martes, 18 de agosto de 2015

Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas ha hecho el Señor por ti, y cómo tuvo misericordia de ti.

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información 

CONSTRUCCIÓN DE SERMONES
Jesús sana a un endemoniado 
Marcos 5:1-20

1Fueron a la otra orilla del mar a la región de los gadarenos.  2 Apenas salido él de la barca, de repente le salió al encuentro, de entre los sepulcros, un hombre con espíritu inmundo. 3 Este tenía su morada entre los sepulcros. Y nadie podía atarle ni siquiera con cadenas, 4 ya que muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, pero él había hecho pedazos las cadenas y desmenuzado los grillos. Y nadie lo podía dominar. 5 Continuamente, de día y de noche, andaba entre los sepulcros y por las montañas, gritando e hiriéndose con piedras. 

6 Cuando vio a Jesús desde lejos, corrió y le adoró. 7 Y clamando a gran voz dijo: 
—¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes. 
8 Pues Jesús le decía: 
—Sal de este hombre, espíritu inmundo. 
9 Y le preguntó: 
—¿Cómo te llamas? 
Y le dijo: 
—Me llamo Legión, porque somos muchos. 
10 Y le rogaba mucho que no los enviase fuera de aquella región. 
11 Allí cerca de la montaña estaba paciendo un gran hato de cerdos. 12 Y le rogaron  diciendo: 
—Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos. 

13 Jesús les dio permiso. Y los espíritus inmundos salieron y entraron en los cerdos, y el hato se lanzó al mar por un despeñadero, como dos mil cerdos, y se ahogaron en el mar. 
14 Los que apacentaban los cerdos huyeron y dieron aviso en la ciudad y por los campos. Y fueron para ver qué era lo que había acontecido. 15 Llegaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo. 16 Los que lo habían visto les contaron qué había acontecido al endemoniado y lo de los cerdos, 17 y ellos comenzaron a implorar a Jesús que saliera de sus territorios. 

18 Y mientras él entraba en la barca, el que había sido poseído por el demonio le rogaba que le dejase estar con él. 19 Pero Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: 
—Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas ha hecho el Señor por ti, y cómo tuvo misericordia de ti. 
20 El se fue y comenzó a proclamar en Decápolis cuán grandes cosas Jesús había hecho por él, y todos se maravillaban. 


Bosquejo homilético
Jesús el libertador
Marcos 5:1–20
Introducción
Este pasaje, en particular el hato de cerdos dominado por los espíritus inmundos y que cae por el despeñadero, presenta algunas dificultades para nuestra mentalidad contemporánea. Sin embargo, este detalle puede hacer que olvidemos el tema central de este relato: un hombre que estaba completamente arruinado es transformado en un ser humano feliz por el poder de Jesús.

        I.      Jesús trae vida a los que viven en sepulcros (v. 15).
    1.      Jesús lo liberó del que tenía dominio sobre la muerte (Heb. 2:14, 15).
    2.      Jesús libera a los que viven como muertos en vida.

        II.      Jesús trae libertad a los que viven en cadenas (v. 4).
    1.      Jesús lo liberó del que tenía engrillada su felicidad (Juan 8:31–47).
    2.      Jesús libera a los que viven esclavos de pecados y vicios.

        III.      Jesús trae paz a los que viven hiriéndose (v. 5).
    1.      Jesús lo liberó del que arruinaba su existencia (Juan 10:10).
    2.      Jesús libera a los que viven angustiados y atormentados.

Conclusión: 
El relato termina diciendo que: “Él se fue y comenzó a proclamar en Decápolis cuán grandes cosas Jesús había hecho por él” (Mar. 5:20). Si usted se atreve a confiar, también podrá decir las maravillas que Jesús hará en su ser: vida verdadera, libertad y paz.

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Jesús llega con sus discípulos a la otra orilla, aunque estos no van a tener una participación activa en el desarrollo de la acción. Desembarcaron en tierra de gadarenos, aunque la ubicación concreta es bastante imprecisa, siendo probable que fuera tierra de los gerasenos. En cualquier caso, ambas poblaciones se encuentran en la región de Decápolis, cuya población era mayoritariamente gentil.

