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I. Introducción.
A. Salutación.
1. La paz del
Señor para todos ustedes, queridos compañeros y compañeras del
“reino inconmovible” de “nuestro Señor y Salvador Jesucristo”
(Hebreos 12:28; 2 Pedro 1:11), embajadores de Dios y sus
colaboradores en “el ministerio de la reconciliación” (1
Corintios 5:18 – 6:1).
2. Este servidor
agradece sinceramente la invitación de presentar esta conferencia. Me siento
muy honrado, fervientemente deseando ser instrumento apto para la ocasión,
portador de algún regalo espiritual útil y valioso para cada mente, cada
alma presente.
B. El tema
asignado es el siguiente: “El ministro y su familia”.
1. Por
“ministro” entiendo “predicador, evangelista, maestro, obispo o
diácono”, pues todos estos “ministran” a la iglesia en alguna que otra
forma, suponiéndose que todos sean “buenos administradores de la
multiforme gracia de Dios”. “Si alguno ministra, ministre
conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por
Jesucristo” (1 Pedro 4:10-11).
2.
“Ministro”, con o sin sueldo, así porque se encuentran
representantes de ambos grupos en el modelo del Nuevo Testamento.
3. “Y su
familia.” Entiéndase, la que él mismo ha formado. Su esposa. O
esposa e hijo. O esposa e hijos. De manera que, ¡cualquier ministro no
casado puede marcharse ya!, si quiere, pues no está incluido en este
tema. Pero, quédese, se lo suplicamos, por si acaso no soporte más y de
repente quisiera casarse más pronto que tarde. Tiene que ser antes de morir,
sabe usted estimado hermano soltero, porque allá no “se casan, ni se dan
en casamiento” (Lucas 20:35).
II. ¿Quieren
conocer a un predicador ideal, con su esposa ideal e hijos
ideales?
A. Tengo el
inmenso placer de presentarles: [En representación de los personajes que se
nombran se utilizaron figuras apropiadas impresas a color y montadas
individualmente en cartulinas blancas de tal manera que se sostenían en pie.
El orador las sacaba una a una de una caja colocándolas en una mesa frente
de él mientras las identificaba.]
1. Al hermano
Gayo, “G A Y O”, como en Romanos 16, predicador ideal, y además
esposo ideal y padre ideal. Tiene cuarenta y ocho años de edad.
2. A la hermana
Febe, la esposa ideal de Gayo, y también madre y maestra bíblica
ideal. Ella no quiso decirme cuántos años de edad tiene.
3. A Nereo,
el ideal hijo mayor de esta pareja.
4. A Julia
y Olimpas, hijas ideales de
Gayo y Febe.
B. Contemplemos
detenidamente a esta pareja ideal.
1. Tan puro,
completo, maduro, rico y fuerte es su amor mutuo, “más fuerte que
la muerte” (Cantares 8:6) , que constituye, efectivamente, una
impenetrable barrera, a manera del cristal a prueba de golpes o balazos,
alrededor de ellos, contra la que se estrellan, cual pájaro errante, toda
tentación o seducción sexual, y también toda persona, incluso miembros
carnales de la iglesia, que intente conquistar o corromper a cualquiera de
los dos, que pretenda romper su matrimonio ideal.
2. Sus
relaciones íntimas satisfacen perfectamente a ambos, siempre cumpliendo
amorosamente cada uno “el deber conyugal” (1 Corintios 7:3-5). Tanto
es así que “no son ya más dos, sino una sola carne” (Mateo 19:6), no
habiendo ni siquiera la sombra, sueño o fantasía de otra mujer u hombre que
se interpusiera entre ellos.
3. No es menos
grato o lleno su compartir social, pues, además de esposos, también
son íntimos amigos y compañeros de absoluta confianza.
a) Conversan
libre, animada e inteligentemente, seleccionando tanto ella como él solo
temas o asuntos que ameriten la consideración de dos mentes maduras y
poderosas, no malgastando nunca sus excelentes dones de comunicación en
boberías dañinas, dimes y diretes contenciosos o sujetos estériles.
b) Nunca se
enfrascan en airados argumentos personales. No cruza entre ellos ninguna
palabra o expresión soez.
c) Jamás en la
vida miente o maldice Gayo a Febe, ni Febe a Gayo. Él no guarda en su
corazón secretos oscuros y potencialmente peligrosos, ni tampoco ella. Ambos
son completamente transparentes el uno para el otro.
4. Se
complementan maravillosamente en todo aspecto de carácter, talento y obra.
