martes, 31 de marzo de 2015

La iglesia debe ser, ante todo, un cuerpo unido: El nombre que debe identificar al creyente y a la congregación es el de Cristo

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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Información 


LA UNIDAD DE LA IGLESIA
1:10–4:21
1. El llamdo a la unidad (1:10–25)
2. Motivos para la unidad (1:26–2:5)
3. Lo espiritual y lo carnal (2:6–3:4)
4. El ministerio de la iglesia
5. El ministerio de los apóstoles
CAPÍTULO 2
A partir de 1:10, el apóstol entra de lleno a tratar los temas que le preocupan de la vida en la iglesia de Corinto. Decimos que entra de lleno, pues lo hace en una forma abrupta que sorprende, por no ser la que usa en forma habitual.
Estos problemas son muchos y variados (más o menos una docena, según cómo se los clasifique). No hay en el N.T. otra iglesia que presentara tantas características negativas a la vez, lo que valoriza el aprecio demostrado por Pablo en los saludos iniciales. Al mismo tiempo, debe servir para que midamos la seriedad de las dificultades que pueda enfrentar nuestra propia congregación. Ni una vez el autor insinúa que se debe dejar la congregación o producir una división.
La redacción de este apasionado trozo bíblico comienza con un cuadro de la situación, una apelación apostólica, y una descripción de los motivos que han llevado a ella. Luego profundiza el tema en aspectos más doctrinales, como ser la relación entre el Espíritu y la carta, o entre el ministerio de la iglesia y el del apóstol.
1.     EL LLAMADO A LA UNIDAD (1:10–25)
a.     El cuadro de la situación (vv. 10–17)
10Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer. 11Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas. 12Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo. 13¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo? 14Doy gracias a Dios de que a ninguno de vosotros he bautizado, sino a Crispo y a Gayo, 15para que ninguno diga que fuisteis bautizados en mi nombre. 16También bauticé a la familia de Estéfanas; de los demás, no sé si he bautizado a algún otro. 17Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo.
Podemos decir que en la primera parte (vv. 1–3), la palabra clave para describir a los cristianos es santos (v. 2), en la segunda es enriquecidos (vv. 4–9), y en esta tercera es unidos (v. 10). Son las características básicas que convierten a un grupo en iglesia.
Desde el punto de vista humano, notamos varias cosas. Lo primero es el afán de Pablo: dice que les ruega, y se dirige a ellos como “hermanos míos”. Es importante usar una palabra afectuosa antes de hacer una reprimenda o una exhortación.
La exhortación paulina debe ponerse en contexto: debemos hablar de tal manera que no haya divisiones. No se refiere a que todos los cristianos han de pensar lo mismo en cuanto a la política, el arte, la ciencia, etc. Tampoco hemos de considerar que todos deben pensar siempre igual en todo lo referido a la misma vida de la iglesia. Hay aspectos en los que es natural que haya diferencias, especialmente en aspectos prácticos. Algunos hoy se horrorizarían de un culto tan espontáneo como parece que era el de Corinto, y a otros les entusiasmaría. Pero la pregunta es si estamos unidos espiritualmente como para que nada de eso produzca divisiones. Pablo promueve la unidad y no la uniformidad.
“Hablar la misma cosa” probablemente haga referencia a que los corintios tuvieron varios maestros que enseñaban diferentes cosas sobre las cuestiones que Pablo trata en esta carta. Pablo entonces exhorta a la unidad doctrinal. Debían estar unidos interna (“en una misma mente”) y externamente (“en un mismo parecer”) (v. 10). La unidad que no incluye la misma mente y el mismo parecer no es verdadera unidad. No que los creyentes tuvieran que ser calcos idénticos sino que debían tener la misma opinión en cuanto a doctrina cristiana, estándar y básico estilo de vida.
Luego notamos la mención de una familia, “los de Cloé” (v. 11), que habían viajado a Efeso para que el apóstol estuviera informado de to que ocurría en Corinto. No se trataba de chismosos o correveidiles, pues si no Pablo no los hubiera escuchado o los habría condenado.
