidad, aunque no coincida con la fecha real; este es el mensaje que debemos llevar a nuestro prójimo para que Dios toque sus corazones y para la Gloria de Dios.
15Sucedió que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado. 16Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. 17Y al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño. 18Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían.
Todos los que oyen el mensaje de predicación se maravillan. 
19Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. 20Y volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho.

María y cualquier alma, al conocer a Cristo y sobre Cristo, medita atónita sobre El que ha nacido en su corazón.
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martes, 30 de agosto de 2016

Tú no entiendes ahora lo que Yo hago, pero lo comprenderás después de estas cosas... El que ha sido bañado no tiene necesidad de lavarse sino los pies, pues está todo limpio; y vosotros estáis limpios, aunque no todos

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




LA BIBLIA NO ES UN LIBRO INCOMPRENSIBLE
   ESCUDRIÑEMOS LAS ESCRITURAS  CON SABIDURÍA Y HERRAMIENTAS
Con demasiada frecuencia nos encontramos con alguien que dice muy sentidamente: «No tiene que interpretar la Biblia; solo léala y haga lo que ella dice». 
Normalmente, una observación como esa refleja la protesta del laico contra el especialista «profesional», pastor, maestro o maestro de Escuela Dominical, quien al «interpretar» parece arrebatarle la Biblia a la persona común. Es su manera de decir que la Biblia no es un libro oscuro. «Después de todo», se alega, «cualquier persona medio dotada puede leerla y comprenderla. 
El problema con demasiados predicadores y maestros es que le dan tantas vueltas que tienden a oscurecer su sentido. Lo que estaba claro para nosotros cuando la leímos no queda tan claro». Hay mucho de cierto en esta protesta. 
Estamos de acuerdo en que los cristianos deben leer, creer y obedecer la Biblia. Y especialmente estamos de acuerdo en que la Biblia no necesita ser un libro oscuro si se estudia y lee de forma adecuada. De hecho, estamos convencidos de que el problema más serio que tiene la gente con la Biblia no es la falta de comprensión ¡sino el hecho de que entienden la mayoría de las cosas demasiado bien! Por ejemplo, con un texto como:«Háganlo todo sin quejas ni contiendas» (Fil 2:14), el problema no es comprenderlo sino obedecerlo, ponerlo en práctica. 
También coincidimos en que el predicador o maestro con demasiada frecuencia es proclive a hurgar primero y mirar después, y en consecuencia encubrir el significado llano del texto, que a menudo está en la superficie. Permítanos decir al principio —y repetir en todas partes— que la meta de una buena interpretación no es la originalidad; no se trata de descubrir lo que nadie ha visto antes. 
Una interpretación que tiene la meta o el propósito de lograr la originalidad puede atribuirse por lo general al orgullo (a un intento de «deslumbrar» al resto del mundo), una equivocada comprensión de la espiritualidad (en la que la Biblia está llena de verdades ocultas que esperan por una persona espiritualmente sensible con una especial perspicacia para que las desentierre), o intereses disfrazados (la necesidad de apoyar un prejuicio teológico, especialmente al tratar con textos que parecen contradecir ese prejuicio). 
Las interpretaciones originales están normalmente equivocadas. Esto no es decir que la correcta comprensión de un texto no pueda aparecer a menudo original a alguno que la escucha por primera vez. Pero sí que la originalidad no es la meta de nuestra tarea. La meta de una buena interpretación es simple: captar el «significado llano del texto». Y el ingrediente más importante que aportamos a esta tarea es el sentido común bien informado. La prueba de una buena interpretación es que hace que el texto tenga sentido. 
Por lo tanto, una interpretación correcta da un respiro a la mente a la vez que aguijonea el corazón. Pero si lo único que concierne a la correcta interpretación es el significado llano, ¿para qué interpretar? ¿No proviene el significado llano de una simple lectura? En cierto sentido, sí. Pero en un sentido más profundo, un argumento como ese es ingenuo e irreal debido a dos factores: la naturaleza del lector y la naturaleza de la Biblia.
La primera razón por la que se necesita aprender cómo interpretar es que, nos guste o no, cada lector es al mismo tiempo un intérprete. Esto es, la mayoría de nosotros asume mientras leemos que también comprendemos lo que leemos. También tendemos a pensar que nuestra comprensión se equipara con el objetivo del Espíritu Santo o del autor humano. No obstante, traemos invariablemente al texto todo lo que somos, con todas nuestras experiencias, cultura y previa comprensión de las palabras e ideas. 
A veces lo que traemos al texto, seguramente sin intención, nos lleva por mal camino, o si no hace que leamos toda clase de ideas ajenas al texto. De esa manera, cuando una persona de nuestra cultura escucha la palabra «cruz», siglos de arte y simbolismo cristiano hacen que la mayoría de la gente piense automáticamente en una cruz romana (†), aunque es muy poco probable que esa fuera la forma de la cruz de Jesús, que probablemente tenía el aspecto de una «T». 
La mayoría de los protestantes, y también de los católicos, cuando leen un texto sobre la iglesia en el culto, automáticamente visualizan a gente sentada en un edificio con «bancos» muy parecidos a los nuestros. 
Cuando Pablo dice: «No proveáis para los deseos de la carne» (RVR-60), las personas en la mayoría de las culturas de habla hispana tiende a pensar que «carne» significa «cuerpo» y que por lo tanto Pablo habla de los «apetitos del cuerpo». Pero la palabra «carne» tal como Pablo la usa, muy rara vez se refiere al cuerpo —y en este texto casi seguramente no lo hizo— sino a una dolencia espiritual llamada a veces «la naturaleza pecadora», que denota una existencia totalmente centrada en sí misma. Por lo tanto, sin proponérselo, el lector interpreta mientras lee, y desafortunadamente demasiado a menudo interpreta de manera incorrecta. 
Esto nos lleva además a notar que de todos modos el lector de una Biblia castellana ya tiene una interpretación. Porque una traducción es en sí misma una (necesaria) forma de interpretación. Su Biblia, no importa la traducción que utilice, la cual es su punto de partida, de hecho es el resultado final de mucho trabajo erudito. A los traductores se les pide por lo regular que tomen decisiones relativas a significados, y sus decisiones afectarán cómo usted comprende. Por consiguiente, los buenos traductores toman en consideración el problema de nuestras diferencias idiomáticas. Pero no es una tarea fácil. 
En Romanos 13:14, por ejemplo, ¿debemos traducir «carne» (como en RVR-60, RVR-95, BJ, RVA), debido a que es la palabra que usó Pablo, y entonces dejar que un intérprete nos diga que «carne» no significa «cuerpo»? ¿O debemos «ayudar» al lector y traducir «naturaleza pecaminosa» (como en NVI) o «desordenados apetitos» (como CB) porque esto se aproxima más a lo que Pablo realmente quiso decir? Retomaremos esta cuestión con más detalle en el siguiente capítulo. 
Por ahora es suficiente para señalar cómo el hecho de la traducción en sí misma ya abarca una de las tareas de interpretación. La necesidad de interpretar también se debe fundar en la percepción de lo que ocurre en derredor nuestro todo el tiempo. Una simple mirada a la iglesia contemporánea, por ejemplo, evidencia con mucha claridad que no todo «significado llano» es igualmente llano para todos. 