En esta ocasión, la acción de Jesús tiene que ver con la aparición de un hombre con espíritu inmundo (akáthartos169) que de manera sorprendente viene a él desde los sepulcros (mneméion3419). Estos sepulcros eran unas cuevas en las montañas que podían ser naturales o fruto del la excavación humana, en las que una persona se podía poner en pie. A veces servían de cobijo a personas sin casa, aunque el hecho de que en ellas se hubieran depositados cadáveres en algún momento las convertía en lugares impuros y, por lo tanto, indeseables por la mayoría de las personas. No sorprende, pues, que alguien con un espíritu inmundo habitase en una de ellas, sumado al hecho de que su condición les hacía vivir apartados del resto de la sociedad. El texto podría estar describiendo a alguien que consulta a los muertos y que está fuera de sí, mentalmente enajenado; de día y de noche deambula por los sepulcros, gritando e hiriéndose. Su fuerza física está por encima de lo normal, tanto que los intentos de los vecinos de controlarle atándole con cadenas resultan fallidos, pues el endemoniado las rompe. Este último elemento resulta bastante gráfico, pues este hombre sufre por causa de ataduras espirituales (poseído por demonios) y físicas (encadenado por sus vecinos).

En la descripción del encuentro entre Jesús y el endemoniado el contraste es tan desproporcionado como la misma descripción de este. El mismo que vocifera fuera de sí por los sepulcros, aquel que está fuera del control de sí mismo y de los que le rodean, ahora aparece postrado a los pies de Jesús. La expresión que describe la acción del hombre es ambigua (proskunéo4352), traduciéndose como adoración aunque sería más adecuado pensar en un gesto de respeto o reverencia ante una figura de autoridad. Las propias palabras del endemoniado reflejan un reproche impropio de alguien que está en actitud y posición de adoración. Cabría la opción de reconocer en el gesto del hombre una acción cuerda dentro del conflicto interno que vive entre su propio yo y el demonio que está en él.

El hombre dirigió su reproche a Jesús por venir a él. Jesús es percibido en control de la situación y como alguien hostil. El demonio en el hombre sabe quién es Jesús y lo que su poder supone para él. Recurre, una vez más (cf. 1:24), al intento de control sobre Jesús por medio del reconocimiento de su identidad. Aquí lo identifica como Hijo del Dios Altísimo, expresión usada tanto en el contexto del judaísmo de la diáspora como del mundo gentil. La expresión alude al Dios soberano sobre toda la creación (cf. Deut. 32:8; Dan. 4:17), lo cual viene a ser el reconocimiento del poder de Dios en tierra de gentiles; aquí está implícito el reconocimiento adelantado de la derrota del demonio ante la presencia y poder de Jesús.
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    El endemoniado gadareno 
(Marcos 5:1–20)


Notamos aquí:
* La persona necesitada (1–6) que salió a su encuentro al llegar a destino, al este del Mar de Galilea.

Si agregamos los detalles de los pasajes paralelos se completa un cuadro trágico de este hombre pues estaba desnudo (Lc. 8:27) y era el terror de la región (Mt. 8:28), el enemigo público número uno. Los vv. 3 y 4 revelan gráficamente la impotencia de todo esfuerzo—aparte del evangelio—para domar, controlar o transformar el corazón “salvaje” del ser humano, esclavizado por el pecado.

Humanamente hablando parecía no haber ninguna esperanza para este hombre, que además se estaba autodestruyendo (v. 5). ¡Gracias a Dios que no hay ningún caso demasiado difícil para él!

A pesar de todo, al ver a Jesús corrió y se arrodilló ante él (v. 6), reconociéndolo como Hijo de Dios (v. 7). ¿Cómo se explica esto? ¿Acaso reconocía en Jesús a quien venía a “atar” al diablo (3:27) y a derrotarlo? Al arrodillarse no lo hacía como un acto de adoración sino como un homenaje.