El resultado admirable de tan ideal acoplamiento es la creación de un
todo notablemente más fuerte y productivo que sus partes separadas. O sea,
el rendimiento y la resistencia de Gayo es mayor por ser unido él a Febe, y
viceversa.
5. El mutuo
apoyo y respeto de esta pareja en el matrimonio, al igual que en
la crianza de los hijos y la realización de toda obra espiritual en la
iglesia, son de calidad y nivel superlativos.
6. Moderación
y solvencia económica son las normas inviolables que siguen en
todo aspecto material de su vida.
a) Comen
con moderación, proyectando sus cuerpos físicos buena salud, vigor, control.
b) Sus
vestidos, pese a no ser “costosos” (1 Timoteo 2:9), reflejan buen
gusto.
c) No están
embrollados con deudas. No malgastan sus recursos. ¡Nunca pelean
sobre dinero o cualquier cosa material!
d)
Verdaderamente, ¡son una pareja del todo ideal! ¿De acuerdo?
C. Fijemos
nuestra atención en los hijos de Gayo y Febe.
1. Nereo,
el mayor, de veintiún años de edad, es un adulto joven cristiano cuyo porte
aun entre conocidos inconversos nunca da lugar a maledicencias. Muy activo
en la congregación local, se está preparando para enseñar clases bíblicas y
predicar. En todo sentido, es un hijo ideal.
2. Julia,
con sus diecinueve años, y Olimpas, con
quince, son muchachas encantadoras de testimonio intachable. Ya bautizadas
las dos, se visten “con pudor y modestia” (1 Timoteo 2:9-10),
imitando a su santa madre. Comparten alegremente con sus padres y hermano,
también disfrutando sanamente las actividades de la iglesia. Sin discusión,
¡son ideales estas dos hijas de Gayo y Febe!
D. Predicador
ideal, con una esposa ideal y tres hijos ideales.
1. Toda pareja o
familia de la iglesia está admirada de esta familia cristiana ideal.
Con sobrada razón, la tienen en un pedestal. Se refieren a ella con tremendo
respeto, orgullo y hasta con reverencia. Los espirituales la miran como
paradigma digna de imitar, mientras los menos maduros la envidian, buscando
alguna grieta en su fachada.
2. Aun la gente
del mundo alaba a esta familia cristiana ideal, no encontrando
defecto alguno de que mofarse.
E. Quizá la
mayoría de las parejas presentes, o representadas, en esta asamblea
pertenezca a esta categoría de “Matrimonio ideal; familia ideal”.
¡Ojalá! ¡Ojalá! ¡Dios quiera que así sea! Porque somos “embajadores”
suyos. “Colaboradores” del mismo Padre celestial, Creador del
universo, en su magna obra de “reconciliación”, “como si Dios
rogase por medio de nosotros”, y es vital que proyectemos fielmente los
mismos atributos divinos que él posee.
1. Si
Jesucristo se materializara en este instante en este salón, pidiendo que
se pusiera en pie todo predicador, esposo y padre ideal, con su esposa e
hijos ideales, este servidor tendría que tomar asiento enseguida, no por
canoso o viejo sino por la distancia sustancial entre lo que soy y el
ideal que debería ser.
2. Por difícil
que sea llegar a la altura del hermano Gayo, aun imposible, debo
perseguir con pertinacia la meta, no rebajándola caprichosamente
sino esforzándome varonilmente para subir al mismo nivel, y no
justificando mis fallas ni comparándome con quienes estén más
lejos del ideal que yo mismo.
III. [Casa
donde moran no solo un ministro de Cristo con su familia sino también
unos “espíritus malos”. Para ilustrar las enseñanzas traídas en esta
parte del mensaje se utilizó una casa de juguete y muñecos apropiados en
representación de los miembros de la familia analizada.]
A. ¿Qué les
parece esta hermosa CASA? De tres pisos. Balcones en cada piso. Regia
entrada con altas columnas. Me la prestó mi amiguita Karina, hermanita de
Omar, hijos de José y su esposa Omayra, de la
congregación en Bayamón. ¡Ya mi esposa Rita quiere una igual! ¿Qué
voy a hacer? Pues, ni modo. ¡Complacerla! Mi anhelo es ser esposo ideal.
B.