Es más que un interés pasajero notar que la mayoría de aquellos que argumentan en la iglesia de hoy que las mujeres deben mantenerse en silencio en la iglesia sobre la base de 1 Corintios 14:34-35 al mismo tiempo niegan la validez de hablar en lenguas y profetizar, el preciso contexto en que ocurre el pasaje del «silencio». Y aquellos que afirman sobre la base de 1 Corintios 11:2-16 que las mujeres deben orar y profetizar al igual que los hombres normalmente niegan que deben hacerlo con las cabezas cubiertas. 
Para algunos, la Biblia «enseña con claridad» el bautismo de los creyentes por inmersión; otros creen que pueden demostrar con la Biblia el bautismo de infantes. La «seguridad eterna» y la posibilidad de que alguien «pierda la salvación» se predican en la iglesia, ¡pero nunca lo hace la misma persona! A pesar de eso se afirman ambas como el significado llano de textos bíblicos. Aun los dos autores de este libro tienen algunas discrepancias sobre el significado «claro» de ciertos textos. Pero todos leemos la misma Biblia, y tratamos de ser obedientes a lo que el texto dice «con claridad».
Fuera de estas diferencias reconocibles entre cristianos que creen en la Biblia, también salen a flote todo tipo de cosas extrañas. Por lo general se pueden reconocer las sectas, por ejemplo, porque aceptan otra autoridad aparte de la Biblia. Pero no todos lo hacen; y en todo caso tuercen la verdad por la forma en que seleccionan los textos de la Biblia. 
Toda herejía o práctica imaginable —desde el arrianismo de los Testigos de Jehová (que niega la divinidad de Cristo), al bautismo de los muertos entre los Mormones, a la manipulación de serpientes por sectas apalaches — afirman estar «respaldadas» por un texto. Aun entre gente teológicamente más ortodoxa, muchas ideas extrañas se las arreglan para obtener aceptación en varias denominaciones. Por ejemplo, una de las furias actuales entre protestantes americanos, especialmente carismáticos, es el llamado evangelio de salud y prosperidad. La «buena noticia» es que la voluntad de Dios es que usted sea próspero financiera y materialmente. 
Uno de los defensores de este «evangelio» comienza su libro alegando el «significado llano» de la Biblia y afirmando que la Palabra de Dios es fundamental a lo largo de su estudio. Dice que lo importante no es lo que pensamos sino lo que de veras dice. Lo que él busca es el «significado llano». Pero uno comienza a preguntarse qué es de verdad el «significado llano» cuando se propone la prosperidad como la voluntad de Dios a partir de un texto como 3 Juan 2: «Querido hermano, oro para vaya bien en todos tus asuntos y goces de buena salud, así como prosperas espiritualmente» (NVI), texto que de hecho no tiene nada que ver con la prosperidad financiera
Otro ejemplo toma el significado llano de la historia del joven rico (Marcos 10;17-22) como precisamente lo opuesto «de lo que esta dice» y atribuye la «interpretación» al Espíritu Santo. Hay que preguntarse con razón si lo que del todo se busca es el significado llano; quizá el significado llano no sea más que lo que ese autor quiere que el texto diga a fin de apoyar algunas ideas favoritas. Dada toda esta diversidad, tanto dentro como fuera de la iglesia, y todas las diferencias incluso entre eruditos, quienes se espera que conozcan «las reglas», no extraña que algunos estén a favor solo de leer, no de interpretar. Pero como hemos visto, esta es una opción falsa. El antídoto para una mala interpretación no es renunciar a interpretar sino una buena interpretación, basada en las directivas del sentido común. Los autores de este libro trabajan sin hacerse ilusiones de que leyendo y siguiendo nuestras orientaciones todo el mundo coincidirá al mal en cuanto al «significado llano», ¡nuestro significado! Lo que sí esperamos alcanzar es elevar la sensibilidad del lector hacia los problemas específicos inherentes a cada género, ayudar al lector a conocer por qué existen diferentes opciones y cómo formular juicios sensatos, y especialmente capacitar al lector para discernir entre las interpretaciones buenas y no tan buenas, y conocer lo que las hace ser una cosa o la otra.
Una razón más significativa para interpretar reside en la naturaleza misma de la Biblia. Históricamente la iglesia ha entendido la naturaleza de la Biblia casi de la misma manera que ha entendido la persona de Cristo: la Biblia es al mismo tiempo humana y divina. «La Biblia», se ha dicho con razón, «es la Palabra de Dios dada en la historia en palabras humanas». Esta naturaleza dual de la Biblia es la que nos demanda la tarea de interpretación. 
Como la Biblia es la Palabra de Dios, ella tiene relevancia eterna ; le habla a toda la humanidad, en toda era y toda cultura. Debido a que es la Palabra de Dios, debemos escuchar y obedecer. Pero como Dios decidió pronunciar su Palabra a través de palabras humanas en la historia, todo libro de la Biblia posee también un carácter histórico; cada documento está condicionado por el lenguaje, el tiempo, y la cultura en la que originalmente se escribió (y en algunos casos también por la historia oral que tuvo antes de que lo escribieran). La «tensión» que existe entre su relevancia histórica y su particularidad histórica es lo que demanda una interpretación de la Biblia. 
Por supuesto, hay algunos que creen que la Biblia no es más que un libro humano, y que contiene solo palabras humanas en la historia. Para estas personas la tarea de interpretar está limitada a una búsqueda histórica. Su interés, al igual que al leer a Cicerón o a Milton, está dirigido a las ideas religiosas de los judíos, Jesús o la iglesia primitiva. Por consiguiente, la tarea para ellos es puramente histórica. ¿Qué significaban estas palabras para la gente que las escribió? ¿Qué pensaban de Dios? ¿Cómo se veían a sí mismos? Por otro lado, hay los que piensan en la Biblia solo en términos de su relevancia eterna. Como es la Palabra de Dios, tienden a pensar que es solo una colección de propuestas que se deben creer e imperativos que se deben obedecer, pese a que hay mucho de picoteo y selección entre las propuestas y los imperativos. 
Por ejemplo, hay cristianos que, sobre la base de Deuteronomio 22:5 («La mujer no se pondrá ropas de hombre»), alegan que una mujer no debe utilizar pantalones o shorts, porque se estima que son «ropas masculinas». Pero las mismas personas rara vez toman literalmente los otros imperativos de esta lista, la que incluye construir una baranda alrededor de la azotea (v. 8), ni sembrar diferentes tipos de semilla en una viña (v. 9), y poner borlas en las cuatro puntas del manto con que se cubren (v. 12). 
La Biblia, sin embargo, no es una serie de propuestas e imperativos; no es solo una colección de «Máximas del Dios Presidente», como si este nos mirase desde el cielo y dijera: «Oye, tú allá abajo, aprende estas verdades. 
Número  1, No hay Dios sino uno, y ese soy yo. Número 2, Soy el Creador de todas las cosas, incluyendo la humanidad, y así sucesivamente, hasta la propuesta número 7.777 y el imperativo número 777. Por supuesto, estas propuestas son ciertas, y se hallan en la Biblia (aunque no exactamente de esta forma). 
De hecho un libro pudiera haber hecho más fáciles para nosotros muchas cosas. Pero, por dicha, esa no es la forma en que Dios decidió hablarnos. Antes bien, quiso comunicar sus verdades eternas dentro de las circunstancias y acontecimientos particulares de la historia humana. Esto también es lo que nos da esperanza. Y porque Dios decidió hablar en el contexto mismo de la historia humana, debemos cobrar ánimo y pensar que estas palabras hablarán una y otra vez en nuestra historia «real», como lo han hecho a lo largo de la historia de la iglesia. El hecho de que la Biblia tiene un lado humano es lo que nos alienta, y también es nuestro reto, y el motivo por el que necesitamos interpretar. Hay que señalar dos cosas a este respecto: 