* La palabra de poder (7, 8) en respuesta a las palabras del endemoniado, haciendo referencia a su naturaleza como “Hijo del Dios Altísimo”. Esto demuestra tanto comunidad de esencia como identidad con el Padre. La expresión “Dios Altísimo” era empleada por los judíos para distinguir al verdadero Dios de todos los falsos dioses. En este caso la preocupación de los demonios era que Jesucristo, como Hijo de Dios, no precipitara o anticipara la ruina final de ellos. Al mismo tiempo no debemos olvidar la verdad de Stg. 2:19.

Ni una legión de demonios podía hacer frente a la voz de mando del Señor (v. 8). Así hoy el evangelio es “la palabra de esta salvación” (Hch. 13:26) y es “poder de Dios para salvación” (Ro. 1:16). Además, los hombres sólo son “renacidos … por la Palabra de Dios” (1 P. 1:23).
También el Señor puede echar fuera los otros males del temor, egoísmo, odio, envidia, orgullo, prejuicio, impureza, etc. de todos aquellos que acuden a él en fe.

* La petición extraña (9–12) hecha por los demonios. En este pasaje se nos muestra su poder (4), conocimiento (7), unidad (9) y sujeción (10).

Ante la pregunta del Señor: “¿Cómo te llamas?”, los demonios al unísono le contestan: “Legión me llamo; porque somos muchos”. Una legión romana estaba compuesta de nada menos que seis mil hombres, lo que nos da una idea del grado de posesión de este hombre. Le atormentaban como una fuerza combinada.

* El permiso concedido (13, 14). Esto revela que los demonios no pueden hacer libremente lo que quieren, y además que no sabían lo que les sucedería. Además indica que Satanás y sus huestes sólo pueden conocer los planes de Dios si él se los revela.

Es interesante notar que sólo Marcos señala el número de cerdos. A menudo se ha criticado al Señor por causar la destrucción de estos animales. Sin embargo, debemos destacar que:
1. El no causó su destrucción sino que la permitió (13a). El poder destructivo de Satanás         hizo que se precipitaran al mar.
2. El alma de este hombre valía más que todos los cerdos del mundo.
3. Además, el endemoniado podía así estar seguro de que los espíritus inmundos habían         efectivamente salido de él.

* El poder desplegado (14, 15). El hombre liberado, que había sido tan salvaje y violento, ahora estaba en su sano juicio y en paz. Su cuerpo, antes desnudo, estaba vestido y él había tomado su lugar de adoración y gratitud a los pies de Jesús (ver 2 Co. 5:17). Tan completa fue la transformación que los habitantes de esa región tuvieron temor.

* El pedido increíble (16–17). Aquí hallamos lo más asombroso de todo este incidente. A pesar del milagro que habían visto en la liberación del endemoniado, consideraban a Jesús como un huésped inconveniente, y le pidieron que se marchara. Daban más importancia a la pérdida material que a la bendición recibida por este hombre. Y el Señor no se queda donde no es bienvenido.

Aun hoy incontables multitudes prefieren mantener a Cristo alejado por temor de que su presencia pueda ocasionar alguna pérdida social, económica o personal. Al querer salvar sus posesiones, pierden su alma.

* La predicación convincente (18–20). En contraste con 1:44, en esta ocasión Jesús mandó que predicara y anunciara. A pesar de que su petición específica de permanecer con Jesús no fue concedida, el hombre obedeció.

Si deseamos agradar al Señor y amarnos a nuestros seres queridos, hoy también el evangelismo debe comenzar por la esfera del hogar. A menudo éste es el lugar más difícil para testificar.

ACTIVIDAD DEMONIACA EN EL SER HUMANO
  1. Lo lleva a una vida depravada e inmunda (vv. 2, 8) (Mt. 10:1; Mr. 1:27; 3:1)
  2. Lo aisla de la compañía de los demás (v. 3)
  3. Proporciona fuerza excepcional (v. 4)
  4. Lo atormenta destruyendo la paz y armonía interior (v. 7) y produciendo aflicción, recelo       y ansiedad.
  5. Puede llevarlo a la locura (v. 4)
  6. Puede conducirlo a la autodestrucción (v. 5)
  7. Le hace tener una personalidad múltiple (v. 7) debido a la presencia de fuerzas                     demoníacas.
  8. Lo vuelve consciente de que su destino está en las manos de Dios (v. 7)
  9. Puede llevarlo al conocimiento del futuro (Hch. 16:16–18)
  10. Lo aleja de Dios, llevándolo a resistir la Escritura y conduciéndolo a la incredulidad 
      (1 Ti. 4:1, 2; 1 Jn. 4:1–3).
  