La forma en que Pablo se refiere a las informaciones que le llevó la familia de Cloé pone sobre el tapete un delicado tema práctico: ¿cuándo una información deja de ser tal para transformarse en chisme? No es fácil dar una respuesta definida. Lo crucial radica en la intención con que se transmite o comenta algo, y en el resultado que se busca o se prevé. Si este resultado es la corrección de algo que se presume malo, y hay una intención positiva, no hay chisme. Si lo único que puede esperarse es una perturbación en el prójimo o una afirmación del propio criterio, tal mezquindad no puede ser la voluntad de Dios. Tiene mucho que ver la persona a la cual se transmite algo. Sin duda, los de Cloé pensaban que Pablo sólo podía influir para bien en las cosas que ellos le querían no sólo informar, sino también aclarar. No llevaron las noticias a cualquiera sino al fundador de la iglesia, que pensaba ir allá y debía saber en qué condiciones llegaría. En la actualidad, hay mucho que se puede (y quizá debe) decirse a un pastor, pero no a otros.
También tiene que ver la actitud de los que transmiten la información. Tal vez Pablo aclaró a los de Cloé que mencionaría su nombre. Además ellos sabían bien todas las facetas de los temas sobre los que hablaban y no se basaron en simples rumores.
Conscientes de que posiblemente sólo él podía ayudar a solucionar tan compleja situación, hicieron un esfuerzo doloroso por buscar apoyo. No les habrá sido fácil hablar de esas cosas, pero era necesario.
Lo personal se tornó dramático cuando los nombres sirvieron para dividir la iglesia. Los distintos grupos tenían su razór de ser. Los que decían ser “de Pablo” eran los antiguos miembros de la iglesia, los de la primera hora más difícil. Los “de Apolos” (Hch. 18:24) eran el fruto de la predicación de aquel fogoso joven; quizá tenían algo distinto de aquéllos y representaban un momento de mayor impulso juvenil y cambios en la congregación. Pero estaban también los “de Cefas”, Pedro, que quizá habían llegado de Palestina o insistían en atenerse a las fuentes apostólicas. Finalmente los “de Cristo”, que según los intérpretes posiblemente asumían un aire de falsa piedad, como los que hoy dicen pertenecer a él y no a una iglesia o denominación.
Aparecen otros nombres cuando Pablo recuerda a quienes bautizó durante su ministerio en aquella ciudad. Menciona a Crispo y Gayo (Hch. 18:8; 19:29), así como a la familia de Estéfanas, “primicias de Acaya” (16:15), que fueron los primeros convertidos. El apóstol parece dar al bautismo un lugar secundario, pero sólo lo hace en relación con la predicación (v. 17), que siempre es previa y más trascendente que el bautismo. Notamos que ya no se efectuaba la práctica de la iglesia de Jerusalén de bautizar a los creyentes apenas convertidos. Pablo había conseguido superar la psicología de los predicadores cristianos inmaduros que hoy podrían decir cosas como: “Yo bauticé a tantos” o “A mí me bautizó Fulano”, como si ello fuese la clave de su importancia.
Lo que más sobresale es que la iglesia debe ser, ante todo, un cuerpo unido.
LA UNIDAD DE LA IGLESIA (1:10)
1.     Debe ser el anhelo del pastor (“os ruego” v. 10).
2.     Da sentido a la palabra “hermanos” (10).
3.     Comienza por lo que se habla: una misma cosa (10b).
4.     Continúa en la misma mente y parecer (10c).
5.     Debe seguirse hasta que se la viva “perfectamente”.
Pablo no pide uniformidad. La iglesia no es un ejército ni un cuerpo de bomberos. Unidos no es lo mismo que uniformados. Al final del capítulo Pablo mostrará la gran diversidad que había en aquella iglesia, pero lo fundamental es que haya acuerdo en el fondo, en lo espiritual: pensar y sentir lo mismo.
Se destaca la humildad del apóstol. Quien fue crucificado es Cristo y no él. Quien administra el bautismo es la iglesia y no el predicador. El nombre que debe identificar al creyente y a la congregación es el de Cristo, no el del pastor. Pablo tenía claro cuál era su ministerio, que hoy compararíamos más al de un evangelists que al de un pastor. Este no debe desplazar la importancia de la predicación por el bautismo de los convertidos, pero tiene la responsabilidad de que éstos lleguen a integrarse sabiamente en la iglesia—lo que harán por medio del bautismo. En estos versículos no hallamos una doctrina sobre el tema, sino el hecho específico de que todos llegaban a la verdad desde el paganismo.