  1. Una de las cosas más importantes del lado humano de la Biblia es que, a fin de comunicar Su Palabra a todas las condiciones humanas, Dios decidió utilizar casi todo tipo de comunicación: relatos históricos, genealogías, crónicas, leyes de todos los tipos, poesía de todos los tipos, proverbios, oráculos proféticos, acertijos, drama, bosquejos biográficos, parábolas, cartas, sermones, y revelaciones apocalípticas. Para interpretar adecuadamente el «entonces y allí» de los textos bíblicos, debemos conocer no  sólo algunas reglas generales que se aplican a todas las palabras de la Biblia, sino también las reglas especiales que se aplican a cada uno de estas formas literarias (géneros). La manera en que Dios nos comunica su Palabra en el «aquí y ahora» diferirá a menudo de una forma a otra. Por ejemplo, necesitamos conocer cómo un salmo, una forma frecuentemente dirigida a Dios, funciona como la Palabra de Dios para nosotros, y cómo ciertos salmos difieren de otros, y cómo todos ellos difieren de «las leyes», que fueron a menudo dirigidas a gente en situaciones culturales que ya no existen. ¿Cómo nos hablan esas «leyes», y cómo difieren de las «leyes» morales, que siempre son válidas en todas las circunstancias? Esas son las preguntas que la naturaleza dual de la Biblia nos impone. 
  2. Al hablar a través de personas de carne y hueso, en una variedad de circunstancias, durante un período de 1500 años, la Palabra de Dios se expresó en el vocabulario y por medio de los patrones de esas personas y estuvo condicionada por la cultura de esos tiempos y circunstancias. En otras palabras, la Palabra de Dios para nosotros fue antes Palabra de Dios para ellos. Si iban a escucharla, esta solo podría llegar a través de hechos y en un lenguaje que ellos pudieran haber entendido. Nuestro problema es que estamos muy lejos de ellos en el tiempo, y algunas veces en el pensamiento. Este es el motivo principal por el que hace falta aprender a interpretar la Biblia. Si la Palabra de Dios sobre las mujeres que usan ropas de hombres o las personas que construyen barandas alrededor de la azotea se refieren a nosotros, primero necesitamos saber qué le dijo a sus destinatarios originales y por qué. De manera que la tarea de interpretar involucra al estudiante/lector a dos niveles. Primero, hay que escuchar la Palabra que ellos escucharon; usted debe tratar de comprender lo que se les dijo a ellos entonces y allí (exégesis). Segundo, debe aprender a escuchar la misma Palabra en el aquí y ahora (hermenéutica). 
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martes, 2 de agosto de 2016