LOS TRES PODERES CONTRASTADOS
  1. El poder de Satanás—que posee y destruye al hombre (vv. 2–7). 
      Este hombre perdió su hogar, la comunión, la decencia (ver Jn. 10:10).
  2. El poder de la sociedad—que nada podía hacer a favor del endemoniado (v. 4).
  3. El poder del Salvador—(vv. 8, 12, 13, 15; ver Lc. 19:10).
  
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¡Cuán tranquilas eran las palabras, Vinieron al otro lado del mar! (1). Sin embargo, cuánto más sabios y fuertes deben haber sido los discípulos tras la reciente experiencia (cf. 4:35–41). “Ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después…” (He. 12:11). Cuando Jesús y sus discípulos vinieron… a la región de los gadarenos, dejando atrás un mar embravecido, inmediatamente tuvieron que hacer frente a un alma sacudida también por la tormenta, un hombre con un espíritu inmundo (2).

La descripción del endemoniado gadareno (3–5) es la de un cuadro de la miseria y brutalidad del pecado. Su morada [estaba] en los sepulcros (3), algo muy posible, porque las tumbas a menudo estaban ubicadas en las concavidades de las cuevas. Nadie podía atarle, ni aun con cadenas. Las cadenas habían sido hechas pedazos por él, y desmenuzados los grillos (4). El endemoniado era simplemente incontrolable. (Una serie de negativos en el lenguaje griego nos llevan a esta conclusión). Su gran fuerza sólo le producía miseria porque de día y de noche, andaba dando voces en los montes y en los sepulcros, hiriéndose con piedras (5).

El “Pecado Es el Enemigo Público Número 1”, porque significa: 
(1) Suicidio—morada en el lugar de los muertos, 3; 
(2) Locura, 4; 
(3) Autodestrucción, 5.

Aquí vemos nuevamente el misterioso reconocimiento de la naturaleza de Jesús por aquellos que estaban poseídos por demonios. Aunque había alguna distancia desde la costa, cuando el endemoniado vio… a Jesús… corrió, y se arrodilló ante él (6), es decir, cayó postrado ante El. Aun los discípulos no habían llegado todavía a comprender quién era Jesús, pero el endemoniado gritaba: “Qué tienes que hacer conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo?” (7, Amp. N. T.). 

La expresión Dios altísimo refleja un nombre para Dios dado en el Antiguo Testamento, que los “no israelitas empleaban especialmente para referirse al Dios de Israel”. Las palabras: Te conjuro por Dios pertenecen al lenguaje de uno que echa demonios. ¿Es este algún atentado de exorcismo a la inversa? No me atormentes probablemente refleja las batallas de los demonios que Jesús iba a echar fuera (cf. Mt. 8:29). El atormentador estaba clamando para escapar del tormento; “Jesús le decía ‘Espíritu inmundo, sal de este hombre’ ” (8, Goodspeed).

Quizá con el propósito de ayudar a esta alma desequilibrada a volver en sí, Jesús le preguntó: ¿Cómo te llamas? (9). Se creía que cuando un adversario obtenía el nombre de su opositor ya había dado el primer paso para dominarlo. Y respondió… Legión me llamo; porque somos muchos. El intercambio de nosotros y yo en la conversación del endemoniado sugiere la extensión de su múltiple personalidad debido a la presencia de fuerzas demoníacas. Estaba vencido por “un conglomerado de malas fuerzas”, y los 4.000 ó 6.000 de una legión romana pueden haber sido un cuadro exacto de su condición.

El desesperado clamor de los demonios para que Jesús no los enviase fuera de aquella región (10) evidentemente refleja sus temores del castigo eterno (cf. Lc. 8:31, “al abismo” o al “abismo sin fondo”, Amp. N. T.). Reconociendo la autoridad de Jesús y su propia derrota, le rogaron todos los demonios (12) que los dejara ir entre un gran hato de cerdos paciendo (11) y entrar en ellos.