Pretendiendo a manera de niños, diremos que moran en esta casa cierto
ministro de Cristo, juntamente con su familia. Helos ahí frente a la
casa. Los dejamos en el anonimato para evitar complicaciones. La casa
tiene fachada de normal, y también casi siempre esta familia
cuando participa en actividades de la iglesia o anda entre el público, bien
sea de compras o de paseo. Mas sin embargo, en su interior esta casa
está como hechizada, y esta familia, una vez encerrada en ella,
cambia asombrosamente de carácter y comportamiento. Esto se debe al
hecho de que también moran en la casa unos “espíritus malos”.
-Qué conste: seguimos
pretendiendo.
Estos “espíritus”
dañinos moran allí, tal cual unos fantasmas o duendes malévolos, solo
porque el predicador y su esposa consienten en su presencia, tolerándolos y
hasta alimentándolos. El apellido de este género es “Hipocresía”. Ahí
están, aunque invisibles al ojo humano: los dos grandes, “Papá
Hipocresía” y “Mamá Hipocresía”, con sus “Tres Pequeñas
Hipocresías”.
C. Asumiendo que
el predicador y su familia hayan entrado ya en la casa, la volteamos
para verla por dentro. Cómoda. Buenos muebles. Cualquier familia estaría a
gusto aquí. Pero, esta familia en particular, pese a su calificativo
de “cristiana”, está sacudida frecuentemente por fuerzas malignas que
amenazan con dejarla postrada en el suelo de la vergüenza y derrota.
1. A los diez
minutos de haber cerrado la puerta, el predicador y su esposa se
transforman de “cristianos” a “mundanos”. Él, frunciendo severamente las
cejas, se sienta a la mesa en el comedor. Medio molesto, ordena a sus hijas
a “cerrar la boca, apagar el televisor y no hacer ruido alguno”.
Con voz glacial, se dirige a su esposa. “Mujer, estoy cansado y tengo
hambre. Sírveme una taza de café caliente enseguida y fríeme dos chuletas
con veinte tostones”. Comienza una tire jala maliciosa, punzantes
acusaciones y contra acusaciones, miradas llameantes que fríen sentimientos
en un sartén de cólera hirviente, asesinato de carácter.
a) Esposa al
esposo: “¡Cuidado de hablarme así, tú con tus actitudes malas y falta
de respeto! Te lo digo de nuevo: ¡tú no eres en nuestro matrimonio y hogar
la misma persona que cuando estás en el púlpito o entre los miembros! Allá
tú eres un angelito, pero acá abusas verbal y emocionalmente de mi,
tu esposa, y de nuestras hijas. ¡Tú, machista al fin! Tan agresivo.
Mal humorado. Siempre inconforme. ¡Hipócrita! Eso es lo que tú eres.
Si los hermanos te conocieran como tú eres realmente, ¡no te permitirían
dirigirse a la congregación!”
b) Esposo a
la esposa: “¿Así?, mujer criticona. ¡Otro tanto diría yo de ti! Tan
sumisa y mansa aparentas ser conmigo en la congregación, pero cuando somos
tú y yo, nada más, sacas las uñas de todos tus disgustos, frustraciones y
rencores. ¡Hipócrita! ¿Por qué sigues pretendiendo? No eres
cristiana. No sabes apreciarme. Solo te preocupas por tu linda casa e hijas,
¿verdad?”
c) Y los
demonios del género “Hipocresía” se escuchan tras las paredes
riéndose a carcajadas burlonas.
d) Y las tres
hijas de la pareja también lo presencian todo, asustadas, aturdidas.
Observan tristes, aun llorando, el comportamiento contradictorio de sus
padres, reforzándose en sus corazones impresiones negativas, confusión,
temor, complejos, coraje, desprecio, resentimiento, no solo hacia los
padres sino también hacia la iglesia, la que supuestamente
representan, aman y promocionan sus padres en capacidad oficial.
-Hipocresía en los
padres. He aquí tal vez la causa capital de un fenómeno demasiado
común en familias de predicadores, evangelistas o maestros de clases
bíblicas: me refiero a él de hijos espiritualmente indiferentes, fríos,
rebeldes, mundanos, hostiles que no obedecen “de corazón” al Señor
(Romanos 6:17), que abandonan a la iglesia.
e) Ejemplo de
una hipocresía tamaño “Papá” o “Mamá” es la infidelidad
sexual del predicador, su esposa o ambos mientras continúan con osada
desfachatez en los ministerios. Otra hipocresía escandalosamente grande es
la de tomar “la piedad como fuente de ganancia” (1 Timoteo
6:4-6). De dimensiones no pequeñas es la hipocresía que engendran
“glotonerías”, vicio vinculado con “borracheras” en
textos tales como Romanos 13:13, pero sutilmente desvinculado, usualmente
con expresiones graciosas, por siervos y siervas de paladar insaciable.