"No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre." Pero hay en mi corazón como un fuego ardiente, apresado en mis huesos. Me canso de contenerlo y no puedo.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



PREDICAR: UNA GRAN TAREA DADA POR JESUCRISTO

LECCIÓN III>>>

Jorge Whitefield – Predicador al aire 

Más de 100 mil hombres y mujeres rodeaban al predicador hace doscientos años en Cambuslang, Escocia.


Las palabras del sermón, vivificadas por el Espíritu Santo, se oían claramente en todas partes donde se encontraba ese mar humano. Es difícil hacerse idea del aspecto de la multitud de 10 mil penitentes que respondieron al llamado para aceptar al Salvador. Estos acontecimientos nos sirven como uno de los


pocos ejemplos del cumplimiento de las palabras de Jesús: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre” (Juan 14:12).

Había “como un fuego ardiente metido en los huesos” de este predicador, que era Jorge Whitefield.

Ardía en él un santo celo de ver a todas las personas liberadas de la esclavitud del pecado. Durante un período de veintiocho días realizó la increíble hazaña de predicar a diez mil personas diariamente. Su voz se podía oír perfectamente a más de un kilómetro de distancia, a pesar de tener una constitución física

delgada y de adolecer de un problema pulmonar. Todos los edificios resultaban pequeños para contener esos enormes auditorios, y en los países donde predicó, instalaba su pulpito en los campos, fuera de las ciudades. Whitefield merece el título de príncipe de los predicadores al aire libre, porque predicó un promedio de diez veces por semana, durante un período de treinta y cuatro años, la mayoría de las veces bajo el techo construido por Dios, que es el cielo.

La vida de Jorge Whitefield fue un milagro. Nació en una taberna de bebidas alcohólicas. Antes de cumplir tres años, su padre falleció. Su madre se casó nuevamente, pero a Jorge se le permitió continuar sus estudios en la escuela. En la pensión de su madre él hacía la limpieza de los cuartos, lavaba la ropa y vendía bebidas en el bar. Por extraño que parezca, a pesar de no ser aún salvo, Jorge se interesaba grandemente en la lectura de las Escrituras, leyendo la Biblia hasta altas horas de la noche y preparando sermones. 