EL MINISTERIO DEL QUE EVANGELIZA (1:17)
1.     Es algo a lo que Cristo nos envía (17a).
2.     Se predica estrictamente el evangelio (17a).
3.     Importa el espíritu con que se hace y no las palabras que se usan (17b).
4.     Debe exaltarse la Cruz de Cristo, sin que nuestras palabras la hagan secundaria (vana) (17c).
b.     Predicamos a cristo crucificado (vv. 18–25)
18Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios. 19Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé el entendimiento de los entendidos. 20¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? 21Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduria, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. 22Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; 23pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; 24mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios.
El llamado de Pablo a la unidad se basa en dos ideas contrapuestas y complementarias. En primer lugar, to mejor que los corintios—como cualquier grupo o persona cristiana—podían exhibir en cuanto a conocimiento o razonamiento no pasaba de ser una “locura” para los perdidos. En segundo lugar, el mensaje de la cruz es el mensaje de la sabiduría y el poder de Dios. Por eso nuestra palabra es concisa y simple: “Cristo crucificado” (v. 23).1
CUAL ES EL MENSAJE CRISTIANO (1:18)
1.     Es la palabra de la cruz (18a).
2.     Los que la consideran una locura se pierden (18a).
3.     Los que la aceptan se salvan (18b).
4.     Se transforma en poder (18b).
Desde el principio Pablo provee base bíblica para su razonamiento. Cita Is. 29:14, aunque para personas de cultura griega la Escritura no tenía tanta importancia probatoria como para los judíos. De todos modos, siempre es Palabra de Dios y además es posible que hubiera hebreos en la congregación—quizás los que decían ser seguidores de Pedro.2 Jesús mismo debió enfrentar a los pretendidos eruditos que desmenuzaban el texto bíblico y hasta podían decir cuántas letras había en cada libro, pero que generalmente perdían el verdadero sentido y mensaje por su afán en lo exterior. Debemos recordarlo porque si no creeríamos que Pablo se está oponiendo al estudio y al conocimiento en general.3 (En la segunda parte del cap. 2, vuelve sobre este tema del origen del verdadero conocimiento de las cosas espirituales.)
El mismo tenía la experiencia de que lo creyeran loco (Hch. 26:24), tal como al mismo Señor to habían declarado “fuera de sí” (Jn. 10:20). Es una reacción típica del que es incapaz de entender, sea porque él mismo es ignorante, sea porque no ha tenido la experiencia.
LA LOCURA DE LA PREDICACIÓN (1:18–24)
1.     Es lo que piensan los que se pierden (18a).
2.     Es el estado de la pretendida sabiduría humana (20b).
3.     Es lo que reemplaza a esa sabiduría (21).
4.     Es lo que piensan los más “sabios”, como eran los griegos (22).
5.     Es donde encuentran sabiduría los llamados de Dios (24).
La distinción entre judíos y gentiles se adecua a lo que sabemos de su forma de reaccionar. La cultura griega dominaba en el mundo, aunque para entonces estaba en decadencia. Sin embargo, el pensamiento de Platón y Aristóteles todavía influye poderosamente en el nuestro.4 Ellos resolvían todo con razonamientos admirables, pero que se agotaban en sí mismos y no respondían a los grandes problemas de la vida. La inmoralidad del ambiente—que se descubre al leer esta carta—nos demuestra cómo la erudición y la lógica no tenían efecto positivo en la vida social. El cristianismo, como continuación del judaísmo, fue la primera fe religiosa que pretendió transformer las conductas de sus seguidores. El rechazo que Pablo sufrió en Atenas—muy cerca de Corinto—se produjo cuando él pretendió hablar de la resurrección, algo que no estaba de acuerdo con lo que sus oyentes habían estudiado (Hch. 17:31, 32).5
Los judíos, por el contrario, vivían pidiendo una “señal”. En los Evangelios a menudo se mencionan los milagros como “señales”, demostraciones del poder de Dios pare creer en el mensaje del evangelio. Querían que Dios siguiera mostrándose como en el Exodo. Jesús condenó esa actitud, diciendo que era resultado de una “generación mala y adúltera”, a la que “señal no le será dada” (Mt. 12:39). Su resurrección, precisamente, era la única señal que se daría. Todavía hay muchos—inclusive creyentes—que viven tratando de regir sus vidas por medio de señales, que creen que Dios tiene el deber de darles. Por eso el mensaje era un “tropezadero” (v. 23). El mismo Cristo declaró que él sería una piedra de tropiezo para quienes asuman esa actitud.