¿Con qué moral fulminar yo contra “borracheras” y otros pecados
parecidos si me sirvo de continuo con la cuchara grande? ¡Y vuelvo a llenar
el plato!
-Desde luego, estamos
exagerando para el efecto. Y seguimos pretendiendo.
2. Amados, en el
contexto de este mensaje, este servidor ciertamente no pronuncia la
antipática palabra “Hipocresía”, tan lastimosa a nuestros oídos y
sensibilidades, en son de censura para nadie. La menciono como tema para
análisis porque mi apreciación personal es que este pecado asedia
tenazmente especialmente al predicador, evangelista, maestro, maestra,
anciano o diácono, como el lobo rapaz a su presa –sigilosa, disimulada y
persistentemente, a menudo sorprendiéndolo precisamente en el seno del
hogar. Nos asedia tal cual a los maestros judíos de la Ley Mosaica en el
tiempo de Cristo, llamándolos “hipócritas” el Señor siete
veces tan solo en Mateo 23. “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos,
hipócritas!” “Dicen y no hacen”, error grave demasiado fácil de
cometer. Si bien las hipocresías suelen trastornar el matrimonio y enajenar
a nuestros hijos, no es menos cierto que disgustan a la iglesia y nos
exponen a la mofa de inconversos. Por consiguiente, es menester expeler
de nuestra casa espiritual al género “Hipocresía” con patadas duras y
despidos terminantes.
a) Nada de
excusas baratas. “Pero, querida esposa, amados hijos, queridos
hermanos, ¡yo también soy humano! A veces, soy débil.” ¿No es esta
la justificación común y corriente del que es tildado de “hipócrita”?
b) “¡Yo
también soy humano!” O sea, ¿más “humano” que espiritual? ¿Más
hombre natural y carnal (1 Corintios 2:12-16) que “nuevo hombre, creado
según Dios en la justicia y santidad de la verdad”? (Efesios 4:22-24;
Colosenses 3:9-10). Quienquiera tenga este concepto de sí no es apto para
ser predicador, evangelista, maestro de la Palabra. Digo, a mi entender.
c) “A
veces, soy débil.” Sí, y yo también. Pero, cuando lo soy he de
arrepentirme enseguida, pidiendo perdón tanto a los míos como a Dios, y
enderezar prontamente mi caminar (Hebreos 12:12-13) para que mis
debilidades no se perciban o se interpreten como “hipocresías”.
3. ¿Queremos
alejar lejos al género “Hipocresía”? Pues, la arma poderosa para lograrlo es
“la sincera fidelidad a Cristo” (2 Corintios 12:3). ¡Las
“Hipocresías” no soportan la sinceridad!
a) “Con
sencillez y sinceridad de Dios… nos hemos conducido en el mundo,
y mucho más con vosotros” (2 Corintios 1:12).
b) “Con
sinceridad, como de parte de Dios, y delante de Dios, hablamos en
Cristo” (2 Corintios 2:17).
c)
“Sinceridad”, “Sencillez” y “Honestidad”
son los nombres de las hermosas “hijas”, maduras y sin afectaciones,
nacidas de motivaciones puras, desinteresadas, fuertes. En contraste,
“Insinceridad”, “Hipocresía”, “Pretensión” y “Engaño” son la
mala crianza de motivaciones egoístas, materialistas, carnales. En lo
más profundo de su corazón, cada obrero conoce sus motivaciones, a no ser
que se engañe a sí mismo.
IV. Purificando
nuestro matrimonio, familia y hogar de las fuerzas malignas identificadas,
procedamos a fortalecerlos grandemente, acercándolos cada vez más al
magnífico “ideal”. Aunque nada nuevo traiga para su consideración,
quisiera compartir cinco sugerencias sencillas para el fortalecimiento del
matrimonio y la familia del “buen ministro de Jesucristo, nutrido con las
palabras de la fe y de la buena doctrina” (1 Timoteo 4:6).
A. Primera
sugerencia. Informar y orientarse ampliamente sobre todo aspecto de
sus ministerios, particularmente sobre los que impactan a la familia,
haciéndolo con total transparencia.
1. El
predicador, evangelista, maestro, etcétera, a su esposa e hijos.
2. La esposa a
su esposo e hijos.