En la escuela se lo conocía como orador. Su elocuencia era natural y espontánea, un don
extraordinario de Dios que poseía sin siquiera saberlo.

Se costeó sus propios estudios en Pembroke College, Oxford, sirviendo como mesero en un hotel.

Después de estar algún tiempo en Oxford, se unió al grupo de estudiantes a que pertenecían Juan y Carlos Wesley. Pasó mucho tiempo, como los demás de ese grupo, ayunando y esforzándose en mortificar la carne, a fin de alcanzar la salvación, sin comprender que “la verdadera religión es la unión del alma con Dios y la formación de Cristo en nosotros”.

Acerca de su salvación escribió poco antes de su muerte: “Sé el lugar donde… Siempre que voy a Oxford, me siento impelido a ir primero a ese lugar donde Jesús se me reveló por primera vez, y me concedió mi nuevo nacimiento.”

Con la salud quebrantada, quizás por el exceso de estudio, Jorge volvió a su casa para recuperarla.

Resuelto a no caer en el indiferentismo, estableció una clase bíblica para jóvenes que como él, deseaban orar y crecer en la gracia de Dios. Diariamente visitaban a los enfermos y a los pobres, y, frecuentemente, a los presos en las cárceles, para orar con ellos y prestarles cualquier servicio manual que pudiesen.

Jorge tenía en el corazón un plan que consistía en preparar cien sermones y presentarse para ser destinado al ministerio. Sin embargo, era tanto su celo que cuando apenas había preparado un solo sermón, ya la iglesia insistía en ordenarlo, teniendo él apenas veintiún años, a pesar de existir un reglamento que prohibía aceptar a ninguna persona menor de 23 años para tal cargo.

El día anterior a su separación para el ministerio lo pasó en ayuno y oración. Acerca de ese hecho, él escribió: 

“En la tarde me retiré a un lugar alto cerca de la ciudad, donde oré con insistencia durante dos horas pidiendo por mí y también por aquellos que iban a ser separados junto conmigo. El domingo me levanté de madrugada y oré sobre el asunto de la epístola de Pablo a Timoteo, especialmente sobre el precepto: “Ninguno tenga en poco tu juventud.” Cuando el presbítero me impuso las manos, si mi vil corazón no me engaña, ofrecí todo mi espíritu, alma y cuerpo para el servicio del santuario de Dios…

Puedo testificar ante los cielos y la tierra, que me di a mí mismo, cuando el presbítero me impuso las manos, para ser un mártir por Aquel que fue clavado en la cruz en mi lugar.”

Los labios de Whitefield fueron tocados por el fuego divino del Espíritu Santo en ocasión de su separación para el ministerio. El domingo siguiente, en esa época de frialdad espiritual, predicó por primera vez. Algunos se quejaron de que quince de los oyentes “enloquecieron” al escuchar el sermón.

Sin embargo, el presbítero al comprender lo que pasaba, respondió que sería muy bueno que los quince no se olvidasen de su “locura” antes del siguiente domingo.

Whitefield nunca se olvidó ni dejó de aplicar las siguientes palabras del doctor Delaney: “Deseo, todas las veces que suba al pulpito, considerar esa oportunidad como la última que se me concede para predicar y la última que la gente va a escuchar.” Alguien describió así una de sus predicaciones: “Casi nunca predicaba sin llorar y sé que sus lágrimas eran sinceras. Lo oí decir: ‘Vosotros me censuráis porque lloro.

Pero, ¿cómo puedo contenerme, cuando no lloráis por vosotros mismos, a pesar de que vuestras almas inmortales están al borde de la destrucción? No sabéis si estáis oyendo el último sermón o no, o jamás tendréis otra oportunidad de llegar a Cristo.'” A veces lloraba hasta parecer que estaba muerto y a mucho costo recuperaba las fuerzas. Se dice que los corazones de la mayoría de los oyentes se derretían ante el calor intenso de su espíritu, como la plata se derrite en el horno del refinador.

Cuando era estudiante del colegio de Oxford, su corazón ardía de celo, y pequeños grupos de alumnos se reunían en su cuarto diariamente; se sentían impelidos como los discípulos se sintieron después del derramamiento del Espíritu Santo el día de Pentecostés. El Espíritu continuó obrando poderosamente en él y por él durante el resto de su vida, porque nunca abandonó la costumbre de buscar la presencia de Dios.