La historia de allí en adelante “está erizada de dificultades” (Cranfield) porque Jesús les dio permiso (13). Los numerosos espíritus inmundos dejaron a su víctima y entraron en los cerdos; y el hato que eran como dos mil… se precipitó en el mar y se ahogaron.

¿Por qué permitió Jesús que se perdiera esa propiedad? Algunos eruditos procurando suavizar la ofensa sostienen que el último grito salvaje de los demonios asustó a los animales y causó el desastre. Otros lo describen como un legendario cuento judío.

La historia permanece como parte integral del registro de los Sinópticos y debe tener una verdad significativa. Quizá la mejor explicación sea que el pobre demente gadareno necesitaba alguna evidencia exterior de su liberación. La huida y destrucción de los cerdos, “eran una demostración ocular para el ex-endemoniado de que los demonios ya habían salido de él”. También es interesante la observación de Barclay.

  ¿Cómo podía jamás compararse el destino de los cerdos con el del alma inmortal de un hombre?… Hay un sentimentalismo barato que languidece triste por la pena de un animal y que no destinaría un cabello para el miserable estado de millones de los hombres y mujeres de Dios. En la escala de proporciones del Señor, no hay nada tan importante como el alma humana.

“Los porqueros huyeron y se fueron a la ciudad y al campo” (14, RSV), y contaron aquello que había sucedido (14). ¿En dónde más podían contar su historia? Vienen a Jesús (15), pero vieron al ex-endemoniado y que había tenido la legión y “realmente se asustaron” (15, Phillips). ¡Miedo de la sanidad! El que otrora vagaba herido por las tumbas, “sin ropas” (Lc. 8:27), ahora está completamente razonable, sentado, tranquilamente vestido y en su juicio cabal (de una palabra que significa “sano de la mente”).

La poderosa obra de Jesús produjo asombro y miedo en aquellos que la contemplaban. Recordamos que los discípulos “temieron con gran temor” cuando fueron testigos de la calma de la tempestad en Galilea (4:41). Los hombres siempre han sentido un misterium tremendum en la presencia de Dios. Moisés quitó su calzado ante la zarza ardiendo (Ex. 3:5); Isaías clamó: “¡Ay de mí!” (Is. 6:5) en el templo lleno de la gloria; y cuando Juan vio al Cristo glorificado “cayó a sus pies como muerto” (Ap. 1:17). Marcos quiere que al leer sus palabras sintamos que Jesús es el Cristo, “el Hijo de Dios” (1:1).

Cuando los testigos oculares describieron la liberación del que había estado endemoniado y la destrucción de los cerdos, los moradores de Gerar comenzaron a rogarle (17) (“suplicar”, “implorar”) que se fuera de sus contornos. Quizá temían que pudiera ocurrir una pérdida mayor de cualquier otra cosa. No dispuesto a quedarse donde no lo querían, Jesús “les concedió lo que pedían pero envió flaqueza a sus almas” (Sal. 106:15). Se ha dicho que ningún otro milagro de Jesús tuvo jamás resultados tan negativos.

En agudo contraste estaba el elocuente clamor del hombre que había estado endemoniado (18). Al entrar él [Jesús] en la barca (mejor, “mientras estaba entrando al bote” RSV), le rogaba (imploraba) que le dejase estar con él. Jesús puso bastante responsabilidad sobre el gergeseno, tan joven en la fe y no se lo permitió (19). Vete a tu casa… y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho… y cómo ha tenido misericordia de ti. Los que habían expulsado a Jesús de sus contornos tendrían así un mensajero predicando en su lugar.

Valiente y vigorosamente, el ex-endemoniado obedeció, aparentemente al momento y comenzó a publicar (20) en Decápolis53 cuán grandes cosas había hecho Jesús. Note que los geresenos identificaban al Señor con Jesús (19–20, vea Lc. 8:39). Su indisputable testimonio provocó sorpresa. Y todos se maravillaban.
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