3. Respecto a
sus deberes, compromisos, obras, oportunidades, luchas y pruebas, si el
ministro no orienta con lujo de detalle a su esposa, ¿por
qué esperar que ella le comprenda o apoye. Debidamente informada ella, ha de
reciprocar esta confianza, examinando con “inteligencia espiritual”
(Colosenses 1:9) lo expuesto para comprenderlo ella misma a cabalidad y
poder explicárselo también a sus hijos. Esto lo puede lograr ella con tal de
ser tan espiritual como su esposo e igualmente comprometida con la
obra del Señor.
4. –“¿Por qué
nos conviene trasladarnos a Nicaragua para trabajar en la obra de la
iglesia?” –“Mamá, ¿por qué se fue papá a Puerto Rico para ese Encuentro,
dejándonos solitos acá?” –“Querido esposo, ¿por qué estás llegando tarde
a casa a menudo? Los niños preguntan. Comen y se acuestan sin verte.”
–“Papá, ¿por qué no vivimos mejor? ¿Por qué estudias la Biblia tanto? ¿Por
qué no juegas más con nosotros?” Contestaciones inteligentes y amenas a
estas preguntas fortalecen a la familia. Mejor todavía, explicaciones
dadas oportunamente con cariño y respeto rinden innecesario este tipo de
pregunta o inquietud.
B. Segunda
sugerencia. Procurar equilibrar deberes en la “Balanza de
responsabilidades”.
-Por un lado, los
deberes de ministerios espirituales. Por el otro, los deberes de
matrimonio, familia y hogar. ¡Equilibrados! Ejecutar esta proeza
día tras día, año tras año, durante todas las etapas de la vida, requiere un
grado altísimo de sabiduría celestial, mucha reflexión, planificación y
cooperación.
C. Tercera
sugerencia. Adiestrar a miembros idóneos, delegándoles ministerios y no
adueñándose usted de toda administración, de toda obra. Entre los
dividendos que arrojan este proceder bíblico se cuentan los siguientes: más
tiempo libre para usted y su familia y una congregación más madura,
eficiente y productiva.
D. Cuarta
sugerencia. Cerrar la puerta y las ventanas de su casa, tanto las
materiales como las espirituales, contra personas entrometidas, miembros al
igual que no miembros, que lastimaran a usted y su familia con sus chismes,
difamaciones, críticas destructivas, exigencias, mal ejemplo, etcétera. Y
controlar también las comunicaciones vía teléfono, incluso el celular, y
correo electrónico.
E. Quinta
sugerencia. No vacilar en admitir su culpa y pedir perdón a su cónyuge,
también a sus hijos, por cualquier incumplimiento u ofensa, aunque no haya
sido intencional.
V. Las
familias más importantes sobre la faz de la tierra, ¿cuáles son? ¿Cuáles
son las familias más importantes de México, Colombia, Costa Rica, El
Salvador, República Dominicana, Canadá, Estados Unidos de América y Puerto
Rico?
A. En el
renglón político, las más importantes son las de los mandatarios
máximos.
B. En el
renglón moral y espiritual, las familias más importantes son las de los
predicadores, evangelistas, maestros, ancianos y diáconos fieles al Señor en
su misión, mensaje y práctica. Dada la infinita superioridad del eterno
Reino de Dios sobre las temporales naciones seculares del mundo,
afirmamos confiadamente que las familias al frente de este Reino divino
son, en definitiva, ¡las más importantes sobre la faz de la tierra!
Doy expresión pública a esta gran verdad sublime no en tono soberbio de
jactancia, ni para competir con el mundo, ni tampoco para que nos gloriemos
desmedidamente, sino para poner de relieve nuestro importantísimo lugar
elevadísimo en “el ministerio de reconciliación” que el amoroso
Dios Padre está efectuando entre los seres humanos.
-Respetados ministros
casados, queridas esposas y preciosos hijos de varones que administran los
trabajos únicos del Reino divino, ¡no somos poca cosa en este mundo!
¡Somos los matrimonios y las familias más importantes sobre la faz de la
tierra! Embajadores somos del Reino celestial enviados a proclamar perdón y
salvación. Somos “gloria de Cristo” (2 Corintios 8:23).
Vivamos, pues, a la altura de nuestro llamamiento y vocación. Conduzcamos
todos nuestros asuntos día tras día plenamente conscientes de la sin igual
posición que ocupamos ante el mundo, la iglesia y el Creador mismo.
-“Y cuando aparezca
el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de
gloria” (1 Pedro 5:4).
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