Dividía el día en tres partes: ocho horas solo con Dios y dedicado al estudio, ocho horas para dormir y tomar sus alimentos, y ocho horas tiara el trabaja entre la gente. De rodillas leía las Escrituras y oraba sobre esa lectura, y así recibía luz, vida y poder. Leemos que en una de sus visitas a los Estados Unidos, “pasó la mayor parte del viaje a bordo solo, orando”. Alguien escribió sobre él: “Su corazón se llenó tanto de los cielos, que anhelaba tener un lugar donde pudiese agradecer a Dios; y completamente solo, durante horas, lloraba conmovido por el amor de su Señor que lo consumía.” Las experiencias que tenía en su ministerio confirmaban su fe en la doctrina del Espíritu Santo, como el Consolador todavía vivo, el Poder de Dios que obra actualmente entre nosotros.

Jorge Whitefield predicaba en forma tan vivida que parecía casi sobrenatural. Se cuenta que cierta vez predicando a algunos marineros, describió un navio perdido en un huracán. Toda la escena fue presentada con tanta realidad, que cuando llegó al punto de describir cómo el barco se estaba hundiendo, algunos de los marineros saltaron de sus asientos gritando: “¡A los botes! ¡A los botes!” En otro sermón habló de un ciego que iba andando en dirección de un precipicio desconocido. La escena fue tan natural que, cuando el predicador llegó al punto de describir la llegada del ciego a la orilla del profundo abismo, el Camarero Mayor, Chesterfield, que asistía al sermón, dio un salto gritando: “¡Dios mío! ¡Se mató!”

Sin embargo, el secreto de la gran cosecha de almas salvas no era su maravillosa voz, ni su gran elocuencia. Tampoco se debía a que la gente tuviese el corazón abierto para recibir el evangelio, porque ése era un tiempo de gran decadencia espiritual entre los creyentes.

Tampoco fue porque le faltase oposición. Repetidas veces Whitefield predicó en los campos porque las iglesias le habían cerrado las puertas. A veces ni ios hoteles querían aceptarlo como huésped. 
  • En Basingstoke fue agredido a palos. 
  • En Staffordshire le tiraron terrones de tierra. 
  • En Moorfield destruyeron la mesa que le servía de pulpito y le arrojaron la basura de la feria. 
  • En Evesham las autoridades, antes de su sermón, lo amenazaron con prenderlo si predicaba. 
  • En Exeter, mientras predicaba ante un auditorio de diez mil personas, fue apredreado de tal modo que llegó a pensar que le había llegado su hora, como al ensangrentado Esteban, de ser llamado inmediatamente a la presencia del Maestro. 
  • En otro lugar lo apedrearon nuevamente hasta dejarlo cubierto de sangre. Verdaderamente llevó en el cuerpo, hasta la muerte, las marcas de Jesús.
El secreto de obtener tales resultados con su predicación era su gran amor para con Dios. Cuando todavía era muy joven, se pasaba las noches enteras leyendo la Biblia, que tanto amaba. Después de convertirse, tuvo la primera de sus experiencias de sentirse arrebatado, quedando su alma enteramente al descubierto, llena, purificada, iluminada por la gloria y llevada a sacrificarse enteramente a su Salvador.

Desde entonces nunca más fue indiferente al servicio de Dios, sino que, por el contrario, se regocijaba trabajando con toda su alma, con todas sus fuerzas y con todo su entendimiento. Solamente le interesaban los cultos y le escribió a su madre que nunca más volvería a su antiguo empleo. Consagró su vida totalmente a Cristo. Y la manifestación exterior de aquella vida nunca excedía su realidad interior; así pues, nunca mostró cansancio, ni disminuyó la marcha durante el resto de su vida.

A pesar de todo, él escribió: “Mi alma estaba seca como el desierto. Me sentía como si estuviese encerrado dentro de una armadura de hierro. No podía arrodillarme sin prorrumpir en grandes sollozos y oraba hasta quedar empapado en sudor… Sólo Dios sabe cuántas noches quedé postrado en la cama, gimiendo por lo que sentía y, ordenando en el nombre de Jesús, que Satanás se apartase de mí. Otras veces pasé días y semanas enteras postrado en tierra suplicando a Dios que me liberase de los pensamientos diabólicos que me distraían. El interés propio, la rebeldía, el orgullo y la envidia me atormentaban, uno después de otro, hasta que resolví vencerlos o morir. Luchaba en oración para que Dios me concediese la victoria sobre ellos.”

Jorge Whitefield se consideraba un peregrino errante en el mundo, en busca de almas. Nació, se crió, estudió y obtuvo su diploma en Inglaterra. Atravesó el Atlántico trece veces. Visitó Escocia catorce veces.

Fue a Gales varias veces. Estuvo una vez en Holanda. Pasó cuatro meses en Portugal. En las Bermudas ganó muchas almas para Cristo, así como en todos los lugares donde trabajó.

Acerca de lo que experimentó en uno de esos viajes a la Colonia de Georgia, Whitefield escribió: “Recibí de lo alto manifestaciones extraordinarias. Al amanecer, al mediodía, al anochecer y a medianoche — de hecho el día entero — el amado Jesús me visitaba para renovar mi corazón. 

Si ciertos árboles próximos a Stonehouse pudiesen hablar, contarían la dulce comunión que yo y algunas almas amadas gozamos allí con Dios, siempre bendito. A veces, estando de paseo, mi alma hacía tales incursiones por las regiones celestes, que parecía estar lista para abandonar mi cuerpo. 