Si el hombre fuera realmente “sabio” al observar a su alrededor, podría haber encontrado el mensaje de un Dios poderoso y redentor. Aún hoy los hombres piensan que la ciencia, los razonamientos (la filosofía y la teología) o los conceptos religiosos le llevarán a la verdad. Pero ésta se encuentra por encima del pensamiento humano, y por ello Pablo declara que es una locura. Subrayemos: no está contra la razón sino por encima de ella.
EL MENSAJE DE LA CRUZ (1:23)
1.     Es lo que predicamos “nosotros” (23a).
2.     Tropiezan en él los que se escandalizan—judíos (23b).
3.     Lo declaran locura los que quieren un razonamiento a su alcance—gentiles (23c).
Pablo indica una división de la humanidad que tenía lógica en cuanto a sus lectores: los judíos y los griegos. Por un lado, él era to primero y ellos lo segundo. Por el otro, era posible que en la congregación existieran ambos. Y además es una división natural según la enseñanza bíblica, ya que el pueblo hebreo fue receptor de las promesas, mientras que los gentiles—todas las demás naciones del mundo, incluso nosotros—eran como un injerto en el árbol principal (Ro. 11:17). Pero en el v. 24 Pablo subraya que esa división no existe para la gracia de Dios y para el seno de la iglesia, así como tampoco otras que mencionará luego y que los hombres tienen en cuenta. ¿Quiénes componen entonces el cuerpo de Cristo?
LOS MIEMBROS DE LA IGLESIA
1.     Son llamados por Dios, escogidos por él (Ro. 8:30a).
2.     Provienen de cualquier origen humano, judíos y gentiles (Ef. 2:11–14).
3.     Tienen en sí el poder de Dios.
4.     Tienen la sabiduría de Dios.
La idea del poder divino aparece recién ahora en el análisis paulino (v. 24), que se ha basado especialmente en la sabiduría de Dios. Ambos van de la mano. Pablo indica que no es “sabio” tener divisiones, porque la verdadera sabiduría es la acción del Espíritu Santo en los creyentes.
Pero además los cristianos tienen poder, siempre y cuando se mantengan aferrados a la llave que es la comunión en Cristo. Si se dividen y por to tanto pierden “una misma mente y un mismo parecer”, el poder se diluye y termina por desaparecer.6 El poder es de Dios.
Hay una reflexión final donde el autor apela a lo que aparentemente es una contradicción. El v. 25 vuelve a comparar lo que corresponde a Dios con lo que corresponde a los hombres. Antes había mencionado la sabiduría y el poder, ahora se refiere a la falta de ambos: la insensatez y la debilidad. Por supuesto que en Dios no hay absolutamente nada de ello. Lo mejor que pudiera aportar el ser humano es nada en comparación con Dios. Sería necio tratar de enfrentar al Señor con nuestras presuntas fuerzas o con nuestro entendimiento.
1 Ver 2:2.
2 A quien llamaban “Cefas” en su idioma.
3 Esto sería ilógico ya que él nunca renegó de todo Io que había aprendido, e inclusive lo usó para predicar.
4
Platón: filósofo griego (429–347 A.C.). Discípulo de Sócrates y maestro de Aristóteles. Fue el primer filósofo político.
Aristóteles: filósofo griego de Macedonia (384–322 A.C.), considerado fundador de la lógica. Admitía la existencia de Dios y la consideraba necesaria como cause primera del mundo.
5 Los griegos básicamente buscaban la sabiduría, es decir pruebas intelectuales para la existencia de Dios, como Pablo descubrió en Atenas (Hch. 17:21), los filósofos allí no estaban en busca de la verdad sino que deseaban debatir sobre nuevas ideas. La sabiduría que procuraban era humana, transitoria.
6 El contexto aquí pone en contraste el poder de Dios con la sabiduría y el poder humano. El poder de Dios es real, produce resultados, perdona pecados, libra de Satanás, salva el alma, etc. Y cuando uno opera según sabiduría o poder humanos, ese poder salvífico desaparece.

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