Otras veces me sentía tan vencido por la grandeza de la majestad infinita de Dios, que me postraba en tierra y le entregaba mi alma, como un papel en blanco, para que El escribiese en ella lo que desease. Nunca me olvidaré de una cierta noche de tormenta. Los relámpagos no cesaban de alumbrar el cielo. 

Yo había predicado a muchas personas, y algunas de ellas estaban temerosas de volver a casa. Me sentí guiado a acompañarlas y aprovechar la ocasión para animarlas a prepararse para la venida del Hijo del hombre. ¡Qué inmenso gozo sentí en mi alma! ¡Cuando volvía, mientras algunos se levantaban de sus camas asustados por los relámpagos que iluminaban los pisos y brillaban de uno al otro lado del cielo, otro hermano y yo nos quedamos en el campo adorando, orando, ensalzando a nuestro Dios y deseando la revelación de Jesús desde los cielos, ¡en una llama de fuego!”

¿Cómo se puede esperar otra cosa sino que las multitudes, a las que Whitefíeld predicaba, se vieran inducidas a buscar la misma Presencia? En su biografía hay un gran número de ejemplos como los siguientes: “¡Oh, cuántas lágrimas se derramaron en medio de fuertes clamores por el amor del querido Señor Jesús! Algunos desfallecían y cuando recobraban las fuerzas, al escucharme volvían a desfallecer. Otros gritaban como quien siente el ansia de la muerte. Y después de acabar el último discurso, yo mismo me sentí tan vencido por el amor de Dios, que casi me quedé sin vida. Sin embargo, por fin reviví y después de tomar algún alimento, me sentí lo suficientemente fuerte como para viajar cerca de treinta kilómetros, hasta Nottingham. En el camino alegré mi alma cantando himnos. 

Llegamos casi a medianoche; después de entregarnos a Dios en oración, nos acostamos y descansamos bajo la protección del querido Señor Jesús. ¡Oh Señor, jamás existió un amor como el tuyo!”

Luego Whitefíeld continuó sin descanso: “Al día siguiente en Fog’s Manor la concurrencia a los cultos fue tan grande como en Nottingham. La gente quedó tan quebrantada, que por todos los lados vi personas con el rostro bañado en lágrimas. 

La Palabra era más cortante que una espada de dos filos, y los gritos y gemidos tocaban al corazón más endurecido. Algunos tenían semblantes tan pálidos como la palidez de la muerte; otros se retorcían las manos, llenos de angustia; otros más cayeron de rodillas al suelo, mientras que otros tenían que ser sostenidos por sus amigos para no caer. La mayor parte del público levantaba los ojos a los cielos, clamando y pidiendo misericordia de Dios. Yo, mientras los contemplaba, solamente podía pensar en una cosa, que ése había sido el gran día. Parecían personas despertadas por la última trompeta, saliendo de sus tumbas para comparecer al Juicio Final.

“El poder de la Presencia divina nos acompañó hasta Baskinridge, donde los arrepentidos lloraban y los salvos oraban, lado a lado. El indiferentismo de muchos se transformó en asombro y el asombro se transformó después en gozo. Alcanzó a todas las clases, edades y caracteres. La embriaguez fue abandonada por aquellos que habían estado dominados por ese vicio. 

Los que habían practicado cualquier acto de injusticia, sintieron remordimientos. Los que habían robado se vieron constreñidos a hacer restitución. Los vengativos pidieron perdón. Los pastores quedaron ligados a su pueblo mediante un vínculo más fuerte de compasión. Se inició el culto doméstico en los hogares. Como resultado, los hombres se interesaron en estudiar la Palabra de Dios y a tener comunión con su Padre celestial.”

Pero no fue solamente en los países populosos que la gente afluyó para oírlo. En los Estados Unidos, cuando todavía era un país nuevo, se congregaron grandes multitudes de personas que vivían lejos unos de otros en las florestas. En su diario, el famoso Benjamín Franklin dejó constancia de esas reuniones de la siguiente manera: 

“El jueves el reverendo Whitefíeld partió de nuestra ciudad, acompañado de ciento cincuenta personas a caballo, con destino a Chester, donde predicó ante una audiencia de siete mil personas, más o menos. 

El viernes predicó dos veces en Willings Town a casi cinco mil personas. El sábado en Newcastle predicó a cerca de dos mil quinientas personas y, en la tarde del mismo día, en Cristiana Bridge, predicó a casi tres mil. El domingo en White Clay Creek predicó dos veces, descansando media hora entre los dos sermones dirigidos a ocho mil personas, de las cuales cerca de tres mil habían venido a caballo. La mayor parte del tiempo llovió; sin embargo, todos los oyentes permanecieron de pie, al aire libre.”

Cómo Dios extendió su mano para obrar prodigios por medio de su siervo, se puede ver claramente en lo siguiente: De pie sobre un estrado ante la multitud, después de algunos momentos de oración en silencio, Whitefield anunció de manera solemne el texto: “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio.” 

Después de un corto silencio, se oyó un grito de horror proveniente de algún lugar entre la multitud. Uno de los predicadores allí presentes fue hasta el lugar de la ocurrencia para saber lo que había dado origen a ese grito. 

Cuando volvió, dijo: “Hermano Whitefield, estamos entre los muertos y los que están muriendo. Un alma inmortal fue llamada a la eternidad. El ángel de la destrucción está pasando sobre el auditorio. Clama en voz alta y no ceses.” Entonces se anunció al público que una de las personas de la multitud había muerto. No obstante, Whitefield leyó por segunda vez el mismo texto: “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez.” 

Del lado donde la señora de Huntington estaba de pie, vino otro grito agudo. Nuevamente, un estremecimiento de horror pasó por toda la multitud cuando anunciaron que otra persona había muerto. Pero Whitefield, en vez de llenarse de pánico como los demás, suplicó la gracia del Ayudador invisible y comenzó, con elocuencia tremenda, a prevenir del peligro a los impenitentes. Sin embargo, debemos aclarar que él no siempre era vehemente o solemne. Nunca otro orador experimentó tantas formas de predicar como él.

A pesar de su gran obra, no se puede acusar a Whitefield de buscar fama o riquezas terrenales. Sentía hambre y sed de la sencillez y sinceridad divinas. Dominaba todos sus intereses y los transformaba para la gloria del reino de su Señor. No congregó a su alrededor a sus convertidos para formar otra denominación, como algunos esperaban. No solamente entregaba todo su ser, sino que quería “más lenguas, más cuerpos y más almas para dedicarlos al servicio del Señor Jesús”.

La mayor parte de sus viajes a la América del Norte los hizo a favor del orfanatorio que fundó en la colonia de Georgia. Vivía en la pobreza y se esforzaba para conseguir lo necesario para el orfanatorio.

Amaba a los huérfanos con ternura y les escribía cartas, dirigiéndose a cada uno de ellos por su nombre.Para muchos de esos niños él era el único padre y el único medio de su sustento. Una gran parte de su obra evangelizadora la realizó entre los huérfanos, y casi todos ellos permanecieron siempre creyentes fieles y unos cuantos de ellos llegaron a ser ministros del Evangelio. Whitefield no era de físico robusto; desde su juventud sufrió casi constantemente, anhelando muchas veces partir para estar con Cristo. A la mayoría de los predicadores les es imposible predicar cuando se encuentran enfermos como él.

Fue así como, a los 65 años de edad, durante su séptimo viaje a la América del Norte, finalizó su carrera en la tierra, una vida escondida con Cristo en Dios y derramada en un sacrificio de amor por los hombres.

El día antes de fallecer tuvo que esforzarse para poder permanecer en pie. Sin embargo al levantarse, en Exeter, ante un auditorio demasiado grande para caber dentro de ningún edificio, el poder de Dios vino sobre él y predicó como de costumbre, durante dos horas. 

Uno de los que asistieron dijo que “su rostro brillaba como el sol”. El fuego que se encendió en su corazón en el día de oración y ayuno de su separación para el ministerio, ardió hasta dentro de sus huesos y nunca se apagó (Jeremías 20:9).

Cierta vez un hombre eminente le dijo a Whitefield: “No espero que Dios llame pronto al hermano para la morada eterna, pero cuando eso suceda, me regocijaré al oír su testimonio.” 

El predicador le respondió:
“Entonces, usted va a sufrir una desilusión, puesto que voy a morir callado. La voluntad de Dios es darme tantas oportunidades para dar testimonio de El durante mi vida, que no me serán dadas otras a la hora de mi muerte.” 

Y su muerte fue tal como él la predijo. Después del sermón que predicó en Exeter, fue a Newburyport para pasar la noche en la casa del pastor. Al subir al dormitorio se dio vuelta en la escalera y con la vela en la mano pronunció un breve mensaje a sus amigos que allí estaban e insistían en que predicase.

A las dos de la mañana se despertó. Le faltaba la respiración y le dijo a su compañero sus últimas palabras que pronunció en la tierra: “Me estoy muriendo.”

En su entierro, las campanas de las iglesias de Newburyport doblaron y las banderas quedaron a media asta. Ministros de todas partes asistieron a sus funerales; millares de personas no consiguieron acercarse a la puerta de la iglesia debido a la inmensa multitud. 

Cumpliendo su petición, fue enterrado bajo el pulpito de la iglesia.

Si queremos recoger los mismos frutos de ver salvos a millares de nuestros semejantes, como lo vio Whitefield, debemos seguir su ejemplo de oración y dedicación.

¿Piensa alguien que es ésta una tarea demasiado grande? ¿Qué diría Jorge Whitefield, que se encuentra ahora junto a los que él llevó a Cristo, si le hiciésemos esta pregunta?
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